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Curación integral de la persona

Por George F. Buletza, Ph.D., F.R.C.


Revista El Rosacruz A.M.O.R.C.

En nuestro mundo actual de lo bueno y lo malo, lo correcto y lo erróneo, existe la


tendencia entre muchas personas a pensar que ellas conocen la única fórmula para la
salud y el bienestar. Las actitudes que nos permiten decir «Yo estoy en lo cierto y tú
estás equivocado», han acompañado a la raza humana durante mucho tiempo. Los
antiguos observaron que dichas actitudes pueden afectar la forma en la que percibimos
nuestro mundo, nuestras relaciones, nuestras visualizaciones sobre el futuro, nuestra
salud y nuestro bienestar. Esta actitud constituyó la base de una de las tres etapas del
crecimiento y evolución del ser humano, representadas en los Misterios de Isis en el
antiguo Egipto y en Grecia, así como en las tradiciones alquímicas de la época medieval.

En el transcurso del año se envolvían las estatuas de Isis con ciertos colores que
también se usaban para representar las tres etapas del crecimiento personal. En la
antigüedad, la primera etapa, o el color rojo, denotaba vitalidad, energía, nueva vida, la
inocencia de la infancia. Esta etapa es semejante al sueño, de alguna manera
inconsciente y receptora de la naturaleza. Durante esta etapa podemos sentir que de
alguna forma estamos desvalidos y que la vida debería encargarse de nosotros. En
términos de una situación en la que se recuperará la salud, la relación entre el paciente
y el sanador es semejante a la relación entre padre e hijo.

La segunda etapa de crecimiento personal era caracterizada en los misterios mediante


los colores negro y blanco. Estos colores representaban la dualidad, el bien y el mal, lo
correcto y lo erróneo, la atracción y la repulsión. Tal forma de pensar que formula
juicios conduce a expectativas sobre cómo debe ser el mundo, sobre el comportamiento
que nosotros y los demás necesitan seguir. En esta fase tendemos a enfocarnos de
manera rígida a las realidades que creamos más que a las condiciones, a los regalos que
la vida continuamente crea para nosotros.

Los antiguos hicieron hincapié en que las fases y ciclos de la vida eran procesos
normales de la naturaleza. Estos se sucedían unos a otros en una secuencia ordenada y
cada uno contribuía al desarrollo de fases futuras. Esto también se aplica al proceso
sanador. En la fase de blanco y negro, por ejemplo, los pacientes pueden comenzar a
aceptar las propias responsabilidades. Más que esperar una figura paterna que
resuelva sus problemas, los pacientes pueden participar siguiendo el consejo de un
sanador calificado, llevando una dieta, haciendo ejercicio, respirando y pensando, así
como visualizando y meditando activamente. Al participar en su propia curación, los
pacientes pueden llegar a darse cuenta del potencial curativo interno.

Desarrollando relaciones curativas

En ocasiones, durante la etapa de blanco y negro, el paciente intenta asumir una


responsabilidad total. Esto elimina las oportunidades de desarrollar relaciones
curativas que nos excluyen a nosotros mismos y a las antiguas soluciones restringidas.
Perdemos oportunidades de integrarnos con otros seres humanos que pueden evocar
nuevas formas de hacer las cosas y una perspectiva más amplia del mundo. Si nuestras
visualizaciones, meditaciones, ejercicios y otras técnicas autocurativas no parecen
funcionar, entonces los consideramos nuestras propias fallas indignas. Esto no es
autocuración, sino envenenamiento mental.

También para el sanador, la fase de blanco y negro puede conducirle a la infelicidad... a


una « noche obscura del alma». Sin importar el tipo de curación ya sea médica o
metafísica, como sanadores podemos tener la necesidad personal de satisfacer nuestra
realidad, de confirmar nuestra convicción de ser buenos sanadores. Cuando no
tenemos éxito podemos concluir que somos sanadores deficientes y cambiar nuestra
profesión o podemos intentar proteger nuestra convicción mediante una o más de las
siguientes estrategias:

1.- Superaremos este problema si lo intentamos con más ahínco, leyendo otro libro,
asistiendo a otra conferencia, tomando otro curso... la próxima vez todo saldrá bien.

2.- Podemos considerar que la culpa es del paciente. Mi terapia es perfecta. Si tan sólo
siguieran mis órdenes, entonces todo resultaría bien.

3.- Esta no es la clase de enfermedad o de paciente con el que nos enfrentaremos en el


futuro. Esta no es nuestra especialidad o área de competencia.

4.- Podemos consolarnos a nosotros y al paciente considerando que ya se hizo todo lo


mejor posible y la mejoría ya está tomando lugar, aún antes de poder apreciarla.

Ya sea que seamos el sanador o el paciente, tendemos a pensar que estrategias como
éstas nos ayudan a competir en un mundo en blanco y negro. Hacen que crezca la
personalidad externa y nos impulsan a pensar que tenemos el control de nuestra vida y
nuestros problemas. Incluso si estamos convencidos de nuestro control, si aún
tenemos el coraje de ir hacia el interior con mente abierta e inquisidora podemos
descubrir que secretamente todavía tememos no estar realmente bajo control, que
quizás no somos en realidad «buenos» sanadores, que apenas tratamos, que
cometemos errores y somos culpables por fallar.

Atrapados en los extremos de pensamientos duales, ni el sanador ni el paciente son


inmunes al envenenamiento mental. El miedo, las supersticiones y la ignorancia y una
salud agotada y degenerada, son el resultado del pensamiento dual. La etapa de blanco
y negro representaba la muerte en los antiguos misterios y la muerte, a su vez,
representaba putrefacción y separación en alquimia. Casi todas las culturas del mundo
utilizan el blanco o el negro para representar la muerte. Incluso los colores de muerte
también simbolizan el potencial para el renacimiento y la transformación a la tercera
etapa de la vida, representada por el oro.
La etapa de la sabiduría, reintegración

El oro es la etapa de la sabiduría, reintegración, totalidad. La idea de un sanador


separado del paciente pierde significado en la etapa de oro. Como sanadores, al tratar
a nuestros pacientes, obtenemos discernimiento en nuestra vida. Las necesidades de
nuestros amigos son nuestras necesidades, las lágrimas de nuestros amigos, las
nuestras, la curación de nuestros amigos, nuestra propia curación. En esta etapa de oro
no hay separación entre el paciente y el sanador. Somos una humanidad con
necesidades y problemas en común e incluso transformaciones en común. La curación
y las transformaciones ocurren a través de las relaciones.

Como lo indican los estudios rosacruces, nuestro crecimiento y transformación no


ocurre permaneciendo como ermitaños o evitando la integración con otros seres
humanos. La transmutación ocurre a través de las pruebas y tribulaciones de nuestras
realidades, a través de nuestra interacción con los demás. El trabajo del alquimista está
con sus realidades, con lo que él cree que es la verdad acerca del mundo. Este sutil
cambio en la perspectiva de actitud en nuestra consciencia, sugiere que más que
nuestra prometedora vida cumpla nuestras expectativas, podemos elegir ser
transformados por la vida y por las relaciones que atraemos hacia nosotros.

Podemos decidir practicar el arte de curar conscientemente, pero esto se hace sin la
coacción de hacer el papel de sanador o de paciente. Cada vez que comenzamos una
relación curativa con otros, no sabemos con precisión cual será el resultado. No
sabemos de que manera nuestra persona puede ser transformada benéficamente. En la
etapa de oro, entrar a una relación curativa es una aventura. Es una búsqueda que
conduce a un auto-descubrimiento siempre mayor, una apreciación más profunda por
el amor que lo une todo.

Cuando una persona está enferma es vulnerable. La enfermedad desquebraja nuestros


mecanismos habituales de defensa. Cuando nuestras realidades y creencias
incuestionables ya no son efectivas, podemos decidir reemplazarlas con realidades que
reflejan de manera más exacta nuestras intenciones internas. Al descartar defensas
irrelevantes también puede sorprendernos descubrir que podemos experimentar
mayor libertad, espontaneidad y creatividad.

Si lo que deseamos es derribar nuestras defensas, mirar profundamente hacia el


interior, permitir a nuestros amigos reflejar nuestra propia naturaleza, entonces
podemos llegar a comprender la comunidad, la unidad y el amor que siempre existió,
pero que no notamos antes. Podemos sorprendernos por nuestras propias
transformaciones hechas como resultado de ver lo que es verdad en este espejo del ser.
Podemos descubrir a un nivel síquico interno que no existen coincidencias, que
nosotros y aquellos atraídos hacia nosotros son cosanadores, cocreadores, en una
aventura extraordinaria a la que llamamos vida.
Para lanzarse a esta extraordinaria aventura, es esencial confiar en el poder interno de
curación y transformación. La apertura creativa, integridad, firmeza y compasión se
derivan de la genuina confianza o intensa convicción. Con una confianza genuina nos
damos cuenta de que nadie en una relación es menos o más de lo que él o ella
realmente es. En lugar de estar perdidos en las respuestas simpáticas a los síntomas,
interactuamos con compasión e integridad, transformándonos creativamente en lo que
realmente somos.

Con confianza, la enfermedad puede ser una oportunidad, un umbral a una mayor
salud, al estado dorado de vida al que llamamos sabiduría. Con experiencia nos damos
cuenta de que la confianza genuina sólo llega cuando deseamos enfrentar nuestros
miedos. Cruzar este umbral da por resultado una plenitud síquica, emocional y mental
mayor. En lugar de ser el opuesto dual de la salud, la enfermedad puede llegar a ser
una celebración y apreciación de la vida. La vida es nuestra amiga. La vida es la
proveedora de condiciones y oportunidades que evocan la evolución de la mente
abierta.

El crecimiento, la transformación y la evolución pueden aplicarse y ser incorporados a


cualquier modalidad terapéutica, sea tradicional o no. Podemos elegir seguir la
medicina alópata, homeopática, quiropráctica, acupuntura, digitopuntura, nutrición o
cualquiera de una gama de otros enfoques para curar y aún darnos cuenta que la vida
es una aventura compartida en la que todos estamos evolucionando.

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