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CAMPO LITERARIO Y FORMACIÓN DEL CANON. ALGUNAS NOTAS SOBRE LOS AÑOS
1919-1924
RESUMEN
Bourdieu, de la cual se deriva que todo canon es resultado de las luchas por la posición
jóvenes poetas que pasarán a formar parte del canon, a través de un proceso a través del
modelo estético postsimbolista depurado que los distinguía tanto de las restantes
Palabras clave: Campo literario, Canon, Ultraísmo, Generación del 27, España, La
Pluma, Índice
justificada con frecuencia de forma perversa como un mal menor tolerable por su
de la literatura de los años veinte y treinta, dando lugar a un canon del que se ha
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derivado un corpus de trabajo en exceso reducido para analizar una época de reconocida
OLMEDO [1980], S. SALAÜN [1992], J.-C. MAINER [(1997) 2000]), pero aún queda
trabajo por hacer en el análisis sociológico. En este sentido, la teoría de los campos
culturales de Pierre Bourdieu puede ser una herramienta idónea para desmontar el
basa en formas de percepción y valoración del mundo social establecidas en las luchas
culturales del propio momento histórico que se pretende periodizar (P. BOURDIEU
[1995]). Esto hace necesario el estudio tanto de esas formas de percepción del mundo
En las notas que siguen estudio de forma esquemática el proceso y los medios de
diferenciación de dos grupos de poetas —los adscritos al movimiento ultraísta y los que
evolucionaban desde el postmodernismo hacia una depuración lírica—, que desde 1918
buscaron una salida a la crisis estética que había supuesto la mercantilización del
instituciones y medios (P. BOURDIEU [1995, 279]); y por otro, la acumulación de capital
cultural en los intercambios entre los jóvenes literatos que aspiran a la posición de
generaciones anteriores (P. BOURDIEU [1995, 341]). Utilizo para ello de forma casi
los años veinte, así como las nóminas de los colaboradores regulares en dichos medios,
El estudio de la revista Grecia bastará a los propósitos de este artículo para ver
los elementos de caracterización y los rechazos con que los jóvenes ultraístas intentaron
ocupar la posición de vanguardia poética del campo literario, vacía tras la fagocitación
del modernismo por el público de clase media, viniese de un crítico de cierta edad,
necesaria para toda literatura moderna no se había producido aún en España, haciendo
necesario trabajar hacia un más allá estético que sintetizaba en el término ultra1. A este
Sevilla, difundiendo un manifiesto aparecido en Madrid unos meses antes y firmado por
En él reafirmaban estos jóvenes su fe en «el nuevo arte», llamado Ultra e iniciado por
por Cansinos— pero «respetando la obra realizada por las grandes figuras de este
1
Para una historia detallada del ultraísmo ver G. VIDELA [1963], en especial el capítulo
segundo, “Desarrollo histórico del movimiento”.
2
El manifiesto iba firmado por X. Boveda, C. A. Comet, Fernando Iglesias, G. de Torre, Pedro
Iglesia Caballero, Pedro Garfias, J. Rivas Paneda y J. de Aroca.
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de arte, para que se sumasen a una renovación de las artes en la línea de la que ya
con presencias como la de Pedro Luís de Gálvez, que no abandonó su faceta de sonetista
cambio de directiva en la revista Cervantes, que pasaba a ser ultraísta bajo la dirección
que pedía la demolición de las piedras sagradas de las Mecas del arte
francesa que de una forma tan varia, tan rica en matices, y tan pródiga en
anterior, Juan Ramón Jiménez, hubiese supuesto la apropiación indirecta por parte de
los ultraístas del capital cultural acumulado por este, además de la vinculación con la
movimientos de vanguardia europeos más nihilistas, contra los que servía de refuerzo
lírica francesa moderna. Estos son, sin duda, elementos muy débiles para movilizar una
por parte de algunos miembros de la generación anterior del naciente ultraísmo. Todavía
en junio de 1919, Juan González Olmedilla iba aún más lejos en este intento de
trabajar a favor de ese ultra literario. Tras referirse, entre otros, a Miguel de Unamuno,
Juan Ramón Jiménez, Rafael Lasso de la Vega, Mauricio Bacarisse, José Moreno Villa
afirmando que los jóvenes que quisieran adscribirse al ultraísmo debían antes ensayar la
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rima y hacer muchos sonetos, y sólo cuando los dominasen podrían pasarse a la nueva
nacionales, que dan muestras de una plena conciencia del funcionamiento del campo3,
darían paso, una vez fracasado el intento de lograr la atención y el apoyo de aquellos, a
una actitud beligerante. Isaac del Vando-Villar, director de Grecia, investido de una
para hablar de los «fracasados del novecientos» y sus «rancios credos estéticos», en
respuesta a los ataques y la ironía con la que el movimiento había sido tratado por la
ultraísmo había venido a ocupar —más bien, que tenía voluntad de ocupar— en la
poesía española:
cultural general, sino precisamente la vanguardia que servirá como modelo para el resto
3
La importancia de la nacionalización de elementos modernos extranjeros como condición para
el triunfo literario en España la ha apuntado J.-C. MAINER [1983, 303-304].
7
Es evidente que en toda esta nueva actitud había bastante de reacción. En esa
defensa del ultra abundaba José Rivas Panedas en su artículo “Nosotros los del Ultra”
(J. RIVAS PANEDAS [1919]), donde en respuesta a unos artículos de Manuel Machado en
a la que se estaba dando en Europa, contra el rezagamiento cultural que venía siendo
afirmar la sincronía con la renovación literaria europea, que las muchas traducciones
Ramón (J. RIVAS PANEDAS [1919, 14]), pero fue Antonio M. Cubero quien, rozando lo
que ver con esas falsas posturas para sorprender ingenuos (A. M. Cubero
[1919]).
alcanzar una difusión acorde con la importancia que el movimiento ultraísta había
alcanzado, al menos a ojos del director de Grecia (I. VANDO-VILLAR [1920a]). Durante
la época, de Manuel Machado a Julio Cejador, pasando por Pedro Mata, Ricardo León y
la RAE, hasta llegar a ABC y Blanco y Negro, a los que consideran máximos
responsables de la pérdida del gusto literario de la clase media española4. Sin embargo,
modernos, como muestran el ataque a León Felipe, que fue seguido de una rectificación
Gómez de la Serna, del que tanto habían insistido en distinguirse5. A la vez la propia
definición afirmativa del grupo se tambaleaba con las primeras polémicas sobre la
4
Ver la sección “Panorama ultraísta” de los meses de junio, julio y agosto de 1920,
correspondientes a los números 43 a 47.
5
El ataque a León Felipe en “Panorama ultraísta” [1920a, 16]. Las colaboraciones de Ramón y
de León Felipe aparecieron ambas en Grecia, 45, 1 de julio de 1920, en cuyo “Panorama
ultraísta” intentaban explicar su cambio de actitud hacia ambos [“Panorama ultraísta”, 1920b,
16].
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del todo clara adscripción al movimiento de algunos poetas, como Ernesto López-
Parra6.
Nada de esto mermaba el optimismo, sin duda ciego a la luz de los hechos, de
los promotores del movimiento. Cuando Isaac del Vando-Villar anunciaba, en el que
era que «todo está ya logrado en nuestro arte, y hasta nuestros enemigos reconocen
extranjero» (I. VANDO-VILLAR [1920b]). Es más que dudoso que tal triunfo se hubiese
logrado, y no era poco, fue desprenderse de parte de la ganga modernista que arrastraba
marcado los últimos meses sevillanos y establecer un grupo de colaboradores fijo con
una línea estética común7. Había fracasado, sin embargo, en sus intentos de atraer el
apoyo de los literatos de mayor prestigio de las generaciones anteriores, lo que hubiese
tradición nacional. Este fracaso les llevó a intentar diferenciarse de otras prácticas de
Con todo, en el proceso fueron capaces de constituir unos medios de difusión, entre los
que destacó la revista Grecia, y un grupo definido por su colaboración regular en esos
medios, que distinguían a todo el que publicase en ellos como ultraísta. Pero carecieron
6
“Panorama ultraísta” [1920c, 15], donde rompían formalmente con Huidobro, y la reseña de
Poemas del Bien y del Mal (pág. 16), donde reprochaban a López-Parra el carácter del libro, en
la línea postsimbolista de sus colaboraciones en España y La Pluma.
7
Junto al director Isaac Vando-Villar y Guillermo de Torre los colaboradores más habituales
fueron Rafael Lasso de la Vega, Pedro Garfias, Rafael Cansinos-Asséns, Vicente Huidobro,
Adriano del Valle, Jorge Luis Borges, Eugenio Montes, Gerardo Diego, Juan Larrea, Rivas
Panedas, Tomas Luque, Antonio M. Cubero, Lucía Sánchez Saornil —bajo el seudónimo de
Luciano de San Saor— y José de Ciria y Escalante.
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del prestigio y los apoyos necesarios para convertir esas revistas en parada necesaria
para entrar a formar parte del canon de la modernidad poética, que en aquel momento se
sus respectivos responsables literarios, Enrique Díez Canedo y Cipriano Rivas Cherif,
revistas.
comienzo en 1915, pero a partir de 1919, y de forma muy clara desde 1920, la presencia
Grecia. De forma casi exclusiva el semanario dio espacio al desarrollo de una línea
postmodernista en la que el tono y los temas del lirismo rural y la sencillez lírica, con
clara influencia del postsimbolismo francófono, eran dominantes. Los poemas oscilaban
cual se plasmaba la influencia de Juan Ramón Jiménez, también colaborador regular del
semanario. Encarnaron este tipo de poesía el gerente de la revista, Luís García Bilbao,
Francisco Martínez Corbalán, Ernesto López-Parra, José Jurado Morales y todo el grupo
de poetas canarios encabezado por Fernando González, del que también formaban parte
Placeres. Junto a ellos aparecía una línea de modernidad diferente, más arriesgada, que
Quesada, sin duda, los poetas más interesantes publicados en España. Sólo ellos
Adriano del Valle, Rogelio Buendía, Gerardo Diego, Isaac del Vando-Villar o
acercándose, en todo caso, al haiku, propuesto por Enrique Díez Canedo como una de
las vías posibles para la poesía moderna desde esas mismas páginas (E. DÍEZ CANEDO
[1920b]).
que tenía cabida en España y el ultraísmo, el propio Enrique Díez Canedo se había
ocupado de hacer evidente lo indeseables que resultaban los ensayos ultraístas a través
ciertos ensayos de juego tipográfico iniciados años antes por escritores catalanes como
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efecto cómico de su “Manifiesto vertical” (E. DÍEZ CANEDO [1920c]), o, unos años más
en Hélices (E. DÍEZ CANEDO [1923a]). Difícilmente podía simpatizar con el ultraísmo
poéticas en el lejano siglo XXII podía llevar a… inventar de nuevo el soneto (E. DÍEZ
Este rechazo del ultraísmo no supuso en ningún caso desatender la lírica joven.
Simplemente, Díez Canedo seleccionaba desde los principios postsimbolistas en los que
se había formado a aquellos poetas a los que prestaba atención. De este modo, en su
repaso del año 1921 Canedo constataba que se estaba produciendo un renacimiento
poético (E. DÍEZ CANEDO [1922]). «Los nombres más nuevos que nos revela el año
1921 son de poetas», decía entonces, refiriéndose a los libros primerizos de Federico
Espejos— y Valentín Andrés Álvarez —Reflejos—, todos aparecidos ese mismo año y
tan claramente diferenciados del ultraísmo como marcados por el postmodernismo, a los
que Canedo añadía como gran poeta a José Moreno Villa, también colaborador habitual
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Canedo indicaba que Chabás tendía al ultraísmo «cuyas revistas van clasificándose y
depurándose lentamente». La idea de depuración, que se puede seguir también en las cartas de
Juan Ramón Jiménez con los jóvenes ultraístas, muestra a las claras la diferencia, en la que
vengo insistiendo, entre los principios poéticos de los ultraístas y de los maestros de la
generación anterior cuyo apoyo trataron de lograr en vano.
13
[1920, 1]).
principios literarios —la herencia del arte por el arte simbolista—, como alternativa a un
momento de crisis del gusto. Este grupo se distinguiría tanto de la literatura mercantil
que ha corrompido el gusto como del ultraísmo, pues contra él parece ir la referencia al
«decoro formal», que se oponía al ideal de rigor compositivo con el que la revista nacía:
14
[1920, 2])
Desde un primer momento la revista propone un ideal estético que une talento
medida vale por clasicista. En todo ello se encontraba en total sintonía con España,
Vighi, Luis García Bilbao, Félix Delgado, Juan Ramón Jiménez, Antonio Espina y José
frecuencia en La Pluma, mientras que Pedro Salinas, Jorge Guillén y Juan José
predominio del postsimbolismo depurado, del que destacan algunos poetas de rara
modernidad, como Espina y Vighi, o que apuntan a una renovación por la vía de la
9
El suelto dedicado a España en el momento de su cierre temporal es claro al tratar esta sintonía
de intereses. Ver La Pluma, 10, marzo de 1921, pág. 191.
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reseñas la defensa de ese tono postmodernista menor, humilde, convive con un doble
el que para los intelectuales interesados en la poesía la crisis de los modelos previos es
evidente, sin que apareciese todavía una respuesta moderna adecuada a esa crisis, a ese
vacío estético que el ultraísmo en modo alguno había venido a cubrir (C. RIVAS CHERIF
[1920a y 1920b]). Como antes Díez Canedo, Rivas Cherif siguió atentamente la
aparición de nuevos valores poéticos a partir del año 1921, e incluso rescató a algunos
cuyos primeros libros habían pasado sin la necesaria atención crítica, como era el caso
de Juan José Domenchina (C. RIVAS CHERIF [1921b, 1921c, 1921d y 1922]). El rechazo
explícitos contra los poetas del movimiento, como ejemplifica una reseña del último
que debe ser la buena poesía (C. RIVAS CHERIF [1921a, 14]).
sintetizado en las reseñas de libros de poesía aparecidas en sus últimos números. Allí
Rivas Cherif se mostraba generoso con el libro más reciente del postmodernista
[1923a]); criticaba Hélices de Guillermo de Torre como una mera diversión (C. RIVAS
16
CHERIF [1923b]), y se mostraba abierto a la modernidad fuera de toda regla del Signario
de Antonio Espina (C. RIVAS CHERIF [1923c]). Rivas Cherif, a la altura de 1923, nos
ofrece el perfecto testimonio de esa labor de selección poética que desde 1919 habían
venido realizando España y La Pluma. A través de estas revistas se fue restando valor al
ultraísmo como propuesta viable para una modernidad poética nacional, a la vez que se
figuras jóvenes como Antonio Espina o Jorge Guillén supieron destacar, configurando
la que poco después sería reconocida como única poesía moderna por el mayor prestigio
la aparición de la revista Índice con estas palabras: «nos felicitamos de la aparición del
(pág. 190). No eran palabras dichas en vano. La revista aparecía bajo la dirección
literaria de Juan Ramón Jiménez y era en gran medida una continuación de España, que
Enrique Diez Canedo y Alfonso Reyes, continuando con una labor crítica similar a la
hecha en el semanario. Lo que diferenció Índice de sus obvios precedentes fue la labor
moderna.
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Juan Ramón había publicado durante los años anteriores tanto en España como
en La Pluma, observando a la vez a los poetas jóvenes que destacaban en ambos medios
de entre el tono medio postmodernista. Las cartas intercambiadas con los responsables
1920, le comentaba a Cipriano Rivas Cherif su admiración por Espina y por Jorge
Guillén en estos términos: «están muy bien los versos que he leído —La Pluma y
España— de Jorge Guillén. Es uno. Y Antonio Espina y García ya es dueño de sí. ¡Qué
gusto ver llegar “buenos nuevos”!» (J. R. JIMÉNEZ [1992, 91]). Unas semanas después,
Federico García Lorca para España, que el joven poeta no enviaba por timidez,
quedando la difusión de estos y otros versos para Rivas Cherif destinados a La Pluma
¡Qué gusto ver llegar «buenos nuevos»! ¡Espina García, Salazar, Guillén,
García Lorca…, otros! ¡Qué alegría! —Espina es, sin duda, escepcional.
Juan Ramón seleccionaba a su gusto los poetas que consideraba más valiosos de
entre los que Canedo y Rivas Cherif habían destacado, publicándolos en las revistas en
las que tenían responsabilidades editoriales o poniendo sobre ellos su atención crítica,
ultraísmo. De entre los colaboradores de Índice sólo Gerardo Diego, como excepción
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que confirma la regla, había publicado con regularidad en Grecia. Antonio Espina
colaboraba principalmente en España, mientras que Pedro Salinas, Jorge Guillén y José
Moreno Villa lo habían venido haciendo en La Pluma. Por su parte, Dámaso Alonso,
Juan Chabás y Federico García Lorca mantenían relación personal con Juan Ramón y en
ese mismo año de 1921 destacaban con sus primeros libros de versos. A estos valores
literarios nacientes Juan Ramón los invistió de un mayor valor relativo al abrirles de
forma exclusiva su revista, en la que compartían espacio con José Ortega y Gasset,
Azorín, Ramón Gómez de la Serna, Alfonso Reyes, Ramón Pérez de Ayala y los
la modernidad literaria nacional. Se producía así una transferencia del capital cultural
acumulado por los mayores a los más jóvenes, que de forma implícita y por la
mediación de Juan Ramón, los respaldaban, compartiendo las páginas de una misma
revista, como sus iguales, incluyéndolos a la vez en la tradición nacional moderna cuyo
Donde los ultraístas habían fracasado, este grupo de jóvenes, que en adelante
posición de vanguardia en el campo literario, pese a que sus estéticas eran mucho más
conservadoras que las de los ultraístas. Contaban, sin embargo, con el apoyo de los
concediéndoles además el capital cultural acumulado por ellos. No había duda de que la
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Al mismo tiempo, la aparición en cada número de la revista de una “Antología española”, que
iba desde el romancero a Góngora pasando por los cancioneros del XV, contribuía a crear una
imagen de los jóvenes escritores como encarnación contemporánea de la tradición nacional.
Este procedimiento sería recuperado en 1927 por Gerardo Diego para su revista Carmen y una
vez más durante los años treinta para la serie de antologías de la poesía nacional que el propio
Diego, Pedro Salinas, Dámaso Alonso y Jorge Guillén prepararon para la editorial Signo, de las
que sólo aparecerían las correspondientes a la poesía medieval y a la contemporánea.
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revista de Juan Ramón había definido un espacio literario distintivo, y así lo constataba
ceux qui, sans oser ou sans pouvoir avancer jusqu’aux rivages radicaux
terrains modernes. Ils forment avec lui la Revue ‘Índice’, qui est
La absoluta armonía entre las intenciones literarias de las tres revistas se haría
también Índice después de apenas cuatro números, Juan Ramón Jiménez pasó también a
distintos poetas del grupo postmodernista canario, con los que Juan Ramón coincidía en
cifraba cierto clasicismo intemporal, principios que defendieron a través de sus reseñas
Los años 1919 a 1924 fueron el momento inicial de definición a través de las
luchas por la posición de vanguardia en el campo literario de los jóvenes poetas que
española. Los intentos de ocupar dicha posición por parte de los jóvenes ultraístas
fracasaron, al no ser capaces de ganar para su causa a los maestros de las generaciones
perfecta definición como grupo a través de sus medios específicos y su práctica textual,
escritores que rara vez colaboraron en los medios ultraístas, seleccionados a partir de
una serie de principios poéticos postsimbolistas ajenos a las estéticas de vanguardia que
nutrían el ultraísmo. A través de este proceso se transfirió parte del capital cultural
acumulado por esos medios de elevado prestigio intelectual a los jóvenes poetas,
esa selección inicial hasta configurar un canon reducido que pasaría íntegro a nuevos
1974, 121]), o claves para la posterior configuración del canon reducido, como el
bajo la selección de un joven crítico próximo a Juan Ramón, Antonio Marichalar [C. DE
PAEPE [2000]).
evidencia que el análisis de los procesos de construcción del canon en los que se basa la
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