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EL EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO

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Como ocurre con la mayor parte de los libros sagrados, el autor del primer evangelio no
ha dejado su nombre en el escrito. La Tradición, ya desde muy antiguo, atribuye este
evangelio a San Mateo, uno de los Doce Apóstoles. Según el testimonio de Papías, un
escritor del siglo II, Mateo escribió su evangelio en la
«lengua de los hebreos» (cfr Eusebio de Cesarea, Hist. Eccl. 3,39,15). Sin embargo, no nos
ha llegado ningún testimonio escrito de aquella versión. El evangelio canónico es el que
tenemos en griego. Muchas características del primer evangelio llevan a pensar que está
dirigido a una comunidad en la que coinciden cristianos venidos del judaísmo y del
paganismo, por lo que se suele considerar Siria como su lugar de origen.
El evangelista comienza su relato con los episodios de la infancia de Jesús y después
sigue la misma estructura que encontramos en los otros dos sinópticos (vid. supra). Sin
embargo, es característica propia del primer evangelio la inserción de grandes discursos
del Señor. Cinco de estos extensos discursos –el discurso de la montaña (5,1-7,27), el de
la misión dirigido a los Doce Apóstoles (10,1-42), el de las parábolas (13,1-52), el llamado
discurso eclesiástico (18,1-35) y el discurso escatológico (24,1-25,46)– se cierran con una
expresión semejante a ésta: «y sucedió que cuando Jesús acabó de dar estas
instrucciones...» (cfr 7,28; 11,1;
13,53; 19,1; 26,1). Algunos autores han visto en esta forma de presentar el evangelio una
evocación de los cinco libros del Pentateuco, la Ley de los judíos. En
todo caso, señalan el interés del evangelista para argumentar que Jesús es el
Mesías que ha venido a llevar la Ley a su plenitud.

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