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Cerca de Konoha, dentro del país del fuego existe una aldea pequeña y vigorosa que se

asoma en la entrada de un valle verde y ventoso. La historia de esta aldea inicia lustros
después de los sucesos que encumbraron a Naruto Uzumaki como un héroe legendario en la
historia. Las hazañas de los once de konoha han empezado a difuminarse con el tiempo. La
gente olvida, pero los muros de la aldea no.
El cisma de la aldea de la hoja fue tanto doloroso como inminente. El universo no esta
conforme con el orden y siempre busca el estado de mayor caos posible. El patriarca del
clan Kitsune fue un hombre recordado tanto por sus errores como por su sabiduría. Su
descendencia brotó en la tranquila Konoha como yerba levantando entre las rocas. El
patriarca, su compañera y esposa, se perdieron de vista en el amplio panorama de Konoha.
Los seres humanos, como animales gregarios que son, no tardaron en percatarse del
crecimiento de la familia Kitsune. Aquellos ojos rojos, indistinguibles del Sharingan para
los ajenos del mundo ninja, se hicieron parte de la vida cotidiana en la aldea. Estos ojos,
insoportables para casi todo ninja, eran el augurio de un giro en el modo de ver el gobierno
de la aldea.
El valle de Kitsune es una meseta verde a unos kilómetros de Konoha, en una dirección tan
solo conocida por los niños que ahí han nacido y por aquellas personas que se juzga son
aptas para conocer el secreto rojizo de Konoha. La función del pequeño barrio escondido
no es otro que el de preparar futuros ninjas, mientras viven protegidos del desprecio
popular sufrido en la aldea.

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