Está en la página 1de 1

v

La recepción de obras de arte sucede bajo diversos acentos, entre los cuales se destacan dos contrapuestos. Uno
de esos acentos reside en el valor cultual, el otro en el valor de exposición de la obra de arte. La producción
artística comienza con reproducciones que están al servicio del culto. Como se presume, no es tan importante
que dichas reproducciones estén presentes como que sean vistas. El alce que el hombre de la edad de piedra
copia sobre las paredes de su cueva es un instrumento mágico. Lo expone delante de sus semejantes, pero está
destinado sobre todo a los espíritus. El valor cultual como tal parece hoy inducir verdaderamente a que la obra
de arte se mantenga oculta.

Con los diferentes métodos de reproducción técnica de la obra de arte, el grado de exposición posible creció en
una dimensión tan enorme que el desplazamiento cuantitativo entre ambos polos se transforma, como en los
tiempos primitivos, en una modificación cualitativa de su naturaleza. Si en los tiempos primitivos de la obra de
arte, debido a la importancia absoluta de su valor cultual, se convirtió, en primer lugar, en un instrumento de
magia, sólo hasta cierto punto se reconoció más tarde como obra de arte. Hoy, a través del peso que se coloca
sobre su valor de exposición, la obra de arte se convierte en una reproducción con funciones totalmente nuevas.
Entre estas funciones, la artística, de la que somos conscientes, se destaca más tarde como una función
accesoria.

También podría gustarte