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Arquidiócesis de Valencia

Seminario Mayor Nuestra Señora del Socorro


Afiliado a la Pontificia Universidad
Javeriana de Bogotá

Jorge Martínez
4to año de Teología
Prof. Silvia Armas
Asignatura: Leyes venezolanas

AXIOLOGÍA CRISTIANA Y DERECHO SECULAR


Los valores cristianos en el deber jurídico de proveer la manutención de los
progenitores y demás ascendientes:
Dentro del Código Civil de Venezuela se regula el deber de los ciudadanos de proveer
la manutención de los progenitores y otros ascendientes:
Artículo 284.- Los hijos tienen la obligación de asistir y suministrar
alimentos a sus padres, y demás ascendientes maternos y paternos. Esta
obligación comprende todo cuanto sea necesario para asegurarles
mantenimiento, alojamiento, vestido, atención médica, medicamentos y
condiciones de vida adecuados a su edad y salud, y es exigible en todos los
casos en que los padres o ascendientes carecen de recursos o medios para
atender a la satisfacción de sus necesidades o se encuentran imposibilitados
para ello.
Ley Eterna, Ley Natural, Ley Positiva
La ley, tal como se describe el citado artículo, presenta la amplitud de tal obligación:
“Esta obligación comprende todo cuanto sea necesario para asegurarles
mantenimiento, alojamiento, vestido, atención médica, medicamentos y condiciones de
vida adecuados a su edad y salud”. Además de la circunstancia en que se debe exigir
dicho cumplimiento: “es exigible en todos los casos en que los padres o ascendientes
carecen de recursos o medios para atender a la satisfacción de sus necesidades o se
encuentran imposibilitados para ello”.
Este deber se presenta como un mínimo moral respecto al valor de la familia, y se
inspira en la ley natural del hombre, que se exterioriza en la ley divino positiva del
decálogo: “honraras a tu padre y a tu madre” (Ex 20, 12; Dt 5, 16). Tal es la fuerza
obligatoria de este mandamiento que el mismo Jesús lo defiende por encima de las
tradiciones judías: “Porque Moisés dijo: hora a tu padre y a tu madre y; el que maldiga a
su padre o a su madre, sea castigado con la muerte. Pero vosotros decís si uno dice a su
padre o a su madre: lo que de mí podíais recibir como ayuda lo declaro Korbán -es decir
ofrenda-, ya no el dejáis hacer nada por su padre o por su madre, anulando así la Palabra
de Dios por vuestra tradición que os habéis transmitido” (Mc 7, 10-13; Mt 15, 3-6).
De esta manera Jesús presenta este deber fundamentado en la Ley Eterna y la Ley
Natural, que no puede ser contrariada por la Ley humana-positiva. Este mandamiento
cristiano se presenta, por lo tanto, como fuente y fundamento del deber de asistir
material a los padres. Sin embargo, como lo enseñará luego la tradición cristiana,
siguiendo la palabra de Jesús, esta ley tiene un espíritu (el amor al prójimo como a uno
mismo) que busca custodiar a través de un mínimo moral (el mandamiento en sí).
El Valor que custodia
El cuarto mandamiento no se limita a establecer el mínimo moral del respeto y la
atención de los padres, sino que promueve el valor de la dimensión familiar, pues exige
además el honor, afecto y reconocimiento de los abuelos y antepasados (Cf. CEC 2199),
tal como es profundizado en Sagradas Escrituras: “corona de los ancianos son los hijos
de sus hijos” (Pr 17, 6). La Iglesia enseña, además, que este valor se extiende a los
deberes de los alumnos respecto a los maestros, de los empleados respecto a los
patronos, de los subordinados respecto a sus jefes, de los ciudadanos respecto a su
patria, e incluso a los pastores y catequistas (cf. CEC 2199, 2220).
La sagrada escritura profundiza el contenido de este deber: “Hijo cuida de tu padre en
su vejez, y durante su vida no le causes tristeza. Aunque haya perdido la cabeza se
indulgente con él, no le desprecies tú que estas en la plenitud de tus fuerzas” (Si 3, 12-
13). Es por lo tanto un deber tanto de orden material como espiritual (la amplitud de la
obligación), platea también la imposibilidad o limitación del padre (la circunstancia que
exige), tal como lo hace el código civil venezolano.
Sujetos y deberes:
a) Los hijos: El primer y principal sujeto de ejercer los deberes respecto al valor
expresado en el cuarto mandamiento son los hijos, por el hecho de que todo hombre es
principalmente un hijo en la relación con Dios. Jesucristo es el primer modelo de este
valor, pues en su relación con María y José, “vivía sujeto a ellos” (Lc 2, 51). El
Catecismo de la Iglesia Católica distingue entre el deber de los hijos en la etapa de la
infancia, expresado en obediencia y docilidad (2216) y el deber de estos en la mayoría
de edad traducido en la responsabilidad de ayudar material y moralmente en sus
momentos más vulnerables, permaneciendo el respeto hacia ellos (2217 y 2218).
b) Los padres: Aunque el mandamiento no lo mencione directamente, presupone los
deberes de los padres para con los hijos, los cuales deben tomar como modelo a Dios
Padre, tal como lo hace Jesús: “Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas
a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a
los que se las pidan!” (Mt 7, 11). No solo basta engendrar a los hijos en la realidad
material, sino también en la vida del espíritu; por eso deben proveer sus necesidades
materiales y espirituales, la educación en la fe, en la oración y en las virtudes (CEC
2252) y el respetar la vocación de los hijos (CEC 2253).
c) la sociedad civil: el Catecismo presenta también otros sujetos del cuarto
mandamiento en la sociedad civil, la autoridad pública que tienen la obligación de
respetar los derechos fundamentales de la persona humana y su libertad (CEC 2254) y
los ciudadanos que deben cooperar con estas autoridades en la construcción de una
sociedad en espíritu de verdad, justicia, solidaridad y libertad (CEC 2255).
Fruto del deber
El cumplimiento de este mandamiento tal como está escrito conlleva una recompensa:
“honraras a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días en la tierra que el
Señor tu Dios te va a dar”. Por lo tanto, la vivencia de este valor produce un fruto tanto
espiritual como los frutos de paz y prosperidad (CEC 2200). Favorece especialmente la
armonía en toda la realidad familiar, como las relaciones entre los hermanos. Pero tiene
además un sentido escatológico y espiritual, pues trae bendición (Si 3, 8) y remisión de
los pecados (3, 14-15).
Con todo lo dicho se puede comprender como el derecho civil se inspira en la moral
cristiana para determinar el deber de proveer la manutención de los progenitores y
demás ascendientes, pero se puede reconocer también como este deber es un mínimo
establecido que presupone un valor fundamental de la ley natural y eterna, y que por lo
tanto apunta a una realización más plena que describe la fe cristiana y que fue
ejemplarizada por el mismo Cristo.

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