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| | eles fantaSm; al sf 4 noche d ee rtm a | Alberto, el albafil evens ¢ te, illa, pe La granada es una fruta de fea corteza ee es y brillantes he vir atesora unas duleesy nimedas pepitas Uj, que parecen rubies. Granada también & m4 Co arena, Espaia, bordada y almidonada a los pies de Ia SH! donde cuentan que ocurrié esta historia tan parti ' “corre el pavimento de Granada, a través de tuberias y can oe tones, agua que alimenta las fuentes y aljibes que hay, a mOn 1 | en toda la ciudad. A veces, cuando estas aguas gotean © nean con un sonido metilico, pero en otras oxasiones corren tumultuosas y rugen como leones, 0 como Ss! a tn ogro bostezara a su paso. Alli, entre naranjos en flor y acuna’o por el canto de las fuentes, vivia Alberto, un albafill muy tra- bajador... aunque muy pobre. a tg Un dia, se aparecié en su casa el avaro Sebastién, quien,“ ~ aprovechandose de la necesidad de ganar dinero que Alberto aj tenia, le encargé la construccién de un-misterioso escondrijo, un trabajo muy duro por cierto. Y no conforme con el esfuerzo que le demandé al pobre albani) cumplir el encargo, el avaro le ordené ademas que lo ayudara a cargar unos extrafios bultos que debian ser enterrados alli. Muerto de miedo, Alberto acepté, | y mientras trasladaba los fardos se preguntaba qué podrian contener para que Sebastidn quisiera ocultarlos. Mucho se tranquilizé cuando pudo darse cuenta de que no contenfan nada terrorifico, sino que estaban repletos de monedas de oro, Cuando se acercaban al escondite, Sebastian, desconfiado y astuto como era, tomé la precaucién de vendar los ojos de Alberto, y asi fue que éste sdlo alcanz6 a conocer el patio de la casa y su maravilloso aljibe. Hecho el trabajo, el albaniil volvié a su hogar con la paga, y vivié feliz con su humilde familia durante muchos afios. Una tarde, mientras estaba sentado en la puerta de su casa escuchando el canto de las aguas, tan familiar en Granada, se le acercé don Julién, un rico pro- pietario. Al ver que Alberto era tan pobre, pretendié aprovecharse de la situscién y le encargé refaccionar una vieja casa, por unos pocos pesos. A pesar de esin, y pensando en las cosas lindas y iitiles que podria comprarle a su familia con 1 ganancia, el albafil acept6. Al siguiente dia, don Julian lo condujo a través la Coptlo 13 noche de os fatasmas ad, hasta llegar a una gran casa deshabitada y en ruinas. Atravesaron varias a cias Y legaron al patio... Alli, Alberto reconocié el maravilloso aljibe! galas lian le dijo: on Jus : “iz iets casa fue ocupada por Sebastian, un hombre muy avaro y descon- “= ~ do te murié de repente, y cuya fortuna nunca fue encontrada. Lo * fiac® “que su espiritu atin habita en ella, jsin pagar la rental, ¢ impide ue Yo pueda alquilarla... Le contaré por qué. Dicen los vecinos que por iis noches se oye UN tintineo en la sala donde Sebastian solia contar sus moned3S de oro y no contento con esto, el muy molesto jtambién produce s rugidos en el patio! t extrafio: Albi a En ese momento, erto, con una fuerte decision, le ofrecié el sit jente trato: ae ivi 5 ; ” permitame vivir en esta casa hasta que termine de repararla; mien- tras tanto, me encargaré de apaciguar el espiritu que la habita y de embellecerla con mi arte de albanil. Don Julian acepté inmediatamente, y Alberto se trasladé con su familia a la casa para cumplir con lo prometido. Al cabo de unos dias, embellecié la casa del rico propietario y el tintineo del oro nunca mas se oyé en la sala del avaro Sebastian, pero si en los bolsillos del albaiil, quien nunca mas volvié a ser pobre. El secreto de la riqueza slo fue revelado por Alberto a su hijo Tito, © muchos, muchisimos anos después, cuando ya era un abuelo que tenia el pelo blanco y los bolsillos llenos... de caramelos. Adriana Gabrielli. Adaptacién libre del cuento “El Albani” de Washington Irving.

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