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CUENTOS

El árbol mágico

Hace mucho mucho tiempo, un niño paseaba por un prado en cuyo centro
encontró un árbol con un cartel que decía: soy un árbol encantado, si dices las
palabras mágicas, lo verás.

El niño trató de acertar el hechizo, y probó con abracadabra,


supercalifragilisticoespialidoso, tan-ta-ta-chán, y muchas otras, pero nada.
Rendido, se tiró suplicante, diciendo: "¡¡por favor, arbolito!!", y entonces, se
abrió una gran puerta en el árbol. Todo estaba oscuro, menos un cartel que
decía: "sigue haciendo magia". Entonces el niño dijo "¡¡Gracias, arbolito!!", y se
encendió dentro del árbol una luz que alumbraba un camino hacia una
gran montaña de juguetes y chocolate.

El niño pudo llevar a todos sus amigos a aquel árbol y tener la mejor fiesta del
mundo, y por eso se dice siempre que "por favor" y "gracias", son las palabras
mágicas

La princesa de fuego

Hubo una vez una princesa increíblemente rica, bella y sabia. Cansada de
pretendientes falsos que se acercaban a ella para conseguir sus riquezas,
hizo publicar que se casaría con quien le llevase el regalo más valioso, tierno y
sincero a la vez. El palacio se llenó de flores y regalos de todos los tipos y
colores, de cartas de amor incomparables y de poetas enamorados. Y entre
todos aquellos regalos magníficos, descubrió una piedra; una simple y sucia
piedra. Intrigada, hizo llamar a quien se la había regalado. A pesar de su
curiosidad, mostró estar muy ofendida cuando apareció el joven, y este se
explicó diciendo:

- Esa piedra representa lo más valioso que os puedo regalar, princesa: es mi


corazón. Y también es sincera, porque aún no es vuestro y es duro como
una piedra. Sólo cuando se llene de amor se ablandará y será más tierno que
ningún otro.
El joven se marchó tranquilamente, dejando a la princesa sorprendida y
atrapada. Quedó tan enamorada que llevaba consigo la piedra a todas partes,
y durante meses llenó al joven de regalos y atenciones, pero su corazón
seguía siendo duro como la piedra en sus manos. Desanimada, terminó por
arrojar la piedra al fuego; al momento vio cómo se deshacía la arena, y de
aquella piedra tosca surgía una bella figura de oro. Entonces comprendió
que ella misma tendría que ser como el fuego, y transformar cuanto tocaba
separando lo inútil de lo importante.

Durante los meses siguientes, la princesa se propuso cambiar en el reino, y


como con la piedra, dedicó su vida, su sabiduría y sus riquezas a separar lo
inútil de lo importante. Acabó con el lujo, las joyas y los excesos, y las gentes
del país tuvieron comida y libros. Cuantos trataban con la princesa salían
encantados por su carácter y cercanía, y su sola prensencia transmitía tal
calor humano y pasión por cuanto hacía, que comenzaron a llamarla
cariñosamente "La princesa de fuego".

El cohete de papel

Había una vez un niño cuya mayor ilusión era tener un cohete y dispararlo
hacia la luna, pero tenía tan poco dinero que no podía comprar ninguno. Un
día, junto a la acera descubrió la caja de uno de sus cohetes favoritos,
pero al abrirla descubrió que sólo contenía un pequeño cohete de papel
averiado, resultado de un error en la fábrica.

El niño se apenó mucho, pero pensando que por fin tenía un cohete, comenzó
a preparar un escenario para lanzarlo. Durante muchos días recogió papeles
de todas las formas y colores, y se dedicó con toda su alma a dibujar, recortar,
pegar y colorear todas las estrellas y planetas para crear un espacio de papel.
Fue un trabajo dificilísimo, pero el resultado final fue tan magnífico que la
pared de su habitación parecía una ventana abierta al espacio sideral.
Desde entonces el niño disfrutaba cada día jugando con su cohete de papel,
hasta que un compañero visitó su habitación y al ver aquel espectacular
escenario, le propuso cambiárselo por un cohete auténtico que tenía en casa.
Aquello casi le volvió loco de alegría, y aceptó el cambio encantado.

Desde entonces, cada día, al jugar con su cohete nuevo, el niño echaba de
menos su cohete de papel, con su escenario y sus planetas, porque
realmente disfrutaba mucho más jugando con su viejo cohete. Entonces se dio
cuenta de que se sentía mucho mejor cuando jugaba con aquellos juguetes
que él mismo había construido con esfuerzo e ilusión.

Y así, aquel niño empezó a construir él mismo todos sus juguetes, y


cuando creció, se convirtió en el mejor juguetero del mundo.

El elefante fotógrafo

Había una vez un elefante que


quería ser fotógrafo. Sus amigos
se reían cada vez que le oían decir
aquello:

- Qué tontería - decían unos- ¡no


hay cámaras de fotos para
elefantes!

- Qué pérdida de tiempo -decían


los otros- si aquí no hay nada
que fotografíar...

Pero el elefante seguía con su


ilusión, y poco a poco fue reuniendo trastos y aparatos con los que fabricar una
gran cámara de fotos. Tuvo que hacerlo prácticamente todo: desde un botón
que se pulsara con la trompa, hasta un objetivo del tamaño del ojo de un
elefante, y finalmente un montón de hierros para poder colgarse la cámara
sobre la cabeza.

Así que una vez acabada, pudo hacer sus primeras fotos, pero su cámara para
elefantes era tan grandota y extraña que paracecía una gran y ridícula
máscara, y muchos se reían tanto al verle aparecer, que el elefante
comenzó a pensar en abandonar su sueño.. Para más desgracia, parecían
tener razón los que decían que no había nada que fotografiar en aquel lugar...

Pero no fue así. Resultó que la pinta del elefante con su cámara era tan
divertida, que nadie podía dejar de reir al verle, y usando un montón de buen
humor, el elefante consiguió divertidísimas e increíbles fotos de todos los
animales, siempre alegres y contentos, ¡incluso del malhumorado rino!; de esta
forma se convirtió en el fotógrafo oficial de la sabana, y de todas partes
acudían los animales para sacarse una sonriente foto para el pasaporte al zoo.
Los últimos dinosaurios

En el cráter de un antiguo volcán, situado en lo alto del único monte de una


región perdida en las selvas tropicales, habitaba el último grupo de grandes
dinosaurios feroces. Durante miles y miles de años, sobrevivieron a los
cambios de la tierra y ahora, liderados por el gran Ferocitaurus, planeaban salir
de su escondite para volver a dominarla. Ferocitaurus era un temible
tiranosaurus rex que había decidido que llevaban demasiado tiempo aislados,
así que durante algunos años se unieron para trabajar y derribar las paredes
del gran cráter. Y cuando lo consiguieron, todos prepararon cuidadosamente
sus garras y sus dientes para volver a atermorizar al mundo. Al abandonar su
escondite de miles de años, todo les resultaba nuevo, muy disitinto a lo que se
habían acostumbrado en el cráter, pero siguieron con paso firme durante días.
Por fin, desde lo alto de unas montañas vieron un pequeño pueblo, con sus
casas y sus habitantes, que parecían pequeños puntitos. Sin haber visto antes
a ningún humano, se lanzaron feroces montaña abajo, dispuestos a arrasar con
lo que se encontraran... Pero según se acercaron al pueblecito, las casas se
fueron haciendo más y más grandes, y más y más.... y cuando las alcanzaron,
resultó que eran muchísimo más grandes que los propios dinosaurios, y un
niño que pasaba por allí dijo: "¡papá, papá, he encontrado unos dinosaurios en
miniatura! ¿puedo quedármelos?". Así las cosas, el temible Ferocitaurus y sus
amigos terminaron siendo las mascotas de los niños del pueblo, y al comprobar
que millones de años de evolución en el cráter habían convertido a su especie
en dinosaurios enanos, aprendieron que nada dura para siempre, y que
siempre hay estar dispuesto a adaptarse. Y eso sí, todos demostraron ser unas
excelentes y divertidas mascotas.

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