Está en la página 1de 14

Reformulación de lo político y desanclaje de la acción en las

sociedades contemporáneas. El caso de la Ciudad de Córdoba”.1

Mag. Javier Moreira Slepoy

i. Una Introducción. De la imposición del modelo neoliberal a la crisis gramatical


del 2001.

De acuerdo a Claus Offe (1990), las crisis que afectan a los sistemas pueden
entenderse de dos formas. Por un lado, pueden originarse en acontecimientos
desastrosos e imprevisibles que, en términos generales, son externos al sistema en
cuestión. Esta es una concepción “esporádica” de crisis. Por otro lado, las crisis pueden
obedecer, no ya a circunstancias externas, sino a dinámicas internas de los propios
sistemas que violan la “gramática” de los procesos sociales. En este caso, estamos ante
una crisis procesual cuyos resultados son de difícil pronóstico. Esta distinción, que
originalmente integra un modelo analítico sobre el Estado de Bienestar, nos puede
ayudar también a pensar la crisis argentina de Diciembre del 2001 en cuanto
transformación profunda de la gramática de la política en la Argentina.

La historia nacional esta plagada de crisis económicas y políticas que fueron


transfigurando las relaciones y entramados sociales y políticos. El advenimiento del
Peronismo ciertamente supuso la protección social y niveles mínimo de consumo
(Pautassi, 1998) de sectores antes desguarnecidos y el reconocimiento de las clases
populares como un actor político relevante. Aunque no es posible hablar de un Estado
de Bienestar, nuestro país presento mucha de las características del arreglo
bienestarista. Indudablemente la debilidad institucional y de los derechos civiles y
políticos, las interrupciones autoritarias y la violencia política imperante en ese periodo
implican características que plantean brechas entre una y otras experiencias. 2

Es durante la gestión justicialista de Carlos Menem que el arreglo cuasi-


bienestarista terminó desarmado mediante procesos de reforma estatal, privatizaciones,
desregulaciones y apertura comercial. La imposición de estrategias de corte neoliberal
1
El presente trabajo recoge algunos de los resultados de la tesis de Maestría realizado con el apoyo de
Secretaria de Ciencia y Tecnologia (Secyt) de la Universidad Nacional de Córdoba. “Del espontaneismo a
la auto-organización. Las prácticas solidarias en la modernidad tardía” Instituto de Investigación y
Formación en Administración Pública (IIFAP). En este trabajo se analizaron siete experiencias de
autoorganización social en el campo de la economía (Asociación de Deudores Autoconvocados Córdoba y
Club de trueque de Barrio Yofre Norte), de la seguridad ciudadana (Asociación Civil “Podemos Hacer
Algo”), de la cultura (Centro Cultural Alberdi), del genero (Movimiento de Mujeres Córdoba) y de la
ciudadanía (Asamblea de Vecinos Autoconvocados de Barrio Los Boulevares). Todos los casos, a
excepción del Movimiento de Mujeres, se gestaron con posterioridad a los hechos de Diciembre del 2001.
2
Encontramos tales similitudes en cuanto en nuestro país existió una extensa salarizacion, grandes
actores colectivos como los sindicatos, partidos políticos y corporaciones patronales, alta intervención
estatal en la sociedad y la economía, prestaciones y reconocimiento de derechos sociales. La precariedad
de los derechos políticos es, sin duda, el elemento faltante en este particular arreglo bienestarista
puso en el mercado el eje de las relaciones sociales y políticas. Sin desaparecer (nada
más alejado de esto) el Estado pasó a ocupar un rol subsidiario del mercado. El
neoliberalismo trajo consigo un incremento sensible de la tasa de crecimiento,
modernización tecnológica, pero también un incremento desvastador del desempleo, la
pobreza, la desigualdad y la violencia social. 3

Claramente, más allá de las resistencias, más o menos férreas, de distintos


actores y sectores sociales, el modelo alcanzó un consenso social generalizado.
Trasparentado en las urnas en la reelección del ex – presidente Menem, la adhesión
social al modelo solo mostró fisuras hacia el final de su mandato, lo que le permitió a la
alianza entre la UCR y el FREPASO canalizar el descontento social que se venía
agudizando.

La victoria electoral de la formula aliancista De la Rua – Álvarez auguraba


transformaciones y nuevos rumbos que finalmente no sucedieron. El sostenimiento de la
convertibilidad no hizo más que generar niveles insostenibles de endeudamiento,
sorteados temporalmente con el “Megacanje” y el “blindaje” del por el entonces ministro
Machinea. El país llevaba casi cuarenta meses de recesión, un altísimo déficit fiscal de
algo más del 6% del PBI, una caída de reservas y depósitos del 42% y el 20%
respectivamente, y un inocultable deterioro del sistema financiero. Todo esto
acompañado de una insostenible situación social con un desempleo superior a los dos
digitos, el 40% de la población debajo de la línea de pobreza y alrededor de un 20 % de
NBI, cifra que trepaba al 40% en algunas provincias.

La crisis, a esa altura irreversible, fue convalidada por el retiro y fuga de capitales
de los grandes (y más informados) inversionistas, lo que determinó el colapso del
sistema bancario. Mientras esto se producía, el Ministro Cavallo por cadena nacional
exhortaba a los pequeños ahorristas a no retirar los depósitos y “apostar al país”. Días
después, el “superministro” anunciaba el “corralito” -limitando el retiro de dinero a
doscientos cincuenta pesos por semana- y preanunciaba el “corralón” por el cual se
arrebataron los plazos fijos en pesos y dólares de los ahorristas.

En este contexto surgía la peor crisis política, económica e institucional de la


historia argentina. Durante Diciembre 2001 la ciudadanía ganó, cacerola en mano, las
calles de las principales ciudades y pueblos del país manifestando su rechazo a la clase
política bajo la consigna “que se vayan todos”. Algunos creían ver en lo que sucedía los
prolegómenos de una revolución radical, mientras que la mayoría, con aspiraciones algo
más modestas, el advenimiento de ciertas transformaciones sociales, económicas y
políticas.

Ciertamente se promovieron algunos cambios. Lo que sucedió fue la


reconstitución de las capacidades del sistema político, la regeneración de los partidos
políticos tradicionales, adormecidos al compas del consenso neoliberal, y un nuevo
protagonismo de los sindicatos. También, el gobierno de N. Kirchner incorporó
movimientos sociales ligados a los derechos humanos y a los desocupados, aunque con
3
Aunque ciertamente las reformas tendientes a debilitar la clase obrera y los sectores populares
empiezan ya con el golpe de Estado de 1976
el tiempo su relevancia se fue diluyendo de manera proporcional a la revitalización de
sectores políticos fuertemente cuestionados, como los jefes políticos provinciales y
municipales.

Tal descripción parecería abonar la opinión de muchos de que sustancialmente


nada cambio y aquel acontecimiento que hizo temblar los pilares del poder, fue solo un
hecho clausurado a la par de la restauración sistémica. En este trabajo defendemos la
posición de que solo una mirada tradicional de la política que identifica lo político con el
sistema político, las instituciones y las “catedrales del poder” puede pasar por alto y
menospreciar las derivas de aquel suceso.

ii. Claves de inteligibilidad: Segunda modernidad y destradicionalización social

Luego de estas breve líneas a modo de introducción sobre el proceso político


argentino, quisiéramos ahora detenernos en un proceso más general y transversal
presente en todas las sociedades contemporáneas. En este proceso -multidimensional y
complejo, que opera tanto en instancias macro-sociales como micro-sociales, deben
contextualizarse las distintas experiencias de solidaridad social y acción colectiva y la
reformulación de lo político que esto supone.

Nos referiremos a un conjunto de desarrollos teóricos4 enfocados en las


transformaciones sociales recientes que cree ver en estos, la continuidad del proyecto
moderno, aunque ahora radicalizado en sus fundamentos y dinámicas. Como menciona
Beck (2000) adviene una suerte de segunda modernidad que se erige sobre la crisis de
la sociedad industrial no tanto en términos materiales como en sus componentes
simbólicos, es decir: como descomposición por un lado, del entramado de experiencias
y por el otro, de los supuestos normativos institucionales propios de la sociedad
industrial.

En este sentido, las actuales sociedades se caracterizarían por la crisis de la


sociedad industrial (no de la producción industrial) y del trabajo estable (no del trabajo),
de las clases sociales (no de las desigualdades sociales), de la familia nuclear y de sus
supuestos (no de los vínculos familiares), que en aquella sociedad formaban un todo
coherente. De este todo coherente fácilmente se podían extraer conjeturas adicionales
sobre los individuos como por ejemplo, las tendencias políticas y los gustos estéticos.

Ahora, en la segunda modernidad, todos estos elementos ya no forman un todo


coherente y la presencia de algunos elementos no suponen la presencia de otros, lo que
de acuerdo a Beck da lugar a nuevas prácticas y arreglos políticos.

Entre las profundas transformaciones que plantea el paso de una modernidad


sencilla a una modernización reflexiva (Giddens, 1998) se erige un escenario donde los
4
Nos referimos principalmente a los desarrollos en torno a la modernización reflexiva de Ulrich Beck,
Anthony Giddens, Scott Lash, pero también los desarrollos que desde distintas tradiciones han realizado
Sygmunt Bauman y Alain Touraine.
grandes actores colectivos y meta relatos propios de la sociedad industrial –“ ciencia”,
“progreso” y “clase social”- parecen estar derrumbándose como principios de orientación
de la acción social. Ante esta ausencia de referentes para la acción los sujetos se ven
obligados a “montar, escenificar e improvisar sus propias biografías”. (Beck, 2000).

De acuerdo a Giddens (op. cit.) la modernización reflexiva también apareja una


transformación en el origen de los riesgos sociales. Estos ya no son un producto externo
a las sociedades, sino fruto de la intervención humana lo que configura un mundo de
riesgos internos e “incertidumbres fabricadas”. Si bien los cambios en las formas de la
modernidad en marcha tienen un reflejo institucional, estos sobre todo tienen una
repercusión directa en la vida personal e identidades de los sujetos.

Esta interconexión entre procesos macro y micro-sociales, o lo que es lo mismo


entre el curso de la actual modernización y las repercusiones en la cotidianeidad, es el
enfoque y proyecto teórico que distingue a este autor. Esta relación, entre procesos
generales e identidades, no se puede pensar unidireccionalmente como influencia plena
de lo macro- social en las identidades, sino que estas en su configuración, también
influyen y alteran el curso de aquello.

Estas transformaciones tienen repercusión en la organización del tiempo y el


espacio, por el cual las relaciones sociales -y la acción social- se libran de las
constricciones espacio – temporales. Este proceso es consecuente con la
universalización (Giddens, 1998) íntimamente relacionado con la emergencia de un
orden “postradicional” donde los individuos se libran de (algunas) viejas estructuras y
emergen formas novedosas de solidaridad. Esto es precisamente el nudo de la cuestión.
Ahora bien, para responder al interrogante de los alcances de la destradicionalización se
debe pensar primero el significado y el rol de las tradiciones en las sociedades
tradicionales.

La tradición es una orientación hacia al pasado que influye en las prácticas y


representaciones de los sujetos presentes y futuros. La tradición actúa coactivamente
sobre los sujetos y su vigencia reside tanto en la presencia externas de “guardianes”,
como en los dispositivos morales internos de los sujetos, que refuerzan sus
disposiciones y minimiza la posibilidad de disenso. Lo importante de las tradiciones es
que son portadoras de “verdades formulares” que a la vez que orientan la acción,
resguardando a los sujetos de la contingencia, implican centros de poder legitimados en
sí mismos o en patrones extra-sociales que las hacen pétreas, o al menos, difícilmente
modificables (Giddens, 1994).

Si bien el discurso de la modernidad suscitó la superación de muchas tradiciones


del “ancien régime” (como la religión y la autoridad fundada en ella) muchas otras
permanecieron incólumes y otras tanto fueron creadas. La ciencia, las diferencias
sexuales en el mundo del trabajo, ciertos rasgos de la fundamentación del poder y la
jerarquía, la nación y el nacionalismo son ejemplo de ello. Las tradiciones en la
modernidad industrial fueron, aunque en un modo distinto a etapas anteriores, formas
de legitimación del poder.
No obstante, la destradicionalización no implica para Giddens, la desaparición de
las tradiciones, puesto que estas como podemos advertir cotidianamente, mantienen su
vigencia. La novedad es que las tradiciones ya no son per se una fuente de legitimidad
de practicas e instituciones. En este sentido las tradiciones asumen formas
postradicionales. ¿Ahora bien, es ahora ilegitimo actuar según las tradiciones? La
respuesta es negativa: las tradiciones están compelidas a defenderse discursivamente
si pretenden ser reconocidas como legitimas.

Es en este marco que la reflexividad cobra una relevancia inusitada en la


constitución de las identidades individuales y sociales puesto que estas devienen en un
proyecto reflexivamente organizado. No hay pasado que explique el futuro, ni futuro que
sea un destino, por lo que lo actual se nos presenta como un peligroso juego de ensayo
y error. Un bricolaje artesanal formado de elecciones y tradiciones puestas en
observación.

La reflexividad en Giddens es la capacidad de constituir un proyecto reflexivo del


si mismo que de coherencia a la narraciones biográficas en un contexto de desaparición
de referencias tradicionales y la aparición de otras, escurridizas y contradictorias. A la
par de la irreducible ambivalencia (Bauman, 1996) las decisiones deben basarse en a
reflexión continua basada en información precaria sobre las condiciones y contextos de
la propia acción. La apropiación y el buen uso de los conocimientos para comprender y
modificar estas condiciones determinan la capacidad reflexiva de las personas. Las
acciones son reflexivas en tanto superan la autoridad, la tradición y la racionalidad
instrumental como guía.

Si bien Giddens habla de modernidad reflexiva, también usa el concepto de


“reflexividad institucional” puesto que el primero denotaría cierta linealidad; una
dirección clara del proceso de modernización, mientras que la realidad indica que es
imposible descubrir caminos evidentes que conduzcan las cosas de un estado otro. La
reflexividad institucional reivindica un saber lego que pone en cuestión el conocimiento
experto producto de la hiper- especialización científica cada vez más alejada de las
necesidades humanas. Esta lejanía entre individuos y conocimiento experto termina
revalorizando los distintos saberes populares y tradicionales.

La reflexividad institucional tiende a desplazar los mecanismos de confianza


delegativos propios de la sociedad industrial -el orden, la burocracia, la repetición, las
prácticas reproductivas- por nuevos mecanismos de confianza activa. La confianza en
un contexto de individuación debe ser validada constantemente y es generadora de
nuevas formas de solidaridad -micro, meso y macro – sociales.

Los procesos descriptos, si bien ambivalentes, fortalecen la autonomía de los


individuos y en definitiva democratizan las sociedades. De acuerdo a Giddens se
pueden identificar tres contextos específicos de esta democratización: (i) La aparición de
una “democracia emocional” en las relaciones sexuales, familiares y de amistad; (ii) Un
lento pero progresivo reemplazo de los sistemas de autoridad jerárquicos y burocráticos
por otros más flexibles portadores de reflexividad institucional y (iii) El surgimiento de
nuevos movimientos sociales y la emergencia de grupos de autoayuda que confrontan y
compiten con las autoridades y el saber experto.

Para Scott Lash (1994), la teoría de la modernización reflexiva podría llenar el


vacío dejado por el marxismo como instrumento de crítica social solo si es interpretada a
“contrapelo”, en función de lo que deja de decir y de sus supuestos tácitos. La
modernización reflexiva emerge como un tercer camino en las interminables disputas
entre modernistas y posmodernistas.

El proyecto de la Ilustración estuvo fuertemente centrado en la lucha por la


autonomía. Así, el declive de las sociedades tradicionales implicó la superación de las
estructuras tradicionales comunales fuertemente coercitivas que ocluían las
subjetividades. La modernidad simple, si bien desvinculó la vida social de esos moldes,
no hizo más que reemplazarlos por otros, no ya comunales, sino colectivos.

Estas estructuras colectivas se diferencian de las comunales en dos sentidos. Por


un lado el “nosotros” se vuelve anónimo, abstracto y atomizado, y por otro, la
“homogeneidad de valores” es reemplazada por una “homogeneidad de intereses”. La
clase social es la estructura más sintomática de estas nuevas formas de solidaridad. Si
bien la individuación desancló los sujetos de constricciones la autonomía no fue total.
Esto, de acuerdo a Lash permite pensar la modernidad simple como modernidad
parcialmente moderna.

La modernidad reflexiva tiende a librar a los individuos de la influencia de esas


estructuras colectivas. Esta segunda etapa de individuación es compartida por los
autores examinados, pero a diferencia de ellos, Lash expresa que lejos de la debilitación
de las estructuras, esta nueva fase de desarrollo social trae consigo nuevas estructuras
y limitaciones y en absoluto se podría hablar de agencia libre de constricciones.
Ciertamente, ni Beck ni Giddens, piensan una sociedad sin estructuras, más bien,
postulan que algunas estructuras – las propias de la sociedad industrial- estarían siendo
reemplazadas por otras.

Lash se interroga sobre las razones por las cuales es posible encontrar
reflexividad en ciertos espacios, actividades, individuos y no en otros. La respuesta a
esta pregunta debe buscarse en “las nuevas condiciones estructurales de reflexividad”
que no son más que un “conjunto articulado de redes globales y estructuras de
información y comunicación” (Lash, 1994). Como bien menciona Maristella Svampa
(2006) la reflexividad debe ser pensada como un recursos social más y que como tal
esta desigualmente distribuido.

En la modernidad reflexiva, la información y la comunicación cumplen el papel de


fuerza impulsora de la historia como lo fue el capital industrial en la modernidad simple.
Este proceso nos es neutro, tiene ganadores y perdedores. Mientras que las clases
obreras reflexivamente recalificadas, más las clases medias de servicios se transforman
en el motor a la historia las clases obreras fordistas se constituyen en perdedores netos
de reflexividad. También integran este grupo de perjudicados los pobladores de guetos,
barrios y villas miserias que sufrieron los efectos de la movilidad descendente a partir de
la relocalización continua de la producción. Para estos contingentes sociales se
esfumaron las instancias de socialización industrial pero no surgieron otras (Lash, Op.
Cit.).

Mientras que se produce un vaciamiento institucional, se hace imposible cualquier


instancia de regulación social y la anomia, desintegración y violencia resultan
incontenibles. El control heterónomo de la modernidad simple es reemplazado por la
ilusión de un autocontrol. No obstante, hay una recuperación reflexiva de las relaciones
individuo – comunidad en tanto el conjunto compartido de experiencias que supone la
comunidad, permite la emergencia autónoma de sujetos reflexivos. Para Lash, el
proceso de individuación actual, no implica necesariamente atomización (aunque sea
una posibilidad cierta) sino que es la oportunidad de considerar nuevas formas de
experimentar el “nosotros” ajeno a pautas tradicionales.

En definitiva estas contribuciones encuentran coincidencias en el accionalismo de


Alain Touraine (1987) y Antonio Melucci (1999) según el cual la sociedad es producto de
su trabajo y de las relaciones sociales y donde no hay instancias extra o meta-sociales.
La sociedad descansa en la acción social y esta por definición es colectiva. No obstante,
a instancias de la segunda modernidad y su carácter reflexivo, lo colectivo es redefinido.
Mientras que los grandes agregados sociales - estables y homogéneos- como los
partidos y sindicatos, son menos agregados y menos estables. Surgen otras instancias
de solidaridad colectiva atomizadas, múltiples, fugaces, precarias y territorializadas que
redefinen la acción colectiva y por ende reconfiguran lo social y lo político.

En definitiva, para estos enfoques los individuos se convierten en tales en tanto


sean capaces de dar cuenta de las tradiciones y la imposición de roles por parte de los
centros de dominación, sus normas e instituciones a través de practicas reflexivas y
autónomas que postulen nuevas instituciones, normas y formas de integración social.

iii. Un nuevo “nosotros”. La acción colectiva ante la crisis

Llegados a este punto quisiéramos retomar la cuestión de la crisis del 2001 y sus
consecuencias sociales y políticas. Si ponemos nuestra mirada “por arriba”, en las
“catedrales del poder” (Beck, 1999) y en la institucionalidad política arribaremos a dos
conclusiones paradójicas pero no contradictorias. Por un lado, es clara la reconstitución
institucional y de la autoridad presidencial durante la gestión del Kirchnerismo, pero por
otro, es clara también la precariedad y volatilidad de los apoyos sociales que sirven de
base a tal empresa.

Mientras que el anterior presidente termino su mandato con niveles de


aprobación popular cercanos al 70%, su sucesora, de acuerdo a la consultora
Poliarquía, tiene una imagen positiva de solo el 23%. Esto obedece a que vivimos en
una sociedad sin consensos, sin núcleos fuertes en el que el más leve movimiento
puede echar por tierra todo el andamiaje del poder (Beck, idem) y no a la impericia
política o a determinados rasgos personales de esta u otro dirigente. 5

Por otro lado, la solidez de las instituciones y la política solo pueden sostenerse
en tanto las personas tengan confianza en sus instituciones. Esto no sucede en nuestro
país, donde solo el 22 % de las personas creen en estas, unos de los niveles más bajos
de Latinoamérica. Un párrafo aparte merecen los partidos políticos que por debajo del
promedio general, tienen un nivel de aprobación de solo el 17% de la población
(Zovatto, 2004).6

¿Nos indican estas estadísticas la crisis de la política? Por cierto que no. Solo
una mirada tradicionalmente política puede identificar crisis de las instituciones políticas
con la crisis de lo político. El distanciamiento de las instituciones de los ciudadanos se
conjuga con la movilización de otros actores, lo que nos invita a pensar y buscar la
política en otros lugares. Muchas áreas que en la modernidad industrial estaba exentas
de conflictos políticos (como la vida cotidiana, la intimidad, las relaciones de pareja, la
ciencia, las ciudades y los barrios) se tornan conflictivas, y generan nuevas
subjetividades políticas por fuera, en contra y también en los intersticios del sistema
político.

Tales subjetividades, plasmadas en asociaciones ciudadanas, Nuevos


Movimientos Sociales, grupos de autoayuda, autoconvocados, asambleas barriales
asociaciones vecinales, ONGs, cooperativas de trabajo, redes de trueque, colectivos de
reflexión política que emergieron a instancias del 2001 constituyeron la respuesta de la
sociedad ante la imposibilidad del Estado, el mercado y las corporaciones de recrear la
cohesión social. En estas respuestas, lo político es remodelado y adquiere nuevas
formas, temas y espacios, más cercanos a los contextos vitales y riesgos que afrontan
las personas.

Si nos detenemos en la trama de la conflictividad social en nuestro país se


fortalece la conjetura de la fragmentación y descorporativización de la acción colectiva
contemporánea (Di Marco y Palomino, 2003). La multiplicación de actores, demandas,
formas organizacionales y estrategias de acción desbordan incluso la figura de los
nuevos movimientos sociales. La mayoría de las acciones de demanda de derechos son
protagonizadas por estos nuevos actores y no ya por los tradicionales actores políticos
(partidos políticos y sindicatos).

5
De todos modos creemos que nuestro país logro un consenso no cuestionado por casi ningún actor
político o social relevante, tal como la adhesión al sistema democrático y sus reglas, como forma de
dirimir los distintos proyectos económicos y políticos.
6
De acuerdo a esta investigación los niveles de confianza del resto de las instituciones son: parlamento
24%, poder judicial 22%, administración pública 21% y la institución presidencial 28,8%. En promedio el
nivel de aprobación del conjunto de las instituciones democráticas en Argentina alcanza un 22,8% de
aprobación, ocupando el antepenúltimo lugar de América Latina.
En el caso de la ciudad de Córdoba, entre los años 2004 y 2006 7 la
descorporativización de la acción colectiva puede observarse en la movilización
ciudadana en colectivos que podemos llamar “vecinales”. En este sentido, el 86 % de
las demandas por la provisión de servicios públicos, el 57,1% de demandas por
viviendas y tierras, el 62% de las demandas medioambientales, el 40% de las
demandas de seguridad y el 57 % de las demandas por asistencia social directa fueron
protagonizadas por vecinos sin marcos organizativos reconocibles o previos. Si
agregamos todas estas demandas representan casi el 40 % de la totalidad de las
demandas sociales

La presencia de las organizaciones de la sociedad civil en las que incluimos


ONGs y Movimientos Sociales, es decir colectivos que presentan algún marco
organizativo, ha sido también muy relevante. El 70% de las demandas por justicia, el
77% de reclamos por el reconocimiento o defensa de los derechos humanos, el 89%
acciones por cuestiones de consumo y el 97% de las demandas por derechos sexuales
y reproductivos fueron realizados por este tipo de organizaciones.

No obstante, no queremos pasar por alto que el 53,2% del total de las demandas
y protestas sociales registrados en el periodo en la Ciudad de Córdoba fueron por
cuestiones relativas al trabajo, siendo protagonizadas en el 77% de los casos por
sindicatos. En este sentido, y vale la pena aclararlo, no creemos que los “antiguos”
movimientos sociales estén perdiendo relevancia y vayan a desaparecer a instancias de
la individuación. Más bien lo que existe, es una tendencia a la desmonopolización y
descorporativizacion de la política y la acción colectiva.

El Estado es directa o indirectamente destinatario de la protesta social y eje de la


tensión y la conflictividad social. En este sentido, las luchas emancipatorias están al
orden del día con la novedad de que ya no se puede pensar en un sujeto histórico
articule y condense el malestar social. Más bien existe una multiplicidad de
solidaridades que luchan por derechos y recursos sociales (simbólicos, materiales, de
reflexividad) sin correspondencia en patrones ideológicos o clasistas.

Como menciona Bauman (2000), las identidades sociales (y las solidaridades) no


son estables, sino dinámicas y ambivalentes y en este sentido, las personas parecen
más unidas por la comunión de sus problemas que por la comunión de sus identidades.
En este sentido la identidad es un desafío, un trabajo autobiográfico (Beck, 1999) una
política de vida (Giddens, 1998). Hay una suerte de deambular, de pertenencia y
extrañamiento continuo de identidades y solidaridades (Falleti, 2008).

Creemos que tanto la expansión de reflexividad social como proceso social y los
hechos de Diciembre del 2001 como crisis gramatical del sistema político, si bien
impulsaron ciertas transformaciones institucionales8, causaron la desestructuración de
7
El relevamiento de la acción colectiva en el periodo mencionado se hizo a través del seguimiento de los
dos principales diarios locales en base a la metodología desarrollada por el Grupo de Estudios sobre la
Protesta y y la Acción Colectiva (GESPAC) y el Observatorio Social de América Latina (OSAL) de
CLACSO.
8
En los casos de estudios se puede ver como a traves de la acción de los colectivos el Estado provincial
trayectorias, identidades, prácticas políticas pero también un “inesperado renacimiento
del subjetivismo político” (Beck, 1999).

El desencanto con las instituciones, dado los límites de la democracia liberal para
integrar sectores marginales, proveer servicios básicos y satisfacer las demandas
republicanas, se deben también vincular a la creciente autonomía y reflexividad personal
y social alcanzada en nuestro país en las dos ultimas décadas. Es necesario
comprender que tal distanciamiento no es una “crisis” que pueda superarse para volver
a la “normalidad”, puesto que hay de por medio un proceso, en principio, sin retroceso
(Sidicaro, 2002).

En este sentido, la política también es la capacidad de configurar la sociedad


desde abajo, a través de las prácticas solidarias de auto-organización que dinamizan
distintos campos sociales. En estos colectivos de solidaridad -con estrategias y lógicas
heterodoxas- se quiebran las coordenadas ideológicas tradicionales. Mientras que se
dejan los antiguos hogares políticos otros nuevos se construyen y con ellos, formas
novedosas de experimentar un “nosotros”.

Esta tendencia es un corolario de la individuación y destradicionalización de las


sociedades contemporáneas y del desanclaje de las formas sociopolíticas de la
modernidad sencilla. Tal proceso no solo supone solo la desvinculación de clases,
corporaciones e ideologías sino también una revinculación reflexiva a lo político y a
nuevos instancias colectivas de solidaridad que -aunque precarias y desarticuladas- son
espacios de defensa de derechos y gestión de riegos.

La autoorganización social puede entenderse como la experimentación de un


“nosotros” que conjura la “angustia” y las tendencias compulsivas de las construcciones
autobiográficas9 en esta fase de la modernidad, lo que demuestra que la reflexividad es
fundamentalmente un proceso colectivo.

iv. Palabras finales

La propagación de conflictos en temas antes pacíficos es tributaria de la


individuación y disolución de las verdades formulares que las protegían de
cuestionamientos. Hay una nueva vida pública en estrecha relación con la expansión de
la capacidad social de reflexión.

Estas transformaciones

sancionó por ejemplo leyes relativas a la salud sexual y reproductiva o prohibiendo la minería a cielo
abierto en toda la Provincia, o se crearon fiscalias para el tratamiento de la violencia familiar y de genero.
Y a nivel Municipal se creo una Subsecretaria de Economía Social y políticas destinadas a incentivar
ciertas expresiones culturales.
9
Tendencias que se expresan por ejemplo en las identidades precarias de las “tribus urbanas”, de los
equipos de fútbol o de ciertas expresiones espirituales y religiosas.
aparejan una conciliación de valores públicos y privados en una nueva instancia
superadora y contenedora de ambas. Una nueva ciudadanía que se organiza, demanda
reconocimiento de los “actores sistémicos” y que intenta articular aspiraciones
individuales y sociales. El horizonte vital de muchos de los integrantes de los colectivos
de solidaridad estudiados, nos remite a la imperiosa necesidad de conciliación de
valores e intereses, del mundo de la vida y los imperativos sistémicos.

Lo subjetivo y lo emocional juegan un papel realmente importante en el


surgimiento de muchos de estas experiencias. Como menciona Jaspers (1997), las
emociones no solamente acompañan nuestras identidades, valores, decisiones e
intereses sino que las constituyen10. Las emociones son resignificadas colectivamente y
conciliadas reflexivamente en el marco de horizontes vitales que se apartan de
tradiciones y normas establecidas en el marco de políticas de vida alternativos.

Creemos, en definitiva, que la disyunción entre “subjetividad” o “ciudadanía”


constituye una falsa dicotomía que esta siendo superada en las prácticas revinculantes
de algunos colectivos de solidaridad ( De Sousa Santos, 2001). Más bien lo que emerge
es la lógica del “y” (Bauman, 1996) y esta es la novedad de estas experiencias de
acción.

La distinción tradicional entre los Nuevos Movimientos Sociales, centrados en las


dimensiones blandas de la subjetividad y las emociones y los viejos movimientos (tales
como los sindicatos) centrados en los derechos, pierde vigencia en este escenario. Los
colectivos no solo son un espacio de expresión subjetiva sino también vectores de
innovación y democratización de la institucionalidad existente.

Por otro lado, las identidades colectivas no solo son un proyecto reflexivo del
nosotros y de expresión de subjetividades, sino que también suponen la presencia de
“otros”; suponen en términos de Mouffe (2007), la presencia de adversarios, limites y
clausuras con el exterior imprescindibles para la constitución de un espacio solidario
(Aboy Carles, 2005).

Por ultimo destacar que la


acción colectiva, al menos en los casos estudiados, tienen un fuerte sentido
territorial. La ciudadanía antes referida al Estado, la Nación o las clases sociales, ahora
es narrada en función de contextos de proximidad: desde las relaciones de vecindad, los
barrios y las ciudades (como se observa paradigmáticamente en el conflicto de
Gualeguaychu y en los pueblos que se organizan para rechazar fumigaciones con
glifosato o explotaciones mineras) se esbozan respuestas particulares y desarticuladas
entre si, pero también efectivas, a fenómenos macrososiales.

En definitiva estamos ante una reformulación y nueva demarcación de lo político,


que centralmente significa su democratización a través de la emergencia de nuevos
actores, temas y espacios políticos vinculados a lo que podríamos llamar “cotidianeidad
vital”. Dificultosamente se puede mantener el modelo de ciudadanía escindida entre el

10
Citado en Latorre Catalán (2005).
“ciudadano” y el “burgués” (Beck, 1999) dado el enriquecimiento y densidad que
adquiere la vida pública por la aparición de nuevos riesgos, identidades y solidaridades
sociales.

Bibliografía citada y consultada

-Aboy Carles, Gerardo: “Identidad y diferencia política” en “Tomar la palabra” Schuster


et alli (compiladores). Editorial Prometeo. Buenos Aires, 2005
-Bauman, Zygmunt: “Trabajo, consumismo y nuevos pobres” Gedisa Editorial.
Barcelona, 2000.
---------------------------: “ Modernidad y Ambivalencia” en Beriain Josexto (comp.) “Las
Consecuencias Perversas de la Modernidad. Modernidad Contingencia y Riesgo”.
Editorial Anthropos. España, 1996.
-Beck, Ulrich: “La invención de lo político” Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires.
1999.
......................... “La sociedad del riego. Hacia una nueva modernidad.”. Ediciones
PAIDOS Ibérica, Madrid 2003.
..........................“La democracia y sus enemigos”. Editorial PAIDOS. Barcelona, 2000.
-Beck, Ulrich, Lash, Scott y Giddens, Anthony: “Modernización reflexiva. Política
tradición y estética en el orden social moderno”. Editorial Alianza. Madrid, 1994.
-Castel, Robert: “La metamorfosis de la cuestión social. Una crónica del salariado”.
Editorial PAIDOS. Buenos Aires, 1997.
Cohen Jean L. y Arato Andrew: “Sociedad civil y teoría política” Fondo de Cultura
Económica. México DF, 2000.
Della Porta, Dónatela:
-Di Marco, Graciela, Palomino, Héctor et allí: “Movimientos sociales en la Argentina:
asambleas, la politización de la sociedad civil” Universidad Nacional de San Martín.
Buenos Aires, 2003
-Falleti, Valeria: “Reflexión teórica sobre el proceso sociopolítico y la subpolítica. Un
estudio de caso: el “cacerolazo y las asambleas barriales” en Revista Mexicana de
Sociología 70 Nº 2. Abril - Junio del 2008. México D.F.
-Farinetti, Marina: “La conflictividad social después del movimiento obrero. En Revista
Nueva Sociedad Nº 182.
-Giddens, Anthony: “Más allá de la izquierda y la derecha. El futuro de las políticas
radicales”. Editorial Cátedra. Madrid, 1998.
................................: “Política, Sociología y Teoría Social”. Editorial PAIDOS Estado y
Sociedad. Barcelona, 1997.
-..............................: “La constitución de la sociedad. Bases para una teoría de la
estructuración”. Editorial Amorrortu, Buenos Aires. España, 1995.
-Grupo de estudios sobre la protesta social y la acción colectiva: “Documentos de
Trabajo Nº 48: “Transformaciones de la protesta social en Argentina 1989 – 2003.
Instituto de Investigaciones Gino Germani. Facultad de Ciencias Sociales de la
Universidad de Buenos Aires. Mayo del 2006.
-Laclau, Ernesto, Mouffe Chantal: “Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una
radicalización de la democracia”. Editorial Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires,
2006.
-Lanzara, Giovan Francesco: “¿Porque es tan difícil construir instituciones?. En
Desarrollo Económico. Revista de Ciencias Sociales. Nº 152, vol. 38. Buenos Aires,
Enero – Marzo 1999
-Latorre Catalán, María: Los movimientos sociales más allá del giro cultural: apuntes
sobre la recuperación de emociones” en “Política y Sociedad”, Vol. 42 número 2.
Madrid, 2005.
-Melucci, Alberto. “Acción colectiva, vida cotidiana y democracia”. El Colegio de
México, Centro de Estudios Sociológicos. México, 1999.
-Mouffe, Chantal: “En torno a lo político”. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires,
2007.
-Offe, Claus: “La Sociedad del Trabajo. Problemas estructurales y perspectivas de
futuro”. Alianza Editorial. Madrid, 1992.
....................... “Partidos políticos y nuevos movimientos sociales”. Editorial Sistema.
Madrid, 1996.
.........................“Contradicciones del estado de bienestar” . Alianza Editorial. Madrid,
1990.
-Sidicaro, Ricardo: “La distancia sociedad- partidos”. En Revista Argumentos.
Diciembre del 2002. http://www.argumentos.fsoc.uba.ar/n01/articulos/sidicaro.pdf
-Sousa Santos, Boaventura: “Los Nuevos Movimientos Sociales” En revista OSAL.
Septiembre del 2001.
Svampa Maristella: “Individualismo y nuevos procesos de subjetivación. Una
aproximación a la teoría social contemporánea”. (S/D)
-Touraine Alain: “El retorno del actor”. EUDEBA. Buenos Aires, 1987.
-Zovatto, Daniel: “Valores, percepciones y actitudes hacía la democracia. Una visión
comparada latinoamericana” 1996 – 2002”. América Latina hoy: Revista de ciencias
sociales. Universidad de Salamanca. Vol. 32. España, 2004.

También podría gustarte