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WEIMAR
TRES MOMENTOS EN EL DESARROLLO POLÍTICO-FILOSÓFICO
EN ALEMANIA
1
2
AGRADECIMIENTO
3
4
DEDICADO
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6
“Toda rama del saber está pidiendo una segunda, ésta una
tercera, y así sucesivamente; lo mismo da rastrear el árbol por
la raíz o por los brotes y ramas, pues siempre de lo uno sale lo
otro, y cuanto más vida adquiere en nosotros un conocimiento,
con tanta mayor fuerza nos veremos impelidos a seguir
investigándolo por arriba y por abajo, en toda su completa
estructura.”
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ÍNDICE
SEGUNDO CAPÍTULO
TERCER CAPÍTULO
COLOFÓN
-NOTAS
-BIBLIOGRAFÍA
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PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN
Las seis décadas que transcurren entre los años 1800 y 1860 están
señalizadas por algunos acontecimientos que caracterizan con precisión el
denominado Mundo alemán. Lo que a continuación citaremos, sintetiza, en
buena medida, el movimiento real de la sociedad, que además de ser, existe,
más allá o más acá del buen o mal deseo de los sujetos actuantes, de los
entes pensantes; pero, como es tácito, con influencias mutuas y recíprocas.
Las características que deseamos mencionar al respecto han sido
resumidas, en buena medida, por el sociólogo Juan José Sebreli (1930-). El
mencionado estudioso lo expresa en los términos siguientes: “Ésta era una
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sociedad atrasada con respecto a Inglaterra y Francia, no hubo en ella
revolución democrática; la burguesía era débil y el capitalismo se desarrolló
desde el Estado. A estas desventajas se agregaba la invasión napoleónica,
que exacerbó el nacionalismo y las formas de cultura más tradicionales, todo
lo cual sofocaría el florecimiento de la ilustración.” (Sebreli, 2000: 28)
Como sucede frecuentemente, teniendo como telón de fondo estos
fenómenos de carácter económico, político y social, diferentes fuerzas,
sectores, segmentos, clases sociales se enfrentaban, con su accionar,
agudizaban más las contradicciones al interior de la sociedad mencionada.
Unos, por mantener el orden establecido. Otros, por restaurar el pasado.
Unos terceros, para evolucionar el presente. Otros cuartos, finalmente, para
revolucionar todo lo dado.
Las clases populares, Francia en su momento se dio en llamar el Tercer
Estado, se proponían en esa coyuntura, evolucionar, unos, revolucionar,
otros, el mundo que los rodeaba. Las mencionadas clases estuvieron
representadas por burgueses y obreros, principalmente. Los sectores
aludidos tuvieron sus exponentes a nivel de la producción-reproducción de
ideas, de la creación-recreación de figuras, de la figuración-configuración
simbólica.
Los otros actores sociales, de igual modo, se expresaron de diferentes
maneras en los niveles aludidos. La incidencia de estos últimos actores no
fue nada despreciable en el conjunto del movimiento de la sociedad en el
período analizado.
Para la ocasión es pertinente mencionar, siguiendo al filósofo Georg
Lukács (1885-1971), las dos principales tendencias que se manifestaron en
el ámbito de la cultura. En el mundo de la creación y recreación de ideas,
una fue la liberal-democrática, para el momento progresista, la que
evolucionó hasta devenir, en muchos casos, revolucionaria. Su progresismo
se evidenció cuando algunos de sus planteamientos se convirtieron en bases
teóricas de lo que a mediados del Siglo XIX se dio en llamar marxismo o
socialismo científico.
La segunda corriente fue la conservadora, expresada en gran medida en
las ideas del Movimiento Romántico, la misma que evolucionó, bajo la
égida de la mentalidad prusiana, hasta convertirse en algunas de las fuentes
teóricas del movimiento nacionalsocialista en las primeras décadas del Siglo
XX.
Leamos lo que el estudioso arriba mencionado, en polémica con Thomas
Mann (1875-1955), en su escrito titulado A la búsqueda del burgués, en
referencia a las corrientes mencionadas y sus representantes, escribió: “La
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evolución próxima, el futuro, el renacimiento de Alemania, dependen
largamente de la capacidad de los obreros y burgueses alemanes para
movilizar las reservas progresistas y exaltadoras del concepto libertad en su
historia con vista a la futura vida nacional, y de la medida en que pueda
conseguirse cambiar el eje Goethe-Schopenhauer-Wagner-Nietzsche, en
otro tiempo venerado también por Thomas Mann, y cuyos 3 últimos
eslabones reclamó para sí el fascismo, y no sin razón, por este otro: Lessing-
Goethe-Hölderlin-Büchner-Heine-Marx.” (Lukács, 2011: 562)
Hay que subrayar que las dos tendencias de ideas principales aquí
nombradas, las mismas que hunden sus raíces muchas décadas atrás, se
evidenciaron en la etapa analizada y en la sociedad mencionada,
paralelamente a nivel de la filosofía, de la literatura y del arte,
principalmente.
*
En medio de estas dos tendencias filosófico-literarias se desarrolla, se
cruza y hasta se sobrepone en el tema aludido, el discurrir mental de una
personalidad de primer orden en el mundo filosófico de habla alemana. Un
filósofo que de vez en cuando se asfixiaba; pero que sobre todo asfixiaba a
sus lectores con las categorías por él inventadas, con las contradicciones por
él descubiertas, con los conceptos por el sistematizado. Nos referimos a
Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770-1831).
En otro nivel, es menester advertir que el filósofo en mención no sólo
sistematizó las contradicciones que se dan en la realidad, sino que él fue la
contradicción en persona. Evidenciemos algunas de ellas. Él fue
revolucionario en el método de investigación. En la concepción del mundo,
fue él conservador. Él saludaba efusivamente el advenimiento de la
República a través del triunfo de la Revolución Francesa. Al mismo tiempo
propugnaba él un Gobierno monárquico para la Alemania de entonces. Él se
impresionó sobremanera con la figura de Napoleón Bonaparte (1769-1815)
(incluso después de haberlo conocido en Jena en 1806, dijo: “Hoy he visto
el espíritu del Mundo, sentado en el lomo de un caballo”). No obstante esta
declaración de parte, él no tuvo problemas en ejercer como consejero del
Káiser Federico Guillermo III de Prusia (1770-1840), quien había
combatido contra el también así denominado “Gran Corso”.
En lo escrito por el filósofo en mención, que a continuación citaremos,
nos permite comprender en qué consiste “... el nacionalismo y las formas de
cultura más tradicionales...” que caracteriza al Mundo alemán, a decir de
Juan José Sebreli en el párrafo arriba citado.
En el trabajo publicado póstumamente y titulado Lecciones de filosofía
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de la historia, siguiendo la terminología utilizada por el historiador latino
Cornelius Tácito (56-117), cuando se refería a los pueblos donde se hablaba
la lengua alemana, Hegel los denominaba, genéricamente, como el Mundo
germano.
Hegel lo entendía, por un lado, como un mundo “bárbaro” en
comparación al “civilizado” mundo grecorromano. A la vez mencionaba que
este mundo en cuenta de haberse ensimismado, creciendo hacia dentro,
como ocurrió con griegos y romanos en una primera etapa, logró su primer
gran triunfo expandiéndose hacia afuera, siempre, como no podía ser de otra
manera, en enfrentamiento-lucha contra los mundos colindantes.
A decir verdad, continuando con el filósofo, la acción del “bárbaro”
Mundo germano fue un elemento de primer orden, después asumieron la
tarea los mongoles-hunos, que contribuyó al hundimiento del “civilizado”
Imperio Romano. Con esta acción se puso fin a un modo de producción
social: el esclavismo. A la vez se dio inicio a otro modo de producción
social: el feudalismo.
Más aún, dando un salto en la historia, para Hegel, las tres primeras
décadas del siglo XVI, significaron el despertar del Espíritu germano al
interior del Mundo germano. Esta dilatación del Espíritu germano copó
después el mundo entero. A través de esta acción conquistó la libertad. En
ello reside la grandeza de su espíritu. Espíritu que posteriormente se
desbordó de la región al Continente, desde allí, al Universo.
Leamos la argumentación que blande el famoso filósofo al respecto: “El
espíritu germánico es el espíritu del mundo nuevo; la finalidad de este
mundo nuevo es la realización de la verdad absoluta como la
autodeterminación infinita de la libertad, de la libertad que tiene como
contenido su forma absoluta misma.” (Hegel, 1989: 353)
En el plano interno, el Mundo germano, no obstante las guerras ganadas-
perdidas, la resistencia a las invasiones-colonizaciones, lo que más le
caracteriza, con el cual entró en la constelación de la historia universal,
según el filósofo, es la grandeza de su espíritu. Espíritu que se expandió
luego de desprenderse de una de las versiones de la religión cristiana, para
hablar con propiedad, a través del movimiento de la reforma, no con la
pietista, tampoco con la calvinista, más bien con el protestantismo luterano.
Lo mencionado no es ni más ni menos que una señal espiritual, como en
el caso anterior, de que una etapa histórica decaía: el feudalismo y toda su
cultura mística-religiosa entraba en decadencia. El reino del anciano
régimen había llegado a su fin. Y otra etapa entraba en la palestra de la
historia: el capitalismo como sistema económico-social. La burguesía como
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clase social. El Estado moderno centralizado como ente político. La
denominada modernidad como forma de cultura. Todo entrelazado con las
cuatro erres que le sirvieron de forma y fondo (Renacimiento, Reforma,
Razón y Revolución).
A reglón seguido, insistiendo en la misión, ya no sólo del Espíritu
germánico, más bien haciendo extensivo a Los pueblos germanos, el
estudioso continúa: “La finalidad de los pueblos germanos es la de
proporcionar portadores del principio cristiano. El principio básico de la
libertad espiritual, el principio de la reconciliación, fue depositado en el
alma todavía ingenua e inculta de aquellos pueblos y, en favor del espíritu
del mundo, se les encomendó la misión no sólo de tener por substancia
religiosa el concepto de la verdadera libertad, sino también de producirlo
libremente en el mundo a partir de la autoconciencia subjetiva.” (Hegel,
1989: 353)
Lo novedoso en Hegel, en comparación a sus pares del pasado y del
presente, es que dejó establecido enfáticamente quién es el ente que
“depositó en el alma de estos pueblos” la nueva misión espiritual.
Naturalmente, ésta no podría ser otra que La verdad absoluta. Como es
sabido, él no cree en la evolución de la naturaleza independientemente del
espíritu. El filósofo tampoco acepta al Dios judeocristiano clásico-
tradicional predominante, hasta hoy, en Occidente. Es por ello que, para él,
el alfa y el omega es La verdad absoluta. Quien está más allá de la vida y la
muerte es aquel ente que sólo Hegel conoce sus atributos. Quien mora más
allá del bien y del mal, tiene un nombre propio, es La idea pura.
En resumidas cuentas, para nuestro filósofo, una nueva religión, el
protestantismo, ha nacido. Un nuevo Dios aparece en la esencia de la vida
humana: La verdad absoluta, la idea pura. En un nuevo tiempo, comienzos
del siglo XVI. En un nuevo espacio, el mundo germano. Un nuevo profeta
lo ha sistematizado, lo ha escrito, un hijo del pueblo germano: Martín Lutero
(1483-1546). Un filósofo germano, Hegel, lo ha descubierto.
Lo que en alguna forma soslaya el autor de La enciclopedia de las
ciencias filosóficas, ligado al fenómeno del protestantismo, es que en esta
etapa, en el occidente europeo, en el plano filosófico-político, la idea del
cambio, de la transformación, de la revolución, los conceptos de igualdad,
de libertad, de confraternidad, estaban estrechamente ligados, expresados,
en el quehacer y la razón de la joven burguesía, que aún vivía sus tiempos
heroicos. El rol de la razón se verá con mucho más claridad tiempo después,
fue la base para el desarrollo de las ciencias. Y ésta a su vez para la
proliferación de la técnica.
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Algunos siglos después, luego de la experiencia de las revoluciones
democráticas liberales de 1789 en Francia y 1848 en Alemania
principalmente, la razón burguesa se transformó en la sinrazón burguesa. La
burguesía dejó de representar el futuro. Se ha vuelto conservadora, más aún,
reaccionaria. Otras fuerzas sociales, a la par de levantar sus propias banderas
y consignas, continuaron agitando las viejas banderas, las antiguas
consignas, que la burguesía encarnó en su momento cuando fue
revolucionaria, pero las traicionó. Esas tareas quedaban, en muchos países
aún quedan, pendientes de su realización.
*
Por aquellos tiempos, otros intelectuales alemanes ya no hablaban sólo
del Mundo germano o del Pueblo germano. Estos conceptos serán
reemplazados por el de Mundo alemán, en unos casos, por el de Pueblo
alemán, en otros, para enaltecer la profunda espiritualidad del pueblo
alemán. De igual modo, su refinado gusto por el arte, para lo que se ha
acuñado la famosa frase, frecuentemente repetida por el común de los
intelectuales alemanes hasta la actualidad. Ella reza: “Alemania es el pueblo
de pensadores y poetas.”
El conocido pensamiento viene a ser una síntesis de lo que el germanista
alemán Wolfgang Menzel (1798-1873), en 1828, en su libro Die deutsche
Literatur (La literatura alemana), afirmó en estos términos: “Los alemanes
no hacen mucho, pero escriben bastante. (...) El pueblo alemán ama
reflexionar, pensar y hacer poesía, para escribir siempre tiene tiempo. Se
inventó el arte de imprimir para sí mismo y ahora trabaja incansablemente
con la gran máquina. (...) Sea lo que fuere que tenga en una mano, en la otra
seguramente tiene un libro.” (Menzel, 1981: 123)
Continuando con esta tendencia, hasta extendiéndola a niveles
superlativos, algunas décadas después, en su trabajo que apareció en el año
1860, titulado Die Deutschen, ethnographische Studien. Subtitulado Zur
Geschichte und Charakteristik des deutschen Genius (Estudio de la
etnografía de los alemanes. Acerca de la característica e historia del genio
alemán), el escritor prusiano Bogumil Goltz (1801-1870), en referencia al
Pueblo alemán, asociándolo directamente al Genio alemán, escribió lo que
a continuación reproducimos: “Mientras que en las naciones latinas y
eslavas sólo la masa exhibe una fisonomía y sólo la `masa´ se siente como
un pueblo, en cambio el alemán, en cuanto individuo, presenta una
fisonomía espiritual peculiar, una conciencia de Dios y un espíritu dentro
del cual se mueve y se encarna la historia de la humanidad.” (Cit. Mann,
2011: 230 y 231)
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Algunas líneas después, el mismo autor no ahorra lisonja alguna para
exaltar la grandeza del ciudadano alemán. Él lo hace público en estos
términos: “El hombre alemán significa un mundo aparte en cada individuo,
es una persona en grado máximo; es un hombre de carácter en el sentido
más profundo del término, siquiera por el hecho de que, en comparación con
los individuos de otras naciones, es una persona, un genio, un original, un
hombre de sentimientos, porque no es un figurante ni un animal social o
político a la manera de los franceses,...” (Cit. Mann, 2011: 231)
Antes que el autor termine convenciéndonos de la “superioridad
espiritual” del pueblo alemán, es menester que nosotros terminemos con el
humanista Goltz. Lo hacemos transcribiendo la argumentación de por qué
“Alemania es el pueblo de pensadores y poetas”. ¿Por qué los alemanes son
los “maestros”, en variados niveles del conocimiento, en el mundo entero?
Sus palabras: “La nación alemana no puede tener un carácter a la manera de
las otras naciones, puesto que, por medio de la literatura y de la formación
de la razón, se ha generalizado y acrisolado para convertirse en un pueblo
universal, en la cual toda la humanidad comienza a reconocer a sus maestros
y educadores. Sí, hemos sido, somos y seguiremos siendo los maestros de
escuela, los filósofos, los teósofos, los maestros de religión para Europa y
para todo el mundo. Éste es nuestro genio, nuestra unidad nacional ideal,
nuestra honra y nuestra misión,...” (Cit. Mann, 2011: 231)
¿Cuánto de veracidad, cuánto de falsedad, encierran estas altisonantes
afirmaciones? Las respuestas no son sólo contradictoras, sino hasta confusas
en la mayoría de los entendidos en la materia. Para evitar transitar en este
mundo confuso, en ese laberinto contradictorio, recurramos a una opinión
discordante sobre lo afirmado. En un párrafo de su novela Guerra y Paz,
León Tolstoi (1828-1918) vierte una idea cercana a la verdad sobre la élite
culta alemana. Con él, en alguna medida, responde a las interrogantes
planteadas líneas arriba, claro está, desde una determinada perspectiva.
Leamos: “El alemán es el más seguro de sí, y de la peor manera y más
antipática, porque imagina conocer la verdad; esa ciencia que él mismo ha
inventado y que constituye su verdad absoluta.” (Tolstoi, 1987: 769)
En medio de la desbordante “genialidad del pueblo alemán”, de la
colmada “sabiduría del espíritu alemán”, a decir de los tres autores
alemanes, párrafos antes citados, algo relativizada por la afirmación del
novelista ruso, es menester hacer una atingencia. La verdad de los hechos
dista, en buena medida, de lo afirmado por Hegel, Menzel y Goltz. Hay que
repetirlo una y mil veces.
El pueblo alemán ha sido ignorante. La gran masa alemana ha sido
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inculta. El común del poblador alemán ha tenido mentalidad de súbdito. El
respeto ciego a la ley fue su divisa. La obediencia perruna a la autoridad fue
su norma. Todo lo mencionado es un aspecto fundamental de su mentalidad,
de su carácter, de su personalidad, la que tiene que ver con el rol jugado por
los métodos de gobernar, con el estilo de educar, de los prusianos en la
configuración de esta sociedad. (1)
*
Retomado el período que venimos analizando, la prédica sobre el genio
alemán, el orgullo del espíritu alemán, el sobrevalorar al “... pueblo de
pensadores y poetas.”, que rondaba la cabeza del común de los intelectuales
alemanes, tendrá su correlato en la vida político-social concreta en la
coyuntura analizada. Unos tratadistas hablan que fue la etapa en que “El
pueblo entra en la historia” Otros estudios lo calificaban como “La rebelión
de las masas”. Unos terceros, por su parte, como “La multitud en marcha”.
Es pertinente recordar que en estos últimos tres siglos (1520-1820) hubo
un sinnúmero de movimientos de rebeldía, de protesta, en contra del orden
establecido, en el mundo de habla alemana. Los campesinos empobrecidos,
los artesanos arruinados, la burguesía naciente, los obreros en potencia,
fueron sus más activos exponentes.
Lo particular en esta nueva coyuntura fue, como tres siglos atrás, el
encuentro de la masa con la inteligencia. La alianza entre el pensante y el
operante. Un determinado grupo de la intelectualidad tuvo el mérito de
descender al llano y confundirse con la muchedumbre. Algunos sectores del
pueblo tuvieron la entereza de elevarse a la altura que las necesidades
ideológico-políticas de los tiempos exigían. De esa manera fue posible llevar
a la práctica esta conjunción de fuerzas y voluntades.
Es el período en que determinados sectores populares que conformaban
la sociedad, encabezados por la joven y aún lozana burguesía, intentan
terminar con las relaciones feudales y semifeudales de producción,
propugnando el desarrollo del capitalismo de libre competencia o de libre
mercado, que se forjaba en pugna contra el capital mercantil aún
predominante. La fuerza de este último residía en su relación-dependencia
del Estado. Todo ello pasaba por materializar una revolución democrática-
liberal a nivel político. Hecho que implicaba fortalecer a la burguesía como
clase a nivel socio-cultural.
En el plano del poder político propiamente dicho, su tarea fue construir
un Estado moderno y centralizado en el fragmentado espacio geopolítico
alemán. Territorio que para entonces se componía de pequeños reinos, de
ciertos Estados feudales y algunos Principados. Y de un gran imperio: El
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prusiano, una dinastía, los Hohenzollern. La aspiración de la burguesía de
formalizar el Estado “nación”, teniendo como punto de apoyo la deseada
“identidad”, fue su meta política-cultural que intentó materializar.
Para galvanizar esta tarea histórica, económica, política y social a nivel
de las representaciones, de los símbolos, de las figuras, de los colores, que
luego se transforman en himnos, devienen banderas, un rol de primer orden
cumple la conciencia, la memoria, el recuerdo, la imaginación, el deseo. En
una palabra: la ideología.
La lucha de clases, expresada en los movimientos revolucionarios-
democráticos de los años 30 y 40, que tuvieron lugar en la Confederación
Germánica (su antecedente fue La Confederación del Rin), organización que
había sido creada en 1815, remataron en la revolución democrática liberal
de marzo de 1848. Ellos crearon el primer Parlamento democrático. Se le
llamó Asamblea Nacional de Frankfurt. Lo mencionado fue otra coyuntura
específica en la cual se dio la unidad entre el intelecto y la masa. Un
momento en el cual se encontró el pueblo con la inteligencia. No sin razón
se le dio en llamar “La revolución de los profesores”.
A manera de ilustración, mencionemos a tres conocidos personajes
(intelectuales-artistas contemporáneos) democráticos-liberales que
participaron en la realpolitik de esa coyuntura. Los filósofos David F. Strauß
(1808-1874) y Friedrich T. Vischer (1807-1887), que fueron miembros de la
Asamblea Nacional de Frankfurt, y Württemberg. Richard Wagner (1813-
1883) fue un fervoroso adherente y propagandista de las ideas democrático-
liberales. Ésta fue la razón del por qué perdió su puesto de funcionario en
Dresden y, más aún, tuvo que marchar al exilio en Zúrich. (2)
Sobre esta importante experiencia, el Parlamento, luego la Constitución
de Frankfurt, fue la primera tentativa de crear una Alemania unificada y
orientada por las ideas democrático-liberales. Se dio el espacio para que
funcione, pero el Parlamento era inoperante, no tuvo poder real. Este último
estaba en manos de la Confederación Germánica. Los movimientos
revolucionarios de masas que fueron el sustento real del Parlamento fueron
brutalmente reprimidos por la reacción de la monarquía encabezados por las
dinastías de los Habsburger y los Hohenzollern, en 1849.
Finalmente, la negativa del Káiser Federico Guillermo IV (1795-1861)
a aceptar la corona de Alemania brindó una cuartada perfecta a las dos
fuerzas mayores, Prusia-Austria, para retirar a sus diputados del Parlamento,
terminando de esa forma con lo que ellos consideraban la última amenaza
revolucionaria. Consecuentemente, los grandes beneficiarios de la
coyuntura fueron los conservadores monárquicos.
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Es preciso anotar que en esta coyuntura, como consecuencia de la acción
del movimiento revolucionario, se dio, en el plano teórico-político, una
ruptura de proporciones con todo el pasado. A partir de ese momento las
ideas democráticas, los planteamientos liberales en su acepción burguesa,
ya no serán suficientes.
Estos dos conceptos, en parte, pierden su contenido revolucionario. La
clase que lo encarnaba, la burguesía, deviene conservadora. El arma de la
razón revolucionaria con la cual había derrotado a la razón aristocrática
conservadora se ha transformado en arma de la sinrazón burguesa, en
racionalismo, que se traduce como razón del dominio. Es la razón del
control, a decir, con mucha propiedad, de los filósofos Max Horkheimer
(1885-1973) y Theodor Adorno (1903-1969) en su estudio titulado
Dialéctica de la ilustración.
La crítica a estas ideas, al racionalismo burgués, está asociada
directamente a la producción teórico-práctica de los socialistas utópicos,
primero, y de los anarquistas-libertarios, después. Paralelamente a estos
últimos, de igual modo, al rol de dos intelectuales: Karl Marx (1820-1884)
y Friedrich Engels (1818-1892), quienes, por encargo de La liga de los
comunistas, redactaron y publicaron El Manifiesto del Partido Comunista,
en 1848. Los conceptos de materialismo dialéctico en un nivel, y de
materialismo histórico en otro, son contribuciones centrales para la
comprensión del desarrollo y el futuro de la sociedad humana.
Como las ideas filosófico-políticas sintetizadas en el mencionado
documento son relativamente conocidas por el público a quien está dirigida
esta investigación, nos limitaremos a transcribir la opinión de un conocido
filósofo alejado del marxismo, más aún, antimarxista para muchos. No
obstante ello, él reconoce la importancia de esta corriente de pensamiento
en dos ciencias diferentes, pero a la vez complementarias. Martín Heidegger
(1889-1976), en 1947, relacionando el concepto de trabajo con el de historia,
escribió: “Es precisamente porque al experimentar el extrañamiento Marx
se adentra en una dimensión esencial de la historia por lo que la
consideración marxista de la historia es superior al resto de las historias.”
(Heidegger: 2010: 53)
A la par de lo descrito en los párrafos anteriores, es pertinente mencionar
que en esta coyuntura fue cuando aparece como tal la actual bandera
alemana. En el año 1832, se eligieron los colores y se dio el orden a los
mismos en el símbolo “nacional”. De igual manera, es el período en que se
escribe la letra del himno nacional de la actual Alemania. Fue el año 1841.
Sobre estos dos hechos volveremos con detenimiento, en este prólogo,
20
algunas páginas después.
LA BANDERA
EL HIMNO
Julio Roldán
Hamburgo, 2015
41
42
PRESENTACIÓN
El nuevo libro del científico peruano Dr. Julio Roldán, asilado desde
1993 en la ciudad de Hamburgo, es dedicado, exclusivamente, por primera
vez, a la historia del pensamiento filosófico alemán.
Sus libros elaborados anteriormente demuestran que el transcurso del
tiempo y la distancia permite aguzar la vista para ver mejor los problemas
de América Latina. La experiencia del contacto con otra lengua y cultura le
permitieron analizar las características latinoamericanas con más claridad.
Pero debido a que las ideas son universales y no conocen límites
geográficos, no veo diferencia entre las publicaciones dedicadas, hasta la
fecha, a la literatura y filosofía latinoamericana y el nuevo y presente ensayo
titulado: "Weimar. Tres momentos en el desarrollo político-filosófico en
Alemania".
"Weimar" debe ser interpretado como metáfora dual. Utopía y realidad
a la vez. Utopía en múltiples sentidos: en primer lugar, el llamado
“Clasicismo de Weimar” con su idea de edificar un hombre humanista y
universal y, a la vez, esperanza de todos los demócratas vinculados a la corta
fase de la República de Weimar (1919-1933). Por otro lado, el infierno del
campo de concentración de Buchenwald, situado en la colina Ettersberg, en
las cercanías de la ciudad de Weimar, en el que perdieron la vida, después
de 1945, incluso miles de enemigos del régimen soviético.
Si Julio Roldán concede al mundo de las ideas desde Goethe hasta la
Escuela de Frankfurt una preferencia mayor frente al gobierno de terror
fascista, esto no significa que debemos cerrar los ojos frente a las tendencias
neofascistas actuales. Queda la contradicción entre la Alemania humanista-
liberal y la Alemania de la brutalidad y del terror fascista. ¿Cómo fue posible
que una sociedad supuestamente muy culta fuera capaz de desarrollar
semejantes barbaridades?
En el primer capítulo, Julio Roldán desarrolla las características
fundamentales de “La revolución cultural en Weimar”. En este contexto
recurre incluso al lejano pasado del pensamiento filosófico: "Fausto" de
Goethe y "La fenomenología del espíritu" de Hegel. Posteriormente analiza
el fracaso de “La República de Weimar” y luego trata sobre el conocido
ensayo de Max Weber titulado “La política como profesión”. Justamente
Max Weber, con su concepto del juicio neutro de valor, es un ejemplo trágico
de un científico políticamente comprometido, en la medida que aboga por
43
una separación de la labor científica y de la política. Esta separación tuvo
efectos desastrosos que facilitaron el ascenso del fascismo.
Este ascenso es el punto central del tercer capítulo del libro. Él abarca
desde la base aria del culto germano, como justificación racista, hasta el
pensamiento servil del prusianismo. En efecto, estas líneas tradicionales son
especialmente importantes para entender la diabólica implementación del
campo de concentración de Buchenwald. Tomando como ejemplo a los
antiguos presos Elie Wiesel, Wilhelm Hammann, Jorge Semprún y Ernst
Thälmann, Julio Roldán ha trabajado las diferencias y las similitudes, en esa
contradicción principal, entre civilización y barbarie. En el apéndice hace
un análisis y examen de los postulados de la Escuela de Frankfurt, Teoría
crítica, el enfoque de Horkheimer en relación a la aspiración de justicia y la
teoría estética de Adorno.
Julio Roldán postula sus tesis de manera comprometida pero a la vez de
libre pensamiento. Los textos son analizados de manera severa, con lecturas
minuciosas y rico en citas. Sus valoraciones políticas me han provocado
algunas interrogaciones. Pero no hay cosa más fea que un sonido hueco,
cuando chocan una cabeza y un libro. Sentí una leve sensación de malestar
frente a las generalizaciones sobre la mentalidad popular alemana. No
solamente en el reino espiritual hubo varias Alemanias. Es un hecho que
desde Heine hasta Brecht, Thomas y Heinrich Mann, hasta muchos otros de
nuestros mejores intelectuales, tuvieron que emigrar.
Julio Roldán nos pone delante de un espejo, lo que nos obliga a repasar
algunos prejuicios. El hecho de apuntar a la problemática histórico-alemana
que nos ubica entre "La nación de los poetas y pensadores" y el genocidio
de más de 6 millones de seres humanos y dos guerras mundiales con 55
millones de muertos, nos obliga a esta lectura dolorosa. Esta mirada desde
la perspectiva de un científico extranjero me parece lo más interesante de la
presente obra.
El libro es clausurado con un recurso optimista sobre el poder de la
utopía. El citado autor cubano Alejo Carpentier hizo decir, en su novela de
1948, "El reino de este mundo", estando en el exilio venezolano, al esclavo
Ti Noel, lo siguiente: "Pero la grandeza del hombre está precisamente en
querer mejorar lo que es. En imponerse Tareas (…) Por ello, agobiado de
penas y de Tareas, hermoso dentro de su miseria, capaz de amar en medio
de las plagas, el hombre sólo puede hallar su grandeza, su máxima medida
en el Reino de este Mundo." Esto escribe un autor liberal, no marxista.
¿Utopías? No las vemos, pero las sentimos como un cuchillo en la
espalda, dijo una vez Hans Magnus Enzensberger. Ernst Bloch opinó que
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incluso en una sociedad liberada de compulsión y lógica capitalista, el afán
de organizar las relaciones individuales en la sociedad de manera
democrática, seguirán vigentes. Dignidad humana, libertad, igualdad,
justicia y solidaridad son valores, siempre evocados por Julio Roldán, que
corresponden a las normas fundamentales de los derechos de la humanidad.
Por todo ello, deseo al autor y su libro muchos lectores curiosos y espero
que sirva para reducir prejuicios y para reflexionar sobre un mundo más
justo, porque, como dice un proverbio popular español: "La verdad no se
casa con nadie."
Martín Franzbach
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46
INTRODUCCIÓN
Hamburgo, 2007
Julio Roldán
50
LA REVOLUCIÓN CULTURAL EN WEIMAR
FAUSTO GEOTHE
77
78
LA REPÚBLICA DE WEIMAR
Max Horkheimer,
Crítica de la razón instrumental (1946)
EL FRACASO DE LA REVOLUCIÓN
103
104
BUCHENWALD
105
106
UN CAMPO DE CONCENTRACIÓN EN WEIMAR
Friedrich Nietzsche,
Más allá del Bien y del Mal (1886)
LOS GERMANOS
LOS PRUSIANOS
EL NACIONALSOCIALISMO
LA RESISTENCIA
Pero hubo, de igual modo, una buena cantidad de gente que luchó en la
resistencia. Aquí hubo espacio y tarea para todos los opositores al plan de
los nazis. La mayoría fueron asesinados y, algunos de ellos, confinados en
los campos de concentración y desde allí, y en las peores condiciones, aún
siguieron luchando. Algunos buenos ejemplos es lo que a continuación
desarrollamos en el presente estudio.
Esta investigación continúa analizando, con algún detalle, la vida y la
acción de cuatro personajes integrados a la resistencia antifascista, que entre
muchas decenas de miles, terminaron confinados en el campo de
concentración de Buchenwald, campo que estuvo ubicado en las afueras de
la ciudad de Weimar. Ellos son el judío-rumano Elie Wiesel (1928-), el
entonces comunista español Jorge Semprún (1923-) y los comunistas
alemanes Wilhelm Hammann (1897-1984) y Ernst Thälmann (1886-1944).
El último de los nombrados, siendo secretario general del Partido
Comunista de Alemania, fue asesinado en este campo de concentración
meses antes del fin de la Segunda Guerra Mundial por los aparatos de la S.S.
A la par de lo dicho se menciona, en líneas generales, la actitud política
de unos y la producción teórica de otros en la cadena de resistencia y lucha
no solo contra el nacional-socialismo sino que en contra del autoritarismo,
del verticalismo y de la imposición de las clases dominantes alemanas a
partir de los denominados tiempos modernos.
ELIE WIESEL
141
Luego de ser liberado, o mejor dicho autoliberado, vivió en Francia y
posteriormente se trasladó a EE UU., donde se nacionalizó el año 1963.
Wiesel fue el primero en utilizar el término Holocausto para designar
los horrores perpetrados por el nacional-socialismo, principalmente en
contra de los judíos, en la Segunda Guerra Mundial. Su acción fundamental,
desde el fin de la guerra hasta hoy, ha sido trabajar en la memoria individual-
colectiva en contra del olvido. En contra del olvido para que estos horrores
no se vuelvan a repetir. En esa dirección ha escrito varias novelas,
destacando La noche (1959), además ha escrito sus memorias, en dos tomos,
que llevan este hermoso título: Todos los ríos van al mar (1995) y El mar
nunca se llena (1999)
Su actividad no sólo se reduce a luchar en contra del olvido en el plano
intelectual y de creación, va mucho más allá, hasta llegar al plano político;
es por ello que en el año 1986 se le otorgó el Premio Nóbel de la Paz en
reconocimiento a su lucha a favor de los pueblos oprimidos del mundo.
Un tema espinoso y controvertido para los creyentes y en especial para
la mayoría de los que se reclaman ser judíos o han crecido en medio del
judaísmo, es el tema de Dios. Así lo atestigua con su vida y su producción
filosófica el holandés Baruch Spinoza (1632-1677), y, de igual modo con su
vida y su producción literaria, el poeta alemán Heinrich Heine.
La mayor desgracia de los creyentes religiosos, especialmente judíos y
cristianos, es llevar la pesada carga del Pecado Original sobre sus espaldas.
Pecado que en realidad ninguno de ellos cometió; pero que todos pagan,
mejor dicho creen que tienen que pagar, hasta después de su muerte.
Los dos renunciaron al judaísmo, explícitamente el primero,
implícitamente el segundo, y terminaron, más Spinoza que Heine, como
apóstatas indeseables. La comunidad judía prohibió el trato con el filósofo,
e incluso se dice que cuando Spinoza caminaba por las calles de Ámsterdam,
los judíos que lo reconocían cruzaban a la otra acera de la vía para evitar
encontrarse y ser influenciados por la mala aura del hereje.
Este caso extremo no ha sucedido con Elie Wiesel, en la medida que su
relación con el judaísmo en general y el Estado de Israel en particular es de
lo más normal. El problema en Wiesel es otro, es su público y reconocido
ateísmo, que vino como consecuencia de los sufrimientos que vio y padeció
en los campos de concentración por los cuales pasó en la Segunda Guerra
Mundial.
Y esto tomando en cuenta que para muchos judíos, y no judíos, lo que
determinaría la identidad de ser tales, es precisamente, la religión judaica.
Pero cuando se presentan casos de los judíos comunistas, que por ser tales,
142
son ateos, nadie tiene ninguna respuesta convincente al respecto. Como
consecuencia, en estos casos, la religión judaica no podría ser la razón
fundamental de la identidad judía, si es que hay realmente dicha identidad.
(14)
Volviendo al tema Wiesel, él perdió la fe en Dios como consecuencia
del sufrimiento propio y ajeno. Leamos cómo un especialista en el tema, un
pastor adventista, expone esta problemática: “Elie Wiesel describe cómo
perdió la fe cuando, como prisionero en Bruna a los 15 años, presenció la
muerte en la horca de un niño holandés que rehusó revelar lo que sabía
acerca de unas armas encontradas en la barraca de su capataz. El escaso peso
del niño prolongó su agonía por más de media hora mientras colgaba de la
cuerda. Wiesel y miles de otros fueron obligados a marchar frente al niño y
a observar su sufrimiento mientras luchaba entre la vida y la muerte.”
(Grimsley 2005: 2.)
A lo largo de la historia, las motivaciones y los caminos para perder un
tipo de fe y sacudirse de la pesada carga de Dios, como posible paso al
ateísmo, han sido y son diversos. Algunos han asumido el ateísmo a través
del disfrute libre de la belleza: La estética. Unos segundos, a través del
disfrute libre del sexo: El erotismo. Unos terceros, a través del desengaño
social en el mundo que viven: La política. Unos cuartos, a través del
sufrimiento o el dolor humano propio o ajeno: La moral. Unos quintos han
llegado a ello a través de un ejercicio intelectual del pensar y repensar: La
razón. Por último, hay otros en quienes se conjugan y combinan todas o
partes de las razones aquí mencionadas.
Un caso conocido es lo sucedido con tres grandes personajes, que son
casi contemporáneos. Pensamos en Voltaire (1694-1778), Kant (1724-1804)
y Goethe (1749-1832) quien a la sazón sólo tenía seis años de edad. El
motivo determinante fue el terremoto ocurrido en Portugal el año 1755, el
mismo que destruyó casi por completo la ciudad de Lisboa.
Los tres nombrados, en sus respectivos momentos y sin conocerse, es
posible que se hayan planteado algunas de estas interrogantes: ¿Por qué Dios
permite que ocurra tamaña desgracia? ¿Por qué Dios tolera tanto sufrimiento
humano? ¿Por qué Dios, que está en todas partes, que es todo bueno, que
todo lo puede y todo lo sabe permite tanta infelicidad? ¿Por qué Dios ha
castigado con tamaña maldad a sus hijos, que han sido hechos a su imagen
y semejanza? Las respuestas pudieron haber sido estas: ¡Dios es un
miserable que permite todo esto, por lo tanto, deja de ser todo bueno y, como
consecuencia, deja de ser Dios! ¡O Dios es sencillamente creación de los
hombres! De aquí al ateísmo, para muchos, sólo hay un paso. El personaje
143
aquí tratado es un buen ejemplo.
Nuestras especulaciones arriba mencionadas cobran mayor asidero con
la pregunta formulada por uno de ellos. El último de los nombrados, años
después del terremoto, se planteó la siguiente interrogante: “¿Cómo Dios,
tan sabio y tan bueno, puede permitir un desastre semejante?” (Goethe 1997:
13)
Y esto no sólo es un problema privado o íntimo. Parece que, en algunos
momentos particulares en la historia, éstos terminan siendo generales,
sociales y colectivos. En esta última dirección, el sociólogo Fernando
Escalante va mucho más allá en su interpretación cuando hace extensivo las
consecuencias de la catástrofe de Lisboa a la aparición del fenómeno de la
Ilustración. Él toma como base un poema escrito por Voltaire que lleva por
título Poema sobre el desastre de Lisboa, donde el francés, con la sangre en
el ojo, dice que “Todo está bien” con la intención de hacer comprender que
todo está mal.
Leamos la interpretación que hace el sociólogo Escalante: “Desde
entonces, y a causa del poema de Voltaire, el terremoto de Lisboa adquiere
un carácter emblemático, representa una especie de refutación empírica,
concreta de la teodicea: un Dios infinitamente bueno no puede querer la
destrucción y el sufrimiento de los inocentes; un Dios justo no puede
accionar catástrofes de manera caprichosa.” (Escalante 2000: 69)
Luego el mexicano continúa su argumentación en estos términos: “La
fecha, primero de noviembre de 1755, sirve -como toda arbitrariedad de las
convicciones- para señalar el inicio de la ‛descristianización’ ilustrada: es un
episodio que deja su huella en el camino hacia el ateísmo (el particular
ateísmo científico y humanitario de Occidente o al menos hacia el
agnosticismo. Dios, el Dios cristiano en particular, se antoja impedido a la
vista de la catástrofe: súbita, terrible, causa de una enorme cantidad de
sufrimiento gratuito, inmerecido, injustificable.” (Escalante 2000: 69)
Estas acciones contradictorias, estas preguntas elementales que intentan
una explicación, trascienden al cristianismo, comprometen a todas las
religiones que nunca han sabido dar ni siquiera vagamente respuesta a las
mismas. En la medida que ello no pasa por la razón, por la realidad, su
respuesta pasa por la emoción, por la creencia, por la fe y, cuando no, por el
miedo que lo cubre y lo llena todo como es fácilmente demostrable.
En este nivel, como ya es idea común, el miedo o el amor a Dios es
creación de las criaturas débiles y desamparadas que buscan un consuelo en
el supuesto más allá. Y en esta dirección, los hombres han creado la figura
de Dios para encontrar lo finito en lo infinito, la luz en la oscuridad, explicar
144
lo inexplicable y cuando no, lo dice el escritor hindú y creyente musulmán
Salman Rushdie: “... los hombres han utilizado a Dios para justificar lo
injustificable.” (Rushdie 1991: 97)
Por lo tanto, se puede decir que la búsqueda espiritual al interior del
mundo y del hombre, si es que es realmente sincera y en circunstancias
extremas, como fue en el caso de Elie Wiesel, no brota de una aceptación
cómoda de las circunstancias y una repetición ciega de las creencias. Por el
contrario, viene atizada por cualquiera de las desilusiones o por la capacidad
que tienen los seres humanos de cuestionar esas circunstancias y creencias
y, más aún, para rebelarse en contra de ellas.
WILHELM HAMMANN
JORGE SEMPRÚN
ERNST THÄLMANN
164
AMEXO
165
166
LA ESCUELA DE FRANKFURT
TEORÍA CRÍTICA
Inmanuel Kant,
Fundamentación de la metafísica de las costumbres
(1785).
187
edad de la razón es el título honorífico que la burguesía reclamó para su
mundo.” (Horkheimer 2000: 90)
La razón, en esta etapa, se ha transformado en racionalismo. Y el
racionalismo, particularmente en su versión escéptica, ha terminado
reduciendo la vida y la libertad universal al mero y puro cálculo
instrumental. En este nivel: “Al destruir los fetiches conceptuales, la razón
termina anulando su propio concepto (…) A pesar de todo, la razón no ha
sido completamente borrada de un vocabulario consciente de su época,
como por ejemplo en los derechos del hombre de la Revolución Francesa,
con las que estaba conectado este concepto. Simplemente ha sido reducido
a su sentido instrumental de un modo más radical que nunca.” (Horkheimer
2000: 91 y 92)
La burguesía, al separar el pensamiento del objeto, transforma la razón
en ideología. La ideología en voluntad, la voluntad en instrumento y el
instrumento en técnica. Ello significa la racionalización de lo irracional y el
corolario es su auto-afirmación por completo como tal. Siguiendo esta
lógica de pensamiento, Horkheimer, da un salto de la crítica y la negación
de la razón burguesa a la crítica y a la negación de la razón en general. Éste
es el punto central, en este nivel, que diferencia a la segunda de la tercera
etapa en el discurrir mental del fundador de Teoría crítica.
Con esta acción, el autor ha franqueado todas las puertas y abierto todas
las ventanas a la crítica; y particularmente a la negación de la razón, a la
Ilustración y a la modernidad como sistema histórico-político. El asalto, la
emboscada, el embuste y todo tipo de oportunismo teórico encuentran el
camino allanado para su pronta manifestación y segura realización, como
veremos posteriormente.
Esta sinrazón racionalizada, que es la base ontológica del pragmatismo
(por extensión del utilitarismo), termina por completo anulando al individuo
pensante, liquidando al yo crítico. Ello se expresa en el plano político, según
nuestro autor, en los Estados fascistas. Leamos lo que él dice al respecto:
“El nuevo orden, el orden fascista, es la razón en que la razón misma se
rebela como sinrazón.” (Horkheimer 2000: 118)
De igual modo, en la sociedad de consumo, en las supuestas
democracias occidentales, esta historia se repite. Mencionando como caso
ilustrativo a EEUU, sostiene lo siguiente: “En la sociedad de masas todo el
mundo está acusado. Nadie se gana realmente su propio sustento, y por eso
la mera existencia es sospechosa, cada cual necesita una coartada
permanente. El individuo ya no se puede asomar al futuro, debe estar
simplemente dispuesto a adaptarse, a complacer cualquier gesto, a manejar
188
cualquier palanca, a hacer siempre algo diferente y siempre lo mismo. La
célula de la sociedad ya no es la familia, sino el átomo social, el individuo
solo. La lucha por la existencia consiste en la resolución del individuo de no
ser aniquilado físicamente en cualquier momento en este mundo de aparatos,
máquinas y maniobras.” (Horkheimer 2000: 106)
Por último, en los Estados donde se construye el supuesto socialismo,
la situación, con algunas variantes, no es de lo mejor: “En la economía
planificada los hombres están dominados por los medios de producción de
forma aún más irrestricta que en la forma de dominación que se desvía y
pasa por el mercado. Una insuficiente capacidad de rendimiento se castiga
con la muerte. El escaso tiempo libre que aún pertenecía a cada cual está
hoy protegido contra el desperdicio. El peligro de que el tiempo libre
degenere en ocio, el estado más odiado por toda industria, está controlado.”
(Horkheimer 2000: 108)
Luego retoma la idea inicial, la relación razón y burguesía, para afirmar
una vez más que: “Desde Descartes, la filosofía burguesa es un intento único
de ponerse como ciencia al servicio del modo de producción dominante, un
intento torcido solamente por Hegel y otros semejantes.” (Horkheimer 2000:
108)
Termina el ensayo planteando esta disyuntiva para la humanidad. ¡Oh,
razón para la barbarie! ¡Oh razón para el comienzo de la historia! Sus
palabras: “Cuando los hombres atomizados y desintegrados sean capaces de
vivir sin propiedad, sin lugar, sin tiempo y sin pueblo, se desharán también
del yo en el que residía, como toda otra astucia, también la estupidez de la
razón histórica y toda su connivencia con la dominación. Cuando la razón
que se supera a sí misma llega al final de su progreso, no le queda más que
la recaída en la barbarie o el comienzo de la historia.” (Horkheimer 2000:
120)
*
Teniendo como base la crítica y la negación de la razón como tal, que el
autor lo expresa en la idea de “la estupidez de la razón histórica”, expuesta
en el ensayo líneas arriba comentado, Horkheimer, en sociedad con Teodoro
Adorno, publicó en 1944 el hoy conocido libro Dialéctica de la ilustración.
En el prólogo a la primera edición se plantea una de las tesis centrales
del libro. Idea provocadora, pero no por ello carente de sentido. La
afirmación de “La autodestrucción de la Ilustración” va acompañada por
esta argumentación: “Les sucede lo que siempre sucedió al pensamiento
triunfante: en cuanto abandona voluntariamente su elemento crítico y se
convierte en mero instrumento al servicio de lo existente, contribuye sin
189
querer a transformar lo positivo que había hecho suyo en algo negativo y
destructor. La filosofía, que en el siglo XVIII, desafiando la quema de libros
y hombres, había infundido a la infamia un terror mortal, se puso ya bajo
Napoleón de su parte. Al final, la escuela apologética de Comte usurpó la
herencia de los inflexibles enciclopedistas y tendió la mano a todo aquello
contra lo cual éstos habían combatido.” (Horkheimer y Adorno 2004: 52)
Con estas dos ideas, la autodestrucción de la Ilustración y el trastoque
del pensamiento crítico positivo en negativo, desarrollan el primer capítulo
del libro que es llamado El concepto de Ilustración. Teniendo como base la
razón, la Ilustración fue originariamente entendida así: “La Ilustración, en
el más amplio sentido de pensamiento en continuo progreso, ha perseguido
desde siempre el objetivo de liberar a los hombres del miedo y construirlos
en señores. (…) El programa de la Ilustración era el desencantamiento del
mundo. Pretendía disolver los mitos y derrocar la imaginación mediante la
ciencia.” (Horkheimer y Adorno 2004: 59)
Descansando sobre esta base científica: “A partir de ahora la materia
debe ser dominada por fin sin la ilusión de fuerzas superiores o inmanentes,
de cualidades ocultas. Lo que no se doblega al criterio del cálculo y la
utilidad es sospechosa para la Ilustración.” (Horkheimer y Adorno 2004: 62)
Lo dicho fue la apariencia de la Ilustración. Por el contrario, la esencia
fue que al interior de ella venía implícitamente el mundo mágico-religioso.
Poniendo el acento en una de las expresiones de este universo, el mito, los
autores escriben: “Pero los mitos que caen víctimas de la Ilustración eran ya
productos de ésta. En el cálculo científico del acontecer queda anulada la
explicación que el pensamiento había dado de él en los mitos. El mito quería
narrar, nombrar, contar el origen: y con ello, por tanto, representar, fijar,
explicar.” (Horkheimer 2004: 63)
La omnipotencia y omnipresencia de la Ilustración se trastruecan en
magia, lo que implica que la razón se ha transformado en sinrazón. Esta
mutación es expuesta en estos términos: “En cuanto totalidad lingüística
desarrollada, cuya pretensión de verdad se impone sobre la antigua fe mítica
-religión popular-, el mito solar, patriarcal, es ya Ilustración, con la cual la
Ilustración filosófica puede medirse sobre el mismo plano. A él se le paga
ahora con la misma moneda. La propia mitología ha puesto en marcha el
proceso sin fin de la Ilustración, en la cual toda determinada concepción
teórica cae con inevitable necesidad bajo la crítica demoledora de ser sólo
una creencia, hasta que también los conceptos de espíritu, de verdad, e
incluso el de Ilustración, quedan reducidos a magia animista.” (Horkheimer
y Adorno 2004: 66)
190
Lo afirmado tiene su correlato en el plano social. En este mundo, “La
Ilustración deshace la injusticia de la vieja desigualdad, la dominación
directa, pero la eterniza al mismo tiempo en la mediación universal, en la
relación de todo lo que existe con el todo. (…) A los hombres se les ha dado
su sí mismo como suyo propio, distinto de todos los demás, para que con
tanta mayor seguridad se convierta en igual. Pero dado que ese sí mismo no
fue asimilado nunca del todo, la Ilustración simpatizó siempre con la
coacción social, incluso durante el período liberal” (Horkheimer y Adorno
2004: 67 y 68)
La consecuencia mayor, a decir de los autores, es que la: “… Ilustración
es totalitaria como ningún otro sistema. Su falsedad no radica en aquello que
siempre le han reprochado sus enemigos románticos: método analítico,
reducción a los elementos, descomposición mediante la reflexión, sino en
que para ella el proceso está decidido de antemano. (…) Con la previa
identificación del mundo enteramente pensado, matematizado, con la
verdad, la Ilustración se cree segura frente al retorno de lo mítico. Identifica
el pensamiento con las matemáticas. Con ello quedan éstas, por así decirlo,
emancipadas, elevadas a instancia absoluta.” (Horkheimer y Adorno 2004:
78)
Todo lo dicho es coronado con esta afirmación: “El siervo permanece
sometido en su cuerpo y alma; el señor se degrada. Ninguna forma de
dominio ha sido capaz de evitar este precio, y la circularidad de la historia
en su progreso queda coexplicada con esta debilidad, el equivalente del
poder.”
Y un párrafo después, desarrollan la idea de la circularidad, dicen: “…la
adaptación al poder del progreso implica el progreso del poder, implica
siempre de nuevo aquellas formaciones represivas que convencen no al
progreso fracasado, sino precisamente al progreso logrado de su propio
contrario. La maldición del progreso imparable es la imparable regresión”
(Horkheimer y Adorno 2004: 88)
El capítulo termina con la lucha de clases como motor de la historia y
la reemplaza por la lucha del hombre contra la naturaleza. Sus palabras: “El
sometimiento a la naturaleza consiste en el dominio sobre la misma, sin el
cual no coexistiría el espíritu. En la humildad en la que éste se reconoce
como dominio y se revoca en la naturaleza se disuelve su pretensión de
dominio, que es precisamente la que lo esclaviza a la naturaleza. Si la
humanidad no puede detenerse en la huida de la necesidad, en el progreso y
la civilización, sin renunciar al conocimiento mismo, al menos no reconoce
ya en las vallas que ella misma levanta contra la necesidad: las instituciones,
191
las prácticas de dominio, que del sometimiento de la naturaleza se han vuelto
siempre contra la misma sociedad, la garantía de la futura libertad. Cada
progreso de la civilización ha renovado, junto con el dominio, también la
perspectiva hacia su mitigación.” (Horkheimer y Adorno 2004: 92)
*
En el segundo capítulo del libro Odiseo, o mito e Ilustración, tomando
uno de los libros de Homero como referente, desarrollan el concepto de sí
mismo. El sí mismo estaría expresado en dos personajes, para ellos,
ilustrados: Odiseo y Penélope. Los que están bien o mal acompañados por
dos personajes mitológicos: Las sirenas y el Cíclope Polifemo.
La construcción del sí mismo, en los dos primeros personajes, es
expuesta por los autores en estos términos: “La odisea desde Troya a Itaca
es el itinerario del sí mismo -infinitamente débil en el cuerpo frente al poder
de la naturaleza y sólo en estado de formación en cuanto autoconciencia- a
través de los mitos. (…) Las aventuras que Odiseo supera son en su totalidad
peligrosas tentaciones que tienden a desviar al sí mismo de la senda de su
órbita. Odiseo se abandona siempre de nuevo a ellas, prueba como
incorregible aprendiz, a veces incluso como insensato curioso, como un
mimo ensaya insaciable sus papeles.” (Horkheimer y Adorno 2004: 100)
A su vez el sí mismo, propiamente dicho, es definido así: “… el sí mismo
no constituye la rígida contradicción a la aventura, sino que se constituye en
su rigidez sólo a través de esa contradicción unidad sólo en la diversidad de
aquello que niega la unidad. (…) La identidad del sí mismo es de tal modo
función de lo no idéntico, de los mitos disociados, inarticulados, que ha de
pedirse prestado a ellos.” (Horkheimer y Adorno 2004: 100)
Pero no se debe olvidar que en la acción de Odiseo, como la expresión
del sí mismo, hay dos elementos que en realidad son armoniosamente
complementarios y, en la fantasía, armoniosamente contrapuestos. El tiempo
y el espacio. Leamos: “En la imagen del viaje el tiempo histórico se libera,
trabajosa y revocablemente, del espacio, modelo irrevocable de todo tiempo
mítico.” (Horkheimer y Adorno 2004: 101)
Odiseo dueño y señor de sí mismo, con un nivel superior de
autoconsciencia, para los autores, es el germen del burgués moderno que ha
triunfado sobre la aristocracia y el pueblo llano. En su largo viaje se hace
atar a los maderos de la nave, con las orejas libres y despiertas para escuchar
el canto de las sirenas. Con esta acción, el placer y el sufrimiento son
bebidos de una vez en un solo trago.
Con ese ritual ha perennizado uno de los primeros actos sado-
192
masoquistas que registra la historia fantástica, por un lado. Por otro lado, ha
liquidado el mundo mítico de los pescadores. Él ha escuchado el dulce canto
de las sirenas; pero de antemano se ha preparado para no rendirse ante la
seducción de sus armoniosas melodías.
Esta historia se repite en relación con Polifemo. Odiseo acepta su
comida, su bebida, su caverna, su amistad y su mandato. Luego,
desarrollando la razón de la astucia que frecuentemente se trueca en la
astucia de la razón, se burla y se escapa utilizando las ovejas del Cíclope.
Con esta acción liquida, metafóricamente hablando, la mítica sociedad de
ganaderos y ha escrito con letras de oro “el todo vale”, “el fin justifica los
medios”. Principios que, siglos después, se transformaron en el santo y seña
de la política-moral de la burguesía.
En el otro extremo de la madeja de este sí mismo, pero respondiendo al
mismo interés y a la misma lógica, está el sí mismo de Penélope. Ella es la
fiel esposa que ha reducido la impaciencia a polvo con su espera de veinte
años. Ella es el eje de la razón que ha terminado con el movimiento de la
pasión. Ella representa el frío cálculo que ha helado el calor de la emoción.
Ella perenniza el orden en permanente guerra contra el desorden. Ella
personifica la planificación por encima de la improvisación. En dos
palabras. Ella es la máquina en un cuerpo de mujer. Ella es, para los autores,
una de las primeras manifestaciones, a la diestra de Odiseo, del burgués
contumaz que todo lo calcula, que todo lo mide y que todo lo pesa.
Pero ese triunfante sí mismo, como todo en la vida, tiene sus bemoles,
en la medida, que: “El dominio del hombre sobre sí mismo, que fundamenta
su autoconsciencia, es virtualmente siempre la destrucción del sí mismo a
cuyo servicio se realiza, pues la sustancia dominada, oprimida y disuelta por
la auto-conservación no es otra cosa que lo viviente sólo en función del cual
se determina el trabajo de la auto-conservación, en realidad, justamente
aquello que debe ser conservado.” (Horkheimer y Adorno 2004: 107)
*
El tercer capítulo llamado Juliette, o Ilustración y moral está
estructurado en base a los principios morales sistematizados por Inmanuel
Kant. Los que, para los autores, son los que mejor expresan la razón que se
despliega en el movimiento de la Ilustración y se materializan en el accionar
político-práctico de la burguesía como clase histórica y política.
Transcribamos un párrafo de los principios morales sistematizados por
Kant, que hilvanados entre sí constituyen el sistema moral en su conjunto,
según Horkheimer y Adorno, leamos: “La Ilustración es, en palabras de
Kant, `la salida del hombre de su auto-culpable minoría de edad. La minoría
193
de edad significa la incapacidad de servirse de su propio entendimiento sin
la guía de otro´. El `entendimiento sin la guía de otro´ es el entendimiento
guiado por la razón. Lo cual significa que él, en virtud de la propia
coherencia, reúne y combina en un sistema los conocimientos particulares.
`El verdadero objeto de la razón no es más que el entendimiento y su
adecuada aplicación al objeto´. Ella pone `una cierta unidad colectiva como
fin de los actos del entendimiento´, y esta unidad es el sistema.”
(Horkheimer y Adorno 2004: 129)
Luego, desarrollando las dos caras de la razón kantiana, afirman: “La
razón, en cuanto yo trascendental supra-individual, contiene en sí la idea de
una libre convivencia de los hombres en los que éstos se organizan como
sujeto universal y superan el conflicto entre la razón pura y la empírica en
la consciente solidaridad del todo. Ella representa la idea de la verdadera
universalidad, la utopía. Pero, al mismo tiempo, la razón es la instancia del
pensamiento calculador que organiza el mundo para los fines de la auto-
conservación y no conoce otra función que no sea la de convertir el objeto,
de mero material sensible, en material de dominio.” (Horkheimer y Adorno
2004: 131)
Esta degeneración de la razón en dominio, no sólo general sino
transformado en eficaz arma para el control político, es expuesta en estos
términos: “Una vez que la utopía que dio la esperanza a la Revolución
Francesa pasó, poderosa e impotente a la vez, a la música y a la filosofía
alemana, el orden burgués establecido ha funcionarizado por completo la
razón. Ésta se ha convertido en la funcionalidad sin finalidad, que
justamente por ello se deja acomodar a cualquier fin. Es el plan en sí mismo
considerado. El Estado totalitario manipula a las naciones.” (Horkheimer y
Adorno 2004: 136)
Esta razón moral kantiana, expuesta en las tres Críticas, que es al mismo
tiempo la más alta sistematización de la razón moral burguesa, fue trabajada
por un contemporáneo primero y un paisano después del filósofo de
Königsberg, quien era conocido, por esos tiempos, con el nombre de
“demoledor”.
Horkheimer y Adorno se refieren, en primer lugar, al novelista francés
Donatien-Alphonse-Francois de Sade (1740-1814), más conocido con el
nombre de Marqués de Sade. Y al filósofo alemán Friedrich Nietzsche. Los
susodichos habrían llevado la crítica de la razón moral burguesa, es decir a
la moral expuesta en la Ilustración, hasta sus últimos límites y hasta sus
máximas consecuencias. El primero, en particular, en su novela Historia de
Juliette (1797) y el segundo, del mismo modo, en su tratado filosófico
194
llamado La genealogía de la moral (1887). Leamos lo que los autores
escriben respecto al escritor francés: “La obra de Sade, como la de
Nietzsche, representa en cambio la crítica intransigente de la razón práctica,
frente a la cual incluso la de el `demoledor´ aparece como retracción del
propio pensamiento. La obra de Sade eleva el principio científico a principio
destructor.” (Horkheimer y Adorno 2004: 140)
Más aún, en la novela de Sade, se evidenciaría la doble moral burguesa.
Por un lado Justine “… la buena de las dos hermanas, es una mártir de la ley
moral”, la expresión mayor de la recta conciencia. Por otro lado: “Juliette
tiene a la ciencia por credo. Le repugna toda veneración cuya racionalidad
no pueda ser probada. (…) Opera con la semántica y la sintaxis lógica como
el positivismo más moderno, pero, a diferencia de estos funcionarios de la
más reciente administración, no dirige su crítica del lenguaje perfectamente
contra el pensamiento y la filosofía, sino, como hija de la Ilustración
militante, contra la religión.” (Horkheimer y Adorno 2004: 143)
Luego, guiada por el sentimiento de hacer el bien, consecuencia de su
naturaleza bondadosa, Justine es víctima de los peores infortunios, de las
más perversas vilezas. Ella es una víctima terrible de la sociedad que se
engulle todos sus elevados principios morales. Mientras que Juliette, con
principios totalmente opuestos a los de su hermana, vive bien, siempre
triunfa. Gracias a sus armas, la razón, la frialdad y el cálculo, cosecha éxito
tras éxito a lo largo de toda su vida.
Al fin de cuentas, en Justine, se podría decir que sus desgracias sociales
son el resultado de sus virtudes personales. Mientras que en Juliette su
bienestar y felicidad social es consecuencia directa de su abyecta y
desfachatez personal. Esta última condición es, o parece ser, la razón
determinante para ser una persona de éxito o triunfadora en un sistema como
el capitalista.
Por su parte Nietzsche que ha decretado “la muerte de Dios”, que los
“… imbéciles cristianos no comprenden”, proclama su doctrina en estos
términos: “`Los débiles y los fracasados deben perecer; ésta es la primera
proposición de nuestro amor a los hombres. Y hay que ayudarlos a perecer.
¿Qué es lo que es más perjudicial que cualquier vicio? La acción compasiva
hacia todos los fracasados y los débiles: el cristianismo´. Éste,
`especialmente interesado en dominar a los tiranos y en reducirlos a
principios de fraternidad, desempeña aquí el papel de débil; lo representa,
debe hablar como él´” (Horkheimer y Adorno 2004: 144)
En otra parte, los autores, vuelven sobre Nietzsche, para afirmar:
“Culpables -tal es la doctrina de Nietzsche- son los débiles, que eluden con
195
su astucia la ley natural. `Los enfermizos son el gran peligro del hombre: no
son los malvados, no los animales de presa. Los de antemano lisiados,
vencidos, destrozados, son ellos, son los más débiles quienes más socavan
la vida entre los hombres, quienes más peligrosamente envenenan y ponen
en entredicho nuestra confianza en la vida, en el hombre, en nosotros.´”
(Horkheimer y Adorno 2004: 145)
Por último, Horkheimer y Adorno, cierran el capítulo volviendo sobre
los dos autores mencionados para expresar sus últimos argumentos en contra
de la Ilustración, y lo hacen así: “El que ellos insistan más decididamente
que aquel en la ratio tiene el secreto sentido de liberar de su capullo a la
utopía, que está encerrada, como en el concepto kantiano de razón, en toda
gran filosofía: la utopía de una humanidad que, ya no deformada de ella
misma, no necesita más de la deformación. Proclama la identidad de la razón
y dominio, las doctrinas despiadadas son más misericordiosas que las de los
lacayos de la burguesía.” (Horkheimer y Adorno 2004: 163)
*
Finalmente, la edición de 1947 de Dialéctica de la Ilustración, en la
cual nos hemos basado para elaborar este estudio, termina con el capítulo
que lleva por título La industria cultural. Ilustración como engaño de
masas.
Ellos, conociendo directamente la sociedad capitalista más desarrollada
(EEUU), donde el dominio se implementa a través de la manipulación
ideológica, del control de la conciencia que es una de las expresiones de lo
que, en los últimos tiempos, se denomina el poder blando, afirman: “… en
realidad, es en el círculo de manipulación y necesidad que la refuerza donde
la unidad del sistema se afianza más cada vez Pero en todo ello se silencia
que el terreno sobre el que la técnica adquiere poder sobre la sociedad es el
poder de los económicamente más fuertes sobre la sociedad. La racionalidad
técnica hoy es la racionalidad del dominio mismo. Es el carácter coactivo
de la sociedad alienada de sí misma.” (Horkheimer y Adorno 2004: 166)
Cuando este poder blando, previa y subliminalmente trabajado, penetra
en la conciencia de la mayoría de la población, lamentablemente para el
pensamiento crítico: “Las masas tienen lo que desean y se aferran
obstinadamente a la ideología mediante la cual se les esclaviza. El funesto
apego del pueblo al mal que se le hace se anticipa a la astucia de las
instancias que lo someten.” (Horkheimer y Adorno 2004: 178)
Esta ideología ha penetrado el cuerpo social a través de todos los poros,
y a su paso lo ha convertido todo en mercancía. Conociendo esta premisa,
respecto a la degeneración de la cultura, afirman: “La cultura es una
196
mercancía paradójica. Se halla hasta tal punto sujeta a la ley del intercambio
que ya ni siquiera es intercambiada; se disuelve tan ciegamente en el uso
mismo que ya no es posible utilizarla. Por ello se funde con la publicidad.
Cuando más absurda aparece está bajo el monopolio, tanto más omnipotente
se hace aquélla. Los motivos son, por supuesto, económicos. Es demasiado
evidente que se podría vivir sin la entera industria cultural: es excesiva la
saciedad y la apatía que aquélla engendra necesariamente entre los
consumidores. Por sí misma, bien poco puede contra este peligro. La
publicidad es su elíxir de vida.” (Horkheimer y Adorno 2004: 206)
En este nivel, la permanente repetición de señales, símbolos y mensajes,
teniendo como medio la propaganda, sirve al sistema de libre concurrencia
como a los monopolios en el plano económico. Al totalitarismo de las
dictaduras abiertas, como al totalitarismo barnizado con la democracia en el
plano político. Terminamos el capítulo, y de paso con el libro, con esta
afirmación de Horkheimer y Adorno: “La repetición universal de los
términos adoptados para las diversas medidas termina por hacer a éstas de
algún modo familiares, lo mismo que en tiempos del libre mercado el
nombre del producto en la boca de todos promovía su venta. La ciega
repetición y la rápida difusión de palabras establecidas relaciona la
publicidad con las consignas del orden totalitario.” (Horkheimer y Adorno
2004: 211)
Recordemos algunas de las principales ideas expuestas en el libro.
Comencemos con un dato formal referida a Dialéctica de la ilustración y el
marxismo. En 1944 apareció la primera edición, bastante restringida (500
ejemplares) de este libro. Luego en 1947 se publicó una nueva edición, la
que es considerada definitiva. Los autores, en el prólogo a esta última
edición, sostienen que entre la primera y la segunda no hay mayores
cambios. Su testimonio de parte es como sigue: “El libro no contiene
modificaciones esenciales del texto, tal como fue terminado durante la
guerra” (Horkheimer y Adorno 2004: 58)
Uno de los traductores del libro del alemán al español, y a la vez
prologuista del mismo, Juan José Sánchez, evidencia en la edición de 2004,
que sí hay modificaciones entre estas dos ediciones. Las mismas se
concretizan en un sinnúmero de cambios terminológicos, que en el fondo,
son cambios de conceptos-concepción.
En la primera edición se utiliza, normalmente, los conceptos y la
terminología marxista conocida, mientras que en la segunda, en algunos
casos se recorta, en otros se generaliza y por último en unos terceros,
sencillamente, se suprime. Con estas modificaciones se hace el texto
197
potable, neutro o más digerible para un público menos definido en dirección
de la Teoría crítica clásica.
En las páginas del libro ya no se encuentra el concepto de razón crítica
o Teoría crítica y todo su correlato histórico-filosófico-político que
caracterizó a esta corriente de pensamiento en la etapa clásica. Por el
contrario, en el plano del movimiento de la historia, la sociedad y el
pensamiento, en contraposición a la concepción del desarrollo en espiral ya
conocido, se plantea la concepción del desarrollo circular.
Éste es un punto clave para entender el tránsito del mito a la religión.
Siguiendo esta misma lógica y de la misma forma, el despliegue de la razón
en Ilustración. Luego de cómo la Ilustración termina mitificándose y el mito
culmina, a su vez, ilustrándose. Simple y llanamente el círculo se cierra y se
abre eterna y permanentemente consignando y repitiendo el mismo proceso.
Comenzando El dieciocho Brumario …, Karl Marx escribió: “Hegel
dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia
universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar:
una vez como tragedia y la otra como comedia.” (Marx 1980: 95)
Lo anterior nos ayuda a comprender que el binomio mito-religión se
repite sólo en una determinada proporción en la razón-Ilustración. Daría la
impresión de que en algunos momentos y circunstancias son la misma cosa,
pero no es así. Son lo mismo sólo en parte; pero en un nivel superior, en otro
momento del fenómeno y en otro espacio. Que en Odiseo y en Penélope
haya varias manifestaciones que, posteriormente, caracterizan a los
burgueses modernos, no cabe duda; pero no podríamos afirmar que la razón
de estos dos personajes sea la razón burguesa plenamente realizada.
Con este argumento de la circularidad del movimiento histórico queda
allanado el camino para el siguiente paso. Y esto tiene que ver con el
argumento de que no es la lucha de clases el motor de la historia, desde la
aparición de la sociedad de clases, como se sostenía en los tiempos de la
Teoría crítica, en su etapa clásica, por el contrario, es la lucha del hombre
en contra de la naturaleza que genera este cambio como en los denominados
tiempos pre-históricos.
Con la circularidad del desarrollo histórico y con la idea de que la
contradicción principal es hombre-naturaleza expuesto en Dialéctica de la
Ilustración, como dice el especialista en el tema Juan José Sánchez: “… esta
obra ha contribuido, a través de la filosofía radical del post-estructuralismo
francés, a configurar una corriente de pensamiento crítico de signo
conservador que llega hasta nuestros días. Hoy está en el centro del debate
que marca este fin de siglo: el debate sobre la modernidad, de la que
198
venimos, y la denominada post-modernidad, a la que nos encaminamos o en
la que acaso ya estemos.” (Sánchez 2004: 9)
En el prólogo a la edición de 1947, Horkheimer y Adorno hacen la
siguiente atingencia: “Se trata de que la Ilustración reflexione sobre sí
misma, si se quiere que los hombres no sean traicionados por entero. No se
trata de conservar el pasado, sino de cumplir sus esperanzas.” (Horkheimer
y Adorno 2004: 55)
A pesar de la advertencia hecha por los autores, el mensaje del libro en
su conjunto deja una inequívoca estela de pesimismo. No sólo en el nivel
político sino que lo hacen extensivo al plano histórico. Es posible que la
influencia de Adorno sobre Horkheimer haya calado muy hondo.
Tomando en cuenta la producción anterior y posterior a Dialéctica de la
Ilustración, Agapito Maestre encuentra diferencias sustanciales entre los
puntos de vista de Adorno y Horkheimer. Leamos lo que escribe: “Adorno
sería más un hegeliano decepcionado que un marxista defraudado; frente a
la teoría negativa del absoluto de Adorno, la reflexión histórica de
Horkheimer nos sorprende afirmativamente en su búsqueda incansable de
mediaciones en la propia realidad histórica y social que pudieran hacer
plausible los proyectos emancipatorios de la humanidad.” (Maestre 1999:
11)
Por su parte el ya citado Sánchez, retomando el tema de la razón, dirá:
“Mientras Horkheimer, en efecto, se sitúa claramente en la línea abierta por
la tradición ilustrada de Kant a Marx, proponiendo como salida
sencillamente una `auto-reflexión´ o `auto-crítica´ de la razón, Adorno
radicaliza su crítica al pensamiento discursivo y propone como salida la
auto-superación de la razón misma, del concepto, la `superación de la
enfermedad de la razón a través de la enfermedad misma´. En una palabra:
con el concepto más allá del concepto.” (Sánchez 2004: 34)
En otro plano, en Dialéctica de la ilustración, los autores intentan
demostrar cómo lo correcto se transforma en falso. Lo progresista en
reaccionario. La verdad en falsedad. La razón, que se desplegó en la
Ilustración, fue revolucionaria sólo hasta un cierto momento. Mientras que
la razón que se materializó en el capitalismo triunfante, en especial, en la
etapa del imperialismo, es contra-revolucionaria.
En el libro, como totalidad, se evidencia la revisión de Teoría crítica, en
particular de su etapa clásica y por añadidura el abandono del marxismo que
fue una de sus fuentes principales en los años 30 del siglo XX. La Teoría
crítica y el marxismo serán retomados y desarrollados, sólo en parte, por
Horkheimer en los dos trabajos que a continuación desarrollamos.
199
*
Casi paralelo a la publicación del libro párrafos arriba comentado, esta
vez sin la participación de Adorno, Horkheimer publicó en 1946 el libro que
lleva por título Crítica de la razón instrumental. En él, a la vez que retoma
el antiguo concepto de crítica abandonado en el libro anterior, delimita la
crítica. Ésta ya no es la crítica cerrada en contra de la razón en general como
fue a partir de Razón y auto-conservación, sino que se circunscribe a la
crítica de una de las expresiones de la razón, la razón instrumental.
El primer capítulo es titulado Medios y fines. La preocupación
dominante es, una vez más, el tema de la razón. Más que la definición de
razón en sí, a él le interesa evidenciar los medios racionales que hacen
posibles fines racionales. En función de ello, trabaja las semejanzas y
diferencias entre la razón subjetiva-funcional y la razón objetiva-sustancial.
La tendencia a racionalizar o formalizar la razón, otros dirían
domesticar la razón, según el autor, como ya es conocido, tiene un hito en el
movimiento de la Ilustración. Movimiento que en su lucha contra la religión
terminó con ella en la forma, pero en el fondo, si bien no la liquidó, la
Ilustración terminó limitando a la propia razón. Leamos: “Los filósofos de
la Ilustración atacaron a la religión en nombre de la razón; en última
instancia, a lo que dieron la estocada definitiva no fue a la iglesia, sino a la
metafísica y al mismo concepto objetivo de razón, la fuente de poder de sus
propios esfuerzos. Finalmente la razón pasó a ser considerada, en cuanto
órgano de aprehensión de la verdadera naturaleza de las cosas y de la
determinación de los principios, como anticuada.” (Horkheimer 2002: 56)
La razón racionalizada o formalizada (la razón al servicio del orden) no
sólo ha perdido su razón crítica y su filo revolucionario, sino también sus
principios básicos. Una de las pérdidas más notorias es que los principios
particulares han sido potencializados en desmedro de los principios
universales. Con esta acción se pierde, naturalmente, la idea de conjunto en
beneficio de la parcelación. La visión panorámica cede su lugar a la super-
especialización. De ese modo el camino a la instrumentalización de la razón,
para desembocar en el positivismo primero y en el pragmatismo después,
queda plenamente allanado.
El autor sustenta la “pérdida de autonomía” de la razón del siguiente
modo: “Posteriormente el contenido de la razón pasa de modo arbitrario a
ver reducida sus dimensiones a una sola de sus partes, al menos a uno solo
de sus principios; lo particular pasa a ocupar el lugar de lo general. Este tour
de force en el ámbito de lo espiritual prepara el terreno para el dominio de
la violencia en el ámbito de lo político.”
200
A continuación reitera: “Una vez despojada de su autonomía, la razón
se ha convertido en un mero instrumento. En el aspecto formalista de la
razón subjetiva, tal como éste es realizado por el positivismo, se subraya su
falta de relación con un contenido; en su aspecto instrumental, tal como es
destacado por el pragmatismo, se subraya su capitulación ante contenidos
heterogéneos.” (Horkheimer 2002: 58)
Luego pasa a desarrollar el tema central del libro, el concepto de
instrumentalización de la razón. En torno a él afirma: “Cuando más
automáticas e instrumentalizadas han pasado a encontrarse las ideas, menos
hay quien pueda deslumbrar aún en ellas ideas con un sentido propio. Son
consideradas como cosas, como máquinas. El lenguaje queda reducido, en
el gigantesco aparato productivo de la sociedad moderna, a la condición de
un instrumento más entre otros.” (Horkheimer 2002: 59)
Con la formalización o instrumentalización de la razón, lo que se ha
conseguido es el debilitamiento de la razón objetiva y ello tiene sus
consecuencias: “Cuanto más se debilita el concepto de razón, tanto más
fácilmente queda a merced de la manipulación ideológica y de la difusión
de las mentiras más descaradas. El avance de la Ilustración disuelve la idea
de razón objetiva, el dogmatismo y la superstición; pero a menudo son
precisamente la reacción y el oscurantismo los que más ventajas sacan de
esta solución.” (Horkheimer 2002: 61)
En este nivel, la cosificación de la razón, el utilitarismo de la razón, la
instrumentalización de la razón ha desembocado en una corriente filosófica
que nació en la cuna de la industrialización, en EEUU. Vinculando esta
corriente con su precedente, el positivismo, el autor escribe: “El
pensamiento moderno ha intentado convertir este punto de vista en una
filosofía, tal como la representa el pragmatismo. El núcleo de esta filosofía
se identifica con la creencia de que una idea, un concepto o una teoría no
son otra cosa que un esquema o plan para la acción, de tal modo que la
verdad no es otra cosa que el éxito de la idea.” (Horkheimer 2002: 75)
El “mérito” del pragmatismo que asigna a todo el rol de técnica y a cada
cosa el papel de instrumento: “… radica `en pensarlo todo tal como es
pensado en el laboratorio, es decir, como una cuestión de experimentación.”
Consecuencia de ello, el pragmatismo trabaja a fondo con el tema del
tiempo. Éste se concretiza, en el plano social, en que sus miembros, no
deben tener tiempo ni para reflexionar, ni para recordar. El recuerdo y la
reflexión, además de no rendir ganancias inmediatas y tangibles, son o
pueden ser peligrosos.
*
201
El tema fundamental del segundo capítulo, que es llamado Panaceas
universales antagónicas, es la relación entre la filosofía y la ciencia. Al no
haberse dilucidado a cabalidad esta problemática, aparecen dos líneas
aparentemente de solución. Por un lado, la tendencia a dar una solución en
base a la intuición o a la revelación. Y por otro lado, la tendencia a dar una
solución a través de la ciencia, pero naturalmente como lo conceptualiza el
positivismo. Teniendo siempre presente que: “El positivismo es tecnocracia
filosófica. Hace de la fe exclusiva en las matemáticas condición
indispensable para integrarse en los gremios de la sociedad.” (Horkheimer
2002: 90)
El problema que afronta la ciencia cuando ha sido oficializada e
instrumentalizada en provecho del orden, es que: “Como toda fe establecida,
la ciencia puede ser utilizada también al servicio de las fuerzas sociales más
diabólicas, y el cientificismo no es menos estrecho de miras que la religión
militante.” (Horkheimer 2004: 99)
Una de estas expresiones de manipulación de la ciencia es el positivismo
del cual venimos tratando. En la medida que: “Los positivistas reducen la
ciencia a los métodos aplicados en la física y en sus ramas; niegan el nombre
de ciencia a todos los esfuerzos teóricos que no coinciden con lo que ellos
mismos abstraen de la física como métodos legítimos.”
Luego reitera que para los positivistas: “El llamado mundo práctico no
tiene lugar alguno para la verdad y, en consecuencia, la divide para igualarla
a su propia imagen: las ciencias de la naturaleza están provistas de
objetividad, pero han sido vaciadas de contenido humano; las ciencias del
espíritu preservan el contenido humano y lo mantienen vivo, pero sólo en
forma de ideología, a costa de la verdad.” (Horkheimer 2004: 102)
Continúa con el problema de la objetividad de la investigación o los
valores del investigador. Aquí menciona a Weber en su doble faz. Leamos:
“No otra cosa es la función respecto a los valores que un ultra-positivista
como Max Weber atribuyó a la ciencia. Weber distinguió, de todos modos,
nítidamente entre conocimiento científico y valores y nunca dio en creer que
la ciencia experimental pudiera superar por sí misma los antagonismos
sociales y políticos.” (Horkheimer 2004: 107)
Concluye con el positivismo diciendo lo siguiente: “La ciencia
moderna, tal como lo entienden los positivistas, se refiere esencialmente a
enunciados sobre hechos y presupone, por tanto, la cosificación de la vida
en general y de la percepción en particular. El mundo que ve es sólo un
mundo de hechos y de cosas y obvia vincular la transformación del mundo
en hechos y cosas con el proceso social.” (Horkheimer 2004: 107)
202
El autor termina el capítulo, volviendo a uno de los postulados de Teoría
crítica en su etapa clásica. Principio que sostiene lo siguiente: los
postulados tienen que adecuarse a la vida y no la vida a los postulados. Sus
palabras: “En nuestro tiempo, la acuciante exigencia de que los hombres se
adapten a algo que tiene el poder de ser, tanto si recibe el nombre de un
hecho como el de un ens rationale, ha llevado a un estado de racionalidad
irracional. En esta era de la razón formalizada las doctrinas se suceden tan
rápidamente unas a otras, que cada una de ellas sólo es considerada como
una ideología más, y, a la vez, todas son convertidas en fundamento
ocasional para la opresión y el prejuicio.” (Horkheimer 2004: 114)
*
La rebelión de la naturaleza es el título del III capítulo, el que comienza
analizando la situación del ser en movimiento al interior de la sociedad
industrial. Leamos: “La transformación total efectiva de todo ámbito del ser
en un reino de medios lleva a la liquidación del sujeto que ha de servirse de
ellos. Esto confiere a la moderna sociedad industrial su aspecto nihilista. Es
ésta una subjetivización que, elevando al sujeto, al mismo tiempo lo
condena.” (Horkheimer 2004: 116)
Líneas después, desarrollando lo afirmado en el párrafo anterior, en
particular la racionalidad y la irracionalidad, dice: “Lo que usualmente es
caracterizado como un fin -la felicidad del individuo, la salud y la riqueza-
obtiene su significación exclusivamente de su posibilidad de convertirse en
funcional. Estos conceptos funcionan como indicadores de condiciones
favorables para la producción espiritual y material. Precisamente por eso la
auto-negación del individuo en la sociedad industrial no tiene objeto alguno
que pudiera ir más allá de la propia sociedad industrial. Tal renuncia genera
y conlleva racionalidad en lo que hace a los medios e irracionalidad en lo
que hace a la existencia humana.” (Horkheimer 2004: 116)
Adentrándose más en su lógica de pensamiento, el autor entiende que la
resistencia civil o la revuelta social, incluso en sus expresiones extremas, no
escapan a la manipulación o control de la sociedad industrial. Sus palabras:
“Es típica de nuestra era actual la manipulación de estas revueltas por las
fuerzas dominantes de la propia civilización, la utilización de la revuelta
como un medio de eternización precisamente de esas condiciones que la
provocan y contra las que se dirige. En cuanto irracionalidad racionalizada
que es, la civilización integra la revuelta de la naturaleza como un medio o
un instrumento más.” (Horkheimer 2004: 117)
Y luego insiste, una vez más, sobre el papel del individuo en este tipo
de sociedades: “Así como toda vida tiende hoy cada vez más a someterse a
203
la racionalización y a la planificación, la vida de todo individuo, incluyendo
sus impulsos más secretos, que antes conformaban su esfera privada, tiene
que adecuarse a la exigencia de la racionalización y de la planificación: la
auto-conservación del individuo presupone su adecuación a las exigencias
de la conservación del sistema. No le queda ya espacio alguno para evadirse
del sistema. Y del mismo modo que el proceso de racionalización no es ya
el resultado de las fuerzas anónimas del mercado, sino que se dispone sobre
él en la conciencia de una minoría planificadora, la masa de los sujetos
tienen que adaptarse deliberadamente: el sujeto tiene que emplear, por así
decirlo, todas sus energías para, tal como establece la máxima pragmática,
`estar en el movimiento de las cosas y pertenecer a ellas´” (Horkheimer
2004: 118).
Ante este control y desnaturalización del ser, el autor se pregunta:
“¿Cómo reacciona frente a este antagonismo la naturaleza en todas las fases
de su represión, en el hombre y fuera de él? ¿En qué consisten las
manifestaciones psicológicas, políticas y filosóficas de su revuelta? ¿Es
posible superar el conflicto mediante un `retorno a la naturaleza´, mediante
una revitalización de viejas doctrinas o la creación de nuevos mitos?”
(Horkheimer 2004 128)
Al final del capítulo, retomando en parte el espíritu de la segunda etapa
de Teoría crítica, da respuesta a las preguntas formuladas, en el párrafo
anterior, en estos términos: “Somos, en una palabra, para bien o para mal,
los herederos de la Ilustración y del progreso técnico. Oponerse a ellos
mediante la regresión a estadios primitivos no mitiga la crisis permanente
que han traído consigo. Tales salidas llevan, por el contrario, de formas
históricamente racionales a formas extremadamente bárbaras de dominio
social. El único camino para ayudar a la naturaleza y ser solidario con ella
pasa por liberar de sus cadenas a su aparente adversario, el pensamiento
independiente.”(Horkheimer 2004: 142)
*
El penúltimo capítulo es denominado Ascenso y decadencia del
individuo. En él se hace una síntesis del individuo como categoría histórica.
En los primeros tiempos de la evolución humana, sostiene el autor, el aún
proto-individuo: “…vive en los placeres y en las carencias del momento,
sólo parece tener una vaga conciencia de que como individuo tiene que
prepararse para hacer frente a los azares y contingencias del día siguiente.”
(Horkheimer 2004: 143 y 144)
Luego, en el segundo momento, en la etapa esclavista aparece la
individualidad forjada y moldeada. Este individuo en desarrollo ascendente
204
tiene su punto culminante en el auto-reconocimiento del yo. Otros dirán, es
la etapa cuando el individuo ha logrado reconocer su “identidad” de tal.
Tomando como punto de partida el Mundo Occidental, Horkheimer, en
torno al punto, afirma lo siguiente: “El arquetipo del individuo ascendente
es el héroe griego. Valeroso y lleno de confianza en sí mismo, triunfa en la
lucha por la supervivencia y se emancipa tanto de la tradición como de su
clan.” (Horkheimer 2004: 144)
Es el momento cuando aparece en escena el espacio como complemento
indispensable para la emancipación y desarrollo de la personalidad
individual; nos referimos a la ciudad. Ésta es hechura del individuo pero a
la vez hace al individuo. Las construcciones, las calles, las alamedas, los
parques, los laberintos, los recovecos, las galerías, los túneles, los sótanos
tienen su representación en la vida, y sobre todo, en el alma del individuo.
Sin olvidar que las acciones de ésta son consideradas aún como proyección
de la buena o mala voluntad de sus dioses.
Al pasar los siglos, ya en el feudalismo: “El individuo cristiano surgió
de las ruinas de la sociedad helenística. Cabría suponer que frente a un Dios
infinito y trascendente, el individuo cristiano es infinitamente pequeño y
desvalido, que es una contradicción en sí mismo, ya que el precio de la
salvación eterna consiste en la total auto-negación. Y, sin embargo, el anhelo
de individualidad se vio intensamente fortalecido por la doctrina de que la
vida en la tierra no pasa de ser un mero interludio en la historia eterna del
alma. El valor del alma se vio acrecentado por la idea de la igualdad,
contenida en la creación, por parte de Dios, del hombre a imagen y
semejanza suya, y en el sacrificio de Cristo por la humanidad entera.”
(Horkheimer 2004: 149)
En los tiempos modernos, a través del Renacimiento primero, la
Reforma después y la Ilustración finalmente, se coronó la llamada era del
individualismo en acenso. Es la etapa del predominio de la libre
concurrencia de mercancías y en ella: “El individualismo constituye el
núcleo más profundo de la teoría y de la praxis del liberalismo burgués, que
cifra el progreso de la sociedad en la interacción recíproca automática de los
intereses divergentes en un mercado libre.”
Y líneas después, el autor, agrega: “El individuo burgués no se vio a sí
mismo necesariamente en relación de antagonismo con la colectividad, sino
que creía -o fue enseñado a creer- que sólo mediante la competencia
ilimitada de los intereses individuales puede alcanzarse el máximo grado de
armonía.” (Horkheimer 2004: 151)
Pero este hecho experimenta un giro profundo en la etapa del
205
imperialismo, en la medida que: “En la actual época de la gran industria, el
empresario independiente ya no es una figura típica. Al hombre sencillo le
resulta cada vez más difícil hacer planes para sus herederos, incluso para su
propio futuro a largo plazo. (…) Y así el sujeto individual de la razón tiende
a convertirse en un yo encogido, en un prisionero de un presente que se
desvanece, que olvida el uso de las funciones individuales que otrora le
permitieron mejorar su posición en la realidad e ir más allá.” (Horkheimer
2004: 152)
Ese más allá, tiene que ver con la crítica al sistema dominante. Aquí
vuelve la teoría, especialmente la Teoría crítica o revolucionaria, a cumplir
un papel de primer orden. Leamos: “La crítica social moderna renunció a la
apologética y dejó de glorificar su objeto; ni siquiera Marx glorificó al
proletariado. Vio en el capitalismo la última forma de la injusticia social; no
aprobó las ideas establecidas ni la superstición de la clase dominada, al
servicio de la cual estaba su teoría. (…) La teoría de la sociedad procuró un
análisis crítico de la realidad, incluido el pensamiento reformado y mutilado
del propio obrero. En las condiciones del industrialismo moderno, sin
embargo, incluso la teoría política está contaminada por el rasgo apologético
de la cultura totalitaria.” (Horkheimer 2004: 156 y 157)
En la actual etapa se vende la idea de que el “hombre sigue siendo mejor
que el mundo en el que vive”; no obstante ello: “… su vida parece seguir un
esquema que se adecúa a cualquier cuestionario en serie que debe rellenar.
Su existencia espiritual se agota en las preguntas relativas a sus opiniones.
Sobre todo los llamados grandes de hoy, los ídolos de las masas, no son
individuos genuinos; son, simplemente, criaturas de su propia propaganda,
ampliaciones de sus propias fotografías, funciones de procesos sociales.”
(Horkheimer 2004: 166 y 167)
A pesar de la disolución y casi liquidación, no del individuo que ha
potencializado el individualismo, de la individualidad, el autor manifiesta
su optimismo y lo expresa de estos términos: “Es de esperar que los hombres
terminen por darse cuenta de que no es inmediatamente debida a las
exigencias técnicas de la producción, sino de la estructura social” que corroe
su alma. Aquí reside el problema de fondo, y aquí es donde se debe atacar,
si es que se desea terminar realmente con tamaño mal.
Naturalmente que estos esfuerzos para terminar con el mal tiene sus
bemoles. Horkheimer es consciente de ello cuando afirma: “De hecho la
represión creciente en muchas partes del mundo resulta indicativa del miedo
a la amenazadora posibilidad de una transformación sobre la base de la
evolución actual de las fuerzas productivas. La disciplina industrial, el
206
progreso técnico y la ilustración científica, esto es, precisamente esos
mismos procesos económicos y culturales que están en el origen de la
disolución de la individualidad, prometen inaugurar una nueva época, en la
que le sea dado renacer a la individualidad como elemento de una forma de
vida menos ideológica y más humana.” (Horkheimer 2004: 167)
Finalmente, vuelve sobre los individuos para decir: “Los verdaderos
individuos de nuestro tiempo son los mártires, que han atravesado infiernos
de sufrimiento y de degradación por su resistencia al sometimiento y a la
opresión, no las hinchadas personalidades de la cultura de masas, los
dignatarios convencionales. Estos héroes a los que nadie ha cantado han
expuesto conscientemente su existencia como individuos a la destrucción
terrorista, que otros padecen inconscientemente a través del proceso social.
Los mártires anónimos de los campos de concentración son los símbolos de
una humanidad que aspira a nacer. Traducir lo que han hecho a un lenguaje
que sea escuchado, aunque sus voces perecederas hayan sido reducidas al
silencio por la tiranía, he ahí la tarea de la filosofía.” (Horkheimer 2004:
168)
*
El libro Crítica de la razón instrumental termina con el capítulo titulado
Sobre el concepto de filosofía. En estos tiempos de predominio de la razón
formalizada donde todo es instrumentalizado, es menester salir al frente y
defender los principios, las categorías y los conceptos con la consigna de
“fidelidad a la filosofía” que implica “impedir que el miedo atrofie nuestra
capacidad de pensamiento.”
Y todo ello tomando en cuenta que: “Actualmente se tiende con
demasiada facilidad a cerrar los ojos ante la complejidad alimentando,
contrariamente, la ilusión de que los conceptos fundamentales son
clasificados por el avance de la física y de la técnica. El industrialismo ejerce
incluso sobre los filósofos una presión para que entiendan su trabajo en el
sentido de los procesos de producción de cubiertos de mesa estandarizados.
Algunos de ellos parecen ser de la opinión de que los conceptos y las
categorías tienen que salir de sus talleres perfectamente afilados y
refulgentes.” (Horkheimer 2004 172)
Uno de estos conceptos a defender es que: “De acuerdo a la filosofía, la
lógica es tanto la lógica del objeto como la lógica del sujeto; es una teoría
abarcadora de las categorías fundamentales y de las relaciones de la
sociedad, de la naturaleza y de la historia.” (Horkheimer 2004: 174)
Otro de los problemas es separar el ser del pensar. Separar naturaleza y
espíritu, y por ese camino, se termina bien en el naturalismo o bien en el
207
espiritualismo. Nuestro autor expresa esta problemática, así: “La verdadera
dificultad del problema de la relación entre espíritu y naturaleza radica en
que la hipótesis de la polaridad de estas dos entidades es tan inaceptable
como la reducción de una a la otra. Esta dificultad expresa la penosa
situación de todo pensar filosófico. Se ve inevitablemente impulsado a
abstracciones como `naturaleza´ y ´espíritu´, cuando cada una de ellas
implica una esquematización falsa de la existencia concreta, que perjudica,
en definitiva, a la propia abstracción. (…) Ambos polos no pueden,
ciertamente, ser reducidos a un principio monista, pero su dualidad ha de ser
asimismo entendida, en amplia medida, como un producto intelectual.”
(Horkheimer 2004: 175 y 176)
Pasando a otro nivel, de igual manera, un problema más es la
desvinculación entre razón objetiva y razón subjetiva. Horkheimer, afirma:
“La tarea de la filosofía no consiste en oponer tozudamente el uno al otro,
sino en alentar una crítica recíproca preparando así, en la medida al menos
de lo posible, en el ámbito espiritual la reconciliación de ambos en la
realidad.” (Horkheimer 2004: 178)
Éste será el camino más seguro para lograr el reencuentro de la razón
consigo misma, en la medida que: “La razón sólo puede realizar su
racionalidad mediante la reflexión sobre la enfermedad del mundo tal como
ésta es producida y reproducida por el hombre; en tal autocrítica, la razón
permanecerá, a la vez, fiel a sí misma toda vez que se atiene al principio de
la verdad, que debemos únicamente a ella misma, lejos de dejarse guiar por
cualquier otro móvil.” (Horkheimer 2004: 180)
A partir del momento en que la razón ha logrado racionalizar su ser,
media sólo un paso para la emancipación de la misma: “El aherrojamiento
de las ideas y de las acciones del hombre por las formas de un industrialismo
máximamente desarrollado y el ocaso de la idea de un individuo bajo el
influjo de la omniabarcante maquinaria de la cultura de masas crean las
condiciones previas para la emancipación de la razón. En todos los tiempos
el bien ha mostrado las huellas de la represión de la que surgió.”
(Horkheimer 2004: 180)
La crítica del presente, llamado también el método de la negación de lo
existente, es la clave que permite el desarrollo de la razón y la filosofía. Pero
no hay que confundir ello, como se hace frecuentemente, con el
escepticismo. Ésta es la razón del por qué el autor a tiempo advierte:
“Conviene tomar precauciones ante alguna posible mala interpretación.
Decir que la esencia o el lado positivo del pensamiento filosófico radica en
la comprensión de la negatividad y relatividad de la cultura existente no
208
implica que la posesión de tal conocimiento involucre ya la superación de
esta situación histórica. Aceptar tal equivaldría a confundir la verdadera
filosofía con la interpretación idealista de la historia y perder de vista el
núcleo de la teoría dialéctica, es decir, la diferencia fundamental existente
entre lo ideal y lo real, entre teoría y praxis.” (Horkheimer 2004: 184)
Y finalmente termina el capítulo y el libro afirmando lo siguiente: “El
progreso hacia la utopía se ve frenado hoy en primera línea por la relación
de todo punto descompensada y desproporcionada que existe entre el peso
de la avasalladora maquinaria del poder social y las masas atomizadas. (…)
Si la filosofía lograr ayudar a los hombres a reconocer estos factores, habría
prestado un gran servicio a la humanidad. El método de la negación, la
denuncia de cuanto mutila a la humanidad e impide su libre desarrollo,
descansa sobre la confianza en el ser humano. (…) Ahora que hemos
aprendido, gracias a la ciencia, a superar el miedo ante lo desconocido en la
naturaleza, somos los esclavos de coacciones sociales que hemos creado
nosotros mismos. Cuando se nos anima a actuar con independencia,
clamamos por modelos, sistemas y autoridades. Si como ilustración y
progreso espiritual entendemos la liberación del hombre de creencias
supersticiosas en poderes malignos, en demonios y hadas, en el destino
ciego -en una palabra, la emancipación del miedo-, entonces la denuncia de
lo que hoy se llama razón es el mayor servicio que puede rendir la razón.”
(Horkheimer 2004: 187)
*
El primer comentario que se debe hacer respecto al libro aquí analizado
es que Max Horkheimer recupera, en parte, el optimismo, y en gran medida,
los argumentos de la segunda etapa de Teoría crítica, los que habían sido
abandonados en los dos trabajos publicados en 1942 y 1944,
respectivamente.
Si bien es cierto que el tema central vuelve a ser la razón, ya no es la
razón en general; sino específicamente, la razón instrumentalizada. La razón
que había sido entendida, desde su aparición, como un instrumento de la
humanidad. Pero a partir de la Ilustración, sobre todo desde el predominio
de los monopolios, el hombre, creador de la razón, ha terminado
convirtiéndose en un instrumento de la razón.
La ciencia positiva y la técnica, como aplicación concreta de este tipo
de razón, no sólo han prescindido del hombre sino que lo han transformado
en su esclavo. Esta idea, en parte, tenía un antecedente en el concepto de
enajenación del trabajo que fue expuesto por Karl Marx en los Manuscritos
económicos y filosóficos de 1844. En ellos Marx, afirmaba: “… el obrero ha
209
sido reducido a la condición de mercancía, la más mísera, que la miseria del
obrero guarda relación inversa con la potencia y la magnitud de su
producto,...”. Luego, algunos párrafos después, agregaba: “… cuanto más
produce el obrero menos puede consumir; cuanto más valores crea más se
desprecia él mismo y merma su dignidad; cuando mejor se presenta su
producto más se mutila el obrero; cuando más civilizada es la cosa que crea
más se parece a un bárbaro él mismo; cuanto más lleno de espíritu es el
trabajo que cumple más se priva de espíritu el propio obrero y se vuelve
esclavo de la naturaleza.” (Marx 1974: 54 y 57)
La diferencia fundamental entre Marx y Horkheimer es que el primero
había circunscrito el fenómeno de la enajenación, en la etapa del capitalismo
de libre concurrencia, a la clase obrera. Ahora, en la etapa del imperialismo,
en la sociedad de masas, del dominio de la razón degenerada, el segundo lo
hace extensivo al ser humano en su conjunto.
Ante esta situación de enajenación generalizada, el autor, propone
romper con este círculo vicioso. Terminar con este hombre instrumento de
la razón. Terminar con este hombre marioneta del sistema establecido. Y
todo ello pasa por recuperar la razón, y como consecuencia, recuperar al
mismo tiempo la Ilustración. En dos palabras: ilustrar a la Ilustración. ¿Y
cómo? Introduciendo razón revolucionaria en el mundo. Ello implica
recuperar el sentimiento del futuro, recuperar la idea de utopía. Recuperar
el mito de transformar el mundo racionalmente. En la medida que la utopía
o el mito social tiene en el anhelo de justicia, que palpita en el fondo del
alma humana, el principio que lo impulsa constantemente.
*
Anhelo de justicia. Teoría crítica y religión, con las notas y comentarios
que a continuación hacemos a este libro, terminamos con Horkheimer, con
Teoría crítica-Escuela de Frankfurt, con el presente colofón y, como
consecuencia, con nuestra investigación en su conjunto.
En primer lugar, el libro no es un trabajo orgánico que obedezca a un
plan trazado, con antelación, de principio a fin. Por el contrario, es una
recopilación de ensayos sueltos, conferencias dadas y entrevistas concedidas
por el autor entre 1960 y 1972. Este material ha sido organizado y publicado,
en forma de libro, cuando Horkheimer ya había fallecido.
La poca secuencia y la dispersión de los temas, recogidos en el libro, es
una de las causas del por qué nosotros sólo tomaremos en cuenta los escritos
donde se aborde directa o indirectamente Teoría crítica, con su tema central,
la razón. Por otro lado, intentaremos, hasta donde sea posible, no repetir las
ideas que ya han sido expuestas o desarrolladas en otras partes de este
210
colofón.
El libro comienza con un discurso pronunciado por Horkheimer en
1960, el que fue titulado Actualidad de Schopenhauer. En él se hace un
resumen de algunos principios filosóficos del autor de El mundo como
voluntad y representación. Se dice, por mencionar un caso, que la esencia
del progreso de la humanidad es la voluntad. La razón que mueve al hombre
en este mundo es el deseo. Horkheimer lo expresa en estos términos: “La
verdadera esencia que está en la base de todas las cosas exteriores, la cosa
en sí, por contraposición a los fenómenos, puede encontrarla cada uno en sí
mismo si mira dentro de sí con suficiente claridad, si sabe extraer el
resultado de las experiencias con su propia naturaleza. Esa esencia es el
deseo insaciable, tras cada satisfacción siempre despierto, de bienestar y
placer. Ahí, y no en las razones que el intelecto encuentra a cada caso para
tal deseo, radica la inextinguible realidad de todo lo viviente, de todo ser.”
(Horkheimer 2000: 52)
Según Max Horkheimer, el filósofo Schopenhauer compaginó
armoniosamente con algunos postulados de la Ilustración. Pero hace
también la aclaración de que discrepó de otros. Por mencionar un caso, el
filósofo hacía la diferencia pertinente entre “el ser natural” con “el debe ser
racional”. Sus palabras: “Se identificó hondamente con la lucha contra la
superstición, la intolerancia y el dogmatismo racionalista. Lo que le parecía
sospechoso, incluso absurdo, en la ilustración era la identificación del ser
poderoso, hoy o en el futuro, o incluso de la historia sangrienta, con lo que
debe ser.” (Horkheimer 2000: 52)
Termina Horkheimer con Schopenhauer creyendo que gran parte de sus
puntos de vista es tan actual como fue, para sus seguidores, a mediados del
siglo XIX: “Schopenhauer se sentiría hoy confirmado en su idea. Lo que él
afirmó de los individuos: que son expresión de una ciega voluntad de ser y
bienestar, se manifiesta hoy en los grupos sociales, políticos y racistas en
todo el mundo, y por eso su doctrina me parece la forma de pensamiento
filosófico que está a la altura de la realidad actual. Con la política ilustrada
comparte ella el momento de no ceder a la ilusión; con la tradición teológica
y filosófica, la fuerza del concepto. Hay pocos pensamientos de los que
nuestra época esté tan necesitada y que en medio de la ausencia de
esperanza, justamente porque la expresan, tanto sepan de esperanza, como
el suyo.” (Horkheimer 2000: 58)
En 1969, nuevamente nuestro autor, pronunció una conferencia titulada
Teoría crítica, ayer y hoy. Aquí aparece frecuentemente el concepto “la
fuerza del anhelo”. Utilizando este concepto como base de su nueva
211
teología, escribe: “Las confesiones deben seguir existiendo, pero no como
dogmas sino como expresión de un anhelo. Pues todos nosotros debemos
estar unidos por el anhelo de que lo que sucede en este mundo, la injusticia
y el horror, no sea la última palabra, el anhelo de que exista un Otro, y de
ello nos aseguramos en lo que denominamos religión.”
Y luego reitera: “Debemos estar unidos en la conciencia de que somos
seres finitos. No debemos renunciar al concepto del Infinito que ha
desarrollado la religión, pero no debemos hacer de él un dogma, sino
reconocer que conservamos y prolongamos determinadas costumbres del
pasado para mantener vivo ese anhelo.” (Horkheimer 2000: 119 y 120)
Finalmente, haciendo una interpretación de un pasaje del Antiguo
Testamento y relacionándolo con Teoría crítica y el eslabón que les une, la
moral, escribe: “El Otro es la prohibición del Antiguo Testamento: `No te
harás ninguna imagen de Dios´. Prohibición que nosotros entendemos así:
`Tú no puedes decir lo que es el bien absoluto, no lo puedes representar´.
Con ello retorno a lo que ya decía antes: nosotros podemos designar el mal,
pero no la verdad absoluta. Los hombres que viven con esta conciencia están
cercanos a la Teoría crítica.” (Horkheimer 2000L: 120
En otra conferencia pronunciada en el mismo año que la anterior y
titulada Pesimismo hoy, luego de hacer un recuento de las cimas del
optimismo y las simas del pesimismo en la historia, regresa sobre el tema
del anhelo, de la teología y Teoría crítica, para decir: “Sólo queda el anhelo,
él mismo amenazado por el progreso, que es común a todos los hombres que
conocen la miseria del pasado, la injusticia del presente y la perspectiva de
un futuro privado del sentido espiritual. Ese anhelo podría, si los hombres
se unieran, ser la base de una solidaridad que guardara en sí, de forma no
dogmática, momentos teológicos. Con su actitud negativa estaría
relacionada la que aquí en Frankfurt se conoce como Teoría crítica.”
(Horkheimer 2000: 129)
Y a renglón seguido, esboza las bases de su conocido principio:
“pesimismo teórico y optimismo práctico”. Leamos: “Los unidos por ese
anhelo no serían capaces de afirmar positivamente nada sobre un Absoluto,
Inteligible, sobre Dios y la redención, ni de convertir el saber, cualquier
saber, en verdad absoluta. Podrían, en cambio, extender la solidaridad y
decir lo que, a la vista del progreso, caro de pagar pero necesario, sería
preciso cambiar o conservar a fin de aminorar el sufrimiento. Con el
pesimismo teórico podría así unirse una praxis nada pesimista que, a la vista
del mal universal, trate, a pesar de todo, de mejorar lo posible. Su opinión
sobre el bien y el mal no será una verdad absoluta para los que están activos
212
en la solidaridad; ellos son bien conscientes de la relatividad de su juicio en
la medida en que no se reduce a la constatación de hechos.” (Horkheimer
2000: 129)
En la conferencia titulada Observaciones sobre la liberación de la
religión que fue pronunciada en 1970, él comienza afirmando que: “Según
una concepción moderna muy extendida, lo divino se expresa sólo en la
comunidad de los hombres, en su encuentro y en sus relaciones. La
suposición de un Dios que existe independiente de esa figura humana, la
sobrepasa y la fundamenta, se torna problemática. Un Dios semejante no
forma parte ya, al parecer, de lo que llamamos religión.” (Horkheimer 2000:
131)
Posteriormente, sobre esta renovada idea de Dios, dice: “Una auténtica
liberación de la religión debe concentrarse en torno a esta convicción. Frente
a ella, las cuestiones del cambio de creencias y costumbres son mucho
menos importantes. Lo esencial es, a mi modo de ver, la nueva concepción
de la comprensión humana de Dios. Dios como dogma positivo actúa como
un momento disgregador. Por el contrario, el anhelo de que la realidad del
mundo con todo su horror no sea lo último une y relaciona a todos los
hombres que no pueden o no quieren resignarse a la injusticia de este mundo.
Dios se convierte así en objeto de anhelo y de veneración de los hombres y
deja de ser objeto de saber y de posesión.” (Horkheimer 2000: 136)
En una entrevista concedida en 1971 que versa Sobre el futuro de la
Teoría crítica, da una nueva interpretación de ella y lo hace en estos
términos: “… el anhelo de lo Otro, no puede designar y mucho menos ser
representada en Teoría crítica.” Y a continuación: “La Teoría crítica se basa
en la idea de que el absoluto -es decir, Dios- no puede ser convertido en
objeto.” (Horkheimer 2000: 209 y 211)
Y finalmente, retoma uno de sus clásicos principios, mencionado líneas
antes “pesimismo teórico y optimismo práctico” que es según Horkheimer
válido, de igual modo para Teoría crítica, escribe: “Mi pesimismo se
entiende mejor si se asume con él el pensamiento que yo siempre he
expresado (…), el lema: pesimista en la teoría, optimista en la práctica;
esperar lo malo, y no obstante intentar lo bueno. Lo cual vale también para
la Teoría crítica: expresar lo malo y tratar de cambiarlo en la praxis.”
(Horkheimer 2000: 219)
Nosotros terminamos con este libro transcribiendo dos párrafos de la
sección denominada Aforismo que trata sobre Falso retorno a la religión y
Contra la lógica, la dialéctica y la común. En el primero, sostiene: “El
retorno a la religión no significa que esta sociedad vuelve a creer en el cielo,
213
sino más bien que le falta fe para una mejor organización de la tierra, que,
en definitiva, no quiere otra cosa más que a sí mismo. Transformarse en algo
superior, más aún, quererse simplemente en Otro: esa sustancia de la religión
la ha perdido la sociedad al declarar a la religión en cuanto fortaleza como
asunto suyo.” (Horkheimer 2000: 232)
Y en torno al segundo punto, relacionando cristianismo y cristiandad,
escribe: “Los predicadores forman parte de la cristiandad. Ellos están al
servicio de los grupos más codiciosos de la historia universal y confiesan
este veredicto en contra del nivel de vida convertido en fin de la existencia.
Bendicen las armas, el rearme y la guerra, y predican a la vez que se debe
responder al mal con el bien. Ellos son partidarios de la superpoblación y
escriben la castidad en su bandera. La historia del cristianismo es el símbolo
del destino que liga incluso a la doctrina más pura con el ejercicio del terror,
con la alianza con el poder y la injusticia. Sin la decidida voluntad de pactar
con el diablo, lo sublime no sólo no hubiera desarrollado su fuerza histórica-
universal, sino que ni siquiera habría podido ser recordado.” (Horkheimer
2000: 232)
*
Como se puede observar leyendo los párrafos transcritos de este último
trabajo, Horkheimer se reafirma en el concepto de Teoría crítica. Claro que
ésta ya no es la Teoría crítica clásica, de la segunda etapa, cuando el autor
era marxista y revolucionario. Etapa donde la razón revolucionaria daba
tono y marcaba el paso de la misma. Es una Teoría crítica devaluada,
entremezclada y matizada con la teología. Pero al mismo tiempo, es
menester aclarar que, esta teología tiene como base la moral y no a la inversa
como es una constante en todas las religiones modernas. El anhelo de
construir la justicia sobre la Tierra, como interpretación personal del
Antiguo Testamento, es lo que caracteriza a esta nueva teología.
En ella, el Dios clásico está desposeído de todos sus poderes. El Dios
presente en todo momento y actuante en todo lugar ha perdido sus dones y
atributos. No es más el alfa y el omega de lo que predican los teólogos
profesionales. No es más el ente omnisciente y omnipresente de todas las
religiones modernas. Él es, por el contrario, un Dios desnudo y angelical. Es
el Dios sentimiento. El Dios sinónimo de anhelo de justicia. El Dios para
construir el paraíso aquí, ahora y no mañana, ni en el más allá, común a la
prédica teológica clásica.
Regresando a Horkheimer. En un primer nivel, creemos que él volvió a
transitar los predios religiosos condicionado por su latente judaísmo, en
particular su judaísmo teológico. Ello se expresa en la última parte de este
214
colofón, en el varias veces mencionado anhelo de justicia. Lo anterior viene
acompañado por su reencuentro con Schopenhauer y el rol de la voluntad en
la vida y la historia. Y finalmente, contribuyen a lo afirmado, la revaloración
que hace el filósofo de su maestro, el teólogo Paul Tillich, y su conocido
socialismo cristiano.
En otro nivel, tiene que ver con la experiencia vivida en la cuna del
supuesto mundo libre. En la sociedad de control donde la razón ha sido
transformada, gracias al positivismo primero y al pragmatismo después, en
la herramienta más fina en algunos casos o en la herramienta más grotesca
en otros para mantener el orden de dominio, control y consumo. Y a la par,
la oficialización del marxismo, la instrumentalización de la razón
revolucionaria experimentada en el proceso de construcción del socialismo
en la Unión Soviética.
*
Como se puede observar leyendo en forma detenida, y sobre todo,
comparando lo producido por Teoría crítica entre la etapa clásica y la tercera
etapa, hay cambios evidentes y sustanciales. De las posiciones marxistas
renovadas, que fue su base cuando apareció, Teoría crítica pasó a revisar
algunos principios y abandonar otros hasta desembocar en un socialismo
que en buena medida contemporiza con el del Antiguo Testamento. En esta
tercera etapa, coincide con el marxismo sólo en su voluntad, en su deseo, en
el anhelo de construir la justicia y la libertad sobre la Tierra.
Otra constante que se repite a lo largo de las dos etapas de Teoría crítica
analizada, más en la tercera que en la segunda, es la idea de que las teorías
humanistas, liberadoras y revolucionarias que han aparecido o se han
sucedido en la historia, cuando han triunfado o han sido oficializadas, se han
convertido en antihumanas, opresoras y contrarrevolucionarias.
Algunos hechos parecen confirmar esta hipótesis. Lo ocurrido con el
otrora progresista pensamiento de Lao Tse en China y su posterior
oficialización en el popularizado taoísmo. Con el humanismo cristiano,
cuando bajo el emperador Constantino, en el año 313, fue declarada religión
oficial del Imperio Romano y terminó, no sólo como el “opio del pueblo”,
sino como el “azote de Dios” sobre la Tierra. Con la razón revolucionaria
que se desdobló en la Ilustración, y que luego del triunfo de las revoluciones
burguesas, terminó como razón racionalizada, razón instrumentalizada al
servicio del orden dominante. Con el marxismo, que luego del triunfo de la
Revolución, particularmente en Rusia y China, terminó convertido en arma
de dominio, control y, más aún, como social-imperialismo. Con el judaísmo,
que en principio “… no significaba un estado de poder, sino la esperanza de
215
la justicia al final del mundo”, al fundar el Estado de Israel terminó como
arma del sionismo internacional y convertido en un Estado militarista-
totalitario en Medio Oriente al servicio del imperialismo inglés primero y
norteamericano después.
Estos hechos, unos más y otros menos, ocurridos en la historia han sido
el motivo para que desde su interior se esbocen posibles salidas a esta
constante de frustraciones colectivas. La idea de “La revolución
permanente” cercana a León Trotzky (1879-1940). Los postulados de “La
revolución cultural” ideada por Mao Tsetung (1893-1976). El principio de
“La revolución dentro de la revolución” acuñada por Régis Debray (1940-)
en el siglo pasado son algunos intentos por tratar el mal, no a través del mal,
pero sí desde el seno y la perspectiva del mal con el anhelo de caminar hacia
la conquista del futuro.
Las tres “revoluciones”, líneas antes anunciadas, en alguna forma son
actualizadas, por un contemporáneo, en los conceptos de desobediencia,
vigilia y despertar. Juan Pablo Feimann, sostiene: “Así, la conciencia -como
la facultad de des-obedecer, de negar lo establecido- es siempre el
fundamento del acto revolucionario, que aquí, cautelosamente, entendemos
como la visualización de otro estado de cosas, como la posibilidad de un
futuro que niega su presente que se ha vuelto intolerable. Todos sabemos, a
esta altura de los tiempos, que las revoluciones suelen implantar nuevas
situaciones intolerables, nuevos estados de opresión e injusticia. No
importa. Lo que importa es afirmar la posibilidad constante del despertar
ideológico. También es despertar oponerse a un régimen que fue un
despertar y se ha traicionado como tal. Acaso le sea esencial a la historia
despertar y oscurecer para ir en busca del nuevo despertar.”
Y en el párrafo siguiente, relacionando los conceptos líneas antes
mencionados, reitera: “El despertar es siempre amenazante para el poder,
para lo establecido. Si despertar es desobedecer, todo régimen de obediencia
-y los regímenes se instauran para ser obedecidos- buscará impedir la
conquista de la vigilia. Para el poder, el despertar es un fantasma, ya que es,
siempre, el fantasma de las viejas rebeliones, que vienen desde el fondo de
la historia y testimonian la dignidad del Hombre. Si -como propone Hannah
Arendt- el conflicto central de la historia humana es el de la lucha de la
libertad contra la tiranía, la libertad es siempre la vigilia, la lucidez, la
conciencia, el despertar, la asunción, hoy, de una lucha de siglos contra el
embrutecimiento, contra el silencio, contra la siesta triste y sofocante de los
sometidos al poder. Así, para los reyes de ayer y de hoy, el despertar es un
fantasma temible porque hace suyas todas las luchas, todas las rebeliones,
216
porque viene para reactualizarlas.” (Feimann 2005: 4 y 5)
Por otro lado, Teoría crítica, en particular en su segunda etapa, fue la
última expresión, hasta comienzos del tercer milenio, de un momento
histórico, político y filosófico en Alemania y el Mundo Occidental.
Comenzando el siglo XXI se puede apreciar que algunos de sus principales
postulados político-filosóficos, de la etapa clásica, siguen vigentes, y en la
praxis esperan su plena realización.
Estos postulados son los siguientes. Recuperar la razón crítica de control
del racionalismo, expresado en el positivismo y en el pragmatismo, primero.
Segundo, introducir esta razón, plenamente recuperada, en la vida social
para humanizarla. Tercero, ilustrar la Ilustración para que cumpla con sus
promesas anunciadas en el Siglo de las Luces. Cuarto, dar una explicación
coherente al tema razón-fantasía o razón-mito. Éstas son algunas de las
tareas pendientes de Teoría crítica, para el presente con la mirada orientada
hacia el futuro.
En el plano político-social, Teoría crítica, con sus enunciados teóricos,
fue la que orientó, en buena medida, el movimiento estudiantil del 68, en
particular en Alemania. En sus consignas centrales, “La imaginación al
poder” y “Seamos realistas, pidamos lo imposible”, está reflejada esta
influencia filosófica. De igual manera, en gran parte, el Movimiento
Autónomo actual tiene sus orígenes ideológicos en esta corriente de
pensamiento.
Además, para algunos estudiosos, su influencia habría llegado incluso
hasta los que decidieron, recurriendo al método de la vía armada, trastrocar
la razón racionalizada, la razón oficializada, la razón instrumentalizada y
dar curso, en la vida concreta, a los principios de Teoría crítica con los
resultados nada gratos ya conocidos.
Por último, de sus consecuencias, tanto negativas como positivas, se
puede decir que fue el último gran intento, nacido en las entrañas de la
sociedad alemana, para democratizar este país. Democratización que abarcó
los campos de lo público y lo privado, el plano legal e ilegal, la estructura
del Estado y de la familia, etc.
*
Para terminar con esta investigación, a través de Teoría crítica, pasamos
a retomar algunas ideas expuestas a lo largo del trabajo, y en particular, en
el primer capítulo que trata sobre la Revolución Cultural en Weimar con sus
expresiones mayores: Goethe y Fausto en el plano estético-literario y Hegel
y Fenomenología del espíritu en el nivel de la reflexión-filosófica.
Justicia-libertad, razón-fantasía, ser-conciencia, razón-mito, felicidad-
217
desgracia, teísmo-ateísmo, revolución-contrarrevolución, vida-muerte,
tener-ser son algunos de los pares contradictorios que frecuentemente
cruzan la historia y la vida de la humanidad. Contradicciones, que en alguna
forma, han sido tratadas y evidenciadas a lo largo de las páginas que forman
este volumen. El auto movimiento de sus esencias, que se evidencian en las
múltiples contradicciones, es por el lado que se mire la razón de fondo de
las mismas. Sin ellas, y su dinamismo interno, no hay forma, ni siquiera, de
imaginarse la vida en este o en cualquiera de los mundos posibles.
De los pares contradictorios mencionados, desarrollamos dos de ellos,
los mismos que tienen como base el tema de la razón. Es una idea
generalizada al interior de la humanidad, sostener que el ideal más alto de
su existencia es alcanzar la felicidad. La importancia de ella se podría
resumir diciendo: antes de la felicidad nada, después de la felicidad todo. En
la forma adecuada, en el mejor camino, en los medios más lícitos y en el
momento más preciso para su realización estriban los hondos y mortales
desencuentros al interior de los filósofos y los interesados en estos
menesteres.
Para unos esta cima, la más alta de la condición y ambición humana, se
logra teniendo como esencia y fenómeno la razón. Mientras que para otros,
se llega a estas alturas teniendo como base y vía la emoción, la fantasía.
Renato Descartes, considerado el padre de la filosofía moderna, además de
auto-considerarse un “alma pensante”, teniendo como base esta disyuntiva,
inauguró y oficializó una de las corrientes filosóficas más influyentes en el
Mundo Occidental.
Para él, la ratio es la base de la felicidad y de todo lo que es y existe.
Leamos lo que escribió: “Pero advertí luego que, queriendo yo pensar, de
esa suerte, que todo es falso, era necesario que yo, que lo pensaba, fuese
alguna cosa; y observando esta verdad: `pienso, luego existo´, era tan firme
y segura que las más extravagantes suposiciones de los escépticos no son
capaces de conmoverla, juzgué que podía recibirla sin escrúpulos, como el
primer principio de la filosofía que andaba buscando.” (Descartes 2000: 9)
Al reino de la razón, al Dios razón universalizado y expresado en
“pienso, luego existo”, como primer principio de la corriente filosófica
racionalista inaugurada por el filósofo francés, Inmanuel Kant argumentó lo
contrario. Para él, la felicidad humana, se logra a través de la fuerza de la
fantasía, de la libertad activada, de la imaginación desplegada. Sus palabras:
“Por eso no es posible, respecto a la felicidad, un imperativo que mande, en
sentido estricto, realizar lo que nos haga felices. Porque la felicidad no es un
ideal de la razón, es un ideal de la imaginación. Ella descansa en
218
fundamentos empíricos, de ellos en vano se esperará que puedan determinar
una acción por la cual se alcance la totalidad de una serie, en realidad
infinita, de consecuencias.” (Kant 2000: 26)
En esta guerra de titanes, blandiendo el arma de la razón unos y el arma
de la imaginación otros, entra a tallar Friedrich Nietzsche con su metáfora
de “el caminante en la libertad de la razón”. En realidad, lo que él hace, es
tender el puente para reconciliar la razón con la emoción y viceversa.
Leamos su argumentación: “Quien ha alcanzado la libertad de la razón,
aunque sólo sea en cierta medida, no puede menos que sentirse en la tierra
como un caminante, pero un caminante que no se dirige hacia un punto de
destino pues no lo hay… Mirará, sin embargo, con ojos bien abiertos todo
lo que pase realmente en el mundo; asimismo, no deberá atar a nada en
particular el corazón con demasiada fuerza: es preciso que tenga también
algo del vagabundo al que agrada cambiar de paisaje.” (Nietzsche 2005: 16)
Esta contradicción razón-pasión, ratio-fantasía no sólo contrapuesta
sino que enfrentada y hasta antagonizada, que Nietzsche intentó conciliar,
cubre y llena gran parte de la reflexión filosófica-moral, en busca de la
felicidad, a lo largo de la historia del hombre en este mundo.
A buena hora, para felicidad de felicidades de la humanidad, en este
nivel, hay una solución a la misma. Ella viene del Medio Oriente, a través
del escritor libanés Khalil Gibran (1883-1931). El también poeta, creemos
con justa razón, afirmó: “La razón y la pasión humana no son enemigas
irreconciliables, sino que están llamadas a entenderse si cada una desempeña
su papel. El predominio exclusivista de la razón torna al hombre frío y
calculador. La pasión desencadenada y sin frenos que le guíen es una llama
que quema hasta su propia extinción. La primera ha de gobernar a la
segunda, pero la segunda ha de vivificar a la primera, transmitirle su ímpetu
y su energía. El profeta aconseja, entonces, `descansar en la razón y moverse
en la pasión´” (Gibran 1998: 16)
Muchos creen que reuniendo la sublimación del cuerpo, el encanto del
alma y la razón razonada nos darían como resultante la felicidad humana.
Entendida de esa forma, como una abstracta sumatoria de acciones, a pesar
que la gran mayoría la conceptúa así, sencillamente es falsa de toda falsedad.
Sólo existe el acto de ser feliz, la acción de hacer feliz a otro, a otros y en
ese proceso, el que hace feliz debe tener la capacidad también de compartir
la felicidad.
La felicidad es consustancial al ser mas no al tener. El ser se cultiva, se
potencializa y se realiza. El tener se compra, se hipoteca y se vende. El ser
es eterno, el tener es circunstancial. El gran escritor, y más grande humanista
219
irlandés Óscar Wilde (1854-1900), entre otros, escribió: “Pues la aceptación
de la propiedad privada ha hecho un verdadero daño al individualismo y lo
ha hecho confuso, al confundir al hombre con lo que posee. Ha desviado y
deformado por completo al individualismo señalándole como finalidad el
provecho material y no el progreso espiritual. Hasta el punto de que los
hombres han creído que lo importante es tener, olvidando que lo importante
es ser. Porque la verdadera perfección del hombre consiste, no en lo que
tiene, sino en lo que es.” (Wilde 1981: 17 y 18)
Esa extraordinaria sensación de encanto y sublimación psico-biológica,
consecuencia de ciertos estímulos o acciones del ser, que se denomina
felicidad se reparte en ínfimos momentos. Esa felicidad del ser sólo es
experimentada en segundos o tal vez en cuestión de minutos y con el
agravante de que casi nunca se vuelve a repetir de la misma forma, tampoco
con la misma intensidad.
Para los que esperan la felicidad tangible, los que desean tener felicidad
siempre, o al final de la larga jornada acostarse con ella, sencillamente se
auto-engañan, eso es una quimera. Ese tipo de felicidad no ha existido, no
existe ni existirá. La sensación-idea de felicidad total, completa y en todo
momento, de existir, sería el ocaso de toda la existencia humana. Es por ello
que hay que compadecer a aquel miserable ser humano que se pasa la vida
malgastando los momentos felices de su vida, que puede vivirla y no la vive,
por buscar lo que nunca encontrará y esperar lo que nunca llegará.
De igual manera, en un plano colectivo, el tema de la razón- utopía para
unos, o de razón-mito para otros es un camino espinoso para comprender la
religiosidad revolucionaria, la razón liberadora, para cumplir con el anhelo
de justicia. En esta vía Erich Fromm, otro prominente miembro de Teoría
crítica, aborda el tema en cuestión y sus conclusiones son mucho más
cercanas a la etapa clásica de Teoría crítica que a las Horkheimer de la
tercera etapa.
Leamos lo que escribió el autor de Ser y tener a mediados del siglo
recientemente tramontado: “Nuestra única esperanza depende del aliciente
vigorizador de una nueva visión. Proponer esta o aquella reforma que no
cambie al sistema, es inútil a largo plazo, porque no tiene la fuerza motora
de un estímulo fuerte. Una meta `utópica´ es más realista que el `realismo´
de los dirigentes políticos actuales.”
Algunas líneas después, expone la base sobre la cual se levanta esa
“meta utópica”, y lo hace en estos términos: “… para los que no están
auténticamente enraizados en la religión teísta, la cuestión crucial es la
conversión a una nueva `religiosidad´ humanista sin religión, sin dogmas ni
220
instituciones, a una `religiosidad´ preparada desde hace mucho por el
movimiento de una religiosidad atea, desde Buda hasta Marx.” (Fromm
2002: 188)
En el nivel histórico-político la comprensión más avanzada del
problema de la relación de razón y mito, de razón y utopía, en función de
liberar la razón-racionalizada, la razón instrumentalizada (a nivel
sociológico del positivismo y del pragmatismo-utilitarismo) no vino de la
racionalizada sociedad capitalista. Vino de una zona del Nuevo Mundo. En
América Latina se dio ese feliz encuentro, para decirlo metafóricamente,
entre el realismo y lo mágico para unos o entre lo real y lo maravilloso para
otros. En otras palabras, allí se dio ese enjambre entre el mito y la revolución
social, entre la razón dialéctica y la utopía, que otros lo denominan, como
pesimismo de la realidad-presente y optimismo del mañana-ideal, o
simplemente la fantasía razonada del futuro.
José Carlos Mariátegui (1894-1930), el marxista-leninista más
esclarecido de esta parte del mundo, es autor de esta feliz conjugación. Él
comienza su disertación haciendo la diferencia, una vez más, entre razón y
racionalismo. Leamos lo que en 1924 escribió: “La experiencia racionalista
ha tenido esta paradójica eficacia de conducir a la humanidad a la
desconsolada convicción de que la Razón no puede darle ningún camino. El
racionalismo no ha servido sino para desacreditar a la razón.”
Luego, centrando en el Mundo Occidental y su carencia de fe en el
futuro, de anhelo de justicia, de mito revolucionario, continúa: “El hombre
occidental ha colocado, durante algún tiempo, en el retablo de los dioses
muertos, a la Razón y a la Ciencia. Pero ni la Razón ni la Ciencia pueden
ser un mito. Ni la Razón ni la Ciencia pueden satisfacer toda la necesidad
de infinito que hay en el hombre. La propia Razón se ha encargado de
demostrar a los hombres que ella no les basta. Que únicamente el Mito
posee la preciosa virtud de llenar su yo profundo.” (Mariátegui 1985: 23)
Una página después, vuelve sobre la virtud o fuerza del mito, y dice:
“El mito mueve al hombre en la historia. Sin un mito la existencia del
hombre no tiene ningún sentido histórico. (…) Los pueblos capaces de la
victoria fueron los pueblos capaces de un mito multitudinario. El hombre
contemporáneo siente la perentoria necesidad de un mito. El escepticismo
es infecundo y el hombre no se conforma con la infecundidad.” (Mariátegui
1985: 24 y 25)
Y relacionando mito y revolución social termina afirmando: “Lo que
más neta y claramente diferencia en esta época a la burguesía y al
proletariado es el mito. La burguesía no tiene ya mito alguno. Se ha vuelto
221
incrédula, escéptica, nihilista. El mito liberal renacentista, ha envejecido
demasiado. El proletariado tiene un mito: la revolución social. Hacia ese
mito se mueve con fe vehemente y activa. La burguesía niega; el
proletariado afirma. La inteligencia burguesa se entretiene en una crítica
racionalista del método, de la teoría, de la técnica de los revolucionarios.
¡Qué incomprensión! La fuerza de los revolucionarios no está en su ciencia;
está en su fe, en su pasión, en su voluntad. Es una fuerza religiosa, mística,
espiritual. Es la fuerza del mito. La emoción revolucionaria, como escribí
en un artículo sobre Gandhi, es una emoción religiosa. Los motivos
religiosos se han desplazado del cielo a la tierra. No son divinos, son
humanos, son sociales.” (Mariátegui 1985: 27)
De igual manera, en 1949, otro marxista latinoamericano, Alejo
Carpentier (1904-1980), en la misma línea del también llamado “Amauta”
Mariátegui, afirmó: “Y comprendía, ahora, que el hombre nunca sabe para
quién padece y espera. Padece y espera y trabaja para gentes que nunca
conocerá, y que a su vez padecerán y esperarán y trabajarán para otros que
tampoco serán felices, pues el hombre ansía siempre una felicidad situada
más allá de la porción que le es otorgada. Pero la grandeza del hombre está
precisamente en querer mejorar lo que es. En imponerse Tareas. En el Reino
de los Cielos no hay grandeza que conquistar, puesto que allá todo es
jerarquía establecida, incógnita despejada, existir sin término, imposibilidad
de sacrificio, reposo y deleite. Por ello, agobiado de penas y de Tareas,
hermoso dentro de su miseria, capaz de amar en medio de las plagas, el
hombre sólo puede hallar su grandeza, su máxima medida en el Reino de
este Mundo.” (Carpentier 1997: 142 y 143)
Descansar en la razón, moverse en la emoción. Vivir en la realidad,
soñar con una utopía. Ser consciente de la vida concreta, luchar por la
realización del mito de la revolución social parece ser algunos principios
que vibran, que palpitan eternamente al interior del alma humana. Ahí
parece encontrarse la fuente de la sima de su desgracia como la causa última
de la cima de su felicidad. De igual modo la razón de sus sobras y la razón
de sus luces en su paso por este mundo.
De ser así, tanto como individuos o como colectividades, tenemos
nuestro tiempo histórico, tenemos nuestro espacio en el mundo, tenemos
nuestras tareas que cumplir, tenemos nuestra libertad para decidir, tenemos
nuestros sueños que realizar. Por último, tenemos nuestra razón, nuestra
voluntad y nuestra fantasía para construir un mundo diferente; convencidos
que el presente es mejor que el pasado y que el futuro será siempre mejor
que el presente. En la medida que el hombre en posesión de la razón y la
222
emoción, de la realidad y la utopía existe para que pueda existir todo lo que
aún no existe.
NOTAS
223
de las consignas democráticas, acaba dando la letra al himno alemán bajo el régimen
Nazi.”(Villacañas, 1996: 19)
(5) Adolfo Hitler, haciendo una confesión de parte, recordando sus años de juventud,
respecto a los colores de la bandera y a la letra del himno alemán, escribió: “Siendo
relativamente joven, tuve oportunidad de participar en una lucha de nacionalidades en
la antigua Austria. Teníamos una sociedad escolar y expresábamos nuestro sentir a
través de hombres ancianos y por medio de los colores negro, rojo y oro; había vítores
y cantábamos el Deutschland über alles ...” (Hitler, 2013: 10)
CAPÍTULO I
(1) Nicolás de Cusa fue un típico personaje del Renacimiento. Fue matemático,
astrónomo, astrólogo, filósofo, abogado y teólogo. Estudió filosofía en la Universidad
de Heidelberg de la cual fue expulsado (es el primer caso de esta naturaleza que se
registra en las universidades alemanas) por criticar la incapacidad de los profesores;
por este motivo se trasladó a la Universidad de Papua-Italia para estudiar derecho,
especialidad en la cual se doctoró. Finalmente, terminó estudiando teología en la
Universidad de Colonia-Alemania.
(2) Además de los cuatro Faustos aquí mencionados, hay que recordar que el escritor
alemán Gotthold Ephraim Lessing (1729-1781) escribió una pieza teatral, que no logró
concluir, con el nombre Fausto. Otro alemán, Heinrich Heine (1797-1856), escribió de
igual modo en el año 1851 su Poema bailable. Doctor Fausto. El escritor ruso Anatoli
Lunacharski (1875-1933) en 1902 escribió Fausto ruso. En 1946 el francés Paul Valéry
(1871-1945) escribió Mi Fausto. Otro tanto se ha hecho por el lado de la música.
(3) La curiosidad por lo prohibido, la rebeldía contra la opresión, la sabiduría ante la
ignorancia, la aventura frente a la seguridad, entre otros, son pares naturales al interior
de la esencia del alma humana. Incluso desde el punto de vista de la religión judeo-
cristiana predominante en Occidente, el mundo es mundo gracias a estos pares
contradictorios líneas antes mencionados. Adán y Eva, en el Antiguo Testamento, para
el común de los arriba mencionados, hicieron el mundo tal y como es como
consecuencia de su rebeldía, de su curiosidad, de su voluntad de aventura y de su deseo
de conocer.
(4) Un ejemplo ilustrativo es lo que el psicoanalista Harry Stack Sullivan, seguidor de
Freud, al respecto escribe: "La persona que cree que voluntariamente se desprendió de
sus primeras amarras y aceptó por elección nuevos dogmas, en los cuales se ha
adoctrinado a sí mismo diligentemente, es con toda seguridad una persona que ha
sufrido gran inseguridad. Es a menudo una persona cuya organización personal es
derogativa y llena de odio. El nuevo movimiento le ha dado apoyo colectivo para la
expresión de antiguas hostilidades personales que son dirigidas ahora contra el grupo
del cual proviene. La nueva ideología racionaliza la actividad destructiva de tal manera
que parece casi, si no totalmente, constructiva. La nueva ideología es especialmente
paliativa para los conflictos por medio de sus promesas de un mundo mejor, que se
levantará de las ruinas a las que debe ser reducido el orden actual. En esta Utopía, la
persona y sus compañeros buenos y amables, pues no habrá más injusticias, y demás
224
tonterías. Si su grupo se encuentra entre los más radicales, la actividad de la memoria
más remota en la síntesis de decisiones y elecciones puede ser suprimida casi
completamente, y la actividad del ensueño que anticipa el porvenir, canalizada
rígidamente dentro de las normas dogmáticas. En este caso, excepto en sus relaciones
con sus compañeros radicales, el hombre puede actuar como si hubiera adquirido el
tipo psicopático de personalidad..." (Citado por Marcuse 2003: 233 y 234).
Herbert Marcuse entiende a esta corriente psicoanalítica como una mala
interpretación de las enseñanzas de Sigmund Freud. Leamos: "Un profundo
conformismo gobierna esta psicología, que supone que todos aquellos que se
`desprendieron de sus primeras amarras´ y llegaron a ser `radicales´ (corresponde a
todos, desde Jesús hasta Lenin, desde Sócrates hasta Giordano Bruno) y que identifica
casi automáticamente `la promesa de un mundo mejor´ con la Utopía, su esencia con
el `ensueño´ y el sueño sagrado de la humanidad de justicia para todos con el
disentimiento personal (no más injusticia `para ellos´) de tipos desajustados. Esta
`operación´ de identificación de la salud mental con el `éxito ajustativo´ y el progreso
elimina todas las reservas con las que Freud cercó el objeto terapéutico de adaptación
a una sociedad inhumana y así se compromete el psicoanalista con esa sociedad mucho
más de lo que Freud lo hizo antes." (Marcuse 2003: 235).
(5) Hay muchas investigaciones que demuestran que en las culturas antiguas la muerte
no tenía los contornos trágicos que tiene a partir de las sociedades esclavistas donde la
religión aparece ya sistematizada. En algunos casos, como en la Grecia antigua, se
aceptaba morir cuando esta muerte era gloriosa y además cuando podía ser una muerte
bella.
Siguiendo al especialista en el tema Jean Pierre Vernant y tomando como
simbólico la muerte de Héctor en su enfrentamiento con Aquiles en la Iliada de
Homero, la psicoanalista Matilde Ureta escribe: "La muerte gloriosa y valerosa en la
lucha impregna al héroe con cualidades que le permiten su finitud y perdurar en los
hombres de las distintas épocas. La vida heroica se muestra como tal cuando es digna
de ser cantada por los poetas. (...) La vida breve, la proeza y la bella muerte solamente
tienen sentido en la medida en que, encontrando su sitio en el tipo de canto presto para
acogerlas y magnificarlas, confieren al héroe mismo el privilegio de ser oído, objeto de
canto, digno de ser cantado." (Ureta 2005: 58).
De la misma manera, Eduardo Galeano informa que en los aztecas se premiaba
con la muerte a los que triunfaban en las prácticas de lo podríamos llamar el proto-
fútbol. Leamos: "Cuando el juego concluía, la pelota culminaba su viaje: el sol llegaba
al amanecer después de atravesar la región de la muerte. Entonces para que el sol
saliera, corría la sangre. Según algunos entendidos, los aztecas tenían la costumbre de
sacrificar a los vencedores. Antes de cortarles la cabeza, les pintaban el cuerpo en
franjas rojas. Los elegidos de los dioses daban su sangre en ofrenda, para que la tierra
fuera fértil y generoso el cielo." (Galeano 1996: 27).
(6) Después de Goethe, en los tiempos modernos en Occidente, el tema del alma
humana como joya preciada, en permanente disputa entre “Dios” y el “Diablo”, ha
sido abordada desde distintas perspectivas y por diferentes estudiosos. Hasta antes que
aparezcan las especialidades que directamente se encargaron de tratar el tema, los
225
psiquiatras y los psicólogos, otros ya habían buceado en "el subsuelo del espíritu",
como decía Nietzsche, en esta encarnizada guerra deicida.
Uno de los primeros, en los tiempos modernos, en caminar sobre este terreno
movedizo fue el poeta alemán Heinrich Heine. En una parte del poema titulado Adán,
el primero, en directa discusión con Dios, escribió: "No impedirás que sepa hasta qué
punto eres pequeño y sin valor, aunque pretendas darte tantas ínfulas con la muerte y
la tempestad. ¡Oh, Dios, hasta qué extremo es deplorable este `Consilium-abeundi´! ¡A
eso lo llamo yo un `Magnificius´ del Universo, un `Lumen-Mundi´! No voy a echar de
menos nunca más las estancias paradisíacas. Tu paraíso no era verdadero. Había
árboles prohibidos. ¡Quiero todo el derecho de ser libre! Si me ponen la menor traba,
para mí se convierte el paraíso en un infierno y en una cárcel." (Heine 1981: 58 y 59).
Luego Fedor Dostoyevski (1821-1881), además del extraordinario escritor que fue,
en realidad fue el primer gran huaquero del alma humana. Las razones tienen que ver
con el momento que le tocó vivir ligado a su nada fácil experiencia personal. Leamos
lo que en una de sus novelas en torno a esta guerra entre Dios y el hombre, escribió:
"La vida es dolor, la vida es terror y el hombre es desdichado. Ahora todo es dolor y
terror. Ahora el hombre ama la vida porque ama el dolor y el terror, y ahí está todo el
engaño. Ahora el hombre no es todavía lo que será. Habrá un hombre nuevo, feliz y
orgulloso. A este hombre le dará lo mismo que vivir que no vivir; ese será el hombre
nuevo. El que conquiste el dolor y el terror será por ello el mismo Dios. Y el otro Dios
dejará de serlo. -Entonces, según usted, ¿ese otro Dios no existe?- No existe, pero es.
En la piedra no hay dolor, pero sí lo hay en el horror a la piedra. Dios es el dolor
producido por el horror a la muerte. El que conquiste el dolor y el horror llegará a ser
Dios. Entonces habrá una vida nueva, un hombre nuevo, todo será nuevo... Entonces
la historia se dividirá en dos partes: desde el gorila hasta el aniquilamiento de Dios y
desde el aniquilamiento de Dios hasta... (Dostoyevski 1984: 143).
Friedrich Nietzsche que se consideró, en alguna forma, seguidor del autor líneas
arriba citado, en una confesión de parte, dice: "... de Dostoyesvski, el único psicólogo,
dicho sea de paso, del que yo he tenido que aprender algo: él es uno de los más bellos
golpes de suerte de mi vida,..." (Nietzsche 1998: 129). El filósofo descubre
relativamente tarde (1887) al autor ruso y siguiendo en gran medida sus huellas, en
particular en torno a la idea del Hombre nuevo que podría ser el padre espiritual del
Superhombre, sostiene: "Y el gran mediodía es la hora en que el hombre se encuentra
a mitad de su camino entre el animal y el Superhombre y celebra su camino hacia el
atardecer como su más alta esperanza: pues es el camino hacia una nueva mañana.
Entonces el que se hunde en su ocaso se bendecirá a sí mismo por ser uno que pasa al
otro lado; y el sol de su conocimiento estará para él en el mediodía. `Muertos están
todos los Dioses: ahora queremos que viva el Superhombre´.-¡Sea ésta alguna vez, en
el gran mediodía, nuestra última voluntad!" (Nietzsche 1995: 123).
En esta misma puya deicida, el poeta César Vallejo (1892-1938), en una parte de su
poema Los dados eternos, poetizó: "Dios mío, estoy llorando el ser que vivo; me pesa
haber tomádote tu pan; pero este pobre barro pensativo no es costra fermentada en tu
costado: tú no tienes Marías que se van. Dios mío, si tú hubieras sido hombre, hoy
supieras ser Dios; pero tú, que estuviste siempre bien, no sientes nada de tu creación.
226
Y el hombre sí te sufre: ¡el Dios es él!" (Vallejo 1988: 105).
Por último, con la influencia del novelista ruso y del filósofo alemán es menester
recordar que desde la óptica de la psiquiatría, por estos tiempos, aparece la gran figura
del austríaco Sigmund Freud (1856-1939) quien teniendo como concepto principal lo
inconsciente, que domina sobre la psiquis, removió y atormentó, desde la perspectiva
de las almas tranquilas, la conciencia humana. Desde entonces los psiquiatras primero
y los psicólogos después ganaron la guerra a los curas en el tratamiento y control de
las almas en las sociedades modernas. Ello tiene su consecuente en que los diálogos
terminaron reemplazando a los fármacos en los tratamientos de los males espirituales.
(7) Hay que recordar que Hegel fue invitado a la Universidad de Berlín (hoy Wilhelm
von Humboldt) por el emperador en 1818. Para entonces Hegel ya había hecho conocer
tres de las cuatro obras mayores que fueron corregidas y publicadas por él.
Fenomenología del espíritu en 1807 en Jena. Ciencia de la lógica en 1816 en Nürnberg.
Enciclopedia de las ciencias filosóficas en 1817 en Heidelberg. Y Líneas básicas de la
filosofía del derecho fue publicada en 1820, la que había sido escrito con anterioridad,
en Berlín. De lo expuesto se deduce que Hegel ya tenía un nombre y una obra lo
suficientemente conocida, y no era menester el apoyo del emperador para su
reconocimiento como uno de los más grandes filósofos de la historia humana.
La verdad es que en los últimos años, de los 11 que permaneció en Berlín, fue Hegel
rector de la universidad y fue considerado como el filósofo oficial del Imperio prusiano.
Y ello parece ser más por convicción que por oportunismo o acomodo personal, como
piensan algunos de sus oponentes. En la medida que Hegel pensaba que para que la
vida política fluya correctamente los Estados deberían estar gobernados por los reyes
filósofos y no por los filósofos reyes como pensaba Platón. Esa feliz coincidencia creía
Hegel encontrar en la persona del Emperador de aquel entonces. Leamos lo que él
escribió al respecto: "Pero Federico el Grande no sólo introdujo a Prusia, como
potencia protestante, entre los grandes Estados de Europa, sino que además fue un rey
filósofo, un fenómeno enteramente típico y único en la Edad moderna. (...) Tuvo, sobre
todo, la conciencia de la universalidad, la cual constituye la hondura última del espíritu
y la fuerza del pensamiento consciente de sí mismo." (Hegel 1998: 441)
CAPÍTULO II
(1) Los primeros días de mayo de 1875, Marx escribió una carta a Wilhelm Bracke
(1842-1880) adjuntando un comentario que lleva por título Glosas Marginales al
Programa del Partido Obrero Alemán, más conocido con el nombre de Crítica al
programa de Gotha, para que lo hiciese llegar a los principales dirigentes del futuro
partido. Allí Marx criticaba duramente cada uno de los puntos del Programa del partido.
Con algunas pequeñas enmiendas, el programa fue aprobado y eso significó que dicha
organización nació como un partido del orden. A la vez Marx y Engels tuvieron que
deslindar ideológica y políticamente con los anarquistas, encabezados por Mijaíl
Bakunin (1814-1876), quienes endosaban a los nombrados ser los autores del
mencionado programa.
(2) Sobre la participación electoral de un partido revolucionario, Engels, recordando
227
la experiencia del Partido Socialista en las elecciones en la Alemania del Norte,
escribió: "Ya el Manifiesto Comunista había proclamado la lucha por el sufragio
universal, por la democracia, como una de las primeras y más importantes tareas del
proletariado militante, y Lassalle había vuelto a recoger este punto. Y cuando
Bismarck se vio obligado a introducir el sufragio universal como único medio de
interesar a las masas del pueblo por sus planes, nuestros obreros tomaron la cosa
inmediatamente en serio y enviaron a Augusto Bebel al primer Reichstag
Constituyente." (Engels 1974: 683).
Luego de exponer el hecho, saca la enseñanza y generaliza: "Y, desde aquel día,
han utilizado el derecho de sufragio de un modo tal, que les ha traído incontables
beneficios y ha servido de modelo para los obreros de todos los países. Para decirlo
con las palabras del programa marxista francés, han transformado el sufragio universal
de medio de engaño que había sido hasta aquí en instrumento de emancipación. Y
aunque el sufragio universal no hubiese aportado más ventaja que la de permitirnos
hacer un recuento de nuestras fuerzas cada tres años; la de acrecentar en igual medida,
con el aumento periódicamente constante e inesperadamente rápido del número de
nuestros votos, la seguridad en el triunfo de los obreros y el terror de sus adversarios,
convirtiéndose con ello en nuestro mejor medio de propaganda;...".
Y finalmente: "Pero con este eficaz empleo del sufragio universal entraba en
acción un método de lucha del proletariado totalmente nuevo, método de lucha que se
siguió desarrollando rápidamente. Se vio que las instituciones estatales en las que se
organizaba la dominación de la burguesía ofrecen nuevas posibilidades a la clase
obrera para luchar en contra de estas mismas instituciones. Y se tomó parte en las
elecciones a las dietas provinciales, a los organismos municipales, a los tribunales de
artesanos, se le disputó a la burguesía cada puesto, en cuya provisión mezclaba su voz
una parte suficiente del proletariado. Y así se dio el caso de que la burguesía y el
gobierno llegaron a temer mucho más la actuación legal que la actuación ilegal del
partido obrero, más los éxitos electorales que los éxitos insurreccionales." (Marx y
Engels 1974: 683 y 684)
(3) En el II capítulo de nuestro libro publicado el año 2000, titulado Vargas Llosa.
Entre el mito y la realidad. Posibilidades y límites de un escritor latinoamericano
comprometido, hemos desarrollado con alguna amplitud esta polémica sobre el
compromiso político del intelectual.
(4) Comúnmente se conceptúa a la moral como la disciplina que pone los límites entre
lo malo y lo bueno, entre lo justo y lo injusto, entre lo digno y lo indigno, etc. Y a la
ética como la disciplina que sintetiza y estudia estos límites, leyes y principios. Se
defina como se defina, hay que mencionar que la moral, y por tanto la disciplina que
lo estudia, es histórica, por lo tanto es cambiante y además obedece a determinadas
características socio-culturales.
La discusión, en los últimos siglos, se centra en aceptar o no que la humanidad en
su conjunto ha llegado a un determinado nivel de desarrollo, hecho que le permite
aceptar universalmente ciertos principios morales y que los mismos deben ser
respetados por todos los seres humanos sin condición alguna. Este enunciado teórico
ha logrado mucha resonancia y hasta aceptación en gran parte del mundo. Pocos lo
228
discuten y menos son los que se oponen. Eso, naturalmente, en teoría. En la práctica,
el enunciado teórico, en la mayoría de los casos ha terminado como tal.
(1). Esta tesis ha sido y es frecuentemente asociada a Nicolás Maquiavelo; pero en
realidad ella se encuentra, por primera vez, en el libro Medulla theologiae moralis
escrita por el padre jesuita alemán Hermann Busenbaum (1600-1668) que fue
publicado en 1650. Algunos párrafos después, Weber relacionando a Maquiavelo con
el "maquiavelismo" dice: "El `maquiavelismo´ verdaderamente radical, en el sentido
popular del término, está representado en la literatura hindú en su forma clásica en el
Arthashastra de Kautilya; a su lado, el Príncipe de Maquiavelo es inofensivo." (Weber
1992: 157).
CAPÍTULO III
(1) Entre las investigaciones más conocidas sobre esta problemática, podemos
mencionar los libros Weimar y el encanto del Jefe. Las visitas de Adolf Hitler. Autor
Holm Kirten, Colonia 2001. Hitler en Weimar. El caso de una ciudad cultural en
Alemania. Autor Volker Mauersberger, Berlin 1999 y El vecino Buchenwald. La ciudad
de Weimar y su campo de concentración. Autor Jens Scheley, Colonia 1999.
(2) En las guerras y los enfrentamientos descritos en Das Nibelungenlied, la cuestión
económica no está, de ninguna manera, al margen. El oro de los Nibelungos fue uno de
los motivos centrales. Se dice que Hagen arrojó el tesoro al río Rin y con su muerte, a
manos de Crimilda, esta pérdida se habría consumado para siempre.
Hay que recordar que en esta misma época se escribieron algunos otros cantares
como Chanson de Roland en Francia y El cantar del Mío Cid en España. Los tres
cantares reflejan en gran medida las características del mundo medieval. Acorde con la
época, los tres cantares son anónimos. Las guerras y la violencia individual-colectiva
están presentes en los tres cantares. Lo que diferencia la épica alemana de las dos
restantes es su profundidad, al evidenciar las acciones humanas y a la vez su sentido
totalizador.
En Das Nibelungenlied se encuentra entremezclado el amor y el odio, la lealtad y la
traición, y naturalmente las ambiciones y los desprendimientos, en un nivel. En otro
nivel, hay valor y cobardía, hay triunfos y derrotas; así de compleja, la vida humana no
se encuentra reflejada en las otras dos canciones aquí mencionadas.
(3) Los prusianos modernizaron las corporaciones medievales a nivel socio-
organizativo y en el plano económico, en muchos niveles, militarizaron la producción
económica. Leamos lo que dice Deborin al respecto: "Las autoridades recorrieron a la
coerción extraeconómica, respecto de los obreros, en interés de los capitalistas; estas
medidas de violencia presentaban un carácter diverso. Así, por ejemplo, quienes
cumplían condena en los correccionales, eran obligados a trabajar para los capitalistas.
Correccionales enteros fueron convertidos en empresas manufactureras. Después de la
Guerra de los Treinta Años, el ejército permanente fue, sobre todo en Brandenburgo-
Prusia, un elemento que contribuyó a la formación del proletariado. Una parte de los
soldados trabajaban para empresas capitalistas en los mismos cuarteles. El trabajo
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asalariado de los soldados adquirió gran significación particularmente durante los
permisos, que se prolongaban gran parte del año. Hay que subrayar que esta operación
era tan ventajosa para las autoridades como para los patrones, puesto que los soldados-
obreros percibían sólo la mitad del salario. Este mismo papel de trabajo asalariado era
cumplido por las mujeres de los soldados. El `proletariado militar´ contituía una parte
muy considerable del proletariado en general." (Deborin 1968: 123).
(4) El problema de la violencia, consecuencia de la necesidad, en Alemania, no fue sólo
patrimonio de los prusianos. Es conocida la participación de cientos de mercenarios
hessistas que se alistaron bajo las órdenes de las fuerzas armadas inglesas. Éstos fueron
los más aguerridos luchadores contra las fuerzas independentistas en EEUU. En
descargo de ello, algunos hessistas actuales dicen que estos mercenarios no fueron
tales, que ellos fueron obligados por sus señores a guerrear a favor de las fuerzas
colonialistas.
(5) Con la Primera Guerra Mundial terminó el Imperio Prusiano y hasta el término
“Prusia” desapareció de la vida oficial. Ninguna región, Estado, pueblo grande o
pequeño lleva este nombre. El término es utilizado muchas veces peyorativamente, en
la actual Alemania, para designar la mentalidad despótica, intolerante y de obediencia
que frecuentemente se endilga a los habitantes del norte del país.
Una excepción a tomarse en cuenta es la relacionada a que los prusianos no lograron
imponer al resto de Alemania su modo o estilo de hablar el idioma alemán, que aún se
conserva, principalmente, en Berlín. ¿Será porque la aristocracia y la intelectualidad
prusiana hablaban en francés? El alemán oficial-culto (Hochdeutsch) se considera que
se habla, en los últimos decenios, en Bajo Sajonia-Hannover. Para ser más exactos, se
podría decir, que el alemán que se habla en esta zona es el alemán estándar.
(6) Tolstói, en el Epílogo a su novela aquí mencionada, en una discusión de sobremesa
al interior de una familia aristocrática rusa, hace hablar a algunos de sus personajes: "Y
así, todo está podrido. La corrupción y el latrocinio reinan en los tribunales; el palo es
la única ley en el ejército. Ahogan la instrucción y tiranizan al pueblo. Persiguen todo
lo que es joven y honrado. Todos ven que esto no puede seguir así. La cuerda está
demasiado tirante y debe romperse -añadió Pierre-" Líneas después, continuando la
discusión, en estos términos: "Déjalo -dijo Pierre, tomando a Nikolai por el brazo; y
prosiguió- Les expliqué que eso es poco, que hay que hacer algo más que permanecer
a la espera de que de un momento a otro se rompa la cuerda tensa. Cuando todo el
mundo aguarda una convulsión inevitable, es urgente que el mayor número posible de
hombres se mantenga firme para resistir a la catástrofe general." Y en la siguiente
página narra la respuesta de uno de los interlocutores: "Fíjate en lo que voy a decirte -
dijo levantándose y dejando la pipa con un movimiento nervioso-.Yo no puedo darte
pruebas; dices que todo va mal en Rusia y que vamos a llegar a una revuelta; yo no lo
veo así." (Tolstói 1987: 1403 y 1405).
Este Epílogo fue escrito en 1869. La revolución de 1905, la revolución democrática
de febrero de 1917 y la revolución socialista de octubre de 1917 dieron la razón a Pierre
en la fantasía y a Tolstói en la realidad. Ellos no estuvieron equivocados como pensaba
uno de sus interlocutores.
Estos mismos pronósticos de revuelta y revolución se encuentran a lo largo de la
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novela Los demonios, del también escritor ruso Fedor M. Dostoyevski (1821-1881), la
misma que fue publicada casi medio siglo antes de los acontecimientos arriba
mencionados en Rusia.
(7) Por su parte Hermann Hesse, a comienzos de la década del 20 del siglo pasado,
avizoraba la aparición del Nacional Socialismo en estos términos: "No estuvo en la
guerra, no ha experimentado el estremecimiento debido a Einstein de los fundamentos
del pensamiento humano hasta hoy (esto cree él que importa sólo a los matemáticos),
no ve cómo por todas partes se está preparando la próxima conflagración; estima
odiosos a los judíos y a los comunistas, es un niño bueno, falto de idea, alegre, que se
concede importancia a sí mismo, es muy envidiable." (Hesse 1998: 93).
(8) Es bueno recordar que una de las definiciones clásicas de todo Estado es que es un
aparato burocrático y militar que aparece en el momento y en el lugar donde y cuando
la sociedad se ha dividido en clases sociales con intereses antagónicos. Los pilares del
Estado, burocracia y fuerzas armadas, tienen roles diferentes que se conjugan. El
aparato burocrático y el aparato militar, sin estos dos componentes, sencillamente no
existe Estado. Pero algo diferente y especial es cuando la burocracia nace o es
militarizada como fue en el caso que analizamos.
La telaraña en la cual se mueven los empleados con sus manuales y los funcionarios
con sus leyes y reglamentos fue motivo de una gran novela escrita por Franz Kafka
(1883-1924) en los mismos años que Weber hacía sus investigaciones sobre la
burocracia. Der Prozess (El proceso). Lo central del largo relato está sintetizado en la
figura metafórica de la jaula que busca a su pájaro.
(9) Erich Fromm sostiene que uno de los prototipos de esta mentalidad burocrática fue
el cumplido funcionario del nacional socialismo Adolf Eichmann (1906-1962).
Leamos lo que escribe: "Eichmann fue un ejemplo extremo de lo que es un burócrata.
Eichmann no envió a la muerte a cientos de miles de judíos porque los odiara; no odiaba
ni amaba a nadie. Eichmann `cumplió con su deber´: se mostró obediente cuando envió
a los judíos a la muerte; fue tan obediente como cuando le encargaron sencillamente
que apresurara la emigración judía de Alemania. Sólo le importaba obedecer las reglas;
únicamente se sentía culpable cuando las desconocía." (Fromm 2002: 174).
(10) El nacional socialismo, como toda organización política, y en especial como
representante principalmente de las clases medias, estuvo cruzado de contradicciones.
El sector que copó la dirección puede ser caracterizado como los más radicales
nacionalistas-imperialistas-anticomunistas. Existía el sector centrista que era la
mayoría cuantitativa y oscilaba según las circunstancias del momento. Por último, el
sector que ponía el acento en el carácter obrero y socialista del movimiento con
presencia en las bases y sin poder de decisión.
Además de lo mencionado, es conocida, de igual modo, la tendencia al
misticismo, al ocultismo y al esoterismo, quizá no tanto al interior del Partido, más bien
al interior del movimiento nacional-socialista. Este comenzaría con el reclamo de que
el origen de la raza, de la lengua y la cultura se ubicaría en la India; y es por ello que
hay que volver hacia ella. Continuaría con la utilización del signo mayor del nacional-
socialismo, que viene del Oriente, la esvástica. Un conocedor del tema, Abel Posse,
sostiene: “Las religiones nos revelan conocimientos a través de una epifanía, de los
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profetas, de un Mesías, en cambio los nazis creían que el hombre había tenido un
conocimiento que había destruido en su decadencia y que había que reconstruir o
reencontrar ese conocimiento oculto. Estimaban que para ello había que viajar al
Oriente, donde el hombre había preservado esa visión y ciertos poderes superiores de
la condición humana. Los nazis pensaban que el hombre estaba frustrado en su
evolución, que estaba detenido en su evolución y que en la mente humana había la
misma energía que en un átomo y que había que liberarla. Esa energía en este mundo
ocultista se llama el vril; es el nombre que dan algunos ocultistas a esta fuerza que en
el hombre parece en el acto de heroísmo o en la furia de la madre cuando ve que
amenazan a su hijo, en la indignación del justo o en la del hombre que necesita salvar
su vida en una situación límite.” (Carcía 2005: 135)
En este abanico de fuerzas se sostiene que Hitler, al interior del partido, no fue del
ala radical. Se dice que fue el típico representante del centro que en ciertos momentos
y circunstancias se apoyaba, indistintamente, en algunas de las corrientes en pugna.
Noam Chomsky sostiene que ésta fue la razón del por qué la burguesía imperialista de
Europa, y en parte de EEUU, apoyaron económica y políticamente a Hitler.
(11) El filósofo Georgy Lukacs (1885-1971) sostiene en su libro El asalto a la razón
que el irracionalismo, el misticismo, el voluntarismo que fueron algunos de los
componentes de la ideología del nacional socialismo, no era nuevo en el pensamiento
de la élite intelectual alemana. Los tres últimos exponentes de dichas corrientes habrían
sido Arthur Schopenhauer (1788-1860) con su teoría sobre el papel de la “voluntad en
la política y en la historia”, Friedrich Nietzsche con su teoría de la “raza pura” y del
“Superhombre” y Martín Heidegger con su frase de que “... sólo en idioma alemán se
puede realmente filosofar”. En este ambiente ideo-filosófico, el camino intelectual
estaba allanado para el asalto a la razón, como él denomina a la acción del nacional-
socialismo en Alemania.
(12) Los arios que muy posiblemente vienen de la provincia de Areana-India, según
Tácito, de haber existido, se habrían ubicado en el sur de Polonia (en Cracovia). Por lo
tanto hasta en eso los nazis manipularon a la población alemana con el argumento de
que ellos son descendientes directos de la raza pura y superior.
En relación a este argumento de la raza pura y superior, Juan José Sebreli,
recogiendo la información de las últimas investigaciones al respecto, escribe: "La
biología genética, la antropología evolucionista y la sociología niegan la superioridad
de una raza sobre la otra. La biología, la antropología y la historia rechazan la
superioridad de un sexo sobre el otro. La paleontología, la antropología y la historia
muestran que la agresividad humana no es innata en el hombre. La psicología infantil
de Piaget enseña que el juicio moral no deriva de la autoridad sino del respeto mutuo
y de las relaciones de reciprocidad. De estos datos puede concluirse que toda sociedad,
toda cultura, por muy antigua y prestigiosa que sea, que practique el racismo, el
sexismo, la violencia y el autoritarismo tienen fundamentos objetivamente falsos; su
identidad cultural se basa en juicios éticos inferiores." (Sebreli 1992: 73 y 74).
(13) La nada fácil investigación histórica, pública en 1995, realizada por el Instituto de
investigación social de Hamburgo que preside el profesor Jan-Philipp Reemtsma,
titulada Guerra de exterminio. Crímenes de las fuerzas armadas, es un trabajo
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seriamente documentado sobre la acción de las fuerzas armadas alemanas en el régimen
del nacional-socialismo. El título de la investigación resume en gran medida el
contenido del libro.
(14) Aquí deseamos hacer un par de acotaciones. En primer lugar, ha sido y es conocida
la relación de muchísimos personajes que se reclaman judíos o de ascendencia judía,
especialmente al interior de la intelectualidad, con el marxismo o las ideas libertarias,
por lo tanto son ateos. Algunos han ido mucho más allá y han sido militantes y hasta
altos dirigentes de los Partidos Comunistas o del movimiento comunista internacional.
6 de los 22 miembros que conformaban el Comité Central bolchevique, cuando triunfó
la revolución en 1917 encabezados por León Trotzsky, se reclamaban ser o tener
ascendencia judía.
En la actualidad podemos mencionar a Noam Chomsky, Juan Gelman, Juan Pablo
Feimann, Ariel Dorfman, Uri Avnery que reclaman ser o aceptan tener antecedentes
judíos y son ateos. Más aún, combaten al sionismo y no se identifican para nada con la
política del Estado de Israel.
Por otro lado, el problema de la “identidad”. Hasta el momento nadie, ni judío ni no
judío, ha definido con alguna precisión lo que significa la “identidad” judía. Unos dicen
que la esencia que define al judaísmo es la religión judaica. Unos segundos sostienen
que es el idioma hebreo. Unos terceros sostienen que se es judío, cuando la madre es
judía y a los varones se les ha practicado la circuncisión. Unos cuartos sostienen, que
es su historia. Unos quintos, que es un pueblo y su cultura. Por último hay otros que
sostienen, los más conservadores, que es la sangre-raza judía. Para Max Horkheimer,
por ejemplo, lo que determina al judaísmo es la religión judaica y más: “… la esperanza
en la justicia al fin del mundo.” (Horkheimer 2000: 235)
Después de todo la realidad nos lleva a pensar que la tan traída y llevada “identidad”,
como todas las denominadas identidades del mundo, no son más ni menos que
construcciones ideológicas, elaboraciones mentales, deseo, voluntad o anhelo
sistematizadas por los grupos que orientan al colectivo y luego por las clases
dominantes para ejercer control y dominio. Para ello se valen del viejo argumento:
Nosotros, sí. Ustedes, no. Cuando se considera positivo. O ustedes, sí. Nosotros, no.
Cuando se considera negativo. Es decir, una vez más, la vieja pero siempre útil la teoría
del otro.
Sobre esta construcción psico-ideológica se ha repetido ciertas constantes, falsas o
verdaderas, de carácter histórico-cultural al interior del colectivo, al pasar el tiempo,
ese repetirse constante deviene sentimiento o el denominado Inconsciente colectivo del
cual hablaba Carl Gustav Jung. A través de ese permanente repetirse se mimetiza hacia
adentro, por un lado, y se diferencia hacia afuera, por otro lado. El eco natural de esta
constante prédica es lo que genera coherencia al interior de los grupos. Esto se ha dado
en casi todas las culturas y pueblos.
La construcción y organización familiar es su expresión y modelo primogénito que
viene a ser el modelo histórico-primario. Luego se experimenta algún cambio. De lo
inconsciente-dado se pasa a lo consciente-deseado que viene a ser el modelo histórico-
secundario, concretizado en el clan. En este esquema, en un primer momento,
sobrevalorar las diferencias y desvalorizar las similitudes entre los seres o grupos
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humanos y en un segundo momento hacer lo inverso, viene a ser la regla de oro de
todas estas corrientes que se expresan a través del nacionalismo, el naturalismo, el
regionalismo, el provincialismo, etc.
Cuando entre ellos buscan lo que supuestamente les une y luego levantan ello como
símbolo de su “identidad” para terminar en el absurdo, en la medida que la “identidad”,
antigua ley de la lógica formal, en cualquiera de sus expresiones, es una falacia. Nadie
es idéntico ni siquiera consigo mismo, dicho de otro modo, el ser humano es una unidad
circunstancial en la forma por ser una diversidad constante en la esencia. Y éste no
coincidirse, este desajuste es la causa del movimiento, del progreso, de la vida. Y todo
ello simple y llanamente porque el ser humano es dialéctico en su realidad-real aunque
sea metafísico en su realidad-pensante.
La vida y la historia del escritor Egon Erwin Kisch (1885-1948) es un buen caso que
ilustra parte de este recorrido y sobre todo su proyección. En él la “identidad”, si es
que tenemos que hablar de “identidad”, en base al pasado es cuestionada y es
reemplazada por la “identidad” en función del futuro. Ella es un deseo, es un anhelo.
Kisch se reclamaba "ser un ciudadano del mundo". Eso decía que es su identidad en el
presente. En una oportunidad, el escritor austríaco Friedrich Torberg (1908-1979) le
preguntó que aclarara esa contradicción. Kisch respondió: "Sabes tú, en mí no hay tal
contradicción. Yo soy alemán. Yo soy checo. Yo soy judío. (...). Yo soy comunista. Yo
soy un ciudadano del mundo. Y eso es suficiente." (Autores varios 2005: 1).
Kisch era alemán, porque su idioma materno era el alemán. Kisch era checo, porque
había nacido en Praga. Kisch era judío, porque sus padres se reclamaban ser tales y lo
habían criado con esa creencia. Él era comunista, por decisión y convicción ideológica.
En resumidas cuentas, ante todo y por sobre todo, Kisch era un ser humano más sobre
la Tierra. “Un ciudadano del mundo”. Ésta fue su “identidad”. Llegar a ese nivel de
identificación suprema debe costar mucho, a pesar que la humanidad camina
infatigablemente hacia ella; implica seguramente romper con lo determinado, lo
inconsciente, el pasado, la tierra. Y ése es el primer gran salto, en el plano individual,
del reino de la necesidad al reino de la libertad.
COLOFÓN
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BIBLIOGRAFÍA
TEXTOS