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Síntesis del capítulo 1 de la obra 100 años de soledad

Muchos años después, el coronel Aureliano Buendía se acordaría de cuando su padre los
llevaba, a él y a su hermano, a conocer las maravillas del circo.

Vivían en un pequeño pueblo llamado Macondo, que se encontraba a orillas de un río y


solo tenía unas 20 casas de barro y cañabrava. Las personas que vivían ahí eran todas
jóvenes y no había ni un solo muerto. La civilización era tan nueva que habían ciertas
cosas que necesitaban señalarlas para poder hablar de ellas, debido a que no tenían un
nombre aún.

Cada año en el mes de marzo llegaba una familia de gitanos con carpas a Macondo,
haciendo resonar pitos y timbales, para enseñar a los habitantes los nuevos inventos.
Melquiades era quien dirigía y este se encontró con José Arcadio Buendía, el cual tenía
una imaginación deslumbrante y quería sacarle provecho a los aparatos que traía
Melquiades.

El primer año, los gitanos llevaron la llamada octava maravilla de los sabios alquimistas
de Macedonia,“El Imán”, con el cual José Arcadio Buendía creía que podría sacar el oro
de la tierra, pero sólo logró encontrar una armadura del siglo XV.

Cuando los gitanos regresaron en marzo del siguiente año, llevaron un catalejo y una
lupa del tamaño de un tambor, el cual exhibieron como el último descubrimiento de los
judíos de Ámsterda. José Arcadio Buendía el cual aún se encontraba algo devastado por
el fracaso de su plan con el imán, al ver la demostración de la lupa, quiso utilizar esta
como arma de guerra, por lo que hizo un intercambio con Melquiades dándole el imán y
tres piezas de dinero colonial a cambio de recibir la lupa. Por esta acción, Úrsula no se
encontraba en buen estado, puesto que ese dinero lo había acumulado su padre con
sacrificios y ella lo había guardado mientras la ocasión indicada llegaba.

José Arcadio Buendía solo pensaba en hacer que su idea tuviera éxito, se utilizaba a sí
mismo para hacer las pruebas haciéndose heridas que tardaron en sanar e incluso
estuvo a punto de incendiar la casa. Cuando ideó un manual  de una asombrosa claridad
didáctica y un poder de convicción irresistible, lo envió a las autoridades junto con sus
propios testimonios e iba a esperar la orden del gobierno para hacer demostraciones
prácticas y adiestrar a los poderes militares. Espero durante años pero ninguna
respuesta llegó, por lo que cansado de esperar se dirigió a Melquiades desilusionado
pues su idea nuevamente había fracasado y este le regresó el dinero a cambio de la lupa
y también le dejó mapas portugueses y varios instrumentos de investigación, el
astrolabio, la brújula y el sextante.
José Arcadio Buendía estaba sumergido en el estudio de los astros y en el aprendizaje
del uso de las herramientas, tuvo una noción del espacio que le permitió navegar mares
incógnitos, visitar territorios deshabitados y trabar relación con seres espléndidos, sin la
necesidad de abandonar su gabinete. En esa época adquirió el hábito de hablar solo y
rondar por la casa sin hacerle caso a los demás, mientras Úrdula se esforzaba de más,
tratando de mantener la siembra.

Un día de diciembre, José Arcadio Buendía estalló soltando lo que lo atormentaba y le


reveló a los niños su descubrimiento de que la tierra era redonda, a lo que Úrsula no se
pudo contener más y le dijo que no contaminara a los niños de sus pensamientos
gitanos y que se guardara sus cosas para el.

José Arcadio Buendía reunió a los hombres del pueblo y les mostraba las teorías, que los
demás no comprendían, de que era posible regresar al mismo punto partiendo siempre
hacia el Oriente. Todos pensaban que había perdido el juicio pero cuando Melquiades
llegó, exaltó en publico la inteligencia de José Arcadio Buendía, el cual con solo con pura
especulación astronómica había construido una teoría que ya había sido comprobada
con práctica. Como una prueba de la admiración que le tenia, Melquiades le dio como
regalo un laboratorio de alquimia.

Para ese entonces, Melquiades había envejecido con rapidez, pues había contraído
muchas enfermedades raras en sus viajes alrededor del mundo. El sofocante mediodía
en que Melquiades reveló sus secretos, José Arcadio Buendía tuvo la certidumbre de
que aquel era el principio de una gran amistad. Los niños se asombraron con sus relatos
fantástico. 

Úrsula había predispuesto contra los gitanos a toda la población. Pero cuando ellos
volvieron con su circo, la curiosidad pudo más que el temor y todo el pueblo fue a la
carpa. Melquiades se veía más joven y repuesto debido al nuevo invento, una dentadura
postiza. Los habitantes no entendían y al principio estaban en pánico, incluso José
Arcadio Buendía, hasta en en privado Melquiades le explicaba cómo estaba hecho.

Luego de ver eso, había perdido todo el interés en las investigaciones de alquimia. José
Arcadio Buendía le contaba a Úrsula que del otro lado del Río había toda clase de cosas
increíbles que por vivir allí se perdían.

Al principio, José Arcadio Buendía era una especie de patriarca juvenil, que daba
instrucciones y consejos para siembra y la crianza de niños y animales, también
colaboraba con todos, aún en el trabajo físico, para la buena marcha de la comunidad.
Él, que era el hombre más emprendedor que se vería en la aldea, dispuso de tal modo la
posición de las casas, que desde todas se podía abastecer de agua con igual esfuerzo y
trazó las calles con tan. Une sentido que recibían la misma cantidad de sol a la hora del
calor. En pocos años, Macondo fue una aldea más ordenada y laboriosa que cualquiera
de las conocidas hasta entonces por sus 300 habitantes.

Desde los tiempos de la fundación, José Arcadio Buendía construyó trampas y jaulas,
con los cuales llenó la aldea de turpiales, canarios, azulejos y petirrojos. Lo cual hizo que
Úrsula se tapara los oídos con cera para no perder el sentido de la realidad por el canto
de las aves. Incluso, la tribu de Melquiades encontró la aldea gracias al canto de los
pájaros y les vendieron a los habitantes “bolas de vidrio para el dolor de cabeza”.

José Arcadio Buendía quería buscar una forma de hacer que Macondo pudiera entrar en
contacto con los grandes inventos. Según el, la única posibilidad de contacto era la ruta
del norte. Por lo que dotó de herramientas de desmonte y armas de cacería a los
mismos hombres que lo ayudaron en la fundación de Macondo; echó en una mochila
sus instrumentos de orientación y sus mapas y emprendió la temeraria aventura.

Los primeros días no encontraron un obstáculo apreciable. Luego de algunas semanas


no volvieron a ver el sol. José Arcadio Buendía Siempre pendiente de la brújula, siguió
guiando a sus hombres hacia el norte invisible. El hallazgo del galeón, indicio de la
proximidad del mar, quebrantó el ímpetu de José Arcadio Buendía. Consideraba como
una burla de su travieso destino haber buscado el mar sin encontrarlo, al precio de
sacrificios y penalidades sin cuento, y haberlo encontrado entonces sin buscarlo,
atravesado en su camino como un obstáculo insalvable. 

Muchos años después, el coronel Arcadio Buendía volvió a atravesar la región, cuando
ya era una ruta regular del correo. Entonces quedó convencido de que su padre no le
había contado una historia creada por su imaginación.

José Arcadio Buendía vio como sus Sus sueños terminaban frente a ese mar color de
ceniza, espumoso y sucio, que no merecía los riesgos y sacrificios de su aventura. Había
descubierto que Macondo estaba rodeado de agua por todas partes. Se lamentaba ante
Úrsula diciéndole que nunca llegarían a ningún lugar.

José Arcadio Buendía tenía la idea de trasladar Macondo a otro lugar, pero esta vez
Úrsula decidió actuar poniendo en contra a todas las mujeres. Los planes de José
Arcadio Buendía se convirtieron en pura y simple ilusión.
Aun así, el no quería rendirse y ya que los demás no querían irse, le dijo a Úrsula que
solo se irían ellos. Pero esta se negó Rotundamente y le dijo que debería de ocuparse de
sus hijos. En ese momento fue cuando José Arcadio Buendía pudo notar de manera
verdadera la presencia de sus hijos. Desde entonces, empezó a darles más atención. Les
enseño a leer, a escribir y a sacar cuentas, también les hablo sobre las maravillas del
mundo, llegando a forzar a extremos increíbles los límites de su imaginación.

Una vez más, habían llegado los gitanos y su circo, pero esta vez eran nuevos, hombres y
mujeres jóvenes que solo hablaban su lengua. Llevaban una gran cantidad de nuevos
inventos. Los habitantes de Macondo se encontraron de pronto perdidos en sus propias
calles, aturdidos por la feria multitudinaria. 

José Arcadio Buendía estuvo buscando a Melquiades pero no lo encontró en ningún


lado. Preguntaba por el a algunos gitanos pero estos no le entendían, hasta que se
enteró que Melquiades había muerto y su cuerpo había sido arrojado en el lugar más
profundo del mar de Java. A los niños niños está noticia no les interesaba e intentaban
hacer que su padre los llevara a ver la novedad de los sabios Memphis que fue
anunciada en la entrada. Insistieron tanto que José Arcadio los llevó a verlo. Allí José
Arcadio Buendía observaba el hielo que pensaba era el diamante más grande del
mundo. Pago para poder tocarlo y luego que sus hijos lo tocaran, el pequeño Arcadio no
quiso tocarlo pero Aureliano si se atrevió a tocarlo, aunque solo fue un instante pues
sintió como si estuviera hirviendo, mientras que José Arcadio Buendía maravillado solo
pensaba que ese había sido el gran invento de su tiempo.

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