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3) José de Alencar publica su novela Ubirajara en 1874, habiendo ya leído, como queda claro

al revisar las notas que acompañan y complementan la novela, tantos las crónicas como los textos de
carácter más historiográfico que tratan sobre la llegada de los portugueses, la colonización de Brasil y
las costumbres de los indígenas brasileños; entre aquellos con que más polemiza desde estas notas
podemos encontrar a Gandavo, Hans Staden y Ferdinand Dénis.
Se podría pensar que las notas funcionan como un opuesto del texto, a la vez que confrontando
con él, complementándolo. Las notas son el lugar de la escritura en donde hace su aparición la
presencia del hombre blanco, es en las notas donde se da cuenta del choque entre la cultura indígena
brasilera y la cultura europea, en fin las notas es el lugar de aparición de un elemento casi totalmente
ausente en el cuerpo de la novela: la colonización europea.
El cuerpo de la novela presenta un espacio1 totalmente diferente al que presentaban los
cronistas. Principalmente centrados en Carta del descubrimiento del Brasil de Pero Vaz de Caminha, el
Tratado de la tierra del Brasil, que contiene información de las cosas que hay en estas partes de Pero
de Magalhaes Gandavo y Viaje y cautiverio entre los caníbales de Hans Staden; podemos marcar un
elemento indispensable en la construcción del espacio por parte de todo ellos: la llegada de la
colonización europea. Podemos pensar que la llegada a estas tierras y el encuentro con un espacio
diferente es la condición de posibilidad para la escritura de cualquiera de estos textos, es evidente que
se si estos viajeros no hubieran entrado en contacto con las tierras de Brasil ninguno de estos textos se
hubieran producido. El espacio que reconocemos en cada uno de estos textos es siempre un espacio
posterior a la llegada europeo a Brasil. Aunque evidentemente entre todos existen diferencias
sustanciales, ya sea por las diferentes particularidades (ser escribano por el lado de Paro Vaz de
Caminha o haber sido cautivo por el lado de Hans Staden) que implican una construcción del espacio
totalmente diferentes en cuanto a los procesos de subjetivización., como a diferencias temporales en
cuanto a la experiencia originaria del relato (por ejemplo la idea de producir estatalidad a partir de la
apropiación del espacio, aparece muchísimo más marcadamente en el texto de Gandavo, construido
sobre una posesión del terreno ya establecida y basada en la lectura de textos de archivo anteriores, que
en un primer acercamiento a ese espacio, en una experiencia, si se quiere, mucho más “virginal” de
Caminha); todos estos textos se colocan en el espacio de interacción del europeo con el indígena
brasileño.

1
Seguimos la definición de espacio en los términos de Michel de Certeau, que la opone a la noción de lugar: “Un lugar es el
orden (cualquiera que sea) según el cual los elementos se distribuyen en relaciones de coexistencia. (…) Hay espacio en
cuanto que se toman en consideración los vectores de dirección, las cantidades de velocidad y la variable del tiempo. El
espacio es un cruzamiento de movilidades. (…) En suma, el espacio es un lugar practicado” de Certeau, Michel, “Relatos de
espacio”, en La invención de lo cotidiano, Universidad Iberoamericana, México, 1996, p. 129.
En oposición, el cuerpo del texto de José de Alencar, presenta un espacio muy anterior a la
llegada de los portugueses a Brasil. Es un espacio habitado exclusivamente por indígenas brasileños,
sin rastros de la presencia del hombre blanco. Es un espacio casi virginal, da pura naturaleza, sin rasgos
de la corrupción de la civilización europea. Si aparece la presencia del europeo es bajo la forma de una
profecía o de un futuro lejano al momento de la narración, como podemos observar en la frase con la
que cierra la novela: “Más tarde, cuando vinieron los caramurus, guerreros del mar, la poderosa nación
campeaba todavía en las márgenes del río”2.
La novela de Alencar se coloca en una época más o menos paradisíaca, previa, como ya se dijo
a la conquista de América, aspirando a convertirse en “un mito fundador de la nacionalidad brasileña”3.
Este procedimiento lo podemos destacar como un artificio al servicio de uno de los mayores anhelos
del romanticismo brasileño: “explicar e incorporar el pasado pre-europeo a la historia del país forjando
así una cultura y una historia nacionales ‘verdaderamente brasileñas’”.
El proyecto de Alencar consiste en representar a este mundo de una manera autónoma y
autosuficiente, con una especie de organicidad, equilibrio y estabilidad. En un mundo paradisiaco el
modelo de estabilidad es esencial, debe ser un modelo orgánico, no debe existir ningún elemento que
rompa este orden, que desestabilice, que plantee lo inorgánico, lo que no encaja. La construcción de
este mundo autónomo trae como consecuencia la eliminación de todo conflicto, los problemas quedan
abolidos al poco tiempo de plantearse por la estabilidad de las situaciones y de las diferentes relaciones.
No hay crisis, no ha drama. Es la historia de una mezcla de razas, pero es una mezcla sin conflicto, una
mezcla anterior a la invasión. Los conflictos entre las tribus se resuelven sin demasiadas
complicaciones, el triángulo amoroso que en un principio aparece como posible conflicto se resuelve
por la ley de poligamia patriarcal. No hay introducción de una cultura en otra, no existe el peligro del
otro, del diferente, del desconocido; no hay destrucción de una cultura por otra, no hay choque de
culturas, y por lo tanto queda abolido el sufrimiento. Esto lo podemos ver claramente en el final de la
novela: es un final feliz perfecto, no queda ningún problema.
Sin embargo toda la homogeneidad y la organicidad que plantea el cuerpo de la novela entra en
tensión con las notas al final, que cuestionan esta estabilidad. Son estas las que hacen entrar en la
novela el elemento dramático.
Otro elemento punto de contraste que podemos encontrar entre la construcción del espacio entre
los textos de los cronistas y el de Alencar, es la presencia del carácter económico de la tierra.

2
De Alencar, José, Ubirajara, Corregidor, Buenos Aires, 2009, p. 113. Todas las citas referidas a este texto corresponden a
la misma edición y se encuentra la página referida entre paréntesis.
3
Medeiros, Sérgio, “José de Alencar, el escritor que no dudó de las imágenes”, en De Alencar, José, Ubirajara, Corregidor,
Buenos Aires, 2009, p. 147
Dentro de los textos de los cronistas podemos reconocer como un elemento esencial el
intercambio como podemos ver en Pero Vaz de Caminha: “Ofrecían algunos arcos por hojas de papel y
por alguna caperuza vieja o por cualquier cosa”4. Si una de las cosas que definían a los conquistadores
era el deseo de enriquecerse en el intercambio podemos ver el deseo de incorporar a esa naturaleza
dentro de una coercividad mercantilista. La premisa de los portugueses es convertir el espacio en
territorio, economizar el espacio, hacer de él un elemento sino de consumo por lo menos de riqueza.
En el mundo de Ubirajara la mercantilización de espacio se encuentra totalmente ausente. El
espacio no es solo el hábitat, el lugar donde los individuos protagonistas de la novela viven, sino que
también tienen una relación netamente diferente con la naturaleza. Es en alguna medida un elemento de
uso, ya que es de ella de la que se obtienen los alimentos, principalmente a través de la casa; pero el
intercambio, la negociación están totalmente ausentes. Esta relación de respeto con la naturaleza la
podemos observar en el siguiente fragmento:
“Entre los hijos de las selvas, la plantación debía ser hecha por la mano de la mujer, que era madre de muchos hijos
porque ella transmitía a la tierra su fecundidad. La semilla que de la mano la virgen depositaba en el seno de la
tierra daba flor, pero de la flor no salía fruto. Y si era un guerrero el que la plantaba, la yuca se endurecía como la
madera del arco” (Alencar, p.69)

En este párrafo podemos ver asignación de una identidad a un espacio (“hijos de la selvas”) así
como la estrecha relación existente entre la vida individual y humana y el espacio natural.
Esta relación queda aún más explicitada en las múltiples comparaciones entre personajes y
elementos naturales, ya sean plantas o animales, o el acercamiento entre lo orgánico y lo inorgánico,
mediante lo que Sergio Medeiros denomina “lengua del como”, como por ejemplo “la virgen de los
toncantins corría como un Ñandú” (Alencar, p. 25) en palabras del narrador; pero también lo podemos
encontrar en las palabras mismas de los personajes, como cuando Jaguaré dice: “La hija de los
tocantins tiene en el pie las alas del colibrí, pero la flecha de Jaguaré vuela como el halcón” (Alencar,
p.26). Este procedimiento de trabajo sobre el espacio llega a un límite extremo mediante la
identificación total de los personajes con elementos naturales, como podemos observar en gran parte de
la descripción de la lucha entre Jaguaré y Pojuca.
En conclusión, el espacio que construye Alencar en el cuerpo de su novela Ubirajara es
radicalmente opuesto al espacio en el que se desarrollan las primeras crónicas: construye el espacio
anterior a la condición de posibilidad de las crónicas, construye un espacio previo a la posibilidad de
llegada de esos cronistas, un espacio pre-conquista. Y dentro de la construcción de este espacio pone en
juegos elementos que construyen una relación entre individuos y espacio, también, en oposición a la
relación establecida por los cronistas.

4
Vaz de Caminha, Pero, Carta del descubrimiento del Brasil, Acantilado, Barcelona, 2008, p. 124.

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