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…Y LLEGARON CON CADENAS…

Las poblaciones afrodescendientes en la Historia


de Arica y Tarapacá (Siglos XVII-XIX)

Alberto Díaz Araya


Luis Galdames Rosas
Rodrigo Ruz Zagal
(Editores)

Ediciones
Universidad de Tarapacá

2019
…Y LLEGARON CON CADENAS…
Las poblaciones afrodescendientes en la Historia de Arica y Tarapacá
(Siglos XVII-XIX)

Editores:
Alberto Díaz Araya, Luis Galdames Rosas y Rodrigo Ruz Zagal

Compilación: Felipe Casanova Rojas

Ediciones Universidad de Tarapacá

ISBN: 978-956-6028-08-6
Propiedad intelectual: 235934

Imagen de portada: Celebración del cumpleaños de María Esperanza Ayala Corvacho


en el sector de las Chimbas. Arica, año 1891.
Fotografía de Juan Manuel Anda.

Segunda edición 2019: 300 ejemplares


Primera edición 2013

Diseño: Eduardo Araya Castro

Este libro fue evaluado por académicos e investigadores externos


a la institución
AMOS DE ESCLAVOS: LAS REDES DE LA ÉLITE PARA
RECOMPONER LOS RASTROS DE LOS NEGROS Y
MULATOS EN EL CORREGIMIENTO DE COQUIMBO
(SIGLOS XVIII-XIX)
Montserrat Arre Marfull1

Introducción
La realidad multicultural y pluriétnica americana ya no es un tema marginal
en los estudios realizados desde las ciencias sociales y las humanidades.
Si en otras épocas el ideal blanco y europeo estructuró y legitimó las
historias patrias, permeando aún con fuerza, sin duda, los imaginarios
locales y nacionales en nuestro continente, se han dado pasos de marcada
importancia en los avances de las investigaciones y políticas estatales para
lograr el reconocimiento de nuestras múltiples raíces.
En este contexto, el estudio sobre los esclavos africanos y sus
descendientes en el Corregimiento de Coquimbo (Chile) durante la
Colonia y primeros años de la República sugiere un imperativo para los
investigadores, en vista que para la zona el tema ha sido escasamente
trabajado. Si bien, la documentación para lograr descubrir sus rastros
es amplia, cuando se intenta llegar al sujeto mismo nos enfrentamos a
un complejo proceso metodológico, el que debe ir más allá de la mera

que la historiografía tradicional tiende a minimizar la presencia de sujetos


de estas características, a saber, africanos y criollos negros o mulatos y,
a la vez, esclavos o descendientes de esclavos, invisivilizándolos de los
relatos históricos nacionales y locales (Del Río, 2009).
Ciertamente, los esclavos son rastreables, especialmente porque estaban
asignados a un amo, de quien dependían al momento de ser inscritos en
los diversos tipos de registros como son los documentos parroquiales,
especialmente bautismos y defunciones, y notariales, en particular cartas
de ventas e inventarios testamentales.
Para lograr generar un conocimiento histórico sistematizado sobre los
africanos y sus descendientes en el Corregimiento de Coquimbo, en tanto
parte de la historia de nuestro país, como metodología propongo situarnos

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una relación genealógica-económica entre amos y esclavos, de forma de
lograr traspasar el elemental concepto de objeto transable que es el esclavo
atado a un amo, y poder llegar a la persona que debía lidiar con su situación
de esclavitud, en este caso, dentro de un contexto principalmente rural,
de economía mixta (minero-agrícola), y con poblaciones laboralmente
activas de toda índole, a saber indios encomendados y libres, peonaje
mestizo, además de pequeños y grandes propietarios.
Motivaciones
Los esclavos de origen africano llegaron con los primeros conquistadores a
los territorios del actual Chile. Por no ser una zona de grandes plantaciones,
y subsanar el problema de la mano de obra con poblaciones nativas y
mestizas especialmente hacia el siglo XVIII, el Reino de Chile demandó
pocos esclavizados africanos durante el último siglo colonial; aun así, la
esclavitud legalmente perduró hasta 1823.
Por ello, para la época señalada estos esclavos mayoritariamente eran
mulatos nacidos en las diferentes ciudades y provincias de Chile.
Desde esta perspectiva, es notorio que habiendo nacido en la casa de
un amo los esclavos, en primera instancia, generaran vínculos con las
familias de origen, los cuales se canalizaron a través de las herencias,
es decir, el intento de mantener la servidumbre en la misma familia,
pasando así de una generación a otra de amos sucesivas generaciones
de esclavos; otra opción, si pensamos en nexos posiblemente afectivos,
fue el otorgamiento de la libertad graciosa donde no mediaba retribución
en dinero al amo, la cual pudo tener diversas motivaciones y variados
modos de llevarse a cabo (Moraga, 2008). Estos libertos, muchas veces
mantuvieron el apellido de su primer amo, en algunos casos único amo,
y eventualmente es posible rastrear a partir de este apellido el camino de
libertad seguido por algunos de ellos y sus descendientes (Ogass, 2009,
2011).
Si bien, esta práctica dada dentro del sistema esclavista de permanecer
junto a una familia a través de generaciones fue efectiva, de manera común,
igualmente, muchos amos y amas no dudaron en otorgar en venta algunos
de sus esclavos, toda vez que la situación lo ameritase (en estos casos, que
son muchos, se esbozaban razones como problemas económicos y deudas,
mala conducta del esclavo, obtener dinero para hacer negocios o muerte
de un amo sin descendencia); estas ventas, no obstante, se realizaron sólo
y una importante cantidad de esclavos terminaron siendo vendidos con
destino Perú u otros lugares más o menos lejanos.
La motivación de pensar sobre las relaciones de tipo familiar entre amos
y esclavos, y en muchos casos relaciones comerciales entre diferentes
amos con algún nexo familiar, ligados al traspaso de esclavos a través de
ventas, surgió al adentrarme en cierto tipo de documentación de la zona
de Coquimbo, relativa a esclavos y sus amos. En ella era muy complejo
percibir las experiencias de los esclavos, pero si más fácilmente encontrar
relaciones entre esclavos y amos mediadas por el mercado esclavista local,
como lo eran las cartas de venta, padrones o inventarios.
Partir estudiando esta zona con aquella documentación no era cosa
novedosa. Varios autores, entre ellos Marcello Carmagnani (1963), Jorge
Pinto Rodríguez (1980) o Eduardo Cavieres (1993) ya habían repasado
una cantidad considerable de estos y otros documentos para la realización
de sus investigaciones en un marco de historia regional, relevando en
sus trabajos especialmente la estructura minera y rural de la sociedad
coquimbana, y desde ahí estableciendo formas de trabajo, relaciones

Desde la genealogía, por su parte, estudios basados en partidas bautismales


y matrimoniales principalmente, como los de Guillermo Pizarro Vega,
entre otros, también han analizado aspectos familiares y societales de
Coquimbo, en especial del Valle del Limarí. Pizarro Vega incluso integró
la variante negra y mulata a sus trabajos, sin profundizar, no obstante, en
el origen de estas poblaciones (Pizarro, 1997).
Sin embargo, no hay trabajos sistemáticos sobre la presencia africana

observar los datos del Censo de 1813, el cual arrojó cantidades de mulatos
y negros, libres y esclavos bastante altos en algunos de los 19 distritos de
la provincia2.
Metodología: genealogía de la esclavitud
La metodología propuesta en nuestro caso proviene, en parte de las
posibilidades dadas por los documentos, junto a las ideas aportadas por
los diversos trabajos revisados durante las investigaciones realizadas sobre
Coquimbo, principalmente de las áreas de la historia regional y la genealogía.

2 Censo de 1813, Provincia de Coquimbo, 1953.

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los pasos seguidos en el trascurso de las pesquisas. Al enfrentarnos con
documentación de archivo, como cartas de venta, inventarios, registros
de bautismo, etc., normalmente se tiende a generar un registro de tipo
cuantitativo, con la mirada puesta en lograr organizar algún formato
de estadística, lo cual resulta tremendamente complicado y casi un
espejismo, si pensamos que la documentación que llega a nuestras manos
es parcial por dos razones: primero, quienes se encargan de registrar
(escribanos, párrocos) no siempre fueron diligentes en sus labores, y sin
duda es posible encontrar en los registros errores, informaciones faltantes,
saltos temporales, etc. Además, en una zona principalmente rural, con
poblaciones separadas unas de otras por cerros, valles y amplias distancias,
y muchas veces sin escribanos ni párrocos disponibles, era evidentemente
complejo realizar cualquier tipo de trámite burocrático.
Segundo, la conservación de la documentación no siempre fue la óptima,
ni en la época de su registro, ni posteriormente. Traigo a colación, en
este sentido, un hecho acaecido en La Serena en 1680, cuando el pirata
Bartolomé Sharp incendió la ciudad, siendo consumidas por las llamas

sus archivos dentro. Ciertamente este fue un evento extremo, pero el


fuego accidental o bien la corrupción del papel producto de la humedad,
e incluso el robo o destrucción por mano humana, permiten que llegue
hasta nuestros días sólo parte del total de la documentación producida
hace trescientos o doscientos años atrás.
Junto a esta realidad, la investigación cuantitativa requiere de una
sistematización que exige investigaciones en equipo y de largo aliento,
que hasta hoy no se han realizado; pues, aunque no haya llegado toda
la documentación generada en la Colonia hasta nuestros días, esta sigue
siendo tremendamente amplia.
Por ello, una forma de aprehender ciertos aspectos de esta historia, desde
la metodología planteada, sería empezar seleccionando documentos con
algunos criterios que nos permitan buscar sujetos de la elite en su relación
con los esclavos.
Elegir, primero, un corpus de documentos por alguna razón que
represente un aspecto de la investigación, y luego desde ese corpus,
donde encontraremos, por ejemplo, para nuestro caso, nombres de amos
y esclavos, fechas y lugares, seguir la pista en otros tipos documentales.
Lo realizado en nuestro caso fue partir con cartas de venta como fuente
inicial. En ellas se encuentran ciertos datos que entregan las primeras
coordenadas de lo buscado: nombres de esclavos, su amos vendedores y
compradores, edades de los esclavos, casta, precio, lugar de origen, fecha
y en ocasiones razones de venta. Cada uno de estos datos puede abrir un
abanico de posibilidades.
Otra fuente básica ha sido el Empadronamiento de 1738, el cual registra a
gran parte de los hombres y algunas pocas mujeres del Corregimiento en
capacidad de declarar bienes o alguna forma de sustento. En esta fuente se

donde habitaba el empadronado, cuántos esclavos tenía cada amo, en


algunas ocasiones se indica si los esclavos eran pequeños o grandes, y
también se menciona sus sexos. Si bien no aparecen sus precios, si se
explicita la capacidad económica del amo.
Si nos detenemos en los amos en ambos corpus documentales, podemos
ir posteriormente a archivos testamentales, buscando a los amos que
más relevancia tengan en las cartas de venta por cantidades de esclavos
consignados o porque tienen relaciones comerciales entre sí; otras
opciones es recurrir a los archivos parroquiales, indagando sobre los
amos y esclavos mencionados en las ventas; y por último, en ocasiones
los archivos judiciales nos dan indicios de estas relaciones comerciales-

Los estudios genealógicos ya realizados de las élites locales y nacionales


ayudan enormemente, asimismo, en develar las relaciones de los sujetos
vendedores y compradores de esclavos. Si pensamos en utilizar la
genealogía clásica, pero siguiendo el rastro de la servidumbre esclava,
podremos, eventualmente, seguir una línea entre la gran espesura de los
diversos fondos documentales.
Luego de ello es recomendable, según experiencia, realizar un esquema
genealógico con los apellidos escogidos; la sugerencia es realizar un
esquema por familia, y anotar al margen de cada persona que tenga
esclavos, la cantidad, edades si es posible, y lugar donde se consignó
al esclavo. También, consignar en una lista por familia, igualmente,
los detalles de estas referencias a esclavos, haya sido en carta de venta,
inventario, carta de libertad, bautismo, u otro.

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Luego de tener a la vista las informaciones, es necesario realizar el análisis
de éstas, de manera de comparar edades, nombre, fechas, y hacer los nexos
necesarios para establecer traspasos de herencias y ventas, y determinar
cuáles esclavos fueron siendo pasados de un amo a otro, y quienes no, y
de qué forma y por cuáles motivos se va entretejiendo una red social que
agrupa a amos y esclavos.
Estimo que este tipo de metodología puede aportar al conocimiento de
los nexos sociales de grupos subalternos como fueron los esclavos en la
sociedad trabajada.
Caso Alcayaga-Cortés (Alcayaga-Rojas), mediados del siglo XVIII
En el Valle del Elqui, el año 1759 se registró una carta de venta en la
que Don Norberto de Alcayaga vendía a Don Juan de Dios Rojas la
mulatilla Nicolasa. En esta venta se indicaba que la mulatilla vendida
tenía 12 años y estaba siendo transada en la suma de 280 pesos3. En la

sido heredada y posteriormente vendida por Don Juan de Alcayaga al


actual vendedor4.
Para el año 1747, 12 años antes, se ha consignado una repartición de
bienes que quedaron por muerte del Capitán Ignacio Alcayaga5 y su esposa
Magdalena Cortés en Diaguitas, Valle de Elqui, padres de los mencionados
Don Juan y Don Norberto (Iglesias y Leal, 1997; Cortés-Monroy, 1991-
1992)6. En este documento, así como en cualquier tasación de bienes, se
expone una serie de aperos, enseres, tierras, plantas de viña y otros con sus

3 Los precios de esclavos son indicadores múltiples. Primero, nos da cuenta de la edad del esclavo,

nacimiento el precio aumenta rápidamente hasta alrededor de los 18 años que llegan a su precio
máximo, el cual sube levemente o se mantiene hasta alrededor de los 35 años, y luego baja más o
menos rápido, dependiendo, primero que nada, de la salud del esclavo. 280 pesos era un costo normal
(en el siglo XVIII) para una niña mulata de 12 años, mientras que las negras podían costar un poco
más; los niños negros de esta edad costaban lo mismo que las mulatillas, y los mulatos de 12 años, un
poco menos que las mulatillas. El precio de un esclavo de esta edad, en la época trabajada, siempre
oscilaba entre los 250 y 300 pesos; sin embargo, hacia la segunda década del siglo XIX se registra
una caída de precios.
4 Archivo Nacional Histórico (en adelante ANH), Escribanos de La Serena, vol. 22, fs. 280-281.
5 Ignacio de Alcayaga Oronos (+1733) era español, natural de Fuenterrabia, Guipúzcoa. Ver
: http://www.genealog.cl/Chile/A/Alcayaga/
6 Doña María Magdalena Cortés (o Rojas) fue apadrinada y criada por los primeros marqueses de
Piedra Blanca y Guana, no obstante ser una de las dos hijas naturales de Felipe Rojas Niño de Zepeda y
Escolástica Godoy Cisternas. Siendo acogida por María Bravo de Morales (o Morales Bravo y Riveros
Fernández), la marquesa, esposa de Don Pedro Cortés de Monroy y Zavala, Magdalena Cortés utilizó
el apellido de sus padrinos y además heredó parte de las posesiones que la marquesa llevó a su propio
matrimonio en forma de dote.
precios, junto a los esclavos. Es notorio que los esclavos eran los bienes casi
más costosos como unidad, y se indicaban en segundo lugar en la tasación,
después de la tierra7.
En la repartición señalada, los fallecidos Don Ignacio y Doña Magdalena
poseían a lo menos 12 esclavos, los cuales se repartieron entre sus cuatro
hijos mencionados como herederos8: Miguel, Antonio, Norberto y Juan;
de todos los esclavos, 4 eran mulatillos y mulatillas, seguramente hijos
de los otros esclavizados. Estos amos de esclavos también eran extensos
terratenientes de viñas, las cuales pudieron competir con la producción
de vinos de los Jesuitas, con quienes lindaban hacia el poniente según se
indicó en la tasación y repartición9.
Siguiendo la línea ascendente de la familia Alcayaga Cortés (Alcayaga
Rojas), llegamos a los conocidos primeros Marqueses de Piedra Blanca
y Guana. Doña María Bravo de Morales, esposa de Don Pedro Cortés de
Monroy y Zavala y primera marquesa, en la segunda década del siglo XVIII
siendo una de las mujeres encomenderas más poderosas de La Serena y ya
de avanzada edad, testó, de manera de dejar estipulada su última voluntad.
Es preciso indicar que los primeros marqueses no tuvieron descendencia
legítima, y algunos de los bienes dotales de Doña María fueron entregados
a María Magdalena Rojas Godoy quien utilizaba el apellido Cortés, pues
había sido criada por los marqueses. Doña María Bravo de Morales, entre
otras disposiciones, escribió
mando a mis albaceas que para descargo de mi conciencia, repartan entre
mis criados y criadas siguientes, la cantidad de dosientos pesos, es a saber
la negra viexa Chabela, maría grande, negra, Marquilla, negra, Helena,
mulata, María Pulga china, María de mercedes, mulata, Michaela,10

7 ANH, Escribanos de La Serena, fs. 303-310v.


8 En la genealogía se observa una hija más que no aparece en la repartición de bienes.
9 Don Antonio de Alcayaga, uno de los cuatro herederos mencionados (Miguel, Norberto, Juan y
Antonio), además de tierras con viñedos “rrecibio en tierras de pan llebar desde la tapia de la viña asta
los linderos de los Padres de la Compañia y sin medision y dicha tierras (sic) lindan por el norte con
las que le pertenesen a Don Norberto de Alcayaga y por el sur asta donde tiene agua y tiene rregadio
asiendo frente a las de Alto que pertenecen al mesmo Don Norberto y al mesmo Don Antonio todo
linderos por medio y la viña de esta parte anda por el oriente con la que le toco Al dicho Don Norberto
y por el poniente con tapia de la viña y por el norte con la mesma tapia de dicha viña y por el sur
con dicha tapia- Ytten rrecibio esta parte doscientas y beintisinco baras de tierras sin rregadio que
deslindan por el oriente continuas de Alto del mesmo Don Norberto y por el sur con tierras del [cerro]
y por el poniente con los linderos de los Padres de la Compañia y por el norte con tierras mesmas desta
parte”. ANH, Escribanos de La Serena, vol. 22, f. 306.
10 Sobre Micaela mulata tenemos antecedentes de que en 1690 Don Pedro Cortés la compró en
300 pesos y teniendo 13 o 14 años de edad en ese entonces, al matrimonio del Capitán Rodrigo de
González y de Doña Agustina del Peñalillo; la mulata era hija de una esclava mulata de propiedad de

413
mulata, Francisco, negro, Xavier, negro y Lorenzo sambo. (Iglesias y
Leal, 1997, p. 12)11.

En este ítem se mencionan 9 “criados” caracterizados étnicamente como


negros, mulatos o zambos. No se indica que sean esclavos ni sus edades,
pero si sabemos que la marquesa poseía una importante cantidad de cautivos,
de los cuales su ahijada, heredaría a lo menos 11. Llama la atención en la
precedente declaración que esta mujer, en vista de sus enormes posesiones
y sin descendencia propia, optó por legar una pequeña parte a sus criados.
Referente a algunos de sus esclavos, Doña María indicó expresamente lo
siguiente:
Isabel, negra, esta se la dexo a mi hermana Damiana para que la mire
con charidad por haber sido de mi padre y declaro que es mi voluntad
que despues de los dias de la dicha mi hermana quede libre” y luego
“declaro por mis bienes, a Helena, mulata y la dexo libre con el cargo de
que remiende y lave la ropa de la sachristia de mi madre santisima de las
Mercedes”. También agregó que “a María Mercedes, mulata que la dejo
a Doña Magdalena Cortez, con el cargo y declaración que quede esclava
suia por el tiempo de veinte años y pasado ese tiempo quede libre y solo
me muebe a dexarle esta pensión a dicha María de las Mercedes mirando

si durante este tiempo que es esclava tubiere algunos partos, queden


esclavos de Magdalena Cortez (Iglesias y Leal, 1997:12).

Años antes, al momento de casarse con Don Pedro Cortés de Monroy y


Zavala en 1684, Doña María había integrado al matrimonio en su dote
dos esclavos negros, Gerónimo e Isabel, por tanto es presumible que
durante el enlace los otros esclavos de su dominio hayan sido parte de los
bienes que su marido aportó, se hubiesen adquirido por compra durante
el matrimonio o hubiesen nacido de estos dos negros ya mencionados o
de otros adquiridos12. Sin duda, la aludida negra Isabel, parte de la dote,
es la que aparece mencionada como “negra vieja Chabela” y luego como
“Isabel negra” quien fuera de su padre, en el testamento. De Gerónimo,
negro esclavo perteneciente a la dote, no se ha encontrado referencia.

los González Peñalillo, llamada Agustina. ANH, Escribanos de La Serena, vol. 13, fs 105 -106.
11 “Testamento de María Bravo de Morales”. María testó entre el año 1716 y 1722, año de su muerte.
ANH, Escribanos de La Serena, vol. 8, f. 657 y ss.
12 Don Pedro Cortés de Monroy y Zavala declaró en su testamento “cuando casé con la dicha mi
mujer se me dieron en dote veinte y siete mil pesos, pocos más o menos como parecerá por la escritura
de dote, en cuya cantidad entra la hacienda del valle de Copiapó, la chacra de Cutún con el asiento de
Talca, donde tengo las vacas, las lagunillas y demás posesiones que consta por dicha carta de dote y
por los títulos, con más la negra esclava Isabel y un negro llamado Gerónimo, y es mi voluntad que
todo este dote vuelva a la dicha mi mujer”. ANH, Escribanos de La Serena, vol. 8, fs. 599-605v, citado
en Iglesias y Leal (1997, p. 7).
En un matrimonio ventajoso como el de los marqueses, cuyo dominio en
común comprendió gran parte de las tierras de la Provincia de Coquimbo,
tanto en el Valle de Limarí como en el de Elqui, además de tierras en
Choapa, Huasco, Copiapó y solares en la ciudad de La Serena, era
necesario y esperable ostentar la posesión de esclavos como sirvientes, y

Sabemos, ciertamente, que sus extensas posesiones no se mantuvieron en


el tiempo. Sin herederos legítimos, los marqueses a su muerte terminaron
dividiendo parte de sus posesiones, y entre ellas, sus esclavos y esclavas
de todas las edades.
De una de sus sucesiones, la que le dio heredad a la mencionada ahijada,
Magdalena Cortés, tenemos datos de cómo hacia la segunda mitad del
siglo XVIII, los esclavos fueron repartiéndose sucesivamente. Al testar,
Magdalena declaró que poseía “la hacienda nombrada ‘Nuestra Señora
de la Concepción’, (…) once esclavos, la estancia nombrada ‘La Punta’,
una casa en la traza de esta ciudad, frente a la plazuela de Santo Domingo,
bienes que hubo y heredó de doña María Bravo de Morales” (Iglesias y
Leal, 1997, p. 11). Asimismo, Doña Magdalena, junto con recibir esclavos
por herencia, el año 1723 tras la muerte de su madrina, se la registró
comprando 4 esclavos africanos, de los 9 traídos por Pedro de Palacios,
los cuales fueron ingresados por Buenos Aires (Arre Marfull, 2012:45 y
ss). Las “piezas” constaban de una mujer, María Rosa, y tres hombres,
Antonio, Juan José y Francisco. Los esclavos tenían entre 17 y 20 años, y
en la compra Doña Magdalena invirtió 1.600 pesos13.
De la heredad del matrimonio Alcayaga Cortés (Alcayaga Rojas), entre
otros bienes repartidos en 1747, enumeraremos los esclavos asignados a
cada hijo. A Don Miguel de Alcayaga se le entregaron la mulata María (400
pesos) y el mulato Gerónimo (300 pesos). A Don Antonio de Alcayaga se le
otorgaron la mulata Cipriana (300 pesos) y el mulatillo Sixto (150 pesos),
además de un “negro biejo” llamado Francisco (avaluado en apenas 18
pesos). A Don Norberto de Alcayaga se le entregaron el negro Antonio
(300 pesos), la negra María (400 pesos) y el mulatillo Nicolás (200 pesos).

pesos), el mulato Basilio (300 pesos) y las mulatillas Tomasa y Nicolasa


(en 125 pesos cada una).

13 ANH, Escribanos de La Serena, vol. 19, fs. 118v-121. Sin duda, el capitalizar el dinero de la
herencia en esclavos se veía como una rentable opción.

415
estas últimas son deducibles por los precios; no obstante, se podría inferir
alguna preferencia de entregar los esclavos de cierto modo tal vez no

las esclavas o esclavos eran madres o padres de los niños con los que
fueron entregados, o bien se traspasan esclavos casados o hermanos. La
idea, creemos, era permitir al heredero contar con una servidumbre que
cumpliese las labores junto con quienes pudieran complementarse de
una mejor manera en aquellos menesteres y, a la vez, se lograse repartir
equitativamente el patrimonio entre los hijos.

información, excepto por la carta de venta del año 1759, anteriormente


indicada, la cual menciona a la mulatilla Nicolasa. Como en esta venta
se mencionaba que la mulatilla tenía 12 años al ser vendida, claramente
contaba 1 o 2 años cuando fue otorgada en herencia en 1747; ya en 1759
y a tan corta edad había sido vendida dos veces, en el segundo caso
separándola para siempre su, seguramente, hermana Tomasa14.
¿Qué instó las sucesivas ventas de la pequeña niña? Sabemos que el
valor monetario de un esclavo fue una parte importante de las herencias.
En la división de tierras y bienes de los Alcayaga Cortés, las tierras y
solares entregados estaban cargados todos con censos a favor de diferentes
conventos. Una mala cosecha, u otra situación, pudo afectar la economía
de alguno de los herederos, quien optó por vender a uno de sus esclavos
para, tal vez, pagar esas deudas con la Iglesia, o bien emprender un nuevo
negocio. Además, el costo de la niña se iba incrementando a raíz de su
mayor edad.

Conclusión

parte de Norberto Alcayaga, de qué modo a través de herencias y ventas


puede dilucidarse el tránsito de los esclavos de unos amos a otros, dentro
de un mismo grupo familiar. La repetición de algunos nombres dados a
los esclavos, y la ausencia muchas veces de sus edades, tornan complejo
lograr descubrir si estamos hablando de los mismos sujetos, y es en ese

14 ANH, Escribanos de La Serena, vol. 22, fs. 280-281.


punto que el investigador debe arriesgarse a inferir parentescos, generando
nexos tentativos, a la espera de encontrar nuevos antecedentes.
Evidentemente en este caso faltan aún referencias, así como en muchos
otros, y por ello es preciso exhortar a los nuevos investigadores que se
atrevan a utilizar métodos “clásicos”, como lo es la genealogía de la élite,
con nuevas preguntas que exijan llegar a un conocimiento más profundo
y diverso de nuestro pasado. Este tipo de método puede aportar en la
reconstrucción de historias de vida de los esclavos, y eventualmente de
los libertos y libres de origen africano, tanto en Coquimbo como en todo
el Chile colonial.

Referencias Citadas

Archivos
Fondo Escribanos de La Serena, Archivo Nacional Histórico, Chile.
Fondo Real Audiencia, Archivo Nacional Histórico, Chile.

Libros y artículos
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