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Ediciones
Universidad de Tarapacá
2019
…Y LLEGARON CON CADENAS…
Las poblaciones afrodescendientes en la Historia de Arica y Tarapacá
(Siglos XVII-XIX)
Editores:
Alberto Díaz Araya, Luis Galdames Rosas y Rodrigo Ruz Zagal
ISBN: 978-956-6028-08-6
Propiedad intelectual: 235934
Introducción
La realidad multicultural y pluriétnica americana ya no es un tema marginal
en los estudios realizados desde las ciencias sociales y las humanidades.
Si en otras épocas el ideal blanco y europeo estructuró y legitimó las
historias patrias, permeando aún con fuerza, sin duda, los imaginarios
locales y nacionales en nuestro continente, se han dado pasos de marcada
importancia en los avances de las investigaciones y políticas estatales para
lograr el reconocimiento de nuestras múltiples raíces.
En este contexto, el estudio sobre los esclavos africanos y sus
descendientes en el Corregimiento de Coquimbo (Chile) durante la
Colonia y primeros años de la República sugiere un imperativo para los
investigadores, en vista que para la zona el tema ha sido escasamente
trabajado. Si bien, la documentación para lograr descubrir sus rastros
es amplia, cuando se intenta llegar al sujeto mismo nos enfrentamos a
un complejo proceso metodológico, el que debe ir más allá de la mera
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una relación genealógica-económica entre amos y esclavos, de forma de
lograr traspasar el elemental concepto de objeto transable que es el esclavo
atado a un amo, y poder llegar a la persona que debía lidiar con su situación
de esclavitud, en este caso, dentro de un contexto principalmente rural,
de economía mixta (minero-agrícola), y con poblaciones laboralmente
activas de toda índole, a saber indios encomendados y libres, peonaje
mestizo, además de pequeños y grandes propietarios.
Motivaciones
Los esclavos de origen africano llegaron con los primeros conquistadores a
los territorios del actual Chile. Por no ser una zona de grandes plantaciones,
y subsanar el problema de la mano de obra con poblaciones nativas y
mestizas especialmente hacia el siglo XVIII, el Reino de Chile demandó
pocos esclavizados africanos durante el último siglo colonial; aun así, la
esclavitud legalmente perduró hasta 1823.
Por ello, para la época señalada estos esclavos mayoritariamente eran
mulatos nacidos en las diferentes ciudades y provincias de Chile.
Desde esta perspectiva, es notorio que habiendo nacido en la casa de
un amo los esclavos, en primera instancia, generaran vínculos con las
familias de origen, los cuales se canalizaron a través de las herencias,
es decir, el intento de mantener la servidumbre en la misma familia,
pasando así de una generación a otra de amos sucesivas generaciones
de esclavos; otra opción, si pensamos en nexos posiblemente afectivos,
fue el otorgamiento de la libertad graciosa donde no mediaba retribución
en dinero al amo, la cual pudo tener diversas motivaciones y variados
modos de llevarse a cabo (Moraga, 2008). Estos libertos, muchas veces
mantuvieron el apellido de su primer amo, en algunos casos único amo,
y eventualmente es posible rastrear a partir de este apellido el camino de
libertad seguido por algunos de ellos y sus descendientes (Ogass, 2009,
2011).
Si bien, esta práctica dada dentro del sistema esclavista de permanecer
junto a una familia a través de generaciones fue efectiva, de manera común,
igualmente, muchos amos y amas no dudaron en otorgar en venta algunos
de sus esclavos, toda vez que la situación lo ameritase (en estos casos, que
son muchos, se esbozaban razones como problemas económicos y deudas,
mala conducta del esclavo, obtener dinero para hacer negocios o muerte
de un amo sin descendencia); estas ventas, no obstante, se realizaron sólo
y una importante cantidad de esclavos terminaron siendo vendidos con
destino Perú u otros lugares más o menos lejanos.
La motivación de pensar sobre las relaciones de tipo familiar entre amos
y esclavos, y en muchos casos relaciones comerciales entre diferentes
amos con algún nexo familiar, ligados al traspaso de esclavos a través de
ventas, surgió al adentrarme en cierto tipo de documentación de la zona
de Coquimbo, relativa a esclavos y sus amos. En ella era muy complejo
percibir las experiencias de los esclavos, pero si más fácilmente encontrar
relaciones entre esclavos y amos mediadas por el mercado esclavista local,
como lo eran las cartas de venta, padrones o inventarios.
Partir estudiando esta zona con aquella documentación no era cosa
novedosa. Varios autores, entre ellos Marcello Carmagnani (1963), Jorge
Pinto Rodríguez (1980) o Eduardo Cavieres (1993) ya habían repasado
una cantidad considerable de estos y otros documentos para la realización
de sus investigaciones en un marco de historia regional, relevando en
sus trabajos especialmente la estructura minera y rural de la sociedad
coquimbana, y desde ahí estableciendo formas de trabajo, relaciones
observar los datos del Censo de 1813, el cual arrojó cantidades de mulatos
y negros, libres y esclavos bastante altos en algunos de los 19 distritos de
la provincia2.
Metodología: genealogía de la esclavitud
La metodología propuesta en nuestro caso proviene, en parte de las
posibilidades dadas por los documentos, junto a las ideas aportadas por
los diversos trabajos revisados durante las investigaciones realizadas sobre
Coquimbo, principalmente de las áreas de la historia regional y la genealogía.
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los pasos seguidos en el trascurso de las pesquisas. Al enfrentarnos con
documentación de archivo, como cartas de venta, inventarios, registros
de bautismo, etc., normalmente se tiende a generar un registro de tipo
cuantitativo, con la mirada puesta en lograr organizar algún formato
de estadística, lo cual resulta tremendamente complicado y casi un
espejismo, si pensamos que la documentación que llega a nuestras manos
es parcial por dos razones: primero, quienes se encargan de registrar
(escribanos, párrocos) no siempre fueron diligentes en sus labores, y sin
duda es posible encontrar en los registros errores, informaciones faltantes,
saltos temporales, etc. Además, en una zona principalmente rural, con
poblaciones separadas unas de otras por cerros, valles y amplias distancias,
y muchas veces sin escribanos ni párrocos disponibles, era evidentemente
complejo realizar cualquier tipo de trámite burocrático.
Segundo, la conservación de la documentación no siempre fue la óptima,
ni en la época de su registro, ni posteriormente. Traigo a colación, en
este sentido, un hecho acaecido en La Serena en 1680, cuando el pirata
Bartolomé Sharp incendió la ciudad, siendo consumidas por las llamas
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Luego de tener a la vista las informaciones, es necesario realizar el análisis
de éstas, de manera de comparar edades, nombre, fechas, y hacer los nexos
necesarios para establecer traspasos de herencias y ventas, y determinar
cuáles esclavos fueron siendo pasados de un amo a otro, y quienes no, y
de qué forma y por cuáles motivos se va entretejiendo una red social que
agrupa a amos y esclavos.
Estimo que este tipo de metodología puede aportar al conocimiento de
los nexos sociales de grupos subalternos como fueron los esclavos en la
sociedad trabajada.
Caso Alcayaga-Cortés (Alcayaga-Rojas), mediados del siglo XVIII
En el Valle del Elqui, el año 1759 se registró una carta de venta en la
que Don Norberto de Alcayaga vendía a Don Juan de Dios Rojas la
mulatilla Nicolasa. En esta venta se indicaba que la mulatilla vendida
tenía 12 años y estaba siendo transada en la suma de 280 pesos3. En la
3 Los precios de esclavos son indicadores múltiples. Primero, nos da cuenta de la edad del esclavo,
nacimiento el precio aumenta rápidamente hasta alrededor de los 18 años que llegan a su precio
máximo, el cual sube levemente o se mantiene hasta alrededor de los 35 años, y luego baja más o
menos rápido, dependiendo, primero que nada, de la salud del esclavo. 280 pesos era un costo normal
(en el siglo XVIII) para una niña mulata de 12 años, mientras que las negras podían costar un poco
más; los niños negros de esta edad costaban lo mismo que las mulatillas, y los mulatos de 12 años, un
poco menos que las mulatillas. El precio de un esclavo de esta edad, en la época trabajada, siempre
oscilaba entre los 250 y 300 pesos; sin embargo, hacia la segunda década del siglo XIX se registra
una caída de precios.
4 Archivo Nacional Histórico (en adelante ANH), Escribanos de La Serena, vol. 22, fs. 280-281.
5 Ignacio de Alcayaga Oronos (+1733) era español, natural de Fuenterrabia, Guipúzcoa. Ver
: http://www.genealog.cl/Chile/A/Alcayaga/
6 Doña María Magdalena Cortés (o Rojas) fue apadrinada y criada por los primeros marqueses de
Piedra Blanca y Guana, no obstante ser una de las dos hijas naturales de Felipe Rojas Niño de Zepeda y
Escolástica Godoy Cisternas. Siendo acogida por María Bravo de Morales (o Morales Bravo y Riveros
Fernández), la marquesa, esposa de Don Pedro Cortés de Monroy y Zavala, Magdalena Cortés utilizó
el apellido de sus padrinos y además heredó parte de las posesiones que la marquesa llevó a su propio
matrimonio en forma de dote.
precios, junto a los esclavos. Es notorio que los esclavos eran los bienes casi
más costosos como unidad, y se indicaban en segundo lugar en la tasación,
después de la tierra7.
En la repartición señalada, los fallecidos Don Ignacio y Doña Magdalena
poseían a lo menos 12 esclavos, los cuales se repartieron entre sus cuatro
hijos mencionados como herederos8: Miguel, Antonio, Norberto y Juan;
de todos los esclavos, 4 eran mulatillos y mulatillas, seguramente hijos
de los otros esclavizados. Estos amos de esclavos también eran extensos
terratenientes de viñas, las cuales pudieron competir con la producción
de vinos de los Jesuitas, con quienes lindaban hacia el poniente según se
indicó en la tasación y repartición9.
Siguiendo la línea ascendente de la familia Alcayaga Cortés (Alcayaga
Rojas), llegamos a los conocidos primeros Marqueses de Piedra Blanca
y Guana. Doña María Bravo de Morales, esposa de Don Pedro Cortés de
Monroy y Zavala y primera marquesa, en la segunda década del siglo XVIII
siendo una de las mujeres encomenderas más poderosas de La Serena y ya
de avanzada edad, testó, de manera de dejar estipulada su última voluntad.
Es preciso indicar que los primeros marqueses no tuvieron descendencia
legítima, y algunos de los bienes dotales de Doña María fueron entregados
a María Magdalena Rojas Godoy quien utilizaba el apellido Cortés, pues
había sido criada por los marqueses. Doña María Bravo de Morales, entre
otras disposiciones, escribió
mando a mis albaceas que para descargo de mi conciencia, repartan entre
mis criados y criadas siguientes, la cantidad de dosientos pesos, es a saber
la negra viexa Chabela, maría grande, negra, Marquilla, negra, Helena,
mulata, María Pulga china, María de mercedes, mulata, Michaela,10
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mulata, Francisco, negro, Xavier, negro y Lorenzo sambo. (Iglesias y
Leal, 1997, p. 12)11.
los González Peñalillo, llamada Agustina. ANH, Escribanos de La Serena, vol. 13, fs 105 -106.
11 “Testamento de María Bravo de Morales”. María testó entre el año 1716 y 1722, año de su muerte.
ANH, Escribanos de La Serena, vol. 8, f. 657 y ss.
12 Don Pedro Cortés de Monroy y Zavala declaró en su testamento “cuando casé con la dicha mi
mujer se me dieron en dote veinte y siete mil pesos, pocos más o menos como parecerá por la escritura
de dote, en cuya cantidad entra la hacienda del valle de Copiapó, la chacra de Cutún con el asiento de
Talca, donde tengo las vacas, las lagunillas y demás posesiones que consta por dicha carta de dote y
por los títulos, con más la negra esclava Isabel y un negro llamado Gerónimo, y es mi voluntad que
todo este dote vuelva a la dicha mi mujer”. ANH, Escribanos de La Serena, vol. 8, fs. 599-605v, citado
en Iglesias y Leal (1997, p. 7).
En un matrimonio ventajoso como el de los marqueses, cuyo dominio en
común comprendió gran parte de las tierras de la Provincia de Coquimbo,
tanto en el Valle de Limarí como en el de Elqui, además de tierras en
Choapa, Huasco, Copiapó y solares en la ciudad de La Serena, era
necesario y esperable ostentar la posesión de esclavos como sirvientes, y
13 ANH, Escribanos de La Serena, vol. 19, fs. 118v-121. Sin duda, el capitalizar el dinero de la
herencia en esclavos se veía como una rentable opción.
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estas últimas son deducibles por los precios; no obstante, se podría inferir
alguna preferencia de entregar los esclavos de cierto modo tal vez no
las esclavas o esclavos eran madres o padres de los niños con los que
fueron entregados, o bien se traspasan esclavos casados o hermanos. La
idea, creemos, era permitir al heredero contar con una servidumbre que
cumpliese las labores junto con quienes pudieran complementarse de
una mejor manera en aquellos menesteres y, a la vez, se lograse repartir
equitativamente el patrimonio entre los hijos.
Conclusión
Referencias Citadas
Archivos
Fondo Escribanos de La Serena, Archivo Nacional Histórico, Chile.
Fondo Real Audiencia, Archivo Nacional Histórico, Chile.
Libros y artículos
Arre, M. (2012).
. Editorial Académica
Española, Saarbrücken.
Carmagnani, M. (1963).
.
Editorial Universitaria, Santiago.
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Del Río, F. (2009).
Moraga, K. (2008).
Chile colonial, 1750-1810. Tesis para optar al grado de Licenciada en
Historia, Universidad de Chile, Santiago.
Pinto, J. (1980).
Crecimiento y distribución de una región minero-agrícola de Chile.
Pizarro, G. (1997).
. Editorial Caburgua, La Serena.