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1.-Oración Introductoria.
Señor, en la oración de hoy sobre “el trigo y la cizaña” quiero que me hagas
comprender que las dos hierbas crecen en el mismo campo y este campo es mi propio
corazón. Te confieso, Señor, que yo “no soy trigo limpio” que dentro de mí también
hay cizaña y que, por tanto, yo no soy quién para juzgar a los demás. Te dejo a ti el
juicio, Señor.
Meditación- reflexión
En esta parábola quedan muy bien definidos los autores del bien y del mal. “El
que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre”. ¿Y el sembrador de la mala
semilla? “El enemigo que la siembra es el Diablo”. Que queden las cosas claras desde
el principio: no hay dos campos distintos: uno para el trigo y otro para la cizaña. El
trigo y la cizaña crecen juntos en el campo de mi propio corazón. ¿Quién es capaz de
decir que él es trigo puro sin mezcla de cizaña? Sólo aquel fariseo engreído que se
puso de pie en el templo a dirigirle a Dios la oración más estúpida de toda la biblia:
“gracias, Señor, porque yo no soy como los demás”. ¿Habrá cosa más bella en este
mundo que considerarse igual que los demás? Sin complejos de superioridad, porque
“nadie es más que nadie”, pero también sin complejos de “inferioridad”, porque nadie
es menos que nadie. Debemos aceptarnos todos como “hermanos”; con nuestro trigo y
nuestra cizaña a cuestas, pero hermanos; con nuestra enorme capacidad de bien y
también de mal, pero hermanos; con nuestro realismo, pero también con nuestras
utopías, pero hermanos. Ningún instrumento de mal, por refinado que sea, podrá matar
nuestros sueños. El autor del mal está ahí, es el Maligno. El autor del bien también
está ahí, es Jesucristo. Y por mucha fuerza que tenga el Maligno para el mal, tiene
mucha más Jesús para el bien. “Donde abundó el delito, sobreabundó la gracia” (Ro.
5,20).
4.- Qué me dice hoy a mí este texto que acabo de meditar. (Guardo silencio).