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LEE EL SIGUIENTE CUENTO: ELRELOJ ‘Que los afios por ti vuelen tan leves, pides a Dios; que el rosteo sus pisadas no sienta, y que a las grefias bien peinadas no pase corva la vejer sus nieves. Francisco de Quevedo El tren en que venia Irene paro de tal maneta que la puerta del vagén quedé justo donde su madre la aguardab No hall las cosas como esperaba, aunque no estaba segura si era porque habian cambiado © porque ella las recordaba con mas colorido, menos ajadas, como se ven todas las cosas en la infancia. Su madre también estaba distinta, peto eso si, no por efecto de la memoria, sino del tiempo. Mientras bajaba el equipaje y la abrazaba, y luego mientras caminaban hacia la casa unas pocas cuadras, tuvo la impresién de haber hallado el tiempo que en la ciudad se le iba tan répido: estaba todo alli acumulado. También le parecié que alli todo tenia el color de la arena, La primera ceremonia al llegar a la casa fue tomar mate largamente en la cocina. Irene hablaba de los estudios que estaba por terminar, de las amigas con quienes vivia, del hombre con quien planeaba casarse. Luego comenz6 a hacer preguntas sobre el pueblo, sobre sus antiguos compaferos, los que habian partido como ella, los que no se habian ido, los que tres afios ateis habian asistido al velorio de su padre y los que no. Con las preguntas Hlegaron los recuerdos, desordenados, ilegitimos como todos los recuerdos, de su infancia. Del colegio sobre todo recordaba los recreos, los juegos, las tonterias que habian sido para ella grandes aventuras, El recuerdo de un suceso, mas nitido que otros, la llené por un instante de secreta vergtienza. En el iltimo ano de la primaria, en un descuido de una compaiiera llamada Anita, Irene le habia robado un reloj. Era un reloj de forma oval, con un espeiito dlentro y una pulsera de cadenita. Era probablemente bafiado en oro, pero Irene no se lo habia quitado por eso. Lo habia hecho simplemente porque el reloj le gustaba mucho. Luego Anita habia sospechado de ella y se Io habia reclamado insistentemente, pero sin ningin escindalo, y habia tratado de persuadirla del valor que para ella tenia el reloj que su made le habia dado; le habia prometido que nadie se enteraria si se lo devolvia, pero Irene habia negadlo una y otra ves, y habia opado por ofenderse ante Ia desconfianza de su compatiera, quien finalmente se resigns a la negativa rogindole que jams se olvidara de darle cuerda porque —le dijo— era muy delicado y se estropearia mucho. Pronto Irene se dio cuenta de que habia sido una tonteria quedarse con el reloj ya que no podria uusarlo sin que fuera reconocido, asi que tuvo que esconderlo en un hueco que habia hecho ella misma bajo una baldosa floja en su cuarto, en donde guardaba sus secretos de la mirada materna. A veces, cuando estaba sola lo sacaba, se lo ponia en la muneca y le daba cuerda, pero Finalmente, cuando dejé el pueblo, el botin queds alli olvidado. Un rato mas tarde, mientras se instalaba en su cuarto, que la madre mantenia limpio y en el mismo estado en que lo habia dejado, recordé nuevamente el reloj. Corrié un poco la cama, reconocié la baldosa y la levantd, y lo encontes, bastante sucio de verdin, Lo limpis con cuidado y lo guardé en un bolsillo. Durante el almuerzo, hizo que su madre le contara todo lo que supiera sobre Anita, Ella —dijo la madre— se habia mudado a las afueras hacia afos, y no volvia al pueblo desde entonces. En un principio, las malas lenguas dijeron que sus padres la escondian porque estaba embarazada, pero nada confirmé ese rumor. Cuando sus padres murieron, no se la vio en el funeral. Los proveedores que se Tegaban hasta su casa tampoco la veian: encontraban su dinero en la puerta y all ddejaban sus pedidos. Trene decidié que iria a verla por la tarde. Se sentia avergonzada y lena de remordimiento, pero solo ahora, ya mayor, comprendia que su falta era reparable: iria a busear a Anita y le devolveria su reloj. Sin duda Anita se daria cuenta de lo apenada que estaba y la disculparia. Seguramente lo veria como una cosa de nifias yy luego las dos podrian reir juntas del incidente. Pidio instrucciones para llegar hasta la casa, a unos ocho kilémetros campo afuera. Hizo chirriar su vieja bicicleta, que hubieranecesitado aceite, por el camino de tierra Tal ver Anita ni siquiera recordara el asunto. Y ademas, quién sabia qué graves motivos tenia para aislarse de esa forma, Sin duda, ella no era nadie para inmiscuitse, y lo mejor seria volver. Pero la casa ya estaba ante sus ojos. Respird hondo y baj6 de la bicicleta, En la puerta, la asusto el salto de un enorme gato manchado. Se tomé un segundo para reponerse, y golpe. No hubo respuesta. Volvié a golpear. Sinti6 que alguien levantaba la tapa de la mirilla, Una vor de nifia pregunte: Quien es! Busco a Anita, Soy Irene, una amiga, Irene Frias Ah, Irene... vos... podes pasar —fue la inesperada respuesta. La lave giro, giré el picaporte y se abris la puerta. Irene Irene la reconocié enseguida En el instante siguiente, el mas aterrador de toda su vida, se dio cuenta de que hubiera sido imposible no reconocerla, porque Anita estaba, literalmente, igual que la tiltima vez que la habia visto. Tenia el cuerpo de una nina de doce anos, su pelo, su rostro, De pie frente a ella, slo sus ojos no eran los de una nia. Irene oye de sus labios el reproche mas resignado y triste que hhubiera oido: =No le diste cuerda En: Cuentos sin respiro. Juliana Aecove. Buenos Aires, Fundaci6n El Libro, 2005, IwLiana Beatriz Accoce es una autora Argentina nacida el 20 : septienbre de 1980 (teniendo en Le actualidad 37 afes). Es conocida por au cuento titulads "EL retoj".

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