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CHARLAS DE VICENTA DEL BOSQUE

Nació en Bogotá el 23 de marzo de 1930 en una familia de campesinos


boyacenses y santandereanos. Su interés en la escritura surge de su amor por los
árboles y sus múltiples dolencias oftalmológicas que fueron cambiando a través
de los años y que la llevaron a crear varios poemarios, poniendo de manifiesto
cómo sus formas de ver (fisiológicamente hablando) habían determinado
alteraciones en sus maneras de mirar el mundo.

Tiene un poemario completamente dedicado a la florescencia de los guayacanes


amarillos en su etapa de miopía y astigmatismo, con el que ganó el
reconocimiento nacional e internacional, además del odio de algunos herederos
nacionales de la vanguardia que alegaban que su poesía era un retroceso
innecesario por considerarlo costumbrista y naturalista en exceso. Lo cierto es
que del Bosque (apellido que claramente cambió hacia 1975 como muestra de su
afiliación) ha sido una figura poco pública, no le interesan los gremios, los
premios ni los compromisos de casi ningún tipo.

Otros proyectos poéticos suyos se han tejido alrededor de la etapa de


hipermetropía y nistagmo, que ha sido la fase más duradera y extraña de sus
condiciones oculares, y con las cuáles creó un poema de 247 versos dedicados a
cada uno de los días que estuvo internada en el Sequoia National Park,
admirando a los dos árboles más viejos en franjas de 10 horas ininterrumpidas
solo para comer y beber.

Charla breve sobre el color.

Algunos piensan que se es muy infeliz al no poder mirar en toda su dimensión.


Yo lo fui durante un tiempo pero no era cosa mía. A mi realmente me bastaba
con ver el color difuso, me bastaba con las manchitas de color. Mis padres creian
que sufría y que debía corregir aquellos borronazos de color que se imprimian en
mi cerebro. La cosa es que la infelicidad estaba en los otros y su mirada
condescendiente sobre mi supuesta incapacidad, su imaginación desbordada
sobre mi sufrimiento inexistente me hizo “corregir” esos bellos puntos de colores
que me acompañaron por muchos años. Con esto vinieron los lentes de contacto.
Me camuflé en las imágenes tal como debian verse, como se suponen que la ven
los demás. A veces, cuando llegaba del colegio iba corriendo al parque, me
quitaba los lentes y daba vueltas y vueltas y vueltas haciendo girar esas manchas,
y luego me tiraba al piso y cerraba los ojos. Los pajaritos del parque le daban
forma a los colores que seguían danzando en mi cabeza.

Charla breve sobre una verga borrosa.

Fue ese día que descubrí la gravedad de mi astigmatismo, tenía 14 años. Flabian
era su nombre. Mi primer y unico novio del colegio. Es importante anotar que
ningún chico se fijaba en mi hasta las vacaciones de ese año porque era chiquita,
gordita; odiaba mi cuerpo. Me fui a la costa con mis primos a una especie de
campamento de verano y volví algo distinta. Mis senos se asomaban un poco y
ya no era tan bajita. Sentía muchísima vergüenza y en el colegio, usé ropa ancha
todo ese año . Flabian se fijo en mi el día que nos obligaron a hacer el test de
cooper porque nos tocaba correr en bikers alrededor de la cancha de fútbol.
Apenas empecé a trotar se hizo detrás de mí y me miró el culo, luego corrió a mi
lado y comenzamos a hablar. Tenía la impresión de que no me hablaba a mi si no
a lo que le quedaba en la mente de mi trasero. Yo a él siempre lo había deseado y
me quedaba viendolo jugar al futbol, aunque nuestro primer encuentro me
desinfló un poco. Después de un par de vueltas a la cancha me invitó a su casa.
Yo no respondí, me puse colorada, él acelero y empezó a correr a toda velocidad,
como loco.

Me fui con él, nos sentamos en una silla esquinera al fondo del bus. Ni me habló.
Puso su mano en mi rodilla y disimuladamente la subió hasta mi vagina. La
acariciaba con las yemas de sus dedos. Fue entonces que agarré su chaqueta y
me acosté tendiendola sobre mi cabeza. Los demás pensarían que estaba
dormida. Le bajé los pantalones y agarré su miembro erecto. Traté de echarle un
buen vistazo pero no lograba enfocarlo. Me alejaba y acercaba tratando de
enfocarlo. El me empujaba para que no me levantara tanto; como que no entendía
mucho yo que hacía. Me comenzó a doler la cabeza, se me bajó todo.

Me levanté y fui corriendo hasta la parte delantera del bus. ¡Necesito foco,
necesito enfocar! -Pensaba. En la calle las cosas estaban completamente fuera de
foco y la cabeza me dolia. Logré parar un taxi y al subirme cerré los ojos y le
pedí al tipo que me llevara a mi casa.

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