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Cuando se difundió el virus, el pánico arrasó el país. Las escuelas cerraron y las
ciudades guardaron cuarentena. No era la ansiedad por el COVID-19, sino otro
flagelo que asoló a una generación previa: la polio.
”El Dr. Salk es miembro Desde que era muy joven Jonas
supo que deseaba cambiar el
de la raza judía, pero mundo a través de la
creo que tiene una investigación médica. Él estudió
maravillosa capacidad en el City College en Nueva
York y después, como Sabin,
para llevarse bien con la asistió a la escuela de medicina
gente”. de la Universidad de Nueva
York. En los años 30, sin importar cuán brillante era su mente, el hecho de ser
judío era una barrera para su éxito en el campo de la medicina. Cuando aplicó
para una beca realizando investigaciones médicas, le pidió una recomendación
a su mentor, el Dr. Thomas Francis, un famoso investigador de enfermedades
infecciosas. Su recomendación del Dr. Salk resalta el antisemitismo que había
en la época: ”El Dr. Salk es miembro de la raza judía, pero creo que tiene una
maravillosa capacidad para llevarse bien con la gente”.
La familia Salk
Jonas Salk formaba parte de un prestigioso equipo que estudiaba todos los
casos de polio de los Estados Unidos. Rápidamente entendió que cualquier
vacuna efectiva tenía que contener cepas de tres variaciones distintas de polio.
Aunque él era uno de los investigadores más jóvenes que trabajaban buscando
la vacuna, el Dr. Salk no dejó que nada lo detuviera. Su confianza en sí mismo
a veces alienaba a otras personas, pero él confiaba que su equipo iba por el
camino correcto. Salk se inspiró en las investigaciones recientes respecto a
crear vacunas bajo condiciones de laboratorio en tejidos animales, y cultivó
células del virus de la polio en células de riñón de monos. Luego mató a esas
células virales usando formaldehído. El objetivo del Dr. Salk era desarrollar
una vacuna utilizando esas células de polio muertas.
El Dr. Thomas Francis, quien había supervisado las pruebas de Salk, convocó
una gran conferencia de prensa en la Universidad de Michigan el 12 de abril de
1955. Más de 50.000 médicos observaron la transmisión en proyecciones
especiales. Millones de personas escucharon la conferencia por radio. Allí
anunciaron que la vacuna del Dr. Salk era “segura y efectiva”. La gente lo
celebró en todo el país. Hicieron repicar las campanas de las iglesias. La gente
se abrazaba y lloraba. Las compañías farmacéuticas comenzaron a producir
millones de dosis de la vacuna de Salk.
La vacuna del Dr. Sabin tenía varias ventajas sobre la del Dr. Salk. La vacuna
de Salk debía inyectarse y requería dosis periódicas de refuerzo. La vacuna de
Sabin se administraba de forma oral y no precisaba dosis posteriores. Además,
parecía que la vacuna de Sabin actuaba de la forma que lo hace un virus regular
y proveía protección incluso a quienes nunca habían recibido una vacuna. A
mediados de los años 60 la vacuna del Dr. Sabin se convirtió en la vacuna
preferida en los Estados Unidos.
Otros emprendimientos
Después de abolir la polio, las vidas de Salk y de Sabin divergieron por
completo. Jonas Salk se mudó a California y aparentemente fue a la deriva
tanto profesional como personalmente. Aunque condujo algunas
investigaciones sobre el SIDA en los años 80, nunca volvió a acercarse al éxito
que logró con su vacuna para la polio. Uno de sus mayores proyectos después
de desarrollar la vacuna fue establecer el Instituto Salk de Ciencias Biológicas
en San Diego, que unió a científicos e importantes contribuidores de otros
campos para trabajar en pos de objetivos que podían beneficiar a la raza
humana.
Un legado de servicio
Ni Jonas Salk ni Albert Sabin patentaron sus vacunas, a pesar de que de
haberlo hecho se hubieran vuelto increíblemente millonarios. El 12 de abril de
1955, el Dr. Salk apareció en televisión y el periodista Edward R. Murrow le
preguntó quién era dueño de la patente de la vacuna de polio que él había
inventado. Salk respondió: “Bueno, yo diría que el pueblo. No hay una patente.
¿Acaso se puede patentar el sol?”. Al no obtener ganancias de sus vacunas,
tanto el Dr. Salk como el Dr. Sabin ayudaron a que las vacunas no fueran caras
y estuvieran a disposición de todo el mundo.
Más de 100.000 personas escribieron al Dr. Sabin. Los niños de la escuela local
lo ayudaron a contar las cartas y responderlas. La esposa del Dr. Sabin explicó:
“Cuando yo le leía las cartas, lloraba… Todos le agradecían… Cuando le leía
esas cartas, apenas podía seguir adelante”. El Dr. Sabin le dijo al periódico:
“No puedo explicarles lo que siento (con las cartas). Me hace sentir que lo que
hice valió la pena. Uno siempre duda si lo que hizo con su vida realmente fue
valioso… La gente lo olvida. Pero estas cartas… Mientras viva, estas cartas me
transmitirán una sensación de calidez”.