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El rol del Estado en la promoción de la

Responsabilidad Social Empresaria en


América Latina

En los países democráticos, el Estado está llamado a jugar un importante


rol en la promoción de la RSE. En este artículo se procurará fundamentar
esta afirmación y sugerir algunas ideas sobre las acciones que podría
emprender el Estado para fomentar su desarrollo en los países de América
Latina.
En los países democráticos, el Estado está llamado a jugar un
importante rol en la promoción de la RSE. En este artículo se
procurará fundamentar esta afirmación y sugerir algunas ideas
sobre las acciones que podría emprender el Estado para
fomentar su desarrollo en los países de América Latina.

Para comenzar y a los efectos de ser claros, importa señalar


que este autor entiende que la RSE es algo voluntario y, en
consecuencia, lejos está en el espíritu de lo que aquí se
plantea, sugerir la necesidad de crear un marco legal que la regule. Nuestra posición
sobre este tema puede leerse en el artículo “Regulación o voluntariedad de la RSE:
una nueva forma de plantear el debate”, publicado en Diario Responsable el 8 de
Diciembre de 2009.

¿Por qué el Estado debe promover el desarrollo de la RSE? Primer argumento. Con
independencia de las posturas ideológicas y políticas, existe un amplio consenso en
las sociedades democráticas modernas sobre la misión del Estado como “garante del
Bien Común” [1] (aunque no exista unanimidad acerca de lo que se entiende por este
concepto). Por lo tanto, en la medida que el accionar de las empresas privadas
impacta sobre ese Bien Común (nivel y calidad del empleo, seguridad de los bienes y
servicios, estado del medio-ambiente, etc.), el Estado está llamado a apoyar y
promover las prácticas empresariales que agregan valor para la sociedad y que
reducen los impactos negativos de la actividad empresarial sobre ella y el
medioambiente.
 
En efecto, se podría hacer el siguiente paralelismo: así como el cumplimiento de la ley
es el piso sobre el cual agrega valor al RSE, de igual modo, la promoción de la RSE
es el plus que aporta el Estado por sobre sus funciones básicas (su piso) de legislar,
hacer cumplir las leyes e implementar políticas sociales y económicas, operar
servicios públicos estratégicos, etc. Segundo argumento. En los hechos, el Estado es
un actor institucional que “hace cosas” que impactan sobre los ciudadanos, las
organizaciones sociales, las empresas, la sociedad en su conjunto y el medio-
ambiente. En particular, en muchos de los países latinoamericanos, el Estado
gestiona empresas (esto es particularmente importante en mi país, Uruguay), brinda
servicios públicos a los ciudadanos y a las organizaciones y es el comprador más
grande en cualquier economía de la región. De esta situación se deriva que, al igual
que las empresas y otras organizaciones, el Estado deba responder por las
consecuencias de sus acciones y decisiones; es decir, debe plantearse cuál es su
propia Responsabilidad Social.
 
El Estado como promotor de la RSE: actor y entorno. Importa detenerse a pensar que
el Estado se relaciona con el mundo de la empresa desde dos perspectivas: como
agente económico y como parte del contexto. En efecto, tal como se mencionó más
arriba, el Estado compra y vende, siendo el agente de mayor peso en cualquier
economía moderna. Este peso le otorga un gran potencial para operar como promotor
de la RSE a través de sus propios comportamientos como agente económico. Pero,
además, el marco legal de los países, las políticas y la gestión del Estado son parte
del contexto y operan como impulsores (positivos o negativos) de la RSE a través de
múltiples aspectos, como por ejemplo: las reglas de juego y las garantías que se
ofrecen para el cumplimiento de los contratos, la existencia de mecanismos para la
selección de proveedores, la aplicación de exoneraciones fiscales como contrapartida
a la introducción de prácticas ambientalmente responsables y proyectos
empresariales de impacto social y, en general, a través del ambiente de negocios que
genera el accionar del Estado.
 
Acciones que podría emprender el Estado para promover la RSE. En la literatura
especializada y en los foros de discusión se han sugerido diversos cursos de acción
que podrían emprender los estados a efectos de promover la RSE. Se entiende que
una contribución que facilita la reflexión sobre este tema, consiste en dividir esos
cursos de acción en cuatro categorías: 1) creación de un ambiente de negocios
propicio para la RSE; 2) políticas específicas para estimular la introducción de
prácticas social y ambientalmente responsables; 3) articulación con las empresas
privadas para la implementación de algunos proyectos sociales y 4) la RSE de las
empresas y organismos del Estado.
1. El ambiente de negocios. Quizá el mayor aporte del Estado a la RSE consista en
consolidar un ambiente de negocios que torne atractivos los comportamientos social y
ambientalmente responsables. Poner reglas de juego que establezcan claramente los
derechos y obligaciones de las empresas, hacer que la justicia funcione, asegurar el
cumplimiento de los contratos, prevenir y castigar duramente las prácticas de
corrupción, actuar en forma equilibrada en las negociaciones entre empresas y
trabajadores, vigilar que se cumplan las normas ambientales, defender los derechos
de los ciudadanos en tanto consumidores, incluir en el sistema educativo la formación
en valores de ciudadanía, son algunos ejemplos de acciones del Estado que
favorecen la creación de ese ambiente de negocios.
2. Políticas específicas para estimular el comportamiento responsable de las
empresas. Las políticas son, entre otras cosas, herramientas para la consecución de
fines que el Estado considera buenas u oportunas. El abanico de políticas que
servirían para promover la RSE es muy amplio, ya que se pueden formular y aplicar
desde diversos ámbitos del Estado. Por esa razón, en lo que sigue se plantean dos
ejemplos: la introducción de ventajas impositivas y las compras públicas
responsables.Ventajas impositivas. En la literatura abundan sugerencias en materia
de exoneraciones y otros estímulos tributarios a la RSE, pero también es posible
observar una especie de reduccionismo a la demanda de exoneraciones fiscales para
las actividades filantrópicas y las acciones en beneficio de la comunidad. Se entiende
aquí que el manejo de este tipo de políticas para promover la RSE va mucho más allá
del estímulo a las acciones sociales de las empresas, para enmarcarse en un enfoque
mucho más amplio y con abordaje estratégico. Estamos pensando en exoneraciones
tributarias para empresas que participen en proyectos de desarrollo social alineados
con las políticas de sociales y de desarrollo impulsadas por el Estado. A modo de
ejemplo, se podría utilizar esta herramienta para fomentar:
 
     a) la inserción laboral de personas socialmente vulnerables (en particular los
jóvenes de menor nivel socio-económico) y de personas con capacidades
diferentes;     
      b) la reincorporación de adultos mayores de 40 años que perdieron su trabajo;
      c) la instrumentación de negocios inclusivos en la cadena de valor de las
empresas privadas;
      d) iniciativas empresariales de apoyo económico a proyectos de desarrollo
comunitario; e) inversiones que reducen el impacto ambiental e inclusive aquellas
orientadas a recuperar ambientes ya deteriorados.
 
Las compras públicas responsables se definen como “un mecanismo de
mercado”[2] que emplean los estados cuando actúan como compradores
(consumidores). Dichos mecanismos incluyen un conjunto de normas y
procedimientos que incentivan a las empresas a cumplir determinados estándares de
RSE para ser proveedores del Estado. Dado que las empresas que incorporan esos
estándares suelen trasladarlos a los otros mercados en que operan, se puede generar
un efecto “derrame” sobre las demás empresas que operan en esos mercados, para
no perder competitividad en ellos. Las compras públicas responsables son aplicadas
por muchos países de la OCDE y, en nuestra región, Chile se encuentra a la
vanguardia en la introducción de este tipo de políticas.
 
El Estado chileno lo aplica mediante un sistema denominado ChileCompra, que
incluye los procesos licitatorios y un procedimiento de compra por catálogo electrónico
(ChileCompra Express). 3. Articulación con las empresas privadas para aplicar
políticas sociales. Tal como ha señalado la escuela de pensamiento que promueve el
modelo de Negocios Inclusivos[3], las empresas privadas tienen mucho para aportar a
la lucha contra la pobreza y la creación de mejores condiciones de vida en América
Latina: capital humano, know how, redes comerciales, tecnología, etc. La búsqueda
de socios en el sector privado, para la implementación de proyectos sociales, serviría
para mejorar la eficacia de esos proyectos. Pero también tendría un impacto positivo
sobre el desarrollo de la RSE, ya que las empresas que participen en los mismos
recibirían retornos positivos en su reputación corporativa (derivada de la difusión de
esos programas), en sus relaciones laborales (por ejemplo, si incluyen programas de
voluntario corporativo) o en muchos otros aspectos sobre los cuales la RSE genera
beneficios a las empresas.
4. A nuestro juicio, la RSE en las empresas y organismos del Estado no puede ser
una opción. Por su misión de servir a la sociedad (que es su cliente y accionista al
mismo tiempo), el sector público TIENE QUE SER social y ambientalmente
responsable. Pero además de ese imperativo ético, la incorporación de la RSEP (dada
su especificidad, quizá sea conveniente incorporar el término “públicas”) seguramente
se constituirá un impulsor de la RSE en el sector privado, por el importante peso del
sector público en la economía de la mayoría de los países latinoamericanos y por su
participación en prácticamente todas las cadenas de valor.

[1] Madariaga, Aldo. El Estado y la Responsabilidad Social. Estrategia de


incorporación de criterios de responsabilidad social y ambiental en las compras
públicas. CENDA. Chile. 2008.
[2] Madariaga, Aldo. Obra citada
[3] Austin, J. La empresa privada y los sectores de bajos ingresos. En ReVista.
Harvard Review of Latin America. 2006.

Regulación o voluntariedad de la
RSE: una nueva forma de plantear el
debate
08 DICIEMBRE 2009
Dos excelentes artículos publicados recientemente en Diario Responsable
(La voluntariedad, totem y tabú de la RSE, J.M. Lozano
02/11/2009 y Voluntariedad y regulación de la Responsabilidad Social de la
Empresa (RSE), J.A. Moreno Izquierdo 25/11/2009) ponen sobre la mesa el
viejo debate sobre la regulación de la RSE. Los argumentos de ambos
autores (sean o no compartibles) sugieren la relevancia del tema. Lozano
señala que en dos presentaciones de su último libro, el único tema sobre el
que los expositores fueron coincidentes, ha sido el de cuestionar la
voluntariedad de la RSE. Por su parte, Moreno describe la reciente crisis
financiera como un fenómeno sistémico y sugiere que se “debería impulsar
una reflexión serena sobre la posible conveniencia de elevar el listón
regulador para evitar nuevos desenfrenos.”
 

Ninguno de ambos autores se pronuncia claramente a favor de regular la RSE, pero


plantean cuestiones interesantes que invitan a reflexionar sobre el tema. Lozano
utiliza una expresión muy ingeniosa para “mover el piso” de lo establecido: “la
voluntariedad es un criterio de la RSE. Pero no es ni un totem ni un tabú”. Y Moreno
concluye: “todo lo anterior invita a una nueva mirada en torno a la regulación de
determinados aspectos de la RSE”. Pues bien, ·”echado el guante”, tomemos el
desafío. Para hablar de voluntariedad o regulación de la RSE, entiendo necesario
comenzar por establecer claramente el objeto del debate, es decir, la idea que
tenemos sobre qué es la RSE. Coincido plenamente con Lozano, cuando afirma que
“la lucha por establecer una definición no es otra cosa que la lucha por el poder de
imponer una interpretación”.

Una clara demostración de ello es la dificultad y la compleja discusión que llevó el


proceso de creación de la norma ISO 26.000. Pero también es cierto, que sin un
acuerdo básico sobre cuál es el objeto de la discusión y sus características
elementales, se corre el riesgo de estar estableciendo criterios o afirmaciones sobre
cosas distintas. No pretendo aquí establecer una definición de RSE, pero sí formular
tres atributos que caracterizan su esencia. Ellos son:

1) la RSE es un paradigma y no una colección de prácticas;


2) la RSE siempre es un plus sobre el piso del marco legal y
3) la RSE es un concepto siempre en construcción.

A partir de estos tres atributos, voy a construir mi argumento contrario a la pretensión


de regular la RSE. En primer lugar, la RSE, tal como excelentemente lo señalara
Bernardo Kliksberg, es un nuevo paradigma sobre la relación sistémica entre la
empresa y la sociedad. La empresa, en tanto actor social, actúa en forma adaptativa
con respecto a los cambios que ocurren en su entorno. Y, tal como está sugerido en
una amplia literatura, la RSE constituye una respuesta adaptativa a cambios
profundos experimentados por nuestras sociedades durante las dos o tres últimas
décadas.

Un nuevo paradigma que pretende responder a los nuevos desafíos y exigencias que
la sociedad le impone a las empresas. Esta es la razón principal por la cual emergió la
RSE. Todas las demás explicación forman parte de discursos sustentados en distintas
motivaciones (éticas, voluntaristas, pragmáticas, oportunistas, etc.), pero son tan solo
discursos, que terminan ocultando los factores reales que empujan a las empresas a
adoptar esos nuevos comportamientos, a los que hemos dado en llamar “social y
ambientalmente responsables”. Por lo tanto, la RSE no es un modelo, ni una
estrategia y menos aún, un conjunto de prácticas: es todo un paradigma, cuyo cuerpo
de doctrina se ha venido elaborando a lo largo de los últimos 20 años. Entonces,
viene la primera interrogante: ¿es posible regular un paradigma, cuando lo que se
regulan son conductas y prácticas?

En segundo lugar, creo que pocos discrepan con la idea de que la RSE se construye
sobre el “piso” de la legalidad. Es decir, la RSE es un plus en el comportamiento
empresarial, que va más allá de lo que establecen las leyes. En su avance, las
sociedades legislan y regulan diversos aspectos relacionados con el hacer de las
empresas. Cada vez que se establece una nueva norma, sea ésta de alcance
nacional o supranacional, lo allí pautado pasa automáticamente a integrarse a ese
piso.

Tal como puede observarse, durante la última década, varias iniciativas que
comenzaron como prácticas socialmente responsables de algunas empresas, se
convirtieron luego en normas exigibles a todas las empresas. Pero, siempre quedan
espacios para un plus. Resulta absurdo pretender la regulación de TODO lo que hoy
forma parte de la RSE, de igual forma que resulta absurdo (y totalitario) pretender
regular todos los aspectos de la vida de las personas. Las fracasadas experiencias
totalitarias estatistas son una clara demostración de cómo una regulación llevada al
extremo, desestimula la búsqueda de la calidad y la excelencia, anula la innovación y
la creatividad y genera burocracias en las empresas, cuyo único cometido es auto-
perpetuarse.

He aquí pues, la segunda interrogante: ¿hasta donde regular el comportamiento de


las empresas sin poner en riesgo su capacidad de generar valor económico? De poco
servirán a la humanidad empresas que cumplan con infinidad de normas sociales y
ambientales, si dejan de generar valor económico.

Por otra parte, la sociedad ha cambiado y seguirá cambiando. Sus estándares


seguirán modificándose. De igual forma, el cambio tecnológico y las nuevas prácticas
empresariales plantearán nuevos problemas a resolver. Es decir, la interacción entre
la empresa, la sociedad y el ambiente siempre será dinámica, resultando imposible
prever de antemano cuáles serán los nuevos escenarios. Esta situación conduce a
una conclusión: la RSE es algo siempre en construcción. El paradigma se irá
modificando para responder a los nuevos desafíos y demandas. Y también, la
sociedad estará siempre fijando nuevas normas. Vamos pues a la tercera
interrogante: ¿tiene sentido plantearse regular algo que está siempre en construcción,
es decir, algo que nunca estará acabado?

Llegado a este punto importa aclarar que estoy totalmente en desacuerdo con las
viejas posturas ultra-liberales contrarias a la regulación de las prácticas
empresariales. Lo que pretendo señalar es que esa regulación se realiza siempre en
un contexto y tiene sus límites, a riesgo de matar a la “gallina de los huevos de oro”.
La vida siempre es cuestión de equilibrios.

Pero no quiero quedarme solamente en las tres cuestiones anteriores y los conceptos
que están por detrás de ellas. Pretendo dar un paso más y sugerir una nueva manera
e formular el problema. Sabido es que la forma como es planteado un problema,
termina acotando la discusión y condicionando las respuestas. Por esa razón, creo
que la forma como actualmente está formulado este problema, lejos de ayudar a
resolverlo, confunde y conduce a un laberinto sin salida.

Basado en los tres aspectos básicos de la RSE señalados más arriba, sugiero
modificar el eje de la discusión. En lugar de plantearnos si se debe o no regular la
RSE, “bajemos a tierra” el problema, y discutamos sobre la conveniencia y validez de
regular determinadas prácticas empresariales. Porque, en los hechos, eso es lo que
vienen haciendo las sociedades a través de sus organizaciones sociales, partidos
políticos, gobiernos, organismos internacionales y demás actores institucionales que
poseen cierto grado de representatividad. Miremos a nuestro alrededor y
preguntémonos: ¿cuántas nuevas leyes y normas nacionales y supranacionales se
han establecido en los últimos 10 años, para regular aspectos particulares y
específicos, directamente relacionados con comportamientos responsables de las
empresas? ¡Muchas! ¡La sociedad ha sabido plantear el problema desde una óptica
mucho más realista que los académicos, consultores y dirigentes empresariales que
estamos en esto de la RSE!

En síntesis, el problema no es el de la conveniencia/necesidad de regular la RSE, sino


el de regular determinadas prácticas, en función de los valores, los problemas
específicos y las demandas de cada sociedad. En cada situación particular, quienes
estamos promocionando la RSE desde la academia, la consultoría y las empresas,
tenemos mucho para aportar. En particular, el conocimiento que disponemos sobre el
marco conceptual de la RSE y sobre miles de experiencias de buenas prácticas
empresariales. Ahora bien, para que ese aporte se eficaz, se requiere que cambiemos
la manera como estamos planteando la discusión.

Es decir, se necesita que modifiquemos nuestro paradigma sobre la forma de abordar


el paradigma de la RSE!
Responsabilidad social del
Gobierno: ¿una utopía?

Hablar de la responsabilidad del Gobierno pareciera un tema “tabú”, porque al pensar en el


Gobierno se piensa en el ente omnipotente que todo lo puede y que nada debe.  

Sin embargo, el “Gobierno” es  también una organización, la diferencia que existe con el resto de
las organizaciones son las acciones propias de su papel soberano para la elaboración y el
cumplimiento de la ley, la práctica de la autoridad judicial, el ejercicio de deberes destinados a
establecer políticas de interés público o a cumplir las obligaciones internacionales del Estado.

Tanto como organización como en su función de Estado, (más aun en este rol), el Gobierno debe
cumplir con los principios de la responsabilidad social: rendición de cuentas, transparencia,
comportamiento ético,  respeto a los intereses de las partes interesadas, respeto al principio de
legalidad, y respeto a las normas internacionales de comportamiento.

En materias fundamentales, también el Gobierno tiene un doble rol, como ente rector y ejemplo
de la sociedad, debe no solamente cumplir sino velar por el cumplimiento de los derechos
humanos, prácticas laborares y temas medioambientales, debe responder a los requerimientos de
sus partes interesadas y debe tener prácticas justas y debe dar fe de estas a través de su rendición
de cuentas y de la transparencia de sus procedimientos administrativos.

“Además de su propia responsabilidad, los gobiernos pueden apoyar de muchas maneras a las
organizaciones en sus esfuerzos por operar de forma socialmente responsable, como por
Ejemplo, a través del reconocimiento y promoción de la responsabilidad social. Sin embargo,
promover la responsabilidad social de las organizaciones no es, ni puede ser, un sustituto del
ejercicio eficaz de los deberes y responsabilidades del Estado”. (Ver ISO 26000:2010).

Aunque pareciera que es triste que en pleno siglo XXI se tenga que hablar sobre la responsabilidad
social del gobierno, lamentablemente hay mucha tela que cortar y mucho por discutir, exigir y
monitorear.  Por esta razón, el 18/02/2914 discutimos en el tradicional #RSEchat, la
responsabilidad social de los gobiernos como actores fundamentales para el proceso de desarrollo
sostenible, como agentes promotores y articuladores del cambio hacia una mejor sociedad, mucho
más justa e inclusiva.

En esta oportunidad contamos con una nutrida participación de representantes de Ibero América
(España, México, Argentina, Chile, Colombia, Venezuela entre otros), algunos participantes
habituales y con numerosos nuevos participantes a los cuales doy la más cordial bienvenida.

Lamentablemente por la situación actual del país me ha sido imposible acceder a  Internet de una
forma fluida y continua, razón por la cual no tengo el número de participantes pero estimo unos
50.

En esta oportunidad, además de la habitual colaboración de Jordi Jaumà @dresponsable  conté


con  la colaboración de Luís Carapaica @gerenciaycambio

Participaron  en la difusión:

http://www.diarioresponsable.com

http://www.rsevenezuela.com

http://www.seresponsable.com

http://www.expok.com.mx/

Entre las principales conclusiones están:

1. Buscar reemplazar o competir con la acción de los gobiernos es un error, las problemáticas
son demasiadas y las responsabilidades aún mayores, por esto es necesario coordinar  las
tareas de responsabilidad social del sector empresarial con los gobiernos, esto ayuda a
generar escala y éxito a largo plazo.

2. La administración pública tiene que dar ejemplo en materia de responsabilidad


social http://serresponsable.wordpress.com/2013/09/16/la-administracion-publica-tiene-
que-dar-ejemplo-en-materia-de-responsabilidad-social/
3. Los gobiernos deberían promover más y mejores iniciativas, recomendar pautas
voluntarias y establecer estándares de responsabilidad social obligatorios. No obstante,
algunos opinan que  se corre el riesgo de que sea el mismo gobierno que los incumpla.(El
que hace la ley…hace la trampa)

4. Al igual que todas las organizaciones, el gobierno tiene que enfocar su responsabilidad
social tanto en la dimensión interna como externa, Y esto representa un reto: ¿cómo
equilibrar la doble dimensión (tanto interna, como organización y  la externa como
administración pública).?

5. Como en cualquier organización, es necesario revisar y profundizar esfuerzos hacia lo


interno, ser primeramente responsables en casa, ya que sin ello seria imposible promover
responsabilidad social hacia el resto de la sociedad.

6. La responsabilidad social de los gobiernos pasa por cumplir con las normas y principios
constitucionales, leyes internas, normativas internacionales y garantizar la protección de
los derechos humanos. Hasta que los gobiernos no entiendan que el cumplimiento de los
derechos humanos no es una “colcha de retazos”, no podrán entender realmente lo que
es responsabilidad social.

7. Los procesos de compras públicas sostenibles son imprescindibles para una sociedad


responsable. La incorporación de cláusulas sociales en los procesos de compras públicas
siempre ha sido una batalla por lograr la inserción en las iniciativas de economía social.

8. En los actuales momentos la responsabilidad social de los gobiernos es un tema crucial


que no se puede postergar, cada vez es más necesario el sentar las bases del diálogo. Los
esfuerzos de responsabilidad social de los gobiernos deben estar orientados a la
generación de sinergias, no hacia una relación suma cero. Por eso es preciso apuntar a esa
doble dimensión que se menciona.

9. Las instituciones deben desarrollar una verdadera vocación de servicio hacia la sociedad.

10. La responsabilidad social de los gobiernos implica el no establecer alianzas e intercambio


comercial con naciones implicadas en hechos graves de violación a los derechos humanos.

11. Con frecuencia, las políticas que promueven la responsabilidad social en los países son
desconocidas y poco utilizadas por el sector privado.

12. La responsabilidad social de los gobiernos debe contemplar la implementación de normas


de protección de espacios y reservas naturales, que permitan preservar el equilibrio
ecológico y el medio ambiente para el disfrute de las futuras generaciones.

13. Un sector empresarial que se desenvuelve en el mercado con responsabilidad social


empresarial (RSE) es el mejor aliado del gobierno para el logro de las metas de desarrollo
sostenible.

14. Los gobiernos deben entender que la atención primaria de las cosas está en el origen, en
las causas de los problemas.
15. Los gobiernos hoy tienen demandas de sus ciudadanos por más transparencia y mayor
exigencia ambiental y social. Un Gobierno responsable y transparente debe contar con
una estrategia Nacional de RS, para  lograr mayor competitividad y sosteniblidad.
Recomiendo revisar el último informe de transparencia internacional. para evaluar el
comportamiento de cada país. http://www.transparency.org/gcb2013

16. Una gestión responsable y sustentable podría significarle una mayor rentabilidad (capital
político) a los gobiernos.

17. La agenda internacional de los gobiernos cada vez es más exigente con temas de RSE y
sostenibilidad. El punto está en evaluar si los países realmente la cumplen.

18. En materia de responsabilidad social los gobiernos deben actuar con el ejemplo. Se
requiere promover, respetar, activar, velar y actuar mucho más en materia de derechos
humanos.

19. En ocasiones,  los gobiernos no entienden su corresponsabilidad en asuntos como la


corrupción, limitándose sólo a señalar, declarar y "castigar".

20. Hablar de la responsabilidad social del Estado es hablar de su función primordial de


respetar y hacer respetar, en primera instancia, los derechos humanos. Se requiere
urgentemente volver a los principios rectores de las empresas y los derechos humanos,
ése es el inicio para exigir el cumplimiento de la responsabilidad social de los gobiernos.
Ver el Informe Ruggie  http://www.global-business-initiative.org/wp-
content/uploads/2012/07/GPs-Spanish.pdf

21. La responsabilidad social no puede ni debe imponerse, debe surgir del diálogo y la
concertación entre todos los sectores y actores sociales.  El gobierno debe verse como una
gran cooperativa de la que todos somos (o deberíamos ser) propietarios, disponiendo en
ella de deberes y derechos. El mayor obstáculo para la  RS está en la discrecionalidad
asumida por los gobiernos para imponer su propio criterio

22. No puede existir responsabilidad social de los gobiernos sin visión compartida entre todos
los stakeholders, que esté basada en la confianza, el respeto, la tolerancia y el apego a los
principios éticos y derechos humanos fundamentales.

23. Se debe utilizar el  Comercio Justo, como marco ético de relaciones en el comercio
internacional procura mejores condiciones de vida y trabajo

24. La mejor actuación de un Gobierno es incluir la RSE en la reforma fiscal para impulsar no
sólo más empresas sino mejores empresas

Finalmente, tendríamos que preguntarnos como profesionales de la RSE ¿qué se puede hacer para
fomentar Gobiernos más Responsables y Sostenibles?

Lectura recomendada:
http://www.diarioresponsable.com/portada/opinion/17153-la-sociedad-civil-la-inclusion-
de-clausulas-sociales-en-los-contratos-de-la-administracion-publica.html  
http://www.compromisorse.com/acciones-rse/2014/02/18/los-altos-cargos-de-las-
empresas-publicas-y-sus-salarios-crecen-un-10-en-plena-crisis/?
utm_source=crse&utm_medium=feed
http://www.scoop.it/t/responsabilidad-social-empresarial-by-ana-belen-vazquez-
pinos/p/4016155942/2014/02/18/rsc-cepes-pide-a-los-grupos-parlamentarios-que-
apoyen-la-lainformacion-com
http://noticias.lainformacion.com/mano-de-obra/contratos-normas-de-trabajo/rsc-el-
congreso-de-los-diputados-debate-manana-incluir-clausulas-sociales-en-los-contratos-
de-las-administraciones-publicas_OgaM0RDjRcAxLi5jEbKo9/
http://serresponsable.wordpress.com/2013/09/16/la_  
http://www.cumpetere.com/Documents/RSE%20ante%20la%20crisis%20FC.pdf

Me parece que reducir la responsabilidad social, al cumplimiento des normas ISO no


es pertinente , ya que se trata de un simplemente marco de referencia y de evaluación
importante pero no el fundamento de la Responsabilidad social , la responsabilidad
social va más aya de esas normas , el pacto mundial de naciones unidas sobre la
gobernancia de las empresas , los principios de las naciones unidas , los derecho
humanos , los objetivos del desarrollo sostenido , la convención sobre la diversidad
biológica y los protocolos adicionales , acuerdo de Paris , los principios de la OCDE ,
la comunicación de la comisión europea del 25 de octubre 2017 , declaración de
principios tripartes sobre las empresas multinacionales y las políticas sociales de la
OIT

El Rol del Estado en la Promoción de


la RSE
En la actualidad, el tema de la responsabilidad social de las empresas forma parte de la
agenda de muchos de los gobiernos de países desarrollados, emergentes y en vías de
desarrollo, así como en organismos mundiales como la ONU y la OIT. El tema va
ganando importancia también en los organismos internacionales de crédito, como en
el caso del BID, el Banco Mundial y el BCIE.

La construcción y desarrollo conceptual de la definición de Responsabilidad Social


Empresarial (RSE) fue ganando perfiles propios en la región. Paulatinamente, se
comenzó a entender que la empresa tiene un nuevo papel dentro de la sociedad, que ya
no se limita a su tradicional desempeño en el mercado. De esta manera, las empresas
asumen un papel más activo y participativo en lo que atañe al desarrollo social, aspecto
que le ha correspondido al Estado. En el nuevo modelo de gobernanza no sólo es el
Estado quien se ocupa de la formulación y ejecución de políticas públicas, sino que
también participan empresas y organizaciones de la sociedad civil. Se busca la
cooperación entre el Estado, la sociedad civil, los agentes del mercado y la ciudadanía.
Esta cooperación puede realizarse a nivel local, nacional o internacional, y se incluyen
también en este modelo, formas de autorregulación social en las que actores privados
cumplan funciones que son de interés público.
Una pregunta que muchos funcionarios del sector público y privado se hacen es la
siguiente ¿Por qué el Estado debe promover el desarrollo de la RSE? Y surgen varios
argumentos que sustentan la respuesta afirmativa y uno de tales es que es el Estado es
un participante activo en la responsabilidad social, con independencia de las posturas
ideológicas y políticas. Existe un amplio consenso en las sociedades modernas sobre la
misión del Estado como “Garante del Bien Común”. Por lo tanto, en la medida que el
actuar de las empresas privadas impacta sobre ese Bien Común (nivel y calidad del
empleo, seguridad e higiene laboral, seguridad de los bienes y servicios, estado del
medioambiente, gobernanza empresarial, mercadeo justo, etc.), el Estado está llamado
a apoyar y promover las prácticas empresariales que agreguen valor para la sociedad y
que reduzcan las externalidades negativas derivadas de tales actividades empresariales
sobre ella. Para tratar de explicar el rol de Estado se hace el siguiente parangón: así
como el cumplimiento de la ley y el capital humano es el piso sobre el cual agrega valor
la RSE, de igual modo, la promoción y apoyo a la RSE es el plus que aporta el Estado
por sobre sus funciones básicas (su piso) de legislar, hacer cumplir las leyes e
implementar políticas sociales y económicas, operar servicios públicos estratégicos,
etc.

Otro argumento, considerando los hechos, es que el Estado es un actor principal


institucional que “hace cosas” que impactan sobre los ciudadanos, las organizaciones
sociales, las empresas, la sociedad en su conjunto y en el medioambiente.
Particularmente en varios de los países latinoamericanos, el Estado gestiona u opera
empresas (esto es particularmente importante en Nicaragua), brinda servicios públicos
a los ciudadanos y a las organizaciones y es el comprador de más peso en la economía
del país. De esta situación se deriva que, al igual que las empresas y otras
organizaciones, el Estado debe responder por las consecuencias de sus acciones y
decisiones; es decir, debe plantearse cuál es su propia Responsabilidad Social. Cabe
destacar que el Estado se relaciona con el mundo empresarial desde dos perspectivas:
como agente económico y como parte del contexto de las empresas.

Tal como se mencionó antes, el Estado compra y vende, siendo el agente de mayor peso
en cualquier economía moderna. Este peso le otorga un gran potencial para operar
como promotor de la RSE a través de sus propios medios y acciones como agente
económico. Además, el marco legal, las políticas y la gestión del Estado son parte del
contexto y operan como impulsores o catalizadores (positivos o negativos) de la RSE a
través de múltiples aspectos, como por ejemplo: las reglas y las garantías que se
ofrecen para el cumplimiento de los contratos, la existencia de mecanismos para la
selección de proveedores, promoción de inversiones, generación de empleo, la
aplicación de exoneraciones fiscales como contrapartida a la introducción de prácticas
ambientalmente responsables y proyectos empresariales de impacto social y en
general, a través del clima de negocios que genera el rol del Estado.
Por otra parte Peter Drucker dice que: La RSE no es exclusiva de las empresas, sino de
todas las instituciones de la Sociedad aunque el papel de la empresa en el tema es vital
en su legitimación.
Acciones que podría emprender el Estado para promover la RSE. En la literatura
especializada y en los foros de discusión se han sugerido diversas líneas de acción que
podrían emprender los Estados para promover e implementar la RSE. Se entiende que
una contribución que facilita la reflexión sobre este tema, consiste en dividir esas
líneas de acción en cuatro niveles: 1) Creación o Generación de un Ambiente de
Negocios propicio para la RSE; 2) Políticas Específicas para estimular la introducción
de prácticas sociales responsables; 3) Articulación y Coordinación con las empresas
privadas para la implementación de proyectos sociales y 4) la RSE en las empresas y
organismos del

1) Quizás el mayor aporte del Estado a la RSE podría ser el tratar de consolidar un
ambiente de negocios que torne atractivos los comportamientos sociales responsables.
Poner reglas de juego que establezcan claramente los derechos y obligaciones de las
empresas, hacer que la justicia funcione, asegurar el cumplimiento de los contratos,
prevenir y castigar duramente las prácticas de corrupción, actuar en forma equilibrada
en las negociaciones entre empresas y trabajadores, vigilar que se cumplan las normas
ambientales, defender los derechos de los ciudadanos o consumidores, incluir en el
sistema educativo la formación en valores de ciudadanía, son algunos ejemplos de
acciones del Estado que favorecen la creación de ese ambiente de negocios.

En cuanto a las Políticas específicas se podría estimular el comportamiento


responsable de las empresas. Las políticas son, entre otras cosas, herramientas para la
consecución de fines que el Estado considera oportunas y correctas. El abanico de
políticas que servirían para promover la RSE es muy amplio, ya que se pueden
formular y aplicar desde diversos ámbitos del Estado. Una política es establecimiento
de compras públicas responsables.
Las compras públicas responsables se definen como “un mecanismo de mercado” que
emplean los estados cuando actúan como compradores (consumidores). Dichos
mecanismos incluyen un conjunto de normas y procedimientos que incentivan a las
empresas a cumplir determinados estándares de RSE para ser proveedores del Estado.
Dado que las empresas que incorporan esos estándares suelen trasladarlos a los otros
mercados en que operan, se puede generar un efecto “cascada” sobre las demás
empresas que operan en estos mercados, para no perder competitividad en ellos. Las
compras públicas responsables son aplicadas por muchos países de la OCDE y en
Latinoamérica.

2) Otros mecanismos podrían ser el diseñar o establecer beneficios fiscales o estímulos


tributarios a quienes implementen políticas de RSE, considerando el equilibro con la
demanda de exoneraciones fiscales para las actividades filantrópicas. Se entiende aquí
que el manejo de este tipo de políticas para promover la RSE va mucho más allá del
estímulo a las acciones sociales de las empresas, para enmarcarse en un enfoque
mucho más amplio y con visión estratégica. Se está sugiriendo que estas exoneraciones
tributarias sean dirigidas a empresas que participen en proyectos de desarrollo social,
alineadas con las políticas sociales y de desarrollo impulsadas por el Estado.
A modo de ejemplo, se podría utilizar esta herramienta para fomentar:
a) La inserción laboral de personas socialmente vulnerables (en particular los jóvenes
de bajo nivel socioeconómico) y de personas con capacidades diferentes;
b) La reincorporación de adultos mayores de 50 años que están sin trabajo;
c) Establecimiento e implementación de negocios inclusivos en la cadena de valor de
las empresas privadas;
d) Iniciativas empresariales de apoyo económico a proyectos de desarrollo
comunitario;
e) Inversiones que reducen el impacto ambiental e inclusive aquellas orientadas a
recuperar o remediar ambientes ya deteriorados.

3) Articulación con las empresas privadas para aplicar políticas sociales. Tal como ha
señalado la escuela de pensamiento que promueve el modelo de Negocios Inclusivos,
las empresas privadas tienen mucho para aportar a la lucha contra la pobreza y la
creación de mejores condiciones de vida en el país y Centroamérica: Capital Humano,
know how, redes comerciales, infraestructura, tecnología, etc. La búsqueda de socios
en el sector privado (alianzas público-privadas), para la implementación de proyectos
sociales, serviría para mejorar la eficacia de esos proyectos. Pero también tendría un
impacto positivo sobre el desarrollo de la RSE, ya que las empresas que participen en
los mismos recibirían retornos positivos en su reputación empresarial (derivada de la
promoción y difusión de los programas), en sus relaciones laborales (por ejemplo, si
incluyen programas de voluntario) o en muchos otros aspectos sobre los cuales la RSE
genera beneficios a las empresas.

4) La RSE en las empresas y organismos del Estado no puede ser una opción. Por su
misión de servir a la sociedad (que es su cliente y accionista al mismo tiempo), el sector
público TIENE QUE SER SOCIALMENTE RESPONSABLE. Pero además de ese
imperativo ético, la incorporación de la RSSP (Responsabilidad Social del Sector
Publico) seguramente se constituirá un impulsor de la Responsabilidad Social (RS) en
el sector privado, por el importante peso del sector público o el Estado en la economía
de la mayoría de los países latinoamericanos y por su participación en prácticamente
todas las cadenas de valor.

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