El principio de buena fe se desprende, específicamente, del artículo 83 de la
Constitución, al establecer que ¿las actuaciones de los particulares y de las autoridades públicas deberán ceñirse a los postulados de la buena fe, la cual se presumirá en todas las gestiones que aquellos adelanten ante éstas. Es un principio general del derecho, consistente en el estado mental de honradez, de convicción en cuanto a la verdad o exactitud de un asunto, hecho u opinión, título de propiedad, o la rectitud de una conducta
El principio de buena fe, se encuentra tradicionalmente en los ordenamientos
occidentales como una de las guías que permite entre otras, las relaciones jurídicas y contractuales entre los particulares, así como entre éstos y el Estado. La aplicación del mencionado principio al interior de los procesos contractuales entre particulares genera un sinnúmero de debates, alrededor del papel que debe cumplir en cada una de las etapas del proceso
Se ha sostenido que la buena fe es un principio general, que puede ser
considerado como parte del “contenido” jurídico que en ocasiones adopta distintas funciones según su aplicación; sin embargo, esta misma naturaleza le imprime un carácter problemático toda vez que es citado por los interesados de acuerdo al abordaje que se le brinda. Por lo que puede ser invocado para completar una norma o para adecuar un resultado y en lo que se refiere a los contratos, su acción ayuda a brindar la estabilidad necesaria al negocio, de acuerdo a las circunstancias de tiempo y lugar.