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Se ha indicado que la figura de la alic se refería primero sólo a los casos de inimputabilidad

producidos por la ingestión de bebidas alcohólicas, pero es el caso que posteriormente se extendió
a los hechos en los cuáles la incapacidad del autor provenía de otras causas distintas del uso del
alcohol, como la utilización de tóxicos, el sueño, el sonambulismo, la sugestión hipnótica, etc. Al
respecto, Manzini nos habla de algunos casos muy pertinentes, sobre hechos realizados en estado
de sueño y sonambulismo; cita así a Farinaccio, sobre el caso de un sonámbulo inglés que,
habiéndose dormido en la Iglesia de San Benedicto en París, se levantó, salió, mató a un hombre y
entró de nuevo siempre durmiendo en el templo; Bartolo, que se refiere a un pisano de su tiempo
que, durmiendo, iba armado por la ciudad cantando; Mariano Socino, quien cuenta que en Bolonia
tenía por vecino a cierto niño que durante el sueño se levantaba y hacía el pan. En supuestos
como estos, en los que el sujeto eventualmente realizare algún acto dañoso, evidentemente la
preocupación de necesidad de una sanción tuvo que ser mayor, pues no resulta factible en algunos
casos (como el estado de actividad sonambúlica), preordenar o colocarse intencionalmente en
estado de incapacidad para posteriormente cometer alguna infracción.
En la actualidad, después de las grandes crisis por las que ha pasado la teoría del delito,
especialmente en lo que se refiere a la concepción de la acción, presupuesto indispensable sobre
el que se predican los demás elementos y punto de partida de la definición dogmática del delito, la
doctrina del actio libera in causa revela conflictos cada vez mas irreconciliables, tales como su
ámbito de aplicación, la sanción o no de tales comportamientos y de ser el caso, como superar los
criterios encontrados con diversos principios jurídico penales y constitucionales, constituyendo
verdaderamente un dilema hamletiano cual postura seguir o la solución mas justa que debería
corresponder a casos como estos. En este orden de ideas, el presente trabajo no tiene como
pretensión sino únicamente delimitar algunos conceptos básicos referidos al tema, y adoptar a
modo de ensayo la tesis que consideremos mas satisfactoria a nuestro modesto parecer.
Determinar cuándo estamos ante una u otra conducta es de difícil solución, no
obstante, la forma como ocurrieron los hechos, así como las especiales circunstancias
que rodearon al hecho mismo y, sobre todo, el sentido común del operador jurídico,
sirven la mayor de las veces para calificar de modo positivo una u otra conducta.
Finalmente, para configurarse la forma agravada del ilícito penal previsto en el artículo
129, debe concurrir el dolo y después la culpa en el actuar del sujeto activo, esto es,
el agente desarrolla una conducta inicial dolosa para crear un peligro concreto sobre la
vida o salud de la víctima, sin embargo, después, por falta de previsión o por falta del
deber de cuidado exigido por parte del agente, se produce un resultado más grave al
realmente querido.
La responsabilidad por el resultado grave ocasionado se evidencia por el hecho
concreto que el agente pudiendo y debiendo prever aquel resultado después de
producido el riesgo sobre la víctima, no actuó prudentemente o, en todo caso, pecó de
confianza. En esta línea, resulta claro que la culpa o negligencia del agente concurre
después de haberse creado en forma dolosa el peligro concreto para la vida o salud
del sujeto pasivo. No cabe duda que tiene razón el profesor Roy Freyre Luis cuando
comentando el código derogado en el punto pertinente, señala que desde el punto de
vista de la culpabilidad nos encontramos ante a una responsabilidad prescrita a título
de preterintencionalidad.
La exposición de abandono de personas en peligro, está previsto y sancionado en los
artículos vigentes del código Penal y modificado Articulo 2 Ley Nº 26926 del 21 de
febrero de 1988 donde se regula varias hipótesis en las siguientes: La existencia en
una situación de peligro a que es la vida como salud del sujeto pasivo que se
encuentra en riesgo.

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