Continuacion de Taller en Clase

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6) la Plusvalía 

en Marx es igual a los beneficios de un empresario o capitalista tras


descontar todos los costes de producción. Estos costes de producción son denominados
en la obra El Capital, "capital constante" (c), o costes de los medios de producción e
inversión, y "capital variable" (v), o costes de personal (fuerza de trabajo). Capital inicial
(C) = c + v, mientras que el Capital final (C1) = C + p, siendo p el valor de la plusvalía. Por lo
tanto, plusvalía (p) = C1 - C. Otro concepto es el valor de una mercancía, la cual según
Marx es igual a c + v + p, siendo p la plusvalía. Aunque plusvalía es igual a beneficio
empresarial, Marx introduce en un capítulo del libro I de la obra El Capital un nuevo
concepto económico de gran interés denominado Tasa de la Plusvalía, la cual le permite
medir la tasa de explotación de los trabajadores por parte del capitalista. A diferencia de
la plusvalía, la tasa de la plusvalía (TP) es la diferencia entre la plusvalía (p) y los costes de
la fuerza de trabajo (v); es decir, TP = (p / v) x 100. o dicho de otro modo, la tasa de
explotación es del 100%. Si la plusvalía es igual a 90 pero los costes de la fuerza de trabajo
sólo son 45, entonces la tasa de explotación es del 200%, ahondando y reproduciendo la
desigualdad social. Marx, a su vez, convierte la fórmula de la tasa de la plusvalía en una
fórmula de horas de trabajo para desglosar el trabajo necesario para la subsistencia, del
trabajo de excedente (plus trabajo) que genera la plusvalía.

8) Postula que el valor asignado a cualquier bien o servicio se relaciona con la importancia
del último producido o consumido (o marginal), es decir, que a cada unidad adicional de
un bien idéntico se le asigna un valor menor que el que se atribuye a las unidades previas.
Inversamente, si disminuye el número de unidades de un bien determinado, aumentará el
valor del uso marginal. La teoría del valor marginal, junto con la teoría del valor subjetivo,
es propia de la Escuela Austriaca de Economía. La Teoría del Valor Marginal de la Escuela
Austriaca de Economía aparece por primera vez de la mano de Carl Menger en su
"Principios de Economía" en 1871.

Dado que los individuos ordenan sus necesidades ordinalmente (de mas importante a
menos importante), los bienes y servicios son utilizados para satisfacer aquellas
necesidades más importantes aun sin satisfacer. De este modo, el valor de un tipo de bien
o servicio, dependerá, para el individuo, de la necesidad marginal a la que está siendo
asignada.

Si un campesino ordena 5 necesidades de la siguiente manera según su importancia:

1
1. Alimentar su familia
2. Cultivar su campo
3. Alimentar su ganado
4. Hacer whisky
5. Alimentar su mascota, el loro.

Cada una de estas necesidades puede satisfacerse con bolsas de trigo, por lo que a medida
que el campesino vaya adquiriendo sus 5 bolsas la ira asignando en ese mismo orden. Por
este motivo, la primera bolsa de trigo será marginalmente más importante que la
segunda, dado que al momento en que adquiere la segunda bolsa ya hay una necesidad
más importante ya satisfecha.

Es importante remarcar, que, si bien la utilidad marginal es decreciente, la utilidad total es


creciente; la segunda bolsa de trigo representa un valor menor que la primera, pero tener
dos bolsas de trigo es más valioso que tener solo una.

La Teoría del Valor Marginal también explique porque las 5 bolsas del ejemplo valen lo
mismo para el campesino, sin importar cuál sea. Si este individuo pierde su primera bolsa,
tomara la quinta y dejara de alimentar al loro, pero no a su familia. Esto se debe a que los
cinco bienes son "iguales" o "idénticos", pudiendo trocarse su utilización. La "primer"
bolsa no vale más que la "quinta" para el campesino por estar asignadas a necesidades
distintas, sino que todas valen lo mismo, lo utilidad asignada por el individuo a la bolsa
marginal. Estrictamente hablando no hay "primera" y "quinta" bolsa, hay cinco,
dependiendo su valor de la última necesidad a la que puedan satisfacer.

9) La síntesis de Marshall es un enfoque desarrollado por Alfred Marshall que propone


reconciliar y sintetizar las ideas clásicas y marginalistas. Su enfoque está explicado bajo la
perspectiva del equilibrio parcial.
Tal como recoge la historia del pensamiento económico, la economía clásica trata de
explicar el valor de los bienes por sus costes (lado de la oferta). Mientras, la economía
marginalista o neoclásica, afirma que el valor de los bienes se explica por su utilidad
marginal. Es decir, el valor que se le da a la última unidad consumida (lado de la
demanda).
Así pues, cuando Marshall decidió estudiar la economía desde su propio prisma extrajo
una conclusión. Aquella conclusión dictaba que ni los clásicos ni los neoclásicos tenían
razón, y a la vez, ambos tenían razón. Dicho de otra forma, tanto la oferta como la

2
demanda juegan un papel crucial a la hora de asignar un valor a los bienes. En ese
momento nace la síntesis de Marshall.

La síntesis de Marshall

Se puede decir que Alfred Marshall fue el padre de un gráfico que en la actualidad es
ampliamente utilizado en economía. El gráfico de oferta y demanda.

La síntesis de Marshall se resume en las dos siguientes afirmaciones:

 La curva de demanda (consumidor) tiene pendiente negativa. Suponiendo que


todas las demás variables se mantienen constantes (ceteris paribus), a menos
precio más cantidad podremos comprar. Es decir, si tenemos 100 dólares y cada
una unidad vale 1 dólar, podremos adquirir 100 unidades. Si tenemos 100 dólares
y cada unidad vale 2 dólares podremos adquirir 50 unidades. Y así sucesivamente.
 La curva de oferta (productor) tiene pendiente positiva. Ceteris paribus, a mayor
precio más querrá producir el empresario. Y al revés, si el precio cae el empresario
se verá incentivado a producir menos.
De estas dos afirmaciones, la síntesis de Marshall concluye que el equilibrio se encuentra
en el punto en que se cruzan estas dos curvas. Dicho de otra manera, el punto en el que
productores y consumidores “están de acuerdo” de forma inconsciente. Inconsciente, ya
que no se realizan una reunión para acordar cuanto se producirá y cuanto se comprará.

10) Los pioneros del desarrollo (1945 - inicios de los años 1960) En el contexto de la
posguerra marcado por la descolonización en Asia y África, del desarrollo de las
instituciones de Breton Woods y de la Guerra Fría, la lucha contra la pobreza era vista
como un medio de preservar a los países en desarrollo del lado occidental; por lo que se
elabora la Economía del desarrollo. Los principales trabajos se dedican a mostrar las
especificidades estructurales de los países en desarrollo: los círculos viciosos de la pobreza
(Nurkse y Galbraith), la economía dual (Lewis), el crecimiento equilibrado (Rosenstein-
Rodan, Nurkse), el crecimiento desequilibrado (Hirschmann), las etapas del crecimiento
económico (Rostow), etc.

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En este período, el desarrollo era sinónimo de crecimiento de la renta nacional. La falta de
capitales era el principal obstáculo para el desarrollo, por lo que las políticas de desarrollo
se orientaban hacia un mayor gasto público inspirado en el Plan Marshall. Dada la falta de
capitales privados, se presenta la cuestión sobre cuál era la mejor colocación de la poca
inversión disponible. El sector clave para estos economistas pioneros del desarrollo era
la industria. Las políticas de desarrollo promovidas en este período de posguerra se
afanaron en lanzar la industrialización de los países en desarrollo siguiendo el ejemplo de
la industrialización acometida por los países ya industrializados.
El modelo Harrod-Domar puso en evidencia la necesidad de capitales de los países en
desarrollo. La tasa de crecimiento económico dependía de la tasa de ahorro. El bajo nivel
de ahorro en los países en desarrollo debía ser compensado por la cooperación
internacional. El sector donde debían ser colocados estos capitales seguía siendo un tema
debatido, entre los partidarios de una inversión limitada a ciertos sectores (crecimiento
equilibrado) y los defensores de una inversión más amplia (crecimiento desequilibrado).
La fase de radicalización (inicios de los años 1960 - fines de 1970)
La Economía del desarrollo se radicalizó en el curso de los años 1960. El subdesarrollo fue
entonces visto como resultado de causas externas. Varias teorías se diseñaron en este
sentido, tales como la teoría de la dependencia, teoría del intercambio desigual o el
análisis centro-periferia.
El período de gestión de crisis (fines de 1970 - 1995)
Las relaciones económicas entre el centro y la periferia estaban marcadas por
el paradigma de la dependencia. La economía mundial era un sistema mantenido por las
consecuencias de estas relaciones. El subdesarrollo era la perpetuación de la
situación neocolonial en la cual las antiguas colonias se ejercitaron en la independencia,
pero cuyas economías dependían en gran medida de las economías desarrolladas. La
gestión de la crisis fue concedida a las instituciones de Breton Woods (FMI, Banco
Mundial) a través de los planes de ajuste estructural. El objetivo era hacer que los países
del Sur se adhirieran al liberalismo económico y a la apertura de los mercados, a través de
medidas de ortodoxia presupuestaria, de desnacionalización, de terapia de choque, gran
impulso y ayuda exterior

11) la economía del bienestar es una rama de las ciencias económicas y políticas que trata


de cuestiones relativas a la eficiencia económica y al bienestar social. Analiza el bienestar
general -cualquiera que sea su medida- en términos de las actividades económicas de
los individuos que conforman una sociedad. Tales individuos -junto a sus actividades
económicas- son la unidad básica de interés: sin bienestar de los individuos, no puede
haber bienestar social. (ver: Bien común e individualismo metodológico).
Así, por ejemplo, Timothy John Besley postula que: “La economía del bienestar provee las
bases para juzgar los logros del mercado y de los encargados de decisiones políticas en la
distribución o asignación de los recursos” La Universidad de California, Berkeley acota:
“Economía del bienestar: una aproximación metodológica para juzgar la asignación de
4
recursos y establecer criterios para la intervención gubernamental”; 2 y el Departamento
de análisis económico de la Universidad de Zaragoza expande: “La Economía del Bienestar
es la rama de la Microeconomía que se ocupa de explicar el nivel de bienestar colectivo de
que disfruta una sociedad, y que trata de dar respuesta a las siguientes cuestiones: Una
vez alcanzada la asignación de recursos correspondiente a la situación de equilibrio, ¿qué
podemos decir de las propiedades de optimalizad desde el punto de vista social?, ¿será
dicha asignación la mejor de todas las posibles para la sociedad? En definitiva, se trata de
abordar la valoración de una determinada situación social desde el punto de vista
colectivo, para lo cual es necesario contar con algún criterio de elección social"

12)LOS ORÍGENES DEL INSTITUCIONALISMO NORTE AMERICANO: EL HISTORICISMO

Esta sección examina el contexto metodológico del institucionalismo norteamericano.


Como indican Taylor (1990, 120) y von Mises (1957), la comparación histórica como
método preferencial de análisis científico de la sociedad tuvo diversos adeptos en el siglo
XIX, entre ellos economistas como Sismondi, Saint-Simon y List. Incluso Marx, como
muestra Ollman (1993), combinó la abstracción y la deducción con la historia en diversos
momentos de su reflexión. Fue, pues, en un ambiente donde Hegel, Comte y Savigny
imperaban metodológicamente que se empezó a desarrollar, en Alemania, una
concepción diferente de la economía: la escuela histórica 1. Desde entonces, los
historicistas critican la importancia que los clásicos dan a las abstracciones y
generalizaciones. Para ellos, los pueblos, en permanente transformación, modifican sus
instituciones en este proceso y, con ellas, el mismo conocimiento científico, que no se
puede encajar como algo terminado en modelos estáticos; de modo que para esos
estudiosos era escandaloso someterse a las ideas universalistas de los clásicos, y
defendían, en cambio, una especie de adaptación permanente a las circunstancias del
medio y de sus variaciones. Los hechos sociales sólo se podían entender debidamente con
la contribución de la ciencia histórica.

Sugerían, por ello, una actitud relativista frente al conocimiento, reconociendo la


permanente transformación de las personas, las instituciones y las ideas.

Los liberales de la segunda mitad del siglo XIX, quizá con excepción de John Stuart Mill, no
se mostraron permeables a la introducción de grandes cambios epistemológicos y
metodológicos. Los historicistas encontraron entonces la oportunidad de aparecer en los
estrados universitarios como abogados de un orden que sorprendía, no sólo por los
avances continuos de la técnica sino también por las diversas revoluciones científicas.

El historicismo fue entonces una corriente de pensamiento económico que intentó


conciliar la historia con la economía y la sociología, en una rica mezcla de espíritu
insumiso, pero también lleno de contradicciones internas, que lo ramificaron en varias
vertientes.

5
Una de ellas, la más vigorosa según autores como Brue (2000), fue el institucionalismo
norte americano, que hoy tiene seguidores que gozan de prestigio entre los economistas.

LAS PRINCIPALES DUDAS DEL INSTITUCIONALISMO NORTE AMERICANO

Como señala Taylor (1990, 127), la influencia de la nueva escuela histórica en América del
Norte, sobre todo del pensamiento de Schäffle, dio lugar en ese contexto académico a la
aparición de la corriente de pensamiento económico que se identificaría como
institucionalismo norte americano, donde sobresalieron figuras importantes como Veblen,
Mitchell y Commons.

En contra del determinismo del mercado, estos autores consideraban que los factores
sicológicos eran determinantes preponderantes de los fenómenos económicos y, por
tanto, recurrían preferentemente a la inducción en detrimento de la lógica ortodoxa, para
lograr una visión de las agrupaciones y de las instituciones más adecuada que la del homo
economicusindividualista del marginalismo. Diferían incluso de los clásicos y de los
socialistas porque, en vez de preocuparse por el valor del trabajo, hacían énfasis en los
efectos previsibles de la producción sobre el mercado. Así las instituciones –órdenes
abstractos independientes de los individuos que ayudan a facilitarles el logro de sus
objetivos (Prats, 2001)– son las que guían el mercado. Commons (1989, 192) llegó a
denominarinstitución a toda acción colectiva que controla, libera y amplía la acción
individual. Esta variante fue un estímulo para los estudios realistas y monográficos, y para
que se prestara mayor atención a las condiciones reales de la vida económica.

Parafraseando a Commons (citado en Taylor, 1990, 128), una descripción aproximada de


la propuesta institucionalista estipula:

El tema central de la economía debe ser el comportamiento; el comportamiento frente a


los precios es importante, pero sólo cuando se lo considera como parte del
comportamiento económico general. como elemento fundamental del análisis se debe
considerar el papel de las costumbres, de los hábitos y de las leyes en la organización de la
actividad económica [donde constatamos también el importante papel de la evolución del
derecho en esta problemática] se debe dejar de lado el concepto de equilibrio económico
normal como base del proceso económico, y se debe dejar de considerar que los
desequilibrios económicos son desviaciones de una estabilidad anterior; el análisis de la
vida económica ha de tener en cuenta las afinidades entre las diversas ciencias sociales.

En el comentario de G. Pirou (Taylor, 1990, 128) constatamos la importante contribución


de los institucionalistas al estudio descriptivo de los escenarios de la vida económica,
aunque deja algo que desear en la comprensión de los mecanismos de la vida económica,
aproximándose al abismo del puntualismo, del circunstancialismo, de la inexistencia de
conceptos definidores en sentido lato, y que por ello amenazan el sentido del
conocimiento económico, como en Knight (1924).

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Como también comenta Blaug (1992, 354), los institucionalistas norteamericanos
encararon con cinismo toda la panoplia de curvas de productividad, de indiferencia o de
costos que la revolución marginalista puso a disposición de la comunidad científica, y se
justificaron con la duda permanente de que las oscilaciones de los precios llevaban a
cambios en los propios productos, puesto que la reacción de los consumidores también se
modificaba. Por ello, la economía se debía abordar como una especie de economía
biológica (Blaug, 1992, 420), en el aspecto del crecimiento de los sistemas, de permanente
interacción entre estos y el medio, y en el contexto más amplio de ritmos diversos,
patrones individuales y comportamientos heterogéneos. En La teoría de la clase
ociosa(1899), por ejemplo, Veblen fue pionero en la crítica de la sociedad de consumo
norteamericana e introdujo términos como consumo superfluo o emulación pecuniaria.
Más tarde, en La teoría de la empresa de negocios (1904), mostró que los intereses de los
grupos sociales en una democracia económica generan antagonismos de intereses, así
como los grupos de especies en un mismo ecosistema: uno es el interés de la sociedad
industrial, otro el interés de la sociedad monetaria, unos luchan por esmero, otros por el
derroche.

Pero, al referirnos a Veblen, Commons y Mitchell, ¿mencionamos tres autores


coordinados, que iniciaron una revolución mental? Más allá de la ampliación de la
discusión a otras ciencias, como indican Hall y Taylor (2003), Blaug (1992, 708) también
señala que Veblen aplicó una alta dosis de sociología en su visión de los empresarios
(llegando a adoptar semejanzas evolutivas próximas a Darwin), Mitchell fue seducido por
el universo estadístico y Commons intentó apoyar sus trabajos en la comprensión de los
principios de las jurisprudencia. Commons convirtió en laboratorio de pruebas la realidad
en la que tuvo ocasión de trabajar en cargos estatales, Mitchell recibió reconocimiento
por su trabajo como estadístico federal y Veblen se resignó a la cátedra universitaria.
Pero, como dice Blaug (1992, 709), estas tres personalidades tan distintas, se sentían
insatisfechas con el exagerado nivel de abstracción de la economía neoclásica (corriente
que impulsaría el institucionalismo norte americano por reacción contraria) e intentaron
integrar la economía con otras áreas del conocimiento criticando el empirismo casual de
los clásicos y los neoclásicos. Se opusieron a la implicación de que la competencia perfecta
tendía, aunque en ciertas condiciones, a resultados óptimos. Veblen, por ejemplo,
entendió las instituciones como un complejo de hábitos de pensamiento y de
comportamientos estandarizados. Commons, por su parte, analizó las normas laborales
que regían las transacciones individuales.

Quizá por ello nos vemos inducidos a reconocer con Blaug que los institucionalistas nunca
lograron escapar a la fama de anti-ortodoxos pura y simplemente por el gusto de llevar la
contraria, y que en la jerga económica el término institucionalista tiene un significado
preferentemente descriptivo, cuando no lo encontramos, en su significado más
incluyente, como un adjetivo que se aplica a muchos economistas que no lo imaginarían
como Marx, Pareto y Webbs.

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Podemos sintetizar los principios básicos de los institucionalistas norteamericanos sobre el
funcionamiento de los mercados siguiendo a tres de los más eminentes investigadores del
tema, Eggertsson (1990), North (1990) y Williamson (1998): a) la negación de las verdades
“absolutas” e ineludibles de los supuestos clásicos y neoclásicos acerca del mercado
(como la dotación de factores, la condición de ceteris paribus y la consideración del
“precio” como una variable fundamental); b) la valorización de los factores históricos,
sociales e institucionales (y no meramente cuantitativos o dados); c) el reconocimiento del
cambio permanente que afecta la estática clásica de los mercados y la preferencia por los
modelos dinámicos; d) el complejo sistema de influencias entre individuos, instituciones y
sociedad (el análisis bidimensional era demasiado limitado para las pretensiones
institucionalistas); e) la medición empírica de los ciclos del comercio (en el intento de
entender los ciclos de comportamiento de las empresas); f) la explicación de la economía
a través de la historia y de las relaciones institucionales (y no meramente mediante
presupuestos generalistas y exclusivistas); g) el recurso a la inducción en el método de
análisis; h) la visión de las agrupaciones y de las instituciones en lugar del homo
economicusindividualista del marginalismo; i) el énfasis en los efectos previsibles de la
producción sobre el mercado (y no en el mercado en sí mismo); j) la focalización en el
comportamiento de los agentes (y no en valores abstractos como el precio, por ejemplo)
y, k) el esfuerzo por integrar la economía con otras áreas del conocimiento (como la
sociología, el derecho o la historia).

Pero, ¿es cierto que el institucionalismo norte americano no pasó de ser una corriente del
pensamiento económico que se opuso a la posición “neoclásica” dominante, contenida
entre los apologistas de comienzos de siglo XX y la revolución de Pareto? Enseguida
intentaremos responder esta pregunta

13)Keynes refutaba la teoría clásica de acuerdo con la cual la economía, regulada por sí
sola, tiende automáticamente al pleno uso de los factores productivos o medios de
producción (incluyendo el capital y trabajo). Keynes postuló que el equilibrio al que
teóricamente tiende el libre mercado, depende de otros factores2 y no conlleva
necesariamente al pleno empleo de los medios de producción, es decir, que los
postulados básicos de Smith, Ricardo, etc., dependen de una premisa que no es
necesariamente correcta o "general". Así Keynes postuló que la posición
de Smith, Say o Ricardo, sobre el equilibrio de la oferta y la demanda, sería
correspondiente a un caso "especial" o excepcional, 3 en tanto que la teoría debería
referirse al proceso "general" y a los factores que determinan la tasa de empleo en la
realidad.4 En consecuencia llamó a su proposición "Teoría general".
En términos no técnicos, el liberalismo económico clásico supone que cuando se produce
un bien se han producido también los medios para la compra de otros bienes (en la
medida en que una vez producido podrá ser directa o indirectamente -mediante el uso de
dinero- intercambiado por otros bienes. ver Ley de Say). Sugiere que para
fomentar crecimiento económico no hay que penalizar la producción:5 a más producción,
más bienes que intercambiar, más intercambios, etc. Así, en el largo plazo, no solo todo lo
que se produce es lo mismo que todo lo que se compra, sino que todos están interesados
8
en que el sistema funcione a máxima capacidad 6 (se logra un equilibrio entre la
producción y la demanda agregada que tiende al máximo uso de los "recursos
económicos", incluyendo el pleno empleo.- ver también Ley de Walras). En esa situación
lo racional es utilizar inmediatamente cualquier ingreso, dado que mantener dinero sin
uso no produce beneficios. Nótese que lo anterior implica equivalencia estricta
entre ahorros e inversiones: “posponer consumo” sin invertir el dinero es equivalente a
mantener sumas ociosas, es decir, es económicamente irracional, como lo es el no utilizar
para invertir sumas disponibles en los bancos (los ahorros de otros, etc.).
Conviene notar que lo anterior se puede interpretar de dos maneras: la primera: que
"todo lo que se vende es igual que todo lo que se compra", y que "los costos de todo lo
que se produce están cubiertos por todo lo que se compra". Keynes sugiere que lo último
solo es correcto cuando todo lo que no se gasta es inmediatamente ahorrado (se deposita
en un banco) y todo lo ahorrado es directamente invertido. Sucede que, en realidad, hay,
por lo menos, una cantidad de dinero que ni se usa para comprar ni se ahorra en ese
sentido: se mantiene "en el bolsillo" o como reserva líquida. Esta preferencia por la
liquidez tiene efectos económicos.
Say creía que no podía haber comprador sin un productor, pero que si podía haber
productor sin que hubiera comprador -por lo que, el consumo sería consecuencia y
recompensa de la producción y no al revés-. Keynes invierte la Ley de Say. 7 Para él no es la
producción la que determina la demanda, sino la demanda la que determina la
producción. (ver "Teoría general sobre el empleo el interés y el dinero", caps. 1, 2, 3, etc.).
Esto porque los empresarios -o quienes intentan serlo- invierten sobre la base de una
percepción central: la diferencia entre la tasa de interés y la tasa de ganancia.:8 a mayor
diferencia en favor de la última, incluso en términos estrictamente clásicos, lo más posible
es que se invierta.9 Pero esa tasa de ganancia depende de la demanda (ver cita anterior de
Stuart Mill). Mientras tanto, los consumidores consumen o “ahorran” (defieren consumo)
no sólo cuando la tasa de interés sube, sino también en relación a la percepción de la
evolución futura tanto de sus ingresos como de los precios de bienes de consumo, etc. 10
Se establece así una relación compleja. Keynes aduce que el problema comienza cuando
contemplamos el circuito económico en su conjunto (lo que introduce la macroeconomía).
Sucede que las decisiones acerca del ahorro y las decisiones acerca de inversiones las
hacen personas distintas y, posiblemente, en momentos diferentes. 11 Sigue con que no
hay necesidad de que esas decisiones tengan que coincidir, de hecho, históricamente, se
puede ver que, a diferencia de lo postulado por Smith, Say y otros, esas variables no
convergen a una situación de estabilidad o equilibrio económico clásico o walrasiano -
situación que se transforma en el caso especial en el que las inversiones igualan a los
ahorros en una situación de expansión de producción y precios relativamente altos en
relación al salario medio, pero con tendencia a la deflación.12 Keynes va más lejos,
sugiriendo que la situación tiende -dado una serie de factores, entre los cuales el principal
es una tasa de interés excesiva- a oscilar alrededor de un punto en el cual los recursos no
se utilizan efectiva o plenamente, ya que tal tasa de interés tiende a deprimir la economía
en general: un interés excesivo reduce la demanda por capital financiero y,
consecuentemente, por el trabajo, lo que reduce el nivel del agregado de salarios, lo que

9
implica la reducción general de consumo, lo que a su vez significa que la tasa de ganancia
disminuye, lo que nuevamente reduce la demanda de inversiones, etc., en un círculo
vicioso (ver Paradoja del ahorro)
En otras palabras, Keynes postuló que, en ciertas situaciones, y contrario a lo planteado
por la visión clásica, es económicamente racional no gastar dinero. Por ejemplo, si los
precios están bajando es racional no comprar hoy porque con el mismo dinero se
comprará más la semana que viene. Por el mismo motivo, disminuye la cantidad de gente
interesada en utilizar préstamos (los ahorros de otros): si los precios bajan, no solo se
comprará más la semana que viene, sino que las tasas de interés, sueldos, etc., serán
menores. Igualmente, una baja del empleo o de los salarios -amenazando futuros
ingresos- puede llevar a otra en la demanda, y por lo tanto a una baja en la producción,
llevando a su vez a más desempleo. Así, sucede que la economía establece un punto de
equilibrio nuevo (llamado equilibrio macroeconómico o keynesiano13) donde convive
perfectamente en una situación lejana de la utilización óptima de los medios de
producción.14 Específicamente, en la década de los '30 del siglo XX, durante la Gran
Depresión, con una alta tasa de desempleo. Joan Robinson clarifica que, en una situación
de competencia imperfecta -como lo es en realidad el sistema capitalista- sucede que las
empresas pueden aumentar sus ingresos ya sea bajando precios a fin de producir y vender
más o produciendo menos pero manteniendo o incluso incrementando los precios. Esta
última “solución” implica no solo menos demanda por insumos, sino también por trabajo
-es decir, tiende a ser una situación en la cual los recursos no son plenamente empleados-
y explica perfectamente el gran desempleo observado en ciertas circunstancias
-específicamente, durante la gran depresión- al mismo tiempo que la mantención o,
incluso, el incremento de la tasa de ganancia en algunas empresas en esos periodos. 15
Así pues, dado que la relación “ahorro igual a la inversión” no se establece solo o
automáticamente a través de la acción del mercado 16 y esa falla tiende a resultar en crisis,
parecería conveniente encontrar alguna manera de armonizar esas variables. Keynes
postula que la única fuerza capaz de hacer eso es el Estado.

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