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6.

MODELO NEOLIBERAL, GLOBALIZACIÓN Y ESTANCAMIENTO


ECONÓMICO 1982-2003.
6.1. CRISIS DE 1982.
En 1977 López Portillo establece un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional
(FMI) comprometiéndose a “limitar el endeudamiento público, reducir el medio
circulante, restringir el gasto público, fijar topes a los aumentos de salario,
liberalizar el comercio exterior y limitar el crecimiento del sector paraestatal de la
economía”. Sólo durante un año el gobierno mexicano cumplió con lo pactado,
pues con el descubrimiento de los yacimientos petroleros, la política económica
sufrió considerables modificaciones; por ejemplo, en el rubro de las inversiones el
Estado orientó sus esfuerzos en la construcción de una infraestructura petrolera.

Con los tantos ingresos que representó el petróleo para México, el gobierno creyó
haber encontrado el fin de los problemas económicos, al menos así lo reflejó el
intenso crecimiento económico que se experimentó a partir de 1978 y que duró
hasta los inicios de la década de los ochentas, dando mucha confianza. Esta
mejoría fue lograda en gran medida a la exportación del petróleo en crudo,
actividad que ocupó el lugar central de la economía mexicana a finales de los
setentas, ya que atrajo más de la mitad de la inversión pública, secundándola el
área de servicios turísticos y urbanización.

Cabe señalar que el capital invertido fue producto de préstamos externos, al tener
por aval al petróleo, no dudaron en otorgarle créditos al Estado mexicano y al
sector privado, mismo “que incrementó su deuda con el exterior de 6,800 millones
de dólares en 1976 a 19,107 millones de dólares en 1982: casi el triple”. Pero a
pesar de la recuperación, el fenómeno no benefició directamente a la población,
pues sus salarios se mantuvieron sin grandes modificaciones, peor aún, a éstos se
les impusieron los llamados topes salariales, que según la versión oficial, no
perjudicaban gravemente a los asalariados, pues se había incrementado la oferta
de empleos.

La reacción natural a este hecho fue, entre otras, la migración hacia Estados
Unidos, lugar donde podrían obtener los recursos suficientes para allegarse de
bienes materiales. El perfil de los inmigrantes era el de una mayoría masculina,
que tenían entre 16 y 30 años, cuyo estado civil era de soltero, es decir, el sector
con mayor capacidad productiva que no encontraba en su país empleos bien
remunerados, pues en México durante 1978, el salario mínimo se mantuvo en
107.11 pesos registrando un ascenso de 15.96 en 1979.

Para financiar la crisis, ya como presidente López Portillo (1976-1982), el régimen


y la burguesía optaron por apostarle todo a la producción y exportación petrolera,
la cual gozaba de un precio en el mercado mundial que aseguraba grandes
utilidades. Para aprovechar mejor las oportunidades, se decidió desarrollar
significativamente la infraestructura de PEMEX, obteniendo los recursos
incrementando la deuda externa. De esta manera, la economía mexicana fue
petrolizada, al depender de este medio el 80% de los ingresos del Estado.
Efectivamente, la estrategia adoptada ayudó a la economía a salir de la crisis del
76; sin embargo, el modelo encerraba contradicciones, que lo único que estaban
haciendo era preparar el camino para una nueva crisis de mayor trascendencia.
Para su éxito las medidas adoptadas por el gobierno dependían de que los
magníficos precios internacionales del petróleo se mantuvieran, pero ésta no
podía ser una situación indefinida.

En los buenos momentos, el optimismo era tanto que López Portillo declararía que
los mexicanos teníamos que “prepararnos para administrar la abundancia”.
Durante esos días el barril mexicano de exportación se vendía en promedio a 45
dólares, pero las condiciones favorables empezaron a cambiar en 1981, por
ejemplo, los países de la OPEP, en especial Arabia Saudita, incrementaron
significativamente su producción haciendo que los precios iniciaran una espiral
descendente que significó que el precio del barril del Brent, pasara de los 36.83
dólares en 1980 a los 32.97 dos años después.

Para 1985 dicho precio se ubicaba en los 15 dólares. Para México todo ese
contexto se tradujo en lo que se conoció como la Crisis Petrolera de 1982.

Este colapso de la economía mexicana, que provocó entre otras cosas una
devaluación del 400% al pasar el dólar de 22 a 70 pesos, motivó la firma en
diciembre de 1987 del Pacto de Solidaridad Económica. Dicho acuerdo en ese
entonces con Miguel de la Madrid como presidente (1982-1988), marcó el inicio de
una política de contención salarial que se extendió por diez años bajo la firma de
diferentes pactos.

Esta Política diseñada como pilar para sacar al país de dicha crisis, trascendió
hasta nuestros días por medio de la Comisión Nacional de Salarios Mínimos,
provocando que los salarios reales en la actualidad sufran un retraso de 28 años
al ubicarlos en un nivel similar al que tenían en 1980. Sobre la reducción de la
capacidad de consumo de las masas basta recordar que la Crisis Petrolera orilló a
que en agosto de 1982 el precio de los productos básicos se incrementara en
prácticamente un 100%: en dicho mes, el valor del kilo de tortilla pasó de 5.5 a 11
pesos; el del pan blanco brincó de 50 centavos a 1 peso la pieza; en gasolina el
salto fue de 6 a 10 pesos; y el del gas doméstico fue de 4.30 a 5.10 el kilo,
etcétera.

Otro resultado de esta crisis, fue lo que poco después se conoció como la crisis de
la deuda: al arranque del gobierno de José López Portillo, la deuda externa era de
21 mil millones de dólares, al finalizar dicha administración esta suma ya era de 76
mil millones de dólares. Esta problemática sería heredada por el ex presidente
Miguel de la Madrid, el cuál al terminar su mandado, dejó como uno de sus logros
una deuda externa de 105 mil millones de dólares.
La otorgación de estos préstamos para auxiliar a la economía mexicana, significó
la imposición de durísimas condiciones para el gobierno por parte del Fondo
Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), representando ello el
despliegue de una política que ya se ha extendido por más de un cuarto de siglo,
consistente en privatizar prácticamente toda la industria paraestatal, en bruscos
recortes del gasto social, en la eliminación de prácticamente todos los susidios
para el campo y en una apertura comercial que tendría años después su principal
expresión en el Tratado de Libre Comercio (TLC).

La Crisis Petrolera de 1982 a la postre significo el término del Estado de Bienestar


y el arribo del llamado neoliberalismo, acarreando un proceso sin precedentes de
deterioro de los niveles de vida de las masas obreras y campesinas y que perdura
hasta el momento. En octubre de 1987, ocurre una caída del Dow Jones, lo que se
refleja en la economía mundial, llamado ‘Lunes Negro’ -‘Black Monday’ para los
anglosajones- que todavía retumba en las memorias de millones de
norteamericanos.

Aquel fatídico 19 de octubre de 1987, los cimientos de la mayor bolsa del mundo,
Wall Street, se tambalearon por del pánico de millones de inversores que se
lanzaron en masa a vender sus acciones. Esta crisis ya era un seguimiento de la
crisis del 82 que no terminaba por estabilizarse.

6.2. MODELO NEOLIBERAL; CAMBIO ESTRUCTURAL.


Para superar la ausencia de competitividad en las empresas mexicanas en el
extranjero durante el periodo de transición, el gobierno federal instrumentó una
serie de medidas que se basaron en el diagnóstico del Banco Mundial y del Fondo
Monetario Internacional, en el cual se indicaba que los problemas de bajo
desempeño del aparato productivo como un todo y de las empresas, en particular,
se debían a la baja eficiencia en la asignación de recursos que hacia el Estado en
la economía y a los obstáculos que enfrentaban las empresas exportadoras.

Con base en este diagnóstico, el Estado mexicano procedió a eliminar las barreras
al libre juego de las fuerzas concurrenciales en un mercado abierto; para ello
formuló y llevó a la práctica las siguientes reformas estructurales:

a) acelerar la apertura comercial para consolidar la competencia y eliminar los


monopolios distributivos que habían surgido con el proteccionismo estatal;

b) la privatización de las empresas paraestatales y de los bancos comerciales que


habían sido nacionalizados en 1982, con el propósito de reducir la participación
del Estado en la asignación de recursos; y

c) la desregulación o liberalización de las operaciones de los intermediarios en el


sistema financiero, con el fin de eliminar los obstáculos distorsionantes en la
asignación del crédito y en las transferencias internacionales de recursos
monetarios.
En adelante la operación de la economía se basaría en el libre mercado, que en lo
sucesivo se encargaría de la asignación (supuestamente) eficiente de los
recursos.

Con respecto a la primera, el gobierno de Miguel de la Madrid Hurtado, formuló el


Plan Nacional de Desarrollo, 1983-1988, con un marcado énfasis en ajustes
económicos y cambios estructurales, dentro de los que destacaron: la prioridad al
fomento de la inversión foránea directa para atraer recursos del exterior y el
compromiso de que las empresas extranjeras contribuyeran a la sustitución de
importaciones en sectores seleccionados, que tuvieran un presupuesto de divisas
preferentemente superavitario, la producción de bienes y servicios en escalas
internacionalmente competitivas y que transmitieran tecnología moderna y
habilidades empresariales.

En 1984 se publicó el Programa Nacional para la Promoción de la Industria y el


Comercio Exterior 1984-1988, con tres políticas específicas:

a) Protección y promoción del comercio exterior;

b) Promoción de la industria y,

c) Su regulación correspondiente.

Para la promoción del comercio exterior, se buscó racionalizar la protección. El


sistema de permisos previos para la importación, fue remplazado por tarifas y algo
muy importante, el número de tarifas y el grado de protección se reducirían
gradualmente hasta que se alcanzara la competitividad externa de México y se
estimulara la productividad en la industria nacional. La promoción de sus
exportaciones se hizo con el peso devaluado y se facilitó la importación de
insumos y de bienes de capital para empresas exportadoras.

Así se eliminaba el sesgo anti exportador implícito en la política proteccionista


previa a 1983. Lo anterior se complementó con una caída de los salarios reales, la
contracción del mercado interno y la política de liberalización comercial, que se
aceleró a partir de 1985; a mediados de 1987 se habían desechado 8,117
permisos previos de importación de un total de 8,459, que representaban 76% del
valor total de las importaciones. Simultáneamente, la tarifa promedio ponderada
por el valor de las importaciones descendió de 13.3% a 5.7% entre 1985 y 1987.

De manera similar, a partir de julio de 1985 se produjo el parteaguas de la política


económica mexicana. La apertura al comercio exterior vía la desgravación de las
importaciones se llevó a cabo con sigilo. En dos años y medio se pasó de un
régimen de elevados aranceles y una inmensa mayoría de renglones de
importación sujetos a licencia previa, a una nueva situación, en la cual el arancel
máximo se redujo a 20% y las licencias previas dejaron de ser la regla para
convertirse en la excepción.
Se pensaba que en esa forma, la apertura comercial favorecería la competencia e
igualaría los precios de los productos mexicanos con los del exterior,
contribuyendo de esa manera a reducir la inflación, a aumentar la competitividad y
las ventas de las empresas en un mercado globalizado, así como a incrementar el
empleo en el país.

La venta de empresas paraestatales por su parte, se realizó bajo el pretexto de


que el Estado mexicano se había extralimitado en sus funciones intervencionistas
de encauzar la economía hacia el crecimiento con estabilidad, ya que llegó a
intervenir en actividades que no eran prioritarias ni estratégicas para el desarrollo
nacional y a administrar muchas empresas con bajos índices de gestión, que
ejercían fuertes presión sobre el gasto público no productivo mediante de los
subsidios que necesitaban para operar y en consecuencia, coadyuvaban al
incremento de la inflación. Así, de 1152 empresas públicas que existían en 1982,
en 1992 sólo quedaban 217.

Con esta filosofía de que existía un Estado obeso que debía adelgazar y fomentar
las operaciones en un mercado libre de ataduras, también fueron privatizados los
bancos comerciales y se desregularizó la operación de sus operaciones
crediticias. Igualmente importante, fue la supresión de los obstáculos a los
movimientos de capitales, ya que se estimuló la inversión externa y se ampliaron
las fuentes de financiamiento. En la desregulación de las operaciones de
intermediación crediticia, se pasó de un régimen reglamentado en exceso, a uno
liberal; así, por ejemplo, para las operaciones en moneda nacional, los bancos
fueron liberados del encaje legal, así como de las canalizaciones obligatorias de
crédito y de la observancia de tasas de interés fijadas por el Banco Central: Banco
de México. La regulación monetaria que tiene por objeto dotar de liquidez
suficiente al sistema económico, en lo sucesivo se efectuaría básicamente a
través de operaciones de mercado abierto, las cuales ahora se realizan con
relativa rapidez en el creciente mercado de valores públicos.

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