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Con los tantos ingresos que representó el petróleo para México, el gobierno creyó
haber encontrado el fin de los problemas económicos, al menos así lo reflejó el
intenso crecimiento económico que se experimentó a partir de 1978 y que duró
hasta los inicios de la década de los ochentas, dando mucha confianza. Esta
mejoría fue lograda en gran medida a la exportación del petróleo en crudo,
actividad que ocupó el lugar central de la economía mexicana a finales de los
setentas, ya que atrajo más de la mitad de la inversión pública, secundándola el
área de servicios turísticos y urbanización.
Cabe señalar que el capital invertido fue producto de préstamos externos, al tener
por aval al petróleo, no dudaron en otorgarle créditos al Estado mexicano y al
sector privado, mismo “que incrementó su deuda con el exterior de 6,800 millones
de dólares en 1976 a 19,107 millones de dólares en 1982: casi el triple”. Pero a
pesar de la recuperación, el fenómeno no benefició directamente a la población,
pues sus salarios se mantuvieron sin grandes modificaciones, peor aún, a éstos se
les impusieron los llamados topes salariales, que según la versión oficial, no
perjudicaban gravemente a los asalariados, pues se había incrementado la oferta
de empleos.
La reacción natural a este hecho fue, entre otras, la migración hacia Estados
Unidos, lugar donde podrían obtener los recursos suficientes para allegarse de
bienes materiales. El perfil de los inmigrantes era el de una mayoría masculina,
que tenían entre 16 y 30 años, cuyo estado civil era de soltero, es decir, el sector
con mayor capacidad productiva que no encontraba en su país empleos bien
remunerados, pues en México durante 1978, el salario mínimo se mantuvo en
107.11 pesos registrando un ascenso de 15.96 en 1979.
En los buenos momentos, el optimismo era tanto que López Portillo declararía que
los mexicanos teníamos que “prepararnos para administrar la abundancia”.
Durante esos días el barril mexicano de exportación se vendía en promedio a 45
dólares, pero las condiciones favorables empezaron a cambiar en 1981, por
ejemplo, los países de la OPEP, en especial Arabia Saudita, incrementaron
significativamente su producción haciendo que los precios iniciaran una espiral
descendente que significó que el precio del barril del Brent, pasara de los 36.83
dólares en 1980 a los 32.97 dos años después.
Para 1985 dicho precio se ubicaba en los 15 dólares. Para México todo ese
contexto se tradujo en lo que se conoció como la Crisis Petrolera de 1982.
Este colapso de la economía mexicana, que provocó entre otras cosas una
devaluación del 400% al pasar el dólar de 22 a 70 pesos, motivó la firma en
diciembre de 1987 del Pacto de Solidaridad Económica. Dicho acuerdo en ese
entonces con Miguel de la Madrid como presidente (1982-1988), marcó el inicio de
una política de contención salarial que se extendió por diez años bajo la firma de
diferentes pactos.
Esta Política diseñada como pilar para sacar al país de dicha crisis, trascendió
hasta nuestros días por medio de la Comisión Nacional de Salarios Mínimos,
provocando que los salarios reales en la actualidad sufran un retraso de 28 años
al ubicarlos en un nivel similar al que tenían en 1980. Sobre la reducción de la
capacidad de consumo de las masas basta recordar que la Crisis Petrolera orilló a
que en agosto de 1982 el precio de los productos básicos se incrementara en
prácticamente un 100%: en dicho mes, el valor del kilo de tortilla pasó de 5.5 a 11
pesos; el del pan blanco brincó de 50 centavos a 1 peso la pieza; en gasolina el
salto fue de 6 a 10 pesos; y el del gas doméstico fue de 4.30 a 5.10 el kilo,
etcétera.
Otro resultado de esta crisis, fue lo que poco después se conoció como la crisis de
la deuda: al arranque del gobierno de José López Portillo, la deuda externa era de
21 mil millones de dólares, al finalizar dicha administración esta suma ya era de 76
mil millones de dólares. Esta problemática sería heredada por el ex presidente
Miguel de la Madrid, el cuál al terminar su mandado, dejó como uno de sus logros
una deuda externa de 105 mil millones de dólares.
La otorgación de estos préstamos para auxiliar a la economía mexicana, significó
la imposición de durísimas condiciones para el gobierno por parte del Fondo
Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), representando ello el
despliegue de una política que ya se ha extendido por más de un cuarto de siglo,
consistente en privatizar prácticamente toda la industria paraestatal, en bruscos
recortes del gasto social, en la eliminación de prácticamente todos los susidios
para el campo y en una apertura comercial que tendría años después su principal
expresión en el Tratado de Libre Comercio (TLC).
Aquel fatídico 19 de octubre de 1987, los cimientos de la mayor bolsa del mundo,
Wall Street, se tambalearon por del pánico de millones de inversores que se
lanzaron en masa a vender sus acciones. Esta crisis ya era un seguimiento de la
crisis del 82 que no terminaba por estabilizarse.
Con base en este diagnóstico, el Estado mexicano procedió a eliminar las barreras
al libre juego de las fuerzas concurrenciales en un mercado abierto; para ello
formuló y llevó a la práctica las siguientes reformas estructurales:
b) Promoción de la industria y,
c) Su regulación correspondiente.
Con esta filosofía de que existía un Estado obeso que debía adelgazar y fomentar
las operaciones en un mercado libre de ataduras, también fueron privatizados los
bancos comerciales y se desregularizó la operación de sus operaciones
crediticias. Igualmente importante, fue la supresión de los obstáculos a los
movimientos de capitales, ya que se estimuló la inversión externa y se ampliaron
las fuentes de financiamiento. En la desregulación de las operaciones de
intermediación crediticia, se pasó de un régimen reglamentado en exceso, a uno
liberal; así, por ejemplo, para las operaciones en moneda nacional, los bancos
fueron liberados del encaje legal, así como de las canalizaciones obligatorias de
crédito y de la observancia de tasas de interés fijadas por el Banco Central: Banco
de México. La regulación monetaria que tiene por objeto dotar de liquidez
suficiente al sistema económico, en lo sucesivo se efectuaría básicamente a
través de operaciones de mercado abierto, las cuales ahora se realizan con
relativa rapidez en el creciente mercado de valores públicos.