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Manuel Alcántara y la pasión poética del articulista

Teodoro León Gross

Sirena: poesia, arte y critica, 2010:2, pp. 80-86 (Article)

Published by Johns Hopkins University Press


DOI: https://doi.org/10.1353/sir.2010.0041

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Manuel Alcántara y la pasión poética del articulista
Teodoro León Gross
Manuel Alcántara es uno de los grandes articulistas literarios en un país en
el que la literatura en la prensa tiene una larga tradición, favorecida por la ausencia
de libertad en largos períodos de los siglos contemporáneos. En la tradición de Larra,
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Alarcón, Camba o Pla, el autor se ha caracterizado por la razón literaria en su obra. El


humor es un rasgo sustancial, pero la característica predominante en su articulismo es la
fuerte impronta de lo poético.

De hecho, el ‘poeta articulista’ no es una figura excepcional desde la generación


del Semanario Patriótico en los primeros años del XIX hasta el siglo XXI, pero ninguno de
los numerosos antecedentes llega a convertir el artículo en su género más característico,
con una obra formidable que en cincuenta años ininterrumpidos supera los quince mil
artículos. En 1958, cuando comienza a escribir columnas, era ya un nombre de cierto
reconocimiento y una figura singular del ‘Madrid bohemio’. Seis años antes, había
iniciado su actividad literaria pública en los cafés literarios donde adquiere un temprano
prestigio; y en este 1958 sería finalista del Premio Nacional de Poesía, que gana en 1962.
En las últimas décadas, vinculado al grupo de prensa regional Correo/Vocento, se aleja
de Madrid pero convirtiéndose en el articulista español de mayor audiencia y sobre todo
se erige en un columnista de culto sobre el que recae un flujo constante de premios y
homenajes.

Manuel Alcántara había nacido en Málaga treinta años antes de iniciarse como
articulista, en 1928. Como ‘niño de la guerra’, se le despliega una infancia jalonada
en escenarios de impresiones intensas. En estos años, hay tres impactos clave en su
existencia: el descubrimiento de la poesía; la afición al boxeo en la vecindad de su casa,
que contribuirá años más tarde a que se convierta en uno de los cronistas de mayor calidad
en la tradición española; y el instinto rebelde, con inclinación a las tabernas, que traslada
a la vocación literaria innegociable que determinará toda su vida. Tras examinarse de
reválida en Granada, a los diecisiete años sigue a su padre a Madrid, donde abandona los
estudios de Derecho y se coloca con él en una oficina de Renfe. Esos años difíciles de la
posguerra tardía no le arredran al abandonar el empleo y dedicarse sólo a la literatura.
La vocación se impone y entra en contacto con los ambientes literarios de los cafés,
donde en apenas un trimestre se convierte en una figura habitual.
En los dos años posteriores, desde que contrae matrimonio en 1953 hasta el
nacimiento de su única hija en 1955, se atenúa esa actividad aunque concurre a concursos
literarios—los denominados ‘juegos florales’- y se estrena con ‘Alforjas
Manuel Alcántara and the Poetic Passion of the Columnist
Teodoro León Gross
Translated from the Spanish by Mark C. Aldrich
Manuel Alcántara is one of the great literary columnists from a country in which
the presence of literature in the press has a long tradition, stimulated by the absence of

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freedom for long periods in the contemporary age. Following in the tradition of Larra,
Alarcón, Camba, and Pla, the author’s work is characterized by literary reasoning.
Humor is a substantive trait, but the dominant characteristic in his columns is its strong
poetic presence.

In fact, going back to the Semanario Patriótico generation in the first years
of the XIX century and up to the present, the “poet columnist” is not an exceptional
figure, but none of the numerous predecessors makes the newspaper column his most
characteristic genre, unlike Alcántara, whose formidable work over the course of fifty
uninterrupted years exceeds fifteen thousand articles. In 1958, when he began to write his
columns, he had already won some recognition and was a singular figure in “Bohemian
Madrid.” Six years earlier, he had initiated his public literary activity in the literary
cafés where he acquired an early prestige; and in the same year he would be a finalist
for the National Poetry Prize, which he won in 1962. In recent decades, associated with
the regional press group Correo/Vocento, he has moved away from Madrid while at
the same time becoming the most widely read columnist in Spain, and above all he has
become a columnist with a dedicated readership and to whom there is a constant flow
of prizes and homages.

Manuel Alcántara was born in Malaga thirty years before initiating his career
as a columnist, in 1928. A “niño de la guerra,” as his childhood unfolds it is marked
by intense impressions. In these years, there were three key impacts on his life: the
discovery of poetry; the interest in boxing in his neighborhood, which will contribute
years later to making him one of the best chroniclers of boxing in the Spanish tradition;
and an intense rebelliousness, with a leaning towards taverns, which transfers to the
non-negotiable literary vocation that will orient his whole life.

After taking his university entrance exam in Granada, at age seventeen he


followed his father to Madrid, where he abandoned his law studies and joined his father
in the office of RENFE, the Spanish Rail System. These difficult post-war years did
not dissuade him when he left his job to dedicate himself completely to literature. His
vocation prevailed and he came into contact with the literary circles of the cafés, where
in a few short months he became a habitual figure.
para la poesía’, grupo de lecturas poéticas públicas, en el Teatro Lara. En 1956 gana el
premio Antonio Machado de la revista Juventud, y publica su primer libro, Manera de
silencio, merecedor del premio de la Crítica. Frecuenta de nuevo los ambientes literarios,
los circuitos de lecturas, y comienza a colaborar en La Hora, donde firman los grandes
intelectuales del momento, y allí popularizan a Alcántara como ‘el penúltimo poeta
bohemio del Madrid castizo’. En Juventud, editada en los talleres del periódico Arriba,
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comienza a publicar artículos en secciones tipo ‘Nuestra columna’ o ‘Una vuelta por los
tópicos’. El director de ese diario le tienta entonces para pasarse a sus páginas.

Cuando acaba de cumplir treinta años, Alcántara es finalista del Premio


Nacional de Poesía con su segundo libro titulado Plaza Mayor, y se hace cargo de la
columna ‘Corazón del mundo’, alternándose con otros dos autores. Durante estos
primeros años, su articulismo aún tiene una elaboración literaria densa; aunque aún
se trata para él de un género secundario. De hecho, en 1961, cuando el nuevo director,
un falangista implacable llamado Rodrigo Royo, decide eliminar las colaboraciones
de Ramón Gómez de la Serna, Manuel Alcántara decide abandonar el periódico por
solidaridad. Publica un nuevo libro de poesía, El embarcadero, y trabaja ya en Ciudad
de entonces mientras reanuda los recitales. Acepta la invitación de Emilio Romero para
escribir en el periódico Pueblo, diario con un perfil menos duro y pocos meses después
se le concede el Premio Nacional de Poesía por Ciudad de entonces.

Alcántara comienza a publicar en Ya desde 1963, al principio artículos ocasionales


alternados con Pueblo, pero pronto se consolida en las páginas de la cabecera católica
con la columna diaria ‘El día de hoy’ que va a definir ya su articulismo de madurez, de
extensión más corta—‘el soneto del periodismo’- y una capacidad excepcional para la
sencillez estilística no exenta de extrañamientos literarios, inspirada en la poesía popular,
alejado ya de las influencias retóricas más densas del estilo dominante en la España de
la posguerra por la proyección de los grandes escritores identificados con la estética
falangista. En estos años se convierte en uno de los articulistas de referencia, sobre todo
tras la muerte del maestro César González-Ruano.

Alcántara interioriza el artículo definitivamente como un género apropiado para


la expresión genuina de su instinto literario. En 1967, su amigo Jaime Campmany le
persuade para unirse a él en Arriba y renovar el periódico. Las columnas de ambos—
identificadas por una pajarita y un barco de papel- logran un éxito extraordinario que
les señala como los articulistas más populares de la prensa de Madrid. Y aún no ha
cumplido cuarenta, apenas una década después de su primera columna. Ese mismo año
se convierte en colaborador del deportivo Marca, para el que escribe las crónicas de los
grandes combates de aquellos años dorados del pugilismo español, convirtiéndose en
uno de los maestros del género, y regularmente publica artículos en la sección Hora
Cero. En 1969, los premios se suceden y Alcántara se decide a comprar una casa en
In the following two years, from the time he gets married in 1953 to the birth
of his only daughter, in 1955, that activity slowed down, but he did compete for literary
prizes—the so-called “juegos florales”—and he began with “Alforjas para la poesía,” a
series of public poetry readings in the Lara Theatre. In 1956 he won the journal Juventud’s
Antonio Machado Prize and published his first book, Manera de silencio, which won the
Critics’ Prize. He resumed his routine of visiting the literary cafés and doing reading

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tours, and he initiated collaborations with La hora, where the great intellectuals of the
time were writing. There he became popularly known as “the penultimate Bohemian
poet of traditional Madrid.” In Juventud, edited at the newspaper Arriba, he began to
publish articles in sections such as “Our column” or “A look at some clichés.” The editor
of this daily tried to get Alcántara to join his newspaper.

Having just turned thirty, Alcántara was a finalist for the National Poetry Prize
with his second book, Plaza Mayor, and he took over the column “Heart of the World,”
alternating with the other two authors. During these early years his columns have a
dense literary elaboration, even though for him it is still a secondary genre. In fact,
in 1961, when the new editor, a strict falangist by the name of Rodrigo Royo, decided
to eliminate Ramón Gómez de la Serna’s contributions, Alcántara decided to abandon
the paper as a show of solidarity. That year he published a new book of poetry, El
embarcadero, and began work on Ciudad de entonces while taking up again his recitals.
He accepted an invitation from Emilio Romero to write in the newspaper Pueblo, a daily
with a softer profile, and a few months later he was awarded the National Poetry Prize
for Ciudad de entonces.

Alcántara began to publish in Ya in 1963, at the beginning with occasional


articles mixed in with his work for Pueblo, but he soon establishes himself in the pages
of the Catholic paper with a daily column that would define his mature column style:
shorter in length—the sonnet of journalism—and showing an exceptional ability for
stylistic simplicity, not without literary touches, inspired by the popular poetry tradition,
removed now from the densest rhetorical influences of the dominant style in postwar
Spain created by the promotion of the major writers identified with falangist aesthetics.
During these years he became point of reference for excellence, especially after the
death of César González-Ruano.

Alcántara internalized definitively the column as an appropriated genre for his


genuine literary instinct. In 1967 friend Jaime Campmany persuaded Alcántara to join
him at Arriba in order to rejuvenate the newspaper. Their columns—identified by bird and
boat paper figures—achieved an extraordinary success and made them the most popular
columnists in the Madrid press. He had yet to turn forty, and it had been barely a
Málaga y mantener un discreto distanciamiento del éxito, rechazando incluso ofertas,
como la dirección de Editora Nacional, que no encajan con su existencialismo literario.
De hecho, aún en 1970 no se ha desvinculado de Alforjas para la Poesía.

Los últimos años del franquismo se convierten en un período convulso, cuyas


incertidumbres afectan a la prensa. Arriba cambia de director, de formato, de firmas, entre
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la nostalgía del franquismo duro y las estrategias para rejuvenecer el diario. Alcántara
a pesar de sumar premios—incluyendo dos de los galardones de mayor prestigio, el
Mariano de Cavia y el González Ruano- pierde relieve al no ser un militante doctrinal y se
le deriva a un espacio menor, y aunque después le restituyen su lugar, en 1979 abandona
este periódico que no logra encontrar su rumbo en un kiosco donde el protagonismo
le corresponde a los nuevos títulos como El País o Diario 16, donde se abre paso una
generación más joven. En esos años, e incluso mucho tiempo después, Alcántara ha sido
injustamente identificado como un articulista del franquismo como si las circunstancias
biográficas se correspondiesen con una identificación ideológica inexistente: en los
diecisiete años que escribió columnas durante la dictadura, no hay una sola mención
a Franco, sino más bien una temática evasiva con inequívoco espíritu liberal, y tras el
franquismo ha escrito ya doble número de años.

En 1979, meses antes de regresar a Ya, se incorpora a La Hoja del Lunes. Se trata de
una publicación de éxito seguro al publicarse ese día sin más prensa; y allí, entre grandes
firmas, publica una columna sobre Deportes con la etiqueta de ‘Luz de domingo’, donde
despliega un cautivador equilibrio entre la temática popular y la recreación literaria,
aunque durante un tiempo se desplaza a la sección de Sociedad, donde escribe la serie
‘Punto cardinal’ durante dos años hasta que se inicia el ciclo crepuscular de este diario.
En este período de transición, vuelve a escribir poesía—entre 1983 y 1985, publica tres
nuevas colecciones de poemas: Anochecer privado; Sur, paredón y después y Este verano en
Málaga- y colabora ocasionalmente con diversas revistas, como Interviú o Dintel, antes
de convertirse en columnista de Época, revista creada y dirigida por Campmany entre
aquellas que, como Tribuna o Tiempo, marcan el relevo de las publicaciones gráficas del
tardofranquismo y la transición. Alcántara escribe una serie excepcional denominada
‘Galería’, donde retrata a los nuevos estereotipos levantando un retablo de orfebrería
literaria muy cuidada.

En Ya se reencuentra con el artículo a su medida, más corto—que él denomina


‘los cien metros libres del periodismo’-, de apenas trescientas palabras, que ya mantendrá
durante las próximas tres décadas con la denominación de ‘Vuelta de hoja’, su serie más
larga, donde alcanza la madurez en el dominio del género y en el tono de su mirada
irónica. La gramática textual del autor descubre, tejido en un estilo sencillo que se
impone con disciplina, recursos característicamente literarios, capaz de
decade since his first column. That same year he became a contributor to Marca, the sports
newspaper for which he will write chronicles of those golden years of Spanish boxing,
becoming one of the masters of the genre, and regularly publishing articles in the section
“Hora Cero.” In 1969 he received a number of awards, decided to buy a home in Malaga,
maintaining a discrete distance from success and even rejecting an offer to direct the
National Publishing House, which would not fit with his literary existentialism. In fact,

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even as late as 1970 he had not disconnected from the Alforjas Para la Poesía group.

The last years of the Franco regime turn into a convulsive period whose
uncertainties affect the press. Arriba went through changes in editorship, format,
contributors, fighting between nostalgia for Francoism and strategies for renewal.
Alcántara, in spite of all the awards—including two of the most prestigious, the Mariano
de Cavia Prize and the Gonazález-Ruano Prize—lost influence because he was not a
doctrinal supporter of the regime and he was given less prominent spaces, and even
though he later regained his space, in 1979 he left the newspaper, which could not find
its direction in a scenario led by new papers like El País or Diario 16, where a younger
generation of writers was making its name.

In these years, and even much later, Alcántara had been unjustly identified
as a Francoist columnist, as if biographical circumstances corresponded with a non-
existent ideological identification. In the seventeen years he wrote columns during the
dictatorship, there was not a single mention of Franco, but rather a kind of evasive
tendency with an unequivocal liberal spirit, and his writing since the death of Franco
encompasses a period more than twice as long as the Franco years.

In 1979, months before returning to Ya, he joined La Hoja del Lunes, a guaranteed
successful publication because it was published on that day when there was no other press.1
There, along with other important writers, he published a sports column with the label
“Luz de domingo” (“Sunday Light”) in which he would unleash a captivating balance of
popular topics and literary play, although during this period he was moved to the Society
section, where he wrote the series “Punto Cardinal” for two years, until the decline of this
paper was under way. During this transitional period he went back to writing poetry—
between 1983 and 1985 he published three new collections of poems: Anocher privado; Sur,
paredón y después, and Este verano en Málaga—and collaborated from time to time with
several magazines, such as Interviú or Dintel, before becoming a columnist for Época, a
magazine created and edited by Campmany, one of many, like Tribuna or Tiempo, that
characterized late Francoism and the Transition. Alcántara writes an exceptional series
called “Galería,” in which he profiled the new stereotypes, creating a panorama of finely
wrought literary craftsmanship.

Translator’s note: until the early 1980’s, Spanish dailies did not publish on Mondays.
1
impregnar el artículo con soluciones infrecuentes en el papel prensa como metáforas
audaces (‘invisible galope” para el viento, “antología del corazón” para los recuerdos,
“hacha traslúcida” para la helada; “altares verdes del domingo” para definir los campos
de fútbol…), una adjetivación acentuadamente literaria (“primavera zangolotina”,
“algas antologizadas”, “lluvia dactilógrafa”, “canarios apócrifos”, “encina
ensimismada”…, e incluso hipálages como “cordial madera del mostrador”, “mitología
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cuadrada del ring” o “penumbra contable de las tiendas”), el recurso frecuente de la


intertextualidad (“Los muros de la patria suya siguen igual pero llenos de pintadas”,
“verán como todo cambia y a partir del año que viene en esta apartada orilla se respira
mejor”, “¿qué fue de las nieves de antaño? ¿qué fue de los focos que…? ), un marcado
estilo apotegmático (“nadie se muere la víspera”, “el suicidio es el único acto que no
admite arrepentimiento”, “el silencio es la verdadera lengua universal”, “la belleza es
un artículo de primera necesidad”…), juegos de palabras de diverso tipo (“España es
indiferente”, “el Estado nos sigue muy de cerca pisándonos los talones bancarios”, “no
hay problemas de delincuencia senil”, “un ejemplo a no seguir”, “[23-F] buscando en el
tricornio la cuadratura del círculo”) e ironías deliciosas, nunca exentas de piedad—una
de sus marcas más personales- para no incurrir en el dogmatismo de púlpito tan español
del que huye el autor como seña de identidad, fluyen con naturalidad en el texto, tejiendo
un efecto de encarecimiento literario sin excesos y desde luego sin extravagancias.

A final de los ochenta, la crisis de Ya permite a Sur de Málaga negociar la


reproducción de su columna, algo que después se extiende a todo el Grupo Correo, el
holding de prensa con mayor audiencia en España, que desde 1991 lo convierte en su
articulista de referencia con ‘Vuelta de hoja’. Ya cumplidos los sesenta, sus estancias
en Málaga cada vez son más prolongadas hasta instalarse allí casi todo el año. En estas
décadas finales de su vida, a pesar de su alejamiento de Madrid, con una existencia cada
vez más retirada en un pueblo marinero, los homenajes y premios reconocen la categoría
literaria de su articulismo: Premio Unicef, 1993; Premio Díaz Cañabate, 1994; Premio
Mariano José de Larra y Premio Juan Valera, 1995; Premio Javier Bueno y Premio
Continente, 1997; Premio Pemán y Premio Bravo, 1999; Premio Parker, 2001; Premio
Nacional Alarcón, 2002; Premio Torreón de la Fundación Wellington y Premio Martín
de Aldehuela, 2005; Premio Romero Murube, 2009…; Doctor Honoris Causa por la
Universidad de Málaga, Miembro de Honor de la Asociación de la Prensa de Madrid;
Medalla de Oro de Andalucía, Hijo Predilecto de Málaga o Medalla de Oro del Ateneo,
entre tantos otros. Estos premios y homenajes reconocen una obra magnífica y extensa,
que sólo en prensa y revistas se aproxima a los quince mil artículos, proyectada a las
generaciones posteriores que le reconocen su magisterio—Antonio Muñoz Molina,
Ignacio Camacho, Arturo Pérez Reverte, David Gistau…- como uno de los grandes.
In Ya he reconnected with his beloved short column—which he calls ‘the
hundred meter dash of journalism—, barely three hundred words, a length he will keep
at for the next three decades with the title “Vuelta de hoja,” his longest series, where he
achieved complete mastery of the genre, including the tone of his ironic gaze. Weaved
in a disciplined, simple style, the author’s textual grammar reveals characteristic literary
devices, capable of filling the column with solutions not often found in newspaper writing:

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daring metaphors (“the invisible gallop” for the wind, “an anthology of the heart” for
memories, “a translucent hatchet” for frost, “Sunday’s green alters” to identify football
fields…); markedly literary adjectivation (frenetic Spring,” “anthologized algae,”
“typing rain,” “apocryphal canaries,” “self-absorbed oak”… and even hypallages like
“the counter’s cordial wood,” or “the ring’s square mythology”); the frequent use of
intertextuality; a markedly apothegmatic style (“no one dies on the eve,” “suicide is the
only act that allows no regret,” “silence is the true universal language,” “beauty is a basic
necessity”…); several kinds of word play (“Spain is indifferent”, “the State follows us
closely, stepping on our financial heels,” “senile delinquency is not a problem,” “an
example not to follow,” “[23-F] looking to square a circle in the three-cornered hat”);
and delicious ironies, never without compassion—one of his most personal traits—and
which avoid the typically Spanish dogmatism of the pulpit, something the author avoids
at all costs (one of his defining characteristics)… all flow naturally in the text, weaving
an effect of literary enrichment free of excess and certainly without any extravagance.

At the end of the eighties, the crisis in Ya allowed Malaga’s Sur to negotiate the
publication of his column, which later spreads to the whole Correo Group, the company
with the largest readership in Spain, and from 1991 onward he has been the group’s
flagship columnist. By the time he turned sixty, his stays in Malaga had become ever
lengthier, and the city has become his year-round home. In these last decades of his life,
in spite of distancing himself from Madrid, living ever more withdrawn in his coastal
village, homages and prizes recognize the literary worth of his columns: the Unicef
Prize in 1993; the Díaz Cañabate Prize in 1994; the Mariano José de Larra and Juan
Valera Prizes in 1995; the Javier Bueno and Continente Prizes in 1997; the Pemán and
Bravo Prizes in 1999; the Parker Prize in 2001; the National Alarcón Prize in 2002; the
Wellington Foundation’s Torreón Prize and the Martín de Aldehuela Prize in 2005; the
Romero Murube Prize in 2009…; an honorary degree from the University of Malaga;
Gold Medal of Andalusia, Favorite Son of Malaga and Gold Medal from the Atheneum,
among many others. These prizes and homages recognize a magnificent and extensive
work (in the press alone they add up to nearly fifteen thousand articles) which is aimed
at a younger generation of writers—Antonio Muñoz Molina, Ignacio Camacho, Arturo
Pérez Reverte, David Gistau—who acknowledge his standing as one of the greats.

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