Entre los pecados capitales, el más terrible es la soberbia ya que es
el pecado que origina a todos los demás. La soberbia es básicamente querer lo que no se puede poseer.
Cuando se quiere más de lo que se puede tener, entonces es ahí
donde aparece la avaricia.
Cuando se quiere un deleite alimenticio más allá del que se puede
tener, entonces es ahí donde aparece la gula.
Cuando se quiere un deleite sexual más allá del que se puede tener, entonces es ahí donde aparece la lujuria.
Las voluntades corrompidas anteriormente, son parte de aquellas
voluntades que se quieren, valga la redundancia, pero hay algunas desviaciones de la voluntad; es decir, una voluntad que quiere huir de lo que no debe huir. Es ahí cuando aparece la envidia, la ira y la pereza. Pareciera ser que San Buenaventura distingue los pecados entre aquellos que se producen por voluntad y aquellos que voluntariamente no se quieren controlar.
Capítulo X: Pecados penales
Lo penal también surge de la voluntad, en otras palabras, debemos
comprender que todo lo bueno nace de aquello que es ordenado. Cuando se rompe ese orden, entonces es cuando el mal, en este caso el pecado, entra en el hombre para corromperlo.