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orientali
Lorenzo Verderame
Introducción
Ia J hombre
J hombreciudad
vive yocupa vive gran
desarrolla y un parte
desarrolla
de suslugar centralygran
actividades, parte en
es también aquíla de cultura sus actividades, sumeria.2 y Es es aquí también donde aquí el
donde ha sido creado por su dios al inicio de los tiempos. Tal visión es fruto
de una larga elaboración que duró varios siglos. En la segunda mitad del iv
milenio, la ciudad constituye el elemento más representativo de aquella serie
de procesos tecnológicos y sociales que caracterizan la superación del Neolí-
tico, y que Gordon Childe (1950) definió, no por casualidad, como "revolución
urbana".3 En el período sucesivo, el sistema mesopotámico se estructurará en
una serie de ciudades-estado con características propias, una forma propia de
gobierno, su calendario, un sistema de pesos y medidas, y un panteón divino,
en cuyo vértice se encuentra el dios de la ciudad y su familia. Se trata del lar-
go período Proto-Dinástico (primera mitad del ni milenio), durante el cual se
conformarán los elementos característicos de la civilización mesopotámica
como la realeza.4 En todos estos procesos, la ciudad cumple, por lo tanto, un
rol central.
En este trabajo delinearemos los rasgos esenciales de la imagen de la ciu-
dad en la literatura sumeria. Al abordar cuestiones relativas a la civilización
1 Las obras en lengua sumeria aquí citadas pueden ser consultadas, en transcripción y traducción, en
la página web del proyecto de la Universidad de Oxford Electronic Text Corpus of Sumerian Literature
(eTCSL), http://etcsl.orinst.ox.ac.uk/, donde se puede encontrar una bibliografía actualizada sobre la
edición de los textos. Las abreviaturas utilizadas son aquellas adoptadas por el Chicago Assyrian Dictionary
y por Handbuch der Keilschriftliteratur; una lista actualizada se encuentra en la pagina web Cuneiform Digi-
tal Library (http://cdli.ucla.edu/Tools/ abbrev.html). En la transcripción de los textos se han seguido las
convenciones tipográficas vigentes, es decir, el sumério (sum.) en caracteres expandidos, el acadio (ac.)
en cursiva y los sumerogramas utilizados en acadio en versalitas.
2 Brüschweiler (1983b). La ciudad en el Cercano Oriente ha sido tratada en diversas obras colectivas
(Kraeling-Adams i960; Brüschweiler 1983a; Mazzoni 1994; Wilhelm 1997) y monografías (Lampi 1968; Li-
verani 1986; Heinz, 1997; van de Mieroop 1997), o en trabajos contenidos en obras más generales (Op-
penheim 1969; Liverani 1987; Xella 1994; Westenholz 2002). Véase también Pezzoli-Olgiati (2002) para un
estudio comparado de la imagen de la ciudad en la tradición literaria de diversas culturas, entre las cua-
les aquella mesopotámica.
3 Cf. Adams (1966), Liverani (2007). 4 Nissen (1983); Pomponio (2006).
El dios y su residencia,
O EL ORIGEN DE LA VIDA Y EL CENTRO DE LA CIUDAD
la propia ciudad. Así, el dios Luna Nanna-Su'en va en barco hasta Nippur para
pedir al dios Enlil, su padre, que le conceda la abundancia de productos para
su ciudad, Ur:
10 Estas intervenciones son bastante frecuentes si se consideran los materiales utilizados - ladrillo
crudo y madera, y la acción de los agentes atmosféricos - elevadas temperaturas con períodos de tem-
porales que causan inundaciones imprevistas. Uno de los motivos centrales de las inscripciones reales de
todos los períodos es la restauración de los templos que se deterioran. La restauración de la coraza de (la
estatua) de Marduk, que exige que el dios se aleje del trono dejando el mundo en el caos, es la premisa
de los eventos descritos en la última gran composición en acadio, la Epopeya de Erra (Cagni 1969).
11 Esta compleja operación es descrita en el ritual en lengua acadia mīs pí "lavado de la boca", es-
crito en sumério como ka. luh. u3. da, compuesto de ka "boca", luh "lavar", u3(.d) "generar"; este
último término es utilizado también para la creación de su estatua. El nombre recuerda a aquel de un
ritual conocido en las fuentes sumerias como ka-luh, vinculado a las estatuas, así como a aquel del
ritual ka -du g "apertura de la boca", probablemente idéntico o relacionado con el precedente. Es difí-
cil no asociar esta práctica a aquella egipcia de la apertura de la boca, practicada sobre la estatua del di-
funto. Para una reciente edición del ritual mīs pí ver Walker & Dick (2001), cf. Berlejung (1998).
12 Una eventualidad frecuente en la literatura divinatoria en lengua acadia, expresada mediante el
verbo ezēbu "abandonar".
13 Otra función del sacerdote lamentador es aquella de cantar durante las celebraciones fúnebres.
Sobre esta tradicional y compleja figura de operador cultual mesopotámico ver recientemente Cooper
(2006).
14 La mayor parte de estas composiciones están atestiguadas a partir del período paleobabilónico,
cuando el sumério es una lengua ya "muerta". Entre ellas, seguramente la más conocida y sugerente, es
la composición bilingüe sumero-acadia er2.ša3.hug.ga "lamentación para aplacar el corazón (irritado
del dios)". El tipo de lamentación esté generalmente determinado y clasificado en base al instrumento
musical que lo acompaña, como las composiciones er2.šem3.ma "lamentaciones con tambor" o las ba-
lag "(lamentaciones con) lira". Para el género de las lamentaciones véase recientemente Hallo (1995) •
15 Para una panorámica de los nombres de los templos mesopotamicos ver George (i993)- Era prac-
tica común dar un nombre proprio a cada objeto cultual (estatuas, barcas, puertas, etc.), ver Selz (1997).
16 An, el (dios) cielo, comparte con Inanna la e2-an-na "casa del cielo" en Uruk; Enlil, señor de la
tierra, reside en el e2-kur "la casa-montaña" en Nippur; Enki, señor de las aguas dulces subterráneas,
ha fijado su residencia en el abzu o e2-engur-ra "la casa del abismo" en Eridu.
17 El çiqqurat (sum. u6-nir, ac. çiqqurratu ), la pirámide escalonada sobre cuya cuspide surgia el tem-
plo alto", aparece y se difunde con Ur-Namma, fundador de la m dinastía de Ur, pero sus antecedentes
son trazables en las elevaciones y terrazas de los períodos precedentes.
18 Del templo de Keš se dice "enraizado como el abçu . . . como una noble barca magur suspendida en
el cielo" ( Himno al templo de Keš, 17, 24). Lo mismo vale también para otras estructuras como el palacio o
las murallas, por ej. "Ciudad, tu gran muralla, sólidamente fundada que crece del abçu" (Reço de Ur-Nam-
ma (C), 3); de Nippur se dice "tu planta es como (si fuera estado) arrojada en el abņi" (Himno a Nippur e
Išme-Dagan (Išme-Dagan W), 25-26).
Enlil, después que has trazado en el lugar (el perímetro) de tu sagrada habitac
has construido una ciudad para ti, Nippur.
21 El nombre de Nippur en sumério está expresado mediante los signos en-lil2 = nibru,yse
rencia del nombre del dios solo por el agregado al final del determinativo de lugar (ki), en vez del
. minativo divino (d) antepuesto.
22 En la literatura sumeria podemos identificar dos tradiciones antropogónicas: una que se c
Enlil y en su ciudad, Nippur, en la que el hombre viene a la luz por emersión en el templo Eku
precisamente eneluzu-mu2-aouzu-e3-a "el lugar donde crece o sale la carne"; otra, en Enki
ciudad de Eridu, en la que el hombre es hecho de arcilla (Pettinato, 1971). Según el mito de Enki y
el hombre es creado como sustituto de los dioses para soportar las fatigas del trabajo, una m
adoptada por muchas de las antropogonías de la tradición acadia posterior. He dedicado a este
trabajo titulado II destino di un mostro in Mesopotamia, presentado en el Congreso "Il mostro e il
llevado a cabo en el Palazzo Massimo alle Terme, Roma, Marzo 2006, en publicación en las acta
23 Los mitos antropogónicos narran cómo, al principio, los dioses estaban constante y únic
ocupados en excavar canales, y cómo el hombre fue creado para sustituirlo en esa pesada tarea. En
cepción mesopotámica es esta actividad la que sostiene al país, mientras la agricultura aparece
mo una natural consecuencia del mantenimiento del sistema hídrico. Es al mantenimiento en función
del sistema de canales, al mismo tiempo vía de comunicación del país, que el jefe de la comunidad dedi-
ca buena parte de los recursos humanos.
24 Uno de los epítetos de lo Inferior es "el lugar del que no se regresa" (kur-nu-gi4-a).
25 En esto se basa la contraposición entre la población urbana, sedentaria y agrícola, y lo otro, re-
presentado por el "nómada", cuya subsistencia se basa en la caza y recolección, como un animal de la es-
tepa: a estos les son desconocidos los modos de preparación de la comida y bebida (el pan y la cerveza),
de dirigirse a los dioses correctamente en las plegarias y les es negado incluso, el derecho a la residencia
(vern. 34 y 3 6).
Algunas actividades son desarrolladas fuera del área urbana y del control del poder central. Inter-
actúan con la ciudad, pero operan en una zona al margen del caos, moviéndose, pues, a través de varias
realidades y cargándose, en consecuencia, de un fuerte simbolismo. Son profesiones que prevén necesa-
riamente la superación del perímetro urbano como en el caso del mensajero y del comerciante, o son re-
Las murallas
legadas a sus márgenes por razones socio-económicas, como con el pastor o con el c
tar en un futuro próximo este tema en un artículo dedicado a estas figuras humana
dientes divinos, que actúan como vectores entre las diferentes realidades; cf. Verder
27 Junto al ciclo épico del rey de Uruk, las fuentes literarias posteriores nos han transmitido otra ima-
gen de estas figuras, ya no muestras de realeza humana, sino semi-divinizada. Se trata de un proceso que
tiende a neutralizar una ideología real fuerte, como potencialmente inestable para el sistema mesopotá-
mico. Esto sucede a través de la absorción y la relectura de las gestas de estos reyes, las cuales, relegadas
al tiempo del mito, exaltan sus dotes divinas. Ya en el ni milenio, al lado de la figura histórica de Gilga-
meš se delinea otra, la de un Gilgameš que ejerce de juez de lo Inferior, vinculada a la elaboración de una
ideología real cuyo punto crucial es el destino ultraterreno del soberano. Ello es particularmente evi-
dente en la asociación de los reyes de la ni dinastía de Ur a Gilgameš. En la tradición acadia de los reyes
de Uruk, sólo Gilgameš tendrá suerte, si bien excepcional y con una función diversa: en la epopeya clá-
sica aparece ya diluido en su función de rey heroico, por una parte, divinizado, inigualable a un rey hu-
mano y por lo tanto, ideológicamente inofensivo; por otra, humanizado, trágica figura en búsqueda de
una respuesta al misterio de la vida.
28 A nivel ideológico, no existe mediación a través de los aparatos y de la burocracia templaría, si bien
esta constituye el esqueleto de la estructura religiosa y económica. La imagen del rey heroico, a quien
Inanna concede su favor y la victoria, es un modelo en el que se inspirarán los reyes de Agade y, poste-
riormente, los representantes de la iii dinastía de Ur.
del matrimonio sagrado con la diosa Inanna. Estos reyes tienen un rol central
y activo en los momentos decisivos de la historia, en la que normalmente el
dios interviene en favor del protagonista. En Gilgameš, Enkidu y los Infiernos ,
es Gilgameš quien ayuda a Inanna, y quien restablece el orden después de ha-
ber expulsado a los seres caóticos que infectaban el árbol y de haber fundado
la realeza. No es casual, entonces, que estas composiciones enfaticen el ele-
mento humano de la civilización, es decir, aquellos elementos producto de la
actividad humana, las construcciones y, por lo tanto, que Uruk se presente co-
mo ciudad "humana" construida por el hombre.29 Son justamente las mura-
llas, símbolo de la demarcación humana de aquel límite entre caos y orden,
las que se convierten en el emblema de la grandeza de Uruk y las que serán
objeto continuo de celebraciones: a ellas se asoma la diosa Inanna y de ellas
se recuerda la grandeza en la tradición posterior (Dickson 2009).
El exterior
La guerra
(. Lugal-e , 96-100)
En aquel tiempo, el rey dirigió el arma mitum contra la ciudad, Enmerkar, fiel de Utu,
preparó una expedición . . . contra Aratta, la montaña de los puros me. Él quería ir a des-
truir el país rebelde; el señor puso su ciudad en estado de movilización (lit.: alzamien-
to). El heraldo hizo sonar el cuerno en todos los países, y Uruk, movilizada se puso del
lado del sabio rey , Kullaba, movilizada siguió a Enmerkar. La movilización de Uruk era
como una inundación, la movilización de Kullaba era como un cielo cubierto de nu-
bes. Cubriendo la tierra como la niebla, un denso polvo se elevó al cielo. Como una
bandada de cuervos se dirige a las buenas semillas, la gente encontraba a los propios
conocidos, el hermano hacía señas al hermano.
(Lugalbanda en la caverna, 20-34)
Mi señora se enfrontó con la montaña, avanzó a grandes pasos, afiló su puñal de doble
filo, aferró por la nuca a Ebikh como si fuera hierba alfalfa , lanzó un grito furioso con-
tra su interior, desgarrando a gusto con su gran boca.
(Inanna e Ebikh, 138-143)
Ella se emplazó frente a la montaña Ebikh y así se dirigió a ella: "Montaña, por haber-
te elevado y extendido, por tu belleza, por tu exuberancia, por haberte vestido con un
manto sagrado tuba, por haber extendido tu mano derecha hacia el cielo, por no haber
postrado tu rostro en la tierra (delante mío), por no haber barńdo el polvo con tus la-
bios, ite he asesinado y te he echado por tierra! Como un elefante yo he aferrado tus
cuernos, como un gran uro te he hecho restregar por tierra tus anchas caderas, como
un toro he volteado tus excelsas caderas.
(Inanna e Ebikh , 152-162)
Las divinidades que asumen entre sus características aquella guerrera son
numerosas (Ninģirsu, Ņergai, Šulpa'e, Martu, etc.), pero entre ellas se des-
taca, por fama, longevidad y ejemplaridad, la de Ninurta. Estas figuras tie-
nen toda una serie de elementos en común, vinculadas no tanto a la esfera
de la guerra, sino a aquella de la protección del orden, tarea que realizan fue-
ra del contexto urbano/ ordenado mediante la acción bélica. En cuanto pro-
tectoras del orden, si por un lado lo pueden turbar, actuando contra el otro,
por otra parte, lo pueden estabilizar y asegurar, y como tales, son divinida-
des predispuestas a las actividades productivo-económicas (efecto de la ar-
monía del orden) y a la justicia (aceptación e imposición del orden). Esta úl-
tima está relacionada con el concepto de confín, límite simbólico entre
orden y caos, ya sea aquel ciudadano circundado de las murallas, como
aquel de la propiedad "legal", sobre cuyo reconocimiento se basa el princi-
pio de orden social.
33 "Mi rey, arado que rompe, que escinde el lugar malo, rastra que allana los campos del país enem
go" Himno a Ninurta (1. 9), citado por Castellino (1977: 69s.). Para el arado y la maza con cabeza de
ón, símbolos de la esfera agrícola y bélica del dios Ninurta-Ninģirsu, ver Pomponio (1973)- La metáfo
de la acción destructiva de instrumentos productivos como son los aperos agrícolas (arado, rastro, az
da) es utilizada para describir también la distribución de las ciudades sumerias en las lamentaciones
riza también a los demonios y que les permite asumir formas humanas para
acercarse a las propias víctimas.38
Como la nieve (lit.: agua fresca) que se amontona, cosas del universo,
dones y pesados tributos,
han llegado a sus almacenes.
(Himno a Enlil (A), 88-90)
38 El ser que se muestra bajo falsas apariencias, frecuentemente acrecentando su propia belleza, en
un lugar liminal como el bosque o el desierto, y que revela las propias formas animalescas o demoníacas
en cuento se encuentra fuera de aquel contexto liminal, es un rasgo folclórico difundido.
39 La ideología propagandística de las exportaciones invisibles está caracterizada por la negación de
un status paritario a la otra parte. Esta podría denominarse socia comercial, si tal ideología no se funda-
ra en la negación del comercio y de la entrega de una contraparte de aquellos bienes de los que el cen-
tro tiene necesidad. La exposición más clara de tal ideología aparece en los textos de Gudea, ensi de La-
gaš, en la que la construcción del templo del dios de la ciudad, Ninģirsu, se convierte en el centro natural
de atracción de las materias primas de la periferia.
40 Este es un precursor de aquellos que serán los verdaderos jardines zoológicos del período neo-asi-
rio, ver Rivaroli (2004 y 2004/05).
41 En Lugal-e, el dios Ninurta establece un destino para las piedras en base al bando por el que estas
se decantaron en la batalla contra Asag. Esta división refleja, sin embargo, la utilidad y el grado de pre-
ciosidad de cada una de ellas en el contexto del artesanado. También en Gilgameš, Enkidu y los Infiernos se
incluye una referencia mítica a un enfrentamiento contra las piedras, en el que la barca de Enki se opo-
ne al "mundo mineral" caótico. Un ejemplo similar se encuentra en un mito de difícil comprensión, cu-
yo protagonista es Utu, procedente de Ebla, ver Edzard (1984: 28-30).
Una mujer, respetuosa de la palabra de An, les pasó cerca, respetuosa de la palabra de
Enlil les pasó cerca.
Ella tomó el árbol en su mano y lo llevó a Uruk, al santo jardín de Inanna ella lo llevó.
La mujer no lo plantó con su mano, ella lo plantó con su pie; aquella mujer no lo regó
con su mano, ella solamente lo plantó con su pie;
"¿Cuánto tiempo pasará para que esto se transforme en una santa silla de manera tal
que yo pueda sentarme en ella?" dijo ella. "¿Cuánto tiempo pasará para que esto se
transforme en una cama en la que yo pueda yacer?" dijo ella.
Después de cinco años, luego de que pasaran 10 años, el árbol creció imponente, pero
su tronco no tenía hojas.
En sus raíces una serpiente que no teme la magia, había hecho allí el nido; en sus ramas
el pájaro Anzu había depositado sus crías; en su tronco, la virgen-fantasma había
construido la casa.
La joven (habitualmente) alegre y de corazón jubiloso, la pura Inanna, comenzó a llo-
rar.
42 Ver n. 29.
La destrucción de la ciudad
43 Las lamentaciones son composiciones apócrifas que testimonian, sobre todo, la rec
eventos en la tradición posterior. En este mensaje de reconstrucción se puede individuar
los gobernantes del período sucesivo, en particular aquel de Isin, por subrayar la continu
nastía neosumeria de la que pretenden ser los sucesores directos.
Su rey se puso fuera de la ciudad como si fuera una ciudad enemiga, ¡lloró lágrimas de
dolor!
El padre Enki se puso fuera de la ciudad como si fuera una ciudad enemiga, ¡lloró lá-
grimas de dolor!
(. Lamentatone por Eridu, 11-12)
Su voz fue sofocada por el silencio, como por una tormenta de arena,
Eridu fue sofocada por el silencio, como por una tormenta de arena.
¡En la ciudad donde la resplandeciente luz del día solía surgir, el día se oscureció,
En Eridu, donde la resplandeciente luz del día solía surgir, el día se oscureció,
como si el sol se hubiera puesto en el horizonte, (el día) se transformó en atardecer!
(. Lamentación por Eridu , 8-9 y 22-24)
A medida que el día se oscureció (y) el ojo (del sol) se eclipsaba, se conoció el hambre,
(sigue una serie de comidas y bebidas que antes se consumían en la corte y que ahora
faltan)
El mortero, la mano del mortero y la piedra de moler yacían ociosos, ninguno se aga-
chaba (para usarlos).
En la ciudad, quien no había sido asesinado por las armas, moría de hambre.
El hambre inundaba la ciudad como el agua y no quería terminar,
el hambre desfiguraba los rostros, contraía sus músculos.
Su población, como si estuviese rodeada de agua, boqueaba para respirar,
su rey respiraba dificultosamente en su palacio, absolutamente solo.
(Lamentación por Sumer y Ur, 292-295, 303-305, 317, 389-393)
Los batientes de las puertas de la ciudad del país fueron derribadas (lit.: puestas) en el
polvo.
Todos los países lanzaban gritos de sufrimiento, de las (o del interior de las) murallas
de las propias ciudades.
En el interior de la ciudad, sin ser la amplia extensión externa de la estepa, fueron he-
chos crecer malas hierbas,
47 No es posible tratar aquí en extenso el valor simbólico de la puerta, lugar liminal y de pasaje por
excelencia.
¡Que tu arcilla pueda volver a su abçu, que pueda ser arcilla maldecida por Enki!
¡Que tu cebada pueda volver a su surco, que pueda ser cebada maldecida por Ezinu!
¡Que pueda tu madera volver a su bosque, que pueda ser madera maldecida por Ni-
nildum!
48 La llena de los ríos mesopotámicos, especialmente del Tigris, podía tener efectos desastrosos a cau-
sa del lecho fangoso y de la falta de bancos rocosos, lo que se traducía en improvisas inundaciones y cam-
bios de cauce. Además resultaba imposible determinar con exactitud la llegada de la crecida, como sí su-
cedía en cambio en Egipto con el Nilo.
No entra entre las poblaciones, no es parte del país - Gutium, un pueblo que no co-
noce límites, con instintos humanos, pero intelecto canino y apariencia simiesca - En-
lil de la montaña los hizo llegar.
(La maldición de Agade, 154-157)
Conclusiones
Agradecimientos
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