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hie stb 704 ea Colon ee Piet ‘a 2 IL LA GUERRA Las imagenes del adversario son intolerables cuando son imagenes de cul- to. Pero México lo pagé convirtiéndose en teatro de una ofensiva sin medi- da comtin con las intervenciones esporédicas de la ocupacién de las islas. Ni Colén ni Pané se dedicaron sistematicamente a la destruccin de los zemies, y, Silo hicieron, en todo caso fue sin la pasi6n, la dramatizacién ni la publi- ‘idad que en ello pusi Se cuenta que un marino aconsejé a un caci- que cubano desterrar si fs y recibir, en su lugar, una imagen de la Vir- gen. Pero sin violencia, gracias a la ayuda milagrosa que les dio, la imagen fue adoptada por los indigenas.! Las persecuciones llegaron después. En los primeros afios del siglo xvi, los contactos con los indigenas de la Tierra Firme —del Orinoco al Darién— no parecen haber terminado en des- trucciones escandalosas. La intervencién espafiola mas brutal fue, probable- mente, la matanza de sodomitas que perpetrs Vasco Nuriez de Balboa? Hay que reconocer que las conversiones eran apresuradamente anotadas por un Pedro Mértir que se interesa mas por las perlas marinas.} Pero, gno habria consignado las destrucciones de idolos y de objetos si hubiese sabido algo de ellas, ya que dirigia sus escritos al Papa? ¢Podria ser que la inexistencia de “secta” y de religién instituida, o et embrién del monoteismo solar que se atribuye a los indigenas, incluso el culto de los antepasados, explicaran por qué no hubo estallidos?* El cristianismo de los descubridores no encontré nada y, para el humanista Pedro Martir, los indigenas no eran mas que "ta- blas rasas” 5 Por lo demas, el catolicismo ibérico estaba més preparado para afrontar rivales de su temple —Islam, judaismo— que lo que la antropolo- sia llamaria “religiones primitivas”. el curso de la primera (1517), el sacerdote Gonzalez se limit6 a llevar unos cofres de madera, oro y los idolos arrancados a los indios.* En la segunda (1518), el capellén Juan Diaz adopts prudentemente el papel de observa- dor, mientras que Grijalva, jefe de la expedicin, y sus compafieros s6lo te- nian ojos para el metal precioso.” Etapas de reconocimiento, de inventario y de saqueo: los espafioles atin andaban a tientas, sin conocer la medida ver- dadera de su nuevo adversario ni explotar el fildn de la idolatria. “Petro Martie (1964), tomo I p. 252. 2 hip. 290 Los perros de ls conquistadores destozaron a sus vistimas, 2 hi, p. 379. 4 bi, pp. 234,290, 326 . 5 bid, p 208. $ Diaz del Castillo (1968), tomo Lp. 47. > hi, pp. 59-80 "Winerrio de Grtalva” (1971), tomo 0 LAGUERRA a [EL AMOR A LAS IMAGENES Y EL ODIO A LOS {DOLOS La extirpacién de los idolos mexicanos fue progresiva, larga y, a menudo, brutal. De hecho, se remonta a la expedicién de Cortés y comienza en 1519 eneel lindero de la peninsula de Yucatan en la isla de Cozumel. Si hemos de creer a las cronicas, se 0f cn un constantemente repetido, (tien princi, es dos eran detbzaos (por loses oo os espaioles 0 por unos y otros), y después los conquistadores los remplazaban con imagenes cristianas. En 1520, Pedro Martir difundio desde Granada una de las primeras versiones sobre esas destrucciones... empleando toda- via el término de “zemi”. Cuando los conquistadores hubieron desembar- cado en la isla de Cozumel, los indios “consintieron en la destruccién de sus zemies y colocaron en su lugar en el santuario de su templo un cuadro de la bienaventurada Virgen que los nuestros les dieron”.® Segiin el cro- nista-conquistador Bernal Diaz del Castillo, en un relato més circunstancia- do pero mucho mas tardio, Cortés exigié que quitasen los idolos antes de destrozarlos y echarlos abajo por las gradas de la “pirémide”. Después, hi- zo blanquear con cal el santuario indigena y ordeno que los carpinteros de la isla levantasen un altar “muy propio” a la Virgen. Por diltimo (iniciativa tan desconcertante como paraddjica), confié el conjunto ya limpiado y cris- tianizado a los caciques y a los “papas”, es decir, a los habituales guardia- res de los idolos."° Herndn Cortés despleg6 una energia asombrosa en cuanto se trataba de destruir las “imagenes” de los indigenas, ya sea que los hubiese vencido o tuviese que poner en peligro su persona y sus hombres.!! Fue él —y no los sacerdotes que le rodeaban— quien precipits a los conquistadores a la aventura. En México, en la capital de Moctezuma, sin esperar siquiera la lle- gada de los refuerzos que habia pedido, se lanz6 sobre las estatuas del tem- ‘Pedro Marte (1964), tomo Ip. 416 Diaz del Castillo (1968), tomo lp. 100, 1® Ibid. p. 101 Recordemos las principales etapas de la Conquista emprendida por Cortés y ‘sus companeros. Marzo de 1518" el eptodio de Cozumel, en tieras mayas: luego, la nave facion alo largo de las costs del golfo de México, que termind con la legada a Tabasco y la ‘atalla de Cintle (25 de marzo) la colocacin de la Vera Cruz—cerca de lo que seria mis tarde ‘el puerto de Veracruz en abrit es el primer encuentro con los enviados de Moctezuma, mientras que comienza la exploracin de la comatca, hasta Cempoala; luego, en agesto, los ‘onquistadores abandonaron la costa topical para avanzar a Mésico por ls alta mesetas res ‘eas y templadas, Llegados al sefiorio de Tlaxcala, enerigo tradicional de la Triple Alianza, dominada por los mexicas de México-Tenochtitin (ls azteca), os conguistadores estab ‘ron una alianza con los tlaxcaltecas; octubre de 1519 por el camino de Mexico, axcaltecas y ‘spanoles splastaron la cludad de Cholula, perpetrando una matariza que queds en la memo fia; noviembre de 1519 legada a Mexico-Tenochtiian; Moctezuma fecibio alos conguists- La Conquista pertence igualmente a la linea de la Reconquista de la pe- insula ibérica, lucha secular contra los reinos moros que habia terminado con la toma de Granada en 1492. Los primeros observadores se apresuraron a comparar a los indios de México con los moros y los judios: Pedro Martir yy Juan Diaz insistieron en la “circuncisin” indigena?" y las “pirdmides” de fos indios que fueron confundidas al principio con mezquitas, y sus sacer- dotes con ulemas. El revival de los entusiasmos de la Reconquista se explica facilmente en ese contexto aunque, paradéjicamente, los enemigos tradi- cionales de los cristianos de Espafta fuesen pueblos sin imagenes: moros y judios. Me hecho, parece que el apego de los “crstanos viejos” a las imagenes haya salido reforzado de la Reconquista y que haya contribuido a fijar la identidad de los cristianos de Espaita y sus précticas religiosas en un tiem- po en que la Iglesia favorecia el culto de las imagenes a condicién de que no se cayera en la idolatria. Sustraidas a las destrucciones de los moros, por lo demas, incontables imagenes milagrosas fueron exhumadas de parajes, aislados, conforme progresaba la Reconquista. Entre éstas figura —y no en- tre las menores—, la Virgen de Guadalupe, venerada en las moniaiias de Extremadura y mas querida de los conquistadores que ninguna otra Por "tid, pp 10, 133,246,249. °F la Inglaterra de Eduardo VI, vctima de la Reforma y de! anglicanismo naciente, Gar. diner sostenia que "la desruccion de las imagenes llevaba en sluna empresa de subversion de la‘teligion y, com ela, del estado del mundo'y en particular de la nobleza”,en Philips (1973), 90. 20 A lo que se afade que nila conquista nila conversa implicaban teicamente una sis- tematica puesta en entredicho de la legitimidad local, a condieion de que reconociesen la so- herania de la Corona espafiola. La acitud de Corts ante los clerigos indigenas lo corrobora (ease ina pp 67-68), 2 "tinerarto de Grijalva” (1971), tomo I p. 307 2 Michael Baxandal, Painting and Experience in Eitenth-Century laly, Oxford, Oxford Uni versity Press, 1986, p. 42 "3 George M. Foster, Culuray congusta. La herenciaespala de Americ, Jalapa, Universidad \eracruzana, 1962, p. 177; Luis Weckmann, La herenca medical de Mexico, Mexico, 1 Colegio de Mesico, 198, tome | p. 341s. [2 ed, Colmex-Fondo de Cultura Econdmica, 1998, Mexico]: Willams A. Christian Jy Local Religion i Sstenth-Centary Spin, Princeton, Princeton Univer sity Press, 1981, pp. 75-1, “ LAGUERRA cierto que, :c6mo disociar el argumento iconoclasta y el proyecto cortesiano de la expresién de una piedad ibérica, expresada en torno de las imagenes de los santos? {No se dice que, todavia nino, varias veces Cortés estuvo a pun- to de perder la vida, y que su nodriza lo Salvé, echando suertes para deter- minar cual de los doce apéstoles le daria su proteccién? San Pedro result6 ser su patron, y desde entonces Cortés celebr6 su fiesta cada ano no sin 1az6n, por cierto, ya que el apéstol le daria su apoyo milagroso contra los indios cuando la batalla de Cintla, Otros santos, por lo demas, intervinieron, en el curso de la Conquista. San Cristobal hizo lover sobre México en 1520, a solicitud del conquistador.»8 Santiago se aparecié a los espafioles de la se- gunda expedicién, antes de ayudar varias veces a los hombres de Cortés a Virgen, igualmente, manifests su apoyo.” Este nexo directo, esta familiaridad con los santos se acompaftaba de un amor ferviente a sus imagenes. Parecia que los conquistadores habian llega- do a México con un cargamento de imagenes grabadas, pintadas y esculpi- das ya que, conforme avanzaban, fueron distribuyéndolas con generosidad entre los indigenas. Uno por uno, los indios de Cozumel, los caciques de Tabasco, los enviados de Moctezuma y los sacerdotes paganos de Cempoa- la recibieron, como presente, imagenes de la Virgen. Probablemente tam- bién estatuillas y, al menos en dos casos, de la Virgen y el Nifto, Algunas semanas después, en México-Tenochtitlin, los conquistadores obtuvieron autorizacién de Moctezuma para que una Virgen “en un pequefo retablo de madera pintada”® y un San Cristdbal fuesen colocados en el Templo Mayor, “por no disponer entonces de otras imagenes”. Los fieles aliados de Tlaxcala’ —sin los cuales la Conquista habria estado condenada al fraca- so— recibieron también una Virgen que, con el nombre de la Conquistadora, 13026 de cierto prestigio en el México colonial. Efigie “conquistadora”, como su nombre lo indica, por ser a la vez la Virgen y ser una imagen, la Conquis- tadora apoyé, legitims y rematé la empresa militar y terrena de los con- quistadores.! 2 Loper de Gbmara (1552) fo. Il: Baltasar Dorantes de Carranza, Sunaria reac de as cosas ela Nueva Espa, Mésico, esis Medina, 1970, p. 88 = Tapia (1971), tome I, p58. 2 Weckmana (1983), oma LP. 20 Especialmente en la ciudad de Mévico, con motivo del episodio sangriento de la Noche Triste,¥ despues en la batalla de Otumba (iid, p. 200) °® Diaz del Casio (1968) tomo I pp. 100,153, 163 ® Tapia (1971, tome Il,» 586 © [hi La observacion del conquistador Andrés de Tapia confirma que los espailes ya he bian agotado en gran parte sus reseriasy que el esto de colocat la imagen de un santo podia contar tanto mis que la ientidad del santo elego. El Templo Mayor er el gran templo de Hiuitztopocht, dies de los mexicas que habia guiado su marcha por las estepas del Norte: Snvestigaciones recientes han mostrado lariquezay la importancia de ese santario en e cen tro cultural de Mexico-Tenochttan. * Tlaxcala fue la unica cludad-Fstado del atiplano que resstié Ia expansion de la Triple ‘Alianza, diigida por los mexicas de México-Tenochtiti. "3 Sobre lt Conguistadora,wease Informacion jidc... Pedro de la Rosa, Puebla de los An: eles, 1804 LAGUERRA 6 No dejara el lector de sentirse intrigado por el carécter eminentemente laico de esta empresa. Los sacerdotes que rodeaban a Cortés expresaron ‘menos confianza en la virtudes de la idoloclastia; antes bien, temian los, riesgos técticos y la superficialidad. Por lo demds, en Tlaxcala y después en. Cholula, debido a la intervencién hicida y moderada del religioso de la orden de la Merced que acompafiaba a la expedicién, la idoloclastia demos- {6 ser insuficiente: “;Qué aprovecha quitarles ahora sus idolos de un cu y adoratorio si los pasan luego a otros?”... “Al presente bastaban las amones- taciones que les ha hecho y ponerles una cruz”. Esa actitud pragmatica® contrastaba con el activismo de Cortés que, en esa ocasién, no se detuvo en las imagenes sino que incluyé la prédica del cristianismo, la construccién de altares, de capillas y de cruces, la organizacién del culto.¥ El conquista- dor en persona organizé esta primera evangelizacién y tomé iniciativas ma- yores en un terreno que, algunos afios después, se reservaria celosamente la Iglesia. LAS AMBIGUEDADES DE LA DESTRUCCION La invasion de los espafioles —“dioses” para los indios— provocd ast la irupcién de la imagen occidental. La iconoclastia —o, si se prefiere, la ido- loclastia— dio a esta invasién un ambiente veterotestamentario. La accién destructora desperté la agresividad a menudo temeraria de los profetas de Israel frente a los idolos. Es posible que se inspirara también en las novelas de caballerias,en el recuerdo de las luchas épicas y legendarias que Amadis © Roldan entablaron contra paganos y hechiceros; una literatura que apasio- rnaba a nuestros conquistadores.® Cierto es que los idolos mexicanos nunca fueron considerados como fuentes de ilusiones seductoras y gratas; no te- nian ni la belleza del diablo ni la peligrosa ambigtiedad de las ficciones de las novelas. Ello no impidié que Cortés y los cronistas a menudo trataran de fijar el gesto idoloclasta bajo una teatralidad que disimulaba la diversidad de las situaciones y la realidad de los compromisos propuestos 0 aceptados. ‘Acerca de la reaccién de los indios, los testimonios son a veces contradic- torios. Parece que, de manera general, al principio los indios se negaron a to- car los idolos. En Cozumel anunciaron a los espafioles que naufragarian si 2% Diaz del Castillo (1968), tomo I, pp. 224,247 2 Véase tambien la prudencia de Fray Bartolomé de Olmedo, quien aconsejé 2 Cortés no cexigi prematuramente'a Moctezuma Ia autorzacion de construir una iglesia sobre el Templo ‘Mayor (iid, p28. Diaz del Castillo (1968) tomo fp. 119; Tapia (1971), tomo Il, p-573. 35 Gomo Cristobal Cold, Ignacio de Loyola o Teresa de Avil, los conquistadores gustaban de las novelas de cabaleras, Sus episodios mas eélebres ocupaban la imaginacion de los con {uistadores, les permitian expresar aus reacciones ante las maravlls del Nuevo Mundo y dar ‘3sus acciones una dimension fantistia y prestigios. Los ejemplares de ess novels liegaron a Ser tantos en la América colonial que las autoridades acabaron por impedir su importaion {Weckmann, 1983, tomo |, pp. 182185 e Irving A. Leonard, Los tvs dl conguisiador, México, ct, 1953).

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