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La Devoción

al
Sagrado Corazón de Jesús

Fray Mario José Petit de Murat O.P.


El lego amanuense de este cuadernillo, siendo joven recibió un inmerecido tesoro que
consistia en un puñado de hojas a maquina con charlas de Fray Mario Petit de Murat,
que guardó durante mas de 20 años, y con vergüenza lo dice, sin ni siquiera leerlos.
No sabe si pertenecen a trabajos aun mayores, ni siquiera los títulos conoce pero
quedo deslumbrado por la Palabra de este Varón de Dios a quien admira
entrañablemente.
Ha decidido editar clandestinamente estas breves obritas para compartir con unos
pocos amigos íntimos que sabrán gustar en sus corazones de las enseñanzas del Padre.
Seguramente, llegara el día en que todos los seguidores de Fray Mario Petit de Murat
trabajaremos juntos para editar toda su obra.
El Padre nos guiará.
EAC II

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Clase N° I

Vamos a ir paso a paso para ver en qué consiste esta doctrina del Amor
Infinito. Vamos a ver si nos damos cuenta de todo lo que quiere Dios de nosotros.
Tendríamos que hablar antes de la devoción del Sagrado Corazón. El Corazón de Jesús
tiene un movimiento totalmente inverso al nuestro. Se habla de de corazón cuando
queremos llevar las cosas a la sensibilidad; cuando nosotros hablamos de corazón hay
un movimiento hacia la tierra, hacemos descender las cosas a la tierra y la carne,
hasta tal punto, que se podría decir que se llama corazón, o se radicar en el corazón,
casi siempre a las pasiones. Ahora eso es lo normal; pero no es lo normal por cuanto
que el ser humano no se encuentra en estado normal. Es así la manera concreta con que
el hombre cae, como se cumple su ruina, eso que el movimiento sea a la inversa, que sus
amores se hundan en la pasión y busquen su satisfacción en ella. ¡Y a eso le llamamos
corazón!

El corazón es ese punto medio de conjunción entre la parte espiritual y la


sensible, y no es un símbolo sino una realidad fisiológica. Los influjos anímicos son muy
importantes en lo físico. La tristeza ataca al hígado; las preocupaciones al estómago…..
El corazón es el centro donde choca todo aquello. ¡Hay que ver como se enciende el
rostro con la ira!.... ¡Como palidece con el temor!.... Entonces este flujo de los estados
anímicos es evidentísimo sobre la parte corporal. Y ahora que el movimiento sea a la
inversa; de descenso, es una cosa también muy lógica a nuestro estado que el espíritu
se nota en las pasiones. Y es por allí donde empieza todo ese vaho que agota a la
mente. Es precisamente porque no dejamos de ir hacia lo temporal, o mejor dicho de
darle a lo temporal la importancia que no tiene. Miramos a lo temporal como a la
realidad, y a lo espiritual como una realidad remota, y debía ser todo lo contrario; lo
espiritual debería ser toda la realidad.

Ahora bien, ¿a qué se debe el tiempo? … El tiempo es una materia visitada por
la eternidad. El tiempo es así: una perfección tiene que dejar lugar a otra. Esta
materia de suyo coarta las perfecciones que recibe. Si tiene una no puede tener otra y
entonces una tiene que salir para dejar lugar a la otra. La infancia tiene que dejar
lugar a la juventud, la juventud a la edad madura, la edad madura a la vejes. La vejes
también es perfección. La vejes debe ser el descender de la carne para dar lugar a la

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plenitud del espíritu. Como dice San Jerónimo, que el anciano va perdiendo todas las
dotes temporales para que aparezca en él la sabiduría. Cada edad tiene su perfección y
cuando mas avanza es lógico que más perfección va a haber. Ahora no digamos si la
vida de esa persona ha sido en el espíritu…., es evidente que la vejes va a ser la
madures de Anne Vercors, la imagen del Padre Celestial, aquél padre que vuelve a
Jerusalén y que lo entiende todo. Es decir que a la ancianidad le toca una perfección
que todos deben estar mirando como una cumbre, es decir la perfección de la
paternidad. El don propio del anciano debe ser el del concejo. El descender sobre las
cosas temporales cargado de concejos, llenos de experiencia y sabiduría.

Ahora bien, todas estas cosas no pueden estar juntas en la materia sensible
sino en el espíritu, porque el anciano para ser anciano tiene que ser niño – con respecto
a Dios tiene que ser un niño – y tiene que ser joven porque debe tener siempre el
entusiasmo del nuevo día, del día que se nos da para ser santos, que es un día que no
tiene pasado ni vejes.

Pues bien, entonces toda la Redención consiste en invertir los términos. Le


damos fuerza de realidad a lo temporal, y le damos condición de realidad muy delgada,
muy inaccesible, muy remota, a lo espiritual, a lo eterno, cuando la labor de Cristo es
poner el corazón al revés, que ya no fluyan las cosas del tiempo en el corazón, sino que
el corazón se llene de tanto espíritu que fluya hacia el tiempo. El corazón de Jesús es
todo lo contrario al nuestro porque es el corazón del hombre redimido: es el nuestro,
pero el nuestro redimido, el nuestro libertado del cerco asfixiante del tiempo como
realidad.

El tiempo debe ser signo, pero no realidad, porque ustedes ven que una
realidad temporal no es nada en sí. En sí misma es un signo. Nosotros estamos evadidos
y libertados y somos de nuevo hombres, y somos hijos de Dios, el día que signamos el
tiempo, no cuando el tiempo nos signa a nosotros. Desdichada la criatura que va
signada por el tiempo, porque va recogiendo muerte; porque el tiempo es eso: muere
una cosa para dar nacimiento a otra. Nosotros tenemos que darle significado al tiempo
porque el tiempo es un cuerpo y yo soy el alma de ese cuerpo. Y mi corazón tiene que
ser esa marejada que fluya hacia fuera, pero jamás ese centro aterido y afectado por
las cosas que vienen de afuera.

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¿Han visto que lógico es todo?... Por eso es que el corazón de Cristo está
abierto. El tiene que dar. Ustedes vieron que dio con su vida, que dio con su muerte,
que dio con sus padecimientos, con todo dio… El padecer de Cristo ¿que es?.. Es el
padecer del Padre exigido por sus hijos, apremiado por sus hijos, no es otra cosa que
eso. Porque si herimos a Cristo es porque estamos necesitados, porque hay muerte en
nosotros que llenar y solo El la puede llenar. Estamos signados de muerte porque nos
dejamos visitar por las cosas terrenales. Perdemos nuestra virginidad. La virginidad
significa eso: que no debemos ser tocados por las cosas de afuera, que nosotros
debemos signar las cosas de afuera.

Nuestro corazón esta lleno de abismos, de vacíos, porque nos hemos


defraudado a nosotros mismos. Y el corazón de Cristo está lleno y se abre para saciar
esos vacíos. Entonces la Devoción al Sagrado Corazón tiene que ser precisamente
meterse muy a fondo con el misterio de la Encarnación, pero no para encarnarlo a Dios
en el estado que esta nuestra carne, como lo hacen muchos.

¡Es algo tremendo el tono que se le da muchas veces a la devoción al sagrado


Corazón! …¡Que lo vienen a consolar a Cristo con muchas palabras!.... “Que solo estás
Señor, vengo a decirle palabras de consuelo”.. Ven al Corazón de Cristo como al
nuestro. Ahora ya lo creo que Cristo está solo y necesitado. Tiene hambre sí, y tiene
sed. Tiene hambre de nuestra necesidad sí, hambre de nuestras miserias, pero no de
los consuelos que le podamos dar. El Corazón de Jesús claro que esta desnudo y solo,
pero ¿por qué? … por la incomprensión. El no necesita otra cosa que nuestra entrega.
Es que no le podemos dar otra cosa. “Yo me abandono, me entrego a Tí tanto como
otros te resisten. Confío en Ti tanto como los demás te recelan”… eso es la reparación.
Lo humano que le podemos dar es nuestra indigencia, y lo humano que El nos puede
traer es toda su riqueza. ¡Y le hablamos como si nosotros fuéramos los ricos y El, el
pobre!.. Ahora esta necesitado de nuestros abismos.

Pues bien, esta devoción ha sido el palpitar del cristianismo porque es una manera de
hablar con lenguaje humano del misterio de la Encarnación. Un corazón que no es así,
vivificable como el nuestro, sino ya vivificante. Nuestro corazón, pero con algo nuevo,
con algo que ha cambiado, en vez de estar así, adherido a las cosas de la tierra, lleno
de temores futuros que no se conocen, en vez de toda esa avalancha que venía de

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afuera hacia nosotros, todo el flujo de un corazón que va a esas cosas para
comunicarle la vida que no tienen.

Ahora, ¿por qué la Iglesia ha acentuado tanto esta devoción?... Para


mostrarnos que Dios se encarnó. Que tiene nuestro corazón. Porque si El tomo ese
corazón es para tomar el nuestro. ¡Es algo maravilloso Dios!.. ¡Que rigor lógico tiene!...
El toma carne, es decir naturaleza humana. Todas nuestras miserias para darnos toda
su riqueza. Luego sepamos lo que llevamos dentro. Y ahí tienen ustedes el Misterio de
la Comunión. ¡Dios está con nosotros, Oh incrédulos!.. Piensen que nuestro corazón esta
en el seno de la Santísima Trinidad y que la Santísima Trinidad late en el seno de
nuestro corazón.

Ahora esta devoción viene por latidos profundos del cristianismo recorriéndolo todo
entero. Como lo dice san Juan de la Cruz: “cuando mas se acentúa la iniquidad, mas hay
que extremar la revelación”; hay que sacarla mas a flote., irradiarla más. No vamos a
creer que la devoción al sagrado Corazón empezó con Santa Margarita de María de
Alacoque. Recorre la cristiandad entera. Ustedes saben nuestra gloria: que nosotros
tenemos en nuestra Orden 236 estigmatizados. ¡Y después dicen que la Teología es
fría!... Y ven cómo ese Corazón reina también en nuestra Orden. Por su puesto que sí;
pero reina bajo la Luz, bajo la guía de una luz segura.

Bien, esto lo haremos como introducción para ver cómo se van precisando los términos
de esta devoción, y la intervención de la madre Luisa Margarita. La razón de ser de
nosotros aquí reunidos. Entonces quedemos en este primer paso. Esta obra consiste en
una fe práctica en el Amor Infinito de Dios. En que todo el mundo se mueve por amor,
y que el Amor de Dios se ocupa de nosotros de manera particular; y después veremos
su relación con el sacerdocio.

18/06/53

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Clase N° II

Bien, hemos tratado de explicar la razón de ser de la devoción al Sagrado


Corazón de Jesús. Quiero significar de manera eminente el misterio de la Encarnación.
Créanme Ustedes que es cosa tan difícil conocer al hombre, porque nunca se hace la
composición justa que hay entre los elementos que lo integran. O nos ponemos en
espíritu, o nos pensamos en carne, y lo malo es que se deja siempre una u otra parte.
Los espirituales entran como en desprecio de la carne, no en lo que ella tenga de
enfermedad viciosa, que eso es bueno, sino también en su misma sustancia. Y entonces
toman modos de ser deformes, deshumanos, se convierten en Ángeles despiadados y
fríos. Y ya sabemos que cosa tan atroz es el pecador que destroza dos cosas, tan
santas una como la otra, que son el espíritu y la carne.

Y nos tenemos que convencer de que la carne es santa. Si Dios ha creado la


carne ésta es tan santa como el espíritu. Es inferior al espíritu, pero en su origen es
tan santa como él. Y si no, no somos católicos; y si no nos redimimos. ¿Qué la carne
tiene propensión a la concupiscencia?, claro que sí; ¿acaso el espíritu no tiene
propensión a los vicios?.... Mientras los pecados de la carne nos pueden hacer
semejantes a las bestias, los pecados del espíritu nos hacen semejantes a los
demonios. ¡Hay tantos vicios en el espíritu, y vicios muchos más profundos que los de la
carne!... Y el Señor ha abierto sus vestidos y mostrado su corazón es para decirnos:
Yo tengo un corazón que es como el tuyo, y quiero que te santifiques todo entero: en el
espíritu y en la carne. Todo el desorden está en que las pasiones invadan el espíritu
invada a la carne y todo el bien está en que en que el espíritu invada a la carne. Ya ven
aquí un argumento poderoso: si queda alguna duda, Satanás va a quedar totalmente
derrotado. Que yo como un Dios. El Señor nos dio los sacramentos para que nuestra
parte sensible tenga una ocupación santa.

Bien, entonces vemos cómo la realidad del hombre, la verdad hombre, se


cumple precisamente por esa conjunción que debe existir entre el espíritu y la carne.
El hombre esta así, como una conexión entre el cielo y la tierra, que es esa conexión
entre espíritu y carne. El día que pensemos lo qué significó esto en la mente divina,
comprenderemos el valor d la carne. ¡Como la mente divina va a hacer una cosa baja y
despreciable! Y ahí está a devoción al Sagrado Corazón de Jesús, con ese fin, para

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decirnos: Ves: Yo tengo una carne como la tuya, y si Yo he tomado esta carne, que
esta empapada en divinidad, es para que tú te empapes de divinidad. Y hay entonces un
movimiento totalmente distinto. El hombre aterido en medio del universo, temblando,
¿por qué?... Porque se ha debilitado su espíritu y se siente asediado por todas las
energías temporales que componen el universo; se siente vencido por las cosas
temporales y su corazón acribillado por el flujo de las olas, y entonces es cuando viene
el Corazón de Cristo y se derrama; se derrama para dar, para vivificar, para recrear, y
quiere que eso seamos nosotros.

Nosotros debemos descubrir que tenemos un corazón poderoso, y es poderoso


en la medida que la herida mana. Que la vez que el inicuo, o cualquier hombre – puede
ser incluso una persona buena – nos hiera, se abra una puerta hacia Dios. Lo que pasó
con Cristo, que lo desnudaron y le abrieron su carne de parte en parte, en todos los
sentidos, y por todas sus heridas manaba la paz más inefable. Y que el gran momento,
el momento supremo del cristiano, es el momento en que lo hieren, porque es el
momento en que el denario no se entierra, se multiplica. Esa es la hora del cristiano
porque es la hora de prevalecer sobre el tiempo y las cosas del tiempo. El hombre es
esa combinación de espíritu y carne, y eso lo esta diciendo el Sagrado Corazón de
Jesús: que El no ha venido ha depositarse tan sólo en el espíritu, sino que ha venido ha
depositarse en todo el hombre: espíritu y carne. De tal manera que le cuerpo del
hombre tiene que ser como el pan, tiene que ser como un sacramento, tiene que
vivificar a sus hermanos. Tiene que ser de tal modo asumido por el espíritu que todo en
él esté predicando santidad y pureza. El hombre redimido debe convertirse en el vaso
de Dios.

Bien, sabemos que hay esa intercausalidad entre carne y espíritu: es decir que
vienen influencias del espíritu a la carne y viceversa, pero el espíritu – y esa es la
verdad del hombre- el espíritu debe prevalecer, pero debe tomar la modalidad de la
carne, de tal manera, que el santo siempre debe ser humano. ¡Dios nos libre de los
santos descarnados, de santos inhumanos, de santos que aterrorizan, de santos que
son una blasfemia, que son una imprecación al pecado!.... El santo tiene que estar en tan
naturalidad que el pecador se sienta cómodo con él, en una palabra: que resulte un
pecador con los pecadores. Que sus modos sean tan humanos, y sea él tan comprensivo,
que el pecador se sienta comprendido, más comprendido aún que por el mismo, y que lo
necesite. Ese es el privilegio de la mansedumbre. El santo no reta nunca, jamas. ¿ Por

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qué el Padre Brown adivinaba a todas las gentes?.. Sencillamente porque siempre se
ponía en la situación del criminal. Conocía tan profundamente las pasiones humanas que
le parecía lo más natural que él lo hubiera vivido. Una ramera intenta, pobrecita,
seducir a San Francisco de Asís, y sale convertida. Comprendía tanto San Francisco las
insidias de la pobre ramera, y le dijo que ella tenia un alma, y la dignificó tanto, que la
otra se convirtió, claro está. Y otro tanto hizo san Juan de la Cruz.

Pués bien, entonces ésta es la devoción del Sagrado Corazón de Jesús.


Devoción tan buena en ese sentido de humanizarnos, pero humanizarnos en ese grado
tan eminente en que es un humano un Dios. No ofendamos nosotros la naturaleza
humana llamándole humano al pecador. Es él el que ha atentado contra el ser humano.
Lo que es muy humano es la virtud, lo que le da medida humana a la pasión es la virtud.
¿Que dicen los Evangelios? … Que el Señor reargüía a sus enemigos. Por algo David le
cortó la cabeza a Goliat con la misma espada de Goliat. Al inicuo hay que vencerlo con
sus mismas armas. Hay que demostrarle que no tiene ninguna libertad, hay que
mostrarle que no es nada más que un esclavo.

El espíritu humano busca con toda razón la soberanía. Toda esta devoción del
Sagrado Corazón viene a convertir esa santidad descarnada, esa falta de sensibilidad.
Ya ven un santo como Santo Tomas de Aquino – cuando habla del equilibrio de las
virtudes- dice que a toda virtud se oponen dos vicios, uno totalmente contrario en su
sustancia y apariencia, y otro contrario en su sustancia pero semejante en su
apariencia. Pues bien, cuando habla de la castidad dice que a la castidad se opone la
lujuria y se opone la insensibilidad. Entonces ¿cuándo está la castidad equilibrada?..
Cuando ha alcanzado esa sensibilidad al servicio del espíritu. Cando vibra al son del
espíritu y nó al son de las cosas de la tierra. Que no sólo mata la sensibilidad, sino que
la afina; la pone al servicio del espíritu. Y ahí tiene Ustedes lo que quiere el Sagrado
Corazón de Jesús: que haya esa conjunción de espíritu y carne. Que el hombre se
recomponga, que practique la virtud no sólo en vista de la grandeza del espíritu, sino
también a la santidad de a carne ¡Hay tanta virtudes que se ocupan de la santificación
de la carne!

Pues bien, entonces ése es el hambre completo, ése es el hombre integro.


Ahora, esa recomposición de espíritu y carne llega a ser finísima en las altas etapas de
la santidad, cuando ya está todo el hombre asumido por Dios, y realmente la presencia

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de esa criatura es todo un sacramento de luz, porque todos sus movimientos, toda su
comprensión, hasta el último destello de su vida, es una predicación del Reino de los
Cielos; está ya tomada toda ella por Dios, y así es como una visión anticipada, como un
testimonio del reino celestial. Esa paz que brilla en toda ella, ese reposo, esa falta de
tensión es algo maravilloso.

Oingalo Ustedes bien, las mujeres. Tiene que hacerse muy fuertes. La
criatura que está reposando en Dios está toda blanda porque sabe en quien confía. Si
no es así es porque falta la fortaleza. Nada nos tiene que turbar, tenemos Quien nos
defienda. Siempre en el renunciamiento está la obtención de todo. No defendamos
nunca nada y lo tendremos todo. Vivamos perdiéndolo todo y lo ganaremos todo. Nunca
esa tensión de que no se me escapa esto o aquello. Somos soberanos. No hay nada más
que renovaciones, nunca hay nada que se escape. Vivamos así, perdiéndolo todo y lo
ganaremos todo. La vida humana es completamente paradojal.

Bien, entonces jamás rebajemos la devoción del Sagrado Corazón de Jesús


hasta el punto de creer que ese Corazón es semejante al nuestro tal como se
encuentra ahora, sino que siempre elevemos nuestro corazón hasta el estado del
corazón que Dios quiere que tengamos. Jamás esa devoción sea asemejar el Corazón de
Dios al nuestro tal como es ahora, sino que siempre esa devoción sea un provocarnos a
llevar nuestro corazón a esa realidad humana y divina que El tiene en grado eminente y
que quiere establecer en nosotros. Lo que podemos dar nosotros a El es la aspiración a
eso, a esa santidad no sólo celestial sino también humana, y para eso dejemos los
escrúpulos que son las cosas que nos desmenuzan más, porque entonces desmenuzamos
todo.

¡Cómo vamos a creer que Dios está ahí como un monstruo, observando hasta
el último destello de nuestras culpas. El Señor devora nuestras culpas, a la menor
señal de arrepentimiento ya lo ha devorado todo! No sabemos hasta qué tienen
importancia las miserias humanas, tanto que son el objeto de la visita de un Dios. Esa
criatura que no huye, que lleva sus miserias con toda paz así como Cristo llevó su Cruz,
y que las lleva con un cierto gusto, y que todas sus fuerzas son las tres Virtudes
Teologales, esa criatura es la verdadera cristiana, y todas sus miserias se convierten
en fuerza divina. A través de las miserias brota la divinidad, porque las miserias, al
final de cuentas, al ser carencia de perfección, son un clamor por Dios. Ese vacío esta

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clamando por Dios, y es el vacío que Dios quiere llenar. Cristo dijo: Yo he venido a
visitar no a los justos sino a los pecadores; a curar no a los sanos sino a los enfermos,
y ése es el motivo de la Encarnación. El motivo por el cual el Verbo se encarnó fueron
nuestras miserias, así que la finalidad de la venida de Dios son nuestras miserias. Lo
que verdaderamente llama a Dios son nuestras miserias.

¿No lo dijo a la Virgen, de que los ricos serian dejados vacíos?... Todo el
objetivo del Verbo al venir a la carne humana han sido nuestras miserias. Si no el
Verbo no se hubiera encarnado. De no haber pecado en el hombre, el Verbo no se
hubiera encarnado. Tiene que haber en nosotros amargura por lo que haya de culpa,
pero tiene que haber un cierto júbilo, un júbilo unido al dolor, en lo que hay de miseria.
Si no, ¿cómo comprenderemos esas palabras tan locas del Apóstol San Pablo: “Me
gloriaré en mis flaquezas”?.. Es precisamente porque ahí lo esta visitando Dios, ahí, en
sus flaquezas, es ahí donde se esta levantando el hombre, en esa boca que se abre, en
esa boca que clama, que son las miserias. Llamamos al médico cuando tenemos
conciencia de que estamos enfermos. Llamamos a Cristo para que cure nuestras
miserias.

Tenía razón San Alfonso Maria de Liborio cuando decía: “Si yo tuviera que
estudiar de nuevo Teología, la estudiaría de rodillas”. Si, ahí están los verdaderos
motivos de elevación. Por eso vengan a las clases de teología. Teología es lo que le hace
falta al cristiano. La Devoción al Sagrado Corazón de Jesús tiene que ser
profundamente teológica.

16/07/53

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Clase N° III

Vimos que el ser humano no es la conjunción de dos realidades que están como
en continua riña: el cuerpo y el alma, sino que entre las dos hay una unión intima y
sustancial. El cuerpo depende en absoluto del alma. No es un cofre que lo mismo puede
existir sin contenido, sino que es resultado de la virtualidad del alma. El cuerpo existe
por ese depender del alma; la causa primera, la determinante, la que le da origen, es
esa. Luego de parte del cuerpo solo puede haber sumisión, tendencia a
espiritualizarse. Eso vemos en ese Corazón abierto. Cristo, para mostrarnos su
humanidad, nos muestra su Corazón abierto porque en él está la conjunción de esa
intercausalidad entre el cuerpo y el alma.

En El, el alma divinizada informa totalmente al cuerpo y éste está insumido


por ella. Es lo que nosotros apetecemos. Todo lo creado tiene su causa en el hombre.
Les repito con verdadero gemido, que no es mío sino de todas las cosas: Somos el alma
del universo. Mediante el cuerpo tenemos que dar al mundo, si no éste queda muerto.
El mundo es la prolongación de nuestro cuerpo que se ramifica en esa visitación de
cosas libradas a nosotros. Cuando el hombre ha crecido, es el alma del mundo, tiene
que poner en él orden y medida. El tiempo del mundo sensible no tiene otra medida que
el hombre. Es la razón porque la que dijo Dios que haría la hombre:”a su imagen y
semejanza”. Como Dios vivifica el cielo y la tierra, así el hombre debe vivificar la
materia.

El punto que nos detendremos es éste: Se abre el Corazón de un Hombre y se


lo ve divinizado, lleno de Dios. ¿Qué mana del corazón de Cristo?.. ¿Muerte, odio,
tinieblas?.. ¡No! De El sólo mana la divinidad para restaurar la tierra. Quiere
desbordar su bien. Dios se ubicó en el hombre y ya no se sabe qué es humano y qué es
divino. Dios se volcó, se aposento en el hombre… ¿Cuándo entenderemos ésto?.. Como
al abrir el Corazón de Cristo sólo se encontró a Dios, así al abrir nuestro corazón sólo
manará un Dios porque estamos bautizados. La realidad que palpita en tu corazón es la
Trinidad Beatísima, esta en ese fondo que no te pertenece. Si alguien hiere tu corazón
tiene que ser ocasión de que Dios se vuelque, sólo debe encontrarse en él estas
palabra: Padre, Hijo y Espíritu santo, y Amen, y mejor: ¡Aleluya!

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No hay operación humana que no lleve a Dios. No puede haber fatiga si Dios lo
impregna todo. Si estamos en Dios, todo da Dios. Cuando comprendemos esto, es el
Paraíso que se nos devuelve.

El cristiano que se inquieta ignora Quién mora en el él. Debe saber cuán
trascendente es cuanto hace. Con cada movimiento está creando, algo se aclara, algo
se ilumina. Somos Dios en los bienes materiales porque damos como da Dios. En la
virtud manifestamos a Dios. El padecimiento nombra a Dios como nunca porque es
precisamente la porción que El quiso para sí. El pecado repudia a Dios, la pena lo llama.
Aprendamos de ese niño de doce años que decía: “El dolor de ayer no lo tengo hoy, el
de hoy no lo tendré mañana”. Pensemos que en el momento en que ofrecemos un dolor,
algo nace. Cuando todo esté revelado, veremos cómo entonces algo broto en la
eternidad.

En la medida que probemos muerte habrá resurrección. Las angustias, las


tristezas, son el círculo de la criatura, mi animalidad que habla, que ve el acabamiento
de las cosas. Allí aparece mi limitación de criatura, allí soy muerte; es lo que tengo de
indigencia, como si no estuviera habitado por Dios. En la ira, los nervios, es la
animalidad que habla, la defensa de mis límites: quiero persistir en las cosas del
tiempo como algo temporal. El cristiano debe saber que nada acaba, que todo sale así,
de la punta de sus dedos. Si Dios está en mí y es operante, necesariamente todo tiene
que fructificar. Si soy eterno, ¿qué me dan las cosas?.. Estoy en posesión de Dios. Las
cosas pasan y el alma no pasa. Lean Santa Teresa. En un tiempo sólo se embebía en
estas palabras: Eternidad,…Eternidad,… Eternidad…Y cundo uno piensa en esto: ¡No
estoy injertado sino “entronizado” en la eternidad!.. ¡Dios no nos pone como la
alfombra, El está a nuestro servicio, El esta como menesteroso de nosotros, de
nuestras manos, de nuestras bocas! En nosotros sólo cabe un gran silencio y una gran
paz.

Al decir “estamos habitados por Dios”, no expresamos la realidad por que no


hay unión, hay distancia entre la casa y quien la habita. Pero nosotros somos morada
viviente que comprende, que palpita para Dios. No puede haber expresión más fuerte
que la de San Juan: “El Verbo se hizo carne”. Eso: “se hizo”. Toma esta naturaleza para
operar con los modos de esta naturaleza. Entonces, por favor, entiendan bien esta

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realidad: El Autor del universo, Aquél de quien todo depende, está en nosotros
asumiendo nuestro modo, amando nuestra voz, queriendo ver con nuestros ojos,
queriendo hacer con nuestras manos: Quiere hacer suyo nuestro modo de ser,
asumirlo, impregnándolo de su divinidad. Dios nos ama tanto, tanto, que quiere tomar
ese modo para El. Es El quien puso ese punto de belleza para cada uno de nosotros:
ése, no otro.

Por eso nos desconcertamos tanto cuando queremos imitar a un santo, porque
ese ejemplo no es para mí. Es para mí su dedicación a Dios, pero sus actos, no, porque
cada uno tiene su camino trazado por Dios. Yo no puedo ser un San Bernardo (que
bendito sea). A mí me confió “tal modo” de santidad que debe realizarse tal cual lo
concibió Dios en su mente. Gran silencio en esa fidelidad, docilidad. Que todo sea lo
que Dios quiere de mí. Ser fino y delicadísimo para con mí Dios. Que este mirando a mi
Dios en este plato que lavo, que el primer aliento del día sea un impulso: “Te amo”.”Hoy
quiero ser un poco esa idea que Tú quieres hacer de mí. Con esto se dijo todo. Esta
presencia tiene que estar en los grandes momentos, no ahogarnos jamás. Piensen en
esta divinización: No solo no me repudia Dios, sino que me ama tanto que quiere
revestirse como de joyas con mi modo. El lo ha creado, es suyo, es su obra de arte
para mí y quiere que quede en la eternidad como una melodía, convertido en estilo
divino. Dios quiere tener todo el calor de tu sangre, todo el fuego. Quiere que el alma
humana lo comprenda, lo envuelva para poder tomarnos y divinizarnos.

20/08/53

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Clase N° IV

Nos habíamos propuesto explicar en qué consiste esta Devoción del Sagrado
Corazón de Jesús, y lo estamos haciendo en honor a los nuevos miembros; porque
ustedes saben que esto consiste en una obra dedicada al Sagrado Corazón. La
Congregación se llama Betania del Sagrado Corazón y ustedes se llaman Amigas de
Betania del Sagrado Corazón. Bien, Betania del Sagrado Corazón…

Betania era la casa donde el Señor encontraba reposo en las grandes luchas,
aquellas que precedieron a su pasión, a las últimas intentonas de su amor por convertir
a los judíos. Ahora, esta Betania está dedicada al Sagrado Corazón en una misión
especial de cuidar la parte más escogida de la cristiandad que es el sacerdote,
ofreciendo todas sus obras y oraciones por la santificación de los sacerdotes; por una
revelación que tuvo su fundadora, una Visitandina, la Madre María Luisa Margarita
Claret de la Touche, revelaciones que vienen a ser como una continuación de las
revelaciones hechas a Margarita María en que el Sagrado Corazón le decía que estaba
dispuesto a cambiar el mundo, a renovarlo. Y la madre Luisa Margarita le dice que
esto se hará mediante el Sacerdote.

Para comenzar estábamos hablando del Sagrado Corazón. Pues bien, ahora
vamos a tratar de ver qué lugar ocupa el sacerdote en todo esto. En resumen
recordarán que dijimos que la devoción del Sagrado Corazón es la actualización plena
del dogma de la Encarnación porque quiere asumir toda carne; porque en un aspecto
somos una sola cosa: al tomar El la naturaleza humana, que tomó en María, tomó la
humanidad entera. El se considero encarnado en todos los hombres. El tomó nuestros
dolores y los hizo suyos. Bien entonces, esta devoción al Sagrado Corazón ¿que
intenta? Intenta actualizar la redención nuestra, es decir que nuestro corazón de
vivificado por las cosas, se haga vivificante; y se haga vivificante mediante la herida.
Ahí se ve al cristiano – cristiano: cundo lo hieren y esa herida se convierte en fuente.

Esa es la definición exacta de la devoción al Sagrado Corazón. Toda herida se


tiene que convertir en una fuente, y si nó, nosotros no hemos sido nunca devotos del
Sagrado Corazón. Es decir que toda herida tiene que ser vivificante; tenemos algo

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para dar; Dios está en nosotros y tenemos que darlo. Cuando legue el momento
supremo de la pasión (de padecer una ofensa, una calumnia), que ese corazón destile.
Que ese corazón destile a Dios. En la medida que nos encogemos todavía somos
idólatras de nosotros mismos. Ese es el planteo de la devoción al Sagrado Corazón. Por
eso el Señor abrió su túnica y mostró su corazón. Yo no sé todavía cómo somos tontos,
porque mayor manifestación de amor no pudo haber. Este Señor que ya lo había hecho
todo por nosotros, encontró todavía algo por hacer: que después de muerto le abran el
corazón, cuando ya lo había dado todo porque repasó uno a uno todos los dolores de los
hombres, porque sepan Ustedes que el Señor padeció en intensidad lo que todos los
hombres del mundo no hubieran podido padecer en una eternidad continuada. Padeció
en intensidad lo que todos los hombres juntos no pueden padecer. Y tenía que tener la
potencia de un Dios para resistir.

Os lo digo a las madres que en cuanto le tocan el dedo a un hijo ya se


desmayan. Imagínense esa Madre, Maria, que ha ido padeciendo uno a uno todos los
dolores de su Hijo; que paladeó una a una todas las blasfemias que dirigían a su Hijo.

Entonces este es el resumen de lo dicho antes. ¿Se ha entendido la Devoción al


Sagrado Corazón?... Que cuando nos hieran, la herida se convierta en una fuente. Que
el corazón del cristiano destile siempre bálsamo, que destile vida. Todo lo que ha
hecho Cristo ha sido para darnos un corazón vivificante, ¿mediante que?... Mediante la
herida. Ustedes ven que es en el momento de la pasión uno nota que Cristo se está
derramando en la tierra, y está tomando posesión de ella.

Pues bien entonces, ahora veremos por qué es que se perfecciona esta
devoción con la devoción al sacerdocio. Veamos entonces primero el sacerdocio
supremo que es el de Cristo mismo. Hemos dicho que la pasión de Cristo es obra de
tanta sabiduría y amor que logra la manifestación máxima de Dios en la criatura. Vista
desde el Padre la pasión era maravillosa; es el punto en que más se notan los atributos
divinos. El único que lo nombra a Dios de verdad es el Verbo. Allí se está manifestando
su amor como nunca, y su sabiduría y su paciencia como nunca, y su benignidad como
nunca, y su bondad no digamos… y su misericordia y su justicia y todo lo demás, que
quieren… en una palabra: su simplicidad porque con una sola cosa hace tantas.

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El “Consumatum est” – todo esta consumado – Ya no se puede hacer nada más…
¿Ustedes han pensado en esa escala de manifestaciones del Amor Divino? Tienen tema
para mucha meditación. Que siendo nosotros los ofensores es El quién viene a
buscarnos. No nos viene a buscar como un Señor ofendido, nunca. Nosotros fuimos los
ofensores y El ofendido, y viniendo se entrega. Ahora después cuando El va a
levantarnos ¿cómo nos levanta? Nos levanta no como el médico que receta, y él se
queda ahí y el enfermo allá. El se hunde en todas nuestras penas y nos abraza y nos
besa ahí, en nuestras llagas; una a una las repasó a todas; y una a una las llenó de
espíritu.

Ahora bien siempre que trata al hombre se allana tanto con él que es un
pecador entre los pecadores. No siente escalofríos ante las asperezas de los
pecadores. Ustedes se dan cuenta lo que tiene que haber sufrido Cristo al sentarse
entre malhechores y rameras, miren ustedes cómo con la Magdalena no se replegó y
permitió que le ungiera la cabeza. Y El comió de continuo con rameras y con publícanos,
y piensen en la grosería de esa gente. Tiene que haber recibido más de una palmada
grosera. ¡Ahora piensen lo que era todo eso para el Hijo de Dios! ¿Serían Ustedes
capaces de hacer eso?...

Y después la cosa que ya no se puede nombrar: cuando Judas lo estaba


entregando, El se estaba entregando. No pudo haber nada más distante, nada más
tirante que esos dos extremos, y El se entrega, no se encoge. En el mismo momento en
que El nos daba la Eucaristía, Judas lo estaba entregando. En el momento en que El se
estaba abandonado a los hombres, Judas lo estaba entregando, y El no se amargó.
Cuando no se nos nota es cuando precisamente se actúa: cuando no se nos nota, cuando
no estamos, cuando no se nos ve. Ustedes habrán notado que tanto más poderosa es la
influencia, cuando menos se la nota.

Dios tiene esa cosa maravillosa, se adapta de tal modo que no se lo nota. Va
cambiando un ambiente entero y nadie sabe que es El el que lo esta cambiando. A Dios
no se lo nota. Ustedes saben hasta que punto estamos nosotros sostenidos por Dios.

Les voy a poner un ejemplo que vale mucho para el caso, aunque es una
fantasía. Es un cuento de Edgard Poe: “Hay un hombre que habla y uno que esta en la
cama como entre sueños y habla, y que esta diciendo cosas, pero todos notan que hay

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algo raro ahí, que hay una tensión en todo aquel enfermo que habla y que hace siete
días que esta así; y un buen día el otro señor hace algunas cosas delante de él, y aquel
que hablaba se desploma y resulta que estaba podrido desde hacía siete días.
Mediante el hipnotismo había suspendido la muerte de ese hombre, y cuando lo
abandono se deslomo”. Si Dios nos abandonara en este momento esta imagen es
pequeña. ¡Es tan poderosa la Gracia!.. ¿y quién la nota?... si parece que todo lo que
estamos haciendo lo hacemos nosotros. El impulso viene de Dios y nosotros lo
aceptamos o lo rechazamos. El inicuo incluso está sostenido por la Gracia. Y quién dice
que es tan difícil la contemplación si Dios esta en nosotros más que nosotros mismos, y
está en esa humildad profunda de darnos las cosa con esa fineza exquisita que no se lo
nota. Y todo esto lo dice la Eucaristía. Todo esto y mucho más se puede decir del
Señor.

Ahora, ¿cuál es el último acto de amor? Es ese de abrir su corazón. Después


de muerto todavía tiene cómo manifestar su amor. Tenía ya sus brazos abiertos,
dispuesto al saqueo, por eso precisamente pudimos saquearlo hasta en esto. ¿Cuál es
precisamente ese arcano de la divinidad que nos quiso legar?.. Es eso de hacernos
vivificantes mediante el dolor. Que el dolor se convierta en el bien del mundo. Que la
pasión no se responde con pasión sino con perdón.

Pues bien entonces, este repaso ha sido un poco largo, así que dejaremos para
la próxima reunión ver el lugar que ocupa el sacerdote, y para ello hablaremos del
sacerdocio de Cristo, y entonces veremos que relación tiene esta devoción con el
sacerdocio de Cristo y con el sacerdote. Veremos que ha dicho nuestro Señor a la
Madre Luisa Margarita que es mediante el sacerdote que quiere cambiar el mundo.
Comprendiendo el sacerdocio vamos a comprender mucho de nuestra misión de
cristianos.

Piensen entonces como no visita el Señor. Como hace las cosas el Señor. Es
algo magnifico, nada desentona, todo es divino, ese amor perfecto todo lo da. ¡Como
nos espera! Esa paciencia es la que nos rinde. A mí me esperó siete años, y El triunfó.

01/10/53

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Clase N° V

Bien hijas, Ustedes saben que ya tenemos Obispo. ¡Alabado sea Dios!...
Nuestro orgullo pone recelo a la autoridad. Los Ángeles claman por la obediencia,
porque es lo que da unidad a las criaturas; se entregan con todo su ser a la obediencia.
Sin autoridad la variedad se convierte en veneno. Cuando falta quién de unidad a la
variedad, todo se disgrega. Es que nosotros somos demasiados orgullosos; es la ilusión
más grande creer que podemos vivir por nosotros mismos en un universo. Basta que nos
centralicemos en nosotros y queramos gobernarnos y vivir por nosotros mismos, para
que todo se desorganice y seamos como una célula que empieza a vivir por sí misma
dentro de un organismo. En el cáncer un grupo de células comienzan a desarrollarse
por su cuenta y eso produce un tremendo desorden. Descansemos en la autoridad. No
es Juan Carlos Aramburu, es el Obispo, y eso es lo que nos interesa.

No les insistiré nunca lo bastante sobre esto. La sabiduría de Dios lo ha hecho


y sí lo ha hecho está bien. Ustedes ven cómo amaban los primeros cristianos la
autoridad de Pedro que no era otra cosa que un pescador, y sin embargo en los Hechos
de los Apóstoles vemos con toda claridad su autoridad papal. En los concilios es él
quien levanta la voz, y cuando se trata de sustituir Judas, es él quien resuelve. Por la
unidad nos enriquecemos con el universo entero. Cuando somos nosotros mismos somos
muy pobres, cuando nos conectamos con la autoridad todo viene a nosotros, nos
unificamos con el universo entero. El soberbio lleva el castigo en sí mismo.

La criatura cuando más inteligente y santa es, es más sumisa y desea más
vivamente la obediencia. La autoridad esta en una visión muy superior a la nuestra,
está viendo todo un conjunto de cosas y nosotros solo estamos viendo una parte de
ellas. Es la unidad del alma la que da a cada uno lo suyo, y todo se relaciona
admirablemente. Amemos mucho a la autoridad. Tenemos que reparar ese gran pecado
de los tiempos modernos. Somos células dispersas como un organismo se pudre, por
ese recelo a la autoridad. Y miren ustedes esa cosa terrible de que cada uno se
permite ser gobernador. A todos esos empleados de oficina que hablando mucho,
creen estar resolviendo todos los problemas de la nación, yo los sentaría un solo día en

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el salón presidencial, yo los sentaría un solo día en el sillón presidencial, y con
seguridad lo llevan Open Door al día siguiente.

Ahora cuando se juzga a un Obispo es algo atroz. Toda una jerarquía celestial se
desmorona. Nada tiene que ver su modo personal con su autoridad de Obispo. ¡Y la
autoridad de la Iglesia presente es tan magnífica!... Verdaderamente es algo
enternecedor pensar que más de un Padre, cuando ha caído, hizo sin embargo el bien a
sus hijos. Es algo tremendo: el bien que no se hacía a sí mismo lo hacia a sus hijos. Ahí
se ve el poder de la Iglesia. Bueno hijas a ver si dan el ejemplo en eso: incondicional
sumisión al Obispo. Y lo digo incluso en el caso que el Obispo llegara a tomar una
medida adversa a nuestras ideas. Nada más que el Amén; y no ¿por qué lo hizo? … Lo
hizo porque Dios lo quiere y nada más.

---o---

Bien, vamos a lo nuestro. Estamos explicando la Devoción al Corazón de Jesús


y llegamos a ese punto tan importante de su conexión con el sacerdocio. Por qué el
sagrado Corazón de Jesús ha dicho en este último tiempo que quiere enfervorizar al
mundo con el sacerdocio.

El sacerdote es la conjunción de dos verdades supremas en dos órdenes


distintos. De ese ápice supremo que se encuentra en la Santísima Trinidad, es decir en
el orden divino y de aquél otro ápice que se encuentra como corona suprema en el
tercer grado del ser y en la tercera estribación del ser o el universo, que es el mundo
sensible.

Hemos dicho varias veces que el Verbo es plenitud del ser, que es donde el
ser se encuentra a sí mismo. La posesión inefable que tiene Dios de Sí mismo no lo
podemos decir, se nombra a Sí mismo y se posee en un éxtasis eterno. Su luz es su luz.
Su infinita perfección es suya, y la gusta por el Verbo. El Hijo es la exhalación del
Padre, pero el Hijo viene a ser como el cumplimiento de la perfección del Padre. Todo
esto es muy simple en Dios. Es ese puro ir del Padre hacia el Hijo, y en la medida en
que todo el torrente de su divinidad se exhala hacia el Hijo, ahí resplandece su gloria.

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Ante toda esa medida, el Padre es Padre. El Padre no es en Sí Padre, sino que en toda
la divinidad está engendrando divinamente al Hijo. Dios es infinitamente activo. Dios
no se queda nunca estancado en Sí. Toda su felicidad está en ese ir del Padre al Hijo y
en ese engendrar un éxtasis que no sólo lo llama a Dios mismo, sino que es le motivo de
la creación externa.

Entonces ahí lo tienen ustedes al Verbo, y el Verbo en ese orden supremo


viene a ser como el sacerdote, es el que nombra a Dios, es allí donde la divinidad se
levanta hacia la divinidad, es donde la divinidad se convierte en alabanza plena. Dios al
salir de Si por la abundancia de su éxtasis, en su bondad, en su amor, en ese
arrobamiento del Padre en el Hijo y del Hijo en el Padre, se desgrana en toda una
escala de criaturas; y hay grados más próximos a la divinidad y grados más remotos.

Crea a los potentes ángeles y en todos ellos se repite el Verbo tal como en esa
manera de ser puede existir. El Angel es una pura inteligencia y voluntad y entonces el
Angel se posee a sí mismo en su esencia, él tiene conocimiento de su esencia hasta
agotarla, él sabe lo que es él. En su esencia está conociendo todas las demás cosas, no
por que existan esas cosas en su esencia, sino porque esa esencia, que es una inmensa
capacidad de conocer, Dios la está llenando con las ideas ejemplares que han dado
motivo a la creación. Al entregarse Dios al hombre le entregó todas las cosas que ha
creado; y todo el gozo del Angel está en conocer a Dios bajo uno de sus aspectos. Unos
miran directamente a Dios, otros ven su esencia creadora. Son como si en un
concierto, uno de los auditores prefiera un instrumento y otro, otro; está toda la
orquesta pero en primer plano están escuchando, unos al violonchelo, otros al violín,
otros al piano etc. Dios es tan abundante que uno sólo de sus aspectos puede saciar a
un Angel. Pero es perfecto el Angel por cuanto que lo pronuncia, por cuanto que se
produce ese misterio de que el Angel al recibir, a su vez hace de tal manera suyo lo
que recibe que logra en cierta manera crear. Al decir Dios, esa idea tiene una similitud
máxima con Dios; al decir hombre, no dice hombre sino que la idea hombre el Angel es
la representación más viva que puede haber del hombre.

Ahora Dios para mostrar su poder no quedó allí, creó esta otra criatura en la
materia que es una naturaleza con capacidad de recibir el ser. Entonces creó toda esa
variedad inmensa de criaturas sensibles que con sólo recibir un solo reflejo de Dios
están henchidas, y así produce aquí el agua, allá las flores, allá los animales. Pero todo

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eso sería incompleto si no estuviera coronado por una inteligencia que pusiera orden a
todo; y entonces aparece en el sexto día el hombre. Bien entonces el hombre es el
verbo adecuado a esta creación, y está precisamente para unir la tierra y el cielo. El
hombre tiene capacidad para recibir lo que la criatura sensible no puede recibir
directamente; es como un puente, es como un pontífice. El hombre tiene parte de
tierra y parte de cielo, tiene parte sensible para que tenga necesidad de interesarse
por las cosas sensibles; y tiene parte espiritual para recibir los efluvios de Dios.

¿Ven Ustedes entonces al sacerdote bien claro, y ven cómo el sacerdote es la


restauración del hombre y nada mas? Ven cómo aquel hombre que se dedica a cosas
temporales únicamente, es un hombre disminuido, un hombre que se ha hundido en la
parte sensible, y que está al servicio del tiempo. Pero ésa no era la idea de Dios: la
idea de Dios era colocar al hombre como un engarce entre el cielo y la tierra. Que se
ocupara de las cosas de Dios y de las cosas sensibles. Que fuera la conexión entre el
cielo y la tierra. Pontífice quiere decir puente.

El sacerdote es el hombre normal, toda otra criatura humana que esta por debajo del
sacerdote es un ser humano sí, pero será hombre en la medida en que participe del
sacerdocio, porque es donde se realiza la plenitud de la definición del hombre. Y en la
medida que no quiere participar de él será una célula disgregada. Nunca jamás la cosa
temporal puede saciar al hombre. Todos esos hombres insolente que están en esa
soberbia estúpida de creer que son hombres porque tiene sangre, y creen que se
hacen verdaderamente hombres cuando se despreocupan de Dios, es cuando dejan de
ser hombres. Se convierten en algo que no se sabe para qué existe, porque todo lo que
quieren hacer ellos lo harían mucho mejor las bestias. Nunca van a tener, jamás, las
aptitudes que tienen las bestias, entonces no se pongan a imitar a las bestias, porque
ahí no puede estar el hombre.

Ahora bien, el oficio máximo del pontífice ¿cuál va a ser? Es evidentemente el


verbo, el nombrar las cosas en su verdad, para nombrarlas con modo divino. Dios
cuando nombra una cosa la está haciendo, le esta infundiendo el ser. Dios pronuncia
una cosa y pronunciarla es el existir de esa cosa, no se olviden jamas de eso: que
nosotros somos palabra de Dios, que Dios nos está pronunciando y amando y por esos
existimos, somos sagrados por el solo hecho de existir. Y por lo tanto un voto tendría

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que ser la cosa más natural del mundo, pues es la criatura racional reconociendo
aquello, y religando por un acto de su voluntad lo que existe por un acto de necesidad.

Somos una palabra y la inteligencia está para eso, para nombrar, pero la
función del hombre es un nombrar eficaz, la prueba está en la Escritura que dice que
Dios dio todas las cosas a Adán y Adán “las nombró”. Y Adán las nombraba y las
pronunciaba en su inteligencia. Dios al pronunciarlas las había creado; y al
pronunciarlas Adán es como si las cosas ocuparan su lugar en el universo. La posesión
más profunda que se puede tener de una cosa es conocerla, no el poseerla
materialmente. Un señor puede ser dueño de un campo, pero ese señor lo posee bajo
un ángulo muy mezquino. En cambio pasa por allí un poeta, un filósofo, y lo posee
realmente porque va a ver la belleza de ese campo. A lo mejor ese pobre hombre
poseedor de ese campo lo ha recorrido durante veinte años y jamás vio la belleza de un
árbol, quizá porque el campo no le produjo ganancias .En cambio el poeta a lo mejor
hace un magnífico poema acerca de ese ligustro, pues él lo poseyó para siempre.

Miren Ustedes esto para terminar: es una posesión tan entrañable, tan
permanente, la de la inteligencia cuando conoce, que la inteligencia no necesita de
memoria. Cuando la inteligencia conoce una cosa no la pierde nunca más. Y la
inteligencia no conoce la nostalgia, al contrario, tiene terror de volver. Cuando la
inteligencia posee, posee para siempre, porque posee lo intemporal de las cosas, lo que
no muere, y posee entonces aquel modo de conjunción de circunstancias, de estados
espirituales, lo que no se repite jamás. El espíritu no conoce la nostalgia, sentimos
nostalgia en la medida que somos sensibles, el espíritu posee para siempre por la
contemplación. Y es así precisamente como poseía Adán que se iba interesando con
todas las cosas y la armonía del universo iba repitiéndose en él. El sabía amar a cada
cosa en aquella medida de amor en la que debía amar.

En la medida que Dios nos conoce somos una verdad, y en la medida que nos
ama somos un bien. El pecador en sus actos es malo pero es bueno en su esencia.

15/10/53

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Amicales
Simones
Ediciones

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