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Tutora:
LILIANA ORTIZ BOLAÑOS
Introducción 6
6. Conclusiones 126
Referencias 131
Lista de Tablas
Pág.
El objeto de este trabajo es establecer qué hace falta a la legislación colombiana, en comparación
con los estándares internacionales sobre el derecho al refugio, para el reconocimiento de ese
estatuto a las personas que lo solicitan. La falta de correspondencia entre la normatividad interna
y la del derecho internacional, debe generar cambios legislativos, según lo ha establecido la Corte
Interamericana de Derechos Humanos. Se formularon tres objetivos específicos: 1.- Describir el
contenido de los instrumentos internacionales que constituyen la regulación básica del refugio en
materia de derecho internacional y que son de obligatorio cumplimiento para los Estados; 2.-
Describir la normatividad que regula la solicitud de reconocimiento de la condición de refugiado
en Colombia; y 3.- Determinar la capacidad de respuesta institucional para el refugiado en
Colombia, comparando su normatividad con los estándares internacionales que regulan el Estatuto
del derecho al refugio. Se trata de una investigación lege ferenda, en la que se han usado lo métodos
descriptivo, comparativo y hermenéutico. El Estado colombiano ha sido muy restrictivo para el
reconocimiento de la condición de refugiado, y esto a la luz de los estándares internacionales de
protección para los refugiados, conlleva que los derechos de los solicitantes sean restringidos y
afronten la ausencia de ayudas estatales en materia de asistencia social y limitaciones en las
garantías procesales para el estudio de las solicitudes de refugio.
Palabras clave: Derecho al refugio, protección jurídica internacional del refugiado, bloque de
constitucionalidad.
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Introducción
Uno de los fenómenos que ha afectado a la humanidad ha sido el desplazamiento forzado por
motivos bélicos, políticos, religiosos o culturales (Celis y Aierdi, 2015). Situación que no ha
sido ajena al Derecho Internacional de los derechos humanos, que en el transcurso del siglo
XX y XXI, han desarrollado una serie de instrumentos que permiten regular y atender la
movilización de masas humanas que huyen de sus países de residencia. En ese contexto, se
reconoce que las dos guerras mundiales se constituyeron como los escenarios, que, desde un
análisis sobre la vulneración de derecho, se logró entender la necesidad de un estatuto para
atender a los refugiados. Producto de los buenos oficios de altos dignatarios contribuyeron a
la consolidación y aceptación por parte de la mayoría de los Estados del mundo, de unas
directrices que permitieron garantizar la dignidad humana de aquellas personas que se
encontraban en esta situación de vulnerabilidad de la dignidad humana y que debió generar
una protección gubernamental en igualdad de condiciones al resto de sus ciudadanos, y bajo
el cumplimiento de unas obligaciones y deberes con el Estado que los acoge, previa
comprobación de su situación por parte de una autoridad competente (Ochoa, 2016).
En ese trasegar se destaca la actuación del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para
los Refugiados (ACNUR), que han contribuido a la protección internacional de los refugiados
que reúnan las condiciones previstas en la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados
adoptada el 28 de julio de 1951 y el Protocolo sobre el Estatuto de los Refugiados firmado
en Nueva York el 31 de enero de 1967, instrumentos que tienen como antecedentes las
medidas adoptadas por la Sociedad de las Naciones, que incluyeron los primeros intentos por
definir el concepto de refugiado aplicado a determinados grupos humanos, para luego
evolucionar a una noción más universal.
Los instrumentos para regular el refugio internacional utilizados por el Alto Comisionado de
las Naciones Unidas para los Refugiados constituyen una obligación efectiva para los Estados
que así los han reconocido, y que pese a ser documentos que en algún momento tuvieron
limitantes de carácter temporal o geográfica, actualmente constituye la guía para orientar o
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redefinir las acciones de los Estados que reciben a los refugiados 1 . Como instrumentos
universales no han sido ajenos a los cambios socio-políticos que en los últimos cincuenta
años se han presentado en distintas regiones del mundo. En ese caso, se ha valorado la
eficacia o vigencia del contenido de la Convención, pero como ya se advirtió, es por ahora,
el marco jurídico para atender a los refugiados.
El fenómeno del desplazamiento forzado en las últimas décadas ha batido récords históricos
según reporta ACNUR. En efecto, ha pasado de 33.9 millones en 1997 a 65.6 millones de
personas desplazadas en 2016 (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los
Refugiados, 2017a, p. 5), especialmente producto de la guerra en Irak, Yemen, Burundi, la
República Centroafricana, la República Democrática del Congo, Sudán del Sur y Sudán. Al
finalizar el año 2016 el número total de refugiados era de 22,5 millones, de los cuales 17,2
millones están bajo el mandato de ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para
los Refugiados, 2017a, p. 13), incluyendo a las personas en situación similar a los refugiados
que están en la República Bolivariana de Venezuela, Ecuador, Bangladesh y Tailand ia.
ACNUR también informa que el 84 de los refugiados bajo su mandato son atendidos por
Estados en desarrollo, pero se destaca que los Estados menos desarrollados daban asilo al
28% del total mundial de refugiados, algo así como cerca de cinco millones de personas (Alto
Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, 2017a, p. 2).
Por su parte, el informe de la Agencia de la ONU para los Refugiados reportó 340.000
refugiados colombianos en el extranjero a febrero del año 2017. La mayoría ha encontrado
protección en Ecuador, Venezuela, Panamá y Costa Rica (Alto Comisionado de las Naciones
Unidas para los Refugiados, 2017b, p. 1). Por su parte, el número de solicitudes de
reconocimiento de la condición de refugiado recibidas en Colombia, entre mayo de 2016 y
junio de 2017, asciende a 278 solicitudes; de las cuales 234 se encuentran en trámite, el resto
fueron rechazadas, el solicitante desistió o no compareció a la entrevista (Ministerio de
Relaciones Exteriores, 2017, p. 249).
1Según los compromisos internacionales que revisten los instrumentos internacionales sobre el
refugio y la incorporación y reconocimiento de los mismos a nivel constitucional, se infiere que los
Estados tienen la obligación efectiva de tomar las medidas pertinentes y necesarias para cumplir con
ese derecho.
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Ante la situación descrita, y siguiendo lo reseñado por Ocampo y Arboleda (2016), se infiere
que con esta media se vulnera el principio de la buena fe establecido en el procedimie nto
para el otorgamiento de la condición de refugiado estipulado en el Decreto 2840 de 2013, y
se evade “la obligación del Estado de identificar sujetos de protección internacional y recibir
solicitudes de refugio” (p. 99). Así mismo, se señala que algunos migrantes “están en situa -
ción de protección internacional deciden no pedir refugio en Colombia, porque el Gobierno
no brinda ayudas humanitarias a los solicitantes y no otorga permiso temporal de trabajo
durante el proceso de estudio de la solicitud” (Ocampo y Arboleda, 2016, p. 101); en efecto,
el Ministerio de Relaciones Exteriores ha reconocido el esfuerzo y colaboración de
Organizaciones No Gubernamentales que atienden las necesidades básicas de los refugiados
como alojamiento y vivienda, pues los recursos económicos para atender a los solicitantes de
refugio se destinan a la compra de pasajes para retornarlos a la última frontera por donde
ingresaron al país (Migración Colombia, 2013, p. 19).
Así mismo, el Estado colombiano cuenta espacios físicos para la retención preventiva
temporal de migrantes extranjeros objeto de verificación migratoria y solicitantes de refugio
cuando las circunstancias, así lo requieran, a cargo de la Unidad Administrativa Especial
Migración Colombia, dotada administrativamente de una buena infraestructura. Pero que, en
algunos casos, carece de amueblamiento adecuado para garantizar la estancia digna de los
refugiados, pues no existen colchonetas, un mismo espacio debe ser compartido entre
hombres y mujeres, entre otras situaciones, tal y como se observó en el año 2017 en el Centro
Facilitador de servicios Migratorios de Pasto y el Puesto de control Migratorio de Rumic haca
de la Regional Nariño.
Este trabajo se justifica toda vez que se asiste a un momento histórico en el que muchas
personas en el mundo abandonan sus países de origen por motivos de conflictos internos y
sistema de gobierno que restringen sus formas vivir o limitan el acceso a servicios básicos,
afectando sus derechos humanos y quienes buscan en otros Estados el refugio para garantizar
su digitad humana y que deben ser regulados por el Derecho. Colombia no ha sido ajena a
tal situación, pues a pesar de presentar el mayor número de refugiados internos, también ha
sido Estado receptor de ciudadanos venezolanos, cubanos, entre otros (Acosta, 2017, p. 1).
Por lo tanto, es importante revisar la normatividad interna respecto del refugio para conocer
la respuesta legislativa frente a un fenómeno que tiende a globalizarse y que requiere de
múltiples recursos y acciones para cumplir con el estatuto del refugiado y la garantía de los
derechos humanos para aquellos que no solo quieran acogerse al refugio bajo la norma
interna sino la de otro país, y el respeto por el principio de buena fe en el trámite de las
solicitudes.
Los derechos humanos deben tener una tendencia de universalidad, según se extrae de la
condición jurídica para regular las relaciones humanas. Para ello, tanto el derecho interno
como el derecho que acuerdan varios Estados, para limitar las circunstancias atroces, deben
surgir cada vez más como un amparo cada vez, más garantista y proteccionista de los
derechos humanos. Por ello, he recurrido a Juan Antonio Carrillo que, en su texto, “la
soberanía de los Estados y derecho humanos en derecho internacional contemporáneo”,
realiza una explicación de la evolución de la protección de los derechos humanos en el
Derecho internacional, y ve cómo esta regulación influye en la aplicación del derecho interno.
Explica que desde el mismo inicio de la Organización de Naciones Unidas, los conceptos de
“derechos fundamentales del hombre”, “derechos humanos”, y “dignidad de la persona
humana” han sido consagrados en el texto del tratado constitutivo de la Organización de las
Naciones Unidas”. (Carrillo 1999, p. 23). Pero, además, expresa que “el derecho
internacional anterior a la Carta de las Naciones Unidas (…) no regulaba el tratamiento que
un Estado pudiera dar a sus nacionales ya que únicamente regía la posición jurídica de los
extranjeros de acuerdo a un estándar mínimo de justicia y civilización (…)” (Carrillo 1999,
p. 24). Por ello, las obligaciones tenían razón de ser, en tanto “eran debidas al Estado de la
nacionalidad del extranjero en cuestión y no directamente a los individuos”, se entendía que
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El autor deduce que en estos términos no interesaba mucho la regulación de las relacione
entre individuos, porque estaba de por medio la idea de soberanía, que venía desde el tránsito
a la modernidad. Por ello, según Carrillo, “el Derecho Internacional tradicional no regulaba
las relaciones entre los seres humanos y su propio Estado, que era una cuestión interna en la
que los demás Estados tenían la obligación jurídica de no intervenir”. (Carrillo 1999, p. 25).
Con respecto, a la protección jurídica de los extranjeros, era muy deficiente, destaca Antonio
Carrillo, era una situación “precaria en el derecho internacional clásico”. (Carrillo 1999, p.
25). Explica que los extranjeros “podían ser protegidos por el Estado de su nacionalidad si
éste quería hacerlo, ya que la protección de las personas lesionadas por actos contrarios al
Derecho internacional cometidos por un Estado era una facultad discrecional del Estado de
la nacionalidad de la persona que hubiese sufrido una violación del Derecho internaciona l”.
En este punto se veían las condiciones políticas de tal actuación, mediante el uso del poder.
(Carrillo 1999, p. 25).
Destaca Carrillo, que, tras la primera guerra mundial, la sociedad de Naciones, expresó la
protección a los derechos fundamentales de la persona humana, un poco más certera y
responsable, a través de: 1. “el régimen jurídico de protección de las minorías nacionales,
inspirado en el principio de no discriminación y que, a pesar de sus innegables límites y
deficiencias constituyó un mecanismo de salvaguardia y protección de derechos humanos”
(Carrillo 1999, p. 26). Subraya igualmente, que “el régimen de mandatos que, aunque
aplicable únicamente a las colonias de los Estados vencidos, supuso la admisión de
obligaciones jurídicas internacionales de la potencia mandataria respecto de la población
sujeta a mandato” (Carrillo 1999, p. 26). Se pueden mencionar como ejemplos, “la
prohibición de la esclavitud de la Convención de Sanint-Germain-en-Laye que tenía por
finalidad revisar las disposiciones del Acta General de Bruselas de 1890, y en la Convención
de Ginebra del 25 de septiembre de 1926, relativa a la supresión de la esclavitud en todas sus
formas así como la trata de esclavos; las Convenciones del 28 de octubre de 1933 y 10 de
febrero de 1938, relativas al estatuto internacional de los refugiados; los Convenios de
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Algunas protecciones como los derechos del trabajador, a las víctimas de conflictos armados,
la prohibición de la esclavitud y la protección de refugiados y la protección de las minor ías
nacionales, defiende Carrillo que “fueron, indiscutiblemente, signos de cambio en el derecho
internacional tradicional”, aunque reconoce el verdadero reconocimiento por el Derecho
Internacional de los derechos humanos en el “periodo de entreguerras con carácter sectorial,
esto es, en función de los derechos de los seres humanos situados en determinadas categorías
específicas y sectoriales, por lo que a pesar de las innovaciones y cambios introducidos en el
orden internacional siguió siendo la época de la Sociedad de Naciones un sistema
interestatal”. (Carrillo 1999, p. 27). Aunque defiende que, aún con estas innovaciones, la
protección de los derechos humanos ligados a la garantía de ellos hacia el individuo siguió
siendo muy débil en la Sociedad de Naciones; esto significa, según Carrillo que “el concepto
de soberanía de los Estados frente a la protección de los derechos de los individuos seguía
tomando fuerza”. (Carrillo 1999, p. 27).
Carrillo sostiene que una vez adoptada la Carta de las Naciones Unidas, alguna parte de la
doctrina ha argumentado que “(…) una vez roto el exclusivismo de los Estados como únicos
sujetos del Derecho internacional, el individuo es sujeto de Derecho en el Derecho
Internacional contemporáneo” (Carrillo 1999, p. 27). Sin embargo, para el autor, los
individuos aún tienen problemas para presentar reclamaciones internacionales, y todas deben
realizarse a través de los Estados. (Carrillo 1999, p. 27). Aunque acepta “que la práctica
internacional contemporánea admite una cierta subjetividad internacional de la persona
humana, así como la existencia de reglas que imponen obligaciones jurídicas a los individ uos,
(…) pero, aclara que “se trata de ejemplos concretos y limitados que difícilmente pueden
fundamentar la tesis de la plena subjetividad internacional del individuo” tanto para reclamar
como desde la responsabilidad internacional”. (Carrillo 1999, p. 28 y 29). Aunque desde la
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En opinión del autor la función de la Carta de las Naciones Unidas es imponer “obligacio nes
jurídicas en materia de derechos humanos tanto a la Organización –en orden a la promoción
de los derechos y libertades fundamentales y a la efectividad de tales derechos y libertades
(…) como a los Estados miembros (que para la realización de los propósitos anteriores se
comprometen a tomar medidas, conjunta o separadamente, en cooperación con la
Organización de las Naciones Unidas, en los términos del artículo 56 de la Carta) (Carrillo
1999, p. 30). Explica que “en función de las obligaciones convencionales que derivan de la
Carta, los Estados miembros de las Naciones Unidas no podrán impugnar las competencias
de la Organización en materia de derechos humanos invocando la regla enunciada en el
párrafo 7 del artículo 2 de la Carta, según la cual la Organización de Naciones Unidas no
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podrá intervenir “en los asuntos que son esencialmente de la jurisdicción interna de los
Estados” (Carrillo 1999, p. 30). Al respecto explica que como en 1965 el profesor Verdross,
apoyándose en la afirmación de la Corte Permanente de Justicia Internacional en su opinión
consultiva del 7 de febrero de 2013 relativa al asunto de los decretos de nacionalidad en
Túnez y Marruecos, la cuestión de qué materias son esencialmente de la jurisdicción interna
de los Estados es esencialmente relativa y depende del Desarrollo del Derecho internacio na l,
por lo que jurídicamente es preciso distinguir tres categorías de materias” (Carrillo 1999, p.
30).
1. “Las regidas completamente por el Derecho Internacional (como, por ejemplo, el Derecho
diplomático, lo que no impide la existencia de reglas estatales adoptadas por los
ordenamientos jurídicos Internos en la aplicación de las normas internacionales (Carrillo
1999, p. 30-31).
2) “cuestiones que corresponden en principio a la competencia exclusiva de los Estados, pero
cuyo ámbito puede quedar restringido por convenios internacionales (como, por ejemplo, las
relativas a la determinación de la nacionalidad, o la entrada y expulsión de extranjeros, en el
territorio sobre el que un Estado ejerce su soberanía)” (Carrillo 1999, p. 31).
3) Materias que en principio están reguladas por el Derecho internacional, pero con un amplio
margen de discrecionalidad de los Estados. Los derechos humanos serían un claro ejemplo
de esta tercera categoría de cuestiones, pues las competencias discrecionales de los Estados
han de combinarse con las obligaciones que en cada materia vienen impuestas a las Estados
miembros y a la organización por la Carta de Naciones Unidas” (Carrillo 1999, p. 31).
Se deduce de esta categorización que las denominadas injerencia del Derecho Internacio na l,
deben contar con límites, pero siempre podrán hacerlo en virtud de lo establecido en los
Tratados. Así: “De estas categorías, únicamente la segunda está sustraída, en virtud del
artículo 2.7 de la Carta, a una injerencia de un órgano de las naciones Unidas, y ello siempre
que un tratado no hubiese restringido el ámbito de competencia exclusiva del Estado; por el
contrario, los órganos de las Naciones Unidas pueden intervenir – aunque en el marco de sus
competencias-en todas las demás cuestiones incluso si, como ocurre con los derechos
humanos, la Carta no las regula más que en principio” (Carrillo 1999, p. 31).
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Las teorías sobre la interpretación jurídica desde hace algún tiempo han sostenido que es
inevitable que el derecho contenga lagunas y antinomias, que hace difícil lograr el significado
con miras a aplicar la norma a un caso concreto. Por ello, debe ampliarse o restringirse el
contenido de las normas, desde el uso de las fuentes del Derecho, dejando un poco al margen
el tradicional positivismo. Así algunos autores han mencionado justamente respecto al
derecho internacional que “Respecto a los conflictos entre normas “Los conflictos
normativos o antinomias en un ordenamiento jurídico son inevitables por el dinamismo del
ordenamiento y la diversidad de poderes normativos que coexisten en los ordenamie ntos
complejos. En este caso, la solución al problema de las antinomias debe basarse en el estudio
de los distintos principios que ordenan el sistema de fuentes y que determinan el Derecho
aplicable” (Henríquez Viñas 1998, p. 74). Aún más, si se trata de aplicación normativa
interna, ésta debe acudir, en cuanto interpretación constitucional, a las fuentes del derecho
internacional. Esto es, la interpretación se constituye hoy en el parámetro para entender la
relación del derecho interno y el internacional, sin dejar de lado, el nacimiento del derecho
interno, porque la interpretación comienza con las normas dadas, sea por el legislativo o por
cualquier otra autoridad. De esta manera, el derecho internacional se convierte en agregado
para el derecho interno, pero éste último debe ser coherente por lo menos en términos
comunes, con el internacional.
Existen elementos para solución de antinomias, que han sido establecidos desde el punto de
vista teórico. Por ejemplo, los conflictos normativos se podrían resolver con la aplicación de
criterios como “jerarquía, competencia, procedimiento, especialidad, cronológico y
prevalencia” (Henríquez Viñas 1998, p. 74). El método de jerarquía normativa, sería válido
así: “a. La posición jerárquica del órgano del que la norma procede. b. La fuerza que
desarrolla cada una de las normas, esto es, una norma superior puede derogar a otra sin que
la misma pueda derogarla a ella. c. Las consecuencias que pueden derivar del incumplimie nto
del deber de obediencia que en la relación jerárquica se manifiesta” (Henríquez Viñas 1998,
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p. 74). La idea es establecer cuándo una norma es aplicable a un caso concreto desde el
descubrimiento de cuál norma es superior, para evadir la antinomia. “(…) el razonamie nto
de la aplicación de la norma superior opera con la siguiente lógica: atendiendo que el
ordenamiento jurídico es una pluralidad de clases de normas que coexisten, las normas que
ostentan un superior rango prevalecen sobre las normas de categoría inferior, que en la
medida en que contravengan aquellas son nulas” (Henríquez Viñas 1998, p. 74 y 75). Esta
jerarquización en el derecho internacional, se puede desatacar: “a) los que colocan a los
tratados en un mismo plano jerárquico que las leyes internas; b) otros que consideran a los
tratados con una jerarquía superior a las leyes; c) aquellos que otorgan rango constitucio na l
a los tratados; d) finalmente los que reconocen un rango supraconstitucional a los tratados
internacionales” (Henríquez Viñas 1998, p. 76).
Por su parte, Quiroga León da una explicación histórica a la aplicación jerárquica del Derecho
internacional así: “Los sistemas de protección de derechos fundamentales inicialmente se
encomendaron al derecho interno de cada Estado, a través de los mecanismos de protección
establecidos en las constituciones de cada uno de éstos (y eventualmente algunas normas de
desarrollo constitucional posterior). Sin embargo, esta concepción abiertamente restringida
respecto al reconocimiento de los derechos fundamentales fue posteriormente superada por
un fenómeno que denominaremos “internacionalización de los derechos humanos”, (…)
después de la Segunda Guerra Mundial” (Quiroga León 2005). Ello, se produjo según el
autor, porque el derecho interno se quedó reducido frente a la necesidad de brindar suficie ntes
garantías “para la defensa de los derechos fundamentales, y la pretendida asunción de algunos
órganos o poderes estatales en algunos países respecto a lo que se debería entender como
“derecho fundamental (…)” (Quiroga León 2005 p. 247). Poco a poco, relata Quiroga León,
los Estados se vieron en la necesidad de adoptar, “la implementación de un sistema
supranacional que sea efectivo y vinculante en la protección de los derechos fundamenta les ”
(Quiroga León 2005 p, 247). Destaca que, en principio, esta posibilidad fue en Europa “fue
combatida y reprimida por otros, aduciendo como fundamento su “autodeterminación” en la
solución de sus conflictos internos, debiendo el derecho internacional limitarse a la solución
de conflictos de naturaleza exterior” (Quiroga León 2005, p. 257).
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Pero, esta situación fue superada y se explica, por ejemplo, con la prohibición de la “trata de
esclavos por los tratados de Viena de 1815, hasta la Carta de las Naciones Unidas y la
Declaración Universal de los Derechos del Hombre aprobada por la Asamblea General de la
ONU el 10 de diciembre de 1948” (Quiroga León 2005, p. 247). En términos de efectividad,
esta evolución sobre la protección de los derechos humanos implica un avance sustancia l,
que según repara, Quiroga poco a poco, ha cambiado a nivel favorable desde el derecho
internacional como regionales. Así, “la Declaración Universal de Derechos Humanos
constituye un instrumento de tipo universal en el sistema de las Naciones Unidas que, si bien
no es un tratado sino una resolución de la Asamblea General, es una fuente de derecho y
constituye el fundamento esencial de todo el sistema de la ONU en esta materia” (Quiroga
León 2005, p. 247).
El autor, no es tan optimista con este avance, piensa que aún existe gran lentitud y negación
al carácter progresivo de los Derechos Humanos, por parte de los Estado, que, si parece que
ha sido entendido en el ámbito internacional, aun cuando han ratificado tratados y de haber
reconocido el carácter vinculante del derecho internacional (Quiroga León 2005, p. 248).
Pero es importante decir, que un requisito es la obligación que se encuentra relacionada
directamente, con el “derecho de gentes que ha sido expuesto en diversas sentencias
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expedidas por las Cortes Internacionales de protección de derechos humanos” (Quiroga León
2005, p. 247 y 248).
El autor explica una sistematización que vale la pena describir en detalle, así: documentos
básicos en materia de derechos humanos en el sistema interamericano:
Declaración americana de los derechos y deberes del hombre, Convención americana sobre
derechos humanos, Protocolo adicional a la convención americana sobre derechos humanos
en materia de derechos económicos, sociales y culturales, “protocolo de San Salvador”,
Protocolo a la convención americana sobre derechos humanos relativo a la abolición de la
pena de muerte (no ratificado por el Perú), Convención interamericana para prevenir y
sancionar la tortura, Convención interamericana sobre desaparición forzada de personas,
Convención interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer
“convención de Belém do Pará”, Convención interamericana para la eliminación de todas las
formas de discriminación contra las personas con discapacidad (no ratificado por el Perú),
Estatuto de la comisión interamericana de derechos humanos, Reglamento de la comisión
interamericana de derechos humanos, Estatuto de la corte interamericana de derechos
humanos, Reglamento de la corte interamericana de derechos humanos, Declaración de
principios sobre libertad de expresión.
En términos más claros, las funciones de la Corte, debe verse en armonía con la
obligatoriedad del derecho internacional, de la posibilidad de jerarquización, y, además, en
armonía con el concepto de bloque de constitucionalidad, para saber qué contiene este
derecho internacional que es útil para la interpretación y aplicación normativa. Por ejemplo,
según observa Quiroga, las funciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos
(CIDDHH) tiene que ver directamente entre otros, con la promoción de la “observancia y la
defensa de los derechos humanos, y en el ejercicio de su mandato: a) Recibe, analiza e
investiga peticiones individuales que alegan violaciones de los derechos humanos, según lo
dispuesto en los artículos 44 al 51 de la Convención. (…) b) Observa la vigencia general de
los derechos humanos en los Estados miembros, y cuando lo considera conveniente publica
informes especiales sobre la situación en un estado en particular” (Quiroga León 2005).
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Igualmente, puede visitar los países y verificar la situación de los derechos humanos, en una
situación particular. Además, como dice Quiroga “estimula la conciencia de los derechos
humanos en los países de América” (Quiroga León 2005).
La Corte también “realiza y publica estudios sobre temas específicos (…). Además, “realiza
y participa en conferencias y reuniones de distinto tipo con representantes de gobiernos,
académicos, grupos no gubernamentales, etc.… para difundir y analizar temas relacionados
con el sistema interamericano de los derechos humanos. f) Hace recomendaciones a los
Estados miembros de la OEA sobre la adopción de medidas para contribuir a promover y
garantizar los derechos humanos. g) Requiere a los Estados que tomen “medidas cautelares”
específicas para evitar daños graves e irreparables a los derechos humanos en casos urgentes.
Puede también solicitar que la Corte Interamericana requiera “medidas provisionales” de los
Gobiernos en casos urgentes de peligro a personas, aun cuando el caso no haya sido sometido
todavía a la Corte. h) Somete casos a la jurisdicción de la Corte Interamericana y actúa frente
a la Corte en dichos litigios. i) Solicita “Opiniones Consultivas” a la Corte Interamerica na
sobre aspectos de interpretación de la Convención Americana” (Quiroga León 2005, p. 250).
Esto significa que son temas muy particulares para la defensa de los derechos humanos, que
implica una especialidad sobre el tema, y que por tanto quiere abarcar todos los procesos y
situaciones que reflejen la defensa de los derechos humanos y que, por tanto, debe tomarse
por los Estados como una fuente principal del Derecho, para aplicar y argumentar las
sentencias, pero, además, para definir el contenido tan denso como el de un derecho humano.
En este punto, debe realizarse una aclaración, según Quiroga: “la clasificación antes anotada
es indiferente para el derecho internacional en materia de derechos humanos o
fundamentales, siendo aplicable perfectamente lo establecido en el art. 27 de la Convención
de Viena sobre el Derecho de los Tratados, del 23 de mayo de 1969(…)” (Quiroga León
2005). Por tanto, es claro que en materia de derechos humanos se debe estar más hacia la
protección y favorabilidad, en perjuicio de aquellas acciones que vayan en contra. Así, según
relata Quiroga el artículo 27 establece que “Una parte no podrá invocar las disposiciones de
su derecho interno como justificación del incumplimiento de un tratado. Esta norma se
entenderá sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo 46” (Quiroga León 2005). De esta
manera, la obligación del Estado es seguir lo establecido en el Tratado, y no podrá “invocar
sus normas de derecho interno para sustentar el incumplimiento de las estipulaciones de un
Tratado cualquiera, más aún cuando el mismo tiene como contenido la protección de los
derechos humanos. En caso contrario, el Estado puede incurrir en responsabilidad
internacional, conforme a los términos establecidos en el Tratado suscrito” (Quiroga León
2005).
Sin embargo, el autor explica que “en el ámbito americano, la Convención Americana de
Derechos Humanos no tiene una cláusula similar; sin embargo, está implícita en sus artículos
1º y 2º, que señalan lo siguiente: “Artículo 1º.- Obligación de Respetar los Derechos: 1. Los
Estados partes en esta Convención se comprometen a respetar los derechos y libertades
reconocidos en ella y a garantizar su libre y pleno ejercicio a toda persona que esté sujeta a
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su jurisdicción, sin discriminación alguna por motivos de raza, color, sexo, idioma, religió n,
opiniones políticas o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica,
nacimiento o cualquier otra condición social. 2. Para los efectos de esta Convención, persona
es todo ser humano”. “Artículo 2°. Deber de Adoptar Disposiciones de Derecho Interno: Si
en el ejercicio de los derechos y libertades mencionados en el artículo 1° no estuviere ya
garantizado por disposiciones legislativas o de otro carácter, los Estados partes se
comprometen a adoptar, con arreglo a sus procedimientos constitucionales y a las
disposiciones de esta Convención, las medidas legislativas o de otro carácter que fueren
necesarias para hacer efectivos tales derechos y libertades” (Quiroga León 2005, p. 225).
Explica que “se realizó una nueva petición para la exhibición de la mencionada película ante
el mismo órgano mencionado en el párrafo anterior. Sin embargo, a diferencia del caso
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de la Corte Interamericana de Derechos Humanos: “XII... Puntos Resolutivos 103. Por tanto,
la Corte, por unanimidad, 1. Declara que el Estado violó el derecho a la libertad de
pensamiento y de expresión consagrado en el artículo 13 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos. (Quiroga León 2005, p. 257). 2. “declara que el Estado no violó el
derecho a la libertad de conciencia y de religión consagrado en el artículo 12 de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos, en perjuicio de los señores (…). 3. declara
que el Estado incumplió los deberes generales de los artículos 1.1 y 2 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos en conexión con la violación del derecho a la libertad
de pensamiento y de expresión señalada en el punto resolutivo 1 de la presente sentencia. 4.
decide que el Estado debe modificar su ordenamiento jurídico interno, (subrayado
nuestro) en un plazo razonable, con el fin de suprimir la censura previa para permitir la
exhibición de la película “La Última Tentación de Cristo”, y debe rendir a la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, dentro de un plazo de seis meses a partir de la
notificación de la presente sentencia, un informe sobre las medidas tomadas a ese respecto.
(...) 6. decide que supervisará el cumplimiento de esta sentencia y sólo después dará por
concluido el caso” (cursiva agregada). En otros términos, la Corte Interamericana de
Derechos Humanos determinó que el Estado de Chile debía modificar parcialmente su
Constitución porque ésta vulneraba abiertamente los parámetros establecidos por la
Convención Americana de Derechos Humanos, en virtud de los arts. 1º y 2º de la misma,
reseñados en el apartado anterior” (Quiroga León 2005, p. 257).
Por tanto, y, en consecuencia, “la naturaleza misma de los tratados internacionales sobre
derechos humanos genera una superioridad respecto al derecho interno, más aún supone el
deber de los Estados de adoptar sus disposiciones internas a los parámetros establecidos en
los tratados internacionales. En ese mismo sentido, la Corte Interamericana de Derechos
Humanos señaló en la sentencia mencionada, lo siguiente: “En el derecho de gentes, una
norma consuetudinaria prescribe que un Estado que ha ratificado un tratado de derechos
humanos debe introducir en su derecho interno las modificaciones necesarias para asegurar
el fiel cumplimiento de las obligaciones asumidas. Esta norma es universalmente aceptada,
con respaldo jurisprudencial. La Convención Americana establece la obligación general de
cada Estado Parte de adecuar su derecho interno a las disposiciones de dicha Convención,
26
para garantizar los derechos en ella consagrados. Este deber general del Estado Parte implica
que las medidas de derecho interno han de ser efectivas (principio del effetutile). Esto
significa que el Estado ha de adoptar todas las medidas para que lo establecido en la
Convención sea efectivamente cumplido en su ordenamiento jurídico interno, tal como lo
requiere el artículo 2° de la Convención. Dichas medidas sólo son efectivas cuando el Estado
adapta su actuación a la normativa de protección de la Convención” (Quiroga León 2005, p.
258).
resolvió lo siguiente: “LA CORTE, DECIDE: por unanimidad, 1. Admitir el reconocimie nto
de responsabilidad internacional efectuado por el Estado” (Quiroga León 2005 p. 263).
Realizado el recuento normativo de los retos que enfrenta el derecho interno ante las lagunas
y antinomias que se puedan presentar para afrontar casos difíciles, en especial cuando la
legislación interna puede reñir con la protección y favorabilidad de un derecho humano,
como es el caso del refugio, queda claro que el juez nacional puede hacer uso de la
jurisprudencia internacional, en este caso, de la Corte Interamericana de Derechos Humanos,
para lograr una solución a los conflictos de derechos en la legislación y jurisprudenc ia de su
Estado. Los conflictos entre principios se resuelven a través de mecanismos de ponderación
(por ejemplo, eficacia penal vs. derecho a la vida o integridad), y los conflictos entre reglas
se resuelven a través de mecanismos de preeminencia (ley que anula, ley rango superior,
entre otros).
Sobre el bloque de constitucionalidad, explica Louis Favoreu, que “los primeros comentarios
doctrinales pudieron ofrecer la impresión de que se trataba, en Francia, de un concepto vago
y poco utilizable en cuanto a su contenido: sin embargo, la evolución reciente ha conducido
a nociones precisas y operativas” (Favoreu 1990, p. 45). En la explicación del origen y
evolución del bloque de constitucionalidad, explica que ésta apareció hace más de 15 años,
pero para el autor, ha experimentado “una evolución muy rápida (…)” (Favoreu 1990, p.45).
En el derecho francés, el bloque de constitucionalidad de explica porque, se refiere a
“principios y reglas de valor constitucional para designar el conjunto de normas situadas en
el nivel constitucional, cuyo respeto se impone a la ley” (Favoreu 1990, p. 45). En alguna
parte de la doctrina, según Favoreu, el concepto nació de la idea de pensar en qué leyes están
por encima de otras, así, “permitía designar, por encima de las leyes, a todas las reglas que
se imponen a la administración en virtud del principio de legalidad y que no eran, a decir
verdad, de la misma naturaleza que aquéllas, ya que un cierto número tenían un origen
jurisprudencial (especialmente los principios generales de derecho) (Favoreu 1990, p.45). A
30
El término “bloque” puede sugerir, entonces, la idea de unidad, según plantea Favoreu. De
manera más concreta, “se define un bloque como un «conjunto que no puede ser escindido,
dividido” (Favoreu 1990, p. 46). De manera concreta y para explicar su alcance: “Podemos
entonces considerar que la noción ha sido aceptada por la doctrina, aunque no por la
jurisprudencia. No obstante, se ha producido una evolución” (Favoreu 1990, p. 46). De ello,
deduce el autor, que “Hasta tal punto que hemos podido calificarlos como «principios para
hacer todo», que «constituyen de ahora en adelante un medio útil para designar todo lo que
tiene valor constitucional sin estar verdaderamente inscrito en la Declaración de derechos y
en el Preámbulo de 1946 (…) (Favoreu 1990, p. 46).
Por ejemplo, las normas que integran el bloque de constitucionalidad en Francia, son:
“Constitución de 1958, Declaración de derechos del hombre y del ciudadano de 1789,
Preámbulo de la Constitución de 1946 y elementos marginales (principios fundamenta les
reconocidos por las leyes de la República), las disposiciones de la Declaración de derechos
del hombre y del ciudadano de 1789. Directamente aplicable a partir de la decisión de 16 de
julio de 1971, la Declaración de derechos del hombre y del ciudadano.
interdisciplinaria con el apoyo de las ciencias especializadas para llevar a cabo sus anális is ”
( Frankenberg, 2011, p. 68). Se decantaron por las prácticas contra la discriminac ió n,
defender el mundo de la vida, “contra las incursiones de los destructivos imperativos
burocráticos y económicos” ( Frankenberg, 2011, p. 68).
lenguaje como fundamento del conocimiento y de la acción, con esto se incluye dentro de la
corriente del así llamado 'giro lingüístico' en filosofía. Como resultado extrae el concepto de
acción comunicativa donde la racionalidad está dada por la capacidad de entendimiento entre
'sujetos capaces de lenguaje y acción' mediante actos de habla cuyo trasfondo es un 'mundo
de la vida' de creencias e intereses no explícitos y acríticamente aceptados por las
comunidades de comunicación (Fernández, 1997, p. 29).
Frankenberg, considera que la teoría crítica “desafía la noción positivista de un hecho “que
está realmente presente” del Derecho Internacional, y el vocabulario y la gramática de la ley,
ya como un organismo autónomo de normas, decisiones y doctrinas, ya como un conjunto de
políticas o de una red de interdependencias”. (…) “Más concretamente, la teoría crítica se
opone a la escuela normativista del positivismo sobre bases lógicas y empíricas ”
( Frankenberg, 2011, p. 77).
Más aún, la teoría crítica debe asumir que “la validez del Derecho Internacional tiene que ser
idéntica para todas las normas legales y, por lo tanto, introducen un principio básico no
33
positivo, la norma básica” ( Frankenberg, 2011, p. 77). Al parecer de esta forma, la teoría
crítica logra desafiar al “realismo, la ideología y los supuestos tácitos del positivis mo
sociológico. La de construcción de la dicotomía derecho/poder revela hasta qué punto los
términos del positivismo central como “intereses” o “poder” son definidos y operan dentro
de un contexto normativo, una visión que socava el “realismo” del positivismo sociológico.
La crítica de la indeterminación se dirige a las “reglas” apreciadas por los normativistas, y
algunos realistas pueden igualmente dirigirse contra el vocabulario de la “interdependenc ia ”,
“poder” y “políticas”. ( Frankenberg, 2011, p. 77). De esta forma, el Derecho internacio na l,
gira hacia la “perspectiva y en el interés de grupos y sociedades marginados” ( Frankenberg,
2011, p. 78). Por ejemplo, los Critical Legal Studies “compartían la orientación más empírica
sociológica del Derecho y de los movimientos de la sociedad en la tradición de Weber y de
la escuela de la jurisprudencia sociológica, que concebía al Derecho como un reflejo de las
estructuras y los intereses de la sociedad”, contra el formalismo de la ley ( Frankenberg, 2011,
p. 78). En la evolución de esta escuela se puede ver, que “A principios de la década de 1980,
la nueva generación de los CLS cambió el registro teórico y el vocabulario de sus enfoques
críticos al Derecho, e implementó análisis posestructuralistas en reemplazo de los
estructuralistas, al introducir filósofos predominantemente franceses, Derrida, Lyotard,
Kristeva y Barthes, como figuras de autoridad” ( Frankenberg, 2011, p. 78 y 79). En resumen,
se acogió la interpretación del Derecho como práctica cultural. Según el autor, “Desde la
última década del siglo XX, el epicentro del pensamiento jurídico crítico ha cambiado en el
plano del Derecho Internacional y del Derecho Comparado” ( Frankenberg, 2011, p. 79).
Tanto los “nuevos enfoques al Derecho Internacional (“NEDI”), luego los enfoques del tercer
mundo al Derecho Internacional (“ETMDI”) y los académicos de las nuevas generaciones se
propusieron refundar la esfera del Derecho Internacional y Comparado” ( Frankenberg, 2011,
p. 79). La crítica partió de los análisis “sociológicos e históricos en la tradición crítica de
Bourdieu y Foucault” ( Frankenberg, 2011, p. 79). Respecto a la regulación, tema que aquí
nos interesa, al parecer la teoría crítica se interesa por pensar cómo la regulación de las
situaciones debe generarse hacia la justicia y no hacia la dominación. ( Frankenberg, 2011,
p. 80). Por ello, estos “escritores de las nuevas corrientes critican y redefinen el vocabulario
del Derecho Internacional. Influenciados por el posestructuralismo y los estudios cultura les,
se centran en el lenguaje como un instrumento constitutivo de la creación de leyes”
34
(Frankenberg, 2011, p. 80). Se centran más en el lenguaje, como una práctica argumentativa,
y “sostienen que los autores dominantes sobrestiman la facilidad de extraer el verdadero
sentido del lenguaje legal ambiguo. De acuerdo con una afirmación central de la nueva teoría
crítica, el Derecho Internacional tiene que ser reescrito para refundar las categorías
fundamentales de la cultura, la historia y la soberanía y afectar a la interpretación de las
doctrinas aceptadas ( Frankenberg, 2011, p. 80). De manera concreta, y para el tema, que aquí
interesa, la teoría crítica llega a su más valorado objetivo, que es “dar fin a los estereotipos
de los grupos culturales que estaban excluidos, la deconstrucción de la visión prevalecie nte
occidental del Derecho Internacional y su relato de un progreso lineal, y la introducción de
una comprensión del Derecho Internacional no como influencia de la cultura, sino como
cultura. Vinculan la crítica de la indeterminación de normas y procesos con el foco que
resulta del sesgo estructural de las instituciones internacionales con la política de
competencia, es decir, el modo en que la ley así se remite a la tendencia de los expertos que
ocupan las instituciones que aplican la ley, como un nuevo tema de crítica”, como una
inclusión de múltiples perspectivas, por ejemplo, de raza, genero, cultura, que se unen a un
contexto ( Frankenberg, 2011, p. 80 y 81).
35
Debe aclarase que los principios se deben usar para cada caso concreto, no para todos los
casos por igual. “De este modo, el principio que prevalece en el caso examinado podrá
sucesivamente ceder en el juicio de otro caso concreto. La relación axiológica, pues, se da
cada vez para cada caso individual en base a los juicios de valor formulados por el juez
individual” (Pozzolo 1998, p. 342). En consecuencia, respecto a la interpretación y
comprensión del concepto de derechos humanos, el paradigma ha cambiado en una relación
más constitucional, y de bloque de constitucionalidad, que ha reemplazado la antigua relación
juez-ley. “La ley, pues, cede el paso a la constitución y se convierte en un instrumento de
mediación entre exigencias prácticas y exigencias constitucionales” (Pozzolo 1998, p. 341).
Estos elementos insertos en las Constituciones contemporánea, reflejan la relación que debe
existir entre conceptos valiosos como la dignidad humana, los derechos culturales, los del
medio ambiente etc., con la protección y regulación de los mismos. Al respecto, Rodríguez
37
(2015) en su trabajo doctoral en derecho constitucional reseña una serie de eventos que
configuran al constitucionalismo de Estados Unidos como creador del principio básico de la
supremacía constitucional, que no es otra cosa que reconocerla como ley suprema. En efecto,
la Constitución es origen de las normas jurídicas y de las pautas políticas, aunque bien es
cierto que no se agotan en ella, pues siempre gravitarán en torno a ella y de ella dependerán
en su validez. De esta forma, puede afirmarse que la Constitución es la norma que legitima
la actuación y competencias del legislativo y del ejecutivo y las demás instituciones que
pueden generar derecho. Establece límites al legislador, a los jueces y a los ciudadanos, entre
otros. Por tanto, además de salvaguardar los derechos fundamentales de las personas, la
Constitución “asegura la separación de los poderes y asimismo favorece el Estado de derecho
convirtiéndose en la norma superior con que cuenta un Estado” (Rodríguez, 2015, p. 20).
Los elementos fundantes de la Constitución, así como los derechos fundamenta les
consagrados ahí, revelan la fuerza normativa de la Constitución. Al respecto, Barreto (2001)
al referirse al valor normativo de la Constitución Política reseña las enseñanzas del jurista
español García Enterría, para quien la Constitución “configura y ordena los poderes del
Estado por ella construidos, por otra, establece los límites del ejercicio del poder y el ámbito
de libertades y derechos fundamentales” (p. 42). Lo anterior, se refleja en el texto
constitucional colombiano cuando predica: “La Constitución es norma de normas. En todo
caso de incompatibilidad entre la Constitución y la Ley u otra norma, se aplicarán las
disposiciones constitucionales” (Constitución Política de 1991, art. 4).
“...todas las reglas y principios son normas en razón de que guardan su fuerza
deóntica, es decir, ambas pueden ser formuladas con expresiones que aludan a deberes
dentro de mandatos, permisiones y prohibiciones. Por ello ambas sirven para juicios
38
concretos de deber ser. Las reglas son normas que «solo pueden ser cumplidas o no»”.
(Medinaceli, 2013, p. 34)
Esta interpretación del derecho constitucional permite superar la visión limitante que tenía la
Constitución de 1886, vigente hasta 1991, en virtud de la cual los valores, principios y reglas
constitucionales “eran simples consejos al legislador, quien en última instancia decidía, a
través de la regulación legal, el grado de eficacia de la regulación constitucional” (Barreto,
2001, p. 43).
La idea de la Constitución como norma fundamental y suprema que debe prevalecer sobre
toda otra norma está unida firmemente a la idea del Estado de derecho. En palabras de
Rodríguez (2015), “la Constitución hace posible el Estado de derecho, entendido este como
el respeto a las normas jurídicas y especialmente a la norma superior de la nación” (p. 22).
En el caso de Colombia, se sabe que uno de los principios fundamentales de su existencia es
39
que se trata de un Estado social de derecho (Constitución Política, art. 1), y su significado se
encuentra en la jurisprudencia constitucional, así:
La acepción Estado de derecho se refiere a que la actividad del Estado está regida por
las normas jurídicas, es decir que se ciñe al derecho. La norma jurídica fundame nta l
es la Constitución (C.P. art. 4), lo cual implica que toda la actividad del Estado debe
realizarse dentro del marco de la última. En esta situación se habla entonces de Estado
constitucional de derecho. Con el término social se señala que la acción del Estado
debe dirigirse a garantizarle a los asociados condiciones de vida dignas. Es decir, con
este concepto se resalta que la voluntad del Constituyente en torno al Estado no se
reduce a exigir de éste que no interfiera o recorte las libertades de las personas, sino
que también exige que el mismo se ponga en movimiento para contrarrestar las
desigualdades sociales existentes y para ofrecerle a todas las oportunidades necesarias
para desarrollar sus aptitudes y para superar los apremios materiales. (Corte
Constitucional, sentencia SU-747 de 1998).
Por tanto, el Estado social de derecho no desconoce valores esenciales como la libertad y la
igualdad, sino que interviene a través de medidas jurídicas, económicas, políticas o cultura les
que se reflejan en programas de empleo, salud, vivienda, entre otros, para que todos los
ciudadanos disfruten de bienes materiales e inmateriales. Dicho de otra manera, “crear
40
supuestos sociales de la misma libertad para todos, esto es, suprimir la desigualdad social”
(Wolfgang como se citó en Álvarez, 2008, p. 28).
Las normas preconstitucionales, son “aquellas que hacían parte del ordenamiento jurídico al
momento de la entrada en vigencia de la actual Constitución” (Rodríguez, 2015, p. 47). En
efecto, el artículo 380 de la Constitución Política de Colombia dispone que “queda derogada
la Constitución hasta ahora vigente con todas sus reformas”; en este caso se refiere a la
Constitución de 1886 por medio de la cual “la Nación adoptó el nombre de República de
Colombia” (Vallejo, 2016, p. 1).
Ahora bien, un cambio de un modelo constitucional a otro nuevo no implica que todo el
ordenamiento jurídico vigente hasta ese momento deba desaparecer; en ese sentido, la Corte
Constitucional ha sido enfática en afirmar que “la circunstancia de haber sido promulgada
dentro de un marco constitucional que dejó de regir, no implica que la norma deba
41
De lo anterior, se colige, que las normas que hayan sido promulgadas bajo la vigencia de una
Constitución son objeto de revisión por el órgano encargado, en este caso la Corte
Constitucional, para determinar la compatibilidad de esta con el nuevo Estatuto, toda vez que
siendo la “Constitución norma de normas” (art. 4), esto no conlleva a que se considere que
un ordenamiento jurídico vigente al momento de promulgar la nueva Carta, sea incompatib le
automáticamente con ella sin que sea sometida previamente a un examen de exequibilidad
con el nuevo esquema superior (Corte Constitucional, sentencia C-955 de 2001). En este
punto, la Corte Constitucional también ha advertido que la Constitución de 1991 “no implicó
la derogatoria en bloque o por vía general de todas las normas integrantes del orden jurídico
colombiano. Los cambios se produjeron en el nivel constitucional pero no necesariamente en
el de las leyes” (Sentencia C-281 de 1994); así, por ejemplo,
Finalmente, se debe advertir que las normas preconstitucionales tienen como parámetro de
control de constitucionalidad los instrumentos internacionales de derechos humanos y en
países con similitudes entre los ordenamientos constitucionales, la aplicación de ese control
no tendría por qué generar mayores inconvenientes, pero en comparación con otros Estados
como Costa Rica, existen importantes diferencias entre los modelos de constitucionalidad,
por ejemplo, en la nación centroamericana el sistema es concentrado porque ese control es
únicamente de la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, mientras que en
España, Italia y Alemania ese control se realiza por fuera del poder judicial (Orozco, 2010).
En Colombia, ese control lo realiza la Corte Constitucional, pero las autoridades están
facultadas para no aplicar las normas que en su criterio son contrarias a la Constitució n
Política. Sin importar el modelo de constitucionalidad que se utilicé, el objetivo es el mismo :
garantizar la supremacía constitucional y, por ende, la protección de los derechos humanos.
La importancia de los tratados internacionales como fuente del derecho internacional para
los Estados, fue uno de los motivos que dio origen a la Convención de Viena el 23 de mayo
de 1969, en la que “se entiende por "tratado" un acuerdo internacional celebrado por escrito
entre Estados y regido por el derecho internacional, ya conste en un instrumento único o en
43
le den eficacia social y jurídica” (Bustamante, 2010, p. 147) a esos derechos. Los tratados
internacionales y especialmente los relativos a los derechos humanos, su incorporación al
orden jurídico interno, se encuentra debidamente regulado en la Constitución (Rodrígue z,
2016, p. 49), en estos casos es que surge el denominado “bloque de constitucionalidad”.
Cabe anotar que la sentencia hito en el desarrollo del concepto aludido es la C-225 de 1995
con ponencia del magistrado Alejandro Martínez Caballero, en donde se trató de determinar
45
el lugar que ocupan los tratados y convenios sobre derechos humanos aprobados y ratificados
por Colombia, en los siguientes términos:
según Acosta y Huertas (2016), conllevó a que la Corte Constitucional hiciera un examen de
las “teorías sobre la relación entre el derecho interno y el derecho internacional”, llegando a
manifestar que “el Estado colombiano se rige por los postulados del monismo moderado, con
sustento en las tesis de Alfred Verdross” (p. 2), y que mejor refleja la práctica jurídica
contemporánea, al manifestar que:
Sólo puede dar cuenta de la realidad jurídica una teoría que, reconociendo, desde
luego, la posibilidad de conflictos entre el Derecho Internacional y el derecho interno,
advierta que tales conflictos no tienen carácter definitivo y encuentran su solución en
la unidad del sistema jurídico. Esto es, una teoría que mantiene la distinción entre el
Derecho Internacional y el derecho estatal, pero subraya al propio tiempo su conexión
dentro de un sistema jurídico unitario basado en la constitución de la comunidad
jurídica internacional (Corte Constitucional, sentencia C-400 de 1998).
Igualmente, los tratados internacionales sobre derechos humanos no son los únicos
instrumentos que conforman el bloque de constitucionalidad, pues la jurisprudencia que verse
sobre los mismos y que emana de organismos de organizaciones internacionales como por
ejemplo, el Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas, hacen parte de tal unidad
jurídica, y por ende, “pueden servir como razones determinantes para declarar una ley
inconstitucional o para otorgar a una persona la protección de los derechos fundamenta les ”
(Prada, 2013, p. 387).
Por lo anterior, en este capítulo se hace un recuento histórico del proceso mediante el cual la
comunidad internacional ha creado estándares internacionales para afrontar el fenómeno del
refugio, que implican unas obligaciones jurídicas para los Estados, como mecanis mos
propios del derecho internacional y que incluyen una serie de “procedimientos que permiten
la creación de estándares jurídicos internacionales al margen de los mecanismos tradiciona les
de negociación de tratados entre Estados” (Vidal, 2007, p. 61).
49
Con el devenir del fin de la primera guerra mundial, conflicto bélico que se desarrolló de
1914 a 1918 entre las potencias de Europa central (Alemania, Austria-Hungría), Turquía y
Bulgaria frente a los aliados (Francia, Inglaterra, Rusia, Bélgica, Serbia, Japón, Italia,
Rumania, Estados Unidos y otros países), se creó la Sociedad de Naciones (SDN) o Liga de
Naciones el 28 de junio de 1919, con la idea de dar al mundo una especie de parlamento
único, como lo planteaba el presidente estadounidense Woodrow Wilson en su plan de los
catorce puntos para poner fin a la guerra, que formuló así: “deberá formarse una asociación
general de naciones sobre la base de pactos que tengan por objeto crear mutuas garantías de
independencia política e integridad territorial de los Estados” (De León, 1999, p. 218); así
pues, la Sociedad de Naciones había de fundarse en un pacto concertado entre Estados
soberanos.
Según Namihas (2001) la Sociedad de Naciones al poco tiempo de ser fundada afrontó un
gran reto y era que Europa, tras la guerra, algunos imperios como el otomano, austrohúngaro
y ruso desaparecieron como tales y surgieron como naciones independientes Checoslovaquia,
Polonia, Finlandia, Estonia, Lituania, Letonia y Yugoslavia; así como Austria y Hungría se
separaron en dos Estados independientes, “sobre la base de la homogeneidad étnica y la
protección de la mano de obra nacional” (p.41); así como una guerra civil que se desató en
Rusia, originaron que miles de personas fueran deportadas, perseguidas, sin hogar y víctimas
de hambre y de las enfermedades.
Para afrontar esa situación, el comité Internacional de la Cruz Roja propuso al Consejo de la
Sociedad de Naciones la creación del cargo de alto Comisionado para los Refugiados,
nombrándose al célebre explorados polar noruego Fridtjof Nansen, a quien se le encomendó
la tarea de repatriar a 450.000 prisioneros de guerra (Alto Comisionado de las Naciones
Unidas para los Refugiados, 2017). A través de los esfuerzos de Nanse se creó el “Pasaporte
Nansen” o documento que permitía a los refugiados trasladarse por el mundo.
50
El Acuerdo sobre Refugiados Rusos del 5 de julio de 1922. En este acuerdo se tienen en
cuenta las propuestas realizadas por el Dr. Nansen en su informe presentado al Consejo de la
Sociedad de Naciones, y en tal sentido, se acordó por parte de los Estados miembros expedir
un certificado de identidad para los refugiados de Rusia, advirtiendo que tal documento no
implicaría de modo alguno el derecho del refugiado a regresar al Estado en que lo hubiera
obtenido sin previa autorización especial de dicho Estado y, su invalidez inmediata cuando
el portador entrara a territorio ruso. En este Acuerdo no se incluyó definición alguna sobre el
término refugiado.
un fondo rotatorio para sufragar los gastos de transporte de los refugiados; así mismo, se
adoptaron dos conceptos:
Refugiado ruso: cualquier persona de origen ruso que no disfrute o que ya no goce de
la protección del Gobierno de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y que no
ha adquirido otra nacionalidad.
Refugiado armenio: Cualquier persona de origen armenio que antes era un sujeto del
Imperio Otomano que no disfruta o que ya no goza de la protección del Gobierno de
la República de Turquía y que no ha adquirió otra nacionalidad. (Sociedad de
Naciones, Acuerdo del 12 de mayo de 1926)
El acuerdo relativo al estatuto jurídico de los refugiados armenios del 30 de junio de 1928,
adoptó 9 resoluciones, entre las que se destacan: 1) la recomendación al Alto comisionado
de las Naciones Unidas para los Refugiados para que certifique la identidad de los refugiados,
estado civil, testificar la validez de la documentación aportada, certificar la firma y la
redacción de los documentos en el idioma del refugiado, certificar los antecedentes
personales, educativos y profesionales del refugiado ante la autoridad competente,
recomendar al refugiado para que de manera personal obtenga permisos de residencia,
accedan a la educación, entre otros. En todo caso, los trámites que implique la asistencia al
refugiado tendrán un costo moderado, siempre y cuando no se declare como indigente, caso
en el cual eran gratuitos. Las labores encomendadas al Alto Comisionado no tienen carácter
político.
asistencia jurídica a los refugiados rusos y armenios, y en ese sentido, para el acceso a la
justicia, la exención de la cautio judicatum solvi –exigida a los extranjeros para asegurar los
gastos del juicio en caso de que sus pretensiones no prosperaran-; que no se apliquen
reglamentaciones restrictivas relativas a mano de obra extranjera; evitar o suspender medidas
para expulsar a los extranjeros, siempre y cuando el refugiado no infrinja las normas
nacionales para entrar a un país; igualdad en el pago de impuestos para los refugiados en su
país de residencia; y libertad de locomoción dentro del Estado en que residen.
El “Plan para Brindar Certificados de Identidad a los Refugiados del Saar” del 30 de julio de
1935, luego de su anexión a Alemania. Para el cual no fue necesario celebrar una conferencia
especial para extender el sistema de pasaportes de Nansen, debido entre otros, a que los
certificados de identidad estaban en la misma línea de los adoptados anteriormente por un
gran número de Estados. Se recomendó a los Estados que el certificado de identidad se amplíe
de la manera más sencilla posible a fin de facilitar en la medida de lo posible la libre
circulación de los refugiados y permitirles mejorar su situación económica; que los
refugiados no deben ser sometidos a reglamentaciones especiales para viajar dentro del país
en el que residen y que el certificado debe ser válido para la salida y regreso al país por el
53
cual fue entregado durante el período de su validez (según lo estipulado en los Acuerdo de
1926 y 1928).
hospitalario para todos aquellos refugiados enfermos, incapaces de ganarse la vida, mujeres
embarazadas, lactantes, niños, niñas, entre otros. Esta convención sustituyó a las
disposiciones provisionales del 4 de julio de 1936.
La Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR)
tiene la función de promover la protección internacional de los refugiados reconocidos desde
1926 hasta cubrir aquellos que habían huido el 1 de enero de 1951 en Europa, y facilitar la
repatriación voluntaria o la incorporación dentro de nuevas comunidades naciones (Vidal,
2007, p. 42). El Alto Comisionado tiene carácter apolítico, es humanitario y social, y estará
relacionado con los refugiados; y tiene competencia respecto de:
57
i) Cualquier persona que haya sido considerada como refugiado en virtud de los
Arreglos del 12 de mayo de 1926 y del 30 de junio de 1928, o de las Convenciones
del 28 de octubre de 1933 y del 10 de febrero de 1938, del Protocolo del 14 de
septiembre de 1939 o de la Constitución de la Organización Internacional de
Refugiados;
ii) Cualquier persona que, como resultado de acontecimientos ocurridos antes del 1
de enero de 1951 y debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza,
religión, nacionalidad u opinión política, se encuentre fuera del país de su
nacionalidad y no pueda o, a causa de dichos temores o de razones que no sean de
mera conveniencia personal, no quiera acogerse a la protección de ese país, o que, por
carecer de nacionalidad y estar fuera del país donde antes tenía su residencia habitual,
no pueda o, a causa de dichos temores o de razones que no sean de mera convenie nc ia
personal, no quiera regresar a él. (Estatuto de la Oficina del Alto Comisionado de las
Naciones Unidas para los Refugiados, Cap. 2, num. 6)
Como se observa, se establece “la naturaleza propia del refugiado, definición que está
afectada de la llamada limitación temporal” (Cançado, Peytrignet y Ruiz, 2003, p. 87), pues
la injerencia del Alto Comisionado se centra en la población catalogada como refugiada bajo
los instrumentos emitidos por la Liga de Naciones y la constitución de la OIR, o en su defecto,
cualquiera que debido a los acontecimientos con anterioridad del 1 de enero de 1951 tenga
fundados temores de ser perseguida. De esta manera, se amplió el rango de la población
beneficiaria de los buenos servicios del Alto Comisionado para solucionar su problemática,
siempre y cuando se cuente con la respectiva autorización de los gobiernos interesados.
Así mismo, se infiere que desde 1922 los refugiados fueron tratados en el derecho
internacional a través de convenios y negociaciones entre Estados, con el auspicio de la Liga
de las Naciones bajo dos criterios fundamentales: a) son refugiados quienes se hallan fuera
de su país de origen; y b) son refugiados quienes se halan sin la protección del gobierno de
tal Estado (Vidal, 2007, p. 41).
58
El 1º de enero comenzó a funcionar la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas
para los Refugiados (ACNUR) bajo el mandato del abogado holandés Gerrit Jan van Heuven
Goedhart, quien persuadió a la Fundación Rockefeller para que hiciera una donación
sustancial para una encuesta sobre la situación de los refugiados bajo su mandato. Su idea
era que sería útil tener un estudio completamente objetivo y sin prejuicios llevado a cabo por
un grupo de investigadores independientes sin ningún vínculo oficial. El trabajo se inició en
junio de 1951 bajo la dirección del historiador francés Jacques Vernant, quien definió al
refugiado como: “alguien que está sin hogar, desarraigado; una víctima indefensa,
disminuida en todas sus circunstancias, víctima de hechos por los que, al menos como
individuo, no puede ser considerado responsable” (Vernant, 1953).
Vernant (1953) valoró el trabajo del Alto Comisionado en respuesta a la división del mundo,
tras las dos guerras mundiales, en dos grandes bloques liderados por dos Estados potencias y
consideró que en ese contexto “el refugiado tiende a convertirse en una característica
permanente del paisaje”. En efecto, se refería al período conocido como la “guerra fría” en
donde muchos abandonarían las estrictas condiciones sociopolíticas que representó el
régimen comunista en el Este de Europa, pero además resaltó que la protección internacio na l
a los refugiados de manera legal no era suficiente, se necesitaba brindarles vivienda y trabajo,
porque “el refugiado debe vivir”, por consiguiente, deben incorporarse a la vida económica
del país de residencia para asegurarse una vida normal, libre y digna. Esa apreciación de que
los refugiados deben gozar de los derechos y libertades fundamentales se cristalizaría en la
Convención sobre Estatuto de los Refugiados.
2) Que, como resultado de acontecimientos ocurridos antes del 1.º de enero de 1951
y debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religió n,
nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones políticas, se
encuentre fuera del país de su nacionalidad y no pueda o, a causa de dichos temores,
no quiera acogerse a la protección de tal país; o que, careciendo de nacionalidad y
hallándose, a consecuencia de tales acontecimientos, fuera del país donde antes
tuviera su residencia habitual, no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera
regresar a él. (Organización de las Naciones Unidas, 1951)
La Convención sobre el Estatuto de los Refugiados, también incluye las condiciones en las
que queda excluida de la posible calificación de refugiado o sea aquellos que no se les
considera merecedores de tal protección, según artículo 1, F, a toda persona:
b) Que ha cometido un grave delito común, fuera del país de refugio, antes de ser
admitida en él como refugiada;
c) Que se ha hecho culpable de actos contrarios a las finalidades y a los principios de
las Naciones Unidas. (Convención sobre el Estatuto de los Refugiados, art. 1).
De la lectura anterior, se puede inferir que los lectores modernos de la Convención de 1951
tendrían con razón a centrarse en la definición de refugiado en el artículo 1 (A) (2) de la
Convención de 1951. Sin embargo, a menudo se olvida que la Convención de 1951 resucitó
una serie de compromisos internacionales anteriores para proteger a los refugiados. El
artículo anterior dice:
Por ejemplo, Sepúlveda (2002) establece tres condiciones que surgen de los instrume ntos
internacionales para adquirir la categoría de refugiado: a) el interesado debe haber
abandonado al país en donde tenía su domicilio permanente; b) los acontecimientos que
originan su condición de refugiado deben estar vinculados con las relaciones entre el Estado
y sus ciudadanos; c) es necesario que la interrupción de esas relaciones haya sido impuesta
al refugiado, por ejemplo, en caso de expulsión violenta o de minorías étnicas, o bien, que
61
ello se funde en otros motivos diversos de conveniencia personal, si los refugiados toman la
iniciativa.
Por su parte, la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 usó una definic ió n
de refugiado similar a la del estatuto de ACNUR circunscrita a los hechos ocurridos antes de
1951 en Europa. Esta definición no permitió que la protección de los refugiados se realizara
bajo la consideración de grupos de víctimas de persecución, sino que exigió que los
refugiados fueran considerados y reconocidos caso por caso, a pesar de la frecuencia de crisis
masivas de refugio. En 1867 mediante el protocolo sobre el Estatuto de los Refugiados, la
definición inicialmente utilizada en la Convención fue ampliada al suprimir la restricción de
tiempo y de circunstancias que limitaban la protección a los refugiados europeos durante la
segunda guerra mundial (Vidal, 2007, p. 42).
Además de la limitante del tiempo para denotar el estatus de refugiado, se establecía una
limitación geográfica consistente en la posibilidad de que los Estados decidieran si se
entenderían por dichos acontecimientos los ocurridos solamente en Europa o también
aquellos ocurridos en otro lugar. Por ello fue necesario pensar en poner remedio a tales
limitantes, temporal y geográfico, realizando un trabajo de convencimiento entre los Estados
Partes de la Convención para aprobar un instrumento convencional diferente a la
Convención. En consecuencia, desde el 4 de octubre de 1967, fecha en que empezó a regir el
Protocolo sobre el Estatuto de los Refugiados firmado en Nueva York el 31 de enero de 1967,
62
Toda persona que, debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza,
religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones políticas,
se encuentre fuera del país de su nacionalidad y no pueda o, a causa de dichos temores,
no quiera acogerse a la protección de tal país; o que, careciendo de nacionalidad y
hallándose fuera del país donde antes tuviera su residencia habitual, no pueda o, a
causa de dichos temores, no quiera regresar a él.
reconocimiento como refugiado hasta que la persona llega a un país que es parte” (Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, 1993) de estos dos instrumentos internacionales.
Para Cançado, Peytrignet y Ruiz (2003) la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados
tiene lagunas y defectos, que se han tratado de superar a través de otros pronunciamie ntos
internacionales y regionales, pero se destaca que pretender, en las actuales circunstanc ias,
emitir un nuevo instrumento más adecuado es “por lo menos bastante ilusorio” (p. 93).Con
todo lo que se pueda atribuir a la Convención de Ginebra de 1951, no se puede pasar por
inadvertido los derechos que reconoce a los refugiados: no discriminación (art. 3); libertad
de culto (art. 4); igualdad de trato (arts. 7, 13, 20, 29); protección intelectual e industrial (art.
14); libertad de asociación (art. 16); empleo remunerado (art. 17); trabajo por cuenta propia
(art. 18); ejercicio de profesiones liberales (art. 19); vivienda (art. 21); educación pública (art.
22); asistencia pública (art. 23); protección laboral y seguridad social (art. 24); ayuda
administrativa (art. 25); libertad de circulación (art. 26); documento de identidad (art. 27);
documento de viaje (art. 28); y transferencia de haberes (art. 30).
64
comento, es clara pues “se habla de fundados temores, lo que no significa encontrarse bajo
persecución sino temer estarlo” (p. 142).
Los motivos de raza, religión y opinión política normalmente requieren poca interpretac ió n;
pero la pertenencia a un determinado grupo social ha encontrado, según Feller, Türk y
Nicholson (2010), su lugar junto con esas razones, “permitiendo la aplicación plena de la
definición de refugiado” (p. 18), ahora que los Estados han aceptado que las mujeres, las
familias, las tribus, los grupos profesionales y los homosexuales constituyen grupos sociales
determinados para fines de la Convención de 1951. La noción de grupo social es un concepto
en continua construcción, lo que significa que no existe un delimitado grupo de personas que
se identifican con un grupo social, y que por el sólo hecho de esa identificación sean
beneficiarios del refugio, es imprescindible que se cumplan los otros cuatro presupuestos
establecidos en la Convención. En síntesis, no se puede utilizar la noción de grupo social
para aplicarla a todos los que sufren persecución, ni menos para resumir en ella a todas las
categorías que involucran la discriminación consagradas en la Convención.
Una vez se adoptó la convención sobre el Estatuto de los Refugiados se vio la necesidad de
proteger a los apátridas, o sea aquellos no sean considerados como nacionales suyos por
ningún Estado, conforme a su legislación (art. 1); es decir, aquellas personas que no tienen
nacionalidad; así mismo, el Estatuto asigna deberes y derechos para estas personas sin que
proceda ningún tipo de discriminación por su situación jurídica.
67
El proceso de identificar quién cumple con la definición de persona apátrida tal y como se
define en esta Convención puede variar significativamente de un Estado a otro. En efecto,
donde no existen leyes o procedimientos administrativos para implementar la identificac ió n
del apátrida o, por el contrario, sus normas o costumbres son un factor determinante para que
se compruebe la nacionalidad, existe el riesgo de ser apátrida.
La Agencia de las Organizaciones de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR, 2017)
ha reseñado 10 acciones para que los Estados puedan erradicar la apatridia, entre las que se
cuentan: asegurar el registro civil de nacimiento para todos los niños; eliminar la
discriminación de género en las leyes de nacionalidad; prevenir la denegación, pérdida o
privación de la nacionalidad; prevenir la apatridia en los casos de sucesión de Estados, entre
otros (p. 2).
Para ACNUR los apátridas están en todo el mundo, pese a la existencia de instrumentos que
propenden por el derecho a la nacionalidad, tales como la Declaración Universal de Derechos
Humanos, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, al igual que la Convención
para Reducir los Casos de Apatridia de 1961. Actualmente, los esfuerzos por acabar con la
apatridia en el año 2024 están enfocados en una campaña en la que participa la O NU, la
sociedad civil y los Estados denominada “#IBELONG: Campaña para acabar con la
apatridia”.
68
Convención firmada por la Organización para la Unidad Africana (OUA) en Addis Abeba,
capital de Etiopía, el 10 de septiembre de 1969 en respuesta al número cada vez mayor de
refugiados en África que ese momento se presentaba, amplía el término refugiado, ya que no
solo incluye a aquellos que reconoce la Convención de Ginebra, sino que también incluye a
aquella persona que sufriendo “una agresión, una ocupación exterior o una dominació n
extranjera o de acontecimientos que perturben gravemente el orden público en una parte o en
la totalidad del país de origen o del país de su nacionalidad, está obligada a abandonar su
residencia habitual para buscar refugio en otro lugar fuera de su país de origen o del país de
su nacionalidad” (art. 1, num. 2). Se evidencia que en este concepto de “refugiado” se incluye
también a los refugiados en masa, que son los producidos por ese tipo de conflictos. “Esto
significa que las personas que huyen de los disturbios civiles, la violencia generalizada y la
guerra tienen derecho a pedir el estatuto de refugiado en los Estados que son partes en esta
Convención, sean o no fundados sus temores a ser perseguidas” (Alto Comisionado de las
Naciones Unidas para los Refugiados, 2001, p. 16).
8. En ningún caso el extranjero puede ser expulsado o devuelto a otro país, sea o no
de origen, donde su derecho a la vida o a la libertad personal está en riesgo de
violación a causa de raza, nacionalidad, religión, condición social o de sus opiniones
políticas. (Convención Americana de Derechos Humanos, art. 22)
Por una parte, suprimir las normas y prácticas de cualquier naturaleza que entrañen
violación a las garantías previstas en la Convención. Por la otra, expedir normas y
desarrollar prácticas conducentes a la efectiva observancia de dichas garantías (caso
Castillo Petruzzi y otras contra Perú; fondo, reparaciones y costas; sentencia de 30 de
mayo de 1999, serie C, no. 52, § 207).
Lo anterior significa que ningún Estado parte de la Convención puede tener en su haber
legislativo normas que atenten o desconozcan las garantías consagradas en la Convención, y
a su vez, está obligado a promulgar normas que permitan hacer efectivas esas garantías, al
igual que desarrollar prácticas orientadas a tal objetivo (Caso Maldonado Vargas y otros Vs.
Chile. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 2 de septiembre de 2015. Serie C No.
300, § 124. Caso López Lone y otros Vs. Honduras. Excepción Preliminar, Fondo,
71
Reparaciones y Costas. Sentencia de 5 de octubre de 2015. Serie C No. 302, § 213. Caso
Trabajadores de la Hacienda Brasil Verde Vs. Brasil. Excepciones Preliminares, Fondo,
Reparaciones y Costas. Sentencia de 20 de octubre de 2016. Serie C No. 318, § 410).
Las sentencias de la Corte Interamericana en las que ha reseñado la obligación de los Estados
partes de adecuar el derecho interno a las disposiciones contenidas en la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, pueden dividirse en tres grandes grupos, a saber: 1) las
que contienen un mandato obligatorio de adoptar las garantías de la Convención; 2) las que
obligan a suprimir normas internas que contravienen la Convención; y 3) las que prohíben la
promulgación de normas internas que desacaten lo estipulado en la Convención.
72
En este caso, se hará énfasis a las concernientes al primer grupo, es decir, las que contienen
la obligación de adoptar las garantías de la Convención al ordenamiento interno. En ese
sentido, se han sometido a juicio de la Corte Interamericana distintas causas y objetos de
controversia que orientan las decisiones a las obligaciones de regular el acceso a la justicia,
de tipificación penal, de regular los derechos territoriales de los pueblos indígenas, regular la
debida investigación de la violencia de género, regular el uso de la fuerza, adecuar la libertad
de pensamiento y de expresión, regular las escuchas telefónicas, regular el reclutamiento de
menores, regular el derecho a la nacionalidad, adecuar la política migratoria, regular la
fecundación in vitro, y regular la libertad personal.
El Estado tiene el deber de adoptar las medidas necesarias para hacer efectivo el ejercicio de
los derechos y libertades reconocidos en la Convención (Caso Gangaram Panday Vs.
73
Otra premisa que se debe tener en cuenta a la obligación endilgada a los Estados partes es el
deber de adecuar el derecho interno implica que las medidas deben ser efectivas (princip io
del effet utile). Lo que significa que el Estado tiene la obligación de consagrar y adoptar en
su ordenamiento jurídico interno todas las medidas necesarias para que lo establecido en la
Convención sea realmente cumplido y puesto en práctica (Caso Hilaire, Constantine y
Benjamin y otros Vs. Trinidad y Tobago. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 21 de
junio de 2002. Serie C No. 94, §112). Las medidas sólo son efectivas cuando el Estado adapta
su actuación a la normativa de protección de la Convención.
Es norma consuetudinaria que un Estado Parte debe modificar su derecho interno para
cumplir las obligaciones asumidas (Caso "La Última Tentación de Cristo" (Olmedo Bustos
y otros) Vs. Chile. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 5 de febrero de 2001. Serie
C No. 73, § 87. Caso Lori Berenson Mejía Vs. Perú. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia
74
de 25 de noviembre de 2004. Serie C No. 119, Párrafo 220. Caso Castañeda Gutman Vs.
Estados Unidos Mexicanos. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas.
Sentencia de 6 de agosto de 2008. Serie C No. 184, §132). Modificar el derecho interno para
asegurar el cumplimiento de las obligaciones es una norma con respaldo jurisprudencial
Es norma universal que un Estado Parte debe modificar su derecho interno para cumplir las
obligaciones asumidas (Caso Baena Ricardo y otros Vs. Panamá. Fondo, Reparaciones y
Costas. Sentencia de 2 de febrero de 2001. Serie C No. 72, §179. Caso Almonacid Arellano
y otros Vs. Chile. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 26
de septiembre de 2006. Serie C No. 154, §117. Caso La Cantuta Vs. Perú. Fondo,
Reparaciones y Costas. Sentencia de 29 de noviembre de 2006. Serie C No. 162, §170. Caso
Zambrano Vélez y otros Vs. Ecuador. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 4 de julio
de 2007. Serie C No. 166, §55). Por tanto, la obligación de adecuar el derecho interno implica
que las medidas de derecho interno han de ser efectivas.
Finalmente, se debe reseñar que sí los Estados tienen la obligación positiva de adoptar las
medidas legislativas que fueren necesarias para garantizar el ejercicio de los derechos
reconocidos por la Convención, con mayor razón están en la obligación de no expedir leyes
que desconozcan esos derechos u obstaculicen su ejercicio, y la de suprimir o modificar las
que tengan estos últimos alcances (Caso Maldonado Ordoñez Vs. Guatemala, Excepción
Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 3 de mayo de 2016, §113).
Convención (Caso Familia Pacheco Tineo Vs. Bolivia. Excepciones Preliminares, Fondo,
Reparaciones y Costas. Sentencia de 25 de noviembre de 2013. Serie C No. 272, §236).
En otro caso como la detención del ecuatoriano Jesús Tranquilino Vélez Loor por parte de
las autoridades panameñas y su procesamiento por su ingreso ilegal al país en el año 2002,
se alegó en su defensa que el Estado no armonizaba las leyes migratorias internas con la
Convención Americana y si bien el artículo 2º de la Convención no define cuáles son las
medidas pertinentes para la adecuación del derecho interno a la misma, el Estado pudo probar
que había derogado la norma de 1960 con la cual se había procesado al señor Vélez; sin
embargo, eso no significó de por sí la exoneración de la vulneración a la Convención, pues
si bien era cierto que desde el año 2008 se había derogado la norma de 1960, este acto era
posterior a la ratificación de la Convención que exigía el acatamiento del artículo 2º (Corte
IDH. Caso Vélez Loor Vs. Panamá. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y
Costas. Sentencia de 23 de noviembre de 2010. Serie C No. 218. §195). En el mismo, sentido
la Corte Interamericana encontró que República Dominicana a pesar de operar entre los años
2002 y 2010 cambios legislativos que atentaban contra las garantías de la Convención, fue
encontrada culpable por haber incumplido la obligación contemplada en el artículo 2º,
relacionados con la muerte y lesión de un grupo de haitia nos que en el año 2002 buscaron
mejores condiciones laborales y socioeconómicas en República Dominicana (Caso Nadege
Dorzema y otros Vs. República Dominicana. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 24
de octubre de 2012. Serie C No. 251).
Por otra parte, y con la intención de orientar la atención hacia la jurisprudencia interna que
se refiera al deber de adecuación de la norma interna, se debe antes reseñar que la Corte
Interamericana de Derechos Humanos tiene por competencia el denominado control de
convencionalidad para la protección internacional de la persona humana y ha llegado a
considerarse que “la responsabilidad internacional del Estado puede generarse por actos u
omisiones de cualquier poder u órgano de este, independientemente de su jerarquía, que
violen la Convención Americana” (Caso Olmedo Bustos V. Chile. Fondo, Reparaciones y
Costas. Sentencia de 5 de febrero de 2001, Serie C No. 73, §72). Similar ocurrió en el caso
Boyce y otros Vs. Barbados.
76
Ante esta situación, se procedió a revisar la jurisprudencia que se refiere al principio pacta
sunt servanda y al hecho de que las normas de derecho interno deben ser interpretadas de
manera que armonicen con las obligaciones internacionales del Estado. El respeto del
principio pacta sunt servanda involucra el cumplimiento de buena fe de los tratados
internacionales sin que se pueda invocar el derecho interno como justificación del
incumplimiento de los compromisos adquiridos en el derecho internacional, tal y como lo
preceptúa el artículo 27 de la Convención de Viena de 1969 sobre el derecho de los tratados,
77
En ese sentido, la Corte Constitucional colombiana ha afirmado que “las normas de derecho
interno deben ser interpretadas de manera que armonicen con las obligacio nes
internacionales” (sentencia C-551 de 2003), consagradas en el artículo 9º de la Constitució n
Política, en ese mismo sentido, se refieren las sentencias C-155 de 2007 y C-446 de 2009.
Los deberes generales del Estado colombiano contenido en el artículo 2º de la Convención
Americana son usados a la hora de justificar la existencia de una “medida de seguridad y
estabilidad jurídica dentro del orden internacional” (Corte Constitucional, sentencia C-358
de 1997) que establece la obligación de adecuar el ordenamiento interno a los términos de la
Convención Americana de Derechos Humanos, deber que ha sido entendido de forma amplia
por la Corte Constitucional colombiana al propender por el respeto de los tratados
internacionales y el alcance del mismo como una herramienta eficaz y eficiente para su
cumplimiento (Sentencias C-400 de 1998, T-222 de 2004, C-155 de 2007, C-750 de 2008,
C-460 de 2010, C-361 de 2013, C-664 de 2013, C-032 de 2014, C-256 de 2014, C-269 de
2014, C-620 de 2015 y T-229 de 2016).
Con la participación del directo de la protección internacional de la sede del alto comisionado
de las Naciones Unidas para Refugiados, representantes de la Organización de Estados
Americanos, miembros de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, asesores jurídicos
de organizaciones internacionales, delegados de Estados e investigadores universitarios, se
realizó en la ciudad de México entre el 11 al 15 de mayo de 1981 el “Coloquio Sobre Asilo
y Protección Internacional de los Refugiados en América Latina”, el cual fue finalme nte
suscrito en Tlatelolco sección del Distrito Federal. Este Coloquio subrayó la necesidad de
extender la protección internacional a todas las “personas que huyen de su país a causa de
agresión, ocupación o dominación extranjeras, violación masiva de los derechos humanos, o
78
acontecimientos que alteren seriamente el orden público, en todo o parte del territorio del
país de origen” (Conclusión 4ª).
Esta definición que sienta las bases de la definición ampliada de refugiados tenía como
antecedentes la Convención de la Organización de la Unidad Africana (OUA) reguladora de
aspectos específicos de problemas de refugiados en África. Las conclusiones y
recomendaciones adoptadas en el Coloquio de México, “habrían de ser de fuerte influe nc ia
para la realización, algunos años después, de la Declaración de Cartagena sobre Refugiados,
sobre todo en lo que se refiere al principio de la no devolución” (Guerrero, 2015, p. 233). La
conclusión 6ª del Coloquio Sobre Asilo y Protección Internacional de los Refugiados en
América Latina reconoce que los mecanismos de protección existentes,
masiva de los derechos humanos u otras circunstancias que hayan perturbado gravemente el
orden público” (conclusión 3ª).
Por lo tanto, la Declaración de Cartagena surge como un instrumento regional no vincula nte
cuyo objetivo no es eliminar o sustituir la definición tradicional de la condición de refugiado,
sino más bien complementarla para ampliar la protección a las personas basándose en causas
objetivas vinculadas al país o región de origen. Si bien es un instrumento regional, se aplica
al conjunto de personas, sin importar su nacionalidad, que requieren protección internacio na l
en la región latinoamericana. (Berganza, Blouin y Feline, 2018, p. 7)
Una vez descritos los alcances de los instrumentos internacionales que constituyen la
regulación básica del refugio en materia de derecho internacional y que son de obligator io
cumplimiento para los Estados, se puede inferir que los derechos humanos se aplican
universalmente. Benefician a todos: nacionales, extranjeros, refugiados y solicitantes de
asilo, ya sea que se encuentren legal o ilegalmente en el territorio de un Estado. La excepción
solo se permite en circunstancias muy específicas, e incluso entonces, ciertos derechos
humanos no pueden ser vulnerados. Efectivamente, los derechos humanos son de especial
importancia para los refugiados, que se han convertido en eso por el desconocimiento de los
derechos humanos en su país de origen y cuya situación es particularmente vulnerable. Por
lo tanto, es necesario garantizar que los refugiados en su país de asilo temporal o permanente
81
sean tratados de acuerdo con las normas básicas aceptadas. La acción para asegurar que tales
estándares se observen efectivamente es la acción en el campo de los derechos humanos. De
acuerdo a lo expuesto, los distintos marcos y contextos en que se ha abordado el tema del
refugio han conllevado no solo al aseguramiento de los derechos humanos del refugiado, sino
también a una noción cada vez más amplia del concepto de refugiado que en un principio la
Convención adoptó, la cual “ha sido posible a través de la interpretación evolutiva de los
conceptos jurídicamente indeterminados en los que se basa esta definición, a la luz de la
interpretación progresiva y dinámica de los Derechos Humanos en el Derecho Internacio na l”
(Morgades, 2016, p. 233).
En conclusión, los principales derechos que las normas internacionales prevén para los
refugiados son: la no devolución, a no ser expulsado y devuelto al país donde su vida o
libertad corren peligro, a no ser castigado por entrar irregularmente a un Estado, a la
reunificación familiar, derecho a no ser discriminado, derecho al trabajo remunerado, libertad
de circulación y residencia, a una vivienda digna, educación, practicar su religión, asistencia
médica, acceso a la justicia, obtención de documento de identidad; en fin, los derechos que
les asisten a los refugiados son los que consolidan una vida digna, y per se, corresponden a
los mismos de los ciudadanos del Estado en que se refugian.
82
Dos años después, se promulgó la Ley 114 de 1922 con el fin de propender al desarrollo
económico e intelectual del país y al mejoramiento de sus condiciones étnicas, tanto físicas
83
palestinos, polacos, rumanos, rusos, sirios, turcos y yugoeslavos. Los gitanos sean cual fuere
su nacionalidad, no podían entrar al país (Decreto 1194 de 1936). El 16 de julio se ampliar ía n
las restricciones de ingreso al país a los alemanes, argentinos, armenios, australia nos,
austriacos, belgas, bolivianos, brasileños, canadienses, costarricenses, cubanos,
checoeslovacos, chilenos, daneses dominicanos, ecuatorianos, españoles, estadounidenses,
finlandeses, franceses, guatemaltecos, haitianos, holandeses, hondureños, húngaros, ingleses,
irlandeses, italianos, japoneses, luxemburgueses, mejicanos, nicaragüenses, noruegos,
panameños, paraguayos, persas, peruanos, portorriqueños, portugueses, salvadoreños,
suecos, suizos, uruguayos y venezolanos (Decreto 1697 de 1936). Aunque no empezaba la
Segunda Guerra Mundial, se trataba de claras restricciones al refugio y la inmigración, en
palabras de Leal (2011), “los ecos del antisemitismo se dejaban sentir claramente en
Colombia. Si bien las políticas internacionales eran similares respecto de los judíos, el
contexto nacional abogaba la necesidad de restringir la entrada para proteger la economía
nacional” (p. 50), haciendo alusión a los decretos que restringían el ingreso de ciudadanos
extranjeros, toda vez que los refugiados de la Alemania Nazi eran despojados de sus bienes,
y dada su precaria condición económica podían convertirse en una carga para el Estado,
incrementándose la pobreza, las enfermedades, la falta de educación y la criminalidad, sin
contar con la repercusión en el empleo, pues esa mano de obra podía desplazar a los
nacionales (Leal, 2011, p. 50).
El miércoles 9 de noviembre de 1949, jefes y unidades del ejército y de la policía, por orden
superior, irrumpieron en las instalaciones del Congreso de la República de Colombia y
comunicaron a los senadores y representantes de ambas cámaras que debían abandonar el
recinto, pues el gobierno acababa de declarar el estado de sitio y suspendido,
indefinidamente, las deliberaciones de todos los cuerpos colegiados de la Nación, inclus ive
el Parlamento (Ayala, 2003). Así se daba cumplimiento al Decreto 3520 del 9 de noviembre
de 1949, firmado por el presidente Laureano Gómez, expedido con motivo de los “graves
atentados contra el orden público” que se presentaban en diversas regiones del país. El cierre
del Congreso duraría 10 años, hasta el 7 de agosto de 1958 en que se volvieron a posesionar
senadores y representantes elegidos popularmente. No obstante, durante ese tiempo, se
reglamentó la entrada al país de los refugiados, mediante la expedición del Decreto 642 del
11 de abril de 1958, firmado por la Junta Militar de Gobierno de la República de Colombia,
en el que se formulaban los requisitos que debían cumplir las personas que quisieran entrar
al territorio nacional como residentes o inmigrantes, “cuyo traslado sea auspiciado por
agencias, entidades o instituciones nacionales o internacionales” (art. 1). Los refugiados y
apátridas debían cumplir con los siguientes requisitos, para que el Ministerio de Relaciones
Exteriores en forma discrecional, determine si es conveniente o no, otorgarles el
correspondiente visado:
Se debe advertir que el Decreto 642 de 1958 dictado en su momento por la Junta Militar de
Gobierno de la República de Colombia en ejercicio de la atribución del Estado de Sitio, hace
parte del ordenamiento jurídico, pese a la expiración del término de vigencia del régimen
excepcional, puesto que fue incorporada a la legislación ordinaria mediante Ley 141 de 1961,
expedida por el Congreso de la República (Corte Constitucional, sentencia C-619 de 1997),
que dispuso:
Adóptense como leyes los decretos legislativos dictados con invocación del artículo
121 de la Constitución, desde el nueve (9) de noviembre de mil novecientos cuarenta
y nueve (1949) hasta el veinte (20) de julio de mil novecientos cincuenta y ocho
(1958), en cuanto sus normas no hayan sido abolidas o modificadas por leyes
posteriores. (Ley 641 de 1961, art. 1)
87
Años más tarde, el Estado colombiano como parte del Protocolo sobre el Estatuto de los
Refugiados adoptado en Nueva York el 31 de enero de 1967, lo incorporó a su legislac ió n
interna mediante la Ley 65 de 1979 y que está en vigencia desde el 4 de marzo de 1980. En
la que se aclara que el término "refugiado" denotará toda persona comprendida en la
definición del artículo 1 de la Convención, en la que se darán por omitidas las palabras "como
resultado de acontecimientos ocurridos antes del 1º de enero de 1951 y.…" y las palabras "...
a consecuencia de tales acontecimientos", que figuran en el párrafo 2 de la sección A del
artículo 1.
La Declaración de Cartagena contiene una definición del término refugiado mejor adaptada
a la situación que vivía Centroamérica. De acuerdo con la Declaración de Cartagena, la
definición o concepto de refugiado recomendable para su utilización en la región es aquella
que además de contener los elementos de la Convención de 1951 y el Protocolo de 1967,
88
considere también como refugiados a las personas que han huido de sus países porque su
vida, seguridad o libertad han sido amenazadas por la violencia generalizada, la agresión
extranjera, los conflictos internos, la violación masiva de los derechos humanos u otras
circunstancias que hayan perturbado gravemente el orden público. (Conclusión Núm. 3).
(Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, 2002, p. 26)
“…, el Decreto 2817 de 1984, por medio del cual se colocó en cabeza del Minister io
de Relaciones Exteriores la facultad de tramitar, estudiar y decidir las solicitudes de
reconocimiento de la condición de refugiado y se creó la comisión asesora para la
determinación de la condición de refugiado. Dicho decreto adolecía de un concepto
de refugiado y de la inclusión del principio de No Devolución. (Bernal y Guzmán,
2014, p. 513)
1. Que haya sido considerada como refugiada en virtud de los arreglos del 12 de mayo
de 1926 y del 30 de junio de 1928, o de las Convenciones del 28 de octubre de 1933,
del 10 de febrero de 1938, del Protocolo del 14 de septiembre de 1939 o de la
Constitución de la Organización Internacional de Refugiados.
2. Que debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religió n,
nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones políticas, se
encuentre fuera del país de su nacionalidad y no pueda o, a causa de dichos temores,
90
Respecto del Decreto 1598 de 1995, la Corte Constitucional colombiana al hacer un recuento
de la regulación legal del refugio manifestó que “la concesión del estatuto de refugiado se
encuentra regulado directamente y de manera parcial, por un decreto reglamentario de una ley
aprobatoria de un tratado internacional” (Corte Constitucional, sentencia T-704 de 2003). Trece
años más tarde, la Corte Constitucional al revisar el concepto de refugiado frente a los
instrumentos supranacionales y la normatividad interna, consideró que:
“…, existen acontecimientos migratorios que aún no han sido definidos expresamente
por el ordenamiento jurídico, los cuales no se ajustan de manera adecuada a las
condiciones del desplazamiento forzado ni al de refugiado y que por lo mismo se
pueden clasificar como “refugiados de facto o de hecho”. (Corte Constitucio na l,
sentencia T-459 de 2016)
Entre los refugiados de facto o de hecho son los que violentamente son forzados a una
migración involuntaria, tal y como sucede con las víctimas de desastres naturales, de las
políticas económicas erróneas, de conflictos armados, o que por razones humanitarias son
desplazados internos, es decir, aquellos civiles desarraigados por la fuerza de sus hogares por
el mismo tipo de violencia que genera refugiados (Fernández, 2016).
El artículo 28 de la Convención sobre el Estatuto del Refugiado del 1951, dispone que los
Estados contratantes expedirán documentos de viaje a los refugiados. Colombia es parte en
dicho acuerdo. Colombia ha considerado:
En ese sentido, el Decreto 607 de 2002 faculta al Ministerio de Relaciones Exteriores para
expedir documentos de viaje a los refugiados cuyos países no tiene representación
diplomática o consular en Colombia, o que “a juicio del Ministerio, están imposibilitados
para obtener pasaporte del país del cual sean nacionales” (Decreto 607 de 2002, art. 1).
El 30 de octubre de 2002 se expidió el Decreto 2450 que derogó al Decreto 1598 de 1995, y
excluyó “del concepto de refugiado de los parámetros definidos por la Declaración de
Cartagena”, pero amplío el plazo para presentar la solicitud de refugiado a 60 días,
concediendo 30 días más que el anterior decreto. El concepto de refugiado en este decreto,
es el siguiente:
1. Que haya sido considerada como refugiada en virtud de los arreglos del 12 de mayo
de 1926 y el 30 de junio de 1928, o de las Convenciones del 28 de octubre de 1933,
92
2. Que debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religió n,
nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones políticas, se
encuentre fuera del país de su nacionalidad y no pueda o, a causa de dichos temores,
no quiera acogerse a la protección de tal país; o que, careciendo de nacionalidad y
hallándose, a consecuencia de tales acontecimientos, fuera del país donde antes
tuviera su residencia habitual, no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera
regresar a él. (Decreto 2450 de 2002, art. 1)
Siete años más tarde, el concepto de refugiado en la legislación colombiana sufre una nueva
modificación, pero está vez más garantista, al considerar que dentro de las condiciones que
debe reunir una persona para ser reconocida como refugiado estaban, además de las
consignadas en la Convención de 1951 y la Declaración de Cartagena, las siguientes:
c) Que haya razones fundadas para creer que estaría en peligro de ser sometida a
tortura u otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes en caso de que se
procediera a la expulsión, devolución o extradición al país de su nacionalidad o, en el
caso que carezca de nacionalidad, al país de residencia habitual. (Decreto 4503 de
2009, art. 1)
lectura mecánica. En ese caso, se debían renovar los pasaportes convencionales las personas
que necesitaran viajar por pasaportes de lectura mecánica o pasaportes electrónicos. Esta
disposición se hizo mediante la expedición del Decreto 1514 de 2012, que derogó el Decreto
607 de 2002, e incluyó un artículo para la expedición del documento de viaje con zona de
lectura mecánica, en el que conceptualizó así:
El 6 de diciembre de 2013 se expide el Decreto 2840, por el cual se establece el procedimie nto
para el reconocimiento de la condición de refugiado. Este decreto derogó al Decreto 4503 de
2009 e incorporó, entre otros, el concepto de refugiado que está vigente en la normatividad
colombiana, y que en palabras de Bernal y Guzmán (2014), “establece tres categorías de
refugiados: los refugiados convencionales, los refugiados de la declaración de Cartagena y
los refugiados que denominaremos de la Convención contra la tortura” (p. 515). Actualme nte,
el término refugiado se aplicará a toda persona que reúna las siguiente s condiciones:
a) Que debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religió n,
nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones políticas, se
encuentre fuera del país de su nacionalidad y no pueda o, a causa de dichos temores,
no quiera acogerse a la protección de tal país; o que, careciendo de nacionalidad y
hallándose, a consecuencia de tales acontecimientos, fuera del país donde antes
tuviera su residencia habitual, no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera
regresar a él;
b) Que se hubiera visto obligada a salir de su país porque su vida, seguridad o libertad
han sido amenazadas por violencia generalizada, agresión extranjera, conflictos
94
internos, violación masiva de los derechos humanos u otras circunstancias que hayan
perturbado gravemente al orden público, o
c) Que haya razones fundadas para creer que estaría en peligro de ser sometida a
tortura u otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes en caso de que se
procediera a la expulsión, devolución o extradición al país de su nacionalidad o, en el
caso que carezca de nacionalidad, al país de residencia habitual. (Decreto 2840 de
2013, art. 1)
Las personas que cumplan con las condiciones exigidas en el literal a) del artículo 1º del
Decreto 2840 de 2013, son refugiados en términos de la Convención de Ginebra de 1951 y
del protocolo de 1967, serían los denominados “refugiados convencionales” (Bernal y
Guzmán, 2014, p. 515), los refugiados ya no son definidos en función de su nacionalidad,
sino que se introduce el criterio de “temor fundado de persecución”. Las personas cuya
situación se ajusta al literal b) del artículo 1º del Decreto 2840, son “los refugiados de la
declaración de Cartagena”, en ese sentido:
En otras palabras, la definición regional requiere que las personas afectadas reúnan dos
características: por un lado, que exista una amenaza a la vida, seguridad o libertad y, por el
otro, que dicha amenaza sea el resultado de uno de estos elementos: 1) la violenc ia
generalizada, 2) agresión extranjera, 3) conflictos internos, 4) violación masiva de los
derechos humanos u 5) otras circunstancias que hayan perturbado gravemente al orden
público. Estos elementos fueron redactados intencionalmente en forma amplia para asegurar
95
Los “refugiados de la Convención contra la tortura”, literal c) del artículo 1º del Decreto 2840
de 2013, son los que se ajustan al contenido del artículo 3º de la Convención contra la tortura
y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes, adoptada en Naciones Unidas el 10
de diciembre de 1984, y que señala: “Ningún Estado Parte procederá a la expulsió n,
devolución o extradición de una persona a otro Estado cuando haya razones fundadas para
creer que estaría en peligro de ser sometida a tortura”. “En esta situación, una persona que
enfrenta un proceso de deportación, expulsión o pedido de extradición, puede detenerlo si
demuestra las mencionadas condiciones” (Bernal y Guzmán, 2014, p. 516).
En cuanto a las normas que están vigentes y que regulan la condición de refugiado, el
Ministerio de Relaciones Exteriores, informó a la Corte Constitucional, que aunque el
artículo 7° de la Ley 48 de 1920 “no se usa”, formalmente la ley sigue vigente, y no es
necesario recurrir a esta disposición porque existen otras normas (Corte Constitucio na l,
sentencia C-258 de 2016). En efecto, en ese momento la Corte declaró inexequibles los
96
literales a) y b) del artículo 7º de la Ley 48 de 1920, pero se enfatizó que el Decreto que
actualmente aplica la Cancillería es un Decreto Reglamentario, expedido por el Gobierno en
ejercicio de las competencias propias del Presidente de la República, es el Decreto 1067 de
2015, “por medio del cual se expide el Decreto Único Reglamentario del Sector
Administrativo de Relaciones Exteriores”.
Por tanto, respecto del reconocimiento de la condición de refugiado, el Decreto 1067 de 2015
que compila los Decretos 1514 de 2012 y 2840 de 2013, entre otros, como ya se dijo,
establece las actuales condiciones formales para adquirir este estatus en Colombia. En estas,
se incorporan, además de la definición de refugiado de la Convención de 1951, la definic ió n
ampliada de la Declaración de Cartagena, y las condiciones especiales de la Convención
contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes de 1984 y las
disposiciones del Comité Contra la Tortura (CAT), creado en el marco de la Convención.
De acuerdo con lo anterior, las solicitudes que no sean presentadas dentro de los plazos
establecidos deberán contener los fundamentos de hecho debidamente documentados para la
no presentación oportuna. Así mismo, es importante señalar que la solicitud para el
reconocimiento de la condición de refugiado se estudia y analiza a la luz de los previsto en
los instrumentos internacionales y la normativa interna que regula la materia.
97
En ese sentido, las solicitudes de refugio son analizadas y estudiadas individualmente por la
Comisión Asesora para la Determinación de la Condición de Refugiado, para luego proyectar
las resoluciones que resuelven las solicitudes de manera favorable o rechazarlas. En lo
concerniente a la solicitud escrita de reconocimiento de la condición de refugiados, esta debe
contener:
El Decreto 1067 de 2015, en su artículo 2.2.3.1.6.2, prevé los requisitos que debe contener la
solicitud presentada por los extranjeros que soliciten el reconocimiento de la condición de
refugiado en Colombia. “En ese sentido, la figura del refugio solo opera bajo los criterios
establecidos en la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 y del Protocolo
sobre el Estatuto de los Refugiados de 1967, y en el artículo 2.2.3.1.1.1 del Decreto 1067 de
2015” (Ministerio de Relaciones Exteriores, 2017, p. 8). Una vez el extranjero solicita el
reconocimiento de la condición de refugiado de acuerdo con los requisitos exigidos, el Centro
Facilitador de Servicios Migratorios le entrega un salvoconducto para permanecer en el
territorio nacional, mínimo por cinco días y máximo por tres meses, pero que puede ser
prorrogable hasta por tres meses más, siempre y cuando medie solicitud de la Comisión
Asesora para la Determinación de la Condición de Refugiado (CONARE): el salvoconducto
incluye la siguiente anotación: “No válido para salir del país ni para desplazarse a zonas de
frontera distintas a aquella por la cual ingresó al territorio nacional” (Resolución 317 de 2014,
art. 3).
98
la que indique su identidad. Así mismo, puede adjuntar documentos que respalden su
solicitud de refugio. Esta documentación hace parte, entre otras, del expediente que será
entregado para estudio de la Comisión Asesora para la Determinación de la Condición de
Refugiado. Estos procedimientos reseñados en los artículos 2.2.3.1.6.2 y 2.2.3.1.6.7 del
Decreto 1067 de 2015 están contemplados en el artículo 36 de la Ley 1437 de 2011 que
preceptúa que “los documentos y diligencias relacionados con una misma actuación se
organizarán en un solo expediente, al cual se acumularán, con el fin de evitar decisiones
contradictorias” (art. 36).
Así mismo, el procedimiento de refugio exige que su solicitud esté firmada por el interesado,
“cuando se trate de personas que no sepan o no puedan firmar, se procederá a la firma a
ruego, como lo prevén los artículos 39 y 69 del Decreto 960 de 1970” (Decreto 1067 de 2015,
art. 2.2.3.1.6.2). Los artículos referenciados hacen parte del Estatuto de Notariado y se
refieren a lo siguiente:
Artículo 39. Si alguno de los otorgantes no supiere o no pudiere firmar, el instrume nto
será suscrito por la persona a quien él ruegue, cuyo nombre, edad, domicilio e
identificación se anotarán en la escritura. El otorgante imprimirá a continuación su
huella dactilar de lo cual se dejará testimonio escrito con indicación de cuál huella ha
sido impresa.
Al respecto, el Decreto 1067 de 2015 estipula que sus disposiciones “serán aplicadas a los
solicitantes de la condición de refugiado y a los refugiados sin discriminación por motivos
de raza, género, religión, opinión política, nacionalidad, o pertenencia a determinado grupo
social, situación diferencial o cualquier otra condición” (art. 2.2.3.1.6.16).
funcionarios que intervienen en una solicitud de refugio deben asumir “las consecuencias por
sus decisiones, omisiones o extralimitación de funciones, de acuerdo con la Constitución, las
leyes y los reglamentos” (Ley 1437 de 2011, art. 3).
De la lectura del contenido del Decreto 1067 de 2015 se evidencia que el Ministerio de
Relaciones Exteriores junto con la Unidad Administrativa Especial Migración Colombia a
través de la Resolución 317 de 2014, buscan que el procedimiento logre su finalidad en
“procura de la efectividad del derecho material objeto de la actuación administrativa” (Ley
1437 de 2011, art. 3), mediante la coordinación de sus actividades –principio de
coordinación-, que se inicia desde el momento mismo que extranjero radica su solicitud ante
un oficial de Migración Colombia y este a su vez, lo remite al despacho del Viceminister io
de Asuntos Multilaterales del Ministerio de Relaciones Exteriores, se entrega a una Comisión
Asesora para la Determinación de la Condición de Refugiado , conformada por funciona r ios
del Ministerio de Relaciones Exteriores y Migración Colombia que cuenta con una Secretaría
Técnica ejercida por un asesor del Viceministerio de Asuntos Multilaterales que se encarga,
entre otros, de convocar a la miembros de la Comisión, coordinar, realizar funciones de
relataría y conservación de los documentos así como de su difusión; además, la Comisión
como su Secretaría Técnica cuentan con el apoyo de un grupo de trabajo para la
determinación de la condición de refugiado. Como se observa, el trámite administrativo de
una solicitud de refugio implica un trabajo coordinado entre varios servidores públicos que
103
están obligados, en virtud del principio de moralidad, “a actuar con rectitud, lealtad y
honestidad en las actuaciones administrativas” (Ley 1437 de 2011).
El Decreto 1067 de 2015 prevé que la decisión del Ministerio de Relaciones Exteriores, como
acto administrativo, brinde la oportunidad de ser controvertida; y así lo reseña: “contra la
decisión que resuelve sobre la condición de refugiado, procede el recurso de reposición”
(Decreto 1067 de 2015, art. 2.2.3.1.6.11); en ese sentido, “en toda la actuación, se garantiza n
los derechos de contradicción y a la defensa, el solicitante [es] escuchado en entrevista,
[puede] aportar pruebas, [es] notificado de las resoluciones expedidas y se le [garantiza] el
derecho a interponer el recurso de reposición” (Consejo de Estado, sentencia del 28 de
septiembre de 2017).
Por otra parte, una de las herramientas constitucionales con que cuentan las personas en
Colombia para hacer valer los derechos fundamentales, es la Acción de Tutela. Algunas de
ellas son revisadas posteriormente por la Corte Constitucional, sin que sea su obligació n
revisarlas todas, y de este estudio se deriva la jurisprudencia que utiliza el operador jurídico
o en su defecto, invoca el accionante o quien lo represente. La importancia de revisar la
jurisprudencia constitucional en torno al estatus de refugiado estriba en que ha sido la misma
entidad la encargada de motivar cambios conceptuales y jurídicos para la aplicabilidad de la
normatividad interna, y en este caso, se observa como en los últimos años la Corte hace
alusión a los refugiados de facto o, de hecho, como un fenómeno social al que jurídicame nte
debe atenderse para evitar la afectación de la dignidad humana de quienes lo padecen.
En Colombia los extranjeros gozan de una serie de derechos que se encuentran reconocidos
en la Constitución, el Bloque de Constitucionalidad y algunas normas de orden legal. Este
105
La Corte Constitucional ha considerado que “la legislación nacional aún no ha generado una
respuesta institucional a fenómenos migratorios complejos, los cuales no pueden encajarse
propiamente ni en la categoría de desplazamiento forzado, ni bajo el clásico estatus de
refugiado” (Sentencia T-328 de 2017). Sin embargo, “las situaciones cubiertas por la
definición legal de refugiado (prevista en el artículo 2.2.3.1.1.1 del Decreto 1067 de 2015)
abarca todas las situaciones en las que existe una obligación internacional de no devolució n,
y en el mismo sentido, el mencionado Decreto prevé que durante el trámite no se devolverá
al solicitante de refugio a otro país, sea o no el de origen” (Sentencia T-250 de 2017).
y esa restricción fue el objeto del Protocolo sobre el Estatuto de Refugiados adoptado en
1967. Más, sin embargo, la evolución conceptual no culminó allí, sino que, por el contrario,
en respuesta a fenómenos nuevos y complejos que “se presentan cuando grupos
poblacionales, bien sea individual o masivamente, abandonan un determinado país buscando
garantizar su seguridad y vida” (Corte Constitucional, sentencia T-328 de 2017), conllevó a
que la Organización de Estados Americanos a través de la Declaración de Cartagena ampliara
el concepto de refugiados.
No obstante, debe advertirse que los comentarios realizados por la Corte Constitucio na l
colombiana sobre la concepción del término refugiado pueden ser diferentes a los
desarrollados en otras latitudes. Por ejemplo, en Europa a pesar de contar con una comunidad
política que acoge a los Estados que la integran, se enfrenta en este momento a dos
situaciones que pueden inferir negativamente en el ejercicio de ese derecho humano. Estas
son la ciudadanía y la protección de derechos en materia migratoria, ambas según (Goig,
2016) evolucionaron más allá del momento histórico del fin de la segunda guerra mundia l,
para situarse en una realidad actual que sobrepasa las restricciones adoptadas por el Protocolo
sobre el Estatuto de Refugiado, “llevado a la adopción de medidas dispares destinadas a
reforzar los controles de identificación; hacer más rigurosas las condiciones para la
expedición de visados y de permisos de estancia y trabajo” (Goig, 2016, p. 62).
La situación descrita por Goig (2016) sobre el refugio en Europa en la actualidad, lo lleva a
sostener que la política adoptada por los Estados frente a ese tema, priva el ejercicio de los
derechos humanos de quienes lo solicitan; así mismo, advierte el autor citado, se está frente
a una crisis del Estado social y a una transformación de la sociedad actual, aspectos a
considerar y que deben ser aprovechados para elaborar un nuevo concepto que se ajuste una
ciudadanía universal que tenga por fundamento “los Tratados Internacionales universales en
materia de derechos y libertades y que se basase en el carácter universal de los derechos en
ellos proclamados” (Goig, 2016, p. 62-63).
El concepto de refugiado para la Corte Constitucional se refiere a “la persona que abandona
su país por miedo a ser perseguida por razones religiosas, raza, nacionalidad, pertenecer a
107
determinado grupo social o político, y por la violencia en general. Es decir, tanto en el caso
del refugiado como en el del desplazado, el abandono de su arraigo corresponde a
circunstancias similares” (sentencia T-459 de 2016). Para la Corte Constitucional existen
grupos poblacionales que podrían ser catalogados como “refugiados de facto o de hecho”, es
decir, personas que debido a sus características no pueden ser encajados ni en la categoría de
desplazado ni bajo el estatus de refugiado. En este orden de ideas ha afirmado:
En el caso colombiano, cuando las personas se ven forzadas a cruzar las fronteras
internacionales en búsqueda de protección, adquirir la condición de refugio en los
países vecinos no es un proceso sencillo. En la mayoría de los casos, por
desconocimiento de sus derechos o por la lejanía de las zonas fronterizas en las que
se asientan, muchas víctimas no inician los procesos formales de solicitud de refugio,
lo que implica que permanecen en una situación irregular ante las autoridades
nacionales. En otros casos, a pesar de iniciar los procesos de solicitud, las exigenc ias
y demoras de las autoridades competentes, pueden llevar a que muchas veces el
refugio se convierta en un objetivo inalcanzable (Corte Constitucional, sentencia T-
328 de 2017).
En ese orden de ideas, el tránsito hacia otros países, se ha logrado de diversas maneras, desde
el que sale con solicitud de asilo, refugiado o repatriado, hasta el que lo hace por medios no
permitidos. No obstante que se trata de personas afectadas por fenómenos migrator ios
innominados merecen un tratamiento digno que se compadezca con las garantías
constitucionales que ha de tener tanto la población refugiada como la desplazada, ya que
ambas, dada la violencia y la discriminación, se han visto obligadas a abandonar el sitio
donde normalmente desarrollaban su actividad laboral, familiar y social (Corte
Constitucional, sentencia T-459 de 2016).
De las sentencias reseñadas hasta aquí, se puede decir que para instaurar una acción de tutela
no importa si es persona nacional o extranjera (sentencia T-314 de 2016); en torno a los
refugiados se ha destacado la necesidad de aplicar los mecanismos protectores que les
permita volver a tener una vida normal en su país de origen o en el país de asilo y a obtener
108
ayudas humanitarias (sentencia T-459 de 2016); así como se reconocen de forma amplia los
derechos de los extranjeros en territorio colombiano, también estos se encuentran sometidos
a cumplir los deberes que el ordenamiento jurídico interno establece (sentencia T-250 de
2017); pero, la ocurrencia de fenómenos migratorios innominados en razón de la violenc ia
constituye un impedimento que influye en la imposibilidad de hacer efectivo un derecho de
manera oportuna (sentencia T-328 de 2017).
En conclusión aquello que hace falta en la legislación colombiana, para lograr una
coordinación con los estándares internacionales, sobre la regulación del Derecho al refugio
es un sistema migratorio capaz de atender los nuevos retos del refugio, lo cual es necesario
porque actualmente se cuenta con un proceso administrativo para la migració n que de por sí,
dado el tiempo procesal en sus distintas etapas, es lento atentando contra el pleno uso de sus
derechos humanos, lo que conlleva a que el derecho a locomoción, trabajo, salud, vivie nda,
alimentación, entre otros, queden supeditados a decisiones de carácter administrativa de un
ente gubernamental; en consecuencia, solo a través de un proyecto de ley y su decreto
reglamentario podrán superarse esas barreras administrativas y ajustarse a los estándares
internacionales actuales.
109
El principio de la buena fe no tiene un contenido jurídico sino moral, por ende, hace parte de
los denominados “principios generales del Derecho” que sirven de fundamento al
ordenamiento jurídico, y desde el punto de vista conceptual, comporta “dos elementos
fundamentales: la lealtad y la transparencia” (Mesa, 2013, p. 20). En ese sentido, el acto que
emita la autoridad administrativa a favor del solicitante de refugio no puede ser modificado
o revocado unilateralmente y se deben respetar y garantizar “los derechos de las personas
que demandan y obtengan el estatuto de refugiado en nuestro país” (Corte Constitucio na l,
sentencia T-704 de 2003).
Tabla 1. Solicitudes de refugio por país radicadas ante el Ministerio de Relaciones Exteriores
de Colombia, 2014-2016
País 2014 2015 2016 Total
Afganistán 5 5
Bangladesh 6 10 1 17
Bolivia 1 1
Brasil 1 1 2
Cuba 65 139 48 252
Ecuador 2 3 5
111
Aunque “Colombia ha sido históricamente un país más expulsor que receptor de refugiados
y migrantes, situación que ha venido transformándose gradualmente” (Consultoría para los
Derechos Humanos y el Desplazamiento; Pastoral Social Caritas Colombiana; Servicio
Jesuita a Refugiados y Comisión sobre Migraciones Forzadas, Exilio y Reconciliación, 2017,
p. 7), se observa que en el período 2014-2016 esa situación ha ido cambiando
progresivamente.
El Decreto 1067 de 2015 prevé los motivos por los cuales una persona en Colombia puede
ser excluida del trámite de solicitud de reconocimiento de refugiado, los cuales son: 1. Que
ha cometido un delito contra la paz, un delito de guerra o un delito contra la humanidad, de
los definidos en los instrumentos internacionales elaborados para adoptar disposicio nes
115
respecto de tales delitos; 2. Que ha cometido un grave delito común, fuera del país de refugio,
antes de ser admitida en él como refugiado; 3. Que se ha hecho culpable de actos contrarios
a las finalidades y a los principios de las Naciones Unidas. El Ministerio de Relaciones
Exteriores informó que durante el período 2014-2016 no se tiene conocimiento respecto a la
aplicación del citado artículo o si algún solicitante de reconocimiento de la condición de
refugiado ha estado incurso en una de estas causales (Ministerio de Relaciones Exteriores,
2017, p. 6). Así mismo, la Cancillería informó que durante el lapso 2014-2016 no obra
resolución mediante la cual cese la condición de refugiado por las causales señaladas en el
artículo 2.2.3.1.8.2.
El punto crítico aquí es que la definición más amplia de quién es un refugiado se encuentra
en la Declaración de Cartagena, con su plan de acción amplio y detallado que establece una
estrategia sobre cómo promover la protección, no solo de los refugiados sino también de los
desplazados internos. Además, cada década se ha emprendido un proceso de consulta
conmemorativa entre los gobiernos participantes que ha llevado a ampliar conceptualme nte
el número de personas vulnerables que ha tratado de proteger y ha incorporado a un Plan de
Acción específico sobre cómo los Estados de la región podrían lograr esos objetivos.
También, y lo más importante, abarca a todos aquellos que han sido desplazados por el
conflicto armado que actualmente es la principal causa de refugiados en el mundo.
Los problemas que tiene el sistema de refugio en Colombia han sido diagnosticados por la
Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento (CODHES), Pastoral Social /
Caritas Colombiana y el Servicio Jesuita a Refugiados Colombia (SJR COL) y están
consignados en el “informe Colombia de seguimiento al Plan de Acción de Brasil”; anális is
que sirve de sustento fáctico para determinar la capacidad de respuesta institucional para el
117
va en contra del deber de adoptar disposiciones de derecho interno que implica, entre otras,
para el Estado “la supresión de las normas y prácticas de cualquier naturaleza que entrañen
violación a las garantías previstas en la Convención” (Comisión Interamericana de Derechos
Humanos, 2015, p. 90).
El año 2016 ha sido el año en el que históricamente Colombia ha deportado a más extranjeros.
Se realizaron 23.393 medidas administrativas de deportación y 1.305 medidas
administrativas de expulsión. Entre el año 2015 y 2016, se realizaron un total de 35.775
deportaciones y expulsiones, la mayoría a cubanos y haitianos, seguidos por venezolanos y
nepalíes. Esa magnitud da cuenta no solo de las nuevas necesidades en materia migrator ia
para el Estado colombiano, sino también, de su incapacidad para responder de manera
coherente y desde un enfoque de derechos sobre esta situación, que afecta especialmente a
las regiones fronterizas. (Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamie nto,
Pastoral Social / Caritas Colombiana y Servicio Jesuita a Refugiados Colombia, 2017, p. 14)
Ante los hechos expuestos, se debe advertir que todos los Estados están obligados a cumplir
sus obligaciones internacionales de buena fe, lo que a menudo implica incorporar los tratados
internacionales a la legislación nacional y establecer los mecanismos adecuados para que las
personas que puedan beneficiarse de ellos sean identificados y favorecidos con dicha
protección. La Convención de 1951 no es autoaplicable, y si bien el reconocimiento del
estatuto de refugiado puede ser declaratorio de los hechos, el goce de la mayoría de los
derechos de la Convención depende necesariamente de que tal decisión sea tomada por un
Estado parte. Por lo tanto, Colombia carece de un procedimiento ajustado a la nueva realidad
que se presenta en sus puntos fronterizos para determinar el estatuto de refugiado, que
contribuya a garantizar la identificación de las personas que tienen derecho a la protección,
y facilitar el cumplimiento de sus obligaciones internacionales.
119
Para la Cancillería colombiana “el plazo razonable en el que deberá resolver dependerá de la
información y documentación que el solicitante aporte y de la complejidad de cada caso”
(Ministerio de Relaciones Exteriores, 2018, p. 1). La inexistencia de un plazo para tramitar
la solicitud de refugio ha sido reconocida, según se reseñó en el capítulo segundo de esta
monografía, bajo el argumento de que “el trámite de solicitud de reconocimiento de la
condición de refugiado no tiene un término determinado, toda vez que el Decreto 1067 de
2015, no lo prevé” (Ministerio de Relaciones Exteriores, 2017, p. 10). Situación que genera
desasosiego entre algunos organismos encargados de atender y ofrecer asistencia social a los
refugiados, en especial cuando manifiestan:
“…, los largos tiempos que conlleva el proceso, y a la falta de asistencia del Estado
colombiano, pone a los solicitantes de asilo en una situación de vulnerabilidad y de
exposición a explotación laboral e incluso sexual, para lograr su subsistencia y la de
su familia mientras obtienen una respuesta de Cancillería. El (…) limitante territoria l
(…) coarta la movilidad de los solicitantes, los cuales ya vienen en un estado complejo
en materia psicológica, restringiendo la posibilidad a los mismos de construir redes
que faciliten los procesos de integración”. (Consultoría para los Derechos Humanos
y el Desplazamiento, Pastoral Social / Caritas Colombiana y Servicio Jesuita a
Refugiados Colombia, 2017, pp. 11-12)
Teniendo en cuenta que la Declaración de Cartagena subraya la importancia de que los países
de la región establezcan estándares mínimos de tratamiento para los refugiados, sobre la base
de las disposiciones de la Convención de 1951 sobre Refugiados y su Protocolo de 1967 y
de la Convención Americana sobre Derechos Humanos; y que, en tal sentido,
1.4 Enfoque diferenciado para brindar protección y asistencia humanitaria a los refugiados
A lo anterior se añade, que Colombia junto con Brasil, Chile y Uruguay promovieron ante el
Consejo de Derechos Humanos en Ginebra una resolución sobre protección contra la
violencia y discriminación por motivos de orientación sexual e identidad de generó
(Organización de las Naciones Unidas, 2016), en la que se “deplora enérgicamente los actos
de discriminación (…) que se cometan contra personas por su orientación sexual o identidad
de género” (Organización de las Naciones Unidas, 2016).
De lo expuesto hasta aquí, se puede inferir que el Estado colombiano está en mora de articular
el procedimiento actual para el reconocimiento de la condición de refugiado a diversos
aspectos normativos presentes en los instrumentos internacionales, especialmente los
encaminados a solventar los obstáculos para ejercer el derecho de buscar y recibir refugio
desde un enfoque basado en los derechos de los solicitantes, en el que el asistencialis mo
estatal no sea una opción sino que predomine la obligación de respetar, proteger y hacer
cumplir los derechos humanos de los refugiados, pues todas las personas, indistintamente de
su estatus migratorio, tienen derecho a una vida digna, libre de tratos crueles, inhumanos y
degradantes y a ser beneficiarias de unas garantías procesales durante el procedimie nto
administrativo de reconocimiento o no de la condición de refugiado.
126
6. Conclusiones
Los refugiados se convierten por esa condición, en personas forzadas a abandonar su país de
origen debido a violaciones de los derechos humanos. La razón principal para que las
personas soliciten refugio, es la flagrante violación de sus derechos humanos por parte del
Estado o actores no estatales, ante lo cual la comunidad internacional ha respondido a dicho
problema y ha elaborado un marco legal destinado a protegerlos, que junto con la práctica de
los Estados receptores y las organizaciones internacionales, ha ayudado a poner el concepto
de los derechos de los refugiados en el primer plano de la doctrina de la protección legal
internacional.
Desde el ámbito práctico del refugio, la dificultad de mantener una definición de refugiado
limitada por el tiempo y el espacio pronto fue evidente, pero no fue hasta 1967 que el
Protocolo sobre el Estatuto de los Refugiados ayudó a cerrar la brecha entre la Convención
sobre el Estatuto de los Refugiados y el mandato del Alto Comisionado de las Naciones
Unidas para los Refugiados, al enmendar la Convención de 1951, pero de hecho no hace tal
cosa. Los Estados partes en el Protocolo, que pueden ratificarse o adherirse sin pasar a ser
parte en la Convención, simplemente pueden acordar aplicar los artículos 2 a 34 de la
Convención a los refugiados definidos en su artículo 1, independientemente de la fecha límite
de 10 de enero de 1951.
El tratamiento de refugiados por parte de un Estado se rige no solo por los tratados
internacionales en el sentido de que representan compromisos y obligaciones, aceptados
entre las partes, para respetar, proteger u otorgar ciertos derechos y beneficios, sino tamb ién
por instrumentos más amplios de derechos humanos e incluso por normas de derecho
internacional consuetudinario, que establecen normas generales, ya sea de naturaleza
procesal o sustantiva; por ejemplo, el requisito de que se proporcione un remedio para cada
violación de los derechos humanos, o el deber de un Estado de proteger a todos en su territorio
o jurisdicción de la tortura.
127
Las medidas adoptadas a nivel universal para la protección jurídica internacional de los
refugiados se benefician de los acuerdos e instrumentos regionales que, a su vez, pueden ser
específicos de los refugiados u orientarse en general a la protección de los derechos humanos,
como es el caso de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, la Declaración de
Cartagena de 1984 y los estándares jurídicos establecidos en el sistema interamericano de
derechos humanos.
El reconocimiento de los refugiados de facto o de hecho es un reto legislativo para todos los
Estados, más sin embargo, atendiendo el orden normativo internacional, en especial el
Derecho Internacional de los Derechos Humanos, el Derecho internacional de Refugiados y
el Derecho Internacional Humanitario, es posible, desde el ámbito constitucional, garantizar
los mismos derechos a estas personas que a los cobijados por el concepto de la Convención;
es decir, las categorías desaparecen y en criterios de igualdad se procede a brindarles las
garantías establecidas en los instrumentos internacionales.
La división teórica y práctica que existe entre la protección de los refugiados y los derechos
humanos es falsa. Un obstáculo indiscutible es la falta de un mecanismo u órgano creado en
virtud de un tratado, con competencia para decidir sobre la legalidad de las medidas aplicadas
por los Estados en virtud de la Convención de Refugiados, para abordar las quejas de los
refugiados en el contexto de la protección de los derechos humanos.
Aunque las normas de derechos humanos reconocen la protección de todas las personas por
igual, las pautas para el tratamiento de los refugiados en virtud de la Convención de
Refugiados de 1951 se fundamentan en las bases tradicionales del trato otorgado a nacionales
y extranjeros en algunos aspectos como el acceso a la educación, el alcance de la libertad de
circulación y de residencia. En consecuencia, los estándares para el tratamiento de refugiados
130
Colombia no cuenta con un sistema migratorio capaz de responder a grandes movimie ntos
migratorios que demanden solicitudes de refugio, pues su infraestructura y procedimie nto
fue implementado desde hace años para dar respuesta a una petición radicada primero ante
Migración Colombia, que luego se pasa a evaluación por la Comisión Nacional de Refugio,
después a una ampliación de la misma mediante entrevista personal y finalmente, estudio de
la proyección por parte de una comisión en la Cancillería; todo esto enmarcado en unos
tiempos procesales que van en contravía del bienestar del solicitante por las restricciones
contempladas en el salvoconducto, imposibilidad de trabajar legalmente, restricción en sus
desplazamientos, la falta de albergues y asistencia alimentaria por parte del Estado y el riesgo
de no ser admitido, tal como lo demuestra la baja tasa de reconocimiento de refugio.
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