“Yo, frente al ser que es distinto, no le voy a exigir al otro
que sea como yo, o que sea como este otro. Si no acepto al otro, no lo veo y lo confundo con mis exigencias y con la frustración de que mis exigencias no sean satisfechas.
La acción de aceptación del otro como legítimo otro en la
convivencia define el dominio de acciones del amor. Amor es una palabra importante aunque manoseada, que yo insisto en usar porque es fundamental, cotidiana, básica y trivial, pero esencial.
El amor no es ciego sino que visionario. Uno ve al otro
solamente en la medida en que uno no le exige, en que le permite ser, y solamente es en la medida que soy yo con el otro y el otro conmigo que podemos generar un espacio de convivencia social. Es sabio entender que el amor es el punto de partida que configura lo humano, porque nos permite aceptar que lo humano se configura en el vivir y no preexiste.
No podemos acusar a nadie de no ser como debiera ser
según nosotros. Primero, porque nadie debe de ser de ninguna manera ya que, como sea, siempre dependerá de cómo y con quien viva y de las circunstancias de ese vivir. Amar al fin es aceptar la grandeza y pequeñez del otro porque también puedo reconocerla en mí.”