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CAMPEONES

«ATENCIÓN: SE VA A FORMAR EL NUEVO EQUIPO MUNICIPAL DE


FÚTBOL INFANTIL. LOS INTERESADOS DEBEN IR EL SÁBADO A LAS 10
DE LA MAÑANA A LAS PISTAS DEL POLIDEPORTIVO PARA LAS
PRUEBAS DE SELECCIÓN »

Eso decía el letrero que había clavado en la puerta del gimnasio del cole.
Cuando lo leí me dio un salto el corazón y pensé: « Tengo que intentarlo, me tengo
que atrever. Seguro que yo puedo hacerlo ».

A mí se me dan bien los deportes. Gané una medalla en salto de longitud el


año pasado, en mi escuela, y nado más rápido que mis primos, unos gemelos que
tienen trece años. Pero lo que más me gusta de todo es jugar al fútbol. Me pasaría
todo el día jugando. Para mí, lo más divertido del mundo es un buen partido: correr
y driblar tan deprisa que nadie me alcance, esquivar a los contrarios, dominar el
balón y pegar una patada perfecta, un tiro que entre... bumba, en la portería..., ¡qué
gusto! Bueno, todavía no he dicho una cosa: soy una chica.
Por fuera no se me nota todavía. Siempre llevo vaqueros y deportivas y el
pelo corto. Pero tengo once años y yo sé que estoy cambiando por dentro. Ya me
entendéis ¿no?
Estuve todo la semana pensando en el cartel del gimnasio en lo genial que
sería formar parte del equipo y entrenar en el campo de hierba con las camisetas
todos iguales. Pero también pensaba: " Eres una niña, y las niñas no juegan al
fútbol " A veces la vida es un rollo.
Y al final me decidí a ir a las pruebas.
Todavía estaba cerrada la verja del polideportivo y unos cuantos chicos
esperaban en grupos charlando. Enganché mi bici a una farola y me senté en la
acera. Saqué de la mochila "Los trapos sucios", que es un libro de Manolito
Gafotas que tenía a medio, bajé bien la visera de mi gorra y me puse a leerlo.
- ¡Eh, tú, chaval! ¿vienes a las pruebas? - me dijo un niño delgaducho y con
gafas. Yo sacudí la cabeza diciendo que sí.
- ¿De qué colegio eres? - volvió a preguntar el gafotas
- Del " Giner de los Ríos " - dije mirándolo- Fue entonces cuando se dio
cuenta y dijo con sorpresa:
- ¡Eres una chica!
- ¡No me digas! ¿Y, algún problema?
- No, ninguno - se levantó y se acercó a mí.
- Que yo sepa, se busca gente que sepa jugar al fútbol. Y "gente" es todo el
mundo - dije enfadada.
- ¡Eh!, que yo no he dicho nada, ¡qué carácter! Anda, ¿quieres un chicle? -
dijo ofreciéndome una tableta.
- Es que estoy harta de que todo el mundo me mire como a un bicho raro.

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¿De qué es el chicle?
- De menta. Extra fuerte. Son los mejores - dijo sentándose a mi lado.
- Sí
Hacía una mañana bonita. Yo hundí los dientes en la pastilla y el sabor de la
menta extrafuerte se extendió por mi boca.
- ¿Sabes? - le dije - , me regalaban la Barbie, la Nancie, el tocador de la
Barbie, el supermercado de la señorita Pepis y todos los regalos que se le hacen a
las niñas siempre... A mí me aburrían y me iba a jugar con la caja de herramientas
de mi padre. Un día, con un destornillador desmonté el mecanismo del Nenuco
Llorón y se lo puse a la Barbie Superestar, y salió algo así como la novia de Chuky
berreando. Y otro día me fabriqué una pelota metiendo en un calcetín los vestiditos
de mis muñecos, bien apretados, y jugaba durante horas en el pasillo de mi casa.
Yo envidiaba todo lo que tenían mis primos y me moría por sus juguetes: mecanos,
coches, pistolas. Estaba tan obsesionada con ellos que llegó un momento que los
imitaba en todo... hasta meaba de pie.
- Qué fuerte... - dijo Manolito, y sentí cómo se le atragantaba el chicle.
- Cuando cumplí seis años por fin me regalaron un balón de reglamento. Ese
fue el día más feliz de mi vida. Recuerdo que se convirtió en mi juguete favorito y
no me separaba de él ni para dormir. Y después, cuando aprendí a leer, me daba
mucha rabia que los hombres de los cuentos hicieran cosas divertidas y las chicas
no. ¿Te has fijado que el príncipe va por el bosque a caballo, mientras que la Bella
Durmiente no hace más que dormir y dormir y esperar a que alguien la despierte?
- Es verdad
- Y no creo que la Cenicienta llegara muy lejos con zapatos de cristal. Por
eso yo he ahorrado durante meses para comprarme las botas de fútbol que llevo en
la mochila. Pero no sé si voy a entrar a la prueba. Pienso que no me van a elegir
aunque juegue bien, porque soy una chica y las chicas no hacen estas cosas. Para
vosotros todo es más fácil.
- Bueno - dijo-. No siempre es fácil para los niños.
- ¿Qué dices?
- Yo también pienso que, a veces, la vida puede ser una lata. Tengo dos
hermanos mayores. El primer recuerdo de mi vida es que mis hermanos me
lanzaron a la piscina para ver si flotaba: no floté. Cuando me recuperé del susto,
me dijeron que tenía que ser valiente y me tiraron otra vez. Ese es mi segundo
recuerdo. Mis hermanos son unos cachas como el primo de Zumosol y a mí me
decían " canijo ". Más tarde, en el colegio nos pusieron la peli de " Bambi ".
Cuando matan a la madre yo no podía detener las lágrimas, aunque me habían
dicho que los hombres no lloran, tenía que disimular porque me daba vergüenza
que me vieran y me dijeran los demás parvulitos: ¡El canijo está llorando! Mis
padres me compraban bicicletas y patines y me decían "¡Campeón, campeón¡"
empujándome hasta caer. Me apuntaron a yudo y lo pasé fatal porque no me gusta
competir ni ser siempre el campeón. Me hubiera quedado de buena gana con mamá
haciendo tartas y metiendo las manos en la harina pero mi madre me mandaba a

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pelear al "tatami" con los hermanos. Un día puse los Playmobil en una cacerola e
invité a mi familia a comer. Casi les da un síncope. Mis hermanos me llamaron
“canijo sádico” pero yo solo quería jugar a otra cosa. Por entonces empecé a
comer tiza y yeso de la pared y me llevaron al psicólogo. Estuve haciendo test dos
años. Después me pusieron gafas ¡y fue un alivio! Gracias a las gafas ya no voy a
la piscina con mis hermanos porque digo que se me empañan. Una suerte al fin y al
cabo...

Yo estaba hecha polvo. Miraba a aquel niño delgaducho con gafas y sentía
que las cosas no son justas.
- Oye- le dije para darme un respiro- ¿tienes otro chicle?
- Claro. Todos los que quieras. He cambiado la tiza y el yeso de la pared por
golosinas- dijo sacando del bolsillo una tableta entera. Nos echamos a reír como
locos, tan fuerte que todo el mundo se volvió a mirarnos. Era un niño inteligente y
divertido y pensé que me gustaría mucho tenerlo por amigo.
Después, cuando se nos pasó la risa, dijo:
- ¿ Sabes?, yo estoy aquí porque esa es mi pandilla y ellos querían hacer la
prueba. Es lo que hacen los chicos.
Yo dije: No sé si tendré valor para entrar.
El dijo: No sé si tendrá valor para no entrar.
Estuvimos un rato sin decir nada, sentados en el suelo, aplastados por el
peso de todo lo que habíamos hablado.
De pronto se abrieron las puertas del polideportivo y los grupos empezaron
a moverse hacia la entrada. El chico se levantó de un salto y me tendió la mano.
Era una mano cálida y f irme. Les dijo a sus amigos:
- Yo no voy con vosotros, pero esperad a ésta niña. Ella es fantástica
jugando al fútbol.
Pura Azorín

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