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Tipo: Expositivo
Lógica: Inductiva
Introducción
Hace varios años, cuando Paola, mi hija mayor, estaba en el Jardín de infantes, me
preguntó si me daba “miedo escénico” cuando predicaba. Evidentemente, ese era un
tema que habían estado estudiando en clase. Mi esposa, riendo, le contestó: «Tu papá
lleva muchos años predicando, tantos que ya no le da miedo hablar frente a grandes
grupos de gente».
Lo interesante del caso es que es respuesta no es del todo correcta. El hecho es que,
en algunas ocasiones, me da temor predicar. Por lo regular, el temor me ataca cuando
predico por primera vez ante alguna congregación extraña o en algún país extranjero.
La comodidad de lo conocido
Predicar en casa es mucho más cómodo que predicar en una tierra extraña. Esa es una
verdad sencilla, pero poderosa. Quizás esta verdad nos permita comenzar a
comprender algunos aspectos del ministerio del Apóstol Pablo, según se describe en el
libro de los Hechos de los Apóstoles.
Hechos presenta a Pablo como un hombre bicultural y bilingüe. Nacido y criado en Asia
Menor, específicamente en la ciudad de Tarso, creció como un hombre judío en medio
de una comunidad de personas «gentiles», es decir, no-judías. Esto explica por qué
tenía dos nombres: Saulo, un nombre hebreo que celebraba su herencia como
descendiente de la tribu de Benjamín; y Pablo, un nombre latino que probablemente se
refería a la familia romana que había esclavizado a sus abuelos o a sus padres.
También explica por qué hablaba, por lo menos, dos idiomas, arameo y griego. Aun
explica por qué podía citar las escrituras hebreas y los poetas griegos con tanta
facilidad.
Como bien sabemos, Pablo fue un fariseo celoso que persiguió al liderazgo cristiano.
De hecho, Pablo estaba en medio de una de dichas cruzadas cuando tuvo un encuentro
con el Cristo Resucitado. Este encuentro lo transformó en un líder del movimiento
cristiano. Es decir, Pablo pasó de ser un celoso perseguidor de cristianos a un líder
cristiano celoso.
De acuerdo al libro de los Hechos, Pablo volvió a casa poco después de abrazar la fe
cristiana. Bernabé fue quien viajó a Tarso a buscarlo (12.25). Ambos se mudaron a
Antioquia de Siria, donde la Iglesia los comisionó como ministros del Evangelio (13.2).
Lo interesante del caso es que una vez comisionados los nuevos ministros visitaron sus
respectivas patrias. Primero, viajaron a Chipre, la isla de donde provenía Bernabé
(13.4, compare con 4.36). Después, viajaron al sur de Asia Menor, la tierra de donde
provenía Pablo (13.13). El resto de su primer viaje misionero lo pasaron predicando en
ciudades relativamente cercanas a Tarso.
Se asoma el conflicto
Bernabé aceptó, pero quería llevar a Juan Marcos como colaborador (15.37). Juan
Marcos era sobrino de Bernabé, hijo de María, su hermana (Col. 4.10). Pablo encontró
que eso no era aceptable (15.38). Juan Marcos les había acompañado en el primer
viaje misionero, pero les abandonó antes de concluirlo (véase 13.13). Este desacuerdo
fue tan fuerte que terminó rompiendo el equipo evangelístico (15.39).
Para sustituir a Bernabé, Pablo escogió a un hombre llamado Silas como compañero de
milicia cristiana (15.40). En el camino, conoció a un joven llamado Timoteo y le invitó
a acompañarles (16.1-4). Reconstituido el equipo evangelístico, lo único que faltaba
era comenzar a trabajar.
La inesperada oposición
¿Adonde se dirigió Pablo? A casa, por supuesto. Su viaje misionero lo llevó de vuelta al
sur de Asia Menor y a las ciudades cercanas a Tarso, donde se había criado.
3. Tuvo que huir de Iconio, donde líderes cívicos querían apedrearlo (14.5).
Basado en estas experiencias, Pablo podía esperar oposición de parte del liderazgo
judío tradicional, de las autoridades civiles grecorromanas o del ejército. Lo que no
esperaba Pablo era que esta vez la oposición viniera de parte de Dios.
Hechos narra que Pablo y su equipo de trabajo viajaron de una región llamada Frigia a
la provincia de Galacia, que abarcaba la zona central de Asia Menor. Sin embargo, «les
fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia» (16.6). Con toda
seguridad, esta revelación divina confundió a Pablo. El Apóstol, pues, decide viajar a
otras ciudades, particularmente a Misia y a Bitinia (16.7). Estas zonas quedan en la
parte noroeste de Asia Menor, fuera de la provincia de Galacia. Sin embargo, la
profecía había sido clara: Pablo no debía continuar predicando en Asia. Por lo tanto, el
Espíritu no le permitió ejercer su ministerio en la región (16.7).
Pablo siguió tratando de predicar en Asia, dirigiéndose a Troas, una ciudad portuaria a
la parte noroeste de la región (16.8). Allí fue que Pablo finalmente comprendió por qué
Dios le estaba impidiendo predicar. Por medio de una visión, Dios le reveló al Apóstol
adonde debía dirigirse. Una noche, Pablo vio a un hombre vestido como
acostumbraban hacerlo las personas que vivían en Macedonia, la región que queda
inmediatamente al norte de Grecia. El hombre le decía: «Pasa a Macedonia y
ayúdanos» (16.9). Esta visión era precisamente lo que el Apóstol y su equipo de
trabajo necesitaban. Una vez comprendieron adonde debían dirigirse, pudieron
desarrollar ministerios efectivos y fructíferos.
Un ministerio a medias
No obstante, este texto demuestra que Pablo cometió un gravísimo error al organizar
su segundo viaje misionero. Tenía el personal, los recursos y el mensaje que debía
predicar. Sin embargo, no sabía adonde Dios quería que fuera. Dicho de otro modo,
Pablo había hecho todo lo necesario, menos orar para determinar la voluntad de Dios
tanto para él mismo como para su equipo pastoral. Por eso comenzó a ministrar en el
lugar equivocado.
En tercer lugar, es sorprendente saber que Dios no bendijo los esfuerzos de Pablo
durante el comienzo de este, su segundo viaje misionero. Sería lógico pensar que Dios
siempre bendice el trabajo ministerial, sea donde sea. Sin embargo, queda claro que
Dios no bendijo el trabajo que Pablo quiso hacer en Asia Menor. No lo bendijo porque
Dios quería que Pablo predicara en otro lugar.
En cuarto lugar, es sorprendente saber que Dios valora lo novedoso. Si bien predicar
en casa es cómodo y lo conocido nos da seguridad, en ocasiones Dios desea que
cambiemos nuestra forma de hacer las cosas. Pablo comenzó su ministerio predicando
cerca de su tierra natal y quizás pensó que allí desarrollaría la mayor parte de su
trabajo pastoral. Sin embargo, Dios tenía otros planes.
Eso nos deja sin excusas. La mayor parte de las congregaciones responden de la
misma manera cuando sus líderes sugieren algún cambio: «No se puede. Nunca antes
hemos hecho las cosas así.» Quizás esto explica por qué Pablo continuó viajando de
una región de Asia Menor a otra a pesar de que el Espíritu Santo ya le había indicado
que no predicara en esa región. Dios quería cambios radicales y continuó revelando su
voluntad hasta que Pablo obedeció.
En resumen, salir a evangelizar sin saber cual es la voluntad de Dios hace tanto
sentido como ir a una agencia de viajes a comprar un pasaje sin saber adonde
queremos ir.
Conclusión
Este pasaje bíblico tienen mucho que decirnos. Lo más importante es que debemos
detenernos a escuchar la voluntad de Dios.
¿Adonde nos está llamando Dios? Vamos a orar hasta que Dios nos revele su voluntad,
en el nombre de Jesús. AMÉN.