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¿Cuál es la visión correcta?

Rev. Dr. Pablo A. Jiménez

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Texto: Hechos 16.6-10:

Tema: La visión de la voluntad de Dios permite que una congregación desarrolle un


ministerio efectivo.

Área: Desafío profético

Propósito: Que la congregación considere la importancia de desarrollar una


declaración de misión antes de desarrollar un plan de trabajo.

Tipo: Expositivo

Lógica: Inductiva

Introducción

Hace varios años, cuando Paola, mi hija mayor, estaba en el Jardín de infantes, me
preguntó si me daba “miedo escénico” cuando predicaba. Evidentemente, ese era un
tema que habían estado estudiando en clase. Mi esposa, riendo, le contestó: «Tu papá
lleva muchos años predicando, tantos que ya no le da miedo hablar frente a grandes
grupos de gente».

Lo interesante del caso es que es respuesta no es del todo correcta. El hecho es que,
en algunas ocasiones, me da temor predicar. Por lo regular, el temor me ataca cuando
predico por primera vez ante alguna congregación extraña o en algún país extranjero.

La comodidad de lo conocido

Predicar en casa es mucho más cómodo que predicar en una tierra extraña. Esa es una
verdad sencilla, pero poderosa. Quizás esta verdad nos permita comenzar a
comprender algunos aspectos del ministerio del Apóstol Pablo, según se describe en el
libro de los Hechos de los Apóstoles.

Hechos presenta a Pablo como un hombre bicultural y bilingüe. Nacido y criado en Asia
Menor, específicamente en la ciudad de Tarso, creció como un hombre judío en medio
de una comunidad de personas «gentiles», es decir, no-judías. Esto explica por qué
tenía dos nombres: Saulo, un nombre hebreo que celebraba su herencia como
descendiente de la tribu de Benjamín; y Pablo, un nombre latino que probablemente se
refería a la familia romana que había esclavizado a sus abuelos o a sus padres.
También explica por qué hablaba, por lo menos, dos idiomas, arameo y griego. Aun
explica por qué podía citar las escrituras hebreas y los poetas griegos con tanta
facilidad.

Como bien sabemos, Pablo fue un fariseo celoso que persiguió al liderazgo cristiano.
De hecho, Pablo estaba en medio de una de dichas cruzadas cuando tuvo un encuentro
con el Cristo Resucitado. Este encuentro lo transformó en un líder del movimiento
cristiano. Es decir, Pablo pasó de ser un celoso perseguidor de cristianos a un líder
cristiano celoso.

De acuerdo al libro de los Hechos, Pablo volvió a casa poco después de abrazar la fe
cristiana. Bernabé fue quien viajó a Tarso a buscarlo (12.25). Ambos se mudaron a
Antioquia de Siria, donde la Iglesia los comisionó como ministros del Evangelio (13.2).
Lo interesante del caso es que una vez comisionados los nuevos ministros visitaron sus
respectivas patrias. Primero, viajaron a Chipre, la isla de donde provenía Bernabé
(13.4, compare con 4.36). Después, viajaron al sur de Asia Menor, la tierra de donde
provenía Pablo (13.13). El resto de su primer viaje misionero lo pasaron predicando en
ciudades relativamente cercanas a Tarso.

Terminado su viaje, Pablo y Bernabé volvieron a Antioquia (14.26-28). De allí fueron a


Jerusalén, donde participaron en la primera Asamblea General del movimiento cristiano
(15.1-35). La Asamblea fue agria, pues la Iglesia estaba dividida en torno al tema de
la aceptación de las personas no-judías (15.1-5, 23-29).

Se asoma el conflicto

Lamentablemente, parece que Bernabé y Saulo disfrutaron mucho la pelea, porque


pronto tuvieron un desacuerdo que les llevó a separarse. ¿Cuál fue el motivo de su
desacuerdo? Pablo le dijo a Bernabé: «Volvamos a visitar a los hermanos en todas las
ciudades en que hemos anunciado la palabra del Señor, para ver cómo están» (15.36).
Es decir, Pablo quería que volvieran a su tierra, al sur de Asia Menor, a visitar las
congregaciones que habían establecido durante su primer viaje misionero.

Bernabé aceptó, pero quería llevar a Juan Marcos como colaborador (15.37). Juan
Marcos era sobrino de Bernabé, hijo de María, su hermana (Col. 4.10). Pablo encontró
que eso no era aceptable (15.38). Juan Marcos les había acompañado en el primer
viaje misionero, pero les abandonó antes de concluirlo (véase 13.13). Este desacuerdo
fue tan fuerte que terminó rompiendo el equipo evangelístico (15.39).

Para sustituir a Bernabé, Pablo escogió a un hombre llamado Silas como compañero de
milicia cristiana (15.40). En el camino, conoció a un joven llamado Timoteo y le invitó
a acompañarles (16.1-4). Reconstituido el equipo evangelístico, lo único que faltaba
era comenzar a trabajar.

La inesperada oposición

¿Adonde se dirigió Pablo? A casa, por supuesto. Su viaje misionero lo llevó de vuelta al
sur de Asia Menor y a las ciudades cercanas a Tarso, donde se había criado.

Podemos suponer que Pablo esperaba encontrar cierta oposición a su ministerio


misionero. De hecho, durante el primer viaje ya había pasado por varias situaciones
amargas. Por ejemplo:
1. En Chipre tuvo que enfrentarse a un charlatán que se hacía llamar «Barjesús», es
decir, «el hijo de Jesús» (13.6-12).

2. En Antioquia de Pisidia, Pablo fue expulsado de la sinagoga y de la ciudad (13.50).

3. Tuvo que huir de Iconio, donde líderes cívicos querían apedrearlo (14.5).

4. En Listra, la gente pensaba que Bernabé y Pablo eran Júpiter y Mercurio—dioses


grecorromanos—y les ofrecían sacrificios. Esto causó la indignación de los sacerdotes
paganos, quienes instaron al pueblo a apedreara Pablo, dejándolo por muerto a las
afueras de la ciudad (14.9).

Basado en estas experiencias, Pablo podía esperar oposición de parte del liderazgo
judío tradicional, de las autoridades civiles grecorromanas o del ejército. Lo que no
esperaba Pablo era que esta vez la oposición viniera de parte de Dios.

Hechos narra que Pablo y su equipo de trabajo viajaron de una región llamada Frigia a
la provincia de Galacia, que abarcaba la zona central de Asia Menor. Sin embargo, «les
fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia» (16.6). Con toda
seguridad, esta revelación divina confundió a Pablo. El Apóstol, pues, decide viajar a
otras ciudades, particularmente a Misia y a Bitinia (16.7). Estas zonas quedan en la
parte noroeste de Asia Menor, fuera de la provincia de Galacia. Sin embargo, la
profecía había sido clara: Pablo no debía continuar predicando en Asia. Por lo tanto, el
Espíritu no le permitió ejercer su ministerio en la región (16.7).

Pablo siguió tratando de predicar en Asia, dirigiéndose a Troas, una ciudad portuaria a
la parte noroeste de la región (16.8). Allí fue que Pablo finalmente comprendió por qué
Dios le estaba impidiendo predicar. Por medio de una visión, Dios le reveló al Apóstol
adonde debía dirigirse. Una noche, Pablo vio a un hombre vestido como
acostumbraban hacerlo las personas que vivían en Macedonia, la región que queda
inmediatamente al norte de Grecia. El hombre le decía: «Pasa a Macedonia y
ayúdanos» (16.9). Esta visión era precisamente lo que el Apóstol y su equipo de
trabajo necesitaban. Una vez comprendieron adonde debían dirigirse, pudieron
desarrollar ministerios efectivos y fructíferos.

Un ministerio a medias

Como indicamos anteriormente, Troas es una ciudad portuaria colocada en la


desembocadura del brazo de mar que conecta el Mediterráneo con el Mar Negro. Este
brazo de mar se llama el Helesponto. El caso es que Pablo y su gente cruzaron el
Helesponto y llegaron a Macedonia. Es decir, pasaron del continente asiático al
europeo. Una vez en Europa, se dirigieron a la ciudad de Filipos. Allí establecieron una
nueva congregación que, con el tiempo, se convirtió en una de las Iglesias más
importantes de la cristiandad antigua. Esta es la Iglesia a la que Pablo dirigió la
Epístola a los Filipenses.

En muchos sentidos, esta es una historia sorprendente. En primer lugar, es increíble


pensar que el Espíritu Santo de Dios le prohíba a predicar a un predicador. Del mismo
modo, es inconcebible que Dios no quiera que una persona predique cerca de su propia
casa.
Sin embargo, el hecho no es que Dios no quería que predicaran en Asia. Pablo lo había
hecho anteriormente y lo volvería a hacer en el futuro. El hecho es que Dios quería que
predicaran primero en otro lugar. Para Dios, era más urgente que Pablo predicara en
Filipos—donde no se conocía el Evangelio—a que predicara en Asia, donde ya existían
varias congregaciones.

En segundo lugar, es sorprendente que Pablo haya desarrollado un ministerio a


medias. El Apóstol Pablo es la segunda figura más importante del Nuevo Testamento,
superado sólo por Jesús de Nazaret. Entre los predicadores de la Era Apostólica, Pablo
se destaca como el más preparado y el más influyente. Ningún otro apóstol tuvo la
influencia que Pablo ha tenido, tiene y tendrá en la Iglesia cristiana.

No obstante, este texto demuestra que Pablo cometió un gravísimo error al organizar
su segundo viaje misionero. Tenía el personal, los recursos y el mensaje que debía
predicar. Sin embargo, no sabía adonde Dios quería que fuera. Dicho de otro modo,
Pablo había hecho todo lo necesario, menos orar para determinar la voluntad de Dios
tanto para él mismo como para su equipo pastoral. Por eso comenzó a ministrar en el
lugar equivocado.

En tercer lugar, es sorprendente saber que Dios no bendijo los esfuerzos de Pablo
durante el comienzo de este, su segundo viaje misionero. Sería lógico pensar que Dios
siempre bendice el trabajo ministerial, sea donde sea. Sin embargo, queda claro que
Dios no bendijo el trabajo que Pablo quiso hacer en Asia Menor. No lo bendijo porque
Dios quería que Pablo predicara en otro lugar.

En cuarto lugar, es sorprendente saber que Dios valora lo novedoso. Si bien predicar
en casa es cómodo y lo conocido nos da seguridad, en ocasiones Dios desea que
cambiemos nuestra forma de hacer las cosas. Pablo comenzó su ministerio predicando
cerca de su tierra natal y quizás pensó que allí desarrollaría la mayor parte de su
trabajo pastoral. Sin embargo, Dios tenía otros planes.

Eso nos deja sin excusas. La mayor parte de las congregaciones responden de la
misma manera cuando sus líderes sugieren algún cambio: «No se puede. Nunca antes
hemos hecho las cosas así.» Quizás esto explica por qué Pablo continuó viajando de
una región de Asia Menor a otra a pesar de que el Espíritu Santo ya le había indicado
que no predicara en esa región. Dios quería cambios radicales y continuó revelando su
voluntad hasta que Pablo obedeció.

En resumen, salir a evangelizar sin saber cual es la voluntad de Dios hace tanto
sentido como ir a una agencia de viajes a comprar un pasaje sin saber adonde
queremos ir.

Conclusión

Este pasaje bíblico tienen mucho que decirnos. Lo más importante es que debemos
detenernos a escuchar la voluntad de Dios.

• ¿Cuál es la voluntad de Dios para esta congregación?


• ¿Cuál es la visión de Dios para nuestro ministerio?
• De todas las cosas que puede hacer una congregación, ¿cuál debe ser nuestra área
de excelencia?
Contestar estas preguntas es crucial. La visión de la voluntad de Dios permite que una
congregación desarrolle un ministerio efectivo. Por eso, cada congregación debe
desarrollar una declaración de misión. Esa declaración de misión debe indicar
claramente cuál es el trabajo específico que Dios desea que desarrollemos.

La misión general de la Iglesia es predicar el Evangelio de Jesucristo, como afirman


Mateo 28.16-20 y Marcos 16.15-16, entre muchos otros textos bíblicos. Empero, la
misión específica se relaciona a áreas de trabajo tales como:

1. El ministerio con la niñez


2. El ministerio con la juventud
3. El ministerio con matrimonios
4. El ministerio con personas adultas solteras (viudas, divorciadas, etc.)
5. El ministerio con envejecientes
6. El ministerio con personas indocumentadas
7. El ministerio con madres solteras
8. El ministerio con nuevos creyentes
9. El ministerio con creyentes que desean profundizar su experiencia de fe
10. El ministerio con la comunidad que rodea la Iglesia
11. Ministerios musicales (bandas, agrupaciones, coros, solistas, etc.)
12. Ministerios teatrales (teatro callejero, marionetas, payasos, etc.)
13. El trabajo misionero internacional
14. Ministerios carcelarios
15. El ministerio con personas reambulantes (“homeless")

¿Adonde nos está llamando Dios? Vamos a orar hasta que Dios nos revele su voluntad,
en el nombre de Jesús. AMÉN.

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