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Friedrich Nietzsche La genealogia de la moral Unescrito polémico Introduccién, traduccién y notas de Andrés Sanchez Pascual Alianza editorial £1 ibro de bots Niemi, dich agenogi dela moron opm 2 2a. - Beno Ais Anes ator 204 286s ecm. (e ir eal) “raacid por: And Soc Ptu |. Foul laches Pa Ade aI Tela ‘alo original: Zur Genealogie der Moral Eine Streitschrft en cin 2 Sepa ecin pn 212 io de ler: Ei de Mal Extra co a claborcin eben ‘tga pda Bes Ducted oder Mam Exide © dela tao, ican on nd Since Pascia 1 inns Edn S Ay Madd 31 2012 hlanas orl A. Bueno Ales 2012 Franco Aca de Pgeron 352 (CHAP) Boor At Hecho el epost gu preven ley 11.72, abo ceedlin Aetna SEN 9950400077 Segunda edn - Sepa rimpesén Nose emia rpoduc parc el alumina, ge, [Netmums deci nal met or tic ‘ncn edu acps Sign voter méden inl emis re asa loa Se taco ol pnts por ares Py S50 etn nn iii Ae 9 Pie Cane Indice 9 Introduccién, por Andrés Sanchez Pascusl ‘La genealogia de la moral 25 Prélogo 37 Tratado Primero: «Bueno y malvado», «bueno y malo» 81 Tratado Segundo: «Culpa», «mala conciencia»y si milares 141 Tratado Tercero: ¢Qué significan los idealesascét- cos? 235 Notas del traductor Prélogo 1 Nosotros los que conocemos somos desconocidos para ‘nosotros, nosotros mismos somos desconocidos para no- sotros mismos: esto tiene un buen fundamento. No nos hemos buscado nunca, — ge6mo iba a suceder que un dis nos encontrdsemos? Con razén se a dicho: «Donde esta vyuestro tesoro, alli esta vuestro corazén>'; nuestro tesoro est alli donde se asientan las colmenes de nuestro cono- cimiento, Estamos siempre en camino hacia elas cual animales alados de nacimiento y recolectores de miel del espititu, nos preocupamos de corazén propiamente de ‘una sola cosa~de «llevar a casa» algo. En lo que se refi +e, por lo demés, a le vida, a las denominadas «viven- cias», ~ equién de nosotros tiene siquiera suficiente se- riedad para elas? que en él habla y al cual desde entonces he se- guido prestando ofdos cada vez més, y no sélo oidos? Por fortuna aprendi pronto a separar el prejuicio teol6- Bico del prejuicio moral, yno busqué ya el origen del mal por detrés del mundo. Un poco de aleccionamiento his- {rico y flolégico, y ademés una innata capacidad selec- tiva en lo que respecta a las cuestiones psicolégieas en general, transformaron pronto mi problems en este otro: 8 Prono gen qué condiciones se invent6 el hombre esos jucios de valor que son las palabras bueno y malvado?, ¢y qué va- lor tienen ellos mismos? Han frenado o han estimulado hasta ahora el deserrollo humano? ¢Son un signo de in. dligencia, de empobrecimiento, de degeneracién de la vide? ¢O, por el contrario, en ellos se manifiestan la ple- nitud, la fuerza, a voluntad dela vida, su valor, su con- fianza, su futuro? ~ Dentro de mi encontré y osé dar rmiltiples respuestas a tales preguntas, distinguf tiempos, pueblos, grados jeérquicos de los individuos, especiali- cé mi problema, las respuestas se convirtieron en nuevas preguntas, investigaciones, suposiciones y verosimilita- des: hasta que acabé por poseer un pafs propio, un terre- no propio, todo un mundo reservado que crecia yflore- cia, unos jardines secretos, si cabe Ia expresin, de los que a nadie le era icto barruntar nada... jOh, que feces somos nosotros los que conocemos, presuponiendo que sepamos callar durante suficientetiempo!... 4 El primer estimulo para divulgar algo de mis hipétesis acerca del origen de la moral me lo dio un librto claro, limpio ¢ inteligente, también sabihondo, en el cual tro- pecé claramente por vez primera con una especie inver- tida y perversa de hipétesis geneal6gices, con su especie auténticamente ingles, librito que me atrajo ~con esa fuerza de atraccién que posee todo lo que nos es antité= tico, todo lo que esta en nuestros antipodas. El rtulo del librito era El origen de los entimientos morales; su autor, 9 1 peelogi de emo 1 doctor Paul Rée’; el afio de su aparici6n, 1877. Acaso ‘nunca haya leido yo algo a lo que con tanta fuerza haya dicho no dentro de mi, frase por frase, conclusién por condlusién, como a este libro; pero lo hacia sin el menor {astidio i impaciencia. En la obra antes mencioneda, en Incual estabe trabajando yo entonces, me referi,con oca- sign y sin lla, alas tsis de aquel, no refuréndolas —iqué ‘me importan a mils refutaciones!-, sino, cual conviene ‘un espiritu positivo, poniendo, en lugar de lo inverosi- mil, algo mas verosimil,y, a veces, en lugar de un error, otro distinto. Como he dicho, fue entonces la primera vez que yo saqué a luz aquellashipétesis geneal6gicas a las que estos tratados van dedicados, con torpeza, que Yo seria el iltimo en querer ocultarme, y ademés sin liber tad, y ademés sin disponer de un lenguaje propio para decir estas cosas propias, y con miitiples recafdasy fluc- ‘tuaciones. En particular véase lo que en Humano, dema- siado bumano digo, p. 51¥, acerca de la doble prehistoria del bien y del mal (es decir, su procedencia de la esfera de los nobles y de los esclavos); asimismo lo que digo, pp. 119 yss/, sobre cl valor yla procedencia de la moral ascética; también, pp. 78, 82, y II, 35%, sobre la «eticidad de la costumbre>, esa especie mucho mas antigua y ori ginaria de moral, que difiere foto cela {totalmente} de la forma altruista de valoracién (en la cual ve el doctor Rée, al igual que todos los genealogists ingleses de la moral, la forma de valoracién en sf; igualmente, p. 74; El via- _jero, p.29"; Aurora, p.99", sobre la procedencia de la justicia como un compromiso entre quienes tienen aproximadamente el mismo poder (el equlibrio como presupuesto de todos los contratos y, por tanto, de todo 30 Prego derecho); ademas, sobre la procedencia de la pena, El viajero, pp.25 y 34", ala cual no lees esencil ni origina- ria la fnalidad intimidatoria (como afirma el doctor Rée: esa fnalidad le fue agregada, antes bien, mas tarde, en determinadas citcunstancia,y siempre como algo acce- sorio, como algo sobreafadido) 5 En el fondo lo que a mi me interesaba precisamente en- tonces era algo mucho més importante que unas hipéte- sis propias 0 ajenas acerca del origen de la moral (0 més exactamente: esto tltimo me interesaba sélo en orden a tuna finalidad para la cual aquello es un medio entre ‘otros muchos). Lo que a mi me importaba era el valor de Je moral, ~y en este punto casi el nico a quien yo tenia, «que enfrentarme era mi gran maestro Schopenhauer", al cual se dirige, como si l estuviera presente, aquel libro, la pasin y a secreta contradiecién de aquel libro (pues también él era un «escrito polémico»). Se trtaba en es pecial del valor de lo «no-egoista», de los instintos de compasién, autonegacién, autosacrificio, a los cuales ea- bbalmente Schopenhauer habia recubierto de oro, divini- zado y situado en el més all durante tanto tiempo, que acabaron por quedarle como los «valores en si, y basén- dose en ellos dijo no ala vida y también a si mismo, jMas justo contra esos instintos dejaba ofr su vor. en mi una suspicecia cada vez més radical, un escepticisme que ca- vaba cada vez més hondo! Justo en ellos veia yo el gram peligro de a humanidad, su més sublime tentacién y se- a Lage de amend duccién ~hacia dénde?, chacia la nada?-, justo en ellos vvefa yo el comienzo del fn, la detencién, la fatiga que di rige la vista hacia ats, la voluntad volviéndose cowtra la vida, la tltima enfermedad anunciandose de manera de- licada y melancélica: yo entendia que esa moral de la compasién, que cada dia gana més terreno y que ha ata- cado y puesto enfermos incluso a lo filésofos, era el sin- toma més inquietante de nuestra cultura europea, la cual hha perdido su propio hogar, era su desvio chacia un nue vo budismo?, chacia un budismo de europeos?, chacia el ibilismo?... Esta moderna preferencia de los flésofos por la compasin y esta modema sobresstimacién de la misma son, en efecto, algo nuevo: precisamente sobre la carencia de valor de la compasién habjan estado de ‘acuerdo hasta ahora los flésofos. Me limito a mencionar a Platén, Spinoza, La Rochefoucauld y Kant™, cuatro es- piritus totalmente diferentes entre si, pero conformes en tun punto: en su menosprecio de la compasin, ~ 6 Este problema del valor dela compasién y de la moral de la compasin (-yo soy un adverserio del vergonzoso re- blandecimiento moderno de los sentimientos-) parece ‘en un primer momento tan s6lo un asuntoaislado, un. signo de interrogacién soltario; mas a quien se detenga cen esto una ver y aprenda a hacer preguntas aqut le su- cederé lo que me sucedié a mi:— se le abre una perspec- tiva nueva e inmenss, se apodera de él, como un vértigo, tuna nueva posibilidad, surgen toda suerte de descon- 2 Prog fanzas, de suspicacias, de miedos, vacila la fe en la mo- zal, en toda moral, ~ finalmente se deja oft una nueva exi- gencia, Enunciémosla: necesitamos una ortica de los valores morales, bay que poner alguna vez en entredicho l valor mismo de esos valores ~y para esto se necesita te- ‘ner conocimiento de las condiciones y circunstancias de que aquellos surgieron, en las que se desarrollaron y mo- dificaron (la moral como consecuencia, como sintoma, ‘como méscars, como tartuferf, como enfermedad, como ‘alentendido; pero también la moral como causa, comome- dicina, como estimulo, como freno, como veneno), un conocimiento que hasta ahora ni ha existido ni tampoco selo ha siquiera deseado, Se tomaba el valor de esos «va lores» como algo dado, realy efectivo, situado ms alla de toda duda; hasta ahora no se ha dudedo ni vacilado lo ‘més minimo en considerar que el «bueno» es superior en valor a «el malvadon”, superior en valor en el sentido de ser favorable, itil, provechoso para el hombre como tal (incluido el futuro del hombre). ¢Qué ocurrira sila ver dad fuera lo contrario? ¢Qué ocurrtis sien el «bueno» hhubiese también un sintoma de retroceso, y asimismo un peligro, una seduccién, un veneno, un narcético, y que ‘Por causa de esto el presente viviese tal vez «costa del fu- 4turo? Niviese quizd de manera més cémoda, menos pe- ligrosa, pero también con un estilo inferior, de modo ‘més bajo... (De tal manera que justamente la moral fue- se culpable de que jamés se aleanzasen una potencialidad 1 una magnificencia sumas, en si posibles, del tipo hom- bbre? eDe tal manera que justamente la moral fuese el pe- ligro de los peligros?.. s Lageelogiede moa 7 Esto fue sufciente para que, desde el momento en que se me abrié tal perspectiva, yo buscase @ mi alrededor ca- maradas doctos, audaces y laboriosos (todavia hoy los buseo). Se trata de recorrer con preguntas totalmente nuevas y, por asf decislo, con nuevos ajas el inmenso, le jano y tan tecéndito pais de la moral ~de la moral que realmente ha existido, dela moral realmente vivide: ey no viene esto a significar casi lo mismo que descubrir por ‘vez primera tal pas?... Si aqui pensé, entre otros, tam- bién en el mencionado doctor Ree, se debid a que yo no dudaba en absoluto de que la naturaleza misma de sus interrogaciones le empujaria hacia una met6dica més adecuada, con el fin de obtener respuestas. {Me engaiié ‘en este punto? En todo caso, mi deseo era proporcionar ‘una mirada tan aguda y tan imparcial como aquélla una direccién mejor, la direccién hacia la efectiva bistoria de la moral, y ponesla en guardia, en tiempo todavia opor tuno, contra esas hip6tesisinglesas que se pierden en el azul del cielo, ;Pues resulta evidente eusl color ha de ser cien veces més importante para un genealogista de la ‘moral que justamente el azul; a saber, e! gris, quiero de- cis, lo fundado en documentos, lo realmente comproba- bile, lo efectivamente existido, en una palabra, toda la larga y dificilmente descifrable escritura jeroglfica del pasado de la moral humana! ~ Este pasedo era descono- ‘ido para el doctor Rée; pero él habia leido a Darwin: y asi en sus hipétesis la bestia darwiniana y el modernisi- ‘mo y comedido afefique de la moral, que «ya no muet- de», se tienden gentilmente la mano de un modo que, u Pelee cuando menos, resulta entretenido, mostrando el imo en su rostro la expresin de una cierta indolencia bonda- dosa y delicada, en la que se entremezcla también una pizca de pesimismo, de cansancio: como si en realidad no compensase en sbsoluto el tomar tan en serio tales cosas los problemas de la moral-. A mi, por el contra- rio, me parece que no hay ninguna cosa que compense tanto tomerla en serio; de esa compensacién forma par te, por ejemplo, el que alguna vez se nos permita tomarla on jovialidad. Pues, en efecto, la jovilidad, o, para de- citlo en mi lenguaje, la gaya cienca ~es una recompens Ja recompensa de una seriedad prolongada, valient, la- boriose y subterrénea, que, desde luego, no es cosa de ‘cualquiera, Pero el dia en que podamos decir de todo corazén: «Adelante! También nuestra vieja moral for. ma parte de la comedia!», habremos descubierto un nue- vo enredo y una nueva posibilidad para el drama dioni- saco del «destino del alma» ~: jy ya él sacaré provecho de elo, sobre esto podemos apostar, el grande, viejo y etemo autor dela comedia de nuestra existencial.. 8 = Si este escrito resulta incomprensible para alguien y llega mal a sus oidos, la culpa, segiin pienso, no reside necesariamente en mi, Este escrito es suficientemente claro, presuponiendo lo que yo presupongo, que se ha- yan lefdo primero mis escritos anteriores y que no se haya escatimado algtin esfuerzo al hacerlo: pues, desde luego, no son ficilmente accesibles. En lo que se reiere 35 a gee mora ami Zaratustra, por ejemplo, yo no considero conocedor del mismo a nadie a quien cada una de sus palabras no le haya unas veces herido e fondo y, otras, encantado tam- bién a fondo: sélo entonces lee licto, en efecto, gozar del privilegio de participar con respeto en el elemento al- ciénico” de que aquella obra naci6, en su luminosidad, lejania, amplitud y certeza solares. En otros casos la for 1ma aforistica produce dificultad: se debe esto a que hoy no se da suficiente inportancia a tl forma. Un aforismo, si esté bien acufado y fundido, no queda ya «descfra- do» por el hecho de leerlo; antes bien, entonces es cuando debe comenzar su interpretaci6n, y para realizarla se ne- cesita un arte de la misma, En el tratado tercero de este libro he oftecido una muestra de lo que yo denomino ‘cinterpretacin» en un caso semejante: ~ ese tratado va precedido de un aforismo, y el tratado mismo es un co- ‘mentario de él. Desde luego, para practicar de este modo la lectura como arte se necesita ante todo una cosa que ¢s precisamente hoy en dia la més olvideda ~y por ello he de pasar tiempo todavia hasta que mis escrtos resulten «degibles»-, una cosa para la cual se ha de ser casi vaca y, en todo caso, no «hombre modemno»: el rumiar. Sils-Maria, Alta Engadina, julio de 1887 36 Tratado Primero «Bueno y malvado», ebueno y malo» 1 Es0s psicdlogos ingleses, a quienes hasta ahora se deben también los ‘inicos ensayos de construir una historia ge- nética dela moral, ~en s{mismos nos ofrecen un enigma nada pequefio; lo confieso, justo por tal cosa, por ser cenigmas de carne y hueso, aventajan en algo esencial a sus libros ~jellos mismaos son interesantes! Esos psic6lo- ‘80s ingleses ~equé es lo que propiamente desean? Que- ramos © no queramos, los encontramos aplicados siem- preala misma obra, a saber, lade sacar al primer término la partie honteuse [parte vergonzosa] de nuestro mundo interior y buscar lo propiamente operante, lo normativo, lo decisivo para el desarrollo, justo alli donde el orgullo, intelectual menos desearfa encontrarlo (por ejemplo, en 1a vis inertie [Fuerza inercial] del habito, o en la capaci- dad de olvido, o en una ciega y casual concatenacién y 9 La pened moral rmecinica de ideas, oen algo puramente pasivo, automé- tico, refleo, molecular y estipido de raie) ~equé es lo aque en realidad empuja a tales psic6logos a ir siempre justo en esa direccién? ¢Es un instinto secreto, taimado, ‘vulgar, no confesado tal vez asi mismo, de empequetie- cer al hombre? gO quiz una suspicacia pesimisa, la desconfianza propia de idealstas desengafiados, ofusca- dos, que se han vuelto venenosos y tencorosos? ¢O una hostlidad y un rencor pequefos y subterréneos contra el cristianismo (y Platén), que tal vez no han selido nunca iis alla del umbral de la conciencia? £O incluso un las- , el olvidon, «el hébiton y, al final, «el «error, todo ello como base de una apreciacién valorai vva de la que el hombre superior habia estado orgulloso hasta ahora como de una especie de privilegio del hom- bre en cuanto tal. Ese orgullo debe ser humillado, esa apreciacin valorativa debe ser desvalorizada: se ha conseguido esto?... Para mi es evidente, primero, que esta teorfa busca y siti en un Inger falso el auténtico ho- sar nativo del concepto «bueno»: jl juicio «bueno» no * ‘Lapenei dela a procede de aquellos a quienes se dispensa «bonded»! Antes bien, fueron «los buenos» mismos, es decis, los robles, los poderosos, los hombres de posicién superior y elevados sentimientos, quienes se sintieron y se valora- ron a si mismos y a su obrar como buenos, 0 sea, como algo de primer rango, en contraposicin a todo lo bajo, abyecto, vulgar y plebeyo, Partiendo de este pathos de la distancia es como se arrogaron el derecho de crear valo- res, de acufiar nombres de valores: ;qué les importaba a cllos la utilidad! El punto de vista de la utilidad resulta el mis extrafio ¢ inadecuado de todos precisamente cuando se trata de ese ardiente manantial de supremos juicios de valor ordenadores del rango, destacadores del rango: aqui el sentimiento he llegado precisamente a lo contrario de aquel bajo grado de temperatura que es el presupuesto de toda prudencia calculadora, de todo eéleu- Jo utlitario, -y no por una vez, no en una hora de excep- cin, sino de modo duradero. El pathos de la nobleza y de la distancia, como hemos dicho, el duradero y domi- zante sentimiento global y radical de una especie supe- riot dominadora en su relacién con una especie inferior, con un «abajo» ste es el origen de la anttesis «bueno» y «malo». (El derecho del sefor a dar nombres llega tan lejos que deberiamos permitisnos el concebis también el origen del lenguaje como una exteriorizacién de poder de los que dominan: dicen «esto es esto y aquello», im- primen a cada cosa y a cada acontecimiento al sello de tun sonido y con esto se lo apropian, por asi decirl,) A este origen se debe el que, de antemano, a palabra ebue- no» no esté en modo alguno ligada necesariamente a ac- ciones «no egoistas»: como creen supersticiosamente 2 “Tino Prieto aquellos genealogistas dela moral. Antes bien, sélo cuan- do los juicis aristocraticos de valor declinan es cuando la antitesis«egoistay «no egofsta» se impone cada vez mis, alla conciencia humana, - para servirme de mi vocabula- tio, es el instinto de rebatio el que con esa antitesis dice ppor fin su palabra (e induso sus palabras). Pero aun en- tonces ha de pasar largo tiempo hasta que de tal manera predomine ese instinto, que la apreciacién de los valores, ‘morales quede realmente prendida y atascada en dicha antitesis (como ocurre, por ejemplo, en la Europa actual: hoy el prejuicio que considera que «moral», «no egots ta», adésintéressés son conceptos equivalentes domina ‘ya con Ja violencia de une «idea fije y de una enferme- dad mental). 3 Pero en segundo lugar: prescindiendo totalmente de la, insosteniblidad hist6rica de aquellahipétess sobre la pro- cedencia del juicio de valor «bueno», ella adolece en si ‘misma de un contrasentido psicolégico. La utilidad dela accién no egoista, dice, seria el origen de su alabanza, y ese origen se habria olvidado:— geémo es siquiera posible tal olvide? ¢Bs que acaso la utildad de tales acciones ha djado de darse alguna vez? Ocurre lo contrario: ese uti- lidad ha sido, antes bien, la experiencia cotidiana en todos los tiempos, es deci, algo permanentemente su- brayado tna y otra ver; en consecuencia, en lugar de des- aparecer dela conciencia,en lugar de volverse olvidable, ‘tuvo que grabarse en ella con una claridad cada vez mi 8 Lageelagi deem yor. Mucho mas razonable resulta aquella teoria opuesta 1 ta (no por ello es mas verdadera-), que es defendida, por ejemplo, por Herbert Spencer": ste establece que cl concepto «bueno» es esencialmente idéntico al con- ‘cepto «itis, «conveniente, de tal modo que en los jui- cios bueno» y «malo» la humanidad habria sumado y sancionado cabalmente sus inolvidadas einolvidables ex- ppetiencias acerca de lo atil-conveniente, de lo perjudi- cial-inconveniente. Bueno es, setin esta teori, lo que desde siempre ha demostrado ser ati: por lo cual lees licito presentarse como «miximamente valioso», como «calioso en si. También esta via de explicacin es fals, ‘como hemos dicho, pero al menos la explicacién misma sen s{razonable y resulta psicoldgicamente sostenible, 4 = La indicacién de cuales el camino correcto mela pro- porcioné al problema referente a qué es lo que las desig- naciones de lo «bueno» acufiadas por las diversas len- guas pretenden propiamente significar en el aspecto cetimolégico: encontré aqui que todas ellas remiten a idéntica metamorfosis conceptual, - que, en todas partes, noble», «aristocritico» en el sentido estamental, es el concepto bésico a partir del cual se desarrol luego, por necesidad, «bueno» en el sentido de «animicamente no- ble», de saristocriticos, de (scblechtweg, schlechterdings)— y en su origen designaba al hombre simple, vulgar, sin que, al hacerlo, lanzase atin tuna recelosa mirada de soslayo, sino sencillamente en contraposiclén al noble, Aproximadamente hacia la Guerra de los Treinta Afos, es decir, bastante tarde, tal sentido se desplaza hacia el hoy usual. - Con respecto a le genealogia de la moral esto me parece un conocimien- to esencial; el que se haya tardado tanto en encontrarlo se debe al influjo obstaculizador que el prejuicio demo- critica ejerce dentro del mundo moderno con respecto a todas las cuestiones referentes a la procedencia. Prejui cio que penetra hasta en el dominio, aparentemente ob- jetivisimo, de las ciencias naturales y de la fsiologia; bas- te aqu{ con esta alusién, Pero el dafio que ese prejuicio, una vez desbocado hasta el odio, puede ocasionar ante todo a la moral y ala ciencia histérice lo muestra el tris- temente famoso caso de Buckle®: el plebeyismo del espi- rita modemo, que es de procedencia inglesa, exploté aqui una vez ms en su suelo natal con a violencia de un volefin enlodado y con la elocuencia demasiado salada, chillona, vulgar, con que han hablado hasta ahora todos los volcanes. ~ 5 Respecto a nuestro problema, que puede ser denomina- do con buenas razones un problema silencioso y que s6lo 6 apne more se dirige, selectivamente, a un exiguo mimero de ofdos, tiene interés no pequefio el comprobar que en las pala- bbras y raices que designan «bueno» se transparenta to- davia, de muchas formas, el matiz bisico en raz6n del cual los nobles se sentfan precisamente hombres de ran- ‘g0 superior. Es cierto que, quiza en la mayoria de los ca- 0s, éstos se apoyan, para darse nombre, sencillamente cen su superioridad de poder (se llaman «los poderosos>, Jos «sefiores», «los que mandan»), o en el signo mas visi- ble de tal supetioridad, y se Ilaman, por ejemplo, «los ri- os», «los propictarios» (Este es el sentido que tiene arya; ylo mismo ocurre en el iranio yen el eslavo). Pero tam- bign se apoyan, para darse nombre, en un rasgo tpico de su cardcter: éte es el caso que aqui nos interesa, Sella ‘man, por ejemplo, «los veraces: la primera en hacerlo es, la aristocracia griega, cuyo portavoz fue el poeta mega- rense Teognis™. La palabra acuiiada a este fin, 2946; {noble}, significa etimolégicamente alguien que es, que tiene realidad, que es real, que es verdadero; después, con un giro subjetivo, significa el verdadero en cuanto vveraz: en esta fase de su metamorfosis conceptual la cita- da palabra se convierte en el dstntivo yen el lema dela aristocracia y pasa a tener totalmente el sentido de «aris- tocrético», como delimitacién frente al mentiroso hom- bre vulgar, tal como lo concibe y lo describe Teognis, — hhasta que por fin, tras el declinar de la atistocracia, queda para designar la noblesse [nobleza] animica, y en- tonces adguiere, por asi decir, madurezy dulzor. Tanto ‘en Ia palabra x2226¢ [malo] como en 3e1Aé¢ [miedoso] (cl plebeyo en conteaposicién al 2ya86¢ [bueno}) se su- braya la cobardia: esto tal vez proporcione una sefalso- 6 “Tat Poneco bre la direccién en que debe buscarse la procedencia et molégica de ayaos, interpretable de muchas maneras. Con el asin malus malo] (@ su lado yo pongo wehag {negro]) aceso se caracterizabe al hombre vulgar en cuanto hombre de piel oscura, y sobre todo en cuanto hombre de cabellos negros (bic niger est? (Este es ne- s70}-),en cuanto habitante preario del suelo italiano, el ‘cual por el color era por lo que més claramente sedis guia de la raza rubia, es decir, de le raza atia de los con- quistadores, que se habian convertido en los duetios; cuando menos el gaélico me ha ofrecido el caso exact mente paralelo, ~ fin (por ejemplo, en el nombre Fin- Gal, la palabra distintiva de la aristocracia, que acaba significando el bueno, el noble, el puro, significaba en su corigen el cabeza rubia, en contraposicién @ los habitan- tes primitivos, de piel morena y cabellos negros. Los cel- 1, dicho sea de paso, eran una raza completamente ru- bia; se comete una injusticia cuendo a esas fajas de poblacisn de cabellos oscuros esencialmente, que € Po- sible observar en esmerados mapas etnogrificos de Ale- ‘mania, se las pone en conexi6n, como hace todavia Vir- chow, con una procedencia celta y con una mezcla de sangre celta: en esos lugares aparece, antes bien, la po: blaciéa prearia de Alemania. (Lo mismo puede decirse de casi toda Europa: en lo esencial Ia raza sometida ha acabado por predominar de nuevo alli mismo en el color de la piel, en lo corto del crineo y tal vez incluso en los instintos intelectuales y sociales: equién nos garantiza ‘que Ja modema democracia, el todavia més modemno ‘anarquismo , sobre todo, aguella tendencia hacia la ‘commune [eommuna], hacia la forma més primitiva de so- ” La geelogide a mona ciedad, tendencia hoy propia de todos los socalstas de Europa, no sigifican en lo esencial un gigantesco con- tragolpe ~y que la raza de los conquistadoresy seiores a de los arios, no esté sucumbiendo incluso fsiolégica- mente?...) Creo estar autorizado a interpreta el latin bo- ‘nus (bueno) en el sentido de «el guerrero»: presupo- rniendo que yo leve razén al derivar bonus de un més antiguo duonus (véase bellum = duellum = duen-lum, ex el que me parece conservado aquel duonus). Bonus seria, por tanto, el varén dela disputa, dela divisién (duo), el guerrero: es claro, aquello que constituia en le antigua Roma la «bondad» de un varén, Nuestra misma palabra slemana «bueno» (gut): ¢no podeia significar «el divino» (den Géttlichen), el hombre de «estipe divinas» (gti chen Geschlechts)?, zy set idéntico al nombre popular (originariamente aristocratico) de los godos (Gothen)? Las razones de esta suposicién no son de este lugar. — 6 Deestaregla, es decir, de que el concepto de preeminen- cia politica se diluye siempre en un concepto de preemi- nencia enimica, no constituye por el momento una ex: ‘epcién (aunque da motivo para ella) el hecho de que la ‘asta suprema sea ala vez Ia casta sacerdotal y, en conse- cuencia, prefiera para su designacién de conjunto un predicado que recuerde su funcién sacerdotal. Aqui es donde, por ejemplo, se contraponen por vez primera «puro» ¢ «impuro» como distintivos estamentales; y también equf se desarrollan més tarde un bueno» y un “a “Tat Psa (aislamiento « Ja manera de Weir Mitchell, aunque desde luego sin la posterior cura de engorde y sobrealimentacién, en a cual reside el més efieaz antidoto contra toda histeria del ‘deal ascético): aiédase a esto la entera metafisica de los sacerdotes, hos alos sentidos, corruptora y refinadora, su autohipnotiz la manera del faquir y del brah- man -Brahma empleado como bola de vidrio y como {dea fja~y el general y muy comprensible hartazgo final de su cura radical, dela Nada (0 Dios: la aspiraci6n a una tunio mystica (unién mistica] con Dios es la aspiracién dl budista a la Nada, al Nirvana —iy nada més!), Entre los sacerdotes,cabalmente, se vuclve més peligroso todo, no sélo los medios de cura y las artes médicss, sino tam- bin la soberbia, la venganza, la sagacidad, el desenfre- no, el amor, la ambicién de dominio, a virtud, la enfer medad ~de todos modos, también se podria afiadir, on, cierta equidad, que en el terreno de esta forma esencial- ‘mente peligrosa de existencia humana, la forma sacerdo- tal de existencia, es donde el hombre en general se ha convertido en wn animal interesante, que tinicamente aqui es donde el alma humana ha aleanzado profundidad cen un sentido superior y se ha vuelto malvade ~iy étas son, en efecto, las dos formas bésicas dela superioridad poseida hasta ahora por el hombre sobre los demés ani- smales!.. 50 “ado Primero 7 ~ Ya se habra adivinado que la manera sacerdotal de va- Jorar puede desviarse muy fécilmente de lacaballeresco- aristocratic y Hegar luego a convertise en su antiesis; en especial impulsa a ello toda ocasidn en que la casta de Jos sacerdotes y a casta de los guerreros se enfrentan & causa de los celos y no quieren llegar a un acuerdo sobre el precio a pagar. Los juicios de valor caballeresco-arsto- créticos tienen como presupuesto una constitucién fisica poderosa, una salud floreciente, rca, incluso desbordan- te, junto con lo que condiciona el mantenimiento de la ‘misma, es deci, la guerra, las aventura, lacaza,la danza, las peleas y, en general, todo lo que la actividad fuerte, libre, regocijada leva consigo. La manera noble-sacer- otal de valorar tiene -lo hemos visto otros presupuc tos las cosas les van muy mal cuando aparece la guerra! Los sacerdotes son, como ¢s sabido, los enemigos mds ‘malvados ~¢por qué? Porque son los mas impotentes. A, ‘causa de esa impotencia el odio crece en ellos hasta con- vertirse en algo monstruoso y siniestro, en lo més espir- ‘tual y més venenoso. Los méximos odiadores dela histo- ria universal, también los odiadores mis ricos de espiitu, haan sido siempre sacerdotes -comparado con el espfritu de la venganza sacerdotal, apenas cuenta ningtin otro es pititu. La historia humana seria una cosa demasiado cestipida sin el esptina que los impotentes han introducido cen ella: ~ tomemos en seguida el maximo ejemplo. Nada de lo que en la tierra se ha hecho contra «los nobles», dos violentoss, «los sefores», «los poderosos», merece ser mencionado si se Jo compara con lo que los judfos a La pened ora han hecho contra ellos: os judios, ese pueblo sacerdotal, que no ha sabido tomar satisfaccién de sus enemigos y dominadores mis que con una radical transvaloracién™* de los valores propios de éstos, es decir, por un acto de Ia mas espiritual venganaa. Esto es lo tinico que resultaba adecuado precisamente a un pueblo sacerdotal, al pue- blo de la més refrenada ansia de venganza sacerdotal Han sido los judios los que, con una consecuencia légica aterradora, se han atrevido a invertir la identificacién aristocritica de los valores (bueno = noble = poderoso bello = feliz = amado de Dios) y han mantenido con los ientes del odio més abismal (el odio de la impotencia) esa inversin, a saber, «;los miserables son los buenos; los pobres, os impotentes, los bajos son los tinicas bue- ‘nos; los que sufren, los indigenes, los enfermos, los defor ‘mes son también los tinicos piadosos, los tinicos bendlitos de Dios, Ginicamente para ellos existe bienaventuranza, ~ en cambio vosotros, vosotros los nobles y violentos, vvosotros sois, por toda la etemidad, los malvados, los ‘cruees, los lascivos, los insaciables, los ateos, y vosotros seréis también etemamente los desventurados, los mal- ditos y condensdos!...». Se sabe quién ha recogido la he- rencia de esa transvaloracién judia... A propésito de la iniciativa monstruosa y desmesuradamente funesta asu- rida por los judios con esta declaracién de guerra, Ia is radical de todas, recuerdo la frase que escribi en otra ocasin (Ms alld del bien y del mal) ~a saber, que on los judios comienza en la moral larebelion de los es- clavos: esa rebeli6n que tiene tras si una historia bimile- naria y que hoy nosotros hemos perdido de vista tan slo porque ha resultado vencedor.. 3 “Teta Princo 8 ~ ePero no lo comprendéis? ¢No tenéis ojos para ver algo que ha necesitado dos milenios para aleanzar la vic toria?... No hay en esto nada extraiio: todas las cosas ar gas son difcies de ver, dificiles de abarcar con la mirada Pero esto es lo acontecido: del tronco de aquel érbol de la venganza y del odio, del odio judio -el odio més pro- fundo y sublime, esto es, el odio ereador de ideales, mo- dificador de valores, que no ha tenido igual en la tierra, brot6 algo igualmente incomparable, un amor nuevo, la ‘més profunda y sublime de todas las especies de amor: — 4 de qué otro tronco habria podido brotar?.. Mas ino se piense que brot6 acaso como la auténtica negacién de quella sed de venganza, como la antitesis del odio ju- dio! No, lo contrario es la verdad! Ese amor nacié de aquel odio como su corona, como la corona triunfante, dilatada con amplitud siempre mayor en la més pura lu rminosidad y plenitud solar, en el reino de la luz y de la alrura ese amor perseguia las metas de aquel odio, perse- guia la victoria, el botn, la seduccién, con el mismo afin, por asf dectlo, con que les rafces de aquel odio se hun: dian con mayor radicalidad y avidez en todo lo que po- sefa profundidad y era malvado. Ese Jesis de Nazaret, cvangelio viviente del amor, ese «redenton» que trae la bienaventuranzay la victoria @ los pobres, los enfermos, alos pecadores —2no era dl precisamente la seduccién en. su forma més inquietante e iresistible, la seduccién y el desvio precisamente hacia aquellos valores judios y hacia aquellasinnovaciones judias del ideal? ¢No ha aleanzado Israel, justamente por el rodeo de.ese «redentor», de ese 3 Lagmadoiadela mend aparente antagonista y liquidador de Israel, la sltima ‘meta de su sublime ansia de venganza? ¢No forma parte dea oculta magia negra de una politica verdederamente grande de la venganza, de una venganza de amplias mi- ras, subterrénea, de avance lento, precaleuladora, el he- cho de que Israel mismo tuviese que negar y que clavar cen Ia cruz ante el mundo entero, como si se tratase de su ‘enemigo mortal, al suténtico instrumento de su vengan- 2a, afin de que «el mundo enteron, es decir, todos los ad- versarios de Israel, pudieran morder sin recelos precs mente de ese ecbo? zY por otro lado, se podria imaginar en absoluto, con todo el refinamiento del espiritu, un cebo mas peigroso? gAlgo que iguale en fuerza atractiva, cembriagadora, aturdidora, corruptora, a aquel sfmbolo de la asanta cruz», a aquella horrorosa paradoja de un «Dios en la cruz», a aquel misterio de una inimaginable, ‘ltima, extrema crueldad y autocrucifixién de Dios para salvacién del hombre?.. Cuando menos, ¢s cierto que sub boc signo (bajo este signo} Israel ha venido triunfan- do una y otra vez, con su venganza y su transvaloracién, de todos los valores, sobre todos los demés ideales, sobre todos los ideales mds nobles, -— 9 = «Mas jcémo sigue usted hablando todavia de ideales, ‘ds nobles! Atengimonos alos hechos: el pueblo -0 “los esclavos”, 0 “la plebe”, 0 “el rebaiio”, 0 como usted uicra llamarlo— ha vencido, y si esto ha ocurrido por medio de los judios,jbien!, entonces jams pueblo algu- 4 Tada Pome ‘no tuvo misién més grande en la historia universal. “Los sefiores” estén liquidados; la moral del hombre vulgarha vencido, Se puede considerar esta victori ala vez.como tun envenenamiento de la sangee (ella ha mezclado las r2- 2as entre st) -n0 lo niegos pero, indudablemente, esa in- toxicacién ha logrado éxito. La “redencién” del género hhumano (a saber, especto de “los sefiores”) se encuen- tra en 6ptima via; todo se judaiza, o se cristianiza, o se aplebeya a ojos vistas (jqué importan las palabras!). La marcha de ese envenenamiento a través del cuerpo ente- +0 de la humanidad parece incontenible, su tempo [rit smo] y su paso pueden ser incluso, a partir de ahora, cada vez mas lentos, ms delicados, més inaudibles, més cav- tos ~en efecto, hay tiempo... ale corresponde todavia hoy ala Iglesia, en este aspecto, una tarea necesaria, po- see todavia en absoluto un derecho a existir? cO se po- dia prescindir de ella? Quaeritur [se pregunta]. por todos los lugares por donde han pasado; incluso en su cultura ms excelsa se revelan una consciencia de ello y hasta un orgullo (por ejemplo, cuando Pericles dice a sus atenienses, en aquella famosa oracién féinebre, zhe- 1mos forzado a todas las ticrras ya todos los mares a ser accesibles a nuestra audacia, dejando en todas partes, ‘monumentos imperecederos en bien y en mab»). Esta s ~iSiga! ~«Ahora me dan a entender que ellos no sélo son me- jores que los poderosos, que los sefiores dela tierra, cu- yos esputos ellos tienen que lamer (no por temor, ide ninguna manera por temor!, sino porque Dios manda honrar toda autoridad)*, — que ellos no s6lo son mejo- res, sino que también “les va mejor”, 0, en todo caso, alguna ver les iri mejor. Pero jbasta!, ;basta! Ya no lo soporto mas, ;Aire viciado! Aire viciado! Ese taller donde se fabrican ideales ~me parece que apesta amen- tiras.» —iNo! {Un momento todavia! Atin no nos ha dicho us- ted nada de la obra macstra de esos nigromantes que con todo lo negro saben construir blancura, leche ¢ inocen- cia: ~ eno ha observado usted cual es su perfeccién suma 7» Tudo Primero en el refinamiento, su audaeisima, finisima, ingeniosisi- ‘ma, mendacisima estratagema de artista? jAtienda! Esos animales de s6tano, llenos de venganza y de odio ~.qué hacen precisamente con Ia venganza y con el odio? ¢Ha cfdo usted alguna vez esas palabras? Si sélose fase usted de lo que ellos dicen, zbarruntarfa que se encuentra en medio de hombres del resentimiento... «Comprendo, vuelvo a abrir los oidos (jay!, iay!, iayl, y cierro la nariz). Sélo ahora oigo lo que ya antes ~iBastal Basta! n Lapeer 15 Eon la fe en qué? cE el amor a qué? En la esperanza de qué? ~Esos débiles — alguna vez, en efecto, quieren ser también ellos los fuertes, no hay duda, alguna vez, debe llegar también sureino ~nada menos que «el reino de Dios» lo llaman entre ellos, como hemos dicho: ison, desde luego, tan humildes en todo! Para presenciar esto se necesita vivir largo tiempo, més alld dela muerte, —en. efecto, la vida tema se necesita para poder resarcitse también eteramente, en el reino de Dios», de aquella vida terrena «en la fe, en el amor, en la esperanzan. 2Re- sacitse de qué? ¢Resacirse con qué?... A mi me parece que Dante cometié un grosero error al poner, con horro- rosa ingenuidad, sobre la puerta de suinfiemo la inscrip- cién «también a mi me creé el amor eterno»: — sobre la puerta del paraiso cristiano y de su abienaventuranze ‘eterna» podria estar en todo caso, con mejor derecho, la inscripcién «también a mi me cred el odio eterion — jpresuponiendo que a una verdad le ea lcito estar colo- cada sobre la puerta que lleva a una mentira! Pues ¢qué eslabienaventuranza de aquel paraiso?.. Quiza ya noso- tos mismos lo adivinarfamos, pero es mejor que nos lo atestigie expresamente una autoridad muy relevante en estas cosas, Tomés de Aquino. «Beat in regno calestin, dice con la mansedumbre de un cordero, «videbunt pee nas damnatorum, ut beatitudo illis magis complaceat» [Los bienaventurados verdn en el reino celestial las pe- nas de los condenados, para que su bienaventuranza les satisfage mis)*. 20 se quiere escuchar esto mismo en un tono més fuerte, dela boca, por ejemplo, de un triunfan- n “Tato Presa tc padre de la Iplesia, el cual desaconsejaba a sus crsta nos las crucles voluptuosidades de los espectéculos pt blicos -por qué, en realidad? «La fe nos ofrece, en efecto, muchas mis cosas ~dice, de spectac, ¢. 29 38 algo mucho més fuerte; gracias a la redencién dispone- ‘mos, en efecto, de alegrias completamente distintas; en lugar de los atletas nosotros tenemos nuestros mértires; yysiqueremos sangre, bien, tenemos la sangre de Cristo. Mas jqué cosas nos esperan el dia de su vuelta, de su triunfo!» — y ahora continéa asi este visionatio extasia- do: «At enim supersunt alia spectacul, ille ultimus et perpetuus judicii dies, ile nationibus insperatus, ile de- risus, cum tanta saeculi vetustas et tot ejus nativitates uno igne haurientur. Quae tune spectaculi latitudo! ‘Quid admirer! Quid rideam! Ubi gaudeam! Ubi exultems, spectans tot et tantos reges, qui in coelum recepri nun- tiabantur, cum ipso Jove et ipsis suis testibus in imis te- rebris congemescentes! Item pracsides (los gobema- dores de las provincias) persecutores dominici nominis saevioribus quam ipsi lammis seevierunt insultantibus contra Christianosliquescentes! Quos practerea sapien- tes illos philosophos coram discipulis suis una confls- _grantibus erubescentes, quibus nihil ad deum pertinere suadebant, quibus animas aut nullas aut non in pristina corpora redituras affirmabant! Etiam poetas non ad ‘Rhadamanti nec ad Minois, sed ad inopinati Christi ti- ‘bunal palpitantes! Tunc magis tragoedi andiendi, magis scilicet vocales (cuanto mejor sea la voz, peor gitar) in sua propria calamitate; tunc histriones cognoscendi, so Itiores multo per ignem, tunc spectandus auriga in lam- ‘mes rota totus rubens, tunc xystici contemplandi non in B

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