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HISTORIA DE LA FILOSOFÍA

1. LOS ORÍGENES DE LA FILOSOFÍA.


LOS PRESOCRÁTICOS.
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1. LA EXPLICACIÓN RACIONAL (LOGOS) Y LA IDEA DE NATURALEZA

1.1. CARACTERES GENERALES DE LA CULTURA GRIEGA

Suele decirse acertadamente que la filosofía y la ciencia aparecen cuando se abandona el mito
sustituyéndolo por la explicación racional (logos). La filosofía surge, pues, cuando el logos sustituye
al mito en la tarea de explicar la realidad: el universo físico, la naturaleza del ser humano, la
convivencia social con sus implicaciones de carácter político y moral.
Este acontecimiento –el abandono del mito y el surgimiento de la explicación racional– tuvo
lugar en la cultura griega alrededor del siglo VI a. C.
Han de tenerse en cuenta ciertas condiciones socioculturales que hicieron posible el
surgimiento de la filosofía en Grecia.

La Grecia anterior al surgimiento de la filosofía se caracteriza por estas notas:


a) Es una sociedad aristocrática, agrícola y guerrera, con una estructura social y unos ideales
morales determinados.
La colectividad está dividida en dos clases: la nobleza, que vive placenteramente en tiempos de
paz y conduce al pueblo en tiempos de guerra, y el pueblo, dedicado básicamente a la agricultura y
ganadería.
En cuanto a los ideales morales, los nobles son los depositarios únicos de la virtud, siendo los
valores supremos el linaje (bueno es el de linaje noble, malo y vulgar el de linaje plebeyo) y la fama.
Resulta así fácilmente comprensible que una sociedad estructurada de este modo no dé cabida a las
ideas de justicia y derecho, que implican cierta igualdad.
b) La cultura griega carece de libros sagrados y de un sistema educativo organizado. El
papel educador lo desempeñan fundamentalmente los poetas (sobre todo, Homero).
Homero era para los griegos algo muy distinto de lo que es hoy para nosotros. Para nosotros no
pasa de ser un poeta que ofrece narraciones imaginativas. Los griegos aprendían en Homero. Su obra
venía a ser algo así como el libro de texto donde aprendían:
–la moral y el conjunto de valores arriba descritos;
–la teología. La organización social de los dioses –con Zeus como dios supremo– y sus formas
de comportarse se corresponden totalmente con la organización social y el código moral de la sociedad
griega. La conducta de los dioses (robos, adulterios, engaños, etc.) está de acuerdo con la moral
aristocrática a que ya nos hemos referido;
–además de la moral y la teología, los griegos aprendían de Homero todo lo que sabían (o
creían saber) sobre historia, geografía, navegación, arte militar, cosmología, etc.

En las sociedades donde hay libros sagrados y dogmas, la posibilidad de crítica a las doctrinas
contenidas en éstos es escasa o nula. El carácter peculiar de la cultura griega en este aspecto, con su
carencia de libros sagrados y de una organización sacerdotal encargada de velar por la ortodoxia, hizo
más fácil la crítica de las doctrinas homéricas. Y esta crítica de las enseñanzas homéricas constituye el
punto de partida para la filosofía.
c) El comercio cobra una importancia definitiva. Aparece la moneda. Los viajes traen consigo
nuevos conocimientos técnicos y geográficos, el contacto con otras civilizaciones y formas de vida,
nuevos conocimientos de etnología.
La sabiduría popular, representada por las enseñanzas de los poetas antiguos, comienza a
resultar inadecuada: los valores de la nobleza quedan desfasados cuando las relaciones comerciales
exigen nuevas normas de justicia y derecho como base para los intercambios; el conocimiento de otros
pueblos lleva a la convicción de que cada pueblo se representa a los dioses de una manera distinta; en
general, se abre paso la convicción de que la interpretación del universo y de la convivencia humana ha
de asentarse sobre bases distintas, racionales.
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Lo expuesto hasta ahora nos permite comprender dos hechos fundamentales: en primer lugar,
que la filosofía surge en Grecia como una crítica de la sabiduría popular y rutinaria, a la que
pretende suplantar; en segundo lugar, que la crítica al mito se lleva a cabo en todos los frentes
(moral, sociología, teología, astronomía, cosmología). Se trata de una nueva visión de la realidad en
toda su complejidad, una visión que se esfuerza por eliminar los supuestos irracionales del mito.

1.2. MITO Y EXPLICACIÓN RACIONAL (LOGOS)

1.2.1. EL MITO

En general, cabe entender por mito el conjunto de narraciones tradicionales de los poetas
(especialmente, Homero y Hesiodo) acerca del mundo, los hombres y los dioses. El mito se caracteriza
por ofrecer una explicación total, que da respuesta a los problemas y enigmas fundamentales sobre el
origen y naturaleza del universo, del ser humano, de la civilización y la técnica, de la organización
social, etc. Asimismo, en el mito las fuerzas naturales (el fuego, el viento, etc.) son personificadas y
divinizadas: se trata de dioses personales, cuya presencia y actuación se deja sentir continuamente en el
curso de los acontecimientos. En tercer lugar, y en consonancia con lo anterior, los fenómenos y
sucesos del universo se hacen depender de la voluntad de los dioses.
Las consecuencias son fácilmente comprensibles: los fenómenos naturales –y también la
conducta humana, individual o colectiva– son en gran medida imprevisibles, suceden de un modo
arbitrario, dependen de la voluntad antojadiza de la divinidad.
Resulta obvio que dentro de estas coordenadas es imposible la ciencia. La ciencia sólo es
posible como búsqueda de las leyes, de las regularidades que rigen en la naturaleza.

Conviene, sin embargo, señalar que este cuadro del pensamiento mítico es en cierta medida
esquemático. La arbitrariedad en el curso de los acontecimientos (sean humanos o cósmicos) encuentra
ciertas limitaciones incluso en el pensamiento mítico. La actuación misma de los dioses está sometida
a ciertas fuerzas de carácter cósmico, como el destino. Estas fuerzas son entidades más o menos
imprecisas y abstractas. Contra el destino nada pueden los hombres, nada pueden los dioses. De este
modo, el destino viene a establecer una cierta necesidad en el acontecer universal.
Al oponerse a las explicaciones de carácter mítico, la filosofía no renuncia al carácter de
respuesta última acerca de la totalidad de lo real, propio del mito; antes al contrario, esa dimensión
viene a constituir uno de los rasgos esenciales del pensamiento filosófico.
La filosofía, además, criticará la arbitrariedad de las intervenciones divinas y, asimismo,
recogerá esta idea de necesidad despojándola de su carácter ilógico e inescrutable y afirmándola
como una exigencia de la racionalidad de lo real.

1.2.2. LA EXPLICACIÓN RACIONAL (LOGOS)

La explicación racional (logos) comienza cuando la idea de arbitrariedad es suplantada


definitivamente por la idea de necesidad, es decir, cuando se impone la convicción de que las cosas
suceden cuando y como tienen que suceder. Esto puede parecernos hoy elemental, pero constituye
uno de los logros más importantes de la cultura occidental.
A esta idea de necesidad se hallan vinculadas otras ideas que enmarcan la explicación racional
en la filosofía griega.
a) La idea de necesidad (las cosas suceden como tienen que suceder) está relacionada con la
idea de permanencia o constancia. Un ejemplo: el agua se comporta siempre del mismo modo (p.e.,
hierve y se solidifica siempre a unas temperaturas determinadas); posee, pues, unas propiedades fijas y,
por tanto, una manera de ser constante o permanente. Esta manera de ser constante o permanente fue
denominada por los griegos esencia (eidos). La esencia es lo que una cosa es a pesar de sus posibles
cambios de apariencia o estado.
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De esta manera el pensamiento griego creó una serie de conceptos opuestos de dos en dos, cuyo
entramado constituye el sistema de coordenadas de su explicación de la realidad. Así, tenemos en las
cosas lo que hay de permanente frente a lo que hay de cambiante, frente a sus distintos estados o
apariencias; a su vez, lo permanente constituye la esencia (lo que las cosas verdaderamente son) frente
a sus apariencias (lo que las cosas parecen ser); por último, esta manera de ser constante es lo que hay
de idéntico o común entre seres que muestran apariencias diversas: hombres de diversas razas,
culturas, etc., tienen en común, precisamente, su ser «hombres». La esencia es, pues, el fundamento de
la unidad frente a la multiplicidad de sus estados y apariencias, así como frente a la multiplicidad de
individuos que la comparten.
Conocer las cosas será, por tanto, conocer lo que son de verdad, lo que tienen de común y
permanente. Los griegos estaban convencidos de que, por muy útil que sea el conocimiento sensible,
los sentidos no bastan para proporcionarnos tal conocimiento. Antes al contrario, los sentidos nos
muestran una multiplicidad de individuos, de apariencias y estados cambiantes y accidentales. Es
necesario un esfuerzo intelectual, racional, para alcanzar el ser de las cosas. De este modo, y en
correspondencia con la dualidad establecida antes (unidad y permanencia frente a pluralidad y
cambio), los griegos establecieron también una dualidad en el campo del conocimiento: razón frente a
sentidos.
Lo que acabamos de exponer puede representarse por medio del siguiente gráfico:
LA UNIDAD
RAZÓN LO PERMANENTE
LO QUE ES

CONOCIMIENTO    REALIDAD

LA PLURALIDAD
SENTIDOS LO CAMBIANTE
LO QUE PARECE SER

b) Hay, pues, esencias o maneras de ser que son comunes a una multiplicidad de individuos. En
esta idea se basa la actividad intelectual de clasificar. Supongamos ahora que, basándonos en esta idea,
clasificamos globalmente los seres del universo agrupándolos en minerales, plantas, animales y seres
humanos. ¿Se detendrá aquí el entendimiento humano? Seguramente, no. El entendimiento volverá a
plantearse la misma pregunta sobre los individuos pertenecientes a estos grupos. Tal vez –pensará–
minerales, plantas, animales y seres humanos no son sino variedades o estados distintos de una única
sustancia, o bien el resultado de combinaciones varias de unas cuantas –pocas– sustancias primeras y
elementales.
La búsqueda de lo permanente y común está asociada a una segunda convicción fundamental:
que todo el universo se reduce, en último término, a uno o muy pocos elementos. Esta idea
constituye otro de los pilares sobre los que se asienta la investigación racional acerca del universo. Sin
esta convicción, la ciencia es igualmente imposible.
Esta perspectiva es la que permite comprender la trascendencia histórica de la pregunta de los
filósofos griegos acerca de la arché o principio último de lo real. Desde esta perspectiva es posible
comprender, en efecto, que la pregunta misma por la arché o principio es mucho más importante que
las variadas respuestas que los filósofos griegos ensayaron sucesivamente.

1.3. LA NATURALEZA (PHYSIS)

De manera general, la palabra «naturaleza», o physis, posee para los griegos, al igual que para
nosotros, dos grandes usos o acepciones:
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a) el conjunto de seres que pueblan el universo, exceptuando de este conjunto las cosas
producidas por el hombre. En esta acepción, la naturaleza viene a coincidir con la totalidad del
universo.
b) ser intrínseco o permanente de las cosas: así, cuando nos preguntamos por la naturaleza
humana, etc. En este caso naturaleza viene a significar lo que las cosas son (lo que en el apartado
anterior denominábamos esencia, modo de ser permanente o constante).

1.3.1. RASGOS QUE CARACTERIZAN LA NATURALEZA SEGÚN LA FILOSOFÍA GRIEGA

a) En primer lugar, el concepto de naturaleza –y esto es válido para la doble acepción


indicada– está indisolublemente vinculado al concepto de necesidad. En cuanto al universo como
totalidad, la necesidad se traduce en que aquél es un todo ordenado, un cosmos y no un caos. Ahora
bien, el universo no puede ser un todo ordenado a no ser que los distintos seres que lo integran (los
astros, la Tierra, los elementos, los vivientes) estén en su sitio y se comporten del modo que les
corresponde; es precisamente la naturaleza de los distintos seres (entendida ahora como su ser propio e
intrínseco) la que determina su lugar en el universo y su forma de comportarse.
b) La naturaleza no es algo estático, inerte. El universo como totalidad muestra un orden
dinámico en que los movimientos de los astros, las estaciones, las generaciones de los vivientes, etc.,
se suceden ordenadamente. La naturaleza es, pues, dinámica. Negar el cambio, el movimiento, es
negar la naturaleza. De ahí que Aristóteles denominara aphysikós a Parménides, es decir, negador de la
naturaleza, ya que este filósofo negaba la posibilidad del movimiento.
c) La naturaleza implica, pues, movimiento y actividad, pero un movimiento y una actividad
intrínsecos y propios del ser natural. Este tercer e importantísimo rasgo es el que marca la
separación radical entre los seres naturales y los seres artificiales o artefactos, es decir, las cosas que
son producto del trabajo o industria humanos. Precisamente por esta actividad intrínseca y propia que
caracteriza la naturaleza, el universo no puede ser concebido, en general, por los griegos como una
máquina (modelo que presidirá la concepción del universo en la modernidad), sino más bien como un
organismo viviente.

1.3.2. NATURALEZA, ESENCIA, ARCHÉ

La naturaleza en cuanto modo de ser propio y permanente de las cosas, se identifica con lo que
llamábamos esencia, pero con una importante diferencia de matiz, que resulta del carácter dinámico
que señalábamos en la naturaleza: la esencia es la manera de ser permanente de las cosas por
oposición a sus aspectos variables y cambiantes; la naturaleza es ese mismo modo de ser permanente,
pero en cuanto que determina un cierto tipo de actividades u operaciones propias.
Mientras la esencia prescinde de los aspectos variables y cambiantes de las cosas, la naturaleza
explica precisamente esas variaciones y cambios. El concepto de naturaleza es lo permanente en
cuanto que explica los cambios, es el ser real de las cosas en cuanto fundamento de lo que parecen ser,
es el principio de unidad capaz de generar la pluralidad. Preguntar, pues, por la naturaleza es
preguntar por el ser de las cosas para, a partir de él, explicar sus movimientos y procesos.
La pregunta de los filósofos griegos es, desde el primer momento (desde Tales de Mileto), una
pregunta por la naturaleza, por la physis. El principio último (el agua, el aire, etc.) es la naturaleza
de las cosas, porque:
– es aquello a partir de lo cual se generan los seres del universo. El principio así concebido es el
origen;
– es aquello en que consisten los seres del universo (en la hipótesis de Tales, las cosas no sólo
proceden del agua, sino que son, en último término, agua). El principio así concebido es lo
permanente, el sustrato último;
– es aquello capaz de explicar las distintas transformaciones del universo. El principio así
concebido es causa.
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La pregunta de los filósofos griegos por el principio de la totalidad de lo real presenta, pues,
una doble característica: su radicalidad, en cuanto que pretende alcanzar el principio último y
originario, y su universalidad, en cuando que aspira a alcanzar el principio de todo lo real. Se trata por
tanto de una pregunta filosófica o, más exactamente, de la pregunta con que se abre la filosofía.

2. MODELOS PRESOCRÁTICOS DE EXPLICACIÓN DE LA NATURALEZA

El tema fundamental de que se ocupan los primeros filósofos, los presocráticos, es la naturaleza
o physis. De ahí que se les denomine con frecuencia cosmólogos o físicos (Aristóteles los llama
physikoi, es decir, físicos o, si se prefiere, filósofos de la naturaleza). Su actividad se desarrolla durante
el siglo VI y la primera mitad del siglo V a.C.
No todos los filósofos presocráticos propusieron un mismo modelo de explicación racional de
la naturaleza. A continuación exponemos los distintos modelos a que recurrieron.

2.1. NATURALEZA Y SUSTRATO. LOS MILESIOS

Puesto que la noción de naturaleza (physis) remite al principio (arché) y éste abarca las ideas de
origen, sustrato y causa, no puede por menos de plantearse un interrogante: ¿es posible que una única
realidad o sustancia sea capaz de ejercer ella sola todas estas funciones?
Los filósofos de Mileto –Tales1, Anaximandro2 y Anaxímenes3– consideraron que sí es posible y
establecieron un único principio o naturaleza. El primero de ellos, Tales de Mileto, sostuvo que el
sustrato y principio de todas las cosas es el agua. Anaximandro, por su parte, supuso que el sustrato y
principio no puede ser ninguna sustancia concreta de las que pueblan el universo, de ahí que lo
denominara ápeiron, es decir, lo indeterminado o indefinido. Anaxímenes, en fin, recurrió al igual que
Tales, a una sustancia determinada, afirmando que el principio es el aire: de éste derivarían todos los
seres a partir de procesos de condensación y rarefacción.
No se conserva ni una sola línea de Tales, ni tampoco de Anaxímenes. Sin embargo, y
afortunadamente, un comentarista de Aristóteles, Simplicio (s.VI d.C.), nos ha conservado las
siguientes líneas de Anaximandro: «la generación de los seres existentes tiene lugar a partir de aquello
a que conduce su destrucción, como es justo y necesario. Y es que se indemnizan y pagan su castigo
unos a otros por su ofensa (o por su injusticia: adikía) de acuerdo con el orden del tiempo.»
En estas líneas de Anaximandro aparece poéticamente expresada la idea de que el universo
constituye un proceso en que la destrucción de unos seres da lugar al surgimiento de otros seres
opuestos, y viceversa, así como la afirmación de que este proceso es necesario, ajeno a toda
arbitrariedad, y regular, «según el orden del tiempo».

1
Tales de Mileto. Nacido en la segunda mitad del siglo VII a.C., desarrolló su actividad intelectual en la primera
mitad del siglo siguiente. Astrónomo (predijo el eclipse de sol acaecido en el año 585 a.C.), ingeniero y matemático
(formuló el teorema que lleva su nombre), Tales es considerado el primer filósofo griego al introducir la investigación
racional acerca del principio o arché de lo real.
2
Anaximandro. Paisano, discípulo y sucesor de Tales. Probablemente nació en los últimos años del siglo VII
a.C., y murió a mediados del siglo VI. Fue también astrónomo, geómetra y geógrafo (diseñó un mapamundi) y escribió una
obra que –como otras muchas de los filósofos presocráticos– fue posteriormente titulada Acerca de la Naturaleza.
3
Anaxímenes. Milesio también, algo más joven que Anaximandro. De él sabemos muy poco, salvo que escribió
también una obra en que exponía sus teorías Acerca de la Naturaleza.
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TABLA CRONOLÓGICA DE LAS PRINCIPALES CORRIENTES


Y FILÓSOFOS GRIEGOS HASTA EL PERIODO HELENÍSTICO4

I. FILOSOFÍA PRESOCRÁTICA Leucipo (440 a.C.)


(S. VI y primera mitad s. V a.C.) Demócrito (420 a.C.)
1. Filósofos de Mileto II. LOS SOFISTAS Y SÓCRATES
Tales (585 a.C.) (Segunda mitad del s. V a.C.)
Anaximandro (547 a.C.) Protágoras de Abdera (aprox. 490 a.C.)
Anaxímenes (525 a.C.) Gorgias de Leontini (aprox. 480-380 a.C.)
2. Pitagorismo antiguo Sócrates (469-399 a.C.)
Pitágoras (530 a.C.) III. PLATÓN Y ARISTÓTELES
Alcmeón de Crotona (500 a.C.) (Desde comienzos s. IV a.C. hasta las décadas finales del
3. Heráclito (500 a.C.) mismo)
4. Jenófanes (530 a.C.) Platón (427-347 a.C.)
5. Filósofos eleatas Aristóteles (384-332 a.C.)
Parménides (470 a.C.) IV. PERIODO HELENÍSTICO
Zenón de Elea (450 a.C.) (Desde finales del s. IV al s. I a.C.)
Meliso de Samos (445 a.C.) Estoicismo. Zenón de Citio (aprox. 341 a.C.)
6. Pluralistas Epicureísmo. Epicuro de Samos (341-270 a.C.)
Empédocles (450 a.C.) Escepticismo. Pirrón de Elis (aprox. 360-270 a.C.)
Anaxágoras (450 a.C.)

2.2. NATURALEZA Y MATEMÁTICAS. LOS PITAGÓRICOS5

Los pitagóricos fueron, ante todo, matemáticos («los primeros que hicieron progresar las
matemáticas», dice Aristóteles) y su dedicación a las matemáticas influyó decisivamente en su
explicación acerca de la naturaleza (origen, sustrato y causa) de lo real. Observaron, en efecto, que
múltiples propiedades y comportamientos de los seres reales pueden ser formulados matemáticamente
y supusieron que todos los seres del universo –lo que son y su forma de comportarse– son formulables
en forma matemática. Desde entonces la ciencia se ha beneficiado incesantemente de esta suposición,
confirmándola una y otra vez.
Desde entonces también esta dócil sumisión del universo a las matemáticas ha constituido un
motivo de reflexión. ¿Por qué los seres del universo se acomodan a las matemáticas? La única
explicación posible, dicen los pitagóricos, es que los principios de las matemáticas sean también los de
los seres reales, y como los principios matemáticos son los números, éstos constituyen –afirman– la
naturaleza del universo. A partir de esta afirmación se dedicaron a una doble tarea: de una parte,
asignar (por procedimientos en gran medida arbitrarios) un número a cada cosa; de otra parte, y puesto
que los números son muchos, se preguntaron de qué están constituidos y de dónde proceden los
números mismos (lo que equivalía a preguntar de dónde proceden los seres reales).
Los números –contestaban– proceden de dos elementos, lo par y lo impar. Los pitagóricos
adoptaron de este modo una explicación no monista, sino dualista de la naturaleza y llegaron a
establecer una serie de oposiciones entre dos términos (par-impar, limitado-ilimitado, bueno-malo, luz-
oscuridad, etc.), que no son sino aspectos o concreciones de los dos principios originales. Tal vez –no
4
En los casos en que figura sólo una fecha, ésta es siempre aproximada y se refiere a lo que los antiguos llamaban
acmé, es decir, la madurez (edad de cuarenta años aproximadamente).
Los filósofos griegos hasta Demócrito, junto con los sofistas, suelen denominarse presocráticos. Tal
denominación es poco adecuada, ya que algunos eleatas y pluralistas, así como todos los sofistas, son contemporáneos, si
no coetáneos, de Sócrates.
5
Pitágoras. Su madurez se sitúa alrededor del año 530 a.C. Nació en Samos, pero emigró a la Magna Grecia (sur
de Italia), estableciéndose en Crotona, donde fundó su escuela. Su figura se convirtió pronto en legendaria. Se le atribuye la
invención de la tabla de multiplicar y el teorema que lleva su nombre. Puesto que no escribió nada, resulta imposible
distinguir sus propias contribuciones de las de la escuela.
La escuela pitagórica fue una comunidad singular de carácter científico, religioso y político. En lo
científico, cultivaron especialmente la matemática, la música y la astronomía. En lo religioso, afirmaban la inmortalidad y
transmigración de las almas, concediendo importancia fundamental a su purificación a través del conocimiento y de un
sistema de vida rígidamente regulado por prohibiciones.
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lo sabemos– los pitagóricos antiguos se preguntaran si era posible reducir estos opuestos a un único
principio original del que ambos procederían.

2.3. NATURALEZA Y LOGOS. HERÁCLITO Y PARMÉNIDES

2.3.1. HERÁCLITO DE ÉFESO6

El punto de partida de su reflexión es la constatación de que el universo se encuentra sometido


a permanente cambio, al devenir continuo (panta rei, “todo fluye”). Además, consideró que esa
constante transformación no responde al azar, sino que se encuentra sometida a una ley (nomos), esto
es, a un principio rector.
Para Heráclito todo cuanto existe proviene del fuego (pir), pero el fuego al que se refiere no
es el fuego físico que percibimos, sino el principio (arjé) del que surgen las cosas. El fuego “se
enciende con medida y se apaga con medida”, asegura el pensador de Éfeso. Esto significa que el
fuego es también un agente de orden. Aunque el universo esté sometido a variaciones, estas son el
resultado de un principio racional que las regula. La realidad es, también, logos. De esta manera
Heráclito identifica fuego y logos: entre la razón (logos) y el devenir universal -simbolizado por el
fuego- se da una completa identidad.
Explica Heráclito que los seres surgen de la Unidad originaria a través de un proceso de
escisión interna, de oposición, de lucha de contrarios. Este proceso de separación tiene su comienzo en
la conflagración, un incendio cósmico que dará lugar a la diversidad de las cosas. Finalmente, todo se
reunirá en la Unidad, y se repetirá en los ciclos cósmicos.
Al buscar el orden e inteligibilidad de lo real, no en sus aspectos estáticos, sino en su
dinamismo, no en la identidad, sino en la contradicción, en la lucha de contrarios, Heráclito alumbró
por primera vez la dialéctica.

2.3.2. PARMÉNIDES DE ELEA7

Parménides marca un hito decisivo en el desarrollo de la filosofía griega. En efecto, como


consecuencia de su doctrina, la filosofía de la naturaleza tomará un rumbo y unos principios totalmente
diferentes8.
El pensamiento de Parménides convierte la cosmología en un estudio del ser y de sus
propiedades, en una ontología, y desarrolla a la vez un estudio sobre el conocimiento, una
epistemología, que distingue entre el conocimiento sensible y el conocimiento racional, entre la verdad
y la apariencia.
Parménides expone su doctrina en el poema Sobre la naturaleza, que consta de una
introducción o proemio y dos partes. En el proemio se describe el viaje del filósofo hasta llegar a la
diosa de la verdad. En la primera parte la diosa le muestra el camino o vía de la verdad. La segunda
parte muestra la vía de las opiniones o de las apariencias, es la vía del error.

a) Vía de la verdad

Las afirmaciones fundamentales de Parménides, «el ser es y no puede no ser», «el no-ser no es
y no puede conocerse ni expresarse en palabras» y «el pensar y el ser son una y la misma cosa»,
anticipan los principios de la lógica de Aristóteles: el de identidad, el ser es; el de no contradicción, el
ser no puede no ser; y el de tercio excluso, si algo es verdadero, su opuesto es falso y viceversa. Desde
estos principios deduce Parménides las características del ser.
6
Heráclito (544-484 a.C.), apodado el Oscuro, nació en Éfeso, ciudad de Jonia, en Asia Menor.
7
Magna Grecia.
8
Su importancia filosófica es enorme, ya que su obra divide la filosofía de la naturaleza presocrática en dos
periodos bien definidos: el de los sistemas monistas anteriores a él, y el de los sistemas pluralistas posteriores a él.
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– Hay solamente un ser, ya que si existiera otro ser debería existir algo que los separase, de
otro modo sería el mismo ser. Este algo o sería otro ser o un no-ser, el vacío. Si se tratase de un ser,
una vez más debería existir otro ser que lo separase del anterior y así hasta el infinito. Si se tratara de
un no-ser no existiría. Por tanto, hay un solo ser.
– El ser es eterno, ya que, de no haber existido siempre, en algún momento habría tenido que
no ser, pero el no-ser es contradictorio con el ser.
– El ser es inmóvil, no puede entenderse el movimiento sin la existencia de algo en lo que el
ser se mueva, pero como sólo existe el ser, éste es inmóvil.
– El ser es completo, resultando inconcebible un límite distinto de sí mismo. «Siendo igual a sí
mismo por todas partes, está uniformemente dentro de sus límites.»
Parménides sostenía que los físicos precedentes habían afrontado el problema del arché de
forma errónea, pues era necesario pensar que algunas cosas dejarán de ser lo que son. Para el eleático
el cambio es imposible. «El ser es y no puede no ser; el no ser no es y no puede ser.»
La doctrina de Parménides acerca de la realidad, acerca de lo que hay o existe, puede resumirse
en estas dos afirmaciones:
1. A partir de una única realidad es imposible que surja la pluralidad, contra lo que
afirmaban los milesios. En efecto, supongamos que originalmente existía solamente agua: ¿por qué no
sigue habiendo sólo agua? Si únicamente había agua, ésta no pudo generarse a partir de otra sustancia
(que, por hipótesis, no había) ni puede tampoco transformarse en otra cosa o desaparecer (¿qué podría
hacerla transformarse o desaparecer, si nada hay aparte de ella?). Lo que no hay, ni había desde
siempre, no puede, pues, originarse; lo que hay desde siempre no puede tampoco ser destruido.
2. Parménides deduce también que lo que hay, lo que existe, ha de ser único, es decir, una
única realidad.
Las consecuencias de estas dos afirmaciones son tajantes e ineludibles: si, por una parte, de una
única realidad no puede surgir la pluralidad y si, por otra, la razón nos obliga a aceptar la existencia de
una única realidad, no habrá más remedio que declarar irracionales e ininteligibles el movimiento y la
pluralidad.

b) Vía de la opinión

La diosa advierte a Parménides del riesgo de caer en el error de los sentidos. En los objetos que
el lógos, la razón, conoce, el ser de algo implica necesariamente el rechazo del otro, pero en los objetos
de los sentidos aceptar uno de los términos supone afirmar el otro. Por el frío conocemos el calor, y
viceversa.
Esta cuestión encuentra su explicación en la vía de la dóxa, es decir, la opinión verosímil.
Constatar la existencia de contrarios no violenta el principio de verdad establecido por Parménides,
porque se puede considerar que los contrarios no son nada, es más, entre ambos son un ser. La
oposición de contrarios está incluida en una unidad superior y necesaria: la del ser.
El mensaje del poema no deja lugar a dudas: los hombres, si quieren conocer la realidad, deben
abandonar la vía de las opiniones y las apariencias y seguir la vía de la verdad.

La distinción establecida por Parménides entre las dos vías (verdad y opinión) tuvo también una
enorme influencia en el campo de la teoría del conocimiento. La razón, como hemos indicado, nos
muestra la exigencia de que la realidad sea única e inmutable; por el contrario, nuestros sentidos,
nuestras percepciones y experiencias nos muestran la pluralidad y el movimiento. A partir de
Parménides se configura ya de una manera definitiva la oposición entre la razón y los sentidos,
entre el conocimiento intelectual y el conocimiento sensible. Aunque el propio Parménides no fijara
explícita y literalmente esta oposición, su obra contribuyó definitivamente a su establecimiento.
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2.4. EL MECANICISMO. ANAXÁGORAS Y DEMÓCRITO

Después de Parménides no fue posible ya retornar a una explicación monista de la


naturaleza, ya que aceptar una única realidad como origen, sustrato y causa, era condenarse a no
poder explicar ni la pluralidad ni el movimiento. Surgieron, pues, las filosofías pluralistas de
Empédocles, Anaxágoras y Demócrito.

2.4.1. ANAXÁGORAS

Anaxágoras –al igual que todos los pluralistas– acepta como evidente el razonamiento
parmenídeo de que ninguna realidad nueva puede originarse. Aceptado este principio, no le queda otro
recurso que afirmar que todo existe desde siempre. Partículas diminutas de todas las sustancias
existían y existen por siempre; en los hombres predominan las partículas de hombre, pero en realidad
en el ser humano –como en el resto de los seres– hay partículas u homeomerías de todas las sustancias
del universo: «todo participa de todo», dice Anaxágoras.
Estas innumerables partículas se encontraban originalmente mezcladas en una masa compacta y
maciza, sin intersticios ni separación alguna. Queda así explicado el origen de la pluralidad, pero
¿cómo se explica el movimiento? ¿Cómo empezó a moverse esta masa compacta originaria, de modo
que las partículas fueran separándose y uniéndose para dar lugar a los distintos seres? Anaxágoras
recurre a una causa exterior, el entendimiento, el nous, que imprimió a esta masa inerte un
movimiento de remolino.
El recurso por parte de Anaxágoras al entendimiento abre perspectivas nuevas, que más tarde
serán recogidas por Platón y Aristóteles. En Anaxágoras aparece por vez primera de modo explícito la
idea de un dios como principio rector del universo. Esto parecía llevar a una concepción del orden del
universo como resultado de una inteligencia que actúa conforme a fines, de modo tal que el resultado
de los procesos naturales sea siempre la consecución de lo mejor, de la máxima perfección y belleza.
Sin embargo, Anaxágoras apenas desarrolla este aspecto implícito en su cosmología,
concediendo de hecho el papel fundamental en la construcción del universo al remolino y, por tanto, a
fuerzas de carácter mecánico.
La filosofía de Anaxágoras se halla, pues, entre el finalismo y el mecanicismo.

2.4.2. DEMÓCRITO

Demócrito –con su maestro, Leucipo– ofreció una respuesta más audaz y más radical. Acepta
también como indiscutible la afirmación de Parménides, según la cual de una única realidad no puede
originarse la pluralidad. Más aún, acepta que lo real ha de poseer las características establecidas por el
razonamiento de Parménides: inengendrado, indestructible, inmutable, finito, compacto, homogéneo e
indivisible. De la realidad parmenídea acepta, pues, todas las características menos dos: la esfericidad
(hay átomos esféricos, pero los hay también de otras formas y figuras) y la unicidad.
Parménides dice que no puede haber más que una única realidad. ¿Por qué? Supongamos que
existen dos o más realidades, dos o más entes: por fuerza ha de haber alguna separación real entre
ellos, ya que, en caso contrario, no serían dos sino una única realidad continua. Ahora bien,
argumentaba Parménides, si entre ellos hay realmente separación, ¿qué es lo que se interpone entre
ellos? No cabe contestar que se interpone algo real, pues volveríamos a la situación anteriormente
descrita: no dos sino una única realidad continua. ¿Se interpondrá entre ellos algo no real? Pero algo
que no es real, ¿cómo va a interponerse? Algo no real es algo que no es y, por tanto, no puede ni
dividir ni interponerse.
Es frente a este dilema donde se muestra la audacia intelectual de los atomistas. Entre la
multitud de realidades (átomos), cuya existencia pretenden establecer, se interpone ciertamente algo,
el vacío. Los atomistas conceden a Parménides que el vacío que separa los átomos no es real, si por
real se entiende la materia existente: únicamente los átomos son reales en este sentido y el vacío puede
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA

1. LOS ORÍGENES DE LA FILOSOFÍA.


LOS PRESOCRÁTICOS.
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muy bien ser caracterizado como no-ente por Parménides. Sin embargo, el vacío es algo real, si por
real se entiende que efectivamente lo hay.
Junto con los átomos, el vacío forma parte de la naturaleza del universo. El papel
desempeñado por el vacío es decisivo. No sólo hace posible la pluralidad, sino también el
movimiento. Anaxágoras, como veíamos, había admitido una pluralidad de partículas originalmente
mezcladas en una masa compacta. Al no admitir el vacío, estas partículas quedaban «aprisionadas» en
la masa originaria, compacta e inerte. Admitido el vacío, por el contrario, los átomos pueden moverse
libremente en él. La pregunta ¿por qué y cómo se inició el movimiento?, tiene sentido en el caso de
Anaxágoras (lo inició el nous o entendimiento), pero no tiene ningún sentido en el atomismo: el
movimiento no se inició en ningún momento, los átomos se mueven eternamente en el vacío.
El atomismo de Leucipo y Demócrito alumbró definitivamente una concepción, un modelo
mecanicista de la naturaleza: el universo no está presidido por plan alguno trazado por una
inteligencia trascendente, ni existe tampoco finalidad inmanente que preste inteligibilidad a los
procesos naturales. El universo es el resultado de una necesidad ciega y opaca, que para el ser humano
viene a confundirse con el azar. La concepción mecanicista quedará como modelo siempre disponible
que, tras un largo periodo de oscurecimiento, volverá a resurgir con fuerza a partir de la Edad
Moderna.
El sistema atomista constituye la última respuesta del pensamiento presocrático a la doctrina de
Parménides. Por lo que se refiere a la teoría del conocimiento, Demócrito radicalizó la oposición
entre la razón y los sentidos, entre el conocimiento intelectual y el conocimiento sensible, oposición
que, como indicábamos, apuntaba ya en el Poema de Parménides. Sólo la razón nos lleva a conocer y
nos muestra los auténticos principios de las cosas, la auténtica realidad que son los átomos y el vacío.
Por el contrario, las cualidades que percibimos por medio de los sentidos (colores, olores, calor y frío,
etc.) no son reales, no son propiedades reales de los átomos, sino impresiones resultantes de la
interacción de los átomos de nuestro cuerpo con los átomos del exterior.

MODELOS GRIEGOS DE EXPLICACIÓN DE LA NATURALEZA (ESQUEMA)

Principio: -Uno (monismo): -en movimiento: -determinado: -agua – Tales


-aire – Anaxímenes
-fuego – Heráclito
-indeterminado: -ápeiron - Anaximandro

-inmóvil: -el ser – Parménides

-Doble (dualismo): -pitagóricos – par/impar

-Múltiple (pluralismo): -Empédocles: -aire, agua, fuego, tierra, amor, odio


-Anaxágoras: -homeomerías, nous
-Demócrito: átomos

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