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Moderadora:

AndreaN

Traductoras:

AndreaN Roo Andresen cowdiem


bautiston Paaau dani
kuami LizC Emii_Gregori
Vanille *Nightwalker2711* Anelisse
Virtxu Conitaa H Ruthiee
cYeLy DiviNNa majo2340 Little Rose
Mery St. Clair masi Sophie12
Sheilita Belikov flochi †DaRkGirl†
Anne_Belikov Dham-Love Ƹ ӜƷ YosbeƸ ӜƷ *
Cami.Pineda

Correctoras:

CyeLy DiviNNa majo2340 ginabm nella07


Marina012 Mari Cullen Obssesion

Recopilación y Revisión:

cYeLy DiviNNa

Diseño:

AndreaN

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Sinopsis 5
Prologo 7
Capitulo 1 8
Capitulo 2 18
Capitulo 3 25
Capitulo 4 33
Capitulo 5 48
Capitulo 6 61
Capitulo 7 69
Capitulo 8 81
Capitulo 9 87
Capitulo 10 94
Capitulo 11 104
Capitulo 12 111
Capitulo 13 118
Capitulo 14 124
Capitulo 15 131
Capitulo 16 138
Capitulo 17 155
Capitulo 18 165
Capitulo 19 180
Capitulo 20 190
Capitulo 21 204
Capitulo 22 213
Capitulo 23 228
Capitulo 24 240
Capitulo 25 250
Capitulo 26 262
Capitulo 27 276
Capitulo 28 293
Capitulo 29 306
Capitulo 30 322
Capitulo 31 335
Capitulo 32 352
Capitulo 33 363
Capitulo 34 374
Capitulo 35 382
Capitulo 36 391
Epilogo 403
Bird Song 416
S.L Naeole 417

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4
Traducida por masi

Corregida por CyeLy DiviNNa

C
uando te despiertas por la mañana y tus ojos notan los primeros indicios de
luz que brillan a través de tu ventana, capturando las motas de polvo y
reflejando los rayos del sol como pequeños diamantes, los brillantes tonos
amarillo y anaranjado que se reflejan a través de tu habitación, lo primero que
piensas, por lo general, no es cómo vas a pasar uno de los peores días de tu vida.

Por desgracia para Grace Shelley, es exactamente a lo que se está enfrentando


mientras reflexiona sobre qué hacer ahora que va a empezar su último año en la
escuela secundaria sin su mejor amigo. No es exactamente la chica más popular de
la escuela —al menos, no la chica más popular de la escuela a la que todo el mundo
quiere, de todos modos— y todo parece indicar que este año no va a mejorar su
status quo, hasta que se topa con un extraño que la deja patidifusa con sus palabras
y persiguiendo su corazón.

El nuevo chico en la escuela es diferente. Robert no se preocupa por los rumores


que ha oído sobre ella o que nadie más parece verla de la misma forma en que él la
ve; él sólo quiere que ella sea su amiga. Es entonces cuando las cosas se complican.
Cuando Grace se entera de que él no es el típico chico de secundaria y que en
realidad es un ángel sin alas que está buscando alguien en quien confiar, ella se
introduce en su mundo donde no todos los ángeles tienen el propósito de proteger a
los seres humanos, y donde los cambios que ella trae a su vida cambia todo en la
suya.

Primer libro de la saga Falling from Grace.

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"Y así, en su plática, los amantes se entretenían

La noche se desvanecía y desvanecía y no traía día.

Ellos se rindieron: el Cielo no les da ninguna ilusión

A aquellos que no escuchan el latido de su corazón."

Al Aaraaf—Edgar Allan Poe

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Traducido por AndreaN

Corregido por cYeLy DiviNNa

S
u belleza era dolorosa de aceptar, incluso aunque su pasión empujaba de mí
un lamento de agonía. Capturada en sus ojos congelados estaba la luz de
todas las estrellas que alguna vez nacieron, y de todos los deseos alguna vez
hechos. Su hermosa sonrisa se estrechaba cruelmente a través de su rostro mientras
admiraba la panorámica de mi miedo.

Había lujuria en sus ojos que le suplicaba que fuera rápido, pero no había necesidad
de apresurarse; él tenía todo el tiempo del mundo, a pesar de que yo solo tenía el
tiempo que él me escatimaba. Su hermosa sonrisa creció mientras mi respiración se
apresuraba.

Me acarició confortantemente mientras se inclinaba hacia mí, una promesa de nada


más que sufrimiento y muerte en sus labios mientras decía mi nombre
amorosamente. Estaba clavada a mi destino—este iba a ser mi último abrazo—y le
di la bienvenida mientras la amarga inundación comenzaba.

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Las expectativas de Grace

Traducido por bautiston

Corregido por cYeLy DiviNNa

T
engo miedo de los lunes.

Y el incesante zumbido de mi reloj alarma que lo anuncia como si acabaran


de coronar a un rey. ¿Qué idiota había puesto esa cosa para, me asome
desde debajo de mi almohada mirando al reloj apoyado en mi cómoda, a poca
distancia del pie de la cama, las cinco y media? No podía haber sido yo, ni en un
millón de años. No estaba preparada, no para hoy de todos modos, y
definitivamente no estaba preparada para empezar a las cinco y media. La
oscuridad de la madrugada todavía ennegrecía mi ventana.

Como regla, los lunes no comienzan hasta que salga el sol, ¿Oh, a quien estaba
engañando? Era septiembre... en Ohio. No iba a haber sol hasta dentro de una hora
por lo menos, y en menos de tres, tendría que hacer frente al mundo de nuevo. El
verano había terminado y mi último año estaba empezando, justo cuando mi vida
terminaba.

Era inevitable, este primer día de clases después de una vida de hacer memoria,
todos esos secretos susurrados y esas declaraciones en voz alta entre amigos eran
tan permanentes como el tiempo. Y sin embargo, nada podría ser tan permanente
como las promesas rotas, o mi corazón destrozado, roto por mi mejor amigo. En
verdad, mi único amigo, la única persona en el mundo en la que confiaba, que me
conocía por dentro y por fuera y que vio más allá de lo que otros veían como gente
rara.

Graham Hasselbeck no era sólo mi vecino. Nosotros crecimos juntos. Fue mi


compañero de juegos infantiles, los dos inseparables toda la vida, desde los pañales
hasta la adolescencia. Vale decir que entonces teníamos los mismos gustos como
solo dos amigos podrían tener. Incluso el destino parecía dispuesto a juntarnos
cuando empezó la escuela, asignándonos a las mismas clases de jardín de infantes
hasta la escuela secundaria.

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Los hitos importantes de nuestras vidas parecía correr en el tiempo juntos, así,
desde que aprendimos a andar en bicicleta juntos, nos rompimos los huesos, incluso
nos enfermamos juntos. Éramos muy cercanos y nuestro vínculo era muy fuerte y
significativo para romperse.

Incluso cuando se hizo más alto que yo y todos los demás, cuando se quitó los
aparatos que le enderezaron los dientes imperfectos mientras que los míos seguían
mostrando esa atroz separación un tanto embarazosa de la infancia, cuando se hizo
popular y yo le seguía detrás, cuando todas las niñas se dieron cuenta de su pelo
rubio oscuro con picos y sus ojos verdes, y nadie se fijó en mí en absoluto —
Graham se había mantenido siendo mi mejor amigo.

Y este verano, como todos los veranos anteriores, lo habíamos pasado fuera, juntos,
simplemente siendo el uno con el otro, solamente siendo amigos... hasta hace dos
semanas. Eso fue cuando dejó de tomar mis llamadas de teléfono, y cuando
comenzó a salir de su casa antes de que me levantara, sólo regresando a su casa
mucho tiempo después de que mi toque de queda me mantuviera en el interior.

Eso fue después de que rompí la regla cardinal de la amistad y le dije que estaba
enamorada de él.

Sonaba bastante razonable, decirle a la persona que has conocido desde siempre
que estás enamorada, especialmente si es así. Y ¿por qué no decirle? Después de
todo, sabía todo sobre mí. Todos los secretos, todos los defectos evidentes e
invisibles, estaban bien documentados en nuestra memoria, o en álbumes de fotos
creados exclusivamente para chantajearnos en una cita más tarde. Yo no era nada
si no era insoportable y fehacientemente honesta con él.

Y quizás era donde había fallado.

Con un gemido consternado acabo de volver a ese momento, ese breve y crucial
momento en el que había encontrado finalmente el valor para decirle a Graham
como me sentía. Habíamos estado sentados en el capó de su Buick Skylark, que
solía ser de su padre. El verde coupé oxidado con la puerta del pasajero abollada
había sido nuestro hogar lejos del hogar cuando los padres de Graham peleaban —
que parecía ocurrir a diario ahora— o cuando mi padre tenía a su novia de visita.

El coche era un regalo de cumpleaños que su padre le había dado dos años atrás.
Graham justo acababa de convertirse en el capitán del equipo de fútbol —el más
joven a los dieciséis años— y acababa de pasar la prueba de conducir. Fue un
momento decisivo para él, y recibir ese coche era como que le estuvieran dando el
mundo. Por supuesto no pasó inadvertido que el padre de Graham se acababa de
comprar una camioneta nueva en esos momentos.

Richard Hasselbeck no estaba tratando precisamente de ocultar el hecho a su hijo,


pero tampoco vino enseguida para decírselo. Para mi había sido de mal gusto, pero
Graham había ido una y otra vez acerca de la libertad que ahora tenía que ir al

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centro comercial —que nunca lo hizo— o ir al parque Indian Mound para lanzar el
balón —lo que yo nunca podría hacer sin que él se quejara de que yo "lanzaba
como una chica"— o ir al cementerio a visitar las tumbas de mi madre y su abuela
—un ritual mensual para nosotros.

Pero en ese momento, justo en ese momento en que el coche era mi plataforma,
donde se presentó como el verdugo y coloco el lazo invisible alrededor de mi cuello
—y soltó la trampilla.

—Graham… —Comencé, mi voz temblorosa por el caos de mis nervios. Tome


algunas respiraciones profundas para calmarme mientras me acomodaba contra el
parabrisas. Su superficie lisa, inclinada no hizo nada para consolarme o darme un
sentido real de la estabilidad, estaba temeroso de que sin él, cada palabra que
saliera de mi boca me mandara volando hacia atrás en retirada—como un cohete a
propulsión alimentado por mi corazón.

Él me miró y sonrió confidentemente. Llámame una chica de sonrisa tonta un poco


atascado en el modelo de Cenicienta, pero me encantó la sonrisa de él. Por otra
parte, también lo hacían todas las niñas mayores de doce años dentro de un radio
de cinco millas. La forma en que sus mejillas tenían ligeramente unos hoyuelos,
burlándose con la promesa de su profundidad, nunca dejó que me olvidara de qué
era lo que yo había querido decir

—¿Qué pasa, Grace? —preguntó con un tono de voz en desarrollo, tomando nota
de mi tensión y ajustando su postura comprensiva. Se echó hacia atrás, como
preparándose para la agitación emocional que él podía sentir estaba a punto de
romper a través de mis torpes defensas femeninas.

Empecé a hablar, pero mi lengua se volvió pesada y seca en la boca cuando la duda
comenzó a deslizarse. Había practicado el discurso una y otra vez en mi mente,
imaginando lo que diría y lo que su reacción seria. Pero nunca lo había vocalizado,
nunca me pare frente a un espejo y lo dije en voz alta sólo para oír como sonaba, y
ahora parecía que el fusible interno que existía únicamente para este fin había
hecho cortocircuito en mí, haciéndome mirarlo en silencio.

—¿Grace? ¿Qué pasa? —preguntó otra vez, sintiendo mi cautela y con el ceño
fruncido en respuesta. Cuando alguna vez no le dije como me sentía,
probablemente me habría preguntado. Su confusión estaba justificada, y yo sabía
que no estaba actuando como yo y que estaba poniéndolo fuera de sí.

Si iba a hacer esto bien, tendría que ponerme de nuevo juntos de lo contrario nunca
haría más allá de simplemente sentarse ahí. Después tomando varias respiraciones
más me calme, me tragué mis dudas y decidí improvisar en ese momento.
Aprovechando mi momento de renovada fuerza, di el primer paso vacilante hacia
mi salto de fe. Medalla Olímpica de apertura, aquí vengo.

Mi boca se abrió, y las palabras cayeron hacia fuera.

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—Graham, te amo.

Rápidamente me mordí todo lo que se unía a esas tres palabras, un desorden por lo
divulgado me tomo la garganta casi haciendo que me ahogue.

No era tan valiente... todavía.

Por un largo y agonizante momento no dijo nada, y el silencio se sentía como si me


estrangulara. O podría haber sido que estaba conteniendo la respiración a la espera
de una respuesta.

Su cara era cada vez más un mapa de emociones, y aunque decía conocerlo mejor
que nadie nunca pudo, tuve que admitir que ni siquiera yo podía ver dónde
exactamente en donde estaba. Esa era la primera vez que yo le había dicho esas dos
palabras en un tono que no era juguetón o de burla —la forma en que se supone
que se lo dices a tu mejor amigo— y yo sabía que lo había sorprendido con la
guardia baja por completo debido a que había nunca había perdido las palabras de
un solo golpe. En palabras, me las había arreglado para hacer lo imposible y callar a
Graham Hasselbeck.

Después de lo que podría haber sido toda una vida o tal vez setenta y dos segundos.
Más o menos un minuto, suspiró... un poco reservadamente. —Lo mismo, Grace.

El suelo retumbaba debajo de mí, abriendo un abismo de hambre que esperaba mi


próximo movimiento.

Y a continuación, Graham sonrió.

Así que salte. —Estoy también enamorada de ti —dije en voz baja, apenas lo
suficientemente alto como para que escuchara. Quizás más fuerte. Fuera de la
costumbre, yo había cerrado los ojos cuando había empezado a hablar, pero en ese
momento era necesario abrirlos, era necesario para medir su reacción. Yo no quería
perderme nada, necesitaba ver su cara, ver sus ojos cuando oyó mi confesión.

Y no lo reconocí en absoluto.

Estaba mirando más allá de mí, evitando el contacto visual y la cara con una
expresión en blanco, aunque pude ver un leve fruncimiento de cejas mientras
luchaba con la confusión. No estaba acostumbrada a esto, a verle tan al margen, y
fue uno de los momentos más aterradores de mi vida. Por razones desconocidas
empecé a ver como un flash mi vida ante mis ojos—Graham estaba en casi todas
las escenas, llenándola como el sol llena de una mañana fría, con su calor—y las
imágenes fueron siendo lentamente devoradas por las llamas del hambre de la
duda, que arañó mi corazón latiendo lentamente, casi dolorosamente en mi pecho.

Descuidadamente metió las manos en los bolsillos de sus pantalones vaqueros en


un vano intento de mantenerlas ocupadas. —Grace... —Suspiró.

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Tal vez lo murmuró. No recuerdo por que los próximos minutos me destruyeron y
me impidieron ser capaz de distinguir nada, aparte de lo oscuro y desolado que mi
mundo se sentía venir. Lo repentino de la pérdida de toda la sangre en mi cuerpo
comenzó a drenar a un lugar oculto que estaba causando un agudo zumbido
inundando mis oídos. Eso bloqueaba todo, pero el sonido de mi mundo entero sido
golpeado fuera de su centro—la misma cosa que me impidió caer en que el abismo
que esperaba pacientemente a que me tropezara—y trituró mis esperanzas, ya que
aterrizó en mi corazón.

—Grace, yo… no sé exactamente cómo decir esto sin herir tus sentimientos... pero
yo no siento lo mismo por ti.

Hizo una pausa por un minuto, la expresión en blanco, finalmente rota, revelando
la incredulidad, un muy enojado ceño fruncido en su cara. Fui sorprendida por el
repentino cambio en sus emociones cuando ladró: —¡Deberías haberlo sabido
mejor antes de ser tan estúpida! Estamos en dos ligas diferentes, Grace. Corremos
con multitudes diferentes o, al menos yo lo hago. Te has mantenido luchando para
mantenerte desde sexto grado y he estado cargando esta amistad por un maldito
largo tiempo. Me has retenido, y ahora tienes que decirme que estás enamorada de
mí, ¿cómo se supone que eso signifique algo? ¿En qué piensas?

Sacudió la cabeza, murmurando para sí mismo mientras se pasaba los dedos por las
puntas suaves de su pelo una y otra vez, la frustración arruinándolo en formas que
nunca había visto antes. Se salió del capot, aterrizando en la acera con muy poco
gracia, demasiado molesto para cuidarse, y empezó a pasearse, con las manos
alternando entre sus bolsillos y corriendo a través de su pelo despeinado.

Lo miraba sin poder decir nada, incapaz de encontrar la fuerza en mí para


argumentar en mi defensa, porque sabía que él tenía razón. Yo lo retuve, y
estábamos en ligas diferentes. Siempre había sido así. Solo que nunca pensé que eso
le importara antes.

Después de varios minutos de marcar el ritmo, su cabeza se balanceo hacia abajo


una vez más de tal manera que hizo que mi corazón se parara. Era como si él
acabara de ganarle a un argumento silencioso que había tenido con él y estaba de
acuerdo con el resultado, y yo sabía que todo lo que ese resultado era, no sería un
buen augurio para mí.

Levantó sus ojos duros hacia mí, abriendo la boca lo suficientemente ancha como
para permitir que las palabras cayeran tan rápido como podían, aunque sólo sea
para no prolongar lo inevitable, o tal vez de decir algo peor. —Esto tiene que
terminar ahora. No podemos ser más amigos, Grace. Nosotros no podemos ser
nada.

Y mi futuro había sido decidido, me di cuenta, y él había sido el primero en tomar


la decisión.

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No sabía lo que mi cara mostraba en ese momento, si mostraba algo en absoluto,
porque en ese momento encarnaba el proverbial "que" que quise decir. Cómo se
supone que te sientas después de que tu corazón recibe una paliza emocional y
luego decide escapar y nos abandonan, dejándonos valernos por nosotros mismos
sin la ayuda de la esperanza y del amor para seguir adelante.

Fuera lo que fuese que Graham vio en mi cara entonces, le dio una razón suficiente
para que poner el último clavo en mi ataúd, sellando de un golpe todo lo que fue
bueno, que había sido hasta ese momento.

—Yo no sabía cómo decirte esto cuando la escuela termino—no quería, en


realidad—pero me han aceptado en la Preparatoria NC. Ellos tienen un equipo de
fútbol impresionante, y la única manera de que sea reclutado es si estoy jugando en
un puesto de la escuela. Es un paso de salir de aquí, por lo que significa que no voy
a ir a Heath este año.

Hizo una pausa para buscar en el bolsillo de su chaqueta con una mano torpe y
sacó algo, empujándolo hacia mí con un disgusto tan fuerte que casi podía
saborearlo. —Aquí, toma —dijo empujándolo contra mi mano, sin reaccionar una
sola vez a la forma en que me estremecí al contacto.

Llámalo infantil, llámalo simplemente terquedad, pero me negué a aceptar lo que


trataba de poner en mis manos, apretando los dedos tan apretados que sabía mis
nudillos se ponían blancos por el esfuerzo.

Mi cabeza se volvió de lado a lado en una negativa absoluta, no quería regalos de


despedida, como si fuera el segundo finalista de algún show. Este juego era mi vida
que se estaba destruyendo, mi corazón rompiéndose—¿no podía ver cómo me estaba
humillando? ¿Cómo de horrible e inadecuada me había hecho sentir ahora que no sólo tenía
que me recordarme que no era popular o bonita —o incluso le gustaba— pero que se había
reforzado al informarme que ni siquiera podía soportar estar en la misma escuela que yo?

—Toma, Grace. —Exigió abriendo mi puño y pulsando un pequeño objeto contra


la palma de mi mano, cerrando los dedos rígidos alrededor. Lo tome aturdida, mi
brazo cayendo muerto a mi lado derrotado. Ni siquiera me moleste en mirar, estaba
demasiado ocupada mirando al desconocido de pie ante mis ojos.

—Grace. —Continuó, con voz más suave ahora, con la mirada hacia abajo a la
deriva hacia un objeto invisible que no tenía verdadero propósito que no sea para
que no tener que mirarme, de tener que ver el dolor que me había causado.

—Creo que debería haber dicho esto antes, pero supongo que ahora es un momento
tan bueno como cualquier otro, y no quiero que lo sepas por nadie más, porque sé
que eso sería peor que saberlo ahora. Mira, he estado saliendo con Erica Hamilton
durante los últimos seis mese. No quería decirte al respecto porque... bueno,
supongo que un poco ya sabía cómo te sentías, y no quería lastimarte.

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¿No querías lastimarme? La exhalación en bruto que salió de mí le dijo claramente
que era demasiado tarde para eso.

Suspiró, como si se hubiera sacado un gran peso de encima, se paso los dedos por el
pelo de nuevo, se calmo un poco, sólo para hacer que se levantarán en ángulos
extraños, cuando luchaba con lo que tenía que decir a continuación.

—Erica y yo… bueno, ella y yo nos hemos puesto serios—de manera seria en
realidad. Y ella piensa que no sería correcto que siga siendo amigo tuyo. Y ahora
que sé a ciencia cierta cómo te sientes, sé que tiene razón. Esto no está bien, y no es
justo para ti o para mí.

—También dijo que sería un error de mi parte mantener algunas de las cosas que
me has dado—como eso —él hizo un gesto hacia el objeto que había forzado en
mis manos—, me dijo que necesitaba un corte limpio contigo, para librar mi vida
de todo lo alguna vez me has dado. Y entonces pensé que tal vez lo querrías de
nuevo, en vez de que yo lo tirara simplemente a la basura.

No quería mirar hacia abajo a lo que estaba en mis manos y mostrarle mi reacción.
En vez de eso asentí con la cabeza.

La verdad era que tenía miedo de descubrir lo que me había regresado. ¿Qué le
había dado que no era merecedor de ser desechado o destruido totalmente, como lo
había sido mi vida? No podía estar dándome de vuelta mi corazón, que estaba en
un montón de cenizas en mi regazo.

—Tengo que seguir adelante, Grace. Tengo que ir a buscar a Erica al centro
comercial; tenemos una cena con su padre. Es su cumpleaños hoy. —Comenzó a
alejarse luego, pero de repente se detuvo y se volvió hacia mí, una sonrisa
melancólica en su rostro.

—Uhm... ten un genial resto del verano, ¿de acuerdo? Tal vez te veré por ahí. O
algo.

Con un movimiento, se fue, de nuevo en su casa a la espera de mi partida. O al


menos no estaba allí de pie, esperando a que me fuera. O mejor aún, por lo menos
no me había dicho que me fuera. No, me había hecho el favor de irse él, un último
acto de bondad de mi amigo. Por lo menos, eso es lo que me dije.

Fue en ese momento de comprensión que sabía que no sólo había perdido a mi
mejor amigo, sino que también había perdido la mayor parte del verano también.
Todos esos momentos, esos recuerdos que tenía guardados en mi mente, que
tocaron mi corazón en tantas maneras diferentes, eran cada vez distorsionados
ahora, como una película pixeleada. Todas nuestras conversaciones, nuestros
chistes, nuestras confidencias repetidas en mi mente, y tomaban un nuevo
significado para mí... porque todos ellos no tenían sentido para él.

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Ahora era una broma: la suya y la de Erica, y quien más supiera sobre esto. Por
supuesto, era un hecho que todo el mundo ya sabía. ¿Por qué no lo harían? Yo no era
popular y ellos lo eran. Dos ligas diferentes, había dicho: la realidad y la fantasía.
Pero nunca quise ser otra cosa que amiga de Graham. A pesar de amarlo, valoraba
su amistad mucho más. Ahora ni siquiera tenía eso.

Mientras me baje de su auto y camine hacia mi casa, empecé a analizar las últimas
semanas en mi mente. ¿Habíamos pasado realmente el verano juntos, como mis recuerdos
me habían llevado tontamente a creer? Todos los días, me lo decía. Y así es como se
veía desde mi final... al menos lo hacía en la superficie. Me buscaba en la pequeña
biblioteca que trabajó cada mañana, saliendo un poco antes dejando de lado el
almuerzo para el campo de fútbol.

Cuando nos íbamos de campamento con nuestros padres cada fin de semana, algo
que no había cambiado desde que estábamos en la escuela media, nunca había
dado una señal de que estuviera distraído por una novia. Era sólo después, cuando
llegábamos casa que desaparecía por varias horas, dejando a nuestros padres y a mí
para desempacar y limpiar el equipo.

Habíamos visto viejas películas de campamento y mantenido una maratón de del


Show del Horror de las Películas de Rocky al inicio de las vacaciones de verano,
siempre al final del mes, como siempre —se trataba de una tradición Grace y
Graham llamándonos frente a los demás Rocky y Frank durante todo el día hasta
que uno de nosotros se olvidaba, y en ese momento la persona recibió un puñetazo
en el brazo —ya que éramos amigos, Grace y Graham, los mejores amigos desde
siempre. Pero dijo que estaba ocupado con el fútbol y ayudando a su padre en la
tienda el último mes, por lo que pidió parar. Nunca me había preguntado por nada
hasta ese momento.

Calcule el tiempo en mi cabeza mientras caminaba hacia la puerta de mi casa y los


números sólo se agregaron a mi dolor. La quemada cáscara hueca de persona que
era cuando entré en mi cuarto estaba completamente irreconocible. Todo lastimaba
de repente y necesitaba descansar.

Me quedé así durante las dos últimas semanas del verano, levantándome sólo para
dirigirme a trabajar a la biblioteca, a sabiendas de que no había ninguna posibilidad
de que me encontrara con cualquier persona de la escuela allí.

Mi padre, la única otra persona en mi vida —en mi existencia realmente— había


hecho varios intentos para consolarme a su propia manera, pero dejándolo de hacer
por completo cuando no recibió ningún estímulo de mi parte. Cuando no pudo
conseguir una respuesta mía en cuanto a lo que había ocurrido después de haberme
preguntado en varias ocasiones, fue y habló con Richard. Sabía que su meta era
descubrir lo que había ocurrido ese día para darme vuelta al revés, pero no obtuvo
una respuesta directa por ese camino tampoco. Richard podía no decirte la verdad
aunque lo estuvieras matando —era un mentiroso nato.

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Papá finalmente adivino lo que había pasado, también. No era ciego. Había notado
la ausencia de Graham con tanta seguridad como se dio cuenta de la ausencia de
mis comentarios sarcásticos, mi capacidad de reírme de sus chistes malos, y...
bueno, tal vez más aún, porque la ausencia de Graham significaba la ausencia de
Richard también.

Richard y papá se habían convertido en amigos rápidamente después de que ambos


se habían trasladado aquí a Heath con sus esposas: papá y mamá vinieron de
California —Papá venía a trabajar como gerente de una cadena de
supermercados— y Richard e Iris de Nevada, Richard acababa de comprar un
concesionario de automóviles pequeños, cerca de Newark. Ambos eran ávidos
fanáticos del fútbol, pero sólo Richard fue bendecido con un hijo que llenara los
viernes y sábados por la noche con juegos de la escuela secundaria para animarlo.

James y Abigail Shelley, por su parte, fueron bendecidos con una hija que llamaron
Grace, después de las tres diosas griegas; mamá había sido una amante de todo lo
griego, lo que era extraño teniendo en cuenta que era de Corea.

Ahora mira, las tres Gracias se supone que son los símbolos de la belleza y la
fecundidad, de paz y amistad, el encanto y la creatividad. Esta Grace (Gracia), la
versión que creció para ser al mismo tiempo, no fea, pero lejos de ser ni
remotamente similar a lo que cabría describir como bella. Tengo la frente un poco
amplia —he sido llamada la de cinco cabezas un par de veces, si eso significa algo.
Tengo el pelo marrón apagado que parecía sufrir cuando el clima no es
cooperativo. Mis ojos marrones son más bien anodinos y solemnes, una muy mala
transigencia con los de mi madre que son de color marrón oscuro y los de mi padre
que son de un brillante azul. Las pecas dispersas a través de mi pálida piel parecen
fuera de lugar para mi color oscuro. Es suficiente decir, que soy una extraña
mezcolanza de mis padres mixtos.

Y, a diferencia de la mayoría de las niñas que vivían en Heath, no tomé ballet o


jazz, así que no era agraciada. No entre en desfiles o concursos de talento de
bandas y trofeos, por lo que ahí fue mi encanto y creatividad. No iba a gimnasia, o
tomaba clases de natación, o cualquiera de esas cosas que las niñas hacían con sus
madres esperándolas, viéndolas orgullosas. Estaba feliz con mis libros, mi poesía y
mis películas. Lo más importante es que era muy feliz siendo la mejor amiga de
Graham. ¿Pero que simbolizaba la amistad cuando no tenía amigos para hablar de todo
ahora? Lo único que había sido el éxito de todo, había fracasado al minuto en que
Graham me había dejado.

Acostada en la cama y recordando lo mucho que había temblado de un dolor


innegable y amargo, la sensación de pérdida aún se sentía tan nueva. Era fácil para
ahogarse, para sofocarse en su núcleo de amargura. Su dominio sobre mí era tan
fuerte que estaba chillando e hipando como un bebé en mi consolador, lo

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necesitaba por su fuerza imaginaria casi tanto como lo necesitaba por su capacidad
para amortiguar mis sollozos. Estaba cerca de la histeria... otra vez.

¿Cómo voy a volver a la escuela? ¿Cómo podría? La única persona con la que había
hablado alguna vez ya no estaría allí. Asimismo, no podía evitar el hecho de que la
persona que era parcialmente culpable de todo ello —su novia Erica— estaría
bromeando y compartiendo comentarios sarcásticos con sus amigos que ahora
sabía que se habían reído a mi costa la mayor parte del año.

—Lástima, fiesta para uno, la mesa está lista —murmuré en mi almohada.

Lunes.

Creo que odiare los lunes por el resto de mi vida.

17
Positiva

Traducido por Dani

Corregido por Marina012

C
on un suspiro resignado, me arrastré fuera de mi cama. Era la primera vez
en casi cuarenta y ocho horas que había hecho algo más que levantarme
para ir al baño. Cuando el último fin de semana del verano comenzó, el
siempre inminente regreso a la escuela había llevado mi depresión a niveles más
altos.

Necesitaba tomar una ducha y lavar la rigidez fuera de mi cuerpo, así como de mi
cara. Lágrimas secas podían dejar el rostro plano, solía decir mi mamá, y había
tenido razón. Además, no podía enfrentar este horrible primer día luciendo tan
mal, incluso si mi peor apariencia estaba sólo en segundo lugar a mi mejor aspecto.
Me miré en el espejo del baño y retrocedí ante lo que vi. Ugh, estaba espantosa.
Había líneas marcadas sobre mi cara por las arrugas de la funda de mi almohada, y
mis cejas estaban todas puntiagudas y señalando en extrañas direcciones.
Definitivamente necesitaba ducharme y afeitarme. Y cepillar mis dientes. Ew…
nunca había sido demasiado maniática para la higiene personal a un nivel TOC,
pero había algo que me decía que tuviera las axilas y las piernas suaves, y los
dientes y el cabello limpios. ¡Asco! En este momento, mis dientes se sentían como si
hubieran estado remojando en fango, mi cabello… necesitaba oraciones. ¿Mis
piernas y axilas? Pie Grande estaría asustado.

Salté al interior de la ducha y me senté sobre el pequeño banco que había sido
moldeado dentro de la pared de la ducha, esperé para que el agua caliente me
golpeara. Tuve que pararme para reajustar el ángulo de la cabeza de la ducha, pero
después de unos minutos, estaba tan cerca de la satisfacción como posiblemente
podría estarlo con el mundo exterior esperando por mí para enfrentarlo o regresar a
cubrirme debajo de mi manta.

Mientras estaba cepillando mis dientes en la ducha, hice una cosa muy —y
altamente inusual para mí— típicamente femenina y pensé sobre qué era lo que
usaría. No había comprado nada nuevo este año. Papá no tenía dinero para nada

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más excepto cosas de segunda mano cuando se trataba de mi ropa, y con las clases
y las cuotas del laboratorio para la escuela, no había mucho para gastar en cosas de
segunda mano de todos modos. Todo lo que había hecho trabajando en la librería
durante el verano había sido guardado para la universidad. Mis reservas eran un
par de vaqueros y unas de las varias camisetas encontradas en ventas de garaje. Así
que después de reflexionarlo en el vapor, decidí que si hoy iba a ser el trasero de
cada broma, podría hacerlo lo más cómodamente posible.

Con esa decisión tan importante ahora fuera del camino, tomé una botella de
champú y empecé a apretar la cosa pegajosa, rosada y de dulce olor en mis manos.
Fue en ese momento, mientras miraba fijamente la cosa brillante rosada y fangosa,
que recordé el objeto que Graham había puesto en mis manos antes de terminar
nuestra amistad y transformar todo mi mundo en un abrasador montón de
escombros. ¿Qué era eso? ¿Dónde lo puse? Con cuidado, froté el jabón en mi cabello y
rápidamente lo enjuagué, enjabonando el resto de mí en tiempo record antes de
saltar fuera de la ducha y envolver una toalla alrededor de mi cuerpo. Casi la
envolví a mí alrededor dos veces e hice una nota mental de que tenía que aprender
a comer mejor.

Me apresuré hacia mi dormitorio, el que estaba directamente en frente del baño, y


lo estudié rápidamente, examinando los lugares más probables en donde podría
estar. Ugh, apestaba. Olía como a depresión, lágrimas, sudor, y… ¿cenizas? ¿Mi
fuego imaginario había creado humo de verdad? Negué con mi cabeza a mi divagante
imaginación.

Mi cama no estaba hecha, como normalmente, ¿para qué hacerla cuando simplemente
volvería a dormir en ella? Ropa estaba esparcida sobre el piso, mientras la cesta que
estaba en el baño estaba media llena. La cortina que colgaba sobre la larga ventana
que quedaba de frente al umbral de la puerta estaba cerrada, sin dejar entrar
verdadera luz a excepción de un poquito de un azul grisáceo. La empujé hacia un
lado y abrí la ventana, dejando que algo del rancio aire saliera. Y ahí, sobre el piso
debajo del muro de la ventana donde había caído, yacía lo que Graham había
puesto en mis manos entumecidas.

Me arrodillé para inspeccionarlo, con un pequeño quejido de pena atrapado en mi


garganta cuando el reconocimiento me golpeó: era una pequeña ballena rosada de
cerámica que había hecho en segundo grado. O algo parecido a una ballena; las
ballenas de segundo grado lucían muy distintas a las de los diecisiete años.

Una depresiva sonrisa cruzó mi rostro cuando un recuerdo de los diez años golpeó
con fuerza en mi pecho. La ballena tenía un pedazo de cerámica que una vez había
sido la cola de la pequeña ballena verde de Graham, la que había explotado en el
horno durante el secado. Lloró tanto ese día que me sentí tan mal que le di la mía.
Mi mente de siete años había racionalizado que era su ballena, también, y que la
apreciaría más de lo que yo lo haría. Ese fue el día en que por primera vez me dijo

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que me quería. Era un amor del patio de la escuela a los siete años, el tipo que
tienes para tu animal de felpa favorito, pero significó el verdadero comienzo de
nuestra amistad, y necesitaba deshacerse de cualquier recordatorio de eso.

Recogí la pequeña ballena y la tiré con toda mi fuerza contra la cómoda, mi rabia y
dolor haciéndome renuente a creer a ninguno de mis engañosos recuerdos. La
extraña forma de la cabeza con esa accidental adición se separó de la cola principal,
y ambas piezas cayeron sobre la alfombra con un suave golpe. Fragmentos de
pintura y cerámica estaba desparramados alrededor. Era muy simbólico, esas dos
piezas. Una vez un todo, pero ninguna luciendo como que habían pertenecido
juntas en algún momento.

Me aparté del desastre y tomé un par de vaqueros de la cesta de la ropa limpia en


mi cómoda. Papá debe haber hecho el lavado mientras estaba en mi capullo de
autocompasión, probablemente saqué mi rareza de él. Para ser hombre, amaba
lavar y doblar ropa. Era algo que él y mamá habían hecho juntos después de que
me había ido a la cama; era un ritual nocturno para ellos, él me había dicho una
vez, que haciéndolo se sentía bien, le recordaba a ella.

También me recordaba a ella… lo poco que podía, de todos modos. Pequeños


pedacitos aquí y allá de una mujer que recordaba había sido hermosa, con un brillo
de felicidad que yo, en todo mi sentido común infantil, había jurado de arriba a
abajo que sabía y olía igual que el sol. Supongo que todas las niñas pequeñas creen
eso de sus mamás.

Mientras recordaba el pasado, saqué una camiseta del cajón superior de la cómoda;
agarré ropa interior y un malgastado sujetador del cajón de abajo, y luego procedí a
vestirme. Mi camiseta, me di cuenta, tenía una de esas ridículas caras sonrientes
mostrando la lengua. Qué adecuado. Qué irónico. Qué patético.

—Grace, ¿estás lista para desayunar? —gritó una voz desde el primer piso. Supongo
que papá me había escuchado duchándome. Las personas de vuelta de la muerte
necesitaban desayunar. Al menos, mi estómago pensaba eso, si los gruñidos era
alguna indicación.

Tomé mi cepillo, resignada con el hecho de que había caído en una nueva rutina
que corría en paralelo con la antigua, simplemente nada, y me dirigí por las
escaleras hacia la pequeña cocina de abajo, donde el olor a tostadas con
mantequilla y café hizo que mi estómago rugiera una vez más como un animal
muerto de hambre contenido dentro de otro animal muerto de hambre.

—Estoy lista. ¿Qué hay para comer? —pregunté en un tono tan alegre como pude
reunir. Papá se dio la vuelta, asombrado de mi apariencia. ¿Realmente antes había
lucido tan horrorosa que una simple ducha podría causar semejante reacción?

—Uhm… estoy haciendo huevos fritos y un poco de tocino. ¿Quieres un poco? —


me preguntó, mostrándome el pan con huevo que había sido estrellado dentro de

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un agujero cortado en una rebanada de pan—. Puedo hacerte un poco más si
quieres. Creo que hay algunas tostadas de waffles en el congelador.

Negué con la cabeza. —Lo que estás haciendo suena bien, papá. —Y lo hacía. Olía
maravilloso. No comer por unos días probablemente había hecho que mis botas
parecieran comestibles, añadiéndoles algunas patatas a un lado y tendrías una
comida gourmet, pero en este momento, tocino con mucha grasa era el cielo. Me
senté en la pequeña mesa que llenaba la mitad de la cocina y miré al reloj. Eran las
apenas las siete pasadas. Tenía una hora para comer e irme. No vivíamos tan lejos
de la escuela, pero tenía que vigilar el tiempo. Hoy sería la primera vez en casi un
año que caminaría hacia la escuela.

—Así que, uhm, G-Grace —empezó la nerviosa charla de papá cuando deslizó un
plato delante de mí—, quería saber cómo te estás sintiendo… uhm… tú sabes, con
la escuela y todo.

—Estoy bien, papá —dije, sólo medio mintiendo. Tomé mi tenedor y comencé a
inclinarme hacia mi desayuno, con toda la intención de comer y no hablar.

Me observó mientras seguía las formalidades, a diferencia de mamá, podía leerme


como un libro. —No, no lo estás. No tienes que mentirme, cariño. Soy tu papá.
Puedes decirme si todavía no te sientes preparada. Es sólo tu primer día, nada de
verdad importante va a pasar, ¿no es así?

Negué con la cabeza aunque por dentro estaba pensando que todo mi último año
no era realmente importante. —Estoy bien, papá. De verdad… puedo hacerlo. Es
sólo la escuela. É-el no va a estar ahí de todos modos, así que estaré bien.

Lo consideró con la sorpresa marcando su rostro. —¿Qué quieres decir con que no
va a estar ahí?

¿Richard no le había dicho? ¿Por qué no se habría jactado acerca de su hijo entrando en una
de las escuelas más prestigiosas del estado, con incluso el equipo de fútbol más prestigioso del
programa? —Uhm, Graham, fue aceptado en la Preparatoria NC, Papá.

Un momento de silenció pasó, y entonces papá tiró su espátula, salpicando la mesa


con grasa y pedazos de huevo. —No puedo creer que ese hijo de… no puedo creer
que te haya mentido de esa forma. —Su voz estaba ahogándose por la rabia,
asfixiándose en ella. Sentí la misma sensación de ahogo en mi garganta.

—¿Qué quieres decir con que me mintió, papá? —Graham no me hubiera mentido
sobre no estar en la escuela conmigo, ¿lo haría? Mi menté corrió alrededor del hecho
de que todo nuestro verano, quizás toda nuestra amistad, había sido una mentira;
los hechos estaban justo delante de mis ojos, y ahora simplemente no podía
aceptarlos.

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—Grace, Graham no va a ir a la Preparatoria NC. La escuela ya no… existe más.
Ha estado cerrada por tres semanas. Janice me dijo hace un mes que habían
perdido mucho dinero en grandes inversiones y no pudieron permitirse seguir en
funcionamiento.

Janice era la novia del momento de papá. Aparte de ser la que ha durado más de
todas las otras novias de papá, también era la enfermera escolar de la Preparatoria
NC. ¿Cómo había olvidado eso?

—¿Entonces Janice ya no tiene un empleo? —pregunté, intentando comprar un


poco más de tiempo para procesar este trozo de información. Si la escuela estaba
cerrada, eso quería decir que Graham estaría asistiendo a la Secundaria Heath…
con Erica… y… conmigo. La cucharada llena de huevos y tostada en mi boca
repentinamente se sentía como plomo; pesaba bajo mi lengua, y el sabor metálico
de algo que no reconocí llenó mis sentidos mientras golpeaba cada espacio ocupado
en mi ya confundida mente.

Estaba tan consumida por esta nueva pieza de información que apenas oí a papá
responderme. —Técnicamente, ahora ha estado sin trabajo por un tiempo. Está
teniendo dificultades encontrando otro trabajo, en Heath y en Newark, y se está
desesperando. Su despido está fijado para que se haga efectivo pronto.

Puso su mano sobre mi hombro, dándome un apretón en lo que debería haber sido
un gesto tranquilizador, pero en cambio se sentía más como que me estaba
manteniendo sentada para lo que le quedaba por decir. Me miró a los ojos una vez
más, dudando, como si supiera que lo que vendría a continuación causaría una
reacción negativa. —Grace, le pregunté a Janice si le gustaría quedarse aquí con
nosotros hasta que pueda volverse a mantener sola. Quería decírtelo la semana
pasada, pero todavía estabas en semejante estado, que no podía sacarlo a colación.

Estúpido Graham. Estúpida North Cumberland. Estúpida yo. Mírenme, reducida a


insultos juveniles. ¿Por qué tenía que abrir mi boca? Todo lo que siempre he hecho es
decepcionarme de algún modo.

—¿La invitaste a vivir con nosotros? ¿Sin hablarlo conmigo? —Estaba incrédula.
Estaba enfadada. Estaba… herida.

Bajó la vista hacia la mesa y miró fijamente su plato, ahora lleno de huevos fríos y
grasientos envueltos por una tostada dura. —Janice necesita un lugar para
quedarse, Grace. Ha estado buscando trabajo por demasiado tiempo, y no puede
permitirse su hipoteca por sobre todas las otras cuentas. Eres casi una adulta,
preparándote para irte a la universidad, toda una nueva vida sin tu viejo. No pensé
que sería un gran problema que ella se quedara aquí.

Janice. Janice “Du Jour” Dupre. Janice, la mujer que quiere tomar el lugar de mi mamá.
Dupre iba a mudarse a la casa de mi mamá. Dormir en la cama de mi mamá. Cocinar en la

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cocina de mi mama. El pensamiento me disgustaba. La traición a mi mama convirtió
mi ya congelada sangre dentro de mí en hielo. ¿Las cosas se podían poner peor?

Papá tomó una profunda inhalación, exhalando lentamente mientras sus manos
apretaban la mesa, preparándose para lo que venía.

Desde luego. Las cosas se podían poner peor.

—Grace. Escucha. Me preocupo mucho por Janice. Es divertida y me hace reír, y


eso no es algo que haya hecho mucho desde que tu madre murió, lo sabes mejor
que nadie. Tu mamá será siempre tu mamá, nada puede o podrá nunca cambiar
eso, y siempre la amaré, pero Janice me está dando un nuevo comienzo… un
montón de cosas.

¿Tu mamá? De repente ya no es sólo “mamá”. Es tú mamá. Y ¿un nuevo comienzo? ¿Un
montón de cosas? ¿Qué cosas? ¿Por qué podría posiblemente podría necesitar un nuevo
comienzo? Las campanas de advertencia empezaron a sonar en mi cabeza. El golpe a
la puerta de mi subconsciente volvió a golpear: insistente, desesperado. Una
pregunta rápidamente se formó en mi mente, una aterrorizante pregunta que tenía
que hacer. Tenía que oír las palabras, aún cuando sabía la respuesta incluso antes
de que dejara mis labios.

—Papá… ¿Janice está embarazada?

Sus ojos se ampliaron, acompañados con su silencio que estaba, irónicamente,


cargado de significado con la respuesta que había temido. Lentamente asintió con
su cabeza.

Mi rostro ardía con la vergüenza y la rabia. —¿Por qué, papá? Oh Dios mío, ¡¿no
son lo suficientemente mayores para saber cómo usar un condón o píldoras para el
control de natalidad?!

Está bien. Admito que fui demasiado lejos, pero ¿qué iba a hacer? ¡Mi padre de
cuarenta y siete años había dejado embarazada a su novia!

Lo sentí antes de que lo viera. El rostro de papá se volvió de varios tipos de rojo
antes de quedarse en uno parecido al color del cátsup, y no podía haber habido
mayor advertencia que si de hecho se lo hubiera tatuado en su frente: Estaba a
punto de conseguir que me regañara.

—Grace Anne Shelley, ¡no me vuelvas a hablar de esa forma! No seré irrespetado
en mi propia casa; será mejor que recuerdes eso, jovencita. Sí, Janice está
embarazada, ¡y cómo sucedió no es de tu maldita incumbencia! Sí, se va a mudar
con nosotros en tres días, y espero que seas respetuosa con ella, si no amigable,
porque esta es mi casa, y cuando le faltas el respeto a alguien en mi casa, me estás
faltando el respeto a mí.

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Miré fijamente su rostro, sus fosas nasales estaban tan extendidas que consideré
echar un poco de tocino allí sólo para conseguir que dejara de hablarme sobre
respeto y casas, especialmente cuando estaba planeando faltarle el respeto a la
memoria de mamá por traer a esa mujer a su casa. Realmente no me gustaba
prestarle mucha atención cuando estaba enfadado. Me ahorraba de tener que volver
a escuchar lo que diría más tarde. Lo que estaba a punto de decir ahora.

—Te quiero, Grace Anne. Te he amado desde el primer momento que entraste a
este mundo, probablemente antes de que siquiera nacieras. Eres la mejor cosa que
alguna vez he hecho, la mejor parte de mí y de tu mamá. Haces fácil amarte; eres
muy parecida a tu mamá. Pero mientras es fácil quererte, Grace, es muy difícil
agradarte. Es difícil. ¡Lo haces tan difícil con tus expectativas, con tu culpa!

Negó con la cabeza, con clara decepción, y entonces dijo tranquilamente, casi
demasiado tranquilamente, pero ni de cerca lo suficiente. —Quizás era lo mejor
que Graham terminara su amistad. Siempre esperabas más de él de lo que podía
darte, especialmente después de que mamá murió.

Sentí mis dedos enterrarse en mis muslos bajo la mesa y di un respingo; mi cuerpo
alguna vez entumecido había empezado a sentir otra vez. Estaba sintiendo la
quemazón de la rabia, la traición, y… el dolor. Pero esta vez no iba a dejarlo que
me convirtiera en una Grace de gelatina. En cambio, me levanté, ignorando la
expresión de indignación que cruzó por el rostro de papá.

Un Dèjá vu me tenía subiendo hacia mi habitación. Pero en vez de tirarme en mi


cama y llorar hasta dejarme sin sentido por otras dos semanas, tomé mi bolso, con
un movimiento brusco metí mi billetera y mi carpeta, agarré mi MP3, y me fui.

El reloj de la cocina marcaba las siete veinte.

Iba a llegar temprano al peor día de mi vida.

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Erica

Traducido por Cami.Pineda

Corregido por Marina012

M
e paré en una línea, invisible a simple vista como cualquier otro día.
Casi la mitad de los del último año estaban enfrente o detrás de mí,
todos reclamando nuestros horarios de clase como adictos buscando por
un arreglo. Todos los que ya habían pasado por la espera, estaban parados a un
lado comparando las clases juntos. Las típicas preguntas estaban pasando
alrededor: quién estaba en cuál clase, quién se iba a sentar junto a quien, quién iba
a estar más cerca de la puerta para una zanja de día exitoso, y quién iba a tener
tiempo libre.

Todo lo que quería saber era si mi papá había estado en lo correcto. ¿Graham podría
estar aquí? Y si lo estaba, ¿estaríamos en alguna clase juntos? Era una fuerte posibilidad,
y no sabía cómo sería capaz de manejar eso. Verlo sería lo suficientemente duro.
Mi corazón, todavía era nada más que una pila de cenizas frías, no hizo nada a los
pensamientos. Y luego ahí estaba, parado junto a una linda chica con una aureola
de cabello rubio que le caía por la espalda como una cortina dorada. Ellos tenían
sus cabezas inclinadas, comparando horarios y riendo, completamente ajeno a las
turbulencias que tenía dentro de mí a unas cuantas yardas de distancia. Cuando ella
lo miró, él le sonrió, su mano acariciándole el pelo. Sus dedos se arrastraron a su
cintura, y ella se inclinó hacia él, su brazo lo envolvió en respuesta. Yo, en
respuesta, no sentí nada más que el frío aire de Septiembre alrededor de mí, que
estaba más caliente de lo que yo estaba por dentro. Pero la muerte no se supone que
sea caliente a no ser qué te estés yendo directo al cielo, ¿verdad?

Bueno, yo estaba en el infierno. Una fría, muerte, Graham-teniendo-una-hermosa-


rubia-Erica llena el infierno.

Una tos detrás de mí me alertó que yo era la siguiente; genial, agarrada soñando de
nuevo. Me apresuré a ir hacia adelante y rápidamente susurré mi nombre a la
registradora, cuyo nombre no podía recordar, a pesar de verla cada año desde hace

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cuatro. La regordeta mujer con sonrisa amigable estaba parada afuera de su oficina
con una carpeta que tenía los horarios de los del último año. Ahora, Heath no era
exactamente una gran escuela; el personal del colegio es bastante pequeño en
comparación con las escuelas de los alrededores, por lo que, comparativamente, su
tarea era indudablemente mucho más fácil. Pero ella no me había escuchado… tuve
que repetir mi nombre, ella me dijo, y así lo hice, mi voz un decibel más alto, y aun
así fue apenas más alto que un susurro.

—Oh, cariño, te conozco. Eres la Señorita Grace Shelley. Querida, has madurado
mucho desde el verano, ¿verdad cariño? —Me susurró enérgicamente. Ella le
susurraba a todo el mundo. Y conocía a todo el mundo. No era nada especial ser
reconocido por la registradora de la escuela… ese era su trabajo. Pero, ¿por qué
tenía que hacerlo tan ruidosamente? Pude sentir docenas de pares de ojos sobre mí,
quemando a través de mi bolso, mi camiseta, mi cabello. ¡Olvidé peinármelo!

Rápidamente, mi mano llegó hasta lo que yo creía que era un mechón totalmente
desorganizado, sabiendo muy bien que de la ira, mi cabello podría ponerse mucho
peor.

Lo que sentía era mi propia vergüenza multiplicada por dos, todo en la palma de
mi mano. Mi cabello —o lo que debía ser mi cabello— se sentía como si fuera un
nido de avestruz ciego en la parte de atrás de mi cabeza, un tejido rebelde de
enredos y nudos que formaban una masa irreconocible que estaba puesta en la base
de mi cuello. Podría necesitar ir a un baño lo más rápido posible para tratar de
arreglar eso, sin embargo, estaba segura que suficientes ojos ya habían visto el
horror que era mi cabello y las noticias de esto podrían atravesar todo el colegio
antes de siquiera tener una oportunidad de ver el desastre yo misma. Me quedé
mirando a la registradora, tratando de hacer que se diera prisa. Revolvió un
montón de hojas y finalmente sacó lo que esperaba que fuera mi horario.

—Aquí lo tienes, dulzura. ¡Qué tengas un gran primer día! —dijo con una voz
cantada, y una sonrisa amplia y alegre que atravesaba su muy redonda cara. Se lo
arrebaté de la mano y di un paso atrás, tratando de estar tan lejos como me fuera
posible de los susurros, y del par de ojos verdes jade que podía ver viéndome desde
el rabillo de mi ojo. Retrocedí… justo hacia la pared que hace un minuto no estaba.
Me volteé para ver qué era lo que obstruía mi espacio, y terminé dándole una de
mis mejores miradas al botón, juzgando por el logo que estaba estampado. Había
muchos de ellos, también; los conté, mi mirada empezó a subir, la mirada en mis
ojos se volvió menos malvada y más… confundida. Cinco botones después, estaba
mirando un par de ojos grises ubicados en una cara que no conocía —de todas
maneras no es que pudiera reconocer ni la mitad de las caras de Heath— pero
pensé que ya había hecho algunas imágenes mentales de todos los del último año,
sólo para saber a quién evitar. Él era nuevo. Tenía el pelo negro. Era alto.

Era… hermoso.

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—Uhmlosientometengoqueir —murmuré rápidamente sin respirar, sin pausa y sin
idea de cómo soné. Había gastado toda mi vida viendo lo perfecta que era la cara
de Graham, y ni una vez había perdido la coherencia. Sin embargo ahí estaba, con
la boca hecha papilla, un gran pájaro descansando en mi cabello, y un público
entusiasta y dispuesto, que incluía a Graham a tan solo 6 pies de distancia. Y
entonces hice lo que cualquier persona razonable hubiera hecho.

Me fui corriendo.

Me sentí como una gran cobarde, pero mi auto-preservación me gritó,


insistiéndome que me fuera, jalándome lo más rápido que mis pies me permitían.
Encontré un baño de chicas vacío tan lejos de la oficina cómo fue posible, me arrojé
en un puesto, y sentí que mi respiración tropezaba y vacilaba, cerré la puerta
mientras mi bolso caía cerca a mis pies. Mi pecho subía y bajaba como un sube-y-
baja. No parecía que iba a encontrar un ritmo que imitara la respiración normal.

Parecía que entre más me concentrara en hacerlo lo más natural posible, más
extraño se sentía, fuera de lugar.

¿Cuántas respiraciones por minuto se necesitaba para mantenerlo a uno con vida? ¿Cuántas
serían suficientes para empezar a hiperventilar? ¿Estaba entre esos números? No queriendo
perder la línea de batalla, me concentré en tratar de mantener el fuego en mis ojos,
de desatar su fuego en forma de lágrimas. Eso parecía ser más fácil. No había
llorado en la escuela desde séptimo grado, cuando Patricia Daniels me alzó la
camisa en frente de todos los estudiantes de penúltimo año… Y no tenía nada
debajo.

Oh Dios, ¿por qué me acordé de eso? El calor que sentía en mis ojos cada vez era más
fuerte. Necesitaba pensar en otra cosa antes de que me pusiera a berrear y balbucear
en el baño de las chicas. Bajé la mirada hacia mi mano y noté mi horario de clases
siendo agarrado con mis manos, estaba aplastado, arrugado y hecho un ovillo en
mis frustrados puños. No había tenido tiempo suficiente para dejarlo a un lado
antes de que me tropezara con él. Su estéril y benigna impresión llamó mi atención.
Podría verlo mientras estaba ahí sentada en mi auto infligido purgatorio.

Tenía clase con el Sr. Frey, Francés con Madame Hidani y Cálculo con la Sra.
Hoppbaker. Hasta el momento me gustaba. El Sr. Frey siempre estaba medio
dormido en el aula de clase, así que podría llegar tarde si quería, y caminar hasta el
colegio podría hacerme llegar tarde. Madame Hidani que había sido trasladada de
Hawai, tenía una maestría en literatura Francesa y por alguna razón terminó dando
clases en nuestro pequeño pueblo de Ohio. Su acento y fluidez en el francés, venía
de su exótica cara que siempre me hacía reír. Y para hacernos reír incluso un poco
más, ¡había hecho el hula mientras cantaba en francés! Y ahí estaba la Sra.
Hoppbaker, quien era probablemente la mujer más grande de la escuela, y nunca
dejó de señalar ese hecho cada año. Sentía una burbuja de risa formándose en mi
pecho cuando recordé la manera en que se presentó el año pasado.

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Buenas tardes alumnos. Mi nombre es Sra. Hoppbaker, y soy muy grande, tengo dos espacios
en el parqueadero; uno para mí; y otro para mi carro para así poder salir y entrar de él.

Ella siempre ha hecho su mayor esfuerzo por hacer las matemáticas divertidas y de
no haber sido por ella, probablemente no hubiera entrado en el programa de
Cálculo que ella enseña en la mañana. Iba a ser duro, pero ella iba a hacerlo mucho
más placentero que… escaneé mi lista… Ugh. Cuarto período, Ciencias: Biología
II. No es que detestara la disección o los exámenes corporales. Soy lo más lejano a
ser remilgada. Por el contrario, era el profesor Branke el que me hacía enfermar. A
él le gustaba manosear a todas las estudiantes. A todas, incluyéndome. No era el
tipo de toque que podría llevarte a un arresto, sólo del tipo que te hacía sentir
incómoda. Sus nada deseables acciones le habían hecho ganarse el apodo de “el
pulpo” porque parecía que tuviera ocho brazos, y cada uno de ellos de alguna
manera te tocaba al mismo tiempo.

Esperaba a que el otro profesor de Biología el Sr. Yostme diera clase, pero él pedía
que tomáramos un examen antes de dejar entrar a alguien, y yo no soy de esas que
tienen un gran cerebro como regalo. No soy una idiota, Pero tampoco soy un
material de MENSA; ver el nombre del Sr. Brankes en el horario confirmó lo que
ya sabía: yo no estaba hecha para las Ciencias Avanzadas. El quinto período era
Literatura Inglesa, esa era una clase que provocaba sueño con la Sra. Muniz. Yo
había leído todos los libros del plan de estudios el año pasado, así que sabía que no
iba a aprender nada nuevo. El sexto período era una sorpresa, ¿Teatro? ¡Ni siquiera
sabía que teníamos un programa de Drama! Pero ahí estaba en blanco y negro, con el
Sr. Calvin Danielson enlistado como profesor. Sabía que no había elegido una clase
electiva el año pasado, esperando que no hubiera nada más. Pude haber tenido un
período libre, ¿pero teatro? ¿De verdad? ¿Qué sabía yo de artes aparte de las obras que había
leído? Podía entender las emociones, seguro, pero, ¿actuarlo físicamente?

Si ni siquiera podía mentirle en la cara a mi padre, ¿cómo iba a manejar mentirle a toda
una audiencia? Tal vez podría ser la de utilería, una aficionada a la tecnología.
Podría ser la persona que jala la cortina o sostiene los accesorios. Mientras no
tuviera que subirme a un escenario estaría bien.

El sonido de la puerta del baño abriéndose y el crujido de unos pesados zapatos


sobre los azulejos me sacaron de mis pensamientos. Risas y charlas acompañaron la
interrupción. Reconocí una de las voces inmediatamente, aun cuando nunca había
hablado con ella en mi vida. La voz de Erica Hamilton llenaba el baño junto con su
presencia, y no hizo nada para menoscabar el aire que le daba el dinero, el poder, y
la popularidad. Éramos muy distintas, supongo. Mucha gente le evitaba, también.
Bueno al menos la gente cuerda. La diferencia entre nosotras dos era que la gente
me evitaba porque yo era extraña, ellos la evitaban porque podía ser muy mala si te
atrevías a cruzarte con ella. Esa era la razón principal por la que ella era tan
popular como lo era. Nadie era lo suficientemente valiente como para enfrentarla;
belleza y dinero eran cosas muy intimidantes.

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Y ella era ciertamente hermosa. Sus ojos color azul hielo que miraban a través de
pesados parpados estaban llenos de malicia, muy a menudo sentía que no había
más opciones que seguir mirando esos ojos por miedo a que se desatara el caos, si
es que ya no lo habías hecho. Su sonrisa era plena, pero luego de una inspección
más cercana se notaba que lo hacía con los dientes apretados, como si expresar
verdadero placer fuera algo doloroso o molesto.

La miré, intentando encontrar una razón para poder gustarme, sólo para hacerme
una mejor idea de porqué Graham la había escogido a ella.

¿Tenía una cualidad redentora que yo no podía ver pero Graham si?

Todo el mundo sabía que ella era rica, y obviamente era hermosa y popular, pero,
¿eso era todo? Graham nunca había sido tan superficial…. Pensándolo bien, ella me
recordaba a una de las actrices favoritas de Graham que siempre hacia de la fría y
calculadora villana del colegio. Tal vez era eso. A él le gustaban las chicas bonitas
con personalidades defectuosas

—¿Lo viste? Oh mi Dios, ¡él era hermoso! HERMOSO —dijo Erica—. Creo que
Graham se estaba poniendo celoso de que él me estuviera mirando por tanto
tiempo. Oh-Mi-Dios. ¡Esos OJOS! ¡Lo juro, eran tan asombrosos! ¡Parecía como si
él pudiera ver a través de mí!

Otra voz replicó. —¡Lo sé! Él te miró por, como, ¡por siempre! ¡Como si tú fueras
algo que él quisiera comer! Y Graham debería estar celoso. ¡Cielos, estoy celosa!
¡Él ya no es él chico más guapo de la escuela! —Más risas llenaron el baño. Quería
callarlas.

—Hablando de Graham, ¿viste a su amiga rara? ¡Ella corrió directo hacia el chico
nuevo y pareció rebotar! ¡Él la repelió como si tuviera un súper poder contra
perdedores o algo! Hawtman. —La otra voz se rió.

Podía ver a Erica por le rendija que había entre la puerta y el marco. Ella estaba
mirando su reflejo, una retorcida sonrisa estaba en su cara.

No. Sus ojos estaban enfocados en otra cosa. Ella estaba mirando…. hacia mí.

Ella podía verme. Sabía que yo estaba ahí. Levantó sus labios en una cruel sonrisa y
habló. —Graham y Grace no son más amigos, Becca. Él terminó esa amistad hace
un par de semanas cuando le dije que era ella o yo. —Empezó a jugar con su pelo.
Sus largos y rubios filamentos brillaban como oro hilado, aun bajo las fluorescentes
luces del baño; el tipo de cabello que Graham siempre dijo que odiaba, pero es
exacto el mismo cabello con el que él estuvo jugando unos minutos antes.

Un sonido de resoplido siguió. —¿Te escogió sobre su mejor amiga? Chica, debe
amarte. ¡Esos dos han estado unidos desde que usaban pañales!

29
Erica asintió, todavía mirándome, la cruel y deformada sonrisa distorsionaba la
belleza de su cara —Claro que me ama. Él me dijo que no hay nadie que lo haga
sentir como yo lo hago, y que confía más en mí. Me dijo que no hay competencia
cuando se trata de mí y como él se siente. Y de verdad, ¿por qué no sería así?
Quiero decir, ¡mírame! Yo por lo menos parezco que tengo partes de chica. —
Empujando sus pechos juntos y haciendo una mueca con sus labios, parpadeó, no
sé si a su reflejo o a mí.

Partes de chica… aparentemente otra razón por la que no podía desempeñar el


papel de la novia de Graham, y Erica sí. Yo sé que no tenía muchas curvas, yo era
más como un rectángulo en vez de un ovalo; esquinas donde debería haber curvas.
Tenía pechos, pero ellos no eran lo suficientemente grandes como para que los
chicos se asombraran. Estoy bastante segura que me veo aceptable en un traje de
baño, pero nunca llegaría a la portada de una revista. Yo creo que eso realmente
nunca importó entre Graham y yo, pero viendo el cuerpo de Erica, como su
pequeña camisa y su pantalón café de pana abrazaban su figura, entendí que
tampoco era físicamente atractiva para Graham. Eso era sólo parte de la
acumulación, ¿no?

Erica bajó sus manos y empezó a buscar en su bolso. —¿Sabes que ella le dijo que
estaba enamorada de él el día que le terminó? Él me lo contó después y nos reímos
de lo patético que era. Dios, ella está desesperada. Él incluso me contó que le daba
pesar por ella porque su madre murió y todo eso… pero eso sólo prueba lo buen
chico que es, ¿no? —así que era maldita caridad—. Me dijo que su madre era una
inmigrante ilegal o algo así, que ella tal vez murió por alguna enfermedad que
tienen en esos países tercermundistas o algo así… No me acuerdo que fue lo que él
dijo, pero probablemente tenía la enfermedad desde que estaba embarazada, y
ahora tal vez Grace la tiene. ¿No es eso… triste?

Sacó un tubo de brillo y lo deslizó por sus labios, los arrugó e hizo pucheros, al
parecer para medir el nivel de cobertura. Sonrió y luego frunció el ceño. Tenía
mucho brillo. Una gran cantidad había aterrizado en sus dientes; un bonito rosa
fuerte. A pesar de la rabia que hervía dentro de mí por la descarada mentira que ella
estaba diciendo, no pude dejar de sonreír un poco por eso.

Becca la interrumpió, su aguda voz causaba que quisiera apretar mis dientes. —Yo
creía que su mamá había muerto en un accidente automovilístico, alguna
monstruosa explosión o algo. Uhm. Se aprende algo cada día. Espera… ¿ella de
verdad está enamorada de él?

Erica asintió de nuevo, rápidamente quitando el extraño pedazo de rosa que estaba
en sus dientes con una toallita que sacó de su bolso y sonrió. —Claro, no sería
sorpresa si ella intenta atacar al chico nuevo. ¿Viste la forma en que ella lo miró?
Como un perro en celo. Qué patética. Si Graham no la quiere, ¿qué le hace pensar

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que este chico si va a darle la hora? Ella probablemente sólo quiera ser su amiga,
sólo para poder decir que fue amiga de los dos chicos más lindos de toda la escuela.

Pero claro, por la manera en la que él me miraba está mañana, no tengo duda que
puedo apartarlo de ella, también. No es que ella pueda atrapar su atención. De
todas maneras no en esa ropa.

¿Apartar a quién lejos de mí? ¿Acaso ella estaba hablando del Dios de los ojos grises que de
alguna manera hizo que mi corazón latiera de nuevo sin ningún tipo de trabajo? ¿Del que en
frente suyo me había avergonzado? ¿Él que hacía que mis rodillas se sintieran hechas de
agua? Ugh… ella tenía razón. Soy patética.

—Sin embargo, ¿escuchaste su nombre? —preguntó Becca, inclinándose para


inspeccionar su maquillaje. Ahí fue cuando la vi. Su cabello era tan rubio como el
de Erica, pero con las raíces más obscuras asomándose, y tenía un short cortado en
una sacudida pendiente. Sus ojos eran oscuros, como los míos, y carentes de
cualquier sinceridad. Ella tenía los labios manchados de cereza, y cuando se acercó
a tocárselos como para comprobar que la mancha se borraba, me di cuenta que las
uñas estaban pintadas exactamente del mismo color.

—Uh-Uh —Erica respondió, meneando su cabeza mientras me seguía mirando—.


Estaba tan ocupada viendo los ojos de Graham que no escuché. Hay algo en sus
ojos que me hacen querer hacer todo lo que él quiera. De todas maneras, él
probablemente me lo diga en clase. Creo que tenemos en el sexto período, teatro,
juntos. Le di una mirada a su horario mientras hablaba con Graham. ¿Sabías que
habla con acento británico?

—No te creo. Eso es genial.

En algún lugar bien adentro, bajo la rabia y la tristeza que me hundía, hice una
nota mental para de alguna manera crear una píldora que hiciera que la palabra
“Genial” fuera imposible de pronunciar para rubias insípidas… especialmente las
de variedad embotellada.

—¡Lo sé! No puedo esperar para oír su voz de nuevo. Era como oír miel derretida.
—Erica gimió, lamiendo sus labios.

La chica llamada Becca se rió. Yo medio esperaba que de su piel explotara una
gran verruga verde y que un sombrero puntiagudo apareciera mágicamente encima
de su cabeza mientras volaba por el baño en su escoba. —¡Eres toda una perra! Por
favor dime, ¿a qué suena la “miel derretida”, Sra. Shakespeare?

Erica se encogió de hombros. Me miró una vez más. —Suena caliente y lento y
dulce… muy como cuando Graham me besa. Mmm… me pregunto cómo besa el
chico nuevo. Si sólo su voz me excita, imagina como serían sus labios —ella volteó
su cuerpo hacia los lados en el espejo, metiendo el estómago, mientras examinaba
su figura—. Me pregunto si es como Graham. Está obsesionado con los besos…

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quiere que lo hagamos todo el tiempo. En especial le gusta besar esto. —Se dio una
palmada en la parte trasera mientras enfatizaba la última palabra.

Con unas risas estridentes, ambas se fueron, aun después de ya no estar, las risas
seguían rebotando por el baño.

Mucho después de que la campana sonara.

Mucho después de haber parado de pelear con mis lágrimas.

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Así que nosotros nos encontramos de nuevo

Traducido por: kuami

Corregido por: majo2340

E
ntré en el aula, para mi clase faltaban cinco minutos y también para el
momento de empezar mi primer curso, con mi cara hecha un desastre, llena
de manchas. Ni siquiera me molesté en intentar disimularlo y me puse
derecha. Nadie me notaría de todos modos.

El Sr. Frey estaba, como yo esperaba, dormido en su escritorio. Un pedazo de


papel se levantaba descuidadamente en su rostro, subiendo y bajando con cada
ronquido, tenía las palabras "enseñaré cuando esté sobrio" escritas con tinta roja.
La natural estridencia de cada clase ocupada por el Sr. Frey, ni se inmutó cuando
entré. Como algún ser indefinido, me aceptó sin una onda de distorsión. Encontré
un escritorio vacío de algún modo y procedí a esperar hasta que la campana sonará
para empezar el primer curso.

A mí alrededor, podía oír la risa entre amigos, historias que se contaban llenas de
buenos recuerdos, y sentí que mi espíritu crecía más pesado por segundos.

Sin nada más que hacer salvo esperar, salieron los pensamientos que había
intentado evitar. Estos vinieron disparados a través de mi mente.

Graham estaba aquí, y me había mentido. Bueno, por supuesto que me había
mentido. Pero al hacerlo había tratado de hacer parecer como si por fin fuera
honesto por lo que finalmente era una doble mentira. Y saber que Érica estaba
interesada ahora en este nuevo tipo... Oh Graham. Me rompió el corazón por una
chica que ya estaba buscando su reemplazo. Sentí las cenizas en mi pecho
comenzar a sentirse empapadas... como si estuviera llorando en el interior.

Justo cuando estaba segura de que mi cuerpo iba a explotar por las aparentemente
interminables inundaciones internas, la campana marcó el final de la clase,
sonando misericordiosamente. Estaba fuera de la clase de francés. Madame Hidani
proporcionaría una tregua al hablar de cosas con un pasado tortuoso. Ella sabía
cómo mantener la clase en su mano y centrar nuestra atención hacia cosas más
importantes. Como con las vocales.

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Entré en el aula, sintiéndome un poco mejor al ver la larga lista de tareas que
nosotros teníamos que completar hasta finalizar la lección de hoy. No se permitía
aquí ni una charla. Era un trato directo con Madame Hidani.

No habría ni tiempo para pensar. Ni tiempo para escuchar. Ni tiempo para sentir.
Parecía el cielo.

Un grupo de chicas se reunieron en torno a una figura central en la parte delantera


del aula, cerca del famoso cartel impreso de Monet, "Le déjeuner sur l'herbe". No
perdí el tiempo en sus risas y charlas tontas, tomé asiento en la parte de atrás del
salón; el mismo asiento que había ocupado el año pasado; el mismo asiento dónde
había ayudado a Graham a pasar todas y cada una de las pruebas de francés que
teníamos. Sacudí la cabeza de nuevo, obligando a los pensamientos a salir de mi
mente. No estaría pensando en él durante la próxima hora, me juré a mí misma.

Sonó el timbre, y la pandilla de chicas de delante empezó a dispersarse. Metí la


mano en mi bolsa de libros y saqué mi carpeta. Una tarea de escritura se había
colocado en la mesa, y la señora Hidani estaba haciendo todo lo posible para
calmar la charla para que todos pudiéramos centrarnos y comenzar. Bueno... para
que todo el mundo pudiera centrarse y comenzar. Yo estaba lista. Más que lista,
para no tener que pensar sobre Graham, mis vacaciones de verano, o rubias con los
cuerpos perfectos y labios de color rosa brillante con labial sobre sus dientes.

O, por lo menos pensé que lo estaba.

En la pizarra, con palabras claras con tiza estaba nuestra tarea. En francés,
teníamos que dar una descripción de dos páginas de nuestras vacaciones de verano.

¡Incluso Madame Hidani se había vuelto contra mí!

Gemí y rápidamente eché una mirada alrededor para ver si alguien me había oído.
Tragándome de golpe el susto.

Filas y filas de cabezas se volvieron, directamente hacía mí. ¿No había ni una sola
alma en la escuela que no supiera que me había sucedido? Conté dieciocho pares de ojos
mirando en mi dirección. Dieciocho ojos femeninos.

Por supuesto que todos eran femeninos. Francés es una lengua romántica, y los
chicos de diecisiete o dieciocho años no se interesaban por el romanticismo. Ellos
estaban interesados en los coches, pechos, y pechos y coches. Y era por ese poco
conocimiento que podía decirme, sinceramente a mí misma, que era extraño que
todos me estuvieran mirando... esos dieciocho pares de ojos no me miraban. Por
supuesto que no.

Ellos estaban mirándolo a ÉL.

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Una sensación de calor, recorrió mi plexo solar, obligándome a volver la cabeza
hacia mi derecha. El único asiento a mí lado, era el que Graham había ocupado
hacía simplemente un año, el que estaba vacío cuando entré, ahora estaba ocupado.

Había un Dios de ojos grises, y me estaba mirando, con esos ojos plateados fijos en
mí. Me sentí tan incómoda como cuando estaba en el cuarto de baño con Erica,
mirándome en el espejo. Por otra parte, me sentí avergonzada. ¿Podría ser posible que
me sintiera más consciente de lo que había estado cuando pensaba que todos los ojos estaban
puestos en mí? Me sonrojé en ese momento, y sabía que la respuesta era sí, lo estaba.

―Así que nos encontramos de nuevo ―me dijo en voz baja, con un toque de
humor irónico tiñendo su voz. Su acento era algo que sólo se oía en la televisión o
la radio: limpio, liso, muy ingles. Y sonrió, deteniendo la tierra, deteniendo la
respiración, el Universo se detuvo con esa sonrisa.

Tragué, sonando lo suficientemente fuerte como para despertar a los muertos.

Definitivamente fue lo suficientemente fuerte para sobresaltarme. ―¿Estás


hablando conmigo? ―grazné, otra ráfaga de calor inundó mis mejillas cuando oí el
nerviosismo en mi voz.

Él asintió con la cabeza. Y luego, increíblemente, su sonrisa creció. ―No recuerdo


a nadie más que haya tropezado conmigo y saliera corriendo antes de ofrecerme
ayuda. O, al menos, presentarse.

No pensé que era capaz de ruborizarse tan a menudo, en un período tan corto de
tiempo. Mi corazón no estaba exactamente en la mejor forma para el envío de toda
la sangre necesaria en cualquier otro lugar, en mi cerebro y mis miembros —ya que
tenía la sensación de que estaba poniendo una presión extrema en todo mi
cuerpo— sin embargo, el rubor llegó tan fácilmente, como de alguna fuente mágica
de la vergüenza.

—Me disculpé por eso —dije rápidamente. Demasiado rápido.

―¿Seguro que lo hiciste, Grace? ―Rió una chica a la que reconocí como Lacey
Greene, que estaba sentada justo delante de mí. Pero fue más parecido al sonido
que sale de una vaca con estreñimiento.

Tan rápido como mis mejillas se habían calentado por el flujo de sangre, se helaron
por la pérdida. Me volví para mirarla, pero ella sólo tenía ojos para nuestro nuevo
compañero de clase, aprovechando la oportunidad que le ofrecía mi reacción ante
su impertinente comentario. Me volví a mirarlo. Había desaparecido su sonrisa,
sustituida por una línea sombría y un brillo hastiado en sus ojos; parecía que estaba
de acuerdo. Yo la había soñado como una vaca estreñida.

Volví mi atención a mi papel. Escribí mi nombre en la esquina superior derecha, la


fecha y el período con un viejo lápiz que encontré en el fondo de mi bolso. Titulé la

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asignación y empecé a pensar en una manera de decirle a Madame Hidani que mi
verano ha sido prácticamente una broma pesada, y que el único amigo que tenía en
el mundo me había estado despreciando todo ese tiempo.

Después de unos minutos, ya no pude ver mi trabajo. Las lágrimas… pesadas y


gruesas por el pesar, estaban desenfocando mi punto de vista de casi todo. Pero no
me derrumbé. Cabe destacar, que me mantuve contenida, mientras me fastidiaban
burlándose de mí con sus bromas pesadas. Seguramente que no me derrumbaría
ante una sala llena de chicas maliciosas, la mayoría de las cuales siempre habían
odiado mi amistad con Graham, ¿no? Por supuesto, no era realmente una amistad
tan íntima como todo el mundo pensaba que era, por lo que no podrían haber
querido eso, si ellas pudieran. No. Estaba segura de que nadie hubiera querido de
hecho parecer tan tonta e incauta como yo.

Pero entonces de nuevo, éste era Graham Hasselbeck. No importa si se le olvidara


tu nombre, sino que bastaba con que por lo menos reconociera que existías. Y
siempre había parecido ver más allá del hecho de que careciera de belleza exterior,
todavía quería encontrar alguna manera, aunque sólo sea por amistad. Para ellos,
ése era él siendo caritativo, un rasgo admirable en cualquier tipo, mucho más en el
tipo más popular de la escuela.

Y aún me pregunto... ¿Seguiría estando él en mi vida si hubiera decidido mantener mis


sentimientos para mí misma?

No. Érica había sido bastante clara en eso. Él lo habría hecho antes o después.
Apenas le diera la apertura que él necesitaba.

Sonó la campana, un tono estridente y penetrante, sacándome de mis


pensamientos. ¿Había pasado la hora ya? El reloj encaramado en la pared sin duda
parecía decir que sí. Oí a Madame Hidani reclamar nuestros trabajos para que
fueran presentados en su escritorio... todo, las dos páginas. Todos a mí alrededor
estaban profiriendo gemidos y quejas, al parecer yo no era la única que no había
hecho la tarea de la clase.

Miré a mi hoja de papel en blanco, después de haber escrito sólo mi nombre y el


título. Sólo... estaba lleno con mi escritura, mi escritura. ¿Cuándo escribí esto? Le
eché una rápida ojeada y reconocí los pocos trabajos en la biblioteca, el ahorrar
dinero para la escuela... ¿Cómo?

Buscando algún tipo de respuesta obvia, miré al asiento de delante de mí, sabiendo
que estaría vacío. Me volví hacia el asiento a mi lado. También, estaba vacío.

Perpleja, empecé a recoger mis cosas. Con manos temblorosas agarré mi


documento y se lo entregué a Madame Hidani que me sonrió al ver a mis perezosos
garabatos. ―¡Fantastique! ―se alegró en su cadencioso francés―. Eres sólo la
segunda persona en entregarme esta tarea, Mademoiselle Shelley.

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―¿Quién más le entregó la tarea? ―Le pregunté, con la esperanza de que el tono
de curiosidad en mi voz enmascarara mi nerviosismo. No creí ni por un segundo
que hubiera escrito lo que ella tenía en la mano, pero no había ni una sola persona
en la clase que hubiera puesto ningún esfuerzo en el ejercicio, a mi entender, así
que...

―¡Oh! el nuevo estudiante, Monsieur Bellegarde también me entregó su papel.


¡Cinco páginas, si puedes creerlo! ―ella cacareó. Ella lo levantó para que lo
pudiera ver. La letra clara, elegante, hermosa, y completamente diferente a todo lo
que había visto, con sus bucles y rizos que se parecía más a algo salido de un libro
de historia del siglo XVIII. Había escrito cinco páginas ¿de qué? Como si hubiera
leído mi mente, ella asintió con la cabeza―. Pasó algún tiempo en Francia en el
extranjero, su madre es francesa. Por lo que esto fue un juego de niños para él. Creo
que voy a tener que traer tareas mucho más difíciles a la clase, si quiero mantener
su interés, ¿eh? ―Ella parecía aturdida ante la perspectiva. Me encogí.

Excusándome, me arrastré mi mochila al hombro y me dirigí a la clase de la Sra.


Hoppbaker, diciendo un rápido adiós a Madame Hidani mientras meditaba sobre
qué era exactamente lo que había ocurrido mientras estaba perdida en mis
pensamientos. Sabía que no había escrito ese papel. Por lo menos... creo que no.
Era mi forma de escribir a mano, no podía dudar de eso. Las L, S se inclinaban a la
derecha, y las X torcidas, igual que siempre lo estaban. Recordaba haber visto eso.
Pero ¿por qué no recordaba haber escrito las L, S y X?

La clase de la Sra Hoppbaker estaba casi llena, cuando llegué. Por supuesto, al ser
una clase de matemáticas selectiva, se llenó con aquéllos que se sentían más
cómodos con alguien como yo, pero mi amistad con Graham me había alienado
con gente de mucha popularidad, estaba en tierra de nadie cuando se trataba de la
amistad.

Suspirando, tomé otro asiento al fondo de la clase y empecé a copiar el plan de


estudios del año en una hoja de papel sacada de mi cuaderno. No me di cuenta de
la ausencia de una presencia muy grande hasta que sonó la campana.

―Buenos días, clase. Soy la Señora Hoppbaker, y soy tan flaca que podrían
vendarme con hilo dental. ―Dijo una voz muy familiar en un cuerpo muy
desconocido.

―¿Sra. Hoppbaker? ―Un chico que recordé como Ian preguntó incrédulamente,
con la boca abierta con el mismo shock que el resto de la clase estaba zumbando.

La delgada mujer de un bonito pelo castaño y la piel resplandeciente del color de


un melocotón en verano, le sonrió. ―Sí, Sr. Thompson. Soy la Sra. Hoppbaker.
Con unos cuarenta y cinco kilos más ligera, más saludable y tan divertida como
siempre, si me permite decirlo, a pesar de que la modestia no es una de mis
virtudes, así que espero que ninguno de ustedes esté esperando eso.

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Mi mandíbula estaba tocando mi escritorio. Podía sentirlo. ¡Ella era bonita! ¡No es
que, no lo hubiera sido antes de que perdiera peso, pero la cantidad de confianza
que emanaba, junto con la pérdida de una persona en su totalidad en grasa corporal
parecía increíble!

Ella se pasó los primeros quince minutos de la clase contestando las preguntas
sobre su pérdida de peso, que fue gracias a la cirugía de bypass gástrico, que se
había hecho al acabar la escuela, hace tres meses.

¿Cómo uno puede quitarse de encima cuarenta y cinco kilos en tres meses? Alguien le
preguntó. Haciendo ejercicio, comiendo bien, y haciendo montones y montones de
actividades extracurriculares fue su contestación… Yo no quise adivinar sobre lo que
ése tipo actividades podrían significar.

No era ningún secreto que la Sra. Hoppbaker y Sr. Hoppbaker estaban enamorados.
Eran las únicas personas que no habían sido expulsados alguna vez fuera de alguna
película en el teatro Indian Mound del Centro comercial indio por toquetearse.
Claro, que la Sra. Hoppbaker y Sr. Hoppbaker habían pesado el equivalente de seis
personas, y hubiera sido una gran tarea hacerlo, pero al final a ambos dijeron que
deberían haber mantenido más PG y mucho menos NC-17

Yo estaba tan asombrada por su transformación que no noté que mientras todos los
demás ojos estaban en ella, un par estaba sobre mí. No fue hasta que oí mi lápiz
caer al suelo e inclinarme para recuperarlo que volví a verlos. Un par de ojos grises,
estaba enfocados atentamente en cada uno de mis movimientos, casi me quedé sin
aliento.

―Podría sonar como un disco rayado, pero hasta aquí nos encontramos de nuevo.
―Una voz suave y calmada habló.

Mi esfuerzo por sentarme fue tan abrupto, que mi cabeza chocó con la esquina de
mi escritorio con una precisión dolorosa. El sonido parecía retumbar alrededor de
la clase, ahora silenciosa. ¿Cuándo se detuvieron las preguntas a la Sra. Hoppbaker? Por
qué tenían que detenerse ahora… Justo cuando se me ocurría hacer el ridículo de
nuevo, idiota murmuré para mí misma, cuando me agarré la cabeza con la mano
izquierda.

Él estaba riéndose tontamente y la risa estalló a mí alrededor, y una sensación


sofocante de vergüenza empezó a abrumarme. Una cálida mano se inclinó para
cubrir la mía libre en ese momento y el tiempo pareció detenerse.

Todo estaba borroso, por una neblina eclipsada mientras la electricidad parecía
dispararse entre los espacios microscópicos de nuestras manos, subiendo y bajando,
la corriente rebotando entre los dos cuando me levanté derecha, despacio. Mi
respiración se hizo más fácil, mi cabeza dejó de doler, y mi mano izquierda se dejó
caer. Le miré a los ojos grises de nuevo, no exactamente segura de lo que veía,

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aunque positivamente fuera lo que fuera, nunca dejarían mi mente durante el
tiempo que yo viviera.

―No gris... plata... ―Susurré, quemando la sombra misteriosa en la memoria antes


de que él pudiera parpadear… antes de que yo pudiera parpadear.

El sonido de la campanilla me despertó de mi ensueño nebuloso. La clase había


terminado; ¿cómo pasó eso? ¿Cómo me las arreglé para soñar despierta a través de dos clases
seguidas? Todo el mundo estaba de pie, recogiendo sus libros, y encaminándose
hacia su tercer período. Miré a mi derecha al escritorio vacío. ¿Lo había imaginado
todo? Si yo hubiera estado soñando despierta y todo lo que pensé que había tenido
lugar... ¿no lo era? Miré hacia la parte delantera del aula a la Sra. Hoppbaker. Ella
todavía estaba más delgada y hermosa. Me puse de pie y soñadoramente me dirigí a
la puerta de mi próxima clase.

¿Cuál era mi siguiente clase? Había estado tan preocupada al ver el nombre del Sr.
Branke en mi horario que me la habría saltado por completo. Revolví en mi bolsa
de libros para buscar la pequeña hoja de papel y busqué en la lista de clases. Había
una gran mancha en blanco donde se suponía que estaría el período antes de la
comida. ¡Un periodo libre! ¡Había un Dios!

Me dirigí hacia la biblioteca de la escuela con pies ansiosos. Era mi Santuario. Era
donde sabía que no me encontraría con Graham o Erica, y estaba segura que no me
encontraría con el chico nuevo tampoco. Atravesé las puertas dobles de la
biblioteca escolar y tomé una profunda respiración, —el olor de los libros siempre
era reconfortante—. Yo me había hecho una promesa a mí misma al comienzo del
verano que si alguna vez me convertía en asquerosamente rica, me compraría un
millón de libros, tan sólo para olerlos. Al igual que la gente amaba el olor de los
coches nuevos, yo estaba fascinada por el olor de las palabras escritas.

Encontré una mesa cerca del baño y me dejé caer pesadamente en una silla, tirando
mi mochila en el suelo. Saqué el lápiz que había utilizado en clase de francés y miré
fijamente la punta. Todavía estaba afilado, apenas estaba usado. ¿Tenía un lápiz
desconocido que había usado distraídamente en cambio? Busqué intensamente dentro de
mi bolsa, sacando fuera su contenido en vano. Un dólar y algo de cambio, que no
esperaba, un clip de papel, tres bandas de goma para el pelo, una vieja goma, mi
reproductor MP3 y mi carpeta llena de papeles eran todo los que había allí. Ni
siquiera tenía un solo libro.

Perpleja, puse todo de nuevo dentro de mi bolsa, excepto la basura, y continué


mirando fijamente mi lápiz casi sin usar. Sabía que había escrito mi nombre, fecha,
título y período en mi papel de francés. Sabía que había consumido por lo menos
tres puntos del programa de estudios para Cálculo.

¡El programa de estudios… todavía estaba en mi carpeta! Lo saqué rápidamente de nuevo


y lo abrí. Allí, miré fijamente en la primera página era el mismo programa de

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estudios exactamente, escrito por mi mano, trece puntos de debates en clase,
pruebas y tareas, descritas con detalle, sólo pude recordar haber escrito los tres
primeros.

Algo raro estaba pasando y no sabía bien qué hacer con ello. Quizás era todo por lo
que había pasado durante estas últimas semanas. Tal vez era todo este estrés... o
quizás me sentía fuera de onda y simplemente estaba escribiendo por reflejo.
Algunas personas son capaces de conducir largas distancias desde su casa sin darse
cuenta, después de grandes tensiones en sus vidas. ¿Por qué no escribiendo? Parecía lo
suficientemente racional, si me lo repetía bastantes veces, quizá empezaría a
creérmelo. ¿Y por qué no? Toda la escuela ya cree que soy muy crédula, así que
debería ser capaz de convencerme de cualquier cosa.

Me gusto que el Dios de ojos grises estuviera en dos de mis clases y se había
sentado deliberadamente a mi lado en las dos... y me había hablado... dos veces. Y
me tocó la mano, no me había imaginaba eso. ¡Oh, no! Realmente me había tocado
la mano, su mano estaba caliente, suave... no como las manos callosas de mi padre,
o incluso las de Graham. Con ese breve contacto, él había comprimido de alguna
manera todas las cenizas esparcidas en mi pecho de nuevo en una sólida masa, la
fuerza de la misma haciendo que volviera a arder.

Y todavía quemaba. Con sus ojos acerados y su mano cálida, me había dejado sin
palabras, torpe, asombrada... y entera.

¡Y aún no sabía su nombre!

¿Cuál había dicho Madame Hidani qué era su apellido? ¿Bellegarde? ¿Era medio francés?
¿Qué otra cosa recordaba? ¿De qué color era su pelo? Me acordé del aleteo, como las alas
de un pájaro, negro. Tenía definitivamente el pelo negro. Eso significaba que los
ojos eran como la pizarra, bordeados de negro por las pestañas. ¿Cómo era su cara?
Parecía… ¿Cincelada? Ligeramente. Había suavidad en su cara... su sonrisa. Una
sonrisa que me había hecho olvidar cómo respirar, o pestañear, era tan guapo.

Sentí que me quedaba sin aliento y mi corazón se aceleraba al recordar la forma en


que crecieron esos ojos, cuando sólo le había preguntado si estaba hablando
conmigo. Parecía imposible que estuviera refiriéndose a mí, cuando pronunció esas
pocas palabras, lo mundano, que parecía, alterando mi mundo en menos de un
segundo. ¿Nos reuniríamos de nuevo? ¿Si es que alguna vez incluso nos habíamos reunido?
Seguramente que no podía considerar como una “reunión” a mi rudeza al chocar
con él y luego huir como una cobarde en realidad... ¿no?

Por otra parte, él era en parte francés, e incluso Madame Hidani hizo un punto para
plantear el hecho de que los franceses saben parecer groseros con aquéllos que han
pasado su vida tratando con las normas de cortesía y etiqueta dictadas por la
costumbre, cuando nosotros en América no sabemos hacerlo.

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¿Quizás pensaba que tropezar creaba un vínculo familiar? ¿Mi atropello era una buena
noticia?

Negué con la cabeza ante la locura de la idea. No. Lo que hice fue grosero en
cualquier idioma, de cualquier país. Me estaba engañando a mí misma. No me
haría ningún bien enredar mi cabeza con ideas estúpida, con tres clases más a las
cuales ir, y la que más temía era inmediatamente después del almuerzo.

Me estremecí al pensar en la escalofriante sonrisa del Sr. Branke, sus brazos


peludos, y sus monstruosas manos. Yo dudé que enfocara tanta atención en mí este
año, ya que yo era el hazmerreír de toda la escuela en realidad no era una razón en
absoluto, si es que hubiera habido alguna para empezar. Pero todavía podía
prepararme mentalmente para esto, si tenía la oportunidad.

Antes de darme cuenta, la campana estaba sonando, marcando el final del tercer
período y el comienzo del almuerzo. Nada, absolutamente nada resume la escuela
secundaria como el propio infierno personal de uno, como la comida de la
cafetería. Había algo en eso que irradiaba tortura, con promesas de terribles
consecuencias, una vez consumidas.

Eché una ojeada alrededor y vi que todos los estudiantes estaban saliendo de la
biblioteca hacia la cafetería. Agarré mi bolsa y me dirigí tristemente hacia el aroma
de lo que prometía ser más que alimentos blandos y un poco quemados, otro
cuerpo entre las masas que se dirigía hacia nuestra gastronómicamente masacre.
Estaba de pie en la fila, con la bandeja preparada, intentando descifrar qué era
exactamente eso y que era exactamente lo que se podía salvar.

Tome una papa al horno porque aparte de no estar cocida completamente, no había
mucho se pudiera hacer para meter la pata, un cuenco de chile, y condimento,
porque podría tapar casi cualquier cosa, un cartón de leche, por si acaso el
condimento no era suficiente y me dirigí hacia la cajera. La mujer de mediana edad
tras la registradora estaba ocupada sonriendo y riendo con la persona que estaba
delante de mí. Esperé pacientemente mientras él recogía su cambio y lo ponía en su
monedero. Una buena cartera. De cuero. Cara.

Se dio la vuelta y me miró.

Mi Dios gris, estaba mirándome de pie delante de mí, con una bandeja de comida
en sus manos y una sonrisa perpleja extendiéndose por su cara.

Sentí un tirón dentro de mí. El fuego en mi corazón empezó a crecer. Estaba


caliente. No, caliente no… estaba quemándome.

Podía sentir el calor subiendo por mi pecho, una sensación abrasadora elevándose
por las paredes dentro de mí, alcanzando el exterior. Me sentí arder a través de mi
ropa, sumamente caliente y real. Y... ¿que olía a chile?

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Había ocurrido en un instante. Un minuto antes, estaba mirando en la piscina más
profunda de estaño, y al siguiente, llevaba un recipiente muy caliente de chile en el
pecho, mientras que las manos de este hermoso desconocido se encontraban en la
parte posterior de mi bandeja, apretada ahora contra la mancha ardiente que se
propagaba por mi camisa. Sus dedos estaban tocando los míos, frescos, suaves, en
contraste muy fuerte con el dolor abrasador que se arrastraba a través de mi pecho,
hasta mi abdomen. Eso se sentía bien...

Sus ojos se abrieron en estado de shock, y dio un paso atrás. Si no fuera por el
ardor, quemando con el calor de los alimentos, y la fogosidad de sus ojos mirando
en mi dirección, y, finalmente, el calor de la vergüenza por haber sido tan
increíblemente torpe… yo hubiera gemido por la pérdida de esa pequeña cantidad
de confort que recibí con nuestro contacto. Pero tuve que dar un paso atrás en
realidad y comprender que estaba ahora cubierta con salsa de tomate picante
delante de todos los alumnos de la escuela, y que no sabía cómo ocurrió.

Oí un resoplido detrás y me volví para ver a Erica y Becca de pie allí, las dos con la
cara roja, tratando de no reírse... o parecer culpables. Graham puso una cara de
piedra detrás de las dos, mirando fijamente la única cosa que podía mantener la
atención lejos de mí.

Me di la vuelta para mirarlo por mí misma. ¡Estaba arrodillado, raspando el desorden en


su bandeja!

―¿Qué estás haciendo? ―le dije cuando me incliné hacia abajo para quitar el plato
de chile y el desastre de su bandeja y colocarlo de nuevo en la mía—. Éste es mi
desorden. Yo lo limpiaré. ¡Ya basta… la gente está mirando!

Me quito el plato de mi bandeja y volvió a colocarlo en la su suya, a la vez que me


miraba con un brillo en sus ojos perplejos. ―Estoy limpiando mi desorden.

Le fulminé con la mirada. Ojos de plata o no, él no iba a hacerme esto a mí. No iba
a martirizarme delante de toda la cafetería de Súper Freak. ―Es mi chile, mi plato,
mi lío, ten más cuidado, deberías haber prestado más atención a lo que estabas
haciendo. ―Alcancé mi plato, preparada para discutir de nuevo, pero esta vez no
me detuvo. Ni dijo nada o hizo algo como colocar el recipiente de nuevo en mi
bandeja. Él simplemente esperó hasta que lo hice, y entonces se levantó y se fue.

―Parece que incluso el chico nuevo no puede soportar estar a tu alrededor,


Monstruo ―anunció la voz de Erica en voz alta, con un tono lleno de satisfacción
burlona. Unas pocas personas que nos rodeaban se rieron, mientras que alguien
hizo un sonido molesto―. ¿Podrías darte prisa y limpiar tu desorden para que el
resto de nosotros, la gente normal podamos comer?

Detrás de ella, la cara de Graham estaba inexpresiva. Me dolió.

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No dije nada, simplemente continué limpiando lo que pude, después caminé hacia
el cubo de basura y vacié en él los restos de mi almuerzo sin comer. Reuní todo el
orgullo que pude y, con la cabeza lo más alto posible, salí de la cafetería, y fuera de
la escuela.

No sabía a dónde iba, pero sabía que no sería a la clase del Sr. Branke oliendo a
chile y apestando a vergüenza. No podía ir a casa, o papá estaría molesto conmigo
y yo iba estar molesta con él igualmente. Si bien habría una buena probabilidad de
que estuviera en el trabajo, y si no era así, regresar de la escuela porque mi camiseta
estaba cubierta de comida no contribuía mucho a reconducir nuestra relación. Sólo
tenía que... alejarme. No podía estar otro segundo más oyendo la voz de Erica, o
viendo a Graham pretender que no existía. Y definitivamente no podía estar allí de
pie siendo testimonio del ridículo que se había convertido en mi regla.

Me enganché la mochila más arriba en mi hombro y caminé por la acera con la


esperanza de desaparecer sin dejar rastro y dirigirme hacia la pequeña biblioteca
pública rural escondida en Heath. Conozco a la Srta. Maggie, la vieja bibliotecaria
que está trabajando allí durante los últimos treinta años y no le molestaría que
presentara un par de horas antes de que se supusiera que la escuela me dejaría salir.

Simplemente tenía que encontrar la manera cómo conseguir un cambio de ropa. No


podía sentarme en una habitación con aire acondicionado, llena de libros con mi
camiseta oliendo un poco a crema agria y cebollines, necesitaba ir al centro
comercial, que estaba en la dirección opuesta, pero no era una opción tampoco.

Sólo había estado caminando alrededor de un kilómetro, y estaba tan absorta en


mis pensamientos que no le oí acercarse. El ruido sordo de un vehículo que no
sonaba como si estuviera en la acera, y lo estaba. Me di la vuelta y exclamé, en voz
muy alta: ―¡Oh Dios mío!

Allí, estaba el desconocido de ojos grises. Estaba en una Matte Black, una
motocicleta que parecía demasiado cara para el promedio de cualquier adulto, y
mucho más para un chico de secundaria, y llevaba una chaqueta oscura. Sus ojos
me miraron, enmarcados en la ventana negra del casco. Parecía como una llama
negra.

Con un tictac de su cabeza, me hizo señas para que subiera.

―¿Estás loco? ―Le grité, asustada e incrédula.

De nuevo me hizo un gesto para que me acercara, sacudiendo la cabeza con más
determinación.

Me di la vuelta y caminé en dirección contraria, que era exactamente donde yo no


quería ir: a la escuela. No me di cuenta que estaba justo detrás de mí otra vez hasta
que lo oí acelerar el motor. Me di vuelta y lo miré, furiosa de que no me había
entendido la primera vez. Una vez más, hizo una seña para que me subiera.

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―¿Por qué? ―le pregunté. ¿Quién era yo para él?

Su respuesta fue otra vez el acelerador.

Hice un intento para revertir mi rumbo y la cabeza hacia atrás en la dirección de la


biblioteca cuando ese monstruo negro debajo de él hizo gruñido como algo que yo
nunca había escuchado antes, un escalofrío recorrió mi espalda, pero ¿fue por
miedo o por… la expectativa?

―¡Muy bien! ―le grité―. ¡Pero no te quejes de que mi chaqueta apesta a frijoles y
carne de res después!

Me subí tímidamente en la parte trasera de la moto, enojada, confundida. Miré


hacia abajo, con las manos torpemente colgando a mi lado. ¿Cómo voy a sostenerme
en este artefacto? El motor rugió y la moto se tambaleó hacia delante, me di cuenta
tan pronto como mis brazos se envolvieron alrededor de él para evitar caerme. Una
respuesta automática, me dije. Pero la sensación de mis brazos alrededor de la cintura
de esta persona era demasiado deliciosa para ser automática. Era… fenomenal.
Podía sentir el calor de debajo de la chaqueta irradiar hacia afuera, hacia mi piel,
poniéndome la piel de gallina.

Estábamos volando. Eso era lo que sentía. Él viajaba tan rápido, no pude ver nada
reconocible. Como tantas preguntas volaban a través de mi cabeza, mientras
pasábamos los edificios y los árboles tan rápidos que se mezclaban uno con el otro.

¿A dónde íbamos? ¿Cómo se llamaba? ¿De dónde viene? y ¿por qué me sigue? ¿Podría haber
alguna manera para cambiarme la ropa manchada de chile? Así con tantas preguntas que
quería hacerle, pero por encima del rugido de la moto y el relleno del casco, yo
sabía que no habría sido capaz de escucharme, ni yo de oír sus respuestas.

Simplemente descansé la mejilla en su espalda, sabiendo que en realidad no había


nada que pudiera hacer para detenerme y esperé más firme, mientras disfrutaba este
raro inusual momento durante el tiempo que durara. Y acepté que cada vez que
regresaba a la tierra, la dura realidad en la que se estaba convirtiendo poco a poco
mi vida me tragaba entera y todo lo que tenía que hacer era quedarme con este
recuerdo.

No quería moverme cuando finalmente nos ralentizamos y detuvimos en un


estacionamiento lleno de grava que daba a lo que parecía ser un parque muy
grande. Nunca había estado aquí antes y seguramente no había mucho que no
hubiera visto en Heath, con eso de tener a alguien como Graham Hasselbeck como
mejor amigo, ex mejor amigo. No había una señal o cualquier tipo de logotipo que
insinuara un nombre. Era sólo un gran campo, abierto con unas pocas mesas de
picnic, un banco solitario, algunas rocas enormes para escalar y tomar el sol, y con
un parque infantil con un columpio. El estacionamiento tenía cuatro postes de luz

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en alto, en cada esquina que parecía una versión en miniatura de los que iluminan
el campo de béisbol de detrás de la escuela.

Tan pronto como escuché el motor de la moto apagarse, brinqué en el aire, era
como dejara escapar la última parte de la energía almacenada en mis piernas.

Él la siguió, aunque sus movimientos eran mucho más fluidos, como si estuviera
acostumbrado a ello. Eso es lo que era. Estaba acostumbrado a montar la moto, la
sensación de la poderosa vibración que convertía sus entrañas en espuma. Mis
piernas se sentían permanentemente arqueadas y vibraban como un centavo en una
lata de café después de lo que sólo podría haber sido un paseo de diez minutos.
Estaba avergonzándome. De nuevo.

―Siempre quise saber cómo se sentía ser un ser humano brújula ―murmuré
mientras sostenía mis muslos en un vano intento de evitar que temblaran.

Podía oír su risa apagada y lo miré cuando se quitó el casco, con la boca todavía...
abierta... seca.

Querido Dios en el cielo, ¿cómo puede alguien ser tan bello? Y ¿qué diablos estaba haciendo
conmigo? Más bien, ¿qué hacía yo con él aquí? Su cabello, me di cuenta ahora, era
ligeramente más largo de lo que se consideraba de moda aquí en Heath, y era
ondulado. Una parte se cernía sobre su ojo derecho, como una cortina de terciopelo
negro escondiendo a un artista interpretando o ejecutando algo en el magnífico
escenario que era su cara.

Su nariz, a menudo una parte del cuerpo que se ve tan extraña en el rostro humano,
parecía como si hubiera sido esculpida en la misma piedra trasvertida de su piel.
Sus pómulos altos, fuertes... casi peligrosos.

Pero su boca, esa sí que era peligrosa. De eso estaba segura. Sus labios estaban
llenos, a punto, preparados para matarme con una sonrisa. Yo sabía que iba a venir
de un momento a otro. ¿Cuántas veces me había muerto hoy con sólo una rápida
contracción de sus labios? Esta vez, estaba lista... una víctima deseosa.

Me miraba. Y cerré mis ojos, preparándome. Tomé una respiración profunda, y


entonces...

―Así que nos encontramos de nuevo.

Abrí mis ojos y parpadeé.

¿Esta era la única cosa que sabía decir? Un rostro tan divino, con una boca tan letal,
con unos ojos tan profundos y misteriosos, y cuando habla con esa gloriosa voz que
hacía que mis piernas empezaran a temblar aún más fuerte, —no del paseo en
moto, sino de algo completamente distinto—, ¿él no tiene nada nuevo que decir?

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―¿No sabes nada más que decir que no sea "nos encontramos de nuevo"? ―Le
grité. ¿Por qué estaba gritando? Estaba furiosa, ¡por eso!―. No tienes ni idea de quién
soy. Y ciertamente sé mucho menos de ti, así que dime ¿por qué me seguiste? ¿Para
decirme que monte contigo en tu-tu-tu máquina mortal, y después con todo lo que
puedes elegir para decir, con todo lo demás que estoy segura que quieres saber?

Cruzó los brazos en su pecho y sonrió. ―¡Fue divertido!

―¿Por qué estás sonriendo? Esto no es divertido. Estoy en el medio de Dios sabe
dónde… ―le miré de arriba abajo―, con Dios sabe quién, y ¡oliendo a frijoles y a
carne!

Por alguna razón, mi boca se movía por sí sola, las palabras salieron como el fondo
que hubiera sido arrancado de una lata de café oxidada llena de antiguos secretos.

—Mi mejor amigo… bueno, no es mi mejor amigo más, y probablemente nunca lo


fue realmente, me odia. Mi padre está comenzando una nueva familia sin mí, con
una mujer a la que no puedo soportar. Abandoné mi primer día de clases... por
primera vez... en la vida; y lo único que puedes decirme es "nos encontramos de
nuevo", ¿como si eso de alguna manera fuera lo más importante, la frase más
relevante en la historia de la palabra hablada?

Estaba respirando con dificultad, todos los sentimientos de enojo que tenía
estancados dentro de mí se escaparon, rezumaban de cada poro, poco a poco
desinflando el globo que había sentido crecer en mí interior, ahogándome. Nunca
realmente había hecho esto antes, gritarle a alguien por ninguna otra razón, que
porque estaba enfadada. Me sentía bien.

―Estoy harta de ser el maldito remache para las bromas de todos, para que puedas
limpiar esa estúpida sonrisa fuera de tu cara. Eres nuevo aquí, así que tienes
diecisiete años de retraso de bromas de todos modos.

Dio un paso hacia adelante, un ligero movimiento haciendo que me quedara en un


segundo plano por alguna razón, sin nombre.

―No recuerdo que me respondieras de una manera muy agradable cuando lo dije
por primera vez, y no recibí ninguna respuesta por segunda vez, y ahora después de
decírtelo de nuevo en tercer lugar, me das una contestación en forma de pequeña
rabieta. Debes estar contenta de que me divierta, en lugar de que me desagrades
―me respondió con calma, de una manera casual. Llegó hasta el asiento de la
motocicleta; levantándola, sacó un pequeño paquete de dentro y me lo entregó―.
Y, sólo por si acaso soy grosero, perdón por no presentarme antes, mi nombre es
Robert N'Uriel Bellegarde.

Robert. Ahora sabía algo que esa Erica no sabía. Yo sabía su nombre. Sentí el
comienzo de una sonrisa renuente en mis labios, pero rápidamente la aplasté. ―Así
que sabes más de cuatro palabras de Inglés. Bien. Eso va a ser más fácil para

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gritarte más tarde. No me gusta gritar a la gente que no puede entender lo que estoy
diciendo ―bromeé con nerviosismo, tomando el artículo en su mano―. ¿Qué es
esto?

Se encogió de hombros. ―Te quejaste de que olías como a carne y a frijoles. Esa es
una camiseta extra que llevo conmigo, por si acaso alguna vez necesito una limpia,
y da la casualidad de que hoy en día, la necesito. O, al menos, tú la necesitas.

Miré el paquete de tela entre mis manos. ¿Esto era una camiseta? ¡Pero se lucía tan
bien...! Suave, como una camiseta vieja, pero no era algodón viejo, decolorada con
la impresión de mala calidad en ella. Era extraña, algo diferente.

Esta camiseta, camiseta, si se podía llamar así, era de un gris metálico reluciente, y
olía... olía increíble. Le miré, preguntándome por qué me daba su camisa cuando él
ni siquiera me conocía. ¿Qué soy, sino una don nadie para él? Miré a mi alrededor con
nerviosismo y me reí, ¿dónde iba a cambiarme?

―No soy un fan del chile, el olor me molesta, por lo que te agradecería que te
cambiaras, estamos completamente solos aquí, así que puedes cambiarte justo
donde estás si te doy la espalda. Si eso te hace sentir mejor ―hizo una pausa y me
miró con expresión perpleja, contemplativa―. Y sé quién eres, Grace. No eres
quién crees que eres.

No me había dado cuenta de que había respondido a las preguntas en mi cabeza


antes de que hubiera tenido la oportunidad de preguntarle.

47
Secretos

Traducido por cowdiem

Corregido por majo2340

S
e giró de modo que yo pudiera remover mi ahora crujiente y bañada ropa en
chile, con cierta apariencia de modestia. La camiseta estaba probablemente
imposiblemente teñida ahora —no había forma de salvarla— así que solo la
hice una bola y la lance en el papelero más cercano después de usarla para limpiar
todo el chile que se había filtrado a través de ella hacia mi pecho. Rápidamente me
deslicé dentro de su camisa, jadeando ante cuan sedosa se sentía contra mi piel.
Definitivamente era mucho más costosa que otras que yo tuviera. Colgaba como un
saco en mi cuerpo, sin embargo; cayendo hacia mis muslos, el cuello bajo en mi
pecho. Mire hacia abajo y suspire. En realidad no había nada allí que cubrir, ¿así
que por que intentarlo y ser modesta?

—Bien, ahora puedes girarte —le dije, confiada que me veía tan decente como
humanamente posible.

Puso sus manos dentro de sus bolsillos y lentamente se giró a enfrentarme. La


mirada en su rostro no me revelaba nada sobre cómo se sentía, respecto a cómo me
veía en su camisa. Por supuesto que me vería espantosa en ella; el color no era el
adecuado para mí, si prestara atención a ese tipo de cosas para empezar, y no había
forma en ella —o en mí para el caso.

—Gracias por la camisa —dije, no segura de cómo interpretar su expresión vacía—.


Y lo siento por tu chaqueta y el…er…berrinche.

—De nada —dijo.

—Si quiero saber dónde estamos, sin embargo. Quiero saber porque me elegiste.
Quiero saber cómo sabias que es lo que iba a preguntar antes de que lo hiciera.
Y…quiero saber porque yo. ¿Por qué yo entre toda la gente? —divagué.

Su sonrisa retornó. Esto se veía prometedor. —Tantas preguntas desde alguien que
casi no podía decir hola. Bueno, veamos si puedo responder todas a tu agrado.

48
Estamos en el refugio de la familia Bellegarde, te elegí porque no deberías estar
caminando sola, leí tu mente, y porque eres diferente. Muy diferente.

¿Acaso dijo que leyó mi mente? —Espera un minuto. Leíste mi mente —decirlo en voz
alta no lo hacía más creíble—. ¿De verdad leíste mi mente? —no me convenció la
segunda vez tampoco—. Y que quieres decir, ¿Soy diferente?

—Muy diferente. Te escuché la primera vez —espeto.

—¿Qué quieres decir exactamente con eso? ¡Y respóndeme sobre esa cosa de leer la
mente! —Lo estaba mirando enojada, molesta de que estuviera sonando como un
perico. No me gustaba este ir y venir de emociones que él me estaba causando,
tampoco. Un minuto estaba lista para fundirme en una poza a sus pies. Al
siguiente, quería sacarle los ojos de sus cuencas. Esta no era yo para nada, y no me
gustaba.

Comenzó a caminar hacia la banca, indicándome que lo siguiera, y luego se sentó.


—Puedo escuchar tus pensamientos tan claramente como si los dijeras en voz alta,
Grace. Y —él se detuvo para darle efecto—, eres muy diferente. No eres como las
otras chicas de la escuela para nada. La verdad, no eres como ninguna otra chica,
punto.

Bueno eso no era una sorpresa. —Todos saben que no soy como las otras chicas en
la escuela. Se llama ser condenada al ostracismo, Robert. —cuán extraño se sintió
eso, decir su nombre tan casualmente, como si hubiéramos sido amigos por
años…salió tan natural, me sentí frívola y avergonzada al mismo tiempo. Desvié
mi rostro mientras me sentaba, no queriendo ver la reacción de mi uso de su
nombre. Por supuesto tenía miedo del esperado rechazo a mi asumida familiaridad,
pero más que eso, tenía miedo de ver lo opuesto…me odiaba a mí misma por
incluso pensar en que esa posibilidad pudiera existir.

Continúe hablando mientras miraba fijamente mis zapatos, ¿Cómo puedes escuchar
mis pensamientos? ¿Puedes escuchar lo que estoy pensando ahora?

Lo miré y me concentré, mis cejas juntándose en profunda concentración. ¿Estás


recibiendo esto fuerte y claro, interruptor?

Rió. Era un sonido bastante rico —vibrante y multifacético, como un prisma


audible— me maraville ante la forma en que parecía llenar mi cabeza con su tono
resonante. Te escucho fuerte y claro, respondió a mi pregunta silente.

Con la boca abierta, lo miré fijamente. ¿Cuánto es cuatro más cuatro?

—Ocho.

¿Quién escribió “La bandera llena de estrellas”?

—Frances Scott Key.

49
¿Por qué el gallo cruzo el camino?

—Porque estaba atascado en el pollo.

¿Cómo estás haciendo esto?

—Nací con esta habilidad.

Mi boca estaba tan ampliamente abierta, que me sentía como una puerta trasera
abierta. ¿Naciste con esto?

Asintió. Y luego escuché su voz dentro de mi cabeza. Sonaba


pequeña…extraña…ligera. Lentamente volviéndose más fuerte. Más fuerte, hasta
que era, como Robert había descrito, tan clara como si hubiera hablado en voz alta.

Y ahora, Grace, tu puedes escuchar mis pensamientos.

Me caí de la banca. Un fuerte umph salió de mi boca mientras aterrizaba en la dura


tierra en completa conmoción. Él se rió de mí de nuevo, solo que esta vez lo
escuché dos veces, como un eco dentro y fuera de mi mente.

—Tú… ¡tú estás en m… mi… mi cabeza! —jadee.

Así es.

—¡Detenlo! —grité. Apreté mis oídos con mis manos, como si eso fuera a ayudar a
dejarlo afuera, como si estuviera simplemente lanzando su voz, más que sus
pensamientos. Y entonces, solo para asegurarme, comencé a cantar la-la-la. No era
mi mejor movimiento para estar segura, pero este no era exactamente el momento
para estar asintiendo en un panel de jueces.

¿Por qué sea fácil para ti aceptar que yo puedo leer tus pensamientos, pero no que tú también
puedes escuchar los míos?

—¿Quién dijo que aceptaba que tu leyeras mis pensamientos? Por el amor de Dios,
¡Se supone que la gente no lee los pensamientos de los otros! ¡Y yo no nací con
esta…esta…cosa! ¿Por qué debería aceptar escuchar tus pensamientos?

—Grace, te dije que eras diferente. La mayoría de las chicas estarían intentando
pensar cosas sucias alrededor mío —la mayoría de las chicas sin importar que—
pero no tú. —Se arrodillo junto a mí en la tierra. Puso su mano bajo mi mentón y
elevó mi rostro de modo que yo pudiera mirarlo. O que él pudiera mirarme.
Secretamente, esperaba que fuera la última.

—Lo es —me aseguró, sonriendo cuando me vio hacer una mueca —una reacción
respecto a él escuchando lo que no había dicho—. No quiero asustarte, Grace. No
puedo explicarte como, pero solo supe —profundo dentro de mí— que tú serias
capaz de aprender mi secreto, y mantenerlo. De la forma que se supone lo haga un
amigo.

50
¿Acaso era así de simple? ¿Todo lo que él quería era una amiga? Si eso era, ¿Por
qué me sentía tan decepcionada?

—Te quiero como mi amiga —dijo, sonriendo mientras me ofrecía su mano.

—Bien, mira. Esto realmente va a molestarme muchísimo —le dije, tomándola y


parándome—. Mis pensamientos son míos. Estoy segura que no te gustaría tener a
alguien siempre revolviendo entre tus pensamientos privados, ¿cierto?

Él se encogió de hombros, su expresión estoica. —Mi hermana esta siempre en mis


pensamientos, poniendo sus agujas para encontrar pedazos de chismorreos o
secretos que ella puede cotillear con alguna de sus amigas. No es la gran cosa. Si
hay algo que no quiero que ella sepa, no es tan difícil mantenerlo escondido. —
Miro hacia abajo a mi mano, aun atrapada en la de él, y sonrió de nuevo.

Yo olvidé lo que iba a decir porque yo, también, estaba mirando fijamente a
nuestras manos unidas. No me había dado cuenta que no la había soltado…y que él
tampoco. Tampoco sabía que cuando nos tocábamos así, piel contra piel, no podía
detener el flujo de pensamientos que pasaban entre ambos.

Fluía como agua en mi cabeza —llenando las grietas que habían estado vacías por
más de lo que yo había estado viva— mientras mi mente parecía secarse del todo lo
que alguna vez había contenido para hacer espacio. Su voz llenó mi cabeza,
vagando alrededor de mi mente, haciendo eco, llamando, buscando… ¿buscando
qué? Estaba comenzando a sentirme llena, demasiado estirada. Sentí que mi rostro
se apretaba, haciendo una mueca mientras el dolor comenzaba. Era vibrante, sin
piedad… la presión estaba incrementando a una velocidad enorme y no parecía
cercana a acabarse pronto. Podía ver su rostro, sus ojos anchos y llenos de miedo,
él estaba escuchando mis gritos internos de dolor, y lo estaban hiriendo.

Necesitas… soltarte… Grace.

Y luego él se había ido.

Todo se había ido.

***

Estaba recostada en una banca, algo duro bajo mi adolorida cabeza. Sentí algo
goteando desde mi rostro —había sido limpiado con algo frio y húmedo. Podía oler
el sabor oxidado de la sangre, y el olor acaramelado de algo no familiar. Mis ojos se
abrieron a dos inmensas piscinas de mercurio líquido mirando fija y
preocupadamente en mi rostro.

51
—¿Estás bien?

Trate de sentarme, pero no me podía mover —algo me estaba sosteniendo abajo.


Mire de vuelta a esas dos piscinas liquidas y me di cuenta en que por la forma en
que estaban anguladas, yo tenía que estar yaciendo en su regazo. Mis ojos volaron
hacia mi pecho, y vi que su mano estaba presionando mi estómago hacia abajo.
Giré mi cabeza y vi que su otra mano estaba sosteniendo mi hombro izquierdo. No
podía levantarme porque me estaba manteniendo abajo.

Miré de vuelta a su rostro una vez más y dije en una voz temblorosa. —Estoy bien.
Solo necesito sentarme.

Se veía reacio a dejarme ir, pero relajo su agarre y lentamente me ayudo a


sentarme.

El mareo que me había consumido era problemático. Sentía como si hubiera sido
drenada de toda mi fuerza y energía —no distinto a como uno se siente cuando no
ha comido en todo el día. Miré hacia la mano de Robert, la que había estado
sosteniendo cuando mi mente comenzó a sofocarse —eso es lo que era, mi mente se
había sofocado bajo el apuro de cada uno de los pensamientos de él. En ellos había
un trapo que parecía teñido de sangre… ¿pero de quién?

—Es tuya. Tu nariz comenzó a sangrar justo luego de que te desmayaste. —Robert
respondió culpablemente. Se veía muy pálido, su voz tan temblorosa como la mía.
Por supuesto que lo estaría. Él había estado en mi cabeza, compartido el mismo
miedo, vio todo en mi cabeza volverse negro… y compartió mi dolor. Eso hubiera
sido suficiente para asustar a cualquiera.

Me estiré hacia el trapo que él estaba sosteniendo y miré hacia su rostro. Decidí
intentar algo. Necesitaba concentrarme en algo. Miré hacia sus labios —demasiado
distractores— su nariz, si su nariz funcionaria. Era una nariz que se veía poderosa,
pero cuando bloquee todo lo demás, era solo una nariz, y me pude concentrar.
¿Aún está sangrando?

—Ya no más. Se detuvo justo antes de que despertaras. Y gracias por mi nariz.

Yo estaba tan impresionada, que de verdad me sonrojé. Donde alguna vez podría
haber estado aterrorizada —incluso mortificada— ahora estaba en completa y pura
admiración; él podía oír mis pensamientos, y yo los de él. Esta era una conexión
genuina. Con alguien que no conocía para nada.

—¿Qué es lo que quieres saber? —me preguntó, girándose de modo que podía
enfrentarme de modo más cómodo, preparándose para la aparición de una larga
discusión.

—Uhm… bien… tú dijiste que habías nacido con la habilidad de leer mentes. ¿Por
qué? Y ¿por qué yo puedo escuchar tus pensamientos? ¿Puedo escuchar los de todos

52
los demás? Esto me hubiera ayudado bastante hace unos pocos meses. Y ¿Qué fue
eso —cuando me desmayé— por qué pasó eso? —divagué rápidamente mientras las
preguntas se apresuraban una tras la otra. Me sentía incapaz de detenerme mientras
lo miraba y esperaba que me respondiera antes de que el interrogatorio pudiera
continuar.

—Puedes escuchar mis pensamientos, Grace, porque te lo permití. Solo puedes


escuchar los pensamientos que te permito. Respecto a los otros… no puedo decirte
eso ahora. Tú ya sabes más de lo que estaba dispuesto a revelar —susurró, mirando
lejos de mí a alguna cosa invisible con tanta pena en sus ojos, que mis dedos
picaban con un desconocido deseo de sostenerlo, de confortarlo de alguna forma—.
Voy a decirte que soy tu amigo, Grace. Tu sabes un secreto que nadie más fuera de
mi familia sabe, y estoy confiando en que no lo compartirás con nadie.

Él estaba confiando en mí… ¿Quién confiaba en mí? Ni siquiera Graham había hecho
eso, y él me conocía mejor que nadie.

—No es mi secreto para compartirlo, Robert. —Cautelosamente, estiré mi mano,


asustada de que lo que había sucedido antes pudiera pasar de nuevo si él lo hacía,
pero más asustada de que no lo aceptara para nada. ¿Por qué debería tomar mi mano?
Él recién me había conocido ¿Qué sabia sobre mí? Y ¿Qué si lo que había pasado conmigo
lo había asustado, probando que tan extraña era? ¿Acaso de verdad podía confiar en alguien
como yo?

Es todo lo que necesito saber para confiar en ti. Su voz llenó mi cabeza y tomó mi mano,
como para confirmarlo, para reconocer nuestra rápidamente formada amistad. Tú
también puedes confiar en mí. No te traicionaré. No soy nada sino un leal amigo y guardián.

—Uhm… gracias —dije, mi voz teñida de incredulidad, y mire alrededor de


nosotros, necesitando una distracción de su hipnotizadora mirada. ¿Acaso no había
dicho que este era el refugio de la familia Bellegarde?

—¿Este lugar pertenece a tu familia? —pregunté en voz alta, sabiendo que había
escuchado mis pensamientos antes de que ellos hubieran llegado a mis labios, pero
sintiendo una necesidad de llenar el silencio, los pronuncié de todas formas.

—Sí. Esta área ha estado en las manos de mi familia por siglos —confirmó—. La
familia de mi madre la heredó, tal como el bosque y los cursos de agua alrededor,
así que es casi como de nosotros. —Movió su brazo en un arco, refiriéndose a todo
lo verde que yacía ante nosotros.

Mire alrededor hacia el patio de recreo y elevé una ceja. ¿Qué hay con los columpios y
el sube y baja?

Rió suavemente, Bueno, rentamos mucho esta área, a enormes reuniones de


compañías, reuniones familiares, bodas, etc.… mi mamá se dio cuenta que habría
niños que querrían jugar, así que ella construyo un patio de recreo para ellos. Ella

53
ama a los niños, habría tenido un pequeño ejército de ellos si hubiera podido.
Indicó hacia un mirador que parecía estar anidado entre un par de altos árboles,
casi invisible desde donde estábamos sentados, a pesar de su tamaño. Ahí es donde
la mayoría de las bodas se llevan a cabo, y luego la recepción se monta justo ahí.
Apuntó hacia un amplio espacio abierto a la derecha del mirador que parecía
extenderse hasta el infinito.

Es agradable y parejo; perfecto para bailar.

Yo podía imaginármelo, las bodas extravagantes era montadas en lugares vastos y


abiertos. Podía ver las tiendas armadas, chispeantes luces de navidad sembradas
por todos lados, las mesas y las sillas cubiertas con yardas y yardas de seda blanca,
y todo aromatizado con flores de distintas clases y matices. Me tomó unos pocos
minutos darme cuenta que las imágenes eran demasiado frescas; era todo
demasiado limpio solo para ser mi imaginación. Estos eran recuerdos.

Lo miré, y sonrió. Pensé que podrías necesitar algo de ayuda.

Mi mandíbula se cayó frente al insulto. Yo NO necesito ayuda imaginando una boda


aquí.

Él se encogió de hombros. Bien.

Y la imagen se había ido, como si hubiera presionado el stop en un DVD, y todo lo


que me quedo fue una pantalla en blanco. ¡Eso fue grosero!

Tú dijiste que no necesitabas ayuda imaginándote una boda aquí.

Repentinamente me pregunté cuándo se había vuelto cómodo hablarle a través de


mi mente. Habíamos tenido casi una conversación completa sin decir una sola
palabra, y en vez de que me asustara como debería, me molestó.

Más fácil de lo que parece, ¿uh?

Lo miré enojada. —Prefiero hablar. La gente va a pensar que estoy incluso más
loca de lo que ya piensan si me quedo quieta por largos periodos de tiempo porque
estoy teniendo una discusión en silencio contigo.

Me levanté y estiré mis piernas, ¡Oh eso se sentía bien!

Comencé a caminar alejándome antes de darme cuenta que aún estaba sosteniendo
mi mano. Con un cegadoramente rápido tirón, yo estaba de vuelta en la banca
sentada junto a él. Pestañee consternada, no solo por su reacción a mi intento de
alejarme, sino al hecho de que a pesar de la fuerza necesaria para hacer algo así, su
brazo casi no se había movido. Habría sido más convincente el que hubiera
removido una tela de araña que de alguna forma forzándome a sentarme junto a él.
Y aun así, a pesar de mi conmoción, nada de esto parecía ser de mucho interés para
él, mientras remarcaba mi observación.

54
—Nadie va a pensar eso de ti. Nunca más —d ijo mientras miraba mi rostro, el
brillo travieso en sus ojos traicionaba la línea seria de su boca. Podría haber jurado
que sabía cómo respirar —lo había estado haciendo toda mi vida, después de
todo— pero por alguna razón, no podía recordar como en ese momento.

Grace, soy tu amigo. No dejaré que la gente te trate así nunca más, él hizo una reverencia,
la seriedad cambiándose ahora a sus ojos. Eres una persona demasiado buena para que
la gente te dé por sentada.

¿Cómo vas a hacer que la gente deje de hacer lo que les parece tan natural? Espeté.

Ignoró eso y continúo. Sé el dolor que has sentido, y he visto cómo has sido tratada. No
será así nunca más. Lo prometo.

¿Cómo un lector de mentes podía, protegerme del dolor que ya sentía? ¿Cómo podía
protegerme de los recuerdos permanentemente grabados a fuego en mi mente? ¿Cómo podía
prevenir los comentarios sarcásticos, las bromas, o los recuerdos que me golpearan mañana,
cuando todo comenzaba de nuevo? La verdad era que no podía. No podía cambiar el
hecho de que sin importar la hora a la que fuera a casa hoy, Graham aun seria mi
vecino de la casa de al lado, que no quería tener nada que ver conmigo o que mi
papá iba aun a dejar entrar a esa víbora a la casa de mi madre.

¿Quieres apostar?

Mi boca formo una perfecta “O”. No, no quiero apostar. Si el saber que lees mentes fue ya
demasiada información, entonces probablemente no quiero saber el resto de todas formas; y si
ese es el caso, solo tendré que pedirte que te quedes fuera de mis asuntos.

Dios, esta cosa de la amistad estaba comenzando difícil. Ya le había gritado más
veces en la pasada hora que lo que había hecho con Graham en toda mi vida. Antes
de que pudiera decir otra palabra, mi estómago decidió que era tiempo de
interrumpirnos. El retumbante sonido fue algo fuerte, y embarazoso, pero una
prueba del hecho de que no había finalizado de desayunar, y ni siquiera había
tenido la oportunidad de comenzar el almuerzo. El sol se estaba dirigiendo hacia el
oeste, hundiéndose lentamente, así que la cena estaba casi a la vuelta de la esquina.
¿Me iba a perder eso también? Creo que no.

—Robert, tienes que llevarme a casa. Me estoy muriendo de hambre, y se está


haciendo tarde.

Se levantó y me tiró con él sin una onza de esfuerzo. Nuestras manos nunca se
habían separado durante toda la conversación, lo note, y me sonrojé. Si debo. Pero
primero, quiero asegurarme que entiendes que está bien que me grites si quieres. No tienes que
guardártelo como lo hacías con Graham. Soy tu amigo ahora. Te acepto como eres.

Mis ojos sobresalieron. ¿Podrías parar de revolver entre mis recuerdos? ¡Si quieres ser mi
amigo, tienes que darte cuenta que los amigos no hacen cosas como esa!

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Su risa fue suave. La mayoría de los amigos no pueden literalmente leer la mente del otro.

Ok. Él tenía un punto. Solo no lo hagas más. Es pavoroso. Y molesto.

Asintió con su cabeza y caminamos hacia su motocicleta. Su casco, el cual había


colgado en el manubrio, me fue entregado. Lo miré interrogativa. —¿No lo
necesitas? —pregunté.

—No. Tengo la cabeza dura.

Trepó en la motocicleta y lo seguí. El fuerte retumbar vibrando a través de mí y mis


piernas, recordando cómo se sentía, parecían haberse formado una opinión propia
de que no iban a trepar de vuelta. Tratando de buscar evasivas, me puse el casco,
sin molestarme en ajustar mi cabello, tapando mi visión completamente
distorsionada por rebeldes mechones cubriendo mi rostro. Él suspiró, y sacó el
casco de mi cabeza. Echó mi cabello hacia atrás y puso el casco nuevamente.
Empujó el visor hacia abajo, tornando todo a un apagado gris oscuro, y tiró de mí
en el asiento tras él.

Tomen eso, piernas.

Supuse que necesitabas una pequeña ayuda.

Sí. Esta cosa de la lectura de mentes, iba a ser definitivamente molesta.

Poniendo mis brazos alrededor de su cintura de nuevo, contuve mi aliento mientras


aceleraba el motor y salíamos.

Como el rayo, rallábamos contra el camino, todo borroso una vez más. Me
pregunté qué había pasado con el chile, estaba segura que había manchado la parte
trasera de su chaqueta, deduciendo que probablemente la había limpiado mientras
estuve desmayada.

Cerré mis ojos y repentinamente podía escuchar —no— ver sus pensamientos, ver
todos los eventos que habían ocurrido en el día a través de sus ojos mientras
viajábamos. Él estaba de pie en la fila, su visión puesta en una hermosa chica rubia
de pie junto a su novio. Era Erica. Él se sentía cálido, alegre. Se giró hacia la
persona que estaba de pie en frente de él. Ella tenía cabello castaño, del color de la
caoba, y estaba usando una vieja camiseta, la había elegido por comodidad, él
podía adivinar, porque no era como nada que nadie más estuviera usando. Ella
estaba susurrando a una mujer delante. La mujer se veía confundida y necesitaba
que ella hablara más alto. Ella lo hizo, diciendo su nombre. Grace…

—Oh querida, sé quién eres. Eres la Señorita Grace Shelley. Dios, has crecido
durante el verano, ¿cierto, cariño? —La mujer en frente dijo en voz alta. El nombre
pareció desatar una ola de fuego dentro de él, y saboreó la quemazón, como si
hubiera estado hambriento por el calor. Continuó mirando fijamente la parte de

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atrás de su cabeza. Ansioso, esperando por ella para girarse, luchando contra la
urgencia de hacerla hacer eso.

Ella estiró su mano para golpetear su cabello. No era cabello lo que estaba
sintiendo para nada. Era una masa enredada de nudos indomables que había
olvidado cepillar esa mañana completamente. Él podía sentir su vergüenza,
escucharla. Se estiró para tocar su cabello muy rápido mientras ella avanzaba para
hablar con la adorable señora que entregaba los horarios de las clases una vez más.
Más calidez lo lleno mientras inhalaba la dulce fragancia de eso. Cuando removió
su mano, los nudos se habían ido.

Yo pestañeé, ¡él podía hacer mucho más que leer mentes!

Mas visiones aparecieron. Él estaba caminando hacia su sala de clases, sentándose


junto a una chica con corto cabello rubio. Ella estaba sonriendo tan ampliamente,
que sus orejas eran parte de ello. Le sonrió de vuelta. Era una sonrisa tan brillante
que se reflejó en los ojos de ella. Su calidez fluyó hacia afuera, y la chica rubia
comenzó a transpirar —podías ver que no le importaba—. Ella se presentó, pero él
estaba escuchando sus pensamientos; ella quería saber todo sobre él, su nombre, de
donde vino, pero lo más importante, si tenía novia.

Me hizo sentir mal el saber que yo tenía eso en común con ella, yo, también, estaba
curiosa respecto a esa última parte. Sentí que él negaba con la cabeza —leyendo los
pensamientos en mi mente mientras reproducía de vuelta los suyos— y sentí algo
de un sentimiento de relajación, pero no se sintió fuera de lugar o incómodo.

La visión detrás de mis parpados cambió y ahora estaba rodeado de chicas. Chicas
lanzando risitas, gloriosas y frívolas. A él le gustaban las chicas, a juzgar por cuanto
se reía y sonreía con ellas. El brillaba con calidez. Un suave y pálido blancor
rodeándolo, flotando dentro y fuera mientras ellas tocaban sus hombros, batían sus
pestañas, delicadamente rozaban su costado, el flirteo para nada escondido, pero no
descarado tampoco. Luego su foco cambio a algo más —no, no algo— cambio a
alguien más. Él se excusó y camino hacia la parte trasera de la sala de clase,
tomando asiento junto a la persona que había capturado su atención.

Ella se veía triste, tan desamparada. Grace… Quería estirarse y tocarla de nuevo.
Pero no había más nudos. Podía ver el rastro de las lágrimas secas en sus mejillas, y
había comenzado a contar. ¿Qué estaba contando? Él negó con la cabeza ante lo que
había descubierto. Había contado el número de lágrimas que habían bajado por su rostro.

La chica sentada junto a él, elevó la mirada y se giró para enfrentarlo. A través de
sus ojos, ella estaba rodeada por un suave halo blanco, y la calidez que había
sentido antes alrededor de todas las otras chicas parecía empalidecer en
comparación a este nuevo calor, una fogata quemando dentro de él, amenazando
con convertirlo en llamas vivientes. Se sentía bien. Le dio la bienvenida. Él tomó

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un aliento profundo, sus ventanas de la nariz moviéndose mientras inhalaba la
fragancia que era su cabello, su piel, su aliento… su Grace…

Le habló, divertido ante su reacción de conmoción. Habló de nuevo, su mirada


trabándose con la de ella, intentando darle seguridad sin palabras ni acciones. Ella
tropezó sobre su respuesta, y luego se sonrojó. Las flamas lamiendo la piel de él
crecieron aún más. Otra chica sentada en frente de ella dijo algo que ella pensaba
era divertido en su crueldad. Su frialdad humedeció el calor lo suficiente como para
que se girara y le diera una buena mirada a las chicas que ahora lo rodeaban. Todas
lo miraban como si fuera la última tendencia que ellas tenían que llevar… Y estaba
en venta. Sus pensamientos eran todos lo mismo. Nada diferente aquí. Nunca lo
era. Hermosos rostros, pero los pensamientos todos predecibles y mundanos.

Se giró para mirarla de nuevo. Ella estaba doblada sobre el papel, perdida en sus
pensamientos, y estaba mordiéndose la parte interna de la mejilla. Ella estaba
pensando sobre algo doloroso. Le dolía, sentir la desesperanza que ella estaba
experimentando, y lo que escuchó, lo que vio en la mente de ella tiró de él, lo hizo
querer confortarla e cualquier forma posible.

Podía ver el brillo rodeando sus ojos y lo reconoció como lágrimas. Ella estaba al
borde del llanto. El dolor de ella era tan agudo que hizo que su respiración se
volviera irregular, como si él mismo estuviera experimentando el dolor que había
crecido en lo profundo de ella. Miró lo que ella había estado mirando fijamente —
su ensayo. Estaba en blanco con excepción de su nombre y el título de la tarea.
Sería suficiente, él decidió. Rápidamente, se metió en lo profundo de su mente y
sacó momentos de su memoria que no involucraban la fuente de dolor. Los
convenció de ir al papel en frente de ella, doblándolos hacia su curva e inclinada
escritura hasta que llenaron la parte delantera y trasera ordenadamente. Ella no
necesitaría fallar en su primera tarea de clase en frente de ella, no sintiéndose de la
manera en que lo hacía.

La campana estaba sonando y las imágenes cambiaron. Otra sala de clase, y ella
estaba ahí de nuevo. Él sintió el fuego rodeándolo mientras intentaba otra vez
hablar con ella. No entendía porque su voz sonaba tan temblorosa. Sonreí ante el
pensamiento. Había sonado firme en ese momento para mí.

Ella estaba concentrada en las palabras del profesor en frente de la clase. Necesitaba
distraerla de alguna forma. Vio el lápiz de ella en el borde de su escritorio, y lo
llamo con un delicado signo de su dedo.

Obedientemente, rodo fuera del escritorio. El sonido del lápiz golpeando el suelo,
fue suficiente para quitar sus ojos de la conversación que se desarrollaba entre el
profesor y los estudiantes. Ella se estiró para recoger el traicionero instrumento de
escritura y elevó sus ojos hacia él. Las llamas alrededor de él danzaron de alegría.
Ella lo miró fijamente mientras intentaba, una vez más, de hablar con ella. La
respuesta de ella era lenta en venir. Ella parecía congelada. Y luego se movió tan

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rápido, que no pudo verlo pasar hasta que había terminado. Ella se había intentado
levantar —demasiado rápido, demasiado nerviosa— y se había golpeado su cabeza
en el borde del escritorio, una queja saliendo de sus labios.

Instantáneamente, una de sus manos estaba en el punto de contacto —tratando de


contener el dolor, o de prevenirlo completamente— no dispuesta a permitir más
lágrimas. Inmediatamente, la mano de él estaba ahí, cubriendo la de ella,
ofreciendo cualquier nivel de calmante confort que pudiera darle sin asustarla.

Había risitas alrededor de ellos, pero él no notó quien estaba riendo, no le


importaba. Él solo quería disminuir el dolor en cualquier forma que pudiera.
Pronto, la mano en la cabeza de ella bajó. Ella estaba cercana a sonreír ahora. Era
casi suficiente. Y entonces ella habló una vez más, diciendo a nadie en particular
que sus ojos no eran grises para nada. Eran plateados.

Repentinamente, las visiones se fueron. Mi mente estaba vacía una vez más,
salvada para mis propios pensamientos. No nos estábamos moviendo más. ¿Cuánto
tiempo había pasado desde que había comenzado a compartir visiones? Elevé mi mirada y
vi mi casa. ¿Cómo había sabido donde vivía?

¿Siquiera tienes que preguntar?

Por supuesto que no.

Lo que no podía sacar de mí era la forma convencional, él con seguridad podía


aprenderlas en otra y más íntima forma. Mire a mi casa. La puerta del garaje estaba
cerrada, lo cual probablemente significaba que papá se había ido a trabajar y ya no
estaba en casa. Bien. No estaba preparada para enfrentarlo de todas formas. Me
baje de la parte trasera de la monstruosa moto y temblé un poco antes de que su
paciente agarre me ayudara a estabilizarme; yo sabía que mis piernas no iban a
cooperar conmigo, completamente amotinadas ahora que habían sido forzadas
contra su voluntad a soportar ese vibración que parecía sin termino.

Me saqué el casco y se lo entregué. —Entonces…uhm, gracias —dije, insegura de


cómo proceder con esta extrañamente generada y repentina amistad, o como
procesar toda la nueva información que justo había obtenido a través de sus
recuerdos compartidos. Tomé el extremo de la camisa que me había pasado para
usar—. Uhm, te devolveré esta camisa mañana.

Tomó el casco de mis manos, no mirándome a mí sino a mi casa. —No te


preocupes sobre eso. Tengo al menos cinco de esas en casa. Vas a estar sola…

Me encogí de hombros. —No hay problema. He pasado gran parte de mi vida de


esa forma. Te veo en la escuela mañana entonces. —Comencé a subir por la
calzada, girándome cuando el encendió la motocicleta.

Gracias, Grace…por permitirme confiarte mi secreto.

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Lo miré mientras aceleraba, lo mire mientras desaparecía de mi vista —lo miré con
una pequeña sonrisa en mi rostro mientras pensaba, es mi secreto ahora, también.

60
Una pequeña amabilidad

Traducido por †DaRkGirl†

Corregido por nella07

T
omé mi nuevo secreto mientras caminaba dentro de la casa oscura. Vi que
el reloj en la pared daba las seis y cuarto, y sabía que papá estaría en casa en
menos de una hora. Consideré hacer la cena para los dos, pero tenía
demasiada hambre y rápidamente me hice un sándwich de atún en su lugar. Me
dejé caer en el sofá y encendí la televisión, buscando cualquier cosa para rellenar el
silencioso ambiente.

Necesitaba procesar todos los eventos de hoy. Él había dicho que era diferente.
Muy diferente, había hecho especial énfasis en ello, así que ahora estaba como un
dodo entre pavos reales.

Pero ciertamente él era el diferente. ¡Podía leer mentes! Podía enviar pensamientos a
otras mentes. Él podía escribir… en otra letra sólo con pensarlo, y convertir un
enmarañado pelo en algo elegante y presentable. Es como si fuera alguna clase de
mago. Resoplé ante eso ¿Magia? ¿Acaso tenía seis años? Debía haber alguna
explicación racional. Tal vez estaba mostrándome lo que quería: una mezcla entre
realidad y ficción, para probarme, probar mi lealtad.

Bueno, incluso si la gente me creyera, no iba a ir contándole al mundo que él podía


leer mentes. Estoy segura que él sabe que no lo haría. Tal vez no habrá sido
pensado directamente, pero mi subconsciente definitivamente no lo hubiera
permitido. Y él ya lo había analizado con profundidad a través del día para haber
sabido eso.

Miré mi mano. Esa que él había sostenido durante tanto tiempo mientras
estábamos sentados en ese banco. La traje a mi cara, como si el calor que se había
extendido a través de ella todavía estuviera ahí, la extendí y toqué mi mejilla, casi
esperando atrapar algún indicio de su olor. Arrugué la nariz cuando el picante
aroma del atún y pepino me rodeó.

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Ningún olor místico y mágico aquí. Miré la camisa que me había dado para
cambiarme, preguntándome cuando había sido la última vez que él la había usado;
la jalé hacia mi cara y la froté contra mi mejilla. Se sentía increíblemente suave
contra mi piel. Y podía imaginármelo al otro lado de la tela, su calor irradiando a
través de esta… dentro de mí. No sé cuánto tiempo me quede así —mis
pensamientos perdidos en mi imaginación, haciéndome soñar despierta, pero
cuando volví a abrir los ojos. Estaba en mi cama. En mi habitación.

¿Cómo llegue aquí? Mire el reloj digital en mi escritorio, sus números rojos brillan en
la oscuridad de mi cuarto mostrando treinta minutos para la media noche. ¿Soñar
despierta con Robert me había costado cinco horas? Miré la ropa en mi cuerpo. Ya no
estaba usando su camisa. En su lugar estaba en mi usual uniforme para dormir: los
bóxers rojos y camiseta blanca.

Supongo que me quedé dormida en el sofá y papá me subió y me cambió. Encendí


la lámpara que estaba en la mesa de noche. Con una risa sorprendida, me di cuenta
que estando privada, sin la camisa de Robert, no sabía porque, pero necesitaba
sostenerla, sentirla. Tal vez era porque esa era la única prueba de que incluso hoy
había sucedido.

Me levanté y me acerqué a mi vestidor ¿Papá la había puesto ahí? La canasta que


había estado en la mañana todavía seguía allí, pero la camisa de Robert no estaba.
Fui a revisar mi ropa sucia. Tampoco estaba ahí. Empecé a bajar la escalera y me
congelé cuando oí el sonido de alguien hablando. Reconocí la voz de papá; sonaba
como si estuviera preguntando algo pero sin obtener respuesta. ¿Estaba en el teléfono?
Continúe bajando para ver con quien estaba hablando a esta hora. No era propio de
él estar despierto hasta tan tarde.

Él estaba sentado en el sofá con un cesto de ropa a un lado de sus rodillas, ropa
doblada se apilaba en la mesita de café en frente de él. Estaba hablando. Pero no lo
estaba haciendo con alguien en el teléfono. No le estaba hablando a nadie. No
había nadie ahí.

—¿Papá? —Me miró y sonrió tímidamente.

—Hey Grace estas despierta.

Asentí y recogí mis bóxers doblados, tratando de buscar la manera para


preguntarle, si había estado hablando con el mismo. Bueno no exactamente
hablando con el mismo, es decir, teniendo una completa conversación con él
mismo.

—Uhm, papá… ¿con quién estabas hablando? ¿Justo ahora?

—Estaba… estaba hablando con mamá —dice con la tristeza visible en sus ojos—.
Cuando estoy solo y estoy haciendo cosas que solíamos hacer juntos, es como si
pudiera sentirla aquí, así que hablo con ella.

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Bien, eso era una sorpresa. Sabía que doblaba la ropa para recordarse así mismo
con ella, pero no sabía que también tenía conversaciones con… ella.

—¿De qué estabas hablando co… con mamá? —Pregunté agachándome lentamente
a sus pies al lado contrario de la canasta vacía. Comenzó a colocar la ropa doblado
de nuevo adentro, mientras trataba de encontrar las palabras para responderme.
Cuando la mesa estuvo libre, se giró para verme.

—Grace, le estaba diciendo a tu mamá sobre Janice, sobre el bebé, y sobre lo


mucho que me preocupo por ti. —Él agarró algo de la parte superior de la pila en la
cesta y me la entregó.

Era la camisa de Robert.

—Se que Graham rompió tu corazón Grace. Se cuán profundamente te hirió. Lo vi


con mis propios ojos. Pero me preocupo por tus acciones como resultado de ese
dolor —hizo un gesto a la camisa en mis manos—. Estabas usando eso cuando
llegue a casa. No es tuyo. Ni siquiera es una camisa de chica ¿Dónde la
conseguiste?

Aprieto las manos alrededor de la suave tela, buscando como explicar los sucesos
del día de una manera que no pareciera una locura.

—Un amigo me la dio, después que cayera chile en mi otra camisa. —Eso era.
Simple. Fácil. La verdad.

Él me miró a los ojos, y sabía que estaba viendo que era honesta, no esperaba que
se diera cuenta que era sólo parte de la verdad.

—Graham me dijo que te fuiste con un chico después de dejar la escuela.

Mis ojos se abrieron en shock y rabia.

—¿Hablaste con él? ¿Después de lo que hizo? —Él se sonrojó, avergonzado ante su
traición y mi reacción ante ello—. Tenía que hacerlo. Recibí una llamada de la
escuela diciendo que perdiste la segunda parte del día, que te habías saltado la
escuela, te rehúsas a tener amigas. Así que tuve que hablar con la única persona que
sabía que iba a la escuela contigo.

Se acercó para acariciar mi cabeza, como solía hacer cuando era niña, me alejé y él
suspiro.

—Sé como ustedes los adolescentes pueden reaccionar cuando las cosas se ponen
difíciles. Quieren sentirse mejor en cualquier forma posible. Nunca creería que
estuvieras en drogas Grace, pero hay otras maneras para sentirse mejor…

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Su voz se volvió más suave, ahora yo era la avergonzada ¿Estaba él sugiriendo que
había tenido sexo con algún chico desconocido porque Graham me había herido? Miré sus
ojos y eso fue exactamente lo que vi. Podía sentir la furia surgiendo dentro de mí.

—¿Por eso fue que cambiaste mi ropa, papá? ¿Para inspeccionarme? ¿Para saber si
había sido una niña desobediente por mi necesidad de sentirme mejor porque mi
mejor amigo me traicionó?, mi padre diciendo esto es difícilmente algo que me
guste y ¿y ahora es una buena idea que me hiciera daño? —me levanté con mis
manos temblando por la intensidad de la traición—. Obtuve esta camisa gracias a
un amigo, mientras tú piensas que no le agrado a esas personas, hay una persona
que puede probarte cuán equivocado estas. A él le agrado, papá. Le agrado
genuinamente y me ayudó hoy cuando me estaba sintiendo como una absoluta
mierda.

Miré a mi papá furiosa, sorprendida y herida porque pudiera pensar que había
tenido sexo con un extraño sólo para olvidar a Graham.

—No tuve sexo con él. A diferencia de alguien en esta familia. No necesito hacer
eso para sentirme mejor. —Me dirigí escaleras arriba, cuando el gritó mi nombre.

—¡GRACE ANNE SHELLEY, TE DETIENES JUSTO EN ESTE MOMENTO!

Tentada a seguir caminando, pero entendiendo las consecuencias si lo hacía, me


detuve, mis ojos se dirigieron a los bordes ásperos de la alfombra que daba contra
las estrellas.

Las respiraciones pesadas y murmullos fue lo único que escuché por unos pocos
minutos. Finalmente, él habló, su voz sonaba mucho más calmada…

—Yo no te cambié, lo hizo Janice. Ella me dijo que te dejara dormir, que podía
hablar contigo en la mañana. —El tono de melancolía con el que habló mantuvo
mis ojos calvados al suelo —no me iba a permitir ver lo mismo en sus ojos.

—Le dije esta mañana que tú no estás feliz con que ella viniera a vivir aquí con
nosotros. Ella dijo que no quería mudarse si tú no la querías aquí, que ella no
quiere ser parte de esta… vida, si tú no querías que lo fuera. Ella no quiere
intervenir entre nosotros, Grace.

Miré a papá y me atraganté con las palabras que había preparado en respuesta. Sus
ojos suplicaban —su rostro lleno de líneas y una sombría sonrisa.

Recordé esa mirada. La tenía la primera vez que me vio en el hospital y viendo que
estaba bien, la sostuvo esperando que se hubieran equivocado con mamá. ¿Estaba
tan desesperado por estar con Janice? ¿Estaba tan profundamente enamorado de ella que
perderla significaría morir?

64
Me di la vuelta y me senté en el primer escalón. Esto me estaba confundiendo. No
sabía que los sentimientos que papá tenía por Janice fueran tan fuertes, tan serios,
¿pero él no había dicho esta mañana que se preocupaba por ella? Sí lo había hecho.

¿Sexo? Por supuesto, sabía que estaban teniendo sexo. Él nunca la trajo aquí para
eso, pero nunca me mintió sobre pasar noches fuera y en su casa. Sólo no sabía que
iba más allá de eso.

Así que aquí estaba. Él había encontrado finalmente quien llenara el vacio que
había estado en su corazón desde que mamá murió.

Y yo no podía soportarla. Miré a papá luciendo tan pequeño con su dolor. Estaba
perdiendo el futuro con un nuevo amor y otro hijo. Y todo porque a mí no me
gustaba Janice y tenía el miedo irracional de que estaba tratando de remplazar a mi
mamá en su vida.

¿Qué tan egoísta estaba siendo? El rostro de Graham estaba de repente en mi mente. Él
nunca había tratado de tener un compromiso con Erica por encima de mí. Él
simplemente la escogió. Yo ya no era ni siquiera parte de la ecuación y eso me
había herido. No importaba el hecho que lo amara. Eso ni siquiera entraba dentro
de este problema, porque no había sabido eso cuando tomó su decisión; pero si lo
hubiera sabido, aún la hubiera escogido sobre mí. Estaba segura de eso.

Pero papá había tomado la misma decisión esta mañana ¿verdad? Había
subestimado a Janice, sin embargo ella era… Había decidido no interponerse entre
nosotros dos. Había sacrificado seguridad, amor y quién sabe qué más para que yo
pudiera ser feliz, aunque yo no había pensado dos veces en su felicidad, demasiado
consumida con lo que mamá hubiera pensado de esto. Ambas hubiéramos pensado
lo mismo, sólo desde diferentes lados, ambas hubiéramos llegado a la misma
conclusión.

El único problema con eso es que ahora que había conseguido lo que creía que
quería. No estaba feliz. No había pensado en qué clase de efecto tendría en papá y
lo único que quería era no verlo herido nunca más.

Él pasó mucho tiempo solo después que mamá muriera. Todos decían eso. Decían
que era “poco natural” que un hombre permaneciera soltero por tanto tiempo.
Luego dijeron que era “pecado” cuando empezó a salir de nuevo formalmente.

Él no podía ganar, perdiendo algo. Pero nunca sus relaciones duraron tanto.
Siempre fui la cuestión.

Nadie quería ser la madre de Grace, la rara la chica larguirucha y de extraña


apariencia que había sobrevivió a un horrible accidente sin un solo rasguño en ella
mientras su madre moría quemada.

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Pero Janice lo estaba permitiendo. Ella quería ser parte de la vida de papá tanto
como él quería ser parte de la suya. Simplemente lo quería tanto como para no
interponerse entre nosotros. Veía eso ahora. Veía todo ahora y me sentí
avergonzada. Estaba siendo tan cruel como Erica como… Graham. Sacudí mi
cabeza. Lo detendría.

—Papá —comencé, tratando de encontrar las palabras adecuadas para expresar mi


arrepentimiento y culpa—. Creo que deberías decirle a Janice que está bien si
quiere mudarse. Ella te hace feliz, y es más de lo que ha sido capaz de hacer esta
pasada semana. No puedo encontrar una razón para odiarla por ello, y siento si
quiera haberlo intentado.

Trate de medir su reacción, ver si lo que tenía para decir lo complacía.

—Mereces ser feliz papá. Mereces tener una segunda oportunidad, justo como todo
el mundo. Ella es tu segunda oportunidad. Ahora veo eso.

Su rostro lucía cansado, sus hombros aún estaban encogidos y las palabras que
había esperado que cambiaran su actitud no fueron suficientes.

Repentinamente me sentí peor.

—Grace, esto no es algo que puedes arreglar diciendo que ahora se puede quedar.
Esto no es la secundaria. Es la vida real. Ella se va, Grace. Oyó que había una
oferta de trabajo en una escuela del Norte y sólo estaba esperando si las cosas
podían funcionar aquí. Vino a casa para hablar contigo, pero cuando te vi vestida
con la camisa de algún chico, no pude pensar en otra cosa que con quién habías
estado y porque estabas usando su ropa…

—Papá te dije que me la dio porque había derramado comida sobre mi otra camisa.
—Me interrumpí deseando no haber tirado esa camisa solo para tranquilizarlo.

Él asintió con la cabeza, una reacción automática. Tomó una respiración profunda
y suspiró.

—Ya no importa Grace. Janice tomó su decisión. Mira, estoy cansado. Creo que
me voy a la cama. No te acuestes tan tarde.

Me deslicé a un lado del último escalón y observé mientras él pasaba a mi lado,


luciendo abatido y absolutamente miserable. El ceder ante Janice llego demasiado
tarde. Mi momento de generosidad no llegó pronto y el conocimiento que había
sido un factor en la infelicidad de papá pesaba sobre mí con una cantidad increíble
de presión. Observándolo lentamente subir las escaleras, sabía que tenía que hacer
algo. Solo no sabía qué. No aún, de todos modos.

Me moví a hacer algo en el momento que oí la puerta de su cuarto cerrarse


escaleras arriba, el Clic de la cerradura me dio una idea. Rápidamente me dirigí

66
hacia la agenda que estaba en la cocina. Encontré el número que estaba buscando y
empecé a marcar como loca.

La llamada fue tortuosa. Esperaba que la persona en el otro extremo contestara


mientras pensaba lo que iba a decir. Tres ring. Contesta. Cuatro… ¡CONTESTA!

—¿Hola? —Dejé escapar un soplo de aliento, sintiendo alivio como si escuchara su


voz por primera vez en mi vida, de hecho me empecé a reír.

—¿Uhm… hola? ¿Quién es?

— ¿J…Janice? Soy yo Grace. —Dejé salir, con miedo de empezar a reír de nuevo y
que me confundiera con un adolescente haciendo una broma o algún psicótico
asesino con cara de payaso.

Podía oírla respirar al otro extremo de la línea, un tanto molesta y estaba


convencida que estaba a punto de colgar cuando comenzó a hablar.

—¿Qué pasa Grace? Es muy tarde ¿pasa algo? ¿Le ocurrió algo a James?

Tomé una respiración profunda, mandando una oración en silencio. Estaba


haciendo lo correcto, y comencé: —Janice quiero decirte que lo siento. Siento lo
que paso hoy… —Ella me interrumpió.

—Grace ¿tu padre te dijo lo que pasó? Mira, Grace. Lo que paso esta noche no fue
tu culpa, tu padre y yo, nosotros…

Era mi momento de interrumpir, no la quería haciéndose ideas antes que tuviera


siquiera la oportunidad de cambiarlas.

—Janice, por favor. Déjame terminar. Me está tomado demasiado hacer esto, pero
es por una buena razón, créeme —esperé a que dijera algo pero cuando todo lo que
oí fue silencio, continúe—. Quiero decirte que siento lo que paso esta noche, si
hubiera estado despierta, te hubiera dicho que sí quiero que te mudes con mi papa y
empiecen su nueva familia juntos ―me sorprendí al notar cuán convincente
sonaba, creyendo yo misma las palabras—. Tú haces feliz a mi papá, él me lo dijo
dos veces hoy, me dijo lo mucho que significas para él, y eso no es algo que tome a
la ligera. Él te quiere en su vida. Él te necesita en su vida, Janice. Fue un error de
mi parte molestarme esta mañana cuando me dijo lo del bebé… y que te mudabas.
Estaba enojada y molesta por mis propios problemas y no quería ver cuánto quería
esto, necesitaba esto porque entonces tenía que pensar en alguien más que en mi
misma y no podía ser tan egoísta. Pero las cosas han cambiado, mis ojos están
abiertos ahora y veo que estaba equivocada. Eres buena para él, Janice. Estaría
ciega si no lo viera y lo admitiera. No importa cómo me sienta.

—Te estoy pidiendo… no, te esto rogando que no dejes a mi papá, Janice. Él
merece ser feliz y merece ser feliz contigo. Estaba siendo egoísta con todo y de
verdad siento mucho, tienes que quedarte, Janice. Ambos queremos que te quedes.

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Pude escuchar su inquietud en el teléfono, como si estuviera tratando de encontrar
algo más que hacer para evitar tener que responderme.

Finalmente, ella habló.

—Grace, se supone que debo conducir al Norte mañana por la mañana. Para
firmar mi contrato, sería poco profesional de mi parte simplemente no ir.

Sentí mi estomago golpear el suelo. ¿Aún se iba? ¿Estaba hablando de profesionalismo


cuando el corazón de mi padre estaba en juego? Ella estaba… espera.

—¿Janice…? ¿Eso significa que te quedas?

Un pequeño suspiro llego al otro lado del teléfono.

—Amo a tu padre, Grace. Él me hace feliz también. Quiero un futuro con él —con
los dos— eres una parte de James, tal vez la mejor parte. La mejor parte, eso es lo
que él dice. No puedo tenerlo sin ti, y no lo querría si no fuera así. Si estás segura
de esto, si esto es lo que quieres, entonces, sí, me quedo.

Hice una pequeña danza en el suelo de la cocina ante eso. No había ritmo en ello,
pero ¿quién lo necesitaba cuando acababa de asegurar la felicidad de mi padre? Había
estado preparada para una batalla; no esperaba que fuera tan fácil.

—Gracias Janice, por hacer esto. Realmente significa mucho para mí.

—Gracias Grace, gracias por hacer esto.

Me dijo que estaría aquí en la mañana para decirle a papá que había cambiado de
parecer, y que habíamos hablado —en ese orden— y luego colgamos. Me estaba
sintiendo muy bien. Ese pequeño acto de bondad había cambiado completamente
mi punto de vista. Todos los eventos del día habían cambiado mi punto de vista.

Después de dos semanas de no hacer nada sino llorar abatida y sentir lástima por
mí misma, por no hablar de un día de dolor, vergüenza e increíbles secretos. De
repente me sentí increíblemente cansada. Irme a la cama ahora traería a la mañana
mucho más rápido… y mañana volvería a ver la sonrisa en el rostro de papá.

Mañana tendría un amigo, y aliado a mi lado, cuyos secretos ahora eran parte de
mí. Mañana empezaría un nuevo capítulo en mi vida. Sonaba tan bien, llegué a mi
cama y me dormí en un santiamén.

68
Perdida de nuevo

Traducido por kuami

Corregido por nella07

C
uando mi despertador sonó a las seis, me sentí increíblemente fresca. Me
apresuré a la ducha, lavándome los dientes al mismo tiempo. En cuanto me
hube aclarado el último pedazo de jabón, ya estaba fuera, tirando de mi
ropa y luchando contra la fricción de la ropa seca sobre la piel húmeda. Me pasé
una toalla por el pelo y después me peleé contra la maraña de nudos con mi cepillo.
Mientras miraba mi reflejo en el espejo. Había elegido mi camiseta favorita, negra
con la cabeza de uno de mis personajes favoritos de la película, Jack Skellington en
el frontal, sonriendo con su torcida sonrisa en su cara larga, y mis jeans favoritos.
Un cinturón negro rodeado de anillas y una pulsera a juego eran sólo los accesorios
que me atreví a utilizar. Conocía mis limitaciones.

Corrí escaleras abajo, caminando a través del penetrante olor característico y


agradable de los rollos de canela, café y salchichas. El típico desayuno del martes
nunca olía tan bien. Papá estaba sentado en la mesa, con el periódico en la mano,
bebiendo una taza de café mientras horneaba los rollos de canela.

En una taza de agua caliente delante de él estaba el paquete de azúcar-glas, lista y


esperando ser untada en la masa. Papá levantó la vista de su papel y me dio su
habitual gesto, una vez más. Yo estaba acostumbrado a ello, y esperé a la
contestación normal por la combinación de mi camiseta y jeans, pero hoy, no dijo
nada.

―Buen día, papá ―dije alegremente, esperanzadamente.

―Buenos días, Grace ―replicó él, una gran diferencia en su tono en comparación
con el mío. Volvió a leer el periódico. Sin querer anunciar de repente que Janice
llegaría en unos pocos minutos, agarré una taza del estante para platos, me acerqué
a la cafetera y me serví una taza. Añadí la nata y el azúcar lentamente, contando
cada cucharada, esforzándome mucho en tener ocupada mi mente para que mi
boca no comenzara a moverse antes de que mi cabeza pudiera decirle que se

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detuviera. Cuando el cronómetro del horno sonó, indicando que los rollos fueron
hechos, me apresuré a sacarlos. Antes de que me diera cuenta de lo que estaba
haciendo, tenía mis dedos indefensos en la chisporroteante bandeja caliente, y grité.

Sentí que tiraban de mí hacia el fregadero, el agua fría y vertiéndose sobre mis
dedos enrojecidos. Debí haber sentido alivio, pero todo lo que podía sentir era la
quemadura debajo de mi piel, más allá del alcance del agua. Así fue como Janice
nos encontró, nosotros estábamos demasiado preocupados para oír el timbre de la
puerta. Ella rápidamente fue al congelador para agarrar un poco de hielo de una
bandeja de hielo y los colocó en un paño de cocina que había estado cerca del
fregadero.

―Déjame ver, Grace ―dijo ella, con dulzura. Le di mis manos y colocó la toalla
fría en mis dedos.

Picó y retrocedí lejos, pero ella me sostuvo rápidamente. No quise que ella pensara
que retrocedía para rechazarla, por lo que rechiné mis dientes y le permití
ayudarme. Ella me preguntó si me sentía mareada, si mis dedos se sentían
entumecidos, si sentía náuseas. Poniendo en práctica todo lo aprendido en el curso
para una enfermera, supongo. Cuando ella estuvo convencida de que mi mano se
había enfriado por completo, me preguntó dónde estaba el botiquín de primeros
auxilios.

Hice un gesto hacia la parte superior de la nevera donde se encontraba la caja roja.
Ella me dijo que sostuviera el paño y el hielo en mis manos mientras agarraba la
caja. Hurgó a través de ella, hasta que encontró un rollo de gasa, unas almohadillas
estériles y un ungüento. Me quitó el paño de cocina y el hielo, luego procedió a
aplicar la pomada, las almohadillas, y envolvió mis dedos individualmente. ―Será
más fácil limpiar de esta manera ―me dijo cuando acabó.

―Gracias, Janice ―le dije, mientras movía mis dedos, contenta de que por lo
menos, no pareciera una momia con manoplas.

Fue entonces que nosotras dos nos dimos cuenta que teníamos público.

Papá miraba con la boca abierta hacia las dos como si nunca nos hubiera visto
antes. A decir verdad, nunca nos había visto actuar de manera amistosa entre
nosotras. Nunca. Francamente, yo estaba tratando de recordar la última vez que
incluso hubiésemos hablado una con la otra, o acercado, mi mente se quedó en
blanco absoluto.

Viendo la expresión de su rostro cuando él miró fijamente a Janice, recogí con


cautela mi mochila con los dedos vendados, y me dirigí hacia la puerta de atrás.
―Bueno, bueno, creo que voy a tomar un poco de desayuno en la escuela. Adiós
papá ―besé su mejilla. Todavía estaba demasiado desconcertada como para hacer
otra cosa más que asentir―. Adiós, Janice.

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―Gracias de nuevo ―grité cuando yo dejé la casa, con la esperanza de que
tuvieran mucho que hablar y todo el tiempo del mundo para hacerlo.

Caminé por el lado de la casa, sonriendo para mí misma. Era extraño sentir como
me sentía, viéndolos a los dos juntos. Sólo veinticuatro horas ante ¿podría yo soportar
el pensamiento? Negué con la cabeza, avergonzada por mi egoísmo. Él necesitaba ser
feliz. Se merecía ser feliz.

¿Quién merece ser feliz?

Me detuve en seco, sorprendida por la extraña voz en mi cabeza. No, no extraña en


absoluto. Había estado allí ayer. Pero también estaba justo delante de mi cara,
también.

―¿Robert? ―dije nerviosamente. Caminé hacia el camino de entrada, pasé el


pequeño SUV de Janice, y allí estaba él, sentado en esa máquina de muerte. Mis
piernas empezaron a temblar con el recuerdo―. ¿Qué estás haciendo aquí?

―No has respondido a mi pregunta. ¿Quién merece ser feliz? ―dijo, cruzando los
brazos sobre el pecho.

―Mi padre, si quieres saberlo. Él y su... uhm... su novia, vamos a vivir juntos
―contesté. ¿Por qué no excavaba a través de mi cabeza para averiguarlo, en vez de
preguntarme?

Él negó con su cabeza. ―¿Me dijiste que no hiciera eso, ¿recuerdas?

―¡Oh!

Él se rió. ―Ahora, para contestar a tu pregunta, estoy aquí para ver si mi nueva
amiga quería ir a la escuela conmigo.

Sentí el flujo de calor a través de mí, floreciendo en mis mejillas, subiendo desde la
punta de los dedos de los pies hasta las yemas de los dedos de mis manos. Hice una
mueca ante el dolor que de repente se disparó a través de mis manos. ―Ahh
―grité, dejando caer la mochila en el suelo.

Él estuvo fuera de la moto y sosteniendo mis manos antes de que el sonido hubiese
acabado de salir de mi garganta. Parpadeé al mirar hacia el lugar donde había
estado y donde estaba ahora, y me pregunté cómo se había movido con tanta
rapidez. Tenía las manos sosteniendo la mía, y estaba mirando los vendajes, y
después a mis ojos, preguntándome silenciosamente qué había pasado. Me
concentré, centrándome en los acontecimientos que llevaron a Janice a poner las
vendas, con la esperanza que él pudiera ver tan claramente como yo había visto los
pensamientos que él había proyectado en mi mente ayer.

Él tiró de mí hacia el césped, y nos arrodillamos; él empezó a retirar las vendas que
Janice tan pulcramente había envuelto en mis dedos. ―Robert qué…

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Él sacudió la cabeza, advirtiéndome que me mantuviera callada. Cuando el
ungüento y la última almohadilla húmeda fueron retirados, y de nuevo la piel
enrabiada con las ampollas en la piel fue expuesta, él silbó.

Mis ojos se abrieron con el sonido, y un ligero temblor recorrió mi cuerpo. Estuve
tentada de retirar las manos, pero él leyó mis pensamientos tan rápidamente como
habían aparecido y apretó sus dedos alrededor de mis muñecas, como era de
esperar, manteniéndolas en su lugar.

Poco a poco, bajó la cabeza hacia las manos. Dejé de respirar. No creo que pudiera
empezar de nuevo aunque quisiera. Él presionó sus labios contra las ampollas que
estaban apareciendo poco a poco y sopló sobre ellas.

Le miré completamente asombrada. ¿Quién haría algo así, y mucho menos a alguien
como yo?

Debería haberme apartado, pero estaba demasiado ocupada tratando de


mantenerme quieta; todo mi cuerpo estaba caliente y estaba luchando contra el
impulso de huir cada vez que sus labios continuaban presionando contra la carne
roja de mis manos. Él continuó soplando sobre ellas y poco a poco me di cuenta de
que el calor que sentía ya no era punzante, sino reconfortante. Él apartó su cara de
mis manos, mirando hacia abajo, sonrió y su agarre se relajó.

Yo las aparté de él rápidamente, quería que continuara para ver las feas ampollas
que empezaban a formarse, y me preparé para el dolor, pero no había ninguno.
Curiosa, miré hacia abajo, hacia ellas.

¡Estaban... bien! El enrojecimiento había desaparecido, no había ninguna ampolla…


ni dolor. Le miré a la cara, mirando a las profundas piscinas de sus ojos, pidiéndole
una explicación.

Eso será más tarde. No quería que tuvieras que aferrarte a mí con tus manos doloridas.
Podrías caerte.

―Pero me lo dirás. ―Le exigí.

Él asintió con la cabeza y luego se puso de pie, ofreciéndome sus manos para
ayudar a tirar de mí hacia arriba. La extraña mezcla de admiración, curiosidad,
miedo, y algo que había sentido ayer en el viaje de vuelta a casa me golpearon
como una ola gigantesca, casi haciéndome tropezar. Él se dio cuenta de esto, y no
me dejó ir cuando agarró mi mochila antes de que nos acercáramos a su moto.
Puso las manos sobre el asiento. Para apoyarse. Y sacó algo fuera del manillar y me
lo colocó en mi cabeza: el casco, claro.

¿Estás preparada?

Sonreí, bastante segura de que no podía verme la boca detrás de la visera de


protección. Se sentía bien sonreír para él, aunque él no lo pudiera ver.

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Yo lo estoy. Vamos.

Sí, eso iba a conseguir aumentar mis nervios definitivamente.

Él subió en la moto, esperó por mí hasta que subí y luego giró la llave y encendió el
motor, tan pronto como lo había hecho. Por el rabillo de mi ojo, vi un movimiento
a unos cuantos metros de distancia. Un par de ojos verdes nos miraban a los dos.
Unos enojados ojos verdes.

Antes de que yo pudiera echar una buena ojeada, nos fuimos. El viento azotó a mí
alrededor, poniéndose muy frío a medida que circulábamos a quién sabe qué
velocidad. Sólo sabía que iba en la parte trasera de una moto muy cara, con mis
brazos alrededor de alguien que había conocido ayer y que apenas sabía más de mí
de lo que yo sabía de él, y me sentía bien con eso. Quizás mi reputación por ser un
monstruo después de todo no era inmerecida.

Eres demasiado crítica contigo misma.

Me conozco mejor que tú ―dejé que las palabras rebotaran en mi cabeza―. Me han
llamado un fenómeno desde que tenía siete años, ya que mi mamá murió, pero de ninguna
manera no hice nada monstruoso, hasta ayer, cuando me subí en la moto y te permití invadir
mi mente como un gusano parásito.

Sentí el movimiento de su cuerpo. Me tomó un tiempo darme cuenta de lo que


estaba haciendo, pero cuando lo hice, no pude evitar sentirme un poco molesta. ¡Él
se estaba riendo! Tú estabas más que dispuesta a permitirme "invadir" tu mente. Pero era
necesario, Gee, para estar seguro de que podía confiar en ti con mi mente.

¿Por qué me llamas “Gee”? Nadie me llama así. Es una interjección, ¡por el amor de Dios!

Su cuerpo estaba agitándose de nuevo. ¿Por qué crees que es gracioso, cuando eso está lo
más alejado de mi mente? Apuesto a que probablemente eres la única mujer en esta escuela
que se ofendería porque yo le dé un apodo.

¿Para qué querría un apodo, de todos modos? Me gusta Grace. Es el nombre que mi madre
escogió para mí. Es diferente. Yo puse mala cara. Realmente, de buena fe. ¿Es porque no
suena como "Erika" o "Becca? ¿No es suficiente femenino para ti?

Su cabeza se movía adelante y atrás en desacuerdo. Lo que pasa es que tu nombre es


precioso. Grace es un nombre que pocos pueden tener sin contradecir su definición. Tú has
logrado encarnar todo aquello que el nombre es, y lo prefiero mucho más al de Erica y Becca.

Nos acercábamos a la escuela ahora, y pude ver que Robert en su moto arrancaba
un montón de miradas de los estudiantes que estaban afuera. Ellos me miraban,
también, me di cuenta de que las miradas de adoración hacia él se convirtieron en
algo mucho más oscuro cuando sus ojos se centraron en mí. La alegría inicial que
había sentido mientras montaba con él se convirtió inmediatamente en vergüenza
una vez más. Consciente de sí misma como siempre, bajé la cabeza, y la aparté de

73
la escuela, tratando de fingir que estaba sola, mientras que Robert maniobraba con
la moto en la plaza del aparcamiento de los estudiantes.

Tan pronto como habíamos llegado a la parada, salté del asiento. Mis piernas no
estaban tan rebeldes ahora, después de haber hecho dos viajes anteriores que habían
sido una paliza del doble de largo, pero todavía me sentía insegura. Perdí el tiempo
con el casco, sin querer quitármelo y exponer completamente la escultura abstracta
que era mi cabello húmedo debajo de él, sin embargo sin querer era aún más
extraño mantenerlo mucho más tiempo puesto después de alejarme de la moto. Yo
sabía que me estaba escudando para que no supieran mi identidad. Estos chicos me
reconocerían tan pronto como vieran mi camisa. Sólo la loca de Grace llevaría una
camiseta de segunda mano con un cráneo en ella, como si yo fuera la muerte
burlona, mientras todos los demás llevaban su ropa de marca de los mejores
grandes almacenes.

Me gusta tu camisa. Ésa es una de mis películas favoritas, también.

Robert estaba de pie allí, esperando a que yo dejara de juguetear con el casco. Una
vez que lo hice, él puso las manos a cada lado del casco y lo sacó lentamente. Tan
pronto como estuvo fuera, mis manos estuvieron en mi pelo tratando de suavizar
cualquier nudo que se hubiese formado allí, con mis dedos. Lo que se encontraron
fueron los suaves mechones que no estaban fuera de lugar en lo más mínimo. Le
miré fijamente, recordando la visión que él había compartido conmigo ayer. Él
había extendido la mano para tocar mi pelo, y el inmenso enredo que había tenido
desapareció allí. Me quedé boquiabierta. No había sido una visión falsa en
absoluto. Él realmente lo había hecho.

Has adivinado mi secreto. Soy Vidal Sassoon.

Yo echaba chispas. ―No creo que esto sea divertido. Me estás confiando un
montón de secretos, Robert, y ¡ni siquiera sé qué es lo que estoy guardando para mí
misma! ―Traté de mantener mi voz lo más baja posible. No quería que otros
escucharan la conversación, pero tampoco quería tener esta conversación con él en
silencio delante de todos.

Déjales que piensen que soy una loca por llevar una camisa negra entre un mar de color rosa.
Simplemente no les permitas que piensen en mí como un monstruo porque puedo leer mentes.

Sin embargo, tú no puedes leer mentes. Puedes oír lo que yo quiero compartir contigo.

Le fulminé con la mirada, incapaz de decir nada, ni por el pensamiento o la voz.

Bueno, no eres un monstruo porque puedas leer la mente, ya que no puedes. Eso es lo que te
molesta, ¿verdad? ¿Tienes miedo que ellos piensen que tienes este inesperado don o algo así?
Bueno, no te preocupes, porque no lo haces. Tu cabeza es algo así como aburridamente
normal y absolutamente predecible como sus mentes.

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Sus palabras dolieron. No había ninguna diferencia en el tono de las que había oído
todos los días, durante los últimos diez años, pero por alguna razón, ellas fueron
capaces de cortar como nadie más podría. Levanté la barbilla para arriba, decidida
a no llorar, agarré la mochila de su mano y la arrojé sobre mi hombro antes de
darme la vuelta y alejarme.

Yo podía oírle llamándome. De hecho, estaba gritando y sin tratar de lanzar sus
pensamientos en mi mente. Pero estaba demasiado enfadada con él en ese
momento. Cerré la puerta de un portazo y la llave estaba descansando
cómodamente en mi bolsillo trasero. La gente estaba girando la cabeza para mirar
hacia mí, y después hacia él.

Él no debió de haberlo notado porque continuó llamándome mientras corría detrás


de mí, ahora. Yo seguí caminando.

Yo casi esperaba que me agarrara del brazo y me hiciera dar la vuelta para mirarle.
¿No es eso lo que los chicos hacían cuando querían tu atención? ¿Cuando les estabas
rechazando? Pero nunca vino. Seguí caminando, y él dejó de llamarme. Atravesé las
puertas de la escuela, por el largo pasillo que conduce a la cafetería, y me dirigí
hacia el mostrador para comprar un plato de huevos revueltos. Tomé mis huevos y
me senté en una mesa vacía en el otro extremo de la cafetería, tan lejos de las
puertas, la gente, y la decepción, como fuera posible.

Yo sabía que no era un lector de mentes. Estaba siendo sarcástica con mis propios
pensamientos, ¡por el amor de Dios! Si no puedo ser sarcástica conmigo misma, ¿con
quién en el mundo podría ser sarcástica? Pero ¿tenía que llamarme aburrida y predecible?
¿Igual que ellos? Estoy segura de que me hubieran dicho que lo tomara como un
cumplido, que debería sentirme muy afortunada. Afortunada, ¿de qué, exactamente?
¿De ser alguien como Becca? Por lo tanto ensimismada, ¿alguien que está ajena a todo a
su alrededor? ¿O como Erica? ¿Mala y rencorosa y lo más cerca al mal como uno podría
conseguir estar en la escuela secundaria? Suspiré. También era hermosa. En verdad,
cualquier cosa de lo que tenía era lo contrario a ser bella ya que parecía ser incapaz
de llamar la atención del sexo opuesto en ningún otro concepto que amistad, e
incluso era por especulación. Yo estaba demasiado flaca, era demasiado simple,
demasiado baja, demasiado inteligente... muy diferente. Yo también era demasiado
rara. La única chica en Heath que nunca ha sido amiga de otra chica y sin embargo
confía en el chico más popular de la escuela en lugar de todos los compañeros y
encima había estado tan cegada por su compañía, que lo confundió con afecto.

Por ser demasiado inteligente. Solté un bufido. Ahora soy el hazmerreír, había sido
el blanco de todas las bromas durante todo el verano. Podría darme el lujo de ser
humilde, ya que no había otra cosa más que ser. ¿Sería eso lo qué Robert a su vez
también hacía de alguna manera? Era esa razón por la que no me había seguido, ¿por
qué él se estaba riendo con Erica acerca de lo estúpida que era? Negué con la cabeza.
Puede que no sepa mucho sobre él, pero algo dentro de mí me decía que él no era

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del tipo que se metía con las mentes de la gente de esa manera. Cuando no se podía
leer tan fácilmente lo que había dentro de ellos.

Cuando sonó la campana, reuní los pensamientos que había sembrado en mi


mente, metiéndolos en un lugar seguro. No iba a correr el riesgo de que Robert se
tratara de tamizar a través de ellos y arrebatarme cosas para probar como de
aburrida y previsible que era.

Entré en la clase del Sr. Frey, eligiendo un asiento vacío cerca de una ventana
trasera, y puse mi cabeza sobre la mesa, ajustándome a la charla que había a mi
alrededor mientras que el Sr. Frey roncaba profundamente en su escritorio. Casi
había perfeccionado el silencio cuando una mano me tocó suavemente el hombro.

Levanté la cabeza para ver quién era. Era una chica a la que reconocí, pero no
podía recordar su nombre. Tenía características muy familiares: la punta inclinada
de los ojos almendrados, el cabello de color azabache, recto y grueso, una cara
redonda, una boca que tiraba hacia arriba con una sonrisa amable, y una nariz
pequeña, todo ello sobre un fondo de una perfecta piel de porcelana de la tonalidad
de una antigua pieza de marfil. Instintivamente, supe que era coreana, como mi
madre, coreana, como yo. No había nadie como yo.

―Hola. Hemos estado en clase en la misma aula durante los últimos tres años,
pero nunca hemos hablado, y... eh... Pensé que hoy sería un buen día para
empezar. Mi nombre es Stacy. ―Dijo con total naturalidad, y me tendió la mano.

Le miré, un poco confundida. Nadie se me había acercado a mí para hablar. No era


lo que la gente normal hacía.

Automáticamente pensé que, o bien que algo andaba mal con ella, o algo estaba
pasando. ―Yo soy Grace. ―Dije, todavía mirando la mano, tratando de averiguar
si la aceptaba, o cubrir mis apuestas y mantener las manos para mí misma.

Con la mano todavía extendida, me sonrió. ―Ya lo sé.

Yo no sabía lo que tenía que hacer, sólo que parecía como si hubiese sido amiga de
un montón de extraños esta semana, pero llegué hasta su mano y la sacudí. Estaba
ansiosa por regresar mi apretón de manos, y me sonrió brillantemente. ―Entonces,
¿qué clases tienes este año? Tengo Trigonometría en el siguiente periodo.
―Farfulló ella, desembocando en una conversación tan suavemente como si
hubiéramos estado haciéndolo durante años.

―Uhm. Tengo Fancés inmediatamente y después Cálculo ―respondí vacilante―.


También tengo un período libre después de eso.

Parecía encantada con eso. ―¡Oh, eso es genial! ¿A dónde vas? Voy a la cafetería,
el primo de mi madre trabaja ahí así que puedo conseguir algo de comer mientras
aún está caliente.

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No podía imaginar la degustación de comida aquí, mucho menos caliente, pero
sería un gran concepto... imaginar, la comida de la cafetería caliente.

―Ayer fui a la biblioteca...

Ella asintió con la cabeza, parecía entender por qué elegiría aislarme a la comida.
―Tal vez te podrías unir hoy. ¿Te parece bien?

Me encogí de hombros, medio esperando que ella tomaría la misma decisión que
había hecho ayer. ―Claro, ¿por qué no?

Ella me sonrió simplemente como si yo le hubiese dado un regalo. ―¡Gracias!

Un silencio incómodo se inició entre nosotras, pero no tenía mucha experiencia


hablando con otras chicas, así que no sabía exactamente cómo podría comenzar
una conversación con ella sobre las cosas que ella probablemente estaría interesada,
y ella parecía estar tratando de leer mis pensamientos. La idea de eso me hizo reír.
Ruidosamente.

Ella me miró fijamente, sobresaltada. ―¿Cuál es el chiste?

―Er-Estaba pensando en algo que leí ayer. ―Improvisé rápidamente.

Parecía aceptarlo, y estaba a punto de decir algo más cuando gracias a Dios la
campana sonó para dirigirnos al primer período. Suspirando, ella me saludó. ―Nos
vemos en la biblioteca, ¡gracias!

―Claro. ―Le dije de nuevo, y eché una mirada alrededor cuando un par de
cabezas se volvieron para mirarme.

Agarré mi mochila y salí del aula hacia la clase de Madame Hidani en el piso de al
lado. Ella estaba una vez más escribiendo algo en la pizarra. Por lo que pude ver, al
parecer era la misma tarea que había tenido ayer. Al parecer sólo tener de vuelta las
asignaciones de dos de los veinte estudiantes, hacia que Madame Hidani no lo
dejara pasar.

Ignoré las miradas fijas de las otras chicas en el aula. No hice caso de la forma en
que sus ojos se sentían como si estuvieran quemando los agujeros en mi piel, ignoré
la forma en que parecían dispuestas a cualquiera que me pida un millón de
preguntas acerca de Robert, me pregunté si querían saber su nombre o
estrangularme por tener la audacia de compartir el mismo espacio que él. Me
concentré en mi escritorio y me dirigí hacia él. Sería bombardeada con preguntas,
acusaciones e insinuaciones muy pronto. También podría estar cómoda mientras
sucedía.

Poniendo mi bolsa en el suelo al lado de la silla, me senté y esperé el asalto.

Pero no llegó.

77
En cambio, él sí lo hizo.

En un minuto toda la habitación estaba en el borde, y al siguiente, era como si una


ola de calma y serenidad se hubiera pasado sobre todo el mundo, empapándolas y
saciándolas. Todo el mundo menos yo, es decir, porque yo estaba irritada por esa
fuente de calma. Vi que estaba rodeado, como un becerro herido, por leones
hambrientos.

Él estaba brillando en medio de sus atenciones y por alguna razón eso me molestó
aún más.

Le hubiera tenido que rechazar a continuación. No pude ver el servilismo y el


arrullo. Pero sobre todo, no hubiera podido verlo en mi cara, o tal vez escucharlo
en mis pensamientos si estuviera tratando de hacer eso también. La forma en que se
sentía era lo más cercano a los celos que quise permitir, y no había ninguna razón
para sentirme celosa, ¿cómo podría hacer una reclamación a alguien que había conocido
apenas veinticuatro horas antes? Él era en palabras de Graham, de una liga diferente
de la que yo estaba: una liga increíblemente bella y de otro mundo.

Cuando sonó la campanilla para anunciar el comienzo de la clase, me cambié al


modo de estudiante. He escuchado a Madame Hidani dar instrucciones,
básicamente una repetición de ayer enfatizando en que los que no lo entregaron
tenían que hacerlo o en su defecto suspenderían el semestre al segundo día. Me
preguntaba si yo estaba exenta de tener que hacer la tarea, ya que se la había
entregado completa ayer... aunque yo en realidad no lo había hecho. Sin querer
arriesgarme, saqué la carpeta de mi bolsa y saqué una hoja de papel del relleno.
Alcancé mi lápiz y empecé el proceso de identificar mi papel.

Pero ya volvía a estar escrito... y no por mí.

Examiné por encima las palabras y me di cuenta de quién lo había escrito, la


familiaridad de la letra elegante. Volví la cabeza para mirarle y vi que me miraba,
con sus ojos suplicantes. Miré de nuevo a mi trabajo, la sensación de revoloteo en
la boca del estómago amenazó con romper mi duro exterior.

Grace, me disculpo si te ofendí con lo que dije hoy en el estacionamiento de mala manera. No
había querido decir nada para ofenderte. Me refería a que todas las demás mentes eran
aburridas y previsibles, y que esa previsibilidad les haría suponer que la tuya era exactamente
la misma, cuando eso es lo más alejado de la verdad.

Repetí la conversación en mi cabeza, tratando de ver dónde se había equivocado,


tratando de encontrar una cosa que contradijera su declaración, pero oí las palabras
con claridad, como si él acabara de pronunciarlas y me di cuenta que tenía razón.
Pero, ¿quería yo, admitir eso?

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Agarré mi lápiz y empecé a escribir sobre una pálida línea. ¿Por qué no lo dijiste en el
estacionamiento? Le miré, casi esperando que él me respondiera verbalmente, pero él
miró el papel en mi escritorio, haciéndome saber que la respuesta ya estaba allí.

Quería, pero tú no parecías exactamente estar dispuesta a escucharme. Y no quise decirte


delante de todos que creo que todos son unos idiotas y tú eres fenomenal.

Puse mi lápiz en el papel y escribí. ¿A dónde fuiste, entonces? ¿Te quedaste afuera con los
idiotas mientras la fenomenal entró a sentir lástima de mí misma? Dejé de escribir al
darme cuenta de que había admitido el dolor que había sentido sólo con la
percepción de su insulto. Era demasiado tarde para borrar, cuando un nuevo texto
comenzó a aparecer por debajo del mío.

Me quedé afuera, porque si te hubiera seguido, todos los demás también lo habrían hecho, y
no quería que el asunto te molestara mucho más. Tu vecino se presentó al mismo tiempo que
entrabas en la escuela, y él habría tenido que presenciar tu dolor. Como su novia. Pero ella lo
habría disfrutado.

Cerré mis ojos después de que leí aquéllos dos frases. Apreté los ojos y los cerré tan
fuerte como pude, tratando muy fuerte de mantener mis emociones bajo control,
manteniendo la herida que apareció en forma de lágrimas anunciando cómo me
afectaba todo lo que Graham me había hecho.

Grace. Su voz estaba de nuevo dentro de mi cabeza. Me volví a mirarle y sentí mi


respiración detenerse cuando la fuerza de su hermosura me golpeó como un tren de
alta velocidad. Mi imaginación se volvió loca cuando me los imaginé a los dos
juntos, no había justicia en este mundo, si alguien como él terminaba con alguien
como yo.

La verdadera injusticia es que tú no veas lo extraordinaria que eres, Grace. Eres hermosa,
simplemente porque no encajas en el molde establecido aquí, eso no borra ese hecho. Eres leal,
casi hasta la exageración, y tienes una capacidad asombrosa de humillarte si eso significa que
harías feliz a alguien a quién quieres. No estamos tratando de engañar a nadie, eso te hace
mucho mejor de lo que en verdad soy yo. Lo siento por escribir acerca de tu vecino y su novia.
No fue mi intención lastimarte. Es muy doloroso para mí ver que te molesto, ver tus
pensamientos tan llenos de tristeza.

Mi cabeza se sacudía con incredulidad mientras yo miraba hacia atrás en mi papel,


necesitaba algo donde centrarme que no fuera tan inmaculado. El hecho de que me
estuviera llamando hermosa era surrealista, yo probablemente era bonita en alguna
obra Daliniana, una especie con forma de reloj fundido, pero él realmente no me
había herido; eran mis propias inseguridades las que me habían hecho daño, como
de costumbre. Él había sido el único punto luminoso en mi vida estos últimos dos
días.

Miré por encima de él y vi que había oído el último trozo. Él estaba sonriendo. Y
me dejó completamente sin aliento. Mi reacción pareció agradarle aún más y eso se

79
reflejaba en su rostro. Tenía los ojos brillantes. Me quedé fascinada por la luz del
sol de la mañana reflejándose en ellos, como joyas doradas flotando en un lago de
plata.

¿Qué eres, Robert?

Y en un momento, la plata líquida se convirtió en frío, en acero sólido, lo que me


hizo dar marcha atrás con el drástico cambio. La diferencia en su estado de ánimo
era dura, dramática. Se sentía como si alguien hubiera quitado de repente el calor
del sol. Madame Hidani expresó un "brrr", y bromeó sobre extrañar los cálidos
inviernos en Hawai, yo sabía que no había sido la única que había sentido el frío
establecerse en la habitación.

Traté de leer su cara, intentado enmascarar el miedo en la mía, y me pregunté qué


era lo que yo había hecho que causó esta reacción. No podía pensar en otra cosa.
Abrí mi mente, intentando en vano oírle, pero lo único que oí era el silencio, helado
y solitario. Él se volvió en su asiento, con su expresión glacial, y no pude hacer
nada más pero era lo mismo. Miré hacia abajo a la hoja de papel delante de mí,
mirando, observando en silencio mientras una a una, las lágrimas deformaba las
líneas y las palabras a lápiz que había en mi escritura. Las palabras que había
escrito ya no estaban allí.

80
Bienvenida de nuevo

Traducido por masi

Corregido por Obsession

E
l martes terminó tan mal como había empezado el lunes. Robert me ignoró
durante el descanso de la clase de Francés y durante toda la clase de
Cálculo. El desaire no pasó desapercibido para el resto de la clase, lo cual
hizo más daño. —Todo por las promesas de guapos forasteros —murmuré mientras
me dirigía a la biblioteca durante la tercera hora.

Stacy se comprometió a unirse a mí en la biblioteca pero no apareció tampoco. Y el


almuerzo pasó, sentada en una esquina de la cafetería lidiando con las miradas que
recibía pero no sólo por ser el peón en el enfermizo juego de Sims de Graham, sino
ahora la razón era que Robert estaba activamente procurando coquetear con todas
las chicas solteras de las escuelas, enfureciendo a todos los chicos del lugar. Parecía
como si estuviera en una misión, pasando de un grupo de chicas al siguiente,
haciéndolas reír, suspirar, ruborizarse...

Continuó en Teatro durante la sexta hora. Desde que ambos lo habíamos perdido
ayer, estábamos asignados a diferentes grupos, cada uno tenía que memorizar un
segmento de una obra de teatro para representarla la próxima semana. Mientras
que fui aceptada a regañadientes en un grupo formado por nada más que niños
llenos de granos, Robert había sido asignado al grupo de Erica, que consistía en
nada más que rubias teñidas, rubio, con brillo de labios rosas, bolas de estrógenos
—todas listas y dispuestas representar a la damisela en apuros en busca de su
príncipe azul.

Se negó a mirarme, lo que agradó bastante a Erica.

Cuando la campana sonó al final del día supe que me iría caminando a casa. Eché
mi mochila sobre mi espalda y completé el viaje que había tomado cada año desde
que era estudiante de primer año. Mientras esperaba, ni papá ni Janice estaban allí.
Una nota estaba adjuntada a la nevera dejándome saber que estarían ocupados
empacando sus cosas e instalándolas aquí durante los próximos días.

81
Resignada a estar completamente sola, subí las escaleras hasta mi cuarto y me tiré
boca abajo sobre mi cama. Otra vez todo un Deja vu.

El resto del fin de semana, y los dos siguientes, sufrí el mismo silencio, las mismas
miradas fijas, el mismo tormento de ver su coqueteo, y el siempre creciente ardor de
mi pecho con los celos que no quería sentir, que no quería admitir que sentía,
comenzó a tomar el control. Era un monstruo en mi interior, con sus tentáculos
introduciéndose dentro, echando raíces y nuevos brotes, cuya única intención era
introducirse más profundamente, sin dejar parte de mí sin tocar.

No intenté oír sus pensamientos de nuevo, pero sabía que él probablemente


escucharía los míos muy bien, si él incluso se tomaba la molestia de escuchar, y
escucharía como de confusa y herida estaba. No era el mismo tipo de dolor que
sentí cuando pensaba en Graham. Parecía ser más profundo. Pero ¿cómo podría
sentir algo como eso por alguien que apenas conocía?

¿Y cómo me podría sentir de esta manera por alguien... que no era ni siquiera un alguien?
¿Qué era él? Él podía leer la mente, proyectar sus pensamientos en otras personas,
podía arreglar cosas con el toque de su mano, y hacer que las cosas aparecieran y
desaparecieran simplemente pensando en ellas. Tenía la habilidad de atraer a la
gente como moscas, y podría llenar una habitación con calor o enfriarla con hielo.

¿Qué era él?

No creía que fuera a conseguir alguna respuesta, no con él evitándome de la misma


forma que Graham lo hacía.

Era inaccesible cuando estaba rodeado de todas esas chicas. Ellas actuaban como
escudos contra mí, listas y dispuestas para rechazar cualquier contacto entre
nosotros dos, independientemente de quién lo iniciara.

A pesar de que, algún tipo de contacto habría sido iniciado por mí si hubiera tenido
algún tipo de coraje dentro de mí para hacerlo.

La única parte del día que era soportable era la tercera hora cuando me iba a la
Biblioteca. Stacy, quién no se había presentado ese primer día, lo hizo al siguiente
día, y cada día después de ése. No hablábamos mucho —la completa verdad era
que yo no hablaba mucho— pero su presencia, —sabiendo que ella elegía estar
allí— era de alguna extraña manera reconfortante.

Ella era siempre jovial cuando me encontraba en alguna mesa solitaria de la parte
posterior. Ella se sentaba y abría un libro para leer, preguntándome algo fuera de
lugar para ver si podía sacarme algún tipo de reacción, y luego regresaba a su libro
cuando veía que ella no iba a tener éxito. Cuando la campana sonaba para el
almuerzo, ella siempre sonreía y decía que me vería en el aula la mañana siguiente.
Yo no sabía si podría ser clasificado como amistad, pero sabía que tampoco era
soledad, y todo lo no añadido a eso era gratamente apreciado.

82
El tercer sábado después de que la escuela empezara, decidí pasar el tiempo
ayudando a Janice a desempacar las cajas, finalmente, ella se había mudado,
mientras empacaba otras cajas con las cosas de mi madre al mismo tiempo. Ver la
alegría de mi padre era agridulce, sabiendo que venía a costa de ver los recuerdos
de mi madre metidos en una caja para ser guardados en el ático hasta que yo
tuviera un lugar propio.

No consideraba eso en contra de Janice, porque sabía que habría preferido que se
mantuvieran. Pero papá quería tener un comienzo tan limpio y fresco con Janice
como fuera posible, temiendo que su salida y subida hacia el Norte estuviera
siempre inminente ante el simple indicio de ser una intrusa en nuestra pequeña
familia.

Después de un par de horas de tratar con la basura y las bolas de la polilla, recordé
que tenía que ir a la biblioteca antes de que cerrara, así que dejé el resto de la
mudanza a papá y a Janice, agarré mi bicicleta y empecé a pedalear. Me había
olvidado de recoger mi último sueldo después de lo que había pasado con Graham,
así como unos cuantos libros que había estado esperando y estaba segura de que
habían llegado. Sin embargo, simplemente necesitaba, más que cualquier otra cosa,
estar en algún lugar donde no tuviera que ver el tipo de afecto vertiginoso que
empezaba a irritar mis nervios en casa.

Comprendí que papá estaba extremadamente feliz, y se sentía bien verlo reír y
sonreír más a menudo ahora. Pero no podía dejar de sentir como si la posición de
intrusa, que Janice había llenado una vez, fuera ocupada por mí. Hablaron sobre el
bebé, sobre el futuro, sobre quién iba a preparar la cena, cada conversación
individual giraba en torno a su nueva unidad familiar de la que yo no acababa de
sentirme parte. En sólo unas pocas semanas, mi mundo entero había volcado sobre
su eje y parecía como si yo fuera la culpable de todo.

Además, no estaba, exactamente, deseando desempeñar el papel de hermana


mayor. Iba a tener dieciocho años en un par de meses e irme a la universidad
inmediatamente después de que naciera. No estaría mucho alrededor, por lo que no
era como si fuéramos estar unidos ni nada, y yo no esperaba tener que compartir a
mi padre con alguien más tan pronto, después de ceder a compartirlo con Janice.
Sabía que tenía tiempo para acostumbrarme a la idea, y mi charla sobre que Janice
estuviera con papá era un tipo de señal mía para que empezara a hacer eso ahora,
pero yo, simplemente, no podía hacerlo tan rápidamente como cualquiera de
nosotros habría querido.

Para colmo, no es como si el pequeño se fuera a parecer a mí. Tendríamos el


mismo padre, pero Janice no era coreana como lo era mi madre, por lo que
probablemente se parecería a otro niño en Heath, y se adaptaría mucho más
fácilmente.

Algunas personas conseguían todas las oportunidades.

83
Estaba tan absorta en mis pensamientos, que no oí el coche hasta que probé la
sangre de mi boca. Mis ojos estaban fijos en el asfalto de la calle, mi mejilla
besando su helada negrura. Podía ver a la amarilla línea divisoria desapareciendo
lejos de mí... y podía distinguir las pequeñas rocas de asfalto que se habían
desprendido durante años de deterioro. Moví hacia abajo mis ojos hacia abajo al
capturar el movimiento de algo. Eran los dedos de mi mano izquierda. Los estaba
moviendo sin darme cuenta de ello. Podía decir que la uña de mi dedo índice había
sido arrancada, y parecía como si la parte de la articulación de mi dedo pulgar
hubiera sido comida por un gato hambriento.

Miré hacia arriba, sin poder mover nada más que mis ojos para ver un par de
zapatos caminar hacia mí. Eran zapatos bonitos, marrones, con cordones negros.
Los pantalones que rozaban las puntas de las lengüetas eran de lana gris, y el
propietario de esos zapatos llevaba puestos calcetines blancos debajo de esos
pantalones. Éste era, definitivamente, alguien que no mostraba sus pies muy a
menudo si llevaba calcetines blancos con estos pantalones y zapatos.

Intenté decir algo, pero en cambio, una tos atroz tomó el control y sentí salir una
burbuja de sangre, degustando su sabor metálico, mientras comenzaba a deslizarse
más allá de mis dientes y de mi boca. Los zapatos se alejaron. Moví mi mano
izquierda hacia ellos, tratando de hacer ver a aquel al que le pertenecían que yo
estaba bien. Sólo necesitaba un poco de ayuda. Pero ellos siguieron alejándose y
pronto, los zapatos habían desaparecido. Oí el sonido de un crujido y después sentí
el golpeteo de rocas sobre mi cabeza y espalda. Algunas de ellas caían frente a mis
ojos. Más asfalto. Quien fuera el propietario de esos bonitos zapatos marrones
simplemente se había marchado conduciendo, y me había dejado sangrando en la
carretera.

Intenté mover mi brazo derecho, pero encontré que no ocurría nada. Hice un
inventario silencioso de todas las partes de mi cuerpo que podía mover. Mi pie
izquierdo podía contraerse con la orden, y podía mover los dedos de mis pies
dentro mis zapatillas.

Moví lentamente la cabeza hacia abajo para ver cómo se veían mis piernas —el
esfuerzo hecho me dejó sin aliento mientras el dolor me atravesaba.

Hubiera sido cómico si no hubiera sabido que el incómodo ángulo en que mi pierna
derecha estaba posicionada era una clara indicación clara de que estaba rota. Mi
pierna izquierda parecía estar bien, excepto por un objeto deforme que salía de un
agujero cerca de mi muslo. Se veía como parte de la bicicleta. Por lo menos, los
colores de la pintura parecían pertenecer a la bicicleta.

Ahora todo me empezaba a doler, y yo podía sentir el resquemor de mi cara


mientras los cortes y rasguños de allí, como causa de lo que sucedió, empezaban a
sangrar. Comprobé mi voz una vez más, con la esperanza de que no iba a empezar

84
a toser de nuevo, con la esperanza de que alguien fuera capaz de escucharme, con
la esperanza de que estaba en una zona en la que alguien pudiera hacerlo.

—Ayuda —gruñí. Fue apenas audible. Respiré hondo y lo intenté de nuevo—.


Ayuuuuda.

No oí nada, excepto mi propia respiración entrecortada. Parecía haber algo


presionando contra mi pecho, y estaba empezando a dolerme cada vez que
respiraba. Utilicé mi mano izquierda e intenté rodar un poco en mi espalda, quizás
aliviando de esa forma la presión que tenía, incluso, formándose en mis pulmones,
pero un repugnante crujido, seguido de un golpe de inmenso dolor bajó por mi lado
derecho, causándome que acabara de nuevo sobre mi cara y mi estómago. La tos
empezó de nuevo, y con cada atroz movimiento, el dolor recorría mi cuerpo y la
sangre salía a borbotones de mis labios y mi nariz.

Este era, me di cuenta. Moriría en la carretera, sola. Víctima de... ¿qué? ¿Un impacto
y una caída? No lo sabía y probablemente nunca lo sabría. En lugar de intentar,
inútilmente, de averiguar esa parte, suspiré y me imaginé las caras de las personas
que habían sido importantes en mi vida, aunque sólo lo hubieran sido durante
breves períodos de tiempo —después de todo, es lo que se supone que ocurre
cuando te estás muriendo, ¿cierto?

Vi la cara de mi padre, sonriente y feliz, con las manos colocadas sobre un vientre
plano que estaba conteniendo a su futuro hijo. Él estaba mirando a Janice, con
amor y alegría en sus ojos. La visión desde esta mañana en el desayuno resumía su
relación bastante bien. Por lo menos él no estaría solo. Yo habría odiado eso.

Vi las caras de mis profesores favoritos, sus sonrisas y sus ánimos siempre habían
sido simplemente lo suficiente para mantenerme en el camino correcto, sabiendo
que sin ello, nunca habría podido llegar tan lejos como lo había hecho, nunca
habría tenido la motivación para seguir adelante.

Extrañamente, vi el rostro de Stacy. A pesar de que apenas nos conocíamos la una


a la otra, ella me había proporcionado un extraño consuelo.

Esa única hora de cada día eran como unas vacaciones del resto del mundo. Y, a
pesar de que yo lo apreciaba cuando ella estaba allí, no me había dado cuenta de
que estaba realmente agradecida por ello, por no tener que aguantar todo un día
absolutamente sola. Sólo me arrepiento de no haber sido capaz de decírselo.

Vi a Graham, sus ojos verdes llenos de calidez y risa, cantando, muy mal, una
canción de Jim Croce, que estaba sonando en el equipo estéreo de su padre en el
sótano de su casa. Él me había levantado para bailar, haciendo que pareciera una
marioneta epiléptica, sin parar hasta que me estuve riendo y cantando con él. Había
sido la primera semana de verano, hace apenas unos meses.

85
Entonces la imagen se hizo borrosa, y parpadeé para alejar las lágrimas que se
habían formado ante el dulce recuerdo que ahora sólo significa algo para mí. No
lloraría más por él, y definitivamente no mientras me estaba muriendo. Podría
haber ocurrido un poco tarde, pero me di cuenta de que finalmente me merecía ser
feliz, también, y yo sabía lo que me hacía muy feliz...

Y entonces el rostro que no había esperado, pero que quería ver, apareció en mi
mente. Ojos plateados, no tanto como el frío acero que habían sido en mis sueños,
pero líquidos y espumosos en un rostro tan dolorosamente hermoso que las
lágrimas, finalmente, se liberaron y comenzaron a fluir. Estaba sujetando mi mano
de nuevo, y me sentía tan ligera, que la presión que me estaba abrumando parecía
simplemente alejarse. El tiempo se estaba agotando, resolví.

De repente me sentí triste ya que no podría pasar el resto de mis días mirando
fijamente a sus ojos, o escuchando su voz en mi cabeza. Todo lo que había hecho lo
alejaba de mí, y me arrepentí más que de cualquier otra cosa que hubiera hecho o
dicho. Simplemente había querido conocerlo, porque a pesar de toda razón y
lógica, ya había llegado a interesarme por él muy profundamente.

La sonrisa de Robert llenó mi cabeza, y pude sentir algo más que calidez fluir a
través de mí mientras le devolvía la sonrisa, porque esa sonrisa, podía sentir, que le
hacía feliz. Cerré los ojos y suspiré. No había dolor ahora, sólo calidez y alegría.

Esperé a lo que fuera que viniera y me llevara lejos. Los ángeles, las trompetas, la
luz, lo que fuera que se suponía que vendría, podría hacerlo en cualquier momento.
Estaba lista.

86
Héroe

Traducido por masi

Corregido por Obsession

E
l viaje al otro lado estaba llevando un tiempo. Yo sabía que no me había
perdido, ¿así que dónde estaba todo el mundo?

¿No se suponía que tenía que haber alegría y baile y alboroto? ¿No debería ver los
rostros de la gente que había perdido... las personas que estaban esperando a que yo llegara?

Y entonces lo oí.

Risas.

Una risa muy familiar, que yo no había oído durante casi un mes, la única que
había frecuentado los momentos en mis sueños donde no podía ignorar la forma en
que se había sentido mi corazón. ¿Por qué estaba allí, esperando conmigo para mi...
ehm... paseo?

No estás muerta, Gee.

¿No estoy muerta? ¿Cómo estaba, si no estaba muerta? ¿Y por qué estaba en mi cabeza?

Estamos esperando a que llegue la ambulancia. La policía está aquí, así como tu padre. Estoy
en tu cabeza, porque no creo que tu padre esté muy cómodo con la idea de que hable contigo
cuando no está seguro de quién soy exactamente.

Podía oír los sonidos aleatorios de una radio de la policía, y las diferentes
conversaciones que ocurrían a mí alrededor, y yo supe que él tenía razón. Pero ¿por
qué estaba aquí? Él había hecho todo lo posible por evitarme en la escuela. Todo lo
que me había dicho acerca de que nadie podría hacerme daño ya, había sido una
mentira. Él había prometido que nunca sería herida ni que se burlarían de mí de
nuevo; simplemente creí lo que me había dicho, y resultó que era un mentiroso. El
reconocimiento de eso me obligó a ponerme más rígida, y en ese momento sentí
todo el dolor que había sido bloqueado de mi mente. Abrí los ojos. Grité.

87
—¿Grace? —gritó una voz tensa. ¡Papá!—. Grace, está bien, cariño, la ambulancia
estará aquí muy pronto. Sólo aguanta, ¿de acuerdo?

Él me apretó, y podría haber jurado que hasta mi pelo dolía cuando lo hizo. Gemí,
apretando los dientes, tratando de no gritar de nuevo porque su reacción no me
hacía sentir mejor.

Entonces, empecé a centrarme en el caos que me rodeaba. Parecía como si


estuviera en un foco de luz de Navidad.

Todo lo que estaba fuera de la pequeña área periférica estaba oscuro, pero
inmediatamente me rodeó, algo que era brillante, con destellos de luces azules y
rojas. Pude ver a varios policías en frente de mí, de pie cerca de algo en el suelo que
parecía una obra de arte abstracto, hermosa en su deformidad. Junto a ella estaba
mi bolsa de libros, colocados casi deliberadamente para demostrar el contraste de
texturas duras y blandas, de metal y tela, calor y frío.

Había un tercer agente de policía de pie a mi izquierda. Él estaba hablando con


alguien a quien no podía ver.

Un foco que se había dirigido hacia mí estaba cegando su cara de mí. ¿Suya? ¿Cómo
estaba tan segura de que esta persona era él?

Llegó antes de que incluso me diera cuenta... La necesidad de estar segura. ¿Robert?

Y entonces la figura se apartó del oficial y se dirigió hacia mí, inclinándose fuera de
la luz para que yo pudiera ver su rostro. Sentí que mi corazón se sacudía hacia
adelante, como si quisiera salirse de mi pecho e ir hacia él.

Y maldita sea, ¡eso dolía! Hice una mueca, y la preocupación en su rostro se


convirtió en la cosa más hermosa que jamás había visto. Emoción genuina, real y
justo en frente de mí, sus ojos de acero ya no lo eran más.

Gee, estoy aquí, dijo en voz baja, extendiendo su mano para sostener mi mano
izquierda.

Yo la miré, acunada por la suya, y luego la giré para mirarla de nuevo, confundida.
La herida que había estado en mi nudillo se había ido, las uñas de mis dedos
estaban todas allí. ¿Hiciste esto?

Él asintió con la cabeza, cubriendo la mano con la suya, como si quisiera


esconderla de mi vista. Estabas sangrando intensamente, los latidos de tu corazón eran
muy débiles. Tuve que parar la hemorragia interna... y algunas de tus otras lesiones se
curaron como resultado de eso.

¿Hemorragia interna? ¿Otras lesiones? ¿Curada? Si yo estuviera curada, ¿por qué estaba
sintiendo tanto dolor?

88
No estás completamente curada. Tienes más daños de los que podría tratar antes de que
llegara la policía. Tu brazo derecho está roto por dos lugares, y tu muñeca está destrozada. Tu
muslo izquierdo fue empalado por parte del manillar de la bicicleta, pero no dañó el hueso...
tu pierna derecha se ha roto por tres lugares. Tienes desgarrones en el hígado y el bazo. Van a
ser muy desagradables algunos moretones en tu cara, pero fui capaz de sacarte del asfalto, y
creo que conseguí que tu nariz se pusiera derecha.

Yo no iba a preguntarle cómo había hecho esas cosas, ni por qué. Estaba
agradecida de que estuviera aquí.

Papá, sin darse cuenta de la conversación tácita que ocurría entre nosotros dos,
quitó la mano de Robert y empezó a contarme lo que pasó, su voz atormentada y
temblorosa. —Fuiste atropellada por un coche, Grace. Un atropello y fuga es lo que
la policía sabe hasta el momento. Si Robert aquí no hubiera bajado con su moto por
este camino, no sé lo que... —su voz se quebró, e inhaló unas cuantas respiraciones
profundas, tratando de recuperar la compostura—. Robert te encontró y llamó al
911.

—Me salvó la vida —susurré.

Mi padre, incapaz de contener sus emociones, asintió con la cabeza y empezó a


llorar sobre mí, llorando como un hombre adulto en presencia de otros hombres
adultos: reservado y silencioso con sólo algunas lágrimas excepcionales y
respiraciones roncas y temblorosas. Miré a los policías que nos rodeaban, con sus
rostros ansiosos, impacientes por empezar a hacerme preguntas sobre lo que había
sucedido, sobre lo que yo recordaba.

El dolor en mi pierna estaba empezando a incrementarse, y me retorcí por la


presión del mismo mientras se extendía hasta mi abdomen. ¿Dónde estaba la
ambulancia? Me sentía muy cerca de ser un adicta a analgésicos por la forma en que
mi cuerpo se estaba sintiendo en este momento.

Retiré la mano del agarre de mi padre, y la extendí hacia Robert. Ignoré por
completo el gruñido de disgusto de papá, creyendo que él sería capaz de ayudar a
aliviar mi dolor, aunque sólo fuera por la comodidad de poder tocarlo. ¿Por qué
había comenzado a significar tanto para mí en un lapso tan corto de tiempo? ¿Por qué podía
afectarme de una forma que nadie más podía hacerlo? ¿Ni siquiera Graham?

¿Me creerías si te digo que me hago las mismas preguntas? Me agarró la mano,
sosteniéndola una vez más entre la suya y el dolor se disparó fuera de mi cuerpo,
como si apartara una manta sofocante. Suspiré.

¿Cómo me encontraste?

De repente su rostro se contrajo. Pude ver el recuerdo en su cabeza, escucharlo


como si se tratara del mío propio.

89
Él me había oído gritar pidiendo ayuda. Lo había escuchado desde muy lejos, y su
rostro estaba lleno de confusión. Pudo oír mi grito de ayuda, pero él no pudo oír
mis pensamientos, pero podía sentir que yo no estaba cerca.

Y... él estaba con otra persona. Él trató de distorsionar la visión ahora, volviéndolo
todo difuso, mientras su voz le decía que se había dado cuenta de una cosa urgente
que tenía que hacer. Le dijo que la llamaría más tarde esa misma noche. Ella hizo
un sonido de pucheros quejumbroso, pero cedió. Ella tomó su mano, y él la
sostuvo, luego la besó. —Gracias por la comprensión, Erica —dijo su voz, con
admiración en su tono, casi reverente.

Me solté de su mano, cortando la visión que supe que sólo podía ver porque nos
estábamos tocando.

El dolor lentamente comenzó a regresar, pero fue acompañado de un tipo diferente


de dolor. Uno que me era demasiado familiar. Pero antes de que pudiera
apoderarse de mí otra vez, él puso sus manos en mi cara, inmovilizándome, y me
miró a los ojos.

Él estaba en el aparcamiento, llamando a un taxi para Erica desde su teléfono


móvil, y después estaba montado en su moto, corriendo hacia el sonido de mis
pensamientos. Estaba preso del pánico, ¿sus palmas sudorosas por primera vez en...
siglos? Él escuchó mis gemidos, mis quejidos cuando mis pensamientos se volvieron
demasiado turbios por el dolor.

Él me encontró, tirada en el pavimento, tendida sobre mi pecho. Sólo podía ver mi


espalda al principio. Mi brazo derecho estaba torcido hacia fuera detrás de mí, mi
hombro dislocado. Los restos mutilados de mi bicicleta estaban parcialmente entre
mis pies.

Saltó de su moto, dejándola caer al suelo detrás suya mientras corría hacia mí,
deteniéndose cuando el olor de la sangre le dio una bofetada en la cara. Pronunció
una palabra extranjera que no pude reconocer, y luego se arrodilló frente a mí,
pasando sus manos por mi lado izquierdo, mirándome.

Pero la que vi a través de sus ojos no era yo. Al menos, no era yo con piel. Él estaba
mirando debajo de ella, mirando mis huesos rotos, fragmentos de los cuales habían
atravesado el pulmón. Él estaba mirando a los órganos internos rotos que estaban
esparciendo líquidos en mi cuerpo, drenando lentamente la fuerza de vida de
dentro de mí. Él estaba mirando mi corazón, viendo su ritmo cada vez más lento,
mientras luchaba por mantener el ritmo.

Él sabía que yo sufría una cantidad terrible de dolor, y tomo mi mano. Él estaba
tomando el dolor, llevándolo lejos de mí, aligerando el estrés y la tensión de mi
corazón para que aún pudiera evaluar el daño hecho a mi cuerpo. Él me miró a la
cara, a mis ojos, y sonreí. Un gran resplandor desde su interior pareció cegar mi

90
visión por completo. Despedía un calor increíble, y yo tenía miedo de que si
continuaba, yo estallaría en llamas.

Puso su mano libre en mi abdomen, respirando lentamente, concentrándose. Podía


sentir los huesos reparándose, los desgarros curándose, la sangre absorbiéndose.
Miró mi pierna herida por donde el manillar de la bicicleta sobresalía. Quería
quitarlo. Luchó consigo mismo sobre ello. Una batalla del buen ángel contra el
mejor ángel enfurecido sobre su hombro. El ángel ganó.

Él la dejó, tomó su teléfono celular de su bolsillo y marcó el 911. Estaba arrodillado


allí conmigo mientras explicaba dónde estábamos, escuchó al operador que le dijo
que la policía estaría de camino, y luego colgó para llamar a mi padre. Él podía ver
la cara de mi padre en mis pensamientos, ver las últimas imágenes que había tenido
de él.

Él había llamado al 911 para salvar mi vida, pero él había llamado a mi padre para
salvarlo.

Poco a poco, Robert quitó sus manos de mi cara, y alcanzó de nuevo mi mano.
Dejé que la sostuviera. Una vez más, estaba asombrada. Fueran cuales fueran sus
razones para estar esta noche con Erica, no eran más importantes que encontrarme
y salvar a mi familia. Yo no sé por qué, pero por ahora, eso era más que nada de lo
que jamás hubiera pedido de él.

—Grace, la ambulancia está llegando —dijo papá en voz baja, mirando cómo se
aproximaban las luces rojas intermitentes.

En un torbellino de actividad, yo fui examinada, rodé para un lado y luego al otro


mientras era colocada sobre alguna superficie increíblemente incómoda, mi cuello
estaba envuelto en un aparato ortopédico, una vía intravenosa fue insertada en mi
brazo, y cuando me preguntaron si tenía algún dolor, respondí que sí, porque esa
voz maravillosa que estaba en mi cabeza ofreciendo palabras de consuelo me lo
dijo. Fui levantada en una camilla y luego fui empujada dentro de la parte trasera
de la ambulancia, donde el paramédico cuya tarjeta de identificación ponía Foley
comenzó su ronda de preguntas acerca de mis lesiones, dónde y qué me dolía,
cuánto pesaba, cuántos años tenía, y así sucesivamente.

Me di cuenta de por qué Robert me había dicho que le dijera a los paramédicos que
había sido por el dolor cuando comencé a sentir la presión de mi cuerpo otra vez.
Él no sería capaz de montar conmigo en la ambulancia: ese privilegio pertenecía a
mi papá.

Estaré justo detrás de la ambulancia, dijo la voz en mi cabeza, y sentí una inmensa
sensación de alivio ante esas palabras. No sabía cómo de desesperada había estado
hasta que las escuché, hasta que él las dijo.

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Tan pronto como las puertas de la ambulancia estuvieron cerradas y nos estábamos
dirigiendo hacia el hospital, mi padre comenzó el interrogatorio. —Así que, ¿él es el
amigo que te dio esa camisa? ¿Cómo lo conociste? ¿Cuál es su apellido? ¿Cómo de
bien lo conoces?

Yo sabía que tenía que salir de esto de la forma más rápida que me fuera posible,
así que le di la respuesta más rápida y más corta que pude. —Sí, la escuela,
Bellegarde, bastante bien.

Él tenía una línea sombría en su rostro y no me gustaba exactamente lo que eso


significaba, porque por alguna razón, sabía que no tenía nada que ver con mis
lesiones o el atropello y la fuga. Él había puesto sus codos sobre sus rodillas, una
mano sobre la otra, descansándolas bajo la barbilla. Podía oír las viejas ruedas
dentadas girando en su cabeza, y preguntándose qué era lo que le causaba que
mirara de esa forma.

Como si supiera lo que estaba pensando, me miró y suspiró. —Cariño, estoy muy
agradecido por lo que este chico Robert hizo por ti esta noche, pero hay algo en él
que me molesta. No sé que es, pero no me siento cómodo con la idea de tú y él.

—Papá, ¿podemos no hablar de esto ahora?

Los medicamentos para el dolor que me habían inyectado por la intravenosa,


finalmente, empezaban a hacer su magia por todo el cuerpo. Me sentía muy
mareada y aturdida, mis párpados se sentían sobrecargados. Sabía que en cualquier
momento estaría dormida, pero necesitaba estar seguro de que cuando me
despertara, Robert estaría allí para responder a mis preguntas.

—Papá... n... no eches a Robert, ¿de acuerdo? —supliqué. Sabía que sonaba
desesperada, pero en realidad, lo estaba.

No estaba segura de cuánto tiempo iba a durar este momento de amistad y tenía
que asegurarme de que nadie a mí alrededor hiciera nada para acelerar la
secuencia. —Él es mi amigo, papá, y lo necesito en mi vida en este momento.

El rostro de mi padre no parecía mostrar un debilitamiento en cualquier opinión


que se hubiera formado acerca de Robert, pero asintió con la cabeza. —Le debo
mucho por lo que hizo esta noche, Grace. Por lo menos, puedo permitir que se
quede con nosotros en el hospital mientras que te revisan.

Uno menos. Falta otro.

¿Robert? Emití mis pensamientos, dirigiéndolos hacia él, preguntándome si podía


oírme con el sonido de la sirena y la moto combinado.

Podría oír tus pensamientos en medio de un concierto de rock, Gee. No te preocupes, no voy a
dejarte. Voy a estar allí cuando te despiertes. Te lo prometo.

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Suspiré contenta, y dejé que las drogas se hicieran cargo de mi conciencia,
debilitándome hacia la apacible oscuridad.

93
Admisión

Traducido por kuami

Corregido por cYeLy DiviNNa

A
lgunas personas tienen los sueños muy vívidos, con colores luminosos,
olores, sabores, y la habilidad para sentir todo; otros tienen sueños que son
muy apacibles y sin sentido, llanos, descoloridos. Algunos no sueñan en
absoluto. Yo era una de estos últimos. Lo era porque la pesadilla cambió todo eso.

Vi a extrema cámara lenta cómo mi cuerpo era doblado y retorcido, después de ser
golpeado. Todos los sonidos se magnifican, se intensifican por el vacío sin nada
más que la visión de mis sueños. Oí que mis huesos crujían y se quebraban cuando
aterricé en mi lado derecho como un cisne que se zambulle bajo un elefante. Yo
podía oír mis gritos, mis gemidos, mis gruñidos y mi respiración más lenta. Podía
oír la sangre a borbotones saliendo de mí. Podía oírla salpicando hacia el asfalto.
Escuché el crujido del asfalto bajo unos zapatos bonitos y caros de cuero marrón, y
el sonido de los neumáticos, dejándome atrás, el leve sonido del tic-tic-tic de las
piedras que se habían desprendido del asfalto cayendo a mí alrededor.

Pero no oí lo que me golpeó. No oí el chirriar de los neumáticos, o el golpe de mi


cuerpo contra el capó o en el lateral de un vehículo. Allí no había nada que probara
que había sido golpeado por detrás por un vehículo que no fuera el hecho de que yo
lo había oído irse. Y se hizo el negro silencio.

Y la pesadilla sólo reforzó el hecho alterando ligeramente estos detalles


desconocidos de modo que fuera siempre diferente, siempre inesperado y siempre
aterrador. Las únicas constantes son la sensación de dolor, de abandono... y la
muerte. No la muerte proverbial de cruzar y liberarse. ¡Oh, no! no para mi mente.
La muerte, sobrenatural que induce al cese de la vida, tenía su mano negra en la
mía, y no me dejaba ir. Yo no le dejaré.

Me desperté bañada en sudor.

94
La bata de hospital que cubría mi cuerpo estaba empapada en sudor, las sabanas
debajo de mí también. Mis ojos estaban mirando fijamente una húmeda mancha de
color en el techo. Era como si la humedad de mi cuerpo se hubiese irradiado hacia
arriba y recogido allí, mi propio grafiti genético personal.

Me concentré en los sonidos a mí alrededor. Pitidos. El zumbido del aire


acondicionado. Sonido de pisadas en un pasillo.

¿Ronquidos? Me volví hacia ese sonido y vi a papá dormido en una silla al lado de la
cama del hospital. Las líneas de preocupación que se habían grabado en su rostro y
la preocupación por mí habían desaparecido y pude ver los restos del joven que se
había casado con mi madre hace muchos años.

Mis ojos se apartaron de él, ahora desesperados por encontrar la cara que había
prometido estar allí, la cara que había estado en mi pesadilla: el rostro de la muerte.
Pero ¿cómo podía él tener la cara de la muerte cuando él me había salvado la vida?

Yo lo racionalicé como la representación de todas las pequeñas muertes que había


sufrido en los últimos años, a partir de la pérdida de mi mamá, de la pérdida de mi
auto-estima, la pérdida de mi amistad y el amor de Graham, e incluso la pérdida de
cualquier tipo de la relación que tuve con él. Todos ellas profundas en la forma en
que me habían afectado, en la forma en que ahora veía la vida que había casi
perdido.

No, él no era ninguna muerte, pero él o no estaba aquí. Dolía. Dolía mucho, sentí
el tirón interior de mi cuerpo cuando trató de protegerse, pero nada podía hacer con
eso. Los medicamentos para el dolor en mi vía intravenosa no me iban a proteger
de este tipo de dolor. Nada puede, excepto él.

Y entonces, como si fuera un sueño, la puerta a mi habitación del hospital se abrió


y él estaba allí. El sonido que salió de mi garganta cuando le vi no se parecía a nada
comprensible; era confuso y patético, pero hice todo lo posible para hacerle saber
que me sentía aliviada, extasiada, y agradecida de que él no hubiera elegido
dejarme después de todo.

Fui a buscar algo de comer. Todavía estabas dormida, y tu padre estaba aquí. No pensé que te
despertaras tan pronto.

Sonreí feliz de sentir y oír esta intrusión en mi mente, porque significaba que
realmente estaba aquí. Extendí mi mano izquierda hacia él, dándome cuenta de que
mi brazo y la mano derecha estaban completamente encajonados en yeso e
inmóviles a mi lado.

Él lo miraba, inseguro, casi parecía sopesar si quería o no tocarme. La retiré, sin


querer que él tuviera que hacerlo por miedo a herir mis sentimientos.

95
Él miró a papá, y vio que todavía estaba dormido, y luego pareció tomar una
decisión, asintiendo con la cabeza a sí mismo antes de venir a sentarse a mi lado en
la cama del hospital. Me tomó la mano y la colocó entre una de las suyas, mientras
que la otra alcanzaba mi mejilla.

¿Cómo te sientes?

A pesar de estar rota, magullada, y golpeada por un billón de sitios, me sentía


genial en este momento.

Y él también lo sabía. Sí o no él sabía que era sobre todo debido a su presencia, yo


no sé, pero no podía detener la sensación cada vez de mayor calidez que me estaba
llenando con sólo tenerlo a mi lado.

Gracias por quedarte. Quería que él supiera que le agradecía lo que estaba haciendo
por mí. Gracias por mostrarme esta noche la verdad. Todo de la misma. No le iba a
preguntar sobre Erica. No tenía derecho a hacerlo. No después de lo que había
hecho por mí.

Él me miraba, y parecía estar luchando consigo mismo. Me preparé para el


resultado de esta batalla.

Me habría quedado incluso si no me lo hubieras pedido. Fue doloroso... no poder hablar


contigo en las últimas semanas.

Me tensé… una reacción automática a la duda que sentía por sus palabras. ¿Cómo
que fue doloroso para ti? Tú fuiste el que me excluyo, Robert. El que deliberadamente me
apartó de su camino, ignorándome. Y realmente no te vi sufrir cuando tenías alrededor a
Becca y a Erica. Especialmente a Erica. Puede que fuera doloroso para ti, pero fue un infierno
para mí.

Robert parecía afectado. Grace, siento profundamente haber sido la causa de gran parte de
tu dolor. Cuando me preguntaste lo que yo era, tuve que alejarme de ti. No era porque no
quisiera decírtelo, que no quisiera contártelo. Era porque no puedo. Tu seguridad es mucho
más importante para mí a que tú sepas la verdad. Gee, ¿puedo, puedo decirte... explicarte por
qué estaba con Erica?

Lo miré, dolor e ira quemando sus acusaciones en mi cara. Si yo hubiera podido


hacerlo, habría cruzado los brazos sobre el pecho para enfatizar cuán molesta
estaba. Pero la necesidad de conocer la verdad era demasiado abrumadora. Asentí
con la cabeza, con cautela.

Estaba con ella porque necesitaba saber más sobre lo que pasó con Graham y que te había
causado tanto daño. Tu mente está llena de muchos pensamientos confusos, uno tras otro,
como si deliberadamente estuvieras tratando de olvidar algo. Necesitaba saber la verdad. Ya
sé de tus propios recuerdos lo que pasó. Pero ¿qué pasa con él?

96
Llámalo mi necesidad de saber más de ti, y saber de que manera una persona puede
desagradarte, porque no quiero ser ese tipo de persona. Últimamente has estado ocupando
muy a menudo mis pensamientos. Me agobié por esta necesidad de saber más de ti, y esa
necesidad… me atrapó, me atrapó en mis recuerdos sobre ti. Y es una prisión de mi propia
creación. Y no niego que, voy a sufrir con mucho gusto si no me aceptas de nuevo en tu vida.

Asentí con la cabeza, entendiendo cómo se sentía, esa necesidad de saber más. Era
un hambre en los dos. Pero todo me había hecho preguntarme que me habría
preguntado él a mí si la situación se hubiera invertido. ¿Qué era él? ¿Y alguna vez lo
averiguaría? ¿Cómo podría sentir tanto por alguien y no saber quién era más allá de su
nombre?

Le miré, a sabiendas de que había oído los pensamientos que corrían por mi mente,
y temía estar gritando en silencio confundiéndole... demasiado temerosa de que me
contara más.

Su silencio era sepulcral.

Finalmente, su voz llegó.

Gee, las cosas que has visto, las cosas que te he mostrado, son sólo indirectas de quién soy, de
lo que soy, pero sin rascar la superficie de la verdad. Te he mantenido ignorante porque
sabiendo quién y lo que soy es peligroso para los de tu tipo, pero sobre todo para ti. Sin
embargo, no creo que podamos continuar nuestra amistad sin que tú sepas más sobre mí. No
puedo explicártelo todo, pero debes ser tú quien decidas querer saber más de mí. Debes
pedirme que te lo diga.

Asentí con la cabeza, dispuesta a escuchar todo lo que tenía que decirme en este
momento, siempre y cuando eso significara que se quedaba conmigo, con su mano
sosteniendo la mía, mirándome con los ojos fijos en mi misma. Él oyó estos
pensamientos y sonrió. Su dedo pulgar acarició mi mejilla, enviando una corriente
cálida disparándose fuera de mi cuerpo.

Y entonces, las imágenes empezaron a llegar.

Mi mente se llenó con los colores danzando en el fuego: rojos, naranjas, amarillos,
blancos y azules. En medio del fuego había una mujer, maltratada y golpeada, su
vientre pesado con el niño, que estaba gritando en un idioma que no entendía. Ella
tenía una mano ensangrentada tendida a un ser invisible, su otra mano estaba en su
estómago, por debajo de la ropa desgarrada y rota, aparentemente tratando de
protegerse de las lengüetadas de las llamas.

Desde algún rincón oscuro, el objeto de su atención hizo un sonido bajo y gutural,
y luego apareció, caminando tranquilamente por las llamas. No, no caminando;
acercándose furtivamente a ella. Era una criatura grande, peluda, casi con la
apariencia de un lobo. Sus orejas eran extremadamente grandes, inclinándose y
girándose hacia cualquier sonido que se considera digno de mención. Su hocico era

97
largo, llegando a un punto redondeado en su nariz, pero su mandíbula, no acababa
cerca de la punta de sus ojos como en la mayoría de los caninos. Continuaba hacia
las orejas, lo que le permitía abrir su boca en unos ciento ochenta grados, como se
demostró cuando dejó escapar un fuerte ladrido, hacia la mujer.

La mujer dio unos pasos hacia atrás, pero rápidamente se adelantó de nuevo
cuando sintió los lametazos de las llamas en su espalda. Ella no tenía dónde ir,
cualquiera que fuera el motivo por el que había venido, y cualquier acuerdo que ella
había hecho con esta criatura era ahora un hecho. Cerró los ojos y empezó a decir
algo para sí misma en un idioma extraño, pero familiar.

El sonido de las llamas del chisporroteando parecía ser silenciado, el estallido de la


madera dejó de llenar mis oídos, cuando la voz de esta mujer de repente se
convirtió en el punto focal de la visión. Ella no estaba hablando, por lo mucho que
estaba cantando, su voz una extraña mezcla de alegría y tristeza.

―Quoniam angelis suis mandabit del te ut custodiant te en el tuis de viis de


ómnibus 1...

Tenía las dos manos sobre su vientre, acunándolo mientras cantaba su canción
melancólica, con los ojos cerrados y su cuerpo balanceándose suavemente. Su
canción poco a poco llegó a su clímax cuando se produjo el ataque. La criatura se
abalanzó sobre su cuello, cortando su canción con un tremendo gruñido. Podía
haberle partido el cuello en un solo movimiento, parecía estar dudando, casi
renuente. Pero la vacilación no duró más que un instante, y pronto, la mujer yacía
inerte en el suelo, con los ojos brillantes de lágrimas que reflejaban la luz de las
llamas a su alrededor, las llamas parecían estar satisfechas con el sacrificio.

Rápidamente, la criatura se dirigió hacia el vientre de la mujer. Horrorizada, vi


como abría su boca, como si fuera a tragar todo el estómago, pero en cambio,
parecía estar royendo. Frenéticamente, casi con desesperación, masticó un agujero
cuidadosamente en el abdomen de la mujer ya muerta, un monstruo en todos los
sentidos.

Cuando sus dientes continuaron con su misión, fui testigo de la transformación. Al


igual que una serpiente muda de su piel vieja, también lo hizo la criatura. La piel
cayó como fuera la lluvia cubre un tejado, revelando el brillo perlado de la piel del
color de la luz de la luna. La espalda de este monstruo no era lo que yo esperaba.
Era suave, elástica... femenina. Su cabeza se volvió más pequeña, la piel cayó para
revelar un cabello, largo y negro como un cielo sin estrellas. Las patas se
desmembraron del tronco para convertirse en largo brazos, sinuosos, cubiertos con
las manos tan pequeñas y elegantes, que parecía casi burlesco.

1
Extraído del salmo 91 de la Iglesia católica: Pues a los ángeles les ha ordenado que te escolten en
todos tus caminos.

98
Esas manos se metieron en el vientre de la mujer ahora, y sacaron un precioso niño
que había estado allí protegido, descubierto por los dientes del monstruo, y ahora
acunado por sus brazos. Ella sostenía al bebé contra su pecho, arrullándole,
confortándolo como si pudiera borrar de sus primeros recuerdos la muerte de su
madre a manos de aquel que ahora lo abrazaba.

Y entonces el monstruo habló, en una lengua que era muy familiar para mí, con
una voz que era tan bella y melodiosa, me entraron ganas de llorar.

―Ne pleurez papás, el fils del mon. La rivalizan que los maintenant del est vierten
al votante de la de toujours. La mort ne vous touchera jamais. (No llores, hijo mío. La
vida es ahora tuya, para siempre. La muerte nunca te tocará.)

Se puso de pie, sosteniendo al bebé contra su pecho, y se alejó de las llamas, que
finalmente exigían su premio.

Las escenas de un hombre joven en un pueblo pequeño llenaron mi cabeza


entonces; su bonito pelo oscuro y sus ojos grises contrastaban con los verdes y
azules brillantes de la fauna circundante y el cielo. Su rostro angelical sonreía
mientras caminaba hacia una mujer que estaba en la puerta de una pequeña casa de
campo, con su barriga grande con el bebé, con su largo y oscuro pelo moviéndose
con la brisa fresca.

Ella ofreció sus brazos cuando él caminó hacia ellos; él se arrodilló, abrazando y
besando su barriga tiernamente. Ella le acarició la cabeza con ternura, tirando de él
dentro de ella. ―Es la hora ―le dijo ella con un fuerte acento inglés, y él asintió
con la cabeza, recogiendo las cosas rápidamente de todas las esquinas de la
pequeña casa. La mujer se acercó a una cama en la esquina de la habitación y
comenzó a desnudarse.

Ella se dejó caer sobre la colcha y puso sus manos encima de su barriga desnuda. El
joven se acercó a ella entonces, llevando en sus brazos un recipiente de barro,
algunas telas de lino, agua en una jarra, y lo que parecía la cabeza de un hacha. La
mujer tomó las telas de lino y las colocó debajo de ella, extendiéndolas hacia
afuera, como para proteger la colcha de abajo.

El joven vertió el agua en el recipiente y lo puso sobre la mesa junto a la cama, con
una tela de lino reservada a su lado. Él subió a la cama a continuación junto a ella,
entregándole el hacha mientras lo hacía.

Ella la tomó y abrió su boca. Como lo había hecho en su otra forma, en ciento
ochenta grados, y ella puso la cabeza del hacha entre sus dientes, sujetando con
fuerza hacia abajo.

Sus manos se trasladaron a su vientre, sus dedos lentamente frotando arriba y abajo
de la línea oscura que se extendía desde el ombligo hasta el vértice oscuro debajo de
ella, cuando sus uñas se convirtieron, en las largas garras rojas cubiertas de sangre.

99
De repente, se rasgó su abdomen abriéndolo, feroz, un grito primario desgarró su
garganta, la cabeza del hacha se derrumbó un poco bajo la presión de los dientes.

El joven, que esperaba pacientemente junto a la mujer, fue salpicado con la sangre
espesa y negra que brotaba de la herida auto-infligida. Vio que la mujer se esforzaba
en abrir su abdomen. Parecía como que su vientre estuviera peleando con ella,
tratando de cerrarse sobre sí mismo, y ella estaba desesperadamente tratando de
mantenerlo abierto. El hombre joven puso la mano en su brazo, y con un tirón
final, había abierto el vientre desollado, un escalofrío atravesó por su cuerpo
mientras continuaba rezumando el líquido oscuro y viscoso en la ropa debajo de
ella.

De alguna fuente invisible, el joven sacó un cuchillo y comenzó a trabajar en el


útero, cortando su delicado tejido abierto con demasiada habilidad para alguien de
su edad. Dejando caer el cuchillo a su lado, con la mano sacó un diminuto, recién
nacido cubierto de sangre. Mientras que aún sujetaba a la bebé, saltó de la cama
con la gracia de un gato, y aterrizó al lado del cuenco de agua. Él mojó la tela que
tenía a su lado y procedió a limpiar a la niña que estaba retorciéndose. Una vez
satisfecho de que estuviera lo suficientemente limpia para unirse con su madre, él lo
colocó en su pecho.

Rápidamente, regresó al abdomen ya vacío de la mujer, eliminando con las manos


lo que parecía congelado en su lugar, y cerró las heridas abiertas con manos ágiles.
Inclinó la cabeza y besó la herida, soplando sobre ella en voz baja, tarareando una
melodía familiar. El sol se ponía, la habitación estaba oscura, y él aún tatareaba.
Los gritos de llanto de la bebé hacía tiempo que ya se habían calmado.

La oscuridad se hizo cargo del cuarto, y de repente estaba rodeado por el brillo
antinatural de la luz fluorescente del hospital. Todavía podía escuchar la melodía
que tarareaba en mi cabeza mientras miraba a los ojos de Robert, ver su mirada
interrogante, sabiendo lo que él estaba pensando en ese momento, porque él me
preguntó sin decir una palabra.

¿Me estabas mostrando tu nacimiento... y el nacimiento de tú... hermana? ¿De verdad tienes
una hermana?

Él asintió con la cabeza una vez.

¿E… eres humano?

Él negó con la cabeza. Dejó caer su mano de mi cara entonces, y trató de quitar la
otra mano de la mía. Me aferré a él como si mi vida dependiera de ello.

Él se quedó mirando mi mano, mis nudillos estaban blancos por la fuerza de mi


esfuerzo al retenerlo a mi lado. ¿Por qué no estás tratando de huir de mí? ¿No lo
entiendes? No soy humano. Gee, ni siquiera un monstruo de ficción sobre el que hayas leído.

100
¿Por qué debería huir de ti? He visto cosas peores en una película de Scorsese. Y en
cuanto a Robert, nunca podría pensar que fuera un monstruo de ficción. He leído
muchos libros, y hay tantas cosas que tú podrías ser, pero, dudo que cualquiera de ellos sean
monstruos.

Él inclinó la cabeza hacia un lado, divertido. Bueno, gracias entonces, por favor
ilumíname acerca de esas cosas que podría ser yo, para que pueda reducirlo al mínimo para ti.

Mordiéndome el labio, me preguntaba qué me había metido. La última vez que


había tenido una conversación similar a ésta, él se había retirado, y me evitaba
como a la peste. Tenía que ir con cuidado.

Bien, es obvio no eres un vampiro, y no hueles como si fueras un zombie porque imagino que
ellos huelen mal y tú siempre hueles maravillosamente. Puedes ser un hombre lobo, ya que
nunca te he visto después de una luna llena. ¿Es eso? ¿Eres un hombre lobo

Él rodó sus ojos.

De acuerdo, así que no eres un hombre lobo. ¿Qué me dices de un kelpie 2?

Él se echó a reír. En voz alta, con el sonido tan fuerte que papá despertó.

―Grace, estás despierta. ¡Oh, gracias a Dios! ―se levantó rápidamente y me


observo una vez más, asegurándose de que nada había cambiado en mí mientras yo
había estado inconsciente―. ¿Te sientes bien? ¿Necesitas algo? ¿Algo para beber?
¿Comer?

―Estoy un poco hambrienta. No he comido nada desde el desayuno. ―Le dije,


recordando mi última comida.

Papá miró a Robert ―¿Quieres algo, también?

―Una Coca-Cola suena bien ―respondió. Papá asintió con la cabeza y miró hacia
mí―. ¿Qué te parece si consigo una hamburguesa y patatas fritas en la cafetería?

Sonreí y mi estómago gruñó ante la sola mención de las grasientas patatas fritas.
―Eso suena muy bien, papá. ¡Oh¡ y una Coca-Cola, también ¡Por favor!

―Dos Coca-Colas y comida. En seguida regreso, estuvo de acuerdo. Vaciló un


poco, ante Robert antes de finalmente dar la vuelta y salir.

Viendo cómo se movía tan despacio, y cómo de hundidos estaban sus hombros, no
pude dejar de preocuparme por él.

Robert esperó hasta que la puerta se cerró, y luego se echó a reír otra vez.
―¿Kelpie? ¿Me ves cómo un caballo?

2
En las leyendas de Escocia es un espíritu del agua, por lo general tiene forma de un caballo y fama
de causar ahogamiento o de advertir a las personas en peligro de ahogarse.

101
Volví la cabeza para mirarle y me sonrojé, mis pensamientos trajeron de regreso
nuestra pequeña discusión. ―Sabes, no es que haya dicho tritón o algo así. Dijiste
que no eras un personaje de ficción del que hubiese leído, pero yo apostaría que
pensabas que no era una buena lectora.

Se rió de nuevo. ―Sé que eres inteligente, Grace. Esperaba que dijeras tritón,
vampiro, incluso Frankenstein. Pero Kelpie me dejó fuera de juego. No muchas
personas saben de ellos. Eso, y que creo que debería estar insultado.

Me encogí de hombros. Así que no un Kelpie, ni hombre-lobo, ni vampiro, ni tritón, y ni


Frankenstein, ¿correcto? Por lo menos eso reduce la lista. Todavía hay X-Men, la cosa del
pantano, y mi personaje favorito, David Copperfield. Él no es humano, tampoco.

Sus ojos estaban húmedos, de tanto reírse. ―Puedo asegurarte que David
Copperfield es muy humano, aunque en un sentido amplio del término. Y si bien la
idea de X-Men, sería interesante, soy mucho más frío que Wolverine y Cyclops
combinados. ¡Ah! ¿La cosa del pantano? ¿Me ves tan desarreglado? ¡Eso es casi tan
malo como lo del Kelpie!

Su risa era contagiosa, y empecé a reírme con él. Él me miró, su sonrisa brillante y
amplia… en realidad no hay otra palabra en el diccionario para describirla…
perfecta, y lo que vi era tan impresionante, tan brillante, que me quedé sin aliento.
Su rostro parecía irradiar luz, desplegándose a su alrededor como un halo, brillante,
cálido y prometedor, una corona de luz que le daba una apariencia etérea y divina.
No era un Kelpie. Ni un vampiro. Ni un personaje mutante de cómic o un mago
humano. Lo que él era, en ese mismo momento, lo que había sido en todo
momento desde que había puesto por primera vez mis ojos en él, un ángel.

Él dejó de reírse entonces, al escuchar mis pensamientos, al saber a qué conclusión


había llegado, al oír lo que estaba en mis ojos, en mi corazón. Su silencio, unido a
la expresión de su cara me asustó durante un segundo interminable. ¿Es eso lo que
eres, Robert? ¿Eres un ángel?

Despacio, tan lento que casi dudé que se moviera, él llevó la mano a mi cara otra
vez, acariciándola suavemente, y me miró profundamente a los ojos. Era su manera
de advertirme. Estaba a punto de compartir algo muy íntimo conmigo. Estaría en la
frontera de lo imposible, lo improbable, y lo irracional.

Yo sabía que nunca sería la misma persona después de todo lo que había sucedido
en tan sólo estas pocas y cortas semanas, pero lo que él estaba a punto de compartir
conmigo iba a alterar totalmente mi vida de forma completamente increíble. Podía
verlo en sus ojos.

Él se inclinó para presionar su frente contra la mía, mi mente estaba preparada y


dispuesta para aceptar cualquier cosa que él quisiera decirme. No me esperaba lo
que llegó.

102
No hubo visiones de acontecimientos pasados, horriblemente fascinantes,
espantosamente fascinantes, o de otra manera. No hubo recuerdos aterradores de
sangre y huesos rotos, de muerte y moribundos.

En cambio, vi mi cara como él la veía, como estaba en ese momento. Confiada, y...
feliz. Los moretones que cubrían mi cara, no fueron suficientes para disimular el
rubor en mis mejillas cuando, todavía con mis ojos cerrados, le vi levantar su mano
hacia un lado de mi cara y acariciar mis labios con el dorso de sus dedos.

Podría ver mis labios separarse cuando tomé aliento, vi como exhalé cuando
suspiré y él me tocó el labio inferior con la yema de su dedo pulgar. Yo podía
verme a mí misma llevar el labio inferior hacia dentro, degustando el lugar que él
había tocado, permitiéndome dejar caer de nuevo otro suspiro cuando me di cuenta
de que casi podía imaginar lo que se sentiría con sus labios sobre los míos.

Imposible, improbable, irracional.

Del tipo como todo lo que ha ocurrido hasta ahora. Cuando él levantó la cara para
besar mi frente, conté... conté los segundos, conté los minutos, conté los latidos del
corazón hasta que sus labios dejaran mi piel. Y entonces conté cuánto tiempo
pasaría antes de dejar de sentir su calor. Me rendí cuando comprendí que
probablemente lo sentiría hasta que tomara mi último aliento.

Se sentía como si todo lo que él hacía, cada caricia, cada suspiro, cada pensamiento
quemaría permanentemente en mi mente. Y, sabía que durante el tiempo que
viviera, nunca le querría ninguna otra manera.

103
Comienzos

Traducido por Emii_Gregori

Corregido por Marina012

N
o me había dado cuenta que mis ojos estaban cerrados de nuevo hasta que
los abrí para ver el mercurio en los suyos. Yo siempre utilizaba líquidos
para describir el aspecto que tenían cuando estaban de ese color, pero
nunca había estado tan cerca de su rostro para ver que yo había estado más en lo
correcto de lo que pensé. El brillo de su iris parecía verdadera plata fundida
rodando en un tazón, la pupila simplemente flotando en su superficie dorada.

Estaba tan cerca que podía contar sus pestañas, ver que mientras ellas eran del
negro azulado de su cabello, los extremos eran de un gris cenizo, y parecían tener
varias puntas como el penacho de una pluma. Yo necesitaba tocar su rostro, pero él
sostuvo mi mano izquierda, más apretada de lo que había estado cuando él había
intentado quitarla del medio. Sin pensarlo, moví mi mano derecha hacia su rostro,
y lo toqué suavemente con mis dedos. Sólo el lado de su cara, su perfil, su mejilla,
pero se sentía tan bien. Yo quería poner la mano alrededor de su cara como lo hizo
él con la mía, pero el yeso del molde estaba en el camino.

Giré mi cabeza para mirar hacia mi brazo derecho, y rápidamente volví a mirar a
Robert. —Puedo mover mi mano y mi brazo —dije, alarmada, y lo subí y bajé para
probar el punto—. No se supone que sea capaz de hacer eso, ¿verdad?

Su sonrisa era tímida. —No es como si tú no supieras que mi tacto podría sanarte.

Bueno, yo sabía eso. Pero él había trabajado su pequeña cosa de la curación en mí


antes, y mis huesos no se habían curado tan rápido. —¿Por qué sucedió tan rápido
esta vez? —Yo estaba nerviosa, preguntándome cómo iba a explicarle esto a los
médicos o a papá.

104
—Fue porque te he complacido —respondió con orgullo—. El cuerpo humano
parece responder mucho mejor a la curación cuando se siente saciado y deleitado
de alguna manera.

Me ruboricé, porque la sensación de placer era una atenuación para describir cómo
mi corazón se aceleraba, y cómo estaban las cosas revoloteando en mi estómago en
este momento. Comencé a reunir el coraje para decir que tal vez necesitaba más
curación cuando de repente Robert ya no estaba a mi lado en la cama, sino que,
estaba sentado en la silla en la que papá había estado durmiendo. Le miré de
manera inquisidora, casi abatida, cuando la puerta se abrió y papá entró con una
bandeja de alimentos, el doctor directamente detrás de él.

Papá miró hacia mi rostro, enrojecido lo más probable, y luego miró hacia Robert,
cuyo rostro sólo mostraba preocupación por mí mientras el doctor empezó a
jalarme, torcerme, doblarme y empujarme, viendo cómo mis heridas estaban
cicatrizando.

—Grace, ¿te sientes bien? Pareces tener un poco de fiebre —dijo, dejando la comida
y las bebidas en la pequeña masa rodante junto a la cama y colocando su mano
sobre mi frente. Él la retiró hacia atrás rápidamente—. Jesús, ¡estás ardiendo! ¡Doc,
ella tiene fiebre!

Estoy segura de que el doctor ya había llegado a esa conclusión después que el
hombre me manipuló, pero sólo para aplacarlo, él sacó un objeto que parecía un
martillo de reflejos con una pelota al final y lo hizo rodar por mi frente y abajo de
mi cuello. Después de echar un vistazo a su lectura, me miró y dijo: —Parece como
si tuvieras un poco de fiebre, querida. Te conseguiremos algunos Tylenol para
tratar de bajarla, ¿de acuerdo?

Asentí, no muy preocupada por la fiebre en absoluto. No con mi pequeño milagro


sentado a sólo tres pies de distancia de mí.

Papá, en cambio, no iba a aceptar sólo Tylenol como la solución. —¿No cree que
debería ver qué está causando la fiebre? ¡Ella podría tener una infección! Tenemos
Tylenol en casa. Ella está en un hospital, ¡por amor a Dios! ¿No tienen cosas aquí
que sean más fuertes? ¿Más rápidas? Si todo lo que va a darle es Tylenol, puedo ir a
casa y conseguirle algunos en este momento de modo que no tendré que ver el
cargo de $25 para dos píldoras.

Me senté allí, boquiabierta. Papá no era siempre el más paciente, pero nunca lo
había visto actuar así antes. Oírlo decirle eso al médico daba miedo.

¿Me viste nacer, y piensas que ESTO da miedo?

105
Miré a Robert sentado plácidamente en su silla y fruncí el ceño. Él no estaba
ayudando. —Papá, está bien. El Tylenol está bien. Es probablemente sólo el estrés
o algo así.

Él me miró y sacudió su cabeza, sin aceptar eso como mucho. —Mira, nena, ya
perdí a tu mamá y he llegado malditamente bastante cerca de perderte esta noche.
Sé cómo estas cosas trabajan. Unos minutos estás bien, y al siguiente, tienes fiebre,
y entonces te vas. No dejaré que eso suceda. —Él estaba agarrando mis hombros, la
tensión y el terror en su rostro era difícil de digerir.

—Papá, esto no es como mamá. Fui atropellada por un coche, pero estoy bien.
Algunos huesos rotos, algunos moretones, pero estoy bien. Esto va a estar bien,
papá. —Traté de tranquilizarle.

Robert se levantó y colocó su mano sobre el hombro de papá. Pareció ser un gesto
consolador, pero yo sabía lo que Robert estuvo haciendo antes de que él levantara
su mano. Él me lo había contado silenciosamente, advirtiéndome que no interfiera.
En un instante, papá se derrumbó, Robert le tomó bajo el brazo.

El doctor corrió rápidamente para verlo, comprobando sus signos vitales mientras
pulsaba el botón de llamadas a enfermeras en el lado de la cama. Pronto, la
habitación estaba llena de personas que no estaban interesadas en cómo me sentía
en absoluto, fiebre o sin fiebre. En su lugar, papá fue a una habitación propia para
ser tratado por agotamiento y deshidratación causada por el estrés.

Está bien. Miré hacia Robert y su sonrisa me dijo que estaba de acuerdo.

Tan pronto como todos los demás habían dejado la habitación, Robert regresó a la
orilla de la cama. Por mucho que quería que me sostuviera de nuevo —y yo quería
mucho que me sostuviera de nuevo— él aún no había respondido a mi pregunta...
una de muchas. Pero, antes de eso, yo quería una respuesta a una pregunta muy
simple.

—¿Hiciste que yo tuviera fiebre?

La sonrisa en su rostro no podía haber sido más satisfecha. —Sí.

—¿Por qué?

Extendió la mano y agarró la mía, llevándola a su cara. —Para que yo pudiera estar
a solas contigo.

Mi corazón empezó a correr, pero luego él soltó mi mano y tomó la mesa rodante,
tirándola entre nosotros y agarrando su soda.

—Tienes preguntas a las cuales tengo respuestas, y yo no quería responderlas


mientras tu padre estaba aquí, así que tuve que darle algo para conseguir un exceso

106
de trabajo. Sólo tomó un pequeño codazo de mi parte con sus emociones —y tu
fiebre— pero tan pronto como golpeó ese punto fundamental, sabía que fácilmente
hubiera podido pasarlo sin causar ninguna sospecha. —Sonaba como un estratega
de guerra. Podría haber sonado tan sencillo para él, pero para mí era muy
complejo. El qué pasaría me hubiera vuelto loca antes de que un sólo paso hubiera
sido tomado.

Miré mientras abría la botella y bebía un largo trago. —Ahora, ¿tienes algunas
preguntas?

Tuve que parpadear varias veces antes de recordar qué era lo que yo quería hacer.
—Nunca respondiste a mi primera pregunta. ¿Eres un ángel?

Él sabía lo que le iba a preguntar, sabía qué quería saber, y su respuesta estaba muy
bien preparada, casi ensayada. —Sí, a pesar que soy diferente dependiendo de en
qué país estés. ¿No vas a comer? —Él hizo un gesto hacia la comida en la bandeja,
la hamburguesa y papas fritas que papá me había traído semi-frías, la grasa
congelándose ante nuestros ojos.

Negué con la cabeza hacia la comida, demasiado ocupada para digerir lo que había
confirmado sólo para mí. Un ángel —yo era en realidad amiga de un ángel— y
estaba sentado en mi cama y hablándome... y bebiendo una soda frente a mí. Esto
era demasiado irreal. Reuniendo mis pensamientos de nuevo mire hacia él y suspire
—probablemente no el último que sería capaz de dar si me sonreía de nuevo— y
comencé.

—Tú me mostraste tu... nacimiento... pero la mujer que te llevó y te llamó “hijo”
mató a tu madre. ¿Por qué?

Yo había comenzado con una de las preguntas más difíciles, lo sé, pero si
pudiéramos pasar a través de una difícil, preguntar el resto sería mucho más fácil.
Esperé pacientemente a que respondiera. Después de lo que pareció como una
eternidad de escucharnos a ambos respirar, comenzó.

—La mujer que viste llevándome en su vientre no era mi madre. Ella era un
recipiente, una incubadora, lo que se llamaría un sustituto en los tiempos de hoy.
Mi madre, el monstruo que viste atacarle, estaba haciéndole un favor. Sé que es
difícil de entender, con este tipo de violencia visible y aparente crueldad, pero el
destino que le esperaba a aquella mujer por llevarme era mucho peor. Su nombre
era Hanina. Ella era una trabajadora agrícola en los campos de la propiedad de mi
madre. Ella era leal, dedicada porque sabía lo que era mi madre, sabía que las
bendiciones de Dios estarían con ella por ser obediente y amable. Ella había estado
casada durante varios años con un hombre cruel. Él le había golpeado después de
que ella decidió no quedar embarazada con un niño al mes de estar casados, y le
pegaba cada mes siguiente durante siete años. Ella nunca se lo dijo a nadie. Ella

107
soportó los golpes, sufrió su ira contra su cuerpo, y la rabia contra su carne. Ella le
había prometido a Dios que iba a ser una esposa respetuosa, y ella lo era en todo
excepto teniendo a su heredero.

—¿Por qué no sabía tu madre lo que le estaba sucediendo a Hanina? ¿No podía leer
su mente? ¿Leer la mente de su marido? —Le pregunté, sin entender por qué ella no
usó su don.

—Mi madre siempre ha sido muy particular sobre las mentes en las que se adentra.
Después de siglos de ver los pensamientos enfermos y depravados que los humanos
eran capaces de tener, ella simplemente se detuvo por completo a menos que fuera
absolutamente necesario.

Asentí, sabiendo que si yo tuviera la habilidad de mirar dentro de la mente de


alguien como el Sr. Branke, necesitaría hervir mi cerebro en vinagre. —Perdón por
interrumpir. Por favor, continúa. —Dije.

Sus labios formaron una línea sombría por mis pensamientos, pero continuó.

—Después de una mala golpiza en particular, ella llegó tarde a los campos. El
esposo de Hanina le había dicho a mi madre que ella estaba probablemente
enferma, estando embarazada. Mi madre fue a la choza de Hanina para verlo por sí
misma, habiendo sabido que Hanina nunca llegaría tarde por estar con el niño. Ella
encontró a Hanina tendida en el suelo, apenas respirando, su corazón débil
enviando tambores para provocar que los arcángeles la llevaran a casa. Mi madre,
sin haber sido conectada a un ser humano antes, reconoció la lealtad que había
mostrado Hanina, y le preguntó qué le gustaría más en el mundo antes de unirse a
Dios. Hanina dijo, simplemente, “tener un hijo es todo lo que quiero”. Mi madre
no entendía esto. ¿No acababa de decirle el esposo de Hanina que ella estaba
embarazada? Pero mi madre sabía que Hanina no estaba más embarazada que ella
tan pronto como le tocó su vientre. Ella también podía sentir las muchas otras
heridas que había soportado, oyendo el cuento de su cuerpo en la canción que su
sangre golpeaba. Ella era tan leal, tan devota a Dios, a su esposo y a mi madre, que
ella había sufrido en silencio la desgracia de lo que era realmente su matrimonio.
Eso enfureció a mi madre. Ella estaba enfurecida. Ella llamó al marido Hanina a la
choza donde le exigió que respondiera por sus crímenes. Él escupió en ambas ellos,
les llamó por nombres horribles, y las maldijo con el nombre de Dios en sus labios.
Hanina había sido maldecida… no había nada que pudiera hacer por ella ahora.
Pero el esposo de Hanina se había atrevido a maldecir a uno de los ángeles de Dios.
Su maldición se convirtió en una soga invisible alrededor de su cuello y se
atragantó con ella. Sus pensamientos agonizantes eran que mi madre era una bruja
y que la vería en Infierno. Fue uno de los últimos momentos en los que ella alguna
vez escuchó los pensamientos de un ser humano. Hanina ahora estaba condenada,
pero mi madre, sintiendo su deber de ver que ella permitiera como mínimo su deseo
agonizante después de no poder mantenerla a salvo, bendijo su vientre estéril con

108
un niño. Este fue un compromiso entre el ángel y el humano, que Hanina llevaría
en ella un hijo que mi madre no podía. Hanina pasó los siguientes nueve meses
viviendo muy feliz. Sus manos nunca dejaron su vientre, y ella nunca se encogió en
que crecía por debajo de él, incluso cuando empecé a hablar con ella en sus sueños.
Ella vio a través de mí la muerte que era la maldición de su marido. Pero ella nunca
quiso dejar de amarme dentro de ella. Ella cantaba para mí los salmos, y me dijo
que las alegrías que experimentaría con Dios seguramente me bendecirían para su
salvación. El momento del ajuste de cuentas finalmente llegó una noche cuando se
produjo un incendio en los campos. Mi madre no necesitaba los cultivos para
sobrevivir —lo que era una cosa trivial, en esa granja— pero ella había elegido vivir
tan pacífica y humana una vida mientras pudo, y ella sabía que simplemente dejar
que eso se quemara destruiría la paz que pudo encontrar entre la humanidad, por lo
que fue a combatir el fuego junto a sus sirvientes. Hanina había olido el humo de su
choza, y siempre leal, fue a tratar de apagar el fuego, también. Ella no sabía que el
fuego había sido intencionalmente puesto por aquellos que querían hacerle daño
por los que creían que ella había provocado su viudez y el bastado percibido dentro
de su vientre. La golpearon, la violaron, y se disponían a echar fuego a su cuerpo
cuando mi madre apareció. El Don de mi madre, era su capacidad única de
cambiar formas, cualquier forma que deseara, y entonces se convirtió en la criatura
que era más cómoda para ella —la de la loba— de modo que pudiera cazar a los
que habían tratado de destruir a su hijo. Ella mató a todos ellos y lo disfrutó, pero
para entonces ya casi era muy tarde. Las llamas estaban casi en Hanina, el aire
alrededor de ella siendo aspirado lejos como un vacío… ningún ser humano sería
capaz de sobrevivir a eso. Hanina le pidió a mi madre matarla rápidamente, con
compasión, de modo que no hubiera sufrimiento y ningún daño hubiera llegado a
mí. Preguntaste por qué mi madre mató a Hanina. La respuesta es, porque mi
nacimiento requería su muerte. Si ella no lo hubiera hecho, yo lo habría hecho de
un modo muy violento e imperdonable. Sin realmente comprender esto, la
bendición de mi madre estaba cumpliendo con la maldición que el esposo de
Hanina había hecho.

Robert se detuvo. Él parecía ir sobre algo en su mente, y yo lamentaba no poder oír


los pensamientos corriendo por allí con la misma facilidad que los míos.
Finalmente, él comenzó de nuevo.

—La muerte de Hanina anunciaba mi comienzo, mientras que mi nacimiento


anunciaba su final. Pero también trajo consigo el fin del tiempo de mi madre en la
tierra como ella lo sabía. Los trabajadores agrícolas habían visto su cambio. Ellos la
habían visto caminar por el fuego para matar a Hanina, la habían visto sacarme del
vientre de Hanina, habían visto demasiado y mi madre sabía que tenía que irse.
Pero, no podía dejar a todas esas personas con los conocimientos que ahora
poseían. Mi madre hizo algo esa la noche que ella nunca se ha perdonado a sí
misma. Ella descendió sobre el pueblo como una plaga, matándolos a todos tan
rápidamente y tan misericordiosamente como fuera posible. Ella no tenía ningún

109
otro recurso. Su secreto era ahora mi secreto, también, y ella tenía que protegerlo.
Las muertes de los agricultores fueron atribuidas por el fuego, y nadie pudo
encontrar fallas en esa excusa ya que los incendios de cultivos se propagan muy
rápidamente, y por lo general todos los esclavos eran enviados para tratar de apagar
el fuego por sus amos. Mi madre mató a todos ellos por mí. Su deseo de
recompensar a una criada y de tener un hijo les costó la vida a más de cien
personas. Tanta muerte —desde el principio— todo causado por mi nacimiento. Mi
madre dice que por eso, fui bendecido con mi capacidad de sanar, expiar los
sacrificios hechos para que pudiera sobrevivir.

Cuando se detuvo, me tomó un momento para procesar toda la información que


había compartido conmigo. Que él confiara en mí con todo esto, sabiendo el precio
que le había costado a tantos, era intimidante y… aterrador. ¿Iba a matarme del
mismo modo en que su madre había matado a todos sus criados? ¿Podría?

Mis pensamientos hicieron que sus ojos se ensancharan, con su cara volviéndose
pálida. No. Por supuesto que él no podía. No era un asesino.

Cerró los ojos con rapidez antes de que pudiera seguir estudiando su reacción y
llegó a mi cuello, sus manos acariciaron mis hombros, mi garganta. Él apretó su
frente contra la mía una vez más, nuestras dos mentes se tocaban en más de un
sentido.

Imposible.

110
Ciega

Traducido por Anelisse y AndreaN

Corregido por Marina012

T
uve la oportunidad de salir del hospital después de sólo dos días. Los
médicos estaban asombrados de lo maravillosa que había sido mi
recuperación. ¿Caminar con la ayuda de muletas? ¿Ser capaz de tomar las cosas
con mi mano derecha? Se atribuyó todo a mi juventud y la obstinación, le dijo el
médico a papá, y me prescribió medicamentos para el dolor "para después".

Fui llevada en una silla de ruedas al coche por una enfermera que había solicitado
un doble cambio sólo para poder mirar a Robert un poco más de tiempo. Dijo que
los pensamientos que tenía acerca de él estaban en el límite penal. Sin embargo, él
la obligó tanto como fuera posible. Él le permitió mirarlo sosteniendo mi mano,
susurrando en mi oído, besando mi frente, besando mi mano. No tenía ningún
problema con eso.

Estos castos besos tenían una manera de sanar las heridas que eran más visibles.
Las heridas de mi pierna izquierda por la punción se habían cerrado por completo y
los moretones en la cara de un color amarillo alrededor de mis ojos se perdían.

Salí del hospital como la víctima de un atropello y fuga, pero me veía en mejores
condiciones de lo que papá lo hizo… a pesar de que todavía se limitaba a los
moldes. La noche que pasó durmiendo en una habitación de hospital por sí mismo
le había hecho algún bien, pero su preocupación por mí, junto con el hecho de que
la policía estaba muy lejos de averiguar que me había golpeado, iba haciendo mella
en él.

Janice vino a recogernos a los dos, gastando tanto tiempo adulando tanto a papá
como a mí. Me sentía bien, tenía que admitirlo, que tener la atención materna
dirigida hacia mí después de estar sin ella durante tanto tiempo.

111
Ella también actuó como un amortiguador entre papá y Robert, de quien papá
había decidido, pasaba demasiado tiempo conmigo para alguien que acababa de
conocer en la escuela hacía menos de un mes.

Ella lo mantuvo ocupado mientras que Robert me ayudaba en la parte trasera de la


pequeña camioneta, y luego lo distrajo aún más cuando besó la parte superior de mi
cabeza antes de decirme que me vería en mi casa antes de cerrar la puerta. Cuando
llegamos a casa le sugirió que Robert, quién nos había seguido en su moto, podría
ayudar a cargarme para llevarme dentro de la casa para que yo no tuviera que usar
las muletas para saltar hasta los escalones del porche.

Entonces, justo antes de que papá estuviera a punto de objetar, fingió sentirse
mareada por lo que centró su atención en ella. Sólo me enteré de la farsa después,
cuando papá estaba ayudando a Janice por las escaleras hasta su habitación. Robert
había apuntalado la pierna enyesada e inútil en una almohada en el sofá, y luego se
sentó a mi lado, me guió para inclinarme hacia atrás contra él.

Él acarició mi cabello, frotó mis hombros, y compartió sus pensamientos conmigo.


Yo había empezado a apreciar esta parte, cuando nos estábamos comunicando así,
nuestras mentes en contacto entre sí, me sentía como si mi mente fuera cobijada
por una extraña sensación de paz, y todas mis molestias anteriores fueran otra cosa,
un recuerdo lejano. Todavía estábamos en esta posición cuando Janice y papá
volvieron a bajar las escaleras veinte minutos más tarde para discutir el almuerzo.

Robert inmediatamente se ofreció a ayudar a hacerlo con Janice, y me dejó con un


pensamiento antes de partir hacia la cocina. Él se preocupa por ti. Casi tanto como yo.

Papá se sentó cerca de mí sosteniendo mis pies, tocando los dedos de los pies que
asomaban por el yeso, y suspiró.

—¿Cómo te sientes, chica?

—Estoy bien, papá. Más que bien, en realidad —le dije con sinceridad—. No tengo
dolor, no estoy siendo obligada a comer la vil comida del hospital, y no tengo que
ser pinchada y cortada nunca más. ¡Estoy genial!

Papá asintió con la cabeza, convencido de algo, pero parecía como si estuviera
pesando algo en su mente. ¡Oh, me gustaría ser capaz de leer su mente para saber
qué decir cuando por fin lo dijera!

Me dio unas palmaditas en el pie bueno, con un suspiro, una vez más. —Grace,
Graham va a venir en unos pocos minutos. Quería ver qué estabas haciendo. Oyó
sobre el accidente y está muy preocupado.

Yo no sabía qué decir. La parte cínica me dijo que iba a venir a ver al monstruo en
un yeso. La parte de la esperanza me dijo que iba a venir a decir lo mucho que

112
sentía haberme dañado, y que él quería que fuéramos amigos otra vez, y más, si eso
era lo que yo quería.

Yo no iba a jugar a la tonta sorprendida por la admisión. Yo había amado


realmente Graham, y todavía lo hacía. La chica de diecisiete años, se sintió
emocionada ante la idea de que él, posiblemente, se diera cuenta de lo cerca que
estuvo de perderme y no quisiera darlo por sentado de nuevo.

Rápidamente pensé en mi cabeza lo que iba a decir si efectivamente tuviera que


expresar cualquier tipo de remordimiento, haciendo girar los dedos alrededor de la
otra mano, en un esfuerzo para calmar mis nervios. Hubo un golpe en la puerta y
respiré hondo mientras papá se levantó y respondió. Yo podía sentir el nerviosismo
vibrar en mí, hacia arriba y abajo por mi cuerpo, y un dolor, pinchado la burbuja
comenzó a sentirse en mi corazón con el recuerdo de que el lunes de apenas hacía
un mes todavía estaba fresca y nueva, para mi gran desilusión.

Papá entró en la sala de estar seguido por alguien. Levanté la vista de mis dedos
inquietos para sonreír a Graham, en lugar de una mueca como yo quería, pero no
era Graham quien estaba detrás de mi padre. Era una chica. Una que nunca había
visto antes, pero cuyo rostro era tan familiar que hubiera tenido que haber estado
ciega para no saber quién era.

—Uhm, Grace, es Lark Bellegarde. Ella dice que es la hermana de Robert. Su


madre la envió aquí para ver si podía buscarle. —Me dijo papá mientras miraba
con asombro a la hermosa chica de pie junto a él. Si alguna vez un rostro podría ser
utilizado para ilustrar la definición de los ángeles, era el de ella. Si ella sonreía, yo
no habría tenido ninguna duda de que yo escuchaba música en mis oídos. Esta era
la misma chica en cuyo nacimiento Robert había ayudado en su visión, yo me di
cuenta.

En ese destello de reconocimiento, ella me susurró. No era audible. Era en mi


mente. Ella sabía leer y proyectar los pensamientos como podía Robert. ¡Por
supuesto que puede! La expresión de su rostro era fría, despectiva.

Ella no era mi fan. Únete al club.

Ella parpadeó, al parecer sorprendida por mi reacción. Fue entonces cuando me di


cuenta de sus ojos, y lo que parecía un extraño paquete de palos que llevaba en la
mano. ¡Lark, la hermana del ángel, era ciega!

Puedo ser ciega, humana, pero puedo ver todavía, y mis poderes son ilimitados en
comparación con tu débil ser humano.

Aunque la voz era propiamente musical, su enojo era terriblemente frío. Era como
si con cada palabra que ella pensaba, enviara junto a ella un puñal de hielo. Me
dolía, y ella lo sabía, aunque no podía ver la reacción en mi cara.

113
Robert apareció de repente, después de haber sentido el encuentro entre su hermana
y yo, no sólo lo escuchó. Sus ojos eran de nuevo de acero, fríos. La cara de Lark
estaba satisfecha. Papá estaba de pie junto a Lark, ajeno a lo que estaba sucediendo,
a que ellos tenían una conversación completamente en silencio, una discusión
acerca de mí.

Como si se diera cuenta de que había un público, Lark cayó en el personaje con
facilidad, y entregó sus líneas.

—Rob, mamá te quiere en casa ahora. Tenemos dos bodas esta semana y te
necesita para ayudarla con la puesta a punto.

Entonces toda la postura de Rob cambió. Él asintió rígidamente con la cabeza y se


acercó a mí en el sofá, de rodillas para que pudiera hablar conmigo sobre el nivel de
los ojos. —Volveré tan pronto como pueda, pero no será por unos días. Tienes que
vértelas con la cocina de tu papá, pero te dejo con la mejor sopa de lata y el mejor
sándwich de atún en la historia de combos de sopa y sándwich. —Me sonrió y
luego se inclinó hacia delante y me besó en la frente.

Le miré a los ojos, viendo que el duro metal se suavizó un poco. ¿Por qué te vas?

Cierto. Yo no puedo decirte en este momento. Sólo sé que voy a estar de vuelta en no más de
un par de días.

¿Quieres realmente volver? Odiaba sonar tan desesperada.

Te prometo que estaré tan pronto como pueda. Llevó mi mano a sus labios y besó cada
dedo. Sentí cada uno y el camino de cada uno hasta el fondo de mis pies. Mis
dedos se sentían tan sensible, que pensé que podía sentir las líneas en los labios y el
pulso que batía por debajo de ellos.

Se levantó y me guiñó un ojo, gritó su adiós a Janice, le agradeció a papá, y arrastró


a Lark de la casa. Sucedió tan rápido que Janice apenas había salido de la cocina
cuando escuché la veloz motocicleta de Robert fuera. Papá estaba murmurando
algo para sí mismo acerca de los besos y los límites cuando hubo otro golpe en la
puerta.

Él se volteó y fue a responder. Todavía estaba enfadado cuando Graham entró,


con mi padre detrás de él, todavía murmurando bajo su aliento. Graham me miró
en el sofá, mis miembros en yesos, apoyados en las almohadas, y sus facciones se
volvieron increíblemente angustiadas. Caminó cautelosamente hacia mí, como si el
hecho de mover el aire a mí alrededor me lastimaría, y luego se arrodilló enfrente
de mí.

—Oh Dios, Grace, no lo sabía. No lo supe si no hasta hace unos pocos minutos —
miró mi pierna enyesada, sin saber que estaba completamente curada debajo, y con

114
sus labios temblando, bajo su cabeza hacia mi regazo—. Lo siento tanto, Grace…
—su voz tropezó, y por un breve segundo, pude ver al niñito que había llorado
cuando vio lo que quedaba de su ballena en frente de mí—. Siento tanto haberte
lastimado. No tenías a nadie a quien acudir y lo siento tanto; soy un idiota.

Esto era todo. Esto era lo que había estado esperando. Esto es lo que había
esperado que hiciera. Y sin embargo… no se sentía tan bien como había esperado.
Tal vez era porque no podía soportar también verlo lastimado —nunca pude— y
aquí estaba en obvio dolor. Tal vez era porque sabía que aunque su dolor y
remordimiento eran reales, mis heridas no lo eran.

Suspirando, coloqué mi mano en su cabeza, el acto era familiar y reconfortante. Él


suspiró, sabiendo que pronto estaría jugando con su cabello y diciéndole que se
anotaría muchas más novias si dejara de usar tanto gel.

Sólo que esta vez no diría nada en absoluto.

Y así de rápido, con sólo esas pocas palabras de remordimiento de él, caeríamos de
nuevo en nuestra vieja rutina, como si la traición, el dolor, nunca hubiera ocurrido.
Tal vez era una idiota por esto, pero este era Graham.

Nada podría borrar la historia entre nosotros.

Pronto, Janice le estaba preguntando si quería quedarse para el almuerzo, ya que


obviamente nuestro huésped previo no estaba. Él aceptó y tomó el asiento junto a
mí que Robert había usado. Me molestó… que tan profundamente mi corazón
hubiera sido roto, que me hubiera sentido tan miserable, y que tan fácil todo
aparentemente hubiera sido olvidado y perdonado para él. Me sentí engañada de
cierto modo —esperaba mucho más de esto— pero acepté esto por ahora, esto era
mejor que la alternativa.

Graham se quedó hasta la cena, cuando su madre vino a visitarnos con una bandeja
de lasaña vegetariana en sus manos.

Él dijo que vendría en la mañana antes de la escuela para ver como estaba, y luego
se fueron. Papá no había dicho ni una palabra hasta que era hora de la cama y yo
estaba intentando saltar las escaleras con su ayuda; pretender que no podía caminar
iba a ser tedioso.

—Grace, ¿cómo te sientes acerca de que Graham vuelva de nuevo a tu vida ahora
que también tienes a Robert en ella?

No respondí hasta que estábamos en la puerta de mi habitación.

115
—No lo sé. Nunca —ni en un millón de años— pensé que sería la chica con dos
chicos en mi vida, dos chicos de los que me preocupo mucho. Hasta hace unas
pocas horas, todavía estaba sorprendida de que tuviera uno.

Papá abrió mi puerta y me ayudó a entrar a mi cuarto. Jadeé. Estaba. ¡¡Limpio!!


Janice debía haber hecho esto; me pregunté qué pensaba de mi desordenada
habitación… y donde había puesto todo exactamente. Papá me ayudó a saltar hasta
la cama y luego fue a agarrarme un par de bóxers y una camiseta. Se sentó en la
cama al lado de mí, luego, se preparó para lo que parecía ser una larga charla.

Mirando las ropas que había sacado, decidí que podía esperar a cambiarme. Esto
parecía importante.

—Grace, ¿qué tanto te preocupas por estos chicos? —Me preguntó.

—Me preocupo mucho por ellos, papá. —Dije tímidamente, bajando la vista para
mirar algún punto invisible en el suelo para evitar tener que ver su rostro mientras
respondía. Sabía que escucharía la verdad en mi tono.

Agarró mi mano derecha, con yeso y todo, y suspiró. —Me temía eso. Te das
cuenta de que estás empezando aquí, ¿verdad? Dos chicos que se preocupan por la
misma chica… ¿esa chica preocupándose por ambos?

Asentí, entendiendo el punto que estaba intentando hacer; pero también sabía
algunos hechos que él no sabía. —Papá, Graham y yo no seremos nada además que
amigos. Él tiene novia y ellos van “en serio”, y sin importar que tan cerca estuve de
morir, él nunca me mirara de la forma en que la mira a ella.

Papá puso su mano debajo de mi barbilla y levantó mi rostro para que viera sus
ojos, sus facciones suaves y cálidas.

—Entonces él se lo pierde, Grace. Pero… tú desearías que lo hiciera, ¿verdad?

No sabía que responder a eso. Una parte de mí sí quería que me mirara de la


manera en que lo hacía con Erica. Sería tonto mentir, especialmente ya que no
había pasado tanto tiempo desde que lo había querido con tanta fuerza que cuando
se hizo claro que nunca pasaría, me aplastó. Pero estaba esa otra parte de mí que
sabía que cuando Robert me veía, nada nunca podría igualar el fuego que quemaba
dentro de mí. Y sabía que estaba más que dispuesta a arder para siempre.

—No sé lo que quiero de Graham, papá. Ahora mismo, su amistad es más de lo


que esperaba, y tomaré lo que pueda con tal de tenerlo en mi vida de nuevo.

Papá parecía disgustado por esa respuesta, las líneas envejecidas volviendo a su
frente y boca. —Él te lastimó bastante, Grace. Creo que si la escuela no hubiera
empezado, todavía estarías en tu habitación… —él sostuvo mi rostro con sus

116
manos como lo hacía cuando era una niñita—. Y yo no quiero que vayas por ese
camino una segunda vez, sólo para lastimarte de nuevo. Por cualquiera de ellos.

Levanté mis manos para cubrir las suyas y apretar sus dedos, fingiendo una mueca
de dolor para ocultar el hecho de que mi brazo no estaba roto después de todo, y
besé su mejilla. —Papá, me conoces tan bien, y sin embargo no me das el crédito
que merezco.

Él palmeó mi muslo y besó la cima de mi cabeza antes de pararse e irse. Caminó


hacia mi puerta y luego se volteó. —Grace, tú has sido la única constante en mi
vida desde que tu madre murió. Siempre de buen corazón, siempre generosa y
genuina. Siempre te he dado el crédito que mereces. Sólo creo que tú tal vez no eres
consciente de tu propio corazón, no en lo que al amor respecta. El amor puede
hacerte ciega a muchas cosas, pero más especialmente a lo que realmente quieres y
a lo que es bueno para ti. —Y luego se fue.

Pensé a lo que se refería cuando dijo que el amor nos hace ciegos a lo que
realmente queremos. Yo sabía lo que quería; quería amor.

117
Guardaespaldas

Traducido por Ruthiee.

Corregido por majo2340.

N
oches inquietas no hacen las mañanas muy agradables. Dormir con
inservible yesos estaba empezando a sacarme de quicio. Vestir ropas que
eran muy pequeñas para moverse alrededor de los yesos en mi brazo y
pierna, o muy grandes para ser de más utilidad que tener una toalla cubierta sobre
mi cuerpo, estaba clasificando en segundo lugar no ser capaz de ir al baño sin tener
que ser anunciada por mi salto de ida y vuelta.

Janice hizo el desayuno la mañana siguiente de que yo llegara a casa, mientras


Papá me ayudaba a bajar las escaleras. No supe cuánto tiempo sería capaz de
mantener la farsa de mis fracturas, pero no sería por tanto si la irritación no se
aflojaba pronto.

Me senté para una comida de huevos revueltos y tocino mientras papá leía el
periódico. La historia del atropello y fuga estaba por sobre toda la primera plana. El
misterioso vehículo, el misterioso conductor, mis heridas, y el héroe, estaba todo
eso ahí en blanco y negro. Era difícil tragar mis huevos a medida que la severidad
del accidente era descrita detalladamente con una fuente del número doce.

El rostro de Robert estaba destacadamente exhibido al lado de mi foto de tercer año


—evalué la evidente yuxtaposición— justo debajo del encabezado. Había una
historia por detrás acerca de su familia en otra página; me recordé a mí misma
leerla cuando papá terminara. Yo sabía que cualquiera con una credencial de
prensa podría ser capaz de indagar, pero sería interesante saber exactamente que
sabían los medios acerca de él y su familia.

Hubo un golpe en la puerta trasera, y como si hubiera habido un cambio, nunca


sentí una ausencia de él en mi vida. Graham entro por la puerta y me sonrió. Y
patética yo no pude evitarlo —yo sonreí de vuelta. Esa ráfaga de felicidad que
siempre conseguía cuando él me sonreía. Instantáneamente me molestaba,
también. Bueno eso era ciertamente diferente.

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Él se sentó en la silla vacía junto a mí y empezó a comer de mi plato, otra vez
cayendo de vuelta en la rutina. Quizás yo estaba tan delgada porque nunca había
sido capaz de terminarme una comida cuando él estaba alrededor… Le arrebaté un
pedazo de tocino de su mano, frunciendo el ceño hacia su necesidad de robarle
comida a una amiga lastimada. —¡Ey! —protestó, tratando de alcanzar la tira de
carne de mi mano.

—Este es mi tocino. Consíguete el tuyo —ladré, tirando mi mano de vuelta. Me reí


cuando él extendió la mano hacia el plato de papá y agarró el último de ahí. Papá
estaba obviamente, muy enganchado en lo que sea que fuera que él estaba leyendo.

—¿Sabías que la familia de Robert es extremadamente adinerada, y aparentemente


muy filantrópica? Evidentemente ellos han donado dinero al hospital y al parque de
bomberos para la compra de más ambulancias y el contrato de nuevos paramédico.
—Dijo detrás de su periódico, su mano estirándose hacia su ahora plato vacío,
palpando alrededor por su tocino que ahora estaba digiriéndose en el estómago sin
fondo de Graham.

El periódico se dobló —Papá miro hacia Graham—. ¿Acaso tus padres no te


alimentan?

Graham sonrió de nuevo. —Solo lo suficiente para llegar hasta aquí —después
rio—. Tengo que ponerme en marcha. Tengo que recoger a Erica. —Él se volvió
para encararme, como si fuera a ver mi reacción. Consiguió una. Fue un ceño
fruncido. Un genuino, ceño fruncido de buena fe.

No le gusto, podía decirlo, pero no me importo. Erica iba a ser un punto de


contención entre nosotros dos hasta que fuéramos capaces de discutirla en privado.
Incluso entonces, estaba segura de que nos daríamos de cabezazos acerca de ella.
Solo no estaba consciente del porque… aún.

—Continúa entonces. Te veré por ahí. —Le dije, mi voz no exactamente


escondiendo mi enojo. El golpeo ligeramente mi hombro. Justo como si nada
hubiera pasado jamás.

—Usa la puerta de enfrente, Graham. —Murmuro papá detrás de su periódico otra


vez.

Graham asintió y comenzó a salir de la cocina. El timbre de la puerta sonó luego, y


Janice fue a responder. Ella seguro que encajaba en el papel de la ama de casa
rápidamente, lo note.

Mi cabeza se levantó cuando escuche la conmoción. No era tanto el griterío que de


repente me hizo olvidarme de mi yeso en mi pierna y temerariamente salir de mi
silla —andando con dificultad como algún caballo demente hacia la puerta de
enfrente— con el sonido de algo pesado cayendo, y el gemido que hice. Corrí fuera

119
de la cocina y me quede mirando a la escena que se presentaba ante mí en el pasillo
frente a la entrada.

Graham —seis pies de largo, la estrella de futbol Graham— estaba en el piso


retorciéndose de dolor. Un muy dolor masculino. De pie sobre él, en todos sus
gloriosos cinco pies y cuatro pulgadas, estaba Stacy. Mi compañera del tercer
periodo estaba usando una muy satisfecha sonrisa en su rostro.

—Te lo mereces por estar aquí, idiota. —Ella escupió.

Janice estaba sosteniendo su mano en su boca, tratando de esconder su risa. —


Parece que tienes un guardaespaldas, Grace. —Me susurro antes dejarme para que
lidiara con lo que había sucedido.

Stacy miro hacia arriba, a mí, su rostro lleno de preocupación mientras ella se daba
cuenta de mis yesos, y apuntaba hacia Graham quien aún estaba rodando en el
piso. —Este patético desperdicio de piel necesitaba una pequeña lección sobre
cómo tratar a una dama.

Ella sonrió mientras él retrocedía cuando ella empezaba a caminar hacia mí. —
Desde que tú no estás en condiciones de hacerlo, pensé en poder tenderte una
mano. O unos pies —ella lo miro de arriba a abajo, evaluando el daño visible para
ella misma—. ¿Cómo te estás sintiendo? No sabía que estabas en casa hasta que leí
la historia en el periódico esta mañana, y tuve que venir y ver que estuvieras bien.

Esto era más de lo que ella me había hablado alguna vez de corrido, y yo estaba
asombrada de cuanto disfrutaba escucharla. —Estoy bien, realmente. Seré capaz de
regresar a la escuela en un par de semanas.

Los gemidos que venían de la entrada crecieron más ruidosos y suspire. Cuanto
más grandes son, más difícil es levantar sus egos. —Sé que tenías buenas
intenciones, Stacy, pero vamos a tener que ayudar a Graham a levantarse. Él vino
ayer y se disculpó por todo lo que hizo, y lo perdone. Estamos tratando de sacar las
cosas adelante… en cierto modo.

Me miro, sorprendida. —Tú eres de lejos una mejor persona de lo que yo soy —ella
camino de vuelta hacia Graham, y murmuro—. Debe ser la mitad no coreana.

Juntas, Stacy con una asombrosa fuerza para su tamaño, y yo con… diversión,
ayudamos a Graham a ponerse en una posición sentada. Su rostro estaba rojo. No
sabía si era por vergüenza o dolor, pero no pude resistir el sentirme un poco
satisfecha por ello. Le debía a Stacy ahora. Amistad de por vida era lo menos que le
podía ofrecer.

—Graham, ¿Estás bien? —Pregunte, tratando muy difícilmente de mantener las


comisuras de mi boca sin curvarse hacia arriba.

120
Mientras esperaba por su respuesta, capte un movimiento fuera de la esquina de mi
ojo. Papá había asomado su cabeza fuera de la cocina para ver por sí mismo lo que
Janice probablemente ya le había descrito. Ver a Graham en el piso, y a Stacy
estando de pie junto a él, su cuerpo chiquito tenso por su enojo y frustración
parecía complacerlo. Él me despidió con unos pulgares hacia arriba y luego
desaprecio.

—¿Por-agh-Por qué me pe-pe-pegaste? —Graham finalmente resolló.

Stacy se encogió de hombros mientras ella replicaba. —Te lo mereces. Y no me


agradas. Y tú lastimaste a mi amiga. Y hay un montón de razones, pero la única
que importa en este momento es porque sabía que se sentiría bien hacerlo.

Tenía que admitirlo, esas eran demasiadas buenas razones. Especialmente la de él


lastimando a su amiga… yo. Estaba un poco complacida sobre esa. —Graham,
¿Estás bien? —Pregunte de nuevo, no reprimiendo la sonrisa que llenaba la mitad
de mi rostro.

—Creo que merezco eso… Estoy bien, Grace. Solo necesito un minuto. —Jadeo.

Stacy rodo sus ojos. —Ya llevas cinco.

Me reí sobre eso. Y no me molesto ni un poco. —Vamos, Graham. Necesitas


levantarte ahora. Tu novia no va a ser muy comprensiva acerca del hecho de que te
retrasaste por que estabas en mi casa.

—Es el peróxido… —Stacy murmuro, yendo hacia adelante para ayudarme a


poner de pie a Graham.

Graham tomo un profundo respiro y trato lo mejor que pudo de recobrar su


compostura. —Me pasaré por aquí después de la práctica para ver como sigues,
¿De acuerdo? Eso es, sino te importa la compañía. —Él miraba con cautela hacia
Stacy, quien estaba sonriendo. Como un gato lo haría hacia un ratón. Un ratón
muy capaz de patear.

—No me molesta, Graham. Te veré después. Diviértete en la escuela. —Dije


mientras él cojeaba fuera de la casa.

Stacy lo miro arrastrar los pies hacia su casa y sacudió su cabeza. —Ese tipo no es
nada bueno. Él actúa como un completo imbécil y piensa que es el regalo de Dios
para las mujeres. He visto lo que es eso, y él ni siquiera se acerca —ella me dio otra
repasada—. Así que sé el cuento del periódico. ¿Te importa si lo escucho por la
boca del caballo? —Ella pregunto, andándose sin rodeos.

—¿Qué quieres saber? —repliqué, andando con dificultad hacia el sofá, los yesos de
repente se sentían muy pesados con la quemadura de la mentira.

121
Ella me ayudo mientras trataba de sentarme y luego se sentó en la mesa de café.
Una cosa no muy coreana para hacer, eso es seguro. No recordaba mucho acerca
de la cultura de mi madre, pero sabía que no te sentabas en las mesas de las casas
de otras personas.

—Quise saber que paso. Me refiero a que, cosas como esta no solo suceden, ¿Sabes?
Y quien sea que hizo esto sigue aún afuera. Tal vez si me hubieras contado, podría
estar de guardia. —Ella sonrió, mi propio guardaespaldas.

Me reí cuando la imagen de ella empujando a la gente fuera de mi camino mientras


estaba caminando de arriba abajo por los pasillos de nuestra escuela aparecía en mi
cabeza. Ella parecía saber lo que estaba pensando porque ella comenzó a reírse,
también. Se sintió increíblemente cómodo, sentada aquí compartiendo una broma
privada con ella, y pensé para mí misma que definitivamente podía acostumbrarme
a ello.

Poniendo los pies de vuelta en la realidad de lo que ella quería escuchar, como sea,
comencé diciéndole los detalles de lo que había pasado, y de lo que había sucedido
inmediatamente después del accidente. Cuando llegue a la parte de los zapatos
cafés, ella me detuvo.

—¿Acaso dijiste que él estaba usando zapatos cafés y agujetas negras? —Me
pregunto, sus ojos se ampliaron… alarmados.

Asentí con mi cabeza. —Sí. Eran unos zapatos bastante caros, también. Se veían
como si él los puliera o algo así. Ni siquiera una parte desgastada o una marca de
arañazo estaban en ellos. Debí saberlo. Tuve una vista demasiado malditamente
buena y con detalle de ellos.

La mandíbula de Stacy cayó, mientras una idea parecía estar rebotando alrededor
en su cabeza, tratando de encontrar el espacio correcto para dejarse caer. —Heath
no es una gran ciudad. Estoy segura de que le será bastante fácil al departamento de
policía encontrar a alguien con lujosos zapatos cafés y agujetas negras que tenga un
coche con daños en la parte frontal. No leí acerca de zapatos en el periódico
aunque, así por lo menos el tipo no sabe que él puede ser identificado.

Me pregunte después si ella estaba en lo cierto. Y si ella había pasado demasiado


tiempo viendo o leyendo dramas policiacos. —La policía en realidad solo tiene
partes y pedazos de lo que sucedió. No fui capaz de darles una completa
declaración en el hospital porque mi papá tenía que ser hospitalizado, también, así
que él no podía darles su permiso para que hablaran conmigo. Eso significa
bastante lo que sea que el periódico tiene… no es lo que les di a los policías.

Stacy medito lo que le había dicho antes de mirar hacia su reloj. —Tengo que irme
antes de que se me haga tarde para la escuela. Creo que me pasare por la clase de

122
Tae Kwon Do 3 y veré como sigues. Estoy realmente feliz de que estés bien, Grace,
solo para que sepas. Estaba verdaderamente preocupada por ti. Gracias por
contarme todo esto.

Intente recordar cuando había estado tendida en el camino, cuando había visto los
rostros de toda la gente que me importaba pasar ante mis ojos, y recordé que ella
había estado ahí entre ellos. Me había sorprendido en ese entonces, pero entendí
que ella era parte de mi vida que me había hecho feliz. Trajo un poco de
normalidad a la vida que siempre había sentido tan tristemente anormal, nunca
había encontrado un lugar para mí misma aparte de la rareza monstruosa.

Le di una genuina sonrisa. —Gracias por venir. Stacy. Significa mucho. De verdad.

Ella me devolvió la sonrisa y después me dio un extraño abrazo; raro no solo


porque no estuviera esperándolo, y porque le devolví el abrazo, sino porque ella no
estaba esperando que lo hiciera. Si la enorme sonrisa en su rostro era cualquier
indicación, tendré que decir que ella estaba muy contenta.

Estaría mintiendo si dijera que no estaba contenta también.

3
Tae Kwon Do: Es un arte marcial que implica defenderse lanzando patadas

123
Soliloquio

Traducido por Anelisse y †DaRkGirl†

Corregido por majo2340.

S
entada en casa después de que papá se hubiera ido a trabajar, y Janice
estuviera arriba de las escaleras limpiando la habitación, tuve un montón de
tiempo para pensar sobre lo que había tenido que pasar los últimos días. En
un instante, mi vida había cambiado. Yo había pasado de estar entera y plenamente
perdida a estar rota, y encontrarme por completo. El golpe y el atropellamiento
habían cambiado mi mundo de nuevo, esta vez todo fue desplazado, el mundo
estaba al revés y yo estaba en el lado correcto.

Ahora era alguien por quién valía la pena luchar, a quién vale la pena salvar. El
sentimiento era increíble. Tuve la imperiosa necesidad de explotar en una canción,
un número musical que incluyera mi baile fuera de compás, yo me conformaba con
el Time Warp.

Así fue como me encontré con Janice; histérica en mi alegría renovada, poniendo
mis manos en mis caderas —completamente imperturbable— tirando mis rodillas
apretadas, y absolutamente sin presentar signos de una fractura en la pierna derecha
o lesiones en la izquierda. Me quedé inmóvil, viendo su rostro, su reacción, y
sabiendo que había que pensar en una explicación rápidamente antes de que ella
empezar realmente a sospechar que fingía mis lesiones.

Empecé a hablar, las palabras listas en mi boca, cuando ella comenzó a reírse de
mí. —¡Oh, Dios mío, estos deben ser unos dolores excepcionalmente asesinos,
Grace. Tu baile era divertido! —Ella se reía tan histéricamente, Casi me sentí
ofendida. Casi. Es difícil sentirse ofendida cuando sabes que pareces absolutamente
ridícula.

Yo sabía que no había que mirar los dientes a un caballo regalado, así que de
acuerdo con ella sobre el dolor asesino me senté, seguía sintiendo vértigo pero fui
cautelosa, ya que había un público que no estaba dispuesto a permanecer arriba.

124
Me sentía como mi viejo yo, sólo... que más feliz. No había otra manera de
describirlo. En realidad estaba más feliz después de haber sido golpeada por un
coche, que cuando me había sentado en la parte superior de uno, dispuesto a
derramar mis entrañas. La ironía para mí casi se siente como otra ronda de risa
porque, ¿quién realmente creé que es mejor haber estado en un choque y fuga?

Miré los moldes en la pierna y el brazo. Sabía que debajo de ellos, mis
extremidades estaban perfectamente bien. ¿A poco no era positivo? ¿Qué pasa si Robert
no tuviera la capacidad de curar a alguien? ¿Y si no tuviera el agudo oído que tenía? ¿Dónde
estaría yo ahora?

La respuesta era simple. Yo estaría muerta.

Era una realidad, difícil de aceptar. Incluso si alguien me hubiera encontrado en la


carretera poco después de ser golpeada, sabía que las heridas que Robert había
sanado antes de que la ayuda llegara no se hubieran reparado así de fácil, después
de una larga espera, esperando la ambulancia. El tiempo hubiera sido mi sentencia
de muerte tan fácil como golpear y correr lo habría hecho.

Pero Robert me había oído. Había oído mi grito de ayuda, tan débil como lo era, y
lo llevó hacía mí. No me había preguntado por qué… había llegado realmente y
con gran parte de una explicación sobre el cómo. Estaba tan aliviada, tan
increíblemente feliz que me hubiera encontrado, y que él estuviera allí, hablando
conmigo y con mi mano entre las suyas, no pensaba en: ¿Cuáles fueron sus razones
para venir en primer lugar? Sabía que él confiaba en mí. Sabía que yo sabía más que
nadie por el momento, y eso me ayudó a hacer a un lado pensamientos que eran
cualquier otra molestia en mi mente.

No me di cuenta de que me había quedado dormida hasta que oí el timbre de la


puerta. Me senté, al darme cuenta de que me había dormido en el sofá, cubierta por
una manta de aspecto horrible, e hice un intento de ponerme de pie. Yo estaba muy
mareada por alguna razón y casi me caí en la mesa de café. Janice, que había ido a
responder la puerta me vio y corrió a ayudarme de nuevo hacia la posición de
sentada, gritando. —¡Adelante! —A quién estaba de pie en el otro lado de esa
maldita puerta.

Janice estaba poniendo mis pies encima del sofá y los envolvió con la fea manta
cuándo una pequeña tos nos alertó que los huéspedes habían entrado en la casa por
su petición. Era el señor Branke, —el pulpo—. Tenía un sobre manila en la mano, y
un ramo de flores en la otra.

—Buenas tardes, Señorita Shelley. Vine a dejar sus trabajos y su tesis. —Me
entregó tanto las flores cómo el sobre, sonriendo ampliamente, lo que causó que se
pareciera a una hiena dando vueltas sobre lo que creía que era un becerro herido.

Tomé el sobre y las flores que llevaba tan rápidamente como pude, arrebatándolos
de sus manos tan rápido, que una lluvia de pétalos de flores cayó en el suelo.

125
—Uhm Gracias —dije tratando —pero fallando miserablemente— de sonreír.
Mostrando cualquier tipo de afección era lo correcto de hacer porque tan pronto
como vio las esquinas de la boca contraídas hacia arriba, incluso en la medida
forzada, el Señor Branke se sentó al lado de mis pies y empezó a escarbar por
debajo de la manta. Mi intento de ser amable había sido recibido como la
invitación de la familiaridad que era demasiado íntima para nadie... sobre todo
entre un profesor y un estudiante. Me encogí, mirando a los dedos gorditos, como
salchichas, sobre la manta en mis pies.

Janice. Gracias a Dios, Janice pareció darse cuenta de mi malestar. —Disculpe,


Señor… —Se detuvo para decirle que él le dijera su nombre.

—Branke. Agust Branke. Soy el profesor de Biología de Grace —respondió él,


sonriendo. Como un cocodrilo.

—Sí, bueno, Señor Branke, Grace ha-estado-a través de una gran cantidad de cosas,
como usted sabe, y ella necesita descansar. Le diré a su padre que paso con su
tarea, y… —ella miró el montón de maleza temblorosa en mis manos—, las
hermosas flores. Así que si no le importa, deje que le acompañe a la salida. —Ella
ondeó su brazo hacia la puerta, en caso de que él necesitara visualizarlo, así como
la indicación verbal de que era el momento para que se fuera.

Se puso de pie, capto la indirecta y asintió con la cabeza hacia mí. —Espero verte
pronto de nuevo en la escuela, Grace.

Asentí con la cabeza hacia atrás, no pude reunir lo suficiente como para sonreír.

Janice caminó con él hacia la puerta, y tire las flores que había traído al suelo.

El sobre manila… ahora que lo había abierto. Dentro había un resumen de todas
mis clases: las que me había perdido, y las que me perdería las próximas dos
semanas porque me habían ordenado quedarme en casa.

La asignación de la clase de Francés y la descripción eran típicas hojas de trabajo


de traducción. La Señora Hoppbaker de Cálculo había estado trabajando en las
coordenadas polares, mientras que el Señor Branke quería que yo estudiara hasta la
estructura celular de la glándula pituitaria humana para una prueba que haríamos el
viernes que yo regresaba. Bueno cosa segura, Señor Branke, ¡sólo voy a sacar de
repente mi vieja Guía fiel de la glándula pituitaria ahora mismo!

La Señora Muniz había elegido Edgar Alan Poe como el autor del semestre y nos
obligó a elegir a unos pocos poemas para disecar en forma de ensayo, en no menos
de veinte páginas, para ser entregadas en el final del semestre. No esperaba a Poe.
La copia del año pasado del programa de Cuarto año no tenía realmente ningún
contenido en la lista de libros de poesía, y yo nunca había sido una fan de la prosa
lamentable y triste de Poe sobre el amor perdido, pero, de nuevo, eso fue antes de
que hubiera perdido el amor por mí misma.

126
Tuve una nueva perspectiva de cómo eran las cosas, en la vida. Hice una nota
mental para una visita a algunas de las obras colectivas de Poe en la biblioteca tan
pronto como pudiera.

Teatro en el sexto periodo iba a plantear un problema para mí con respecto a la


clase porque no pude estar allí, no pude ensayar todas las líneas, lo que significaba
que cualquiera de ellos podría actuar, no es que me quejara de tal cosa, por
supuesto. A propósito, pero cuando miré el periodo de asignación de sesiones, no
había ninguna.

Sostuve el sobre manila hacia abajo y lo sacudí. Una pequeña hoja de papel del
mismo color del sobre cayó y floto hacia el piso. Me incliné para recogerlo y vi que
era una nota. La leí.

“Su compañero de estudio, para el sexto periodo de Arte Dramático, ha sido elegido al azar, e
ira esta tarde para proporcionarle su material de estudio y los requisitos de la asignación.”

Trate de recordar quien estaba en el sexto periodo para ver cuales eras las
probabilidades de que fuera asignada con alguien que no me soportara.

Sabía que Erica estaba en mi clase, así como algunas de sus rubias amigas. No
habría muchos problemas con los chicos con granos cuyos nombres recordaba
como Chad, Dwayne, y Shawn, o Chips, Dip y Salsa, como ellos preferían
llamarse. Había disfrutado estar en su grupo la semana pasada, no eran tan críticos
como había creído, y la actuación del viernes nos había dado una sólida B.

Había otra gente que no podía recordar que parecía inofensiva, y luego estaba
Robert. ¿Quién sería su compañero? Ciertamente no sería tan afortunada de tenerlo
como mi compañero. Además, había dicho que se iría por algunos días, lo que
significaba que no había manera en que viniera más tarde.

Suspiré y esperé, que mi compañero fuera cualquiera Chips, Dip o salsa.

Cuando Janice fue a responder al timbre de la puerta que sonó de nuevo quince
minutos después, juré nunca esperar nada de nuevo, porque solo saldría
decepcionada. Siguiendo a Janice a la sala de estar estaba Erica.

Janice no tenía idea de quién era ella, así que lucía alegre al ver que más personas
venían a visitarme. Pude ver que Erica también estaba muy alegre de visitarme,
envuelta en nuestro viejo sofá en una manta incluso más fea y probablemente más
vieja.

127
—¿Quieres algo de tomar, Erica? —Janice preguntó luciendo muy contenta de que
otra chica viniera a visitarme—. Tengo que empezar a trabajar en la cena, así que
no es problema traerte cualquier cosa. ¿Qué hay de ti Grace? ¿Tienes hambre?

Erica y yo nos miramos mientras ambas respondíamos.

—No gracias.

Janice se encogió de hombros y se fue, aún sonriente, ya que según las apariencias,
mi vida social estaba empezando a lucir cada vez más normal.

Erica fue la primera en hablar tan pronto como Janice estuvo fuera del alcance del
oído.

—Veo que los rumores son ciertos, conseguiste ser golpeada por un carro, sin
embargo honestamente, si crees que este plan va a conseguir que Graham vuelva a
tu vida, estas muy equivocada.

Luche contra la tentación de negar su acusación. No lo hubiera creído de todos


modos

—¿Por qué estás aquí, Erica? —Ella miró la sala de estar, notando el escaso
inmobiliario y sonrió.

—Tú y yo somos compañeras y tenemos que escribir un solilo… algo, y desde que
estoy muy ocupada con Graham como para algo más, lo traje para que lo escribas.
Solo escogeré mis líneas después. Luego actuaremos el viernes si apareces. Si no lo
haces aún tengo una A, así que por favor… tomate tú tiempo —sacó un montón de
papeles de un desagradablemente bolso grande y los tiró sobre la mesa de café—.
Esos son los requerimientos. No sé lo que dice, sólo que estoy segura como el
infierno que no voy a escribir eso. Tengo una vida.

Puso sus manos en sus caderas, su pie izquierdo sobresaliendo de un muy


impráctico vestido largo de Septiembre —en Ohio— y esperó a que recogiera lo que
parecía una resma de papel.

La curiosidad consiguió lo mejor de mí, lo calcule en mi regazo y empecé a leer los


requerimientos y los ejemplos dados, lo que constituía el grueso paquete. Parecía
bastante cortante y seco con la excepción de una cosa: El soliloquio que debía leer
sería escrito por Erica, mientras que ella leería uno que yo debía escribir
especialmente para ella.

La parte que hizo que mi estómago se revolviera con aprehensión y con duda sin
embargo era que no era permitido ver el trabajo de la otra hasta el día de nuestro
recital la próxima semana. Como si pudiera ponerse peor…

128
La miré, preguntándome siquiera lo que esto significaba. ¿Siquiera entendía lo que un
Soliloquio significaba? La miré recordando su lucha para pronunciar inactivo ese
primer día de vuelta a la escuela, y sacudí mi cabeza. Por supuesto que no lo sabía.

—¿Qué? ¿No vas a escribirlo? —pregunto con una mirada de pánico cruzando su
cara.

—Erica, tenemos que escribir un soliloquio para la otra. Yo escribiré el tuyo y tú el


mío. —Le expliqué, mientras ella me miraba, su rostro completamente vacío.

—¿Qué quieres decir con que tengo que escribir el tuyo? ¿Tú qué?

—Mi Soliloquio. Es una especie de dialogo donde hablamos con nosotras mismas.
Yo tengo que escribir el tuyo y tú el mío —dije exasperada—. Tenemos-que-
escribirlo-para-la-otra.

Ella asintió con la cabeza, su cabeza corriendo a través de varias emociones,


finalmente aterrizando en júbilo. Sus ojos de hecho brillaron. Hubiera sido hermoso
si no hubiera notado una sonrisa siniestra que los acompañaba.

—Ya entendí. ¿Y tenemos que leer lo que cada una escribió, verdad? ¿Sin importar
qué?

Hice una mueca. Sabía exactamente hacia donde se dirigía.

—Sí. —Satisfecha con mi respuesta se dio la vuelta y se dirigió a la puerta.

—Trataré de no ser muy honesta. —Ella dijo sobre su hombro antes de salir.

Fue entonces cuando comprendí que ella había sabido de qué se trataba la
asignación todo el tiempo, y quería oírme decirlo en voz alta. No había vuelta atrás
ahora, pero. ¿Sería capaz de ser amable con ella? ¿O escribiría como me sentía? ¿Lo que
sabía era la verdad?

Sabía que ella haría lo peor, sería absolutamente lo más cruel posible conmigo y
tenía que prepararme para eso. Tenía que esperar que Graham fuera el centro de su
escrito, porque ella sabía que eso era lo que me haría más daño.

No tenía ningún control sobre lo que había planeado para mí, pero podía controlar
como responder ante ello. No me iba a ir a los pedazos por esto. Había sobrevivido
a un atropello y fuga, ¿verdad? ¡Érica sería demasiado fácil!

Durante mi asignación, llamé a Janice para que trajera un bolígrafo y mi carpeta de


mi mochila. No estaba segura cuando Stacy o Graham saldrían de sus prácticas, así
que tuve que conseguir la mayor cantidad de pensamientos que corrían por mi
mente y escribirlos para no olvidarlos.

129
Escribí hasta que la tinta del bolígrafo comenzó a acabarse, lo que requirió
levantarme y conseguir otra. Escribí hasta que mi mano empezó a acalambrarse y
luego comprendí que era porque sostenía el bolígrafo demasiado apretado.

Escribí hasta que el sol comenzó a bajar y necesite encender la luz. Estaba tan
absorta en el libre flujo de pensamientos hacia el papel, que casi no note cuando
Graham, apareció con un sándwich firmemente encajado entre sus labios, una
gigantesca taza de café en su mano y apestando a sudor y hierba, se dejó caer junto
a mí.

Fue su olor lo que me dio la suficiente advertencia para cerrar mi carpeta antes que
él pudiera ver en lo que había estado trabajando.

—Ugh, apestas.

Me queje cayendo de nuevo en nuestra vieja rutina como un pie cayendo dentro en
un viejo zapato. Él procedió a sacudir su cabeza, rociándome con sudor y los dos
convulsionamos en risas.

No podía saber si se sentía tan cómodo como yo, pero esperaba que lo hiciera,
aunque una parte de mi me dijo que no.

Especialmente cuando las palabras que fueron escritas bajo mi mano parecían estar
gritando por ser descubiertas.

130
Pelea
Traducido por Anne_Belikov

Corregido por nella07

C
uando Stacy llegó, Graham ya había terminado su sándwich, su refresco,
algo de la carne asada que Janice había hecho para la cena y un bol de
helado. Ella comentó que su lado del sofá parecía estar sumergiéndose
desproporcionadamente en cuanto al mío y estaba en lo correcto. Estoy segura de
que podría colocar una bola de boliche en mi regazo y continuaría inclinándose
hacia su lado debido a la pronunciada inclinación. Él, naturalmente, tomó esto
como si Stacy estuviera llamándolo gordo.

―Y eso es lo que eres, chico manteca. Ahora muévete. Quiero sentarme al lado de
Grace y preguntarle sobre algo importante ―dijo ella contemplativamente, sus
manos en sus caderas y un brillo amenazante destellando en sus ojos. Ella lucía
intimidante, vestida en su uniforme blanco y negro, su cabello atado en una
apretada cola de caballo, la transpiración brillando en su rostro. La admiré, y la
envidié.

graham, sin embargo, no parecía del todo intimidado, o envidioso. Parecía irritado.
Podía olfatear la pelea acercándose, y mientras normalmente quería alejarme de
ellos tanto como fuera posible, la idea de presenciar a esos dos en acción me
intrigó.

―¿Quién demonios te nombró reina, eh? ―Se burló él.

Stacy sonrió. ―Lo siento. ¿Querías el título para ti mismo, Princesa?

El rostro de Graham se volvió rígido. ―No voy a quitarme de aquí. Este ha sido mi
lugar desde siempre así que tú puedes encontrar otro lugar para sentarte. Grace tal
vez sea tu amiga ahora, pero ella ha sido mi mejor amiga toda mi vida.

131
Stacy se volvió presumida entonces. ―¿Quieres decir toda tu vida hasta que
comenzaste a salir con Erica Hamilton a sus espaldas y la botaste en medio de la
calle, verdad? A tu mejor amiga.

Con algo que sonó como un gruñido, Graham se levantó. Su repentino movimiento
me envió al brazo del sofá mientras Stacy asumía una postura anticipatoria, su
rostro de pronto calmado, sus facciones felinas, coincidiendo con sus movimientos
rápidos y ágiles.

―Necesitas salir de mi vista, pequeña niña. Grace y yo tenemos cosas que trabajar.
Una vez más, apártate o meteré tu cinturón en tu garganta.

Nunca había visto a Graham tan enfadado antes. Estaba humeando, cada parte de
su cara roja, desde sus ojos hasta sus orejas. Miré a Stacy para ver si ella estaba tan
preocupada como yo. Por supuesto, ella no lo estaba. Ella no conocía a Graham,
así que cualquier cambio de humor para ella no tenía sentido.

―Inténtalo, Princesa. Estoy segura de que mueres por probar cuán macho eres,
considerando que no eres el único que puede salvar su vida. ―Se burló ella, su peso
cambiando de un pie al otro mientras esperaba su respuesta.

El rostro de Graham se volvió de un brillante púrpura ante la burla de Stacy, y yo


observé como él se abalanzó, sus manos hacia adelante, sus dedos listos. ―¡No!
―Grité, pero no sabía hacia quién dirigirlo, porque su reacción colocó a Stacy en
movimiento, y como un gato desviándose para evitar ser rociado con agua, ella
esquivó, su movimiento impulsándolo a él a sumergirse de cabeza en el respaldo de
la silla de papá. Stacy fue rápidamente detrás de él, girando el respaldo y causando
que se inclinara en posición horizontal, lo cual, aunado al peso de Graham y al
continuo movimiento, resultó él siendo lanzado por los aires, aterrizando en su
rostro detrás de la silla.

Sucedió tan rápido que no estaba segura de si había sucedido después de todo.
Luego apareció Janice, su rostro lleno de preocupación… por la silla.

Graham gruñó en el suelo. ―Esta es la segunda vez que me has tenido en el suelo
hoy.

Stacy se encogió de hombros. ―Estaba siendo amable. Moléstame otra vez y me


aseguraré de que nunca te levantes del piso de nuevo ―ella caminó alrededor de la
mesa y luego tomó su lugar en el sofá―. Así que, ¿cómo estuvo tu día?

La miré, mi boca abierta, mis otros abiertos por la tranquila, serena expresión de su
rostro. Ella sólo había derribado a un enfadado jugador de futbol de dos veces su
tamaño que había cargado contra ella lleno de rabia y ni siquiera tenía un cabello
fuera de lugar. ―¿Eres algún tipo de súper chica? ―Intenté señalarlo mientras

132
miraba de vuelta entre ella y Graham, quien todavía estaba en el suelo,
probablemente tratando de adivinar como salvaguardar su orgullo.

Ella se rió, para mi sorpresa. ―Sólo estoy acostumbrada a ser molestada y a atacar
a chicos de dos veces mi tamaño. Tengo cinco hermanos, seis tíos y un padre que
hacen Tae Kwon Do. Graham enfadado no me asusta. ¿Quieres verme asustada?

¡Haz enfadar a mi mamá!

Era tan fácil reír con Stacy, me di cuenta, que comencé a reír también. No me había
dado cuenta de la vida tan grande y maravillosa que existía fuera del pequeño
mundo que había construido alrededor de mi relación con Graham. De nuevo,
sentí un poco de gratitud por el golpea y corre, porque sin él, estaba segura de que
mi relación con Stacy hubiera progresado sólo después de las reuniones que
teníamos en la biblioteca. Recordé la imagen que había conjurado esa mañana
sobre ella siendo mi guardaespaldas, recordando como de cómico había parecido.
Ya no más. Ella tenía una habilidad que la hacía definitivamente capaz de llenar
ese rol imaginario. Era algo que admiraba enormemente, desesperadamente. De
pronto, tuve una idea.

―Uhm, Stacy, ¿crees que sería demasiado tarde para empezar a aprender Tae
Kwon Do?

Su boca cayó abierta, obviamente ella estaba impactada por mi pregunta. ―No,
Grace. ¡Creo que es justo el tiempo de que comiences a aprenderlo!

Sonreí. ―¿Qué tan costosas son las clases? Quiero empezar tan pronto como
pueda. ¿Qué necesito, cuándo puedo comenzar? ¿Qué tan difícil es? ―Ahora estaba
emocionada.

Sus ojos se cerraron mientras ella se concentraba en algo. ―Creo que


probablemente pueda conseguirte el descuento de la familia y probablemente
también pueda prestarte algunas de mis cosas. Tengo muchos doboks 4 que quizá te
sirvan. Me quedan largos, pero deberían funcionar para ti y te darán tu primer Tii 5
cuando comiences ―ella juntó sus manos―. ¡Ohhh! ¡Te enseñaré yo! ¡Recuerdo
que mi papá me pidió que diera las clases de principiantes! ¡Serás mi alumna

De pronto, ya no estaba tan emocionada. ―Am… ¿tú vas a ser mi maestra?

Vi las esquinas de su boca caer por el humor oscuro de mi pregunta. ―Sí. ¿Por qué?
¿No quieres ser instruida por una chica?

4
Doboks: Uniformes para Tae Kwon Do. Como este: http://www.hasaki-
shop.com/images/Image/equipements/taekwondo/tenues/Dobok-Taekwondo.jpg
5
Tii: Cinturón que se ata al dobok. http://i.ehow.com/images/a04/8c/g3/tie-tae-kwon-do-belt-
200X200.jpg

133
Dándome cuenta de qué tan fácil y rápido podía terminar en el suelo al lado de
Graham, negué con la cabeza. ―Oh, no. Será genial. Sí. ―Intenté sonar animada.
Incluso enseñé los dientes en mi sonrisa.

Parecía suficiente porque ella agarró mi carpeta y arrancó una hoja de papel. ―Te
escribiré la dirección para… ―ella se detuvo cuando vio lo que había estado
escribiendo. Se volvió para mirarme, su rostro una mezcla de shock y risa―. Tienes
al Sr. Danielson ―su voz sonó afectada―. Los segundos verbos son siempre
soliloquios. Uhm… y este parecía como si fuera a ser genial… divertido… ¿está ella
escribiendo el tuyo también?

Asentí con mi cabeza y luego señalé hacia el cuerpo boca abajo de Graham,
esperando que ella captara la pista que estaba en la oscuridad de este pequeño
hecho. ―Ella va a tener una gran cantidad de diversión a costa mía el próximo
viernes.

Stacy sonrió. ―Creo que lo harás bien, sólo ve por estas pequeñas notas que tienes
aquí. Tal vez considere salir de clase y observar. Y oye, regresas a la escuela la
próxima semana, ¿verdad?

Me tomó por sorpresa cuan feliz me hacía saber que alguien se preocupaba sobre
mí volviendo a la escuela. Parte de mí se preguntaba donde había estado los tres
años pasados, pero ahora sabía que no habría sido capaz de apreciar su amistad
entonces.

―Sí, volveré el viernes de la próxima semana. Creo que el doctor me dejará ir una
vez que vea que puedo arreglármelas perfectamente. ¡Ni siquiera siento como si
tuviera los huesos rotos! ―Reí nerviosamente al final.

Stacy miró hacia Graham todavía descansando en el suelo, sin moverse. Yo miré
también, preguntando qué razones tenía ella para mirarlo así. ―Así que leí sobre
un nuevo chico, ¿Robert, él salvó tu vida?

―Él se estaba dirigiendo a la propiedad de su familia cuando me vio en el camino.


―Dije, repitiendo la misma historia que le había dicho a mi papá, al policía que
había metido en problemas por preguntar sin la presencia de mi papá, a los
múltiples doctores que habían venido a verme, y a las tres enfermeras que querían
estar tan cerca de Robert mientras sus ropas lo permitieran.

Stacy asintió con su cabeza, todavía mirando a Graham. ―Escuché que corrió
detrás de la ambulancia todo el camino al hospital y se quedó ahí hasta que
regresaste a casa.

Miré hacia Graham mientras le respondía. ―Sí. Él estuvo genial. Se quedó


conmigo en mi habitación todo el tiempo. ―Podía ver la mano de Graham cerrarse
en un puño cuando dije esto, aunque no podía ver su rostro porque estaba

134
obscurecido por la silla. Estaba empezando a entender hacia donde iba Stacy. No
estaba segura de que quisiera tomar ese camino.

Stacy, por otro lado, quería adherirse a su mapa. ―Así que ustedes dos, están…
¿saliendo?

La miré, incapaz de responder, porque no sabía cómo hacerlo. ―Creo… creo que
somos realmente, realmente buenos amigos. ―Era todo lo que podía ofrecer.
Éramos más que eso ―los secretos que Robert había compartido conmigo iban más
allá de lo que una simple amistad podría permitir― pero tanto como me agradaba
Stacy, no estaba segura de que estuviera lista para entrar en detalles sobre cómo él
me hacía sentir. Y ciertamente, no estaba dispuesta a admitir algo con Graham a
menos de cinco pies de mí.

―Bueno, es algo más, diría yo, Grace. Él es guapo, su familia es muy rica, por lo
que he leído, y ahora es un héroe. Serías estúpida si no intentaras atraparlo antes de
que otra chica de Heath lo haga. Ellas son como buitres que vomitan en su comida
para que otro no la tome. ―Dijo ella, de pronto mirando sus uñas, como si fueran
la cosa más importante del mundo.

Miré hacia el piso para ver si Graham estaba todavía cerrando los puños a sus
costados, pero él no estaba ahí. Estaba de pie enfrente de la mesa de café, sus ojos
enfocados, atentos. No estaba segura de qué hacía. Tal vez se había golpeado
demasiado fuerte en el suelo, porque sus ojos parecían un poco vidriosos.

―¿Estás tú…? ―preguntó él―. ¿Vas a intentar atraparlo?

―¿Por qué, Graham? ―pregunté de regreso, sabiendo que no quería escuchar su


respuesta―. ¿Por qué es importante?

Él miró a sus pies entonces, incapaz de mirarme cuando respondió. ―Dijiste que
estabas enamorada de mí. No puedes estar interesada en alguien más tan pronto.

Stacy se burló mientras yo tartamudeaba.

―Aww… ¿Está la princesa celosa?

Comencé a tomar un enfoque más adulto. Y luego lo lancé por la ventana y caminé
por la línea de Stacy. ―Me hiciste a un lado, como basura, Graham… por Erica
Hamilton. Erica Hamilton: la bruja más grande de la escuela. Le dijiste a ella cosas
sobre mí, sobre mi vida que son privadas. Mis secretos, mis temores, mi sufrimiento
y las dijiste para hacerte ver como una especie de santo, martirizándote por mí,
porque Grace, la Súper Fenómeno pudiera tener al menos un amigo en Heath.

―¡Me rompiste el corazón y me heriste, mentiste sobre mí en la prepa NC! ¡Sabías


que no irías ahí y aún así me mentiste! Te dije que estaba enamorada de ti porque

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era verdad. ¿Pero sabes qué más es verdad? No me amas de la misma manera en
que yo te amo. Contigo, el amor es un trofeo que viene en diferentes tamaños y
siempre intentas tener el más grande. El mío no era suficientemente grande o
brillante. Para mí, el amor es un premio. No importa de qué color o tamaño es, sólo
mientras pinche mi corazón.

―Te amo, Graham, tanto que me duele darme cuenta de lo que hiciste, también, y
entonces supe que no eres suficiente para mí después de todo lo que has hecho.
―No me había dado cuenta de que había estado llorando. Sentí un pañuelo
presionando mi mano, sentí una confortante mano en mi espalda, y vi el rostro de
alguien que había querido amarme por tanto tiempo desde que me vio por primera
vez.

Stacy tomó mis manos, usando otro pañuelo para secar mis ahora húmedos ojos y
dijo suavemente. ―¿Te sientes mejor ahora que finalmente le dijiste cómo te
sientes?

Asentí, creyendo en ello. ―Graham, te dije que te perdonaba y lo hago. Lo hago.


Pero creo que eres capaz de entender que perdiste la oportunidad de decidir en
quien o no puedo estar interesada en el minuto en que decidiste que Erica valía más
la pena que toda nuestra amistad.

El rostro de Graham lucía… sombrío. Él asintió con su cabeza, pero no dijo nada.
Se volvió hacia la puerta.

―Graham… ―Comencé, no queriendo que se fuera, pero él alzó su mano para


detenerme.

―Grace, estás en lo correcto, pero también equivocada. Necesito irme. Tengo


varias cosas en qué pensar… ―él hizo una pausa y me miró con una expresión de
dolor en sus ojos antes de volverse rápidamente―. No puedo hablar contigo justo
ahora. Y no con ella aquí, tampoco. Te llamaré ―dijo él, casi en la puerta y luego
se fue. Parte de mí temía que Erica hubiera obtenido de él el material para mi
soliloquio.

―Yo diría ¡que te vaya bien! ―dijo Stacy planamente, una vez más mirando sus
uñas.

―Él ha sido mi mejor amigo desde que éramos bebés… ―susurré, el dolor de su
partida había regresado a mi pecho. No estaba solo y estaba luchando con otras
emociones ahora. La pequeña guerra dentro de mí me hacía sentir como si
estuviera ahogándome.

―Sí, y él arrojó su amistad por la ventana tan pronto como vio que tenía que lidiar
con las repercusiones emocionales de ella. Un amigo no haría eso ―replicó
Stacy―. Estás mejor sabiendo cómo se siente él realmente, Grace. Amistad de toda

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la vida o no, si él no puede amarte de la manera en que quieres y mereces porque él
está demasiado ocupado amándose a sí mismo, sólo estás perdiendo tu tiempo.

Sabía que ella estaba en lo correcto. Sabía que ella había sabido lo de Graham
desde el momento en que lo había conocido, mientras todavía estaba intentando
verlo a través de mi propia auto impuesta prisión color de rosa. Sólo me mantenía
creyendo que no había más de lo que él me estaba mostrando, diciendo…
haciendo. Tenía que tener esperanza en él, porque incluso si mi corazón ahora
latiera por alguien más, no significaba que aún no me dolía por haberlo querido
alguna vez. Ahora mi corazón estaba confundido.

¿Qué tipo de amor quería? ¿El del chico que conocía muy bien, pero que me había traicionado
tan pronto como lo había sabido? ¿El del tipo que era desconocido e imposible porque se sentía
como algo demasiado maravilloso, demasiado increíble para existir? ¿O el del tipo que se
conforma con lo que se puede conseguir, recogiendo los restos de lo que quedó porque sabe que
no va a mejorar?

Sacudí mi cabeza mientras las palabras de mi papá de la noche anterior volvían a


mí. Algunos padres apestan… especialmente cuando tienen la razón.

137
Familia

Traducido por *ƸӜƷYosbeƸӜƷ*, Roo Andresen y Cami.Pineda

Corregido por cYeLy DiviNNa

S
tacy se fue tan pronto como Graham lo hizo. Ninguno de nosotros se había
dado cuenta de la hora hasta que papá entro, disculpándose por llegar tan
tarde para la cena. Saludó con la mano a Stacy, me besó en la frente, y
caminó directo a la cocina, desapareciendo para disfrutar su cena con Janice.

Ella se disculpó antes de irse por lo que su provocación había causado. Ella lucia
realmente arrepentida, viendo el dolor en mi cara y el cambio en mi actitud, pero
traté de asegurarle que ella me había ayudado a darme cuenta de algunas cosas que
yo no podría haber hecho de otra manera. Además, le dije, que iba a ser mi
profesora en breve, y que tendría que aprender a acostumbrarme a que ella me diera
una paliza en cierto modo. Ella se había reído de eso, y me dio otro abrazo. Esta
vez, no fue tan raro.

Consideré ir a la cama de inmediato, sintiéndome tan vacía después de todo lo que


había sucedido, pero tenía que tomar una ducha. Sentía bastante asco por mi
propio hedor, sobre todo el que venía del yeso. No podía resolver el problema en
corto plazo sin ser declarada un milagro médico y luego convertirme en un
experimento científico, por lo que me enfoque solo en limpiar el resto de mí.

Subí por las escaleras hasta mi habitación y agarre el par de pantalones cortos que
Janice me había prestado después de escuchar que mis bóxers eran demasiado
pequeños para que entrara el yeso, así como una camiseta sin mangas, algo de ropa
interior y me metí en la ducha. Allí en el cesto que había dos bolsas de basura negra
y cuatro bandas de goma de gran tamaño que se usan para prevenir que el yeso se
moje. Una ingeniosa idea de papá, tengo que decir. Entrando a la ducha después de
haber sellado mi yeso, me pregunté que escribiría Erica, que le diría Graham
cuando la llamara esta noche, y cuando vería a Robert otra vez. ¿Qué diría él cuando
se enterara de que iba a comenzar a aprender Tae Kwon Do? ¿Qué pensaría al ver mis
recuerdos de los últimos días con Graham? ¿Podría incluso volver del todo?

138
Esa última pregunta me asustó, yo ni siquiera estaba segura de que iba a volver.
Toda esa discusión con Graham acerca de mi afecto por alguien que no sea él y que
había la posibilidad de que Robert ni siquiera volviera, y mucho menos devolviera
lo que sentía por él. No podía sacar ese pensamiento de mi cabeza. Ni siquiera
cuando me cayó jabón en mis ojos y me ardía tanto que pensé que iba a quedarme
ciega permanentemente.

Cuando el agua se volvió fría supe que era tiempo de salir. Sacudí la parte derecha
de mi cuerpo, tratando de sacar la mayor agua que pudiera antes de salir de la
ducha, y me seque rápidamente, el agua fría estaba comenzando el proceso de
enfriamiento temprano.

Después de vestirme en un apuro, me apresuré a mi cuarto, con mis dientes


castañeando, maldije a Janice por lo bajo y sus hormonas de embarazo tomando
control del termostato, ella juraba que hacía calor, incluso cuando había escarcha
en las ventanas. Papá no dijo nada, solo siguió poniéndose capas y capas de ropa
hasta que casi no podía sentarse, sus movimientos restringidos por el espesor.

Cerré la puerta de mi cuarto y me apresure a mi cama, tenia tanto frío. El edredón


en la parte superior estaba frío, y yo sabía que pasaría un rato antes de que
empezara a hacer su trabajo y me ofreciera un poco de consuelo.

Podía sentir la fuerza del sueño arrastrándome mientras mis ojos se cerraban en
derrota, el frío aceleraba mi caída en el sueño.

Y la voz que llenaba mis sueños desde el accidente estaba allí otra vez…

¿Tienes frío?

Temblé pero no del frío.

¿Quieres que te de calor?

Asentí, mis dientes mordiendo la manta, porque yo ya estaba caliente, la voz era
fuego encarnado. Comencé a soñar. Cintas sin fin fluían a mí alrededor, tejiéndose
a través de mis piernas, alrededor de mis brazos, y a través de mi pelo, me estaba
convirtiendo en la tela de mis propios sueños. Las cintas fueron acercándose a mí,
tirando más y más fuerte mientras la malla era más y más pequeña. De pronto me
di cuenta que había una sola cinta. Me había envuelto por completo,
encarcelándome, como una momia.

Podía ver una extensión de la cinta flotando sobre mí, un extremo se perdió en el
horizonte del cielo sin estrellas. El otro extremo estaba enrollado y en mis pies. El
extremo que estaba oculto para mi estaba siendo empujado por una fuerza invisible.
Me sentí caer, y luego estaba cayendo. Me desenredé como un yoyo, y luego de
vuelta hacia arriba como uno, también. Arriba y hacia abajo, el final de la cinta

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invisible, tiraba de ida y vuelta, era una batalla por lo que había en sus confines,
pero ¿por qué?

Dos faros de color verde esmeralda brillaron hacia mí desde la oscuridad lejana, y
yo sabía quien estaba en ello —grité su nombre para que parara. ¡El no podía hacer
esto cuando estaba despierta y también en mis sueños! ¡No estaba bien! ¡No era justo!

El otro extremo de la cinta se había quedado sin holgura, y empezó a tirarme con
fuerza. La fuerza en ese final era más fuerte, más decidida, como si no hubiera más
que perder si lo dejara ir. Podía sentir la tensión en la cinta. Podía olerlo,
saborearlo, era potente y fuerte. Y entonces ambos extremos comenzaron a
empujar. Los dos extremos tirando por sus propias razones, un extremo era frío,
con carámbanos de hielo formándose en los bordes, el otro extremo era caliente,
brillando con su calor interno.

Alcance por el más cálido cuando mis brazos estuvieron libres, el tirón
rompiéndose, hilos desfibrados aquí y allá, debilitando la cinta mientras la lucha
por el predominio se puso más desesperada. Y luego de repente me caía. La cinta
había sido cortada, un extremo ileso, el otro desgastado y desgarrado. Yo estaba
cayendo, no del cielo, sino de la tierra. Recordé creer que mi mundo se había
lanzado fuera de su eje, pero esto era diferente, estaba boca arriba, mientras el
mundo estaba al revés. Yo estaba cayendo… hacia arriba.

No. No estaba cayendo… estaba flotando.

Abrí mis ojos, su nombre vino en una ráfaga porque sabía que el fuego me tenía. —
Robert…

Él me sonrió, sus brazos me acunaban hacia él, mis brazos alrededor de su cuello y
la cabeza apoyada en su pecho mientras lo agarraba hacia mí solo para estar segura.
Tal vez aún más. Estábamos... ¡estábamos volando!

Y estábamos rodeados, al parecer, por volutas de humo gris mezclado con


mechones blancos: Mi ángel en una nube.

Miré hacia abajo y vi las luces de las casas y las lámparas de la calle titilar como
estrellas al revés, como para compensar las que faltaban en el cielo. Y en la noche
fría, sin estrellas, no sentí nada más que el calor. No sentí miedo de caer, no sentía
frío. Estaba a salvo con él sin importar dónde nos dirigíamos. Si nada más, estaba
completamente segura de eso.

Lo observé, su cara serena, su sonrisa satisfecha. Él estaba contento. En sus brazos,


sentía más que eso. Sentía… no, sabia sin una onza de duda en mi corazón, que
nadie había estado tan cerca del cielo como yo lo estaba en ese momento.

Lo sabía por la forma en que mi sangre se empalidecía cuando él presionó sus


labios contra mi cabello de una manera tranquilizadora. Yo lo sabía por la forma en

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que mi piel cantaba cuando apretó la boca contra mi oído y me susurró en francés
lo contento que estaba de que había sido capaz de escabullirse antes de lo que había
pensado originalmente. Yo lo sabía por la forma en que se sentía como si yo
simplemente flotara más alto si tuviera que dejarme ir.

Cuando vi sus ojos líquidos ondulantes como una piscina turbada de metal
fundido, sabía que él podía escuchar mis pensamientos y lo habían complacido. Él
me empujó más cerca, lo agarré más fuerte, y ninguno de nosotros se sentía
satisfecho, mi debilidad humana y su divina fuerza no encontraban ningún
compromiso en una posición tan incómoda e inflexible. Finalmente le pregunte
hacia dónde nos dirigíamos cuando comenzó su descenso. Los mechones grises que
nos rodeaban poco a poco se disipaban, y entonces estábamos en el suelo, su
aterrizaje fue tan suave que sólo me di cuenta cuando mis pies con calcetines se
doblaron sobre la fría arena.

Miré a mí alrededor en el entorno familiar y sabía que estábamos en el refugio de su


familia, una gran carpa blanca se había establecido en los jardines, mientras que el
mirador había sido decorado con flores y gasa. Había habido una boda aquí hace
poco, supuse, pero los invitados se habían ido ya, y la novia y el novio estaban
fuera celebrando su primera noche como marido y mujer juntos en alguna parte.

Los restos de las celebraciones eran caóticos, pero completamente aunado con la
rápida progresión y la celebración de dos vidas individuales reuniéndose y
comenzando como un todo en los acontecimientos de un solo día. El mirador
estaba en calma y sereno, donde los votos eternos fueron dados. La mesa donde la
novia y el novio habían sido figuras centrales todavía contenía dos copas de
champaña, ambos todavía llenas hasta la mitad del ahora flotante líquido dorado,
lápiz labial corrido en el borde de uno de ellos.

Todo esto era simbólico, en cierto modo, de cómo eran las cosas ahora con Robert
y conmigo. En un día, habíamos pasado de extraños virtuales a atados de por vida.
Su secreto, que había compartido con tan buena voluntad, ahora era mío, y lo será
hasta el día en que muriera.

No había habido pastel ni chifón, ni banda tocando canciones usuales, ninguna


niña con flores dormida en el regazo de alguien, y definitivamente no había
champaña.

Pero había chile.

Me reí. Si. Había habido chile.

―¿Por qué me trajiste aquí, Robert? —pregunté finalmente, sintiéndome de repente


melancólica mientras el reconocimiento de las circunstancias no permitirían más
similitudes.

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Él sintió mi humor antes de que escuchara mis pensamientos. Él agarró mi mano y
me llevó hasta el centro de la tienda. —Te traje aquí porque quiero que conozcas a
mi familia.

Sacudí la cabeza rápidamente a mi alrededor, preguntándome si me había perdido


algo. No había nadie aquí sino nosotros. Lo miré, perpleja. —¿Van a aparecer?
¿Vamos a encontrarnos con ellos aquí tan tarde? —él se rió—. Ellos ya están aquí.
Mira. Presta atención. No. Parpadees.

Fruncí el ceño. Había estado prestando atención. Cuando él apuntó hacia la mesa
del novio y la novia, le di un vistazo a las copas de champaña una vez más, a las
flores que habían sido esparcidas sobre el mantel en una carrera por empezar a
bailar, y las manchas pequeñas de comida y bebida que hacían una cubierta de
arlequín maravillosa en la mantelería blanca y brillante. Parpadeé y de repente,
instantáneamente, mágicamente no había copas. Como si hubiesen desaparecido.
La única evidencia de que habían estado allí eran solo los anillos de humedad que
habían dejado sobre el mantel.

Caminé torpemente para tocar los dos círculos, para asegurarme de que ellos, al
menos, eran reales. Yo estaba a una pulgada de sentir la humedad fresca en mi
mano cuando una ligera, dulcemente perfumada brisa corrió a mi alrededor,
tocándome con gracia, como si alguien me abrazara, lo que hizo que me encorvara,
y luego la tela de damasco se había ido, dejando un mesa vacía en su lugar.

Me giré para ver a Robert. Él se estaba riendo, las esquinas de sus ojos arrugadas de
diversión. Debía parecer muy graciosa así como parcialmente inmovilizada y
próxima víctima de un ataque al corazón, porque todos a mi alrededor, las mesas
que habían estado cubiertas con platos y manteles, flores y servilletas, estaban todas
desnudas, y mis ojos siguieron ampliándose, me quedé boquiabierta, los latidos de
mi corazón cada vez más irregulares.

—Oh —giré alrededor y no vi movimiento, solo cosas desapareciendo—.


¿Como…?

Vi, estupefacta, como una a una, las mesas fueron retiradas en un abrir y cerrar de
ojos. No. ¡Más rápido! En el tiempo que toma a la mayoría de las personas
parpadear de asombro, todo el piso había sido limpiado de mesas, mantelería y
servicio. Traté de ver si algo se había quedado, pero no había nada. Ni siquiera un
grano de arroz estaba en el suelo por debajo de mis pies. Era como si nada hubiera
estado aquí, y la boda nunca hubiera tenido lugar.

Lo único que quedó fue la tienda y el suelo, porque en ese momento, las luces en la
tienda y en el estacionamiento de grava se apagaron.

Estaba casi negro como la pez y sentí como el leve temblor de miedo me tomaba
desprevenida mientras me di cuenta que estaba muy sola. Robert había

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desaparecido cuando las luces se apagaron y ahora, abandonada en la oscuridad, yo
tenía más miedo del que había tenido alguna vez en mi vida.

—¿Robert? —Mi voz temblorosa lo llamó, el frío de la noche de septiembre cada


vez más evidente en mi soledad.

—Mira hacia arriba —dijo en voz baja detrás de mí, pero en lugar de obedecer, me
volví hacia la dirección de su voz. Él no estaba allí.

Él se rió entre dientes. —Mira hacia arriba, tonta. Confía en mí.

Así que lo hice.

Y de repente el cielo de repente apareció, la luz de las estrellas irrumpiendo de la


nada, como si alguien hubiera tirado sobre toda la noche de terciopelo negro. —
¡Oh! —En el temor de algo tan simple, pero tan hermoso. Se sentía como si él
mismo me hubiera dado el cielo para que lo observara.

—Es tan hermoso —suspiré—. Nunca ves estrellas como estas en casa; las luces de
las calles tienden a convertir todo en amarillo. Creo que puedo ver esto toda la
noche…

Asombrada, mire fijamente hacia arriba, completamente contenida en la mágica


calma de un cielo estrellado.

Yo podría decir lo mismo.

Parpadeé, y mire a su alrededor otra vez. Él estaba de pie junto a una pequeña
mesa que se había establecido cerca de la glorieta. No lo había notado antes, pero
como había hecho en las visiones que había compartido conmigo ese primer día,
Robert estaba dando un brillo muy visible... Era una luz de oro pálido, suave y
reconfortante.

Eres un brillo en la oscuridad Robert. ―Reflexioné.

—También estoy en un estado de ánimo que brilla en la oscuridad. Nuestros


colores cambian con la forma en que nos sentimos.

Trastabillé hacia él y vi con mis propios ojos que él tenía razón. Cualquiera que
haya sido su estado de ánimo antes, había cambiado, y el resplandor dorado una
vez era ahora un blanco brillante. —Entonces, ¿qué sientes ahora?

Él extendió su mano hacia mí, y me llevó con gran rapidez a sus brazos. —Me
siento completamente feliz.

—¿Por qué? —Pregunté, mi tono vacilante pero esperanzador mientras me posaba


de lleno contra su pecho de roca sólida, mi yeso haciendo un ruido sólido en cuento
lo golpeé.

143
—Estoy feliz porque tú conoces mis secretos, ya sabes lo que soy, y no hay una vez
me pidieras que hiciera algo que va más allá de los limites. Aunque honestamente,
no me has pedido nada.

—Estás perfectamente contenta por mirar a las estrellas, feliz de que te muestra el
cielo, como si te hubiera dado joyas. Como te dije, eres muy diferente de otras
chicas. Eso es fantástico, y eso me hace feliz —dijo él, empujando hacia atrás un
mechón de pelo de mi cara.

—Oh. —Traté de ocultar mi decepción. ¿Estaba feliz porque era diferente? Eso no hizo
nada por mi ego. O, no habría hecho nada por mi ego, si yo hubiera tenido uno,
para empezar.

Él suspiró un poco exasperado. —Pensé que ya habíamos pasado esto. Diferente no


significa malo, Grace.

Lo miré ¿Podía ser tan obtuso? Su brillo cambiaba de blanco a verde y sus brazos se
apartaron de mí. —¿Estás enojado ahora?

¿Cómo adivinaste?

—Porque si tuviera que elegir un color para representar molestia, sería el verde —
repliqué.

¿Por qué piensas que soy obtuso?

Ladeé mi cabeza a un costado. —Ahora sé que eres obtuso. —Enderecé mi cabeza


y la sacudí, impresionada de que pudiera leer mi mente pero no figurar mis
sentimientos.

Bien, ilumíname. Se mi Yoda.

Me aparté del círculo de sus brazos y levanté los míos hacia mí, mi brazo derecho
rígido en su yeso. —Esperaba que esto -lo que soy, quien soy, el hecho de que estoy
aquí- fuera lo que hiciera que tu brillo se pusiera… blanco. En lugar de eso es
porque soy “diferente”. Que ser diferente sea bueno o malo no es el problema. Sé
que soy diferente. Es un hecho con el que fui apuntada cada día de mi vida. Pero
ahora mismo cuando dices que eres feliz porque soy diferente, bueno… no me hace
sentir tan bien respecto a mí misma. Especialmente cuando lo último que quería era
ser diferente.

Robert me buscó nuevamente y despacio me contuvo en el círculo de sus brazos.


—Chica tonta. Eres mucho más que diferente. Y hay más razones por las cuales
estoy feliz además de tus diferencias. Sí, estoy feliz de que estés aquí. Más de lo que
meras palabras humanas -en cualquier lenguaje- podrían expresar. Y sí, estoy
excepcionalmente agradecido que eres quien eres, y que eres parte de mi vida. Pero,
cuando digo que estoy feliz de que eres diferente a esas otras chicas, una parte de

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ello tiene que ver con mi familia quienes pueden, y lo harán, apreciar eso. —Besó
mi frente y luego me dio la vuelta.

Me atraganté con lo que fuera que iría a decir. Luego, suspiré. Parada frente a mí
estaba la mujer más hermosa que había visto. Y también me era vagamente
familiar. Su rostro era pura porcelana, suave y perfecta. Su largo, negro cabello
estaba trenzado a un lado de su hombro, el final sin ninguna banda elástica para
atarla, y aún así la trenza se mantenía. Sus pequeñas, agraciadas manos se
extendieron, ofreciendo una bienvenida.

—Hola Grace —su voz era suave, melódica—. Mi nombre es Ameila. Soy N’Uriel
-discúlpame- la madre de Robert.

Puse mis manos sobre las suyas, adormecida, casi encantada por su voz y belleza.
Y como sucedió con Robert, el instante que mi piel tocó la suya, mi mente fue
inundada con sus pensamientos.

Aún así estaba intrigada de conocerme, había estado insegura de qué tipo de
persona sería. No tenía fe en chicas humanas, ninguna fe en su honestidad ni sus
corazones. El tiempo solo las había empeorado, más egoístas y superficiales. Había
tolerado muchas indiscreciones de su hijo, tantas chicas sin fe, inservibles. Esperaba
que fuera igual: Hermosa y vacía, como una caja de regalo perfectamente arreglada.
Estaba sorprendida de que mis facciones fueran simples, y mis sentimientos
sinceros.

—Estoy muy contenta de conocerla, Señora Bellegarde. —Le dije, mi voz


temblorosa y nerviosa. De verdad sentía mis palabras, pero todavía temía que
pensara que estaba mintiendo.

—Por favor, llámame Ameila. No soy una mujer casada más de lo que tú lo eres.
Rió ella, su voz sonando como notas altas y bajas de un arpa en una armonía y
melodía.

Se apartó para que pudiera conocer al otro miembro del trío Bellegarde. Pero ya
nos habíamos conocido. Y su rostro continuaba frío.

—Ho-hola Lark. —Tartamudeé, incapaz de contener el temblor en mi voz.

—No voy a matarte, así que deja de actuar como si lo fuera a hacer. —Fue su
réplica.

El cuerpo de Robert se puso rígido detrás de mí y casi me atraganto cuando sonrió


y vi colmillos. Ameila dejó salir un gruñido de amonestación, el nombre de su hija
sonando filoso y peligroso siendo dicho de manera tan enojada.

Los colmillos se retractaron y pestañeé como si tratara de borrar la imagen de mis


ojos.

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Asustada ¿no? Deberías estarlo.

Su voz retumbó en mi mente y supe que Robert también la había escuchado porque
de pronto tropecé hacia atrás, ya no era soportada por él; estaba en frente de mí,
gruñendo a su hermana como alguna especie de cobra, una mano levantada hacia
mi frente y la otra en un puño a su costado.

—Oh, déjalo Robert. Solo estaba jugando con la chica. De verdad, si va a ser tu
novia deberá desarrollar algunas espinas. Mejor que le crezca una lidiando conmigo
que descubra que no tiene ninguna cuando llegue el momento —dijo en voz alta.
Una sonrisa curvándose al costado de su hermosa boca.

Quise prestar atención a la parte donde dijo que necesitaba desarrollar una espina
pero la necesidad de una era la cosa más lejana que tenía en mi mente porque
cuando Lark dijo “tu novia”, mis oídos comenzaron zumbar con tal intensidad que
casi salgo flotando por mí misma. Pero, en un instante, mi consciente tomó un
fuerte agarre y me sostuvo. Robert estaba respondiendo.

—Con qué ó quién salgo no es de tu incumbencia, Lark. Ella no está en ningún


peligro al igual que las demás, y sé que no harás nada para contradecirme.

En ese momento, recordé algo de los pensamientos que me había pasado su madre
“todas sus indiscreciones pasadas” y “tantas chicas inútiles” ¿Cuántas había habido? Y si yo
era tan diferente, ¿por qué estaría en el mismo bote que todas las “demás”?

El familiar sentimiento de completa y total insuficiencia me arrolló mientras me


daba cuenta que no era diferente en absoluto. A pesar de mis demandas de querer
solo eso, dolía saber que era exactamente igual, y terminaría exactamente igual. ¿Y
qué significaba eso exactamente? Él no estaba con ellos, eso solo significaba una sola
cosa…

Imposible, improbable, irracional. Realmente lo era.

Lark resopló. —No tengo que hacer nada, hermano. Tu reputación te precede. —
Ella asintió hacia mí, y Robert se volvió a verme.

Él podía ver el dolor y la confusión escritas en mi rostro, pero no hizo ningún


movimiento para confortarme —sabía que no había nada que pudiera decirme para
hacerme sentir diferente en aquel momento. Las palabras de su madre lo habían
condenado y su propio decreto lo hicieron oficial.

Ameila se detuvo entre nosotros, sabiendo lo que ambos pensábamos, y sabiendo


que ella había sido el catalizador del gran cañón entre su hijo y yo.

—Robert, tengo un regalo para Grace en el mirador. ¿Podrías ir y traerlo?


—preguntó, más como una sugerencia que un requerimiento. Parecía ridículo, esta
semblanza de privacidad aún sabiendo que él podría escucharnos. Escuchar
nuestros pensamientos, pero el gesto me confortaba de alguna manera.

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—Grace, se que lo que he dicho te ha molestado. No fue plan- no, fue planeado
para molestarte. Estoy preocupada por ti y aunque adoro a mi hijo tanto como
cualquier madre, no puedo negar sus faltas —dijo mientras lo miraba marcharse y
tomaba mi mano y me dirigía hacia un banco.

Me senté a su lado, tratando de captar lo que me estaba diciendo mientras también


trataba de lo entender lo que ya había sido dicho que no se podía retractar. Miré a
Ameila e inmediatamente me sentí rara. Era fácil no sentirse así cuando alguien tan
hermoso te miraba de la manera en que ella me estaba mirando.

—Ameila, se que estás preocupada por tu hijo, preocupada de que lo exponga…


Que tomaré ventaja de su secreto. No lo haré. No puedo. No hay mucho que pueda
garantizar acerca de nada, especialmente de un ángel, pero puedo hacer eso. No
tienes que pretender que estás preocupada por mí —dije cuidadosamente, tratando
de no pensar en nada que no fuera mi decisión en esas palabras.

Ella atrajo mi mano hacia su corazón. —Oh querida, pobre, pobre niña. Olvido
cuánto sabes.

Sacudió su cabeza como si el pensamiento de que fuera lamentablemente ignorante


era una total tragedia. Me miró, sus ojos llenos de asombro y tristeza. Que increíble
sentirse de ambas manera sin ningún conflicto.

—Grace, no comprendes. No puedo ser deshonesta contigo. Ningún ángel puede.


Con unas pocas excepciones, estamos atados a nuestras leyes de honestidad.
Cuando dije que estaba preocupada por ti lo decía en serio. —Dijo Ameila
sonriendo con tristeza y palmeando mi mejilla.

—¿Por qué estarías preocupada por mí? Ni siquiera me conoces. Robert ni siquiera
me conoce. —Ese hecho no podría ser más cierto, me dije a mí misma, apoyando
mi cabeza en mi mano libre, mi codo en la rodilla. Todo parecía tan loco.

La hermosa mujer palmeó mi mano aún enlazada en la suya. —Dulce jovencita.


Pareces estar bajo la equivocación de que los ángeles estamos atados a las mismas
reglas que ustedes los humanos. No lo estamos. Robert sabe más de ustedes de lo
que sueñan; todos lo hacemos. Nuestras mentes están abiertas entre sí, y lo que él
ve en ti, nosotros también, igualmente lo que nosotros vemos, él también. Está tan
hambriento por información sobre ustedes que ha ahondado increíblemente en tu
mente; él conoce toda tu vida, desde el principio al presente; incluso las memorias
que tu mente es incapaz de recordar gracias a tu edad, tiempo, y… trauma son
conocidas por él. Lo intrigas, Grace, y luego de ver tu vida en sus ojos, admito que
también me intrigas a mí. Es por esto que no puedo aceptar que él quiera estar
contigo; te herirá profundamente cuando el tiempo en que él se aburra llegue. Lo ha
hecho con tantas otras. He visto los corazones rotos que ha dejado atrás, Grace, y
mientras entendía a cada una, y había tenido esperanzas para ellas en ocasiones, no
puedo decir que me sentiría impasible si lo mismo te sucediera. Eres diferente,

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como mi hijo dice, y en el sentido que realmente importa. Me da esperanzas pero
también me causa miedo por tu bienestar. Ya has sufrido suficientes pérdidas en tu
vida —la intensidad de emociones que siento y veo que posees hacia mi hijo;
perderlo sería como algo que nunca habías experimentado, y temo que no seas la
misma persona cuando llegue el momento.

Escuchándola hablar, sentía la tristeza filtrase como una mancha en mi corazón.


No quería que estuviera con su hijo porque estaba segura de que me heriría de una
manera devastadora. Que se preocupaba lo suficiente por mí para prevenirlo, ese
maternal sentido de protección que exhibía era suficiente para hacerme perder el
control de mis emociones.

Oh, genial ¿Ahora vas a usar el dispositivo de agua? Por favor. Como si él no hubiera visto
eso miles de veces.

La voz de Lark estaba en mi cabeza, helada en su burla

La mejor parte de perder control de tus emociones es que cuando alguien te


enfurece, inclusive si es un ángel, no puedes ser responsable de tus palabras y
acciones. Y al momento en que escuché la voz de Lark metiéndose en mi cabeza,
sabía que si no decía nada, me arrepentiría por el resto de mi vida.

¿Bien? ¿Te quedarás sentada allí tratando de pensar algo que decir? ¿O lo harás?

Inconstantes, humanos idiotas; Siempre creyéndose superiores porque son humanos, y aún así
queriendo ser como nosotros y los otros. Es patético.

No podría haber detenido mis palabras incluso si lo hubiera querido. Pero no


quería…

Debe ser tan difícil para ti Lark, saber que inclusive con tus poderes ilimitados, eres todavía
tan imperfecta y defectuosa tanto en tu mundo como en el mío.

Sus ojos ciegos no mostraron reacción ante mi declaración. Su rostro era como
piedra. Inclusive su mente no arremetió con el veneno que esperaba y me
preparaba.

La reacción que tenía por mis propias palabras, en otro sentido, no me había
preparado, no las había, esperado. Me sentía avergonzada y una hipócrita. Tanto
por no hacerme responsable de tus propias acciones; ahora era mi propio juez,
jurado y ejecutor.

—Lo… lo lamento, Lark. Eso estuvo mal. No debí decir eso, no debí haberlo
pensado. —Me disculpé, mirando al suelo, sin saber si ella seguía allí, mucho
menos escuchando.

Tan cursi como podía sonar, repentinamente escuchaba ángeles cantando. Era un
coro, con dos voces que parecían familiares en tantos sentidos. Supe

148
inmediatamente que uno era un distintivo alto, y el otro un soprano. La canción
que cantaban era carismática, animada. Casi sonaba como… ¡Risas!

Y eso era, pero no risas de dos personas diferentes. No, no sería algo tan simple
como eso. Escuché con atención, concentrándome en las similitudes, y me di
cuenta que las voces pertenecían a la misma persona. Y esa persona estaba
cantando en mi mente, sus pensamientos —un dueto en mi mente cantando sobre
remordimiento y locura. Era una magnífica proeza, y no podía evitar estar
asombrada por ello.

—Tienes un hermoso Don, Lark. —Susurré, mis ojos enrojeciéndose amenazando


con lágrimas. No quería llorar en frente de ella pero sabía que escucharía mis
pensamientos el momento en que se formaran. Casi sentía que no tenía sentido
tratar de evitarlo.

Tenía razón. Ustedes humanos son inconstantes. Un minuto se están metiendo con lo que
perciben que es una discapacidad, y al siguiente, se están disculpando y llorando con el
pensamiento que han dañado mi pobre, frágil, autoestima. Cariño, noticias de última hora:
soy un ángel, no una flor. No van a lograr marchitarme por apuntar mis defectos,

Volteé a ver a Ameila quien sabía que había escuchado todo lo que su hija había
dicho, y estaba sorprendida al no ver una expresión sombría, sino una placentera.

—Me has impresionado —me dijo sonriendo—. Algunos humanos nunca lo hacen.

Bueno, había impresionado a Lark, el ángel del hielo. Me sentía mucho mejor. El
dueto llenó mi corazón de nuevo.

No piensen que ahora me gusta más que hace cinco minutos.

Claro que no lo harán. Sé más para estar llena de esperanza, especialmente,


luego….

Volteé mi cabeza hacia el mirador, sabiendo que Robert se iba a sentar allí. Lo que
fuera que su madre hubiera puesto allá para mí desde hace tiempo había sido
encontrado. Él simplemente estaba esperando por alguna señal de que estaba bien
acercársenos, y yo no iba a ser quien le diera esa señal.

Sin embargo, Ameila pensó que era el momento que nosotros discutiéramos esto
porque concentró su mirada en la misma dirección y la cabeza de Robert se
levantó, asintiendo, y luego empezó a caminar hacia nosotros a un ritmo muy
lento.

Su madre se volteó a mí, me soltó la mano, y puso mi cara entre las manos. Ella
empezó a llenar mi mente con imágenes que Robert estaba viendo en la suya.
Todas contenían imágenes de mi cara.

149
—Cuales sean las intenciones contigo, Grace, sé que le importas mucho. No puedo
decir con certeza que es tan intenso como lo que tú sientes por él, y
desafortunadamente no hay nada que puedas hacer para evitar sentirte de la
manera en que te sientes por Robert. Ningún humano puede. Es natural sentir una
obligación a estar cerca de nosotros, un fuerte deseo, se podría decir, para estar con
nosotros, de muchas maneras. Es lo que nos impide ser examinados y que detecten
las diferencias sutiles. Podrías ignorar lo que sea —creer lo que sea solo para estar
con nosotros.

Me senté allá, aturdida. ¿Era eso? ¿Acaso mis sentimientos simplemente eran el efecto de
estar cerca de un honesto y buen ángel? ¿Un contacto divino? Yo había estado
emocionalmente desestabilizada por Graham, además de que toda mi vida ha sido
alterada físicamente por la presencia no de uno, sino dos individuos que entraron
en ella, y había hecho un enemigo mortal sin siquiera haberla conocido o
interactuado con ella, sino que solo por existir. Mi vida entera había cambiado tan
solo en el mi último años. Hubiera tenido más sentido que yo hubiera sido más
susceptible a los encantos antinaturales de un ángel hormonal.

—¿Entonces piensas que todo esto es por mí? ¿Mi reacción humana a que Robert
sea un ángel?

—Grace, yo sé que eres muy diferente a cualquier mujer humana que Robert haya
conocido. Ciertamente eres la única que él ha querido conocer, solo no estoy
totalmente segura que seas capaz de sentir por Robert lo que sientes por uno de tu
misma especie, si no fuese lo que es. —Ameila suspiró, sus hombros se encorvaron
mientras las palabras salían en respuesta a lo que había preguntado, pero que
realmente no quería saber.

—Y, el pasado de Robert es lo que es. Él ha vivido mucho tiempo —y no lo ha


hecho solo. He visto a las mentes más fuertes sucumbir a los encantos de mi hijo. Él
es, después de todo, un ángel. Y ese no es su Don, por supuesto— es solo quien es.

Asentí con mi cabeza, no queriendo aceptar que ella pensaba que yo tenía la
mentalidad de un leming 6, ansioso y deseoso de seguir a la multitud —Puedo ver de
dónde Robert obtuvo su torpeza. Queriendo cambiar la dirección de la
conservación antes que me hundiera aún más, le pregunto. —¿Así que estos Dones
aun los ángeles los tienen?

Ameila frunció los labios. —Cada ángel tiene una fuerza que es benéfica para todos
nosotros en conjunto. Piensa en nosotros como una parte del cuerpo humano. Cada
uno podría ser un brazo, o una pierna, o una oreja. Separados, tenemos nuestro
propósito individual. Pero juntos, somos un cuerpo. Hay muchas cosas que todos
juntos podemos hacer, como cambiar la manera en que una persona se sienta,
alterar su ánimo con el nuestro, alterar la manera en que el clima se comporta. Ya

6
Lemig: son pequeño roedores, que se encuentran generalmente en el ártico, o cerca a este.

150
sabes que podemos reorganizar la manera natural de las cosas —tu cabello por
ejemplo— y mover cosas sin tocarlas. Ustedes lo llaman telequinesis; nosotros lo
llamamos pereza. Y luego están las fuerzas que son nuestras y solo nuestras. Unos
son puramente físicos. Temo que Robert te ha mostrado que puedo cambiar
formas. Esa es mi habilidad, lo que le contribuyo a mi clase, así como tú. Robert,
como tú sabes, es un sanador. Esa es una habilidad mental, sin embargo… esas las
podemos compartir También hay algunos de nosotros que pueden ver el futuro de
cada mortal caminante de la tierra porque el futuro es una entidad viviente y
respirante, así como los humanos. Y, debido a nuestra capacidad de compartir
nuestros pensamientos con tanta libertad sin cuidado, cuando uno sabe, todos
podemos saberlo si queremos. Todos sabemos cuándo alguien va a morir, cuando
alguien se va a enfermar, cuándo alguien va a ser herido, si el del principio de la
cadena quiere enviarnos ese conocimiento. Este flujo constante de información
puede parecer intimidante y abrumador para ti, pero para nosotros, es simplemente
un problema pasajero, algo como sólo un fragmento, una fracción de nuestras
mentes. También somos muy fuertes. Nunca nos enfermamos —nuestros cuerpos
no son humanos, aunque lo parezcan— tenemos corazones y tenemos pulmones;
nosotros comemos, pero no tenemos que seguir los mismos rituales que ustedes los
humanos tienen. Nuestros corazones seguirán latiendo aun sin oxígeno o sin
sustancia porque nosotros no estamos vivos como resultado de su existencia.
Nosotros estamos vivos por nuestros destinos —Ameila se detuvo, su cara estaba
muy seria mientras miraba a Robert quien seguía parado en el mirador. Ella miró a
su hijo con lo único que se puede describir como preocupación materna, el
pensamiento silencioso que se mezclaba en su cabeza, aun si estaban
compartiéndolo o no, creando un levantamiento en su perfecta ceja. Tomó un gran
respiró y suspiró, acarició mi mano antes de continuar—. Pero el destino… el
destino no es vida, la respiración tampoco. Eso no cambia con la marea. No está
formado por emociones o acciones. Ha estado grabado en piedra desde el momento
en que la vida existió. Los destinos de aquellos que no han nacido ya han sido
establecidos.

Intenté digerir toda esta nueva información mientras Ameila continuaba


acariciando mi mano, sabiendo que me estaba sintiendo increíblemente abrumada
por la marea de revelaciones y secretos que se habían acumulado en mi mente —no
solo por esta noche— sino por los días pasados. Sintiendo que no estábamos solas,
mire arriba de la cara de Ameila y vi a Ribert parado enfrente de mí con una
pequeña caja en su mano. Palidecí ante la expresión de rabia que se plasmaba en su
rostro en las duras líneas de confusión. Aun así, era tan hermoso que hizo que mi
corazón empezara una carrera a una meta invisible. Él miró a su madre mientras le
entregaba la pequeña caja, la cual ella me dio a mí.

La tomé, agradeciéndole bajito, y la abrí. Dentro había una... roca. —Uhm...


gracias —Murmuré, con la confusión marcada en mi cara.

151
—Es una pieza del Parthenon. Robert me dijo que tu madre había tenido una
extrema afición a la mitología, pensé que ibas a apreciar algo que viniera de un
tiempo que fue más que un mito —Ameila me explicó, sonriendo mientras recogía
la roca—. Robert y Lark dijeron que soy terrible dando regalos; pienso mucho las
cosas; ambos me lo han dicho. Si no te gusta, por favor házmelo saber. —Agarré la
roca de sus dedos, con miedo a ofenderla, y realmente apreciando el sentimiento
detrás de su voz—. Me gusta. Realmente. Al principio no lo entendí, pero ahora
si… Gracias, Ameila. —Le di mi sonrisa más brillante, esperando que pareciera
sincera. No estaba mintiendo. Es solo que no estaba segura que me pudiera sentir
de la misma manera luego de esta noche.

Guardé la roca en la caja y la cerré con cuidado. Buscando un bolsillo para poner la
cajita, miré abajo a mi ropa y sonrojándome, avergonzándome de estar casi sin
ropa. ¿Por qué no había dado cuenta que había estado en mi pijama todo este tiempo? —
Uhm… me gustaría ir a casa —dije mientras me paraba, sintiéndome
extremadamente consciente de cuando Robert me ofreció su mano para que
pudiera levantarme en sus brazos, di un paso atrás—. Me gustaría que Lark me
llevara a casa. —Él se estremeció. Realmente se estremeció, como si lo hubiera
herido, como si esa cosa fuera posible. Claro que lo había herido, me di cuenta que
había herido su orgullo. Grace la Súper Rara estaba rechazándolo.

Se puso rígido, sus ojos, fríos como el acero, estaban enojados. —Si eso es lo que
quieres pensar.

Y en un instante ya no estaba.

Ameila me miró con su cara llena de dolor. —Yo hablaré con él. Estaba enojado
con su hermana y conmigo por interferir. Nunca lo habíamos hecho, y por todo
este tiempo en esta tierra, no entiende porque.

—Gracias, Grace, por dejarnos visitarte. Me gustaría hablar contigo en algún


momento, si la situación lo permite, claro. —Ella besó mi mejilla y desapareció,
yéndose tan rápido, como si nunca hubiera estado aquí.

—¿Lark? —La llamé; no sabía por dónde se había desaparecido, o si siquiera estaba
ahí. Solo sabía que si no estaba, iba a tener una larga caminata hasta mi casa. En
bóxers.

Como si eso fuera a suceder.

De repente ella estaba allí, apareciendo de la nada, y empecé a farfullar como una
loca.

Eso era desconcertante, y ella lo sabía.

Y le gustaba.

152
Tomé un par de respiraciones para calmarme. —Lark, ¿podrías llevarme a casa?
Yo-Yo sé que debí habértelo preguntado antes de haberle dicho a Robert que
podrías, pero y… —Las palabras parecían fallarme.

La cara de Lark se iluminó. Agarré mi aliento —su sonrisa, con su resplandor


blanco que hubiera podido alumbrar todo un salón de baile. Pero en vez de eso, nos
iluminó a nosotras dos: Mi cara se veía tan triste y ahogada que estoy segura que
aun Tragedia me hubiera dicho que me veía mal, mientras que la cara de Lark solo
se le podría llamar etérea e impresionante.

Otro dueto musical —el sonido de su risa— llenó mi corazón, pero está ocasión
podía ver en ella diversión. —Creo que debiera decirte que te debo una, Grace. Me
has dado más entretenimiento en esta noche, de lo que he tenido en décadas. Nadie
nunca ha rechazado a mi hermano por nada. No es… normal para los humanos
hacer algo así; son tan fáciles de encantar que podríamos decirles que caminaran
fuera de un acantilado, y lo harían. Y, aparentemente, Robert no toma muy bien el
rechazo. Creo que tenía esto desde hace tiempo y estoy agradecida que hayas sido
tu quien lo haya hecho.

No sabía qué decir de eso. De hecho, no sabía qué decir de nada. Podía sentir el
cansancio en mí mientras los segundos pasaban y sabía que si no me acostaba
pronto, iba a caer en el pasto. Todo lo demás era secundario. Sus ojos ciegos veían
más allá de donde me apuntaban. —¿Estas lista? —me preguntó, y su pie pegándole
al suelo con impaciencia. Mi proceso mental era muy lento para ella. Asentí con mi
cabeza. Ella se acercó a mí con los brazos extendidos, y luego retrocedió—. ¿Que
haces? —Le pregunté apartándome de ella aun cuando se acercaba a mí.

—Querías que te llevara a casa, ¿no? —Me dijo con tono aburrido.

—Bueno... sí, pero pensé que podrías llevarme en coche o algo. —Murmuré
mientras sus manos se acercaban a mis brazos.

Ella paró y puso una mano en sus labios, mientras apuntaba a su cara con la otra.
—¿Ves estos ojos? Sé que puedo. Sé cómo me veo a través de tus ojos. Dime de un
departamento de vehículos a motor que me vaya a dejar incluso aplicar, y tomar el
test con ojos como estos.

Y ella tenía razón, por supuesto. Sus casi incoloros, y ciegos ojos eran obvios. Aún
más en su hermosa cara. —¿Entonces como vas a llevarme a casa?

Me sonrió. —¿Cómo te trajo Robert?

Oh.

—Oh. ¿Qué? ¿Crees que es el único que puede volar sin alas? —se rió de nuevo—.
Veo que hay muchas cosas que Robert no te explicó.

—Es algo difícil explicar miles de años de información en un día. —Murmuré

153
—Es verdad, pero se podría pensar que al menos te dijo las cosas básicas. En vez de
eso fue todo teatral contigo —tratando de darte miedo, para que te aferraras a él.
Típico hombre.

Pienso sobre eso un poco. —Bueno, ¿tú podrías decirme las cosas que él no me
dijo?

Su cara se vio pensativa. Se acercó a mí, y muy rápido, antes que pudiera retirarme,
me tomo en sus brazos. —Te contaré todo lo que quieras saber y que pueda. —
Empujó sus pies, lanzándonos al cielo… y empezamos a volar.

154
La Llamada

Traducido por Paaau y Conitaa H

Corregido por ginabm

L
a sensación extraña de que Lark me llevara hizo que no hablara por algunos
minutos, a pesar de la avalancha de preguntas que amenazaba con romper
el precio de mi auto-control. Ella me cargaba de una manera que me hacía
sentir que yo era un montón de ropa sucia. Ella no me quería dejar caer, pero al
mismo tiempo, ella tampoco quería que yo la tocara. Y, al igual que con Robert,
nosotras estábamos rodeadas por lo que parecía humo. Era casi como si nuestros
pies estuvieran en fuego, y en cualquier momento, llamas brillantes amarillas y
naranjas empezarían a lamer mis piernas.

—¿Por qué el humo? —Pregunté finalmente, iniciando mi averiguación.

—Bueno, nosotras como que somos un poco llamativas —dos personas volando
indistintamente alrededor— así que esto nos ayuda a escondernos cuando viajamos
de esta forma. Es una especie de camuflaje de ángel.

Asentí con la cabeza, entendiendo la necesidad de permanecer invisibles. Ahora


que la primera pregunta ya estaba hecha, no podía parar la corriente que había sido
reprimida por tanto tiempo. En cambio, sólo deje salir la primera pregunta las
siguientes tenían la oportunidad de ser escuchadas.

—¿Qué tipo de habilidad especial tienes?

—Bueno, ¿recuerdas como mi madre estaba hablando acerca de cómo nuestras


mentes estaban siempre abiertas, y conectadas? ¿Qué así siempre podíamos oírnos
unos a otro? —asentí con la cabeza mientras ella continuaba—, bueno, ella no
estaba diciendo la verdad exactamente. No estaba mintiendo, por supuesto. Tú ya
sabes acerca de esa regla. Es verdad, nuestras mentes están conectadas, pero para la
mayoría de nosotros, tenemos que estar cerca el uno del otro para poder oír los
pensamientos del otro.

155
—Yo, por otro lado, no necesito estar cerca de nadie. Puedo oír los pensamientos
de cualquiera, en cualquier parte. —Ella tenía una mirada engreída en su cara,
como si estuviera probándolo ahora mismo al estar escuchando a alguien que
probablemente no debería.

—¿Los pensamientos de quién estás escuchando ahora? —Pregunté, curiosa.

Me dio una mirada malvada. —El Presidente de los Estados Unidos. Está jugando
un juego online de Buques de Guerra consigo mismo y está enojado porque está
perdiendo.

No pude contener el fuerte resoplido de risas que estallaron en mi boca. Ella no


podía mentir, así que no tenía razón para dudar de ella; lo que hacía la imagen en
mi mente mucho más cómica.

—¿Qué más quieres saber? Sé que esa no puede ser tu única pregunta. —Ella dijo,
tratando de controlar las contracciones de las comisuras de su boca.

—¿Qué otro tipo de cosas puedes hacer?

—Uhmmm… bueno, la lista es bastante larga. ¿Cuánto tiempo tienes planeado


vivir otra vez? —Ella levantó una ceja solitaria y me miró —bueno, parecía como si
me estuviera mirando— y sonrió disimuladamente.

Miré a un lado, su vista ciega, pero ver sus ojos me daba escalofríos. —Viviré tanto
tiempo como me tome aprender todo lo que pueda acerca de Robert.

La sonrisa en la cara da Lark se ensanchó. Asumí que era porque ella estaba
buscando por adelantado muchas ocasiones en donde yo rechazara a su hermano
por una u otra cosa. —Bien, entonces, veamos… no se nos está permitido decirle a
nadie quién o qué somos sin una buena razón. Se explica muy bien por sí mismo el
por qué, pero la parte de las buenas razones en un poco confusa. Algunas de las
cosas que nunca me imaginé que fueran una buena razón resultaron estar
perfectamente bien. Es todo circunstancial, básicamente.

—No se nos está permitido mentir. Físicamente no podemos hacerlo —las


consecuencias en contra de nosotros serían instantáneas y… severas. No se nos está
permitido tomar una vida humana sin una razón justa. El castigo por eso puede ser
bastante severo. Pero como con las mentiras, es físicamente imposible para
nosotros hacerlo.

Nos balanceamos hacia un lado un poco —una bandada de pájaros pasándonos


como si no existiéramos— y Lark sonrió sabiendo, una sonrisa semi-divertida.

—Sólo como referencia para tu futuro, los animales no nos ven. Perros, gatos,
feroces leones salvajes —nosotros simplemente no existimos para lo que a ellos les
concierne. Hay alguno de nosotros que pueden hablar con ellos, pero para la
mayoría, somos sólo una pérdida de espacio. Esta explicado en la Biblia, si es que

156
alguna vez la has leído, que Dios le dio al hombre dominio sobre la tierra, blah,
blah, blah. Historia corta y larga, somos aire para ellos.

Ella miró a los pájaros volar por el cielo, y suspiró, continuando con su lista.

—No se nos está permitido usar nuestros poderes para beneficio personal aparte de
lo que necesitamos. No vivimos con la mano en la boca, eso no sería creíble para la
sociedad. Ellos nos ven —tan bellos y agraciados en comparación a ti— y no
podrían creer que fuéramos pobres o sin educación.

—Por alguna razón, ustedes humanos parecen que creen que la belleza y la
inteligencia van de la mano, así que llenamos los roles a los que la sociedad y la
raza humana cree que pertenecemos. Es la manera más fácil de mezclarnos, y así
no peleamos. Además, el dinero que tenemos puede ser mucho más atractivo para
ustedes humanos que cualquier capacidad de encanto innato que poseamos.
Ningún ángel puede romper nuestras leyes sin un juicio de los Serafines, y un
castigo de los Tronos.

—¿Serafines? ¿Tronos? —Sé que sonaba confundida pero realmente lo estaba.

—Ustedes tienen ¿Tronos de castigo?

—Los Serafines son los ancianos, unos de los más antiguos de nuestra especie, que
dictan sentencias a favor o en contra en nuestras acciones, mientras que los
Tronos… ellos son los ángeles encargados de repartir los castigos a las condenas
dadas por los Serafines. Cuando una de las reglas se rompe, y una sentencia se ha
dado, ellos son los que llevan a cabo esa sentencia. —Explicó ella, con sus ojos
brillando como vidrios tornasolados —fríos y duros con una luz etérea que no tenía
ninguna explicación… ninguna fuente.

Ella los cerró, dándose cuenta que la estaba mirando fijamente, y me dio una
media-sonrisa. —Ahora, ¿Dónde estaba? Oh sí, no pueden haber interferencias en
el destino de los humanos. Podemos ver el destino de la mayoría de las personas, y
algunas veces, nuestra naturaleza nos incita a interferir, para ayudar o castigar
según lo que nos parezca oportuno. Pero la mayoría de nosotros no somos
Serafines, ni Tronos y por una buena razón. Si quieres saber, la mayoría de
nosotros somos los típicos, empujarte lejos de un auto en movimiento tipo ángel
guardián. ¿Qué más? No se nos está permitido perjudicar a los traedores-de-alas.

—¿Qué son los traedores-de-alas? —Interrumpí, el nombre provocó un interés


inmediato en mí.

—Sí, Robert tampoco te dijo sobre eso, ¿cierto? —Ella sacudió su cabeza—. Un
traedor-de-alas es alguien que es el catalizador del renacer de un ángel, significa que
ellos son los que gatillan el crecimiento de las alas de un ángel. Llámalo pubertad
para ángeles.

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La miré, en shock. ¿Realmente había ángeles con alas? Después de haberlos visto a
ellos tres sin alas, asumí que eran simplemente simbólicas, o parte de la mitología
que le dijeron a los humanos para alejarlos de la verdad.

Ella sacudió su cabeza de nuevo. —Sólo porque tú no las veas en nosotros, eso no
significa que no tengamos. Bueno… Robert y yo no las tenemos. No hemos
conocido a nuestros traedores-de-alas aún. Eso me recuerda otra de las reglas; no se
nos permite mostrar nuestras alas en público. Incluso en el vuelo, mucho de los que
tienen alas no las usan. Son simplemente decorativas, por lo que muchos me han
dicho, y no producen ningún propósito real en cuanto a volar se refiere.

—Así que ¿Cuál es la importancia de los traedores-de-alas, si las alas no son del
todo importantes? —Pregunté.

Ella giró su cabeza para mirarme, con su cara muy seria. —Las alas son
extremadamente importantes. Nosotros no podemos entrar al Cielo sin ellas.

La miré en shock—. Pero ¡Ustedes son ángeles! ¿No es ahí donde pertenecen? —
Las pocas historias y las pinturas que conocía todas me contaron una historia
completamente diferente a la confusión que se estaba creando ladrillo a ladrillo en
mi mente.

—Grace, sacude esas nociones preconcebidas acerca de esos desnudos, tocadores


de arpas mariquitas que has visto pintados en los techos de las Iglesias fuera de las
ventanas. Los ángeles nacen en la tierra, como los humanos, y viven en la tierra
hasta que en un momento son considerados dignos de entrar al Cielo. Pero —y
quiero que esto te quede perfectamente claro— nosotros no vivimos ahí.
Sencillamente ser un ángel no te garantiza la entrada —no es nuestro sueño
terminar ahí como ustedes los humanos quieren. Debes saber acerca de todas las
cosas que no están garantizadas en la vida. Eso suena a verdad para los humanos
como para los ángeles.

Robert tiene más de 1500 años. Ni siquiera ha visto una pluma aparecer, mucho
menos un set completo de alas. Él sabe que su destino es ascender y responder a la
llamada. Es el destino de todos. Sólo no sabemos exactamente cuándo será y qué
será. Yo sólo he estado alrededor por 500 años; eso es prácticamente un infante
cuando me comparas con uno de los otros. Quizás tenga que esperar un milenio
antes de tener una idea de lo que me deparará mi llamada, e incluso ahí, sólo luego
de que conozca a mi traedor-de-alas y las circunstancias sean las adecuadas.

Me sentía sin aliento de toda la información que ella me estaba revelando —tantos
secretos, y aún, sabía que esto no era siquiera la punta del iceberg–—había mucho
más que yo aún quería saber. —Así que, estos traedores-de-alas… ¿Qué hace ella o
él exactamente? ¿Cómo traen las alas?

Ella pareció meditar eso un poco. —Tú sabes, yo no lo sé. No es algo que este
escrito como una ciencia exacta. Los traedores-de-alas han sido amantes de los

158
humanos, enemigos de los humanos, completos extraños, recién nacidos, las
personas de edad y los débiles. La creencia entre algunos ancianos es que debe
haber una gran atracción de las emociones para los traedores-de-alas y así
desencadenar el cambio.

Por ejemplo, el amor es una emoción muy fuerte, pero la rabia y la envidia pueden
a veces ser más fuertes. La madre de los traedores-de-alas tuvo un hombre de quién
ella creyó que estaba enamorada. Ella creyó que él también la amaba, pero
desafortunadamente, él estaba enamorado de otra mujer. Cuando ella se enteró que
él se había casado con ella en secreto, ella se encolerizó y casi lo mata en un
arranque de celos e ira. Su rabia desencadenó su cambio.

Después de conocerla y hablar con ella, me era difícil ver a Ameila como algo más
que serena —a pesar de lo que ya había visto de Robert— así que la idea de que ella
pudiera ponerse tan enojada que su cuerpo escupiera alas eso iba más allá del
alcance de mi imaginación. Miré hacia la oscuridad bajo nosotras e hice la pregunta
que pedía más fuerte por una respuesta. —¿Qué es la llamada?

Lark se quedó en silencio por primera vez desde que empezamos nuestro vuelo. No
sabía si le había hecho la pregunta incorrecta o no, pero recordando cómo
reaccionó Robert cuando le pregunte qué era ese segundo día, temí haber
sobrepasado mis límites.

—No has hecho nada como eso, para de ser tan boba —ella espetó, con disgusto
acompañando en cada palabra—. Estás en lo correcto. Estoy enojada. Y
simplemente estoy pensando en una forma de explicarte esto. No llego exactamente
a revelar esta clase de cosas a la gente todos los días, así que estoy tratando de
encontrar una manera sin usar términos por los que me preguntes poco después.

—Oh. Está bien. Lo siento.

Hizo sonar su lengua en desaprobación. —De acuerdo., así que quieres saber qué es
la llamada. Ahora sabes que el cambio trae las alas del ángel… pero también actúa
como un interruptor que enciende una especie de orador interno. Es a través de ese
orador que oímos la llamada. Es para lo que todo ángel vive, es para lo que
nacimos. En resumen, es nuestro destino.

—Probablemente sabes acerca de los arcángeles, especialmente si has ido a una


iglesia —ella sintió cuando sacudí la cabeza y suspiró—, está bien, no ibas a la
iglesia, pero no cabe duda de que tu conocimiento sobre los arcángeles es bastante
limitado a lo que a la mente humana se le permite recordar. Los arcángeles son los
ejemplos por excelencia de lo que es la llamada. Ellos viven sólo de su obligación.
Su obligación es la llamada. No hacen otra cosa que responder a esta. Han hecho
sacrificios, dejando atrás a sus compañeros de alma, sus portadores de alas, sus
hijos, con el fin de cumplir con su obligación. Son el estándar que muchos de
nosotros queremos ser. Son lo equivalente a un ángel pero adictos al trabajo.

159
—Sin la llamada, muchos de nosotros simplemente vagan sin rumbo, sin objetivo,
sin meta, todos estamos a la espera de la llamada. En pocas palabras, nos da un
sentido de propósito más allá de lo que esta vida humana ofrece. Están esos que no
tienen ningún problema con su vida en la Tierra, por supuesto. Esos que están
contentos con ser agricultores, profesores... incluso políticos, y no tienen ningún
problema en la espera de la llamada, con voluntad y esperando que se tome su
tiempo a pesar de que saben que su destino consiste en que la reciban.

La idea de ángeles como políticos me hizo burbujear de risa otra vez.

—¿Cómo puede un ángel ser un político? No pueden mentir, y sin embargo,


mediante la ejecución como un ser humano, que son, de hecho, mienten. Es
increíblemente irónico.

Lark asintió con la cabeza, comprendiendo el punto que estaba tratando de tocar.
—Hay que recordar que las casillas que controlan a cualquier persona que postula
para un cargo por lo general giran en torno a si es hombre o mujer, un ciudadano o
no, lo que su raza y grupos étnicos son, y que edad tienen. No hay casillas de —
humanos— e —inhumanos— para comprobar, y todos los documentos que se
requieren se pueden obtener fácilmente.

Me atraganté con mi risa. —Entonces, ¿Cuántos ángeles dejaron de nacer en el 500


A.C.?

Ella hizo una mueca a eso. —Hay un vacío legal en torno a mentir cuando se trata
de proteger nuestras identidades. Podemos decir que tenemos la edad que queremos
tener, y dar cualquier nombre que queremos dar, si se asegura que el secreto se
mantiene seguro.

No pude evitar reírme. La risa seguía saliendo de mí más y más, me di cuenta de


que Lark había tenido razón al decirme que tirara todas mis ideas preconcebidas y
terriblemente mal informadas sobre lo que los ángeles eran. Eran hermosos, pero
seguro que no eran perfectos, ni honestos tampoco. Era todo muy esclarecedor.

—Me alegro de que te estés divirtiendo —comentó ella con sarcasmo, y su cuerpo
rígido, su sonrisa se había ido—. Es difícil hacer eso, ya sabes. Contar una mentira,
incluso si se nos permite hacerlo. Es físicamente doloroso. Robert, por ejemplo,
tiene que decir a todos que él tiene dieciocho años, cuando ya sabemos que no es
así. Cada vez que dice que tiene dieciocho años, es como si se le marcara una gran
M en su pecho. Él ha estado diciendo a la gente que su nombre es Robert durante
tanto tiempo, que está acostumbrado a esa mentira, pero su nombre real es N'Uriel.

Me acordé de Ameila usando ese nombre, y corrigiéndola cuando ella me hablaba


de él.

—Pensé que N'Uriel era su segundo nombre. —Empecé a sentir el aguijón de la


tristeza mientras la conversación empezaba a llegar de nuevo a mí, pero

160
rápidamente lo quité de encima. No iba a dejar perderme ninguna cosa, de este
momento.

—Nació como N'Uriel. No como su segundo nombre. Ese fin llegó mucho más
tarde, junto con Robert.

—¿Por qué el cambio? —le pregunté—. Me gusta. Es diferente. —Igual que yo.

—N'Uriel se convirtió en Robert durante las Cruzadas, cuando los nombres que
sonaban demasiado árabes o muy parecidos a un sarraceno se sentenciaban a
muerte. No era a su vida a la que él y mi madre tenían miedo, sino más bien a la
exposición que tratar de matarlo habría traído, y en un momento en que incluso los
más devotos se preguntan si Dios existía o no, nuestra presencia habría sido vista
como un mal presagio, y no como una bendición. Estaba también el asunto de
tener que destruir a los testigos.

—Sé que eres consciente de lo que sucedió después del nacimiento de Robert, lo
que mi madre tuvo que hacer. Sabes que lo que hizo fue en contra de las reglas. Ella
creía que había una causa justa, por supuesto. Ella, después de todo, protegía a su
hijo. ¿Cuál podría ser una mayor justificación que esa?

—Los Serafines, sin embargo, estaban enojados. Ella había matado a más de un
centenar de personas inocentes para proteger lo que ellos pensaban era un niño que
había sido objeto de mala concesión. Hubo un gran alboroto entre ellos, y
comenzaron a reunirse. Es raro cuando todos se reúnen para discutir un castigo, y
esperan que todos hayan llegado antes de llegar a una decisión uniforme, así que
cuando los rumores empezaban sobre que todos los superiores se estaban
reuniendo, todo el mundo sabía que era muy, muy malo.

—Los Serafines tienen sus propias llamadas que cumplir, por lo que tomó más de
mil años el que la sentencia fuera dictada, llegó con tanta pompa y grandes
circunstancias, que se podría pensar que ella estaba siendo promovida.

—Despojada de sus alas, dijeron. Ella sería desterrada al mundo humano, media,
normal, sin poderes. Había sido unánime. La decisión nos incluía, y eso hizo al
castigo el más aterrador de todos. Pero entonces los Serafines descubrieron lo que
mi madre había protegido hace tantos siglos. Descubrieron lo que Robert era. Ya
no era un bebé, sino un hombre joven; fuerte, vibrante, y dotado. Era un sanador, y
su nacimiento era extraordinario... Su destino era estar dispuesto a que todos los
ojos vieran y el que se expulsara a él y a su madre, eso era imperdonable.

—No tenían más remedio que perdonar a mi madre por su crimen. Pero, el perdón
era un contrato por un tiempo, y si mi madre no hubiera cambiado la forma en que
todos vivíamos, todos estaríamos muertos. Ella ya no leía las mentes de las
personas. Ella no iba a ayudar a los conocidos que estaban en problemas —ella sólo
respondía a su llamada. Dejamos de ser agricultores, y ella vivió simplemente como
una viuda rica con dos hijos. Dejó de tener sirvientes, empleados… o a cualquier

161
persona con quien pudiera conectarse. Ella dejó de vivir... solo existió de manera
que nosotros lo hiciéramos.

Traté de averiguar lo que había hecho a Robert tan especial que su existencia era
suficiente para salvar a su madre y que su hermana viviera. También traté de captar
el concepto de que un ángel de alguna manera pudiera morir.

—Oh, morimos, Grace. Somos inmortales, no invencibles. Hay algunas maneras en


que un ángel puede morir, la más común es por convertirse en un ser humano. No
lo elegimos... bueno, la mayoría no lo hace de todos modos. Usualmente es una
frase que manejamos cuando la comisión de un delito va más allá de la redención.
—Dijo Lark en voz baja, su voz haciendo alusión a algo que yo tenía miedo de
tocar.

Ella suspiró, con su estado de ánimo cambiando. Ella mostraba un brillo de color
naranja silenciado ahora. Solo podía asumirlo como una expresión de su dolor o
tristeza, solo yendo por el camino de las líneas en su rostro que aparecían de la
nada, definiendo sus emociones como ninguna otra cosa podía.

—Los ángeles mueren... alguien a quien yo amaba entrañablemente, fue condenado


a una vida humana aquí. Él cometió errores, errores horribles, terribles, y esto fue
visto por los Serafines como un rechazo total y completo de nuestra forma de vida.
Así que lo condenaron a una vida humana en la tierra.

—Para los seres humanos, no es nada. Tú naciste y te criaste en esta vida.


Encuentras en lo que eres bueno, o aprendes las habilidades para ser bueno en ello,
y luego lo haces. Un ángel que ha nacido con poderes que son ilimitados, sin
necesidad de las cosas que los seres humanos necesitan debido a la biología, es un
shock para el sistema. Muchos de nosotros no tenemos habilidades comerciales sin
nuestro poder. Es fácil ser un agricultor cuando puedes transformarte en un
enjambre de abejas y polinizar tu propia cosecha, o ser un analista de mercado de
valores cuando se puede ver el futuro. Pero cuando de repente pierdes todas esas
habilidades, podrías ir también al río con un yunque atado a tu pierna.

—Y... para un ángel, el ver la forma en que un ángel crece y muere —no hay nada
en esta vida para mí que se pueda comparar a ese dolor.

Por un momento, me di cuenta de cuan similares éramos. Las dos teníamos el


conocimiento, la experiencia de ver a alguien a quien amábamos entrañablemente
morir. Ambas habíamos sentido el vacío dentro de nosotras, y a ambas nos dolía
tanto todavía, aunque ella podría tener siglos de existencia.

—¿Quién fue... el ángel que se volvió humano? —Mi voz era muy suave y
afectada... aproximada al dolor de ambas y a nuestras pérdidas.

Permaneció en silencio. Yo había ido demasiado lejos.

162
—Siento haber sobrepasado mis límites, Lark. No fue mi intención ofenderte o
lastimarte. —Le dije, mientras miraba a otro lado, tratando de no ver la tristeza
abrumadora en su cara, pudiendo sentir el frío que su cuerpo despedía.

Ella asintió con la cabeza y yo sabía que mi tiempo para interrogaciones había
terminado. Yo ya había aprendido mucho de ella —mucho más de lo que había
aprendido de Robert— aunque la información que él me había mostrado era muy
personal, mientras que la suya era más general. Se habló mucho sobre las
diferencias entre nuestras relaciones.

Tuve que recordarme, por supuesto, que cuando Robert había intentado llevar
nuestra relación no funcionó en sintonía con lo que yo esperaba. Él sabía que iba a
dejarme si sus alas venían. Su familia lo sabía. Lo más probable es que se limitara a
una parada temporal en cualquier viaje o lo que sea que él estuviera tomando hacia
su —llamada— era doloroso reconocerlo, pero también muy irritante. Yo no era
más que una distracción en su camino a cualquier lugar al que se dirigiera, y no me
gustaba nada.

Pero también tenía que admitir que aún lo quería. Yo todavía quería ese corto
periodo de tiempo con él, incluso si el estar conmigo no era más que algo para
pasar el rato. Tan herida como estaba, sabiendo que nuestras vidas no se podían
unir para siempre como él me había hecho creer, todavía lo quería, falso o no,
porque por lo menos con él, yo era más que sólo Grace. Yo era alguien en quien
confiar, que importaba.

Estaba tan perdida en mi concesiones que no me di cuenta de que estábamos en mi


habitación. ¿Cómo se había metido Lark sin golpearse la cabeza contra el marco o el
alféizar?

Habilidad.

Ella puso mis pies en el suelo y rápidamente me senté en mi cama, la necesidad


imperiosa de dormir luchando con mi deseo de pedir disculpas a Robert, para
decirle que estoy bien con lo que sea que él quiera, siempre y cuando yo esté
incluida.

—Tonta humana. Vendiéndote a tan poco —huele a desesperación. A los chicos no


les gusta eso. Juega duro para conseguirlo. Funciona mucho mejor sobre los
ángeles que sobre los seres humanos, especialmente si tienes la capacidad para
mantenernos fuera de tus pensamientos.

Miré a Lark con los ojos caídos. —Pero no sé cómo hacerlo; no sé cómo
mantenerte fuera de mis pensamientos.

Lark se encogió de hombros. Ella no iba a discutir conmigo acerca de algo que
pensaba que era ridículo, para empezar.

163
—Anda a dormir, Grace. Gracias de nuevo por la diversión. Tengo que decir que
hablar contigo acerca de todo esto fue muy catártico. Voy a tener que hacerlo de
nuevo. Tal vez.

Asentí con la cabeza, vagamente consciente de estar acostada en mi cama y tirar de


las sábanas hasta la barbilla. Abrí los ojos y empecé a decirle gracias por traerme a
casa pero ella se había ido.

Como si nunca hubiera estado ahí. Como si nada hubiera pasado siquiera esa
noche. Yo sólo podía esperar que alguien más lo creyera, también.

164
Rómpete una pierna

Traducido por Virtxu

Corregido por ginabm

N
o oí nada de Robert después de aquella noche en el parque. Ojalá hubiera
podido decir que no me di cuenta de su ausencia. No hubiera sido difícil
de creer. Ambos, Stacy y Graham hicieron la misión de su vida al pasar
tanto tiempo conmigo como fuera posible, y no sabía si de verdad estaban pasando
tiempo conmigo o lo hacían para ponerse intencionadamente el uno al otro de los
nervios, creo que nunca lo sabré.

Graham estaba siempre allí en la mañana para ver cómo estaba, y para tomar un
plato de desayuno... o tres. Nosotros aún no habíamos hablado de lo que dijimos en
el salón de mi casa, y estuve muy contenta de dejarle considerándolo un poco más
si eso significaba que cuando la conversación finalmente ocurriera, él no saldría
corriendo.

A Stacy le había dado por llamar justo antes de irse a la escuela para ver cómo
estaba, y ambos venían siempre inmediatamente después de sus prácticas, yéndose
a sus casas tras la cena después de pasar la noche conmigo. Papá se quejaba de que
Graham comía lo suficiente como para alimentar a la mitad de un equipo de
baloncesto, mientras que Janice se quejaba de que Stacy podía comerse a Graham
después de un conjunto completo de doce comidas. Sabía que ambos parecían
dispuestos a hablar conmigo, pero que nunca tenían la oportunidad, porque el otro
estaba allí.

Pasé una gran parte de la semana siguiente armando el soliloquio de Erica. Durante
las tardes antes de que Graham y Stacy llegaran, le pedía a Janice que me llevara a
la librería. Estaba tratando de hacer algunas investigaciones para mi ensayo de
poesía, pero siempre terminaba buscando todo lo que podía acerca de los ángeles,
encontrando en su mayoría obras de arte y unas pocas escrituras aleatorias. Lo que
encontraba importante, lo anotaba en un cuaderno al lado de mi ensayo de
investigación, y me recordaba a mí misma mirarlo más tarde.

165
Estaba terminando las tareas del hogar y el trabajo de clase que el Sr. Branke me
había traído el pasado jueves por la noche antes de regresar a la escuela, mientras
que Stacy y Graham discutían sobre el partido de béisbol que estaba en televisión.
Nunca le pregunté a Graham si Erica sabía que pasaba tanto tiempo en mi casa. Si
él no estaba dispuesto a volver a sacar el tema, yo tampoco lo haría. Pero sabía que
cuando llegara el viernes por la tarde, algo iba a cambiar entre Graham y yo para
siempre, y todo se basaría en cinco minutos de diálogo.

A pesar de todas las distracciones, todas las desviaciones, las conversaciones acerca
de los deportes, la política, la escuela, mis clases de Tae Kwon Do aplazadas, y
todos los momentos de mediadora entre Graham y Stacy, no podía mantener mi
mente fuera de mi ángel y de dónde estaba, lo que estaría haciendo, y si estaba
escuchando mis pensamientos sobre él. Pero sobre todo, me preocupaba que no lo
estuviera haciendo.

Cuando me desperté en la mañana del viernes me sentía muy indecisa. No estaba


segura de si estaba lista para lo que me esperaba. El intenso escrutinio comenzaría
casi inmediatamente, y no sabía cómo prepararme para ello. En pequeñas dosis, era
tolerable. Yo había tratado con él toda mi vida. Pero esto iba a ser diferente. Esto
iba a ser mi primer día de nuevo. Tenía que estar segura, pero lo único que me
hacía estar así era un ángel, y él no iba a estar hablándome.

Después de pasar una cantidad obscena de tiempo en la ducha tratando de ver si


todo mi ser podía pasar por el desagüe como lo hacía el jabón, finalmente bajé para
el desayuno y un ansioso papá me estaba esperando. Lo vi mirar hacia arriba de su
periódico cuando entré en la cocina y me sonrió, muy contento de que hubiera
salido del cuarto de baño con toda mi piel intacta, aunque mucho más arrugada
que de costumbre.

Había estado sentada no más de treinta segundos cuando Janice puso un plato lleno
con huevos revueltos y salchichas en frente de mí, con una advertencia de "te vas a
comer todo o de lo contrario" pegada a la cara. Tragándome cualquier observación
que fuera lo suficientemente estúpida como para formarla incluso en mi garganta,
tome el vaso de leche que había al lado de mi codo derecho y tomé un gran trago.
Ya había perdido una batalla contra un oponente formidable, y no eran ni las seis y
media todavía. ¿Cómo iba a ganar la guerra del viernes si comenzaba perdiendo
contra una mujer embarazada?

Tome tristemente el tenedor que ella me dio y me comí los huevos, preguntándome
todo el tiempo cómo iba a ser llegar a la escuela hoy. Como si hubiera leído mi
mente, mi padre llevó su periódico hacia abajo.

—Por lo tanto, ¿te va a venir a recoger Graham o voy a tener que hacer de chofer?

Puse un bocado de huevos en mi boca para darme un tiempo para pensar. No le


había preguntado a Graham si me iba a venir a recoger porque sabía que iría a

166
recoger a Erica y que sería muy incómodo para todos si fuera. Y, si tenía que ser
honesta conmigo misma, todavía tenía la esperanza de que estuviera, detrás de la
pequeña camioneta de Janice, una monstruosa motocicleta negra y un conductor
esperándome.

La absurda imagen de mí montándome en la parte trasera de la moto rápidamente


mató mi esperanza, sin embrago. Papá no iba a dejarme montar en la parte
posterior de una máquina de muerte de dos ruedas cuando todavía me parecía a la
víctima de un cuatro ruedas. Tragué mis huevos y sonreí.

—Creo que vas a tener que hacer de chofer, papá.

Él me devolvió la sonrisa, satisfecho por la idea. Realmente no había pensado


mucho acerca de cómo él había reaccionado al accidente una vez que llegué a casa
del hospital, pero sabía que él había tratado de ser mucho más atento, casi hasta el
punto de conseguir ponerme de los nervios. Parecía estar tratando muy duro de no
perderse ni una sola cosa, y me encontré estando de acuerdo con ello. Alargué mi
mano para acariciar la suya, que estaba posada en su taza de café.

Miró por encima de su periódico de nuevo, con los ojos llenos de calidez y
felicidad.

—Gracias, Grace.

Después de haber completado la tarea hercúlea de terminar la comida que Janice


había puesto delante de mí, la llevé a un lado.

—Janice, ¿crees que tienes algo que me pueda servir, para que no tenga que ir a la
escuela en pantalones de chándal?

Parecía sorprendida de que yo le pidiera una cosa así, pero sabía que la perpetua
chica de dieciséis años existía en ella exclusivamente por todos los cambios de
imagen por los que había pasado, me llevó rápidamente escaleras arriba, gritándole
a mi papá que "permaneciera abajo" porque esto era "un momento de chicas". Nos
dirigimos hacia la habitación que compartía con papá, y por un breve momento, no
pude moverme. Este era el cuarto que mi papá había compartido con mi mamá. Ir
con Janice parecía una pequeña traición.

Traté de tomar unas pocas respiraciones lentas y profundas, sin que pareciera que
lo estaba haciendo. Sabiendo que yo no podía retrasar esto por más tiempo,
finalmente entré, agradecida de que Janice no se hubiera dado cuenta de mis dudas;
estaba demasiado ocupada buscando a través de su lado del armario mientras
murmuraba "falda perfecta" que tenía un "corte perfecto" y era del "color perfecto".
Yo estaba segura de que tenía fallas suficientes como para anular la perfección sin
proponérmelo, por lo que simplemente la dejé ir una y otra vez sobre la ropa
perfecta que iba con los zapatos perfectos, y necesitaba los accesorios perfectos.

167
Cuando ella salió de su armario pareciendo como un comprador enloquecido en
una tienda en rebajas, casi salgo corriendo y gritando. Ella tenía un brillo en sus
ojos que sólo se veía en los asesinos en serie, tiburones, y chicos que recibían una
puntuación perfecta en el SAT. Estaba aterrorizada de verla así, pero recordando lo
que le había pedido, apreté los dientes y fingí que se trataba simplemente de mí
preparándome para la batalla. Yo me dirigía a la guerra, y tenía que meterme en el
papel.

No me atreví a mirarme en el espejo mientras Janice me quitaba la ropa, me vestía


y arreglaba hasta que realmente me sentí brillar como un coche recién encerado.
Fue sólo después, cuando ella se hizo a un lado para que yo pudiera ver mi reflejo
en el gran espejo del tocador que casi me caigo de nuevo.

Janice me había vestido con una falda de lana gris carbón que se abría a la altura de
las rodillas lo suficiente como para darle algo de volumen. En la parte de arriba
llevaba una camisa blanca, con cuello de tres cuartos de manga con rayas de satén.
Tenía un corte con volantes justo al borde del dobladillo donde se abotonaba con
pequeños botones de color negro, y estaba vestida con una amplia gama de color
gris oscuro. Alrededor de mi cuello, había colocado un sencillo collar con un
camafeo con una cinta negra. Mi pelo había sido recogido en una simple cola de
caballo.

Todavía parecía yo. Sólo que más junta. Sonreí a mi reflejo, sintiéndome como un
idiota total y absoluta y sabiendo que ésta era la última cosa que debería haber
hecho, pero también sabiendo que era demasiado tarde para cambiar ahora.

Cojeando rápidamente me dirigí a mi habitación para ponerme mi par favorito de


botas y luego bajé dando saltos con la intención de sorprender a papá dejando mis
Dockers.

Al darme cuenta de que no estaba en la cocina, entré en la sala de estar, pero


descubrí que tampoco estaba allí. De repente escuché la bocina de su coche y supe
que él se había montando ya en el coche y me estaba esperando afuera.

Janice apareció entonces con mi mochila en la mano. —Espero que tengas un gran
día de nuevo, Grace, y rómpete una pierna durante el discurso de hoy.

Dejé escapar una especie de risa ahogada. —Creo que ya hice esa parte.

El abrumador sentimiento de abrazarla de repente se hizo cargo de mí, y alargué los


brazos para abrazarla rápidamente. Ella no me dejó ir tan fácilmente.

—Estoy muy, muy feliz de que estés en mi vida, Grace.

En ese momento, supe que podía decírselo de vuelta y que de verdad quería
hacerlo.

—Me alegro de que estés en mi vida, también, Janice.

168
Fue suficiente para nosotras dos, pero aunque no lo fuera, la bocina impaciente de
un claxon familiar señaló que ya era hora de irme. Con mi mochila colgada sobre
un hombro, tome las muletas que habían sido visiblemente colocadas cerca de la
puerta. Había estado cojeando, saltando, y simplemente caminando por toda la
casa sin usarlas ni una vez desde mi regreso a casa, y ciertamente no quería
empezar a hacerlo ahora. Pero la ilusión de una escayola no era tan creíble sin la
adición de ellas, así que coloqué la culata en mis brazos y me tambaleé hacia la
puerta con la marcha familiar y torpe que se asocia con ellas.

Papá había sacado el coche del garaje y la puerta del copiloto estaba abierta,
esperándome. Intenté ser tan graciosa como me fue posible con la falda y la blusa
de Janice, tambaleándome hacia el coche, rápidamente tratando de encontrar la
manera de entrar en el sin caerme completamente sobre mi cara. Había previsto
lanzar las muletas en el coche y luego de forma incidental entrar dentro pero con
mi suerte, probablemente acabara rompiendo una ventana o dos. Tampoco estaba
segura de si podía sentarme en el asiento correctamente con una falda mientras me
apoyaba en las muletas al mismo tiempo, por lo que sentarme primero y luego tirar
de las muletas detrás de mí estaba también fuera de cuestión.

Al acercarme a la puerta del coche, me di cuenta de que simplemente tendría que


pedirle ayuda a mi papá.

—Papá podrías…

El movimiento en el coche acabó con lo que había planeado decir. La puerta trasera
se abrió y en una fracción de segundo, fue como si hubiera salido de la realidad y
estuviera en un sueño porque Robert estaba allí, con la mano a mi lado, quitando
poco a poco la muleta de debajo de mi brazo, sonriendo y mirándome con los ojos
brillantes.

—Te ves hermosa. —Dijo en voz baja, y yo no pude hacer otra cosa que mirarle,
con la boca abierta, el corazón latiéndome fuertemente en mi pecho, con mi mente
anhelando escuchar su voz de nuevo, sólo que de una manera más íntima, de la
forma en la que me había acostumbrado y que ahora había perdido.

Te he echado de menos, también.

Me sonrió. Yo conocía la forma en que me miraba, su sonrisa era una mezcla de


diversión y placer, hasta que papá se quejó en voz alta desde el asiento del
conductor, molesto y decepcionado.

—Bueno, vamos a meterte en el interior antes de que tu padre cambie de opinión


acerca de llevarme y me deje tirado. —Dijo con fuerza suficiente como para que
papá le oyera, aunque yo sabía que probablemente podría llegar a la escuela más
rápido de lo que podíamos hacerlo con el coche. Increíblemente, mi sonrisa se hizo
más amplia.

169
Me agarró la mano, mientras me metía en el asiento del acompañante, lo que me
permitió eliminar la otra muleta e introducir mi pierna derecha en el coche. La
escayola me impedía doblarla, por lo que simplemente la puse en un ángulo
incómodo, lo que me hizo inclinarme incómodamente a un lado. Robert movió
rápidamente el asiento hacia atrás lo que me permitió sentarme con más
comodidad.

Cuando pasó el cinturón de seguridad a través de mi pecho y lo abrochó en su


lugar, tomé una bocanada de su perfume angelical y tuve que morderme la lengua
para no gemir, olía tan... celestial. Y lo peor era que yo no podía hacer nada al
respecto. No mientras papá estuviera sentado a mi lado, con los ojos en respuesta al
evidente atrevimiento de Robert. No mientras yo no estuviera segura de dónde
estábamos exactamente Robert y yo. Sólo me mordí la lengua más duro, y me
quedé mirando hacia adelante de mí, sin moverme o respirar hasta que Robert
hubo cerrado mi puerta y sentado en el asiento de detrás, con su espacio para las
piernas severamente amputado por la nueva posición de mi asiento.

Tan pronto como el coche comenzó a moverse, abrí la ventana y tomé un trago
grande de aire. La frescura de la mañana de septiembre fue suficiente para mi
cabeza. Miré a papá, tenía el rostro serio, con sus manos apretadas en el volante, y
me pregunté por qué estaba tan tenso.

Él no era de los que daban rodeos. Desde que descubrió que era capaz de gustarle a
los chicos... y de que ellos me gustaran a mí, sus instintos paternales hicieron acto
de presencia y estaba llegando a ser muy protector sobre su virtud.

Suspiré ante eso, pero se convirtió en una tos cuando vi a papá mirarme con recelo
desde la esquina de su ojo.

—Creo que tragué por el lado equivocado. —Improvisé rápidamente. Miré en el


espejo retrovisor para ver la imagen de Robert mirándome de vuelta, con la cabeza
inclinada hacia un lado como si estuviera perplejo.

Esperé a que me dijera lo que pensaba, pero me encontré solamente con silencio. Él
siguió mirándome durante el viaje de veinte minutos a través del tráfico, con el
rostro cada vez más y más confuso cuanto más cerca estábamos de la escuela. Yo
no entendía lo que le impedía decirme lo que estaba mal, y eso sólo me hizo
preocuparme a mí también.

Cuando mi padre se detuvo en el estacionamiento de la Secundaria Heath, casi


salgo disparada del coche, desesperada por saber qué estaba tan mal. La mano de
papá en la mía fue la única razón para que no lo hiciera.

—Grace, espero… sé que vas a tener un buen día en la escuela, pero, si se pone
demasiado abrumador, llámame desde la oficina. —Me acarició la mano, como lo
hacía antes cuando era una niña. Me quedé mirando esa mano, de pronto
preguntándome qué estaba haciendo. ¡No estaba lista para volver a la escuela! No

170
estaba lista para ser observada otra vez, para escuchar los comentarios susurrados
de los que no estaban en silencio, o sentir la mordedura del frío en los hombros.
Definitivamente no estaba lista para hacer mi soliloquio. Todo lo que quería hacer
en ese momento era arrastrarme en el regazo de mi padre y fingir que tenía siete
años de nuevo.

Pero, una mano cálida en mi hombro me hizo volver a los diecisiete. Me volví para
mirar a Robert y a pesar de la apariencia cuestionadora en su rostro, de repente
sentí que me devolvía la confianza, así como algunos otros sentimientos que
probablemente no debería tener.

La cara de Robert de pronto se iluminó como un árbol de Navidad. ¡Puedo oírte otra
vez!

Él me ayudó a salir del coche, y me entregó las muletas mientras me ponía al día de
todo lo que había echado, al parecer, en falta en el coche. O, más importante aún,
lo que me había estado perdiendo. Al parecer se trataba de un montón.
Inmediatamente después de mi falsa tos, Robert había perdido toda capacidad de
leer mis pensamientos, y el silencio cada vez mayor en la cabeza le había
confundido.

Pero lo que me confundió aún más fue cuando te llamé y tú no me oíste. Era como si mis
pensamientos fueron absorbidos por el vacío, y no había rastro de que hubiera estado ahí.

Saludé a papá mientras él se alejaba, con la cara algo apretada, murmurando sobre
chicos y armas de fuego. Yo sonreí, ligeramente satisfecha de que esto fuera nuevo
para nosotros dos, y me volví hacia Robert, con mi mente comenzando a correr a
través de lo que yo había estado pensando cuando él no había podido escuchar. En
realidad en lo único que había estado pensando es en lo que le estaba causando tal
preocupación grabándole líneas a su rostro angelical, esto pareció molestarle más
que aliviarle.

Mi preocupación por su incapacidad de leer mis pensamientos me impidió notar las


miradas de decenas de pares de ojos, o susurros escondidos detrás de manos y
carpetas. No fue hasta que Robert y yo comenzamos a caminar hacia la escuela que
me di cuenta de que nadie estaba hablando. Sólo podía adivinar qué era lo más
sorprendente: mi llegada a la escuela tan pronto después de ser atropellada por un
coche, que no llevara un par de pantalones vaqueros y una camiseta cutre, o estar
caminando al lado de Robert, con mi mochila en el hombro y mirando hacia mí.

Por supuesto, todos en la escuela ya sabían cómo él había sido el que me encontró y
llamó al 911. Su reputación como héroe ya se había consolidado firmemente como
una leyenda en la Secundaria Heath. Sus acciones habían subido como
consecuencia de ello, y lo podía ver en los ojos de cada chico y chica. Se había
ganado a todos sin necesidad de utilizar una onza de su encanto sólo por salvarme
la vida, y la ironía de eso era casi demasiado como para soportarla.

171
De la nada, una chica bajita, con cabeza de cuervo salió volando hacia nosotros,
con el rostro radiante de emoción y felicidad. Ella se estrelló contra mí,
abrazándome fuertemente, tirando mis muletas al suelo con un estrépito y tuve que
poner mis brazos alrededor de ella como apoyo.

—¡Me alegro tanto de que estés aquí! ¡Y, oh Dios Mío, te ves muy bien! ¡Como un
seguro TGIF 7!

Tan pronto como ella me soltó, Robert puso mis muletas de nuevo bajo mis brazos,
sin querer debilitar la farsa a la que los dos sabíamos que estaba jugando.

—Gracias, Stacy. —Murmuré, demasiado sorprendida por la muestra de afecto en


público, y con un público que se había dado cuenta. Traté de dar un paso adelante,
pero mis rodillas se golpearon malamente, estaba segura de que mi izquierda estaría
cubierta con un hematoma muy grande por la escayola de mi derecha.

Stacy arrebató mi bolsa de libros fuera de los hombros de Robert, y lo miró.

—Bueno, ¿no crees que deberías ayudarla? Un héroe como tú. Sostener su bolsa de
libros realmente no es algo digno de ese título. Yo estoy haciendo eso ahora mismo,
y nadie ha decidido tener a mi bebé. —Ella miró a todas las chicas que parecía que
estarían dispuestas a tener mucho más que un bebé de Robert. Algunas parecían
muy ansiosas y dispuestas a ocupar mi lugar, incluso si eso incluía también ser
golpeada por un coche y casi morir. Pero, aunque lo intenté, no pude encontrar
fallas en ninguna de ellas porque yo estaba casi segura de que mi cara tenía la
misma mirada que la de ellas.

Robert se echó a reír, y Stacy lo entendió como su señal para comenzar a caminar.
—Por lo tanto, hoy es el día, ¿eh?

Asentí con la cabeza, dando un paso balanceante hacia adelante, tratando de


coincidir con el ritmo de su paso a la vez que trataba de no caerme de bruces. Subí
los escalones de la entrada principal de la escuela con bastante facilidad,
sintiéndome muy agradecida de que a pesar que sabía de todos los comentarios
sarcásticos acerca de mí que se estaban diciendo, no había oído ni uno solo. Nadie
se atrevía a decir nada al alcance del oído de Robert, ya que hacerlo sería abaratar
sus acciones, y nadie quería hacer eso.

Casi me sentía satisfecha, esa era una sensación que jamás había sentido realmente
en la escuela... o casi nunca. No confiaba en mí misma por lo que pudiera pasar
ahora, sin embargo. Todavía tenía un largo día por delante, y la parte más difícil no
comenzaría hasta que el día estuviera casi a la mitad. Me sentí reconfortada de

7
TGIF: Thank God Its Friday en español Gracias a Dios que es Viernes.

172
saber que en la primera mitad de mi día al menos tendría a Stacy y a Robert a mi
lado.

Mientras caminábamos a la clase del Sr. Frey, de repente recordé que Robert tenía
clase con Becca, la mejor amiga de Erica. Él sería capaz de leer su mente y ver si
Erica había compartido alguna información acerca de lo que había escrito para
decir sobre mí hoy. Estaba casi demasiado nerviosa como para preguntárselo
cuando me di cuenta de que simplemente con pensar en ello, ya lo había hecho...
técnicamente.

¿Es eso lo que quieres que haga?

Dudé antes de sacudir mi cabeza un poco, sabiendo que aunque hubiera sido
imperceptible para cualquier otra persona, él lo vería. No podía pedirle que hiciera
trampa por mí. Yo nunca había hecho trampas antes. A esto se añadía el hecho de
que yo nunca le había pedido a Robert que usara sus habilidades para ayudarme de
alguna manera, y no iba empezar ahora.

La campana sonó y mis nervios empezaron a retorcerse. Sabía que, para bien o
para mal iba a tener que seguir con todo esto, pero eso no significaba que mi cuerpo
fuera a querer cooperar.

Vi a Stacy entrar en el salón de clases, con mi bolsa de libros todavía en su hombro,


y volví la cara hacia Robert para darle las gracias y decirle que hablaríamos tras el
primer periodo. Él puso una suave mano contra mi mejilla, y yo apreté su mano,
agradecida por la forma en que me tranquilizó y me hizo olvidar —aunque fuera
por un momento— qué era lo que me preocupaba.

—Gracias. —Dije en voz baja. Fue lo único que pude pensar en decir. Había
mucho más que teníamos que hablar, pero en ese momento sólo pude decir esa
palabra y me alegré de que existiera.

—No, gracias a ti. —Se inclinó y besó la parte superior de mi cabeza. Fue un
pequeño gesto, mundano de muchas maneras, y sin embargo... fue suficiente. Me
di la vuelta y di un paso balanceante hacia el escritorio que Stacy estaba
manteniendo libre para mí. No hice caso de las descaradas miradas de perplejidad
que parecieron venir de todos, incluso de un adormilado Sr. Frey, y con cuidado
me deslicé en el asiento junto a Stacy que tomo las muletas de mi mano antes de
que pudiera protestar.

—¿Por qué las necesitas de todos modos? Te juro que te moverías mucho más
rápido sin estos palos —ella las apoyó contra la mesa y señaló a mi mochila a sus
pies—. ¿Está ahí?

Supe a lo que se refería, y asentí con la cabeza. —No voy a ganar ningún premio
Nobel de la Paz, pero no voy a ser demandada por difamación.

173
Stacy hizo una mueca ante eso. —No tengo tan claro que ella no lo intente y lo
haga de todos modos, o por lo menos te amenazará al respecto. Ella ha estado
hablando durante los últimos dos días y no tengo ninguna duda de que está
planeando hacerte la paria de la escuela. Espero que estés lista para ello.

¿Lista para qué? Ya había vivido a través de una pesadilla emocional y física. ¿Qué
otra cosa le quedaba a ella por hacer? La idea de perder de nuevo a Graham flotaba
alrededor, pero se fue volando cuando llegué a la decisión de que cualquiera que
fuera la elección de él, yo no tenía nada que ver con ella nunca más.

—Ya he experimentado el papel de paria. Ella no me puede hacer nada ahora que
no me haya hecho ya. Estoy lista para que esto pase ya de una vez. Lo estoy. —
Sabía que cuando me entregaran mi guión y tomara mi lugar en el escenario, me
gustaría saber con seguridad que estaba realmente lista, pero en ese momento, no
había nada más que pudiera hacer, no había ninguna preparación posible, ni
ninguna palabra que me hiciera sentir más confiada. Estaba tan lista como podía
estarlo. Mi única pregunta era si era o no el día en que me arrastraría o saldría
volando. Aunque no me importaba de todos modos.

Cuando sonó la campana del primer período me di cuenta de que mi conversación


completa con Stacy había sido el foco principal de todos los demás en el salón de
clases. Fuimos las únicas que nos pusimos de pie cuando sonó la campana, y las
primeras en salir por la puerta, todo el mundo estaba tratando de cubrir
rápidamente el hecho de que habían estado escuchando, con charlas sin sentido,
rozando fuertemente las sillas por el suelo, y estrellando los libros en la parte
superior de las mesas.

Stacy encontró esto realmente divertido. Yo me encogí ante la idea de que más
personas conocieran lo que se avecinaba. Con cada paso balanceante de mi cuerpo,
me acercaba a un momento crucial en el que estaba resultando ser un año sénior
muy interesante en la escuela secundaria.

***

A la una y media de la tarde, entré en la sala que servía como salón de clase para
las sesiones de teatro. Robert se había reunido conmigo tras la clase de Literatura
Inglesa, al igual que lo había hecho con Biología, y llevaba mi bolsa de libros,
mientras que yo hacia mi mejor imitación de un péndulo humano.

Por mucho que sabía que él quería hablar conmigo acerca de lo que había pasado la
otra noche en el parque, no podía lidiar con eso y centrarme en lo que se avecinaba,
al mismo tiempo. Nos sentamos en silencio durante la clase de Francés, porque él
no estaba encantado con no poder hablar de ello. En el momento en que Cálculo

174
terminó, habíamos llegado a un entendimiento de todo lo que discutiríamos,
simplemente teníamos que esperar hasta el día pasara y me hubiera recuperado, en
su caso, de los daños que el soliloquio de Erica iban a causar en mí.

El auditorio se veía muy vacío cuando llegamos, nuestra clase estaba sentada cerca
de la zona del escenario, y de pie estaba el Señor Danielson en el escenario en
medio de una discusión muy animada con otro profesor de algo que no pude
escuchar. Robert se puso rígido, lo que me dijo que no le gustaba lo que había oído,
pero me decía lo suficiente sobre de lo que era. Fruncí el ceño, no me gustaba la
forma en que su frente se arrugaba en la parte de arriba.

Nos sentamos en los asientos de la primera fila junto con el resto de la clase y
esperamos a que sonara el timbre. Oí la puerta de la sala abrirse detrás de nosotros,
y traté de girarme para ver quién era, pero Robert me puso la mano en la barbilla y
me tomo la cara inmovilizándome. El sonido de decenas de pies pisando fuerte
contra el suelo de madera de la sala hizo que mis ojos se ampliaran, y mi
respiración aumentara rápidamente.

Teníamos una audiencia, y por el sonido del zumbido que venía detrás de mí, junto
con el estruendo sin parar de los pies, era una grande. Seguí tratando de volver mi
cara para ver, mis manos se pusieron sudorosas por el pánico, pero Robert negó
con la cabeza, sosteniendo con su mano mi barbilla, y con la otra mi otra mano.

No es necesario que lo veas para saber que está ahí. Concéntrate en lo que tienes
que hacer. Yo estoy aquí. Vas a estar bien.

Le miré a los ojos, viendo mi reflejo en ellos y dándome cuenta de que estaba
mostrando más con mi cara de lo que nunca pude con sólo mi mente, y que todos
podían ver lo que estaba sintiendo. Por ejemplo Erica, que pasó junto a nosotros en
ese momento, su rostro llevaba la misma sonrisa petulante que yo había desechado
esta mañana.

Fue esa sonrisa la que finalmente trajo de vuelta mi enfoque. Robert supo eso,
también. Me soltó la barbilla, pero siguió vigilándome.

—Voy a estar bien. Estoy bien. Puedo hacer esto. —Tome mi mochila, que había
colocado a sus pies, y la abrí. Tomé la carpeta azul que contenía mi soliloquio de
Erica y lo saqué. Sujeté la carpeta entre mis dientes, tome mis muletas y me
levanté.

Robert sacó la carpeta de mi boca, sonriendo. —No creo que ella aprecie que
escupas todo su diálogo.

Me encogí de hombros, mientras puse las engorrosas muletas debajo de mis brazos
y, a continuación arrebaté la carpeta de la mano de Robert.

175
—No creo que eso realmente importe en este momento, ¿verdad? Ella me va a
crucificar en frente de toda esta gente, y va a disfrutar cada segundo de ello. Lo
único que tengo de mi lado es la verdad, y eso no le importa nada a ninguno de
ellos. —Hice un gesto señalando a la gente detrás de mí con la carpeta en la mano.

Robert me agarró del codo, con la fuerza suficiente para detener mi movimiento. —
Estás equivocada. También tienes a Stacy de tu lado. Y a Graham...

Hizo un gesto con la cabeza hacia alguien que se acercaba a nosotros.

Dudé en mirar, sin saber si me agarraría la barbilla de nuevo para impedirme ver
quién era él que se dirigía directamente a nosotros. Cuando estuve segura de que no
me detendría, volví la cabeza para ver a Graham, con una expresión determinada
en su rostro.

¿Qué está haciendo? Miré otra vez a Robert, con el pánico inundándome.

Él quiere saber lo que está pasando. No sabía que tú y Erica se encontraban en la


misma clase. O que yo también.

Oh queridas bananas. Lo último que necesitaba era un enfrentamiento entre Robert y


Graham. Y frente a lo que estaba empezando a parecerse a la mitad de los
estudiantes, también.

Tomando unas cuantas respiraciones profundas, volví mi cuerpo por completo para
enfrentar a Graham.

—¿Qué estás haciendo aquí?

Miró la mano de Robert en mi codo, y luego a mí. —Erica me dijo que había una
cosa hoy para su clase de arte dramático. Ella no me dijo que tú estabas en la
misma clase con ella. No me dijo mucho acerca de esta clase, en realidad. —Dijo,
mirando de nuevo a Robert, con sus ojos entrecerrados.

Estaba enferma. Fuera lo que fuese lo que Erica había planeado para hoy le iba a
doler a Graham, también, y ella había querido que yo fuera la que lo hiciera. Miré
la cara de Robert y sus ojos eran del frio color del acero, con la boca en una línea.
Ambos confirmaron mis sospechas. Mi cabeza daba vueltas, y pude ver el centelleo
de pequeños puntos negros y blancos frente a mis ojos, al igual que la nieve en la
televisión, el terror de los débiles. Algo totalmente adecuado.

Toma algunas respiraciones profundas, Gee.

No era como si yo no estuviera intentándolo. Estaba tomando la más profunda y


más lenta respiración que podía, pero el sudor frío que había estallado en mi frente
se había extendido también a mis manos. Robert me ayudó a que me volviera a
sentar, mientras que Graham agarró las muletas. Ambos parecían muy decididos a

176
asegurarse de que no dejara de notar la presencia del otro en cada momento, lo cual
me venía muy bien.

Yo... necesito algo. No podía entender lo que era, pero estaba cerca. Era algo que
estaba tan cerca, que podía probarlo. Una mano caliente todavía en mi codo lo
apretó suavemente, no la mano de hierro necesaria para no dejarme nunca más. Él
había dicho que tenía a Stacy y a Graham de mi lado.

Miré a Graham y a través de la tormenta de nieve de mi visión, vi la preocupación


en su rostro —y sorprendentemente, dolor— y supe que Robert había tenido razón.
Pensé de nuevo en la cara de Stacy esta mañana, y como ella me había ayudado
tanto la semana pasada, y sabía que tenía razón en eso, también. Pero ¿Qué era esto?

—¿Y tú? ¿No te tengo de mi lado, también? —Le pregunté, con mi voz temblorosa
y mis ojos todavía sin poder enfocar bien.

—No lo dudes ni por un segundo.

Y eso fue todo. Tenía tres personas de mi lado. Tres más de lo que jamás imaginé
que alguna vez tendría.

De hecho, tienes uno más.

Miré a Robert, confundida. Él señaló hacia la parte posterior del auditorio, donde
se reunían un grupo de chicas, riendo y señalando a un grupo de chicos sentados
algunas filas más abajo. No tuve que mirar por mucho tiempo antes de ver a quien
estaba señalando. Ella era la única que no se reía, aunque su rostro era tan bello,
tan perfecto, y sus ojos estaban tan ciegos aunque ahora sabía cómo de falsa era
realmente la ceguera.

—¿Qué está haciendo aquí? —Seguí mirándola fijamente, esperando alguna señal
de amistad, nada.

—Ella va a la escuela, también, Gee. Está en segundo año.

Yo bufé. ¿Una estudiando de segundo año? ¡Ella tenía más de quinientos años; lo menos que
podría haber sido era junior!

Me volví a mirarla de nuevo y sabía que ella me había oído. Por supuesto que me
había oído. Ella sabía lo que iba a decir antes de que incluso saliera de mi boca.

¿Me odias? La miré.

Ella negó con la cabeza. ¿Por qué te odiaría? Podría decir exactamente lo mismo. Si yo
misma soy incapaz de apreciar la ironía después de quinientos años, no merezco esta
existencia inhumana.

177
Di un suspiro de alivio. Eso se sentía bien. Se sentía muy, muy bien en realidad,
sabiendo que tenía a todos ellos apoyándome, aunque Graham era el único que no
sabía exactamente de qué iba esto. Era suficiente.

Estable y segura, me levanté de nuevo, aceptando mis muletas de Graham, y mi


carpeta de Robert. No hice caso de las miradas mientras andaba balanceante hacia
Erica. No hice caso de los susurros. No hice caso de nada, excepto de mi destino.

Ella me vio acercarme, con la cara llena de diversión, y me decidí a devolverle la


sonrisa. Todo el humor dejó su cara ante mi reacción inesperada y esa sonrisa de
suficiencia que me había negado a poner en mi cara esta mañana volvió con una
venganza.

—Aquí está tu soliloquio. —Le entregué la carpeta azul, contenta de la ruta que
había tomado con él.

Ella lo miró como si fuera a contagiarle algo, pero no lo abrió. Se inclinó para
alcanzar su gran bolso de mano y sacó una carpeta manila que contenía algunas
hojas de papel sueltas.

—Aquí está el tuyo. Recuerda, no puedes mirar a escondidas hasta que nos llamen.

Sentí que mi sonrisa petulante decaía un poco, pero la devolví a las esquinas de mi
boca antes de que ella pudiera darse cuenta de nada. Iba a salir de esto, de una
forma u otra, no importaba lo que ella hubiera escrito para que yo dijera.

—Lo mismo te digo.

Me quedé allí de pie mientras se alejaba, con la carpeta azul en la mano que parecía
caer hacia abajo por su peso. Cuando el Señor Danielson anunció que estaban listos
para empezar, me encontré sentándome de nuevo en mi asiento con varios juegos
de manos. Miré hacia arriba para ver tanto a Robert como a Chips, sin Dip y Salsa,
de pie junto a mí. Hice el supuesto de que se les había asociado como compañeros,
y juntos, habían trabajado para alejarme de Erica lo antes posible una vez que
nuestras carpetas se intercambiaron.

La primera pareja en el escenario pasó a ser Dip y Salsa, lo cual explicaba su


ausencia, y cada uno tuvo golpes humorísticos por sus apodos —Dip anunciando
que era intolerante a la lactosa, y Salsa diciendo que en realidad a nadie le gustaba
un gran remojón. A la vez que sacaban a la luz sus proezas con las mujeres, las
cuales no tenían. Era fácil ver por qué el trío realmente se llevaba tan bien y no
pude evitar sentir un poco de envidia por ello.

Tres parejas más subieron antes de que Robert y Chips tuvieran su turno. Robert se
lamentaba de lo guapo que era y cómo se había enamorado de sí mismo, pero aún
no podía hacer nada, sino envidiar lo totalmente impresionante que era un tipo
llamado Chips.

178
Las risas de la audiencia complacieron a Chips, cuya sonrisa habría sido lo
suficientemente brillante como para renunciar al uso de la atención que parecía
estar proyectando su ropa delante de nuestros ojos. Cuando fue su turno para
hablar, habló acerca de su obsesión por la comida, y cómo había llamado a todo lo
que no quería comer "Robert", así tendría un incentivo para no comerse a su nuevo
mejor amigo en el mundo entero, su "BFFL" 8.

Eso atrajo a una serie de carcajadas de ambos lados, así como algunas risas muy
divertidas de una poco probable, sin embargo, fuente cercana que hacía menos de
una hora había estado molesta por su mera presencia.

Y luego, llegó mi turno

8
BFFL: Best Friend For Life: Su mejor amigo de por vida.

179
Enfréntalo

Traducido por Dham-Love

Corregido por cYeLy DiviNNa

E
rica se deslizó al escenario con esfuerzo. Me di cuenta de sus jeans
apretados y botas negras, su top verde oliva por debajo del hombro con la
camisola blanca por debajo, y admití para mí que incluso vestida tan casual
como estaba, me eclipsaba más que Janice. Con la ayuda de Robert y Chips, subí al
escenario y asentí para mostrarle al Sr. Danielson que estaba lista, cuyo rostro
estaba tan emocionado como el de un niño en navidad.

Esto era lo que él había estado esperando. Mientras miraba alrededor del auditorio,
los rostros que pude ver borrosos a pesar de la luz brillante y cegadora, todos tenían
la misma curiosidad y emoción. Todos habían venido a ver un show. Un show que
Erica aparentemente les prometió que valdría la pena. Dios nos ayude si no lo hace.
Dios me ayude si lo hace.

Porque su apellido venía alfabéticamente antes del mío, ella tenía la oportunidad de
ir antes y sacarla del camino. Ella se negó, cediéndomelo a mí, y pude haber jurado
que vi rayas purpuras y una cola salir de su rostro, su sonrisa era como la del gato
Cheshire.

Me abrí mi camino cojeando hacia el micrófono puesto en la mitad del escenario.


Había una base negra para que colocáramos nuestros guiones, lo cual hice. Me
quite las muletas de debajo de los brazos y me agache para ponerlas en el piso del
escenario. No las necesitaba para esto.

Abrí el sobre manila y removí las tres hojas de papel que contenían mi soliloquio.
Cerré los ojos.

Puedes hacerlo.

Me lamí los labios que se habían puesto dolorosamente secos.

Estoy aquí por ti, Gee.

180
Conté hasta diez, luego abrí mis parpados y empecé a leer las líneas en la primera
página.

—Odio mirarme a mí misma en el espejo. ¿Quién soy para los demás sino una
extraña, incluso para mí? Las tres personas en el mundo que me conocen ni
siquiera conocen la verdadera yo, y todo lo que saben de mí les aburre a muerte.
Sería diferente si yo fuera atractiva, o inteligente, o divertida. Ya que no soy
ninguna de esas, simplemente existo en un mundo donde no encajo.

—Luzco diferente de todas las demás chicas, y si yo lo noto, por supuesto que ellos
también. Y si las chicas notan lo diferente que soy, por supuesto que los chicos
también. Ni siquiera consigo que mi mejor amigo me saque a dar un paseo, y eso
que él está acostumbrado a la manera como luzco.

—Pero inclusive mis rasgos son algo que las personas pueden notar. No soy la
chica más fea en la escuela. Supongo que sería pasable si lo intento lo suficiente,
Además hay cirugía plástica para arreglar las cosas que el maquillaje no.

—No. Mis rasgos, incluso mi ropa pueden cambiar. Pero la verdadera yo es donde
está el problema. La parte de mí que en realidad nadie conoce, pero susurran
cuando piensan que yo no estoy escuchando. Yo sé lo que están diciendo.

—Ellos dicen que soy estúpida por pensar que Graham me ama y quiere estar
conmigo. Probablemente lo soy. Él es uno de los chicos más populares en la escuela
mientras yo soy sólo un fenómeno, ¿Así que como podríamos hacer que la amistad
funcionara? ¿Qué teníamos en común aparte de nuestras direcciones? Y si no puedo
conseguirlo, ¿Qué me hace pensar que podre conseguir a Robert Bellegarde? Un
chico que podría tener cualquier chica que quisiera. ¿No debería haber aprendido
con Graham que si los chicos son amables con migo, es sólo porque sienten lástima
por mí?

—¿Por qué es que nunca puedo entender lo desesperada que estoy? Me he lanzado
con dos chicos ahora, y ambos me han rechazado por alguien más. No entiendo
porque simplemente no me rindo como una persona normal lo haría.

—La respuesta es simple, por supuesto. No soy normal. Ese es el punto que
necesito entender pero no puedo. Todo el mundo sabe qué clase de persona soy, y
yo sé lo que ellos piensan que yo soy capaz de hacer. Y sé por la manera en que me
miran que se preguntan si lo hice, si estaba para culparme por eso.

—Todos piensan que soy responsable por la muerte de mi madre, todos piensan
que la mate. Tal vez lo hice. Tal vez yo la lleve hasta estrellarse en el carro. Tal vez
estaba siendo tan malcriada que ella simplemente no pudo soportarlo más y decidió
que la mejor cosa era sacarnos a las dos del camino. Ella siempre la había pasado
mal controlándome, y todo el mundo sabía que yo era un bicho malo en esa época.
Es por eso que ninguna de esas otras chicas será mi amiga. Era por eso que Graham

181
era el único que me hablaba. Era por eso que papá siempre estaba fuera de la
ciudad. Yo era difícil.

—No. Yo era más que difícil. Yo era un terror. Un monstruo. No culpo a mi mamá
por imaginarse once años más viviendo conmigo y pensando en que era mucho con
que lidiar. Siempre hacía las cosas más difíciles para todos. Tal vez debí haber sido
ahogada en mi nacimiento. Y allí estaba: Hablando todo eso sobre mí de nuevo.
Siempre era todo sobre mí.

—¿Por qué tengo que hacerlo todo sobre mí? Incluso ahora, hablando conmigo
misma, ¡Es justo sobre mí! Debería estar hablando sobre el país o los niños pobres
muriéndose de hambre en África, ¡¡Pero todo en lo que podía pensar era en mí
misma!! Es como si estuviera obsesionada o algo. Sencillamente no lo entiendo. Es
por eso que las personas me miran todo el tiempo, porque nadie quiere ser mi
amiga, porque siempre soy el chiste de todo el mundo.

—Estoy demasiado envuelta conmigo misma. Estoy muy necesitada. Deseo mucho
de las personas. Es como si fuera una sanguijuela emocional y estuviera buscando
la siguiente víctima de la que alimentarme. Además…tal vez hubiera sido mejor si
no hubiera sobrevivido el golpe y hubiera corrido. Tal vez ni siquiera fue un golpe.
Tal vez era yo demasiado necesitada, me lancé en frente del carro de algún hombre
pobre. Tal vez estuviera tratando de terminar lo que mi madre había empezado. Tal
vez…

Cuando la última palabra dejo mis labios, escuche el eco de mi voz en las paredes,
sólo hasta entonces sentí el temblor en mis brazos y piernas, incluso a través de los
yesos. ¡Los yesos! Estaban traqueteando contra el suelo, y el sonido era como uno de
los antiguos procesadores de palabras de papá escribiendo un ensayo de veinte
páginas. Era el único sonido en el auditorio una vez el eco de mi voz se detuvo.

Lo había hecho. Con agitación espástica y todo, lo había hecho sin detenerme, sin
llorar, sin gritar negaciones, y más importante, lo había hecho sin que un solo
miembro de la audiencia dijera algo. No podía verlos, las luces estaban demasiado
brillantes en mi rostro, pero sabía los rostros que eran los más importantes no me
estaban mirando con el mismo disgusto que yo sentía por haber dicho esas
palabras. Me estaban mirando con disgusto por la persona que las había escrito.

Y esa persona estaba de pie a un lado con una sonrisa pegada en su cara que podría
haber iluminado el salón más oscuro. El gato Cheshire de hecho; ella era la reina
roja y el gato todo el uno. Una gran, sádica, y roja y purpura sonrisa con una cola.

—Bueno…gracias, Señorita Shelley por navegar a través de la diatriba predecible y


sin inspiración escrita por la Señorita Hamilton. Estoy segura que si no hubiera sido
por la persona que la leía, la mayoría de nosotros se hubiera ido antes de que
hubiera leído la tercera línea. Usted es lo único redimible sobre la pieza, y la
aplaudo por apegarse a ella y complementarla incluso si estoy seguro que a usted le

182
disgustaba tanto como al resto de nosotros. —El Sr. Danielson se levanto y me hizo
bajar del escenario.

Me senté torpemente cerca del hueco de la escalera, entumecida y sin habla, mis
muletas apoyadas en la pared detrás de mí mientras él recogía las hojas de papel
que todavía estaban en el atril y rompiéndolas por la mitad. El sonido del papel
rasgándose, más que el romperse como tal, provocó unos cuantos jadeos del
publico en el auditorio. Me di la vuelta con incredulidad, asustada de que me
hubiera avergonzado por nada.

Mire mientras Erica caminaba al escenario, con mi folder azul en su mano, esa
diabólica sonrisa que todavía se estiraba de oreja a oreja, y se paró en frente del
micrófono. Cualquier que fueran sus pensamientos, el desgarro de su oda de tres
páginas no había suficiente para molestarlos. Ella abrió el folder y removió las dos
hojas bien mecanografiadas que había puesto adentro.

Con una confianza absoluta que yo absolutamente no había poseído cuando


empecé, ella puso las hojas directamente sobre el folder y lo puso sobre el atril.
Parecía tan cómoda, tan a gusto, y yo sabía que era porque había disfrutado la
reacción de la audiencia, y más importante la mía.

Eso la había reforzado. Si yo no hubiera sabido quien era, de lo que era capaz,
hubiera pensado que sería la persona más reprochable en el mundo. Pero sabía
exactamente el tipo de persona que era, y había demostrado en blanco y negro lo
que era capaz de hacer para abrirse camino. Lo que exactamente estaba tratando de
conseguir, todavía no estaba segura, pero sabía que después de hoy definitivamente
lo sabría. Ella ya me había avergonzado, y había plantado las semillas de duda
alrededor de las personas que habían presenciado mi lectura. ¿Qué más quedaba?

Escuche un poco de tos, y me di cuenta que nadie había hecho ni un solo sonido
más que los pocos jadeos de la ruptura de mi libreto. Erica había cautivado a la
audiencia y le había gustado.

Contuve mi aliento mientras la vi tomar uno profundo para empezar. Y luego su


voz empezó a leer las palabras que yo había agonizado mientras, al tiempo, parecía
determinada pero ahora se sentía como si me hubiera apresurada en su lugar.

—Él me ama. No hay duda que él me ama. La manera en que me sonríe, la manera
en la que me escucha a mí y las cosas que diga, no habría más prueba necesaria
para convencerme de que lo que él siente por mí es profundo.

—En mi propia fiesta de té de mi vida, él es mí invitado final, uno que nunca ha


necesitado una invitación, y siempre ha sido y será bienvenido. Él disfruta mi
pequeño, torcido y divertido mundo. Él me acepta por quien soy, y eso es
maravilloso, hermoso, e increíble. Pero, lo más importante, él ve detrás de la
máscara que muchas personas tienen para proteger a nuestros yo verdaderos.

183
—Pero, ¿Pero que hay si la yo que él conoce no es la verdadera yo? ¿Qué hay si es
otra máscara que me pongo? Dos máscaras, una debajo de la otra, ambas
escondiendo el interior; Víctor, Victoria, y Erica.

—Todo el mundo ve la primera máscara. Fría. Malvada. Furiosa. La hermosa


Erica usa esa máscara muy bien. Las personas me temen, en lugar de respetarme.
Pero, quebrada, fría, malvada, y furiosa, todavía encajo en este mundo de máscaras
como una clavija redonda encaja en su agujero. Y, tan quebrada como este la
máscara, todavía no deja que la segunda máscara bajo ésta se muestre. Nadie sabe
que hay allí excepto yo

—La segunda máscara me muestra como alguien más suave, más vulnerable. Él me
ve tan dulce, protectora y cariñosa. Él ve la parte de mí que podría ser amable. Él la
ha visto ser generosa, y lo ha disfrutado. Ha ayudado a justificar tantas de sus
acciones; lo hizo creer que todo esto valía la pena. E incluso esa máscara, suave y
dulce, generosa y cariñosa, me ha permitido ser tanto como una parte de alguien y
algo como las personas quieran. Soy justo tan aceptada como todos los demás.

—Pero debajo de esa mascara, debajo de todo lo que todo el mundo piensa que
saben, está la yo verdadera; la persona que nunca han esperado —la persona que
nunca, nunca jamás verán.

—La verdadera yo cruel, malvada, sin corazón. El mostrar la yo verdadera


significaría perder aquello que tanto he trabajado por mantener. No puedo
mostrarle a él, o a nadie, a lo que haría con tal de obtener lo que quiero. No puedo
dejarle ver hasta donde iría para deshacerme de algo tan insignificante como un
lirón. No puedo dejar que él piense que ha desperdiciado su amor en mí.

—Pero que pasa si soy honesta ¿Qué pasa cuando le revele que debajo de la
primera máscara de hielo, y debajo de la segunda máscara, hay alguien que no usa
ninguna máscara, pero en lugar de eso un sombrero. ¿Y si ese sombrero es de
alguien bastante loco? ¿Todavía estaría dispuesto a sentarse en la mesa de esa
Enemiga Loca y tomar el té? ¿Estaré dos máscaras tarde? ¿Podría poner mi reloj en
un momento antes de la verdad? ¿Qué hay si la Enemiga Loca dijera “es muy fácil
tomar más que nada” y exactamente, no es así?

—No he dado nada, y he tomado mucho. He tomado su confianza, y le he dado a


cambio nada sino mentiras que solo toma un poco de nosotros mismos. He tomado
su amor y le he dado a cambio nada sino herirlo en pequeños paquetes de dulzura.
Máscara uno y dos. Así que tal vez sólo remueva el sombrero y deje las máscaras
puestas. Él no necesita saber.

—Puedo simplemente tratar de poner más grietas en la primera máscara, y pulir la


segunda. La persona que él ama no sería hiriente y rencorosa. La persona que el
ama no sería cruel y llena de odio. Él me ama, y tengo que ser esa persona, porque
la verdad es que él ama a todos —y si él no puede amarme, entonces eso me hace

184
diferente de todo el mundo. No hay tortas o bebidas que puedan cambiarme para
que así encaje en la ranura que él ha abierto en su vida para mía. Y, no puedo
sentarme en mi propia fiesta de té sola, diferente, mientras la historia del resto del
mundo sigue.

La confusión en el rostro de Erica era clara. Las líneas entre sus cejas quitaron la
sonrisa que había tenido plantada en su boca. Era como si su rostro se hubiera
comprimido en dos mitades, pero las dos parecían tener la intención de perder la
lucha que ella parecía estar teniendo consigo misma.

—Uhm, no lo entiendo, Sr. Danielson. Pensé que esto se suponía que debía ser
sobre mí, pero no sobre algún tipo de historia de niños.

El Sr. Danielson, que había estado sentado en el escenario escuchando el monólogo


de Erica, sacudió su cabeza, pareciendo confundido consigo mismo. La manera en
la que se paso la mano por el cabello, y el suspiro que salió de él parecía una
reacción mucho más pasiva que le había dado a mi lectura, pero ¿Podría estar igual
de decepcionado también? ¿Tal vez yo no fui lo suficientemente franca?

—Señorita Hamilton, no entiendo que es exactamente lo que usted no entiende.


¿Podría ser tal vez el simbolismo? ¿O podría ser que no entiende porque la Señorita
Shelley no fue tan malévola con sus palabras como usted lo fue con las suyas?

El rostro de Erica se transformó y paso por diferentes tonos de rojo antes de


asentarse en una especie de rojo histérico. —¿No fue malévola? ¿Llamarme cruel y
malvada y sin corazón no es malévolo?

—Señorita Hamilton, ¿necesito recordarle algunas de las cosas que usted tiene y
que la Señorita Shelley las dijo? La mayoría de las cuales van más allá del rencor y
de la absoluta frontera de la venganza, debo agregar.

Un murmulló empezó a viajar por la audiencia. Sonaba como un suave zumbido,


apenas perceptible, que con el silbido del humo saliendo por los oídos de Erica,
pero se volvió más y más fuerte. Sólo podría haber sido mi imaginación, pero el
murmulló empezó a convertirse en algo más tangible. Entre más fuerte se volvía,
más claro se volvía, y las palabras ciertamente sólo afectaban a Erica. Ella se bajo
del escenario mientras el canto de “Erica fracasada” hacía eco a mí alrededor.

La mire, con sus hombros encorvados, su rostro todavía confundido, pero sus ojos
empañados con lágrimas de rabia, y no pude evitar sentir una especie de simpatía
hacia ella. Si me hubiera sentido tal vez un poco más confiada, probablemente la
hubiera alcanzado con mi mano, como una ofrenda de paz, o tal vez sólo para
apoyarla y entenderla. En lugar de eso, tener el valor de decir que yo había matado
a mi madre me causaba sentirme menos segura, y por tanto mucho más disgustada
conmigo misma.

185
¿Fracasada Erica? Fracasada Grace por no tener carácter para defender a mi madre,
a mi misma... Erica podría haber escrito esa vil maldad, pero yo la había leído Puse
una voz a sus palabras, les di poder y vida, y las nauseas que no habían sentido
necesidad de aparecer durante mi discurso finalmente salieron en cuanto reconocí
eso.

¿Gee?

—¿Grace?

Mire hacia arriba para ver dos hermosos rostros, dos pares de hermosos ojos, un
par verdes, el otro plateados, ambos llenos de preocupación, y ambos por mí.
¿Cómo podían estar preocupados por mí después de lo que había hecho?

Gee, no has hecho nada malo. No te sientas culpable y dale a Erica lo que quiere.

—Grace, lamento lo que Erica hizo. No sabía que estabas en la misma clase. Ella
había dicho que tenía algo planeado para su compañera, pero yo juro que no sabía
que eras tú sobre quien estaba hablando. Yo…

El rostro de Robert era tranquilizador, mientras Graham parecía tan perdido, su


voz no podía encontrar una salida de su boca. Miró a Robert, y asintió. Mis ojos se
agrandaron. ¿Acaso Robert había dejado que Graham supiera su secreto?

No. Él ha llegado a una decisión.

— Grace, tengo que encargarme de algo. ¿Crees que podrías esperarme aquí?

Mire a Graham, su rostro se endureció de dolor y rabia que estaba sintiendo. No


me gustaba ese rostro. Era el mismo que había tenido cuando nos había dicho que
no podíamos ser más amigos, y el terror en mí empezó a aparecer de nuevo, sólo
que esta vez no tenía el parabrisas de un viejo Buick para mantenerme.

—Necesito hablar con Erica, Grace. Volveré…lo prometo. —Él pensó que tenía
que tranquilizarme. Él sabía lo que yo estaba sintiendo. Eso no lo esperaba.

—Estaré aquí.

Él asintió hacia mi propia promesa y se levantó. Lo vi alejarse, esta vez con mucho
menos terror en mi corazón. Por supuesto, esta vez, cuando giré mi cabeza, había
otro par de ojos todavía sobre mí, todavía midiendo mis emociones.

—¿Qué tan horrible fue? ¿Los pensamientos en las cabezas de todos? —Yo sabía
que él no tenía otra opción sino ser sincero conmigo, un doloroso beneficio que me
alegro por el momento sólo porque sabía que no iba a ser llevada a creer en nada
más sino en la verdad.

186
—No puedes empezar a creer el profundo nivel de simpatía que tus anteriores
compañeros sienten por ti. A pesar de que estés con ellos, ninguno se pudo poner
en tus zapatos y sentir que se lo merecía.

Sentí la humedad llenar mis ojos, sentí su peso aferrándose a mis pestañas mientras
trataban de aprisionar las lágrimas, pero su lanzamiento fue incontrolable, y se
apresuraron, libres al fin. —No entiendo cómo pudieron sentir algo así por Grace el
fenómeno. Lo que Erica escribió, una gran parte de eso está basada en la verdad.
Muchos de ellos piensan de esa manera, y muchas veces me culpo a mi misma por
la muerte de mi madre porque yo sé lo que paso… sólo que no puedo recordarlo.

La mano de Robert debajo de mis pestañas inferiores, limpiándome una lágrima


hizo que respirara entrecortado. Me mordí el labio para dejar de jadear por la
intensa sensación de calor que su piel me había causado, y contuve mi aliento para
tratar de disminuir el pulso de mi acelerado corazón. Las emociones en mí por las
palabras que había pronunciado el día de hoy eran tan crudas; él me estaba
afectando diferente a como era costumbre. Esa era la única cosa de la que lo podía
culpar.

El metal oscuro de sus ojos pareció confirmar mis pensamientos. Él los estaba
escuchando tan claramente como si los hubiera dicho en voz alta. Ya lo sabía. —
Grace, no te culpes por la muerte de tu madre. Su vida había alcanzado su fin. Tú
no causaste su muerte más de lo que podrías haber causado las muertes de todos en
el Titanic. Esto ya se te ha explicado. —Él alcanzó mi mano, y le dio un apretón
tranquilizante.

Asentí, estando de acuerdo con él. ¿Qué más había por hacer? Me lo habían
explicado, aunque no en tanto detalle cómo me hubiera gustado. Lark me había
dicho lo suficiente para mantenerme llena de curiosidad, y Robert no me había
dicho nada a pesar de lo que había admitido.

—Es sólo lo que dije, tan difícil como sea de decir, fue como si hubiera estado en
mi cabeza, hubiera leído algunos de mis pensamientos, y sólo los hubiera
embellecido. No todos, pero ya sabes lo que quiero decir.

No lo podía mirar más. No de la manera en la que me estaba sintiendo. Sin saberlo


Erica o yo misma, habíamos escrito la una sobre la otra sobre el otro yo que
llevábamos escondido, lados de nosotras que ambas percibíamos pero que había
visto pero estaban tan mal, porque lo habíamos visto la una en la otra. De ella, la
oscuridad que había mantenido escondida; de mí, la duda y culpa que había tratado
de negar. Que parecidas éramos, y cuanto me costaba admitirlo.

De nuevo, el loco y extraño sentimiento de necesitar confortarla, donde quiera que


estuviera, se metió en mi mente; sabía que era absolutamente imposible que hubiera
algo entre nosotros, excepto animosidad.

187
Mire de nuevo cuando vi al Sr. Danielson acuclillado en frente mío, con un ceño
preocupado en su rostro que podría haber enmascarado lo que pudo haber sido un
rostro muy agradable de presenciar si hubiera estado remotamente interesada en
hacerlo. —Grace, yo creo que debería disculparme por lo que paso aquí. No fue mi
intención que nada de esto ocurriera.

Me encogí de hombros. —No podría haber sabido lo lejos que iba a llevarlo, Sr.
Danielson.

—No, estás mal Grace. Yo debería haber sabido que la tensión entre ustedes dos
podría resultar en algo como esto. En su parte por lo menos pero no lo hice, y es
por eso que en verdad lo siento. Lo que te hizo decir… no lo puedo creer, quiero
que sepas que habrá una suspensión el lunes gracias al incidente de hoy.

Sacudí mi cabeza, mis ojos se agrandaron de la sorpresa. —Si ella merece ser
suspendida, entonces yo también. Las dos nos lanzamos puyas la una a la otra, y
ninguna de estas fue porque estuviéramos bobeando. Yo no creo que sea justo
castigarla a ella y a mí no cuando las dos hicimos la misma cosa.

Él me miró, su expresión llena de sorpresa. Sabía lo que estaba pensando: yo


debería estar loca para querer apagar las llamas al lado de Erica Hamilton después
de lo que había hecho. La verdaa era que simplemente no podía dejar que la
castigaran por algo que yo sabía que iba a pasar y aún así algo que me permití a mi
misma ser una parte de todas maneras.

—Sr. Danielson, cualquiera que sea el castigo, me merezco lo mismo.

Él puso sus labios hacia adentro, apretados entre sus dientes en una delgada línea
de desaprobación. —Definitivamente no eres como los demás, Grace Shelley.
Después de todo por lo que has pasado últimamente, por lo menos esperaría que
explotaras en lágrimas durante el soliloquio, pero te contuviste. Lo que sea que la
Señorita Hamilton parece pensar que eres incapaz de adquirir, no dudo que no
tendrá problemas en conseguirlo —miró a Robert, quien todavía me estaba
mirando…lo podía sentir—. Si es que ya no lo ha hecho.

La mano que todavía estaba sosteniendo la mía me apretó de nuevo. Una


confirmación silenciosa. Lo tenía. Lo sabía. ¿Pero cómo qué?

El Sr. Danielson se levantó. —Me tengo que ir y tengo que ver si puedo encontrar a
la Señorita Hamilton para discutir que va a pasar. Si cambias de idea, déjamelo
saber el lunes, Grace. Eso te da todo el fin de semana para pensarlo.

Mientras se alejaba, caí en cuenta de que era lo que Erica había querido. Ella quería
toda la explosión emocional, las acciones de venganza a mi defensa; ella quería
toda la cosa de que mi propia conciencia no fuera permitida, y lo quería porque
quería ser la víctima. Ella quería reducir la simpatía que pudiera caer sobre mí así

188
su dolor y sufrimiento podía tener el escenario y no sería eclipsada por lo que sea
que fuera que yo había pasado. Ella estaba…celosa.

—Santa madre. —Dije con incredulidad.

Robert me miró tan sorprendido como yo lo estaba.

—¿Erica Hamilton está celosa porque las personas sienten lástima por mí? —
incluso decirlo no lo podía hacer sonar menos ridículo—. ¿Pero por qué?

Robert apretó mi pulgar con el suyo y suspiro. —Ella nunca había sentido eso
antes. Ella nunca ha dejado que las personas piensen que es vulnerable, o que
podría ser la víctima de nada o nadie excepto de sí misma. Ella ponía una frontera
tan fuerte que las personas le temían, y el instinto natural en las personas es sentir
cualquier cosa menos simpatía. Se vuelven tímidos con ella y lo de las emociones
en verdad, pero la única cosa que ella nunca ha podido experimentar era simpatía,
porque ¿Quién puede sentir simpatía hacia una persona que no siente simpatía
hacia los demás?

—¿Quién se puede sentir genuinamente mal por ella cuando sus propias acciones le
causaban problemas? Como hoy, por ejemplo: ella estaba esperando que fueras tras
de ella, y lo hiciste, pero no la atacaste de la misma manera que ella a ti, y porque
tan descarado, tan obvio para ella, que ni siquiera pudo ver que todos lo demás lo
notaron y sintió sólo la justicia de lo que había hecho.

—La suspensión sería la guinda del pastel para ella. Le has hecho un gran favor al
decirle al Sr. Danielson que no la castigue sin castigarte a ti también. Si, por
cualquier razón, él decide que las dos deberían ser castigadas, eso sólo la hará poner
más furiosa, porque tú serás la única que será duramente juzgada ante los ojos de
los estudiantes, y esa es la última cosa que ella quiere. No puedes ser más la víctima
si ella va a serlo.

Oh que bien que eso casi sonaba. Qué bien sonaba no ser una víctima, no ser un
fenómeno, no ser nada más y sólo ser Grace. Qué extraño, y maravilloso, y
confuso, y fantástico. Pero también podía ver lo patético que era, finalmente ser la
envidia de alguien y no serlo por algo que yo había alcanzado, sino por las
circunstancias que iban más allá de mi control. —Ella no puede compartir nada, ¿O
sí? Ni siquiera un rol que nadie en verdad quiere.

Robert suspiró de nuevo. —Ya sea que pueda o no, no importa, ella ya es una
víctima.

Asentí, sabiendo exactamente lo que quería decir. —Sí. De sí misma.

189
Cambio

Traducido por: Emii_Gregori y LizC

Corregido por: cYeLy DiviNNa

E
l auditorio estaba completamente vacío en el momento en que Graham
regresó. Un portero ya le había preguntado a Robert y yo salí dos veces,
pero le había prometido a Graham que me quedaría hasta que él regresara,
y con mi incertidumbre sobre dónde estaba exactamente nuestra relación después
de los soliloquios, no quise tomar alguna posibilidad de debilitar lo poco que podría
haber dejado en el camino de una amistad con él. Perder su amistad, aun por
aquella irregularidad de tiempo, había cambiado mi mundo en formas que no
quería revivir.

Robert todavía sostenía mi mano, apretándola de modo tranquilizador siempre que


mi mente corría por algunos pensamientos que eran dolorosos o insensatamente
desaprobados de sí mismo. No habíamos hablado una vez ya que la realización me
había golpeado de tal manera que Erica se había convertido en una víctima de sus
propias maquinaciones. Él aún podía oír mis pensamientos, pero no trataba de
obligarme a oír los suyos. La intrusión esperada por Stacy o Lark nunca se
materializó, y yo estaba aún tan insegura de tantas cosas que con sólo estar aquí
sentados juntos era suficiente.

—Grace.

Graham se agachó frente a mí, su rostro sin lugar a dudas trastornado. —Grace,
quiero que sepas que yo no sabía nada de esto. Lo que Erica hizo, lo que trató de
hacerte... hemos terminado, Grace. Se terminó entre Erica y yo. Dios, yo no sabía.
Te lo juro, yo no sabía...

—Por supuesto que no lo sabías, Graham. No pensé que tú lo hicieras —intenté mi


mejor esfuerzo para tranquilizarlo, removiendo mi mano de Robert y colocándola
sobre la suya—. No podrías haber sabido lo mucho que me odiaba.

Sacudiendo su cabeza, giró su mano sobre la mía y la agarró con dedos feroces. —
Debería haberlo sabido. Debería haberme dado cuenta cuando ella estaba contenta

190
de que tú y yo fuéramos amigos de nuevo que algo estaba sucediendo Ella estaba
tan insistente en que terminara mi amistad contigo, estancándome durante el
tiempo que pude, y cuando lo hice, estaba tan feliz, yo no pensé sobre lo que eso
significaría...

Miré hacia mi amigo. Su corazón estaba roto, su confianza se había roto, y su


mundo se había puesto boca abajo. Si alguien entendía lo que él sentía, era sin duda
yo. —Graham, lo siento…

Los gritos de Graham me silenciaron. —¿Quieres dejar de intentar disculparte,


Grace? Yo soy quién metió la pata y la trajo a nuestras vidas Si pudiera volver atrás
y hacerlo de nuevo, lo haría diferente, ¡yo no sabía que ella iría con toda una
Atracción fatal sobre nosotros!

Sonreí con satisfacción. —Estaré segura para advertir a los conejos de la vecindad.

No parecía divertido.

—Graham, no estoy preocupada por Erica nunca más. Sólo estoy preocupada por
cómo te sientes —retorcí mis dedos libres de su apretón, toda la sangre de repente
precipitándose a la vez, y los coloqué, hormigueando y adormecidos todo al mismo
tiempo, sobre el lado de su cara—. No quería que nada de esto te hiriera.

Robert se levantó de repente, su rostro una mezcla de tantas emociones que sólo
podía escoger la cólera en sus ojos de acero y la tristeza en el descenso de su boca.
—Grace, vamos a tu casa. Estoy seguro de que Janice y tu padre están
preguntándose cómo fueron las cosas hoy.

Quité mi mano de la cara de Graham, el tono de la voz de Robert, y el dolor y la


culpa en los ojos de Graham ambos tiraban de algo dentro de mí que yo ni siquiera
sabía que existía. Miré hacia la mano de Robert que aguardaba y la tome. Él me
levantó rápidamente, sin esfuerzo. —Mis muletas…

Graham me las entregó, aparentemente habiéndolas agarrado en el momento en


que había quitado mi mano de su cara. Le permití colocarlas bajo mis brazos, y le
oí suspirar con tristeza mientras se alejaba. —Ella lo quiere, sabes.

Mis ojos se tiraron hacia arriba. —¿Qué?

Él movió sus ojos hacia la cara de Robert, como si esperara algún signo de
reconocimiento ante su declaración. —Ella me lo dijo después de que le dijera que
habíamos terminado. Dijo que no le importaba si estábamos más porque ella y
Robert eran el uno para el otro.

Sentí una burbuja de risa subiendo hasta mi garganta. Estalló y resonó en todo el
auditorio, probando mi incredulidad y fe de una vez. —Lo siento. No me estoy
riendo de ti, Graham, por favor créeme. Me río de ella diciendo que ella y Robert
eran el uno para el otro.

191
El rostro de Robert era una verdadera piedra, mientras que el de Graham era una
combinación de confusión, ira, dolor y humor.

—Grace, vamos. —Robert tiró de mi mano.

—¿Cómo vas a llevarla a casa? —Graham preguntó, sus brazos ahora cruzados
sobre su pecho, su cara enjugada limpia de todo excepto una indirecta de
arrogancia—. Su papá dejó a tu moto fuera por lo que he oído.

Estaba comenzando a preguntarme eso a mí misma, mientras esperé por Robert


para responder. Hizo señas con la cabeza hacia la puerta del auditorio, y oí gemir a
Graham. Ni siquiera tuve que girar mi cabeza para saber quién podría provocar una
reacción de él.

—Tengo la práctica en treinta minutos así que ustedes dos mejor se apresuran. —
Gritó Stacy antes de salir por la puerta, el final de su cola de caballo fue lo último
que vi mientras ella desaparecía de la vista.

Miré hacia los ojos de Robert. Todavía de acero, fríos, inmóviles. No me gustaba
eso. —¿Cuándo arreglaste que Stacy nos llevara a casa?

—Ayer. Ella fue quien sugirió que viniera contigo esta mañana.

Yo no podía detener la aparición de una sonrisa divertida que giraba las esquinas
de mi boca hacia arriba. Alguien estaba jugando al casamentero o... ella estaba
realmente tratando de subir los nervios de Graham. De cualquier manera, yo tenía
mucho que agradecer cuando se trataba de Stacy, mi súbita amiga.

—¿Vendrás a la casa, también? —giré para preguntarle a Graham. Él parecía luchar


con una respuesta antes de terminar asintiendo en afirmación—. Bien. Te veré allí
entonces. —Él se alejó, el peso de todo lo que había aprendido hoy lo hacía parecer
más corto hacia mí por alguna razón.

Una vez que se fue, cojeé hacia los pasos que llevaban fuera del escenario, ya que
nadie más que Robert observaba, simplemente bajé, demasiado cansada y molesta
para mantener la farsa de usar las muletas. El hecho de que después de todo un día
de usarlas, mi cuerpo se había acostumbrado al ritmo de paso-tirar-mecer
escapándome hasta que me di cuenta de que tenía un pequeño pavoneo pasando.

—Eso es realmente muy lindo.

Miré hacia Robert, molesta de que fuera tan consciente de mi movimiento como de
mi mente en ese momento. —¿Te importa explicarme por qué estabas tan grosero
hace un rato? —Todavía podía ver la ira que endurecía sus ojos, impidiendo que la
pequeña alegría que yo conseguiría de ver el líquido brillar entrara en mi visión.

—No realmente.

192
—¿No realmente? ¿Qué quieres decir con “no realmente”? —Caminamos lado a
lado, arrastrando mis muletas en el suelo mientras lo miraba, no divirtiéndose del
todo por su respuesta.

—Significa no realmente. Ahora, vamos a dejarlo así, ¿de acuerdo Gee?

Dejé de caminar. —Uh-uh. Quiero saber por qué actuaste del modo en que lo
hiciste alrededor de Graham. Sé que no fue por nada de lo que pensaba, entonces
debe haber sido debido a que él pensó en algo que no te gustó. ¿Entonces qué era?
¿Te llamó un nombre? ¿Estaba mintiendo sobre arrepentirse? ¿Qué?

Robert continuó alejándose pero su voz nunca dejó mi lado... er, piensa. Si no estás en
el coche en dos minutos, Stacy te dejará aquí.

¿Cómo más allá de ruda podría ponerme? ¿Cambiando el tema en mi mente? Ugh, tuve que
admitir que él tenía un punto. Comprendiendo que yo había llegado al final de mi
libertad del movimiento de apoyo, volví a repetir el paso-tira-mece que había
perfeccionado durante todo el día y conseguí llegar frente a la escuela antes de que
Stacy decidiera que yo simplemente no merecía más que me llevaran a casa.

El coche de Stacy era una pequeña cosa linda con un frontal que lucía como si
estuviera sonriéndote. —Es un Neón. —Ella proclamó con orgullo mientras me
acerqué, mi cara obviamente gritando “qué es eso”.

—El coche más viejo de mi hermano mayor. Él se compró uno de esos pequeños
híbridos el año pasado y me lo dio cuando cumplí diecisiete años. ¿No es lindo? La
llamo Lola.

—¿Lola? ¿Por qué? —La voz vino desde el interior del vehículo.

—Porque ella luce como una Lola. —Stacy se apartó, y jadeé hacia el pasajero en el
asiento delantero.

—Uhm. Hola… Lark.

Lark sonrió, aunque sus pálidos ojos grises —aunque ciegos y sin visión— estaban
centrados en otro lugar. Giré mi cabeza y permití a mis ojos seguir su mirada y vi a
Graham entrando en su Buick.

Él parecía tener sobrellevada esta tormenta bastante bien.

Sacudí mi cabeza, no por desacuerdo, sino simplemente en el sonido de su voz


melódica llenando mi cabeza sin pronunciar una palabra. A pesar de que debería
haberme acostumbrado a ello, seguía siendo extraño. Mi mente seguía diciéndome
que los labios deberían moverse, ojos enfocados en mí, en orden para tener
conversaciones.

Te acostumbrarás a ello.

193
Ciertamente esperaba que hubiera motivo mientras yo observaba a Robert abrir la
puerta del pasajero de atrás para mí. Las arrugas en su rostro y la dureza de la ira
en sus ojos se habían aliviado un poco, pero de todo eso, todavía era la cosa más
hermosa en la que jamás había puesto mis ojos, y recé que seguramente tuviera el
tiempo y la razón para acostumbrarse a ello.

***

Stacy nos dejó frente a mi casa, sus manos nerviosos con irritabilidad al darse
cuenta de lo tarde que era, y sabiendo cuan enojado su padre iba a estar. —No
puedo llegar tarde nunca más. ¡Soy una profesora ahora! ¡Él va a chillarle mi
trasero cuando llegue!

Con una completamente antinatural —bueno, poco natural para una persona
normal— rapidez, Robert me había sacado del asiento trasero del Neón de Stacy y
me puso de pie en mi camino. Todo lo que debía haberse parecido a Stacy, no dijo
nada excepto una exclamación casi indistinguible de despedida y luego firmó con el
sonido pelado de los neumáticos contra el asfalto.

Lark había sido la primero en salir, casi antes de que el coche se hubiera detenido
incluso en movimiento. Ella ahora estaba con su mano en el asiento de la moto de
Robert que estaba aparcada detrás del pequeño SUV de Janice, su cara sostenía una
sonrisa satisfecha en ella que se habría visto absolutamente poco natural en nadie
más que ella.

—Ella va a romper aproximadamente ochenta y tres leyes de tráfico para llegar a la


práctica, sólo para descubrir que ha sido cancelada. Eso va a ser divertido de ver.
Creo que miraré.

La miré, confusa. —¿Reloj? ¿Cómo vas a hacer eso?

Su sonrisa se convirtió en una sonrisa plenamente soplada. —Bueno, podría ir allí,


por supuesto, y simplemente quedarme fuera y ver que todo se desarrolle. Pero creo
que sólo lo veré desde sus ojos y los ojos de su hermano quién canceló la práctica
para que él pudiera tomar un poco de tiempo uno-a-uno con su nueva novia.

Mi mandíbula se abrió en estado de shock. —¿Puedes hacer eso?

Ella giró su cabeza para afrontarme. La mirada misteriosa en sus ojos pálidos causó
que un escalofrío corriera arriba y abajo por mi espina dorsal. No necesariamente
me gustaba cuando ella hacía eso, sabiendo que ella realmente me podía ver, sólo a
través de los ojos de otro.

194
—Te dije que mi habilidad no está limitada por la distancia. Además, ella es
graciosa. Me gustan los pensamientos que corren por su cabeza. Me sorprende que
Robert no haya compartido algunos de ellos contigo.

No hace falta que diga que Robert no habría compartido esa clase de información
conmigo. Ella podía oír ambos de nuestros pensamientos sobre el tema con toda
claridad. Hizo su sonrisa satisfecha de nuevo.

—Qué extraño. Usualmente, él es todo sobre lucirse. Me asombra que no haya


dicho nada. Es la primera vez. Tantos hoy. Qué divertido.

Alcé la vista hacia Robert, quién había permanecido en silencio durante todo el
cambio. La leve arruga en la esquina de sus ojos desmintió la expresión adusta en
otra parte de su rostro.

—Bueno —dije en un tono bastante molesto—. Ya que estoy obviamente fuera del
circuito, creo que voy a entrar. —Coloqué mis muletas debajo de mis brazos, de
vuelta a fingir más, y me dirigí hacia la puerta de la calle.

Robert me siguió, la diversión extendiéndose desde sus ojos a su boca. En el


momento que llegamos al porche, parecía a punto de estallar de risa, sus hermosos
ojos líquidos de nuevo. Era molesto. Era asombroso.

—No preguntaré qué es tan gracioso, probablemente no entendería la broma de


todos modos. Solo quiero darte las gracias por estar allí para mí hoy, Robert. Eso...
significa mucho para mí. —Alcancé el pomo de la puerta y lo giré, empujando la
puerta de par en par cuando entré en la casa.

Janice había estado al parecer escuchando por la puerta. Ella salió de la cocina con
un paño de cocina en sus manos, una ansiosa mirada en su rostro. —Entonces,
¿cómo estuvo el primer día de regreso?

—Ella lo hizo muy bien.

Miré detrás de mí en la voz que había contestado antes de que tuviera una
oportunidad de hacerlo. Robert estaba cerrando la puerta detrás de nosotros dos. —
¿No tienes que llevar a Lark a casa? —Le pregunté, la molestia superando cualquier
otra cosa que podría haber estado sintiendo.

Robert negó con la cabeza. —Ella tiene un paseo.

—¿Con quién? —Mis labios se tiraron en un monedero con agravantes.

—Con un amigo. —Déjala sola, Grace.

La comprensión finalmente arrancó a todo dar y yo asentí. —Oh. De acuerdo. —


Sonreí, el acto forzado debido a mi timidez.

195
—¿Entonces, ¿cómo estuvo el soliloquio? —Janice preguntó, sentándose en el sofá,
con los ojos suaves con preocupación, sintiendo que no todo ha ido bien.

Maniobré mi camino al sofá y me senté, colocando las muletas junto a mí. Alcé la
vista para ver que Robert estaba de pie junto a la silla, su mano colocada de forma
protectora sobre mi hombro. —Fue así como se podía esperar. —Contesté.

Yo podía decir por la mirada en la cara de Janice que mi respuesta a medias no iba
a cortar en el departamento de convencimiento. —Lo que quiero decir es que no
me desmayé ni nada y yo no me convertí en una bola de los nervios, mientras
estaba sobre el escenario. De hecho, lo hice bastante bien, considerando todas las
cosas...

Janice ladeó una ceja, aquella última línea arrastrando su curiosidad fuera. —
¿Considerando todas las cosas de qué?

—Considerando todas las cosas del hecho de que ella no había tenido tiempo para
preparar el escenario como el resto de nosotros. —La respuesta lanzada por Robert
intervino a favor de Janice, a quién yo sabía había dado órdenes explícitas de
recuperar tanta información como fuera posible de mí por papá. Declarando mientras
el hierro estaba caliente, dijo. El hielo estaba helado.

Secándose sus manos en la toalla de nuevo, Janice se puso de pie. —Bueno, está
bien entonces. Si tú todavía estás en una sola pieza, y Robert está aquí para hacerte
compañía mientras James vuelve, creo que voy a ir a terminar la cena. Estoy
haciendo pastel de carne si estás interesado en quedarte, Robert.

Toda mi molestia desapareció tan pronto como Robert me había salvado de tener
que hablar los detalles sangrientos de esta tarde, y ahora examinando su rostro
divino, no quería otra cosa sino que se quedara. Por la cena. Por el postre. Para
siempre.

—Si no te importa tener otra boca que alimentar esta noche, me encantaría. —
Sonrió. Janice, al igual que cualquier otra mujer que hubiera entrado en contacto
con él, parecía a una pulgada de distancia de desmayarse. ¿Desmayarse? ¿Las mujeres
en el siglo XXI hacían eso? Si no lo hacían, Janice estaba a punto de comenzar de una
nueva tendencia.

—Bueno. Uhm. No me importa en absoluto. Está bien. —La falta de palabras de


Janice parecía confundirla tanto como a mí, pero la mirada semi-aburrida en el
rostro de Robert hablaba por sí sola. Estaba acostumbrado a ello, la mente
enloquecida de las mujeres entraban en contacto con el aura de su divinidad... su
encanto.

La molestia me inundó de nuevo cuando me di cuenta de que esta no era la primera


vez que una figura de autoridad femenina se había comportado de esta manera
alrededor de él. ¿Cuántas madres, madrastras... abuelas de chicas que había conocido en su

196
larga vida había reaccionado exactamente de esta misma manera, incluso cuando el decoro
exige exactamente lo contrario? Saqué la idea de inmediato de mi cabeza. No estaba en
lo correcto por mi parte esperar algo de alguien que había estado alrededor mucho
más tiempo de lo que algunos países han existido.

Me eché a reír ante lo absurdo de ese pensamiento. ¡La ridiculez de eso era simplemente
demasiado! Me cubrí la boca rápidamente, mi conciencia ya en marcha pateándome,
mire alrededor a mi público.

Afortunadamente, Janice ya se había retirado a la cocina, así que lo único que me


quedaba era la mirada acerada de mi ángel. —Tienes que admitir, que es bastante
divertido.

Se encogió de hombros. —Creo que lo absurdo se encuentra en tu incapacidad para


darte cuenta de que las reacciones de todos los demás me aburren, y que tus
reacciones son las únicas que me interesan.

Recordando la diversión de Lark en mi trato a su hermano, no pude evitar sonreír.


—No sabes lidiar bien con el rechazo.

—Nunca he tenido que lidiar con él antes. Lark estaba en lo cierto. Es


completamente detestable. Voy a tener que recordar no hacer nada para que me
rechaces de nuevo —se sentó en el lugar que Janice había dejado vacío, colocando
su mano sobre mi rodilla enyesada, y buscando mi cara—. ¿Estás lista para hablar
de ello? ¿Acerca de lo que pasó esa noche? Tu cabeza está llena de tantas preguntas,
y quiero responderlas, todos ellas si puedo.

Negué con la cabeza. —Graham se supone que está por venir, ¿recuerdas? No creo
que él querría oír hablar de mis inseguridades derivadas de tus muchas, muchas...
muchas amigas.

Se inclinó, con lo que su rostro estuvo peligrosamente cerca del mío. —No estoy
preocupado por Graham. Estoy más preocupado por nosotros; ¿dónde nos
encontramos, Gee?

Mi estómago hizo un salto de clasificación olímpica ante el sonido de él diciendo


las palabras “nosotros” y “nos”. Mirando dentro de esos ojos brillantes, mirando la
sonrisa de una belleza increíble, inhalando el aroma embriagador de la divinidad
que era absolutamente antinatural e, irónicamente, muy, muy pecaminosa, debería
haber estado dispuesta a darle lo que fuera que él quisiera. El cielo sabía que yo
quería... —Creo que nuestra posición está en el precipicio de una muy buena
amistad... siempre y cuando dejes de llamarme Gee.

Él se alejó de mí, la frustración estaba escrita claramente en su rostro. —Eso no está


exactamente haciéndome sentir mejor.

Sonreí. —Bueno, es una buena cosa que no se trate de ti entonces, ¿no?

197
Él me devolvió la sonrisa. —Una cosa muy buena, porque si lo fuera, tendría que
empezar a cuestionarme si realmente soy o no de verdad lo que he sido educado
para creer. Esto es muy desconcertante, no tener ninguna influencia sobre ti.

—Oh, todavía tienes influencia, pero no tanto como quisieras, o estás


acostumbrado. —Puse mi mano sobre la suya, preguntándome cómo se sentía eso,
habiendo insertado sus dedos entre mis piernas enyesadas.

—No lo sé; no puedo sentir nada.

Empecé a sacar mi mano, declarando que me había agarrado con la guardia baja.
Rápidamente puso la otra mano encima, sosteniéndome firmemente en su lugar.
Miré a mi mano, ahora apretada entre las suyas, sintiendo el calor irradiado a
través de la todavía cascara. —Yo… yo no entiendo.

—No voy alejarme cada vez que no entiendas algo, Grace. Hay un montón de
cosas sobre mí que nunca entenderás, y si todo lo que quieres de mí es amistad,
incluso eso no sobrevivirá a tus constantes retiradas.

—Bueno entonces empieza a explicar, porque me siento muy confundida. —


Refunfuñé, mi paciencia acabándose por debajo del peso de mi molestia.

Él soltó un gruñido, con una sonrisa maliciosa difundiéndose por su rostro. —


Pensé que no querías hablar de nada porque Graham iba a venir.

Rodé mis ojos. —Y yo pensaba que no estabas preocupados por él. Por favor, dime
¿qué quieres decir cuando dices que no puedes sentir nada? —poco a poco quité mi
mano de debajo de la suya y la coloque contra su mejilla—. ¿No puedes sentir esto?

Él negó con la cabeza. —Puedo ver cómo se siente a través de tus ojos; tú sientes
mi calor, la suavidad de mi mejilla, la forma en que tu mano se calienta con solo
tocar mi piel, pero no puedo sentirlo por mí mismo, sólo a través de ti, y aún así, es
simplemente un reflejo de tus propias emociones. Es una de las muchas cosas que
nos separa de los seres humanos.

—Pero nunca habías dicho nada antes. Durante todo este tiempo, pensé... —No
pude terminar la frase. No sabía cómo hacerlo.

—No necesito sentir físicamente algo cuando puedo apreciar cómo se siente otra
persona —dijo rápidamente, cubriendo mi mano en su cara con la suya—. ¿No es
mejor que yo pueda ver cómo te sientes cuando me tocas... y te toco, y disfrutarlo
para lo que vale la pena?

—No, no es mejor. Es trágico. El no ser capaz de sentir el tacto de otra persona es


una de las cosas más tristes que he escuchado. Y también es preocupante, si quieres
saber la verdad. Todas las veces que me tocaste, realmente no lo hacías. Sé que no
lo era, pero no puedo evitar sentir como si fuera todo una mentira. —Me aparté de
él, pero me impidió sacar mi mano de su rostro.

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Robert negó con la cabeza. —Cada vez que sostengo tu mano, toco tu cara, besó tu
cabello, lo sentía por ti, a través de ti. Es suficiente para mí. No puedo pedir nada
más que eso, Grace, especialmente teniendo en cuenta todo lo que soy y todo lo
que tengo a mi disposición Eso sería egoísta de mi parte… querer mucho más…
sólo para ser capaz de sentir tu suavidad, o tu calor.

—No entiendo. Eres un ángel. ¿Qué tipo de broma retorcida y de mal gusto, es que
los ángeles no puedan sentir nada? —Me burle.

Una triste sonrisa se formo en los labios de Robert... labios que nunca habían
sentido un beso, y nunca lo harían. —Grace, puedo sentir. Eso es lo que estoy
tratando de decirte… Lo siento todo a través de los humanos. La empatía y
comprensión son cosas que muchos seres humanos dicen que sienten, pero esas son
cosas que debemos sentir. Es una parte de lo que somos. Nos ayuda a entender a
aquellos que se supone que debemos ayudar o castigar. Sin ellas, ¿para qué
estamos? ¿Qué bueno es nuestro propósito aquí si no somos capaces de comprender
realmente el valor entre los de tu clase?

—¿Así que me estás diciendo que estás de acuerdo con esto? ¿Estás bien con saber
que la única manera de que puedas sentir es a través de los pensamientos de otra
persona? —Estaba en incredulidad de que alguien pueda aceptar tales limitaciones.

—¿Qué más puedo hacer sino estar de acuerdo con esto? He tenido más de mil
quinientos años para acostumbrarme a ello, Grace. No es como si acabara de
descubrir esta pequeña exquisitez ayer —su voz parecía agitada. Su hermosa boca
se volvió en un gesto leve, las esquinas haciendo alusión a una completa mueca—.
No voy a mentir y decir que no me gustaría ser capaz de sentir el calor del sol en mi
cara, o la hierba entre mis dedos de los pies, o cualquier otro cliché que viene a lo
largo y que ustedes los humanos dan por sentado. Por supuesto que me encantaría
eso. ¡Tener mi propia memoria, en lugar de la de otra persona sería un regalo! Pero
no me voy a molestar o enojar porque no puedo.

Sus ojos eran de acero otra vez. Sabía que él estaba molesto. Me pareció muy
bueno que hiciera eso: Trabajar sus emociones angelicales hacía el absoluto nivel
sentimental de los humanos.

Él entrelazó sus dedos con los míos, y parecía a punto de decir algo más, pero el
sonido del timbre de la puerta lo detuvo. O tal vez se había detenido un segundo
antes, ya sabiendo quien estaba allí afuera y que se disponía a hacer.

Janice volvió a salir de la cocina, con la aparentemente obligatoria toalla de cocina


entre las manos. —Me encargo de eso. Ustedes dos quédense sentados —caminó
hacia la puerta, abriéndola con un amplio arco—. ¡Ya me preguntaba cuando
olerías el aroma de la cena cocinándose! ¡Adelante!

Regreso guiando a un goteante Graham mojado detrás de ella. Estaba empapado


por la lluvia que no me había dado cuenta que había comenzado a caer, y todavía

199
tenía esa expresión dura en su cara que había tenido al salir del auditorio. Echó una
mirada a Robert y su expresión se hizo aún más severa.

—Déjame ir y conseguirte una toalla, Graham. —Janice estaba mirando las gotas
de agua que estaban acumulándose en el suelo debajo de Graham. Podía ver que
eso la estaba molestando. Cuando regresó con una toalla vieja para él, Graham le
dio las gracias toscamente. Su estado de ánimo no estaba a punto de darle paso a
ningún tipo de cortesía hacia Janice. O hacia Robert, por la forma en que estaba
mirándolo.

—Entonces, ¿qué te tomó tanto tiempo? —le pregunté, tratando de llevar su


atención hacia mí—. Hubiera jurado que te fuiste antes que yo.

—Pensaba venir antes, pero se me olvidó que tenía práctica hoy. Me quedé todo el
tiempo que fue necesario, y luego vine aquí. Afortunadamente la lluvia nos impidió
ponernos apestosos.

Estuve de acuerdo. —Yo, por mi parte, estoy definitivamente contenta por eso.
Siempre pareces tener bastante mal olor después de la práctica de fútbol. —Arrugue
la nariz para enfatizar la palabra “mal olor”.

Él sonrió, su estado de ánimo oscuro elevándose muy ligeramente. —Bueno, ahora


que estoy aquí, quiero hablar de lo que pasó hoy… —miró a Robert de nuevo,
cambiando su mirada hacia abajo a nuestras manos todavía entrelazadas—, a solas.

El agarre de Robert se aflojo, y quitó su mano de la mía. Se puso de pie, y suspiró.


—Creo que sé cuando mi presencia ya no es necesaria —se volvió a mirarme y
sonrió con tristeza—. Hablaremos más tarde, Grace.

Mire, atónita como se fue tranquilamente. ¿Por qué las cosas siempre son tan calientes y
frías a la hora de sus reacciones? ¿Y me decía que no lo alejara? Negué con la cabeza, la
incredulidad y la lentamente ardiente decepción que crecía en mi pecho luchaban
por un lugar al que afianzarse. Miré a Graham, con la esperanza de que algo en su
rostro me daría motivos para detenerlo.

Vi la sonrisa de suficiencia, y los pensamientos que provocaba por escrito


claramente en su rostro; la incredulidad se convirtió en un instante en ira.

—¿Por qué hiciste eso? —pregunté— ¿Qué te da el derecho de actuar así, a entrar
en mi casa y dar órdenes de esa manera?

La sonrisa de suficiencia no salió de su cara, pero algo del brillo de sus ojos si lo
hizo. —Soy tu amigo, Grace, y me preocupo por lo que te pasa.

—Por supuesto. Ahora. Hace unas semanas, no podía importarte menos lo que me
pasara.

—Eso no es cierto. Es sólo que…

200
—Te preocupabas más por Erica. Ella definitivamente valió la pena, ¿cierto? —
Sabía que no debería haberlo dicho, pero lo hice, y no me arrepentía.

—No valía la pena. Lo sabes. —Respondió en voz baja. Su cabeza colgaba con
obvio pesar.

Mi cabeza se balanceó una vez de acuerdo con él. —Tiraste toda nuestra amistad
por culpa de ella, y terminó haciéndote daño por mí de todos modos. Y, por mucho
que lo intente, no puedo evitar sentirme mal por ello. Pero eso no significa que me
voy a sentar y dejar que seas grosero con mis amigos, Graham.

—¿No me oíste más temprano hoy, Grace? Erica tiene sus miras puestas en
conseguirlo. Me habló de su cita con él la noche que fuiste golpeada por ese coche.
Me habló de su cita con él anoche. ¿No lo ves, Grace? Él está tan atraído por ella
como yo lo estuve. La única diferencia entre nosotros dos es que me importas lo
suficiente como para dejar de verla.

—Espera. ¿Qué era eso sobre él yendo a una cita con ella anoche? —Mi corazón se
hundió tan duro, tan rápido, que estaba segura de que él lo había oído tocar el
suelo. Mis dudas vinieron, una por una, corriendo a mí alrededor como una
multitud gritando sus pensamientos.

—Fueron al cine anoche. Me había dicho que tenía que prepararse para hoy y por
eso no podíamos salir, pero ella salió con él. Y no es la primera vez tampoco. ¿No
lo ves? Él va a lastimarte justo como yo lo hice. No quiero que pases por eso otra
vez, Grace.

No pude evitar el resoplido que salió de mí. —¿No quieres que pase por eso otra
vez? Que conveniente, ¿no? ¿La posibilidad de caer justo en el papel de salvador y
protector después de haber sido el villano? Sabes, Graham, todo esto en realidad
podría significar algo para mí si no hubieras sido la razón por la que necesite la
amistad de Robert, en primer lugar —me puse de pie, luchando un poco con el
movimiento de balanceo de la silla, y le fulmine con la mirada—. Y para que lo
sepas, me habló de la primera cita. A diferencia de ti, pudo ver a través de Erica, y
sólo salió con ella para averiguar lo que había planeado para mí.

—¿Eso es lo que te dijo? ¿Y le crees? —Me agarró del brazo, su agarre era fuerte y
posesivo.

Me aleje de él enojada. —Sí, le creo. Él no me mentiría, Graham. —Por supuesto


que no me mentiría. No podía. Me había dicho la verdad, incluso antes de que
supiera que era incapaz de no poder hacer más que eso. Cualesquiera que sean sus
razones para ver a Erika de nuevo ayer por la noche, no eran porque estaba
interesado en ella. Todas las dudas gritando se calmaron y me dejaron, dejando tras
de sí un vacío que anhelaba ser llenado y todo parecía cambiar dentro de mí.

201
Me había admitido a mí misma que quería a Robert en mi vida sin importa que, en
cualquier capacidad, pero había dejado las dudas amargas permanecer,
permitiéndoles salir corriendo a la menor provocación. Pero ahora me di cuenta…
entendí realmente… que a pesar de que era un ángel, no era perfecto, y yo había
estado comparándome con esa falsa perfección.

Miré a Graham, y no pude estar más enojada con él. Si no hubiera sido tan cruel
conmigo, no hubiera destruido todas y cada una de las esperanzas que había tenido
en él amándome de la manera que yo lo amaba, no habría sido capaz de apreciar el
regalo que era Robert.

Pero ¿qué pasa con el amor que sentía por Graham? Por mucho tiempo había pensado
que lo que sentía era la pura emoción de estar enamorada; tenía la esperanza de que
lo que sentía por mí fuera lo mismo. No sólo no estuvo dispuesto a devolver mis
afectos, sino que también me había alejado de su vida tan completamente, que
había enviado mi corazón en espiral al suelo, hiriéndolo mortalmente… o eso
pensaba yo.

En su lugar, se estrelló directo en la tierra, sólo para emerger en el otro lado, más
fuerte, vibrante, aunque disfrazado con muchas capas de dudas y pesimismo. Sus
hirientes acciones me habían salvado de pasar toda una vida de no ver qué era lo
que me merecía.

—Gracias, Graham. —Lo abracé, verdaderamente agradecida por el regalo que sin
saberlo me había dado al romper mi corazón.

—¿Eh? ¿Por qué? —Su voz sonaba desconcertada, pero sus brazos me envolvieron,
apretándome fuertemente.

Me aparté un poco para mirarle a la cara. —Por ser mí amigo. Por todos los años
siendo mi amigo, y por los momentos en los que no lo eras. Por cuidar de mí, por
estar aquí ahora, con el amor de tu corazón, y por preocuparte por mí. Me has
ayudado a ver las cosas bajo una nueva luz, Graham —me puse de pie sobre las
puntas de los dedos de mis pies y presioné mis labios contra su mejilla—. No pude
pedir un mejor amigo.

—Uh... ¿de nada? —Graham resopló en su propia confusión, pero se puso serio
rápidamente, su voz repentinamente sombría. —Soy tu amigo, Grace. Lamento
cada momento que no lo fui. Sé lo que hice... y lo que no hice es lo que un amigo
no debería haber hecho, y nunca voy a perdonarme por eso. Sin embargo, nunca
traicione tu confianza, Grace. Nunca le dije a Erica ni un solo secreto que hayas
compartido conmigo... y lo que le dije fue estúpido... Voy a tratar de enmendarlo
por ti, Grace… por siempre si es necesario.

—Lo sé, Graham. Lo sé. Y como mi amigo, por favor, quiero que me prometas que
vas confiar en mi juicio.

202
Él se alejó, comprendiendo lo que le estaba pidiendo. A juzgar por la forma en que
su cuerpo se puso rígido, no le gustaba. —Graham, no quiero escuchar tus quejas.
Solo quiero tu amistad y tu confianza aquí. Creo que después de todo lo que ha
pasado entre nosotros, me merezco eso.

—Tienes mi amistad, Grace, pero tengo que cuestionar tu juicio. Confiabas en mí y


te aplaste, a lo grande. Conoces a este tipo Robert por tan sólo unas semanas y ya
estás lista para confiar en él de la misma manera que lo hiciste conmigo. Eso me
asusta, Grace.

Suspiré, y tire de Graham más cerca otra vez. —Por favor. Por favor, confía en mí,
Graham. Él es diferente. Si estoy equivocada, te doy rienda suelta para totalmente
azotarme con ella. Incluso te voy a permitir hacerlo con tus pantalones cortos de la
suerte de gimnasia.

Sentí su cuerpo temblar de diversión. —Creo que esa es una oferta bastante buena
—se alejó de nuevo, pero esta vez, estaba sonriendo—. Sin embargo, sólo dame
una advertencia razonable, cuando él meta la pata…

—Sí. —Lo interrumpí.

—Bueno, si mete la pata. Quiero suficiente tiempo para practicar mi azote. —


Guiñó un ojo, y entonces me tiró de nuevo en un muy fuerte abrazo.

El regreso de Graham en mi vida se había completado. Había cambiado los papeles


un poco, pero encajaba aún más fuerte y más perfecto de lo que había sido antes.
Estaba feliz.

203
Niebla

Traducido por Sheilita Belikov

Corregido por Marina012

F
eliz era algo relativo. Graham se había ido después de la cena, como de
costumbre, deteniéndose sólo para preguntarme si quería visitar el
cementerio con él el sábado.

Una de las pocas cosas que teníamos en común y que nos unía más que a la
mayoría de los amigos era el hecho de que ambos habíamos perdido a alguien a
quien amábamos mucho; cuando yo visitaba la tumba de mamá, él visitaba la
tumba de su abuela que había muerto sólo unas pocas semanas antes del accidente
automovilístico que había matado a mi mamá.

Yo le había dicho que lo llamaría cuando me despertara y le haría saber cuáles eran
mis planes. Eso fue suficiente para él y me dijo que iba a tratar de levantarse
temprano para ser el único que contestara el teléfono. Tuve que admitir que estaba
definitivamente disfrutando de este nuevo ajuste.

Después de haber tomado una ducha y darles las buenas noches a papá y Janice en
la planta baja, volví a subir, sin molestarme en fingir que necesitaba las muletas, y
me preparé para ir a la cama. Los acontecimientos del día habían finalmente
comenzado a pesar sobre mí y me sentía emocional y físicamente agotada. El
aliciente de la amante seductora que me llamaba a dormir era tan tentador, que
incluso la ropa de cama descaradamente coordinada que Janice de alguna manera
había conseguido para poner en mi cama y almohadas no fue suficiente para
impedirme desplomarme sobre ella.

Parecía, sin embargo, que tan pronto como mis ojos se cerraron, la alarma de mi
tocador estaba anunciando el comienzo de otro día. Esas noches eran siempre las
peores de las que despertar. Sin sueños, y a pesar de eso... sin descanso. Me sentía
como un zombie que no tenía órganos internos.

204
Me deslicé sobre mi trasero hasta el pie de mi cama y extendí la mano hacia al
despertador. Mis dedos conocían de memoria exactamente dónde presionar para
apagar el pitido, y el silencio que siguió fue celestial. Estiré los brazos, soltando un
bostezo y saliendo de la cola de sueño que aún tenía que ser satisfecha.

Mientras trataba de abrir los ojos ante la forma borrosa que era mi reloj, mi mirada
en cambio se centró en un objeto que estaba colocado a su lado el cual sabía que no
había estado allí cuando me fui a la cama. Era un jarrón cuadrado con una sola flor
en él. No sabía qué tipo de flor era puesto que no era una rosa o un narciso, las dos
únicas flores que podía reconocer a la vista.

Tenía cinco pétalos angulares, sus bordes ondulados, como listón ondulado. La
base de cada pétalo era de color blanco suave, con un corazón rosa intenso pasando
por el centro hacia cada punta. El rosa se veía lleno de lunares del mismo tono
suave de blanco, así como cremas y marrones claros, y el centro de la flor tenía
varias salientes cauliformes que contenía cosas en forma de bultos cubiertas con
esferas amarillas de lo que sólo podía suponer que eran polen.

Se veía como una estrella; una estrella rosa y blanca llena de lunares. Debajo del
jarrón estaba un pequeño sobre. Rápidamente, con dedos nerviosos lo tomé,
pasando mi uña debajo del borde de la abertura y sacando la pequeña tarjeta que
estaba dentro.

La tarjeta contenía la escritura familiar que era demasiado hermosa como para
propiamente provenir de otra cosa que algo sobrenatural y divino. Toqué las letras
desplazadas línea a línea.

Un regalo para tu madre, porque sin ella, no existirías en este mundo. Con gran afecto, tu
muy buen amigo.

—Tramposo —murmuré, y sonreí. Él quería que pusiera la flor en la tumba de


mamá. Era la cosa más dulce que alguien había hecho por mí, y sentí calor
precipitándose a mis mejillas, un rubor causado por nadie, visto por nadie, y sin
embargo vergonzoso de todos modos. Presioné mis manos contra mis mejillas,
como para hacer retroceder la sangre, y suspiré—. Tonta.

Puse la tarjeta de vuelta en el sobre y lo coloqué sobre el tocador. Nunca había


llevado flores a la tumba de mamá antes, y no podía pensar en una razón de por
qué. Hoy sería la primera vez, y el hecho de que él hubiera sido el único en darme
el motivo suficiente para hacerlo era extrañamente reconfortante.

Aparté ese pensamiento mientras miraba hacia mi ventana. No estaba abierta. Me


acerqué a ella, y traté de levantarla, pero vi que el pestillo seguía en su sitio. —Me
pregunto cómo lo hizo. —¿Ciertamente él no entró por la puerta principal? Me
acordé de la visión que Robert me había mostrado de él "llamando" mi lápiz hacia

205
él. ¿Podría haber hecho eso? ¿Simplemente "decirle" a mi ventana que se desbloqueara y
abriera?

Me senté en la cama, y me deslicé a través de ella hacia el otro lado donde estaba la
mesa de noche, una reliquia de los días como soltero de papá. Abrí el cajón grande
y encontré allí el objeto que había recibido uso mínimo desde que había sido traído
por primera vez, su necesidad considerada sólo por un padre optimista que había
pensado que yo tendría amigas llamando a todas horas, en lugar del chico de al
lado buscando a alguien para desafiar en un concurso de eructos.

Saqué el teléfono del cajón, y lo puse en mi regazo. Era un modelo antiguo y


rectangular con cable y grandes botones con retro iluminación en el auricular. Creo
que en algún momento había sido blanco, pero con el tiempo y la edad, se había
convertido en un gris amarillento apagado; parecía nauseabundo.

Levanté el auricular y empecé a marcar... ¿qué? No sabía cual era el número


telefónico de Robert. Ni siquiera sabía si tenía un teléfono. O una casa para el caso.
Seguramente debía tener algún lugar al cual ir, ¿verdad?

Puse el auricular de nuevo en la horquilla y me quedé mirando el teléfono. ¿Cómo


podía no saber cuál era su número de teléfono, y sin embargo saber tanta otra información
sobre él que era tan personal y privada? Parecía tan desequilibrado; no podía hacer otra
cosa que quedarme sentada y fruncir el ceño ante mi total ignorancia.

De repente un pensamiento que parecía tan ridículamente simple me vino a la


cabeza, me sentí como una total idiota durante unos tres segundos. ¡Por supuesto!
Podía no tener un número telefónico para contactar con él, pero tenía algo mejor.
¡Tenía a Lark!

Me enfoqué sólo en el pensamiento del nombre de Lark. Su habilidad para escuchar


cualquier pensamiento, de ver cualquier visión a distancias ilimitadas era mi clave
para comunicarme con Robert. Me concentré en conseguir que ella me escuchara a
través de las innumerables voces que estaba segura estaba escuchando. Me sentía
como una estatua, estaba muy quieta, pero mi mente estaba en movimiento,
corriendo a través de la nada sin fin con la esperanza de que en algún lugar,
encontrara lo que estaba buscando.

No pasó mucho tiempo antes de escuchar su voz en mi cabeza, como una canción
que había sido escrita sólo para mí. Me alegra que finalmente hayas descubierto la
manera de hacerlo. Me estaba aproximando a pensar que eras boba o algo así.

Suspiré con alivio. ¡Había funcionado! ¡Lark! ¡Funcionó! ¡Wow, esto es increíble!

Sí. Increíble. Grandioso. ¿Entiendo que estás buscando a mi hermano?

206
Ridículamente, asentí con la cabeza. Me di cuenta que no tengo un número de teléfono
para contactarlo. O una dirección. Yo-yo no estaba segura de si ustedes en realidad tenían un
lugar para vivir o...

Podía oír el tono en su cambio de melodía. Bajó, el estado de ánimo un poco más
oscuro. ¿O qué? ¿Te parece que no tenemos hogar, Grace? ¿O que vivimos en una nube
blanca y esponjosa mientras tocamos el arpa y comemos queso crema? Siento si mi hermano
fue grosero al no darte su número o traerte a nuestra casa, pero no asumas que simplemente
porque no la has visto, no existe. Sobre todo ahora que sabes lo que camina entre ustedes.

El rubor de vergüenza que se deslizó a través de mi cara parecía estar gritando "¡Te
lo dije!" porque Lark hizo algo que sonaba muy parecido a la risa.

Le contaré a Robert tus preocupaciones, él estará allí en un minuto o dos. Abre tu ventana.

Mis ojos se abrieron ante sus instrucciones. ¿La necesidad de desbloquear la ventana
significa que Robert realmente había entrado por la puerta principal mientras todos
dormíamos? Me bajé de la cama rápidamente e hice lo que me ordenó, sin saber si
debía levantarla. Me senté en el borde de la cama de frente a la ventana, y esperé.
Estaba agradecida de que el despertador en mi tocador fuera uno digital para que
así no tuviera que escuchar el tic-tac del tiempo avanzando lentamente mientras
esperaba.

Para el momento en que comencé a ponerme ansiosa y consideré contar


Mississippis, advertí la sombra que bloqueaba la luz suave de la mañana. Parecía
que una nube de tormenta había decidido tomar forma justo afuera de mi ventana,
y frenéticamente trabajé en levantar la pared de vidrio, esperando que ninguno de
los vecinos viera, todas las partículas de neblina gris mientras fluían a través de las
grietas entre la ventana y el marco.

Mientras me esforzaba por levantar la ventana, la pared de nube gris poco a poco
entró en mi habitación, fluyendo por todas partes como una bruma, envolviéndose
alrededor de la cama y el tocador, deslizándose por las paredes, antes de
envolverme en una niebla suave. No podía hacer nada; estaba tan asombrada de lo
que estaba presenciando, que ni siquiera respiraba. El vapor comenzó a solidificarse
a mí alrededor, poco a poco tomando forma, volutas de humo gris convirtiéndose
en brazos que estaban cruzados sobre mi espalda, espirales dispersos que se
convirtieron en cabello negro azabache, y dos gotas líquidas de rocío plateado que
se convirtieron en los ojos que siempre podía ver, incluso cuando los míos estaban
cerrados.

—¿Llamaste? —Preguntó sedosamente.

Farfullé una respuesta incoherente y él se rió. En lugar de intentar contestarle otra


vez, puse mi cabeza contra su hombro y asentí, avergonzada y sin embargo

207
agradecida. Él podía desaparecer en la niebla, podía volar y podía leer mentes. ¿Qué
era lo que no podía hacer?

—No puedo meterme a hurtadillas en las casas con jarrones y flores. —él se rió
suavemente, alejándose de mí e hizo un gesto con la cabeza hacia la flor que
parecía sobresalir en mi tocador vacío—. ¿Te gusta?

—S-sí. Es hermosa. Pero, ¿cómo la metiste aquí?

—Bueno, la ventana estaba abierta anoche. Simplemente le puse el pestillo a mi


salida. Pensé que era lo mejor.

—¿Se lo pusiste? ¿Por qué?

—Para que una vez que me fuera, no estuviera tentado de volver a entrar. Fue muy
difícil irme; te veías tan tranquila en tu sueño, y se sentía muy reconfortante ver
eso. No quería perturbarte con mis preguntas.

—¿Tienes preguntas? —Estaba sorprendida. Él podía leer mi mente. ¿Por qué


necesitaría hacerme preguntas?

—Grace, ayer en varias ocasiones, tu mente, se sentía como si hubieras apagado


todo tu cerebro, todo lo que podía oír eran mis propios pensamientos haciéndose
eco ahí, como si hubiera entrado en un pasillo vacío. —Él tenía esa arruga familiar
entre las cejas, la que aparecía cuando estaba preocupado por algo.

—¿En serio? —me quedé allí con la boca abierta, probablemente luciendo como un
pez de colores paralizado—. No hice nada diferente. Al menos, no creo haberlo
hecho.

—Por supuesto que no lo hiciste. No te diste cuenta de nada de eso. Seguías


hablando y avanzando en los asuntos, pero cuando tu mente pasaba de una cosa a
otra, se sentía muy... extraño. Como cuando un televisor pierde la señal de audio,
pero el vídeo sigue en marcha.

No veía que había hecho de manera diferente, o lo que podría haber desencadenado
los —a falta de un mejor término— apagones que él había tenido con mi mente.

—¿Tienes una idea de por qué?

—Tengo algunas ideas, pero todas mis preguntas en realidad no tienen nada que
ver con eso.

—Oh. Bueno, ¿qué preguntas tienes para mí, entonces?

—Bueno, primero, me gustaría saber qué vas a hacer esta noche.

208
—No lo sé. Nunca he planificado mis días. No tenga verdadera vida social, ya
sabes.

Él sonrió. —Bueno… —me llevó a sentarme en el borde de la cama—… estaba


pensando que tal vez te gustaría venir conmigo a visitar a un amigo mío.

Ladeé la cabeza a un lado. —¿Visitar a un amigo contigo? ¿Quién es?

—Alguien muy especial para mí, y alguien que sé que va a ser capaz de responder a
muchas de las preguntas que podrías tener.

—De a-cuerdo... entonces, ¿exactamente qué me debería poner para visitar a ese
amigo tuyo?

Llevó la mano a su barbilla y se la frotó, pareciendo considerar la respuesta a mi


pregunta. —Creo que tendrás que usar algo semi-formal.

Oí el aire entrar precipitadamente a mis pulmones cuando jadeé, y el ruido sordo de


mi mandíbula cuando se abrió tanto como era físicamente posible. —¿S-s-semi-f-
for-formal?

—Sí. ¿Será ese un problema?

Hice un sonido gutural que era muy poco femenino. —¿Problema? Tuve que
pedirle a Janice una falda. No tengo nada más que pantalones vaqueros viejos y
camisetas más viejas. La única cosa semi-formal que alguna vez tuve fue un vestido
que use cuando tenía siete años en el funeral de mi mamá. Además, incluso si
hubiera querido o necesitado esas cosas, nunca hubiera tenido el dinero para
comprarlas.

Él suspiró, un sonido humilde, y puso su mano debajo de mi barbilla. —Voy a


encontrar algo adecuado para que uses, si no te importa.

Negué con la cabeza. —Yo-o no creo que pueda aceptarlo, no sería correcto. Tal
vez debas visitar a este amigo tú solo. —La idea de Robert buscando y eligiendo un
atuendo para mí era mortificante. Tanto así, que prefería perderme una noche a
solas con Robert para evitar que sucediera.

—¿Grace, puedes aceptar mis secretos, mis horrores, y mi amistad, pero no un


simple vestido? —él había oído mis pensamientos y sentido mi vergüenza—. Si
puedes ir en contra de la influencia natural de mi habilidad, entonces seguramente
puedes ir en contra de la influencia de tu propio orgullo.

Miré su cara, a las líneas de diversión alrededor de su perfecta boca, al fuego


plateado ardiendo en sus ojos. Por primera vez desde que me había visto en ellos,
pude ver mi reflejo cuando él me veía. No sólo una visión sesgada a través de sus

209
pensamientos, sino a quien era yo reflejada en los espejos profundos que me
miraban con esa mirada tan intensa.

Yo era terca y fuerte, y eso podía verse en la manera en que el sol de la mañana
brillaba en mis ojos, en la forma en que las líneas en mis labios se profundizaban
cuando llegaba a una decisión, en la forma en que mis mejillas se ruborizaban
cuando el orgullo que me obligaba a no doblegarme ante nada que me sujetaba. Y
por un momento, aunque fugaz, pude ver que, efectivamente, yo era diferente de
una manera que podría ser hermosa.

La cara de Robert se iluminó con una sonrisa enorme. —Entonces finalmente ves la
verdad —se inclinó hacia delante y besó mi cabello. Podía sentir la sonrisa que
todavía estaba en sus labios mientras hablaba—. Grace, por favor. Significaría
mucho si vienes conmigo esta noche. Si te hace sentir mejor, podría pedirle a Lark
que compre tu vestido en mi lugar. Puedo ser mayor que ella, pero estoy bastante
seguro de que ella tiene mucho mejor gusto en ropa que yo.

La idea de Lark comprando cosas para mí me asustó aún más que la de Robert.
Negué con la cabeza. —No. Si tanto quieres que vaya, entonces debe ser algo que
te gustaría que me pusiera. Es tu amigo, después de todo —aparté mi cabeza para
poder verlo—. Pero, por favor, te lo ruego, nada de volantes.

Su risa profunda y hermosa resonó y llenó mi habitación con su sonido melodioso.


Traté de silenciarlo, no queriendo que papá o Janice lo oyeran, pero él sólo se rió
más fuerte. —Grace, Janice y tu padre no están aquí. No he escuchado sus
pensamientos desde que he estado aquí. Déjame reír tan fuerte como quiera, porque
me has permitido influenciarte. ¡Puede ser que sea un ángel después de todo!

Le concedí un momento de alegría antes de preguntar: —¿No están aquí? —Esa


información era muy impactante para mí. ¿Adónde habrían ido tan temprano en la
mañana?

—Cuando estuve aquí ayer, percibí que Janice había estado pensando en algunos
exámenes que tenía que hacerse esta mañana. Estaba preocupada porque de haber
sido más joven, no habría tenido que hacérselos. Eso causó que se preocupara por
el bebé.

Sentí el peso de esa pequeña porción de realidad asentándose sobre mí. —Ugh, ¿por
qué todo es siempre tan fluctuante? —me hundí aún más en el colchón de la
cama—. ¿No puedo tener al menos un día de felicidad sin que el mundo se
derrumbé sobre mí? Hace un mes ni siquiera quería a Janice cerca, y ahora estoy
preocupada por ella y el bebé. ¡Es como algo que está alrededor de mi cuello,
Robert, y no puedo respirar!

—Grace, no te preocupes por Janice y el bebé. Estarán bien. Ella goza de buena
salud, y el bebé, también —Robert me miró, su rostro un mapa de preocupación,

210
bondad, compasión y cariño. Sentí la fuerza de sus brazos rodeándome, pero fue su
voz la que me dio el mayor consuelo—. No hay nada de qué preocuparse, confía en
mí. Lo sé de buena fuente.

Sonreí, y suspiré de alivio. Podía confiar en él. Sabía eso más que nada en este
mundo.

Envolviendo mis brazos alrededor de él y tomando una respiración profunda, me


maravillé ante la manera en la que el día estaba comenzando. —No son ni siquiera
las siete y estoy lista para dormir hasta el domingo. Así que, ahora que hemos
pasado por mi momento dramático del día, ¿te puedo preguntar adónde vamos esta
noche que me exiges estar vestida tan semi-formalmente?

—Bueno, mi amigo… —la forma en que dijo amigo sonaba casi burlona—… Me
gustaría llevarte a la boda de la nieta de un amigo mío.

¿La boda de la nieta de un amigo? —¿Cuánto tiempo hace que conoces a este amigo?

—He conocido a la familia por casi cincuenta años. Bueno, debo decir que hemos
conocido a la familia durante casi cincuenta años. Lark y mi madre estarán allí
también esta noche.

—¿Así que esta reunión será como la última? ¿Ofreciendo secretos y revelaciones?
—Le pregunté en broma.

—Habrá algunas sorpresas, sí. Pero ya hablaremos de eso más tarde. Tienes un día
previsto con Graham, y no quiero arruinarlo —me soltó, mis brazos no fueron rival
para su fuerza casual—. Estaré de vuelta a las cinco, con tu vestido.

La palabra "vestido" envió un escalofrío por mi espalda. —Uhm, ¿de qué color
planeas comprar este vestido? —La forma en que dije "vestido" lo hizo sonar como
si fuera un improperio.

—Estaba pensando en algo verde. Que vaya muy bien con tu color de piel. Sin
volantes, por supuesto.

No pude encontrar ningún fallo en la elección del color, y tendría que confiar en
que él elegiría algo que no me hiciera lucir como el glaseado de un bizcocho de
apariencia empalagosa. No podía hacer otra cosa.

—Muy bien. Uso talla dos, sólo en caso de que te lo preguntes. No me gustaría que
pasaras por toda esta dificultad sólo para comprar algo que no me quede.

Una sonrisa divertida se extendió en su rostro. —¿Así que estarías más preocupada
por la dificultad que atravesaría para comprar el vestido, si te traigo uno que te
quede algunas tallas muy grande o las connotaciones que podría tener como
resultado?

211
Mis labios se apretaron en un gesto muy concentrado. —Me quedara holgado de
todos modos, así que, ¿qué harían unas pocas tallas más? Asegúrate de que tenga
algún tipo de lazo en la espalda para que pueda al menos ajustarlo un poco. No
quiero avergonzarte tanto frente a tus amigos.

Él me atrajo de nuevo a sus brazos, apretándome con fuerza, pero con cuidado. —
Deja de pensar tan poco de ti misma. ¿No acabas de ver lo hermosa que eres?
Estaré presumiéndote esta noche, en un vestido que te hará ver como el tesoro que
eres, y no habrá nada que puedas hacer, decir, o vestir que me avergüence delante
de mis amigos. ¿De acuerdo? —Me besó en la parte superior de mi cabeza de
nuevo.

Asentí. Él lo había hecho de nuevo. —Eres definitivamente un ángel. Te has salido


con la tuya dos veces en menos de una hora en las dos cosas que no he sido capaz
de hacer desde que era niña: usar un vestido y sentirme bien conmigo misma. Sólo
alguien con poderes divinos podría lograr tal hazaña.

Su risa volvió a llenar la habitación, y esta vez dejé que el sonido me inundara.
Podía darme ese lujo ahora, sabiendo que nadie iba a venir a irrumpir con golpes y
acusaciones. Era una sensación maravillosa, no pude evitar reírme con él.

La alegría que sentí al escuchar nuestras risas mezcladas rebotando alrededor de la


habitación, junto con la calidez que sentía, no sólo por el sol matutino que entraba
por mi ventana, sino también desde ese lugar profundo dentro de mí que apreciaba
lo maravillosa que era la felicidad, se unían para formar un gran lazo alrededor de
mi corazón que latía rápidamente, convirtiéndolo en algo que sabía que era fuerte,
mucho más fuerte de lo que alguna vez había imaginado posible.

Eres increíble.

Y con un suave beso en la frente, y un susurro aún más suave de despedida, él se


desmaterializó en una niebla tenue de nuevo y lentamente salió por mi ventana.
Observé como desapareció, ya extrañando la sensación de sus brazos alrededor de
mí. Rápidamente, antes de saber que él estaba fuera del alcance de mi mente, le
hice una pregunta apremiante.

Es un lirio stargazer, porque ahora tienes más de una razón para mirar hacia el cielo. 9

No pude evitar sonreír. Me abracé a mí misma; la idea de que él hubiera puesto


tanta reflexión en algo tan simple como una flor sólo por mí era abrumadora y
sorprendente. Sin duda, yo no merecía tanto como esto. Suspirando, tomé el
teléfono una vez más y marqué el número de Graham.

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La reflexión que hace Robert respecto a la flor es porque Stargazer es literalmente “observador de
estrellas” Star= estrella y Gazer= observador, de allí que use la reflexión de mirar al cielo.

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Traducido por bautiston

Corregido por Marina012

P
ara el momento en que Graham tocó la bocina, anunciando que estaba listo
para partir, eran pasadas las nueve. Tan pronto como le dije que Janice y
papá no estaban en casa, toda motivación por apurarse se fue, ya que sabía
que significaba que no le esperaba un desayuno caliente en la cocina. Me conforme
con un bagel y algo de jugo de naranja, mientras que él necesitaba cantidades
descomunales de todo.

Escribí una nota para que papá supiera dónde estaría, no quería que volviera a una
casa vacía, sin saber donde estaba. Me aseguré de tomar el florero que contenía la
flor de Robert antes de salir por la puerta, optando por no tomar las muletas, y en
su lugar exponerme a las maravillas de los dolores asesinos. Todavía me sentía
abrumada por el gesto de Robert que hizo maravillas para empujarme más y más
cerca de ese borde donde la amistad se terminó y algo más que sabía que quería
desesperadamente comenzaba.

Graham miró la solitaria flor con los ojos especulativos. —¿De dónde sacaste eso?

Puse el florero entre mis rodillas mientras abrochaba el cinturón de seguridad.

—Robert la trajo esta mañana para colocarla sobre la tumba de mamá.

Me miró como si acabara de decirle que el mundo era de forma rectangular y era
gobernado por dos cabezas de cabra. —¿La trajo esta mañana?

—Sí. Dijo que quería que pusiera este jarrón y con la flor sobre su tumba, como una
forma de darle las gracias por darme a luz a mí. —Me gustó escuchar las palabras
salir de mis labios. Solidificado el sentimiento, consolidándolo. Estaba aún más
contenta con la reacción de Graham.

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—Wow. Aunque nunca pensé en algo así. Punto para el chico nuevo. —El
murmullo recorrió un largo camino para mantener la sonrisa que tenía en mi cara.

Viajamos en silencio hasta el cementerio, la idea de a dónde íbamos y porqué


pesaba en nuestras mentes. El Cementerio Católico Monte Calvario estaba a pocos
kilómetros de Heath en Newark. Era un cementerio simple que se jactaba de no
tener una entrada de lujo ni señales. Las señales que los visitantes recibían eran
bastante rudimentarias: tablas simples de madera pintadas de color marrón,
mientras que el nombre había sido pintado en letras blancas.

Mamá solía traerme aquí cuando era pequeña. Había muchas tumbas de la guerra
civil aquí, y nos gustaba jugar un juego en el que elegíamos una lápida y creábamos
una historia sobre su vida. Yo siempre decía cosas como que fueron criaturas
míticas o súper héroes cuyos alter ego tuvieron que morir para proteger su
identidad secreta. Ella siempre les daba una vida normal, porque habían hecho un
pequeño, pero significativo impacto en las vidas de quienes les rodeaban.

Me acordé de una lápida en particular, donde una madre y una niña habían sido
enterradas juntas, la misma fecha de muerte.

“Annaleigh y Katherine MacDonnell, murieron el 12 de junio de 1890". Mamá había


leído, con los dedos tocando el grabado, con cariño rastreando en las hendiduras,
ya que ambas estábamos arrodilladas sobre la hierba húmeda. "Annaleigh era una
mujer hermosa que vino a la ciudad sólo para enseñar. Tenía una hermana y dos hermanos,
todos ellos de cabello dorado rojizo. Le dio a su hija Katherine el cabello dorado rojizo igual al
suyo, aunque sus ojos no eran azules como los de su madre, sino del marrón chocolate de los
de su padre".

Tomó mi mano y la colocó en la casi imperceptible talla de un querubín por encima


de los nombres. "Annaleigh habría sido una gran madre, y Katherine hubiera sido una
chica afable, hermosa, brillante y dulce que habría sobrevivido el parto, pero los ángeles
vinieron a llevarlos al cielo en su lugar".

"¿Por qué, mamá? ¿Por qué los ángeles las llevaron al cielo?"

Una sonrisa triste se apoderó de su rostro. "Debido a que el plan que Dios tiene para
cada una de nuestras vidas no es siempre el mismo plan que tenemos para nosotros mismos,
Grace. A veces, nuestra muerte tiene un mayor impacto que nuestro nacimiento. Puede
inspirar a la gente para hacer grandes cosas, incluso mayores de lo que hubieran hecho si la
muerte no ocurría en absoluto".

Ella me ayudó a trazar las alas de los querubines, y suspiró. "La muerte de estas
personas podría haber cambiado el mundo, Grace, por lo que a veces tenemos que mirar a la
muerte no como algo triste, sino como algo para agradecer. A veces la muerte cambia nuestras
vidas en formas que nunca esperamos. Puede traer consigo todas las emociones, tenemos que
aprender a reconocer a los que nos ayudan y a los que nos lastiman. También tenemos que

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estar dispuestos a aceptar que con todo lo demás, la muerte también trae consigo el amor. Por
eso siempre debemos estar agradecidos y apreciarla, incluso si trae un poco de tristeza con
ella".

Se secó una lágrima de sus ojos con la mano libre. "Lo siento nena. Te estoy poniendo
toda nerviosa y preocupada ¿no? ¿Qué piensas acerca de Annaleigh y Katherine?".

En toda mi sabiduría infantil, respondí: "Creo que era un superhéroe, y no quería


que su hija fuese llevada por mutantes malvados que querían convertirla en un monstruo,
por lo que huyó y fingió morir. Creo que puso una muñeca en su ataúd y realmente se fugó
con un héroe guapo que se la llevó a un lugar seguro para siempre". Dije desde el suelo.

Mi madre me llevó a su pecho y me abrazó muy fuerte. Besó la parte superior de mi


cabeza y me meció suavemente. "Tu historia es mucho mejor, nena. Mucho, mucho
mejor que la mía".

Esa fue la última de nuestras historias. Volvíamos a casa de esa visita, cuando
tuvimos el accidente del coche, y de ese otro despertar en el hospital, recuerdo muy
poco de esa noche. Todos dijeron que era un milagro que hubiera sobrevivido sin
ningún tipo de quemaduras, ya que nuestro coche se había convertido en un pedazo
grande y negro de metal, y el cuerpo de mi madre estaba quemado más allá del
reconocimiento.

Volví de mis recuerdos por el movimiento del coche al parar. Graham puso el
coche en estacionar, y miré por la ventanilla. Había olmos rodeándonos, con
lápidas esparcidas por toda la alfombra verde de hierba. Era un lugar tan hermoso,
a pesar de la cantidad de tristeza abrumadora que cubría todo aquí.

Con un suspiro, tomé con una mano el florero de Robert y esperé a que Graham
abriera mi puerta. Él salió del coche y caminó alrededor de la parte delantera antes
de abrir mi puerta y ayudarme ya que trataba de no derramar el agua. El olor a
hierba recién cortada era tan espeso, que en realidad podía saborearla. A pesar de
que la mañana estaba avanzando, también podía sentir la humedad de la noche, el
olor de los árboles, e incluso de las lápidas.

—Voy a ir a pie hasta la tumba de la abuela. ¿Estarás bien para llegar hasta la de tu
mamá? —Graham ya estaba mirando hacia arriba de una colina a pocos metros de
distancia, donde la tumba de su abuela se encontraba.

—Sí, ve a hacer lo que tengas que hacer. Mamá no está tan lejos.

Asintió con la cabeza y empezó a caminar penosamente a través de la hierba


empapada y corta. Yo me dirigí a la zona de hierba plana donde estaba la tumba de
mi madre y directamente al bloque de granito. Cada paso me recordó los pasos que
había dado de pequeña el día que había sido enterrada.

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Pude ver mis pies, vestidos con medias blancas y zapatos de charol negro,
arrastrándose por la hierba con barro mientras un sombrío papá caminaba delante
de mí, con la cabeza inclinada hacia abajo y las manos entrelazadas detrás de la
espalda. Podía ver el dobladillo de mi vestido azul, agitándose de un lado a otro
entre mis rodillas mientras caminaba. Me mordía la uña de mi dedo pulgar,
tratando de distraerme de alguna manera porque no quería llorar. Cada uno de los
demás estaba llorando. Algunos, como la familia de mi madre procedentes de
Corea, lloraban muy fuerte y me abrazaban muy duro, hablando cosas que no
podía entender muy bien, mientras frotaban sus mejillas bañadas de lágrimas contra
las mías.

Papá estaba entumecido, y completamente ajeno a mi confusión y mi miedo. Los


padres de Graham, Richard e Iris, a quienes realmente les gustaba mi mamá,
llegaron con Graham, pero no lo dejaron acercarse mí mientras estaba maltratada.
Rodeada por tanta gente, tantos familiares, pero nunca me había sentido más sola y
más asustada.

Todo el mundo susurraba sobre el milagro que era mi supervivencia, sólo que todos
lo hacían sonar más como un crimen. ¿Cómo había sobrevivido sin apenas un rasguño,
mientras que mi madre tuvo que ser velada en un ataúd cerrado? ¿Por qué mi madre estrelló
su automóvil en primer lugar? ¿Se había distraído? Las acusaciones que se encontraban
en el soliloquio de Erica no eran lo que me había hecho irritarme. Aunque me
había preguntado las mismas cosas, estos pensamientos habían estado en las
mentes de tantas personas en la ciudad que era imposible escapar de ellos, incluso
después de casi once años.

Cuando me acerqué a su lápida, florero en mano, sentí la emoción de la tristeza que


casi nunca sentía durante mis visitas aquí. Me incliné hacia abajo, lentamente,
sentándome en el suelo húmedo, y coloqué el florero de Robert junto al rectángulo
de granito donde estaba el nombre de mamá con su fecha de nacimiento y la fecha
de su muerte. Debajo de ambas fechas estaba el número 91, su Salmo favorito.

Besé la simple marca y puse la mejilla contra ella, trazando su nombre con los
dedos. —Hola, mamá —el granito frío se sentía increíblemente reconfortante
contra mi cara, ahora cubierta de lágrimas calientes—. Tengo tanto que decirte... es
increíble. Es como si toda una vida hubiera pasado desde la última vez que vine
aquí, y mucho ha cambiado.

—Tengo una nueva amiga. Su nombre es Stacy, y probablemente podría apostar


con seguridad que es la única otra chica coreana en todo Heath. Su familia tiene
una Escuela de Tae Kwon Do cerca de la panadería y enseña allí. Es diferente.
¡Puede derribar a Graham sin siquiera tocarlo!

Tuve que parar por un momento y pensar en cómo iba a abordar el tema de Robert.
Tan tonto como era… a sabiendas de que mamá había muerto hacía más de diez

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años, y que estaba hablando con su lápida y no directamente con ella… todavía me
sentía incómoda de abordar el tema. Sabía como habría sido con mi madre viva y
teniendo una conversación en casa, en la sala de estar.

—He conocido a alguien. Sé que la última vez que estuve aquí, te dije que estaba
enamorada de Graham, y estaba tratando de reunir el coraje para decírselo. Bueno,
lo hice, pero no fue exactamente como había deseado. Ni siquiera fue por el
camino que esperaba. Pero está bien. Las cosas están bien entre nosotros, ahora.
Mejor que bien, en realidad. Pero me di cuenta después de todo esto que realmente
no sabía lo que era el amor.

—Pensé que lo que sentía por Graham era el tipo de amor del que me dijiste que
tenías con papá. Tú sabes, del tipo que hace que tu corazón pareciera que se va a
salir de tu pecho, ¿que podría escaparse volando porque late tan rápido? No
entendía realmente lo que eso significaba, no sabía qué profundo era y como
cambio mi vida hasta que conocí a Robert.

—Oh, mamá, es como algo fuera de este mundo. ¡Es como si me bajé de la página
que era mi vida y entré en un libro completamente diferente! Él es amable y dulce,
y hermoso, y se preocupa por mí. Podría aun amarme, si me atrevo a dejar de ser
tan consciente de mí misma todo el tiempo. Pero mamá, más que eso es el hecho de
que me encanta. Lo amo muchísimo. Es que mi mundo estaba en modo de sueño
eterno, y luego vino e hizo salir el sol, despertándome en un mundo completamente
nuevo.

—Ni siquiera puedo empezar a describirlo. Solamente de ver su cara cuando cierro
los ojos hace que mi corazón parezca estar dispuesto a huir y unirse a él, donde
quiera que esté. Tengo problemas para mantener mis pensamientos rectos a su
alrededor, a veces, lo cual es irónico, ya que puede leerlos. Pero no piensa que soy
rara, o un monstruo, ni nada de eso. Realmente me ve tan hermosa, mamá. ¡Yo! Ve
lo que soy, ve mis recuerdos, mi errores, y no lo hace pensar menos de mí. No
puede decirme otra cosa.

Extendí la mano y saque la flor rosa y blanca del florero y me quede mirándola.
Todavía parecía vibrante y saludable, como si hubiera sido cortada hace segundos.
Dejar a un ángel arrancar la flor más perfecta parecía que haría que lo fuera para
siempre.

—Él me dio esta flor para traértela. ¿Puedes imaginarte cómo me sentía de
inadecuada, a sabiendas de que él te trajo flores antes que yo? Bueno... una flor,
pero sabes a lo que me refiero. Supongo que tendré que traerte un ramo entero
ahora, ¿no? Oh mamá, estoy tan feliz... es extraño. Las cosas estaban muy mal con
Graham, y luego papá… ¿sabías que él y Janice tendrán un bebe? Me sentía tan
enojada, como si te estuviera traicionando o algo. No se porqué. Te has ido para

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siempre, y sé que te gustaría que papá fuera feliz… que no querrías que se sienta
mal por encontrar otra persona.

—Y entiendo todo eso ahora, entiendo la importancia de ser feliz mientras estamos
aquí realmente, porque puedo apreciarlo ahora. Puedo apreciar lo que se siente al
ser feliz —completamente feliz y plenamente— a causa de Graham, y Stacy, y
Robert.

Puse la flor de nuevo en su florero, y volví a trazar con el dedo el grabado. Mi dedo
era mucho más ancho de lo que era la primera vez que lo había hecho, pero mis
emociones eran las mismas y me di cuenta que tendría que dejarlas pronto.

—Te extraño, mamá, te extraño tanto, y la única parte que me duele ahora es saber
que no puedo compartir todo esto contigo. No sé cómo todo el cielo y los ángeles
trabajan, pero estoy segura de que no es simplemente como tener a Robert y
enviarte un mensaje ni nada.

—Sólo quiero que sepas que soy feliz, Mamá. Soy verdaderamente,
verdaderamente feliz. No tienes que preocuparte demasiado acerca de mí, ¿de
acuerdo?

Besé la piedra una vez más, los dedos siguiendo el nueve y el uno, y empecé a
recitar el salmo que esos números representan… un ritual que mamá y yo habíamos
hecho en cada visita al cementerio. Le encantaba cantar los salmos, algunos de mis
primeros recuerdos de ella son cantándolos mientras cocinaba, o limpiaba. Algunos
niños tienen “María tenía una pequeña oveja”, yo tenía los salmos 91 y 121.

Así fue como Graham me encontró, con mi cara apretada contra el ahora granito
caliente, la mano cubriendo parcialmente las letras que marcaban que se trataba de
mi madre, su lugar de descanso final, y mi voz, repitiendo los mismos versos una y
otra vez con voz cantarina.

Cuando terminé, mi tradicional adiós a mi madre, lo miré. Y a ella.

—¡Lark! Wow, ¿qué estás haciendo aquí? —La miré, sorprendida por lo hermosa y
etérea que era y que podría haber sido uno de los ángeles sobre los que había
cantado.

—Hago grabados de las piedras para la clase de arte —dijo, y señaló con su bastón
una bolsa que colgaba sobre el pecho de Graham, su material de tela manchado de
carbón—. Tengo algunos buenos de lo que pude sentir. Una madre y su hija, un ex
soldado de la guerra civil, y estaba en el medio de conseguir un calco de esta mujer
que tenía el nombre más inusual cuando él llegó.

Por un rato, no podía hacer nada más que mirarla con la boca abierta. Al parecer,
Graham no creyó que nada era inusual en que una persona ciega estuviera

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haciendo calcos de carbón de grabados de piedra. Juzgando por la expresión de su
rostro, probablemente pensó que era la mejor cosa desde la dirección hidráulica.

—¿Has dicho que hiciste un calco de una madre y su niña?

Lark asintió con la cabeza y tomo la bolsa, levantando el colgajo que se cernía
sobre la apertura y luego sacó un folio. Contó dos páginas y luego sacó la tercera.
—Aquí está. Es Annaleigh y Katherine MacDonnell. Estaba intrigada por la fecha
de sus muertes. Parecería que Annaleigh murió en el parto, y Katherine, junto con
ella. Muy trágico.

Miré a la fricción, el dedo a lo largo del espacio vacío donde los nombres se habían
grabado. —Las recuerdo. —Murmuré.

—¿Las recuerdas? Murieron más de cien años atrás, Grace. —Graham se rió.

Yo lo miraba, sintiéndome muy culpable por no haber revelado parte de mi vida a


él por alguna razón. —Mi madre y yo solíamos venir al cementerio cuando era una
niña, y nos inventábamos historias acerca de las personas que estaban enterradas.
Mamá dijo que Annaleigh había sido una maestra, y que Katherine había sido su
primera hija. Yo dije que eran superhéroes.

Esperaba que llegaran las risas, pero ninguno lo hizo. Lark se quedó pensativa.

—Solía hacer eso. Pretendía que había sido amiga o amante de la gente que había
muerto, y que estaba sufriendo por alguna gran tragedia. No puedo ver la televisión
por lo que acababa de crear mis propias telenovelas en mi cabeza.

Miré a Graham, esperando algo, cualquier cosa que saliera de él que sonara como
un ronquido, una carcajada, una risita. En cambio se quedó mirando a Lark, los
ojos muy abiertos, la boca ligeramente abierta, como si quisiera decir algo, pero no
sabía qué. Me di cuenta de que así me debía de ver alrededor de Robert.

Él está demasiado lejos en este momento para pensar en nada que valga la pena decir. Todo lo
que escucho en mi cabeza son los sonidos de canciones folklóricas polacas por alguna razón.

Parpadeé en shock. No sabía si era porque Lark estaba enviándome sus


pensamientos, o porque sabía lo que estaba oyendo y porqué, y ella no lo sabía. Eso
es lo que su abuela solía cantarle cuando él tenía pesadillas.

Ella me miró sorprendida. Que extraño es que sepas lo que estaba pensando, y entenderlo,
mientras yo no podía. Supongo que eso es lo que viene de conocer a alguien por tanto tiempo.

Asentí con la cabeza una vez, asegurándome de que Graham no notara demasiado.
—Así que, eh, Lark, ¿qué nombre estabas calcando cuando Graham te encontró?

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—Resultó ser el nombre de su abuela. Sonaba tan extraño. “Bronislawa”
simplemente no parece un nombre que uno podría encontrar en un cementerio de
Ohio. Tenía que conseguir un calco. —Ella dio a Graham una sonrisa
deslumbrante, y podría haber jurado que vi sus ojos encontrarse.

—Era una mujer muy atemorizante para todos excepto para Graham. Para ella, él
era el sol, la luna, y todas las bombillas de halógeno en el medio —señalé—. Solía
gritarme algo todo el tiempo que nunca entendí, pero Graham me dijo que estaba
asustando a la muerte lejos de mí, para que no pusiera sus manos alrededor mío.
Me asustó tan mal una vez, que tenía prohibido acercarme a ella después de eso.

La cara de Lark estaba en calma, pero podía ver por la forma en que su boca ya no
parecía floja y despreocupada que algo que dije la había molestado de alguna
manera. Estúpidas supersticiones.

Comprendí el sentimiento. Mamá había dicho lo mismo cuando había oído lo que
dije. Papá había sido quien dijo que sentía que no debía estar alrededor de la abuela
de Graham, y en lugar de discutir con él sobre esto, mamá cedió.

—Bueno, le pregunté a Graham si no le importaría dejarme en el centro comercial


en su camino a casa. Voy a encontrarme con algunos amigos y recoger algunas
cosas de última hora antes de la noche. Son sólo unos minutos en coche, y me dijo
que no le importaba.

Ante el sonido de su nombre, los ojos de Graham se reorientaron y empezó a


parpadear rápidamente, sus ojos secos comiéndose a Lark todo el tiempo. —Uh, si,
creo que no te importara, Grace, ya sabes, desde que estamos en esto de la amistad
de confianza total.

—¿Por qué me importaría, Graham? Lark es la hermana de Robert y como dijo,


son sólo unos minutos. —Mientras caminábamos hacia el coche, tuve que reprimir
la sonrisa de suficiencia que podía sentir creciendo en mí. La gente no podía dejar
de verse afectada por la presencia de un ángel, y Graham estaba más que afectado,
mientras que yo había sido capaz de resistir un poco era extrañamente satisfactorio.
Cuando llegaron los ángeles, el héroe de fútbol Graham fue superado por Grace la
Súper monstruo.

—¿Por qué la gente te llama monstruo?

La súbita pregunta hizo que tanto Graham como yo miráramos a Lark. Nuestras
caras mostraban ira. Sabía que el enojo de él derivaba de que necesitaba
defenderme, pero la mía estaba en el hecho de que ella había leído mi mente, y no
lo ocultaba. —¿Por qué siquiera preguntas? —La miré. ¿Porque no terminas de recorrer
a través de mis recuerdos y lo descubres?

—Sí, ¿por qué lo preguntas?

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Lark se encogió de hombros. —Estaba curiosa. Me parece que la mayoría de los
chicos aquí en Heath sólo necesitaban a alguien para llenar ese espacio en el
anuario, y tu nombre fue tomado de un sombrero o algo. Me preguntaba porqué.

—Bueno, ¿por qué no les preguntas a ellos por qué me llaman monstruo? —Le
espete.

Lark levantó una ceja, mi reto era aburrido para ella. —Lo haré. Tengo todos esos
libros ridículos de cómics donde explican cosas que poco tienen que ver con nada.
Tú no tienes tentáculos que salen de tu espalda, definitivamente no eres verde, y no
tienes poderes mutantes o nada. Creo que la única cosa monstruosa que he oído
hablar de ti es el tamaño de su cabeza. Es un poco ancha. Tipo la de Imax, y fuera
de eso, eres tan normal como los demás.

La postura de Graham cambió. Su espalda estaba recta, y empujó los hombros


hacia atrás. Lo había visto un millón de veces después de que amenazara con
golpear a alguien por burlarse de mí y que se arrepintieran. Era su postura de pavo
real. —Eso no es nada nuevo. Me he dicho lo mismo siempre.

Lark rodó sus ojos. ¿Qué pasa con ustedes los humanos y su constante uso del término para
siempre, como si lo pudieran entender y todo lo que implica?

Me di cuenta por la forma en que el tono de su pensamiento se convirtió en oscuro


que estaba enojada. Agarré el brazo de Graham y tire de él de nuevo, con ganas de
entrar en el coche lo más rápido posible. El temperamento de Lark era imprevisible.
No se limitaba a ser fría o caliente. Era celestialmente caliente y fría. De los vientos
cálidos del sol, y del lado oscuro de la luna fría.

¡Entiendo tu punto! Basta con esas estúpidas metáforas. Me siento como si estuvieras
describiendo algún proyecto de astrología.

Graham comenzó a caminar rápidamente, y yo lo seguí, manteniendo mis ojos en


Lark, esperando que no volviera a hacer la pregunta. El cielo sabía que todo lo que
tenía que hacer era mirar en mi cabeza para averiguar la respuesta. ¿Para que
preguntar cuando nuestras respuestas verbales no podrían sumar a lo que nuestras mentes
estaban pensando? ¿No era contraproducente?

Eso es otra cosa. ¿Quién soy yo para juzgar la integridad de una persona si lo que sale de la
boca no es lo mismo que lo que viene de la mente? Has puesto mucha confianza en Graham, a
pesar de lo que te ha hecho. Puedo ver como te afecto. Puedo ver las cicatrices que tus ojos no
pueden ver, pero puedes sentir. Llevaba una línea sombría en su rostro que se
contradecía con la blandura de sus ojos translúcidos.

Y, también veo lo mucho que mi hermano se preocupa por ti. Si Graham te lastima más,
temo por su seguridad. No entiendes cómo sienten profundamente los de mi clase, cuando
formamos una relación con alguien, Grace. Es como uno de esos árboles, profundas raíces

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largas que se entierran y se envuelven firmemente en el suelo, los seres humanos se convierten
en nuestro suelo. Crecemos por ustedes, prosperamos por ustedes. Si algo envenena ese suelo,
nos envenena a nosotros. Pero, a diferencia de estos árboles, luchamos.

Mis ojos parpadearon dos veces, la comprensión de lo que significaba. Solamente


que en lugar de las raíces, vi una sola cinta.

Vi a Lark asentir con la cabeza, vio la cinta en mi mente, también.

Estábamos en el Buick de Graham y girando a la izquierda en Hopewell Drive


cuando Graham finalmente habló. —Algunas personas llaman a Grace un bicho
raro porque no entienden cómo pudo haber sobrevivido al accidente de coche que
mató a su madre. Nadie ha sido capaz de explicarlo y creo que nadie lo hará nunca.
Otros la llaman un monstruo porque es mitad blanca, mitad coreana. Ahora
algunas personas la llaman un bicho raro porque sobrevivió al choque y siguió. No
importa cuáles son sus razones, lo cierto es que llaman a Grace monstruo, porque
es diferente, y no pueden explicar lo que la hace diferente. Simplemente lo es.

Me quedé mirándolo. Parecía que le dolía decir esas palabras, que le quemaba la
garganta. Vi como se frotaba la parte inferior de su ojo con el pulgar, y luego se
limpió el dedo en sus pantalones vaqueros, una oscura, delgada línea donde su
dedo tocó el tejido. Me mordí los labios ante la evidente dificultad que tuvo para
hablar acerca de cómo los demás pensaban de mí, había sido una de esas personas
hace apenas un mes, y no le gustaba eso.

—Pero si Grace es un monstruo, entonces también lo soy. Un deportista que anda


alrededor de los monstruos en vez de las porristas. —Resopló.

Desde el asiento trasero, Lark se echó a reír. —No hay que olvidar que ahora eres
chofer de personas ciegas, también. Eso te vuelve más monstruo que Grace.

Graham asintió con la cabeza, su sentido del humor regreso. —Eso es verdad.
Estoy bajando tu status Grace. Nunca serás la reina del baile ahora.

Me alegre de su diversión, levantando el estado de ánimo oscuro de Lark, y la


tristeza de Graham parecían desaparecer, aunque sólo fuese por un momento.

Fue increíble lo que la verdad podía hacer por uno. Lark había oído nada más que
pura honestidad de la boca de Graham, la verdad que todos sabíamos, lector de la
mente y seres humanos por igual, y que había cambiado la forma en que lo veía
ahora. Podía ver por la forma en que sus ojos parecían un poco menos opacos, que
era como si la niebla de la amargura y la ira que la seguía a su alrededor —como
una especie de escudo de la falta de honradez de las personas— se había levantado
un poco.

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Honestamente pensé que me mentiría. Me sorprendió. Nada me sorprende. Podría terminar
no gustándome más tarde, pero por ahora, es divertido.

Mis cejas levantadas en shock. ¿Graham había tomado por sorpresa a Lark? ¿Tú
puedes leer las mentes, incluso las mentes de aquellos que pueden ver el futuro, y fuiste
sorprendida por Graham?

Había descubierto su debilidad, y no le gustaba. Pero lo hice. Disfruté mi momento,


riendo a carcajadas, sin preocuparme un poco si en ese momento, realmente
parecía un monstruo. No sabía cuando habría otra oportunidad, tan aguda e
inteligente como ella era, por no mencionar el hecho de que probablemente podría
volver a romper mi pierna y mi brazo en menos tiempo de lo que me lleva
parpadear.

Parecía que había obtenido un indulto cuando se reclinó en su asiento, con los
brazos cruzados sobre el pecho, una sonrisa lenta progresando a través de su cara.
¡A ella le hizo gracia, también!

Miré por la ventana y me di cuenta de que estábamos entrando en el


estacionamiento del centro comercial. —No creo que jamás haya estado en este
centro comercial.

—No creo que hayas estado alguna vez en cualquier centro comercial. —Resopló
Graham.

Me resistí a la tentación de sacarle la lengua… se sentía mucho mejor darle un


puñetazo en el brazo. El "¡Ay!" que siguió fue muy satisfactorio.

Cuando llegamos a la acera frente al centro comercial, vi que Lark tenía un


pequeño teléfono celular rosa presionado en su oído. Tan pronto como el coche se
había detenido, estaba fuera.

—Nos vemos esta noche, Grace. Gracias, Graham, por el paseo… Te veré en la
escuela el lunes. ¡Ciao! —Caminó rápidamente hacia la entrada, con gran
elegancia, no sólo por la velocidad que utilizó. Si no lo sabías, nunca habrías
adivinado que era ciega.

El centro comercial estaba muy por detrás de nosotros cuando Graham finalmente
hizo la pregunta que sabía lo había afectado tan pronto como él había oído
mencionar a Lark verme esta noche.

—Voy a una boda con Robert y su familia. —Le respondí, mi tono dejando en
claro que no estaba interesada en discutir sobre esto.

Vi los músculos de su cuello apretarse un poco mientras movió la mandíbula, la


idea de que saliera con Robert, obviamente, no estaba bien para él. Bueno, podía

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masticar piedras en lo que a mí respecta. Esta era mi primera cita oficial con
Robert, y nada iba a arruinarla.

A excepción del vestido. Gemí. Fuerte.

—¿Qué te pasa? ¿Todavía estas aquí? —Graham hizo pucheros. ¡En realidad puso
mala cara!

—Le dije a Robert que me podía comprar un vestido para la boda.

Era el turno de Graham de reírse esta vez. —¿Estás dejando que te compre un
vestido?

Había cruzado los brazos sobre mi pecho. —Sí. —Contesté indignada.

—No tienes miedo de que te traiga algo que te haga ver —y, seamos sinceros, con
un montón de cosas— que te veas de doce.

Mis labios hicieron cosas divertidas mientras meditaba su pregunta. —Le dije que
no volantes. Ugh… No sé nada de vestidos. Nunca he comprado un vestido, y todo
lo que sé sobre ellos es que los volantes son horribles. Oh Dios mío, ¿qué debo
hacer? Me va a comprar algo que parece que pertenece a una niña de doce años de
edad, ¿no? —La sensación de pánico brotaba debajo de mi piel, mientras nos
deteníamos frente a mi casa.

Miré el reloj en mi muñeca y me di cuenta que eran casi doce y treinta. Necesitaba
comer algo para el almuerzo, y también tenía que acostarme y tratar de calmar mis
nervios. Graham me ayudó a salir del coche y fue conmigo hasta la puerta. Vi la
que SUV de Janice —que se había ido cuando la dejamos— se encontraba de nuevo
en su lugar en la calzada.

—Bueno, eso es una distracción agradable. —Murmuré. Podría centrarme en cómo


fue la consulta médica, en lugar de la muerte inminente de un vestido.

Graham me miró con recelo. —Realmente vas a usarlo, ¿no?

Asentí con la cabeza. Era eso o asistir a la boda en vaqueros y la camisa de Jack
Skellington.

—Creo que te veras hermosa. —Fue su respuesta.

Sorpresa cubrió mi rostro mientras lo miraba. —¡La última vez que me viste en un
vestido fue hace más de diez años! ¿Cómo sabes si me veré o no "hermosa", como
si fuera aún una posibilidad?

—Te olvidas de que ayer, llevabas una falda y una falda es, creo, la mitad de un
vestido, y te veías hermosa, así que voy a apostar que si te veías hermosa en la

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mitad de un vestido, te verás dos veces más hermosa en su conjunto. —Dijo
Graham enfáticamente, con la cabeza asintiendo con cada palabra.

Mi pecho se sentía caliente con varios sentimientos apilados en conjunto para llenar
mi corazón. Estaban tratando de llamar mi atención, pero la única que ignore fue la
melancolía que parecía a punto de gritar: ¿Por qué ahora?

Agarré su mano y tiré de él en un abrazo. Su torpe figura alta y atlética en contra de


la mía, fina, moderadamente corta, obstaculizada por los yesos, pegados haciendo
una pareja dispareja, pero nos las arreglamos para darnos un abrazo. —Gracias,
Graham. Eres realmente un buen amigo.

—Por supuesto que lo soy. Conozco mi talento. —Se retiró, obligándome a


soltarlo, y abrió la puerta para mí.

—¡Papá, Janice… estoy en casa! —Grite. Me quedé mirando la pequeña mesa que
estaba en el pasillo donde se supone que dejas las llaves, la cartera… lo que sea que
llevas cuando tienes una vida social. No había nada allí, y de repente ese hecho me
sorprendió con la guardia baja.

—Graham, me recuerdas la próxima vez que estemos cerca del centro comercial
que tengo que conseguir una cartera —le dije mientras caminábamos hacia la sala.
Papá estaba sentado en su sillón, leyendo un libro muy grueso… que tenía bebés en
la portada—. ¿Qué estás leyendo papá?

Miró a lo largo de las páginas y me sonrió. —Hey chica —sintió con la cabeza a
Graham—. Hey Graham, hay bocadillos en la cocina —esperó hasta que Graham
nos hubiese dejado solos antes de continuar—. Esto se supone que es el mejor libro
de bebés en el mercado, y ya que ha pasado mucho tiempo desde que estuviste en
pañales, pensé en ponerme al día. ¿Aguantaste el clima en el cementerio?

Asentí con la cabeza. —Ha sido un buen día. El suelo estaba un poco mojado, pero
siempre es así en esta época del año —me senté en el sofá junto a él, la cara ansiosa
de que me diga cómo fue la visita—. Por lo tanto, ¿dónde está Janice? ¿Cómo le fue
con el médico?

Me miró, perplejo.

Podría haberme abofeteado sola. Él no me había hablado de la cita con el médico.


Robert lo había hecho, y el no tener mucha experiencia en el departamento de
mentir me dejó pérdida para las palabras y tratar de recuperarme de la metedura de
pata.

—¿Te dijo Janice de la cita? Pensé que había querido mantenerlo en privado, con
las preocupaciones que ha tenido y todo. Oh bien —miró en qué página estaba
leyendo, y la guardó en la memoria, luego lo bajó para centrarse en nuestra

225
conversación—. De acuerdo con el obstetra, el bebé está haciéndolo muy bien.
Janice esta de poco más de trece semanas de embarazo, y si puede pasar tres
semanas más, entonces estará más allá del punto más peligroso. Este libro dice que
podemos saber si es un niño o una niña para tu cumpleaños. ¿No sería eso un buen
regalo? —Él estaba radiante.

No pude evitar sonreír de nuevo. —¡Por no hablar de barato! —El hecho de que mi
cumpleaños caía en Navidad había significado siempre el doble significado de los
regalos, por lo que la idea de que se refería específicamente a mi cumpleaños se
sentía bien.

—Así que, dime acerca de tu mañana. ¿Qué hiciste además de visitar la tumba de
mamá?

¿Tenía el coraje para decirle? Se iba a enterar tarde o temprano... —Bueno, Robert
paso esta mañana… me trajo una flor para la tumba de mamá… y me pidió que
fuera con él a una boda de un amigo de la familia… la flor era realmente hermosa.

La cara de papá se mantuvo completamente inmóvil, con una expresión congelada.


Estaba consternado. Ni siquiera sabía si había tomado un respiro en los últimos
minutos, parecía tan distraído por lo que le había dicho. Estaba dispuesta a gritarle
a Janice que llamara al 911 cuando suspiró, sus hombros cayeron, y empezó a
hablar otra vez.

—Creo que sabía que iba a suceder tarde o temprano, los dos en una cita me
refiero.

Me mordí el labio, tratando de averiguar qué exactamente podría decir para traer
de vuelta la alegría que había tenido al leer acerca de cómo cambiar pañales sucios.
Sin embargo, estaba tratando de averiguar cómo era que sabía que algo así iba a
pasar cuando yo no lo sabía.

—¿Va a recogerte, o vas a necesitar un viaje a esta boda?

Mis manos estaban agarrando mis rodillas muy bien, el yeso contra yeso en mi lado
derecho por lo que es un poco más fácil de tratar de no centrarme en el siguiente
fragmento de información que tenia que compartir. —Uhm, papá, viene a
recogerme. Además está trayendo el vestido.

—¿Qué él qué? —los ojos de papá se agrandaron en shock—. ¿Te está trayendo un
vestido?

Asentí con la cabeza. —Él lo va a comprar, en realidad, ya que no tengo ninguna


cosa ni remotamente parecido a un vestido.

226
Y entonces vi algo. Algo que no esperaba ver en su rostro. Sonrió. Sus ojos se
arrugaron, y en ese momento, se veía muy joven. Estaba contento, feliz.

—Realmente consiguió que uses un vestido. Nunca deja de maravillarme.

Quería decir que era solamente porque Robert era un ángel, y usó su influencia
sobrenatural cuando le dije de mis reservas, pero sabía que no era cierto, y aun si lo
fuera, papá se hubiera reído de mí, y estuve de acuerdo sin saber que estaba
hablando en serio.

En su lugar, simplemente se encogió de hombros y le tiré sus palabras. —Es que iba
a ocurrir tarde o temprano.

Graham salió de la cocina, entonces, su mano alrededor de un sándwich submarino


masivo, con la boca llena de comida. Y aún así se las arregló para escupir una
pregunta.

—¿Te dijo sobre el vestido?

Levante mis manos. —¿En realidad, es ésta una ocasión tan trascendental como lo
están haciendo a ver?

Las miradas en sus rostros hicieron eco de la respuesta que mi conciencia empezó a
gritar antes de que la pregunta saliera de mis labios. Sí, se trataba de una ocasión
trascendental. Estaba por tener mi primera cita, y lo hacía con un vestido de todas
las cosas posibles. No había nada más trascendental que eso. No en la vida de una
adolescente. A menos, por supuesto, que no fueras promedio, y que la primera cita
fuera con un ángel... que podía volar... y leer la mente.

227
Preparación

Traducido por cYeLy DiviNNa y Paaau

Corregido por majo2340

G
raham había insistido en esperar a que Robert llegara. A papá le parecía
que esto era una gran idea, y ellos no tenían ningún problema sentados en
el sofá y ver una película relacionada con chicos por las próximas horas
mientras yo trataba de averiguar qué era exactamente lo que tenía que hacer para
estar lista.

Tomé una larga ducha, lavando mi piel hasta que brillaba de color rojo por toda la
fricción. Me afeité la pierna izquierda y las axilas, y hasta pedí prestadas un par de
pinzas de Janice para cortar los hilos sueltos del cabello que flotaba por encima de
mis ojos. Mis cejas, gracias a Dios, fueron las únicas cosas en mi cara que yo creo
que son perfectas. No hay necesidad de arrancar algunas o dar forma. Tenían el
arco correcto, el grosor y longitud, y yo no puedo creer que acabe de decir eso.

En mis bóxers y top, me senté en mi cama, esperando. Yo olía a ensalada de frutas,


por haber permitido que Janice me empapara en algunas de sus cremas para el
cuerpo en colores pastel y aerosoles. Ella incluso me dio un tubo de brillo de labios
que, dijo, "se vería bien con cualquier cosa porque es puro". Me gustaría tener su
palabra para ella, ya que era tan lejos como yo le permitía llegar.

Yo sabía que iba a tener que usar un poco de maquillaje, pero yo no estaba segura
de en qué grado. Ese vestido era cada vez más y más irritante para mí y era
principalmente porque no sabía lo que vería hasta que estuvo aquí. ¿De qué color
sería? ¿Qué longitud? Ciertamente esperaba que no fuera corto. Yo no quería que mi
enyesado fuera el foco de la conversación, y por desgracia, tan inútil como era, yo
simplemente no podía sacarlo. Sólo dos semanas habían transcurrido desde el
accidente y por todas las cuentas, ni siquiera debería estar fuera de la cama, mucho
menos caminando sin muletas.

228
La capacidad de curación de Robert había salvado mi vida, pero también me había
hecho un gran fraude, así, que estaba pesando sobre mi conciencia.

Miré el reloj de mi tocador y fruncí el ceño. Se sentía como si el reloj se burlara de


mí, yo no tenía ninguna duda de que si se pudiera, los números se desplazarían
hacia atrás, extrayendo la tensión durante el mayor tiempo posible con la esperanza
de que explotara y resultara herida por ser demasiado estresada. Mis dedos
comenzaron un ritmo golpeando contra mi pierna, mi impaciencia golpeando a un
ritmo más rápido a medida que crecía cada minuto que pasaba.

Yo tenía mi ventana abierta, dispuesta al sonido de una motocicleta, coche,


autobús - cualquier cosa para anunciar la llegada de Robert. Yo estaba empezando
a sentir las punzadas de la duda de que incluso no se iba a presentar cuando oí el
timbre de la puerta. Corrí a la ventana para ver si había otro vehículo afuera, pero
no vi nada.

—Estúpidos abogados. —Murmuré. Me quedé mirando mis uñas, decidiendo si


sería o no aceptable empezar a masticarlas cuando oí a mi papá llamarme. Miré el
reloj de mi tocador. Cinco de la tarde, en la nariz. Por supuesto que había llegado
justo a tiempo, tal como él había dicho.

Tratando de verme como desinteresada y lo más tranquila posible, bajé por las
escaleras y entre en la sala de estar. Tres figuras masculinas estaban allí de pie
formando un triángulo de agresión masculina. Graham tenía los brazos cruzados
sobre su pecho, mientras que papá tenía una mano a través de su abdomen y con la
otra se frotaba la barbilla, como si estuviera contemplando algo de importancia
extrema.

El vértice de esta tríada inusual era una criatura hermosa vestida de negro, su rostro
sereno, como si la tensión que parecía ahogar hasta que llegue no tuviera ningún
efecto sobre él. Llevaba una bolsa de ropa en una mano, una bolsa grande,
almacenada por separado en otra. Él sabía que yo estaba bajando antes de que yo
hubiera dado ni un solo paso fuera de mi puerta de la habitación, sabía que me
había emocionado, sabía que yo estaba tratando de mantener todas mis emociones
controladas y le gustó.

—Hola, Grace.

Mis mejillas dolieron, sonreía tan ampliamente. —Estás a tiempo.

—Te dije que estaría aquí a las cinco. Espero que no me tuvieras dudas. —Dijo él,
devolviéndome la sonrisa.

La tos de papá y el gruñido de Graham me recordaron que todavía estaban en la


sala. —¿Es el vestido?

229
Me entregó las dos bolsas, y asintió con la cabeza, —Tu vestido, un par de
sandalias a juego, y algunos extras para elegir a tu discreción.

Los miré con cautela. —¿Sabré cómo ponerme todo esto?

Una voz desde atrás me respondió: —Yo te ayudaré —Janice agarró las bolsas
fuera de mis manos y me empujó hacia las escaleras, tirando de mí cuando mis pies
se negaron a ceder—. Vamos, vamos tienes que vestirte.

Cuando subí los dos primeros pasos, me volví a mirar detrás de mí. La tríada estaba
mirando en mi dirección, me hacían ver como una oruga torpe. ¿Voy a volver como
una hermosa mariposa? ¿O vuelvo en la versión de Oruga de James Gumb ?

Me tragué mi miedo y la aprensión y seguí por las escaleras. Janice ya estaba en mi


habitación, la bolsa de prendas colgada en el armario, el contenido de la otra bolsa
en mi cama. Cerré la puerta detrás de mí, necesitaba los pocos momentos que se
requieren para comprometerme a lo que estaba a punto de hacer.

Tomando una respiración profunda, me acerque a Janice. Su rostro estaba


iluminado por la excitación. Pude ver que ella estaba esperando esto casi tanto
como papá no lo hacía. —¿Estás lista para verlo? —Me preguntó.

Yo no podía hacer nada más que asentir, mi voz simplemente no cooperaba


conmigo en este momento. Tomé otra respiración profunda mientras la veía tirar de
la cremallera de la bolsa de ropa que traía, y empujar la bolsa alrededor y lejos del
material que estaba dentro.

Al principio, parecía una cascada de musgo brillante derramada en la bolsa. Di


unos pasos más, curiosa por el extraño color. Janice sacó el vestido por completo de
la bolsa y lo tendió para que yo pudiera ver mejor.

Era palabra de honor, el área del busto en el frente cubierto de cristales que corrían
por todos los matices entre un color ámbar dorado intenso a los marrones
chocolates profundos, que van desde el tamaño de una arveja al de una cuarta
parte. Los cristales extendiéndose sólo a unos cuantos centímetros abajo del busto,
y cuando terminaron, dos corrientes de gasa de color musgo, fluían hacia abajo. El
propio vestido de raso fue elaborado en el mismo color gris-verde. El brillo del
satén y la gasa delicada y fluida arrastraba al suelo, no era un vestido corto. Mi
primer deseo.

—Bueno, no hay realmente nada más que hacer, que ponérmelo —suspiré.
Definitivamente era mucho más bonito de lo que esperaba. Me quité la camisa y los
pantalones cortos, cuando una pregunta aparentemente importante entró en mi
cabeza—. ¿Qué tipo de sujetador me pongo con esto?

230
—Usas un sostén sin tirantes o palabra de honor con un vestido palabra de honor
—Janice me respondió antes de que con el reconocimiento cayera en la cuenta—.
Oh.

—Sí. Oh. No tengo uno de esos. —Por supuesto que no tenía uno. Nunca había
necesitado uno.

Janice puso la punta de su dedo entre los labios, masticándolo, mientras pensaba en
lo que se podía hacer.

—Sería totalmente inadecuado que él lo haya hecho. No habría, no. Podría... pero
vamos a ver si Robert tiene algo que podría funcionar en este montón de paquetes.

Se sentó en la cama y contempla cada paquete que había vaciado de la bolsa más
grande —Ah, ya voy a tener que tener una discusión con él acerca de esto.
Altamente inadecuado —muy caro, también....

Ella agarro una caja pálida, opalescente, de color rosa con letras en negro y me la
entregó a mí. Miré a la secuencia de comandos elegantes que figuraban en el
nombre. Levanté la tapa y me quede sin aliento. Me cubrí la boca y mire a Janice.
¡Provocador de verdad! Entre el tejido había algo que había pensado que nunca me
pondría: un corsé brillante, satinado.

—¿C-cómo se supone que voy a conseguir entrar en esto? —Miré a Janice,


aterrorizada de que me estrangulara a mí mismo con ello.

Ella sonrió. —Estoy más preocupado por cómo fue que Robert hizo la compra por
ti, pero eso se puede responder más tarde. Vamos a conseguir esto ti. Ven aquí.

Ella tomó el extraño dispositivo para Grace de su caja y procedió a deshacer unos
ocho ganchos, luego envolvió el corsé a mí alrededor, el sistema de cierre de los
ganchos estaba en la parte delantera. Ella me dio la vuelta y empujó la prenda a lo
largo de mi sostén, a continuación, comenzó a apretar las cuerdas. Cuando ella
había trabajado la mitad de la espalda, desabrochó el sujetador. —Se puede
considerar fuera ahora, Grace.

Saqué el sujetador de debajo del corsé y luego dejar que las correas cayeran en los
brazos, al mismo tiempo que Janice procedió a estrangularla el pecho para abajo.
—Oomph. —Gemí mientras tiraba de las cuerdas con la misma fuerza con que
podría sin forzarme a agacharme, y luego atarlas en lo que yo esperaba que fuera
un arco que no se desabrochara fácilmente. Me gustaría conseguir nada entre yo y
el oxígeno cuando llegara a casa y podría aprovechar esta tortura con el dispositivo
medieval.

231
Janice me dio la vuelta otra vez, evaluando el trabajo que había hecho, y arqueó las
cejas... ¿Sorpresa? ¿Shock? —Wow. Voy a tener que preguntar a Robert donde
encontró esto para que yo pueda conseguir uno de estos para mí.

Mirando el reloj de mi tocador, ella rápidamente tomó el vestido y bajo el cierre. —


Bueno, vas a tener que sentarte en la cama. Voy a colar esto sobre sus pies, y luego
haré una pausa y tirare hacia arriba.

Hice exactamente como ella había pedido, lo que le permitió deslizar el suave tejido
en las piernas. Me levanté y sentí la punta de tejido sobre la cintura y el corsé. La
sentí tirar de la cremallera hasta la espalda, metiendo las cuerdas del corsé, para
que no se atoraran, y luego dio un paso atrás para darme espacio para permitir que
el material cayera a mí alrededor. Fue un ajuste perfecto. Por supuesto que lo era.
Se había asegurado de ello.

Janice miró la pila de cajas y bolsas en la cama y empezó a hurgar en ellas. En una
caja se encontró con un conjunto de pinzas para el cabello con libélulas con joyas
en ellas. En otro, se encontró con un par de sandalias de tiras de bronce que eran
exactamente de mi tamaño. Vació el contenido de una pequeña bolsa y descubrió
dos cajas de terciopelo. Una contenía un ámbar colgante en forma de corazón,
mientras que el otro tenía pendientes de ámbar en gotas.

—Tengo que decir esto acerca de tu Robert. Tiene un gusto increíble. Ha gastado
un montón de en ti por una noche, Grace. Tengo que preguntarme qué es
exactamente lo que espera de ti después de todo esto. —Ella dijo, alzando las cajas
de joyería para enfatizar su punto de vista acerca de los costos.

—Él no espera nada de mí —le dije, sabiendo que era mucho más cierto de lo que
era otra cosa—. E incluso si lo hace, no es exactamente como si fuera a obtener
nada de esto tal vez extrema vergüenza y arrepentimiento.

El chasquido de la lengua de Janice me dijo que probablemente no sabía de lo que


estaba hablando. Yo no sabía qué parte. Suspirando, agarró el cepillo de la cómoda
y comenzó a desenredar mi pelo. En menos tiempo que lo que le llevó a vestirme,
ella tenía mi pelo recogido en un toque francés, hilos sueltos cayendo cerca de mis
oídos y en la parte posterior de mi cuello.

Ella tomó el collar de su caja y lo sujeto en mí, el colgante descanso muy bien
contra mi pecho.

Tomó los pendientes y un sorpresivo: —Oh —salió de su boca—. Son clip-ons.

Miré a la joyería en las manos y tenía razón. Yo no entendía cómo podía haber
traído Robert todas las otras cosas correctas, pero esto… —Supongo que no sabía
que me han traspasado las orejas. —Murmuré.

232
Janice me miró de cerca, sus ojos escudriñando algo que no podía ver sin un espejo.
—Uhm, tus orejas no se han perforado, Grace

—¿Qué? —rápidamente fui a su alrededor y metí la cara en el espejo que estaba


sentado encima de mi tocador, enfocándome en los lóbulos que tenían que haber
sido atravesados cuando tenía solo cinco años, los pendientes de oro con la
pequeña estrella que nunca había dejado desde entonces. Sólo que no había
estrellas de oro. No había agujeros—. ¿Cómo… —me daba vueltas la cabeza hacia
la izquierda y la derecha, pensando que cuando me diera la vuelta hacia atrás, no
habría un destello de oro allí. Al mismo tiempo, estaba decepcionada.

Lo había conseguido todo correcto después de todo. ¿Cómo había sabido algo sobre mí
que yo no? ¿Y dónde estaban mis pendientes? Apreté los dientes ya que esta información
recién descubierta y la falta de la misma cavó un agujero agradable en mi mente,
intentando establecerme allí hasta que me enterara de las circunstancias que
llevaron a esto.

Suspiré y agarre los pendientes de Janice, aparentemente divertida y un poco


alarmada de que yo había sido ajena a mi falta de agujeros para pendiente.
Acomode las piezas de ámbar en mis orejas, y tome las sandalias.

Bueno... la sandalia, en verdad. Yo no iba a usar la derecha, después de todo. La


puse en mi pie y trate de caminar. El tacón me causaba una ligera cojera cuando di
varios pasos por la habitación, pero no se sentía incómodo, y envié una pequeña
oración de agradecimiento a su manera para encontrar un par de zapatos para
mujeres que no fueron creados para la total destrucción de los pies.

Janice echó un vistazo y me asintió con la cabeza un par de veces, obviamente


pensando en qué más se necesita para completar la envoltura de regalos que hacía
en mí. Se acercó a la cómoda y tomo algo que definitivamente no era mío y un
tarrito que tampoco era el mío, y comenzó a desenroscar la tapa del mismo.

—Voy a delinear tus ojos, aplicar un poco de rímel, y luego te pondré el brillo. Eso
va a ser todo. No necesita nada más —dijo mientras se acercó a mí con el cepillo,
esgrimiendo como la herramienta que era, sólo que parecía más como un arma
para mí—. Cierra los ojos, Grace.

Hice lo que me encargó, y esperé, sintiendo los suaves, pero firmes trazos de lo que
sólo podía imaginar que era el pincel a través de la parte inferior de mi párpado. —
Abre tus ojos. —Lo hice, y ella vino de nuevo con otra arma erizada.

Aplicó la máscara a mis pestañas muy lenta y cuidadosamente, aparentemente


percibiendo mi miedo y desconfianza.

—Honestamente, nunca antes había conocido a alguien que le temiera tanto a la


máscara de pestañas. —La oí murmurar, mientras devolvía el cepillo a su

233
inofensivo tubo que parecía un extraño en mi tocador. Finalmente, ella tomó el
tubo de brillo para los labios y me lo ofreció.

—De acuerdo, tú tendrás que ponerte esto. Será lo único que tendrás que volver a
aplicar, así que tendrás que saber cómo hacerlo sin que se vea muy pegajoso.

Sé que la mirada que le di habría sido la misma que le habría dado si ella justo me
hubiese dicho que le hiciera un bypass triple a un hipopótamo, mientras al gato que
maullaba del CD que mi papá me regalo para Navidad bailaba tap. ¿Cómo se hacía
para que el brillo no se viera pegajoso?

Aprendí que era bastante fácil, la verdad. El truco era aplicarlo sólo en tu labio
superior, y luego frotarlo en tu labio inferior. Janice me enseñó esto usando pasos
de bebés, y aunque quizás yo no podría estar tan arreglada de nuevo, quizás podría
acostumbrarme a la cosa del brillo después de que ella me mostrara cuán fácil era.

—Bueno, Grace. Yo no puedo decir nada más que esto. Si tu madre era lo mitad de
bonita de como tú te ves ahora, estoy bastante segura de que tu padre fue un
hombre muy afortunado cuando se casó con ella. —Exclamó Janice, ningún sonido
de falsedad en su voz mientras se hacía a un lado para que yo pudiera finalmente
verme

—Gracias, Janice —dije, y miré al espejo. Estaba sin palabras. ¡La chica que me
miraba de vuelta en el espejo definitivamente no era yo! ¿Era mi pelo de un color café tan
bonito? Mis ojos, ¿se veían verdes o era mi imaginación? Las pecas que bailaban a través
de mi cara se veían como si ellas pertenecieran ahí mientras un rubor se esparcía
por mis mejillas, sacando cualquier signo de imperfección. No lo podía creer—. Esa
no soy yo. —Murmuré.

Janice se rió en silencio. Ella alcanzó una caja más y me la extendió. —Esto, creo,
es tu chal.

¿Mi qué? Tomé la caja y la abrí. Dentro había un bulto que se veía como la misma
gasa que fluía por el frente de mi vestido. La saqué de la caja y me maravillé
mientras caía al suelo, sus extremos estaban cargados con los mismos cristales de la
parte delantera del vestido. Me di cuenta que no era una franja estrecha de tela,
sino más bien ancha, y de varias capas, haciendo que sea menos transparente, pero
aun dando una sutil suavidad.

—Bueno, póntelo. —Me dijo Janice, y me ayudó.

Me condujo hacia la puerta, abriéndola antes de dejarme salir primero, luego


pasándome por el pasillo para que ella pudiera ser la primera en bajar las escaleras,
su intento muy claro. Ella quería ver la reacción de los chicos cuando yo
apareciera.

234
Lentamente, tomando un profundo aliento con cada paso, hice mi camino por la
escalera y hacia la sala de estar. La llegada de Janice había interrumpido lo que sea
que los chicos hubiesen estado haciendo la pasada hora, y los 3 estaban parados,
sus caras ansiosas mientras yo bajaba ese último escalón.

El primer sonido que escuché fue la entrada de aire, luego un gemido, seguido por
un suspiro.

Mi papá fue el primero en acercarse a mí. Obviamente todo esto había sido
previamente arreglado porque ni Graham ni Robert hicieron algún movimiento por
acercarse. —Grace… wow. Te ves hermosa. —Sus ojos estaban húmedos, y supe
que si dejaba salir una sola lágrima, había soportado la atroz tortura de la máscara
de pestañas por nada porque la sacaría toda con la inundación de las mías.

—Gracias, papá. —Traté de sonar tosca, estirada, firme. Mi voz temblorosa no me


iba a dejar ganar este round.

—Lo digo de verdad, pequeña. Te ves increíble. Ese es un vestido. —Él dijo,
mirándome de arriba abajo, y luego me abrazo fuertemente—como un padre lo
haría justo antes de mandar a su único hijo a la guerra. Me estaba acercando más a
perder esa batalla contra las lágrimas.

—De acuerdo papá, me vas a tener que dejar ir ahora —susurré en su oído. Él
asintió, pero no soltó su agarre. Al contrario, lo hizo más fuerte—. ¿Papá…?

—Está bien, está bien. Lo estoy dejando. Dale a un viejo hombre un respiro cuando
está viendo crecer a su pequeña niña justo frente a sus ojos, ¿quieres?

Miró a Robert y suspiró después de poner una distancia bastante grande entre los
dos. —Pusiste a mi bebé en un vestido, y me tienes desenterrando las lágrimas aquí.
No sé si abrazarte o golpearte.

Robert sonrío. —Preferiría el abrazo, pero entiendo si más bien me golpea.

Graham se paró delante de ellos, su boca abierta en asombro, sus ojos muy
abiertos.

—Dijiste que me vería mejor en un vestido entero. ¿Te vas a retractar de tus
palabras? —Le pregunté, mis manos en mis caderas, mis pies preparados para
cualquier comentario mordaz que él pudiera hacer.

Sacudió su cabeza, su mandíbula moviéndose mientras lo hacía. —Te ves increíble.

Y eso fue todo. Él no iba a decir nada más. Lo vi mirar a Robert y supe por qué. Él
no iba a arruinar este momento con comentarios sarcásticos o con comentarios
descuidados —no importaba cuanto él quisiera hacerlos— porque él se preocupaba
por mis sentimientos.

235
Finalmente, era el turno de Robert. Sus ojos estaban llenos de felicidad mientras me
tendía su mano. La tomé con mucho gusto. Levanto mi mano hacia su boca y beso
mis nudillos suavemente, ligeramente. Era algo que tú sólo veías en obras de época
en la televisión o en el teatro. Y ahora, en mi sala de estar… pero nadie nunca
sintió el ritmo fuerte y feroz que mi corazón latía fuertemente en mi pecho, o la
emoción sin aliento que salía de mi con cada suave caricia.

—Eres todo lo que he dicho y mucho más. —él dijo bajito. Radiante, espectacular,
fenomenal, gloriosa —has superado cualquier expectativa que pudiese haber tenido, e incluso
más y creo que nunca he, en todos mis años en esta tierra, estado más aturdido de lo que estoy
ahora.

Aunque fue poco femenino y poco atractivo, no pude evitar que mi boca se abriera
ante su admisión. ¿Nos estabas espiando? ¿Buscando en mi mente o en la de Janice
nuestras reacciones? ¿Cómo yo lucía de antemano? ¿Trampa?

La mirada de sus ojos me dijo que no lo había hecho. Su sorpresa había sido
genuina. Estaba asombrado. —Que caballeroso de tu parte. —Murmuré, una
sonrisa secreta tocó mis labios ligeramente.

Robert me ofreció su brazo, y yo miré a mi papá. —Creo que nuestro auto está
aquí. Traeré a Grace a las 11, si está bien con usted, Sr. Shelley.

La expresión de mi papá estaba vacía. Para una primera cita, él probablemente


había tenido un discurso sobre una especie de toque de queda planeado en su
cabeza, pero él no contaba con que Robert estuviera un paso sobre él y
estableciendo él mismo la misma hora exacta en que yo habría estado en casa si
tuviera una vida social. Él gruñó y luego respondió. —Creo que está bien, pero si
Grace encuentra que está pasando un buen rato, supongo que está bien si la traes a
casa a media noche.

Miré a papá, luego a Robert. Fue tan rápido, que si hubiese pestañeado me lo
habría perdido: él me guiñó un ojo. —Gracias, Sr. Shelley. Aprecio y valoro su
confianza en que traeré a su hija a casa a salvo.

Esta vez, era tiempo de que Papá me guiñara el ojo, aunque pensándolo bien
comparado con Robert, parecía más bien como si la mitad de su cara se quedara
dormida. —¿Cómo podría no confiarte su seguridad, Robert? Tú le salvaste la vida.
Creo que puedo forzar las reglas un poco por eso.

Graham, que había estado quieto mirando el intercambio entre los dos levantó sus
manos y se dirigió hacia la cocina. —Necesito algo de comer.

Janice, que también había estado quieta a un lado, hizo de pronto un sonido
chirriante. —¡Tengo que traer mi cámara!

236
—¡Oh no! Vamos, rápido, antes de que ella tome una foto y lloré. —Tirando del
brazo de Robert, pero él no se movía. Me demoré mucho. Janice había escondido
su cámara en algún lugar cerca, probablemente preparada para mi fuga.

—¡No tan rápido Grace! Sólo quiero dos fotos; una tu sola y luego una de ti y
Robert.

—Aw Janice, tu sabes que mis fotos nunca salen bien. —Me quejé. Sonaba como
un adolescente irritante y mordí mi labio para evitar que el ruido nasal saliera.

Janice sacudió su cabeza, sin dejarse influenciar un poco. Quejarse nunca funcionó.
—Vamos. Saquemos una de ti estando sola.

Robert se alejó de mi unos pasos, dejándome sola en el medio de la sala de estar.


Janice me llamó y me dijo que sonriera. Traté.

—Uhmm. Este flash no está funcionando bien. Salió muy brillante. —Dijo Janice,
mirando la pequeña pantalla de su cámara que mostraba la foto que acababa de
tomarme.

—No, sólo soy yo. —Murmuré, sabiendo muy bien que era.

—Bueno, vamos a probar una con Robert, entonces.

Como si nunca se hubiese ido, Robert estaba a mi lado, su brazo alrededor de mi


cintura, su mano descansando en mi cadera. Él miro abajo hacia mí y yo miré
arriba hacia él. No noté el flash, pero si escuche el arrullar de Janice mientras
proclamaba su último intento de fotografía amateur un éxito.

—¡Es hermosa! Es como si hubiera un halo de luz alrededor de ustedes dos.


¡Vengan a ver!

No pude no ir. No había habido nunca, nunca una fotografía mía que no saliera
arruinada de alguna forma. Estaba incrédula. Pero Janice tenía razón. Su pequeña
pantalla mostró la foto que nos había tomado a mí y a Robert mirándonos a los
ojos. La conexión entre nosotros era obvia.

Alguien incluso podía decir que nos veíamos enamorados. Pero no podía ignorar el
hecho de que los dos parecíamos brillar. Le daba a la fotografía una calidad etérea,
y la ironía era demasiada para mí.

—¿No es hermosa? —Janice proclamó, y se la mostró a papá quien asintió en


acuerdo—. Definitivamente voy a imprimir esta. ¿Quieren tomar una más?

—De acuerdo, vámonos, Robert. —Tome su mano y lo arrastre hacia la puerta.

237
—Espera pequeña, tienes que decirle adiós a tu viejo padre primero. —Dijo mi
papá.

Deje de moverme y me giré, no queriendo realmente ver su cara y ver las lágrimas
que habían estado tratando de caer antes. Estaba casi fuera de la casa, ¡Libre de
lágrimas!

Papá me tiró en otro fuerte abrazo, obviando lo que el repentino movimiento le


estaba haciendo a mi pelo, o a mi vestido. Yo también lo estaba, pero el instinto
femenino que había aparecido repentinamente tan pronto como mi vestido o mi
pelo fueron amenazados hizo que me hiciera hacia atrás y dijera palabras que jamás
pensé que iba a decir. —Cuidado, papá, puedes arruinar mi pelo y mi vestido.

El suspiró, y me dejo ir. —Tienes razón. Váyanse. Diviértanse. No esperare


despierto.

Besé su mejilla. —Gracias, papá.

Y en un flash, estuvimos afuera, parados en la puerta de entrada. Había pasado tan


rápido, que estaba casi segura de que papá aun creía que estábamos a su lado.

Me sentí divertida por ese pensamiento, miré hacia Robert finalmente siendo capaz
de apreciar la manera en que sus ojos brillaban y se ondulaban como dos piscinas
de plata. —Así que, ¿Cómo exactamente vamos a llegar a esta boda?

Él levantó sus cejas y miró hacia la calle, causando que yo siguiera su mirada. Un
auto negro estaba ahí. No sabía qué clase de auto era. Todo lo que sabía era que era
brillante, negro, elegante, y estaba aquí.

Alguien se paró al lado del asiento del conductor y caminó alrededor, abriendo
hábilmente la puerta trasera de pasajeros, y esperó que Robert y yo entráramos.

El chofer vestía un traje negro entero, y tenía una mirada severa. Miré a Robert de
nuevo, la pregunta ya en mi cabeza.

—No, Él no es uno de los de mi especie. Sólo es un amigo muy leal.

Asentí y deje que me guiará hacia el auto. Me ayudó a meter mi vestido y mi yeso
en el auto y se subió después de mí, la puerta cerrándose detrás de él. Mientras nos
alejábamos de mi casa, tomé un buen vistazo de lo que estábamos conduciendo, y
como estaba pasando estas últimas semanas, mi mandíbula se cayó una vez más de
manera dramática.

—Oh queridas bananas, ¿Sabes qué clase de auto es este? —lo miré, sintiéndome
instantáneamente estúpida porque por supuesto él sabía qué tipo de auto era. Todos
sabían qué tipo de auto era. No era como un Mercedes o un BMW, dos marcarsque
se habían vuelto muy comunes en ciertas áreas de Heath. Oh no. Una mirada a la

238
solitaria B del emblema me lo dijo con bastante facilidad. Este no era común en
Heath, mucho menos en todo Ohio. Y ahora yo estaba dentro de uno—. Que
apropiado que estemos conduciendo un auto con alas en su logo. —Murmuré.

239
Compañías mezcladas

Traducido por LizC y Mery St. Clair

Corregido por majo2340

M
is rodillas temblaban tanto, que el momento que llegamos a la carretera
que conduce al refugio de la familia Bellegarde, tenía que físicamente
sostenerlas con las manos. No sabía por qué estaba tan nerviosa, pero
un vagabundo pensamiento que había estado flotando en mi cabeza, me daba a
entender que esta noche no iba a ser una típica primera cita. No es que la típica
primera cita incluya pasear en un vehículo que costaba más que una casa promedio
en Heath, con un ángel de buena fe para empezar, sino porque simplemente no
sabía qué esperar.

No tenía ninguna experiencia cuando se trataba de citas, pero sabía que esta noche
no iba a ser la noche promedio con cena y una tierna película. Íbamos a una boda
de la nieta de alguien que Robert había conocido cuando eran jóvenes. Esto
significa que esta persona sabía que había algo diferente en él, y probablemente
sabía mucho más de él que yo.

Aparte de su familia y otros de su especie, había tenido la idea de que yo era la


única persona que sabía que era como una medalla de honor, un raro y especial
premio que era mío y sólo mío. El saber que yo era sólo una más de las del montón
me hacía sentir que estaba siendo despojada de algo, a pesar de que nunca podría
ser tan tangible y real como lo que sentía cada vez que Robert me miraba.

Y él me miraba ahora, con sus ojos llenos de humor, como si supiera algo que yo
no. Pero, por supuesto que lo sabía. Siempre lo sabía. Ese era uno de los muchos
precios que tenía que pagar por ser amiga de algo tan maravilloso y mágico como
un ángel.

—Sé que escuchas mis pensamientos. Sólo sácalo y termina de decir lo que sea que
estás pensando. —Le dije, no exactamente emocionada de que no lo había hecho
todavía.

240
—No sé exactamente qué pensar —respondió, aunque a juzgar por la forma en que
sonreía, ya lo había pensado un montón—. Voy a decir que estoy más y más cerca
de averiguar cómo te las arreglas para que no lea tus pensamientos.

Mis ojos se agrandaron de sorpresa. —¿En serio? ¿Cómo?

—Te dejaré saber cuándo este seguro. Hasta entonces, tengo una pregunta que me
gustaría hacerte.

Contuve la respiración y espere.

—Me preguntaba si te gustaría que quitara tus yesos.

El aire salió de mí lentamente, como si estuviera desinflándome. Asentí con la


cabeza antes de realmente pensar en las consecuencias, y luego decidí que
simplemente no me importaban cuáles serían las consecuencias. ¡Oh, tener libertad
para moverme! Arqueé mi cuerpo en el asiento, levanté el dobladillo del vestido y
puse la pierna en su regazo. Señalé con mi mano enyesada. —¿Puedes empezar con
este?

Se echó a reír. —Siempre puedo sentir tu molestia cuando piensas en ellos, pero
voy a tener que ponerlos de nuevo antes de que te traiga a casa. Sólo los voy a
quitar por esta noche.

—Así que mi libertad se convertirá en una prisión de nuevo a la medianoche. Todo


lo que necesito es una calabaza y algunos ratones y estaré lista. —Le respondí.

—¿Y en qué me convierto cuando el reloj marque las doce? —Preguntó, sus ojos
parpadeando hacia mí en la oscuridad del coche, mientras sus manos rozaban mis
dedos de los pies asomando por la puntera del yeso.

—Nada. No hay medianoche, cuando se trata de ti —Respire. O, mejor dicho, no


lo hice, porque en ese momento sentí un cosquilleo extraño correr hasta la parte
posterior de mi pierna, como si alguien hubiera trazado una línea que iba desde mi
tobillo hasta mi muslo con una pluma.

—¡Oh! —Me retorcí, la sensación era tan... rara.

Miré las manos de Robert, y vi que estaba tocando suavemente el yeso en la base de
mi talón. Sólo, que los toques ligeros eran muy, muy rápido, el movimiento era casi
imperceptible. Sólo me di cuenta porque podía sentirlo.

El yeso era grande e intensificaba las vibraciones de los toques ligeros creados por
él. Y luego se detuvo. Aspiré, la corriente de aire llenando mis terminales cerca de
estallar, y luego lo solté completamente en una exclamación de sorpresa cuando
alzó el yeso de mi pierna en una sola pieza, aunque estaba abierto a lo largo de la
parte trasera, la parte delantera parecía estar articulada.

241
—¿Co-co-cómo lo hiciste?

—Un mago nunca revela sus secretos. —Meneó sus cejas hacia mí, y sonrió.

—Uff, ¿qué es ese olor? —Mi nariz arrugada por el corrosivo olor asaltando mis
sentidos.

Se echó a reír. —Eso viene de ti.

Me burle, ofendida. —¡Por supuesto que no!

Señaló a mi pierna, la cual se veía con una palidez enfermiza, y... grotescamente
peluda, y sonrió—. Me temo que sí. El yeso ha hecho maravillas para hacer de tu
pierna un caldo de cultivo de bacterias que causan mal olor.

Me di cuenta de que tenía razón. Ofendida y agresiva. Genial. Qué manera de


empezar una primera cita. Avergonzada, gruñí. —¿Qué voy a hacer? ¡No puedo ir a
la boda oliendo y luciendo como una loca de carretera!

—Shh. No te preocupes. Deja que me ocupe de ello. —Susurró, y sostuvo mi pie en


sus manos.

Me quedé en un silente shock cuando se llevó mi pie a su boca, manteniéndolo en


el sitio cuando traté de jalarlo de vuelta. Sopló sobre él, enviando un escalofrío por
mi pierna y directo a esa parte de mi estómago que hacía graciosos saltos cada vez
que él me tocaba o me miraba de una determinada manera, sólo que esta vez, mi
estómago no se limitó a tomar una pequeño salto, hizo un triple salto, aterrizando
en algún lugar de mi pecho al lado de mi corazón latiendo rápido.

Me acordé de él haciendo lo mismo en mi mano después de habérmela quemado el


primer día después de que nos habíamos conocido, y las ampollas habían sólo
desaparecido. Pero, ¿qué podría hacer esa misma habilidad con una pierna húmeda,
pantanosa, y que estaba abismalmente peluda?

Sentí el extraño inicio de un hormigueo en la punta de mi dedo pequeño. Era como


si una mosca estuviera posada allí, y luego se fuera caminando a través del espacio
entre mis dedos de los pies, cada pequeño paso dejando permanentes huellas en la
piel que latía y latía cada vez más en amplios círculos.

Mire, asombrada cuando mi pierna comenzó a cambiar de color, la pálida y


húmeda piel tornándose casi transparente a un cada vez más normal beige rosáceo.
Sentí que mis ojos se abrían aún más cuando vi que los parches de vellos parecían
retirarse de mi piel. Volví a mirar a su cara. —¿Qué-cómo?

Él sonrió, y empujó el borde de mi vestido hacia abajo, cubriendo mí ahora pierna


libre y extrañamente oliendo bien. Buscó mi brazo y repitió el rápido toqueteo
ligero en mi codo. Cuando, también, se había dividido abierto, el mismo horrible

242
olor asaltó mi nariz. Tal como lo había hecho con mi pie, Robert llevo mi mano
hasta su boca y exhaló en ella.

Empecé a tirar de mi mano, con ganas de traer mi brazo directo a mi cara, para
presenciar el cambio lo más cerca posible, pero apretó el agarre de mi mano.
Observé cómo se llevó mi mano de vuelta a su boca, y besó la punta de mis dedos.
Puso mi mano en su mejilla y suspiró. —Creo que sientes mejor las cosas a través
de tu mano derecha que con la izquierda. Es más sensible.

No podía responder. No era capaz de discernir una verdadera diferencia entre la


forma que mi mano derecha se sentía en comparación a mi izquierda. Y, con toda
honestidad, no importaba con qué mano lo hacía; sólo podía sentir el golpeteo de
mi corazón y las acrobacias de gimnasia que mi estómago realizaba cada vez que
tocaba a Robert, o él me tocaba a mí.

Se rió de mis pensamientos, y aparte la mirada, avergonzada, como siempre. Un


incómodo silencio siguió, y permaneció allí, pesado, hasta que el coche finalmente
dejó de moverse, y la puerta del lado del pasajero se abrió.

Después de haber puesto mis yesos en el suelo, se bajó del coche. Se volvió y tendió
su mano hacia mí.

Fue entonces cuando me di cuenta de que sólo tenía un zapato.

—Robert, yo… —Él levantó su mano, deteniendo mi obvio anuncio.

La puerta del lado del pasajero delantero se abrió y cerró muy rápido, sólo siendo
frenada por la física de la propia puerta, y no por el individuo que la abría. Luego,
Robert estaba en una rodilla delante de mí, colocando la otra sandalia en mi pie
descalzo.

—¿Cómo-qué-dónde-cuando? —Tartamudeaba, sintiéndome absolutamente tonta


pero incapaz de detenerme mientras mis ojos viajaban desde la sandalia hasta su
cara, y viceversa.

—Se te olvidó quién y por qué —bromeó. Cuando estuvo convencido de que la
sandalia estaba abrochada con seguridad, me sacó del coche—. ¿Lista, Cenicienta?

Del mismo modo que había sido cuando habíamos estado aquí, había una gran
carpa llena de luces colgando por encima de mesas y sillas completamente
desplegadas. Esta vez, sin embargo, habían tiras de tela de bronce reluciente
corriendo por las mesas y atadas a las sillas, como las cintas que envuelven un
regalo.

243
Los arreglos florales en cada mesa consistían en grandes árboles de vidrio que
tenían flores naranjas oscuras y de color rosa brillante; gotas de cristal colgaban de
cada rama.

Cada puesto parecía ser una caja de color rosa brillante, sus arcos se veían como
explosiones de petardo color bronce, y pensé que después de esta noche no querría
sentarme jamás en una mesa que no tuviera el mismo centro de mesa o puesto para
sentar.

Sacudiendo de su cabeza mis pensamientos, Robert me llevó hacia una pequeña


tienda instalada cerca de la glorieta. Que, también, había sido decorada en bronce,
rosa y naranja, con cristales colgando por todas partes. Había sillas acomodadas
frente al mirador, y asumí que es donde la boda tendría lugar.

La mayoría de los puestos estaban ocupados, pero Robert no me llevaba a


sentarme. Él me llevaba hacia alguien. Los murmullos de reconocimiento y de
emoción no podían faltar a nuestro paso una fila tras otra fila, deteniéndonos en la
única donde habían retirado una silla para permitir la silla de ruedas de una mujer
aparentemente frágil de aspecto.

Ella levantó la vista de su conversación con la mujer a su lado y sonrió, las arrugas
alrededor de sus sorprendentes ojos azules profundizándose en su evidente alegría
al ver a Robert. —¡Robbie! ¡Me preguntaba si llegarías a tiempo! ¡Y al fin voy a
conocer a tú Grace! —ella me miró, con sus ojos llenos de calidez y hospitalidad—.
He visto tu cara tantas veces, pero debo decir que sus pensamientos no te hacen
justicia.

Sonreí por su cumplido, no quería decirle que todas las imágenes en su mente eran
la normal yo, de todos los días. La Grace de pie frente a ella era la anormal, pero
no tenía por qué saberlo.

Robert se inclinó hacia abajo en una rodilla y tomó la mano de la mujer, que
parecía tan pequeña y frágil en la suya, tenía miedo de que la pudiera romper. La
llevó hasta sus labios y la besó con reverencia. Él la miró a los ojos y sonrió, luego
miró hacia mí. —Grace, esta es Eloise MacInherney. Ella es la amiga cuya nieta se
está casando esta noche.

—Es un placer conocerla, Sra. MacInherney —Dije.

—Oh cielo, es Ellie para ti y para todos los demás que importan —respondió,
agitando su mano hacia mi formalidad—. Estoy tan contenta de que hayas podido
venir esta noche. Siempre es bueno estar cerca de familiares y amigos.

Miré a mi alrededor a los invitados que asistieron y me di cuenta, curiosamente,


que nadie me resultaba familiar. Heath no era exactamente una ciudad pequeña,
pero con tanta gente aquí pensé que al menos vería a una persona que reconociera.

244
En cambio, los rostros pertenecían a extraños. Con la excepción de dos que estaban
de pie a un lado, visibles como siempre.

Lark y Ameila asintieron con la cabeza hacia mí y me sonrieron. Lark, hermosa en


un vestido de color marfil, parecía divertida, mientras que Ameila, que se parecía a
una rara gema en un vestido color rojo sangre que se reunía en el suelo bajo sus
pies, se veía preocupada, aunque probablemente sólo me di cuenta porque había
visto las mismas miradas en sus rostros anteriormente. Mientras que ya no me
preocupo tanto acerca de la opinión que Lark tenía de mí, teniendo en cuenta los
grandes saltos que habíamos hecho desde nuestro primer encuentro, la manera en
que Ameila parecía mirarme con una mezcla de lástima, tristeza y preocupación
me hacía sentir totalmente inadecuada.

Lark, después de haber oído mis pensamientos, se volvió para mirar a su madre.
Ameila no hizo nada para ocultar sus emociones, y eso pareció disgustar a Lark,
quien negó con la cabeza y empezó a pisotear hacia nosotros, sus pies dejando
inconfundibles y profundas impresiones en la hierba detrás de ella.

—Lark está en pie de guerra. —Comentó Ellie.

Robert no necesito dar la vuelta y mirar por sí mismo que ella tenía razón, pero él
lo hizo de todos modos. Entonces, él miró hacia mí y sacudió su cabeza. —Mi
madre no necesita molestarse porque tú y yo estemos aquí, Grace. Hay alguien más
aquí que ella no esperaba que llegara.

No entendía. ¿Quién podría estar aquí que molesta a Ameila?

Ellie sacudió su cabeza también. —Sam. Tiene que ser Sam.

—¿Sam? ¿Quién es Sam? —Pregunté, obviamente era alguien fuera del grupo y era
alguien que no agradaba.

La voz de Lark detrás de mí respondió. —Sam es algo así como nuestro hermano
adoptivo, y es un dolor en el tra…

—¡Lark! —Siseó Robert, cortante hacia ella.

Lark sonrió. —Él también es el mejor amigo de Robert, y una completa pieza de
mier…

—¡LARK!

Suspirando, Lark caminó lejos. No necesite decirlo para que se volviera realidad.

No pude evitar reírme de eso, y luego trate desesperadamente de detenerme cuando


vi la mirada en el rostro de Robert.

245
—Sam no es tan malo, en realidad —dijo Ellie, sus ojos empañados de tratar de
luchar contra su propio humor—. Él es sólo un poco áspero alrededor de los
bordes. Como una galleta. Un poco más que una galleta cocida al horno, pero aun
así, tú sabes lo que se supone debe ser, y con suficiente cantidad de leche, incluso
puedes ser capaz de disfrutar de ella.

Atrape mis labios entre mis dientes para tratar de no estallar por complete en
carcajadas, asentí con mi cabeza. Era la única respuesta que podía dar, no quería
correr el riesgo de que en cualquier oportunidad pudiera liberar mis labios, y yo
sería incapaz de controlarme. Y frente a tantos desconocidos.

Alguien con un largo, vestido fucsia tocó el hombro de Ellie y le susurró algo en su
oído. Ella asintió, y levantó su mano en algún tipo de señal. Trate de mirar hacia
quien estaba ella haciéndole señas, pero al mismo tiempo que me llevó pensar en
hacerlo, ya no estaba cerca de ella, pero estaba en un asiento en alguna parte de
atrás, con Robert sentado serenamente a mi lado, su mano sostenía la mía.

—¿Qué fue eso? —Pregunté, el repentino cambio de escenario causo que mi


corazón se acelerara con la sorpresa.

—La ceremonia está a punta de comenzar. —Respondió él, y palmeó mi mano.

Una voz increíblemente hermosa comenzó cantando lo que más tarde podría ser
descrita como “la más romántica de todas las tonadas”, y la parte donde entraban
las damas de honor y los padrinos de boda inicio. La mujer que usaba el vestido
color fucsia parece haber sido la dama de honor, ya que fue la última en aparecer
antes de la novia.

Ella estaba vestida en un muy simple vestido de tirantes que le resaltaba su figura
en forma de una sirena. Ella tenía un suave, vaporoso velo sobre su cabello que
estaba sostenido por una tiara preciosa de perlas y cristales fucsia y anaranjados.
Destacaba drásticamente en contraste de su cabello oscuro, pero no parecía fuera de
lugar.

Ella estaba sonriendo, mirando hacia el hombre que esperaba por ella en el mirador
de enfrente. Él vestía un esmoquin negro con —solté un bufido— tenis para correr
de un color anaranjado brillante. Esta era obviamente una pareja que disfrutaba de
la vida, y les gustaba divertirse.

Fue únicamente entonces cuando noté quien estaba caminando por el pasillo.
Tenía en mi boca su nombre, pero mi sorpresa me impidió hacer cualquier cosa.
Los murmullos de admiración y cumplidos hacia la novia y su acompañante
estaban viajando de arriba abajo por los pasillos, y nadie parecía encontrar defectos
en la combinación.

—Hermosa, ¿no? —Una voz a mi lado me preguntó.

246
Giré para mirar dentro de un par de ojos dorados que estaban sentados a mi lado en
uno de los más atractivos rostros que nunca antes había visto. Él tenía el cabello del
mismo color dorado, y viajaba en ondas más allá de sus hombros. Él lo llevaba
suelto, aunque no parecía estar más preocupado por tener un aspecto perfecto. Su
sonrisa era reconfortante, sus labios se curvaron en una sonrisa divertida.

Sabía que él era un ángel, también. Simplemente no había otra explicación para su
perfección, y no tenía sentido negarlo. —Sí, ella lo es.

Él asintió. —Ella se parece a su abuela hace muchos años atrás. Ellas poseen el
mismo espíritu, tú sabes —fuego y determinación. No es de extrañar que Rob
decidiera llevarla hacia el altar. Es como mirar hacia atrás unos cincuenta, sesenta
años.

Me volví para mirar a Rob plantar un beso en la mejilla de la novia justo antes de
colocar su mano en la del novio. Él dudó, casi como un padre renuente, pero luego
el hizo la entrega completa y él tomó su asiento. Pero no a mi lado.

—Estoy seguro que él y Ellie nunca pensaron en todos estos años que ellos estarían
sentados aquí, asistiendo a una boda juntos.

Me removí incómoda para mirar una vez más hacia los ojos leonados del extraño,
repentinamente sintiéndome muy incómoda. —¿Quién eres tú y como sabes tanto
sobre Ellie y Robert?

Él recostó su espalda contra su silla, su comportamiento era informal y relajado, y


respondió con una sonrisa conocedora. —Soy Sam. Y, pequeña chica humana, sé
mucho sobre Ellie y Rob porque yo, fui el único que los presento. Realmente
hicieron una linda pareja en aquel entonces, pero no eran adecuados, siendo él un
ángel y todo. Pero es bueno que ellos quedaran como amigos, ¿no lo crees?

Lo miré, incapaz de decir cualquier cosa. Sonriendo hacia mi parálisis bucal, él


continuó. —Quiero decir, imagina cuán duro debió haber sido, mirándola casarse
con otra persona, tener hijos, y… envejecer. No puedo imaginar durante cuánto
tiempo podría yo profesarle a alguien amor.

Bajé la mirada hacia mi regazo, mirando fijamente mis dedos. Los mismos dedos
que Robert había besado no mucho tiempo atrás en el auto, besados de la misma
manera en que él besó la mano de Ellie…

Levanté mi cabeza y volví a mirar a Sam. —Creo que es muy romántico, en


realidad. Creo que él confía y cuida por mí, como para meterse en todo este
problema para traerme aquí a conocer a su familia.

Me giré dándole la espalda y trate de ver el resto de la ceremonia, preguntándome


todo el tiempo si lo que dije era verdad. Pude ver por el rabillo del ojo que Sam me

247
miraba fijamente, su expresión era confusa, su boca ya no se curveaba con una
sonrisa. Bueno. Espero que él estuviera escuchando los pensamientos de Lark sobre
él, y esperaba que él estuviera escuchando la versión sin censura.

Cuando el oficiado anunció que él novio ya podía besar a la novio, un gran grito de
alegría lleno la noche y para mi sorpresa, la novia fue quien tomo la iniciativa hacia
el novio, plantando un muy tonto, pero cariñoso beso en sus labios antes de gritar,
—¡Te tengo ahora! —Todo el mundo a mi alrededor rio. Bueno… casi todo el
mundo.

La cara de Sam estaba tranquila todavía. Era como si la alegría que fluía a través de
la carpa estuviera esquivando en torno a él en lugar de ser absorbida como todos los
demás. No podía entender como él podía simplemente ignorar la inmensa cantidad
de afecto que irradiaba afuera, como si él fuera insensible a la emoción, como
sensación física.

—¿Estás lista para la recepción, Grace?

Me volví para ver a Robert a mi lado, la filas de asientos ahora estaban


completamente vacíos a excepción de mí, me giré para ver a Sam… ¡Él se fue!
Levanté la mirada hacia Robert, preguntándome si él había visto a su hermano
sentado a mi lado, escuchado nuestra conversación. Tantas preguntas rondaban por
mi mente, en mis ojos, y lo único que él respondió era lo único que realmente
quería saber.

—Grace, por favor entiende que yo nunca estuve enamorado de Eloise. La quise,
por supuesto que lo hice. Ella era electus patronus, era nuestro deber…

—Electus. ¿Qué? ¿De qué estás hablando? —Interrumpí.

—El electus patronus son los guardianes elegidos, esos de ciertas familias que han
sido seleccionados para proteger nuestras identidades, hacen nuestro camino más
fácil en el mundo humano. Esos quienes están aquí hoy tienen una historia familiar
que es tan larga y vieja como este país, pero no son más que el dedo en la mano de
esos quienes buscan mantener nuestros secretos a salvo. Ellos son, en esencia,
nuestra familia humana.

—Y Ellie era —es— un electus patronus. —Dije, pareció casi una pregunta, pero él
ya lo había afirmado.

—Sí —respondió—. Ella ha sido una desde que tenía dieciocho. La conocí por
primera vez en su cumpleaños diecinueve, cuando mi madre, Lark, y yo
regresamos de un viaje de Europa. Ella era nueva, dulce, y vivaz. Y, sabía todo lo
que un humano podía aprender sobre nosotros, así que no había secretos que
mantener, lo cual hacia más fácil hablar con ella. Ello hizo fácil amarla. Pero el
amor no es una garantía para la felicidad. Obviamente nosotros no éramos el uno

248
para el otro, y definitivamente no estábamos destinados. Ella estaba buscando un
futuro completo para sí misma, que incluía matrimonio, y niños, y fiestas cuando
inaugurará su casa. Yo no podía ofrecerle esas cosas a ella, porque esas cosas están
reservadas para una clase especial de amor —del tipo para corazones que están
destinados el uno al otro, que tienen dentro de ellos más que ambición y dudas.
Trate de decirle que quería todas las mismas cosas que ella quería, pero no podía.
No podía mentirle.

Hizo una pausa y continúo.

—Pero, Ellie no estaba enojada, o herida. Ella era devota a su papel como
protectora, comprometida, pero quería una familia, también. Nunca cuestionó mi
decisión de poner fin a nuestra relación, y como ella me dijo después del
nacimiento de su hija, ella estaba agradecida conmigo por no ser capaz de
mentirme sobre lo que yo quería y darle a ella tontas esperanzas.

Yo también lo estaba. Estaba increíblemente, locamente, intensamente feliz.

Él se sentó a mi lado, riendo entre dientes mientras lo hacía, e hizo un gesto hacia
la carpa más grande donde todos los invitados estaban sentados, el ambiente festivo
era muy evidente. —Todo el mundo que está ahí son electus patronus o uno de mi
clase. Nosotros estamos unidos juntos por nacimiento, por sangre, por derecho, por
deber, y lo más importante, por fe.

—Tú eres la única aquí que no es uno de mi clase o uno de ellos, y todos lo saben.
Una de las razones por las que te traje aquí fue porque significas mucho para mí, y
quería que todos aquí supieran eso.

—¿Incluyendo a Ellie? —Pregunté.

—Especialmente a Ellie. Pero, más importante, quería que tú supieras eso. Al


traerte aquí, estoy trayéndote dentro de mi mundo. Te he dicho algunos secretos,
pero este envuelve más que sólo yo, Grace. Ellos saben que confío en ti lo suficiente
como para no haber puesto sólo toda mi vida, sino también la de ellos en tus
manos. Estás a salvo aquí.

La enormidad de su confianza me dejo muda. Su secreto no sería nunca más un


secreto. Era uno de los muchos que había compartido, únicamente ellos sabían
mucho, mucho más que yo. ¿Qué era lo que ellos sabían más? ¿Les gusta el hecho de que
yo supiera sobre ellos? Y más importante, ¿Era merecedora de esa confianza?

Y entonces, como si yo fuera alcanzada por un rayo, el despertar de una simple


verdad me golpeó. —Me has traído aquí para protegerme.

249
El experimento “Helado de chocolate y narciso”

Traducido por Vanille

Corregido por Mari Cullen

É
l sonrió, contento por mi revelación.

—Sí. Hasta que has sido presentada a todos, siempre habías sido
considerada una amenaza.

—Pero ¿por qué?

—Porque, así de simple, significas más para mí que sólo un momento de sensación
física. Tú has tocado mi existencia de una manera que muy pocos lo han hecho, y
sabes que los ángeles somos seres emocionales, el más pequeño cambio en cómo
nos sentimos puede resultar tanto en una increíble creación como en una gran
destrucción. No sabes hasta qué punto llegan nuestra fuerza y habilidades…

—Porque tú no me lo has dicho. —Interpuse.

—Bueno, es cierto, no lo he hecho. Sólo sabes trozos y piezas sobre nosotros, y me


disculpo por la negligencia en esa área. Te debo mucho más en el sentido de estar
disponible, y lo haré. Pero eso es para después. Esta noche es sobre otras cosas.

No pude evitar preguntar. —¿Qué otras cosas?

—Tiene mucho que ver con Ellie, y tú especialmente. Yo quería un consejo


humano sobre ti, un consejo en el que pudiera confiar, porque no entiendo tu mente
ni tus pensamientos. Piensas diferente a todos los demás, y no hablo sobre
opiniones o principios morales. Hablo sobre la forma real en que piensas. Te
pareces mucho a nosotros en cierta forma, porque en verdad clasificas tus
pensamientos en compartimentos, pones las cosas en sus propias áreas individuales
mientras piensas; piensas en muchas cosas a la vez, lo que es fascinante de
encontrar en un humano. Es además la razón de por qué puedes ocultar tus

250
pensamientos. Lo imaginé mientras Sam estaba hablándote. Ya estabas pensando
en tantas cosas, y cuando te dijo sobre Ellie, fue como si tu mente se hubiera
dividido en cuatro esquinas. La parte emocional, la racional, la lógica y la parte
clínica de tu cerebro estaban luchando una contra otra; es como si tuvieras un
árbitro mental que las separa, y el espacio vacío que queda en medio fuera todo lo
que yo podía ver y oír. —Robert me miró con un brillo de asombro en los ojos, y
me sentí casi como alguna especie de experimento de ciencias que acababa de ganar
un listón de premio en una feria.

—Pero si no puedes escuchar ni ver nada, ¿cómo sabes que es de esa forma?
—Pregunté escéptica, pero entonces de nuevo, yo no podía ver en mi propia cabeza
cosas que él sí. Mis recuerdos estaban todos en 2D mientras él podía ver todo en
4D.

La sonrisa presumida de Robert me dejó sin aliento mientras respondía mi


pregunta. —Creo que es porque tú estás empezando a confiar en mí. Ya sea que he
empezado a reconocer las señales o que he encontrado la manera de aferrarme a un
pensamiento en tu mente hasta que tú has designado un lugar para que ese
pensamiento vaya.

—Robert —comencé—, no estoy segura de entender…

La sonrisa presumida se volvió dulce y se expandió por su cara. —Intentemos un


pequeño experimento. Comenzaremos con algo simple. Te daré dos sujetos, y
quiero que pienses en ambos, y entonces quiero que pienses en algo más, lo que sea.
—Asentí con la cabeza, y cerré mis ojos, preparándome para lo que fuera que él
arrojaría en mi mente—. Quiero que pienses en helado de chocolate y narcisos.

Quise decir algo sobre la ridiculez de esos dos objetos combinados, pero decidí no
hacerlo. En lugar de eso, pensé en los placeres helados y con sabor a chocolate y las
brillantes flores amarillas que prevalecían en Ohio… Pensé en cuánto daño podría
hacerle un helado de chocolate derretido al vestido que Robert había comprado, y
qué tan fuera de lugar se vería un ramo de narcisos junto a la pegajosa mancha. Me
imaginé tratando de conseguir a alguien para que limpiara la mancha y me dijera
que costaba más que mi laboratorio de Biología. Pensar en Biología me hizo
imaginar la cara del Señor Branke, y de repente me sentí mal.

—¿Grace?

—¿Uhm? —Murmuré, y me di cuenta de que Robert estaba en realidad


sacudiéndome. Abrí los ojos y me percaté de la expresión alegre de su rostro.

—¡Lo lograste! —Robert me animó, el orgullo brillando en su sonrisa—. ¡Eso fue


increíble! Al principio, todo lo que podía ver era el helado en tu mente. Las flores
aparecieron después, pero luego los dos comenzaron a mezclarse, y las cosas
empezaron a oscurecerse, tu mente se había vuelto completamente en blanco, como

251
si se hubiera apagado por completo, pero yo sabía, porque tu cara estaba tan
intensa. Y entonces se veía... bueno, positivamente verde.

—Oh, estaba pensando en el señor Branke, y la clase de Biología. —Graznó mi


voz, las náuseas lentamente volviendo a mí ante la mera mención de su nombre.

Vi ojos líquidos volverse sólidos mientras él entendía el cambio en mi estado de


ánimo.

—Él hace que todas las chicas se sientan incómodas. No estás sola en tu opinión
sobre él.

Me encogí de hombros. —No es como si eso lo hiciera menos escalofriante. Como


sea, ¿podemos no hablar sobre el Señor Branke, ni la escuela, ni cualquier otra cosa
en este momento? —Miré los camareros que salían a servir la cena bajo la gran
carpa y mi estómago gruñó. Ruidosamente.

Él se rió y asintió con la comprensión. —Vamos, hambrienta. Vamos a alimentarte


antes de que el baile comience. Podemos hablar más tarde. —El me levantó y
empezó a guiarme hacia el intoxicante olor a comida.

Afortunadamente, las asignaciones de asientos fueron tomadas muy en serio por los
ángeles y Electus patronus por igual, al parecer todo el asunto de la honestidad
evitaba que alguien tomara el lugar de otra persona, así que nuestros asientos
estaban aún libres cuando nos sentamos al lado de Lark y Ameila. Fui presentada a
varios de los individuos en la mesa con nosotros, asombrado por quienes eran o no
un ángel. Al parecer, el Electus patronus era todo hermoso también, su único
regalo era la forma en que reaccionaban ante el calor de su cena y el frío de sus
bebidas.

Una persona en particular quien —me dijeron— era un ángel de visita desde
Francia era excepcionalmente hermosa, incluso para un ángel, con el pelo plateado
que se habían trenzado en brillantes cuerdas que estaban apiladas en lo alto de su
cabeza, precipitándose en arabescos elegantes que enmarcaban su extraordinaria
cara. Tenía la piel de alabastro, tan perfecta y sin defectos que era casi transparente,
y los labios teñidos de color rosa fresa, exuberantes y siempre levantados en una
sonrisa. Lo más sorprendente, sin embargo, era el color de sus ojos. Yo había visto
el plateado de los de Robert, y ahora el oro de los de Sam, pero por primera vez, me
embelesé en el brillo glorioso de ojos violeta.

Estaban llenos de diversión cuando se percató de mi escrutinio hacia ella, y me


sentí a mí misma sonrojar de vergüenza por haber sido sorprendida mirando.
Su mano adornó la mía ligeramente, el más breve de los toques, antes de que se
girara para hablar con la persona en el lado opuesto. La observé durante unos
momentos más, hipnotizada por ella, por todo lo que había se trataba de ella. La
forma en que su risa la hacía echar la cabeza hacia atrás con belleza descuidada, la

252
forma en que sus manos se movían de una manera tan animada mientras hablaba
que exigían casi tanta atención como su melodiosa voz. Parecía tan joven, tan
joven y sin embargo había un aire en ella, que parecía mayor y más sabia que
incluso Ameila, que parecía —en años humanos de todos modos— varios años
mayor.

—¿Los ángeles tienen edad? —Le pregunté a Robert cuando por fin pude apartar
los ojos de la diosa de cabellos plateados.

Robert tomó mi mano debajo de la mesa y la apretó, una sacudida de energía y una
sensación pusieron mi estómago del revés y aceleraron de mi corazón para
mantener el paso con los deseos que silenciosamente hacía mientras esperaba su
respuesta.

—Podemos, si queremos. No tengo que tener este aspecto; podría lucir mucho
mayor si lo deseara, pero he encontrado que es mucho más fácil vivir con esta edad.
Los seres humanos son más susceptibles a la juventud que he encontrado. ¿Por qué
me lo preguntas?

Parpadeé hacia las diferentes caras que nos rodeaban, ángeles y humanos por igual,
evitando al que estaba a mi lado y susurrando: —Yo no sabía que... tu madre puede
cambiar de forma, así que pensé que la razón por la que parecía lo suficientemente
mayor para ser tu madre era por eso. Yo daba por sentado que el resto de ustedes se
verían jóvenes también.

—Está bien. No eres la primera persona en hacer esa pregunta, y definitivamente


no serás la última. Ah, aquí viene nuestro mesero. —Sonrió y apretó mi mano de
nuevo, entonces la liberó cuando llegó la comida. Gemí cuando vi la cantidad
insignificante de comida en mi plato. Tenía el estómago gruñendo por algo —lo
que fuera— en un tamaño súper, y en su lugar, parecía que todo lo que había que
comer para la cena eran sus bocadillos básicos de tamaño micro-dietético.

Vi a todos los demás en la mesa, todos también muy profundamente inmersos en


sus propias conversaciones mentales como para notar realmente la extensión de los
platos desnudos frente a ellos. Oh, ellos estaban comiendo, pero podrían haber sido
babosas crudas en sus platos y no se habría dado cuenta, demasiado absortos en la
discusión del tipo de cosas de Electus patronus, más probablemente, cosas de las
que yo todavía era deplorablemente ignorante. Incluso Robert estaba pesadamente
ocupado en una conversación silenciosa con su familia. Podría notarlo simplemente
por la forma en que se apoyaban unos hacia otros, sus ojos revoloteando de unos a
otros, como brillantes luciérnagas de plata.

Comí en silencio, de repente sintiéndome fuera de lugar mucho más aquí de lo que
me había sentido en la escuela. Claro, yo lucía como ellos, vestida de punta en

253
blanco en un vestido caro, zapatos, y joyas. Pero yo estaba interpretando un papel
después de todo, mientras que esta era su vida.

Yo estaba muy limitada cuando llegó a mi conocimiento acerca de los ángeles, todo
lo que sabía era lo que me habían dicho, y puesto que los pocos ángeles que conocí
habían dejado bastante claro que todas mis ideas preconcebidas eran falsas, lo que
yo sabía que fuera verdad era bastante escaso, y nunca podría compararse a lo que
el Electus patronus sabía.

De repente curiosa, quería exactamente lo que ellos sabían. Si alguna vez ha habido
un mejor momento para obtener la mayor información acerca de los ángeles de un
punto de vista humano, sería ahora. Y yo sabía a quién preguntar. Esa fue una
razón por la que había sido traída hasta aquí después de todo, ¿verdad? No sentía la
necesidad de darme excusas a mí misma, ya que nadie parecía prestar atención de
todos modos, me puse de pie y comencé a buscar a la persona que tendría
respuestas a mis preguntas.

No fue tan difícil encontrarla. Ella era la única en una silla de ruedas, con el pelo
blanco apilado maravillosamente en la cabeza en un moño que parecía un gran y
redondo rollo de canela helado.

—¿Ellie? —Dije en voz baja, en realidad no quería molestarla cuando se sentó lejos
de todos los demás, viendo a su nieta y a su nuevo nieto político mientras
compartían una conversación privada.

Volvió la cabeza alrededor y sonrió cuando me vio. —Ah, Grace, ven —dio unas
palmaditas en una silla que estaba a su lado—, siéntate y vamos a tener una charla,
¿de acuerdo?

Hice lo que me pidió, muy contenta de que ella pareciera tan interesada en hablar
como yo.

—¿Ves a mi Hannah allí? —indicó hacia la novia—. Ella es la décima generación


de MacInherney para ser un Electus patronus. Su abuelo estaría muy orgulloso.

Miré fijamente a su cara, viendo la tristeza crecer un poco, sus ojos cada vez un
poco más vidriosos por las lágrimas que comenzaban a caer.

Ella las limpió cuando empezó a hablar. —Lawrence, mi marido, bueno, él era el
único de sus hermanos que habían superado la prueba, ya ves, y cuando tuvimos a
nuestra única hija, Olivia, nos sentimos muy decepcionados cuando nos anunció
que ni siquiera quería tomar la prueba. Ella dijo que ya no creía en la existencia de
Dios, y que no había ninguna razón para creer en sus servidores si no hay Dios.
Eso casi mató a mi Lawrence, lo hizo. No era el mismo hombre después de eso.
Nosotros los Electus patronus no somos nada si no fieles, por lo que la pérdida de
la fe entre nosotros puede ser muy dolorosa.

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Levanté mi mano un poco, necesitando que respondiera algo. —¿Qué prueba?

Ella se rió de su omisión. —Oh, querida, ¿no lo sabes? La prueba, bueno, es


bastante sencilla. Se nos pide que digamos lo peor que hemos hecho. ¿Ves qué fácil
es? ¿Qué tan absolutamente simple?

Asentí con la cabeza. Por supuesto, era perfecto en su sencillez. Cuando uno tenía
la capacidad de ejecutar a través de toda su vida en cuestión de segundos, ver todos
tus hechos, buenos y malos, y entonces preguntar cuál es la peor cosa que has
hecho, cualquier respuesta que fuera una mentira se denunciaba en el acto.

—La mente es una cosa asombrosa, Grace. Cuando formamos un recuerdo, la


huella que primero se graba en nuestra mente, la imagen que se crea antes de que
pueda formar una opinión al respecto, bueno... lo que queda para siempre, esa es la
verdadera memoria. Con el tiempo, lo vemos como algo diferente porque la edad y
la percepción desdibuja las líneas un poco, incluso se cambia por completo, pero
cuando llegue el momento de la prueba, tenemos que ver las cosas con claridad, ver
las cosas de la forma en que se supone que son y no como queremos que sean, de lo
contrario vamos a dar la respuesta equivocada.

—¿Te importa si te pregunto qué has respondido? —Le pregunté con ansiedad.

—¿Por qué? Por supuesto, no me importa. Podría ser un poco vano, y tal vez
incluso un poco orgulloso, pero no tanto que no pueda admitir hacer algo muy,
muy malo y sin ninguna justificación real. Francamente, querida, yo sólo quería
seguir los pasos de mis padres y mis hermanos porque yo tontamente quería
casarme con un ángel. Yo les dije algo completamente diferente, por supuesto,
porque yo no quería que me atraparan con la charla del deber y la obligación, pero
la verdad estaba ahí en mi cabeza, claro como el día. Mentí sobre tantas cosas
durante esos días. Oh, era terrible en aquel entonces, ¡un pequeño demonio normal!
Cuando finalmente llegó el momento de la prueba, me sorprendió que mi familia
estuviera allí, lo que nunca había sucedido antes y lo supe cuando abrí la boca para
contestar que lo peor que había hecho nunca fue herirlos con mis mentiras. Me
rompió el corazón, pero también me redimió por ser honesta al respecto. —Suspiró
Ellie, una mirada nostálgica en sus ojos.

—Eso debe haber quemado un demonio de recuerdos en tu mente. —Dije en


broma y ella dio una palmada, riendo a carcajadas con poco cuidado de quien
escuchara o viera. Sentí envidia de su libertad.

—¡Oh, Grace! Lo tienes. Eso es bueno. Es difícil encontrar cierto ingenio en tu


generación. Demasiadas bocas inteligente, no las suficientes mentes inteligentes.

—Gracias —dije, sonriendo torpemente en su elogio—. ¿Te importa si te hago


algunas preguntas más? —Pregunté, mi voz suplicante, no queriendo dejar pasar

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esta oportunidad ahora que sabía que estaba tan dispuesta a compartir.
Ellie dio unas palmaditas en la rodilla y se rió en voz baja.

—Querida Grace, pregúntame lo que sea. Podré no sufrir dolor como nuestros
dulces ángeles cuando mienten, pero mi conciencia salta cuando lo hago, así que si
tienes cualquier temor acerca de eso, no te preocupes.

Me tragué ese pedacito de la información y rápidamente corrí por mi lista mental


de las preguntas de las que yo quería —no, necesitaba— respuestas. Había tantas,
pero la primera llegó con bastante rapidez, y estaba avergonzada de su existencia,
ya que ni siquiera había sido un pensamiento hasta que Sam había plantado su
semilla durante la ceremonia.

—¿Sigues enamorada de Robert? —Mi voz era nítida y el mensaje oculto en mi


tono era claro.

Ellie se rió. —¡Oh, querida, yo lo amé, pero nunca estuve enamorada de Robert! Él
es encantador, yo nunca voy a negar eso, pero él y yo nunca habríamos encajado.

Recordé a Sam diciendo eso, pero presioné aún más. —¿Qué quieres decir con que
“nunca habrían encajado”?

—En pocas palabras, mi vida se estaba moviendo hacia adelante, y la suya estaba
atrapada en el siglo V —contestó ella—. Yo quería casarme, tener hijos, tener una
casa. Robbie no podía darme esas cosas. Quería hacerme feliz, pero él simplemente
no podía darme lo que yo quería. Por lo tanto, encontré mi futuro con otra persona,
y no me he arrepentido ni una sola vez.

Estudié su sonrisa y vi que sugería tristeza, a pesar de su pretensión de no tener


ningún remordimiento. —¿Ha sido duro envejecer y ver que él no crece ni un solo
día a pesar de que podría si quisiera?

Ella asintió con la cabeza, su barbilla temblaba un poco. —No quiero que piensen
que es porque quiero estar con él. Más bien, es porque sé que habrá mucho que
extrañaré. Yo ni siquiera estaría aquí hoy si no fuera por Robbie. Me salvó la vida.

Tomé su mano y la acaricié, sabiendo exactamente cómo se sentía. —Él salvó la


mía también.

Ella me miró, sus ojos azules me miraban con tal intensidad, que quería apartar la
mirada, pero no lo hice. —Dulce niña, quise decir que me salvó la vida por un día.
Conseguí una tarjeta de salida libre de la cárcel, y es sólo buena para esta noche.

Yo no entendía lo que quería decir con eso, y así se lo dije. Ella quitó su mano de
debajo de la mía, sólo para poner la suya en la parte superior. —Grace, para esta
hora mañana, estaré con mi Señor, y me habré ido sabiendo que fui capaz de ver a

256
mi nieta casarse con su príncipe azul. Eso era todo lo que había pedido alguna vez
en la vida, y fue Robbie quien se aseguró de que fuera a suceder. Es un milagro. Un
milagro andante, es ese chico.

—Todavía no lo entiendo, Ellie. ¿Qué hizo Robert?

—Pospuso mi muerte, Grace. No sé cómo lo hizo, y yo creía que sabía por qué —
ella hizo un gesto hacia su nieta, que ahora estaba en el medio de lo que parecía un
concurso de comer camarones con varias damas de honor y su nuevo marido—.
Pero viéndote, viendo cómo Robbie te mira, veo que estaba equivocada. Está muy
cautivado contigo, ya sabes.

Me sonrojé con eso. Definitivamente era algo con lo que yo me veía estando
cómoda. —Eso me dijo él.

—Atesora eso, Grace. Cuando un ángel ve a un ser humano de esa manera, es para
siempre. Los ángeles parecen perfectos, pero están incompletos —mi confusión con
lo que dijo debe haberle divertido, porque ella me dio una sonrisa de complicidad
que hacía que sus ojos brillaran con picardía—. Ahora bien, esas no pueden ser las
únicas preguntas que tengas por hacer. Por favor. Pregúntame cualquier cosa. Es lo
menos que puedo hacer para pagar a Robbie por darme esta noche. —Ella dijo con
dulzura, su sonrisa ya no estaba teñida de tristeza.

Inhalé profundamente, y le pregunté la primera que recopilaba la lista de preguntas


más larga en la historia del mundo. O por lo menos, así es como yo lo veía. —
¿Cuáles son exactamente los secretos de los ángeles que necesitan ser guardados?

Ellie me miró y sonrió. —¿Quieres decir que no sea el hecho de que no sólo existen,
sino que viven entre nosotros como la gente normal? —si yo no hubiera sabido que
era un ser humano, habría jurado que era un lector de mentes angelical, ya que
estuvo tan acertada con esa respuesta—. Bueno, estoy segura que ya has
descubierto el mayor; los ángeles no son perfectos. ¿Te imaginas el escándalo en la
iglesia si se tratara de que se descubrió que no sólo había ángeles cantando en
bandas de rock, o estaban de pie en frente al Congreso, sino que eran también algo
promiscuos? —Ella hizo un guiño.

—¿Por qué? ¿Por qué son así? —Me incliné hacia ella, no queriendo perderme una
sola palabra de su respuesta. Me sentí como un niño hambriento, arrebatando las
migas de pan que Ellie estaba repartiendo.

Ella tendió sus manos, examinándolas por un momento, luego las extendió y
sostuvo las mías. —Por esto. ¿Alguien te ha explicado acerca de la diferencias entre
un ángel joven y aquellos que han ascendido?

257
Me devané la mente a través de todas las cosas que me habían dicho Robert,
Ameila, Lark... dos cosas destacaron. —Quieres decir que los jóvenes no tienen
alas... y no han recibido el llamado.

—Sí. Pero también es porque no pueden sentir nada... físicamente —y ella supo por
mi reacción que yo era consciente de eso también. Y continuó—. Los ángeles
jóvenes son criaturas tan extraordinarias, con una fuerza y habilidad increíble, pero
su única debilidad es que no pueden sentir alegría o placer de la forma en que los
que ascienden pueden, y les priva de esa emoción. Por lo tanto, proceden a inducir
ese sentimiento dándoselo a alguien más… —asentí con la cabeza, recordando lo
que Robert me había dicho acerca de sentir su contacto a través de mi mente, no a
través de su propia piel. El pensamiento era todavía inquietante—. Y esa sensación
puede ser muy adictiva. Puede ser como una droga para algunos jóvenes, hombres
y mujeres por igual. Lo ansían, cómo hace sentir a sus cuerpos, cómo liberar
repentinamente a sus mentes de cualquier pensamiento. Los que han ascendido,
tienen un propósito. Los jóvenes, bueno... no lo tienen, aparte de esperar la
llamada.

No sabía que mi mandíbula se había abierto hasta que ella liberó una de mis manos
y levantó mi barbilla, efectivamente cerrando mi boca. ¿Robert era uno de esos
adictos...? Mis ojos, que yo estaba bastante segura estaban en capacidad máxima en
lo que respecta a qué tan abiertos pueden estar, de pronto encontraron un milímetro
extra o dos para abrirse ante el pensamiento. Sin duda, nunca me lo diría, porque
yo nunca había preguntado, pero ¿lo era?

—Oh, Grace, sé lo que estás pensando, y mientras que Robert puede haber
apreciado estar con mujeres y apreciado sus pensamientos sobre él, ciertamente
nunca se convirtió como algunos de los otros. —Dijo Ellie, acariciando mi mano,
tratando de consolarme.

—¿Cómo puedes estar tan segura? —Le pregunté, sin sentirme reconfortada en
absoluto.

Ella detuvo la acaricia, y quitó sus manos de las mías, su sonrisa se había ido.
—Porque él me dijo.

Ella estaba ofendida. Por supuesto que lo estaba. Los ángeles no podían mentir. Si
él le había dicho eso, era la verdad, e irrefutable. —Lo siento. Debería haber
recordado.

Ella suspiró. —Entiendo por qué eres tan dudosa, Grace. Creciste en un mundo
donde las cosas como los ángeles no existen, y son la verdad y la honestidad
virtudes muertas que no pertenecen a nadie. Pero espero que ahora veas que nada
de eso es cierto. Yo no te envidio, teniendo que ser empujada por este mundo sin
saber nada al respecto, y teniendo esta gran carga de la verdad siendo colocada en

258
tu cabeza. Pero te garantizo que valdrá la pena. Robbie es especial. Incluso entre su
especie. —Dijo ella, sonriendo mientras miraba más allá de mí.

Sentí la mano suave sobre mi hombro y levanté mi mirada. Por supuesto que eran
sus ojos. Sólo podía ser él de pie junto a mí, y yo sabía que Ellie tenía razón.
Valdría la pena.

—¿Qué tal están ustedes dos bellas damas? —Preguntó, pero sólo me miraba a mí.

—¿No has husmeado en nuestras cabezas, Robbie? —Ellie se echó a reír—. ¿Has
venido para asegurarte de que no persigo a la joven Grace, o has venido aquí para
pedirle a alguna de nosotras que baile contigo?

Él se echó a reír, sus ojos centelleando. —Ellie, si no te importa, me gustaría llevar


a Grace a dar una vuelta por la pista primero.

Ella agitó la mano como si nos desestimara. —Vamos, ¡diviértase! No soy buena en
estos nuevos bailes de todos modos. Demasiado empuje, no el suficiente cha cha
chá.

La risa de Robert se hizo más fuerte, sus dientes perfectos brillantes de color blanco,
todo su cuerpo temblaba de diversión. —Nunca será suficiente cha cha chá para ti,
Ellie —se inclinó y besó la mano que ella le ofrecía—. Regresaré por un baile con la
segunda mujer más bella aquí, así que, por favor, guarda uno para mí.

Tuve que admitir que Robert sabía cómo ganarse a las damas. Podía sentir el mío,
pero yo estaba muy impresionada cuando vi arrastrarse el rubor de Ellie hasta su
cuello y poco a poco florecer en sus mejillas. Era evidente que había pasado mucho
tiempo desde que alguien le había hecho sentirse así... como una niña de escuela.
¿Y quién mejor para hacerlo que alguien que había conocido cuando ella era sólo una niña de
escuela?

Guiándome hacia la pista temporal que estaba llena de invitados a la fiesta, Robert
me hizo girar, luego volvió con un fuerte tirón me sacó de nuevo, haciéndome girar
en un muy fuerte abrazo, una mano sosteniendo la mía juntas en contra de mi
corazón, y la otra situada en la parte baja de mi espalda, mi mano libre cayendo
naturalmente sobre su hombro.

—Sé que no te has divertido mucho en lo que va de la noche —me susurró al


oído—, pero planeo asegurarme que el resto de ella sea agradable, si no totalmente
placentera.

—Robert, no importa lo que hagamos. Si estoy contigo, ya es placentero. —Le


prometí.

259
Apoyé la cabeza contra su pecho, escuchando los latidos de su corazón, y me
pregunté qué era exactamente lo que había debajo de la piel y los huesos que
provocaba ese ritmo hermoso.

Es mi corazón. Es el mismo que el tuyo.

Negué con la cabeza. No, no lo es. Tu corazón ha latido durante mil quinientos años, y
seguirá latiendo por lo menos otros mil quinientos más, mientras que el mío será afortunado
de latir tanto tiempo como lo ha hecho el de Ellie.

Él me besó en el pelo y luego apretó la mejilla contra mi cabeza. Voy a procurar que
lata por el mayor tiempo posible.

Sonreí. Por supuesto que lo haría. Esto es agradable.

¿Qué?

Esto, mi primer baile... nuestro primer baile. Creo que esperaba que fuera incómodo y torpe, y
en su lugar se siente como si yo hubiera estado haciendo esto por tanto tiempo como tú.

Podía sentir su cuerpo temblar ligeramente a medida que se echaba a reír.


Levanté la cabeza de su pecho, mirando su cara divertida. ¿Por qué te ríes?

Creo que me esperaba lo mismo.

Mi boca se abrió en un fingido jadeo. ¿Tan poca fe en mis habilidades de baile?

Él sonrió. Más bien poca fe en mi capacidad para encubrir el hecho de que tenía tan
poca fe en tus habilidades de su baile. Eso, y no estaba tan seguro de que fuera
capaz de curar mis pies. Tienes los pies grandes. Debería haberlo sabido. Compré
los zapatos que traes puestos esta noche.

Yo me reí y luego grité cuando él nos dio la vuelta muy rápidamente. ¡Alto! ¡Me vas
a causar mareos! Comencé a reírme histéricamente mientras nos hizo girar más
rápido, con la cabeza caída hacia atrás, mi cabello soltándose de sus broches.
Redujo la velocidad y pronto, estábamos simplemente oscilando en un movimiento
lento y suave. Pensé que te estaba mareando.

Riendo, yo asentí con la cabeza antes de colocarla nuevamente en su pecho.


—Creo que no importa lo que estuvieras haciendo, me marearías de todos modos.
—Esa última parte salió en un suspiro entrecortado.

Apoyando su barbilla en mi cabeza, suspiró. Sé lo que quieres decir.

Sentí mi mano subir hasta su cuello, mis dedos buscando el punto de pulso allí que
hacía eco de los latidos que escuché en su pecho. ¿Quieres decir que te mareas a ti
mismo también?

260
Él se rió suavemente. Tonta. Quería decir que me dejas sintiéndome mareado también. Es
una sensación bastante extraña, estoy seguro de que voy a tener que sentirla a menudo a fin de
realmente entenderla.

Sentí su pulso acelerarse y ese pedazo de conocimiento me hizo sentir de hecho sin
aliento. Qué extraño. Es lo opuesto a mí. Cuando no estoy alrededor de ti es cuando me
siento sin aliento. Yo lo comparo a ser un pez, y tú eres mi agua.

Cuando no estoy cerca de ti, me siento como si yo no pudiera respirar. Y hay que entender la
ironía de eso, debido a que nunca en toda mi existencia he necesitado hacerlo alguna vez.

Levanté mi cabeza fuera de su pecho de nuevo y busqué su rostro. Confusión,


sorpresa y humor ante lo que él acababa de revelarme podían ser vistos claramente.
Lo que tenía que buscar se escondía en sus ojos. Parecía asustado.

Robert puso su mano en la parte posterior de mi cabeza y presionó de vuelta hacia


su pecho, suspirando con ironía. Tengo miedo. No entiendo el sentimiento, pero está ahí.
Nunca lo he sentido antes, y es emocionante y extraño y confuso, todo al mismo tiempo.
Siempre he visto el miedo en las mentes de las otras personas, pero nunca he sido capaz de
entenderlo, porque es un sentimiento extraño para mí, y por eso, yo realmente no podía
sentirlo. ¿Tiene eso sentido para ti?

Asentí con la cabeza, comprendiendo por completo. Se suponía que debía ser la
personificación de la empatía, y sin embargo no podía identificarse con el miedo
porque nunca había tenido miedo él mismo. ¿Qué tenía que temer?

No lo sé. Mucho de esto es nuevo para mí. Te he traído a mi mundo pensando que estaría
cambiando tu vida, cuando lo contrario es más cierto; tú has estado cambiando la mía de
maneras que el tiempo nunca fue capaz de hacer. Soy capaz de leer y estudiar el mundo y
todos sus habitantes... pero tú me has hecho sentir cosas que no sabía que podía sentir. Es...
extraño.

Sonreí. Ahora era la normal, la que estaba acostumbrada a sentir algo tan trivial
como el miedo, y él era el raro. Sentí su cuerpo temblar una vez más con la risa y
lance un suspiro de satisfacción.

La mano que había estado presionada contra la parte posterior de su cabeza bajó a
la parte baja de la espalda una vez más, y siguió allí, con lo que me acercó más,
abrazándome en ese momento de comprensión. Acomodé mi cara más cerca de su
cuello, queriendo oler su piel, perdiéndome en su esencia y sintiéndolo a él
mientras nos balanceábamos lentamente al ritmo de la música que no podía oír
porque su voz estaba en mi mente... y era el único sonido que quería escuchar de
nuevo alguna vez.

261
Extraños Sucesos

Traducido por *Nightwalker2711*

Corregido por Mari Cullen

L
a felicidad siempre es corta. Leí eso una vez en una galleta de la Fortuna.
Nunca pensé que eso se me pudiera aplicar, dado que felicidad no es
exactamente un sentimiento con el que esté familiarizada, pero el hecho de
bailar en los brazos de Robert término siendo tan fenomenal como podría ser en ese
momento, y al igual que esas pequeñas migajas de papel lo habían predicho, el
momento no duró mucho.

—¿Podemos bailar, hermano? —Preguntó una voz suave y sedosa detrás de mí, y
en el instante me puso rígida cuando, de golpe, la reconocí.

Robert disminuyó la presión sobre mí, disuadiéndome para darme la vuelta, lo cual
hice, lentamente, y vacilando.

—¡Sam! No veo por qué no. Le prometí a Ellie bailar la próxima pieza. —Dijo
Robert.

Yo no quería ir. Miré sus caras y supe que ambos sabían que yo de verdad no
quería. Pero ninguno de ellos tuvo el valor de atreverse. Estúpida etiqueta de ángel.

—Muy bien, vamos a bailar. —Murmuré.

Sam tomó mi mano y la colocó sobre su hombro, agarro mí otra mano y la levantó,
luego empezamos a bailar, girando en grandes círculos, sus pies moviéndose con
bastante rapidez, y los míos tropezando para no caerme.

Él sonreía resplandeciente y yo estaba segura de que nadie más había visto esa
sonrisa, y pensado que era la vista más hermosa que jamás habían tenido, para mí,
se veía igual que un tiburón, depredador. Sus dientes eran brillantes y afilados, y

262
hubiera apostado cualquier dinero a que si hubiera abierto la boca, hubiera visto
filas y filas de dientes a ambos lados, justo detrás de los de enfrente.

Quería presentarle a Erica. Ambos eran depredadores. Quizás, el tiburón más


grande se coma al pequeño, y luego el tiburón grande tendría un caso grave de
indigestión y cambie su dieta. Me gusta esa idea. Mi sonrisa lo reflejaba.

Él pareció tomar ese gesto como señal de bienvenida y empezó a hablar. —Quería
disculparme por mi anterior falta de tacto. No debería haber sido tan lanzado con la
información sobre la relación entre Rob y Ellie. Ellos deberían haberlo dicho, no
yo.

Asentí con la cabeza, apretando los dientes mientras lo hacía, porque no iba a creer
eso ni por un segundo. Creí que él también lo sabía hasta que empezó a hablar de
nuevo.

—Tú no… tu mente no está… eres una chica muy callada —por fin pronunció con
expresión confundida. Sabía que mi rostro reflejaba exactamente la misma
confusión porque continuó—. Supongo que ahora puedo ver por qué estas tan
fascinada con Rob. Tu cabeza está tan vacía de pensamientos que a él debe
parecerle un santuario. Está bastante… callado ahí dentro.

Abrí mis ojos lo más que pude en lo que reconocía los signos. ¡Sam no podía escuchar
mis pensamientos! Lo estaba intentando, pero siempre fallaba, “la parte vacía” en mi
mente cuando mis pensamientos se aislaban en las esquinas. Sin embargo, no podía
esperar que pensara que soy una idiota, inmediatamente me concentre en despejar
mis pensamientos completamente.

Debo de haber concentrado más energía en veme como si me estuviera


concentrando que en la concentración como tal, porque pronto, yo estaba
temblando por las vibraciones de la risa de Sam. De verdad que era molesto.

—Eres definitivamente una chica interesante. —La forma en que dijo “interesante”
sonó muy insultante.

Intenté no verme tan desesperada como me sentía y cuando me di cuenta de que


era prácticamente imposible, me rendí. —¿Por qué se supone que soy una chica
interesante?

La sonrisa de su rostro se volvió irónica. —Simplemente lo eres. Nunca hubiera


esperado que fueras el tipo de chica que Rob escogería, pero eres definitivamente
única, a tu modo.

—¿Cómo puede alguien ser simplemente interesante? Debe haber algo que lo haga
de esa manera. Como ser chistoso, inteligente ingenioso o talentoso en algo. —
Respondí.

263
Se encogió de hombros. —Eres interesante por ser quien eres.

—Y tú Sam, eres definitivamente, poco interesante. Para ser un ángel, eres bastante
aburrido.

Una vez más, empezó a reír, echando su cabeza hacia atrás, permitiendo que su
voz resonara. Y aun así era poco sorprendente. —¿Cómo puede alguien tan
hermoso ser tan… así?

Sin ánimos convertir esto en una conversación de quien es más interesante decidí
cambiar de tema. —Entonces, eres el hermano adoptivo de Robert. ¿Cómo paso? Él
nunca te había mencionado.

—En tu mundo, él seria conocido como mi protegido, mi pupilo si lo deseas. En el


nuestro, soy su hermano mayor. Es un titulo de familiaridad, que nos une, nos ata
el uno al otro en una forma que la sangre no puede. —Respondió.

Pensé en eso por un momento. Parecía un tanto ridículo que ese título solo fuera
suficiente para hacerlos hermanos. Pero el hecho de que un ángel no pudiera mentir
no podía ser ignorado tampoco. Él había dicho que Robert era su hermano.
Entonces Lark y Robert también lo eran. —Entonces, ¿también eres parte del grupo
de Robert?

Él asintió, sonriendo como si hubiera entendido lo que quería decir. —Sí, lo soy.

No había nada más que decir. Iba a tener que acostumbrarme a la idea de Sam si
tenía alguna esperanza de que de Robert se acostumbrara a mí. —Bien, entonces
Sam, yo soy Grace. Encantada de conocerte. —Di un paso atrás y liberé mi mano.

Riendo una vez más, la tomó y la estrechó con fuerza. —Encantado de conocerte,
Grace.

Insegura de cómo proceder después de un saludo tan estéril, nos miramos el uno al
otro en la mitad de la pista de baile mientras los demás cuerpos se movían
alrededor de nosotros de manera organizada, con faldas volando al viento y los
ocasionales vestidos de coctel.

—¿Te gustaría continuar con nuestro baile? —Preguntó, y sonrió de nuevo cuando
supo que respondería con un rotundo NO.

Empecé a alejarme, necesitaba refrescar mi cabeza, mi mente, cuando un par de


fuertes, pero aun así, suaves manos me sujetaron, llevándome lejos de Sam, lejos de
la multitud y lejos de la pista de baile.

Vi una mancha negra en movimiento, sentí el dorso de mi mano rozar algo áspero,
pero no podía ver quién era el que había decidido convertirse en mi salvador, hasta
unos momentos después que se me permitió sentarme y sostener mi cabeza firme.

264
—¡Lark! —jadeé. Me era muy difícil concentrarme en cualquier cosa que no fueran
mis pies pero supe que era ella por el color de su vestido—. ¿No se supone que
deberías usar un color más oscuro que la novia?

Ella soltó un bufido. —O sea, ¿Se supone que debo escuchar consejos de moda de
alguien que necesita que su novio le escoja el vestido?

Negué con la cabeza. —Él no es mi novio —eso pareció sorprender a Lark, porque
en lugar de su habitual ronquido, ella… no hizo nada—. No sé lo que él es. No sé
lo que somos. —Suspiré.

—¿Pero no es esto una cita? Podía haber jurado que seguía escuchando eso en su
cabeza. —Lark parecía desconcertada.

—Sabes, ninguna de sus otras novias parecían tener alguna duda sobre hacia donde
se dirija su relación con Robert. Pienso que quizás deberías preguntarle lo que son
ustedes dos realmente.

Le lancé un quejido. Uno muy alto y penoso. —Él me preguntó eso ayer.

—Y…

La miré, y luego desvié la mirada rápidamente cuando empecé a hablar,


avergonzada. —Le dije que éramos buenos amigos.

Como si se tratara de una tendencia reírse de mí, Lark lo hizo, se rió. —Oh Grace,
eres una idiota. Robert de verdad se interesa por ti, y ya te considera su novia. Tú
eres la única que te marcaste a ti misma. O debería decir, eres la que fallo en
marcarte a ti misma.

Fruncí el seño. Sabía que terminaría con una arruga permanente por ello, y sabría
muy bien que era todo gracias a Lark, porque no tenía otra expresión a mi
disposición para usar en su presencia.

Se echó a reír otra vez. —No te enojes, Grace. Mira, si eso te hace sentir mejor,
eres la primera persona que Robert le presenta a la familia.

La miré con curiosidad. —¿Quieres decir, a toda la familia? ¿Te refieres a ti, tu
madre, y Sam? Conocerte a ti y a tu madre… bueno, conocer a tu madre fue genial,
tu y yo obviamente trabajamos nuestra relación después del primer encuentro, pero
intentar hacerme sentir bien diciéndome que soy la primera persona en conocer a
Sam casi suena como un insulto.

Debería haberme quedado callada, porque Lark empezó a reír, una vez más. Se
abrazó a los costados, como si pensara que eso de alguna manera la ayudaría a
contener la risa. Esperé impacientemente antes de dejar que finalmente algo de su
humor se colara en mi interior.

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—Veo una sonrisa, Grace Shelley —jadeó. Vino hacia mí e instintivamente me
estremecí—. Oh por favor, ¿Aun no has aprendido a confiar en mí? —sin ningún
movimiento aparente, de repente estuvo justo a mi lado, su brazo envuelto en mi
cintura, apretándome como un novio lo haría—. ¿Sabes qué? He conocido a cada
una de las chicas con las que Robert se ha recreado, ha salido, y coqueteado. Pero
con excepción de Ellie, quien ya sabe nuestro secreto, él nunca les dijo lo que
realmente era. Nunca se atrevió. Y sí, nunca trajo a ninguna de ellas a conocer a
Sam, a quien, por alguna noción ridícula, ama como a un hermano de verdad, así
que deberías sentirte honrada, más que desconcertada y disgustada. Pero… apoyo
totalmente tú disgusto y me mantendré junto a ti en “degustación”. Juntas,
gobernaremos con absoluto “¡dis-gustamiento!”

Ahora fue mi turno de reír ruidosamente. Me tomó un momento antes de ser capaz
de hablar, pero cuando lo logré, lo hice con un tono bajo y menos divertido. —No
lo entiendo, Lark. Sam es hermoso, la visión que yo tenía en mi cabeza sobre cómo
se ven los ángeles la tenía desde antes de conocer a tu hermano…

—Entonces, ¿Por qué se te pone la piel de gallina? —Terminó Lark.

Yo asentí. —Sí, ¿por qué?

—Desafortunadamente no puedo responder esa pregunta por ti. Sólo él puede


hacerlo. Pero, Sam recibió una llamada de dos milenios, por lo que sólo se le ve en
ocasiones especiales. Alégrate de eso. El sentido humano del tiempo es mucho más
lento que el nuestro. Para ti, un mes es como un día para nosotros.

Miré detenidamente a Lark, mi cara totalmente inexpresiva. —¿Eso es todo? ¿Eso


es todo lo que me vas a decir?

Se encogió de hombros. —¿Qué? Actúas como si yo pudiera leer la mente o algo


así.

Lo hice antes de que pudiera detenerme. Sé que no debería haberlo hecho, pero
pasó y el segundo siguiente que me llevó pasar mi brazo por detrás solo un poco
para golpear a Lark en el brazo, al igual que lo había hecho con Graham, al igual
que lo había hecho con Stace, había llevado la fiesta a un punto muerto.

Lark estaba completamente sorprendida. Tenía exactamente la misma expresión


que tenía cualquiera que nos volteaba a ver, humana y ángel, parecidas. La miré,
mi labio temblaba, y sentí un gran alivio cuando me di cuenta de que ella sabía que
no lo había hecho porque quería herirla. —Creo que de hecho estoy muy halagada
por el hecho de llevar nuestra relación con tanta facilidad y familiaridad —dijo ella
con una extraña sonrisa en su rostro—. ¿Cómo está tu mano?

Me encogí de hombros. —Mi mano esta bi… ¡Mierda Santa! —mi mano se veía
como si estuviera herida. No, se veía como si estuviera completamente atolondrada

266
y muerta, colgando de mi brazo, inútil. Estaba totalmente cubierta de moretones,
tenía el dedo meñique un poco distorsionado, y la uña de mi dedo índice se había
caído—. ¿Qué diablos le paso a mi mano? —Grité, con el pánico llenando mi
interior.

Un quejido nació entre la multitud, y no sabía si era por lo que le había hecho a
Lark, o por cómo se veía mi mano. Le miré la cara, tratando de ver si todo eso era
completamente normal. Ella estaba calmada, inspeccionando mi mano con
precisión quirúrgica, sus ojos moviéndose tan rápido que me sentí mareada solo
con verla.

Sacudí mi cabeza y sabía que si mi mano no me dolía, y si ella no estaba


sorprendida por la forma como se veía, entonces la multitud que ahora nos
rodeaba, lo hacía porque probablemente yo había cometido un crimen atroz y
estaban a punto de caer sobre mí como una plaga angelical.

Escuche un murmullo alto, y en un momento increíble, la multitud de gente que


había parecido tan celestial y amenazante a la vez se separaron, irónicamente,
como el mar rojo. Pero pronto volvieron a ser una sola masa cayendo sobre mí
como un enjambre de hermosas abejas. Sólo cuando se acercaron, pude ver que no
era ira o miedo lo que sentían, sino más bien curiosidad. Por supuesto que estaban
curiosos. Yo era la rareza, después de todo.

Realmente fue un muy extraño. Yo simplemente había golpeado a alguien que


podría haberme matado antes de que cualquiera lo notara. —Oh, soy una idiota. —
Murmuré, descansando mi cabeza en la mano que tenia libre.

—Tú no eres una idiota, Grace —la voz suave que había querido escuchar —pero
que al mismo tiempo no quería— susurró en mi oído. Apartó un mechón de cabello
de mi cara y me forzó a mirarlo—. Tus instintos humanos puede que sean una
novedad para los que están aquí en situaciones normales, pero sabiendo lo que
sabes, y aun, viendo lo que hiciste… es muy interesante para ellos, especialmente al
Electus patronus que nunca soñaría con hacer algo como eso.

Tomó mi mano, apartándola de Lark, quien estaba examinando la gran cantidad de


matices que van desde un tono de azul al púrpura más profundo. —El patrón es
interesante, ¿no? Como un panal de miel. Fascinante... —él asintió con la cabeza y
extendió mis dedos, provocándome una mueca de dolor. Sacudió su cabeza, y giró
hacia mí—. No gritaste. —La multitud que nos rodeaba murmuró en respuesta.

—¿Se suponía que lo hiciera? Lo haré si te hace sentir mejor. —Abrí mi boca
articulando las emociones que usaría para producir un grito.

Un par de arrugas idénticas se formaron en las esquinas de sus cejas, con un


profundo seño entre ellas. —Con moretones como estos deberías estar sintiendo un

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dolor intenso, Grace. Mírate la mano. —La sostuvo justo enfrente mío esperando
que la impresión me hiciera volver a la realidad.

—No me duele. —Respondí al fin.

Hizo una mueca de disgusto con la boca y lanzó un gruñido una vez que escuchó
mis pensamientos. Y otro más cuando se dio cuenta que yo sabía que no le había
gustado. Bueno… realmente era hermoso…

—Grace, ¿Entiendes lo verdaderamente extraño de la situación? —Preguntó


Robert.

El tono de su voz me hizo analizar la situación por un momento, liberando el


agarre de mi mano. —“Extraño” es un término relativo, ¿no crees? Quiero decir,
estoy de pie en la mitad de la celebración de un matrimonio de gente que trabaja
para criaturas míticas que ni siquiera se suponen que deberían existir. Fui
atropellada por un carro y dada por muerta, y aun así aquí estoy, viva y bien.

—Con la mano morada —Dijo Robert, agarrando mi muñeca como si quisiera


darle fuerza a su punto.

Solté su agarre y continué: —Viva y bien y usando un vestido. En mi mundo, ese


último hecho es el epitome de lo extraño. ¡Aparezco con una mano morada
cualquier día de la semana, entonces no, no entiendo lo extraño que es porque justo
ahora, la única cosa que me parece extraña es por qué sólo estas mirando en lugar
de estar curando! —escuché algunos rumores de aprobación en el público que nos
rodeaba, y esperé, esta vez con mi mano colgando justo frente a su cara—. ¿Vas a
ayudarme, o tengo que pedirle a tu mamá que lo haga? Sé que ella puede curarme
un poco, y si no estoy gritando de dolor, no puede ser tan malo.

—¿Tal vez olvidó cómo? —Dijo una voz suave que reconocí como la de Sam.

Quizás porque era Sam quien lo había dicho, quizás porque lo dijo enfrente de
tanta gente, empecé a sentirme un poco culpable por volver a Robert un objeto de
burla cuando en realidad fue mi propia estupidez lo que me provoco estar en este
desastre en primer lugar.

Lo miré, no queriendo ver vergüenza o dolor en sus ojos… o peor, nada en


absoluto. En lugar de eso, estaban aguados, radiantes y estaba sonriendo.

Te doy un golpe bajo, y tú estás preocupada por cómo me siento. No creo que merezca tenerte
en mi vida, Grace, pero es algo por lo que estoy agradecido.

Liberé mi mano de su agarre, esta vez de forma amable. —¿Podrías arreglar mi


mano, por favor? —Contuve mi aliento y la besó, comenzando por la punta de mis
dedos y moviéndose hacia algo que parecían uvas pero que en realidad eran mis

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nudillos. Ladeó mi mano y sopló en mi palma. Su cálido aliento me hizo temblar y
pensé que esa reacción sí era extraña. Extraña en verdad.

Cerró mi mano y observé maravillada como los colores parecían desvanecerse —


como pintura— de mi mano. Era como mirar un caleidoscopio, las formas
cambiantes, los patrones y los colores perdiéndose debajo de mi piel. Cuando el
último morado hubo desaparecido totalmente, una erupción de aplausos nos rodeó.
Los halagos y elogios de todos a nuestro alrededor eran un testamento del Don que
él poseía.

Miré a Robert, segura de que estaba complacido con la reacción de la multitud,


pero en lugar de eso, se veía molesto. Incluso asustado. —Robert, ¿Qué pasa?

Me atrajo hacia él, y me arrastró hacia algo. ¿O era alguien? No, era ambas. Era una
silla de ruedas.

—Ellie, Grace y yo tenemos que irnos ahora. Vine a decirte adiós, pero antes de
eso, quería decirte que has impactado mi vida en muchas maneras. Tú fuiste mi
primera amiga humana me has dado algo que no había sido capaz de ganar por mí
mismo, y siempre estaré agradecido de haber conocido a una persona como tú. —
Se arrodilló sobre ambas rodillas, se inclinó y la besó. Me di la vuelta, dado que era
un momento muy privado para observar. Le estaba diciendo adiós, y yo sabía lo
que significaba. Lo que sea que ellos compartían desde ahora, yo no iba a
quitárselos con mis sentimientos, celos o incomodidad. Me odiaría a mi misma por
eso.

Fue entonces cuando sentí la mano de Robert acariciando la mía, me di la vuelta


para decir mi propia despedida. Y las lágrimas que no sabía que estaban ahí —que
no esperaba— de repente empezaron a salir. —Gracias Ellie por cuidar de Robert
durante todo este tiempo. —No sabía que mas decir.

Ella levantó sus brazos hacia mí, y yo corrí hacia ellos, permitiéndole abrazarme,
aliviarme. Si no sabía que ella estaba visionando su destino, hubiera encontrado la
situación bastante irónica, pero lo sabía muy bien. En lugar de eso, sentí una
tristeza egoísta que nunca lograré escuchar de las cientos de historias de ella junto a
Robert que sabía que había guardado en su aguda mente.

—Gracias Grace por asegurarme que Robert ha encontrado por fin su hogar —
susurró en mi oído con voz suave. Intenté escuchar algo más, pero sabía que —
incluso si no podía— cada palabra quedaría grabada en mi mente, la marca del
primer recuerdo, como ella lo llamaba. Me besó en la frente, al igual que una
abuela lo haría, y luego me soltó. Miró a Robert, quien aún estaba arrodillado, y
sonrió—. Entonces, ¿Sam me va a llevar a casa?

Él asintió, sonriendo tristemente. —Sí, no tienes nada de qué preocuparte esta


noche.

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Ella asintió, su rostro lleno de paz. —Eso es bueno, estoy harta de preocuparme.
Especialmente de ti. Se feliz Robbie. Y cuida de ella. Es especial. Puedo decirlo con
solo mirarla —cuando me guiñó el ojo, no pude evitar reír y devolverle el guiño.
Eso era exactamente lo que ella quería, me miró fijamente con aquellos ojos azules
radiantes como estrellas—. Adiós Grace. Que la vida siempre te traiga felicidad
inesperada.

Confundida, le pregunte por qué.

Se agitó, en lo que Robert me empezaba a apartar, pero su voz resonaba detrás de


mí. —Porque eso es exactamente lo que es el amor, querida.

Y continúe observándola, aún cuando Robert me alejó, hasta cuando ya no pude


ver su cara entre la multitud. Quería liberar mis manos y correr de vuelta hacia ella,
para hacerle más preguntas, para estar ahí cuando llegara su tiempo… para hacer
algo más que alejarme, sabiendo que jamás la volvería a ver.

Al acercarnos al estacionamiento, Robert disminuyó el ritmo buscado entre los


coches el que nos había traído hasta aquí, y al encontrarlo, tocó el vidrio. Noté un
movimiento en la parte de adelante y me di cuenta que el conductor estaba
dormido.

—¿Por qué no entró a la fiesta? —Pregunté, sorprendida de que no lo hubieran


dejado entrar.

Robert sonrió amablemente. —Porque él solía salir con Hannah, y eso hubiera sido
muy incomodo y extraño, ¿no crees?

Asentí. —Bastante.

El conductor —quien más tarde me entere se llamaba Thomas— salió del asiento
de conductor y abrió la puerta de pasajeros para nosotros. Le di las gracias y entré,
murmurando para mí misma lo innecesario que esto era, es decir, tener a alguien
más que te abra la puerta cuando tienes dos… no, cuatro manos perfectamente
útiles que lo podían haber hecho por ellas mismas.

Tan pronto como la puerta se cerró y el conductor estuvo dentro, nos pusimos en
movimiento. Para mí, se sentía como si estuviéramos huyendo. Y eso no me
gustaba. Había estado haciéndolo por mucho tiempo, y sabía perfectamente que los
problemas te seguían a donde quiera que fueras.

—Robert, ¿por qué teníamos que irnos? —miré el reloj en el tablero de la consola,
notando que decía las diez y quince—. Todavía tenemos más de una hora...

270
Su cara de veía tan relajada que pensé que obtendría alguna respuesta que me
ayudaría a aclarar alguna de las preguntas que tenia. En lugar de eso, lo que obtuve
fue: —Gracias por la información, Capitán sabelotodo.

Lo miré, disgustada por su pobre intento de sarcasmo. Tan enojada que ni siquiera
me detuve a reflexionar sobre la respuesta que estaba tan acostumbrada a escuchar
cuando simplemente lo dije: —De nada, General-sin Mierda.

A juzgar por el ritmo de su respiración, sabía que esa era la última cosa que él
esperaba de mí, lo cual significa que mi mente se había desbloqueado a sí misma
una vez más, dejándolo desubicado. Era eso o que estaba en alguna esquina con los
restos destruidos de algún otro pensamiento en el que yo realmente me estaba
concentrando mucho. Yo estaba en la esquina ganadora. Y no me estaba rindiendo.

—No creo que ese sea el lenguaje de una dama. —Dijo al fin, con voz suave, sus
ojos, fríos como el hierro.

Crucé mis brazos sobre mi pecho, lista para esta ronda. —No me importa si es de
una dama o no. Fui provocada por alguien que no está actuando como un
caballero, así que no creo que sea necesario que actúe como una dama.

—Soy un verdadero caballero.

—No es de un caballero arrastrar a su cita fuera de la recepción de una boda antes


de que tuviera tiempo para despedirse de la novia y el novio. Es grosero y
completamente egoísta, así que te sugiero corregir tu propio comportamiento antes
de empezar a criticar el mío. Y otra cosa, tampoco es un comportamiento angelical.
—Le reclamé, y cruce mis brazos, furiosa y dolida por haber acabado mi noche sin
explicarme porque.

Me miró furioso, con ojos que se veían más duros con cada respiración que flotaba
entre nosotros. —Lo que sabes sobre lo que es y lo que no es un comportamiento
angelical no alcanza ni siquiera para llenar un capitulo de una enciclopedia que
contenga la historia completa de este mundo.

—¿Y de quien sería la culpa? Eh, Sr. No-Puedo-Decirte. Sin embargo está bien,
porque las enciclopedias ahora vienen en forma de disco y solo hay una de esas. —
Dije aturdida, y me sentí muy bien por hacerlo.

Me miró molesto, pero ni siquiera me moví. —¿Por qué nos salimos? —Pregunté
de nuevo.

Silencio.

—¿Thomas? ¿Podrías devolver el auto por favor? Me gustaría regresar a la fiesta —


Dije en voz alta, todo el tiempo mirando a Robert.

271
—¿Sr Bellegarde? —Dijo una voz dudosa desde el asiento del conductor.

Aunque no dijo nada, sabía que le había dicho algo al conductor porque no
regresamos a la fiesta. En lugar de eso, aceleramos.

No puedo creer que estes huyendo de mí. Eso pareció suavizar la dureza de sus ojos. Su
postura rígida se relajó. Eso era un comienzo. ¿Por qué nos fuimos tan temprano,
Robert? ¿Qué era tan malo?

Me miró y deslizó sus dedos por su cabello. Observé cómo se hacían pequeños
espacios a través de las fibras de cabello y sentí un cosquilleo en mis dedos por
querer acariciarlo. Aún con lo enojada que estaba, todavía me afectaba
profundamente; tuve que multiplicar mis esfuerzos para concentrarme en el motivo
de mi rabia porque de otro modo me convertiría en otra de esas locas enfermas que
se derriten por él en la clase de Francés.

Lo escuché. Conocía ese sonido porque era el único sonido en todo el carro. Era el
sonido que me había hecho olvidar por un momento que estaba furiosa con el por
sacarme tan rápido.

Una risa.

—Grace, algunas veces pienso que tu mente simplemente no está equipada para
manejar todo lo que piensas y almacenas.

Lo miré iracunda. —Insultar mi mente no va exactamente a hacerte ganar puntos


conmigo, Robert.

Suspiró, riendo una vez más, luego volvió a suspirar. Se inclinó y agarró mi mano.

Mierda, había olvidado mantenerlas fuera de su alcance. Esta vez rió. —Grace,
lamento que hayamos dejado la fiesta tan pronto. Si te hace sentirte mejor, entérate
que conozco a Hannah desde que nació, y la última cosa en lo que estaba pensando
era en nuestra partida sin decirle adiós.

Retiré mi mano, pero esta vez sin rabia. —¿Ya no importa o sí? No vamos a volver.
—Sentí que mi labio inferior temblaba ligeramente.

—No, no vamos a volver. —Dijo suavemente, acercándose a mí, sus movimientos


lentos para que pudiera ver lo que estaba pasando.

Me alejé. —¿Entonces me llevarás a casa?

Era como un juego de tira y afloja. Él tiró. —Te llevo a mi casa.

Él iba a ganar el juego, porque no me moví. —¿Qué quieres decir con que me estás
llevando a tu casa?

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Se acercó lo más que pudo, y de vedad que era bastante cerca, antes de responder a
mi pregunta. —Quiero decir, que te llevo a ver mi casa. Has expresado algunas
dudas sobre si existe o no, ¿verdad?

—¡Claro!, ¡a tu hermana! —¿Cómo se habrá enterado?

—Ángel. —Dijo, como si esa fuera la respuesta a todas mis preguntas.

Volteé mi cabeza, no queriendo ver sus ojos, no queriendo ver esas hipnotizantes
líneas en su rostro, que sólo aparecían cuando estaba feliz. Perdería mi tren del
pensamiento si miraba sólo una vez. Estaba segura, tan segura de cuál era mi
nombre.

Escuchando mis pensamientos, lo escuche alejarse, soltando mis manos. Sólo


cuando sentí que era seguro mirar, lo hice. Su cara estaba a menos de un centímetro
de la mía.

Te tengo.

De gran impacto, fuego liquido, caliente y fluyendo, me golpeó en ese lugar del
estomago en donde no existe la comida, pero sí hay algo más. Ese sentimiento que
te provoca mariposas en el estomago. No creo que tenga nombre, solo sé que está
ahí, todavía no me era familiar, pero sentía como si estuviera hirviendo, listo para
extenderse a cualquier momento. Sabía que estaba fallando mi respiración porque
me estaba sintiendo mareada, y no creía que fuera capaz de recordar cómo respirar
normalmente hasta que estuvo a una distancia segura.

—Robert, estas demasiado cerca, necesitas darme más espacio. —Jadeé.

Sacudió la cabeza, y se retiró un poco. Susurre un “Gracias” y respiré


profundamente, sintiéndome aliviada y triste al mismo tiempo. Robert frunció el
ceño confundido. —¿Qué te pasa, Grace.

—No sé cómo explicarlo. ¿Puedes deducirlo leyendo mis pensamientos?

—Si no puedes entender tus propios pensamientos, ¿cómo se supone que debo
hacerlo?

Suspiré, sabiendo que estaba en lo correcto. Había rechazado su cercanía, y aun así
necesitaba sentirlo, sentir que estaba ahí en una forma física, sin importar lo
confundida que pudiera parecer.

Aceptó mi mano, sin rechazarme cuando entrelacé nuestros dedos, y aceptó mi


suspiro de satisfacción cuando el coche disminuyó la marcha y entró en un camino
de muros a ambos lados.

273
Era inusual, por no decir menos. La mayoría de las casas estaban cercadas con
madera, si es que estaban cercadas. Pero eso no era lo que hacía que el muro
resaltara. Eran los colores lo que lo hacían. Aun en la oscuridad, podía decir lo
brillante que era el blanco, como el color de la nieve recién caída. —¿Está pintado?
—Pregunté, sin quitar la vista del gran blanco expandiéndose para rodear el carro.
Era realmente alto. No era buena en la medición con la vista, pero no me cabe
duda de que era más alto que yo.

—No, no está pintado, y mide metro y medio. —Dijo Robert respondiendo a la


pregunta que nunca formulé.

Miré hacia el frente del vehículo para ver hacia donde nos dirigíamos y para ver si
el muro blanco terminaría alguna vez. Reí fuertemente, asustando al conductor, lo
que hizo que detuviera el coche. Donde terminaba el muro había dos estatuas. De
ángeles soplando unas trompetas, usando unas túnicas.

—¿Estas bromeando? —sabía que mi risa aumentaba en sonido y en cualquier


segundo estaba segura que me doblaría por la mitad, pero la ironía era demasiado
grande para manejarla. Cuando habíamos pasado las estatuas, y cruzado una
puerta de hierro forjado que no había visto, me enjuague las lágrimas que habían
surgido con la risa espontánea—. ¿Por qué tienen estatuas de ángeles en la entrada?

Él sonreía divirtiéndose por el hecho de que yo encontrara divertida la situación.


—¿Demasiado obvio? —asentí, tratando de contener la risa desenfrenada que se
había apoderado de mi cuerpo—. Bueno, es el hecho de que es tan obvio lo que
trabaja para nuestra ventaja. Aparte de unas pocas diferencias, no nos vemos muy
diferentes de los humanos, ni tampoco nos comportamos muy diferente.
Básicamente “ocultos a plena vista " —Dijo, con voz muy satisfecha, como si se
tratara de un gran golpe.

—Sabes que las diferencias entre nosotros están lejos de ser sutiles. —Comencé.

—Por un lado, sus ojos no son humanos. Nadie tiene los ojos como los de ustedes.
Luego están sus caras. Son perfectas. Nada es demasiado de esto o aquello. Todo es
proporcionado simétrico. De alguna forma, su voz logra colocar a todos alrededor
en algún tipo de trance. Sé que no lo hacen a propósito. Solo… lo hacen. Lark lo
llama “encanto”. Cuando hablo, la gente se cubre los oídos y huyen gritando, pero
contigo, ellos saltarían de un puente en la ropa interior de sus abuelas si dijeras que
es algo interesante a la vista.

Al fin sonrió por eso último, y luego presionó su mano contra mi boca. —Shhh, ya
llegamos.

El coche se detuvo en frente de una inmensa casa. Había una sencilla puerta azul.
Estaba flanqueada por dos candelabros de hierro forjado que resplandecían. Robert

274
esperó hasta que el conductor puso el coche en el estacionamiento, y abrió la
puerta, no queriendo esperar a que el conductor lo hiciera.

Aún sostenía mi mano, y me llevó a través del asiento hasta afuera del coche, mis
pies aterrizando en el concreto. Me tomé mi tiempo observando la casa. Era de dos
pisos, con dos grandes ventanales al frente, uno en cada lado de la puerta. En el
segundo piso había lo que parecían oscuras persianas azules con cristales y otra
ventana justo sobre la puerta.

Por alguna razón había algo extraño, tal vez era esa ventana que parecía fuera de
lugar, a diferencia de las otras, ¿tal vez porque se extendía hasta lo que podría ser el
garaje?

Robert tiró de mi mano. —¿No quieres ver lo que parece en el interior?

Negué con la cabeza, de repente me sentía muy nerviosa.

Me miró, perplejo. —¿Por qué?

—Porque estamos solos. —Le dije con timidez. Lo que parecía agradarle mucho,
porque me deslumbró con una sonrisa brillante.

—Tienes mi promesa de que voy a comportarme como un caballero, Grace.

Y, sabiendo que estaba diciendo la verdad, acepté la mano que me ofrecía con
gusto y nos adentramos por la puerta azul.

275
Debilidades

Traducido por LizC y kuami

Corregido por ginabm

M
i visita guiada a la casa de Robert se había llevado a cabo como si fuera
una compradora potencial, y él un agente en busca de ganarse una
abultada comisión. Abrillantaba poéticamente todo, desde los pisos
hasta el techo; incluso elogio los interruptores de las luces. Terminamos la visita en
la cocina, y estaba muy impresionada con ella; parecía más grande que toda la
mitad inferior de mi casa.

—Este es exactamente el tamaño de la cocina que creo que sería necesario para
alimentar a Graham —bromee, a sabiendas de que incluso la cafetería de la escuela
probablemente no era rival para su afición por comer—. ¿Qué te parece? —Me
volví hacia Robert y espere su respuesta.

No estaba allí. —¿Robert? ¿A dónde te fuiste?

Caminé por un pasillo estrecho que asumí era la despensa del mayordomo, y
termine en el comedor. Ignore los muebles en la sala, ya habiéndolos visto a través
de la sala de estar, y dirigiéndome hacia allí. —¿Robert?

Me paré en medio de la sala de estar de los Bellegarde, rodeada de sofás blancos y


mesas de cristal, y no podía dejar de mover la cabeza en la imposibilidad de la
misma. —Robert, ¿a dónde fuiste? —Llamé de nuevo. Miré el reloj digital que
brillaba en la caja de plata que me di cuenta era la caja de cables, y jadee.

—¡Robert! ¡Tengo exactamente tres minutos para llegar a casa! ¡Baja aquí, ahora
mismo! —Grité.

Cuando el siete digital se convirtió en un ocho, corrí hacia la puerta, lanzándome a


abrirla cuando llegué allí, y salí corriendo. No sabía a dónde iba. Lo único que
sabía era que estaba a dos minutos de estar en serios problemas, y tendría que ir allí
a pie.

276
Corrí hacia la verja, saltando en un pie cuando me saque mis sandalias. Las lancé a
través de las barras, me subí la falda del vestido, y comencé a subir. Estaba casi en
la cima, cuando alguien forzó mis manos. —¿Qué?

Un par de brazos estaban alrededor de mi cintura, y el suelo estaba más y más lejos.
Y entonces, todo lo que podía ver eran los árboles. Me retorcí frenéticamente,
buscando con mis brazos, mis manos arañando. —¿Robert?

—¿Sería alguien más?

Suspiré y me relaje. Luego grité, porque estaba cayendo. —¡Robeeeeeert!

Con un sonoro “umf”, aterricé en sus brazos. Instintivamente, me sujeté a él, mis
brazos encerrándose alrededor de su cuello, mi cara presionada fuertemente contra
su pecho. —Lo siento. Necesitaba un mayor agarre sobre ti y tú te estabas
retorciendo demasiado. —Murmuró en mi oído. Podía sentir sus suaves labios
sobre mi cabello, y sabía, sólo sabía que estaba sonriendo.

—Creo que mi corazón cayó en algún lugar por encima de tu camino. —Murmuré
en su camisa. Se rió en voz baja, acariciando mi cabello mientras lo hacía.

Ninguno de los dos habló durante un rato después de eso; el único sonido que oía
era la ráfaga de viento cerca de nosotros a medida que viajábamos a una inmensa
velocidad. Cuando finalmente habló, se rió en voz baja, acariciando mi cabello
mientras lo hacía. —Ya casi llegamos.

Estaba a punto de preguntarle qué quería decir cuando me di cuenta de que ya no


estábamos moviéndonos. Puso mis pies en el suelo, sin desenvolver mis brazos de
su cuello, y poniendo mis sandalias en mis manos. Me dio una mirada una vez
más, y luego se volvió a mí alrededor. Estábamos de pie en la puerta de mi casa.

—¿Qué tan rápido íbamos? —Jadee.

—Rápido. Muy rápido. Ahora abre la puerta antes de que me conviertas en un


mentiroso. —Puso una mano en mi cabello, y luego la quitó muy rápido.

Abrí la puerta, volviéndome para mirar detrás de mí, pero no había nadie allí.

—¿Robert? —Susurré.

—¡Entra a la casa!

—¡Cobarde! —Susurré. Para echar una mirada más detrás de mí, y luego cerrar la
puerta.

—Grace, ¿eres tú? —Oí que alguien llamaba.

277
—Sí, papá, soy yo.

Oí los resortes de la silla dar paso, y me volví para ver a papá de pie en su bata en la
parte inferior de las escaleras. —Bueno, estás en casa a las doce en punto. Ese
Robert es muy puntual...

Sonreí con timidez. —Sí. Sí lo es.

—Entonces, ¿dónde está? No sólo te dejó y se fue, ¿verdad?

Negué con la cabeza, incapaz de conseguir que mi lengua cooperara y de hecho


formara las palabras que sabía que serían una mentira.

Papá me miró a la cara, luego miró a la puerta. —Entonces, ¿qué pasó con él? No
lo golpeaste, ¿verdad?

Comencé a reírme, el sonido empezó a salir en jadeos histéricos, y rápidamente


tapé mi boca con mi mano. Mi mano derecha. Mi mano, sin-yeso que se suponía
que estaba rota.

—¡Perdiste tú yeso! —gritó papá, señalando con sus dedos a la evidente falta de
yeso en mi brazo—. ¿Por qué está fuera de tu brazo?

Traté de pensar en alguna buena excusa, pero mi boca se movió antes de que mi
cerebro comenzara a funcionar a toda marcha. —Robert lo quitó —al ver su cara
sorprendida, rápidamente agregué—, está perfectamente bien, papá. ¿Ves? Puedo
usarlo, no me duele ni nada. Creo que los rayos X se equivocaron y me pusieron el
yeso antes de tiempo. —Incliné mi brazo y moví los dedos delante de él, como si
eso fuera suficiente para convencerlo.

La cara de papá era de un tono muy distinto del rojo rosado. Más tarde busqué el
nombre del color y descubrí que se llamaba pardo rojizo. —¿Él te lo quitó? ¿Con
qué?

Eso me dejó perpleja. Abrí la boca para decir algo, cualquier cosa que no fuera la
verdad, y sin embargo, aún así salió. —Con sus dedos. —¿Por qué no podía decir
una mentira? Apreté mis dientes, no queriendo decir otra palabra, sin importar lo
que me preguntara.

—Grace Anne Shelley, este no es momento para bromas. ¿Dejaste que cortara ese
yeso y lo sacara fuera de tu brazo?

Negué con la cabeza, obligando a mi mandíbula a permanecer cerrada.

—Voy a llegar al fondo de esto, Grace. Esto es muy grave. Si tu brazo todavía está
roto…

278
—¡Pero no lo está! —Protesté, una vez más moviendo mi brazo alrededor para
demostrar que no lo estaba.

Sacudió la cabeza y señaló hacia las escaleras. —Ve arriba. Voy a pedirte una cita
para mañana, para ver a tu médico y averiguarlo por mí mismo.

No me molesté en tratar de decirle que mañana sería domingo. Simplemente hice


lo que me dijo, y maldije en silencio a Robert por haberme dejado a mi suerte
después de evitar mis preguntas, al mismo tiempo. Quería pisar muy fuerte, pero no
quería despertar a Janice. Quería hacer muchas cosas, pero simplemente abrí la
puerta de mi dormitorio y entré, cerrándola detrás de mí.

El suave resplandor de la luna me permitió la suficiente luz para hacer mi camino


por la habitación. Arrojé las sandalias que se encontraban todavía en mi mano —la
mano que probablemente me había conseguido castigar porque no estaba rodeado
de yeso— en el suelo junto a la cama y camine hasta mi tocador. Saqué unos
bóxers y una camiseta y los arrojé sobre la cama detrás de mí. Me senté a los pies
de mi cama, y miré hacia el espejo.

—¡Gaaaah! —Chirrié.

El suave brillo blanco no venía de la luna. Venía de la persona que estaba sentada
en mi cama, y quien se veía demasiado cómodo para mi gusto. Salté fuera del
colchón, dando la vuelta y quedando de espaldas a mi vestidor, mi corazón latía
con fuerza en mi pecho. Miré a mi ventana. Estaba cerrada todavía. —¿Cómo
llegaste hasta aquí? —Susurré.

Señaló a la ventana.

Miré de nuevo. Esta vez pude ver que estaba entreabierta. —¿Hiciste esa cosa de la
neblina? —Susurré, mi aliento saliendo en ráfagas cortas. Él asintió con la cabeza, y
luego sonrió.

¿Por qué estás susurrando?

—¡Porque no quiero que mi papá escuche! —susurré con ira—. ¿Por qué estás aquí?

Quería pedir disculpas.

—¿No podrías haber esperado hasta mañana? —cuando él negó con la cabeza,
agregué—, ¿o por lo menos hasta que me haya cambiado de ropa?

Levantó las cejas, la expresión de su rostro era de confusión.

—Voy a ir a cambiarme en el baño. —Murmuré.

279
Lo dejé sentado en mi cama, teniendo cuidado de no abrir demasiado mi puerta. La
cerré y me metí al baño. Después de cerrar la puerta y encender la luz, eché un
buen vistazo a mi reflejo.

Mi cabello se veía inmaculado. Ni un solo pelo fuera de lugar. Recordé que él había
tocado mi cabeza, y suspirado. Había tratado de hacerme quedar tan presentable
como era posible, sabiendo que papá estaría allí esperándome. También sabía que
su presencia cuando papá descubriera que faltaba mi yeso no habría ayudado en lo
más mínimo.

Maldición.

Me había dejado sola en mi puerta para protegerme. —Ugh. Demasiado perfecto


—murmuré para mí misma—. Demasiado malditamente perfecto.

Decidiendo que permanecer en el baño no sería exactamente una buena idea,


empecé a cambiarme. Fue una lucha conseguir que la cremallera en la parte
posterior del vestido bajara, pero me las arreglé para tirarla hacia abajo lo suficiente
para que el vestido se viniera abajo con unos cuantos tirones.

Una vez que había ganado la batalla con la cremallera, fui capaz de cambiarme
rápidamente. Me quite la joyería y, después de cepillarme los dientes y lavarme mi
cara, corrí a mi habitación. Cerré la puerta suavemente, y me volví para encarar a
Robert.

Él sonrió ante mi ceño fruncido.

Te ves hermosa enojada. Y lo siento.

Mi mandíbula cayó abierta. —No trates de endulzarme, Robert. No estoy de


humor. —Tiré el corsé y el vestido en su regazo, y luego me agaché para recoger las
sandalias que había arrojado sobre el suelo, y las coloqué en su regazo también.

Luego me senté a los pies de la cama, crucé mis piernas, y me enfrenté a él.

—Está bien. No más huidas, Robert. ¿Vas a contestar a mis preguntas?

Sí.

—¿A todas ellas?

Sí.

Satisfecha, me relajé. —¿Por qué dejamos la recepción antes de tiempo?

Me sentí incómodo.

—¿Te sentiste incómodo? ¿Por qué?

280
Porque no quería una audiencia mirándome; no me gusta tener personas viendo lo que puedo
hacer por los demás.

Podía sentir las arrugas en mi frente mostrando confusión. —¿Pero por qué?
¡Tienes un Don, Robert! Es como dijo Ellie; eres especial, incluso entre tu propia
clase.

Mi capacidad de curación puede ser vista como un regalo para ti, Grace, pero para mí, es casi
como una maldición.

Lo miré fijamente, mi mente no comprendía lo que acababa de decir. No tenía


sentido para mí que la capacidad de curar a alguien de alguna manera pudiera ser
una cosa mala.

No puedo sanar a todos, Grace, y no sé a quién puedo o no puedo curar hasta que lo intento.

—Pero me curaste. Lo hiciste tres veces. ¿Estás diciendo que podría haber un
momento en que no serás capaz de hacerlo?

Sus ojos se veían rígidos. Espero no tener que averiguarlo.

—Pero eso podría suceder.

Él asintió con la cabeza, una repentina tristeza cubrió su rostro.

Miré a mis manos en mi regazo. —¿Y es por eso que sientes que es una maldición?
¿Debido a que podrías no ser capaz de curar a alguien? Porque si lo es, es una razón
muy tonta.

No puedes empezar a comprender la inmensidad del sentimiento de impotencia que es, saber
que tengo esta increíble habilidad y no ser capaz de usarla para salvar a un niño, un padre,
un amigo por la sencilla razón de que era su tiempo.

La forma en que dijo amigo me hizo pensar en Ellie. —Querías ayudar a mantener
a Ellie viva...

Él asintió con la cabeza. Si hubiera podido mantenerla con vida durante otro siglo, lo
habría hecho.

Levanté mi cabeza para mirarlo. —¿Cómo la mantuviste con vida hasta esta noche?

No lo hice. Alguien más lo hizo.

—¿Quién? —Pregunté. Si había alguien más que podía mantener a alguien vivo,
aunque fuera por un día más, seguramente sabría cómo moverse por todo el
problema de “su tiempo”.

No puedo decirte quién fue.

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—Pero dijiste que ibas a responder a todas mis preguntas. —Jadee.

No puedo contestar esta pregunta. Hice la promesa de que no iba a revelar quién fue, y no
puedo romper esa promesa.

—Estúpidos protocolos de ángeles... —Murmuré.

Oí eso.

—Bien.

¿Tienes más preguntas?

Asentí con la cabeza. —¿Qué le pasó a mi mano?

No lo sé.

—¿Qué quieres decir con que no sabes? ¿Y por qué no me duele?

No lo sé. Esperaba que aparecieran moretones. No deberías saber lo que atacarnos haría.

—¡No ataqué a Lark! —Protesté, mis manos apretadas en puños traicionando mis
palabras.

Ya lo sé. Estabas jugando. Eso nunca estuvo en cuestión. Pero, golpeaste a Lark, esperando
encontrarte dando con la suave carne humana.

—Pero eso es exactamente lo que se siente.

Pero no lo fue, Grace. ¿Cómo puedo explicarte esto para que entiendas? Cuando nos tocas,
sientes piel suave, cálida y blanda, como la tuya. Pero no cede igual que tu piel lo hace. Es
más fuerte. Mucho, muchísimo más fuerte. Con la única cosa que lo puedo comparar es con la
seda de una araña.

Incliné mi cabeza hacia un lado, porque seamos sinceros, eso sonaba ridículo. —Mi
mano no terminaría pareciéndose a un gran arándano si golpeara una tela de araña,
Robert.

No, por supuesto que no. Sin embargo, la seda de araña es la fibra natural más fuerte en el
mundo. Es más fuerte que el acero. Aunque, es flexible y suave. Mi piel, la piel de cada ángel
es así. Es como un intrincado tejido fabricado con seda de araña. El golpear a Lark, aunque
sea en juego, aunque sea suavemente, debería ser como si golpearas una viga de acero.

Lo miré, incrédula. —Pero no lo sentí así. Eso es lo que no entiendo.

Él asintió con la cabeza. Ya lo sé. No se supone que sientas que golpeas una viga de acero.
Sólo duele igual. Y sin embargo…

282
—No sentí nada.

Él asintió de nuevo.

—Vaya.

Lo sé. No lo entiendo, tampoco. La forma en que los patrones de tus hematomas se formaron
fue muy diferente también.

Me acordé de la forma en que Lark lo había descrito como parecido a un panal de


miel. Había tenido muchos rasguños y moretones cuando niña, pero no recordaba
haber tenido moretones que se parecieran a eso. —¿Me rompí la mano?

Él negó con la cabeza. No utilizaste la suficiente fuerza. Si lo hubieras hecho, habría sido
tomado por todo el mundo en la boda como un signo de agresión hacia nosotros, y eso
probablemente no habría ido tan bien.

Bueno, eso era bueno, por lo menos.

¿Qué será lo próximo?

Llevé mis rodillas hacia arriba y apoyé mi barbilla en ellas, pensando en qué otra
cosa era lo que quería saber. —¿Por qué Sam y tú son tan cercanos?

Se echó a reír, pero el sonido fue casi vacío. No te agrada Sam.

—Simplemente no me siento a gusto cerca de él. No sé por qué. Lark dijo que él
tendría que decirme que es lo que hay acerca de él que hace eso. ¿Es su habilidad o
algo así? ¿O es porque soy alérgica a los idiotas?

Su cuerpo se estremeció de risa en silencio antes de que una media sonrisa se


formara en su rostro. No estás sola en tus sentimientos, Grace. Sin embargo, Sam es un
mentor y un amigo. Él es más que un amigo. Es mi hermano en todos los sentidos de la
palabra, excepto genéticamente. Siempre ha estado ahí, ya sea ofreciéndome asesoramiento, o
simplemente apoyo cuando me he sentido perdido e impaciente.

—¿Debido a que no has recibido la llamada todavía?

Una leve inclinación de su cabeza y un suspiro me respondió.

—Así que, ¿Sam te ayuda a lidiar con eso? —Pregunté, sin realmente agradarme
Sam por ayudar a Robert a entender por lo qué está pasando, pero al mismo
tiempo, feliz de que tuviera a alguien a quien pudiera recurrir.

La amistad, entre los humanos o ángeles, podría significar la diferencia entre la


depresión y la felicidad, y no quería pensar que alguna vez mi ángel se pudiera
sentir de la manera que yo lo había hecho cuando no tenía a nadie.

283
Sí, él me ayuda a lidiar con eso. Y gracias por, al menos tratar de verlo bajo una luz diferente.
Incluso Lark se niega a hacerlo.

—Bueno, punto para la chica humana.

Robert se echó a reír en silencio. Ya estás muy por delante del juego, Grace.

Sonreí, sintiéndome extrañamente vertiginosa ante tal cumplido poco


convencional. Pero ¿qué otra cosa cabía esperar de mí, verdad? ¿No habíamos llegado ya a
abordar las consecuencias de golpear a un ángel? Conversaciones como ésta no ocurrían
con cualquiera.

—¿Cuándo se supone que se debe ir Ellie? ¿Su familia lo sabe?

Robert negó con la cabeza. Va a pasar antes de que salga el sol, pero no, su familia no lo
sabe. Su hija será informada a través de los normales métodos humanos, y Hannah la
encontrara tan pronto como Ellie haya pasado.

Sentí una abrumadora sensación de tristeza apoderándose de mí. —¿Por qué


Hannah no puede saber? Se supone que es uno de sus protectores, ¿cierto?

Sí, pero Ellie lo quería de esta manera. Quería que Hannah pudiera disfrutar de su noche de
bodas.

El gruñido que salió de mí era uno que no podía creerlo. El tono con el que Robert
había dicho “noche de bodas” hizo parecer como si Hannah fuera una vir…

Lo es.

Mi boca se abrió más ampliamente, sorprendida de que él pudiera saber tal cosa. —
¿Y cómo puedes saber algo así?

Ella me dijo.

Yo no –no podía− simplemente no podía creer que alguien compartiera ese tipo de
información con otra persona. ¡Y con el ex novio de su abuela nada menos!

Robert se echó a reír. Lo creas o no, lo hizo. Las personas tienden a vernos como sacerdotes
cuando saben lo que somos. Puede ser molesto −pero entendemos. ¿Sabes cómo me llama? ¿Lo
que hace más fácil para ella hablar conmigo?

—¿Robbie? —Por qué no, ya que su abuela lo hacía.

Ella me llama Abuelo Bob.

284
Una sonrisa se formó en mis labios y no podría ayudar, pero podría empezar a
probarlo. ―Abuelo Bob. Creo que suena bien. Podría llamarte así de ahora en
adelante.

Él rodó sus ojos con mi broma. Creo que hay otras cosas que podrías llamarme que
sonarían mucho más agradables.

Las cosas que a mí me gustaría llamarle eran demasiado familiares e íntimas para el
momento en el que estábamos. La sola idea fue suficiente para hacer que la sangre
inundara mis mejillas, un testimonio de mi vergüenza. Había marcado nuestra
relación, Lark me lo había dicho, y de todas las cosas que me habría gustado
llamarlo, se refieren a como él me llamaría a cambio, todas eran imposibles hasta
que yo hubiera tomado la decisión acerca de qué era lo que yo quería saber. Y sabía
que tenía que tomar una decisión sobre él, sobre Graham, sobre todo pronto.

Entonces, recordando la última cosa que había estado en mi mente antes de la


desesperada necesidad de llegar a casa, volví mi cuerpo para enfrentarme a él.
―¿Por qué me dejaste en la cocina?

Él apartó la mirada hacia la ventana, y vi su mandíbula sobresalir con terquedad.


Su luz blanca se volvió un marcado color púrpura.

―Robert, dijiste que contestarías todas mis preguntas ―le recordé, como si él
pudiera olvidarse―. Quiero saber, por favor.

Él volvió su mirada de acero, una vez más, fría y plana. Porque te he traído a mi casa,
te he traído a mi vida, y tú decides no hablar de un futuro conmigo, pero en cambio hablas de
alguien que rompió tu corazón, y como mi cocina le haría feliz.

Me quedé de piedra. Atónita, realmente a verdad ―De todas las tonterías… ―me
quedé en silencio mirándole, cuando al darme cuenta de lo que había pasado me
dio una bofetada en la cara―. ¿Estás celoso, Robert?

No sé cómo me siento. Nunca he sentido esta emoción antes. No estoy disfrutándolo.


Imposiblemente, con la mandíbula sobresaliendo aún más, la vena en el cuello cada
vez más gruesa por la tensión que esta nueva emoción le estaba dando. No puedo
dejar de estar enojado contigo por haber causado esto, Grace.

Me puse de rodillas y me metí en la cama con él. Le vi flaquear cuando alcancé su


la mano, pero no la apartó cuando la estreché con la mía. Él no respondió cuando
la apreté.

―Robert, no era mi intención hacerte daño o darte celos por mencionar a Graham.
Yo… yo pensé que me habías entendido hasta ahora. Quiero decir, que puedes leer
mi mente, después de todo...

285
No me miró, en cambio se centró en alguna cosa inadvertida fuera de mi ventana.
Miré el reflejo de su luz que rebotaba en el vidrio y suspiré.

―Supongo que escondo mis pensamientos mejor de lo que pensaba. ―Murmuré.


Acorté la distancia entre los dos, intentando determinar si tendría el suficiente
tiempo para acercarme antes que él saltara. Me arrastré rápidamente, hasta que mi
cara estuvo a unos centímetros de distancia de la suya. Pude ver que sus ojos eran
fríos y duros, helados con su ira, pero también pode ver el dolor y la confusión que
sentía en ellos.

―Robert, lamento que te sientas tan extraño, pero no siento lo que estás sintiendo
por mí ―le dije en voz baja, con mi corazón sintiendo un latido familiar a medida
que continué―, pero incluso si no lo hubieras sentido, no cambiaría la manera en
que me siento por ti.

Su cara estaba muy quieta, con los ojos inmóviles. Esperaba algún tipo de reacción,
nada. Después de mil quinientos años de dominar el arte del secreto, sabía que no
iba a sacar nada de él, sólo el silencio. Yo le había hecho daño sin saberlo.

Las expectativas que había depositado en él inconscientemente habían sido


demasiado altas, había dado por sentado el hecho de que mientras él era un ángel,
también era un hombre, con un corazón y una mente, y le había hecho daño
cuando no me había dado cuenta de que él había visto mis pensamientos, visto las
imágenes y los sueños que había tenido de un futuro romántico con Graham.
¿Cómo podría él no saberlo, no había visto que se trataba de imágenes que ahora veía de
nuevo, no con pesar, sino con alegría, porque el futuro en las imágenes no estaba con Graham,
sino con él?

En la reunión de esta noche Ellie había puesto un montón de cosas en perspectiva.


Yo simplemente ya no podía guardar lo que sentía en el interior, por el miedo
rechazo, sobre todo cuando existía la posibilidad de que no tendría tanto tiempo
con Robert como me gustaría. Él no sería capaz de curarme un día, y no sería
capaz de posponer mi muerte si eso era mi destino, simplemente no podría
enfrentar mi futuro si no dejaba de lado mis temores. Así, con un extraño sentido
de DejaVu, le dije las palabras que le había dicho hace dos meses a otra persona,
sólo que esta vez, no tenía dudas, esta vez sabía, no en mi corazón, sino en mi alma
que no tenía ninguna razón para la duda.

―Te amo, Robert. No tienes que responderme. No necesito escucharlo. Decírtelo


es suficiente en este momento. Decírtelo es la única cosa que me hará sentir mejor.
Te amo, Te amo, Te amo.

Puse mi mano en su corazón, y puse mi cabeza en su pecho, sin saber qué más
decir o hacer. Oí su respiración, el latido de su corazón al mismo ritmo que había

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tamborileado durante tanto tiempo, y oí la manera en que mi corazón parecía
seguirlo, al mismo tiempo que se aceleró cuando volví a pensar esas tres palabras.

Bajé la vista hacia el pie de la cama, y pude ver el pálido reflejo de los dos en el
espejo sobre la cómoda. Su luz, debilitada por sus ropas, iluminando
suficientemente mi cara para mostrar el brillo de las lágrimas que se apoyaban en el
puente de la nariz, el brillo moviéndose muy ligeramente con cada respiración
irregular que yo tomaba.

Observé cómo el resplandor purpúreo se aligeraba convirtiéndose en un naranja


intenso. Me recordó a los cristales y flores que decoraban la recepción de la boda, y
no podría creer que había pasado sólo unas horas desde que los dos habíamos
estado bailando, felices y satisfechos.

Así que enredada en mis pensamientos ya no sentía sus brazos alrededor de mí, o
sentía su mano acariciar mi cabello. Sólo fue cuando oí su suspiro, la ingesta de su
respiración a través de su pecho, que me di cuenta que ya no sólo estaba recostada
con él, sino que estaba siendo abrazada y confortada.

Lo siento, Grace.

Levanté mi cabeza para mirarle. ―No necesito disculpas, Robert, no, para nada...
Simplemente no me des la espalda. ¿De acuerdo? —Sus ojos eran más suaves. No
exactamente de acero líquido, pero no acero, y definitivamente no helados. Fue
suficiente para mí. Apoyé la cabeza hacia abajo en su pecho y cerré los ojos,
suspirando cuando él comenzó a acariciar mi cabello de nuevo.

¿Cómo de decepcionada debes estar de mí?

Negué con la cabeza. ―No estoy decepcionada ¿Cómo podría estarlo? Todavía
estás aquí; no te fuiste.

Él puso ambas manos sobre mi cabeza entonces, y la levanté para mirarle de nuevo.
Yo no sé si puedo darte todo que quieres, Grace. No sé si puedo ser todo lo que quieres que sea.
Una vez que consiga mis alas, una vez que consiga la llamada, no puedo garantizarte si podré
permanecer aquí, estar contigo. Llegará un momento en que te tendré que dejar...

Sonreí con tristeza en la oscuridad. ―Tengo diecisiete años, Robert. Lo único que
quiero es pasar tanto tiempo contigo como sea posible. Lo único que quiero es que
seas tú. No soy tan tonta como para pensar más allá de hoy. Ya no. Es posible que
te tenga para siempre, pero la única garantía que tengo, es que te tengo en este
momento, y eso es todo lo que necesito. Es por eso que no quiero perder el tiempo
preocupándome por lo que no digo, o lo que quiero decir. Porque sé... sé que
tendrás que dejarme algún día, y que sólo me queda el ahora.

287
―Eso suena muy maduro por tu parte, Grace, y deplorablemente ignorante
―gimió, hablando por primera vez―. Pero me alegro de que te sientas así. Él
acercó mi cabeza a la suya, y me besó en el cabello antes de dejarme ir, envolviendo
sus brazos alrededor de mí una vez más.

Me acurruqué en sus brazos, satisfecha y aliviada. Y valiente. ―¿Puedo hacerte


otra pregunta?

Él asintió con la cabeza, aunque fuera provisionalmente.

―¿Por qué nunca has sentido… es decir, ¿por qué ahora? ―Pensé que el resto de mi
pregunta, no era exactamente lo suficientemente valiente como para articular más
allá de eso.

―¿Por qué no he sentido celos antes? No lo sé. Quizá es porque nunca he tenido
realmente cualquier tipo de competencia antes. Eres la única persona que ha sido
en mi vida... un desafío. Y te lo dije, Grace, yo quería que vieras por ti misma mi
casa, y lo imaginaste a él en cambio. Te lo imaginaste en mi casa y no a mí. Él llena
tus pensamientos, y es difícil estar en tu mente cuando uno se siente como si ni
siquiera fuera una parte de ellos. ―Podía sentir la tensión en su cuerpo y el dolor
que se mezclaba con sus palabras, y me odié por ser la causa.

―Robert, Graham ha sido una parte de mi vida desde que estábamos en pañales.
Cualquier cosa, dondequiera que mi vida me lleve, creo que él siempre será una
parte de ello. Siempre lo he sabido… ―mordí el interior de mi mejilla mientras
procesaba lo que acaba de decir, un pensamiento formándose en mi mente―, y creo
que, por eso dolió tanto cuando me rechazó, sabía, suponía que iba a estar en mi
vida. Tal vez no de esa manera, la forma en que pensé que quería en ese momento,
pero de alguna forma, y con él, simplemente si no estaba allí en absoluto era como
si un pedazo de mí se hubiera perdido.

Levanté la cabeza de nuevo para poder ver su cara, mirar en sus ojos cuando
continué: ―Lo sé ahora, sé que se supone que él está en mi vida, pero nada más
que como un amigo. Lo quiero. Nunca dejaré de amarle, incluso cuando él rompió
mi corazón, pero si no, creo que todavía estaría sentada en casa, suspirando por él,
mientras él continuaría saliendo con Erica a mis espaldas.

La cara de Robert, que me había parecido tan dolida hace apenas unos minutos,
ahora llevaba una sonrisa de suficiencia. Él cambió de posición, haciéndonos rodar
a los dos hasta que ambos estuvimos en nuestro lado uno frente al otro. Creo que tú
y yo habríamos terminado aquí. Él levantó la mano para peinar un mechón de mi
cabello detrás de mi oreja, torciéndolo con dulzura. De cualquier manera, me
alegro de que Graham fuera demasiado ciego para ver qué era lo que estaba
perdiendo por elegir a Erica. Si no, no sería capaz de hacer esto. ―Contuve la
respiración, y me negué a pestañear, él puso su mano en la cama para asegurarse

288
cuando él se inclinó hacia mí. Poco a poco, con cuidado, sus labios, suaves, cálidos
y perfectos, encontraron el camino hacia los míos. Quisiera decir que fue mágico,
que vi el arco iris y el polvo de hadas o algo fantástico así, pero no pude. Era más.
Mucho más.

Era como si el mundo se hubiera caído alrededor de nosotros, y todo estuviera


congelado en el hielo. Pero no tenía frío. Estaba en llamas, el fuego se inició dónde
nuestros labios se unieron, dónde el ángel se encontró con el mortal, y podía sentir
las llamas titilando hacia las extremidades con las que yo estaba luchando
desesperadamente para que no se movieran, no con ganas de pegarme a él, sin
querer parecer fuera de control porque en ese momento, hubiera dado cualquier
cosa por ser sólo eso.

Sus labios no eran insistentes. No eran exigentes y no cualquier cosa menos suave y
apacible. Entonces me aparté, porque que Dios me ayude si alguna vez elegían
serlo. Y, también, porque necesitaba respirar. Sabía que el vértigo que sentía no era
por falta de oxígeno, sino porque algo había cambiado entre nosotros, como si
admitiera finalmente que lo que sentía me había hecho estar en más sintonía con él
de alguna manera. La respiración era simplemente una distracción.

Robert se rió suavemente de mis pensamientos, pero pude ver por la forma en que
estaba respirando que no era la única que se había visto afectada. Su pecho
subiendo y bajando con bastante rapidez, como si hubiera quedado sin aliento,
también. ¿Crees que la respiración es una distracción?

―Creo que eres una distracción ―respondí, tratando de recordar que la respiración
significaba que tenía que respirar también―. Respirar es... difícil en este momento.

Él rozó un lado de mi cara con el dorso de su mano, redondeando la curva de mi


mejilla lentamente, deteniéndose para tocar mis labios con las yemas de sus dedos.
La respiración es una necesidad de seres los humanos, y si besarte es la causa de que tengas
dificultades; tal vez tenga que abstenerme de hacerlo de nuevo.

Di un grito ahogado con su pensamiento. ―¡No es tan difícil!

La suave risa que llenó mi habitación, más la mano que estaba buscando cada
ángulo y cada curva de mi rostro, como si fuera un mapa, haciendo maravillas por
distraerme, y cuando él se inclinó y sus labios tocaron los míos una vez más, me
tomó completamente por sorpresa. Esta vez, no hubo ninguna preparación, no
hubo tiempo para decirle a mi cuerpo qué hacer. Mis manos volaron hacia su
cuello, la cara, ávidas de la sensación de su piel, la textura de su cabello, el corte de
su ropa. Nunca entendí por qué se utilizaba la palabra "manosear" para describir la
forma en que las manos tocan un cuerpo durante las escenas íntimas hasta que mis
manos estuvieron haciendo precisamente eso. Se sentía casi primitiva, la forma en
que reaccioné, y si hubiera estado en otro sitio, incluso podría haber gruñido. Pero

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yo no estaba en ninguna otra parte. Estaba en mi dormitorio, en mi cama, con
Robert, y la puerta de mi habitación se estaba abriendo lentamente.

Me preparé para la avalancha de gritos que sabía pronto estaría llenando de nuevo
la casa. En cambio, sentí que mi cara caía en la colcha de mi cama, mi voz apagada
cubrió mi sorpresa ante el espacio cálido y vacío en mi cama.

―¿Grace? ¿Estás bien? ―Janice preguntó en voz baja―. Oí unos ruidos aquí.
Quería asegurarme de que estabas bien.

―Mmm-hmm. —Murmuré, volviendo mi cabeza hacia ella sólo lo suficiente para


poder ver la puerta con el rabillo del ojo ahora expuesto, esperando que no hubiera
nada más que ella pudiera ver que no fuera a mí en la cama. Sola.

―Está bien. Sólo estaba comprobando. Vuelve a la cama. Buenas noches.

―Mmmm-mihhh.

Vi como ella se fue, tirando de la puerta y cerrándola detrás de ella. En cuanto oí


hacer clic al cerrar, me levanté, buscando la luz familiar. En su lugar, sentí una
sensación de cosquilleo cerca de mis pies. Miré hacia abajo, pero con la oscuridad
no podía ver nada. Me arrodillé en el suelo y miré debajo de mi cama, pero no vi
nada. Me puse de pie y miré la ventana.

No había sido abierta, y no estaba segura si él podía convertirse en niebla


rápidamente, por lo que sin otra opción salida, me encabecé hacia el armario. Poco
a poco, abrí la puerta. ―¿Robert? ―Susurré.

—¿Por qué buscas en tu armario?

Me di media vuelta, agitando los brazos alrededor instintivamente para atacar a la


voz, y me estrellé contra una pared en forma de ángel. ―Has hecho esto antes.
―Murmuré, sobre todo para mí misma entre jadeos.

La pared empezó a agitarse con una risa callada cuando me envolvió y me llevó de
vuelta a mi cama. ―Estas riéndote de mí. Estaba muy avergonzada en mi primer
día.

Yo estaba intrigado.

Por supuesto que él estaba intrigado. Yo soy diferente. Ser diferente puede ser
interesante, pero ¿durante cuánto tiempo hasta que lo diferente se convierta en aburrido?

Robert sonrió cuando me bajó sobre el edredón. No sé si alguna vez me aburriré


contigo. No estoy seguro si podré. Se acostó a mi lado, y los dos reanudamos nuestras
posiciones anteriores de lado y uno delante del otro. Me has hecho sentir cosas que

290
nunca antes he sentido, en toda mi existencia. No sé cómo es eso posible, pero es cierto, no
obstante. Pero Grace, quiero que entiendas algo. Lo que me dijiste, acerca de amarme... no
quiero que me lo digas otra vez. No es porque no quiera oírlo, sino porque no quiero que lo
digas sin que yo sea capaz de decirlo a cambio.

Mi mano fue a su boca, como si hubiera saltado allí, y comencé a trazar la curva de
su labio inferior. Me miro fijamente, como hipnotizado cuando yo intenté razonar
con él.

―Robert, no espero nada de ti. Ya me han dicho alguna vez que espero demasiado
de la gente, y admito finalmente que es verdad. Esperaba demasiado de Graham,
de papá, incluso de mi mamá. Y, quiero decir, ¡Dios mío, qué fácil sería esperar el
mundo de ti! Pero no puedo. No lo haré. No lo estropearé por querer algo más de
lo que tengas que ofrecerme. Esto, de ahora es más de lo que jamás hubiera
esperado, y voy a saborear este momento, no importa lo que pase mañana.

Cuando él besó mi dedo, yo cerré mis ojos. Era un simple gesto, aún así fue lo
suficiente para calentar mi piel y enviar ondas de choque por mi brazo. Abrí los
ojos cuando empezó a compartir sus pensamientos de nuevo.

Grace, parece que estás conformándote con lo que pueda darte, en lugar de lo que mereces.

Mis dedos se presionaron contra sus labios, como para silenciar sus pensamientos
para que pudiera volver a hablar de nuevo.

―No tengo la solución. Simplemente te amo y, saber eso para mí es suficiente


solución. No puedo pensar en haber hecho nada que me garantice que sea
merecedora de ti, así que ¿cómo puedes sentirte de esta manera, sobre que puedas
resolverlo?

Robert suspiró y me alcanzó. Tiró de mí acercándome a él, con la cara pegada a su


cuello, mis brazos cerrados contra su pecho. Apoyó la barbilla sobre mi cabeza y
comenzó a recitar algo. Escuché con atención las palabras que sonaban tan
familiares...

Y aquí, en el pensamiento, a ti, en el pensamiento de que el único que puede. Asciende tu


imperio y así ser compañero de tu trono. Por la fantasía alada, hasta que se me de mi misión,
hasta que el secreto deberá estar en conocimiento de los alrededores de los Cielos.

Sentí avanzando lentamente el sueño sobre mí cuando repetí las palabras una y otra
vez en mi cabeza. Antes de sucumbir a la calma de su dulce voz, hice una última
pregunta.

―¿Te quedaras?

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Yo estaba dormida antes de que él me pudiera contestar, pero en mis sueños le oí a
él contestar por siempre.

292
Reglas Básicas

Traducido por Little Rose

Corregido por ginabm

L
a alarma estaba sonando otra vez. No sé por qué nunca desactivo esa cosa.
No es tan duro como lo fue la primera vez. Levantarme a una hora tan
temprana un domingo era un pecado capital según el manual del vago.
Gruño e intento sentarme para atacar la malditamente molesta contracción, pero
un peso en mi cintura me mantiene tiesa. Vuelvo la cabeza y me encuentro con dos
ojos de líquida plata.

Buen día bella durmiente.

Nunca pude imaginar que una mañana podría ser realmente buena, lo suficiente
para alegrarte el resto del día, hasta que me desperté y comprendí que no había sido
un sueño, que anoche realmente había pasado, que se había quedado. Que me
había escuchado.

—¡Robert! —susurré alegremente. Me incliné hacia él, pero, una vez más, el peso
en mi cintura me retiene en mi lugar. Bajo la vista para ver qué es, y noto que es su
brazo—. Y yo que pensaba que era la que te había pedido que te quedaras. —Me
burlé, mi mano encontrando la suya junto a mi cintura, entrelazando nuestros
dedos.

Te revuelves y sacudes mucho, tus sueños son tan vívidos y…violentos. Temía que
me patearas fuera de la cama y luego te despertarías hecha una furia porque no me
quedé.

Sonrió, y supe que no había nada más hermoso que despertar y ver esa sonrisa,
incluso si era por una burla.

Me reí y luego suspiré cuando se inclinó para depositar un suave beso en la esquina
de mi boca. Vamos, bella durmiente, es hora de levantarse. Tu padre estará listo para

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arrancarme la cabeza aproximadamente media hora antes de llevarte al hospital, y tengo que
asegurarme de estar presentable. Comprendió mi pregunta silenciosa y sonrió. Querrá
saber por qué sigo en traje, y no puedo decirle que es porque pasé la noche en tu habitación.

Comprendiendo la seriedad de la situación, volví a suspirar. —Bueno, entonces


sería mejor si me dejaras levantarme para poder cambiarme y todo eso. —Su brazo
se movió y yo me senté, la pérdida de ese peso me hizo sentir repentinamente vacía.
Me acerqué al pie de la cama y extendí la mano, golpeándola contra el zumbido
monótono próximo de la alarma y disfrutando del silencio. Sintiendo la necesidad
de una urgencia, saqueé mis cajones en busca de un par de pantalones vaqueros y
una camiseta. ¡Mi primer par de vaqueros en semanas! La cantidad de satisfacción
que había en ese pensamiento era incalculable; en ese momento, ¡No me importaba
si papá me castigaba por un mes!

Presionando la ropa contra mi pecho, miré a Robert, quien estaba acostado en mi


cama, con un brazo sobre su cabeza, el otro moviéndose perezosamente sobre mi
cubrecama y le agradecí secretamente a Janice por creer que había necesidad de
cambiarlo.

—Iré a vestirme al baño.

Él sonrió, ya sabía que ese era mi plan. Mi cabeza era algo más claro para él ahora.
Podía ver detrás de la niebla y el vacío que camuflaban mi mente. Y yo podía sentir
que él estaba allí también. Qué extraño.

Quería saber qué significaba eso, pero necesitaba vestirme y cepillarme los dientes
primero. La idea de despertarlo en mi cama y asustarlo con mi aliento de dragón
era suficiente para hacer que me moviera a un paso que le haría competencia al
suyo. Fue cuando cerré la puerta del baño y me miré en el espejo que pude sentir su
risa en mi cabeza.

La ignoré tan rápido como me cambiaba, teniendo cuidado de evitar el espejo sólo
en caso de que hubiera escogido no ser tan caballeroso y echar un vistazo. Eso sería
difícil ahora que estaba advertida de ello, todo este tema de la privacidad. Sabía que
si lo hacía prometerme que nunca haría eso, estaría obligado a cumplir, pero tenía
que admitir que una pequeña, microscópica parte de mí casi no quería que dejara
de hacerlo. Casi.

Me lavé los dientes. Dos veces. Y me dirigí hacia mi habitación, chocando con
papá en el camino. —Uhm. Buenas pa.

Sus ojos aún estaban hinchados de dormir, y su cabello se veía como si hubiera
caído dormido en una peluquería muy mala, pero todavía era lo suficientemente
astuto como para mirarme detenidamente, como si supiera que algo estaba
diferente en mí. Estoy muy alegre esta mañana, me dije a mí misma. Eso es.

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—Buenas, Grace —respondió bruscamente—. Voy a llamar al hospital y ver si
podemos conseguirte un turno para los rayos-x temprano, por lo que te sugiero que
te vistas y estés lista para las ocho.

—Pero yo...

Él levantó su mano. —Sin peros Grace. Voy a poner ese brazo de nuevo en su yeso.
Vi esos rayos-x, y no hay forma de que tu brazo se haya curado tan rápido. Ahora
ve a vestirte.

—Papá, ya estoy vestida. —Señalé.

Parpadeando un par de veces para ver más claramente, finalmente notó que estaba
con una camiseta y un par de jeans. Desgraciadamente, también notó que mi pierna
derecha estaba vestida normalmente, y libre del yeso. —¿Dónde está tu yeso? —
Preguntó, con la voz calmada pero la furia burbujeantemente visible, a punto de
aflorar.

—Mi pierna está bien pa, no hay necesidad de usar un yeso...

Era como si no hubiera aprendido nada de anoche. La sombra rojiza había vuelto,
pero combinada con su cabello ultra-desordenado y sus ojos hinchados, se veía
aterrador. Retrocedí, temiéndole por primera vez.

—Grace, quiero que te metas en tu cuarto, quiero que llames a Robert, y quiero que
le digas que nos encuentre aquí en treinta minutos. ¿Está claro?

Asentí, pasé al lado de mi papá, abrí la puerta y entré a mi habitación, en menos de


un minuto. Tan pronto como cerré Robert me tomó entre sus brazos, yo presioné
mi cara contra su hombro, tenía sus manos una en mi cintura y la otra en la parte
de atrás de mi cabeza, cálido y reconfortante.

—Oh, he arruinado todo —gemí—, nunca había visto tan enojado a papá antes.
¿Qué va a hacer?

Los movimientos de Robert fueron una mancha de velocidad mientras yo me


sentaba en el borde de la cama antes de que hubiera siquiera llegado a decir
“enojado”. Desordenó mi cabello, con sus tranquilizadoras manos. Él va a
gritarme, me acusará de no cuidar tu bienestar, después de toda la confianza que ha
depositado en mí, me amenazará hasta con algún daño físico si alguna vez vuelvo a
poner un pie cerca de ti... lo que siempre dice un padre cuando ama a su hija.

Los gemidos no paraban. —Está sobre actuando. Siento tanto todo esto.

Un dedo bajo mi barbilla me forzó a subir la mirada, y una sonrisa suave me obligó
a relajarme. No tienes nada que lamentar. Si tuvieras que pasar toda la noche con

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esas cosas, habrías tenido una noche mucho peor de lo que fue. Lidiaré con esto.
No te preocupes Grace, lo solucionaré.

Sacudí mi cabeza. ¿Cómo iba él a solucionarlo? ¿Cómo iba a convencer a mi papá de que
estaba perfectamente sana y salva y fue por eso que me saqué el yeso sin decirle cómo ni por
qué? E incluso si lo hiciera, ¿qué posibilidades habría de que papá le creyera? No parecía
que fuera a haber un final feliz.

Un golpe en mi puerta nos hizo separarnos, y cuando mi puerta se abrió antes de


que hubiera podido responderle a quien fuera que estuviera del otro lado, Robert
había desaparecido y Janice estaba entrando. —Sólo quería verificar que estuvieras
bien. Fíjate si no puedo intentarlo y lograr que James vea que estoy un poco de tu
lado.

Se sentó a mi lado, ajena a la niebla gris que se veía desde mi ventana, y tomó mis
manos entre las suyas, acariciándolas y dándoles amistosos apretones.

—¿Cómo estuvo tu cita? ¿Te divertiste?

—Sí la mayor parte. —Repliqué, otra vez incapaz de hacer nada salvo ser honesta.

La cara de Janice estaba llena de alegría, y sabía que ella entendería lo de los yesos.
—¿Realmente vas a decirle a papá de mis yesos? Él no quiere ver que realmente
estoy bien sin ellos. —Ella quitó sus manos de las mías y tomó mi brazo. Lo
examinó, revisó mi codo, y estudió mi cara mientras lo estiraba y contraía. Me hizo
flexionar los dedos, el brazo, hacer un puño. Era Janice la enfermera del colegio y
yo era la paciente Grace, siendo revisada para ver si podía salir a jugar.

—Creo que tu brazo está perfectamente bien, Grace. No sé cómo. Por lo que tu
padre me dijo, era una fractura obvia, y que tardaría al menos seis semanas en
curarse, sin contar el hombro dislocado. Y luego tenemos tu pierna. Te vi caminar
en el baño esta mañana, y no hay forma de que pudieras siquiera caminar si tu
pierna estuviera tan mal como creíamos. No sé cómo ni por qué, y ahora, no quiero
saberlo. Le diré a tu papá lo que pienso, y después de eso, estás en manos del
doctor. Sólo puedo esperar que Robert pueda de alguna manera convencer a tu
padre de no matarlo.

Vuelvo a mis gemidos histéricos mientras pienso en cómo había quedado mi mano
después de mi pequeña riña con Lark. No quiero ni imaginar cómo quedaría papá
si golpeara intencionalmente a Robert. La cara de Janice era de reproche ante mis
ruidos, y yo intentó callarme, no quería alejarla de mi lado. Rápidamente presioné
mis labios fuertemente con mis dientes, y el dolor y las lágrimas resultantes me
dejaron mucho más seria de lo requerido.

Cuando Janice se puso de pie y se fue, miré el reloj y noté que quedaban
exactamente diez minutos antes de que Robert estuviera en la entrada, tocando el

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timbre. No me había dicho que estaría aquí en media hora, pero sabía que había
escuchado las órdenes de papá y no haría nada que me metería en problemas.
Observé al brillante sol que entraba por mi ventana, y vi el reflejo de algo color
ámbar en mi pared; lo seguí hasta su fuente. Era uno de los cristales del vestido;
aparentemente se había caído al piso después que me lo saqué y lo arrojé al regazo
de Robert. Me incliné para levantarlo y lo sostuve a contra luz.

Los colores que brillaban me recordaban al fuego y al oro al mismo tiempo,


mientras recorrían las paredes, enviando destellos luminosos a cada esquina. Moví
mi mano, causando que los cristales formaran un arcoíris que se movía en las
paredes, como si las estuviera salpicando con colores del mediodía y el atardecer
que no podías ver si no mirabas directamente al sol.

Mi mirada estaba en el centro del cristal; mi visión opacada por los suaves colores
que entraban y salían de él. Su baile hipnótico me dejó en un estado tremendo de
reposo; podía ver llamas girando y bailando alrededor de una mujer familiar que
estaba firmemente sujeta a un niño. Podía ver las lágrimas de la mujer, y el temor
grabado en su cara mientras las llamas eran más grandes y devoraban todo, con sus
lenguas subiendo sobre ellos, oliendo la dulzura de la aprensión.

Ella se volvió hacia mí y estiró su mano, con sus ojos oscuros llenos de esperanza,
como si fuera su salvación. Sentí mi brazo elevarse, acercarme hacia ella, pero
estaba demasiado lejos. Vi la forma en que sus ojos brillaban con grandes lágrimas
mientras el fuego la rodeaba, cortando cualquier forma de escape, y yo miraba
cómo eso ocurría. No pude cerrar mis ojos hasta que los de ella brillaron al conocer
la muerte, y la oscuridad reemplazó al dorado ámbar.

Entonces abrí mis ojos, sin notar que los había cerrado, y comprendí que el cristal
parecía haber perdido algo de brillo. El sol de ayer definitivamente fue cualquier
cosa, decidí mientras miraba desde mi ventana y veía cómo las nubes pasaban,
preparando otra mañana lluviosa de octubre. La luz solar que había calentado la
habitación y ayudado a que el bonito vestido le diera algo de color a mi cuarto se
estaba ocultando detrás de una triste mañana de domingo. Suspirando, puse un
cristal caído en mi mesita de noche y me encaminé hacia las escaleras. Mi fantasía
había destruido algunos pocos minutos más, dejándome sin nada de tiempo sola
antes de quedar con papá mientras él planeaba miles de formas de matar a Robert.

Tan pronto como mi pie tocó el último escalón, el timbre sonó. Papá, habiendo
dejado de lado su rutina habitual de sentarse en la cocina y leer el periódico
mientras desayunaba, había puesto una taza de café y un plato de tostadas en la
mesita de café. A su lado había un sobre a medio abrir y un libro. Se sentó en la
mecedora, esperando, con una mirada contemplativa en su cara. Estaba tentada de
preguntar si el libro era para él o Robert, pero cerré la boca. Sólo no sería bueno
para mí entrar a la boca del lobo.

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Viendo que él no se levantaría para atender, fui a hacerlo yo. Inspiré hondo
mientras abría. Él estaba ahí de pie con la misma chaqueta negra que había usado
el primer día que lo vi. Su cabello estaba desaliñado, y sus ojos estaban llenos de
promesas y seguridad. Quizás no habría necesidad de usar el libro de primeros
auxilios después de todo.

Él me miró, perplejo, y su mirada se suavizó con humor. ¿Tu padre tiene un libro de
primeros auxilios? Podía sentirlo, sentirlo en mis pensamientos mientras él buscaba la
imagen en mi memoria, y cuando la vio, sonrió. Él realmente te ama. Eres una
bendecida, Grace.

Lo miré boquiabierta. Mi padre estaba a punto de darle el tercer grado y aquí estaba
Robert, interpretando al hombre. Demasiado perfecto.

Él sonrió y pasó su brazo por detrás de mí.

—Las damas primero.

Suspiré. A pesar de que sólo habían pasado sólo unos minutos desde que hablamos
por última vez, oír las palabras salir de su boca me recordaba lo mucho que amo su
voz.

—Deberías hacer eso más seguido —le di un codazo—. Sólo para que no olvide
cómo se siente.

—Te lo recordaré de ahora en adelante. —Su sonrisa era juguetona y burlona a


pesar de la razón por la que su presencia era requerida.

Entrando a la sala, le tomé la mano. Si papá iba a darle el tercer grado, se lo daría
enfrentándome a mí también. Robert entrelazó sus dedos con los míos. Fue lo
único que pudimos hacer antes de tener a papá con toda su furia embistiéndonos.

Se paró enfrente a nosotros dos, con los brazos cruzados firmemente sobre su
pecho, como si se los estuviera sujetando, y su voz resonó frente a Robert en un
ladrido furioso. —¿Quiero saber por qué creíste que quitarle los yesos a Grace era
una buena idea?

Robert respondió de la única forma que sabía. Honestamente. —Porque ella ya no


los necesita.

Claro que papá no iba a aceptar esa respuesta, no de algún chico, sin importar lo
que hiciera para salvar mi vida. —Eso es pura mierda y lo sabes. ¿Tienes idea del
daño que podrías haberle causado con tu estupidez?

Me encojo ante el insulto, y comienzo a hablar cuando el firme apretón de Robert,


y un flujo de pensamientos me silenciaron.

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—Sr. Shelley, me equivoqué al sacarle el yeso a Grace sin su permiso, o el del
doctor. Debería habérselos dejado hasta que fuera permitido por su médico que se
los sacara. Si Grace ha sufrido algún daño debido a mi impetuosidad, nunca me
perdonaré a mí mismo.

Papá abrió la boca para decir algo, y luego la cerró. Caminó un poco, asintiéndose
a sí mismo, luego comenzó a decir algo más, pero volvió a cambiar de opinión.
Hizo esto dos veces más, viéndose como un pez dorado confundido, antes de que
finalmente volviera a hablar.

—Robert, voy a llevar a Grace al hospital para que se haga un examen de rayos X
en su brazo y pierna. Si ella ha sufrido algún otro daño en sus lesiones por tu
idiotez, te haré el responsable moral y económicamente. Hasta que yo esté
totalmente seguro de que ella está bien, creo que lo mejor es que ustedes dos ya no
se vean.

—¡Papá! —protesté—. ¡No puedes hacer eso! ¡Fue mi decisión! ¡Él no me habría
sacado los yesos si yo no le hubiera dicho que eso era lo que quería!

Robert volvió a apretar mi mano. —Está bien, Grace. Tu padre tiene razón. Lo que
está en juego aquí es tu salud y tu bienestar. Todo lo demás puede esperar.

¡Traidor! Miré en los ojos de Robert y simplemente no pude entender cuándo había
decidido ser cómplice de mi papá. —Estoy bien. Sabes que estoy bien. ¿Cómo
puedes hacerme esto?

—Vamos Grace. Entra al auto. —Ordenó papá. Miré una última vez a Robert, a su
cara triste, pero sus ojos aún me sonreían, y luego hice lo que me habían ordenado.

***

—Ves James. Te dije que ella estaba bien. Deberías haberme escuchado y nos
habríamos evitado todo el fiasco.

Janice estaba haciendo lo mejor que podía para asegurarle a papá que los doctores
habían estado en lo correcto cuando, uno por uno, todos coincidieron en que mis
huesos no estaban rotos, y que me había curado en una cantidad remarcable de
tiempo, a pesar de que podría deberse a mi edad, como uno de ellos sugirió. —Ella
va a estar bien, James.

Papá sacudió la cabeza por enésima vez en el día —no exagero. Eran
aproximadamente las cuatro de la tarde y habíamos visto a cuatro doctores
diferentes de dos clínicas diferentes quienes habían dado el mismo diagnóstico

299
sobre mis fracturas —o la falta de ellas. Mientras estábamos en el auto de papá
hubo un intento de engaño de parte de Janice sobre un leve mareo y las náuseas
que el olor de los hospitales le causaban —pero eso era un paso más para salir de
todo esto. Sin otro doctor posible para consultar, papá finalmente estaba asociando
el hecho de que ni mi pierna ni mi brazo están rotos, y que Robert no me puso en
ningún tipo de peligro.

De acuerdo, quizás no eso último. Pero Janice estaba convenciéndolo; podía verlo
en sus caras. —James, no sé cuántas veces más tienen que decirte que ella está bien
para que finalmente aceptes que realmente está bien.

Las manos de papá estaban firmemente agarradas al volante y su cabeza


descansaba sobre ellas. —No lo entiendes Janice. No entiendes cómo se siente.

La mano de Janice se estiró para reconfortarlo; le acarició el cabello, y la dejó en su


hombro. —Entonces cuéntame. Cuéntame para que pueda entender, porque
realmente lo quiero. Estoy segura que ella también lo quiere. —Volvió la cabeza
para mirarme en el asiento trasero, y yo asentí en silencio, sabiendo que decir algo
simplemente volvería a descolocar a papá, y no sé si Janice, pero sé que
personalmente ya me cansé de eso de —la chica del padre loco.

Sería afortunada si me dieran un aspirina en el hospital alguna otra vez, serán


mucho menos amables la próxima considerando el escándalo que papá armó con el
personal hoy.

Papá levanto la cabeza y pude verlo reflejado en el espejo. Tenía unas profundas
ojeras púrpuras, el agotamiento estaba claro en sus facciones. Pero había algo más
escondido detrás. ¿Era miedo? Observé cómo giraba la cabeza hacia Janice, y
hablaba, no precisamente, a ella. —No sabes lo que se siente. Después del accidente
de Abby, todos se preguntaban cómo podría haber sobrevivido sin siquiera un
rasguño. La explosión se llevó una cabina telefónica que estaba a veinte metros, ¡a
veinte metros! Y todos seguían mirando a esta pequeña niña como si fuera algún
tipo de milagro o algo extraño.

—Pero la gente —la gente es inconstante cuando se trata de lo que quieren hablar,
lo que los mantiene interesados. El milagro de una niña sobreviviente a un
accidente de auto no suena tan interesante como el milagro de una chica que causa
el accidente y sobrevive a él cuando su madre no. Grace no recuerda nada, por lo
que las explicaciones estaban todas basadas en especulaciones y suposiciones.

—No importa si hay o no alguna verdad en la historia. Lo que importa es lo que


suena más interesante. Esto ha perseguido a Grace toda su vida, y ella lo ha
sufrido. Probablemente deberíamos habernos mudado, en lugar de exponerla al
constante escrutinio por el que tuvo que pasar de parte de algunos chicos de aquí,

300
pero no podía irme; Abby está enterrada aquí, y simplemente no podía huir porque
la gente chismorreaba.

—Y ahora esto... ¿no ves lo que todos van a decir? ¿Qué pensarán? Será
ridiculizada otra vez, por la razón que sea, ella no sana como alguien normal. La
gente normal se quema en los incendios. La gente normal se lastima cuando son
arrojados de vehículos. Los huesos de la gente normal no sanan dos semanas
después de ser aplastados por un auto.

La gente normal no sale con ángeles.

—James, estás siendo ridículo. Estoy segura que...

La furia de papá silenció todo, incluso mi respiración, mientras ladraba. —¡No


estoy siendo ridículo! ¡Soy quien la crió, quien vio la forma en que era apartada de
todo! Yo la consolaba cuando las tarjetas de invitaciones a cumpleaños le llegaban
a todos menos a ella, cuando los niños se reían de su apariencia; yo la vi crecer con
sólo un amigo, y que vio cómo ese único amigo también se iba. ¡No me digas que
lo que vi y sé que pasará es que yo sea ridículo, Janice!

Me quedé helada. Los recuerdos de mi infancia habían pasado a ser una leve
irritación, pero nunca supe que habían afectado tan profundamente a mi papá.
Nunca había demostrado que estaba mal por eso; siempre pensé que lo veía como
una parte de la vida. Y al saber que él estaba al tanto de tantas cosas, pude ver la
situación actual en perspectiva. Más de su miedo a que me heriría si mi brazo y
pierna seguían rotos, estaba preocupado por cómo me tratarían. Estaba preocupado
por mi bienestar emocional. Me pasé los dedos por mis ojos, las lágrimas eran un
gran lubricante.

—Papá, está bien. Ya no me importa lo que digan —lo miré a los ojos. El dolor en
ellos le agregaban años, y necesitaba librarlo de eso. Librarlo de los miedos ante mi
propio dolor y rechazo—. Estaré bien papá. De verdad.

Se volvió en su asiento de manera que me encaraba, su cara tenía una mueca


extraña, y su cabello, aún era un desastre, pero era papá podía verme reflejada en
su cara, ver las partes suyas que eran mías, y las que mi madre había reclamado
como suyas. Y ahora, esas le pertenecían a Janice… —Papá, mi vida nunca estuvo
mejor. Tengo amigos, amigos de verdad a quienes no les importa el accidente, o lo
que la gente dice a mis espaldas, ni nada de eso. Se preocupan por mí, Robert se
preocupa por mí. Ya no estoy sola en esto, pa. Y tú tampoco. Janice está aquí,
también contigo.

Él miró a Janice, y podía ver que sus rasgos se suavizaban al comprenderlo. Si tenía
algunas dudas sobre la permanencia de Janice, se fueron en ese instante. Lo que
había entre ellos definitivamente era amor. Podía verlo. Y después de un momento,
podía oír cómo juntaban sus cabezas, susurrándose cosas. Era una escena que me

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era familiar en casi todos los sentidos, menos en uno, pero no podía darme el lujo
de ser melancólica, no cuando ya tenía tanto.

Cuando se encendió el auto y dejamos el estacionamiento, miré por la ventana. El


camino a casa era ya familiar, y fácilmente recordé otro momento como este,
cuando papá y yo volvíamos del hospital después de que dijeran que estaba bien,
sólo en shock. Papá no gritó en ese entonces, pero, otra vez, no hacía mucho por
nada. Simplemente me levantó y nos fuimos a casa. Al menos esta vez, tenía a
alguien además de a mí.

Mientras doblábamos en la esquina, pude ver el coche de Stacy y la moto de Robert


estacionados. Ambos estaban apoyados sobre el auto, charlando y esperando. Stacy
se veía ansiosa, mientras Robert parecía alegre. Sonreí ante el pensamiento de que
eligiera quedarse conmigo. Stacy se había enterado de nuestra cita y querría saber
todos los detalles. Como toda típica novia americana. Me sentía bien con eso.

Mientras salíamos del vehículo, pude ver la tensión de papá regresar con nosotros.
Y traía amigos. —Robert, me gustaría tener unas palabras contigo y con Grace
adentro. Stacy, discúlpanos, pero esto debe hacerse en privado.

Stacy asintió, su ansiedad reemplazada por curiosidad y confusión. Janice pasó un


brazo por sus hombros y le dijo, más a mí que a papá. —Me quedaré aquí con ella
mientras ustedes entran y hablan.

Mientras los tres entrábamos en la casa, los destellos de recuerdos me golpearon —


de entrar después de la muerte de mamá— sacudí mi cabeza ante la oscuridad del
recuerdo incompleto. El silencio ahora era sólo educado, como una obligación.
Seguí a papá a la sala, y me senté en un sofá mientras él se sentaba en su mecedora.
Robert, al no tener otro lugar para sentarse, se dejó caer a mi lado. ¿Se atrevería a
tomarme la mano? ¿Me atrevería? Como para confirmar que se atrevía a todo, buscó
mi mano y se la llevó a los labios, dejando un muy suave beso en mis nudillos, con
sus ojos llenos de malicia.

—Ejem.

Ambos volvimos la cabeza; las facciones de papá se veían extrañamente distantes.


Podía sentir mi boca secarse mientras él comenzaba a hablar con una leve sonrisa.
—Robert, quiero que sepas que tenías razón sobre las heridas de Grace. Ella está
totalmente recuperada, para la sorpresa de los doctores que la examinaron hoy.
Siempre admito mis errores y, esta vez, me equivoqué. A pesar de eso, que tomaras
el asunto en tus manos fue inaceptable e irresponsable, y habrá consecuencias por
tus acciones. Por las de ambos.

Robert asintió mientras yo me limité a bufar. —Entiendo eso, Señor.

302
Papá se golpeó las rodillas con las manos y continuó. —Grace estará castigada las
próximas dos semanas. No tendrá permitido salir a ningún lado, y ningún amigo ni
nada podrá venir aquí tampoco. Ella volverá a la escuela, y creo que las
distracciones que tú implicas para ella no la afectarán en sus estudios.

—En estas dos semanas, tendrás permitido verla una vez al día en esta casa, y
podrás sacarla alguna vez durante el fin de semana, pero deberá volver aquí a las
once, sin importar lo que vayan a hacer. Quiero conocer a tus padres, claro, y
discutir con ellos lo que ocurrió para que ellos puedan decidir un mejor castigo para
ti. Y quiero un número telefónico donde pueda contactarte si algo estúpido como
esto vuelve a ocurrir.

Comencé a hablar otra vez, pero Robert me apretó la mano, en advertencia. En su


lugar, él habló. —Todo eso suena perfectamente aceptable, razonable, y
simplemente justo Señor. Pero, si puedo, me estaba preguntando si le parece bien
que yo lleve a Grace a la escuela y de vuelta aquí, para que no tenga que caminar ni
usar su bicicleta.

Papá se llevó una mano a la barbilla y la frotó, considerando la propuesta. —


Supongo que eso estaría bien. ¿Y cumplirás con eso en tu moto? —Preguntó
gesticulando con la cabeza hacia la puerta.

La sonrisa de Robert fue engreída, pero sacudió la cabeza. —Sí así lo prefiere,
puedo pasar a buscarla en auto, tengo uno a disposición. Simplemente utilizo la
moto porque ahorro en gasolina.

La idea de Robert economizando en algo que probablemente costara más que el


auto de papá era, en su opinión, algo positivo ya que apreciaba cualquier gesto de
frugalidad. —¿Qué tipo de auto tienes, Robert?

—Un Dodge Charger, señor.

—¿Qué modelo?

—El último, Señor.

Papá silbó. El nunca silba. —Ése es un muy buen regalo, ¿qué hizo que eligieras
ese? Habría pensado que preferirías uno de esos modelos europeos.

Robert sonrió. —Porque es un auto Americano. Compre Americano, es lo que nos


incitan a hacer ¿no?

Su acento Británico nunca había sido más profundo que en ese instante, cuando
dijo la palabra “Americano”. El tono era el mismo que empleaba para decir
“humano”; era como si quisiera remarcar que es diferente.

303
Pero, fuera cual fuera la razón, papá parecía impresionado por su respuesta y
prosiguieron discutiendo las virtudes de los autos Americanos mientras yo me
sentaba en silencio y me entretenía mirándome las uñas. Dejar a una chica sola con
sus pensamientos era algo peligroso, y me preguntaba cuándo había dejado de
comérmelas, porque por primera vez en años, se veían saludables. Todo se veía
saludable. Mi piel había amanecido sonrosada, en contraste con la palidez mortal a
la que estaba acostumbrada. Mis ojos brillaban, mi cabello estaba, a falta de una
palabra mejor, brillante, y mis labios se veían…como si acabaran de ser besados por
primera vez.

Me llevé los dedos a la boca mientras recordaba cuán suave había sido el primer
beso. Presioné un poco más recordando el segundo beso, y qué tan poco suave
había sido, y cómo Robert pareció controlarse al notar que yo era un desastre. No
importaba que tuviera la edad y la experiencia necesaria para ser paciente, y que
pudiera controlar sus emociones, mientras todo era tan nuevo para mí. Dudaba
haber sentido tanta adrenalina alguna vez como la que sentí con él.

—¿Qué ocurre Grace? ¿Tienes náuseas?

La pregunta de papá me tomó con la guardia baja y dejé caer mi mano. —¿Qué?

—Estás sonrosada, quizás deberías recostarte.

Miré de papá a Robert, totalmente confundida. Robert se puso de pie, con un brillo
de humor en los ojos, mientras papá los tenía llenos de preocupación.

—Supongo que me iré ahora, Señor Shelley. Gracias por permitirme llevar a Grace
a la escuela. Te veré en la mañana Grace.

Lo miré irse, incapaz de decir nada. Finalmente susurré: —Adiós. —Después de oír
la puerta cerrarse, sabiendo que él me oiría, incluso si yo apenas lo hice. No pasó
mucho antes de que Stacy y Janice entraran, tomando la partida de Robert como la
confirmación de la paz. No sabía qué decirle a ninguna de ellas. Stacy ya ni siquiera
debería estar aquí, pero aún no lo sabía.

—Entonces, oí que eres un ave libre. No más alas rotas ¿eh? —Bromeó Stacy
mientras se sentaba a mi lado, llenando el vació que Robert había dejado.

Asentí, mirando a papá, esperando que le explicara que debía irse, y las condiciones
de mi castigo. Él parecía estar esperando lo mismo. Suspirando y rodando mis ojos,
me giré hacia Stacy. —Como que estoy castigada Stacy, y ningún amigo podrá
venir en las próximas dos semanas por lo que vamos a tener que terminar esta
visita.

Ugh, parecía que tuviera diez, y no que esté a dos meses de los dieciocho. No
entendía por qué un castigo tan duro si no hice nada malo. ¿Y no que papá había

304
dicho que no quería que la gente pensara que yo era rara? ¡Probablemente curarme y ser
castigada por eso no era normal!

La cara de Stacy pareció decaer mientras comprendía que debía irse. —Bueno,
supongo que me iré. ¿Nos vemos en el salón de clases entonces?

—Allí estaré.

Ella asintió, como si aceptara que el precio de la información era de alguna manera
algún premio de consuelo por irse. Yo estaba abrumada por la cantidad de
información que ese gesto me dio. Ella realmente estaba decepcionada de que no
podría pasar tiempo conmigo. No pude evitar abrazarla, con los sentimientos de
gratitud tomándome y dejándome convertida en una pila de emociones.

Y, por supuesto, ella me devolvió el abrazo, apretándome tan fuerte como podía
porque así lo quería. Cuando se fue unos minutos después, decidí que era hora de
que comenzara a hacer la cena otra vez. No la había hecho en casi dos meses, y
estaba segura que Janice apreciaría el descanso. Viendo que ella ya estaba
preparando los utensilios para hacer milanesas, me puse a trabajar en mezclar la
carne, con el pan molido, los huevos y sazonar todo. Mientras pasaba la carne por
la mezcla, tuve que admitir que mi vida estaba tomando una buena forma. Incluso
si estaba castigada por las próximas dos semanas.

305
Tres

Traducido por flochi y masi

Corregido por Marina012

H
abía temido que las dos semanas de estar castigada hubieran pasado
lentamente, especialmente una vez que la charla acerca de cuán
rápidamente había sanado empezó a circular por la escuela, pero no había
pensado en cuántas horas al día pasaba en clases —con Robert en la mitad de
ellas— o cuán simple era dirigirme a mi cuarto y encontrar a Robert sentado o
acostado sobre la cama, como si siempre hubiera estado ahí.

Siempre me daba la bienvenida como si hubiera estado lejos por horas en vez de
unos cuantos minutos, con brazos fuertes y besos que eran dulces y tiernos. Pero
también eran reticentes, como si estuviera conteniendo algo de mí, y no estaba
segura de qué o por qué. Aunque no iba a quejarme. Los dulces besos de Robert,
sin importar cuán contenidos, eran mucho más de lo que había esperado, y
ciertamente no había causa para pensar que me los mereciera.

También estaba sorprendida de cuán cómoda estaba con tenerlo acostado en mi


cuarto, cayendo dormida con sus brazos alrededor mío, su corazón latiendo y su
respiración acompasada arrullándome para dormir cada noche. Siempre me había
despertado con su brazo alrededor de mi cintura, un retén evitando que agrediera
en mi sueño. —Un día, vas a tener que contarme qué estoy soñando que causa que
sea tan ruda contigo. —Le dije después de la cuarta vez que me había despertado al
sentir su brazo presionar sobre mí.

Había sonreído y dicho que no podía hacerlo, que había imágenes demasiado
difusas en mi cabeza mientras dormía, y no iba a esforzarse tratando de descifrarlas
todas.

El último día de mi castigo, Stacy y Lark decidieron que me uniera a ellas en un


viaje de compras en celebración de mi libertad. La idea de un día de chicas me

306
pareció tan extraña, estaba genuinamente asustada con el pensamiento; eran del
tipo de personas de centros comerciales mientras yo, por otra parte, me sentía más
cómoda en las tiendas de segunda mano. Pero Stacy no pudo aceptar un no por
respuesta, y Lark pudo ver todas mis excusas antes de que siquiera salieran de mi
boca, por lo que siempre tenía una respuesta lista en el caso de que Stacy se trabara
con una. Supe entonces que Stacy y Lark se había hecho amigas porque no había
nadie que pudiera igualarlas en inteligencia. Eras espíritus afines, aun si Stacy
permanecía ignorante de lo que Lark era realmente.

Fue un punto que traje a colación en dirección al centro comercial. Lark tenía el
codiciado asiento delantero, mientras yo tenía el trasero apretado. Era, explicó
Lark, más fácil para una persona ciega entrar y salir de un auto desde el frente que
desde atrás. Me imaginé un toro bastante grande y una gran pila de estiércol
vaporosa que describía una frase muy desagradable después de esa explicación.
Resopló, sacudí mi cabeza y reí.

¿Le dirás a Stacy lo que eres?

Lark se quedó silenciosa por un rato, luego suspiró. No sé. Nunca le he dicho a nadie lo
que soy. No sé cómo juzgar el carácter de una persona lo bastante digna para hacerlo.

En el fondo de mi mente pude escuchar los comentarios de Ellie acerca de la


prueba que el Electus patronus había dado con el fin de probar su lealtad. ¿Qué hay
de eso? ¿Y ver si pasa la prueba?

Lark pareció tomar esa sugerencia en consideración. Reconozco que todo esto es
bastante nuevo para mí. Nunca me ha gustado mucho tu especie; los humanos son muy
depresivos y auto-destructivos, sus guerras, sus políticas, su incesante necesidad de poseer se
vuelve molesta después de unos cuantos siglos. Y si embargo, con toda su historia escrita, ¡la
siguen repitiendo! Einstein tuvo razón cuando dijo que la locura iba a hacer la misma una y
otra vez esperando resultados diferentes.

Stacy, quien había estado cantando junto a la radio durante la mayor parte de la
conversación silenciosa de Lark y yo, notó cuan calladas estábamos.

—¿Qué pasa con ustedes? ¿Están enojadas o algo así?

Lark y yo reímos; yo un poco más nerviosamente, mientras que la de Lark fue


simplemente una de diversión. —No puedo estar enojada con Grace. Si lo
estuviera, Rob nunca me dejaría escuchar el final del mismo.

No pude evitar sonreír ante eso, porque era verdad. Lo había dicho, no había forma
de evitarlo. —Simplemente estoy disfrutando escuchándote cantar, Stacy. Sabes,
tienes una voz bastante buena.

307
Y quise decirlo. Mi cabeza se animó ante esa admisión. —No sabía que pudieras
cantar.

Stacy se encogió de hombros. —Para lo que va servirme cantar bien. Mis padres
tienen sus mentes fijas en que voy a graduarme, ir a la universidad y convertirme en
doctora, o abogada y después, cuando tenga veinticinco, me casaré con un doctor o
un abogado —coreano por supuesto— y renunciaré a mi carrera y tendré bebés. —
Lark y yo nos miramos la una a la otra.

Ambas supimos que quiso que su mini-perorata sonara sarcástica, a que sonara más
como que estaba triste y desesperanzada.

—Bueno, siempre podrías ir a la universidad y tomar unos cuantos cursos de canto


ahí. —Sugerí.

—Tus padres estarán aquí, por lo que no lo sabrán, ¿verdad?

Sacudió la cabeza, girando el auto en el estacionamiento.

—No sabes cuán afortunada eres, no has sido criada por una madre coreana.
Planea mudarse conmigo a los dormitorios, como mi chaperona, porque dice que
los chicos estadounidenses no son de confianza. Olvida que ella es madre de cinco
chicos estadounidenses.

Lark bufó.

Estaba a punto de reír por su comentario cuando repentinamente golpeó los frenos,
enviando mi cabeza a toda velocidad contra el reposacabezas. —Ow.

—Oh Dios, lo siento tanto Grace. Lo olvidé. No debería haber dicho esas cosas
sobre no ser criada por una madre coreana. Ugh, ¿cuán estúpida soy? —gimió
Stacy, su rostro volviéndose rojo por la vergüenza y el dolor—. No lo quise decir.
Oh cariño.

Parecía dividida entre disculparse y aparcar el auto. Aparcar ganó cuando los
bocinazos comenzaron… su súbita parada casi causó un accidente detrás suyo.

Palmeé su hombro con una mano mientras frotaba mi nariz con la otra. —Está
bien, Stacy. Sé que no lo quisiste decir por eso.

Stacy lloriqueó, incredulidad en sus ojos.

—No te hagas la pelota, Stacy. Dijo que está bien, vayamos de compras. Tengo una
gran idea para nuestros disfraces de Halloween, y quiero revisar la tienda de telas.
—Se quejó Lark, sus ojos poniéndose en blanco ante la mini-fiesta de lástima de
Stacy.

308
—Sí, vamos y veamos lo que Lark tiene bajo la manga. —Estuve de acuerdo, sin
saber exactamente de lo que estaba hablando, pero sin embargo agradeciendo el
cambio de tema.

Stacy rió, como si hubiera contado una broma increíble. —Lo olvidé, no lo sabes,
¿no?

La miré, mi ignorancia obvia.

—¿Qué?

—Bueno… este año el baile de bienvenida fue cancelado y en su lugar, va a haber


un Carnaval de Halloween con un concurso de disfraces, y Lark nos ha ingresado a
las tres.

—¿Q-u-é? —mi conmoción era genuina—. ¿Cuándo pasó esto? ¿Y por qué no sabía
nada al respecto?

Lark recogió una pieza invisible de pelusa de su blusa, algo que pasó
completamente inadvertido para Stacy, y casi veo los millones de engranajes en su
cabeza trabajando a sobretiempo tratando de encontrar una explicación que dar sin
revelar la verdad sin que fuese realmente una mentira. —Dime, Lark, o le
preguntaré a Robert.

Levantó sus manos. —Muy bien, bien. Pasó ayer, y no lo sabes porque no estaba
planeando decírtelo hasta Halloween. Supongo que simplemente olvidé decirle a
alguien más que se suponía que fuera un secreto. —Le lanzó dagas a Stacy con los
ojos.

Stacy, sin darse cuenta del peligro en el que estaba, rió ante el comentario. —Hay
un premio en dinero para el mejor disfraz, Grace. No habrá una reina de
bienvenida o rey este año, por lo que todos pueden participar, y la idea de Lark
sonó impresionante, considerando el tema.

—¿Cuál es el tema y de cuánto es el premio? —Pregunté, no queriendo saber cómo


era el disfraz en realidad. Tuve la extraña sensación de que el tema tendría algo que
ver con agricultura y Stacy y yo terminaríamos vestidas como vacas o hasta de
granjeras de Lark.

Lark resopló mientras Stacy respondía. —Es esa canción acerca del tres siendo el
número mágico; ¿no es impresionante? ¡El premio es por trescientos dólares!
¡Piensa en lo que podrías hacer con tu parte de ese dinero, Grace!

¿Trescientos dólares? Irían directamente a mi escasa cuenta de ahorros a acumular


patéticos intereses, ahí es a donde irían. Sacudí mi cabeza. —¿Cuál es tu idea,
Lark? ¿Qué estás tramando en tu cabeza para este concurso de disfraces?

309
Se enorgulleció y sonrió. —Vamos a ser como tres diosas. Griegas, para ser exactas.
Ninguna de esas cosas confeccionadas que ves por Internet.

Fue mi turno para resoplar. —Como si pudiera alguna vez ser una diosa.

Stacy gruñó. —Grace, ni siquiera te das cuenta cuán envidiada estás siendo ahora.
No sólo aplastaste a Erica en el soliloquio de lectura el mes pasado, si no que estás
saliendo con el chico más sexy de la escuela. Eso cambia mucho la manera en que
las personas te miran.

—¿Puedes evitar referirte a mi hermano como el chico más sexy de la escuela?


Tengo que vivir con él y no quiero esa frase corriendo por mi cabeza cuando huela
sus desagradables sudaderas y zapatillas. —Protestó Lark, lo que sacó carcajadas de
mí.

No pude imaginar a Robert usando nada que oliera desagradable. No pude


imaginar a Robert usando sudaderas para ello. Siempre vestía impecablemente,
mientras yo era la desaliñada en camisetas de tiendas de segunda mano y jeans.

Lark, habiendo escuchado mis pensamientos, inusitadamente puso su brazo


alrededor de mi hombro.

A él no le importa lo que usas, Grace. No eras tú en un vestido de diseñador a quién besó,


¿no? No. Eras tú en pantalones cortos, sin maquillaje, sin el cabello arreglado, sin joyas
extravagantes. Sólo tú.

No lo había pensado de esa manera. Había estado tan envuelta en tratar de


convencerlo de cómo me sentía, que lo que había estado usando había sido poco
importante. Miré el rostro de Lark, y la vi sonreír. Stacy se acercó a mi otro costado
y envolvió su brazo alrededor de mi cintura. Nosotras tres estábamos allí en el
estacionamiento abrazándonos, conmigo en el medio, no pude evitar reír. No me
importó si Lark y Stacy pensaban que estaba completamente loca. El vértigo de
tener amigas con quien pudiera hablar de chicos, y el hecho de que en realidad
había uno del que podía hablar parecía un imposible hace unos cuantos meses y
aquí estaba ahora viviendo un imposible.

Pareciendo como un conjunto extraño de trillizas siamesas, las tres empezamos a


caminar hacia la entrada del centro comercial, el tema de los disfraces fuera de
nuestras mentes.

***

310
Halloween y la Bienvenida caían el mismo día este año, lo que explica por qué el
baile de bienvenida había sido cancelado y el carnaval había ocupado su lugar. El
tema para el concurso de los disfraces estuvo claro en todos los carteles que había
pegados en las paredes de la escuela por las últimas dos semanas; el Halloween de
Heath y la Bienvenida eran claramente visibles en cada trozo de papel brillante de
amarillo y naranja, con una “H” en letras grandes y llamativas.

Lark, quien había encontrado algunas telas increíblemente baratas con Stacy el día
después de nuestro viaje de compras —no habiéndole gustado nada de lo que
habíamos visto la noche anterior— había pasado la mayor parte de su tiempo libre
refugiada en su casa, cosiendo nuestros disfraces. Stacy se había ofrecido a ayudar,
pensando que la ceguera de Lark era un impedimento físico para ella, pero Lark
insistió que podía hacerlo, que ser ciega le había permitido aumentar sus otros
sentidos. Era verdad, por supuesto, pero Stacy no podía haberlo sabido; el rechazo
había dejado a Stacy irritable y a Lark molesta por haberla lastimado, y confundida
porque estaba molesta.

Robert y yo habíamos pasado cada día juntos desde la noche de la boda, con él
pasando la mayoría de las noches acostado junto a mí, sosteniéndome
inocentemente mientras yo dormía. Había pensado que quizás con el paso del
tiempo, sus sentimientos se harían más fuertes, sus besos más demandantes, pero
todo parecía haberse estabilizado para él. Y, aunque siempre sentía el arroyo
increíblemente embriagador de sangre y fuego siempre que rozaba suavemente sus
labios con los míos, siempre parecía faltar algo, y no sabía qué; podía decir por la
manera en que estaba respirando que estaba tan afectado como yo, pero me había
dado cuenta que parte de ello se debía a cómo me sentía. A veces daba por sentado
el hecho de que todo lo que él sentía físicamente, lo sentía a través de mí. Si mis
reacciones a su toque eran cataclismos, también lo sería él, aunque en un sentido
mucho más leve.

Graham había estado distante conmigo desde la noche de la boda, y entendí por
qué. Era difícil para él vernos a Robert y a mí caminar por la escuela, ajenos a todo
lo demás excepto el uno del otro. Aunque no había muestras de afecto públicas
entre nosotros dos, era difícil no notar cuan cerca estábamos, conectados a través
de algo más que sólo físico, y sabía cómo debía sentirse Graham, porque un par de
meses antes, había sido mi corazón el que había sido lastimado.

Quise hablar con él sobre nuestra amistad y dónde se encontraba con respecto a mi
relación con Robert, pero parecía que ninguno de ellos podía querer algún tipo de
diálogo con el otro. Robert lo había lamentado hasta que pudo controlar sus celos,
parecía ser lo mejor que me quedara lejos de Graham, y Graham había insistido
que Robert estaba tratando de controlarme por el hecho de que estaba celoso. Por
supuesto, Robert había estado extremadamente molesto de que Graham fuese
consciente de cómo se sentía él, lo que sólo complicaba las cosas.

311
Y lo único que se encontraba en el fondo de mi mente, lo que más me preocupaba,
estaba siempre en mi línea de visión. Erica no había sido suspendida, si no que
había sido puesta libertad condicional y recibido una D en su soliloquio, lo que sólo
pareció alimentar cualquier forma de odio que sintiera por mí. Cuando Robert y yo
llegábamos a la escuela, especialmente ese lunes, ella estaba allí. Fue como si
hubiera estado esperando todo el fin de semana en la escuela para arrancarme los
ojos.

Había estado aterrada hasta que Lark apareció repentinamente, sus labios se
retiraron de sus dientes en un gruñido desagradable, su bastón doblado en su mano.
—Dejarás a Grace en paz, o haré tu vida un infierno. Y créeme cuando lo digo,
puedo. —Supe que su repentina aparición de la nada era suficiente para haber
asustado a Erica, pero la fiera mirada en los ojos de Lark y la forma en que sus
palabras salieron como un gruñido fueron lo que evitaron que Erica siguiera cual
fuera el plan que había preparado desde ese viernes.

Sin embargo, eso no le impidió hacer amenazas vanas dirigidas a mí desde sus
amigos, ni le impedía chocarme intencionadamente mientras caminaba en el
pasillo. Estaba constantemente en guardia, obsesionada con que cuando menos lo
esperara, se cobraría la venganza a la que parecía aferrarse con determinada
desesperación.

Siendo empujada en tantas direcciones, con tantas emociones corriendo a través de


mí, me estaba agotando. Para cuando Halloween finalmente llegó, miré hacia
delante para vestirme como alguien más, fingiendo ser alguien más… escapar de
esta vida por un día. Stacy había recogido a Lark en la casa de los Bellegarde esa
mañana antes de llegar a la mía, con disfraces en mano.

Mi vestido griego era una masa larga hasta la rodilla de suave tejido blanco que
caía en el frente y colgaba bajo en la espalda. Los tirantes en mis hombros eran
nudos trenzados del mismo tejido, unido con medallones tamaño ciruela que
habían sido repujados con la cabeza de un león en su cara. Una cinta dorada
estaba enrollada y atravesada sobre mi abdomen, atada finalmente a la espalda. Era
el segundo vestido más hermoso que había encontrado en mi vida.

A diferencia de ese del perchero de diseñador que mi hermano te llevó, éste está hecho por mí.
Es un Lark Bellegarde original y un día, cuando tengas un poco más sentido de la moda, lo
apreciarás por lo que es.

Puse mis ojos en blanco, habiendo escuchado suficiente del sarcasmo de Lark para
saberlo mejor que irritarme. Mientras Lark envolvía los cordones dorados alrededor
de mi cintura, Stacy estaba ocupada tratando de convertir mi cabello en una masa
de rizos. —No creo que tu cabello quiera cooperar. Voy a fijar la mitad y dejaré que
el resto caiga.

312
Encogí mis hombros, sin importarme realmente, sabiendo que ellas dos estarían
decididamente más hermosas que yo. Sentí algo envolver mis pies y bajé la mirada.

—¿Nos hiciste sandalias, también?

La cabeza de Lark se balanceó hacia arriba y hacia abajo mientras envolvía las tiras
doradas alrededor de mis tobillos. —He estado haciendo estas por años. Parece que
la única manera de que alguna vez fueran apropiadas sería con la moda griega, así
que finalmente tengo una excusa legítima para llevarlas.

Sabiendo que para ella, “años” en realidad quería decir “épocas”, no pude discutir
lo contrario. Tampoco pude criticarla en su diseño, porque cuando me miré en el
espejo para evaluar sus habilidades en el diseño de vestuario, estaba sorprendida. —
Lark, es hermoso —me di la vuelta para ver cómo lucía la espalda y casi tropiezo
por el impacto—. ¡No hay espalda! —Jadeé.

Poniendo sus ojos en blanco, Lark me tendió algo de su bolsa. —Ten. Pon esto
sobre tu brazo.

Miré y me maravilló lo que vi, contenta por la distracción. Era una serpiente de
bronce que estaba enroscada por lo que podría envolverse alrededor del bíceps. —
¿Para qué es?

Stacy terminó de fijarme el cabello y entonces aplaudió de alegría. —Eres Athena,


la diosa de la sabiduría. Ese es tu Erictonio. Lark dijo que era muy importante que
lo tuvieras. Tu escudo está en el auto.

—¿Y qué se supone que son? —Pregunté, mirando su vestido, que era del mismo
largo que el mío sólo que en tono marfil en vez de blanco.

—Soy Artemisa. Lark dijo que con tu inteligencia te adaptarías bien para Athena,
pero mi inclinación por la lucha, y el hecho de que tengo un hermano gemelo me
hizo perfecta para Artemisa.

Lark asintió. —Sí, pero tu hermano… por lo que he oído no es Apolo, por lo que
creo que eso podría descalificarte.

—Oh por favor. ¿Y qué te califica como Afrodita? ¿Aparte de tu apariencia?

Lark sonrió, sin cuidarse de que realmente no debería saber cuán hermosa era
debido a su ceguera. —¿Hay alguna otra razón necesaria? Ahora vamos, vamos
antes que lleguemos tarde a la escuela.

Las tres salimos, habiendo dado rápidos saludos para papá y Janice quienes
miraban sorprendidos mientras dejaba la casa por segunda vez en un vestido.
Mientras bromeábamos acerca de las reacciones que habría cuando llegáramos a la
escuela, atrapé un vistazo de alguien parado junto al auto de Stacy.

313
—Graham. —Respiré.

La cabeza de Lark se levantó y Stacy dejó de reír. —Quítate de mi auto, Princesa.

Retrocedió, sus manos levantadas mientras Stacy sostenía una especie de arma.
Miró a las tres de arriba a abajo, una sonrisa perezosa sobre su rostro. —Señoritas,
lucen bien.

Stacy hizo un sonido de confusión, el rostro de Lark se iluminó, y sentí mi corazón


agrietarse un poco. —¿Qué pasa? —Pregunté casualmente, temerosa de que en
cualquier momento, un Charger negro o una motocicleta apareciera y entonces
estaría atrapada en el medio de alguna ridícula guerra de testosterona.

Rió, y se encogió de hombros. —Vi que tu propietario no estaba aquí, así que pensé
en detenerme a ver si necesitabas que te llevara. Cuando llegué afuera, vi que tus
amigas estaban aquí, por lo que me di cuenta que estaba a salvo para al menos decir
hola. Hola.

Ignorando el ataque verbal a Robert, le devolví la sonrisa. Y se sintió bien. Se sintió


muy bien. —Hola de nuevo.

Graham miró a Lark y Stacy, luego a mí de nuevo, y sonrió. —¿Son las tres
Gracias?

Stacy se palmeó la frente, el sonido agradó visiblemente a Graham. —¡Eso es lo


que deberíamos haber sido! ¡Las tres Gracias!

Lark sacudió su cabeza. —Nop. No cumplimos los requisitos de personalidad.


Bueno… tú no, de todos modos.

Sin querer tener que escuchar otra discusión entre ellos dos, y si querer pasar
delante de Graham, rápidamente cambié de tema. —¿Qué hora es, Graham? —Y
señalé a su reloj.

Él lo miró. —Ocho menos cuarto.

—¿Qué? ¡Llegamos tarde! Vamos, vamos yendo chicas. Robert nos esperaba hace
cinco minutos. —Gruñí, mi voz teñida de nerviosismo.

Stacy asintió, y buscó sus llaves dentro de su bolsa. Lark, quien siempre se sentaba
en el frente, esperó mientras me despedía de Graham.

—Supongo que nos vemos en la escuela. —Dijo, sin tratar de esconder la tristeza en
su voz.

—Supongo.

314
Vi cómo se alejaba hacia su auto, y después salté en el asiento trasero del auto de
Stacy. Incliné la cabeza en la ventana, y me pregunté cuando se había vuelto todo
tan dificultoso. Lo saludé mientras pasábamos al lado de su coche, pero no me vio.

El paseo a la escuela fue tranquilo. Stacy mantuvo la boca abierta como si estuviera
a punto de decir algo, pero después la cerró. Lark no habló en absoluto. Sólo me
preguntaba qué otra cosa podría salir mal el día de hoy.

Mientras paramos en la escuela, revisé el estacionamiento buscando el auto de


Robert. No estaba allí. Tampoco su motocicleta. Mi mirada viajó al reflejo de la
mirada de Lark en el espejo retrovisor. ¿Dónde está?

Se encogió de hombros. No lo sé. No lo he visto desde ayer cuando me trajo a casa.

Fruncí el ceño. ¿No te dijo que se iba a encontrar con Sam?

Los ojos de Lark se abrieron y los entrecerró en ranuras de sospecha. No. Sabía que
empezaría todo con respecto a eso. Pero maldito sea por irse así, y sin decir nada.

Mi cabeza se sacudió con fuerza ante sus pensamientos. ¿Qué quieres decir con irse?
Dijo que se iba a encontrar con Sam y que estaría esperándome a las siete y treinta.

Lark frunció el ceño. Sus reuniones siempre terminan con él yéndose. Sam probablemente
lo ha llevado a una de sus obligaciones. Ugh, eso significa que probablemente no lo veremos
hasta el lunes. Gruñó y se encorvó en su asiento, aparentemente no satisfecha con la
idea.

Fue mi turno de fruncir el ceño mientras me daba cuenta que este sería el primer fin
de semana que Robert estaría lejos. Había pasado unas cuantas noches lejos antes,
pero nunca más que una a la vez, y descubrí que no dormía tan bien cuando él no
estaba. ¡Si iba a estar ausente por tres noches, sería una completa zombie para cuando
regresara a casa! Cerré mis ojos y traté de tranquilizarme con que todo iba a estar
bien.

Después de aparcar, las tres salimos del auto, nuestro entusiasmo por los eventos
del día había mermado un poco, y caminamos hacia la entrada de la escuela. Todos
estaban disfrazados. El tema de este año había sido ampliamente interpretado,
como a propósito. Había personas vestidas como verdaderos números tres,
mientras otros eran tríos famosos. Chips, Dip y Salsa estaban vestidos como los tres
chiflados, y tres de las chicas de nuestra clase estaban vestidas como las tres brujas
de Macbeth.

Mientras la campana sonaba, Lark desdobló su bastón, suspirando mientras lo


hacía. Era un dolor para ella, tener que fingir que lo necesitaba cuando sabía que no
lo hacía, pero su deterioro evidente lo había requerido, y por lo tanto, de mala gana

315
empezó a balancearse hacia delante y atrás mientras empezaba a caminar, agitando
una mano indiferente hacia nosotras mientras lo hacía.

Stacy rápidamente abrió su baúl y entrecerró los ojos. —Uh-oh. No sé dónde está
tu escudo. Creo que podríamos haberlo dejado en la casa de Lark. Sin embargo,
está bien. Creo que todo lo que tienes que hacer es decir quién eres. No es como si
las personas fueran a saber que olvidaste tu escudo, después de todo.

No pude argumentar ese punto con ella allí. Éramos las únicas vestidas como
diosas, por lo que simplemente asentí y esperé a que cerrara el auto. Nos dirigimos
al salón a un ritmo pausado, agradecida por el regreso de la inclinación del Sr. Frey
por dormir durante clases. Al parecer, ese día que había estado despierto durante
mi soliloquio había sido una casualidad, y no habría más repeticiones.

El día, como lo era, pasó lentamente para mí. No había apreciado en hecho que
con Robert en la escuela, tenía algo que anhelaba. Las clases que compartimos
juntos se hacían pesadas sin él, y las clases que no compartíamos me hacían temer
salir porque sabía que él no estaría afuera de la puerta, esperándome.

El almuerzo, así como el tercer período con Stacy concedió un respiro de la molesta
sensación de soledad que me llenó durante todo el día. No esperaba que me fuera a
sentir tan perdida... Era abrumador. En el momento en que la última campana
había sonado era el momento de dirigirnos al gimnasio para la asamblea de
bienvenida, y me sentía bastante deprimida.

—Déjalo ya, Grace. Actúas como si él fuera tu fuerza de vida o algo así —bromeó
Stacy mientras caminábamos al gimnasio—. Probablemente sólo se está saltando el
día y pasando un rato en el centro comercial o algo así. Además, él es sólo un
hombre —sin ánimo de ofender, Lark— y los chicos realmente no son fiables. Yo
debería saberlo ya. Hay cinco de ellos en mi casa.

Lark estaba en silencio, sus pensamientos sólo para mí.

No eres la única preocupada. No puedo oírle. Nunca puedo oírle cuando está con Sam. Es
una de las razones por las que me saca de quicio.

Fruncí el ceño, preguntándome si ella sentía lo mismo cuando eran mis


pensamientos los que no podía oír.

Sé por qué proteges tus pensamientos, Grace. No entiendo por qué Sam y Robert están
protegiendo los suyos o cómo lo están haciendo. Tal vez es porque Sam es alado. No lo sé.
Sólo sé que me irrita, porque yo no lo sé, y me gusta saberlo todo.

Bueno, ella tenía razón en ese aspecto. Le gustaba saberlo todo. —Así que,
¿cuándo, exactamente, será adjudicado el premio al mejor disfraz? —Pregunté,
buscando cualquier escusa para cambiar de tema... o de conversación.

316
—Esta noche, después del juego en el carnaval que están preparando, se supone
que el anuncio será hecho allí. —Stacy se estaba tapando con su arco mientras nos
sentábamos en las gradas, intencionalmente tratando pasar desapercibida de algo.

—¿Qué estás haciendo? —Le siseó Lark mientras la punta del arco golpeaba su
brazo por tercera vez. Sabía que ella estaba más preocupada por el daño que su
cuerpo haría al arco que de otra cosa, y las cuestiones que esto podrían traer a
colación, pero Stacy hizo la suposición correcta y puso el arco en el suelo.

—Lo siento. No quiero que Sean me vea.

Sean era el gemelo de Stacy, y su hermano mayor por dos minutos. Los dos
minutos significaban mucho en la familia de Stacy, ya que el papel de bebé de la
familia cayó sobre los hombros de la única chica, y los cinco hermanos eran muy
protectores con su hermanita. —Ya me dijo que se lo diría a mamá cuando
llegáramos a casa, así que no me importa lo que digan ustedes, no voy a ir a casa
hasta después de ganar el premio monetario.

Los ojos ciegos de Lark miraron al otro lado del patio, a alguien sentado en lo alto
de unas gradas.

Su rostro parecía similar al de Stacy, su mandíbula era cuadrada, y su frente era un


poco más ancha, pero compartían la misma mirada honesta y el mismo
fruncimiento sarcástico de sus labios. Observé como la mirada perturbada en su
rostro cambiaba, de repente, a una de... ¿aprehensión?

¿Qué estás haciéndole? Podía decir por la forma en que Lark estaba sonriendo que
estaba tramando algo.

Sólo estoy mostrándole a Sean lo que le espera si le cuenta a su madre lo del la vestimenta de
Stacy.

Di un grito ahogado. ¿No va eso contra la ley?

Lark volvió la cabeza hacia mí, mostrando una expresión de molestia. Mira, yo soy
un ángel en forma y función, pero no soy uno de comportamiento, ¿de acuerdo? Y no, no va
contra la ley. Sólo soy yo tratando de salvar a nuestra amiga, de un pequeño problema con
sus padres, que no necesita.

De pronto la cabeza de Lark se giró, concentrándose directamente en Sean. Su ceño


fruncido por la confusión, con los ojos cada vez más abiertos y entrecerrándose
mientras los pensamientos, que eran obviamente preocupantes, pasaban
rápidamente por su mente... y después su boca se abrió, sorprendida. Ella se volvió
a mirar a Stacy, que podría haber sido mi reflejo, nuestros rostros preocupados por
su extraño comportamiento.

317
—¿Por qué no nos contaste que tuviste cáncer? —Espetó Lark.

La cara de Stacy mostró su sorpresa y también el dolor de una silenciosa traición.


Ella se volvió para mirar a su hermano, y susurró: —¿Quién te lo dijo? Yo nunca se
lo he dicho a nadie. Ni siquiera pienso en ello ahora. Sólo mi familia sabe... —su
cabeza se giró de de nuevo a Lark—. ¿Cómo te enteraste?

El labio de Lark tembló, y pude ver su lucha, el destello de dolor en sus ojos
mientras luchaba para que la verdad saliera a la luz. Se puso de pie y con pasos
metódicos, lentamente nos dejó a las dos en el gimnasio, su bastón agitándose de
adelante a atrás sin propósito alguno. Stacy agarró su arco y corrió tras ella,
mientras yo las seguía.

Lark, ¿a dónde vas? Le envié mi pregunta a ella, esperando que la respondiera, pero
no podía oír su respuesta. Stacy y yo nos detuvimos en el aparcamiento, ninguna de
nosotras sabíamos a dónde podía haber ido Lark.

—¿Adónde se fue? —Stacy se volvió hacia mí, con los ojos llenos de lágrimas—.
No entiendo. ¿Por qué se fue? ¿Cómo lo averiguó, Grace? ¿Lo sabías tú?

La miré a los ojos, y no pude decir nada. La verdad no era mía para contarla. El
secreto de Stacy no había sido de Lark para decirlo, tampoco. No sabía cuáles eran
las consecuencias para Lark, si ella no podía decir a Stacy la verdad.

Vi como la cabeza de Stacy se tensó, su ceño frunciéndose con concentración, y


luego comenzó a caminar alejándose del aparcamiento. —¿Stacy? —grité, pero ella
seguía caminando—. ¿Stacy a dónde vas? —Ella levanto su mano para silenciarme
mientras se quedaba quieta, con la cabeza hacia abajo un poco antes de
enderezarla, y luego se dio la vuelta, en dirección a las bases de béisbol en la parte
de atrás de la escuela. La seguí, tratando de alcanzarla, pero fallé muy
miserablemente. Ella estaba en muy buena forma, mientras que yo me sentía como
un saco de papas.

Seguimos caminando, Stacy mucho más lejos por delante de mí de lo que había
estado cuando ella se fue, hasta que llegamos a la tercera base. Yo estaba jadeando,
mientras Stacy parecía furiosa. —¿Po-por qu-é estamos aquí? —Jadeé, el aire no
quería cooperar con mis pulmones para pronunciar las palabras con la cantidad
apropiada de sílabas.

Stacy me miró como si no se hubiera dado cuenta de que la había estado siguiendo.
—Oí la voz de Lark. Seguía diciendo que viniera al campo de béisbol. Luego dijo a
la tercera base... Ir a la tercera base.

—Tal vez está hablando con un chico —sopesé, sin saber qué más decir, porque
sabía lo que venía. Yo, simplemente, no pensaba que fuera a ser hoy. Stacy levantó
la mano otra vez—. Shh. Ella está diciendo algo. —Ella giró la cabeza para mirar a

318
su alrededor, como buscando algo. Su cuerpo se giró y después su cabeza como
haría un perro persiguiendo su cola, y después de tres rotaciones completas se
detuvo, sacudiendo lejos su sensación de vértigo.

Y entonces gritó.

Porque Lark estaba justo delante de ella.

—Santa mierda y todo lo cubierto de chocolate, ¿cómo hiciste eso? —Gritó Stacy.

Lark parecía... frágil. Yo nunca la había visto así antes, y daba miedo. Pude ver que
ella estaba aterrada. Hoy, ganaría una verdadera amiga, o perdería la primera por la
que se había preocupado. Di un paso atrás, sin querer inmiscuirse en lo que
ocurriera.

La cabeza de Stacy se balanceaba arriba y abajo mientras ella respondió una


pregunta no formulada. Vi como sus ojos se abrían por completo, su boca abierta, y
su mano se alzaba para disimularlo. Se volvió para mirarme, las acusaciones
escritas claramente en sus ojos, y luego sacudió su cabeza de vuelta a Lark, con la
boca apretada obstinadamente mientras absorbía este pedazo de información,
destruyendo lo que había pensado que era real y qué no. Su frente se arrugó por la
concentración, y yo sonreí ante la acción familiar, sabiendo qué era lo que estaba
tratando de hacer.

Lark sacudió la cabeza, y una pequeña sonrisa se formó en las esquinas de su boca.
Ella desapareció, provocando un sorpresivo “oh” de Stacy, quien miraba fijamente
al espacio vacío que había ocupado Lark unos segundos antes. Cuando ella volvió a
aparecer a los pocos minutos, tenía algo que en su mano; era mi escudo.

Stacy le tomo el escudo y se limpió las lágrimas de los ojos. —¿Por qué no me lo
dijiste nunca?

Lark, finalmente, habló, con una extraña sensación de facilidad en su voz. —Yo no
sabía si podía confiar en ti.

Stacy sonrió. —Con tan inmenso secreto, creo que puedo entender eso. Pero, ¿por
qué ahora? ¿Qué ha cambiado?

Con la tensión de tener que ser honesta a un lado, tenía curiosidad sobre lo que
podría haber motivado a Lark para tomar la decisión de revelar finalmente el
secreto, que había mantenido con ella por más de quinientos años, a un ser
humano.

—Cuando escuché los pensamientos de tu hermano, me di cuenta de cuánto tiempo


habías mantenido tu secreto para ti misma. No exagerabas cuando dijiste que ni
siquiera pensabas en ello. Lo habría visto. Supe entonces... que sabía más que

319
incluso... había sabido más de lo que podría decirte. Podría contarte todo y que
todo estaría bien. Podía confiar en ti. —Las palabras de Lark fueron decayendo.

Stacy se echó a reír. —¿Cómo de terrible es este secreto? —me dirigió su siguiente
pregunta a mí—. ¿Y supongo que nunca me lo vas a decir?

Negué con la cabeza. —No es mi secreto para contarlo.

Aceptando eso, ella hizo algo que era muy típico de Stacy. Se acercó y abrazó a
Lark. La pequeña muestra de afecto de la que había sido parte, Lark me había
dicho que era posible que no fuera sorprendida por una reacción similar por parte
de ella, pero nunca esperé ver lo que sucedió después. Con un grito de alegría, los
brazos de Lark se envolvieron alrededor de Stacy y se disparó hacia arriba en el
aire, desapareciendo completamente de mi vista.

Podía oír los gritos de entusiasmo de Stacy, pero no podía verla. Sostuve mi mano
por encima de mis ojos mientras escaneaba el horizonte para tener una visión de
ellas, pero no vi nada, suspiré y me preparé para tomar un puesto en la tercera base.
Una ligera brisa me alertó de su regreso.

—No te atrevas a sentarse en esa base sucia con ese vestido. —Ordenó Lark.

Las mejillas de Stacy estaban enrojecidas por el viento, y sus ojos estaban vidriosos
por la emoción. —No puedo imaginar un mejor Halloween. Esto es mejor que la
Navidad.

—¿Realmente le dijiste lo que eres, o has decidido dejar que lo averigüe por su
cuenta? —Miré a Lark, y esperé su respuesta.

—Ella lo sabe todo.

Lancé mis manos al aire. —Bueno, eso es genial. Tuve que jugar a veintiún mil
preguntas con tu hermano, y ella recibe una respuesta directa. ¿Cuál es la
diferencia?

El labio inferior de Lark tembló. —Grace, realmente no te lo puedo decir.

—¡Uf! Ella consigue todas las respuestas y yo consigo un “lo siento, no puedo
decírtelo”. Considérate a ti misma en lo alto de la escala social de los ángeles,
Stacy. Actualmente estoy justo aquí en el segundo peldaño.

Stacy sonrió. —Estoy sentada en ese segundo peldaño contigo, Grace. Además,
tienes que averiguar por qué Robert te ama. Lo averigüé porque mi hermano no
puede guardar un secreto. Ni siquiera en su propia cabeza.

Y ese era. El secreto más grande de todos era el único sobre el que el ángel no
hubiera sabido.

320
—¿Así que estás en remisión? —Quise saber.

—Bueno, técnicamente, sí. He estado libre de cáncer durante más de diez años,
pero no me gusta pensar en ello. No, realmente —ella miró lejos hacia el bosque
detrás de la escuela—. Ese fue un momento difícil para mi familia.

Lark y yo estábamos de pie a su lado, las tres formando un extraño trío silencioso.

Entonces el ruido de la multitud escolar tomó el control mientras escuchábamos la


carrera hacia el campo de fútbol. La asamblea había terminado. El juego
comenzaría en una hora, y después de eso, sabríamos quien. Era Halloween.

Una persona vestida ya había sido desenmascarada.

¿Qué más pasaría?

321
Sensación

Traducido por sophie12

Corregido por Marina012

F
uimos derrotados por el equipo de la Secundaria Newark. Nuestro pobre
equipo de fútbol estaba completamente destruido antes del primer cuarto.
Graham había sido tacleado tan mal, que tuvo que abandonar el juego antes
del segundo down. Newark anotó tres touchdowns y un gol de campo de tres
puntos en los primeros siete minutos del juego. Un récord estatal, murmuraba la
multitud. El doble sentido no se le pasaba a nadie.

Para cuando el juego había terminado, Heath no había anotado un sólo punto, y
Newark tenía un marcador de tres dígitos que tenía a los periodistas murmurando
sobre récords y potenciales profesionales. Todo lo que podía ver era a Graham
sentado en el banco con la cabeza entre las manos, todos sus sueños de fútbol
americano universitario aparentemente borrados por un línea defensiva muy
determinada.

Mientras la multitud se levantaba para irse y llegar al carnaval, me dirigí hacia los
vestidores. No podía quitarme la imagen de Graham con la cara abatida de mi
mente. Yo vi a Lark y Stacy ver cómo me fui, sus rostros llenos de desaprobación,
pero yo simplemente no podía dejarlo revolcarse en su miseria solo. Yo era su
amiga, y él había elegido ser el mío. No podía tirarle esa elección a la cara.

A Robert no le va a gustar esto.

Me encogí de hombros mientras seguía caminando. Robert no está aquí. Me dejó


plantada. No me voy a preocupar por él justo ahora. Graham está sufriendo y no puedo
ignorar eso y dejar que lo haga solo.

Oí el doble suspiro resignado y el eco de sus pasos mientras me seguían. Yo sonreí


y esperé.

—Gracias, chicas.

322
Stacy hizo una mueca. —No sé por qué sientes la necesidad de consolar a la
Princesa. Él probablemente sólo va a culpar al otro equipo y a quejarse como un
bebé.

Lark negó con la cabeza. —No lo hará. —Esas tres palabras causaron que la boca
de Stacy colgara abierta en estado de shock.

A medida que caminábamos hacia el vestuario, que olía a pérdida y derrota, vi un


rostro familiar. Iris Hasselbeck, la madre de Graham, se quedó fuera, esperando a
su hijo, una delgada línea de irritación era la única pista de que existía una boca en
su rostro. —Hola, Señora Hasselbeck. —Le dije.

Se volvió a mirarme, con la cara llena de un leve shock. —Oh, hola Grace. No
esperaba verte aquí. ¿Ustedes también vienen a ver a Graham?

—Todas lo hacemos —respondió Lark, sosteniendo de la mano a Iris—. Soy Lark


Bellegarde, y esta es Stacy Kim. Somos amigas de Graham.

Me volví hacia Lark con la boca abierta por el comentario. Lark lo había dicho, lo
que significaba que no lo podía refutar, pero ¿cuándo ellas dos se convirtieron en amigas
de Graham?

—Bueno, eso es lindo. Estoy contenta de saber que él ha sido capaz de conservar
algunas chicas bonitas cerca. —Dijo Iris mordazmente mientras me miraba,
tomando la mano de Lark en la suya y sonriendo a esa cara tan hermosa que era
tan diferente a la mía. Por supuesto. Ella estaba molesta conmigo porque Graham
había roto con Erica.

Tanto Lark como Stacy parecían a punto de un ataque, y Lark arrebató su mano de
las garras de Iris cuando Graham salió de la entrada del vestuario, sus almohadillas
y un casco en una mano, su camiseta en la otra.

No llevaba la camisa puesta, y me dio la oportunidad de mirar su pecho. Sentí la


repentina falta de aliento mientras me daba cuenta de lo físicamente atractivo que
era Graham.

Al parecer, no estaba sola. Stacy y Lark se lo comían con los ojos —Lark ya sea a
través mí o de los ojos de Stacy, con seguridad, pero no obstante, se lo comía con
los ojos— y me di cuenta de que Graham estaba muy satisfecho por eso. Él me vio
y sonrió.

—Así que trajiste a tu perro guardián y tu entrenadora de modas. ¿Dónde está el


guardián?

Puse los ojos en blanco e ignoré su pregunta. —Estamos aquí para ver cómo estás y
para ver si quería ir al carnaval con nosotras. Ellos van a anunciar el ganador del

323
concurso de disfraces pronto y pensé que querías pasar el tiempo con tres Diosas
Griegas en lugar de trece deportistas.

La expresión de Graham fue de escepticismo, pero también de placer de ver cuán


rápido su silenciosa madre tomaba su equipo y él se ponía su camisa. Colgaba en su
cuerpo, lo que le hizo aparecer igual al chico que prefería recordar, a diferencia del
joven medio vestido que había estado de pie allí. Sacudí mi cabeza para eliminar el
pensamiento de mi mente y lo tomé del brazo cuando me lo ofreció.

Ofreció su otro brazo a Lark, probablemente porque sabía que Stacy se habría
negado. —Bueno, vamos Señoritas. —Dijo, echando una rápida despedida a su
madre a medida que pasó junto a ella, una sonrisa de suficiencia en todos nuestros
rostros.

Los cuatro nos dirigimos hacia el gran campo que se extendía entre los campos de
fútbol y baloncesto. Estaba iluminado con luces brillantes en la mitad, y había
varios aparatos que estaban girando, ondulándose y sacudiéndose, acompañados
por los gritos de sus ocupantes. El olor de azúcar y alimentos fritos asaltó mis
sentidos, y se convirtió en ansia, mi estómago rugiendo por la falta de desayuno y
almuerzo.

Nos enteramos de que habría unos cuantos minutos antes del anuncio de quién
había ganado el concurso de disfraces, así que corrimos rápidamente hacia el
escenario que se había creado frente a la escuela. Había una gran cantidad de
personas disfrazadas, tanto sentadas como de pie alrededor del escenario. Lark los
miró por encima y sonrió para sí misma. Nosotras somos las mejores vestidas aquí. Estoy
bastante segura de que vamos a ganar.

Ladeé mi cabeza hacia un lado y levanté una solitaria ceja en sorpresa. Déjalo Lark,
ya sabes quien ganó, ¿cierto?

Ella asintió con la cabeza, su sonrisa cada vez más amplia. —Graham, ¿te
importaría traernos algo de beber? —Graham, farfulló ante la forma melódica que
Lark habló, asintió con la cabeza y se fue. Con su sonrisa caprichosa y sin
preocupaciones—. Es guapo. Creo que puede ser una buena idea llevarlo alrededor
más a menudo, Grace.

Stacy se burlaba de la idea. —Es agradable a la vista, claro. Pero es molesto. Sólo lo
puedo manejar en pequeñas dosis.

—Pareces haber manejado esa gran dosis de pectorales muy bien. —Bromeó Lark.

Comencé riendo por la forma en que la cara de Stacy se volvió roja. Ella tropezó
por decir algo, pero realmente no había mucho que pudiera ofrecer como
argumento. Sus pensamientos la traicionaron. —Oh, yo voy a tener que
acostumbrarme a esto. —Gimió. Rodeé sus hombros con el brazo en comprensión.

324
—Shh. Ellos van a anunciar al ganador. —Siseó Lark y agitó su mano hacia
nosotras, tratando de calmarnos, pero tuvo más éxito pareciendo un pájaro subido
de cafeína.

Stacy y yo nos miramos la una a la otra y pusimos los ojos en blanco mientras
nuestros nombres fueron llamados. Lark no podía pretender que se había
sorprendido porque rara vez lo hacía, por lo que ni siquiera lo intentó. El público
estaba fascinado por su belleza, ella era Afrodita para ellos. Su belleza angelical, su
gracia y su voz melodiosa los había cautivado a todos, no parecían darse cuenta de
que no había usado su bastón. Ella caminó a aceptar el premio y corrió hacia abajo,
cerca de chocar contra las dos mientras nosotras la esperábamos en la parte inferior
del escenario.

Graham reapareció con botellas de agua para nosotras y nos felicitó por nuestra
victoria. —Realmente fue la victoria de Lark —corregí—. Ella es la que diseñó y
cosió los vestidos. Si hubiera hecho alas, yo creo que el resto de la competencia
simplemente se hubiera retirado. Ella hizo éstas, también. —Le señalé mis
sandalias.

Él gruñó su asombro, mirando con ojos perplejos.

Empezamos a caminar de nuevo, los cuatro, Graham entre Lark y yo, mientras que
Stacy estaba a mi otro lado. Debe haber dado una imagen impar, el jugador de
fútbol americano entre tres diosas. Jugamos unos cuantos juegos y subimos en la
rueda de la fortuna antes de que Stacy comenzara a preocuparse por el tiempo y lo
que sus padres pensarían si ella llegaba tarde usando su vestido de Artemisa. Lark
suspiró y yo miré con tristeza el algodón de azúcar y las manzanas de caramelo que
parecían estar diciendo mi nombre. Tal vez la próxima vez.

—Yo te llevaré a casa, Grace —Graham, aunque no pudiera leer la mente, me


conocía muy bien—. No he pasado algún tiempo contigo durante las últimas dos
semanas. Ven, vamos a divertirnos, mientras tu carcelero no está.

Miré de nuevo a Lark, y su rostro no mostró emoción alguna. —Tú sabes que él va
a estar molesto por esto, Grace...

Aparté la vista, no queriendo ver su rostro mientras sus pensamientos corrían por
mi cabeza. Por supuesto sabía eso. Pero... realmente no me importaba ahora. Él
sabía lo que estaba sucediendo hoy, y no se presentó. Él no le dijo a ninguna de nosotras que
no iba a venir. Graham es mi amigo y yo no lo voy a dejar tirado sólo porque Robert no puede
controlar sus sentimientos.

—Creo que eso es una gran idea, Graham —le dije agarrando su mano—. Hablaré
con ustedes más tarde. —Me despedí con la mano de Stacy y Lark y jalé a Graham
hacia las manzanas con caramelo. Y no miré hacia atrás, y no dejé de caminar
hasta que nos encontramos en la fila.

325
—Así que, ¿puedo considerar que no estás precisamente contenta con tu guardián
ahora?

Yo no quería responderle. Yo estaba cansada de escoger bandos en el momento y


preocuparme de no herir a ninguno de los dos. Yo sólo quería divertirme. —Vamos
a conseguir algunas manzanas y pasear en la montaña rusa como antes, ¿de
acuerdo?

Él me sonrió y asintió. Comimos golosinas pegajosas y nos fuimos al recinto ferial,


contentos de hablar de lo que había estado pasando en las últimas semanas. Me
habló de las constantes peleas de sus padres por el dinero, y le hablé de Janice
poniendo en la casa un régimen de alimentos saludables, por culpa de un artículo
que había leído online. Nos reímos de programas de televisión que ambos veíamos,
y discutimos las asignaciones de las clases que todavía nos faltaba terminar.

Decidiendo que se hacía tarde, y todavía no habíamos montado la montaña rusa,


me agarró la mano y comenzó a tirar de mí hacia la línea, riéndose todo el camino
de la primera vez que subimos y yo vomité. Extrañaba esto. No me di cuenta cuánto
hasta ahora, cuanto Graham era parte de mi antigua vida y de la nueva, y en esta
ocasión lo estaba dejando fuera.

Mientras estábamos en la fila, mi mente empezó a correr por todas las emociones
que sentí y las preguntas que no me había atrevido a preguntarme a mí misma
porque tenía miedo de las respuestas. ¿A qué estaba renunciando por amar a Robert? Él
me había pedido que no compartiera mis sentimientos con él, porque quería ser
capaz de corresponderme, y yo lo había cumplido. Pero, guardarlos dentro no era
tan fácil como sonaba, sobre todo cada vez que tocaba mi mano, mi cara, mi pelo,
cada vez que rozaba sus labios contra los míos con sus besos tenues, pero
embriagadores, quería estallar con la emoción cruda que se acumulaba dentro de
mí.

Y sólo por el privilegio de hacerlo, tenía que ver como mi mejor amigo se iba cada
vez más lejos. Graham había sido siempre una parte de mi vida; al menos, la parte
que yo podía recordar. Sus acciones habían roto por completo nuestras uniones,
pero de alguna manera las habíamos remendado, sin embargo había tomado
tiempo, pero ¿cuánto tiempo pasaría para que este parche se rompiera, también? ¿Y qué le
demostraría si eso pasara?

Las palabras de Robert acerca de no ser capaz de ser todo lo que yo quería que
fuera, sobre no estar aquí cuando finalmente obtuviera sus alas o cuando recibiera
la llamada hizo eco en mi mente. Yo estaba arriesgando mucho sólo por la
oportunidad de amarlo. No por ser amada, sólo amarlo, y yo no sé si podría aceptar
la respuesta a la pregunta de si valdría o no la pena.

—Bueno, veo que no perdiste el tiempo.

326
Las palabras de hielo me arrancaron de mis pensamientos al sentir la mano sobre
mi hombro apretar y tirarme cerca. Vi quien me había hablado y vi que Lark, Stacy
y yo no éramos las únicas que se habían vestido al estilo griego. Hoy no había
estado en clase y yo no lo había notado.

—Hola, Erica. —Le dije entre dientes. Ella llevaba un vestido similar al que Lark
había llevaba, largo y fluido con un escote bajo y una espalda aún más baja. Había
sido ceñido a la cintura con un cordón dorado que había sido envuelto y atado
alrededor dos veces, terminando con borlas doradas. Pero Erica no vino vestida
como Afrodita. No. Ella era la Gorgona, Medusa, con la cabeza cubierta de
serpientes y todo, y aún infaliblemente hermosa.

—Robert no está aquí por un día y sales a correr de nuevo a tu perro faldero —se
burló ella—. Robert está siendo desperdiciado con alguien como tú. ¿Me pregunto
qué diría sobre esta… reunión? ¿O no le piensas decir que estabas con sus brazos
envueltos alrededor? Tal vez debería ir a buscarlo y decirle las buenas noticias por
mí misma, ¿eh? —Su sonrisa era arrogante, la malicia en sus ojos era clara. Quería
arrancársela.

—Piérdete, Erica. No vas a lograr nada aquí, excepto lucir como un idiota —soltó
Graham. Sus ojos parecían encenderse de ira con la réplica de Graham. Abrió la
boca para hablar, pero Graham simplemente continuó—. Para que lo sepas, Robert
ya sabe que Grace está aquí. Él le dijo que se divirtiera esta noche porque sabía que
no iba a poder estar aquí con ella. Él sabe que sólo somos amigos, y que puede
confiar en ella. Así que adelante, ve y díselo. Si piensas que el hacerlo te dará una
oportunidad con él, bueno yo tengo un apartamento con vista al mar en Licking
que me gustaría vender.

Me mordí los labios para no reír, sin saber si era el dolor o el comentario lo que
causó que las lágrimas nacieran en mis ojos. Yo me despedí mientras Erica se iba
rápidamente, sabiendo que no iba a ser lo último que viera de ella, pero contenta de
que, al menos por esta noche, sí lo fuera.

—No tenías que mentir así, Graham. —Dije después de que Erica se deslizó lejos.

Él negó con la cabeza —Yo no estaba mintiendo… no mucho de todas formas.


Eres de confianza, Grace. Siempre he sabido eso. Y, bueno, aunque nunca vamos a
ser algo más que amigos. Para saber eso sólo tendría que haber visto como estabas
hoy, caminando alrededor de la escuela como una completa zombie sin él aquí.
Podía odiarlo, sabes, por ser una parte tan importante de tu vida haciendo que
cuando no está allí, aunque sea por un sólo jodido día, acabas viéndote tan
miserable. Pero luego veo tu cara cuando él está aquí, y no puedo estar nada más
que contento de que alguien por fin te haya hecho feliz de la forma en que no lo
hice.

327
Y ahí estaba. Graham me había dado mi respuesta. Miré a la montaña rusa en la
que habíamos estado haciendo la fila para montarnos, y simplemente ya no parecía
tan importante y necesario.

—Graham, ¿podrías llevarme a casa?

Él sonrió y asintió. Envolví mi brazo alrededor de su cintura mientras empezamos


a caminar hacia al estacionamiento de estudiantes en la playa. —Hey, ¿recuerdas
cuando éramos niños, y te burlabas de mis dientes? —yo me reí—. Sí. Te llamaba
Lispy el Conejo porque tenías los dientes como un conejito.

Él soltó una carcajada. —Hombre, yo odiaba cuando hacías eso. Me sentía tan
malditamente consciente de mis dientes.

—Y luego conseguiste aparatos, y ahora a las mujeres les encanta verte sonreír. —
Lo reprendí.

—¿Incluso a tu amiga?

Levanté las cejas, curiosa en su pregunta. —¿Cuál?

Su sonrisa se hizo suave, casi melancólica. —Lark.

—¿Lark? —solté un bufido—. ¿Estás interesado en la hermana de Robert?

Se enderezó su sonrisa, todo el humor desapareció de su rostro. —No. Sólo estaba


preguntando, eso es todo.

Le sonreí con una sonrisa de complicidad, y abracé esta nueva pieza de


información para mí misma. Si tenía sentimientos por Lark, eso sin duda daría un
giro a la dinámica de mi relación con Robert. Podría aliviar su mente sobre
Graham de una vez por todas o sólo podría intensificar su desaprobación.

A medida que nos acercábamos al coche, vi que algo se movía en las sombras del
edificio de la escuela. Me puse rígida de miedo. ¿Había decidido Erica que nos esperaría
en el coche para continuar su diatriba? ¿Estaba tramando algo peor?

Graham, que sintió el súbito cambio en mi estado de ánimo, dejó caer el brazo de
mí y me empujó detrás él. —¿Quién está ahí? —Gritó.

La luna estaba alta en el cielo, y como si fuera el momento justo, su luz iluminó a
la persona que salió de las sombras. —Oh, Dios… Robert.

Él se veía tan impresionante en la luz de la luna. Su cabello medianoche se veía casi


plateado y sus ojos estaban llenos de tristeza.

328
—Robert —susurré al oír sus pensamientos, escuché las acusaciones en silencio,
escuché su corazón romperse en mi mente—. Robert, esto no es lo que parece.

Graham se alejó de mí, gracias a Dios, sabiendo que este momento no era uno al
que él perteneciera. Di un paso hacia Robert, y luego otro, mi mano alcanzándose
hacia él, pidiéndole que se quedara.

Robert, por favor. Escucha. Mira, mira a través de mi mente, por favor.

Continué hasta que me perdí en la oscuridad cerrada de la escuela, mis manos


intentando alcanzarlo.

Una parte de mí me decía que diera la vuelta y regresara donde la luz seguía
brillando, donde Graham estaba todavía de pie, pero mi corazón me llevó adelante.
Yo era atraída, como un imán, hacia lo único que podía hacerme irme. Me sumergí
adelante a través de la oscuridad, sintiendo deslizarse las paredes y puertas,
caminando a través de ellas, sin saber a dónde llevaban, pero sabiendo que me
estaban llevando a algún lugar donde tenía que estar.

Robert. Robert ¿dónde estás?

Yo lo sentía, aunque no podía verlo. Lo podía sentir en mi mente, buscando. Él


sabría, él vería. Seguí diciéndomelo a mí misma, porque era la única manera en que
sabía que no lo iba a perder. Yo no podía perderlo. Tropecé con algo que estaba
bloqueando mi camino y caí al suelo, golpeando mi codo con la baldosa fría.

Levantándome a mí misma, seguí, frotándome el brazo punzante, a veces


tropezando con mis propios pies mientras uno de los cordones de mis sandalias se
venía abajo y se agitaba por debajo de mí mientras caminaba. Finalmente vi la
sombra de una figura de pie en medio del pasillo, su cuerpo esbozado por la franja
de pálida luz de luna que atravesaba la ventana de cristal de una puerta justo detrás
de él, su oscuro brillo, casi negro en apariencia. Reconocí la puerta. Estábamos
frente a la oficina de registro.

—Robert, gracias a Dios. ¿Por qué estamos aquí? —Resoplé, cansada de caminar
por el laberinto por donde me había llevado, pero contenta por la privacidad que
había previsto para nuestro reencuentro.

No se movió. No dijo nada de nada. Seguí caminando hacia él, llegando a su lado,
desesperada por tocarlo, por olerlo, sentir su aliento en mi piel… pero él levantó la
mano para detenerme. Fue un movimiento rígido, desigual… era un movimiento
que había visto antes. Era un movimiento que afirmaba nada más que rechazo. Era
uno con el que estaba muy familiarizada, y mi sangre se volvió agua helada. No
había sido conducida aquí para un encuentro. No habría besos felices o cálidos
abrazos. Él no había escuchado mis súplicas, no había buscado en mi mente. No

329
había sido él. Él sólo vio Graham con su brazo a mí alrededor, mi brazo alrededor
de él, y nuestras risas. Lo podía ver en sus ojos.

Y yo me reí. Fue un arrebato histérico que se dobló rápidamente en el interior de


mí misma y se convirtió en algo más: una dolorosa risa, teñida de ironía, miseria y
dolor. Qué fácil había sido para él, perder toda la fe en mí, mientras yo había estado
luchando para encontrar faltas. Graham había dicho que era de confianza. Él lo
sabía porque él me conocía, me amaba. Pero Robert no… no podía confiar en mí
porque...

—Eso es todo, ¿cierto? No puedes confiar en mí porque no me amas —le susurré,


con mi voz tan suave, que nadie salvo Dios lo habría escuchado; o un ángel—. Tú
no me amas. —Sentí mi estómago retorcerse y el dolor ardiente que se disparó
directamente a mi corazón. Negué con la cabeza, las palabras que salieron sellaron
cualquier posibilidad de reprensión. Di la vuelta y eché a andar de nuevo en la
forma en que llegue, luché contra el tirón dentro de mí que deseaba que diera la
vuelta. Estaba gritándome que volviera. Luché con las quemaduras de mi corazón.
Me movía más rápido, no confiando en la velocidad de mis simples pies para
sacarme de este edificio lo suficientemente rápido, no confiando en el dolor de mi
corazón perpetuamente roto.

La oscuridad parecía más negra, mi camino ya no tenía propósito, era al azar. Mis
manos se agitaban delante de mí, sin propósito, ya no se resbalaban en las paredes,
ahora golpeaban en ellas, estrellándose en ellas. Podía sentir los cortes y heridas
causadas por las esquinas de los armarios, y el latido cada vez mayor de los
moretones aún no formados por las puertas y pomos que estaban en mi camino de
escape del creciente sonido de la fractura de mi mundo.

Me tropecé más a menudo ahora, los cordones de las sandalias habían salido
decididamente más largos y más peligrosos. Finalmente me rendí al agotamiento
que el dolor había desatado en mi, y caí sobre mis propios pies, el frío suelo de
baldosas mordiendo mis caderas.

Silbé por el dolor y oí como rebotaba en los pasillos oscuros y vacíos, luego el
quejido de reconocimiento se unió pronto al sonido de sollozos rotos. Me deslicé
contra la pared abrazándome a mí misma sintiendo mi cuerpo temblando con el
aplastante dolor de la pérdida.

Fue de lejos lo más doloroso que alguna vez haya experimentado. La pérdida de
Graham había sido una irritación leve en comparación con esto. Sentía que me
estaba ahogando en mi propio vacío, y el eco de mi dolor me estaba forzando
abajo.

Cerré los ojos y sentí como mi corazón se rasgaba en pedazos, cada fragmento de
esperanza y amor se rompió en pedazos mientras los segundos pasaban, cada uno

330
de ellos reclamados por dolor, traición y desesperación. La única parte de mí que
realmente podía ser inmortal, como Robert y Lark estaba repentinamente
sucumbiendo a la verdad, que nunca había sido amada. Y sólo ahora podía admitir
que, a pesar de que nunca lo dijo, yo creía que me amaba, y era una tonta por
creerlo.

—Tú no eres una tonta.

Mis ojos se abrieron de repente. Su rostro estaba a centímetros del mío. —Vete. —
Le susurré, mi voz quebrada por la emoción.

Él negó con la cabeza. —No puedo, Grace. ¿No ves que no puedo?

Me apoyé contra la pared y con todas mis fuerzas, le empujé.

No se movió. Era una pared de nuevo, su fuerza demasiado grande para que
cualquier parte de mí lo moviera... como su corazón. —¡Déjame sola! —lloré,
incapaz de mantenerme callada. Si él no se iba, yo lo haría. Traté de levantarme,
pero él puso una mano firme sobre mi rodilla, impidiéndome conseguirlo. Traté de
empujarlo, la ira fluía tan rápido dentro de mí como las lágrimas que salían—.
¡Quítame la mano de encima!

Él tiró su mano de mi pierna con rapidez, sus ojos abiertos con sorpresa.

Traté de pararme una vez más, pero de nuevo su mano salió disparada, esta vez en
mi hombro, los dedos tocando la piel desnuda que las tiras de mi disfraz no
cubrían. Yo podía sentir la tela de mis pensamientos llegar a él, no encontrando
forma de entrar… Yo estaba cerrada por completo, a pesar de su cercanía, a pesar
de su contacto conmigo, a pesar de lo desesperada que estaba aferrada a algún tipo
de esperanza que decía que yo estaba equivocada.

—¿Va a dejar de tocarme? —le grité, agarrando su muñeca, haciendo caso omiso de
la forma en cómo las puntas de mis dedos picaban con sensaciones mientras trataba
de separarlo de mí—. Déjame ir. —Lloré, el sonido roto procedente de mis labios
no sonaba como yo en absoluto.

Su mano una vez más se apartó rápidamente y me oí llorar de manera insoportable


me sentía aún más perdida sin ella.

—Grace, yo… —Comenzó, sus ojos muy abiertos, mientras me miraba y luego a su
mano.

Negué con la cabeza, no quería oír nada más, no quería escuchar la voz que hacía a
mi corazón muerto cantar, incluso cuando se estaba rompiendo. —Para, sólo para
y vete. ¿No puedes ver cuánto daño me haces?

331
Pero él no se iba. En cambio, colocó ambas manos a cada lado de mi cara y me
obligó a mirarlo, dijo en voz baja. —Grace, puedo sentir esto —dijo suavemente —
desesperadamente— mientras frotaba los pulgares contra mis mejillas manchadas
de lágrimas—. Lo puedo sentir. —Él levantó una mano lejos para frotar una
lágrima entre las puntas de los dedos, y se quedó mirándome con asombro. Puso su
mano sobre mi boca, y frotó mis labios, suavemente, suavemente—. ¿Es tan suave?

Mi corazón latía con fuerza mientras me di cuenta que él estaba hablando sobre
realmente ser capaz de sentir lo que estaba tocando. Puse mi mano en su cara. —
¿Puedes sentir esto? —Pregunté, mientras sostenía su mejilla. Él asintió y volvió la
cara en ella, apretando la nariz y los labios contra mi palma. Él respiraba el aroma
de mi muñeca, y la besó. Sentía como si mi piel fuera a estallar en llamas donde sus
labios habían estado.

—Suave. Nunca seré capaz de escuchar la palabra suave otra vez sin pensar en tu
piel. —Susurró mientras tomaba mi mano y la apretaba más duro contra su boca.
Cerré los ojos, tratando muy duramente de no gemir, no queriendo caer en el
calabozo de la emoción que yo podía ver me hacía señas. Una sola cosa me
impediría caer...

—¿Me amas, Robert?

El silencio habría sido mejor. El silencio habría sido maravilloso. El silencio habría
sido menos doloroso que el susurrado "no" que incineró cualquier esperanza que
habría sido capaz de recoger del fondo de mi corazón. Me tragué el sollozo que me
estaba ahogando y asentí con la cabeza una vez, sintiendo mi mano caer sin vida a
mi lado cuando él la soltó.

Yo luchaba por ponerme de pie, pero lo hice sin pedir su ayuda. El dolor en mi
costado, me hizo tropezar, pero cuando llegó para ayudarme a estabilizarme, silbé
y me aparte de él… podría haber descubierto lo que significaba tocar algo y sentirlo,
pero él también había asesinado mi fe en el proceso, y yo no quería que la masacre
continuara.

—Yo estoy contenta de que ahora sabes lo que se siente... sentir, Robert... pero eso
ya no tiene nada que ver conmigo. Me podría haber quedado —me habría quedado
sin saber si me amabas o no— pero no puedo, ahora que sé que no. Hubiera
arriesgado todo por la oportunidad, pero ahora que sé que no hay ninguna, yo sólo
no puedo.

Pisé a su alrededor, manteniendo las manos con fuerza a mi lado mientras lo hacía,
porque ahora eran traidoras y picaban por tocarlo, su pelo, sus labios. Comencé a
alejarme. Hice una pausa mientras miraba a las dos lunas pálidas de sus ojos,
ignorando la mirada de dolor en ellos y, sin pensarlo, di un beso en mis dedos y los
puse en sus labios. —Adiós, Robert.

332
Empecé a correr. No volví a ver detrás de mí, no sé si veía adelante tampoco. Seguí
corriendo, haciendo caso omiso de las molestias y dolores que me gritaban que me
detuviera. La oscuridad y los interminables pasillos finalmente cedieron, vi la luz
brillante de la luna a través de las puertas que me habían llevado a poner fin a mi
sueño y me precipité hacia delante, feliz por la salida hacia... ¿Qué? ¿Estaba corriendo
a una vida sin Robert? ¿Eso era lo que quería? ¿Iba a renunciar tan fácilmente?

Yo disminuí mi ritmo y mis dedos se detuvieron en la línea que separa la oscuridad


de la luz, Grace antes y después de Robert. ¿Pero cuál era cuál? ¿Podría entrar en la luz
significar realmente alejarme de Robert? ¿Cómo puede un ángel ser mi oscuridad? El dolor
en mi corazón me gritó la respuesta; él había traído la luna de mi cielo. Fue su
último regalo para mí antes de irme, permitirme encontrar el camino de la
asfixiante oscuridad si decidía irme. Tomando una respiración profunda, comencé
a seguir adelante, mis pies estaban pesados, como si todo el dolor, toda la tristeza y
la decepción se hubiesen asentado allí, como un peso hacia abajo, como anclas.
Lentamente, di un paso y vi que la luz fría rozaba mis dedos del pie.

Desde la oscuridad detrás de mí, un sonido atravesó mi cuerpo, mi corazón, y fue a


lo más hondo de mi alma. Era un grito de dolor, y mi boca se abrió, sentí el grito
como si fuera mío, como si fuera procedente de mis labios, mi boca, mi garganta.
Era agonizante y horrible, y yo no podía detenerlo.

Mi cuerpo dio media vuelta, el sonido me obligó a girar hacia allí. Sacudí la cabeza,
negando su ruego. Traté de regresar hacia la luz de la suave luna, gritando mis
objeciones. —¡Esto no es justo! ¡Dios, esto no es justo! ¡Jugar con mi corazón, para
ser tan cruel! ¡Él no me ama! ¿Por qué me debería importar? —Una vez más, el
sonido, frenético y torturado. Sacudí la cabeza, tapándome los oídos con las
manos, negándome a oír, pero se abrió paso y rompió el último gramo de fuerza
que había impulsado a rechazar.

Obligada por alguna invisibles voluntad, mis pies me empujaron hacia adelante
hacia el grito de angustia, sin importarme lo que me iba a encontrar, sólo esperando
que cuando llegara allí, de alguna manera pudiera detenerlo. Y corrí por los
pasillos, siguiendo los agonizantes sonidos, que hacían ecos y rebotaban en mí —a
través de mí— sabiendo quién los estaba haciendo, sintiendo el herido choque a
través de mí como si yo lo estuviera sufriendo… Yo quería ser la que los sufriera en
su lugar, porque mi dolor parecía tan insignificante junto a ese sonido ahora. El
sonido me iba a derribar, estaba lleno de tanto dolor que era pesado, cargado por su
intensidad. Luché por aire mientras me ponía de pie, mis piernas me instaban hacia
adelante.

Rodeando el pasillo me lleve de nuevo a ese fatídico pasillo, ahí lo vi, inclinado
sobre sus manos y rodillas, la espalda arqueada por el dolor. Caí delante de él,
golpeando las rodillas contra el piso frío. —¿Robert… Robert que está mal? —Mis
manos se apoderaron de sus hombros, tratando de alzarlo. Comprendiendo que eso

333
era imposible, permití a mis manos recorrer su cuerpo, tratando de encontrar lo que
le estaba haciendo daño.

Él negó con la cabeza ante mi búsqueda y abrió la boca para decir algo, pero otro
grito surgió de sus labios. Sonaba como raspar metal contra metal, y me tapé los
oídos. Estaba con dolor —dolor innegable e invisible— y yo no podía detenerlo. Su
cuerpo se retorcía por su fuerza, sus músculos tensos, espasmos de insoportable
agonía. —Robert dime. ¡Dime que es lo que está mal! —Le supliqué, mi voz
sonando desesperada mientras me alejaba de sus agitadas extremidades.

Intentó alcanzarme con una mano temblorosa. Observé como temblaba y caía,
estaba demasiado débil. Nuevamente, la levantó —alcanzando— y, finalmente, la
puso contra mi rostro. Agarré su muñeca con ambas manos, manteniéndolo ahí, no
queriendo perder esta pequeña conexión. Traté de levantarlo, traté de ayudarlo,
pero aún débil, era una pared impenetrable, finalmente dejé de intentarlo y acuné
su cabeza en mis brazos, mi mente tratando de borrar la mirada en su rostro, borrar
la forma en que sus ojos tenían un aspecto tan incoloro y vacío de la enloquecedora
tortura. Por favor, Robert...

Cayó a un lado, dejó caer su cabeza en mi regazo. Coloqué mi mano sobre su


pecho, en busca de su ritmo cardíaco, encontrándolo débil y desesperado. Él cerró
los ojos y gimió.

—Te amo, Grace.

Y la pared se desplomó.

334
Cambio

Traducido por kuami

Corregido por majo2340

L
a visión de Robert derrumbándose en mis brazos me hizo sentir cosas que
no había sentido antes. La desesperación en ese momento era sofocante. Yo
no podía gritar para pedir ayuda. ¿Quién me iba a escuchar? ¿Quién podría
ayudarme?

¿Lark? ¡Lark! Mi mente estaba gritando. Estaba gritando su rechazo, su dolor, su


miseria. Me aferré al cuerpo inanimado de Robert, sin importarme que él se sintiera
como si estuviera desplomado sobre mí en el suelo. No le dejaría. No importa que
él me hubiese lastimado, no importa cuales habían sido sus últimas palabras, no me
apartaría de su lado. Él había dicho que me amaba. Lo había dicho y eso
significaba que era verdad, y no había nada que pudiera considerar para apartarlo
de mi camino ahora.

―No me dejes ―sollocé en voz baja en su pelo, pasando mis dedos distraídamente
sobre ellos―. No me digas que me amas y me dejes. No rompas mi corazón y lo
vuelvas a juntar de nuevo sólo para romperlo una vez más. No soy lo
suficientemente fuerte para esto.

Traté de encontrar su ritmo cardíaco, tratando de encontrar su resplandor, incluso


en la que fue su extrema y siniestra oscuridad, pero no había nada. No había calor,
ni aliento, ni vida. Fuera lo que fuese que le había hecho sufrir tan horriblemente,
había tomado de él, de mí, de su inmortalidad… lo había matado.

Seguí acariciando su cabello cuando un extraño sonido comenzó a resonar en el


vestíbulo vacío. Sonaba airoso, y áspero. Mordiendo a través de mí, vibrando a
través de mí, y finalmente admití para mí misma que era el sonido de los sollozos
que estaban rasgando a través de mi pecho, salpicando la oscuridad con mi dolor
sin color. Me hundí en él, presionando la cara contra la suya, necesitando sentir su
piel contra la mía. Rocé mis labios con los suyos, una vez, dos veces. ―Siente esto.

335
Siénteme. Por favor, por favor... siéntelo. ―Le rogué, sin preocuparme por nada
más.

Era como si estuviera diciéndome a mi misma que sintiera; sentí la sensación de


adormecimiento por la pérdida instalarse en mí, tan familiar y tan odiada. En
primer lugar mi madre, a continuación, Graham, y ahora Robert. Sin duda, el
corazón no podía soportar la destrucción de gran parte de su razón para latir. Le
había sido arrebatado el amor de una madre, negado el amor de un amigo, y
ahora… ahora que sabía lo que significaba realmente el amor, lo que significaba
vivir para el amor y perderlo, arriesgarse por amor, y pagar el precio, ¿qué quedaba
allí para seguir latiendo? ¿Qué otra cosa podría pasar ahora, después de esto?

―Robert… ¡no! ―Una voz gritó desde la oscuridad.

Miré hacia arriba cuando las exclamaciones de horror me llegaron y vi las serias
caras blancas de Ameila y Lark, conmocionadas y el dolor maltratando sus
hermosos rasgos. Habían oído sus gritos de dolor, lo sentían tan profundamente
como yo. Ellas habían venido, sin importarle lo que estaban haciendo o que les
vieran. Se había atrevido a esperar, rezar que estuvieran a tiempo para ayudarle,
salvarle.

Habían perdido.

―Hijo mío. ¡Mi hijo! ―Ameila se lamentó, mientras arrastraba su cuerpo de mis
brazos. Ella enterró su cara en su pecho, su lamento de soprano se mezclaba con los
agudos sollozos de Lark, la armonía de su dolor llenando mis oídos, pero no mis
brazos que ahora se sentían vacíos y fríos, como inútiles palos que colgaban a mi
lado. No podía ver nada, mis lágrimas de dolor eran demasiado gruesas para
centrarse en el brillo de color naranja que ardía de sus cuerpos, llenando el pasillo
con la luz de su pérdida.

Me aislé. Los excluí a todos y cerré mis ojos, empujándome lejos en una esquina
para estar sola con mi dolor.

―¡Oh Dios mío! ―Lark, con un temblor en la voz que reflejaba el dolor que sentí
tirando de mí.

No miraría. Me negué a mirar.

―Mamá, déjalo ir. Que se vaya… ¡mamá, mira!

Miré.

El cuerpo de mi ángel querido empezó a levantarse, con los brazos colgando sin
vida a los costados. Sus piernas colgaban por debajo de él, dobladas en ángulos
extraños, sus zapatos plantados en el suelo. Ameila tomo la mano, llevándola a sus

336
labios y besándola, mientras apartaba el pelo de sus ojos. Todas las cosas que una
madre le haría a un niño que dormía profundamente. ¿Acaso no se dan cuenta que no
estaba dormido? Ella empezó a subir como su cuerpo hizo, sin dejar caer su mano,
sin romper nunca el contacto de él. Sentí el calor de los celos burbujeando en mí
cuando me puse de pie, también. Él me amaba. Me amaba y debía ser yo quien lo
sostuviera ahora.

Pero no podía decirlo. Ese único pensamiento me quemaba, y se añadió a la culpa


que poco a poco comenzaba a acumularse en el interior de mi pecho mientras
recordaba una y otra vez en mi cabeza el último intercambio que había tenido con
Lark sobre Robert, sobre no preocuparme de herir sus sentimientos. Me había
mentido mi ira y rencor, y ahora yo nunca sería capaz de decirle lo que sentía,
rogarle que me perdonara por ser tan egoísta, por ser tan... humana.

Otro suspiro atrajo mi atención hacia la camisa, una que no reconocí, cuando
empezó a tirar delante. Los botones estaban forzados en contra de su pecho, y uno
a uno, estallaron, cayendo en algún rincón oscuro o rodando debajo de alguna
puerta. Él flotó hacia arriba, hasta que su cabeza estuvo casi al mismo nivel que las
nuestras que estábamos de pie a su alrededor.

―Robert... ―Las tres susurramos.

Su camisa estaba abierta detrás de él, y debajo de la espalda, no, de su espalda,


pude ver una grotesca rama, como manchas en su piel abultada y palpitante en la
oscuridad. Ameila siseó, y se tambaleó hacia delante. No sé lo que pensaba hacer, y
probablemente nunca lo sabré porque Lark estiró su brazo para detenerla.

El sonido de Ameila estrellándose con el brazo de Lark sonó como un gigantesco


martillo golpeando en una viga de acero. Hizo eco a nuestro alrededor, pero sólo
yo parecía notarlo. Lark y Ameila estaban mirando fijamente las grotescas marcas
que se extendían en la espalda de Robert. Vi con horror, fascinada como las ramas
comenzaban a sobresalir hacia el suelo. La piel se estiró por la tensión, hasta estar
casi translúcida, como una película oscura de carne y hueso...

―¡Oh, Dios mío, son sus alas! ―Dijo Ameila sin aliento, con la mano sobre su
boca en estado de shock, la otra mano agarrando el hombro de Lark con tanta
fuerza, pude ver una mueca de dolor en los labios.

Las ramas y la piel se extendieron más cuando el cuerpo de Robert giró hasta que él
estuvo derecho, con la cabeza colgando a un lado, como un títere cuyas cuerdas
habían sido cortadas. Yo quise ayudarle a mantener la cabeza erguida, por la tonta
preocupación humana, la rigidez de su cuello me causaba una gran preocupación,
pero Lark negó con la cabeza, agarrándome y sosteniendo mi brazo con su mano,
para impedirme interferir.

337
A medida que su cuerpo se elevó más alto, las ramas de su espalda se estiraron aun
más. Alas, había dicho Ameila. La clase de Biología estaba dando sus frutos de una
manera extraña cuando pude distinguir la forma aproximada del esqueleto en la
base del ala, pero las ramas exteriores, no eran tan fáciles de identificar. Cuando las
ramas crecieron en número, y más pequeñas aún, finalmente el reconocimiento me
golpeó. Cada una de las divisiones no era los huesos. Eran las plumas.

―Sí. ―Susurró Lark, asintiendo con la cabeza en acuerdo. Su rostro se llenó de


asombro.

Totalmente formado, totalmente emplumado, la envergadura sin duda iba más allá
incluso de la anchura del pasillo. Sacudí la cabeza con asombro ante tal espectáculo
insondable. El cuerpo de Robert seguía inerte, pero detrás de él se extendían, en
una magnífica muestra de la belleza involuntaria, sus alas. Completas, brillantes,
y...

―Negras. ―Ameila abrió la boca.

Como las alas de un cuervo.

Su cuerpo empezó a bajar, doblando las alas hacia adentro. Lark se precipitó a
atraparlo, su diminuta forma desmentía su fuerza cuando ella lo manejó con
facilidad. Ella lo puso suavemente en el suelo, dejando con cuidado sus alas en
torno a él, con lágrimas brillantes cayendo de su rostro mientras lo hacía.
―Hermano, lo hiciste. Tienes tus alas. Abre los ojos y míralas. Abre los ojos y mira
como aquellos que te preocupan tanto han compartido este momento contigo.

Su voz era tan suave, que apenas podía entender lo que estaba diciendo, y yo quería
preguntarle por qué estaba diciendo todo eso, pero la respuesta ya estaba allí. Ella
no podía pensar, porque él no estaba allí. Él no recibiría sus pensamientos. Él no
recibiría ninguno de nuestros pensamientos ya.

―Pero pensé que los ángeles no mueren ―murmuré, sobre todo a mí misma,
porque sabía de manera diferente, otros ángeles mueren, pero no el mío―. Se
supone que no está muerto.

Sentí un impulso de emoción comenzando a batir suavemente dentro de mí


mientras miraba a mi hermoso ángel acostado boca abajo en el suelo, con su
sarcástica y fuerte hermana rota y llorando sobre su pecho. Ameila, hermosa
incluso en su dolor, estaba de piedra, con los brazos a los lados, como si ella
aceptara esto, aceptara el destino que le había ocurrido a su hijo. Los latidos dentro
de mí crecieron lentamente. Creció intrépido, ruidosamente y fuerte, y feroz. Me
empujó, dando tirones a mí alrededor como una muñeca de trapo en las manos de
un niño rebelde. Creció dentro de mí calentándome, y filtrando las abrasadoras
lágrimas que corrieran abajo mi cara.

338
―¡No!

El grito resonó en el pasillo, el crujido final en mi corazón, la fisura ahora


demasiado grande como para contener las emociones desbordas. Estaba enojada,
encendida, y vengativa. ―¡No! ¡No, no, no! ―Salté hacia la forma de Robert,
intensificando mi reacción de alguna manera lo suficiente para golpear y apartar a
Lark de mi camino. Y empecé a pegar en su pecho, sus hombros. Agarré su cabeza
y miré su cara, perfecta y exquisita, incluso en la muerte, y la agité.

―No, se supone que tú no tienes que morir, ¡maldita sea!

Le palmoteé. No sé por qué, y siempre me cuestionaré después qué me obligó a


hacerlo, pero en ese momento, era lo único que parecía razonable. Mi mano
comenzó a palpitar, y me olvidé de lo dura e implacable que era su piel. A
diferencia del golpe que le había dado a Lark, se suponía que esto causaría dolor.

Se suponía que esto traía consigo dolor y el desprecio a las víctimas de abuso, y en
cambio lo único que sentí fue la picadura del mismo. Pero no me importaba. Con el
dolor era mejor estar insensible, porque si aceptaba el entumecimiento entonces eso
significaría que había aceptado la muerte de Robert, y yo no podía aceptar eso. Yo
no lo aceptaría.

En cambio, le palmoteé de nuevo.

―No estás muerto. No puede decirme que me amas y después dejarme. No estás
muerto, ¿me oyes? ¡No lo estás, no lo estas!

Por cada crujido que se alineaba en mi corazón, por cada lágrima que había
derramado, le golpeé. Le pegué por cosas que no habían tenido nada que ver. Le
pegué por cada plan que podría haber sido hecho, pero que ahora no se haría. Le
pegué por todas las malditas esperanzas eliminadas, por todos los sueños
aplastados, por cada momento que ahora se extendía ante mí, vacío y sin razón. Le
pegué por cada vez que yo misma dudé, o dudaba de él. Y, principalmente, le
pegué porque si me detenía, si pensaba en parar, temía que no sabría qué otra cosa
me quedaría por hacer en este mundo.

Una mano me agarró de la muñeca dolorida, cuando él se elevó una vez más;
deteniéndome antes de que pudiera causar más daño a mi mano. Le miré, fuerte,
determinada, y seguí las líneas de la muñeca, al brazo... a su dueño. Dos piscinas
de mercurio líquido que miraban fijamente hacia mí.

La razón habría exigido que me desmayara del susto. Pero no habría espacio para
la razón en mi mundo nunca más. Nunca la había habido. Sólo había espacio para
ahogarse en esos ojos que sostenían los míos fijos sobre ellos. ¡Oh! yo estaba en
shock, el hecho de que no me pudiera mover, ni pudiera respirar era prueba
suficiente de ello.

339
Pero yo tampoco podía parpadear, por temor a que si lo hacía, esas brillantes orbes
desaparecerían cuando abriera mis parpados.

No me podía permitir que la visión de algo tan hermoso desapareciera. Y luché


contra el instinto humano desesperadamente para no cerrar mis ojos.

―Grace.

Y parpadeé. Debido a que al parecer el movimiento en el oído coincidía con la


necesidad de abrir y cerrar.

―Grace, por favor deja de golpearme.

Negué con la cabeza ante lo absurdo del mismo. Debo estar alucinando, porque los
muertos no hablan. Ellos no miraban fijamente en mis ojos y decían cosas inocuas
que me hacían sentir como si yo fuese capaz de saltar por el borde mismo del cielo
y nunca tocar tierra. Negué con la cabeza para no razonar, olvidar la lógica, este
milagro no podía ser el mío.

Y, sin embargo, los jadeos detrás de mí, de la alegría de una madre, la esperanza de
una hermana, no eran absurdos. Eran la confirmación de que no estaba en medio
de una crisis mental. ―Estás aquí. ―Fue todo lo que pude articular en
reconocimiento. Él estaba vivo, estaba aquí, me sostenía mi muñeca y ese contacto
estaba remendando mi mano maltratada con tanta seguridad como lo hacía en
otras partes de mí que yo creía que habían muerto junto con él.

Él se sentó, su control en torno a mi muñeca se aflojó, y entonces hizo los


movimientos para estar de pie mientras yo me aparté, dejando paso para que su
familia le abrazara de una manera que yo no pude. Los brazos de su madre, fuertes
y firmes, le agarraron fuertemente contra su pecho, su hermana le envolvió los
brazos alrededor de su cuello, los tres se perdieron en la alegría de su reencuentro.
Se quedaron en silencio, con las cabezas juntas, compartiendo sus pensamientos.

Fue un momento tan intimo que casi me sentí como si fuera una intrusa. Casi. Pero
tenía mis propias preguntas que necesitaban ser contestadas. Más que nada,
necesitaba oírle decir esas palabras otra vez. Necesitaba escucharle, para
asegurarme que no me lo había imaginado, que no había sido un invento de mi
imaginación provocada por el shock. Lo necesitaba porque había dejado de respirar
cuando él abrió sus ojos, y sin ellos, no creo que fuera capaz de recordar cómo
empezar de nuevo.

Poco a poco, Lark bajó sus brazos de alrededor del cuello de Robert. Ameila lo
soltó suavemente, pero se aferró a su mano. Yo estaba de pie en silencio cuando
ellos se apartaron de su lado. Él estaba mirando directamente hacia mí, con una
expresión preocupada en su rostro. Extendió una mano hacia mí, pero empezó a
retirarla cuando le miré con escepticismo, vacilante.

340
Al ver lo que estaba haciendo, lo que había interpretado en mis pensamientos, me
precipité hacia adelante para agarrarle. Sabía que las posibilidades que tenía eran
pocas, y no estaba a punto para perderme ninguna de ellas. Sostuve su mano en la
mía, y le miré a los ojos.

―Estoy bien ―dijo en voz baja, y aparté un mechón de mi pelo lejos de mis ojos
con la mano que le sostenía con fuerza―. Estoy mejor que bien. Todavía estás
aquí. No me dejes.

Una risa nerviosa salió de mí. ¿No le había dicho lo mismo a él hacia unas semanas?
¿Qué se supone que le voy a decir ahora? ¿Cómo se puede tratar con cosas como esta? ¿En
realidad esto no era… real? Los corazones rotos eran una cosa, pero yo le acababa de
ver morir. Vi como su cuerpo muerto cambiaba, vi cómo le crecieron alas, ¡alas por
amor de Dios! Y ahora, me estaba hablando a mí, como si todo esto fuera normal.

¿Habría alguna vez un momento en la vida en que me sintiera cómoda con este tipo de cosas?

Él tiró de mí más cerca, y me golpeó una repentina sensación de timidez y de


miedo. Sintió mis dudas y relajó su agarre sobre mí. ―Yo…yo no sé cómo estar
contigo. ―Le dije en voz baja, y no lo abcía. Él había puesto del revés todos mis
sentidos en unas pocas horas. Yo no entendía nada de lo que había pasado, y no
entendía ¿por qué yo no apenas podía alejarme?

―No podías alejarte porque tu corazón sabía a dónde pertenecía. ―Ameila


respondió a mis pensamientos lo que provocó una exclamación en sus hijos. Ella
no había hecho esto durante mucho tiempo… ¿por qué ahora?

Ella puso una mano en mi espalda y me volvió la barbilla hacia su cara. ―Hay
muchas cosas que todavía tienes que saber, pequeña. Pero no podemos hacerlo
aquí. La gente está llegando

No tuve la oportunidad de expresar mis objeciones para salir cuando sentí un tirón
fuerte y me encontré apretada contra el pecho de Robert, mi cara en el pequeño
hueco de su cuello. Sus brazos se envolvieron a mí alrededor, sujetándome a él con
firmeza. No sabía qué estaba pasando, sólo que un frío viento mordía punzante en
mi espalda y hombros. Terminé con mis brazos alrededor de su cuello, aunque no
estoy muy segura de si era para no caer, o simplemente para estar más cerca de él.
Simplemente no me importaba en este momento.

Le tomó sólo unos minutos a Robert poner finalmente mis pies en tierra firme. Mis
rodillas habían empezado a sacudirse con la aglomeración de emociones que
brotaban dentro de mí. Por primera vez desde que le había conocido, Robert no me
dejó acostumbrarme a él por mi cuenta. Me recogió de nuevo, con un brazo debajo
de la curva de las rodillas, el otro alrededor de mi espalda, y me llevó a su casa. Ahí
sería donde me dirían la verdad.

341
Me llevó a la sala, pero en lugar de ponerme en un sofá o una silla, simplemente se
quedó de pie conmigo en sus brazos. ―Hay mucho que explicar… murmuró en mi
cabello―. Y no sé por dónde empezar

Ameila apareció entonces, seguida de Lark. No me había dado cuenta de que


nosotros habíamos llegado allí antes que ellas dos. ―Déjame explicarlo, hijo. Ella
todavía tiene sentimientos de desconfianza, y no la culpo. ―Ameila alcanzó mi
mano, y, con los tres ángeles de pie en medio de la sala de su casa mientras yo
estaba en brazos de Robert, empezó a explicarme qué era lo que acababa de
soportar.

―Sam había engañado a Robert. Él había sido su mentor estas últimas décadas,
acompañándolo mientras él cumplía con los deberes de su Llamada, y Robert había
admirado su sabiduría y experiencia como a cualquier hermano mayor, porque eso
era lo que el papel de Sam estaba destinado a ser. Pero Sam tomó esa confianza
demasiado lejos. Él le dijo a Robert que sus alas le saldrían sólo cuando sufriera un
gran dolor.

La voz de Ameila se elevó suavemente mientras miraba a su hijo. ―Pero, ¿qué hay
en la vida de un ángel que nos pueda causar un dolor verdadero que no sea
traicionar a nuestros corazones?

La miré confundida. ―¿Pensé que la única manera de que los de tu clase sintieran
dolor era cuando mentían?

Ella asintió con la cabeza. ―Sí. Pero ya ves, es en nuestros corazones, por ser
honestos. No podemos ser lo que somos, cumplir con las funciones en este mundo
a las que hemos estado destinados, si no somos honestos con los que hemos nacido
para proteger, nacido para cuidar y... nacido para amar. Tú, mi querida Grace, eres
la verdad en el corazón de mi hijo, y cuando él te negó, cuando se negó a sí mismo
la verdad, mintiendo y diciendo que no te amaba, le causó un dolor tan grande, que
l… ―la voz de Ameila quedó atrapada en su garganta mientras luchaba con las
palabras― …lo mató. Ya ves, que chico más tonto que es mi hijo, él no sólo estaba
haciendo esto para sí mismo, sino para ti también. Él pensó… creyó que si recibía
sus alas, recibiría la Llamada, y entonces él sería capaz de dejarte ir. Pensó que esto
lo haría más fácil para ti, para tener la vida normal que anhelabas, y asumió que tú
entenderías que él tendría que salir el día que esto sucediera. Sin embargo, él y Sam
se olvidaron de que nuestras alas no vienen hasta nosotros por derecho, o porque
nosotros las deseamos. No se puede decir una mentira tan evidente y esperar que
un dolor de muerte sea suficiente para desencadenar el cambio.

―Pero Sam le dijo a Robert que al mentirte a ti, el dolor que sentiría a través de ti,
junto con el castigo que nuestros cuerpos reciben cuando nosotros rompemos una
de nuestras propias reglas haría exactamente eso. Y Robert pagó el precio por ello.

342
Nuestras alas... que están vinculados a nuestras emociones como ángeles. Se
necesita un gran catalizador de la sensibilidad para dar a luz. Amor, odio, ira,
celos, tristeza, compasión... se necesita una combinación de tantas emociones para
provocar el cambio físico en nuestro cuerpo, pero una emoción, mucho más
importante que todas las demás, siempre se destaca, es el desencadenante para
todo.

Sentí a Robert tirar de mí cerca de él, y apoyar la mejilla firmemente en la parte


superior de mi cabeza. Apoyé la cara contra la fresca tela de su camisa, y busqué el
suave movimiento de los latidos del corazón, necesitando su ritmo constante para
confortarme mientras mi mente luchaba por ordenar toda esta nueva información.
Su pecho estaba en silencio.

―Ahh, sí. Es un tema que era confuso al principio, pero ahora entiendo por qué.
No se oye el corazón en el pecho.

Volví la cabeza para mirarla, asintiendo con la cabeza innecesariamente al tragar


por el miedo que poco a poco estaba arrastrándose en mi interior.

―Grace, ya sabes cómo fue creado Robert… cómo de diferente es, incluso entre
nosotros. Su nacimiento no fue como el de Lark, él nació de un cadáver.
¿Entiendes lo que eso significa? Significa que siempre ha estado en el filo entre la
vida y la muerte, su alma pertenece a ambos. Esta noche la muerte ganó cuando su
cuerpo no pudo más, pero tú… regresaste por él, y le diste un último pedacito de
paz. Sabía que estaba muriéndose, y así tendría la paz, por fin podía decir la
verdad. Él lo vería con una vida normal. Sin embargo, ninguno de nosotros en
especial, Robert, sabía lo que ocurriría como consecuencia.

―Tú eres su salvación, Grace. Su amor por ti trajo sus alas, y tu amor por él le trajo
vida. Y, para dar la vida a través de la muerte, no una, sino dos veces... se exige un
precio, aunque sólo sea en una pequeña manera. Su precio era esa parte que lo
hacía más humano… más humano como tú.

Volví la cabeza para mirar a Robert, cuya mirada estaba hacia abajo, sus ojos
intensamente centrados en mí. Yo sabía que el latido de mi propio corazón no era
lo que me hacía humana. Literalmente el corazón podría latir eternamente, pero el
corazón figurativo, el corazón romántico era el que mantenía el amor vivo. Su
corazón todavía estaba allí.

Yo podía sentirlo en mí, aun cuando no pudiera oírlo en él.

―Lo entiendes ―Ameila sonrió―. Me alegro por ello. Sin embargo, deberías
preguntarte por qué sus alas son de ese color...

343
Miré a Ameila y ella supo que yo sinceramente no lo había pensado hasta ese
momento. ―Siempre tuve la impresión de que las alas de los ángeles, se supone que
son de color blanco.

Ella asintió con la cabeza, y luego dio un paso alejándose de nosotros, bajó la
cabeza, y vi con horror sorprendida como los miembros del brazo comenzaron a
sobresalir de detrás de ella, rasgando a través de su blusa y alargándose,
ramificándose, como había hecho Robert, pero mucho más suave. Las ramas
astillaron y crecieron hacia el exterior, cada extremo de dividió varias veces,
floreciendo finalmente en un par de alas inmensas que eran un blanco que me
recordaba a las bolas de algodón y al polvo para bebés… puro e inocente.

―Mis alas son como todas las demás. No alteran el color o forma. Sólo en el
tamaño nuestras alas no son diferentes. Pero nadie, absolutamente nadie más tiene
las alas negras. Robert es el primero de nuestra especie. Nuestra historia nunca ha
tenido un acontecimiento así antes, y no sé que puede significar esto para él, o para
nosotros. Voy a tener que discutir esto con los demás, pero por ahora, es una
bendición que él esté aquí.

Pero ¿qué pasa con Sam? Lo que había hecho había causado a Robert tanto dolor innecesario,
y yo no podría por lo mucho que quisiera conseguir causarle el exactamente el mismo dolor.
Si hay alguna justicia en este mundo... o su...

―Lo qué él hizo les causó a los dos un gran dolor, Grace ―dijo Ameila,
interrumpiendo mis pensamientos―. Estuvo descaminado y fue un error tonto que
nadie debió de haber vivido durante tanto tiempo como Sam lo hizo, pero ya está
hecho, y aunque los dos fueron lastimados, los resultados son mucho mejores de lo
que yo creo o cualquiera de nosotros podría haber esperado.

―Oh, por favor, mamá. Sam lo hizo deliberadamente para hacer daño a Grace
―Lark se crispó. Ella se paseaba, con las manos enrolladas en sus puños apretados
a su lado―. Él no se olvidó de lo que desencadenan las alas a aparecer. Él
simplemente no quería que a Robert le llegaran de la misma manera en que las
suyas lo hicieran.

Ameila siseó a Lark que respondió con un gruñido gutural: ―No voy a guardar
silencio acerca de esto. ¡La estupidez y el egoísmo de Sam casi te cuestan a tu hijo!
¡Para ya de defenderle!

Los argumentos tácitos de Ameila no se respondieron callando, cuando Lark una


vez más gritó: ―No, no voy a dejar de hablar de ello. Si Sam tiene algún problema
conmigo por hablar de él, que se presente y me que me lo diga el mismo.

Robert me sostuvo con más firmeza, y sentí la tensión en su cuerpo mientras él oía
el intercambio entre su madre y hermana. Cerré mis dedos alrededor de su cuello,

344
sin querer dejarle ir. Su rostro parecía angustiado por el rumbo que la conversación
había tomado. No se trataba de dar explicaciones, todo era acerca de reprochar, y él
no estaba dispuesto a permitir que eso sucediera.

―¡Esta discusión termina ahora!

Directamente no gritó, pero todavía se sacudían las paredes y ventanas con su


rotundidad. Yo tenía escondida mi cara cuando el retumbe del sonido fluyó a través
de mis huesos y causó dolor en mis dientes. ―La única persona para culpar aquí
soy yo, no Sam. Yo tomé la decisión de herirnos a Grace, y a mí. La culpa es mía.
Ahora, si las dos me disculpan, Grace y yo tenemos un montón de que cosas para
hablar. Vamos a estar en mi habitación.

Ameila hizo un movimiento para detenerlo. ―¿Crees que eso es prudente, hijo?

El cuerpo de Robert se puso rígido y me bajó para que mis pies finalmente tocaran
el suelo. ―Sí, pienso que eso es sensato, pero creo que sería mucho más interesante
para Grace si ella misma toma la decisión de venir conmigo.

Miré a los dos, a uno con una advertencia en sus ojos, al otro con una súplica en la
suya. No sabía para qué era la advertencia, pero si sabía sobre que estaba a punto
de suplicar, y fui con lo que sabía. Era mucho más seguro de esa manera.

―Vamos a hablar, Robert.

Él me ofreció de nuevo su mano, y tímidamente, la tomé, siguiéndole cuando él me


llevó hacia una habitación en la parte posterior de la casa. Estaba más allá de la
cocina, la sala en la que había estado la última vez que estuve aquí. No quiero
pensar en lo que mi locura casi me había costado entonces, así que simplemente
observé como Robert me llevaba a través de una puerta oscura y a una habitación
que estaba pintada de un blanco brillante. El oscuro pasillo que conducía a la
habitación me recordó todo lo que había sucedido en la escuela, y pude sentir todo
comenzar a hervir dentro de mí otra vez. Podía sentir el sollozo subiendo por mi
garganta, listo para saltar, arrastrando todo mi miedo y la angustia detrás de él.

―Shh, no pasa nada ―dijo Robert con dulzura, envolviendo sus brazos a mí
alrededor sosteniéndome todavía lo suficientemente apartada hacía atrás para que
él pudiera mirarme mientras hablaba―. Estoy muy, muy triste, Grace. Tengo
mucho por lo que pedir disculpas. Prometí no hacerte daño, y hasta ahora he roto
esa promesa dos veces. Lo siento por ser tan frío contigo… por ser tan cruel e
hiriente. Lo siento, Grace, por mentirte.

Levantó una mano a mi cara y alisó mis cejas con el dedo, ese pequeño
movimiento encendió una luz piloto dentro de mí, podría haber jurado se habían
humedecido por las lágrimas que había derramado esta noche. ―Sé que esto no es

345
excusa, pero cuando te vi con Graham, parecía que era el momento adecuado,
estabas tan feliz, tan despreocupada, y pude ver que habría esperanza para ti
después de que te hubiese dejado, y que serías capaz de tener la vida normal que
dijiste que querías. Utilicé la ira y los celos que sentía, los utilicé para hacerte daño,
y nunca me perdonaré durante tanto tiempo como exista.

Tenía los ojos brillantes, y vi con asombro como dos lágrimas plateadas bajaban
por su cara y aterrizaban en el suelo de madera bajo nuestros pies, con un fuerte
golpe. Me agaché para inspeccionarle y jadeé en estado de shock.

Lágrimas no. Las lágrimas se transformaron en cristal. Las toqué, sintiendo su calor y
sonrió. ―Estas son simplemente como las de un compromiso.

Se inclinó y las recogió, sopesándolas en sus manos. ―Nunca hemos prestado


atención a estas cosas. Siempre eran cosas tan triviales para nosotros, en
comparación con lo que las causa.

―No le prestas atención a un montón de cosas. ―Murmuré, jugueteando con mis


manos que estaban pérdidas haciendo algo… buscando una distracción.

―Ya lo sé. Es algo en lo que pasaré el resto de mi existencia compensando. ―Se


dirigió a una pequeña cómoda, obviamente buscando un reemplazo para su
camiseta, y desapareció en un borrón de movimiento.

Me puse de pie, pues no quería continuar la conversación como estaba, y le eche un


vistazo a su habitación mientras él se cambiaba. Esta era la única habitación que no
me había mostrado antes. No era muy grande, tal vez sólo un poco más grande que
la mía, y con foco central en lo que parecía ser una cama de madera muy
ornamentada teñida de color negro con sábanas tan blancas como la nieve, siempre
era como una guerra entre negro y blanco, la luz y la oscuridad con él. Puse los ojos
en blanco y continué mi observación. También había unas mesitas de noche a
ambos lados de la cama, y un gran cofre asentado a los pies de ella.

El arcón me recordó algo que podrías imaginaría como una historia de piratas…
viejos y de madera con una cerradura de gran tamaño a la que se le adapta una
llave maestra ―¿Tienes un tesoro enterrado allí? ―Le pregunté, con ganas de
aligerar el ambiente un poco, aunque sólo fuera para ayudar a relajar mis nervios de
punta.

Él se rió y, tomando mi mano, me llevó hasta el baúl. Se arrodilló y tiró de mí hacia


abajo con él ―Esto contiene partes de mi pasado lo elegí para guardar mis
recuerdos; estas cosas que representan a las personas, lugares y acontecimientos que
fueron momentos cruciales en mi vida.

346
Me picó la curiosidad, y esperé mientras él levantó la tapa. ¿Cuántos años tendrían
algunas de estas cosas que iba a ver?

¿Serían espectaculares u ordinarias? Con la tapa abierta, me asomé dentro. No estaba


demasiado lleno, lo que era sorprendente para contener unos mil quinientos años
de recuerdos.

―Grace tonta, éstos son sólo los recuerdos que fueron importantes para mí.
Cuando tienes la eternidad ante ti, puedes permitirte el lujo de ser especial ―él
alcanzó y recogió lo que parecía ser un caballo tallado en madera―. El granjero
que talló esto tenía un niño pequeño que había estado muy enfermo; él fue el
primer humano que yo sané conscientemente. En una muestra de gratitud, él me
dio esto. Él me dijo que había tallado el juguete para su hijo porque sabía que el
pequeño chico no viviría mucho tiempo, y probablemente nunca envejecería lo
suficiente para montar en uno real. Yo le había dado a su hijo la única cosa que él
no pudo, tiempo, y ahora él podría crecer y podría montar todos los caballos que
quisiera. El granjero dijo que el niño ya no necesitaría el caballo del juguete, por lo
que él me lo dio a mí como agradecimiento; era la única cosa que él tenía para
ofrecerme. Estaba humillado por la experiencia, y a través de las guerras, las
plagas, la hambruna y las fiestas, he guardado esto conmigo para recordarme que lo
que hacemos vale la pena. Puede ser una cosa difícil de recordar cuando oímos
tanta ira, rabia y el odio sobre cada individuo todos los días.

Tomé el caballo y lo miré. El paso del tiempo había suavizado la madera manchada
y astillado, pero los detalles que habían sido cuidadosamente tallados sobre él
todavía estaban allí. Se ha hecho para parecer que estaba a medio galope, con sus
crines y la cola levantadas con el viento imaginario.

―Es hermoso.

Él sonrió, contento de que pudiera apreciar su belleza. Él empezó a sacar una


manta, comenzando a relatar de forma casual porque estaba allí, cuando algo me
llamó la atención. Estiré mi mano más allá de su brazo para agarrarlo. Era una
camiseta. Miré su rostro cuando abrí la pieza doblada. La ausencia de rubor no
disminuyó su mirada de vergüenza. ―Esta es mi camiseta. ―Dije en voz baja
mientras miraba hacia abajo al objeto que estaba en mis manos.

Una tonta cara sonriente me miraba desde la parte delantera de la camiseta, con su
lengua burlona afuera. ―Tiré esto en el cubo de la basura ―dije, principalmente
para mí misma―. La tiré, y ahora está aquí ―la apreté contra mi cara e inhalé, con
mi nariz investigando, pero sólo olí a una ligera fragancia de suavizante para la
ropa―. ¿Por qué?

Robert me la arrebató de mis manos, y la metió de nuevo en la parte superior de la


pila de artículos en el baúl: ―Era tuya.

347
Era tan simple la respuesta como pude haber esperado, pero no se terminó. ―No
me hubiera sido posible tomar nada tuyo. Nuestra naturaleza nos impide robar, y
no podía pedir algo tuyo sin explicar para qué. Te vi tirar esto, y sabía que tenía que
recuperarla. Regresé después de que te dejara en casa el primer día y re busqué a
través en la basura hasta encontrarla. La lavé cuando llegué a casa y la puse aquí.

―Quieres saber por qué la guardé, ¿no? ―él esperó por la confirmación antes de
continuar―. Es porque sabía desde el primer día que ibas a cambiar mi vida, Grace.
Lo supe porque sentía el fuego ardiendo en mi corazón, la forma en que podía ver
la brillante luz que te rodea mucho más luminosa que la de cualquier otra persona,
la forma en que podía oír tu voz en mi cabeza, a pesar de que no estabas en
ninguna parte cerca de mí.

―Supongo que puedo decir que en retrospectiva, lo que sentí ese día fue que toda
mi existencia se está reescribiendo; pasé los últimos mil quinientos años
simplemente existiendo, pero desde que entraste en mi vida, he pasado durante los
últimos meses viviendo. Sé que a ti, te puede sonar ridículo y poco realista, pero es
lo que he llegado a comprender y apreciar como de verdad. Y como te he dicho, y
sigo aquí, no puede ser otra cosa.

―Robert ―resoplé― lo que suena ridículo y poco realista es que haya ángeles en
Heath, viniendo a la Secundaria Heath... saliendo conmigo ―con la cabeza
inclinada hacia un lado me vino un pensamiento a la cabeza entonces―. Si no
puedes tomar algo que no te pertenezca, ¿cómo fuiste capaz de entrar en mi
habitación esa noche cuando conocí a tu madre? ¿Cómo entraste y me sacaste de
mi casa?

―Tú eres mía ―contestó Robert simplemente cuando él tomó mi mano y entrelazó
los dedos con los míos―. Mmm ―cerró sus ojos y me apretó la mano―. No creo
que alguna vez quiera volver a acostumbrarme a esto ―miró mi expresión
impaciente después de abrir los ojos y suspiró―. Grace, puedes negar este hecho.
Eres mía. Lo supe en el momento en que te vi. No lo podría haber reconocido en su
momento, pero no por ello lo hace menos cierto.

―En cuanto a la existencia de los ángeles en Heath, a la mayoría de la gente en esta


ciudad les gusta pensar que los de mi especie existen. Quieren tener fe en mi
existencia, pero si soy o no real no importa. La psique humana está preparada para
aceptar sólo lo que quiere. Tiene que estar dispuesta a creer que tienes razón o estás
equivocado, no sólo porque tu lo digas. ¿Qué crees que pasaría si yo fuera a
anunciar a la junta escolar lo que soy? ¿Me temerían, o aceptarían?

Me encogí de hombros, no quería a vocalizar mi respuesta, a sabiendas de que


sabía que la iba a escuchar en mi mente de todos modos.

348
―Mira, tú sabes que la gente no acepta lo que soy, a pesar de que se les enseña que
los de mi tipo supuestamente son buenos ―mi expresión de asombro con su último
comentario parecía divertirle―. No sabes mucho acerca de los de mi clase, ¿verdad?
¿Incluso después de todo lo que has leído, después de todo lo que Lark te ha dicho?

Negué con la cabeza. ―Sabes que no fui criada en la iglesia. A mi madre le gustaba
leer la Biblia, y le encantaba cantar los Salmos, pero ella se mantuvo firme para que
nunca fuéramos, y papá nunca sintió como si hubiera sido necesario ir después de
que ella hubiese muerto. Todo lo que sabía antes de encontrarte me llegó de las
historias y las películas… admito que hice un poco de investigación acerca de los
ángeles después del accidente, pero la mayor parte de lo que encontré fueron
ilustraciones del tipo Botticelli con versículos bíblicos y acontecimientos personales
que no tenían nada que ver con todo lo que he visto hasta ahora. Incluso las alas…
no había ninguna descripción de ángeles que nacieran sin las alas con excepción de
la película de Jimmy Stewart.

Robert se echó a reír al reconocer de lo que estaba hablando. ―Ah sí... esa línea
nos ha atormentado durante décadas. Los hijos de Electus Patronus siempre
caminando por los que aún no han recibido nuestras alas con las campanillas, con
la esperanza de que a uno de ellos las hiciera aparecer.

Me reí. Lo pude ver en mi cabeza. Miré a Robert con recelo. ―¿Estabas haciendo
tu eso?

Él negó con la cabeza. ―Esas imágenes son todas suyas.

Le miré fijamente hacia abajo a nuestras manos juntas, entrelazadas, y lance un


suspiro de satisfacción. ―Así que puedes sentir esto ahora. ¿Por qué? ¿Qué pasó
que causó esto?

―Grace, me gustaría poder explicarlo. Ni siquiera yo lo sé. Sólo sé que nunca


había tenido una sensación que me gustara igual como la primera vez que toqué tu
piel, y podía sentirlo a través de la mi propia. Podría ser parte del Cambio. Podría
haber sido en parte por aceptar mi amor por ti. He estado luchando durante tanto
tiempo y cuando oí tus pensamientos, sentí tu dolor, mi propio reflejó. Yo estaba
haciéndote daño, y eso me dolió, eso me mató… a sabiendas de que estabas
sufriendo por mi culpa.

―Pero pensé que era la única manera en que yo podría dejarte tener lo que
deseabas. Tú querías una vida normal, pero ¿qué clase de normalidad hubieras
tenido, siempre preocupada sobre cuando tendría mis alas? ¿Cuándo recibiera la
Llamada? ¿Dónde iría? Te dije que te daba lo que tú querías. Pero estaba
mintiéndome a mí mismo, también. No, no exactamente mintiéndome a mí
mismo, pero negando una verdad adicional. Lo hacía porque pensaba que me

349
estaba protegiendo del dolor de tener que dejarte después. Pensé que si me iba
antes, sería más fácil para mí. Estaba siendo egoísta.

Levanté mi mano hasta tocar su cara, y me maravillé de la manera en que él apretó


su cara contra mi mano, suspirando mientras lo hacía. Para nosotros dos, se sentía
como si le estuviera tocando la cara por primera vez. ―Ya sabes, que quiero que
todos ustedes dejen de hablar sobre lo que quiero, ¿cómo si sabes cómo me siento,
no entiendes que para mí, lo normal hoy en día, significa que estés en mi vida? Lo
normal ya no existirá más para mí sin ti en ella. Y sí, que estás siendo egoísta. Una
cosa muy poco angelical para hacer.

―Tu definición de angelical y la mía no coinciden. Ahora mismo, quiero ser muy
angelical contigo. ―Bromeó Robert.

Sintiéndome nerviosa, llevé de vuelta el tema a un nivel más serio. ―Has dicho que
no sé mucho sobre los de tu tipo. ¿Te importaría explicármelo? ―Pensé que iba a
estar preparada para cualquier cosa que fuera que él tuviera que decirme. Y estaba
muy equivocada.

―Grace, las historias de ángeles están siempre llenas de luz y con propósito de
hacer el bien. Lark y yo Te hemos dicho hemos hablado de algunas de nuestras
reglas, hemos hablado de lo que somos… hasta cierto punto, pero, ¿existe un lado
oscuro de lo que somos. Hay ángeles cuyo único propósito… la única razón de su
existencia es para causar dolor y sufrimiento a los que son como tú. Sus Llamadas
puede requerir eso de ellos, pero por dentro, son malos… hasta incluso podría decir
que son malvados. Que les gusta hacer lo que hacen, y no seguir las reglas que el
resto de nosotros tenemos que respetar.

―Parece que cada uno de nosotros recibe la Llamada que mejor se adapta a nuestra
naturaleza interior. Mi madre dice que es probable que mi Llamada implique la
curación de los fieles. Siempre he tenido eso en cuenta, para no tener que sentir
nunca el fracaso de no ser capaz de sanar a alguien.

―Pero, también estaría atrayendo hacia mí la ira de los oscuros, porque estaría
deshaciendo la mayor parte de su trabajo. Es una relación simbiótica, pero no
quiere decir que cualquiera de nosotros tengamos que gustar. Y por desgracia, yo
no sería lo suficientemente poderoso como para detener a los oscuros si ellos
deciden causar daño de nuevo. Les corresponde a los fieles pedir mi ayuda.

Mi mente se tambaleaba ante esta nueva revelación. La idea de que había ángeles
que eran sádicos por naturaleza y en espíritu, iba en contra de todo lo que yo creía
y conocía. Simplemente no quería registrar eso en mi mente, pero a pesar de que
estaba rechazando la información, no querían permitir que se arraigara y se
ramificara en su propio conjunto de ideas. ―Pero ¿qué pasa si supuestamente no
puedes sanar a alguien? ¿Qué pasa si tu llamada es algo más?

350
―No puede ser otra cosa. La habilidad de mi madre para cambiar las formas, para
cambiar su apariencia física es la base de su Llamada. Ella se convierte en lo que
necesita ver el ser humano con el propósito de ponerlos en el camino correcto,
encaminarlos correctamente. Si ellos necesitan ver la imagen de un amor perdido,
ella se convierte en esa persona. Si es una persona, un animal, o una criatura
mítica, ella tomará esa forma si es lo que necesita para cumplir con su deber.
―Insistió Robert.

¿Qué podía decir a eso? El Don de Robert era sanar. Me lo había demostrado una y
otra vez, yo estaba viva por eso. Si él no estaba destinado a ser el sanador más
grande cuando recibiera su Llamada, ¿qué otra cosa quedaba ahí para él?

351
Canción de vida

Traducido por majo2340

Corregido por cYeLy DiviNNa

C
uando Robert finalmente me trajo a casa, sentí que yo entendía menos
ahora de lo que había entendido antes de que el día hubiera comenzado.
Habíamos seguido discutiendo sobre los oscuros, como le gustaba
llamarlos, y le pregunte si eran diferentes en apariencia como en algunos de los
libros de ficción que había leído.

A pesar de que sentía que me tranquilizo cuando dijo que no había diferencia
visible entre ellos, no se sintió exactamente muy confiado.

—Sólo hay una forma en que un ser humano puede decir que un ángel es un ser
oscuro — dijo en voz baja—. No tienen sombras. Nuestra historia nos dice que es
porque sus almas son tan oscuras en su tarea, que no pueden curvar la luz de la
forma en que todos los demás puede.

—Así que ahora voy a pasar el resto de mi vida en busca de personas sin sombras.
No debería haber preguntado. —Gruñí.

Él me apretó la mano suavemente como cuando él me llevó a casa. —Deberías


haber preguntado, y me alegro de que lo digas. Hubiera leído tu mente de todos
modos, pero es mucho mejor saber que estás preguntando.

A medida que se detuvo en la entrada, miré el reloj en el salpicadero. —¡Oh, no,


estoy atrasada. —Se quedó mirando la puerta y sabiendo que detrás de él había un
padre enojado y listo para encerrarme hasta que tenga treinta.

Me volví para mirar a Robert, la pregunta silenciosa pasó entre nosotros. —Vas a
estar bien. Estaré de regreso en un ratito. —Dijo para tranquilizarme.

Hice una mueca, sin saber qué hacer. No era que no me fiara de Robert ―porque
después de ver lo que le costó decir una mentira, yo nunca volvería a dudar de él

352
otra vez― sino más bien, no confiaba en las reacciones de mi padre frente a sus
pensamientos.

Salí del coche y salude a Robert cuando se alejó, una sonrisa en su rostro, fue la
última imagen de él que quedo en mi mente. Tomé una respiración profunda y
camine hacia la puerta principal, la abrí lo más silenciosamente que pude. Me volví
hacia la luz de afuera cuando cerré la puerta, y de puntillas en la sala de estar, mi
único objetivo era: subir las escaleras hasta mi cuarto.

—¿Cómo te fue en el carnaval, Grace?

Maldita sea.

—Estuvo muy bien, papá. Ganamos el concurso.

Papá, con su pijama que le había regalado una navidad alrededor de tres años atrás,
se levantó de su sillón favorito y me dio un abrazo. — Me alegro, chica. Stacy me
llamó y me dijo que ibas a llegar un poco tarde, que estabas con Graham ya que
Robert estaba fuera de la ciudad o algo así.

¿Stacy había llamado? ¿Ella estaba cubriéndome? La idea me calentó en el interior, justo
cuando pensaba que había experimentado todo lo que debía sentir una novia, algo
nuevo apareció. —Sí. Robert está de vuelta, sin embargo. Estaba con un amigo de
la familia hoy, pero regresó poco tiempo después del anuncio del ganador. —Me
apresure. Fruncí el ceño ante las palabras que salieron de mi boca. Era como si
tuviera una obligación de decir la verdad, ahora más que nunca. Empecé a rezar en
silencio para que no me preguntara sobre lo que ocurrió después de que Robert
regresó.

—Bueno, es tarde y tengo que trabajar mañana. Sólo quería asegurarme de que
llegues bien a casa. Te veré en la mañana, Grace.

Mi cabeza se alegró y dije rápidamente: —Está bien papá. ¡Buenas noches!

Vi mientras caminaba por las escaleras, sus pasos pesados con un propósito. Alivio
y confusión batallaron para ver cuál sentiría en primer lugar, pero antes de que el
ganador pudiera decidirse, empecé a sentirme muy mareada. Apagué las luces de la
sala y subí las escaleras hasta mi cuarto.

Cerré la puerta y me prepare para ponerme el pijama. No me había dado cuenta


hasta que vi mi reflejo en el espejo, estaba recuperando un cambio de ropa, el
disfraz ya no era blanco, y definitivamente parecía que había visto las esquinas de
demasiados objetos. Yo estaba tan agradecida, que envié una silenciosa oración de
agradecimiento porque papá estuviera demasiado cansado para que notara el daño
en el vestido.

353
Después de cambiarme, me senté en la cama y espere, mirando hacia la ventana
esperando a Robert que apareciera. Se sentía diferente esta vez, casi nuevo.

Sentí que mis ojos comenzaban a cerrarse, la fuerza de la lucha contra el


agotamiento y mi deseo de permanecer despierta. Forcé mis párpados a que se
abrieran en un intento desesperado para mantenerme despierta, y reconocí la lenta
expansión de niebla arrastrándose a través de mi ventana. No era el gris al que
estaba acostumbrada, pero un siniestro negro, me sacó de la cama antes de que
pudiera detenerme.

La niebla se arremolinaba alrededor del negro suelo de mi dormitorio, se metió


debajo de mi cama, y, por último, alrededor de mí. Sentí los mechones suaves y a
su vez sólidos cuando el abrazo se hizo fuerte y posesivo.

—¿Estarás castigada hasta que tengas treinta?

Me reí. Soné tan picante y femenina, que de repente me detuve. —No. —Ladee la
cabeza hacia un lado, sin comprender qué es exactamente lo que estaba mal en mí.

Creo que la respuesta a esa pregunta es que finalmente estamos seguros de cómo me siento, y
no es nada que debemos temer en absoluto.

Bueno, él tenía razón en eso. Ahora lo sabía, sabía que me amaba, y ese
sentimiento enviaba una carrera de pulsaciones dentro d mí.

Fue saber que me querías lo que me hizo sentir mareada y femenina. Cómo es de extraño el
amor. Siempre había sabido que iba a cambiar en algunos aspectos, pero no esperaba esto. Mi
amor por él me había puesto un vestido. Su amor por mí me hizo reír como si yo
fuera una niña. No estaba segura si estaba encantada con esa parte.

Grace, estás siendo ridícula. Vamos, quería hablar un poco más sobre lo que pasó esta noche.
Había algo que quería decirte que debería haberte dicho antes de que nada de esto hubiera
empezado.

Asentí con la cabeza, lo que le permitió tirar de mí hacia atrás contra su pecho, y
escuche como sus pensamientos fluían a través de mi mente.

Quería hacerte saber que estuvo muy mal haber tenido celos de Graham. Tengo que admitir
que cuando los vi a los dos esta tarde, al ver cómo estaban abrazados, y disfrutaban de su
compañía uno del otro, me sentí muy enojado, muy celoso. Pero también escuche las palabras
que te dijo, y me di cuenta que estaba siendo un tonto. Lejos, mucho más tonto de lo que
cualquier ser humano pueda imaginar, por permitir mi incapacidad para contener mis
emociones y dictarte cómo vives tu vida.

Es especialmente malo lo que he hecho, cuando sé lo que pasará cuando reciba mi Llamada.

Tendrás que soportar constantemente, que te deje por razones que no será capaz de explicar…

354
—No tendrás que explicarme, Robert. Dios mío, te vi morir en mis brazos No hay
nada más en mi mundo —o en el tuyo— que jamás pueda hacerme sentir tan sola y
desamparada como en ese momento. Creo que puedo tratar de hacer lo que estaba
destinada a hacer si sé que vas a venir de nuevo a mí. —Me volví en sus brazos
para mirarlo.

Hubo un determinado obstinamiento en su mandíbula, pero también tenía una


sonrisa que muy posiblemente fundía cada hueso de mi cuerpo, incluyendo los que
se habían curado. Grace, ¿qué clase de vida normal es esto? ¿Qué chica de diecisiete años de
edad, tiene un novio que sigue dejándola, por razones que no puede explicar?

Me di vuelta para quedar completamente frente a él, y tome su cara entre mis
manos. —Esta chica de diecisiete años de edad, tiene un novio que no dejará de
hacer lo que debe hacer desde que nació, estaré a la que espera de que vuelvas.
Robert, sé que decía que quería una vida normal, pero creo que no pude
comunicártelo. Normal es tener amigos, y enamorarse de alguien que te quiera.
Tengo más que eso. Te tengo. Si no me quieres, si tú no me quieres en tu vida,
entonces vas a tener que decirlo, de lo contrario me tengo que quedar contigo para
el resto de mi vida.

Robert se inclinó y puso sus manos en mi cara. ¿No me quieres en tu vida?

¡Tú eres la razón por la que existo!

Con nuestros rostros a pocos centímetros de distancia, no podíamos esconder


nuestras emociones. Podíamos ver en los ojos del otro, lo veo en nuestras sonrisas.
Me soltó y cerré los ojos mientras me besaba suavemente en los párpados, uno tras
otro. Sentí su mejilla contra mi frente, y le oí suspirar, sintiendo el golpe de su
aliento en mi piel.

No sé cómo pero esto es increíble. Puedo sentir la sangre por debajo de tus párpados, siento que
tus ojos se mueven por debajo de ellos.

Él trajo su cara hacia abajo contra la mía de nuevo y me rozó la nariz con la suya.
Con una exhalación suave, besó la punta de mi nariz, y luego rozó la nariz contra
mi mejilla. En todas partes que me toco con su nariz, me besó. Una, dos, incluso
tres veces, cada suspiro, como si fuera un primer beso. Por supuesto, suspiró,
también. No fue como la primera vez. Había muchas cosas más.... Había más.

Cuando llegó a mis labios, sólo sentí cosquillas en la esquina de mi boca, y luego
muy a la ligera la rozó con sus labios. No fue diferente a todos los besos que ya
habíamos compartido, pero había algo escondido detrás de él, algo que yo podía
sentir que me causó un escalofrío que corrió hasta mi columna vertebral. Aspiré su
aroma celestial mientras exhalaba lentamente, antes de inclinarse y
cuidadosamente moldear sus labios con los míos.

355
Yo había conocido antes la exquisita alegría de los besos de Robert y había sentido
la electricidad y el fuego que corría por mi cuerpo, debajo de mi piel, a través de
mis miembros con cada uno de sus besos, cada uno de sus abrazos. Pero esta vez...
esta vez se sentía como si mis huesos se hubieran desvanecido, y el calor blanco de
mi núcleo se hubiera reemplazado con fuego puro, fundido. Como siempre, tenía
problemas para respirar, él se detuvo, y ni siquiera fui capaz de respirar hasta que él
me besó de nuevo.

Traté de levantar las manos y enredarlas en sus cabellos, queriendo acortar la


distancia, estar más cerca —la necesidad de él, envolvió una necesidad dentro de
mí tan fuerte, sabía que me iba a ahogar en ella— pero fueron detenidas firmemente
en su lugar. Gemí de angustia cuando Robert se alejó de mí, una mirada extraña
cubría su rostro. Esto es peligroso.

Yo sabía que lo era. Los dos estábamos sin aliento, y yo estaba dispuesta a
permitirle rasgar mis brazos si eso significaba que volvía a besarme otra vez.

Grace, estoy hablando en serio ahora. No sé cómo manejarlo —estos sentimientos son nuevos.
No sé qué hacer, yo nunca pensé que sería capaz de sentir tanto, se sienten tan intensos. Tus
sentimientos se mezclan con ellos también, y es una combinación —es sólo tan fuerte.

—Tú eres fuerte. Creo que lo soy lo suficiente para ser una humana. Vamos a ser
fuertes juntos. —Jadee, y me incline para besarle la barbilla.

Se rió en voz baja, pero se apartó. Grace, por favor. Permíteme un cierto tiempo para
acostumbrarme a esto. Te prometo que no será como la última vez que tenía que
acostumbrarme a mis emociones

Sabiendo que en realidad no había nada que pudiera hacer para cambiar su mente,
suspiró y se relajó, mi corazón siguió corriendo y mi respiración todavía estaba
acelerada, con el conocimiento de que lo estaba afectando de la misma manera que
él me estaba afectando a mí, de la misma manera que siempre me había afectado.

Estoy mucho más afectada, de lo que tú puedas saber.

Se echó hacia atrás y me llevó con él, apoyando mi cabeza sobre su pecho. Puse mi
mano sobre el lugar donde estaba su corazón, me invadió una profunda tristeza al
darme cuenta del sacrificio que había hecho sólo para vivir. Puso una mano sobre
mi cabeza, y tomó una respiración profunda, exhalando un perfume cálido contra
mi oído. —No voy a perder. —Su voz es el sonido único que necesito escuchar para
saber que estoy viva.

***

356
Volvimos a la escuela el lunes siguiente como dos personas diferentes. Mientras que
antes, íbamos juntos, pero sin tocarnos, o nos sentábamos en clases con nuestros
cuerpos hacia adelante, pero nuestros rostros se vueltos hacia los demás, ahora
Robert tomaba mi mano mientras caminábamos. Sus castos besos en la frente se
mantuvieron, pero ya no se sentían de la misma manera. No importaba que él
todavía tuviera que darme un beso en los labios de nuevo, después de la noche de
Halloween. Me había enfrentado a perderlo para siempre. Pocos días o semanas,
no iban a hacer gran diferencia.

Y el lunes tenía algo para mí, que había querido desesperadamente. Robert y
Graham de alguna manera llegaron a un acuerdo sobre sus diferencias.

—Gracias, por hacer lo que hiciste por Grace —Robert le dijo durante el almuerzo.
Él se había acercado a la mesa de fútbol conmigo a cuestas, y le tendió la mano a
Graham—. Eres su mejor amigo. Tenía razón cuando dice que se puede confiar en
ti, y ahora sé que cuando dice que tú puedes ser así, ella tiene razón.

Graham se puso de pie y me miró tímidamente estaba de pie detrás de Robert, mi


cara se asomaba desde debajo de su brazo. Él me guiñó un ojo y tomó la mano de
Robert en la suya. —No hay problema —quise decir lo mismo, también—. Me
alegro de que seas capaz de hacerla feliz de la manera que yo no puedo. No creo
que la merezcas, por supuesto. No creo que nadie realmente la merezca. Sin
embargo, no puedo odiarte por eso.

Con los dos sonriendo, era fácil imaginar que podrían ser amigos, los dos chicos
más guapos en la escuela, un rubio efervescente, y el otro oscuro y melancólico.

Volví a sentir esa burbuja de vértigo, y por fin, vi como caían en su lugar los
pedazos de mi vida. Ser normal se siente muy bien de hecho.

El resto de la semana transcurrió en una nebulosa. Nos habíamos amontonado en


nuestro pequeño grupo, durante el almuerzo y Graham estaba con nosotros ahora
que la pelea entre él y Robert había llegado a su fin. Lark lo tenía todo, pero
abandonó la pandilla de chicas que había seguido todo el tiempo como patito, para
sentarse con nosotros, y Stacy se había tragado lo suficiente su fastidio por
Graham, como para ser capaz de reírse de vez en cuando, cuando se hacía una
broma.

Este grupo finalmente pasaba por mi casa después del colegio, con Graham y Stacy
después de sus respectivas prácticas. Stacy había insistido en que comenzara a
tomar clases de Tae Kwon Do. Por supuesto, cuando le dije sobre el pago, casi se
resistió.

—¿Tengo que limpiar el suelo?

357
Stacy sonrió con satisfacción. —¿Qué? ¡Lo hago todos los días! Al menos de esta
manera, me puedes ayudar y vamos a terminar más rápido. ¡¿Ven?! Dijiste que
querías aprender, y ahora puedes de forma gratis te dije que te daría un descuento.
No te dije que no te costaría un poco de esfuerzo.

—Eso no es gratis. —Murmuré, pero accedí a iniciar la semana siguiente.

Yo no estaba preparada para el cambio drástico en Stacy cuando me presenté a mi


primera clase. De pie entre niños de cinco y seis años de edad, me sentía tonta, pero
estos niños habían estado con Stacy por lo menos un mes, y ya estaban mucho más
informados de lo que era y nunca parecían dejar de señalármelo.

Me tomó la primera semana completa aprender los términos y los comandos, por
no hablar de los movimientos y posiciones. Calculé que me llevaría hasta mi
vigésimo primer cumpleaños poder ponerme al día con el nivel en que estaban ellos
ahora.

Y, como si no fuera suficientemente malo tuve que aprender básicamente con los
niños que eran mucho más expertos en esto de lo que lo era yo, tuve que practicar
lo que estaban aprendiendo con Stacy, quien sabía podía sacar un mariscal de
campo sin tocarlo. Era como vivir en una comedia, y yo era el chiste.

En Acción de Gracias, me parecía a una berenjena caminando. Nunca me había


sentido tan molida e inútil en mi vida. Robert quería curarme después de cada
práctica, pero insistí en que me dejara sanar por mi cuenta. No era tan malo, de
verdad. Por alguna razón, el dolor era mucho más fácil de llevar de lo que había
pensado. Después de un período especialmente duro, pensé de nuevo en el golpe
con el que me había arrojado sobre Lark, y recordé cómo había sorprendido a
Robert que no había sentido ningún dolor.

A pesar de que estaba dolorida y rígida, sabía que me había sentido peor. Debería
haber estado incapacitada de alguna manera, porque Stacy no se había forzado
durante el combate. Lo pude ver en la intensidad de su rostro, y la forma en que su
cuerpo se movía con demasiada facilidad.

En el día de Acción de Gracias, Robert, Ameila, y Lark llegaron a mi casa para la


cena, cada uno de ellos traía una cazuela de algún tipo; Janice los había invitado,
insistiendo en que ahora eran parte de nuestra familia. A Robert le gustaba esa idea,
y reconocí para mí misma que me gustaba el sonido de eso también.

Los seis repartidos por todo el salón y la cocina, comiendo, cocinando, y hablando,
hicieron que la casa se llenara con un calor que no había visto en mucho tiempo.
Podía sentirlo, absorbiendo la conversación y la emoción que había estado ausente
durante tanto tiempo. Nuestra acogedora casita necesitaba eso, me di cuenta.

358
Cuando todos nos sentamos alrededor de la mesa plegable que papá había instalado
en el comedor, me di cuenta de lo agradecida que estaba. Tanto es así que cuando
empecé a hacer la oración de Dar las Gracias, todo lo que pude decir fue: —Sólo lo
estoy.

—Bueno, eso es... ehm, muy bonito, Grace. —Murmuró papá.

Robert me guiñó un ojo y me apretó la mano debajo de la mesa. —Estoy


agradecido con usted, Sr. Shelley, y con la madre de Grace, por traerla al mundo.
Ella ha cambiado mi vida, y no puedo empezar a expresar mi agradecimiento a
ustedes por hacer eso posible.

Papá parecía inflarse de orgullo por las declaraciones de Robert y Janice sonrió a su
reacción.

—También estoy agradecida con tu padre, Grace —habló Amila, y levantó su vaso
de agua con papá—. Usted nos ha bendecido con su hospitalidad, y pido que su
hogar sea siempre bendecido con abundancia amor y calor, como el que sentimos
hoy aquí.

Papá miraba hipnotizado a Ameila, como la mayoría de los hombres, y levantó la


copa, y tartamudeo: —Gracias. —Con nerviosismo tomando un sorbo de agua.
Janice parecía divertida por la escena y se volvió hacia Lark, esperando oír por lo
que estaba agradecida.

—Estoy agradecida por conocer a gente real que no quiere nada de mí que no les
puedo dar. —Fue breve. Fue Lark.

—Bueno, supongo que eso me deja a mí, ¿eh? —Janice se echó a reír—. Estoy
agradecida por esta oportunidad de tener una familia, con James y Grace, y con el
nuevo bebé en camino, también. También estoy agradecida de que ustedes estén
aquí, Señora Bellegarde, así como sus hijos, que tienen una parte importante en la
vida de Grace.

—Ustedes han hecho tanto por nosotros, sólo por estar allí para Grace, y no creo
que James o yo pudiéramos pagarles nada de eso. Yo también creo que sería seguro
para mí decir que la madre de Grace les daría las gracias también. Y, estoy
agradecida contigo, Grace. Si no fuera por ti, yo no estaría aquí hoy. Yo sé lo que
te tomó recibirme en tu vida, y por eso, siempre, siempre estaremos agradecidos.

Podía sentir el rubor en mis mejillas cuando las palabras me recordaron lo estúpida
y egoísta que había sido.

Me volví para mirar a Robert, recordando, el que el día que había sido el punto de
inflexión en mi relación con Janice había sido también el día en que lo conocí.
Había cambiado mi vida de muchas maneras, en un espacio de tan corto de tiempo,

359
parecía que no había tiempo suficiente para apreciar o experimentarlo todo. No
estaba a punto de perder un solo momento.

El resto de la comida se llenó de la ligera conversación entre Ameila y Janice. Papá


y Robert discutían las virtudes de las transmisiones estándar frente a los
automáticos, y Lark y yo nos quedamos con nuestra propia conversación
silenciosa.

Entonces, ¿cómo es patearle el trasero? Lark me miró, con una sonrisa. Va. Me
respondió, levantando el brazo para mostrar el buen puñado de golpes que se
propagaban a través de ella. Sé que no es tan bonito como el tuyo, pero aun así es bastante
divertido empujarte y ver el cambio de color. Me lo demostró presionando mi dedo,
haciendo que el color morado se fuera, dejando atrás un pequeño punto amarillo
que se desvaneció rápidamente a través de los rojos, verdes, y finalmente de nuevo
a su original color púrpura cuando me quito la punta de los dedos.

Espera ahora, vamos a dejar una cosa clara. Me diste un puñetazo, lo que significa que me
diste este pequeño y agradable moretón.

Sonreí. No me explico por qué mi mano se magullo de la forma en que lo hizo, sin embargo.
Quizás soy un poco alérgica a tí.

Ella soltó un bufido. Era una típica respuesta de Lark. Estaba esperando a que me
respondiera con algún comentario rápido, pero sus ojos se lanzaron hacia Robert,
que se había quedado de repente en silencio. Ameila, también, de repente había
dejado de hablar. Papá y Janice se dieron cuenta de la extraña calma que había
tomado rápidamente la casa.

—Lo siento mucho, Janice, James, pero tenemos que irnos hay algo urgente que
tenemos que atender — Ameila dijo en tono de disculpa cuando se puso de pie,
Robert y Lark la imitaron sus movimientos con una sincronización perfecta—.
Muchas gracias por esta maravillosa comida. Espero que podamos hacer esto otra
vez pronto en algún momento.

El resto de nosotros se puso de pie, aunque no tan agraciados como ellos. Pude ver
la urgencia en los ojos de Robert. ¿Qué está mal?

Se volvió a agradecer a papá y a Janice por la cena y luego me agarró la mano,


tirando de mí hacia la puerta.

Ya es hora.

Lo miré, la confusión y el miedo me inundaron de nuevo, en una ola de pánico. ¿La


hora de qué?

360
Me tocó la cara con el dorso de su mano, calmando mis nervios. Grace, es la
Llamada. Puedo oír el canto. Estoy siendo llamado a las filas.

De repente, toda mi afloje por ser buena con él, recibiendo la Llamada era tirado
por la ventana proverbial cuando me aferraba a su brazo, las manos de repente
manchadas con el nerviosismo y el miedo. ¿Vas a volver? ¿Vas a volver a mí?

Bajó su rostro al mío, aún acariciando mi mejilla con los nudillos, y presionando
suavemente sus labios con los míos. Ha sido nuestro primer beso en cuatro semanas
—y fue en señal de despedida.

En ese momento, no me importaba que mi padre estuviera probablemente detrás de


mí, o que pudiera parecer desesperada. Tiré mis brazos alrededor de su cuello y me
apreté a mí misma contra él. Sentí su cuerpo tenso, y me preparé para su rechazo,
me preparé para luchar por unos pocos segundos más de estar cerca de él. En
cambio, puso sus brazos alrededor de mi cintura y tiró de mí tan cerca cómo pudo
en contra de su marco de sólido acero.

Sus labios, una vez en la luz casi imperceptible, se convirtieron en duros e


insistentes. Podía sentir el pulso a través de sus labios, llevándose consigo todo mi
amor. Cuando por fin se apartó, me di cuenta que no había estado respirando, y
abrí la boca, el aire corría por mis pulmones como un agridulce elixir.

Sólo habían pasado unos segundos de tiempo, y no había habido pensamientos


compartidos, pero sabía que —sabía que esto no era un "hasta luego". Era un adiós.
Me paré en la puerta cuando él salió, Lark y Ameila ya en su coche, con los rostros
sombríos, sabiendo lo que ya sabía. Sentí las lágrimas fluir por mi cara, lágrimas
mezcladas con alegría de que había recibido finalmente la única cosa que realmente
nunca había deseado, y lágrimas de tristeza porque no sabía si alguna vez volvería a
verlo.

Las secó rápidamente y se despidió a medida que las quito. Sabía que esto iba a venir,
me dije. Si tenía remordimientos de comprador ahora, era mi culpa. Me quedé en la
puerta hasta mucho tiempo después de que se fueron. Convencida de que no había
habido error, y que no iba a volver, riéndome de la broma de mal gusto por lo poco
que había jugado, cerré la puerta y ayude a Janice a limpiar la comida,
metódicamente poniendo la comida en bolsas para congelar.

—Grace, voy a lavar los platos. ¿Por qué no te vas arriba y acabas con lo que tienes
que hacer? —Sugirió Janice, su rostro una mezcla de preocupación y simpatía. Ella
no podría haber sabido lo que estaba pasando, pero sin duda sabía que fuera lo que
fuese lo que había sucedido había cambiado las cosas para mí.

Poco a poco, subí las escaleras, cada paso cada vez más difícil, mis pies sintiéndose
más pesados a medida que iba subiendo. Abrí la puerta de mi habitación con la
esperanza de que él estuviera allí, sentado en mi cama como normalmente hacia

361
"una broma" diciendo con los labios. Al ver que estaba vacía, sentí mi corazón
hundirse. Debería sentirme feliz por él. Sabía que esto iba a suceder. Lo que no
esperaba es que sucediera tan pronto.

Me acerqué a la ventana y saqué la cabeza hacia afuera. Sabía que no estaría allí —
no había motocicleta, y no había niebla oscura que viniera a buscarme para hacer
mejor las cosas— pero todavía tenía que mirar.

Me aparte, me senté en el borde de la cama. Había algo arrugado debajo de mí,


encontré un trozo de papel. Reconocí la letra de Robert inmediatamente. La fluida
escritura era inconfundible.

“Espera por mí”.

En la cama, donde el papel había sido puesto había algo largo y oscuro. Lo recogí y
jadee. Era una pluma negra. Agarre la carta y la pluma contra mi pecho. Él me
amaba lo suficiente como para volver de entre los muertos, ¿pero él me ama lo
suficiente como para volver a mí desde el cielo?

362
Poe-sía

Traducido por Roo Andersen y †DaRkGirl†

Corregido por Mari Cullen

C
omo si nada hubiera pasado, el día después del Día de Gracias empezó con
desayuno, seguido por una larga ducha. Tomé mi mochila de libros, fui
abajo y entré al garaje. Saqué la bicicleta usada que papá me había
comprado para reemplazar a la antigua, me monté, y comencé a pedalear hacia la
librería.

Era la primera vez hacía meses desde que había montado una, y no me importa
como suene. Una puede olvidarse de cómo manejar una bicicleta. Me caí antes de
traspasar la entrada de autos.

—Estúpida bicicleta. —Gruñí, parándome y limpiando la suciedad y el pasto de


mis vaqueros.

Levanté la bicicleta y volví a subirme. Unos cuantos —no tan lindos— intentos
más, seguidos de unas caídas más horrendas, y estaba a punto de rendirme. Miré a
mi alrededor y podía ver algunas miradas curiosas asomándose por las ventanas.
Bueno, si me rindiera no sería frente a una audiencia. Levantando la bicicleta una
vez más, me subí, y recé: Balance es todo lo que quiero. Puse un pie en el pedal y
empujé, y sonreí mientras la bicicleta rodaba con suavidad por la calle.

Manejé la bicicleta unas pocas millas por el viejo camino de madera hacia la
librería. Si terminaba mi trabajo sobre Poe, necesitaría algunos libros, y el silencio
sería agradable. El padre de Graham y algunos de los amigos de trabajo de mi papá
irían a casa a mirar los partidos de futbol que se jugarían hoy. Una casa llena de
hombres ebrios y gritones, no era mi idea de un buen lugar para escribir un trabajo.
Casi sentí pena por Janice, hasta que me dijo que visitaría a su hermana en Newark
por el resto del día, y no regresaría hasta tarde. En su lugar, me encontré sintiendo
algo de celos por su libertad.

363
Mientras movía mis piernas, llegué al área donde había sido golpeada. Aminoré la
velocidad de la bicicleta y me detuve a un lado, mirando a la carretera con la
pequeña maquina embarrada. No había postes de luz aquí, pero no había sido
golpeada durante la noche, sino encontrada. Me bajé de la bicicleta y me arrodillé
para recoger algo que brillaba en la luz de la mañana. Era un trozo de una luz
intermitente. No era exactamente difícil de adivinar qué era el naranja y refractivo
pedazo de plástico. Lo metí en mi bolsillo para investigarlo luego, volví a montar la
bicicleta y continué hacia la librería.

Se sintió bien caminar a través de la puerta cuando finalmente llegué después de


diez minutos. Aquí me sentía en casa, cómoda entre todos los libros que habían
sido mi constante compañía por tanto tiempo a través de mi solitaria infancia,
incluso con Graham en ella. Me encaminé hacia el final de la librería, la sección de
poesía siendo la sección menos frecuentada, y comencé a buscar los libros que
había buscado por Internet esa mañana. Encontrando solo uno de ellos, lo saqué y
me acomodé en una silla para empezar a leer.

El primer poema era demasiado largo para leer, pero otros que no lo eran no habían
captado mi atención. Saqué un cuaderno de mi mochila y comencé a tomar notas,
copiando primero el poema, y luego segmentando líneas específicas que resaltaban.
La Señorita Maggie se inclinó hacia mí, sus delgadas piernas saliendo de su vestido,
y dijo felizmente: —¡Estoy tan contenta de verte aquí nuevamente, Grace! Te ves
bastante saludable y animada.

No pude evitar sonreírle. Ella siempre era tan dulce y sincera. No había nada que
uno pudiera hacer para evitar sentirse “animada” cuando te hablaba.

—Gracias, Señorita Maggie. ¿Cómo ha estado?

Ella movió su mano, como si quisiera evitar mi pregunta. —Sabes cómo estoy
siempre, y aún así siempre preguntas. ¿Qué estás leyendo? Oh, Poe. Ese es bueno.
¿Has leído el primer poema? Es el mejor. Puede llegar a interesarte un poco. —
Guiñó un ojo y se alejó, desapareciendo entre los estantes.

Dejé el cuaderno a un lado y volví al primer poema en el libro, el cual había evitado
porque parecía seguir para siempre. La Señorita Maggie nunca me había
encaminado mal en cuanto a cosas para leer, así que tomé su palabra y lo leí.

Mientras leía, me di cuenta de que este poema era sobre ángeles, y que ya lo había
leído antes. Seguí leyendo y me detuve en un verso que sonaba muy familiar,
mucho más familiar que simplemente haberlo leído una vez. Era una familiaridad
intimidante. Seguí leyendo, figurando que la memoria volvería si continuaba.
Mientras más leía, más personal se volvía el diálogo, y me encontré imaginando
que yo era el ángel llamado Ianthe, quien brillaba y estaba locamente enamorada
de su ángel amante Angelo. Mi mente me llevó a su mundo, y sentí la increíble

364
emoción que rodeaba a los dos amantes, siendo su amor tan grande, tan
demandante de sus energías y atención, que fallaron con su misión de ángeles, y
fueron desterrados del Cielo.

Me di cuenta que en el fondo, que secretamente deseaba que Robert hiciera lo


mismo por mí, por amor. Instantáneamente me llené de vergüenza por mi egoísmo,
y cerré el libro, no queriendo leer más sobre ángeles o el precio que uno pagaba por
amar mucho a alguien. Robert ya había pagado un precio por amarme. No podía
demandar que se sacrificara otra vez porque lo quería cerca de mí. No podía ni
siquiera pensarlo. Pero lo hice. Lo pensé, y luego me di un golpe por pensarlo. Debí
haberme visto como una completa idiota, golpeándome en la frente y hablando sola
mientras lo hacía.

Tomando mi pequeño momento de demencia como señal de que era hora de irme,
fui a colocar el libro en su lugar, pero encontré que la Señorita Maggie estaba
parada allí, sus manos llenas con libros antiguos.

—Ah, Grace, ahí estás. ¿Leíste el poema? ¿No es hermoso?

Sacudí la cabeza. —No realmente. Creo que hay algunas cosas que no sacrificas
por amor.

Ella me miró sorprendida. —¿De verdad? ¿Cómo qué, querida?

La inhabilidad de mentir me pagó, porque era una pregunta de la cuál quería la


respuesta también. —Tus sueños. No sacrificas tus seños por amor. Especialmente,
si los has tenido la vida entera.

Ella sonrió con sabiduría y me palmeó el hombro. —Sabes, querida, a veces las
cosas que soñamos son meramente la forma en que el corazón nos protege de lo
que realmente queremos, y de lo que realmente tenemos miedo de perder.

La miré mientras ponía los libros en el estante, tomaba el libro que tenía en mis
manos y lo acomodaba en su lugar original sin siquiera tener que mirar. Supongo
que era lo que venía de ser bibliotecaria por tanto tiempo.

—Me voy a ir, así puedo empezar con este trabajo que tengo, Señorita Maggie. Fue
lindo verla y gracias por la pequeña charla.

Ella movió su mano. —Adiós, Grace. Espero que hayas encontrado lo que estabas
buscando.

***

365
Cuando llegué a casa, me apresuré hacia las escaleras, levantando mi mano en un
silencioso saludo al coro masculino de “Hey Grace” que provino de la sala, y entré a
mi cuarto. Lancé mi mochila en la cama y saqué mi cuaderno, necesitando leer las
notas que había hecho.

Los poemas que había copiado para mi ensayo ya no me llamaban la atención. Mi


mente seguía retornando al primer poema, y cuan egoísta había reaccionado. Era
como si estuviera sacando los peores sentimientos posibles que tenía dentro de mí y
dejándolos encima de todo lo que me hacía ser quien era.

Ahogué todo, y todo en lo que podía pensar era en Robert y yo, cayendo a través
del cielo. Arrojé mi cuaderno al piso y hundí mi rostro en la cama. El día había
empezado como una misión para completar una tarea, y se había vuelto en una
experiencia de vida alternativa donde de repente yo era la mala de la película, y no
me gustaba.

***

Me tomó una semana hasta que pude terminar el último borrador del ensayo.
Tomé una salida fácil, y escribí acerca de Raven y Lenore. Sabía que desaparecería
junto a todos los demás ensayos de Raven y Lenore, pero realmente no me
importaba a este punto. Solo quería tener la tarea lista y fuera del camino así no
tendría que pensar acerca de ningún poema de Poe.

Cuando lo entregué, sentí alivio al verlo desaparecer debajo de otro ensayo,


exactamente como había esperado. No volví a pensar en eso hasta ese viernes,
cuando la Señora Muniz me llamó a su escritorio para hablar de ello antes de
comenzar la clase.

—Grace, Me gustaría que consideraras hacer este ensayo nuevamente. —Dijo con
obviedad, sosteniendo mi pulcramente tipiado y doble espaciado ensayo en su
mano mientras lo golpeteaba con otro.

Mi cabeza se hizo hacia atrás en respuesta a su sugerencia. ¿Hacerlo otra vez? —¿Hay
alguna razón, Señora Muniz?

Ella abrió un cajón de su escritorio y apuntó su contenido. Más ensayos.

—Tienes un increíble Don para la escritura —una pasión— y aún así no hay ni
siquiera una pizca de emoción en esto. Podrías haber escrito también acerca de los
hábitos de reproducción de los gusanos.

366
Tomé el insulto con calma porque sabía que tenía razón. No había puesto esfuerzo
en la escritura como hice con la evasión de pensamientos que corrían por mi mente.
Tomé el ensayo de su mano. —Supongo que puedo hacerlo mejor.

Pareció molesta por mi respuesta. —Puedes hacerlo más que mejor, Grace. Si
quieres devolver eso, y aceptar la nota que recibirás, entonces está bien. Pero, si
quieres entregar algo que te dará la nota que mereces, entonces por favor hazlo.
Tienes hasta el final de la semana que viene para decidir.

Asentí y regresé a mi escritorio con el ensayo, insegura de lo que haría. La


respuesta llegó a modo de Lark, quien me había estado evitando desde que
habíamos vuelto a clases después del lunes luego del Día de Gracias. Stacy, quien
sabía lo que había ocurrido y había repetido la misma historia que Lark había dicho
para explicar la ausencia de Robert en la escuela, estaba actuando como
intermediaria, entendiendo que yo estaba llena de preguntas que Lark no podía
responder, y Lark estaba llena de preguntas que yo no quería escuchar.

Stacy continuaba con clases de Tae Kwon Do con la misma alegre y violenta
manera desde la Llamada de Robert, ella estaba dando lo mejor, ó debería decir,
estaba más dispuesta a que yo diera algunos buenos golpes sin sentir la necesidad
de tener que vengarse de alguna manera dolorosa.

—¿Qué pasa, Stacy? —pregunté una vez que la clase terminó y estábamos de
manos y rodillas limpiando el piso y las colchonetas—. Usualmente no eres así
de… agradable.

Tiró su bolsa al piso y puso las manos sobre sus muslos mientras se paraba. —Lark
ha estado hablándome para convencerte de que le hablaras. No quiere saltar en tu
mente, o aparecer en tu casa, y por eso ha estado hablando en la mía. Tiene muchas
cosas que decirte, cosas acerca de Robert.

Mi corazón comenzó a acelerarse cuando dijo que Lark tenía que decirme algo
sobre Robert. ¿Volvería a casa?

Stacy levantó sus manos, su rostro se retorció como si dijera “demasiada


información”. —Ugh Lark quiere saber si puede venir y hablar contigo ahora,
porque estoy algo cansada con esto de ser operadora de teléfono mental.

Asentí, y allí estaba ella, como si hubiera estado ahí todo el tiempo.

—¿Te estabas escondiendo en algún lugar cerca, no es así?

—Bueno, no soy tan rápida como mi hermano, además tuve que irme al verlas
golpearse —replicó. Mirarla era doloroso. Era tan hermosa en su propia manera,
pero también tan similar en apariencia como Robert. Tuve que desviar la mirada.
No quería ver nada que se apareciera a él hasta que realmente fuera él. No quería

367
arruinar su rostro en mi mente—. Bueno, gracias —resopló Lark—, me alegra
arruinar de alguna manera la perfección de Robert. —Ella dio un paso hacia
nosotras y Stacy soltó un grito.

—¡Quítate los zapatos! ¡Nada de zapatos en el piso!

Lark rodó sus ojos y se sacó las zapatillas. Caminó hasta nosotras en sus calcetines,
y luego se arrodillo con gracia para luego sentarse de una manera elegante que yo
sabía que nunca podría haber hecho.

—Quería decirte, Grace, que Robert está volviendo.

—¿Cuándo? —Tomé sus brazos, interrumpiéndola, demasiado ansiosa por


escuchar un momento, una fecha, lo que fuera.

Sus ojos se estrecharon mientras llevaba sus brazos lejos de mi alcance con un
movimiento sin esfuerzo que hizo a mi abrazo —el más fuerte que pude haber
formado— parecer débil de corazón.

—Él no lo sabe a ciencia cierta. Su Llamada no era lo que esperaba. No era lo que
yo esperaba, eso es seguro —Detecté un poco de disgusto en sus ojos, pero entonces
sus ojos se agrandaron y sonrió ampliamente—. Dijo que te amaba, y que lo verás
pronto. Y dijo, léelo de nuevo. —Su sonrisa era contagiosa, se hizo más potente por
la noticia de que Robert me amaba —incluso después de alcanzar su sueño más
grande— y que vendría a mí pronto.

Pero la ultima parte acerca de leerlo de nuevo ¿Qué significaba exactamente?

Lark, se encogió de hombros. —Él solo dijo: “léelo de nuevo”.

La miré, con la duda escrita claramente en mi cara ¿Cómo no podría ella saber que
quería decir? Sacudió la cabeza, molesta por mis pensamientos.

—Él está pasando por mucho ahora, mucha información está pasando por su
mente, la historia completa de nuestra clase, cosas que solo encontramos después
de recibir la Llamada. Hay mucha información ahí para entender, Grace y lo siento
si no me detuve y me tomé el tiempo para ver a través de todo y saber lo que quería
decir.

Inmediatamente triste, estiré mi mano para sostener la de ella. —Lo siento Lark.
He sido una ingrata. Estaba tratando tanto en no pensar en Robert, y aquí estas,
con tanto de él en tu cabeza. Voy a averiguar lo que quería decirme ¿No debe ser
“tan” difícil cierto?

Y resultó que no lo era. Al día siguiente. Stacy, Lark, y yo volvimos a la vieja


biblioteca. Estaba convencida que lo que sea que fuera, era algo que había leído ahí.

368
Recorrí la sección de ficción, buscando por algo de importancia que pude haber
leído.

Stacy se sentó en el suelo con un libro en la mano y procedió a leerlo. Le pregunté


qué estaba leyendo, y sostuvo el libro hacia arriba. Rodé los ojos.

—¿No crees que estás un poco crecidita para eso?

Ella sonrió. —Nadie es demasiado viejo para un poco de Seuss.

Sacudiendo mi cabeza con incredulidad, me dirigí hacia Lark, quien se había


plantado en la sección de poesía. —Encontré algunos libros que pueden interesarte.
—Sostuvo un par de libros con portadas desgastadas. Uno de ellos lo reconocí
como el libro de poesía que leí la semana pasada.

—Ya leí este. —Murmuré.

Léelo de nuevo.

Confundida, tomé el libro ignorando el otro en la mano de Lark, y fui a buscar mi


propio rincón para sentarme. Pasé las primeras páginas, hasta que llegué al primer
poema. Era el que había evitado esa primera vez, ese que había vuelto a leer
después que la Señorita Maggie, insistiera, ese que me había hecho empezar a
imaginar ser suficiente como para dejar el cielo atrás.

Me encontré de nuevo inmersa en el ritmo del verso mientras fui arrastrada por la
historia de un ángel haciendo lo que le había sido mandado, y dos que no lo habían
hecho. Lo leí dos veces, y empecé a leerlo de nuevo por tercera vez cuando algo
tocó una fibra sensible dentro de mí.

Ese sentimiento de familiaridad que había sentido la primera vez que leí el poema
había vuelto, esta vez con mucha más claridad. Pude oír la voz en mi cabeza, ver su
rostro.

De alguna manera Robert, sabía que había leído el poema, y sabía que lo
descubriría. Él me ama me dije a mi misma, mientras pasaba mis dedos sobre las
palabras que me había dicho esa noche después de la boda, después de decirle que
lo amaba.

Esa primera noche había dormido en sus brazos. Había recitado un verso de su
poema porque no podía decirme directamente que me amaba. Pero ahora lo sabía.
Abracé el libro contra mi pecho, mi nuevo conocimiento estaba profundamente
entre nosotros, y miré a Lark. Ella me estaba sonriendo, aliviada de que lo hubiera
descubierto.

Cuando me dejaron en casa esa tarde para reescribir mi ensayo, mi mente estaba
lista para deslizarse en el papel, y pasé las próximas horas escribiendo en la

369
computadora en la sala de estar. Me salté cualquier mención de comida y me reusé
a llamar a Stacy y Graham. Iba a completar las veinte páginas esa noche, mientras
las palabras aún estaban frescas en mi mente y las emociones aún nuevas en mi
corazón.

Era algo bueno saber que Robert me amaba. Era algo diferente saber que su amor
no había sido algo que descubrió al borde de la muerte, tan romántica como la
noción pudiera ser, prefería que fuera algo que hubiera estado dentro de él el mismo
tiempo que había estado dentro de mí.

Estaba aturdida —ahí estaba esa palabra de nuevo— con mi nueva información
recién descubierta.

Mientras mi ensayo se imprimía, corrí escaleras arriba para tomar la nota que me
había dejado. La había pegado en mi espejo, en ese momento, fue algo masoquista.
Prendí la luz de mi cuarto y corrí a tomar la nota, pero no estaba. En su lugar un
sobre, había ocupado su lugar.

Mi nombre había sido escrito en la misma fluida letra, por lo que lo abrí y saqué la
pequeña hoja de papel doblada.

Estaré en casa el siguiente viernes. Por favor encuéntrame en el Retreat a las cuatro.

Con Amor. Robert.

¡Estaría en casa en una semana! Eso era antes del receso de invierno; el pensamiento
de pasar dos semanas con Robert, sin trabas por la tarea y noches de escuela al día
siguiente sonaba como mi propio cielo. Puse el pequeño pedazo de papel en el
sobre y lo deje en el tocador.

Silenciosamente me hice una promesa. No lo tocaría hasta el viernes.

Y la mantuve.

***

Mi alarma estuvo sonando como siempre lo hacía: ruidosa, y demasiado temprano.


Pero hoy era diferente. Salté de la cama, rápidamente recogí mis cosas, y me dirigí
a la ducha. Me quedé ahí durante lo que parecieron décadas. En realidad solo fue
media hora, lo que usualmente era lo que tomaba antes que el agua empezara a
salir fría.

370
Realicé todos los rituales normales de chicas. Que incluían cuchilla de afeitar y
espuma en lata. Necesitaba sentirme femenina, aunque fuera sólo debajo de la ropa.

Me vestí con un par de Jeans y mi camiseta del esqueleto, y puse mi cabello en una
cola de caballo. Con la excepción de la camiseta, estaba vestida de la misma
manera que cuando nos conocimos la primera vez, aunque con el clima tan frío
como estaba, necesitaría usar una gruesa chaqueta sobre todo. Afortunadamente.
No había nevado aún, lo que significaba que no necesitaba botas o guantes.

Corrí escaleras abajo para tomar un rápido plato de cereal y me lo comí de pie,
apoyada en el mostrador mientras Janice entraba a preparar el desayuno de papá.

—Te levantaste temprano. —Ella dijo, bostezando.

Asentí, mi boca estaba llena de leche y cereal Flakes. Terminé y lavé mi plato,
dejándola freír los huevos y el tocino antes que mi estomago comenzara a quejarse
sobre mi elección de desayuno. Estaba a mitad de las escaleras cuando papá
comenzó a bajar.

—Te levantaste temprano chica, debe ser un día importante.

Me tragué la sonrisa que quería expandir a través de mi cara con entusiasta alegría.
Luciría más psicótica y llena de éxtasis. Simplemente asentí rápidamente, y
continúe hacia mi cuarto.

Tomé el sobre con la nota de Robert del espejo y lo puse en mi bolsa de libros.
También puse la pluma de Robert —la que había estado guardando bajo mi
almohada— en mi carpeta, y la coloqué en mi bolsa de libros. Me senté en el borde
de mi cama y miré por la ventana. El cielo estaba cambiando de los morados y
azules al ruborizado rosado y naranja de la mañana.

El reloj en el tocador daba las seis y media. Eso me daba al menos una hora antes
que Graham llegara a recogerme —aún no había podido encontrar a quien le había
dicho que Robert se iba, pero había aparecido ese primer día de vuelta a la escuela
después de Acción de Gracias y estuvo así desde entonces— y conducir ambos
hacia la escuela. Después de que él comiera su segundo desayuno por supuesto.

Volví a revisar que mi ensayo estuviera en mi carpeta y satisfecha de que tenía todo
lo que necesitaría, bajé las escaleras para esperar a Graham, abriendo la puerta de
la cocina… para dejar salir el humo, le dije a Janice, sonriendo mientras veía la luz
venir de la casa de los Hasselbeck.

***

371
La escuela el día antes de vacaciones siempre se sentía más como una fiesta. Los
profesores eran indulgentes en formas que nunca serían en un día normal. Las
reglas no había sido rotas o dobladas, fueron tiradas por la ventana o destruidas y
borradas completamente de los libros. Las campanas que sonaron al comienzo y
final de las clases no fueron más que una mera molestia, mientras todos pasábamos
aburridamente de una clase a otra.

Durante el almuerzo, Lark parecía molesta porque Robert no le hubiera dicho sobre
venir esta tarde, y usó toda su molestia contra casi todo lo que pudo. Molestó a
Graham por elogiar su acento Británico y criticó a Stacy por ser desagradable con
Graham. Ambas cosas siempre la complacían antes, por lo que fue especialmente
impactante escucharla pedir que se detuviera.

A medida que el final del día se acercaba, la emoción en la escuela estaba en su


apogeo. La única vez que rivalizaba con esto era el último día de clases, y eso aún
estaba a más de seis meses. Entregué mi ensayo a la Señora Muniz en el cuarto
periodo, quien parecía complacida después de revisar los contenidos, e incluso le
sonreí al Señor Branke, quien hoy no estaba en su estado sentimental. Eso era
motivo suficiente para ser caritativo.

Sexto periodo: clase de teatro con el Señor Danielson. Pasó actuando villancicos en
diferentes estados de ánimos y acentos. —Otro ejercicio de humildad. —Nos dijo el
señor Danielson.

Era definitivamente un ejercicio, tratar de cantar villancicos como si se tratara de


una marcha fúnebre y no una melodía alegre.

Cuando la campana final sonó, la escuela se vació rápidamente, todos


emocionados por las compras de navidad, fiestas y desfiles. Salí corriendo de la
escuela y me dirigí hacia el carro de Stacy. Ella había aceptado dejarme donde
encontraría a Robert, incluso aunque estaba en la dirección opuesta de la escuela de
Tae Kwon Do.

—Gracias Stacy. Realmente aprecio esto. —Le dije mientras se detenía en el


estacionamiento.

Sus labios formaron una sonrisa a medias y se encogió de hombros. —Oye, al


menos una de nosotras va a ser feliz hoy.

La vi agarrar el volante con fuerza, sus nudillos se estaban volviendo blancos


mientras luchaba con algo dentro de ella.

—¿Qué pasa Stacy?

—Solo estoy molesta por la manera en que Lark ha estado desde que le dijiste que
Robert volvía. Ella no sólo esta verbalmente molesta, también esta mentalmente

372
molesta. No parece darse cuenta que sus pensamientos son peores que cualquier
otra cosa.

Entendí lo que quería decir. Lark podía controlar lo que salía de su boca, justo
como los demás, pero sus pensamientos corrían libres. Y si tuviéramos acceso a
escucharlos, algunas veces sería demasiado duro de lidiar para una persona normal.

Una vida de ser objeto de burla me había dado una pequeña ventaja sobre Stacy,
pero sabía que dolía. Situé mi mano en su hombro y apreté tranquilizadoramente.
—Se que ella no quería lastimar tus sentimientos Stacy.

Stacy me miró, sus ojos estaban rojos con lágrimas. —Mis sentimientos no son los
heridos, Grace. Ella está haciéndome daño psíquicamente cuando piensa en Robert
volviendo y no avisándole.

Mis ojos se ampliaron en sorpresa. —Ella no debe estar consciente de estar


haciéndolo, Stacy.

Asintió en un movimiento más condescendiente que cualquier otra cosa. No pude


hacer otra cosa que abrazarla. —Eres una buena amiga Stacy. Gracias por ser la
mía.

Me abrazó de nuevo, su sonrisa teñida con un poco de tristeza. —En cualquier


momento Grace.

Salí del coche, mirando el pequeño reloj en la radio mientras lo hacía, y cerré la
puerta. Observé cómo se marchaba y luego caminé hacia la banca donde Robert y
yo tuvimos nuestra primera charla. Donde aprendí por primera vez que podía leer
mis pensamientos. Donde supe por primera vez que me había enamorado de él. Esa
pequeña revelación trajo una sonrisa a mis labios, porque no era un tonto
enamoramiento de adolescente. Era real ¿Qué otra cosa podría haber traído de nuevo a
mi corazón de la fría y negra muerte que había sufrido?

Miré el sol en el cielo. Se retiraba lentamente en algunas nubes ligeras, la luz de la


tarde bajaba mientras el clima daba un indicio de que las cosas no iban a estar
claras por mucho tiempo. El reloj en el carro de Stacy había dicho que era un
cuarto pasadas las tres. Tenía cuarenta y cinco minutos antes que Robert
apareciera.

Cerré mis ojos contra el calor de los rayos del sol y pensé en Ianthe y Angelo
mientras las nubes se movían a través del cielo, llevando con ellas cada minuto
hasta que me reuniera con mi propia estrella caída.

373
Revelación

Traducido por cYeLy DiviNNa

Corregido por Mari Cullen

E
speré a Robert hasta que el sol casi se había puesto. Esperé a que su
recuerdo me llenara con su amor. Yo esperé a que él envolviera sus brazos
alrededor de mí y me diera un beso alejando toda la inquietud que se había
instalado a mí alrededor desde que me había dejado. No me había dado cuenta de
lo increíblemente carente que me sentía sin él cerca, la forma en que había
cambiado. Era como si hubiera dos Grace, y la que estaba aquí era más que la
fotocopia: plana, a 2D, y monocromática, mientras que la Grace real estaba fuera
flotando en algún lugar con un ángel hasta las estrellas y las nubes. Y yo envidiaba
a esa Grace. Yo la odiaba, también.

Cuando el último de los rayos del sol, que sucumbieron a la atracción siempre
constante de la noche, finalmente perdió su control sobre el horizonte, y los colores
del cielo cambiaron a un hermoso rosa y el naranja del atardecer al malva y violeta
del crepúsculo, cuando las luces del estacionamiento, automáticamente aparecieron
iluminándome con el brillo falso que nos hacía parecer enfermos y muertos, me
puse de pie. Él no iba a venir.

La decepción se apoderó de mí, empapando mi piel con vergüenza, mis mejillas


picando de cólera, y las lágrimas desbordándose en mi cara aunque me había
prometido hace una hora que no lo haría. No podía permitirme el lujo de estar
molesta por esto. No era como si él no me estuviera dando el cambio en el Dairy
Queen, tenía que recordármelo a mí misma.

Esto era algo para lo que él había nacido y que tenía que hacer, nació para cumplir.
Era su destino, mucho antes de me hubiera conocido, y pasaría mucho tiempo
después de que hubiera muerto. Yo no podía hacerle demandas a él, o tener
expectativas de que él sería capaz de hacer todo lo que dijo cuando había algo
mucho más importante que yo de lo que tenía que ocuparse ahora.

374
Suspirando, me agaché y busqué mi mochila. Cuando no la sentí, miré debajo de la
mesa —detrás de ella— pero no estaba allí.

Los tópicos de las novelas y películas sobre el vello en la parte posterior del cuello
levantándose cuando algo no está bien deberían ser tomados más en serio, porque
de repente me di cuenta de que no estaba sola cuando ese mismo sentimiento,
espeluznante, apareció en el mío.

Oí la corriente de aire detrás de mí y mi corazón empezó a correr. —Rob… —Me


volví en busca de sus ojos tan familiares y me detuve.

No eran plateados.

No era Robert.

—Sam —dije, aturdida—. ¿Qué estás haciendo aquí?

Él me sonrió... astuto y siniestro. Me estremecí, pero no por el frío repentino en el


aire. —He venido aquí para decirte que Rob no viene.

—Ya me imaginaba que era algo más, Sam —dije, molesta por la forma en que me
miraba—. Estaba a punto de volver a casa. Cuando hables con él, dile que… no, no
te preocupes al respecto. —Cambié de opinión acerca de darle un mensaje para que
le diera a Robert. Sabía que probablemente nunca le llegaría de todos modos.

Miré hacia abajo en las manos de Sam. Tenía mi bolsa de libros en una y la pluma
que Robert me había dejado en la otra. Su color negro brillante contrastaba
dramáticamente contra el blanco prístino de la ropa de Sam. Noche y día. El bien
contra el mal. Pero Robert no era malo ¿qué faltaba?

Eché un vistazo a la cara de Sam y era como si hubiera hecho la misma


comparación, porque sonrió de tal manera que sentí el pelo en la parte de atrás de
mi cuello levantarse. Mi mano automáticamente se acercó a ellos tocando mi piel,
como si estuvieran pegando hacia arriba, con una bandera de advertencia a todos
los que pasaban por allí. Pero ningún ser humano se habría dado cuenta de la
reacción. Era demasiado pequeña para ser otra cosa que una sensación que me
sacudí como tonterías.

—Tengo que seguir adelante ahora, Sam. ¿Podría tener mis cosas de vuelta? —Le
dije, no queriéndome quedar alrededor más de lo necesario. Sostuve mi mano
expectante, un suspiro de impaciencia salió mientras lo hacía.

Impaciente era mejor que molesta.

Sus ojos dorados habían empezado a calentarse, el metal duro y frío en ellos se
convirtió en líquido. —¿Por qué tanta prisa, Grace? —Preguntó, su voz chorreando
dulzura artificial, la sacarina en su falsedad.

375
No queriendo mostrar el miedo repentino que se había apoderado de mí, señale a
mi bolsa de libros, como si la respuesta a su pregunta fuera más que visible. —
Tengo que caminar hasta casa, Sam, y no es como yo si viviera justo bajando la
calle.

Podía sentir los latidos de mi corazón recogiéndose, el nerviosismo y el miedo


empezaron a desbordar mis pensamientos afectando su ritmo. Caminé hacia Sam,
mi mano extendida, temblando. —¿Podrías darme de vuelta mi mochila, Sam? —
En lugar de la mochila, me entregó la pluma.

Fue entonces cuando me di cuenta de que la luz desde el estacionamiento estaba


echando mi sombra sobre la hierba. Se extendía ante mí, llegando sus dedos
oscuros hacia la banca y los árboles.

Estaba solo.

—Tú… tú no tienes sombra. —Yo respiraba. Las palabras, increíbles, sin embargo,
la ausencia de las suyas lo confirmó.

Él asintió con la cabeza, sorprendido por mi reacción, pero sabiendo que el camino
de mi mente me estaba llevando adelante.

—Tú eres... uno de los oscuros. —Susurré de nuevo, más una revelación que una
acusación. Mi mente corrió de nuevo a cuando Robert me dijo que los ángeles
oscuros no tenían ninguna sombra porque todos ellos eran oscuridad y no podían
dar forma a la luz de la manera en que otros podrían. Busqué en el césped una vez
más por todos los signos reveladores de una sombra, todo lo que calmaría las
acusaciones gritando en mi cabeza… no los hallé.

Se inclinó entonces, flexionando la rodilla izquierda, y tirando la pierna derecha


detrás de él. Tenía un brazo cubriendo a través de su abdomen, mientras que el otro
se levantó a su lado. Fue muy elegante, el arco caballeroso, pero me olvidé de todo
eso cuando empezó a hablar. —Uno de los muchos ángeles de la muerte, a tu
servicio. —Dijo, su oscura sonrisa, su voz burlona.

Di un paso atrás, una descarga enviando escalofríos por todo mi cuerpo. Mi sangre,
sintió un frío. Se sentía como si fuera un engrosamiento debajo de mi piel. ¿Cómo
podría Robert haber sido amigo de él? Los había llamado malos. ¿Cómo iba a llamar a
alguien que estaba mal, su hermano?

Lo miré, su bello rostro, y me pregunté cuántas personas habían sido engañadas por
la belleza de estos traidores. Robert había sido uno de los muchos, sin duda. Los
errores de Sam le habían costado a Robert su corazón, y si estaba dispuesto a hacer
eso a alguien que lo llamó hermano, de repente estaba muy sospechosa de lo que
pensaba para mí. —No me puedes tocar —le dije, mi voz quebrada en miedo—.

376
Lark y Robert me dijeron que hay leyes que hay que seguir, las reglas no se pueden
romper.

—Yo no tengo que tocarte, Grace... para matarte. ¿Robert no te dijo que no
estamos sujetos a las mismas reglas que el resto de ellos? —Sonrió, el brillo
diabólico en sus ojos fue lo que hizo que recuperara el aliento cuando casi me
atraganté con sus palabras.

Di otro paso atrás, mientras tomaba uno hacia mí. —¿Por qué? ¿Qué estás
haciendo aquí, Sam?

Se encogió de hombros. —Estaba aburrido.

La forma en que lo dijo —su tono afectado— era demasiado perfecta. Él estaba
mintiendo. —Pensé que los ángeles no podían mentir. —Dije, la acusación clara en
mi voz, mientras trataba de alejarme de él.

Él se rió, pero la molestia era fácil de ver en su rostro, y escucharla en su voz. No le


gustaba el hecho de que yo ya sabía mucho acerca de su especie, su mundo. —
Chica tonta. Una de las cosas que puedo hacer, y hacer con facilidad, es la mentira.
Es todo un Don mío, en realidad —dijo, una sonrisa malvada que provoca a los
labios retraerse, revelando la astucia de sus dientes, como si su boca se hiciera agua
por algo—. Y no preocupes tu tonta y pequeña cabeza acerca de esas tonterías de
los portadores de alas. Nadie me va a castigar por eliminarte de esta vida, Grace.
Tu pequeña alma no es tan valiosa como piensas —estuve mirando como la punta
de la lengua se asomó desde detrás de los dientes para tocar la punta afilada de un
incisivo, la esquina de su boca se encrespó para arriba cuando lo hizo—. Ha sido
divertido ver tu tonto y pequeño romance, sin embargo, si eso sirve de consuelo
para ti. Así que a diferencia de todas las demás chicas de esta tierra, tú eres, sin
embargo, parecida a ellas. Tan rápida para caer en lo que creo es el amor. Así de
rápida es la caída de ellas. No sé qué es el amor, cómo se puede grabar dentro de ti
por una eternidad, cómo te cambia físicamente, en algo que nunca se puede
revertir. —Dio a entender sus palabras de pérdida y dolor, pero no fui lo
suficientemente valiente como para preguntar de qué estaba hablando.

En su lugar, tome una ruta diferente, poniendo mis manos en mis caderas, en
desafío. —No sé lo que se siente amar a alguien por una eternidad, Sam, pero sé
que si fuera posible para mí hacerlo, me gustaría amar a Robert por lo menos ese
tiempo. Y, contrariamente a tu estado de cuenta, soy completamente consciente de
cómo el amor puede cambiar a alguien físicamente, porque su amor por mí me ha
cambiado físicamente. Pero no es obvio para alguien que ha vivido durante siglos
en su propio ideal y pequeño mundo. Es irónico que con tus increíbles regalos, no
puedas ver eso. —Mi voz era triste. Yo no había querido que lo fuera, pero la
tristeza estaba allí mismo.

377
Él miró de reojo a mi pequeño discurso, no se encontraba afectado. —Lo dices,
como si en realidad hubieras cambiado de alguna manera. ¿Crees que la manera de
sentir algo de alguna manera, eclipsa la forma en que nos sentimos? ¿Qué puede
alterar su constitución misma de la forma que puede por nosotros? —él se burló, los
labios tirando a lo largo de un gruñido de rabia—. Eres patética No has cambiado
físicamente, chica estúpida Tus hormonas solo están trabajando horas extras. Él ni
siquiera se ha acostado contigo todavía... ¡Veo eso con toda claridad! —Sus ojos
recorrieron de arriba a abajo mi cuerpo, haciéndose eco de su risa que nos rodeaba,
era tan fuerte.

Casi me sentí violada por la forma en que sus ojos se detuvieron en ciertas partes de
mí, y me enfureció la forma en que él podría seguir hablando cuando lo hizo. Cada
palabra se sentía como un clavo que se golpeaba en mi corazón y mi dignidad.

Él vio el dolor en mi cara, y se aprovechó de ello. —¿Lo ha intentado? ¿Ha hecho


algún intento de seducirte, Grace? ¿No te encuentra propicia a la cama?

Yo no quería responder, pero no podía negarme a mí misma que no lo había, nunca


lo había intentado.

—Ahhh... y probablemente crees que es porque eres humana, ¿correcto, niña tonta?
—Sonrió de nuevo.

Esta vez respondí: —Yo sé que él ha estado con otras. Me ha dicho todo. ¡Y no
creo que eso sea asunto tuyo! —Traté de evitar que sonara herida por sus
declaraciones, pero no pude dejar de percibir la leve verdad en la insinuación de
que Robert no me encuentre conveniente de esa manera.

Cerré los ojos para calmarme. Yo no tenía necesidad de estar sintiendo todas estas
otras emociones cuando tenía que centrarme en Sam y qué es exactamente lo que
quería conmigo.

Y luego estaba en mi cara, tan cerca que podía sentir el calor de su pecho, el olor
ahumado extraño y dulce de su aliento. —Cómo debes decepcionarlo. Todos los
secretos que te dije, y ni siquiera escuchas nada de eso. Él te dijo que no podía
tomar las cosas de ti, ¿no es así? y sin embargo lo rápido que ibas a creer que él
tomó su pequeña nota de ti. Qué poca fe tenías en él.

Mi boca se abrió en un pequeño suspiro, el lapso obvio, a mi juicio claro para él,
pero yo había sido ajena a él, y me avergonzó. Yo había acusado a Robert de no
prestar atención y sin embargo no lo hacía en el mismo sentido. Mi único fracaso
me enfureció aún más cuando Sam continuó, disfrutando el cambio de mis
emociones inmensamente.

—Por supuesto, también dijo que había que mantenerte a salvo, también. Se hizo
un mentiroso a sí mismo cuando él te hablo de mí —susurró antes de saltar de

378
nuevo a su posición original—. No te mantuvo a salvo de mí, Grace, a pesar de que
sabía lo que era él no debería haberte traído a la boda. No debería haberte
permitido ver mucho, sobre todo sabiendo que la posibilidad era tan grande que
tendría que mantenerte a salvo de sí mismo.

Estaba confundida. A pesar de la repugnancia que sentí escuchándolo a él, tuve que
preguntar: —¿Qué quieres decir, con mantener a salvo de sí mismo?

La anticipación de decirme algo de verdad desconocido cambió por completo su


presencia. Llegó a ser relajado, donde antes él estaba a punto, listo para saltar en
cualquier momento.

Todo lo que estaba a punto de decirme era algo que había querido que yo supiera
desde hace algún tiempo.

—Yo no soy más que un peón de la muerte, Grace. Soy Samael soy un ángel de la
oscuridad de la muerte, pero tu N'Uriel, ahh... es algo especial... incluso único. Su
posición es mucho más deseable que la mía, entre mis compañeros oscuros ¿Por
qué crees que fui enviado como su mentor, Grace? ¿Por qué crees que fui elegido
para enseñarle, y llevarle al camino en el que él tiene el poder de decidir?; él es un
juez, un trono, un castigo, un salvador. Puedo ser un ángel de la muerte, pero tu
N'Uriel... es la muerte. —La sonrisa en su rostro se amplió mientras yo tomaba los
golpes.

—Yo no lo creo —dije, sacudiendo la cabeza en negación—. No lo voy a creer, la


muerte no es una persona. No es Robert.

Sam se echó a reír: —Tú estúpida. Su nombre no es Robert. Su nombre es N'Uriel.


Has hecho tantas preguntas inútiles de nosotros, y sin embargo no pudiste hacer la
pregunta que habría contestado todo para ti.

Una vez más, estaba delante de mí, el lapso de cincuenta pies cruzados en menos
de un segundo, con una mano firme y cruel, como hierro que sostenía mi barbilla,
así que no podía apartar la mirada de él, puesta en nada más que la mía. —Ameila
dio a N'Uriel su nombre debido a que así lo haría llegar a su Llamada. Oh, sí, ellos
se conocen desde el momento de su concepción. ¿Cómo podía no conocerla cuando
optó por crear su vida en el de un cadáver andante? —se burló de la conmoción en
mis ojos y continuó con su espeluznante relato—. ¿Te dijo lo que su nombre
significa, Grace? ¿No? N'Uriel es el fuego de Dios. Su alma cruzada en los fuegos
del infierno con el fin de nacer. Nació en medio de las llamas, que salen del cadáver
de esa mujer como si fuera el mismo Lucifer. ¿Qué otra cosa podía ser sino la
muerte? ¿Nunca te paraste a preguntarte cuáles eran las consecuencias de un
nacimiento? Por supuesto que no, niña estúpida. Incluso se supone que la mayoría
de lo que tendría que sufrir sería no ser capaz de curar a alguien. Tal ingenuidad.
Culpó a su madre por no haberle educado pronto. Hubiera hecho mi trabajo mucho

379
más fácil. En cambio, he tenido que tratar de apartarlo lejos de ti por su ridícula
culpa y la creencia de que los seres humanos son dignos de amar y preocuparse. ¿Y
mira a donde me ha llevado? Él ya no confía en mí. Gracias a ti.

Mis fosas nasales se abrieron con ira al recordar las consecuencias que produjo
como resultado confiar y amar a Sam. —No mereces su confianza, y
definitivamente no merecías su amor y la amistad. Lo vi morir a causa de su
confianza en ti. Lo mataste con tus mentiras y lo sabías.

De repente, yo no podía hablar, la oscuridad en los ojos de Sam y las palabras


estaban atascadas en mi garganta causando que mi respiración estuviera atrapada.
En un destello de comprensión, yo sabía que Sam nunca había tenido la intención
de que Robert consiguiera sus alas. Él no tenía la intención de que Robert hubiera
vivido.

—Lo querías muerto. —Dije en voz baja, mi aliento en bruto con la profundidad de
la acusación.

Él me gruñó con los dientes, un crujido en la ira. —Sí. ¡Yo casi tenía el alma de la
Muerte! ¿Sabes lo que habría significado para mí?

Negué con la cabeza, todavía sujeta en su puño, a sabiendas de que él simplemente


no podía ver lo equivocado que estaba. —No. Nunca estuviste a punto de tener el
alma de Robert, Sam, porque su alma, su corazón, su vida me pertenecen a mí. Es
por eso que volvió a mí.

Él sonrió de nuevo. —Estoy seguro de que poco le importa a él, ahora que ha
conseguido la única cosa que importa más para él de lo que lo haces tú. Permíteme
recordarte, Grace, que nunca ha habido un ángel que eligiera a su novia en el
cumplimiento del llamado. La toma de las almas es mucho más placentera que
hacer frente a una queja, agarrando las mujeres que necesitan atención. —Se fue de
mi barbilla, y otra vez, volvió de nuevo a su lugar original, al instante, como si
nunca se hubiera movido en absoluto, la única prueba que había estado cerca de mí
en absoluto fueron las contusiones que fueron apareciendo poco a poco en mi piel.

Él sonreía desde su atalaya, y gritó: —Pero, en toda tu inutilidad, aún consigues


poner a prueba su lealtad, Grace. Tentarlo. Él se distrae por ti y eso nos irrita a los
que tenemos que hacer el sacrificio que él no ha hecho todavía.

Yo no entendía qué quería decir con sacrificios. ¿Quién hacía un sacrificio cuando era
uno de los Divinos?

—¿Qué sacrificio, Sam, te hace tan celoso de compartir lo que Robert y yo


compartimos?

380
Su ira se había fundido en el oro frío en sus ojos, y burbujeaba ahora
peligrosamente en el borde derramándose más. —¿Cómo crees que me encontré
con mis alas, Grace? —hervía—. ¿Crees que el amor que compartes con Robert es
único? ¿Qué es el único de su tipo que ha existido? No eres nada especial, Grace.
Ni siquiera eres hermosa. Hubieras sido un poco tolerable si por lo menos lo
hubieras sido.

En un movimiento tan rápido que no lo vi, había volado a una de las luces en el
estacionamiento y destrozó sus bulbos. Negué con el sonido de los cristales rotos
cayendo en la grava, y la oscuridad creciente que yo conocía, que pensaba me
consume lentamente.

—La mujer que traje a lo largo mis alas era Miki. Era hermosa, con una risa que
liberaba mi mente de las miles de personas que se agolpaban allí. Prometí nunca
alejarme de su lado para que siempre estuviéramos juntos. Pero no hay muchas
opciones para los inmortales cuando se trata de convertir a un humano en uno.
¿N'Uriel te dijo cómo se hace? ¿No? Ahh... él es más sabio de lo que pensaba.
Tenemos que pedir permiso a los serafines para hacerlo con seguridad, o usamos
los dones que poseemos en experimentos monstruosos. Pero, si creamos algo que el
mundo humano no puede tolerar, estamos obligados por una ley universal a
destruir lo que creamos, incluso si esto significa destruir a nuestros propios hijos. A
Miki se le negó la inmortalidad por los serafines, los santurrones, mojigatos... estoy
perdiendo la pista aquí. Ellos siempre son tan buenos para llevar a cabo lo peor de
nosotros ¿Dónde estaba yo? Ah, sí. Yo no quería que Miki muriera. Así que
empecé a buscar —voló otra luz. Más añicos y el sonido del vidrio que llueve sobre
la tierra erizaron mi piel, como si fuera el comienzo de una cuenta atrás para algo
oscuro y trágico—. Yo había oído que algunos inmortales habían logrado cambiar a
los seres humanos en otras cosas, para mantenerlos en todo, ya sea por diversión o
para otros fines, pero no tienen el poder que poseo para tener éxito; volví a Miki un
monstruo sin sentido que no me reconocía, o a nuestro amor. Yo tenía que destruir
su humanidad y lo que me habían dado de esta forma humana fue destruido junto
con ella. Fue a partir de esa pérdida, ese acto de destrucción de lo que yo más
amaba que se llevaron mis alas. —Se burló de mí, su resplandor era oscuro ahora.

Voló de la segunda a la última lámpara, destruyendo los bulbos con un fuerte grito,
y se trasladó al conjunto restante de las luces brillantes, mirando hacia abajo, a mí,
con alegría mientras flotaba por encima. —Sé qué piensas que N'Uriel va a elegir,
que se dará cuenta de que ser uno de nosotros no es lo que él pensaba que quería, lo
que había esperado todos estos siglos. Pero te equivocas, no se puede resistir al
llamado, ni siquiera los enamorados. ¿Por qué crees que estás aquí sola... conmigo?

Y el último juego de luces se apagó.

381
Retribución

Traducido por cYeLy DiviNNa

Corregido por ginabm

M
e quedé en la oscuridad —el miedo inconmensurable estacando con
fuerza el ritmo en mi corazón— preguntándome a dónde había
desaparecido. Con todas las luces rompiéndose, fue tragado por la
negrura, no había estrellas, ni luna para ayudar a mis ojos a ver en el cielo oscuro,
el invierno por encima de mí.

Yo podía oír su risa, aunque, el tono de burla en ella, el disgusto salvaje que tenía
para mí. Él estaba cerca, y yo estaba lista, mis zapatillas excavando en la arena
debajo de ellas, apoyándome a mí misma, plantando las raíces que me debían
impedir que se ejecutara la sensación de que me alcanzaría.

—¿De verdad creías que N'Uriel renunciaría a sus sueños por ti? ¿Que él pensó que
tu vida valía más que el resto de nosotros? ¿De verdad crees que él estaba pensando
en desertar de su obligación de toda la humanidad por ti, una chica simple que no
es más que repugnante y débil? ¿Cómo es que te llaman en la escuela? ¿Grace el
fenómeno? —Sam se burló en las tinieblas.

—¿Él realmente te informo sobre las otras Grace? ¿Todas las innumerables chicas
que ha habido? Siglos de ellas—un milenio de chicas que lo mantuvieron ocupado,
ocupado a la espera del llamado. Las chicas que le dieron todo. ¿Crees que después
de todas ellas, que no quiera estar contigo de esa manera significa que eres especial?
¿Era eso lo que te dijo con el fin de sentirse mejor cuando te quería abrazar? —Se
reía cruelmente.

—¿Pensaste que significaba algo, porque fuiste la única alrededor de su cambio? Tú


no significabas más para él que lo que todas las que vinieron antes que tú, las que
han muerto por él, murieron a causa de él. Tú no eres nada para él, Grace.

Negué con la cabeza, sabiendo que él me vería, deseando que viera que yo estaba
desafiante, mientras las lágrimas en mis ojos empañaban mi vista. Yo las seque con

382
una mano, necesitaba que mi visión fuera clara, la necesitaba para poder ver su
rostro, aunque el mal y el odio también revelaran que hay algo de verdad en sus
palabras. Necesitaba ver mi destino —si he vivido o muerto— porque mi tiempo
para correr y esconderme en mi cama se había ido de largo. Me enfrentaría a todos
de frente.

Yo era más fuerte de lo que pensaba. Yo era más fuerte de lo que yo me había
imaginado a mí misma ser. El amor y la esperanza habían ayudado a darme cuenta
de eso.

Y entonces él estaba allí. Él salió de detrás de un árbol, sus alas blancas como la
nieve cruzadas detrás de él, su rostro pálido, su resplandor un profundo, y
satisfecho azul. Sus manos estaban abiertas a los costados y sus ojos eran de un oro
duro y helado.

Él me enseñó los afilados dientes, enojado conmigo, y luego dio un paso adelante.
Sus alas abiertas, como él mismo preparo. Vi los dedos en sus manos temblando.

Detrás de mi espalda, mis dedos se crisparon, también. En mis manos tenía el único
recuerdo de Robert, de lo que significaba ser amada: la única, pluma negra que
Sam me había devuelto me llenaba las manos. Me consoló saber que al menos una
parte de él estaba conmigo. Y sin embargo, al mismo tiempo, el mal me doblaba
hacia adentro, sabiendo que debía morir, él podría ser el que vendría a recoger mi
alma.

Pero yo no estaba dispuesta a morir hoy —no sin una lucha por lo menos, y
extrañamente, no temo, tampoco. Ambos caminos me conducen a Robert.

Yo tenía la pluma en la mano, inclinando la pluma hacia el codo, la escondí detrás


de mi brazo. Le di las gracias a Robert en silencio por averiguar y mostrarme cómo
cerrar mi mente para que mis pensamientos pudieran permanecer en mí mientras
sentía la punta afilada prensando en mi piel callosa. Yo me preparaba, al respirar
profundamente, calmándome. Le di las gracias en silencio a Stacy por la
preparación con bastantes ejercicios para calmarme durante las clases, de lo
contrario, estaba segura de que estaría hiperventilando ahora mismo. Asentí con la
cabeza hacia el ángel de la muerte, lista.

Él vino a mí poco a poco, un gato por el ratón, sus alas haciéndose más amplias,
con cada paso como un águila dispuesta a abatirse sobre su presa. Él no lo haría tan
pronto como fuera posible, sin embargo. Quería verme sufrir por lo que había
hecho —pagar por el gran crimen de atreverme a amar a un ángel, y por la audacia
de tener a ese ángel amándome de nuevo.

Yo sabía que no iba a pelear justo —como si alguna vez una pelea entre una chica
humana y un ángel de la venganza lo hubiera sido— cuando me di cuenta de que

383
estaba fría de repente, había empezado a dibujar lentamente el calor en mí, en mi
sangre. En mis venas se sentía como si mi sangre se hubiera convertido en lodo.

—¿P-porque n-necesitas u-u-usar t-tus hab-bi-lidades, S-S-Sam? —yo balbuceaba,


sintiendo el frío desde mis dientes hasta mis pies—. ¿E-estas-asus-tado-q-que sin-
ellos-t-tu-pier-daas c-coon un-na-chica-h-humana?

Ángel o no, humano o no, él seguía siendo un hombre, con orgullo y ego
masculino. Inmediatamente, sentí el frío de retroceder. Él sonrió cruelmente,
asintiendo con la cabeza en un ángulo manteniendo su mirada en mí, contestando a
mis preguntas

—Tienes razón. No necesito nada para matarte, Grace, que no sean mis propias
manos —como para enfatizar el punto, mostró sus manos, apretadas en un puño y
luego liberándolas—. No he tenido el placer de hacerlo en siglos... desde esa época
gloriosa de las Cruzadas, cuando alma tras alma vinieron a ponerse a mis pies.
Pero, de nuevo, esas muertes fueron todas de niños, jóvenes o viejos, demasiado
listos y dispuestos a morir, los tontos. No creo que me gustara la mitad de las
muertes tanto como la tuya.

Sus alas se extendieron totalmente, y yo miraba, confundida, cuando él las sacó


adelante a su alrededor, como si fuera su propio escudo contra mí. Por alguna
razón, mi cuerpo se curvo hacia adentro, mis brazos alrededor de mi cabeza, como
si lo supiera y los hubiera separado antes de que hiciera lo que se avecinaba.

Con una ráfaga de sonido y aire, arrojó sus enormes alas abriéndolas, la fuerza del
movimiento me envió volando hacia atrás.

Golpee la dura grava del estacionamiento con la espalda, el impacto causo que todo
el aire saliera disparado fuera de mí, la grava rebanando a través de mi camiseta,
penetrando en mi piel. Yo lo oía reír de nuevo mientras miraba hacia el cielo
nublado por la noche, tratando de recuperar el aliento y recoger mi ingenio que
parecía haberse dispersado a los árboles. Si sólo hubiera habido una estrella en el
cielo para centrarme en...

—Voy a hacer esto muy lentamente, Grace —dijo en voz baja, casi con cariño. Yo
podía oír el crujido de la grava cuando él caminó lentamente hacia mí—. Vas a
tener que mendigar para que sea rápido. Además, podría estar dispuesto a negociar
tu alma por el dolor de haber terminado. Voy a disfrutar el sabor de tus lágrimas, y
de tus ruegos hasta el final, pero no lo haré. Voy a tomarme mi tiempo y te haré
sufrir.

Apareció sobre mí y se arrodilló; sus grandes alas nos rodearon como brazos,
manteniéndonos dentro. Tenía la cabeza inclinada hacia un lado, con el pelo largo
y dorado oscuro colgando por encima del hombro, tocando mi cara. Olía a humo,
cenizas... y sangre.

384
Llevó su mano para tocar mi mejilla, casi tan suave y amorosamente como Robert
lo haría. Él la acarició, el pulgar suavemente acariciando la cima, como si apreciara
la textura, el calor, y luego con una crueldad y velocidad sorprendente, él me dio
una bofetada, la brutalidad causo la división de mi labio, haciéndome morder en el
interior de mi mejilla, el sabor de la sangre quemando como un fuerte recuerdo en
mi mente.

Deje que mi boca recogiera ese sabor del vil metal llenado mis sentidos. Se agrupo
en contra de mi lengua, mientras que la sangre de mi labio chorreaba por el lado de
mi cara ahora palpitante. Mientras mis fosas nasales trataban de respirar sin
ahogarse.

Siguió hablando, convencido de que yo no había llorado.

—Eres más tolerante de lo que pensaba. ¿Cómo vas a ser tolerante cuando sepas lo
que voy a hacerte? —Me pregunto. Me miró como si yo fuera una extraña
curiosidad.

Él me rozó la mejilla, esta vez con los nudillos, chasqueando la lengua, como si el
probable moretón que estuviera formándose ante sus ojos hubiera sido de alguna
manera mi culpa. Volvió mi cara, mirando a un lado y luego al otro,
comparándolos al parecer, y luego sonrió con una sonrisa maravillosamente
viciosa. Yo podía sentir mi ojo comenzando a hincharse, y sabía que pronto estaría
cerrado, cortando esa parte de mi visión, discapacitandome, incluso más de lo que
ya lo estaba.

—Creo que voy a romper tus huesos, uno por uno —dijo con calma, su voz suave,
como si estuviera describiendo cómo pintar árboles—. Voy a rebanar de aquí —
rozó un dedo contra la parte inferior de mi oreja y trazó un camino a través de la
mejilla hacia la comisura de mi boca—, hasta aquí, para que tus gritos le recuerden
para siempre a cualquiera que se atreva a tomar lo mío lo que se viene para ellos—.
Él me miró, a los ojos, tratando de leer los pensamientos que había mantenido
ocultos, a ver si sentía dolor, disfrutando tanto como le gustaba el sometimiento de
mi misma.

Su dedo estaba en la esquina de mi boca cuando comenzó a presionar en mi piel,


sus uñas cortando como garras. Me estremecí al pinchazo a medida que se anticipó
a la acción que él había prometido, dispuesta a evitar que mis gritos salieran
corriendo, pero él se retiró. Me fulminó con su desafiante mirada. Dejé mi guardia
mental por el tiempo suficiente para pensar una palabra antes de que pudiera
inundar mi mente con la suya. ¡Cobarde!

Me miró en estado de shock, y luego su cara divertida creció. Por un momento


inconmensurable, se veía tan hermoso, era fácil olvidar que él me iba a matar y lo
haría con gran satisfacción. Él fue una vez más el hermoso ángel de la boda, un

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dios de oro, el epítome de la belleza angelical. La cruel ironía no pasó
desapercibida para mí, y me eché a reír.

Cuando él empezó a reír en respuesta, aproveché la oportunidad. Con tanta fuerza


como pude, escupí la sangre y la saliva que había recogido en su rostro,
convirtiendo el dios de oro en un monstruo, finalmente revelando lo que realmente
era.

Momentáneamente sorprendidos por este ataque benigno, hizo sus alas hacia atrás,
lamiéndose los labios y saboreando el sabor de mi desafío. Ese pequeño
movimiento me dio el suficiente espacio para levantar la mano, mi única arma, mi
única esperanza contra un ángel inmortal de la muerte —el duro final de la única
pluma— estaba listo. Con toda la fuerza que tenía, con toda la voluntad que había
en mí para vivir y la desesperación de ver a Robert de nuevo con vida, metí la
pluma en el ojo izquierdo de Sam. La sorpresa y el shock me llenaron cuando se
hundió en él.

El grito que surgió de él corrió a través de mí, su dolor se convirtió en el mío, peor
que el mío, insoportable cuando todas las terminaciones nerviosas en mí
reaccionaron a su grito. Reflexivamente, saque la pluma, deje caer mi mano
preparándome para el dolor que se acumuló en mi cuerpo.

Sam se apoderó de sus ojos con ambas manos, mientras que un líquido dorado se
derramaba entre sus dedos y goteaba acaloradamente sobre mi cara. Su dolor y su
ira vibraban en todo su cuerpo, y sus alas se extendían a lo ancho, como si esperara
llegara ayuda de alguna fuente desconocida. Yo hice una pausa en mi dolor, lo que
me obligó a mirar hacia abajo con un profundo suspiro, y rápidamente traje mi
brazo de nuevo, la embestida final de la pluma en su otro ojo, dejándolo ciego por
completo.

Su grito, el grito de dolor de un ángel, causo que la sangre saliera corriendo de mis
oídos y mi nariz. El grito parecía sonar cada vez más alto, con más desesperación.
Hizo eco a mi alrededor, rebotando en mí antes de regresar; y me tapé la cabeza
con los brazos para intentar no dejarlo pasar, pero con ello solo conseguí atraparlo
dentro de mí —como un abejorro en un tarro, sacudiéndose de un lado a otro, más
y más fuerte en su búsqueda para liberarse, pero no había libertad en ese sonido.

Me di la vuelta en el suelo en agonía. Traté de patear los pies contra la grava en un


débil intento de arrastre mientras él gemía con las manos sobre los ojos ahora
ciegos, los dos éramos, criaturas lamentables revolcándose en nuestro propio dolor.
Yo temblaba y convulsionaba por la insoportable manera en que sentía como si mi
cuerpo entero hiciera implosión, explosiones pequeñas por debajo de mi piel como
un millón de heridas de arma blanca mordiendo mi carne. Pude ver la acumulación
de sangre debajo de mis uñas de las manos a través de la niebla roja que cubría mis
ojos. Empecé a vomitar la sangre que había recogido en mi estómago, y tuve

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problemas para respirar cuando mi sangre lentamente comenzó a ahogarme, ya que
llenaba mis pulmones.

Podía sentir el corte de la grava a través de mis manos y mis rodillas, cuando
luchaba para llegar lo más lejos posible del sonido. Sabía que la pérdida de la vista
no sería suficiente para detenerlo, pero yo esperaba que fuera suficiente para frenar
el tiempo lo suficiente para escapar y morir en paz. Me moví una pulgada —una
pequeña victoria— y me moví otra.

De repente, sentí un fuerte tirón en la parte posterior de mi cabeza. Mi tiempo


había terminado. Me sentí atraída a una posición de pie y luego mis pies ya no
tocaban el suelo, mientras que un tremendo dolor irradiaba en mi cabeza.

Me había levantado del suelo por el pelo, el puño anudando mi cola de caballo.

Puso la otra mano alrededor de mi garganta, y trajo mi cabeza a la suya. Podía


sentir su aliento caliente y desigual en mi oído, y me estremecí cuando él empezó a
hablar con voz ronca.

—Vas a pagar por eso, camina cadáver. Te voy a rasgar en pedazos del tamaño de
un bocado y luego alimentare a tu novio. Y cuando termine de comer tu carne,
dándome las gracias por una comida excepcional —voy a servirle tu lengua para el
postre—. Rió maniáticamente en esa última línea, a sabiendas que la ironía
implícita era mucho más dolorosa que cualquier otra cosa que podría haber dicho.

Sentí la mano en mi garganta empezando a apretar, aplastando cruelmente los


dedos en mi piel, y yo luchaba débilmente sabiendo que no tenía suficiente fuerza
en mí.

Yo sólo tenía mi amor por Robert, y no podía quitarme eso de mí, no importa lo
que dijo o hizo. Yo había luchado contra el ángel de la muerte, y yo había perdido.
Con la fuerza que me quedaba, me puse a recitar la porción de escritura que
conocía; la favorita de mi madre, el Salmo 91. Envié una oración en silencio para
que ella me ayudara a encontrar mi camino a Robert de nuevo cuando me
tambaleaba al borde de la inconsciencia.

Sentí mis miembros entumecidos empezando a irse, vi los flashes y lentejuelas en el


frente de mis ojos, reconociendo los signos de que estaba perdiendo el
conocimiento. Podía sentir la luz, que me rodeaba. Lo vi, y me maraville de él.
Realmente era tan glorioso como se describe.

Mi estrella había aparecido después de todo.

La luz, pequeña y muy lejana, parecía crecer más brillante a medida que se
acercaba. Estaba radiante, hermosa. Yo estaba total y absolutamente asombrada, y
le di la bienvenida a todo lo que me temía. Débilmente, levanté la mano para

387
bloquear algo del brillo de mis ojos y jadee en estado de shock cuando me di cuenta
de que los haces de luz divina salían de mis dedos. Yo traje mí otra mano a la cara
y la vi, también, parecía que las estrellas se habían contenido en mis manos, su luz
brillante explotaba de la punta de mis dedos como focos.

Me di cuenta entonces de que la mano alrededor de mi garganta, de repente me


dejo ir, y mi cabello ya no se levantó por encima de mi cabeza en su cruel mano,
pero corría todo alrededor de mi cabeza en el aire caliente, remolinos vibrando a mí
alrededor. Mi piel era brillante, la luz cada vez más y más brillante con cada latido
del corazón. Yo no estaba tocando el suelo —la luz me mantenía a flote, y estaba
tendida, las extensiones de mis miembros, mi cabello, mi aliento, incluso mi olor.
Olía como el sol, y se envolvía alrededor de mí, cálida y reconfortante, como el
abrazo de una madre.

Miré a Sam —vi las orbes negras que alguna vez fueron las piscinas doradas que
eran sus ojos, vi la agonía en su rostro— y en lo que se convirtió al instante que me
di cuenta que la luz le causaba un dolor insoportable al igual que sus gritos me lo
habían hecho. Le quemaba... y no podía hacer nada para escapar de ella. Se había
quedado atrapado en ella y ahora estaba aferrándose a él como la miel.

Él iba a gritar de nuevo, pero la luz cambió la forma del grito como el de una
trompeta, en lugar de que sonara como un sonido de la muerte, sonaba como las
campanas que se escuchan en una iglesia el domingo.

Su rostro se retorcía, su cuerpo se encrespaba y retorcía cuando la luz lo cambió,


pero los movimientos eran lentos y elegantes, y sería muy fácil confundir su
sufrimiento por una extraña especie de danza. Vi con fascinante horror que sus alas
comenzaron a desintegrarse, convirtiéndose en cenizas que se alejaron flotando
como una niebla ligera de polvo a distancia. Su cabello rubio oscuro, una vez
hermoso había cambiado, convirtiéndose en blanco, delgado. Su piel comenzó a
levantarse contra sí misma, las arrugas formándose drásticamente, recordándome al
arrugado papel aluminio. Todas las cosas que le habían hecho hermoso se habían
ido ya, pero el castigo de la luz no había terminado con él todavía.

Comenzó a temblar y retorcerse con la invisible tortura, el sonido de las campanas


ocultaba el sufrimiento en su voz, pero pude distinguir la palabra que parecía
congelada en los labios, estaba gritando: —No.

Sentí la ingesta aguda de aire cuando la luz que se extendía entre nosotros causaba
que su pecho hiciera crack como el vidrio, el sonido inconfundible, hueco, como la
ruptura de un millón de cristales se arrastró con él a través de las múltiples fisuras y
sacó pequeños orbes azules desde su interior. Vi cómo se retorcía de dolor mientras
la luz opaca era sofocada por los orbes hasta que su brillo interior se extinguió, y
Sam se quedó en el suelo, desprovisto de poder, desprovisto de belleza, carente de
inmortalidad.

388
La misteriosa luz comenzó a desvanecerse, tirando hacia atrás de mí por la misma
fuerza invisible que lo había expulsado en primer lugar. No había más peligro. Yo
sabía que estaba a salvo.

—Gracias, mamá. —Susurre mientras lo veía—mi propio ángel de la guarda


protegido de la intensa luz por las negras alas, las plumas oscuras se le habían dado
a él por una razón después de todo. Y luego me dejé caer al suelo, mi cuerpo
maltratado y muriendo simplemente incapaz de apoyarme.

—Gracias por salvarme. —Jadee, el peso aplastante de mi pecho comenzando a


apretar el aire de mis pulmones.

Tan pronto como la luz se había alejado por completo de mi cuerpo, estaba a mi
lado, con la cara mirando asombrado e incrédulo, los brazos me levantaron y
sostuvieron tan fuerte, que temía que rompiera los huesos que aún no se habían
roto. Envolvió sus alas alrededor de nosotros, guardándonos en nuestra reunión
privada. Hundió la cara en mi pelo y respiró hondo mientras su cuerpo era
sacudido por violentos sollozos.

Estaba tan cansada, no me importaba que los movimientos estuvieran causándome


un dolor insoportable. Yo sólo quería cerrar los ojos y dejar que todo se fuera. Yo
estaba con Robert. Sabía que todo había terminado.

A través de mi agotada bruma, pude sentir sus lágrimas cayendo por mi pelo,
cayendo en mi regazo y esparciéndose por el suelo a mí alrededor, el suave tintineo
de las piedras de cristal golpeando y sonando como pequeñas campanas. Sentí la
necesidad de protestar, pero fui cortada porque tenía las manos en mi cara
entonces, y estaba besando mi pelo, mi frente, mi nariz, cada toque haciendo que
mi piel se encendiera, las llamas uniéndose entre sí hasta formar una hoguera de
sentimientos dentro de mí.

Él alimentó ese fuego cepillando mi mejilla y barbilla con besos suaves como
plumas, tortuosos y maravillosos, hasta que finalmente, llegó a mis labios, y el
mundo se convirtió en un gran sol, ardiendo. Con una fuerza que no sabía que
poseía, envolví mis brazos alrededor de su cuello, enredando mis dedos en su pelo,
aferrándome ahí, tratando de mantener su boca apretada contra la mía.

Su intención, yo sabía, era curar mis heridas, pero no me importaba. No me


importa nada, excepto la forma en que sentía que me sostenía, la forma en que mi
corazón latía ahora lo suficientemente alto y lo suficientemente fuerte como para
ahogar el silencio en el que quede abandonada por su falta, de manera que sabía
que él sentía todo lo que yo sentía. Yo sabía que haría cualquier cosa, incluso
romper todos los huesos de mi cuerpo una y otra vez sólo para mantener sus labios
en los míos, sólo para que se quedara conmigo.

Él se retiró de mí, con el ceño fruncido por ese pensamiento.

389
—Grace, no lo hagas. No puedo quedarme. Tendré que responder por lo sucedido
aquí con Sam. Tengo que traerlo de vuelta conmigo. Sólo quería que —necesito
asegurarme de que estás a salvo, que estás bien.

Cuando comenzó a expandir sus alas y aflojar su control sobre mí, las revelaciones
del día, las verdades que había aprendido hoy se estrellaron sobre mí, y me acordé
de lo que Sam me había dicho que era

—Robert, tengo demasiadas preguntas para que me dejes ahora. Tienes que...

Sacó mis brazos de su cuello con la misma facilidad como si estuviera tirando de un
hilo colgando fuera de su camisa, separándonos.

—No puedo responder a tus preguntas en este momento, a todo lo que quieres —y
sí, Grace, sí quiero. Sam va a provocar la ira de muchos de los que están buscando
culpar a alguien que no sea él por lo que pasó, y tengo que tratar de solucionar este
problema. Tengo que arreglar esto por nosotros.

Se dirigió rápidamente a donde estaba tendida la forma blanca y lo levantó con


facilidad. El contraste entre la cáscara blanca, seca y el ángel oscuro, era
sorprendente. Con sus alas hacia atrás como una capa, la mezcla de ropa de color
negro con el pelo oscuro y ojos de oro blanco, supe entonces que no había duda de
que las palabras de Sam habían sido ciertas.

—Realmente eres la muerte. —Sople antes de dejar que la oscuridad me tragara por
completo.

390
Falta Inmortal

Traducido por LizC y Sheilita Belikov

Corregido por ginabm

M
e desperté en mi habitación, con las mantas puestas sobre mí. Mi
ventana estaba sellada. Miré el reloj sobre la cómoda; eran casi las dos
de la mañana. Me senté en la cama y me deshice de las mantas. Me di
cuenta de que aún llevaba la misma ropa hecha jirones y manchada de sangre...

—¿Robert? —Susurré, pero sabía que no estaba allí. ¿Quería que estuviera allí?
¿Sabiendo ahora lo que era, lo que su vocación era? No sólo era el ángel de la guarda de
alguien, un curandero o... o un oscuro —un ángel de la muerte. Era la Muerte
misma, la oscuridad encarnada. Y la muerte había tocado mi vida tan
profundamente una vez antes al quitarme a mi madre. ¿Cómo podía dejar que eso
estuviera en mi vida ahora? ¿Cómo podría amar a eso?

Me puse de pie y me acerqué a la ventana. La levanté, dejando que el aire frío


entrara. El cielo que se había negado a renunciar a una sola estrella antes estaba
lleno ahora de lo que parecía ser cada estrella que jamás haya existido. Su luz era
brillante y hermosa, llenando el cielo en un impresionante resplandor blanco que
rivalizaba con la luna llena y penetraba en el color amarillo oscuro que flotaba de
las farolas de la calle.

Sí. Las estrellas eran hermosas, y brillantes, y gloriosas. Pero también eran
calientes, mortales, y consumían todo. Todo lo que era hermoso tenía un costo.
Incluso las pobres estrellas no podían simplemente ser bellas en nuestro cielo.

Me estremecí al sentir el frío fluir un poco más, pero me resistía a cerrar la ventana.
El cielo podría haberse estado cayendo y aún así me sentiría obligada a mantener la
ventana abierta. Doblé mis manos y escudriñé en el cielo en busca de algo,
cualquier cosa que pudiera señalarme que alguien estaba allí arriba, escuchando. La
estrella más brillante que pude ver se convirtió en mi centro de concentración y
traté de recordar la rima un poco tonta que diría mi madre.

391
Creo que era “luz de estrella, brillo de estrella”.

Me di vuelta, la fuente de la voz en mi cabeza estaba sentada en mi cama como lo


hacía normalmente, como si nada hubiera sucedido y hubiera estado allí todo el
tiempo.

—¿Cómo llegaste aquí? —murmuré, mi voz se perdió en mi sorpresa. Llegó hasta


mí, pero lo aparté—. No me toques. —Dije con voz áspera, y me alejé
rápidamente, no quería tener que mirar a su cara y ver su reacción ante mi rechazo.

Grace, no tienes que temer de mí. No voy a hacerte daño.

Sabía que era verdad. Él no me haría daño. Pero eso no cambiaba el hecho de que
ya lo había hecho.

—Tú eres... —Las palabras se perdieron. No lo podía decir.

Sabía que él estaba de pie detrás de mí sólo por el cosquilleo de su aliento contra mi
cabello. Puso sus manos sobre mis hombros y salté frente a la electricidad que fluía
entre nosotros con el contacto, mi cuerpo traicionaba lo que mi mente estaba
gritando en voz alta. Soy Robert, la persona que te ama y ha sufrido demasiado
tiempo lejos de ti para mantenerme cuerdo. No he cambiado lo que soy, Grace.

—Ya lo sé. —Dije en voz baja, porque estaba en lo cierto. No había cambiado
quién era porque siempre había sido lo que era. Simplemente no lo sabía. Y era de
quien me había enamorado. Enterré mi cara en mis manos, la traición de mi propio
corazón atormentaba mi cuerpo con sollozos.

¿Por qué lloras, Grace? ¿Qué ha cambiado entre nosotros?

Miré a su cara y vi el daño allí, vi que yo era la causa de su dolor. No podía aceptar
que yo, de todas las personas estaba causándole dolor a la Muerte —me di la
vuelta. Alargó su mano y me tomó la barbilla, llevando mi cara hacia atrás hacia él.
Grace, por favor. Te amo, y te necesito para hablar conmigo. No te apartes de nuevo. No de
mí.

—¿No lo ves? Eres… la Muerte. Tú eres la razón por lo que las personas mueren.
Tú eres la razón por la que mi mamá está muerta. Y yo estoy enamorada de ti, y lo
odio. Lo odio, y no puedo hacer nada al respecto porque sé que no puedo vivir sin
ti en mi vida. ¿No ves cómo eso es una traición a mi mamá? —grité en voz baja,
mis lágrimas eran ríos imparables, mi cara estaba caliente con repulsión e ira—.
¿No ves lo mucho que me odio a mí misma?

Robert me atrajo hacia su pecho y respiró hondo, dejándolo salir en un largo y


desolado suspiro. Siento tu vergüenza y tu dolor. Siento incluso como ahora estás luchando

392
con las emociones mezcladas dentro de ti. Pero sobre todo, siento que mi vida no tiene sentido
sin ti en ella, Grace.

Me reí a pesar de mí misma. —¿Cómo puedes hablar del sentido de la vida cuando
tú la tomas?

No tomo la vida, Grace. Al menos, no lo haría. No depende de mí quién vive o muere. Sólo
depende de mí, quién tiene una segunda oportunidad o no.

Saqué mi cabeza fuera de su pecho, y lo miré. —¿Qué quieres decir? Sam me dijo…

Sé lo que Sam te dijo, pero él también te dijo que es un mentiroso muy bueno, y eso es lo único
que Sam dijo que era un cien por ciento verdad. Sam era un ángel de la muerte. Uno oscuro
—uno de muchos. Pero también hay unos buenos, Grace. Ambos grupos se llevan las almas
que están destinadas a otra vida eterna, ya sea que esté en el cielo o en otro lugar.

Estoy en el grupo de en medio. Soy el que decide quién recibe una segunda oportunidad en el
cielo, o quien se ha ganado un boleto de ida al infierno. A veces me dan la posibilidad de
concederles una segunda oportunidad en la vida misma, como se me ha dado a mí. Las
situaciones son todas diferentes, y todos justifican sus propias decisiones. La naturaleza divina
de mi Llamada me permite hacerlo dentro de los alcances de sus mentes para una gran
cantidad de ellos. Sin embargo, hay momentos en que tengo que estar ahí físicamente. Con
una gran mayoría de ellos, sin embargo, no es mi decisión en cuanto al momento que deben
morir. Eso depende de Dios.

Y la única cosa que debes recordar sobre todo, Grace, es que todo el tiempo, estoy luchando
dentro de mí con el Don que exige que los sane. Ya te dije que pensaba en mi habilidad como
una penitencia por mi nacimiento, y tenía razón, sólo que ahora en lugar de no ser capaz de
curar a algunas personas, no estoy autorizado para curar a ninguno de ellos.

—Pero me sanaste. —Murmuré.

Él asintió con la cabeza y sonrió tristemente. Sí, pero tú eres parte de mí ahora.

Sacudí mi cabeza y traté de alejarme de él, plantando mis manos sobre su pecho y
empujando contra él. Puede ser que también hubiera estado empujando en contra
de una montaña.

—Aún eres la razón por la que mi mamá murió. No creo que pueda superar algo
así.

Robert se apoderó de mis hombros de nuevo y me obligó a dejar de retorcerme.


Grace, yo no maté a tu madre. Nací para ser la Muerte, pero eso no es quién soy. Estoy
cumpliendo mi deber para con tu especie así como para la mía, pero no te arrebaté a tu
madre. Tienes que ver con la razón aquí. Todavía tengo que tomar una sola alma. He sido
renuente a hacerlo; eso va en contra de todo lo que soy. ¿No ves lo difícil que es para mí?

393
Negué con la cabeza porque no podía —no aún de todos modos. Me soltó a
continuación, dejando caer sus brazos a los costados en derrota.

No puedo cambiar quien soy, Grace. Sólo puedo decirte que no me veo adelante tomando la
vida de los humanos, y más importante aún, no soy el responsable de la muerte de tu madre.

—Ni siquiera recuerdo lo que pasó, si ella llegó a despedirse —lloriqueé—. No


recuerdo nada de esa noche, Robert. ¿No lo ves? Lark dijo que aprendiste todo,
compartiste todo, y ahora ya sabes lo que le pasó a mi madre por lo que eres —lo
que la Muerte— me quitó. Y yo todavía no lo sé.

Robert llevó sus manos a mi cara, sosteniéndome suavemente y mirándome con sus
ojos, dos piscinas de plata inmóviles. Grace, te diría si pudiera.

—Ya lo sé. Lo harías si pudieras, pero no puedes, por lo que no lo harás. Lo he


oído una y otra vez, Robert. Lo he oído suficientes veces como para saber que
nunca vamos a estar en pie de igualdad. Siempre tendrás tus secretos, y siempre voy
a ser un libro abierto. Puedes ser el punto medio entre la luz y la oscuridad, el bien
y el mal, pero no hay un término medio para nosotros. —Saqué mi cara de sus
manos; ni siquiera protestó.

Me alejé de él para estar cerca de la cómoda, viendo su reflejo en el espejo y


tratando de no enfocarme en lo hermoso que era, sino más bien en el frío que se
estaba propagando a través de mí como una infección.

—Y mentiste, Robert. El hecho de que hubieras visto los últimos momentos de mi


madre, y no me dijiste acerca de ello es la definición misma de ti llevándote a mi
madre lejos de mí. La estás quitando de mí tanto como se la llevaron de mí hace
tantos años.

Vi la forma en que su rostro cambió, lo difícil que fue, la forma en que su


mandíbula se puso rígida obstinadamente. Sus ojos se volvieron fríos y duros, sus
cejas se acercaron juntas, el espacio entre ellas se apretó con frustración e ira. Vi
cómo su reflejo desapareció detrás de mí, reapareciendo en frente de mí y
bloqueando mi visión en el espejo en una fracción de segundo.

Me agarró por los brazos y los colocó alrededor de su cuello. Poco a poco me
levantó, se acercó a la ventana, y se inclinó hacia fuera de ella, levantando una
pierna para afianzarse en el umbral. Empezamos a flotar hacia arriba y vi las
extremidades con forma de rama empezando a brotar de su espalda. Rozaban
contra mis dedos y di un respingo ante la suavidad extraña de la piel desnuda. En
un suspiro, sus alas estaban totalmente formadas, y nos deslizábamos por el cielo
nocturno.

—¿A dónde me llevas? —Pregunté, sintiendo la fría picadura contra mi cuerpo y


renuentemente me puse más cerca de él.

394
Se quedó en silencio y no me dijo nada más; la mirada sombría en su rostro me
aterraba en un silencio mutuo. Viajamos a través de la fría noche con una quietud
extraña entre nosotros, el aire helado me picaba a través de las lágrimas en mi ropa.
Cuando comenzó a la deriva hacia abajo, me di cuenta que me había traído hasta el
lugar donde el accidente que mató a mi madre había ocurrido. Había estado aquí
muchas veces en mi propio viaje para descubrir por mí misma lo que había
sucedido. No había cambiado mucho en once años.

Los pies de Robert aterrizaron suavemente en el suelo, sus alas se agitaban detrás
de nosotros, pero él no me dejó ir. En su lugar, se acercó a una pequeña sección de
maleza y se volvió por lo que quedamos frente al camino.

Estaba mirando a otro lado de la ciudad así que miré en la misma dirección. Vi la
luz brillante de los faros acercándose y levanté una mano para protegerme los ojos
del resplandor. De repente, oí el chirrido de los neumáticos y vi con horror como el
coche se desvió hacia la derecha antes de que se saliera y perdiera el control hacia
un poste de electricidad. Justo antes de golpear, una luz intensa llenó el interior del
coche lo que parecía una explosión. Robert se movía rápidamente. Él me llevó a la
parte lateral del vehículo y me miró. En el asiento del conductor con su cinturón de
seguridad todavía estaba mi madre.

La comprensión me llenó para entonces —Robert me estaba mostrando lo que


había pasado la noche que había muerto mi madre. Esta era una visión que él
estaba compartiendo conmigo... pero se sentía muy real.

Me volví para mirar a su cara pero me hizo un gesto de que volteara. Volví la cara
hacia atrás para ver lo que había estado intentando, durante tanto tiempo y tan
duro, recordar. Y como presionar el botón de reproducción después de una larga
pausa, todo volvió a mí.

—Grace, Grace bebé, ¿estás bien? —La mujer llamó a la niña en el asiento trasero.

—Sí, mamá. —Una pequeña voz respondió.

La mujer se desabrochó el cinturón de seguridad y se dio la vuelta, levantando una


mano ensangrentada hacia la niña quien la tomó y la sostuvo ferozmente con férrea
determinación. —Grace, quiero que escuches a mamá, ¿de acuerdo? —preguntó la
mujer en medio de una tos áspera y llena de líquido, que sacudía su cuerpo—.
Escucha, cariño, quiero que digas la oración de mamá conmigo, ¿de acuerdo?
¿Puedes decir la oración de mamá?

La niña asintió con la cabeza.

—Sí, lo puedo decir.

—Buena niña.

395
Comenzaron a recitar el Salmo, y la recité con ellas.

—... Él te cubrirá con sus plumas, y bajo sus alas estarás seguro...

El vehículo, una vez más comenzó a llenarse de una luz intensa. Oí la voz de la
mujer al hablar de nuevo, —Grace, mi preciosa pequeña niña. Mamá tiene que
decir adiós ahora, ¿de acuerdo? Es hora de que mamá vaya al Cielo, pero te
prometo... te prometo que estarás a salvo. Estarás a salvo y serás feliz. Todo estará
bien.

La niña en el coche comenzó a llorar, con las manos tirando de la mujer con una
frenética urgencia—. No, mamá. Sólo vas al Cielo cuando mueres. No vas a morir,
mamá. ¡No me dejes, mamá!

—Dulce Grace —susurró la mujer, su voz se debilitaba con cada respiración—. No


temas a la muerte. La muerte es una bendición, ¿recuerdas? Un día, la muerte será
tu salvador, y entenderás todo. Ahora, cierra los ojos a la luz, cariño; deja que la
oscuridad te proteja. Te amo. Nunca quise nada más que a ti. Te amo, Grace.

Y entonces la luz se hizo tan intensa, que ya no podía ver. Una explosión quemó la
maleza que nos rodeaba, y vi con horror como una monstruosa bola de fuego
envolvía al coche, consumiéndolo. Grité hacia mi madre, pero ella no podía oírme.
La fuerza de la explosión había derribado un poste de electricidad, lo que
desencadenó un efecto dominó de los polos derrumbándolos hacia los lados a lo
largo del rellano. El sonido sacudió mis dientes, pero no sentí el temblor de la tierra
mientras que aterrizaban.

No podía sentir el calor de las llamas, y no sabía si era porque se trataba de una
visión, o si era porque mi cuerpo se había enfriado con el conocimiento de que por
segunda vez en mi vida, había sido testigo de la muerte de mi madre.

Por el rabillo de mis ojos entrecerrados vi el movimiento en el suelo de varias


docenas de pies frente a las llamas. Analicé el movimiento y vi que era el cuerpo de
la niña. Estaba pacíficamente acostada en la carretera como si alguien la hubiera
puesto allí, su mano extendida para mayor comodidad incluso estando
inconsciente. No sabía cómo había llegado allí, pero sentí la urgencia de sostener
esa mano; me quedé sin aliento por la sorpresa cuando Robert me bajó,
comprendiendo mi necesidad. Corrí hacia ella, frenándome para ponerme de
rodillas sobre el asfalto desmoronado a su lado y tomando su mano extendida.
Siguió durmiendo, con una dulce sonrisa en su rostro ahora.

A lo lejos detrás del coche en llamas, podía ver luces avanzando; la primera
persona en la escena estaba llegando. Nunca había conocido quién era el que había
llegado y llamado a la policía —Papá nunca me había dicho— pero ahora era mi
oportunidad de ver por mí misma quién era el responsable de salvar mi vida esa
noche.

396
Las luces pertenecían a una camioneta marrón grande; el conductor se bajó y
empezó a hablar en un idioma extranjero al otro pasajero. Vi como caminó
vacilante alrededor del coche en llamas, tomando nota de los quemados restos
esparcidos a su alrededor, y luego suspiró y corrió hacia donde yo estaba
arrodillada. Corrió por completo a través de mí, como si no estuviera allí —en
realidad, no estaba— y agarró la mano de la niña. Sintió cuan caliente estaba, vio la
subida y caída de su pequeño pecho, que todavía estaba viva, y la levantó,
corriendo con ella en sus brazos hacia la camioneta. No pude dejar de seguirlo, la
niña era ahora mi cuerda de salvamento en toda esta escena.

Él gritó más palabras que yo no entendía mientras corría y la puerta corredera de la


furgoneta se abría para revelar una cantidad muy grande de niños en el interior,
todos ellos varones con cabezas oscuras y sonrisas pícaras. La persona sentada en el
asiento del pasajero delantero, una mujer, estaba hablando en un gran teléfono
celular, repitiendo en inglés mal hablado que una niña había sido encontrada en la
carretera junto a un horrible coche en llamas. Los niños estaban todos mirando con
asombro a la niña; uno de ellos parecía extrañamente familiar.

—Sean, trae el agua de la parte trasera. Tenemos que darle un poco de agua. —El
conductor le dijo al niño de apariencia familiar y reconocí entonces que esta era la
familia de Stacy. Ella no estaba en la furgoneta con ellos, me percaté, porque ella
había estado enferma en el hospital en aquel entonces.

Sean hizo lo que se le indicó y el padre le dio a la niña un pequeño toque de líquido
contra su boca. Palpó su piel y sacudió la cabeza con sorpresa. —Ella no está
ardiendo. No entiendo. Estaba tan cerca del fuego, que debería estar caliente al
tacto, pero no lo está.

Y así la primera de las historias de súper fenómeno comenzaría, me dije a mí misma.

Sentí la mano de Robert en mi hombro y me volví hacia él.

—La familia de Stacy fue quien pidió ayuda. No lo sabía —me di vuelta para ver lo
que iba a pasar a continuación, pero todo había desaparecido—. ¿Dónde está?
¡Tráelo de vuelta, Robert! ¡Tengo que ver el resto!

—Eso es todo lo que puedo mostrarte, Grace. Ni siquiera debí haberte mostrado
eso. No es bueno traer de vuelta tú pasado, especialmente cuando eres tan indecisa
acerca de tú presente. —Su voz era brusca, distante.

Asentí, entendiendo qué era lo que había querido decir, y volví mi cara de nuevo a
la suya. —Gracias.

Él me dio una inclinación de cabeza brusca y repitió los mismos movimientos que
hizo en mi habitación, colocando mis brazos alrededor de su cuello y luego
cargándome, colocando un brazo debajo de mis rodillas y el otro en mi espalda.

397
Saltó en el aire y luego estábamos volando de nuevo, sus alas extendidas detrás de
nosotros como un manto de medianoche contra el cielo estrellado. Puse mi cabeza
en el hueco de su cuello, sintiéndome extrañamente a gusto y contenta mientras
escuchaba el susurro del aire en contra de sus plumas.

—Gracias, Robert. Gracias por devolverme a mi madre.

No dijo nada en el camino de regreso a mi habitación. Cuando entramos flotando


por la ventana, me di cuenta de que sus alas habían desaparecido. Me sentí
decepcionada; me estaba acostumbrando a verlas.

Cuando sus pies suavemente aterrizaron en el piso y me empezó a bajar, me sujeté


con fuerza, no queriendo dejarlo ir sin antes decirle...

—Robert, no sé cómo, pero mi madre lo sabía, sabía que un día llegarías a mi vida.
Eso es lo que me estaba diciendo. Ahora lo recuerdo. En el cementerio antes de
morir, me dijo que la muerte traía amor. Ella me dijo que tenía que apreciarlo, y
aceptarlo. Yo era demasiado joven para entender lo que quería decir, pero ahora lo
hago. Me estaba diciendo que te diera la bienvenida, que te no culpará por lo que
tienes que hacer.

Levanté una mano hasta su cara para hacer que me mirara. Sus hermosos ojos
lucían muy perdidos, y sabía que yo era la razón. Me retorcí lo suficiente para que
me bajara y lo llevé a la cama para sentarnos. Tomé su mano y la puse sobre mi
corazón mientras ponía la mía en el lugar donde el suyo habría estado.

—Pero mi madre estaba equivocada, la muerte no trae amor. Tú eres amor. Tu... tu
amor, es una parte de mí.

Vi como el acero frío de sus ojos, se fundía en dos piscinas de mercurio. Cubrió mi
mano en su pecho con la suya, y la llevó a sus labios. Tú eres la única que me tienta a
hacer cosas que me llevarían a caer de la Gracia. No puedo ni empezar a explicarte cuán gran
debilidad eres para mí. Cuando me enteré de lo que Sam había hecho…

—¿Cómo supiste? —Le pregunté, interrumpiendo sus pensamientos.

Lark. Estaba dolorida, yo podía sentirlo, pero no sabía por qué. Ella no sabía por qué hasta
que trató de llegar a ti y vio la cara de Sam en tus pensamientos. Supo entonces por qué había
estado dolorida; ella había estado mintiendo cuando decía que yo iba a encontrarme contigo
sin antes hablar con ella. La mentira no había sido suya, por lo que el dolor era más una
molestia que cualquier otra cosa, pero no lo reconoció por lo que era, no pensó que tú le
hubieras mentido sobre mí.

Pero, cuando descubrí lo que Sam había hecho, cuando me enteré de que te había engañado,
sabía que estabas en peligro y la Llamada se detuvo. El canto se detuvo, Grace, y dejé todo

398
atrás para llegar a ti. Eres mi primera prioridad. No podía oír nada, enfocarme en nada
mientras supiera que estabas en peligro.

Él me atrajo a su regazo, con su mano todavía presionada contra mi corazón, y me


besó en la frente. Traté de llegar a ti tan rápido como pude. Supe que estaba cerca cuando
pude escuchar tus pensamientos. Podía sentir tu miedo, y escuchar tu oración. La escuché y
era como clavar una estaca ardiente a través de mi corazón, porque no podía hacer nada para
ayudarte.

Apretó su frente contra la mía y vi las visiones en su cabeza mientras revivía el


momento otra vez. Él viajaba tan rápido que todo era una confusión de líneas y
colores. Disminuyó la velocidad al acercarse al campo, y fue sorprendido por la
escena que se exponía ante él. El campo estaba inundado de la luz combinada de
dos figuras que luchaban entre sí. La más grande de las dos tenía la mano alrededor
de la garganta de la otra, y estaba levantándola del suelo.

El pálido resplandor de la figura más pequeña comenzó a extenderse rápidamente,


y su atacante la soltó a una velocidad impresionante. A medida que su brazo se
retiró, se llevó con él la luz que ahora estaba sobre toda su víctima, un hilo viscoso
de resplandor que creció a medida que se alimentaba por sí mismo. La luz se
deslizó hasta su brazo, aumentando de tamaño hasta que lo envolvió por completo,
ahogando su propio resplandor amarillo.

Cuando Robert se acercó más a las dos figuras, el calor de la luz comenzó a quemar
su piel. Miró hacia abajo y sintió el escozor de un dolor que nunca había sentido
antes en las puntas de sus dedos. Miró hacia arriba y de inmediato cerró los ojos
ante la luz intensa que amenazaba con dejarlo ciego. Sus alas rápidamente,
instintivamente, se deslizaron a su alrededor, bloqueando la luz, pero no los gritos.

A través de los oídos de Robert, lo que había sonado como campanas para mí eran
los mismos gritos chillones que me habían incapacitado cuando había apuñalado a
Sam; podía sentir la sangre en mí comenzando a revolverse de nuevo, aunque el
dolor era mucho más sordo con Robert allí sosteniéndome, protegiéndome de toda
la fuerza de la destrucción con la que estaba demasiado familiarizada.

Podía oír los pensamientos en la mente de Sam mientras su cuerpo se retorcía en


miserable agonía, los improperios que soltaba eran duros y chirriantes, y las
imágenes en su mente no eran de remordimiento por sus actos, sino por tomarse
tanto tiempo para matarme, estaba enojado consigo mismo por ser egoísta y
codicioso en su deseo de prolongar mi sufrimiento.

En la oscuridad del abrigo de las alas de Robert, el olor a quemado era palpable.
Sólo cuando las astillas microscópicas de luz se habían ido sus alas se desplegaron,
permitiéndole asimilar la escena que se exponía ante él. En una fracción de
segundo, fue capaz de ver el daño hecho al campo.

399
Césped que estaba en la necesidad desesperada de ser cortado había sido aplastado
en un amplio arco, pero por lo demás completamente intacto por el calor que la luz
había utilizado para chamuscar sus dedos. Había una mochila en el centro del
campo, y una gran pluma negra yacía sobre la grava que se veía como si hubiera
sido sumergida en oro. Una piscina de oro se había solidificado a su lado. A unos
metros de distancia, la grava estaba manchada y moteada con marrón rojizo que él
sabía que era sangre.

Él corrió hacia la más pequeña de las dos figuras tiradas en el suelo, y se quedó sin
aliento al ver la sangre que empapaba sus vaqueros y la sangre seca en su cara. Su
ojo estaba casi cerrado por la hinchazón; el labio inferior estaba partido cerca de su
ápice.

Un sonido de borboteo quedó atrapado en su pecho al ver los oscuros moretones


alrededor de su cuello, el apretón había sido tan fuerte que podía ver cada dedo,
cada pliegue de la palma que había tratado de aplastar la pequeña garganta. Abarcó
con la mirada los dedos ennegrecidos donde la sangre se había juntado y
congelado, los moretones en el pecho hechos por el impacto de ser golpeada por la
fuerza de la apertura de las alas, y los ángulos extraños que sus miembros trazaban
a su alrededor.

Él podía ver en su interior, y la escena era familiar: Los órganos lesionados, los
huesos rotos, la hemorragia en todos los lugares que había visto antes. Y allí en su
pecho, su corazón débil, luchando por latir. Había habido demasiada pérdida de
sangre, y su pulso débil estaba poco a poco disminuyendo. Todo era familiar
excepto esto; si este corazón dejaba de latir, él sabía tan seguramente como sabía su
nombre que su vida también se terminaría. Ella era su corazón, era su alma, si
dejaba de existir, entonces él lo haría también.

Cautelosamente la levantó y la acunó, su cuerpo frágil y roto colgando inerte en sus


brazos. Trajo sus alas hacia adelante, envolviéndolas en torno a él, como para
protegerla de cualquier peligro más de su propia especie, y en la oscuridad
suavemente la abrazó contra su pecho.

Cuando ella no tuvo reacción a él sosteniéndola, no pudo contener sus emociones


por más tiempo y enterró su rostro en su cabello, el dolor de la traición de un amigo
y la amenaza de un amor perdido destruyendo la presa en su interior. Todo su
cuerpo se estremecía con cada sollozo, y cada uno arrancó de él una oración
silenciosa para que pudiera salvarla, para no perderla, para que viviera para ver otro
día, incluso si eso significaba que lo rechazara por lo que él era.

Y tomando su amor y fe en sus manos, comenzó a besarla, el reflujo de calor de su


cuerpo moribundo todavía lo suficientemente cálido como para darle esperanza.
Sintió chispas de febril necesidad aumentando en él cuando presionó sus labios a

400
través de su cara, sin atreverse a acercarse a su boca, pero sintiendo la atracción
más fuerte que cualquier otra cosa que alguna vez antes había experimentado.

Finalmente, incapaz de luchar contra ello, su voluntad perdida entre un sinnúmero


de otras emociones que había desechado para dar lugar a la sensación abrumadora
de amor que sentía por ella, rozó sus labios contra los suyos, con la intención de
sólo darles un momento fugaz de contacto. En lugar de eso, se inclinó, presionando
más duro, y por algún milagro, ella encontró la fuerza para levantar sus manos,
para sostenerlo, para tejer una tela de propiedad con sus dedos y su cabello.

Él se regocijó cuando pudo oír su corazón latiendo fuerte y rápido, escuchar sus
pensamientos, sentir su respuesta a él. Él se apartó al oír uno de sus pensamientos,
la realidad de la situación de repente pidiendo a gritos ser el centro de la escena en
este segundo acto. La heroína estaba a salvo, pero el villano necesitaba ser
castigado, y rápidamente. Puso sus pies en el suelo.

El tiempo no estaba de su lado. Ella estaba molesta, él lo sintió.

—Grace, no lo hagas. No puedo quedarme. Ahora tendré que responder por lo


sucedido aquí con Sam. Tengo que llevarlo de vuelta conmigo. Sólo quería…
necesitaba asegurarme de que estabas a salvo, de que estás bien. —Le dijo, y abrió
lentamente el abrigo de sus alas, apartando sus brazos de él sin ningún esfuerzo en
absoluto.

Ella estaba herida y confundida. —Robert, tengo demasiadas preguntas como para
que me dejes ahora. Tienes que…

Él tenía que interrumpirla. —No puedo responder a tus preguntas en este


momento, tanto como quiera hacerlo, y sí, Grace, sí quiero. Lo que Sam hizo
enojará a muchos de los otros que buscan culpar a alguien que no sea él por lo que
pasó, y tengo que tratar de solucionar este problema. Tengo que arreglar esto por
nosotros. —Le dijo, incapaz de soportar oír su voz tan dolida.

Se agachó para recoger los restos destrozados del ángel caído que se agazapaba en
el suelo. Incluso en la derrota, sus pensamientos eran desafiantes. Con su carga en
sus brazos, se volvió para verla, con un adiós listo en sus labios.

La conmoción y el reconocimiento que llenaban sus ojos lo hicieron callar, cuando


ella pronunció la frase que causó más temor en él que verla rota y sangrienta. —
Realmente eres la Muerte.

Él vio con horror como ella cayó al suelo. Se apresuró hacia ella, dejando caer el
cuerpo en sus brazos al suelo con un ruido sordo, y rápidamente la levantó, el
intercambio rápido y desgarrador. Él se debatía entre el cumplimiento de su deber
al devolver a su ex amigo, y verla a salvo. Sabiendo que ella no estaba en ningún
peligro, envió sus pensamientos a la única persona que sabía podía oírlo y en quién

401
confiaba. Esperó a que ella apareciera y le habló sin palabras mientras volvía a
levantar su carga marchita.

Él miró mientras el hermoso ángel que había llegado tomaba suavemente a la chica
desmayada de sus brazos y, asintiendo, salía volando en la dirección de la casa de
la chica. Satisfecho, tomó vuelo, contento de que ella estuviera segura, y
entristecido por la traición que casi le había costado la vida.

Robert quitó su frente de la mía, la visión se había ido. Alzó su mano a mi cara,
acunándola y acariciando suavemente mi mejilla con el pulgar. Volví mi cara en su
palma, besando la línea profunda que la marcaba. Él suspiró, y me atrajo hacia él
de nuevo, presionando mi cabeza contra su pecho.

—Así que no fuiste tú…

No, no sé quién fue el que vino a ayudarte. Tu oración en busca de ayuda... hay quienes cuya
vocación es responder a oraciones como la tuya. Sólo que no sé quién pudo haber sido. Sus
pensamientos se mantuvieron ocultos de mí.

Asentí, y medio sonreí ante el misterio que acababa de agregar a la interminable


lista de preguntas que no estaba segura de que alguna vez serían respondidas.
Nunca parecía haber un momento sin complicaciones para nosotros; lo que fuera
que el destino había decidido para nosotros dos, ciertamente no se suponía que
fuera un paseo por el parque.

La mano de Robert rozó mi mejilla, y la envolvió en la columna de mi cuello,


manteniendo el lugar del pulso contra la línea más profunda y más larga en la
palma de su mano, su ritmo constante relajándolo de alguna manera. Tengo tanto
por lo que pedirte perdón, tanto por compensarte, Grace. No sé por dónde
empezar, pero haré lo que sea necesario para compensarte esto. Tú eres lo único en
mi vida que merece la pena proteger. Renunciaría a una eternidad en el Cielo por
sólo un momento contigo.

Presioné mi mano contra sus labios, sabiendo que entendería mi intención.

—Me tienes. No te atrevas a renunciar a lo que has estado esperando por tanto
tiempo sólo por mí.

Mi dulce Ianthe, ¿no lo ves? Ya he caído, y es por ti. El Cielo está sólo dónde tú estás.

Sonreí y puse mi cabeza en su pecho.

—Y el mío está contigo, Angelo.

402
Festivo

Traducido por masi

Corregido por majo2340

L
as navidades en mi casa nunca fueron tan vivas o tan decoradas. Janice
había hecho todo lo posible para colocar muchos adornos, guirnaldas y
como si uno pudiera encajar en nuestra pequeña casa, llena de puertas
empapeladas, y guirnaldas en las ventanas cubiertas. Cada mesa tenía un algo verde
y rojo u otra cosa. Este era también el primer año desde que mamá había muerto
que teníamos un árbol en la casa. Era falso, cuesta tres veces más que el real que
Graham quería cortar, y venía con luces empotradas que no parpadeaban, y eran
todas blancas. Oh. Y daba vueltas, lenta y perezosamente, como una cabeza
borracha y demente. Esto, por supuesto, hizo a Janice muy feliz, así que papá se
aseguró de que yo no dijera nada.

La diferencia más notable en esta Navidad, sin embargo, no era la abundancia de


vegetación falsa adornada con cintas y vidrio alrededor de la casa, o las mantas de
fibra de relleno blanco debajo de las ciudades en miniatura que adornaban la única
estantería de la sala de estar. Era el hecho de que Janice estaba con nosotros, al
igual que su prominente vientre. Parecía imposible que hubiera crecido tanto en tan
sólo unos cuantos días, pero lo que había no se podía negar que ahora correspondía
a la descripción de una redondez bastante agradable.

Robert, Lark, y Ameila fueron una vez más invitados a casa para la comida de la
fiesta, y trajeron con ellos, en esta ocasión, un molde de gelatina de color rojo
brillante con forma de guirnalda. Ameila sujetaba la forma balanceándose con
orgullo y anunció que era la primera vez que había hecho una; sus dientes
increíblemente blancos poseían la sonrisa perfecta, mientras que yo me estremecía
al recordar las imágenes de lo que podía hacer con esa sonrisa. Janice le dio las
gracias mientras tomaba el molde, y lo ponía en la nevera.

403
Habían traído consigo más regalos que habíamos colocado bajo el árbol falso que
daba vueltas para empezar con ellos, lo cual me hizo sentir totalmente inadecuada,
pero papá y Janice fueron muy amables cuando nos sentamos alrededor y abrimos
los regalos, Robert y yo sentados en el suelo cerca del árbol, pasándoselos a cada
destinatario. Janice estaba maravillosa con los cristales con forma de lágrimas que
adornaban los pendientes que recibió de ellos, mientras que papá parecía estar muy
satisfecho con su auténtica pluma de escribir.

—No puedo creer cómo de perfecta es esta pluma. Mira su color. ¡Qué hermosa
sombra de ébano. Ese brillo es una señal de un ave muy saludable. Estoy pensando
en Avestruz. —Me dijo, mientras yo asentía con conocimiento, tratando muy
difícilmente de no reírme.

Recibí una falda de Janice del mismo estilo que la que ella me había prestado. —Es
perfecta para tu figura, y pensé que si estaban dispuesta a pedirme prestado una, tal
vez estarías dispuesta a poseer una también. —Me dijo cuándo le di las gracias por
ello, con una sonrisa genuina en nuestros rostros. De todos los cambios que habían
ocurrido en mi vida en estos últimos meses, este era el único que todavía sentía
menos cómodo, pero ese era mi problema y no de Janice; ella era una buena
persona, con buen corazón, y amaba a mi padre. Eso era más que suficiente.

Papá había hecho lo que solía hacer y simplemente me obsequió con una tarjeta de
regalo de mi tienda de segunda mano preferida. Le di las gracias excesivamente.
Necesitaba algo nuevo —bueno, no tan exactamente nuevo— camisetas después de
pasados unos cuantos meses.

Miré por encima a Robert para ver su cara, y sabía que él estaba tratando de no
pensar en eso, casi tanto como yo. No estaba segura de si era por las mismas
razones.

Le entregué a mi padre y a Janice sus regalos; el de papá era un cronómetro —para


contar las contracciones, le dije— mientras que el regalo de Janice era un álbum de
recortes para el bebé. —Pensé que te gustaría empezar a hacer la recopilación de
cosas de recuerdos que los padres hacen tanto ahora —dije, encogiéndome de
hombros cuando lo sostuvo con una mirada de perplejidad en su rostro—. Ya
sabes, esta fue su primera Pascua, su primer Halloween, o la primera resaca. Las
cosas que a los padres les gusta recordar.

Ella sonrió y me abrazó: —Gracias, Grace. No habría pensado en eso. Voy a poner
algo de papel de que llegó aquí para las primeras navidades del bebé.

Le había dado a Lark un CD de alguna banda juvenil de chicos atrevidos a los que
ella se había aficionado, y ella me dio una copia antigua de Al Aaraaf, Tamerlane y
Poemas Menores, lo que me dejó sin palabras, porque sabía que esa antigua copia
se refería a la primera edición. Ni siquiera imprimían este libro más, así que sabía

404
que cuando la dije que lo atesoraría, no era porque no tuviera otra opción —más
bien, era porque lo decía en serio.

Ameila nos entregó a todos tarjetas de regalo para unos grandes almacenes
extremadamente caros y Janice la dio un broche antiguo que había encontrado
mientras salía de compras para el bebé.

Robert, sabiendo que yo había destruido, hace poco, mi camisa favorita durante la
lucha con Sam, había comprado unas pocas para reemplazarla. —Creo que estas se
adaptarán a ti mejor, también. —Añadió, cuando traté de averiguar las razones por
las que mi vieja camisa todavía no estaba en condiciones de ser utilizable, no
queriendo desprenderse de lo que siempre había sentido como un viejo amigo. Me
besó el cabello y silenciosamente me agradeció por el mundillo, que yo había hecho
en la parte frontal de mi camisa favorita—la única parte que ha permanecido
intacta, lo que hizo que sonriera a mi fingido apuro anterior. Podrías ser un ángel
malo; mientes demasiado bien.

—Creo que voy a ir a comprobar la comida y ver si podemos empezar a comer,


porque este hombrecito está hambriento. —Dijo Janice, acariciando su vientre.

Mi boca se abrió. —¿Hombrecito? —Me acerque a ella, rápidamente poniendo mi


mano sobre su estómago. Era la primera vez que tocaba el vientre de una
embarazada, sin haber aceptado nunca ninguna de las muchas invitaciones
anteriores para sentir al bebé se retorcerse y dar patadas; Quité mi mano de
inmediato. Levanté la mirada hacia ella, disculpándome por mi comportamiento
grosero. Ella agarró mi mano y la puso de nuevo en el montículo redondeado,
acariciándola mientras lo hacía.

—Sí, es un hombrecito. Lo averiguamos la semana pasada, pero no quisimos


decírtelo hasta mañana, con lo de que sea tu cumpleaños y todo.

Me había olvidado por completo de que era mi cumpleaños. Tantas cosas habían
sucedido en estos últimos meses, por no hablar de estos últimos días que habían
vaciado por completo mi mente. Volviendo la atención de nuevo hacia el
impresionante vientre que contenía a mi hermanito, lo miré con asombro; este
montículo grande, redondo envuelto en tela de jersey roja contenía en ella una
personita que sería la mitad de papá, mitad de Janice y 100% de Shelley .

—¿Cuál es su nombre? —Pegunté, sintiendo los leves movimientos debajo de mis


manos.

—Tu padre y yo le hemos puesto Matthew James —contestó ella, sonriendo con
orgullo mirando hacia abajo, a mi mano—. A él le gusta tu voz. Puedo decir ya que
vas a ser una impresionante hermana mayor, Grace —ella sacó algo de debajo de
los cojines del sofá y me lo dio—. Feliz cumpleaños de tu papá y de mí.

405
Era una pequeña caja roja. Miré a Janice, insegura, pero asintió con su cabeza
tranquilizadoramente. —Adelante. Ábrelo.

Quité la tapa de la caja, ubicado en el forro de satén rojo yacía un objeto de plata.
Lo saqué con dedos nerviosos, una larga cadena de plata estaba unida a ello. Era
un colgante en forma de un ala. El ala de un ángel.

—Tenemos una para Matthew para cuando sea mayor. Tu padre y yo pensamos
que si los dos tenían alas, quizás el ángel de la guarda a quien le pertenezcan
siempre estará ahí para mantenerlos juntos mucho tiempo después de que nos
hayamos ido —dijo Janice, con los ojos vidriosos por las lágrimas que no podía
dejar que se desbordaran—. Oh, estas malditas hormonas. Ahora realmente voy a ir
a comprobar ese pájaro. —Se levantó, secándose los ojos con el dorso de una
mano, la otra apoyada en su vientre, acariciándolo de forma tranquilizadora, y se
dirigió a la cocina.

Me senté en el suelo mirando el ala de plata en mi mano. La acerqué a mí para


examinarla. Era casi una réplica en miniatura de las alas que eran propiedad de mi
propio ángel de la guarda, las líneas igual de delicadas, aunque nunca estarían cerca
de igualar su belleza elegante.

Yo estaba a punto de decir lo mismo de ti. Él vino a sentarse a mi lado en el suelo para
admirar el regalo, su mano en la parte baja de mi espalda. Ahora que Robert y yo
habíamos resuelto el problema entre nosotros considerando lo que exactamente
había sido su vocación, lo que él era, cada vez que estaba a mí alrededor siempre
tenía que tocarme de alguna manera: una conexión física que complementa la
mental. Era, había dicho, la única manera en que él podía sentir la vida fluyendo a
través de él, especialmente después de que por primera vez tuviera que tomar la
vida de alguien sólo dos días después de la pelea en el parque.

Nunca me pregunté qué había sido —no quería saberlo— pero sabía que había
regresado a mí necesitado. En un cambio de roles, había sido yo quien le había
consolado mientras él yacía en mis brazos. No podía dejar de imaginar una vida
por delante de mí reconfortando a Robert mientras me hacía mayor. Después de
todo, mi vida con él estaba ya fijada en la piedra de la lápida. Puede ser que
también yo comenzara a escribir mi nombre junto al suyo... ¿De verdad acababa de
pensar en eso?

Miré a papá —sentado en su silla favorita, que había situado estratégicamente cerca
de la cocina para la comida de hoy—, mientras estaba enfrascado en una profunda
discusión con Lark y Ameila sobre la importancia de ponche de huevo en una
comida navideña, y preguntándome cuando él había hecho eso mismo, si lo había
hecho alguna vez, con mamá. ¿Cuándo era capaz de mirarla y ver el futuro sin hacer que
parezca aterrador o claustrofóbico?

406
Le miré, su sonrisa tan brillante y amplia, sus ojos brillantes de felicidad que yo no
había visto en él desde que era niña, desde antes de que mamá muriera; vi que él
podía ver que ahora su futuro se extendía ante él, y que estaría paseando hacia ese
futuro con Janice y Matthew a su lado. Miré una vez más al ala de plata en la mano
y supe, ángel de la guarda o no, vivirían una vida sana y feliz juntos.

Iba a tener que agradecerle a papá el regalo más tarde, cuando no estuviera
ocupado. En este momento no quería hacer nada que lo molestara, él se estaba
divirtiendo mucho.

No se parece a mí ala en absoluto. Robert sonrió, extendió su mano para quitarme el


colgante de mi mano. Yo ya sabía que él lo había visto lo suficiente en los pocos
segundos que lo había observado para haber analizado cada mínimo detalle. Quería
ayudarme a abrochar el collar alrededor de mi cuello, el pequeño cierre era
demasiado difícil para mí hacerlo yo sola. Cuando lo hubo abrochado, me dio la
vuelta y levantó el ala con sus dedos. Ni siquiera tiene la forma correcta.

Resoplé ante su simulada ofensa. Tus alas no están hechas de plata de ley, así que basta
con las comparaciones, ¿de acuerdo? Es simbólico. Eso es lo que importa.

Él deslizó su brazo alrededor de mi cintura, empujándome hacia el nido de sus


brazos y piernas sobre el suelo, y acariciando con su nariz mi oído. Lo sé, estaba
bromeando. Bromas aparte, me gustaría decirte que me sentiría honrado de ser el ángel de la
guarda de tu hermano pequeño. Nunca tenemos la oportunidad de elegir por nosotros mismos,
¿y qué mejor elección que él? Estoy enamorado de su hermana mayor, así que tengo un
incentivo para mantenerlo a salvo.

Giré la cabeza para mirarlo a los ojos. Podía ver el reflejo de mi cara en esas
grandes piscinas líquidas, me había llevado algo de tiempo el darme cuenta de que
quién era yo a sus ojos era diferente de la yo que siempre había pensado que era.
¿Qué mejor opción, realmente, para ser el ángel de la guarda para el pequeño Matthew?
Gracias.

Me besó la punta de mi nariz, y miró a mi padre, con una sonrisa traviesa en su


cara. —¿Crees que a tu padre le importaría si te secuestro durante unos minutos?

Seguí su mirada y sacudí mi cabeza —Él nunca tuvo a alguien con quien pudiera
hablar de cualquier cosa antes, ni siquiera con mamá, así que está demasiado
involucrado como para darse cuenta de algo más ¡Uf, tu pobre madre, pobre!
¡Pobre Lark! No creo que me perdonará si se ve obligada a estrangular a papá por
hablar sobre la importancia de chillar villancicos de Navidad.

Oí eso. Su voz apareció en el fondo de mi mente como un... bueno, un pájaro, que
viene a posarse en una rama durante una breve visita con un árbol. Un pájaro

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grosero, estridente, y desagradable. Vamos, mantendré a tu padre ocupado aquí y mamá
puede mantener ocupada a Janice en la cocina.

Asentí con la cabeza hacia ella, agradecida de que ella no hubiera oído esa última
parte de ser desagradable. Yo valoraba tener todos mis dedos en buenas
condiciones de funcionamiento y lentamente me arrastré hacia la escalera y me
escabullí escaleras arriba. No me importaba lo que pareciera, aunque sé que
probablemente era una vista divertida para Robert.

Entré en mi cuarto, con Robert sobre mis talones, y cerró cuidadosamente la


puerta. Estaba desordenado, como de costumbre. Había ropa esparcida por el
suelo, cubriendo la superficie de madera, y la cama estaba sin hacer, las sábanas
que no iban a juego y las mantas haciendo para alguien un confuso lugar de
disturbios. Los esfuerzos de Janice para tratar que mi habitación se viera más
presentable, aunque inicialmente tuvieron éxito, habían fallado miserablemente en
última instancia, debido a mí total falta de esfuerzo —simplemente no estaba tan
preocupada por el estado de mi habitación como estaba con el estado de mi vida.

Había montones de libros sobre la cómoda, y las puertas del armario estaban
abiertas, revelando un lío aún más aterrador de ropa y trastos amontonados sin
ningún orden, porque si no, lo más probable es que me hubiera matado muchas
veces por tropezar con uno de ellos cuando habían estado en el suelo.

De repente me sentí muy avergonzada por el desorden, sabiendo que a pesar de que
Robert lo había visto todo antes, hoy parecía un día lo suficientemente importante
para mí, para que hubiera hecho por lo menos un esfuerzo para limpiarlo.

—Podría limpiar esta habitación en unos diez segundos si me dejas. —Sugirió con
aire de suficiencia, y se apoyó contra la puerta para observarme dar la vuelta en
círculos, evaluando lo que podría ser hecho en el menor tiempo posible.

—A nadie le gusta un fanfarrón, Robert. —Le recordé, decidiendo intentar un


milagro de barrido y limpieza de mi cosecha exactamente en quince segundos... y
teniendo éxito en sólo conseguir lanzar una almohada fuera de la cama y caer el
suelo, y empujar unas cuantas prendas de ropa en un rincón de la cómoda,
ocultándolas de la vista.

Encantado con mi falta de madurez, Robert se sentó en el borde de mi cama y dio


unas palmaditas junto a él. Le miré, confusa, pero dispuesta a complacerlo.
Extendió la mano hacia mí, tan pronto como estuve cerca de él y me empujó en su
regazo. Empujó mi rostro hacia el suyo y comenzó a plantar besos en mi frente, en
el espacio entre mis cejas, mi nariz —él estaba haciendo un camino de fuego
ardiente hacia mis labios, y maldición si yo no podía ser otra cosa excepto paciente
cuando él estaba sosteniendo mi cabeza quieta.

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Por último, cuando supe que probablemente gritaría si no presionaba sus labios en
los míos, lo hizo, y supe que no había nada que pudiera hacer que me separase de él
en ese momento. Sentí la oleada de corrientes de electricidad atravesándome en el
instante en que nuestros labios se tocaron —la sangre en mis venas se sentía como
si estuviera hirviendo contra el calor irradiado en mi interior, mi corazón latía a un
ritmo cada vez mayor mientras yo me empujaba más profundamente en su abrazo,
incluso mientras él me acercaba.

Podía sentir sus manos en mi pelo, sosteniendo mi cabeza cautiva mientras yo


hacía lo mismo con él. Disfruté de la forma en que su cabello se sentía entre mis
dedos, espeso y sedoso, y sabiendo que eso y todo él era sólo mío, hizo que mi
corazón se acelerara más. Yo estaba sin aliento, respirando con dificultad cuando
se alejó, ignorando mi gemido de protesta mientras presionaba su frente contra la
mía.

Mi único consuelo era que él parecía tan nervioso como yo, su respiración
entrecortada, su pecho subía y bajaba a su ritmo propio y rápido. —Grace, tenemos
un montón de tiempo para besos —dijo, su voz áspera y tensa, con algo que sonaba
muy parecido a la necesidad—. Ahora mismo tengo un regalo de cumpleaños mío
para darte... no quería dártelo abajo. Creo que a tu padre podría quedarse
apopléjico si lo viera.

Cuando su respiración se hubo ralentizado lo suficiente como para moverse sin


causar demasiado alboroto, metió la mano en el bolsillo y sacó una pequeña caja.
Mi respiración no ayudó cuando empecé a hiperventilar a su vez. Sólo había una
razón para que las cajas fueran tan pequeñas, y sólo una razón por la cual los
chicos mantienen esas pequeñas cajas en sus bolsillos. Lo miré con mis ojos
completamente abiertos, un sonido de tartamudeo saliendo de mi boca.

Él puso sus dedos sobre mis labios, presionándolos para cerrarlos. —No es lo que
piensas, así que no conseguirás que entre en pánico. Ábrelo. —Él dejó la caja en
mis manos y luego colocó sus brazos a mí alrededor, con una media sonrisa
socarrona elevando la comisura de su boca hacia arriba. Le miré con ojos
escépticos, no muy segura de sí podía o no confiar en él.

Él puso los ojos en blanco ante mis pensamientos, e hizo un gesto con la cabeza
para que dejara de buscar evasivas y abriera la caja.

Levanté la tapa con cierres con los ojos cerrados, el miedo a lo que había dentro de
sus confines sintiéndose mucho más real de lo que lo que había sentido al
enfrentarme con Sam. Finalmente, dubitativamente, después de tomar una
respiración profunda los abrí. —Oh.

Observé el contenido llevándome una sorpresa. Era un anillo, pero no como algo
que hubiera visto alguna vez antes. La piedra era de un profundo azul, casi de la

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medianoche, redondeada como un huevo, pero con un brillante blanco, con seis
estrellas apuntando a su centro. Estaba colocado sencillamente en una banda de
plata sin ningún tipo de adornos adicionales o piedras. Era, simplemente, el anillo
más hermoso que había visto en mi vida. Toqué la piedra suavemente con el dedo,
trazando cada punta de la estrella, que se extendía hasta la superficie de la piedra y
bajaba por sus laterales.

—¿Qué es? —Le pregunté cuando por fin recordé que todavía estaba en la
habitación conmigo.

Agarro la caja de mi mano y quitó el anillo de su enganche. Puso la caja al lado


suyo y después me agarró la mano derecha, extendiendo mis dedos hacia fuera y lo
deslizó en mi dedo anular, el frío metal contrastaba con el calor de sus manos... y el
calor que siempre sentía cada vez que me tocaba.

—Este es un zafiro estrella. No es una piedra común, y la estrella desaparece si se


mira de otra manera que no sea directamente. Elegí esta piedra porque quería que
tuvieras algo que te recordara a mi cuando no estoy aquí contigo. El zafiro es mi
piedra de nacimiento, y, como a mí, tienes que mirar, muy de cerca, con los ojos
abiertos para ver la verdadera naturaleza oculta en su interior. —Había tratado de
sonar presumido, pero podía oír el tono dubitativo en su voz, como si temiera que
yo no fuera capaz de ver exactamente lo que él había dado a entender que el anillo
representaba.

Sentí lágrimas en mis ojos y me las alejé con manos torpes, incapaz de hablar. Me
había quedado de piedra.

Además del colgante que acababa de recibir en la planta baja, nadie nunca me
había dado algo que implicaba tanto significado emocional y reflexivo. Me sentía
preparado para rechazar el anillo, sintiendo la necesidad de sacarlo de mi dedo.
¿Qué había hecho yo para merecer tanto de él?

Su amor, su amistad... incluso me había obsequiado con mi propio milagro de


devolverme los últimos recuerdos de mi madre. Ahora me había dado un símbolo
de quién era él que yo podía mantener siempre conmigo, mi propia estrella en un
cielo de medianoche. ¿Qué había en este mundo que yo poseyera que pudiera darle,
además de mi corazón?

—Eso es todo lo que necesitaré siempre, Grace. Tu corazón y el amor que


mantienes dentro. —Susurró en mi oído.

Apoyé mi cabeza en su hombro, y me quedé mirando el anillo, sabiendo ahora lo


que quería decir. —Lo sé, pero ¿qué hay que tú puedas mantener contigo cuando
yo me haya ido? ¿Qué tendrás para recordarme?

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Sentí que se tensaba bajo mí ante mis palabras. El tema de mi muerte, realmente,
no había salido y permanecido el tiempo suficiente para hablar de ello plenamente,
sobre todo debido a su insistencia en que siempre podríamos hablar de ello más
tarde.

Bueno, era más tarde.

—¿Robert?

Comenzó a acariciar mi espalda, su voz suave mientras hablaba: —No quiero


pensar en ti muriendo, Grace. Te lo he dicho antes, eres mi vida: Tú eres la razón
de que exista. Si tú ya no estás aquí, yo no quiero estar tampoco. Tú me das paz,
cuando todo en mi cabeza es un caos. Me has ayudado a que los días dejen de
entremezclarse para que pueda apreciar cada uno de ellos. Cada momento de mi
futuro espero pasarlo contigo. Yo soy quien soy gracias a ti. Sin ti dejaré de existir.

Su mano dejó de acariciarme. Moví mi cuerpo y sentí sus manos en mi rostro


mientras giraba mi cabeza para mirarlo, dándome todo el impacto de su mirada
intensa. —Quería esperar para preguntar esto hasta que estuvieras habituada a lo
que soy, pero creo que cuanto más tiempo haga eso, más terca te volverás. Quiero
saber, Grace, si considerarías el convertirte en inmortal. —Se quedó quieto
mientras sus palabras se filtraban. Ni siquiera respiraba.

Yo tampoco. Podía oír la ralentización de mi corazón, mientras luchaba en mi


pecho bajo el peso de sus palabras, mis pulmones se estaban quemando por
oxígeno, y así no podía hacer otra cosa que mirar a los ojos de Robert.

Si yo fuera a morir ahora mismo, probablemente podría ser capaz de decir que yo
era mucho más amada de lo que nadie tenía derecho a ser. Que Robert estuviera
dispuesto a arriesgar tanto para que no pudiéramos ser separados por el tiempo se
sentía como si me ofreciera el mundo.

—No puedo.

Él asintió, sabiendo antes incluso, de que yo hubiera dicho las palabras cual sería
mi respuesta. —¿Puedo preguntarte por qué?

Bajé la mirada a mi mano, levantando la derecha y me quedé mirando el anillo en


mi dedo. La estrella en la oscura piedra había desaparecido, al igual que Robert
había dicho que haría. —Sé que te he dicho muchas veces que todo lo que quiero
en esta vida es ser normal. Me he dado cuenta de que amarte y estar contigo anula
la posibilidad de que eso ocurra, así que con mucho gusto acepto no ser normal en
esa instancia. Pero, para todos los demás, sigo siendo Grace. Encajo aquí de alguna
manera, aunque sea un poco torpe.

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—En este momento, soy feliz de ser yo. He luchado durante mucho tiempo para
aceptar quién soy, lo que soy. Tras dieciocho años de no saber exactamente a
dónde pertenecía, en donde encajaba —fui siempre la intrusa que ni siquiera estaba
cómodo en mi propia piel. Y entonces entraste en mi vida, y me ayudaste a ver más
allá de lo que la gente me había etiquetado, más allá de lo que me había etiquetado
a mí misma. Me ayudaste a ver ese interior, soy tan hermosa como Erica, tan
divertida como Stacy, justo tan simpática como Graham. Me hiciste darme cuenta
de que aunque estaba contento de conformarme con la mediocridad, soy mucho
más que eso.

—Pero, si yo fuera a ser inmortal, todo eso hubiera desaparecido, porque todo eso
pertenece a la Grace humana. Si tuvieras el permiso para cambiarme, ¿qué sería en
tu mundo? ¿Qué sería yo en el mío? Eres un ángel, la gente te pinta en los techos y
envían tarjetas postales con tu foto en ellas.

Crean estatuas y… —levanté el colgante que pendía de mi cuello—, y joyas de tu


imagen, porque eres importante. ¿Qué iba a ser yo, excepto una don nadie que
puede vivir para siempre? No encajaría en ningún lugar. Ni en tu mundo, y
definitivamente no en el mío. Sería capaz de vivir para siempre, pero ¿dónde
viviría?

Yo jugueteaba con el dobladillo de mi blusa mientras mis palabras se filtraban en él,


sabiendo que tendría algún tipo de réplica lista para lanzarme. No estaba segura de
cuánto tiempo sería capaz de mantenerlas cuando eso ocurriera.

En su lugar, suspiró, ese sonido triste, melancólico.

—Te amo —susurró, mientras besaba la parte superior de mi cabeza, envolviendo


sus brazos a mí alrededor con fuerza—. Te amo, para siempre.

Empujé la cabeza aún más fuerte contra su pecho. Me sentí sonreír, a pesar de las
lágrimas que se deslizaban por el lateral de mi nariz, traicionando las palabras que
acababa de pronunciar. —Te amo, también.

Podía sentir el temblor en mis palabras y colocó sus dedos bajo mi barbilla,
alejando mi rostro de su pecho y levantándolo hacia el suyo. Cuando habló, su voz
estaba teñida de pesar: —Por favor, no llores, Grace fue un mal momento para
hablar de ello. Lo siento. —Dijo esto con sus ojos llenos de lágrimas de mercurio,
amenazando con derramar de un momento a otro en mí regazo una lluvia de
cristales. Yo podía ver la tristeza que mis palabras le habían causado, grabada en su
rostro, y quería retirarlas, borrarlas de su memoria sólo para verle sonreír de nuevo.

—Yo soy la que debería estar arrepentida, Robert —murmuré, mi mano


sosteniendo suavemente su cara, mi pulgar pasando justo por debajo de las pestañas
inferiores—. Estoy siendo egoísta por pensar sólo en lo que yo quiero. Te tendría
para el resto de mi vida, pero no podría… soy sólo un instante en la tuya. Si se

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cambiasen las tornas, no estoy segura de cómo reaccionaría, pero sé que no
contaría con tu paciencia. Has esperado 1500 años por lo que querías, mientras me
quejo de esperar unos míseros dieciocho años.

Incliné mi cabeza hacia abajo y la coloqué en el hueco de su cuello. Presioné mis


labios contra el lugar donde el pulso debería estar, otra lágrima se derramó mientras
yo pensaba de nuevo en lo que él había sacrificado para tratar de darme lo que yo
había querido, una vida normal, le había dicho. Y, sin embargo, no podía dejar de
recordar lo que Sam me había dicho, acerca de lo que le había costado tratar de
convertir a la mujer que había amado en un inmortal. Ella se había convertido en
un monstruo y, por consiguiente, tuvo que destruirla. Ese miedo era demasiado... el
costo para ambos no era algo que pudiera arriesgar, no cuando finalmente tenía
todo lo que podría desear.

—¿Podemos no hablar de esto otra vez? ¿Al menos por un tiempo? —Le dije en voz
baja, y tímida.

Sus brazos se apretaron a mi alrededor otra vez, su suspiro de concesión se sintió


más como un gruñido de derrota. —Lo que sea necesario, Grace. —Él no había
oído mis pensamientos, y estaba aliviada por eso. Sólo haría que se volviera más
firme sobre cambiarme... pero yo ya era diferente.

Empujé mi cabeza hasta la suya e incliné mi rostro para besarlo, pero él me


mantuvo a distancia. —Creo que deberíamos bajar, ahora. —Dijo, con los ojos
llenos de tristeza... y ¿maquinación?

Sentí mis labios fruncirse hacia adelante en un puchero, asentí con la cabeza,
comprendiendo que nos habíamos arriesgado al estar lejos tanto tiempo. —Pobre
Lark me temo que probablemente nunca me volverá a ver después de esta noche…
o con todos los favores que voy a tener que deberle por ponerla en esto. —Dije con
una sonrisa a medias.

Robert se puso de pie, facilitándome el que me pusiera de pie con él, con sus brazos
todavía envueltos alrededor de mi cintura.

—Me temo que probablemente tienes razón, pero no te preocupes demasiado si


juego al héroe de vez en cuando y te rescato de cualquier tarea humana horrible que
ella te haya propuesto para que hagas. —Sonrió, el humor y la diversión en sus ojos
volviendo rápidamente. Se inclinó hacia delante y suavemente besó mi labio
inferior haciendo un puchero.

—Y cuando te rescate, pediré una recompensa.

—Oh queridas bananas. —Suspiré, mi corazón tronando dentro de mi pecho como


ninguna tormenta que hubiera tenido.

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Riendo ante mi reacción, Robert aflojó su agarre y, tomando mi mano, me llevó
hacia la puerta. Me paré de golpe cuando algo me llamó la atención. Colocado en
la esquina de mi cómoda había un pequeño objeto. Me acerqué para examinarlo y
mordí mi tembloroso labio. Una pequeña y ladeada ballena, con una extraña
protuberancia de su cabeza estaba colocada en mi cómoda, lo rosa de la ballena
contrastando con el verde de la anomalía.

—Rompí esto... el día que nos conocimos —ni siquiera supe lo que pasó con ello
después —respiraba mientras tomaba la estatuilla con mis agitados dedos—.
¿Cómo?

Robert la tomo y la miró de cerca, sus ojos viendo mucho más de lo que yo podría
alguna vez. —Janice la había guardado en una pequeña caja en su armario. Sabía
que había significado mucho para ti, y todavía lo hace para Graham. Él
simplemente no quiere pedírtelo de nuevo. Así que, la arreglé.

La tome de nuevo con dedos cuidadosos y la miré, mirándola más detenidamente.


Yo había hecho esto, después de todo. —No puedo decir dónde se rompió, o que se
había roto en absoluto.

Robert sonrió y tocó la esquina de mi ojo con el pulgar, quitando una gota de
humedad de la misma.

—Es mucho más fuerte de lo que era antes. Al igual que su creador.

—Gracias —gesticulé con la boca, incapaz de formar palabras o sonidos. Me apoyé


en su pecho mientras colocaba de vuelta la pequeña ballena en el tocador. No
necesitaba escucharme o ver mis labios en movimiento para saber que yo estaba
agradecida. Estaba más que eso. Estaba increíblemente bendecida—. Bueno,
bajemos ahora. —Susurré cuando, finalmente, pude manejar las emociones que se
desbordaron dentro de mí.

Con velocidad cegadora a la que me iba lentamente acostumbrando, me cargo y


bajó como un rayo las escaleras hasta que estuvimos de vuelta en la sala de estar,
sentados en el suelo al lado del sofá como si nunca hubiéramos salido.

Oí un ruido melodioso llenando la casa, que sonaba un poco... apagado. Miré a


Robert, sus hombros temblaban de risa mientras señalaba en dirección a la pared al
otro lado del sofá que tenía la televisión y el estéreo de papá. Allí, de pie con el
brazo alrededor de mi padre, estaba Lark —ella estaba gritando la melodía con el
segundo coro de Jingle Bells, papá gritando la melodía.

Ameila y Janice estaban todavía en la cocina, riéndose de las payasadas de los dos
gritones en la sala de estar, y yo sacudí la cabeza ante la imposibilidad de todo.

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No había forma de ayudar ahora. ¿Cómo de normal podría ser yo, estando con un ángel
gritando Jingle Bells en mi sala de estar? Miré a Robert y vi que tenía los ojos brillantes
de alegría genuina. Agarró mi mano y presionó sus labios contra mis dedos,
sonriéndome cuando vio el rubor inundando mi cara —rosada y pecosa.

Esta era mi normalidad. Estar enamorada de un ángel, escuchar los gritos de los
villancicos... y posiblemente contemplando el vivir para siempre era tan normal, me
di cuenta. Sonreí ante mi aceptación de esto, y me levanté.

—Creo que voy a ir a cantar junto con Lark y papá. —Dije alegremente, e hice
justo eso.

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En el próximo libro de esta fascinante saga

Traducido por AndreaN

La vida de Grace Shelley ha cambiado


mucho estos últimos cuatro meses. Perdió
a su mejor amigo Graham, se enamoró de
la Muerte en sí misma, Robert Bellegarde,
tiene una nueva mejor amiga, Stacey Kim,
una valiente chica que se enfrenta con
Graham cada vez que puede, y peleó
contra un truhan ángel caído llamado
Samael hasta la muerte. Y todo antes de su
cumpleaños numero dieciocho.

Y ahora se enfrenta al mayor desafío de su


vida: Las Hormonas.

Con Graham buscando su ayuda para que


entienda sus sentimientos por Lark, la fría
hermana de Robert, Grace ve un destello de lo difícil que es que un humano ame a
un ángel. Y la nueva relación de Stacey le muestra a Grace que algunas veces, salir
con un humano no es mucho mas fácil. Y la negación de Robert de llevar su
relación más allá de los castos y fraternales besos que comparten ha hecho que
Grace se cuestione su atracción por ella.

Es la vida más normal que Grace va a obtener. Pero cuando descubre quien fue el
que casi la mato hace unos pocos meses en un atropella-y-corre, su acusación los
predispone a una serie de eventos que los cambian a todos, ángeles y humanos por
igual.

Y al final de todo, ¿Grace quedara completa, o estará incluso más rota que antes?

416
Sobre la autora

S.L Naeole siempre ha amado el olor de los


libros, el tacto de los libros, y el lugar donde
un libro garantiza que te llevara. Supo desde
temprana edad que su destino era escribir,
crear aquellos mismos libros que amaba
tanto y prometió que algún día, lo haría.

Ahora, después de casarse y empezar una


familia, finalmente ha hecho su sueño
realidad. Como la autora de Falling from
Grace, ha encontrado un lugar que le permite
que sus sueños se conviertan en los de los lectores, y que los transporta a mundos
y vidas donde la fantasía y la realidad se mezclan sin problemas.

S.L Naeole escribe desde su hogar en Hawaii, con su esposo, cuatro niños, y un gato
a su lado, animándola y proveyéndole cantidades sin fin de inspiración.

Saga Grace:

1. Falling from Grace


2. Bird Song
3. Black Halo
4. Grace of Day

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Traducido, corregido y diseñado en

el foro

www.purplerose1.net

¡Visítanos!

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