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Tal cultura deberá ser parte de cada uno de los colombianos, donde se brinde el perdón
de manera sincera, dispuesto hacer de un mejor país sostenible para las futuras
generaciones que hoy se levantan.
Las guerras civiles pueden poner fin a la violencia política endémica en una sociedad. Sin
embargo, la violencia puede volver a surgir de manera previsible y de nuevas maneras si
la implementación de los acuerdos de paz no se maneja con cuidado y monitoreada
enérgicamente por la sociedad civil, quienes son los principales protagonistas de la
construcción de la paz.
Colombia puede aprender valiosas lecciones de los procesos de paz en todo el mundo.
Los primeros cinco años son críticos. Ahí es cuando la mayor parte de las tareas de
ejecución inmediata deben llevarse a cabo. Los acuerdos políticos (un fin formal de las
hostilidades y la legalización de la insurgencia como un actor político) deben estar unidos
por pactos de seguridad: desarme, desmovilización de combatientes y su reinserción en la
sociedad.
Pero estos deben estar unidos por la elaboración de nuevas normas sociales. La
búsqueda de venganza frente a las injusticias cometidas por todas las partes durante el
conflicto armado debe dar paso a dos cosas: un abandono real de la violencia como
instrumento de la política por los actores armados y la voluntad de perdonar de la
sociedad en general.
La paz siempre es frágil e incierta, casi nunca es completa o eterna. Sin embargo, es
preferible a la certeza del derramamiento de sangre, a la solidez y la interminable espiral
de venganza que impiden a una sociedad de alcanzar su máximo potencial. (Anthony
Wanis-St. John - Profesor de American University)
Es de esperar que los colombianos encuentren nuevas formas de diálogo acerca de las
inevitables diferencias que surgen durante la construcción de la paz, en lugar de
demonizarse entre sí o pedir un retorno a la violencia. La paz debe ser construida por
todos, no simplemente exigida o esperada.