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Abiogenesis

¿Cuándo empezó nuestra historia? ¿Cómo fue esa congestión de competencias y luchas por
SOBREVIVIR a la que llamamos pasado?
Hoy, perplejos y forrados de preguntas sobre lo que somos y deberíamos ser, damos una curva larga
hacia el origen. Este es el primer capítulo.
Desde un pasado prebiótico empecemos a caminar para descubrir que en algún momento fuimos
BACTERIAS, al inicio de la vida en la Tierra, hace unos 3800 a 4000 millones de años.
Surgimos en CHARQUITOS VOLCÁNICOS o en fumarolas del fondo del agua o, tal vez, en los
océanos de Marte y Venus. Por eventos cataclísmicos podríamos haber sido arrojados hasta la Tierra.
2500 millones de años después, fuimos organismos ACUÁTICOS de una sola célula, aprendimos a
nadar con dos colas en forma de látigo y a llevar toda nuestra identificación, ADN, dentro de una bolsita
que llamamos núcleo.
Hace 1560 millones, aprendimos a fusionarnos, a vivir unos dentro de otros. Nuestro cuerpo empezó a
crecer y FUIMOS MICROORGANISMOS de muchas células, del tamaño de un PUNTITO hecho con
un lápiz.
1000 millones de años más tarde, ya éramos animales, vivíamos en las capas de arena bien oxigenada en
el fondo del OCÉANO y teníamos cuerpos con dos mitades idénticas, como los Saccorhytus coronarius,
BOLITAS milimétricas con una enorme boca para alimentarse, o los Ikaria wariootia que parecían
diminutos gusanos.
¿Qué pasó luego?

Hoy, en el Día Mundial de los OCÉANOS, recordamos nuestro humilde origen acuático en una sopa
primitiva hace 4 mil millones de años. Una historia familiar que subraya la DIVERSIDAD como signo
rotundo de la vida.
Nuestros primeros ancestros fueron BACTERIAS. Sus descendientes no han dejado de diversificarse.
Algunos siguen siendo bacterias, como esas a las que debes agradecer cada molécula de vitamina B12 en
tu cuerpo. Otros se TRANSFORMARON.
Hace 480 millones de años, este gran árbol familiar ya incluía PECES de aguas costeras poco profundas.
Respiraban bajo el agua a través de BRANQUIAS y nacían de huevos sin cáscara. Tenían columna
vertebral, sistema nervioso central, cráneo, mandíbula, oído medio y otras estructuras que recibiríamos
como herencia.
Estos peces fueron los ancestros de quienes, hace 385 millones de años, pisaron por primera vez tierra
firme. Nuestros PARIENTES ANFIBIOS, con pulmones primitivos para respirar oxígeno del aire. De
aletas que empezaban a parecer bracitos, como las del Tiktaalik. O como Panderichthys, que tenía un
curioso tubito para absorber agua que evolucionaría más tarde en uno de los huesecillos de nuestro oído
interno.
Algunos descendientes de este grupo se transformaron en REPTILES parecidos a MAMÍFEROS, hace
320 millones de años.
Los integrantes de esta rama familiar, de la que derivaríamos más tarde los humanos, NO TENÍAN
ESCAMAS, como Archaeothyris y Clepsydrops, pero se parecían mucho a los lagartos que fueron
tátaratatara… abuelos de nuestros primos: las serpientes, los cocodrilos, las tortugas, las lagartijas, los
dinosaurios y las aves.
A diferencia de ellos, nuestros ancestros más cercanos regulaban su TEMPERATURA CORPORAL con
mecanismos internos. Además, fueron los primeros animales de cuatro patas en desarrollar varios tipos
de dientes, como incisivos, caninos y molares.
Pero esta historia no es la de una mejoría continua que sitúa a los humanos en una cúspide. Es solo un
fragmento de un gran árbol familiar en el que a todos nos une la DIVERSIDAD como capacidad
fundamental para superar las ADVERSIDADES de un planeta cambiante.
¿Qué pasó luego?
#díadelosocéanos

El ADN es un museo vivo. Genes ancestrales compartidos entre todas las formas de vida nos recuerdan
que SOMOS PARIENTES y tenemos un origen común.
Después de diversificarse en bacterias, algas, peces y anfibios, una rama de nuestra familia, de parientes
parecidos a reptiles sin escamas, empezó transformarse en MAMÍFEROS hace 210 millones de años.
Aparecieron los primeros CINODONTES, organismos de cuatro patas con varios tipos de dientes y un
cráneo abultado en la parte de atrás, como el nuestro. Desarrollamos pelaje, glándulas mamarias y la
capacidad de mantener una temperatura corporal independiente de la ambiental.
Teníamos muy buena vista y oídos aguzados. Por eso podíamos salir de noche o escondernos en cuevas
durante el día para protegernos de depredadores como los DINOSAURIOS.
Después de que estos grandes lagartos se extinguieron, hace 62 millones de años, ya éramos PRIMATES
menudos como ardillas. Al igual que los del género Purgatorius, que vivieron en aquella época, teníamos
articulaciones flexibles para trepar y correr sobre las ramas de los árboles. Nos alimentábamos de
insectos, flores y semillas.
Después, hace 6 millones de años, nuestra familia ya incluía grandes SIMIOS. Caminábamos erguidos
en dos patas, con la cabeza apuntando al cielo. Ya no podíamos sujetar cosas con los pies, pero en las
manos contábamos con un PULGAR bien desarrollado para hacerlo.
En esa época nuestro grupo familiar ya se había separado evolutivamente de los CHIMPANCÉS, con
quienes aún compartimos un 98% de nuestros genes.
Y no hemos sido los únicos humanos. Otras especies también lo fueron, como los HOMO HABILIS,
hace 2.5 millones de años. Los Homo sapiens solo aparecimos hace 200 mil años.
Si los 4.6 mil millones de años de nuestro planeta pudieran resumirse en un día, los humanos solo
apareceríamos cerca de 2 MINUTOS antes de la medianoche.
Esta historia NO es la de una mejoría tras otras que nos hace especiales o superiores. Es un árbol y
nosotros somos una ramita.
No hay seres "más" o " menos" evolucionados. Solo parientes que DEPENDEMOS unos de otros y
compartimos la DIVERSIDAD como capacidad para superar las adversidades de un planeta cambiante.

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