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El Sendero Del Misticismo
El Sendero Del Misticismo
El Misticismo Cristiano:
Es muy conocido el refrán que dice “muchos caminos conducen al centro”, y si agrego
que esos caminos son directos, sería simplemente una derivación del simbolismo, que
actúa desde la circunferencia hacia el centro.
Una de las lecciones prácticas que nos dan la vida y el simbolismo consiste en que no
debemos decir que sólo hay un solo camino. Esto debe ser así porque en cierto sentido
es verdad. Siempre existe cierta especie de dedicación, una vida santificada, un esfuerzo
de la voluntad, una actuación fervorosa, un amor transmutado. De aquí que si todo esto
es el sendero – como verdadera y seguramente lo es – entonces podemos afirmar que el
sendero es sólo uno, y que todos los que lo han hollado han adquirido verdadero
conocimiento. Pero si se afirma que la vía dolorosa de la vida ascética es el sendero que
todos debemos seguir, sostengo que quien lo afirma yerra; mientras que si otros
sostienen, por error o entusiasmo, que él está lejos de ser el único, también yerran al
condenar un método que ha hecho progresar a muchas personas a través de las épocas y
las naciones.
En el catolicismo será uno el sendero, pero en lo particular sus variaciones pueden ser
infinitas. El que es lisiado y camina, lo hace distinto de aquel que no lo es o que va a
caballo, aunque los tres puedan tomar el mismo camino. Cada hombre admitirá, si está
bien orientado, que el sufrimiento se resuelve en gloria, y que la voluntad a cierta altura
no conoce la cruz. No obstante, si nos apegamos al simbolismo y hablamos del camino
de la cruz, necesariamente llega el momento de la crucifixión y allí comienza el camino.
Hay otra fase que es el “descendimiento” de la cruz y donde la crucifixión termina.
Finalmente, si aquello que muere en nosotros al término de la vida crucificada no nos
pertenece, hay que comprender que vivir indebidamente en la pasión o en la cruz, es
atribuirle demasiada importancia a lo que no nos pertenece, pero que está en nosotros,
como si fuera nuestro y muere al liberarnos. Por lo tanto, aplicamos mal nuestra
compasión con respecto a los dolores y penas. También es verdad que no existe más
cruz que la de la purificación y que la muerte es la depuración final. Algunos se dan
cuenta que la cruz la crean ellos mismos, y entonces dejan de cargarla.
Respecto a su naturaleza esencial, el sentido correcto del sendero indica que este es un
camino interno. Como tal, es un camino en la consciencia, aceptando la palabra
“sendero” como un proceso que nos conduce a una experiencia. Ella es universal para
todas las épocas y pueblos; no está encerrada dentro de los límites de una fe o de un
grupo de elegidos. Los desarrollos difieren, pero la naturaleza esencial es la misma en
todas partes, aunque no ha llevado a todos a las mismas conclusiones. El campo de la
consciencia no se halla limitado en sus experiencias, sino que permanece tal cual es.
Ningún hombre se sale de su consciencia en las experiencias místicas, como ninguno
vuelve a ella. Es el “yo” adquiriendo conocimiento de Dios. Cuando la consciencia se
pierde por algún accidente físico, se debe a que el cerebro ha sido dañado. La facultad
de la consciencia es diferente que el vehículo a través del cual actúa para relacionarse
con el mundo externo.
Se puede definir la meta del místico como la unión que se alcanza por medio del amor.
He hablado de muchos senderos, pero todos comienzan en el amor o han de conducir a
él. En las tinieblas místicas de Dionisios, es por medio del amor que nos unimos a Dios.
Otras condiciones para esa adquisición, respecto de la cual no hay privilegio posible, se
hallan resumidas en la palabra santidad, siendo ésta la corona de aquella. Debemos
comprender que la santidad no es cuestión de una hora, de un día, de una novena, como
si estuviéramos preparándonos para una fiesta. Es una palabra que representa la vida,
con lo que quiero significar que es la dedicación de toda la vida. Así como existen
grados, hay también diferencias en sus cualidades. Tenemos, pues, que establecer un
canon de crítica a este respecto. El sendero de realización mística se denomina
universalmente sendero de contemplación pero es necesario comprenderlo en cierta
forma particular.
El Misticismo Oriental:
Estas son ideas generales sobre la doctrina mística de Oriente, que contribuyen a
presentar una diferencia bastante clara con respecto a la enseñanza de la teología
occidental. Trataremos de considerar la naturaleza de las hipótesis, los anales y las
experiencias de las escuelas orientales. La liberación, según los Vedas, consiste en
librarse de las ataduras de la existencia y se alcanza en el sendero del conocimiento. Por
existencia debemos entender el estado de separación de lo manifestado, no el hecho por
el cual el alma – o parte real del hombre – cesa de ser o puede dejar de ser, la que al
liberarse comprende que es Brahman. En un simple cambio de términos por los
aplicados en el misticismo cristiano, como por ejemplo sustituir el de “unión” por el de
“identidad”, quedaría invariable la condición final, tal como una transposición similar
sería posible en el caso contrario. El fin es uno, lo que varía es la definición. La
experiencia permanece tal cual es, y no es afectada por explicaciones o doctrinas en
relación a ella. Se desprende, pues, que hay un camino oriental hacia Dios, y que con él
se alcanza un fin.
Libres de dudas y con un sentido profundo del lenguaje, las raíces védicas parecen a
veces ser reductibles a términos que armonizarían el Oriente con el Occidente. Hay
mucho de verdad en la afirmación de que el ser contiene aquello que él concibe y la
percepción de Dios aumenta en la proporción en que la idea de Dios nos absorbe hasta
convertirse en una preocupación constante en nuestra vida. Lo Absoluto está en nuestra
consciencia porque el Eterno existe allí. Somos capaces de concebirlo todo y tenemos el
derecho de explorarlo todo para llegar a una mayor comprensión. Mientras imaginamos
a Dios como algo externo y fuera de nosotros, aquellos que aún no han despertado no
pueden comprender cómo realizar a Dios internamente. Además, el verdadero
conocimiento de nuestro Yo es el de Dios. Si Él está dentro del Yo, esto no es identidad
sino inmanencia, comprendida tan profunda y vitalmente que parece abrir un camino
hacia la Trascendencia Divina, porque no hay entre ellos una línea divisora ni barreras.
La Divina Trascendencia es Dios, mientras no lo hemos realizado en nosotros, la Divina
Inmanencia es el único y mismo Dios en cuanto hemos despertado en Él. Se ha dicho en
la enseñanza oriental que el acto de Dios transforma a su propia semejanza a la mente
que lo recibe. Por lo tanto, llego a la conclusión de que – ya sea en Oriente o en
Occidente – los comentarios de los grandes maestros respecto a las grandes realidades
de la experiencia son expresadas en términos que dejan mucho librado a la comprensión
individual, pero su verdadera interpretación y la armonía en la paz de la santa luz no
faltarán si la comprensión está presente.
A. E. Waite