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En los límites de la modernidad ¿Economía o Política?

Discursos políticos y económicos enfrentados en torno al Desarrollo.


Un acercamiento a la ecología política.

Por
Jonatan Godinez Madrigal

La Tierra irguió su cabeza


De las tinieblas lóbregas y temibles.
¡Su luz desvanecida,
Petrificada de terror!
Sus cabellos grises de desesperación.

William Blake

Introducción

La modernidad y el capitalismo son dos paradigmas mentales que se


acompañan, y que comparten ciertas características comunes como el rechazo a
cualquier forma de sacralidad tanto en las relaciones entre seres humanos como
en la relación de los hombres con la naturaleza o cualquier otro ente. Tal
sacralidad desaparece súbitamente en la vorágine de producción y consumo que
se hacen cada vez más internacionales y cosmopolitas (Breman, 1988). Asimismo
ambas sostienen una relación histérica con el Estado, por una parte se necesita
un ente que sea capaz de mantener un orden jurídico que provea de estabilidad y
capacidad de previsión ante el comportamiento de sus integrantes; por otra parte
se establece una diferenciación clara de acción entre lo político y lo económico, en
este último se demanda su casi completa desaparición e intromisión para el
correcto funcionamiento de la economía y del mercado (que en ciertas ocasiones
se equiparan como sinónimos). Sin embargo, el frenesí consumidor de productos
de corto y mediano uso, como equipos electrónicos o autos, que ante la continua
innovación quedan obsoletos en poco tiempo, van depredando recursos naturales
tanto para los materiales usados para la producción como la energía usada para
producirlos, los cuales son de baja entropía como el petróleo. La actividad
económica incursiona de este modo en la política que afecta la calidad de vida y el
futuro de las siguientes generaciones al devastar recursos no renovables y
empeorar de manera alarmante la reproducción de los recursos renovables. La
línea que separa la economía de la política se difumina y asuntos políticos son
tratados como si fueran económicos. Se discute que el crecimiento económico es
la vía que sacará a millones de la pobreza y los liderará hacia el desarrollo, pero el
crecimiento económico en muchas ocasiones va acompañado de pillaje ecológico
que obstruye el mismo objetivo que ansía alcanzar. Los ciudadanos se han
convertido en entes consumidores, los cuales, al asumirse a sí mismos como
tales, se desproveen de su capacidad política que les permitiría cambiar el rumbo
ecológico que está dañando al planeta en su conjunto y que amenaza a las
sociedades como género humano y al conjunto de especies con las que
convivimos.

Modernidad y capitalismo

La modernidad es antes que nada un periodo espacio temporal que implicó


un paradigma que determinaba una visión del mundo distinta a la de su
predecesora inmediata, la edad media. Su etimología viene del latín “modus”, es
decir un modo de hacer las cosas. Tal visión del mundo se sustenta en pilares
teleológicos que requieren de su complementariedad para que la modernidad se
sostenga. Estos pilares son la libertad, la igualdad y el desarrollo. Este último pilar
era el resultado de los primeros dos. Tanto la libertad como la igualdad entre los
hombres son los únicos caminos que existen para que el potencial del ser humano
se haga realidad, según la modernidad y sus exponentes de la ilustración como
Rousseau. Y el expandir la potencialidad del humano es lo que se entiende por
desarrollo individual, y en lo colectivo, social. El desarrollo entendido de esta forma
se entiende como la expansión y sobretodo la posibilidad efectiva de hacer real
cualquier empresa que una persona se determine a realizar. La sociedad en su
conjunto cambió de ser inmóvil, con castas y futuros predeterminados (donde las
oportunidades de realizar cualquier proyecto eran muy exiguas), a una móvil con
reglas flexibles, hechas por hombres iguales a nosotros, es decir habiendo la
posibilidad de discutirse la aplicabilidad o deseabilidad de tal o cual ley. En
consonancia con estos valores, era imposible seguir sustentando la idea de un rey
sempiterno que gobernara el destino de todas las personas con el simple mandato
de divinidad absoluta. De este modo se fundó al Estado, el cual arrancó el poder y
la soberanía a los reyes, para dárselo al pueblo. El Estado también se volvió
nacional, anclado a un territorio que le diera sentido de pertenencia a sus súbditos.
Sin embargo esta visión del mundo no deja de ser ideas volando en el éter
de la inconsistencia. Por lo tanto se necesitaron estrategias políticas de largo
aliento para poder fundamentar las nuevas creencias (Wallerstein, 1996). Estos
proyectos fueron conocidos como ideologías modernas. Las más importantes o las
únicas que han sobrevivido al paso de los tiempos son el conservadurismo, el
liberalismo y el socialismo. Cada una de estas ideologías sostenían los mismos
principios, sin embargo cada una le daba un énfasis a cada uno de estos valores.
El conservadurismo le daba valor a la tradición y a la propiedad privada que
privilegiaba a las personas con más bienes y se oponía al cambio abrupto,
siempre optaba por que el cambio fuese lo más lento posible, conservar el status
quo. El socialismo le daba una preferencia a la igualdad, argumentando que si
todos los hombres tuvieren una igualdad material, es decir, un sustento
económico; entonces podrían dedicarse a aspiraciones que revolucionarían
continuamente la sociedad, llevándola hacia el progreso y el desarrollo. El
liberalismo es la ideología que favorece la libertad por sobre los otros valores.
Esta libertad se empeñaba sobretodo en la tecnología, en la continua innovación,
sin embargo la liberación de la gente común era entrañada por algunos como
peligrosa; esta liberación atendía a una liberación política. Los liberales intentaron
eliminar al Estado en ciertos aspectos e imponerlo en algunos otros que
privilegiaron la creación, difusión y comercialización de la tecnología; y al mismo
tiempo el apaciguamiento prudente de las “clases sociales peligrosas”
(Wallerstein, 1996). He ahí la diferencia con el socialismo, este propugnaba
porque el progreso fuese llevado por toda la sociedad en su conjunto; mientras
que el liberalismo proponía que los especialistas, es decir los técnicos, fuesen los
jinetes que llevasen a la sociedad al progreso y el desarrollo. Con el tiempo el
liberalismo fue la ideología dominante por sobre las otras dos. Este proceso
confabuló con el desarrollo y consolidación del capitalismo como sistema mundial
en el siglo XIX.
Tanto el capitalismo como la modernidad trabajan con los mismos principios
de la igualdad y la libertad; pero estos dos principios se ven intrínsecamente
relacionados en cuanto a la merma y el desarrollo de uno u otro, son dos variables
inversamente proporcionales. En el capitalismo se le da prioridad a la libertad, tal
principio les permite a sus integrantes principiar empresas que están en constante
competencia unas con otras; cosa que libera la capacidad y el impulso humano
que innova constantemente los productos que realiza el sistema comercial
(Breman, 1988). En su teoría sobre la mano invisible, Adam Smith despojaba a
todos los seres humanos de cualquier aura real o mística. Todos los hombres eran
iguales ante la ley, el Estado tenía la función de proveer seguridad y certeza en los
encuentros entre los hombres. Así es que cuando dos personas libres, conducidas
por el simple interés propio, se reunían para concertar cualquier tipo de negocios
ambos tenían la certeza de que a cualquier acuerdo al que llegaran sería
respetado por el otro puesto que el Estado lo forzaría a cumplirlo. El egoísmo
individualista construiría un nuevo ente, el mercado, el cual se autoregularía para
proveer los productos necesarios que la sociedad necesitase. La oferta regularía
la demanda y viceversa. Para Adam Smith existe una mano invisible que es la que
hace que el mercado tienda a equilibrio.
Estos dos paradigmas, el capitalismo y la modernidad, promueven en la
llamada “modernidad tardía” actual, el consumismo. La economía y el gran capital
es lo que privilegia las nuevas tecnologías. La declinación de lo político se explica
ante todo por la autonomía creciente de las fuerzas económicas que escapan a las
reglamentaciones y prioridades impuestas por el estado. Sin embargo, el Estado
también promueve políticas económicas con el objetivo de proporcionar empleo a
sus habitantes; para no lastrar con un índice de desempleo preocupante, los
gobiernos consienten las políticas de producción de las empresas que implican
laxitud en los temas ecológicos, como depósitos vastos de basura, utilización de
agua y terreno en los que se viertan desechos industriales tóxicos, empleos
malpagados y sin prestaciones, etc.
Son estas estrategias tanto de empresas y gobiernos que privilegian el
crecimiento económico que tienen necesidad de una explosión de renovación e
innovación, para hacer competitivos los productos en el mercado, que está
afectando al medio ambiente en el planeta, puesto que la continua puesta en el
mercado de productos mejores deja obsoletos a los anteriores. Ergo, la urgencia
de más materia prima para satisfacer la demanda de productos nuevos, prevalece
sobre las consideraciones medioambientales. Esta dinámica innovadora afecta al
medio ambiente en dos aspectos: uno, en la basura de los productos obsoletos y
en la continua demanda en aumento de productos nuevos. En cuanto a la
igualdad, solamente se reconoce igualdad jurídica para el cumplimiento de los
contratos efectuados entre los integrantes de la sociedad.
En este escenario el papel del Estado es mínimo, su única función es la de
proveer certeza a las dos partes de un intercambio comercial. Cualquier otra
intervención sería declarada como intromisoria y perjudicial para el equilibrio de
mercado. Y por intervención se entendería como regulaciones, o políticas sociales.
Entre más se entrometiera el Estado en las actividades económicas propias del
mercado peor funcionaría este último.

Consenso de Washington o proteccionismo...qué más da. ¡El


crecimiento del PIB es lo que importa!
El decálogo enunciado por John Williamson, como receta para crecer
económicamente de forma acelerada podría agruparse en tres partes: estabilizar
la economía, es decir, tener las cuentas macro en orden (cero déficit, e inflación
baja); dejar al Estado fuera de los negocios, o sea privatizar; y por último, dejar a
los mercados reinar, en otras palabras, liberalizar (Rodrik, 2006). Estos apartados
harían que los flujos económicos fuesen más dinámicos, que las empresas fuesen
más productivas, y las empresas serían seducidas por las oportunidades de
inversión como abejas a la miel. Sin embargo los países que más fervientemente
realizaron tales reformas, áfrica subsahariana, México, Rusia, etc. fueron los que
menos crecieron e incluso decrecieron, inmersos en crisis financieras intestinas.
Es entonces que el Banco Mundial realiza su reporte Economic Growth in the
1990s: Learning from a decade of reform. En el documento se revisa cuáles fueron
los fallos en las reformas, por qué razones funcionaron en unos países y en otros
no; e inclusive cómo fue que países que no hicieron ninguna reforma o
contrareformas a lo que se planteaba tuvieron un éxito en sus economías, como
China y Corea del sur. Se aprendió (a golpes y caídas) la humildad y que no
existen recetas para el crecimiento económico. Las best practices que propician el
crecimiento son como peces escurridizos difíciles de alcanzar. Las experiencias de
los países exitosos tienen muchas coincidencias en sus indicadores, pero las
políticas que propiciaron tal éxito son elusivas. Variables se entrelazan, se
mezclan, se separan, todas ellas se interpretan de diferentes maneras, y los
resultados son pobres, se analiza que las prácticas que llevan al crecimiento
económico son contingentes y dependientes del entorno y las circunstancias.
En el texto de Chang (2008), sobresale la idea de que en la historia oficial
de países que han tenido la supremacía internacional tanto económica como
política, como Estados Unidos o Inglaterra, existen sucesos soterrados o una
historia secreta con el que consiguieron hacerse de la riqueza. La historia oficial
de estos países es que habían conseguido la opulencia mediante el libre mercado
(explicado más o menos como Williamson lo explica). Sin embargo la historia
secreta demuestra que por el contrario, cuando las industrias potenciales eran
nacientes, el gobierno instauró un proteccionismo exacerbado que las protegiera,
y cuando por fin estuvieran fuertes, el Estado incursionaba en conflictos para
suministrar materia prima y mercado a tales empresas. En este contexto, existía
un gobierno fuerte que auspiciaba el engrandecimiento económico de estos
países. Y efectivamente estos países llegaron a hacerse ricos con estas políticas
económicas, pero también es cierto que la tan característica neblina londinense no
era más que contaminación, producto de las máquinas de vapor y carbón que
llenaron la capital inglesa en la revolución industrial; y ni qué decir del panorama
de miseria humana de los obreros de estas fábricas que conmovió al joven Marx
hasta el punto de dedicar su vida a una estrategia política que sacara del infortunio
a esta muchedumbre, a ese proletariado.
En la época actual con la maquinaria económica aplastante de China que
ha sostenido un crecimiento constante de arriba del ocho por ciento anual, es
digna de admiración por economistas por todo el globo como Joseph Stiglitz,
premio nobel. Todo este crecimiento, sin embargo ha tenido costes iguales o
superiores en lo relativo a la ecología y a la salud de pobladores de ciudades y
pueblos chinos. En el libro de Economy (2004) se examina que la explosividad en
la economía china ha tenido reveses ambientales muy acuciantes. Este
crecimiento constante desde hace más o menos veinte años ha tenido sus
externalidades ambientales que repercuten finalmente en la salud de la población
china y su propio estilo de vida milenario. Se indaga que el abastecimiento del
agua en muchas regiones de china es el reto social, económico y político más
grande que tenga China hoy en día; tanto por la escasez de agua apta para el
consumo humano, como para el riego en la agricultura. La definición del banco
mundial para establecer si un país es considerado como escaso en agua potable
es dos mil metros cúbicos de agua por habitante, y China tiene 2,500 metros
cúbicos de agua per cápita. Sin embargo esta media nacional no da cuenta de la
disparidad entre regiones, puesto que en el sur hay mucha agua, pero en el norte
(cercano al desierto del Gobi) la escasez es acuciante. Se prevé que para el 2030
cuando la población china crezca a 1600 millones de personas el agua per capita
bajará hasta la línea que establece el banco mundial, mientras que hoy en día se
estima que sesenta millones de chinos consumen agua contaminada con residuos
humanos y animales.
La demanda de agua crece anualmente a una tasa de 10.1% en las
ciudades y 5.4% en la industria. Si esto no fuera preocupante el aumento de la
demanda va también acompañado por la contaminación de las reservas de agua
que se tienen como en ríos o lagos. El lago Baiyangding, considerado como la
perla del norte de China, está seco ahora; mientras que el rio amarillo,
considerado como la pena de China por las constantes inundaciones que dejaba
destrozadas regiones, en 1999 se quedó seco por cuarenta y cuatro días.
Acompañando esto, el 70% del agua en cinco de los siete mayores ríos de china
tienen un grado IV o peor (no adecuado para contacto humano), y tres de los más
grandes lagos tienen clasificación V o peor (adecuado solamente para irrigación).
Solamente seis de las veintisiete ciudades más grandes de China cumplen con los
estándares de calidad en el agua. En un reporte del 2002, el incremento de
descargas municipales e industriales se incrementó en 1.5% mientras que en los
dos siguientes años aumentó en un 4.7%.
El 30.4% del PIB de China se debe a las pymes, las cuales, emplean a
cerca de 128 millones de personas; sin embargo, este tipo de empresa también
trae complicaciones ambientales considerables ya que dada su pequeñez no
cuentan con tecnologías limpias, ni control de contaminantes; por lo que no se
sabe el volumen exacto de aguas residuales sin tratar que son arrojadas a ríos y
canales, contaminando el agua para consumo humano, animal y de irrigación. Y
regular estas empresas es sumamente difícil. Científicos chinos declaran que no
hay manera de controlar la contaminación de ellas. Los residentes de estos
lugares han aceptado convivir con la contaminación puesto que su única fuente de
recursos son estas pequeñas empresas. Como corolario, científicos chinos
auguran que para el 2020 habrá una escasez de agua que sobrepase los 50,000
millones de metros cúbicos.
Recordemos en este momento la definición de desarrollo, mencionada al
principio de este ensayo, como la expansión de la potencialidad humana. No
importa qué enfoque se le dé a las políticas económicas, si proteccionistas o
liberales, con un Estado fuerte o uno débil, con tendencia BLAST o GALA 1. Al
final, aunque una u otra tenga éxito en su meta de crecimiento económico, ambas
incurren en la misma torpeza y estulticia de interpretar al desarrollo únicamente
como desarrollo económico y material. Porque de poco sirve poseer un Ipod o una
pantalla de plasma cuando uno se está muriendo de cáncer causado por comer
alimentos contaminados; o cuando uno ve por la ventana el panorama deprimente
de un desierto ocasionado por la agricultura industrial que erosiona el suelo;
cuando los únicos animales salvajes existan en un zoológico.
Ante el escenario donde el Estado consiente las políticas económicas de las
empresas multinacionales; donde estas pueden llegar a acumular más capital que
algunos Estados; donde países pequeños se tienen que subyugar en sus políticas
ecológicas y laborales para de esta forma atraer las inversiones extranjeras, y la
amenaza de las empresas que ya están instaladas puedan marcharse ante el
mejor postor, se podría argumentar que las variables políticas y económicas son
dos que se encuentran en una relación indirectamente proporcional. A más poder
económico, es decir, personas (morales y físicas) privadas que acumulen
cantidades de capital que puedan influir en las políticas de un país dado, la
democracia en un Estado disminuirá; será una democracia débil al mismo tiempo
que su desarrollo, ya que su potencialidad y su libertad de elección se encontrará
mermada y/o supeditada a las decisiones corporativas. ¿Qué escenario es
preferible, uno con más poder de las empresas trasnacionales o uno con una
capacidad política por parte de la sociedad donde las empresas queden
supeditadas a ella?
Al capitalismo se le dio rienda suelta, y por fin las empresas trasnacionales
llegaron a acumular más capital que algunos países en cuanto a su PIB. Algunas
corporaciones multinacionales llegan a países subdesarrollados y se apoderan de
sus recursos (naturales y humanos) donde manufacturan productos a muy bajo

1
Teorías de desarrollo argumentadas ampliamente en Sen (1998). Donde BLAST es el acrónimo de “sangre,
sudor y lágrimas”, una política económica que privilegia el desarrollo futuro en detrimento de las
generaciones actuales, procurando la acumulación de capital por ejemplo; y GALA es el de “llevándola bien,
con algo de ayuda” donde enfatiza la cooperación, y prestaciones por parte del Estado para que no haya
grandes desigualdades ni reducción en el nivel de vida de la población actual, sin por esto descuidar el
desarrollo a largo plazo.
costo, para luego vender los artículos manufacturados a un precio excesivo en los
países ricos como el caso de Cochabamba, Bolivia, donde se llegó al extremo de
privatizar hasta el agua de la lluvia, así que si a alguien se le ocurría calmar su sed
bebiendo del agua de la lluvia hubiera podido ser acusado de robo flagrante.
Las empresas trasnacionales, en parte, se han desambiguado de la
producción, relegan a empresas locales la producción, para ellas enfocarse a la
comercialización y la mercadotecnia. Tal es el caso de Starbucks que va a los
países productores de café, les compra a granel sus producciones a un precio
ridículo, para luego vender el producto elaborado en occidente con ganancias
estratosféricas (esta compañía triplicó sus ganancias de 1997 al 2000). Otro caso
es el de Nike que se aprovecha de las “ventajas estratégicas” (mano de
producción barata y explotada) de países asiáticos, donde produce sus artículos
deportivos para luego venderlos a un precio exorbitante en los países
industrializados. Ikea es un corporativo que pide la producción de los diseños que
ellos manufacturan a una empresa, haciéndola monoproductora de ese diseño,
entonces, cuando Ikea encuentra otra empresa carpintera que le pueda hacer el
mismo diseño más barato, deja a la primera compañía sin ningún contrato,
haciéndola quebrar.
Las decisiones que se toman en relación a la economía no toman en cuenta
el comercio justo o la sostenibilidad ambiental, sino solo las ganancias. Las
decisiones económicas que se toman tienen en cuenta solo la libertad de algunos
en relación con la obediencia domesticada de la mayoría. Tal como establecí al
principio del texto, el liberalismo se encuentra en la mitad del camino entre el
conservadurismo y el socialismo. Empuja por el cambio y las reformas para
alcanzar el ideal moderno de libertad, igualdad y desarrollo; pero conservando un
núcleo de oligarcas que son los que acumulan el desarrollo, entendiendo que
pueden hacer lo que quieran, viajar al espacio, atender a sus mascotas en spas y
excentricidades semejantes. Pero al resto de la población se le sustrae de su
poder de elegir, y ante las necesidades humanas imperiosas, solo les queda el
asentir sumisamente. Pero la lógica de acumulación incesante del capital está
ocasionando daños al ecosistema planetario difíciles de dar vuelta atrás, como lo
veremos en el siguiente apartado.
Actualmente vivimos en una época de crisis económica mundial, no vista
desde la Gran depresión del siglo pasado. La desregulación financiera – que es
otro ejemplo de las decisiones tomadas por grupos de élites sin tomar en cuenta la
totalidad de la sociedad – provocó una sequía crediticia que origino el quiebre de
compañías trasnacionales y pérdidas multimillonarias para el erario público
norteamericano y personas que perdieron sus casas en la crisis. Para Wallerstein
(1996), una estructura de pensamiento (o paradigma) se mantiene a lo largo del
tiempo, hasta que el equilibrio empieza a desaparecer. Hasta que lo normal
empieza a hacerse fugaz, y lo raro, normal. Cuando acontecimientos logran
disturbar un sistema lo suficiente como para desestabilizar sus cimientos, significa
que está ocurriendo un cambio, una transformación. Recordemos que según la
Real Academia Española, una crisis es “un cambio brusco en el curso de una
enfermedad, ya sea para mejorarse, ya para agravarse el paciente”.

Un ejemplo puntual, la ecología.

Los Indicadores ambientales hablan por sí solos, disponibilidad de agua y


tierra cultivable van en detrimento contra el agua contaminada y la tierra árida en
vastas regiones del planeta; el calentamiento global ya es aceptado por la mayoría
de los países pertenecientes a la ONU, siete millones de kilómetros cuadrados de
selva tropical han desaparecido en los últimos cincuenta años. Serios problemas
enfrenta la humanidad en el corto plazo, como la asequibilidad de comida y agua
fresca para consumo de los seres humanos (Postel, 1996), y en el largo plazo,
ceteris paribus, enfrenta una catástrofe de dimensiones globales como la extinción
masiva, donde algunos expertos prevén que en 100 años la mitad de las especies
desaparezcan; la elevación del nivel del mar crezca algunos metros, inundando
así varias islas y ciudades como Londres y Ámsterdam (Sagan, 1998). Para
enfrentar estos riesgos es necesaria la acción integrada de los ciudadanos a nivel
global, es decir, acciones políticas que influyan en el modo de vida de todos como
sociedad nacional e incluso mundial. Sin embargo, ante la preponderancia que
tiene la economía sobre cualquier otra actividad humana como la cívica o la
política, es difícil que la ciudadanía actúe en pos de un bien común como lo es el
buen estado de nuestro hogar común, que es la Tierra (Bauman, 2001).
Algunos economistas argumentan que la solución puede permanecer
económica/técnica sin involucrar lo político. Por ejemplo, carros más eficientes en
cuanto al consumo de energía; productos ahorradores de energía como focos o
computadoras; productos reciclados etc. (Bhagwati, 2005). Pero este argumento
es una falacia, puesto que estos carros o productos son caros y fuera del alcance
de los consumidores promedio. Un ejemplo es el Civic de Honda, el cual en su
confección original cuesta cerca de los doscientos mil pesos, mientras que el
Hibrido (amigable al medio ambiente), cuesta alrededor de trescientos mil pesos.
Aunque la tecnología en el largo alcance privilegie la eficiencia de energía,
también es cierto que el aumento de la población que consume esos productos
compensa el ahorro que se tuvo por la eficiencia en años pasados cuando había
menos consumidores. Por lo tanto es una fantasía que la tecnología pueda ser
amigable al medio ambiente. La respuesta a la crisis ambiental no puede residir de
nuevo en un espacio técnico-económico, sino que por el contrario tal espacio tiene
que ser politizado por la sociedad para que responda a los intereses comunes, no
privados.
Cuando el Estado estipula que las leyes del mercado son una prioridad
sobre las leyes que mantienen unidas y cohesionadas a las ciudades, el
ciudadano se transmuta en consumidor, el cual, exige más protección y menos
participación (Bauman, 2001). Esta prioridad al consumismo plantea que todos los
países se encuentren en una faena para poder generar los indicadores necesarios
que exterioricen una supuesta economía sana. Tales indicadores se reducen a
uno solo, que es el Producto Interno Bruto, el cual, tiene que estar creciendo cada
año para que los gobernantes estén serenados en su trabajo de aliviar y mejorar la
economía. Pero el crecimiento del PIB significa también un aumento en la cantidad
de materia prima procesada que requiere la producción de bienes de consumo. Lo
que conlleva un deterioro ambiental al reducirse la biomasa, que es la cantidad de
seres que viven en un lugar determinado, y aumentar la basura, producto de los
bienes de corto uso, como envolturas de alimentos y bebidas. La tesis de Daly
(1996) es que el sistema económico (un sistema concebido como abierto) basado
en el crecimiento del PIB no tiene sentido coexistiendo dentro de un sistema
ecológico, siendo este un sistema cerrado, es decir que los recursos son finitos y
no existe fuente alterna que provea de recursos extras; al contrario de un sistema
abierto, donde materia y energía son intercambiados sin ningún problema. Esta
paradoja, que un sistema abierto se encuentre dentro de uno cerrado, es la que
está creando la crisis. Por lo tanto un alto al crecimiento económico es necesario.
Daly aboga por un sistema económico de estado estable, donde los recursos
necesarios para la actividad económica no aumenten, sino que se queden
estancados, aunque existe la posibilidad de que el PIB siga creciendo por la
variable tecnológica.
Existen ciertas catástrofes que la humanidad y los estados-nación en su
conjunto se están enfrentando, como las financieras, nucleares, ecológicas y
sociales; ante las cuales los políticos están deslegitimados para actuar y los
ciudadanos están despolitizados para entrar al quite. Tal condición sujeta a la
visión de un futuro que en lugar de prometer, amenaza. La falta de esperanza en
el futuro, cimentada en un presente inestable, débil y poco confiable, redunda en
una ausencia de proyectos de vida personal y colectiva que intenten cambiar la
situación actual y futura.

Conclusión: Políticas económicas o Economía Política (o ¡deja de


quejarte que estoy viendo la tele!)

Aunque el panorama envilecedor y poco esperanzador despolitice a los


habitantes que sufren las consecuencias de la degradación ambiental (como las
anteriormente comentadas en el caso chino), existen señales esperanzadoras en
varios de los pueblos más afectados por la contaminación. En el municipio de El
Salto, por ejemplo, los grupos civiles se están enfrentando a los poderes factuales
tanto de los gobernantes como el de los gobiernos. Realizan marchas y
comunican a la ciudadanía tapatía la problemática social y medioambiental que su
localidad esta sobrellevando mediante conferencias y volantes. Marchas de
cientos de personas hacen rugir la conciencia de los pobladores en general; tratan
de politizar a la sociedad para que tome las riendas del futuro tanto suyo como el
de las siguientes generaciones.
En tanto que los ciudadanos se asuman y sean asumidos como veniales
consumidores por los gobernantes y empresarios, estos serán simples víctimas de
las decisiones de otros. Qué tanto este pequeño sector de la sociedad, que dedica
su existencia a pelear por una mejora en su vida tanto individual como comunal,
puede influir en el resto despolitizado, preocupado solo por los regalos de navidad;
es una incógnita de la que depende el futuro de México y del mundo.

Bibliografía.

Bauman, Zygmunt. 2001. En busca de la política. Mexico: FCE.


Bhagwati, Jagdish (2005), En defensa de la globalización. El rostro humano de un
mundo global, Barcelona: Arena Abierta
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Reform, Washington: World Bank.

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