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REFLEXION DE EDUCACION VIRTUAL POR EL MOTIVO DE LA PANDEMIA

JUAN MANUEL TORRES GARCIA

10-3

La pandemia cambió el mundo. Todos aquellos referentes con los que actuábamos, pensábamos
y, sobre todo, con los cuales vivíamos, no solamente fueron cuestionados, sino que, en la práctica,
fueron modificados en un periodo de tiempo muy corto. Quedarnos en casa, aislarnos socialmente,
dejar de mostrar afecto físico, dejar de ir a la escuela y al trabajo, cubrirnos para no infectarnos; en
fin, una serie de medidas que trastocaron todas las acciones, costumbres, ritos y tareas que,
conscientes o no, estábamos acostumbrados a realizar en nuestro día a día.
Todo el mundo coincide con que estamos frente a uno de los momentos históricos más álgidos de
la humanidad en el que la incertidumbre, el miedo y el desconocimiento son experiencias genéricas
que marcan a cada ser humano según su situación particular.

Escuchamos día a día el número de infectados, personas que fallecen y enfermos recuperados en
nuestro país y el mundo. Tenemos información cada minuto y nos llega a través de todos los
medios, pero nadie, absolutamente nadie, sabe qué sucederá después de que esta crisis sanitaria
termine Muchas posiciones e hipótesis han surgido: unas pesimistas y negativas que consideran
que la explotación, el individualismo, la depredación al planeta y a la naturaleza, el exacerbado e
ilimitado consumismo continuarán e, incluso, se profundizarán en el marco de lo que podría
denominar otras más optimistas que consideran que la crisis del coronavirus puede ser un punto de
inflexión para que en todos los frentes (Estados nacionales, ciudades, comunidades e individuos)
se promueva un mundo alternativo en el cual prime la solidaridad, la resiliencia, el apoyo y el
cuidado colectivo, la conciencia ecológica, la justicia y la equidad.
Entre todo esto, el mundo de la educación, la escuela, los procesos pedagógicos y nosotros, los y
las docentes, también nos hemos visto afectados en nuestra conciencia, nuestra práctica y, por lo
tanto, en nuestra labor. De pronto, sin previo aviso, la epidemia nos deja sin el espacio del aula,
nos quita nuestras herramientas de enseñanza, nos replantea los tiempos, los horarios y las
prácticas a las cuales estábamos acostumbrados para enseñar; pero, sobre todo, nos aleja de
nuestra contraparte más preciada, la que da sentido a la labor que realizamos: nuestros niños y
niñas, adolescentes y jóvenes estudiantes.
Sin avisarnos, de una manera repentina, casi violenta, la epidemia y la crisis sanitaria nos pone
frente a un computador y nos obliga sin preparación previa para muchas y muchos de nosotros a
planificar, organizar y dar clases en una modalidad que muy pocos o en muy limitada medida
conocíamos: la educación a distancia.

Nadie, familias, docentes, directivos, ni estudiantes estuvo preparado para migrar a una educación
a distancia. Por supuesto, ninguna escuela en México, América Latina o el mundo estaba
preparada para enfrentar este repentino cambio en los tiempos, espacios y modalidades de la
educación.
Semejante reto nos coloca a los docentes en la palestra de las familias, nos evidencia como
“actores de primera fila” ante la sociedad y, con seguridad, el país nos responsabilizará de los
logros o los fracasos que esta nueva experiencia pueda generar. Al igual que el personal médico y
sanitario que lucha –sin las debidas armas– en el frente de batalla contra esta epidemia, también a
nosotros los educadores nos ha tocado posicionarnos en primer plano en esta crisis, que ya no
sólo es sanitaria, sino económica, social, educativa y cultural, y sin las suficientes y necesarias
herramientas para dar respuesta a este terrible reto

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