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JOHN HYSLOP Y EL QHAPAQ ÑAN

Presentación del libro


QHAPAQ ÑAN: El sistema vial inkaico
Edición en castellano de The Inka Road System (Academic Press, 1984)
Editado por PETROPERÚ, 2014

Feria del Libro de Lima “19 Fil Lima”


Lima, miércoles 23 de julio de 2014

Debo de comenzar reconociendo que siento una suerte de soponcio o vergüenza de estar
sentado en esta mesa, luego de leer el extraordinario Prólogo que Lucho Lumbreras ha
preparado para esta edición en castellano del libro de John Hyslop, El sistema vial inkaico.
Comprehensivo y detallado, simplemente no me deja mucho por decir. Por ello me
concentraré en hablar sobre el autor, con quien tuve una larga y estrecha amistad, con quien
compartí muchas jornadas de trabajo, quien me enseñó a sobrevivir en Manhattan durante
mi época de estudiante de posgrado y, sobre todo, quien fue para mí una lección
permanente de dedicación a sus dos pasiones: la investigación del mundo andino, y el
cultivo de la amistad.

El día de hoy la complejidad de la Cordillera de los Andes parece limitar el desarrollo, y el


mundo moderno recién está aprendiendo a utilizar a plenitud las riquezas que ofrece la
diversidad andina. En el antiguo Perú las limitaciones geográficas y ambientales fueron
convertidas en oportunidades, con la domesticación de plantas y animales, la tierra y el
agua, así como con el manejo acertado del tiempo y de las condiciones del ambiente
natural. Los inkas integraron física y políticamente un territorio diverso, y el camino inka o
Qhapaq Ñan y sus ramificaciones fue el medio para lograrlo.

Para construirlo el hombre tuvo que transformar el paisaje, enfrentarse a las limitaciones
que la complicada morfología andina imponía: empinadas laderas, frígidas llanuras,
quebradas profundas, extensos desiertos. La ingeniería inka transformó estas limitaciones,
con sabiduría y habilidad, con soluciones coherentes con el paisaje: escalinatas y rampas,
puentes sólidos o colgantes, tramos rectos o en zigzag. Es, sin duda alguna, esta relación
entre la cultura y la naturaleza lo que le da un valor único al gran camino inka, el paisaje
cultural por excelencia del mundo andino, recientemente declarado Patrimonio Cultural de
la Humanidad por la UNESCO. El primero en estudiarlo de forma sistemática, describirnos
sus características en detalle, darnos una visión regional de tamaña obra, y hacernos notar
su importancia política, social y económica para el mundo andino, fue John Hyslop.

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Hyslop, natural de Fergus Falls, ciudad ubicada en el condado de Otter Tail en el estado
estadounidense de Minnesota, llegó por primera vez a los Andes en junio de 1973, como
por casualidad, ya que su interés original era Meso América. En ese entonces, John V.
Murra y Luis Guillermo Lumbreras estaban organizando el “Seminario Internacional e
Interdisciplinario sobre los Reinos Lacustres Altiplánicos”, que tenía por objetivo recorrer
el territorio donde se habían desarrollado los “Reinos Lacustres Altiplánicos” con el
propósito de constatar en el campo la propuesta de Murra del control vertical de múltiples
pisos ecológicos. Historiadores, etnólogos, arqueólogos, antropólogos, así como estudiantes
graduados de Estados Unidos, Canadá, Perú, Ecuador, Bolivia y Chile, recorrimos durante
varias semanas el extremo sur del Perú, norte de Chile, el altiplano boliviano, para terminar
en el área nuclear: los entornos del lago Titicaca.

John Hyslop postuló al igual que muchos otros jóvenes atraídos por el esplendoroso pasado
andino. Me contaba Murra, recuerdo que fue una gélida noche en Potosí, que a Hyslop le
atraía igualmente el presente como el futuro de nuestros países, y que en la solicitud que
presentó para participar en el Seminario veía una serie de condiciones profesionales y
personales que lo decidieron aceptarlo. Murra no se equivocó, ya que sería el inicio de dos
décadas fructíferas de investigaciones en los Andes.

Sus primeros trabajos en el Perú fueron en el altiplano del Titicaca, en 1974, y sirvieron
para su tesis de Doctorado en la Universidad de Columbia (Nueva York). Fue una
investigación sobre los Lupaqa, en el departamento de Puno, con el ánimo de esclarecer con
la táctica arqueológica las propuestas que emergían de la etnohistoria, y de esa manera
contribuir a solucionar muchas de las incógnitas que habían quedado flotando del
Seminario del año 73. Para ello innovó metodologías de investigación de campo,
adecuando las técnicas conocidas a la realidad del altiplano, a la información etnohistórica
que disponía, a las características de los sitios arqueológicos y del material cultural.

El perfil de John estaba ya definido: en base a exploraciones arqueológicas, sin necesidad


de excavaciones ni grandes inversiones, su interés principal era el de entender los sistemas
de organización socio-política de las sociedades prehispánicas, con un fuerte apoyo de la
información etnohistórica. Hoy esta afirmación pareciera de rutina, sin embargo, a inicios
de los 70 del siglo pasado, fue toda una innovación. Recuerdo como si fuera ayer, una
noche en Puno antes de volver a Lima finalizando el seminario internacional de 1973, con
un chocolate Sublime en una mano y un vaso de ron en la otra, la larga discusión que
tuvimos sobre cómo hacer arqueología sin contar con grandes financiamientos, como
entender sistemas complejos sin requerir necesariamente de grandes excavaciones
arqueológicas, como entender y reconstruir procesos regionales que trascienden las
fronteras, líneas invisibles que separaban en lugar de unir territorios y en ellos a colegas
con intereses similares. El trabajo del 74 en el altiplano fue diseñado respondiendo a estas

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preguntas, así como lo fueron sus otras dos grandes contribuciones: el estudio del sistema
vial inkaico y el estudio de los patrones de poblamiento de los inkas.

Efectivamente, la experiencia en el altiplano del Titicaca, y su cercana relación con John V.


Murra, Craig Morris y Luis Guillermo Lumbreras, lo llevaron a diseñar y ejecutar lo que en
aquel entonces fue uno de los proyectos arqueológicos más grandes en los Andes: el
sistema vial Inka. El Instituto de Investigaciones Andinas de Nueva York, bajo la
presidencia de Murra, patrocinó el proyecto en 1977, si bien los trabajos de campo se
iniciaron a fines de 1978 y concluyeron en marzo de 1981. Un año después, en el segundo
semestre de 1982, el manuscrito con los resultados de su investigación estaba listo, y su
libro The Inka Road System fue publicado en 1984 por Academic Press, y el día de hoy lo
presentamos en castellano gracias al apoyo de Petroperú. Y esta fue otra de las
características de John: expeditivo en su accionar, diseñando la investigación, ejecutando el
trabajo y escribiendo y publicando los resultados en plazos relativamente cortos. John
publicó todo lo que investigó, y lo hizo con excelencia.

La segunda parte de esta obra, aquella referida a los análisis de los diferentes aspectos del
sistema vial, fue traducida al castellano y publicada por el Instituto Andino de Estudios
Arqueológicos (INDEA), en 1992, gracias también al patrocinio de PetroPerú. Fueron
omitidos, en aquella primera edición en castellano, y a insistencia del mismo John, aquellos
capítulos que describen en detalle doce tramos de caminos inka, en la medida en que ya
habían sido publicados en otras fuentes en español.

El sistema vial Inka, usando las palabras de John, es el monumento arqueológico más
grande de América prehispánica. Su trabajo fue el primero en estudiarlo detalladamente de
forma científica, en base a la arqueología y la información histórica. Describió y analizó los
caminos inkas en base a la evidencia visible de cómo fueron construidos y dónde. Registró
y evaluó los diversos fenómenos naturales y aquellos creados por el hombre a los que está
asociado. Esta perspectiva le permitió construir una concepción del sistema más
comprehensivo, así como del imperio que lo construyó.

En 1990 publica su segunda gran obra: Inka Settlement Pattern (University of Texas
Press). En ella presenta al Tawantinsuyu a partir de la forma como los inkas construyeron
sus asentamientos, y la forma como el imperio fue organizado, manejado y defendido.
Esperamos que el próximo año, en este mismo espacio y con el mismo patrocinio de
Petroperú, podamos presentarlo también en castellano, Nuevamente, en esta obra de
Hyslop, sobresale el énfasis regional en sus trabajos, la interdisciplinaridad de los mismos,
así como algo que fue fundamental en los trabajos de John: la construcción de alianzas con
colegas e instituciones de distintos puntos de los Andes, en cinco países, gracias a sus
dones personales y calidad humana y personal.

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Es que John Hyslop no fue solo un gran investigador e innovador en los estudios regionales
del mundo inka, un gran visionario. John fue un ser humano excepcional, único en el
sentido de diferente, sencillo hasta la humildad, nunca se mostró o aparentó superioridad
por sus orígenes nacionales o conocimientos, siempre fue uno más del grupo. Pero, sobre
todo, fue una de las personas más alegres que he conocido en mi vida.

Cuando presentamos la edición resumida en castellano un 11 de febrero de 1993, dijimos


que las enseñanzas que John Hyslop nos ofrecía en su libro contribuirían a construir un
nuevo mundo latinoamericano. Que su obra era tal vez la única investigación moderna que,
superando las limitaciones de las fronteras contemporáneas, integra de manera efectiva
cinco naciones andinas que el día de hoy buscan mecanismos de integración eficientes para
asumir el reto de la modernidad y consolidar un espacio propio en el contexto mundial. Han
pasado 21 años y recién hemos sido testigos de tal integración, y precisamente a partir el
Qapaqhñan, gracias al esfuerzo conjunto de cinco naciones andinas en postularlo como
Patrimonio Cultura de la Humanidad, quedando pendiente la integración de fondo, en
muchos otros aspectos, que nuestros pueblos esperan.

Desde mi punto de vista, el trabajo de Hyslop constituye la piedra angular de todo lo que ha
venido después en nuestro conocimiento sobre lo inka, en el Perú y demás países andinos,
por la calidad de su trabajo, por la solidez de los equipos de investigadores que forjó a lo
largo de los Andes, por la curiosidad que estimuló en los jóvenes y por la mística que
imprimió en ellos.

Hyslop falleció, vaya casualidad, un día como hoy, el 23 de julio de 1993, en Nueva York,
su ciudad adoptiva. Tenía 48 años de edad. Sea esta ocasión un merecido homenaje.

Elías Mujica Barreda

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