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“La «fe» antropológica sería la dimensión del deber-ser, del valor que se quiere imprimir en

la realidad para que ésta responda a nuestras expectativas de felicidad.” (La historia
perdida, p. 32)

“Por otra parte, la otra dimensión, la ideológica, representa lo que se sabe de una realidad
que está ahí, que se impone a nuestra experiencia y que ignora nuestros juicios de valor. El
objeto de la ideología es lo que es; el de la fe, lo que debe ser. La fe está hecha de valores
reconocidos en testigos en quienes confiamos; la ideología está constituida por datos que
nos entrega la experiencia.” (La historia perdida, p. 32)

“De esa historia humana en la que aprendemos a vivir y que, por ello mismo, ha sido
declarada, con razón, «maestra de la vida», magistra vitae como decían los antiguos” (p. 37)

“Debemos recuperar a Jesús de Nazaret de una teología esotérica, aunque sólo sea como
paso preliminar para volverlo a lo que realmente fue, alguien significativamente presente en
la memoria de la especie humana.” (p. 37)

“No hay que olvidar, en efecto, que la «fe», entendida como estructura de significación y
valoración, no informa solamente sobre el deber-ser, sino que es un factor determinante, en
la vida adulta, por lo menos, de la manera como se percibe lo que es” (p. 44)

“Quien «cree» en Jesús se preguntará, por ejemplo, sobre lo que Jesús fue y dijo real e
históricamente y sobre los criterios que se pueden o deben tener para determinarlo. Lo
importante aquí es comprender que este nuevo acento puesto en la «ortodoxia», en un
Jesús objetivo —acento que puede ser usado tanto para afirmar como para negar la fe en él
—, deja intacto el fenómeno de la «fe» como dimensión antropológica.” (p. 45-46)

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