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CONFLICTO COLOMBO-PERUANO (1932-1934).

COMBATE DE TARAPACÁ BATALLA DE GÜEPI


5.1. ANTECEDENTES
El descuido de nuestras fronteras mientras se luchaba por el poder en el orden interno, permitió que
algunos países vecinos, como en el caso del Perú, intentaran penetrar en los territorios que
correspondían a la Nueva Granada, aprovechando desde luego que no se habían fijado mediante
tratado las fronteras con los vecinos. Es verdaderamente deplorable que después de más de un siglo
de nuestra independencia no se hubieran adelantado las gestiones pertinentes para delimitación de
fronteras; el liderazgo político estaba muy ocupado en alcanzar propósitos personales y de partido,
descuidando con ello, las necesidades más apremiantes de la Nación.
La actitud imperialista de los gobiernos y las Fuerzas Armadas peruanas y los intereses económicos
como el descubrimiento del caucho por el explorador colombiano Manuel Montero en 1882,
despertaron en los nacionales peruanos el deseo de ocupar los territorios colombianos entre el río
Napo y el Río Caquetá, hasta donde supuestamente se extendían los dominios del imperio incaico.
Se establece entonces el monopolio de la explotación del caucho por la Casa Arana, manejada por
peruanos, quienes sometieron a crueles e inhumanos tratos a indígenas y colonos colombianos
desde la segunda mitad del siglo XIX.
Los límites que venían vigentes desde la época de la colonia, entre los virreinatos del Perú y de la
Nueva Granada, habían sido establecidos por la cédula real de 1740, fijando el río Napo como
frontera de los mismos. A partir de entonces los peruanos fueron avanzando en lo que más adelante
serían territorios ecuatorianos y colombianos, los cuales, disponían de amplia salida sobre el río
Amazonas.
5.1.1. Conflicto colombo- peruano de 1911
La política expansionista del Perú emprendida desde el Siglo XIX, creo serias dificultades con la
República de Colombia, llegando incluso a destruir los hitos colocados sobre territorio colombiano en
el río Putumayo. Lo anterior obligó a las partes a pactar y firmar convenios de statu quo para los
territorios en litigio. El primero de ellos se suscribió el 12 de septiembre de 1905 con las firmas de
Clímaco Calderón y Hernán Velarde, Ministros de relaciones exteriores de Colombia y Perú,
respectivamente; el segundo acuerdo pactado se firmó el 6 de julio de 1906, por Enrique de Argáez y
Hernán Velarde; pero ambos fueron violados por el Perú y se firmó otro convenio el 21 de abril de
1909, a través del cual, se buscó integrar una comisión mixta para investigar los hechos ocurridos e
indemnizar a los damnificados colombianos. Tampoco el acuerdo anterior se cumplió por parte del
Perú; se siguieron repitiendo nuevos atropellos y nuevos acuerdos como el suscrito el 23 de abril de
1910 para fijar montos de otras indemnizaciones. Esta situación obligó al gobierno colombiano a
enviar tropas a través del río Amazonas, suscitando la alerta correspondiente entre los dos gobiernos
por los posibles choques armados que se iban a presentar en forma inmediata. Para evitar entrar en
guerra, los cónsules de ambos países en Manaos, firmaron el acta del 19 de julio de 1911, por la
cual, se proponía detener el avance colombiano y el retiro de los peruanos del Caquetá.
Mientras se intentaba detener la expedición del Ejército de Colombia, los peruanos ya habían
actuado militarmente durante los días 10, 11 y 12 de julio. El Coronel OSCAR BENAVIDES al
mando de 500 hombres del Batallón 9º de Loreto, con el apoyo de 4 lanchas artilladas de cañones y
ametralladoras, atacó a 70 colombianos del resguardo nacional, la mayoría de ellos enfermos, que
guarnecían el puesto de mando de La Pedrera sobre el río Caquetá, bajo el mando del General
ISAÍAS GAMBOA. Este militar, forjado en la guerra civil de los mil días, se ofreció voluntariamente
para comandarlos. Los soldados colombianos resistieron con valor el ataque durante tres días, hasta
que se acabaron las municiones, por lo cual el vencedor, Coronel OSCAR BENAVIDES, incautó
armas y material de guerra, tomó la propia bandera colombiana para exhibirla más tarde como trofeo
y ocupó la guarnición con tropas peruanas. El 19 de julio de 1911, se firmó un nuevo acuerdo que
buscaba: “dentro de la dignidad de ambos países, alejar todo peligro de choques”; el cual fue
suscrito por los plenipotenciarios Doctor Enrique Olaya Herrera de Colombia y Don Ernesto de
Tízanos Pinto del Perú. Este pacto, como los anteriores no fue cumplido por el Perú, en tanto que
Colombia si dispuso que la expedición organizada al mando del General NEIRA detuviera su avance
en la localidad brasileña de Teffé; así mismo, se dispuso que el General GAMBOA suspendiera todo
tipo de operaciones y que se detuviera la marcha de tropas que del Vaupés se desplazaba hacia el
Caquetá. Decía por ello y con razón el General Rafael Uribe Uribe ante el Senado en 1912: “Las
relaciones entre los dos países no pueden situarse en un pié de igualdad y de cordialidad cuando
hay antecedentes de agravios no disculpados y cuando a ellas no llevan los negociadores igual dosis
de lealtad y de honradez”.
5.1.2. Tratado Lozano - Salomón del 24 de marzo de 1922
Encontrándose la reforma militar en marcha, no solamente dentro del Ejército sino también en la
Armada y en la Fuerza Aérea, faltaba la decisión política y la gestión correspondiente para adelantar
un tratado de límites entre Colombia y el Perú y los otros países vecinos. El Presidente de Colombia
Marco Fidel Suárez fue el gestor principal, logrando que el Presidente del Perú Doctor Augusto
Leguia, aceptara la constitución de las dos comisiones presididas por los respetivos Ministros de
relaciones exteriores, a fin de pactar en definitiva, el tratado de límites entre los dos países. Mediante
este tratado, los límites de Colombia con el Perú iban hasta el talveg del río Putumayo, manteniendo
la libre navegación para los dos países; de la misma manera se reconoce por parte del Perú la salida
de Colombia al río Amazonas a través del Trapecio Amazónico, el cual, hará parte integral de la
soberanía colombiana. Ratificado el Tratado por los congresos de Colombia y el Perú y cumplidos
todos los requisitos de rigor, se fijó como plazo para la entrega y el canje efectivo de territorios el año
de 1930. El Ministerio de Guerra de Colombia, recibió la orden de iniciar una colonización en las
áreas ribereñas del Putumayo. Se crearon cinco colonias: El Encanto, sobre el río Caraparaná;
Puerto Ospina y Caucayá (hoy Puerto Leguízamo), sobre el Putumayo; La Tagua y Leticia. Estas
colonizaciones fueron iniciadas con personal militar y con reservistas, todos ellos, bajo el mando del
Coronel LUIS ACEVEDO.
En las cercanías de Leticia, sobre territorio colombiano se encontraba la hacienda “La Victoria”,
centro de explotación maderera, de propiedad del peruano Enrique Vigil, quien buscaba vender dicha
hacienda a los militares colombianos. Como no pudo llegar a ningún acuerdo, estimuló no solo
publicaciones de prensa en Iquitos, hostiles a Colombia, sino que cooperó con el Coronel OSCAR
ORDÓÑEZ quien dirigió el asalto peruano sobre Leticia.
El 7 de agosto de 1930, toma posesión de la Presidencia de Colombia el Doctor Enrique Olaya
Herrera, quien se propuso, entre sus primeras tareas la verificación del canje de territorios
establecido en el Tratado Lozano-Salomón de 1922. El 16 de agosto de 1930, es decir, nueve días
después de haber asumido la Presidencia, el Doctor Enrique Olaya Herrera llevó a cabo las visitas
sobre la frontera sur, con la participación del mando militar para establecer la situación de las
colonizaciones y crear las guarniciones que fueran necesarias en defensa de la soberanía nacional.
Dos semanas más tarde a esta visita, el Coronel Luis María Sánchez Cerro, derrocó al Presidente
del Perú, Doctor Augusto Leguia, acusándolo de traición a la Patria por entrega de territorios
peruanos a Colombia. La agitación causada en Iquitos y Loreto por parte de las familias Arana y
Vigil, hacían creer a la población loretana que el trapecio amazónico, concedido a Colombia, había
sido arrebatado al patrimonio histórico del Perú. Colombia retiró la guarnición militar de Leticia, para
que su presencia no fuera considerada como provocación a los peruanos.
El General AGUSTÍN MORALES, ministro de Guerra hasta el 27 de julio de 1931, con el objeto de
hacer valederos los derechos de Colombia en la región amazónica, estableció los siguientes puestos
militares: en San Miguel 12 soldados, en Caucayá, 39 soldados, en La Tagua 10 soldados, en El
Encanto 17 soldados y en Leticia 30 soldados. Así mismo dispuso el envío de las cañoneras
“Santa Marta” y “Cartagena” para patrullar el río Putumayo. El Doctor Luis Arango Vélez, quien
ocupó el cargo de Ministro de Guerra del 27 de noviembre de 1931 al 23 de mayo de 1932, ordenó
recoger los puestos militares que se encontraban en el bajo Putumayo a partir de El Encanto.
Justificó el retiro del pelotón que guarnecía a Leticia, afirmando que si los peruanos derrotaban allí
esta pequeña fuerza, se apropiarían del trapecio en virtud de la norma del derecho internacional
conocida como “Devellatio”, o sea, el derecho a la victoria en firme alcanzada por un ejército regular
sobre otro también regular.
5.2. ARTE MILITAR
5.2.1. Fuerzas Armadas de Colombia
El Ejército Nacional contaba con 6200 efectivos antes de iniciar el conflicto con el Perú; era la única
Fuerza capacitada y entrenada para el combate, especialmente en lo relacionado con los cuadros de
mando, quienes habían sido formados en los grados subalternos por las misiones austriaca y
alemana. Tanto la Fuerza Aérea como la Armada, prácticamente no existían y los pocos elementos
existentes no habían recibido ningún entrenamiento ni capacitación para su empleo táctico o
estratégico. La policía tanto nacional como departamental fue destinada para el control interno del
país.
En el mar Caribe había una flotilla naval y fluvial compuesta por los guardacostas “Junín” en
Cartagena y “Pichincha” en Barranquilla. El buque de transporte “Nariño” que se encontraba
también en Barranquilla, fue habilitado más tarde como buque hospital. En el Pacífico se encontraba
el guardacostas “Carabobo” con base en Buenaventura, el cual prestaba servicios de enlace y
abastecimientos. El destacamento del Pacífico estaba conformado por débiles guarniciones así: en
Tumaco 75 hombres; en la isla Gorgona 30 hombres; en Buenaventura una batería de costa. Para
atender las necesidades del conflicto Colombo – peruano, fue constituido el Comando de la Armada
fluvial en Caucayá, con las cañoneras “Santa Marta” y “Cartagena” y los transportes de tropa “Huaina
Cápac” y “Sinchi Roca”, incautados al ejército del Perú en aguas territoriales colombianas; dicho
comando fue confiado al Mayor de artillería JOSÉ DOLORES SOLANO y los comandos de los
buques a oficiales de la misma arma en los grados de Teniente y Capitán.
Con los aviones disponibles, los pilotos y el personal técnico con que contaba la Sociedad Colombo-
Alemana de Trasporte Aéreo (SCADTA), se organizó la primera Fuerza Aérea bajo el mando del
piloto alemán, Mayor HERBERTH BOY, veterano de la Primera Guerra Mundial. Dicha flotilla
dependía directamente del Ejército y contaba con 11 aeronaves así: dos hidroaviones los cuales
fueron acondicionados como bombarderos, tres aviones “Falcon” de observación y seis aviones
“Trainer” para entrenamiento de las tripulaciones; así mismo se construyeron bases aéreas en
Palanquero, Puerto Boyacá, Buenaventura, La Pedrera y Araracuara.
El armamento de la tropa consistía en fusiles Mauser modelos 1912 y 1924, algunos cañones y
unas pocas ametralladoras adquiridas en Europa. Existía una deficiente fábrica de municiones y
había un depósito de fusiles Grass utilizados en la guerra de los mil días.
El Estado Mayor General del Ejército organizó en el límite con el Perú dos teatros de operaciones:
uno denominado “bajo Putumayo”, al mando del General EFRAÍN ROJAS y otro denominado “alto
Putumayo” al mando del Coronel ROBERTO D. RICO; el puerto de El Encanto servía como límite de
ambos teatros de operaciones. Así mismo, fueron estudiadas tres posibles avenidas de aproximación
así:
a. Bogotá – Neiva – Florencia – Río Orteguaza – Río Caquetá – Río Putumayo y Amazonas
(Duración aproximada de desplazamiento: 29 días).
b. Pasto – Puerto Asís – Río Putumayo – Río Amazonas y Leticia (Duración aproximada de
desplazamiento: 20 días).
c. Navegación por el Atlántico, desde Puerto Colombia – Mar Caribe – y aguas arriba del Río
Amazonas hasta Leticia. (Duración aproximada de desplazamiento: de 15 a 20 días).
5.2.2. Fuerzas Armadas del Perú
El Perú disponía de las siguientes Fuerzas: Ejército 8955 hombres; Marina 1755 efectivos; Fuerza
Aérea 285 miembros de tripulación entre Oficiales y personal técnico y Policía 6037 efectivos para un
gran total de 17027. La marina de guerra del Perú figuraba entre las más avanzadas y mejor dotadas
de Latinoamérica, modernizada a raíz de la guerra del Pacífico sostenida en alianza con Bolivia
contra la República de Chile; esta Fuerza Naval contaba con 357 Oficiales y 1775 hombres de clases
y marinería, con los siguientes buques: en el Pacífico dos cruceros y dos acorazados, un
cazatorpedos, tres patrulleras de mar armadas y equipadas, dos cañoneros marítimos, cuatro
submarinos y cuatro buques auxiliares. La Fuerza fluvial del Amazonas contaba con dos Divisiones;
la Primera, compuesta por los cañoneros “Loreto”, “Amazonas” y “Napo”; la Segunda por los
cañoneros “América”, “Coronel Portillo”, “Iquitos” y tres buques auxiliares. Disponía además, con la
Escuela Superior de Guerra Naval y la Escuela Naval del Perú; con las bases navales de “San
Lorenzo”, “El Callao”, “Itaya” e “Iquitos”. Tenía también dos grupos de artillería de costa y una marina
mercante con suficiente capacidad de desplazamiento denominada “Compañía peruana de vapores”.
Las tropas localmente disponibles, cercanas a la frontera con Colombia, se encontraban de la
siguiente manera inmediatamente antes de iniciar el conflicto: En Güepí una compañía reforzada y
apoyada con cañones y ametralladoras, en Puerto Arturo un Oficial y 30 soldados, en Pantoja un
batallón de infantería; en la guarnición de Iquitos, capital de la Provincia de Loreto, distante a 486
kilómetros de Leticia (33 horas de navegación), existía un Comando de región militar con las
siguientes unidades: un regimiento de infantería, un grupo de artillería, un escuadrón de caballería,
un batallón de ingenieros, un cuerpo de la Guardia civil con 400 hombres, una flotilla aérea con seis
hidroaviones de reconocimiento y bombardeo y cuatro aviones de cazabombardeo. La sola
guarnición de Iquitos triplicaba en elementos y en capacidad de combate a la guarnición de Bogotá.
Realmente el Perú estaba mucho más preparado para la guerra.
5.3. DESARROLLO DE LAS ACCIONES
El primero de septiembre de 1932, tropas peruanas vestidas de civil y con la participación de
particulares de la misma nacionalidad, interesados en los territorios colombianos, organizados y
dirigidos por el Coronel OSCAR ORDOÑEZ, tomaron por asalto la población de Leticia y demás
territorios circunvecinos. Así mismo, las Fuerzas Armadas peruanas se preparan y ocupan
militarmente el puerto de Tarapacá sobre el río Putumayo. De esta manera estaban cumpliendo las
aspiraciones peruanas de quitarle a Colombia el trapecio Amazónico y negarle, como ya había
quedado en firme por el Tratado Lozano – Salomón de 1922, los derechos autónomos de Colombia
sobre dichos territorios, así como la salida y libre navegación por el río Amazonas.
Además de la preparación del Perú para la guerra con Colombia, existía la convicción por parte de
ellos de que el conflicto era inminente, decretando las movilizaciones correspondientes; en la primera
de ellas se presentaron en forma voluntaria 20.000 reservistas que fueron concentrados en el
hipódromo de Santa Beatriz. El Presidente, Coronel LUIS MARIA SÁNCHEZ CERRO, mientras se
dirigía a los movilizados, fue asesinado por sus adversarios políticos, el 30 de abril de 1933, siendo
sucedido por el Coronel OSCAR R. BENAVIDES, quien tenía iguales pretensiones contra Colombia,
alegando que los territorios ocupados por nuestro país eran peruanos.
Mientras sucedía lo anterior en el Perú, en Colombia se tomaron acciones muy importantes por parte
del Presidente ENRIQUE OLAYA HERRERA y el Estado Mayor General, tanto en el orden interno
como externo. El estamento militar quedó en alistamiento de primer grado, se dictaron los decretos
para movilización y reclutamiento, se agilizaron los procesos de organización y dotaciones para los
teatros de operaciones del alto y bajo Putumayo, se nombraron comisiones especiales para la
adquisición de cañones, ametralladoras, armas de dotación individual, granadas y municiones,
cañoneras, y otros equipos necesarios para atender la defensa del país, en virtud de la agresión de
que había sido objeto; así mismo, se construyeron vías para facilitar las avenidas de aproximación
estudiadas, entre las cuales se puede citar la carretera Pasto – Mocoa y se reforzaron los
suministros aéreos tanto de combate como de apoyo logístico. En cuatro meses el pie de fuerza de
nuestro Ejército se duplicó, llegando a 12.000 efectivos. De la misma manera, el Presidente de la
República, dispuso la creación de una comisión encabezada por el Doctor Eduardo Santos, para que
nos representara en Ginebra ante la “Sociedad de las Naciones”, con el fin de defender nuestra
posición a la luz del derecho internacional, haciendo respetar lo pactado y ratificado por Colombia y
Perú en el tratado Lozano – Salomón y buscando que las tropas peruanas salieran del territorio
invadido en el menor tiempo posible. El General ALFREDO VÁSQUEZ COBO, veterano de la Guerra
de los mil días, se ofreció voluntariamente para comandar la expedición del Amazonas con tres
buques y algunos cañones adquiridos recientemente en Francia y Alemania.
La Nación entera participa en la defensa directa e indirecta de los derechos que le asistían a
Colombia, bajo el liderazgo de Enrique Olaya Herrera, quien como conocedor y negociador de los
incidentes que se habían presentado antes del conflicto, movilizó con mucha diligencia y patriotismo
a toda la población, obteniendo los apoyos que se requerían para su financiación. Fue el presidente
un gran estadista y un excelente comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, que entendió como
nadie las necesidades urgentes de la Patria y la sabia motivación de los combatientes que lo iban a
entregar todo por ella.
La situación económica era muy difícil a nivel mundial para 1932 en razón a los efectos de la
depresión americana, no siendo ajena Colombia a dicha crisis internacional. En este contexto no
existían los recursos, ni la facilidad de obtenerlos en el tiempo requerido con el fin de equiparar la
capacidad de defensa con relación a la del país agresor. Así mismo, hubo disminución de ingresos
fiscales, cierre de financiamientos, baja en las exportaciones, caída del precio del café, por entonces,
pivote de la economía; pero esta situación fue bien manejada por el Presidente y su Ministro de
Hacienda ESTEBAN JARAMILLO, quienes lograron obtener todos los recursos que exigía el conflicto
y de manera asombrosa, mediante la cooperación de toda la Nación y con algunos créditos
internacionales, no solamente no se produjo inflación por razón del conflicto sino que hubo superávit
para 1933.
5.3.1. Combate de Tarapacá (14 y 15 de febrero de 1933)
Teniendo en cuenta la posición del Perú ante la Sociedad de las Naciones, en el sentido de no
aceptar la solicitud de Colombia de abandonar los territorios ocupados, así como lo dispuesto por el
organismo internacional, el Estado colombiano consideró que era el momento de actuar con el
estamento militar tanto en el campo disuasivo como operativo. Para tal efecto, el Estado Mayor
General dictó las instrucciones correspondientes al Señor General EFRAÍN ROJAS, Comandante del
teatro de operaciones del bajo Putumayo, concentrando los recursos que fueran necesarios frente a
Tarapacá. Mientras tanto, el General ALFREDO VÁSQUEZ COBO, a quien el Presidente Olaya
Herrera había nombrado como Comandante de dicho teatro de operaciones, lanzó desde Manaos un
ultimátum a las tropas peruanas; pero al remontar el Putumayo aguas arriba solamente alcanzó a
llegar hasta el puerto de Ipiranga muy cerca de la frontera con Colombia.
El señor General EFRAÍN ROJAS, quien supuestamente quedaría como subordinado de VÁSQUEZ
COBO, comunicó que se encontraba listo para lanzar la operación ofensiva contra el puerto de
Tarapacá ocupado por las tropas peruanas. Una vez recibida la autorización para desarrollar la
operación, éste envió un ultimátum con su ayudante personal, el Teniente JORGE HERNÁNDEZ, el
día 14 de febrero en las horas de la mañana. El Oficial peruano no dio ninguna respuesta escrita y
solo manifestó que lo iba a consultar con sus superiores y con el Gobierno de Lima. Cuando regresó
el Teniente HERNÁNDEZ en las horas del medio día, la respuesta peruana consistió en un ataque
aéreo a las tropas y al puesto de mando que quedaban al frente de Tarapacá, así como también el
bombardeo sobre la expedición de VÁSQUEZ COBO, cuyas embarcaciones se encontraban surtas
en el puerto de Ipiranga (territorio brasilero). Ante esta nueva agresión por parte del Perú, las tropas
colombianas recibieron la orden de atacar sobre Tarapacá empleando todos los elementos
disponibles, incluyendo el elemento aéreo. Inmediatamente despega la escuadrilla de combate de
Colombia, ya en vuelo hace que las aeronaves peruanas se retiren a sus bases y lanza a su vez un
bombardeo sobre las tropas del Perú acantonadas en Tarapacá. Dicha escuadrilla al mando del
General LUIS ACEVEDO, estaba integrada por 3 aviones caza y 4 de bombardeo, con los cuales se
arrojaron 12 bombas pesadas y 47 livianas sin que fueran conocidos los resultados al terminar la
tarde del día 14 de marzo de 1933. Al día siguiente muy temprano se prepara un ataque coordinado
para capturar nuestro puerto de Tarapacá; se iniciaron las acciones con fuegos de preparación de
artillería sobre las posiciones enemigas; después un bombardeo con los aviones utilizados el día
anterior y algunos otros llegados desde La Pedrera. Después de los fuegos de preparación,
ablandamiento y destrucción, se dispuso el desembarco de las tropas de infantería, utilizando varias
embarcaciones pequeñas, precedidas por la lancha “Córdova”.
Al desembarcar las tropas colombianas en Tarapacá, encontraron las posiciones abandonadas, así
como las instalaciones y los depósitos de abastecimientos con la casi totalidad de los mismos; de la
misma manera, en el precipitado repliegue de las tropas peruanas dejaron abandonadas algunas
armas, equipos y municiones, entre ellos dos cañones Krupp de 75 mm. Cuando se inició la
persecución por la trocha al sur de Tarapacá, apoyados con fuegos de artillería, el enemigo ya se
encontraba a una distancia considerable; solamente fueron encontrados rastros de sangre, lo cual,
supone algunas bajas que fueron evacuadas en su retirada.
El Gobierno de Colombia, a raíz de estos hechos, rompió relaciones en forma definitiva con el Perú,
quedando en manos de la Sociedad de las Naciones la solución diplomática del conflicto. Reunidos
los miembros del Consejo de seguridad, se nombró mediante resolución una comisión tripartita,
compuesta por España, Irlanda y Guatemala, a fin de que redactara las “recomendaciones” que
debían ser presentadas antes del 18 de marzo a dicho organismo. Una vez producidas las
“recomendaciones”, en el sentido de disponer, nuevamente y mediante resolución que el Perú saliera
de los territorios colombianos, son emitidas las instrucciones correspondientes para las comisiones
de Colombia y el Perú presentes en Ginebra. La comisión peruana no acepta lo dispuesto por la
Sociedad de las Naciones hasta no consultar con Lima dicho documento; y Lima no daba ningún
indicio de respuesta satisfactoria. En virtud de lo anterior las tropas colombianas, en ambos teatros
de operaciones, recibieron las ante órdenes de alistamiento para conducir nuevas operaciones.
Desalojados los peruanos del puerto de Tarapacá, el General ALFREDO VÁSQUEZ COBO
consideró que solamente necesitaba 500 hombres de infantería para continuar por la trocha que
conducía a Leticia y derrotar las tropas del país agresor que allí se encontraban. Esta propuesta
llegó al alto Gobierno y fue enviada al Estado Mayor General, en donde se encontraba como asesor,
tanto del Ejército como del Gobierno, el General chileno en uso de buen retiro FRANCISCO JAVIER
DÍAZ VALDERRAMA, Oficial de brillantes ejecutorias durante su desempeño en la segunda misión
militar chilena como Director de la Escuela Militar. Hecho el estudio por el asesor y el Estado Mayor,
se consideró que no era viable la propuesta del Señor General ALFREDO VÁSQUEZ COBO, desde
el punto de vista estratégico militar; además, el señor General DÍAZ VALDERRAMA ya había
elaborado un plan, el cual, estaba siendo debatido para ser sometido posteriormente a consideración
y aprobación del Presidente de la República.
Dicho plan contemplaba a grandes rasgos las siguientes fases:
Primera fase: Ataque a las tropas peruanas que se encontraban en el puerto de Tarapacá, con el fin
de empezar el rescate del Trapecio amazónico y disuadir la voluntad de la comisión negociadora del
Perú que se encontraba en Ginebra.
Segunda fase: Ataque a los puestos militares del Perú en Güepí y Puerto Arturo, a fin de capturar
territorio peruano que fuera canjeable más adelante si el conflicto continuaba y no se llegaba a
ningún resultado en las negociaciones.
Tercera fase: Ataque aéreo y terrestre al puesto de mando atrasado de las tropas peruanas
destacadas en Pantoja sobre el río Napo.
Cuarta fase: Bombardeo aéreo masivo a las unidades e instalaciones militares que constituían el
puesto de mando y la reserva de la región militar de Iquitos, hasta quebrantar su capacidad y
voluntad de lucha, para que desde allí no se pudiera apoyar y reforzar la guarnición peruana en
Leticia.
Quinta fase: Ataque a las tropas peruanas en Leticia y recuperación del Puerto y de la totalidad del
Trapecio Amazónico para la soberanía colombiana.
5.3.2. Batalla de Güepí (26 de marzo de 1933)
Aprobado el plan estratégico - militar del Estado Mayor General y desarrollada la primera fase, se
adelantó el estudio de inteligencia militar, llegando a la conclusión de que la base peruana que
mayores refuerzos había recibido era la de Güepí, ya que concentraba efectivos superiores a los 500
hombres, con apoyo de fuegos de diversos calibres, lo cual la constituía en una verdadera fortaleza
desde donde podían desarrollarse otros ataques sobre nuestro país. Puerto Arturo no incrementó
sus efectivos, manteniéndolos durante todo el tiempo en un pelotón. En virtud del análisis táctico y
estratégico la recomendación y la decisión fue la de atacar en forma específica la base militar de
Güepí.
5.3.2.1. Movimientos iniciales
El mando unificado de la operación fue confiado al Comandante del teatro de operaciones del alto
Putumayo, Coronel ROBERTO D. RICO, quien dispone la aproximación de las tropas de las armas y
servicios que se requerían para la conducción con éxito de la operación. Así mismo, fue solicitado
apoyo de fuego de artillería y que el elemento aéreo ubicara su puesto de mando en Puerto Ospina,
con el fin de tener la autonomía de vuelo suficiente para las salidas de combate y los
reabastecimientos que fueran necesarios. El puesto de mando adelantado de la operación fue
ubicado en El Palmar, en donde también se encontrarían las unidades de reemplazo y el puesto de
socorro; durante el desarrollo de las acciones, el puesto de mando sería móvil a bordo de la
cañonera “Santa Marta”; de la misma manera, elementos de sanidad en campaña serían ubicados al
otro lado del río, cercanos a la fortaleza de Güepí, una vez esta fuera conquistada. En la isla de
Chavaco frente a Güepí, debía ubicarse la compañía de armas pesadas; en la parte norte del río se
situaría protegida la cañonera “Cartagena” y las tropas de infantería debían conformar dos
agrupaciones: una procedente de El Encanto, aguas arriba del río Putumayo, y la otra procedente de
Puerto Asís, con el fin de desembarcar y atacar en el momento oportuno por ambos flancos la
posición peruana.

5.3.2.2. En espera de la orden de Bogotá


Nuestras tropas que habían realizado con mucho sigilo los movimientos iniciales, incluyendo
desplazamientos nocturnos, ocupan las áreas generales asignadas, permaneciendo en máximo
grado de alerta y en espera de la orden definitiva de Bogotá para lanzar el ataque. El Gobierno de
Colombia estaba muy pendiente de los resultados de las conversaciones que se adelantaban en
Ginebra; tan pronto se tuvo conocimiento de que la Comisión tripartita había emitido sus
“recomendaciones” con fecha 18 de marzo de 1933, a través de las cuales se le exigía al Perú
entregar los territorios Colombianos ocupados y en vista de que estas exigencias no fueron
aceptadas por la comisión peruana, el Presidente de la República y el Estado Mayor General
autorizaron al Coronel RICO para llevar a cabo un ataque coordinado a la posición fortificada de
Güepí con fecha 26 de marzo de 1933.
5.3.2.3. Orden de ataque
Esta orden fue elaborada personalmente por el señor Coronel ROBERTO D. RICO, comandante del
destacamento para las tropas participantes procedentes de las guarniciones de Puerto Asís, Puerto
Ospina, Caucayá y El Encanto; así mismo, para la artillería agregada, la flotilla fluvial compuesta por
las cañoneras “Santa Marta”, “Cartagena” y el transporte de tropa “Sinchi Roca”, para la aviación de
apoyo aero-táctico con puesto de mando en Puerto Ospina y para las diferentes unidades de apoyo
de servicios para el combate que incluían abastecimientos clase I, amunicionamiento, sanidad, culto
y enlaces.
En cuanto al enemigo, el señor Coronel RICO dice lo siguiente: “La Guarnición peruana de Güepí se
prepara defensivamente desde el 1º de septiembre de 1932. En los últimos meses ha sido reforzada
con tropas de Pantoja y ha intensificado sus obras de fortificación de manera ostensible. Mediante la
observación aérea y la inteligencia de combate desarrollada por nuestras tropas, se ha comprobado
que el núcleo principal de defensa está concentrado en Güepí, sobre la desembocadura del río del
mismo nombre. Se han constatado también varios puestos a lo largo del río, incluyendo el de Puerto
Arturo con fuerzas no superiores a un pelotón. De acuerdo con las informaciones recibidas, las
fuerzas peruanas en Güepí se calculan en 500 hombres, con apoyo de fuegos de armas automáticas
y cañones de 75 mm; también cuenta con una escuadrilla de apoyo aéreo en la base de Pantoja
sobre el río Napo”.
Esta orden, como se puede constatar, no descuida ningún detalle y es clara, precisa y concisa, lo
cual demuestra la formación y el sentido profesional del Coronel RICO y los demás cuadros de
mando participantes en esta operación. Al final de ella, le indica a las unidades que se esperan los
informes en el puesto de mando de El Palmar y se firma con fecha 24 de marzo de 1933.

5.3.2.4. Desarrollo de las acciones


Recibida la orden de operaciones por los comandantes de los diferentes elementos participantes,
estos procedieron a ocupar con todo el secreto posible, las posiciones ofensivas. Se considera que
el sigilo en los movimientos constituyó parte del éxito antes de lanzar el ataque.
5.3.2.4.1. Actuación del elemento aéreo
El día 26 de marzo, en las primeras horas de la mañana, nuestros aviones de caza y bombardeo
bajo el mando del Mayor HERBERTH BOY, inician el ataque sobre la fortaleza de Güepí y regresan
a Puerto Ospina para desarrollar en total dos salidas de combate con cada una de las aero naves.
5.3.2.4.2. Fuegos de preparación y ablandamiento
Con la sección de artillería agregada y la compañía de armas de apoyo ubicadas en la isla de
Chavaco, se mantuvo el fuego nutrido y permanente sobre las posiciones de Güepí después de la
participación del elemento aéreo.
5.3.2.4.3. Desembarco de las tropas de infantería
Siendo aproximadamente las 11 de la mañana del día 26 de marzo de 1933, las tropas procedentes
de Puerto Asís, aguas abajo del río Putumayo, y las procedentes de El Palmar y El Encanto, aguas
arriba del mismo río, inician su desembarco para moverse en forma silenciosa sobre territorio
peruano y atacar en forma simultánea, por el norte y por el sur, la guarnición de Güepí; las
cañoneras “Santa Marta” y “Cartagena” con sus cañones de cubierta debían apoyar estos dos
ataques. Así mismo, con las tropas de infantería dispuestas en Chavaco, se debía atacar en forma
frontal hasta capturar la trocha que conducía a la base peruana de Pantoja, con el apoyo de las
lanchas acorazadas dotadas de armas automáticas y mimetizadas detrás de los islotes que
quedaban al frente de la isla de Chavaco.
.2.4.4. Actuación del soldado JUAN BAUTISTA SOLARTE OBANDO, héroe de Güepí
El Sargento Segundo JOSE J. GRANADOS LOZANO, comandante de la sección de ametralladoras
a la cual pertenecía el soldado SOLARTE OBANDO, narra lo siguiente:
“En la noche del 25 de marzo se nos previno que estuviéramos preparados para el ataque. Hice la
distribución de mi personal; a SOLARTE OBANDO le asigné el puesto de ranchero. A las ocho de la
mañana del 26, SOLARTE OBANDO con mala disimulada nerviosidad me dijo: “Mi Sargento
cámbieme de puesto, yo quiero tomar parte en el combate”. A las ocho, oímos el ruido de los aviones
y luego el retumbar de los cañones del “Santa Marta”; en seguida la voz firme del Teniente GÓMEZ
JURADO que gritaba: “Valor muchachos y adelante…FUEGO”. La última sílaba de la voz de mando
la pisé con la primera ráfaga de mi ametralladora, contestada inmediatamente por las del enemigo,
cuyas primeras balas hicieron blanco en unos pantalones que había puesto a secar en un árbol por
encima de nuestras cabezas”.

“SOLARTE impaciente y armado de un machete, dio un salto fuera de la trinchera, diciendo: “Mi
Sargento esas ramas impiden la puntería” y comenzó a cortarlas hasta que el fuego del enemigo lo
hizo saltar nuevamente a la zanja”.
“Mire mi Sargento, me dijo SOLARTE: “Allí, bajo aquel árbol alto, sale humo y allí está la pieza que
nos está dando candela”; reprendí a SOLARTE por su actuación, ordenándole que fuera a ocupar su
puesto de ranchero. Una descarga del enemigo y es alcanzado Ismael Meneses; al verlo SOLARTE
grita: “Mi Sargento, yo vengaré la sangre de este hijo de Nariño”; mi pieza se había encascarado.
Cuando volví a emplazar la pieza, vi una embarcación conducida por un solo tripulante y siendo
blanco de las descargas enemigas; en la canoa mal manejada iba SOLARTE OBANDO llevando
como única arma un machete. Concentramos el fuego sobre las piezas enemigas para protegerlo y
lo vimos llegar a tierra y arrastrarse como una culebra hasta la prominencia donde estaba emplazada
la pieza enemiga que no había sido silenciada y no permitía el desembarco de nuestras tropas por el
frente. Suspendimos el fuego por temor a herirlo; al mismo tiempo varias canoas repletas de
soldados y protegidas por el cañonero “Santa Marta” se dirigían rumbo a la posición peruana”.
“La ametralladora que nos hacía fuego, tenía a tiro a un centenar de hombres cuando SOLARTE
estaba solo a unos diez pasos de ella. Fue un momento inolvidable. Nuestros hombres iban a ser
segados por la pieza enemiga colocados a menos de cien metros. Los creímos perdidos a todos. La
canoa se había dejado arrastrar por la fuerte corriente del río y había perdido la protección del
cañonero. Era imposible que las compañías del Capitán VELOZA y del Capitán URIBE LINARES
llegaran a tiempo para atacar al enemigo. Nuestros hombres no podían desembarcar porque el nido
de ametralladoras del flanco derecho enemigo los tenía a tiro de pistola. Auxiliarlos con nuestra pieza
era imposible, lo impedía SOLARTE OBANDO quien estaba muy cerca al puesto enemigo”.
“Fue un momento supremo, que más tardo en relatarlo que en cumplirse. SOLARTE, haciendo relucir
su machete a los rayos del sol se puso de pié y se lanzó sobre la ametralladora enemiga. El artillero
viendo tan cerca un enemigo, viró la pieza contra el valiente soldado. Oímos el rugido de la ráfaga de
la ametralladora y SOLARTE OBANDO cayó sobre la pieza silenciándola con su cuerpo. Caía uno
de nuestros héroes en la Batalla de Güepí y su sacrificio liberaba de una muerte segura a centenares
de nuestros soldados que pudieron desembarcar y atacar al enemigo por ese flanco hasta cumplir la
misión. Con el peso de SOLARTE, la pieza ligeramente emplazada, rodó con su trípode por el
barranco y nuestros hombres, libres del fuego de esa ametralladora, pudieron saltar a la ribera
peruana y continuar el avance, encontrando el cuerpo de SOLARTE abrazado a la ametralladora y
destrozado el pecho por muchos proyectiles”.

5.3.2.4.5. Derrota de las tropas peruanas y consolidación del objetivo


Cuando las tropas peruanas fueron castigadas con los fuegos del apoyo aero táctico, la artillería y
los fuegos de la compañía de armas pesadas y además, sintieron el ataque simultáneo a la fortaleza,
primero por el flanco norte y a continuación por el flanco sur, a los cuales se sumaba los fuegos y el
ataque frontal desde la isla de Chavaco y los islotes que quedaban más adelante, empezaron a
replegarse por la parte posterior de las posiciones fortificadas, empleando la trocha que conducía a
Pantoja. Las tropas que atacaban por el flanco sur no alcanzaron a llegar oportunamente para cerrar
dicha vía de escape. El enemigo abandona sus posiciones y todo el campo de Güepí, emprendiendo
en forma precipitada la retirada hacia la selva; además de la trocha principal que conducía a Pantoja
habían construido otra que llegaba hasta Lagarto-cocha sobre el río Napo.
Tan pronto llegaron las tropas colombianas al centro de las posiciones enemigas, los mayores
GUARÍN y TELLEZ impartieron a las compañías la correspondiente orden para iniciar rápidamente la
persecución. El Señor Mayor GÓMEZJURADO en su libro “Conflicto Colombo – peruano 1932-
1933”, narra lo siguiente: “Al aproximarnos al lindero de la selva, donde los peruanos tenían un buen
número de ranchos disgregados y ocultos entre los árboles, recibimos nutridas descargas de fusilería
por parte de los centinelas que los derrotados habían dejado en calidad de retaguardia para la
protección de su retirada. Allí y sobre la entrada de las trochas se reemprendió el combate; cuando
los obligamos a ponerse en fuga, pudimos penetrar en las trochas, en las que a medida que
avanzábamos, íbamos encontrando mucha sangre y varios muertos y heridos peruanos. Recogimos
a estos últimos que fueron conducidos a nuestro hospital de campaña y a los puestos de socorro, en
donde nuestros médicos Olózaga, Rodríguez, Osorio, González y Gamboa, multiplicaban sus
esfuerzos para salvarlos, habiendo sido distribuidos en los puestos de socorro instalados en Güepí,
en la isla Chavaco, en los cañoneros y en el hospital de campaña y de sangre instalado en El
Palmar, en el cual, funcionaba la sala de intervenciones quirúrgicas. En igual actividad se
encontraban nuestros capellanes, el Padre Trujillo y el Padre Justino, para dar auxilio espiritual a los
agonizantes”.
“Al llegar nuestra avanzada hasta “La Rebeca”, distante unos 40 kms al sur de Güepí, la compañía
de infantería, comandada por el Capitán LUIS URIBE y los Tenientes FRANCISCO BENAVIDES DE
LA ESPRIELLA, DEOGRACIAS FONSECA y CARLOS MANRIQUE con quienes marchaba el Mayor
JULIO GUARÍN, entró en contacto con una fuerte agrupación de tropas enemigas, que venían como
vanguardia de una columna peruana que desde Pantoja marchaba con la intención de reconquistar a
Güepí y estaba compuesta por tropas frescas llevadas desde la ciudad de Iquitos. Hasta allí
pudieron llegar las tropas peruanas porque nuestros valientes soldados desbarataron las diversas
tentativas para sobrepasar nuestra resistencia”.
“En “La Rebeca” fueron organizadas varias obras de defensa para resistir los ataques peruanos en
su intento por reconquistar el puerto y los territorios perdidos. La compañía URIBE fue la encargada
de resistir los ataques del batallón enemigo que se desplazaba por la trocha. Esta compañía cumplió
en forma brillante con su deber siendo trasladada a Güepí el 13 de abril de 1933. Para relevarla fue
enviado un nuevo personal de tropa, organizado por un pelotón de 40 soldados bajo el mando del
Teniente LUIS GÓMEZJURADO G, quienes continuamos sosteniendo ese “puesto-muralla” que en
ningún momento podía ceder, porque de su permanencia dependía la seguridad de la totalidad de
nuestras tropas escalonadas en los diversos puestos sobre territorio peruano. Al recibir el puesto de
“La Rebeca”, di a mis valientes soldados la siguiente consigna: “MORIR ANTES QUE PERMITIR EL
PASO AL ENEMIGO” ”.
Fueron necesarios muchos combates para demostrar a las tropas y a las autoridades del Perú que
nuestro Ejército estaba dispuesto a ofrendar su sangre hasta el último de sus soldados para
recuperar los territorios ocupados por el agresor. Entre las actuaciones intrépidas se puede citar “el
golpe de mano de La Zoila”, el cual, se llevó a cabo el 26 de mayo de 1933 cuando aún no se
conocía el acuerdo de Ginebra sobre la suspensión de hostilidades. Un Oficial valeroso, el
Subteniente GUILLERMO ALDANA y nueve de sus subalternos, sorprendieron y capturaron a tres
Oficiales y 76 soldados peruanos, comandados por el Capitán BADARRAGO, a quienes les
incautaron 43 fusiles y 3 ametralladoras. La Zoila, distante 35 kms de Güepí sobre territorio peruano,
fue posible gracias a un ardid del Subteniente ALDANA, quien al descubrir la unidad peruana en
reposo, la rodeó con su reducida fracción e irrumpió audazmente pistola en mano en el área de
descanso, intimando la rendición y simulando que comandaba una compañía de infantería con la
cual los tenía rodeados. La patrulla colombiana pertenecía a la compañía del Capitán POMPILIO
DUARTE. El número de los vencidos aumentó con un Oficial, el Subteniente Cristián Acosta y 13
soldados más, capturados por otra pequeña agrupación al mando del Teniente GÓMEZ GÓMEZ. El
Teniente ALDANA y sus subalternos fueron condecorados con “La Cruz de Boyacá” por esta
actuación destacada de valor.
5.4. RESULTADOS GENERALES Y CONSECUENCIAS MILITARES
Tropas Colombianas:
Muertos : 16.
Heridos : 13.
Tropas peruanas:
Muertos : 27.
Heridos en nuestro poder : 14.
Prisioneros : 1 Oficial y 22 soldados.
La captura de la posición fortificada de Güepí y los territorios peruanos anexos, constituye una de las
operaciones más gloriosas de nuestro Ejército en los tiempos modernos. Fue una obra maestra en el
planeamiento, en el desarrollo táctico de la operación y en el comportamiento heroico de nuestros
soldados. Con esta victoria colombiana sobre las tropas peruanas, se abandonaron paulatinamente
las posiciones recalcitrantes de las autoridades del Perú, tanto en Lima como en Ginebra, aceptando
las “recomendaciones” de la comisión tripartita que antes habían rechazado. La actuación valerosa
de todas las tropas colombianas destacadas en el sur para la defensa de nuestra soberanía, obligó a
los peruanos a firmar el “acuerdo de Ginebra” el 24 de mayo de 1933, por el cual se comprometía a
devolver los territorios de Colombia, mediante canje de los territorios peruanos que habían sido
ocupados por las tropas colombianas. El Puerto de Leticia sería administrado durante un año por una
comisión fiduciaria designada por la Liga de las Naciones, la cual debía recomendar en qué
momento podía ser ocupado por las tropas colombianas. No fue necesario esperar un año de
administración, ya que el 25 de junio de 1933, la comisión indicó que ya podían ser instaladas las
tropas colombianas en Leticia. Mediante los buenos oficios del Brasil, venían sesionando en Río de
Janeiro dos comisiones, una colombiana presidida por el Doctor Roberto Urdaneta Arbeláez y
teniendo como integrantes a Guillermo Valencia y a Luis Cano; la otra, peruana presidida por el
Doctor Víctor Maurta, teniendo como integrantes a Víctor A. Balaninde y Alberto Ulloa. Estas
comisiones terminaron sus conversaciones de paz y cooperación el 24 de mayo de 1934, firmando el
documento que se conoce como “Protocolo de paz, amistad y cooperación de Río de Janeiro“,
mediante el cual los peruanos lamentaban los acontecimientos ocurridos a partir del 1º de
septiembre de 1932 y se ratificaba en todas sus partes el Tratado Lozano - Salomón.
5.5. TALLER DE APLICACIÓN
Sintetizar las cuatro partes básicas del marco teórico de la lección de historia militar (antecedentes,
arte militar, desarrollo de las acciones y resultados generales y consecuencias militares).
Nivel de aplicación de las Ciencias Militares Básicas (Táctica, estrategia y logística), a la luz de los
principios de la Guerra.
Detectar los aciertos y errores más sobresalientes en la conducción de las tropas durante el
desarrollo de las acciones de ambos contendientes.
Determinar las conclusiones sobre el porqué se ganó o se perdió la acción de armas en estudio.
Deducir las enseñanzas que puedan ser aplicables a la solución de nuestro conflicto.
Los alumnos deben elaborar el trabajo analítico de la Batalla de Güepí de acuerdo con el formato
guía y se deben preparar para la sustentación correspondiente.

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