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Rubén
Darío y Antonio Machado.
1. Introducción
A finales del siglo XIX Europa vive años de esplendor, la revolución industrial entra
en una nueva fase y el progreso técnico es notable; se desarrollan considerablemente los
transportes y las comunicaciones y los países capitalistas más desarrollados, a los que se
han sumado EE.UU y Japón, se reparten el planeta.
Las tensiones entre los diferentes imperios ante la necesidad de expansión de
mercados y la lucha por la supremacía de Gran Bretaña, Francia y Alemania, el
crecimiento de EE UU y Japón, la agonía de los viejos imperios ruso, turco y
austrohúngaro… todos estos factores desencadenan la catástrofe sin precedentes que
daría al traste con el optimismo del liberalismo decimonónico: la Primera Guerra Mundial
(1914 – 1918), en la que participaron casi todas las grandes potencias. Fue un conflicto
brutalísimo, con un grado de destrucción desconocido hasta el momento en la Historia,
que a su vez trajo consigo la Revolución Bolchevique, que surgió en un principio como
movimiento de oposición a la participación de Rusia en el conflicto.
Por su parte, España es un país rural en el que abunda la fuerza de trabajo y los
salarios son muy bajos. Se está produciendo un gran éxodo del campo a las ciudades y
aumenta la emigración a América. Una oligarquía de terratenientes y financieros posee el
poder político y económico y entra en conflicto con el conato de burguesía periférica
surgida por los procesos de industrialización en Cataluña y el País Vasco, mayormente. El
sistema político es el heredado de la Restauración borbónica, basado en la corrupción
como mecanismo para establecer un turno de gobierno entre el partido Liberal y el
Conservador, completamente irrelevante en lo tocante a programas políticos.
Dos hitos ponen en crisis el sistema político. Por un lado, el desastre del 98, la
guerra perdida contra EEUU, que destruye la Marina española de un plumazo y se queda
con los últimos territorios de ultramar: Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Además de impulsar
un cierto movimiento regeneracionista, el resultado fue otro desastre: la mayor implicación
de los militares españoles en la distribución de las zonas de influencia en el norte de
África, junto con Francia y Alemania, que trajo consigo el impulso de la guerra de
Marruecos y la revuelta conocida como Semana Trágica, en la que el pueblo barcelonés
se alza contra el reclutamiento militar obligatorio de la gente pobre (los ricos eludían las
armas pagando) y termina con una represión brutal (incluido el fusilamiento del maestro
anarquista Ferrer i Guàrdia).
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El segundo factor que aceleró la implosión del sistema de la Restauración fue la
neutralidad española en la Gran Guerra, que trajo consigo un aceleramiento del desarrollo
industrial en la periferia, con el consiguiente incremento de las tensiones regionalistas por
una parte, y el crecimiento imparable del movimiento obrero, por otra. Las reivindicaciones
de los trabajadores encuentran eco entre muchos intelectuales. En estos años se
consolida la labor que comenzaran gentes como Giner de los Ríos, aglutinada en círculos
progresistas como la Institución Libre de Enseñanza. Entre las clases acomodadas crecen
las ideas republicanas y socialistas, y se va preparando el campo para la crisis definitiva
de la monarquía borbónica de raíz decimonónica.
2. El Modernismo
[El albatros.
Charles Baudelaire.
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ridículo. Las enormes alas del albatros revelan su pertenencia exclusiva al cielo. También
el poeta ha nacido para volar y su vida no es más que añoranza de ese mundo ideal al
que pertenece. De ahí su alcoholismo crónico, su voluntad de huida a cualquier precio. El
poeta sacrifica su vida en aras de la Literatura, lo apuesta todo en cada jugada.
El poeta tenía que inmolarse a la vista de los lectores y darles, con cada
soneto, su sangre y su carne. Había que dejarse descuartizar hasta la última
víscera, como hizo Darío, y que los lectores caníbales devoraran sus sesos, su
páncreas, su hígado y la carne rosada de sus pulmones. (Manual de literatura para
caníbales, de Rafael Reig).
A principios del siglo XX el Realismo entra en decadencia como movimiento
estético. Los jóvenes creadores rechazan la estética burguesa que representa esta
corriente artística- Les dan el nombre de modernistas, denominación peyorativa que
censuraba su afición a la vida bohemia y su actitud rebelde y contraria a toda integración
social. Los nuevos autores aceptaron la etiqueta, pero entendida de modo positivo, como
definitoria del culto a la belleza, la búsqueda del ideal y el rechazo a la mediocridad.
El Modernismo literario tiene su origen en Hispanoamérica, con autores como
Rubén Darío o José Martí. Se inspiran, sin embargo, en la literatura francesa: en Charles
Baudelaire (1821-1867), el precursor del cambio, y en la revolución de las letras francesas
que desencadenan el simbolismo de Arthur Rimbaud (1854-1891) o Paul Verlaine (1844-
1896) y el Parnasianismo de Théophile Gautier (1811-1872). El Parnasianismo defiende el
ideal del arte por el arte frente al arte utilitario. Busca, ante todo, la belleza formal, y acaba
polemizando contra simbolistas y decadentistas, promoviendo un carácter elitista y
deshumanizado del arte que anuncia las primeras vanguardias del siglo XX. El simbolismo
convierte la poesía en una forma de conocimiento que capta a través de símbolos una
realidad que no es perceptible físicamente: ideas, sentimientos, angustias, obsesiones;
conceden gran importancia a los sueños, a la intuición, a la imaginación, a lo misterioso.
Evoluciona hacia imágenes más o menos coloristas y estilizadas de un jardín simbólico
que representa las entrañas anímicas e intelectuales del poeta. En su vertiente
decadentista hurga en lo feo, lo corrupto, la podredumbre, el hastío, de una realidad
desagradable pero vivida a tope.
Los modernistas latinoamericanos y españoles encuentran también otras
importantes influencias: Oscar Wilde o poetas españoles como Gustavo Adolfo Bécquer,
Rosalía de Castro, Espronceda y Zorrilla, Gonzalo de Berceo, Jorge Manrique y los
poetas de Cancionero.
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3. Rasgos generales del Modernismo
3.1. Afán de originalidad para demostrar su desprecio por las convenciones y la mesura
propias de la sociedad burguesa del siglo XIX. Esta originalidad se hace presente en todo
su ser: vestimenta, radicalismo político, provocación.
3.2. Rebeldía: el artista se sentía al margen de la sociedad y protestaba contra el orden
burgués establecido. Igual que hizo el Romanticismo en su momento, desarrolla el gusto
por épocas pasadas (Edad Media, Grecia Clásica). Revalorizan lo intemporal, lo
imperecedero.
3.3. Decadentismo: gusto por lo mortecino y lo ruinoso¸ lo oscuro, lo enfermizo como
manifestación de la nada que aguarda, como signo de rebeldía ante una sociedad que
exalta el triunfo y lo material. Es frecuente que aparezca en literatura el tema de la “ciudad
muerta”: Venecia, Ávila, Toledo… El decadentismo manifiesta también gusto por lo
morboso, el refinamiento, la sobreabundancia de referencias culturales. Proviene de la
influencia de Baudelaire, Rimbaud y Verlaine, mayormente.
3.4. Hastío vital, que se manifiesta en el pesimismo, escepticismo, insatisfacción,
descontento, desconfianza en los gobernantes, desánimo, melancolía, abulia… Lo que
choca con el racionalismo burgués.
3.5. Erotismo como expresión del vitalismo. En esta literatura conviven el erotismo
refinado con lo obsceno, lo perverso y lo demoniaco. Hay cierta atracción por lo marginal:
prostitutas, bebedores, delincuentes por lo que tienen de anticonvencional. Recordemos
que Baudelaire, el gran inspirador, murió de la sífilis que le contagió una prostituta bizca y
calva.
3.6. Lo exótico: el rechazo de la vulgaridad que los autores ven en la sociedad de su
tiempo hace que desarrollen cierto gusto por lo exótico que hallan en las civilizaciones
asiáticas, el mundo musulmán y en las antiguas culturas.
3.7. Cosmopolitismo: Gusto por los viajes, por conocer gentes y lugares distintos. La
meca de estos artistas es París, cómo no, con su vida bohemia y sus cafés. Junto a esto,
y aunque parezca contradictorio, los mismos modernistas muestran afición a los tipos
castizos (Cupletistas, gitanos, toreros…) como exaltación de lo pintoresco tan diferente a
la uniformidad burguesa.
3.8. Angustia existencial, que les lleva a buscar lo trascendente y que se manifiesta en
un espiritualismo torturado, panteísmo (identificar a Dios con la naturaleza) o en la afición
por las doctrinas esotéricas.
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3.9. Esteticismo, culto a la belleza. La poesía será la encargada de buscar la belleza
absoluta, la armonía, y reunirá el cromatismo, la plasticidad y los sonidos – propios de la
pintura, la escultura y la música- en un arte absoluto. Es la influencia del Parnasianismo.
4. Características de la poesía modernista.
La poesía modernistas busca efectos plásticos con el uso de colores, unas veces
llamativos y otras delicados, a los que se refieren directamente o por medio de objetos
preciosos (azul, violeta, lila, púrpura, oro, plata, rubí…). También son frecuentes los
efectos sonoros, bien mediante el uso de recursos fónicos (aliteraciones, por ejemplo),
bien mediante alusiones a instrumentos musicales. Tampoco faltan los aromas refinados
sugeridos por medio de flores y plantas. El léxico se enriquece con vocablos exóticos,
cultismos, neologismos. Se recrean ambientes con valor simbólico y evocador como
jardines lejanos y otoñales, fuentes, estanques, surtidores. Aparecen animales elegantes
o fabulosos (cisnes, pavos reales, unicornios), personajes reales o mitológicos (princesas,
caballeros, ninfas, sátiros, sirenas…).
El ansia de renovación les lleva a mostrar una gran variedad métrica. Se
experimenta con estrofas y poemas (sonetos en versos alejandrinos, por ejemplo), se
emplean versos tradicionales (endecasílabo y octosílabo) junto con el alejandrino, que es
muy del gusto de estos poetas, por influencia francesa se empieza a utilizar el
dodecasílabo, también se utiliza el verso libre.
5.2. Obra.
Primeras obras: Iniciación melódica, Epístolas y poemas, Rimas y abrojos. En ellas
se detectan influencias de los poetas románticos, hay sobre todo imitación de Bécquer,
Campoamor y Víctor Hugo.
Azul significa el inicio del movimiento modernista. En esta obra – que se compone
de cuentos, poemas y prosa poemática- aparecen mezclados elementos románticos junto
con elementos parnasianos (búsqueda de la belleza y de la perfección formal). Domina un
tono de refinada elegancia y en todos los poemas se recrean múltiples sensaciones. Es
de un virtuosismo notable en la métrica, el léxico, la musicalidad, el color, todo de una
exquisita elegancia, en la estela del Parnasianismo más exigente.
Prosas profanas supone la plenitud modernista de este poeta. En este libro
destacan ante todo el preciosismo, el exotismo y la fantasía refinada. Darío alcanza la
perfección formal que ansía, y hace una poesía que se eleva con una potente imaginación
formal y una capacidad de ornamentación extraordinaria. El prólogo de esta obra es de
gran importancia porque el poeta expone su teoría acerca de la poesía, la poesía es en su
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opinión algo muy personal y por lo tanto ningún poeta ha de ser imitador o seguir las
huellas de otro servilmente.
Cantos de vida y esperanza es la obra en la que Rubén Darío desciende a la
realidad del mundo que lo rodea. En ella hay una vuelta a la preocupación social y
aparecen temas como la política, el amor a España o el recelo ante los EE UU. En esta
obra ya ha abandonado la obsesión esteticista y busca una poesía más íntima, aunque
sin abandonar la búsqueda de la belleza formal. A partir de esta obra predominan en la
obra del poeta la melancolía, la angustia y la obsesión por la muerte. Es avanzado en su
concepción libre, con presencia de la ironía, el humor, el prosaísmo característicos de
buena parte de la poesía post vanguardista del siglo XX.
Últimas obras: El canto errante, Poema de otoño y otros poemas, Canto a la
Argentina y otros poemas. Estas obras son muy heterogéneas puesto que en ellas se
recopilan poemas de diferentes épocas. El poeta vive ya de su fama, es poesía de
supervivencia, más que nada, al tiempo que se deteriora su estado físico y mental.
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