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Hace muchos años, tantos que es imposible decir con exactitud, existió un dios menor

llamado Sansai, quien como muchos otros que le precedieron, tenía la habilidad de crear
cualquier cosa dentro del universo que se le había otorgado; creaba de todo (estrellas,
planetas, asteroides…) pero lo que más le gustaba era crear vida; se emocionaba cuando
creaba criaturas que tuvieran autonomía y su principal interés era observar cómo
evolucionaban. En ocasiones se quedaba muy cerca del hogar de sus nuevos
experimentos, en otras se aburría en la espera y se iba a extender el universo para poder
crear aún más interesantes que las anteriores.

En alguno de esos siglos se le ocurrió un nuevo diseño para unos seres vivientes y
entonces se dio a la tarea de crearles un planeta adecuado para depositarlos después
allí. Eran unas masas humanoides chiquitas y tan comunes que resultaban sosas; su piel
tenía un tono rosado grisáceo, únicamente tenían dos grandes ojos en su rostro sobre un
agujero que parecía ser una boca. Y aunque a la vista de cualquiera no eran gran cosa,
eran como un bebé… pronto se desarrollarían y cambiarían completamente hasta casi
ser incomparables a su estado original.
Sansai observó un par de siglos a sus creaciones que recientemente había bautizado
como Panes después de pensar durante todo ese tiempo un nombre adecuado, sin
embargo pronto se aburrió porque no estaba ocurriendo nada que se considerara
particularmente interesante y decidió que se iría un par de siglos más a continuar
explotando sus dones creativos, mientras sus nuevas creaciones se desarrollaban
lentamente hasta que hubiera algo interesante que denotar y que valiera la pena
observar con detenimiento. Y así, Sansai salió del planeta y viajó por su universo
observando sus otras creaciones anteriores, creando nuevas formas de vida y nuevos
cuerpos espaciales durante su paseo.

Un par de siglos después, regresó a observar a los Panes y ver los progresos que éstos
habían hecho durante todo aquel tiempo. Al llegar al planeta donde residían sus tan
ansiadas creaciones, se sorprendió de que a pesar de que se había ido poco más de
medio milenio, los Panes no habían progresado tanto como él habría esperado y que
además, se habían creado varios grupos derivados del original y se habían distanciado
mucho geográficamente, de manera que cada uno estaba desarrollándose de distintas
maneras por su cuenta e incluso se veían todos muy diferentes. Decepcionado y siendo
tan perfeccionista, pensó en destruir el planeta para comenzar desde cero y no tener
ningún error esta vez. Sin embargo, justo cuando puso su dedo sobre el planeta para
destruirlo, creó un gran cráter justo en el medio de todas los grupos de Panes, y de éste
se abrió una grieta en la parte superior del planeta, por el que salía una luz rojiza que
irradiaba calor. El dios menor observó que los tres grupos de Panes reaccionaron a el
cambio en su entorno y aunque tenían reacciones diversas, todos parecían tan
atemorizados como sorprendidos ante aquel acontecimiento nunca antes visto, pues era
una fuerza que ellos no comprendían. Esta situación le pareció a Sansai particularmente
interesante y por esto durante un momento más pensó y se preguntó qué pasaría si él
interviniera en el desarrollo de éstas criaturas, otorgándoles ciertos conocimientos y
condiciones favorables para acelerar su desarrollo. Aunque era algo que jamás había
hecho. Esa idea iría en contra de las costumbres y manías que tenía, lo cual lo hacía
sentir incómodo. Pensó un poco. Sí, lo haría, lo consideraría un experimento y se
permitiría por primera salir de su zona de confort para probar cosas que nunca antes se
había atrevido a hacer.
A pesar de la idea, se dio cuenta que el distanciamiento geográfico no le permitiría
ayudar a todos los Panes de la misma forma y también estaba seguro de que tendría que
buscar una forma poco intrusiva para presentarse de modo que no se asustaran y todo
fluyera de manera natural. Por esto, se dispuso un tiempo exclusivamente a observar
todas las condiciones de los entornos y logró darse cuenta que a la par de sus
creaciones, pero de manera diferente, se habían desarrollado de forma no planificada
diferentes criaturas que eran completamente distintas a las que él había diseñado. Se dio
cuenta así, que los Panes, que se habían desarrollado con esas criaturas, estaban
familiarizados con ellas y decidió que a través de la imagen de esas criaturas cercanas,
se presentaría con ellos para guiarlos.
Así, vió que uno de los grupos se había establecido a mitad de la montaña nevada y que
tanto las condiciones climatológicas como la escasez de comida en esa área estaba
mermando lentamente a los integrantes. Sansai había observado que en la zona habían
unos animales robustos que caminaban en cuatro patas y que sobrevivían al frío gracias
a un frondoso pelaje y una capa de grasa bajo este que conservaba muy bien el calor
corporal, así que se presentó con una apariencia basada en esa ante los pobladores que
estaban acostumbrados a ver a este tipo de seres vagando por esas tierras. En esa
forma, les enseñó a pescar en el río cercano, a cazar y a recolectar alimentos vegetales.
También les enseñó cómo hacer fuego, ya que aunque ya lo conocían todavía no
dominaban la técnica y les mostró que para protegerse del cuerpo, podían usar las pieles
de animales cazados como prendas. La tribu prosperó, instalándose en cuevas a las
faldas de la montaña, y el dios, después de otorgarles como regalo el crecimiento de un
frondoso vello corporal que se desarrollaría completamente en pocas generaciones, se
retiró con la siguiente tribu.
El siguiente grupo al que se presentó fue al de la selva, y lo hizo a través de un animal
que vio era muy similar a sus creaciones, pero con un pequeño cuerpo muy peludo y con
una gran cola. A este grupo les mostró que si observaban muy bien a los otros seres
vivos de su alrededor, podrían aprender bien cómo sobrevivir dentro del laberinto
selvático. Así, les enseñó cómo trepar como las criaturas en las que se había basado para
convertirse, cómo cazar insectos y otros animales pequeños, a recolectar vegetales y
también les enseñó cómo construir sus viviendas en los árboles, alejados de muchos
depredadores que estaban haciendo que decreciera en número su población. Además,
también les hizo un regalo que se desarrollaría en unas pocas generaciones: un cuerpo
delgado para la agilidad, unas manos más largas y una cola que les ayudara en su
capacidad de supervivencia entre los árboles. Y así, se fue con el siguiente grupo.
Llegó a la sabana, y como en este grupo habían desarrollado respeto por un animal color
miel con una melena frondosa, decidió que esta sería la mejor forma. A ellos les enseñó a
observar su entorno para mejorar sus habilidades de caza, y como regalo, les dio un
cuerpo más atlético para así ayudarles en la única actividad de la que podían obtener
alimento; además, les dio otro regalo un poco menos visible: la capacidad de controlar su
temperatura corporal adecuadamente y soportar altas temperaturas.

Cuando el pequeño y curioso Sansai se sintió satisfecho con lo que había logrado en
aquel planeta, se quedó observando un momento, justo antes de partir para seguir con
sus tareas. Observó el mapa en tiempo real de su pequeño universo que se expandía
constántemente a una velocidad lenta y observó que había una zona un poco retirada
que aún permanecía vacía; no estaba muy seguro de querer alejarse tanto porque creía
que si no le ponía especial cuidado a los Panes, al ser un poco tontos, podrían perecer
incluso antes de que él volviera, y aunque era un dios, era uno menor, asì que entre su
canasta básica de poderes no estaba incluído el control del tiempo. Pero tenía que
cumplir con ciertas tareas y al ser un poco perfeccionista -o procrastinador- siempre se
atrasaba en las asignaciones que le había dado el superior, entonces decidió que iría allá.
Sabía que si se apresuraba y procuraba no distraerse, seguramente podría llegar a
tiempo a ver cómo iba todo con los Panes y así evitar algún desastre antes de que
ocurriera. Entonces se alejó flotando en el espacio, esperando que todo resultara como
él quería.

Sansai logró concentrarse en lo importante y logró terminar sus tareas en ese extremo
de su universo; sin embargo, jamás se imaginó que se cansaría rápidamente. El pequeño
dios, exhausto, miró el mapa de su universo -el cuál entre sus funciones era mostrar el
paso del tiempo- y al ver que tenía siglos de sobra, decidió que se quedaría un momento
a descansar y recobrar fuerzas para emprender el camino de vuelta.

-Descansaré aquí un momento…

Y relajado, sin darse cuenta, poco a poco sus ojos comenzaron a sentirse pesados y su
cabeza comenzó a inclinarse hacia adelante. Se resistió un momento al cansancio,
aunque no duró mucho hasta que fue vencido por el sueño.

-Un momento…

Se quedó dormido.

No pasaron tantos siglos, cuando de pronto se despertó exaltado y confundido.


Materializó rápidamente su mapa para mirar el tiempo y se dio cuenta que se había
quedado dormido durante un lapso prolongado, más del que habría deseado. Se levantó
de golpe y viajó hacia el otro lado de su universo lo más rápido que pudo.

Al llegar al planeta de los panes, se sorprendió al ver que algo terrible habìa pasado.
Justo alrededor del cráter creado por él cuando iba a destruir el planeta, las tres
civilizaciones de Panes habían establecido sus tribus y sobre la orilla más cercana a cada
una, habían erguido unas grandes estatuas tribales que representaban de manera
abstracta a las formas en las que él se le había presentado a cada civilización. Una, que
estaba cerca de la civilización de las montañas, la había construido de roca volcánica y
tenía pigmentos adornándola; otra, la que pertenecía a la tribu selvática estaba
construída de madera, adornada con plantas y flores; la última, la de la tribu desértica,
había erguido una grande y esbelta escultura hecha con troncos secos de viejos árboles
y muchas ramas que asemejaban una frondosa melena. Todo esto lo enterneció porque
se dio cuenta que las tribus lo idolatraban y le tenían mucho respeto.
No obstante, pronto notó que de vez en cuando habían roces entre las tribus y aunque al
inicio no lograba comprender la raíz de sus problemas, pronto se dio cuenta que las
disputas provenían precisamente de esa veneración que cada uno de los grupos le tenían
a él, pero que ante la compresión de cada grupo, era un ser completamente diferente.

Sansai meditó un momento y creyó que debía solucionar los conflictos antes de que el
problema escalara. Y así, se presentó con la primera tribu, la de las montañas y les dijo
que él era el mismo dios que veneraban los otros pero que simplemente se veían
diferente. Y como era un cambiaformas, rápidamente pasó de ser él a ser algo similar a
un oso, para después transformarse en una especie de león humanoide y luego con una
apariencia similar a la de un mono. Finalmente regresó a su forma y observó el asombro
de los habitantes de las montañas que se habían quedado en cuclillas, asombrados,
después de inclinarse para venerarlo. Reinó el silencio y a su parecer, ellos habían
comprendido, así que pronto se despidió y desapareció, para hacer lo propio con la
siguiente tribu. Desafortunadamente, no advirtió la duda que se asomaba en el rostro del
gran jefe.
Luego, se presentó con la tribu que se había instalado dentro de la selva y esta vez las
reacciones no fueron tan diferentes de las primeras, salvo que éstos Panes habían
quedado tan pasmados, que en su asombro habían dejado caer todas sus herramientas y
armas. Igualmente, le pareció una respuesta favorable y una muestra de asombro ante
tal revelación. Sin embargo, su positivismo no le permitió observar que un grupo de
Panes selváticos estaba dudoso de la veracidad de la aparición.
Finalmente se presentó con la última tribu, la de los desiertos y aunque el encuentro fue
similar a los anteriores, el jefe de este grupo parecía algo incrédulo; a pesar de eso, él
creyó que con eso bastaría y simplemente se despidió, para desaparecer a continuación.

El dios menor, creyendo que con eso habría solucionado todo, simplemente se alejó un
poco para mirar cómo iban los otros planetas que había creado, que aunque no eran tan
interesantes como el de su experimento personal, también eran importantes a su
manera. No muchos años después, regresó y cuando miró el panorama general se
horrorizó al ver la escena: Justo a los costados del cráter, se hallaba cada una de las
civilizaciones, todos estaban reunidos en el mismo lugar aunque cada uno separado del
otro. Todos llevaban adornos que representaban la identidad de su tribu y aunque se
diferenciaban de una a otra por los materiales usados y aquello que querían representar,
se notaba que tenían la misma intención; sin embargo, lo más asombroso era que todos
empuñaban armas y las mecían con energía, golpeándolas en el suelo, sacudiéndolas en
el aire, o señalando a los enemigos con ellas, mientras lanzaban aullidos, gritos y gestos
cargados de ferocidad e ira. Al frente de cada tribu, se encontraban los jefes, quienes
portaban trajes completamente contrastantes y atemorizantes.

- ¡Abandonen a su falso dios y acepten al gran león! - Gritó el jefe de la tribu desértica.

En ese momento el jefe de la tribu selvática alzó una vara con picos en cada extremo y al
unísono se escucharon los chillidos de las tropas, quienes golpeaban sus lanzas contra
unas rústicas armaduras que portaban.

- ¡El rey mono les abrirá los brazos si se rinden ante él! - Gritó el jefe.

En ese momento, el gran hombre fornido que traía vestiduras de piel rugió, callando al
jefe mono.

- ¡Sométanse al oso o perezcan!

Su tropa lo secundó con gruñidos y rugidos, golpeando el suelo con fuertes pisadas que
hacían retumbar la tierra a su alrededor.

En ese momento los tres jefes alzaron los brazos señalando al cielo y luego apuntando
hacia el frente y, tras los gritos furiosos que lanzaron cada uno casi al mismo tiempo, las
tropas de cada tribu comenzaron a avanzar, todos hacia el centro, donde se encontrarían
para batalla.
Horrorizado por esto, Sansai se dio cuenta que en realidad su estrategia de presentarse
individualmente a cada tribu para desmentir las teorías de los diferentes dioses había
avivado la llama, ya que por lo que había logrado entender, todos decían que habían sido
trucos y sucios engaños por parte de los otros para que aceptaran a los “dioses ajenos”
como el verdadero.
Las tres tribus avanzaban cada vez más rápido, vociferando y gritando. Se podía
observar la hostilidad y que no se detendrían.
Enfurecido por el hecho de que no había funcionado nada de lo que había hecho para ver
a sus Panes prosperar, se apareció ante todos ellos con toda la disposición de
eliminarlos y al planeta entero, no sin antes descargar toda su ira en un discurso que
más que buscar cambiar algo, usaría como desahogo. En cuanto apareció, todas las
hordas se detuvieron de golpe en efecto dominó, golpeándose los unos con los otros y
cayéndose o atorándose entre ellos mismos.

-Yo los cree, y los ayudé a evolucionar, y les di conocimientos para que pudieran
sobrevivir… ¡y entre ustedes se quieren matar!

Sin darse cuenta, él estaba cambiando de forma rápidamente mientras hablaba e


irradiaba luz de sus ojos. En cuanto comenzó a explicar lo que había hecho y lo que le
había enseñado a cada tribu, inconscientemente su cuerpo se transformaba en aquella
criatura que había utilizado para presentarse a cada grupo. Explicaba, gritando, cómo
había hecho todo y por qué lo había hecho, de manera muy detallada y mencionando
cosas que eran tan “personales” de sus identidades grupales que las otras tribus no
podrían saber de ninguna manera, y que incluso las mismas tribus no lo sabían,
únicamente sus líderes.
Durante ese instante, en el que él se desahogaba, sin darse cuenta en absoluto de lo que
estaba pasando a su alrededor, las tres tribus soltaron sus armas y se quedaron
contemplándolo, escuchando la historia de su creación y reflexionando.
Cuando Sansai dejó de hablar, agotado y jadeante, por fin fue testigo de lo que había
ocurrido; aunque estaba un poco apenado por aquella explosión verbal, a la vez se sintió
aliviado porque al parecer, lo habían escuchado y habían comprendido la verdad: que
todos estaban viendo solo una parte de lo verdadero y habían adoptado eso como la
verdad. Los jefes, casi como si tuvieran una especial y mística conexión, se inclinaron
casi al mismo tiempo para alabarlo, seguidos inmediatamente de todos los miembros de
las tribus. Esa solemnidad duró unos minutos, hasta que uno de los jefes, el de la selva,
se levantó y con mucho respeto se quitó de la cabeza la corona de plantas, dejándola en
el suelo. Los demás jefes hicieron lo mismo con sus respectivos adornos.
El dios, orgulloso (y aún apenado), asintió con la cabeza.

Tiempo después, todos los integrantes de los grupos de Panes se habían reunido
nuevamente en el centro del cráter, donde el dios se había presentado antes. Había un
grupo de grandes ramas de árboles frondosos amontonados en el centro, y los Panes se
veían emocionados; gritaban, pero esta vez de emoción, sacudían ramas y golpeaban
rocas, golpeaban sus rústicos tambores y todos los ruidos se escuchaban armónicos y
unificados. Los tres jefes de las tribus se acercaron y dijeron unas palabras, que no eran
más que un discurso sobre el acuerdo de paz y un agradecimiento al dios por haberlos
iluminado otra vez. Pronto, varios Panes se acercaron al centro y comenzaron a quitar
rápidamente las grandes ramas, revelando así una sola estatua que mostraba las
características más destacables de los que antes habían sido para ellos sus dioses, y
encima de ésta, la cabeza del pequeño dios Sansai, irguiéndose en todo su esplendor.
Todos hicieron tanta bulla que podrían haber asegurado que se escucharía a tres
planetas de distancia. Sansai agradeció a los Panes e instantáneamente hizo aparecer un
gran banquete para deleitar a todos y así sellar el acuerdo de paz.
La fiesta duró mucho tiempo y en ella, las tribus comenzaron a relacionarse entre sí,
mostrando curiosidad por las culturas de las otras tribus y comenzando a querer
entenderse mutuamente. Sería un proceso largo y difícil, pero Sansai pudo ver que ahora
sí existía esa disposición a aceptar al otro, al diferente. Después de terminar la fiesta, se
despidió y aseguró que estaría al pendiente de ellos y regresaría de vez en cuando a
observarlos, velando por la paz entre las tribus.

*NOTA:
● Es un borrador, así que no es la versión final. Tal vez haga cambios, y si tienen
sugerencias sobre algo, les agradecería que me lo hicieran saber.
● El nombre “Panes” es provisional. Y posiblemente le ponga nombre a cada
civilización, pero no es seguro :P
● El dios va a tener semejanza con las sepias por su capacidad de mimetismo.
● Probablemente algunos detalles sean cortados y se describan vagamente en la
parte escrita (pero estarán presentes en los personajes y escenarios en la
Realidad Aumentada).
● Es un cuento para niños mayores a 8 años.
● Espero que les guste aunque sea la idea general :c
● Los quiero :3

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