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Introducción a los evangelios y a Hechos

Trasfondo histórico

Herodes el Grande, quien murió pronto después del nacimiento de Jesús, había designado a su hijo
Arquelao para que lo sucediera como gobernante de Judea y Samaria (Mateo 2:19-22).

Habiendo heredado las fallas de su padre y ninguna de sus virtudes, Arquelao fue desterrado en diez
años. Como resultado, Judea y Samaria fueron sometidas al gobierno directo de Roma a través de
series de gobernadores o prefectos, más tarde conocidos como “procuradores”, incluyendo a Poncio
Pilatos, quien mantuvo esa posición durante el ministerio de Jesús.

Herodes había otorgado las provincias de Galilea, donde Jesús pasó gran parte de su vida y de su
ministerio, y Perea, a otro hijo, Herodes Antipas, quien es mencionado brevemente en los
Evangelios (Mateo 14:1-12; Lucas 23:6-15). El reino de Antipas fue prolongado, pero en 39 d.C. un
nieto de Herodes el Grande nombró a Herodes Agripa como exitoso en tener desplazado a Antipas,
y tomó Galilea y Perea. Dos años después su amigo de la infancia, Claudius, en ese entonces el
Emperador Romano, lo hizo rey de Judea y también de Samaria. Agripa era muy querido por los
judíos, pero su reinado fue corto. Después de haber perseguido a algunos de los apóstoles y haber
recibido adulación como si fuera un dios, murió en 44 d.C. (Hechos 12:1-4, 19-23).

En ese momento la tierra volvió a gobernadores romanos, a pesar de que a Agripa II se le dio
dominio sobre una pequeña porción (Hechos 25:13–26:32). Las tensiones entre judíos y romanos se
tornaron severas durante este período, y llevaron eventualmente a una sublevación en 66 d.C. Esta
guerra fue desastrosa para la nación judía, y Jerusalén fue destruida en 70 d.C.

El carácter narrativo del Nuevo Testamento

Aparte del Pentateuco, los libros históricos mayores del Antiguo Testamento (Josué, Jueces 1-2
Samuel, 1-2 Reyes) son llamados “profetas anteriores” en la tradición judía. Su objetivo principal
era servir, no como archivos nacionales, sino como mensajes proféticos de reprimenda y confort.
Del mismo modo, los evangelios y Hechos no nos proveen todos los detalles históricos que le
interesarían a los lectores modernos, tampoco pueden con razón llamarse biografías de Jesús o de
los apóstoles. Más bien registran eventos que han sido seleccionados y ordenados para presentar el
mensaje del Evangelio.

Al leer las narraciones del Nuevo Testamento, entonces, deberíamos hacer un esfuerzo especial para
determinar por qué los eventos fueron incluidos, descriptos y ordenados como lo fueron. Los
detalles que puedan parecer insignificantes a primera vista –por ejemplo, el voto de Pablo registrado
en Hechos 18:18– pueden posteriormente mostrarse como bastante importantes (Hechos 21:20-24).
Asimismo, cuando un evento en la vida de Jesús es narrado por más de un evangelio, podemos
discernir más de su relevancia leyendo la perspectiva de cada explicación.

El problema sinóptico

Incluso una lectura rápida de los cuatro evangelios revela que tres de ellos –Mateo, Marcos y
Lucas– son muy similares, especialmente cuando se los contrasta con Juan. Con unas pocas
excepciones importantes, los eventos incluidos en Juan –por ejemplo, capítulos 3, 9, 11 y 14– no
aparecen en los primeros tres evangelios. Por estas razones los primeros tres evangelios son a
menudo nombrados como los “sinópticos”, pues comparten un punto de vista.

Una comparación más detallada, sin embargo, revela tanto diferencias como similitudes entre los
sinópticos. A veces el material registrado es exactamente el mismo; en otras instancias hay
diferencias verbales. En algunos casos el orden de los eventos es el mismo, pero a menudo no lo es.
Desde un punto de vista literario, estos hechos crean un problema. ¿Cómo se originaron estos
evangelios? ¿Sus autores hicieron uso del trabajo de los otros? ¿Hicieron uso de otros materiales?

La respuesta más común a estas preguntas es que Marcos fue el primer evangelio en ser escrito, y
Mateo y Lucas siguieron su esquema básico (Marcos 2:1-22; cf. Mateo 9:2-17; Lucas 5:18-38).
Pero Mateo y Lucas tienen material importante en común que no es encontrado en absoluto en
Marcos –por ejemplo, Mateo 7:24-27; Lucas 6:47-49–, entonces los especialistas en textos bíblicos
suponen que un segundo documento, ya no existente, fue usado por estos dos autores. Esta solución
es conocida como “la teoría de dos fuentes”. Además, Mateo y Lucas claramente tuvieron acceso a
mucha información encontrada solo en sus respectivos evangelios.

Esta propuesta no puede explicar todos los hechos, y así teorías alternadas han sido sugeridas.
Algunos abogaron por la prioridad de Mateo antes que la de Marcos; algunas sugieren, sin embargo,
que Lucas fue escrito primero. Un número de especialistas ponen mucho énfasis en la tradición oral
que puede haber precedido la escritura de estos documentos, y quitan importancia a su
independencia literaria. La mayoría de los especialistas del Nuevo Testamento continúan usando el
enfoque de “dos fuentes” como una teoría de trabajo, pero reconocen que muchas preguntas
permanecen sin ser respondidas.

A pesar de que muchas preguntas permanecen sin resolver en el estudio de los evangelios, nuestra
confianza en su verdad no debería reposar sobre la habilidad de los especialistas en descifrar sus
desarrollos literarios, sino en la inspiración divina (2 Timoteo 3:16-17). Ver CFW 1.5, CB 5.

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