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Ikebana, Pedro González Álvarez (1991-)

La espiritualidad en el arte del arreglo floral japonés junto con la sonoridad del
shō, órgano de boquilla también nipón, son los pilares maestros de esta obra. Ikebana,
desde lo más íntimo, nos conduce hacia un mundo sonoro contemplativo y cristalino. Hay
una búsqueda constante de una tímbrica concreta, con la combinación de armónicos
artificiales y naturales junto con los distintos registros y posibilidades del arco.
En el violonchelo reside la génesis de todo sonido: como si de un objeto mágico
se tratase, su rumor se proyecta y resuena en el resto de instrumentos. Al combinar la
técnica espectral y los modos del shō, el resultado nos podría recordar de alguna forma,
al gagaku; música clásica japonesa. Es una obra que propone un tipo de escucha diferente;
pretende que el oyente perciba cada sonoridad que surge, sin importar hacia dónde va: lo
importante es lo que ocurre en cada momento, tomando el concepto oriental del “tiempo
vertical”. Esta manera de sentir el ahora es el punto de conexión entre mi obra, el arte del
arreglo floral japonés y el gagaku. La manera en la que la que se transforma el sonido, a
veces más turbulenta, con los gettato o la col legno battuto nos intentan despojar de ese
estado meditativo en el que estamos inmersos, al igual que el ritmo vertiginoso de la
sociedad de hoy en día nos nutre de sobreinformación y de ruido.

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