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Lección uno

EL DIOS TRIUNO ES UN MISTERIO

Lectura bíblica

Is. 45:5; 1 Co. 8:4; Mt. 28:19; Jn. 1:1;


2 Co. 3:17; He. 1:8-9; Ap. 1:4; 4:5; 5:6.

Bosquejo

I. Sólo hay un Dios


II. Dios es triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu
III. El misterio de misterios

Texto

I. SOLO HAY UN DIOS

Primero que todo, debemos entender claramente que sólo hay un Dios. Dios es sólo
uno, y no hay otro aparte de El. Nuestro Dios es el único Dios; tanto el Antiguo
como el Nuevo Testamento establecen esto claramente. Isaías 45:5 dice: “Yo soy
Jehová, y ninguno más hay; no hay Dios fuera de mí”. En 1 Corintios 8:4 leemos: “Y
que no hay más que un Dios”. En todo el universo sólo hay un Dios verdadero. El
Dios que tiene un sólo beneplácito, una sóla voluntad, un sólo propósito eterno y
una economía singular, es un sólo Dios. El Dios que nos escogió y nos predestinó es
sólo uno. El Dios que creó los cielos, la tierra y al hombre para Su propósito, es
uno. El Dios que ama al hombre es sólo uno. El Dios que se encarnó para morir por
nosotros a fin de redimirnos, perdonarnos, lavarnos, justificarnos y reconciliarnos
consigo mismo, es uno. El Dios que resucitó para ser nuestra vida, regenerarnos,
santificarnos, transformarnos, conformarnos y glorificarnos, es uno. Nosotros sólo
tenemos un Dios: no dos, ni tres ni muchos, sino solamente uno.

II. DIOS ES TRIUNO: EL PADRE, EL HIJO Y EL ESPIRITU

Aunque nuestro Dios es sólo uno, hay algo misterioso acerca de El: que El es tres en
uno, es decir, que es “triuno” (en latín, “tri” significa tres y “uno” significa uno). Es
por eso que le llamamos el “Dios Triuno”. Tal vez se pregunte de dónde proviene
este término, ya que no existe tal número en las matemáticas humanas. En Mateo
28:19 el Señor Jesús dice: “Bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo”. Aquí el Señor habla claramente de los Tres, o sea, del Padre, el
Hijo y el Espíritu; sin embargo, notemos que se refiere a “el nombre” en singular, lo
cual denota una única Persona. Aun podríamos decir que el nombre de nuestro
Dios es “Padre, Hijo y Espíritu Santo”. En versículos como éste podemos ver en la
Biblia que nuestro Dios es uno y a la vez tres, es tres y a la vez uno.
III. EL MISTERIO DE MISTERIOS

El Dios Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu— es un misterio. De hecho, es ¡el


misterio de misterios! Nosotros como seres humanos, limitados y finitos, no
podemos entender esto cabalmente, ni definirlo de una manera adecuada. Juan 1:1
dice: “Y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios”. Basados en la cláusula “y el
Verbo estaba con Dios”, podríamos entender que el Verbo y Dios son dos, ya que el
Verbo estaba con Dios. Pero la cláusula “el Verbo era Dios” indica que el Verbo y
Dios son uno, pues el Verbo era Dios. ¿Son Ellos dos o uno? Ciertamente las dos
afirmaciones son verdaderas; esto es un verdadero misterio.

En 2 Corintios 3:17 dice que “el Señor es el Espíritu”. Aquí el Señor y el Espíritu son
uno, porque el Señor es el Espíritu. Luego el mismo versículo habla de “el Espíritu
del Señor”; esto indica que son dos. ¿Son el Señor y el Espíritu uno o dos? Esto es
realmente un misterio.

Notemos que en Hebreos 1:8-9 el Hijo es llamado Dios; luego se hace referencia a
Dios como “el Dios Tuyo”: “Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios; por el siglo del
siglo ... por lo cual te ungió Dios, el Dios Tuyo”. ¿Cómo podemos explicar esto?
¿Podemos acaso dirigirnos a Dios diciendo: “Oh, Dios ... te ungió el Dios Tuyo”?
Esto también es un misterio.

Finalmente, en Apocalipsis 1:4, 4:5 y 5:6 leemos que el Espíritu de Dios (Ef. 4:4) es
llamado “los siete Espíritus”. Aquí vemos otro misterio. Queridos hermanos,
tenemos que aprender a simplemente aceptar la Palabra pura.

Sin embargo, este misterio no debe perturbarnos. Muchas cosas relacionadas a la


vida no son entendibles para la mente humana, sólo podemos darnos una idea
general de ellas. Por ejemplo, aunque nosotros tenemos vida en nuestro cuerpo
físico, nadie puede explicar esta vida cabalmente, porque es un misterio. Además,
hay un espíritu dentro de nosotros, lo cual es aún más misterioso. ¿Qué es la vida
del hombre? ¿Y qué es el espíritu del hombre? Nadie puede dar una explicación
definitiva de ello. Si no podemos comprender el misterio del hombre, que es
comparativamente menor, ¿cómo pretendemos entender el gran misterio del Dios
Triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu? Existen muchas otras cosas inexplicables en
el universo, por ejemplo, la electricidad. Con nuestra mente limitada sólo podemos
aceptar que algunas cosas son así, pero no podemos entender por qué son de tal
manera. Si no podemos entender cabalmente algo simple como la electricidad,
¡mucho menos podremos entender al Dios Triuno!

RESUMEN

Aunque no podamos entender el misterio de la Trinidad divina, sí podemos recibir


y disfrutar a este Dios misterioso. No lo podemos entender, ¡pero lo podemos
disfrutar! En el pasado, el hombre no tenía conocimiento de las vitaminas; sin
embargo, disfrutaba de sus beneficios ¡Alabado sea el Señor! El Dios Triuno no se
revela para que lo entendamos, sino para que lo disfrutemos. Todo lo que El es
como nuestro disfrute, está revelado en las Escrituras. Aunque no podemos
entenderlo cabalmente, sí podemos aceptar todo lo que la Biblia declara acerca de
El y disfrutarlo.

Preguntas

1. Cite dos versículos, uno del Antiguo Testamento y uno del Nuevo
Testamento, que digan que sólo hay un Dios.
2. ¿Qué significa el término “Triuno”?
3. ¿Puede encontrar tres versículos en el Nuevo Testamento que se refieran a
los Tres de la Trinidad?

Lección dos

DIOS ES TRIUNO ETERNAMENTE

Lectura bíblica

1 P. 1:2; Ef. 1:17; He. 1:8; Hch. 5:3-4; Is. 9:6;


He. 1:12; 7:3; 9:14; Mt. 3:16-17; Jn. 14:16-17;
Ef. 3:14; Jn. 17:5; 14:10-11; 1 Co. 15:45b.

Bosquejo

I. Los tres —el Padre, el Hijo y el Espíritu— son Dios


II. Los tres son eternos
III. Los tres coexisten al mismo tiempo, y no en modos o etapas sucesivas
IV. Los tres moran el Uno en el Otro eternamente, y no son tres Dioses
separados

Texto

I. LOS TRES —EL PADRE, EL HIJO Y EL ESPIRITU—SON


DIOS

En la lección uno vimos que sólo hay un Dios, pero misteriosamente este Dios es
Triuno, o sea, tres en uno, pues es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Pero esto no
quiere decir que el Padre sea un tercio de Dios, el Hijo otro tercio y el Espíritu el
último tercio. ¡No! Más bien, el Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu es Dios.
En 1 Pedro 1:2 dice: “...Dios Padre”, y en Efesios 1:17 dice: “Dios ... el Padre de
gloria”. Estos versículos declaran que el Padre es Dios. Hebreos 1:8 dice: “Mas del
Hijo dice ... oh Dios”, y Juan 1:1 afirma: “el Verbo era Dios”. Estos versículos
revelan claramente que el Hijo es Dios. En Hechos 5:3-4 leemos: “¿Por qué llenó
Satanás tu corazón para que engañases al Espíritu Santo? ... No has mentido a los
hombres, sino a Dios”. Este versículo definitivamente establece que el Espíritu
también es Dios.
Por lo tanto, las Escrituras nos revelan claramente que los tres —el Padre, el Hijo y
el Espíritu— son Dios; sin embargo, esto no significa que sean tres Dioses. Ya
hemos visto que las Escrituras nos dicen clara y definitivamente que sólo hay un
Dios. Aunque son tres —el Padre, el Hijo y el Espíritu— no son tres Dioses sino un
sólo Dios. ¡Esto es un misterio inescrutable! Pero alabamos al Señor, pues según las
Escrituras, ¡podemos recibir y disfrutar a este Ser misterioso!

II. LOS TRES SON ETERNOS

Los tres —el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo— son eternos. Isaías 9:6 usa el
término “Padre eterno”. La traducción literal de esta frase hebrea es “Padre de
eternidad” o “Padre eterno”. Así que, el Padre es eterno.

El Hijo también es eterno. Hebreos 1:12 dice del Hijo: “Pero Tú eres el mismo, y
Tus años no acabarán”. Hebreos 7:3 dice que El no tiene principio de días ni fin de
vida, lo cual quiere decir que es eterno. Lo que es “eterno” no tiene principio ni fin.
Esta es la razón por la que se usa un círculo para representar al Dios eterno y no
una línea recta. El círculo no tiene principio ni fin.

El Espíritu también es eterno, por eso en Hebreos 9:14 se menciona “el Espíritu
eterno”. Por lo tanto, conforme a la Biblia declaramos que los Tres —el Padre, el
Hijo y el Espíritu— son eternos.

III. LOS TRES COEXISTEN AL MISMO TIEMPO, Y


NO EN MODOS O ETAPAS SUCESIVAS

En Mateo 3:16-17 vemos que el Padre, el Hijo y el Espíritu coexisten, es decir, que
existen simultáneamente. En este cuadro maravilloso de la Trinidad divina, Jesús
(el Hijo) subió del agua luego de ser bautizado; al mismo tiempo, el Espíritu
descendió sobre El; y también al mismo tiempo, el Padre habló desde los cielos
concerniente al Hijo.

Más aún, consideremos Juan 14:16-17, que dice: “Y Yo rogaré al Padre, y os dará
otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de realidad”.
En estos dos versículos vemos al Hijo orando al Padre para que envíe el Espíritu.
Por tanto, el Padre, el Hijo y el Espíritu están todos presentes al mismo tiempo.

En Efesios 3:14-17 Pablo dice que él ora al Padre para que nos fortalezca con poder
en el hombre interior por Su Espíritu, para que Cristo haga Su hogar en nuestros
corazones. En este pasaje tenemos al Padre, al Espíritu y a Cristo el Hijo; todos
existen al mismo tiempo. La Biblia no dice que el Padre existió por cierto período, y
que luego el Padre se hizo el Hijo, así que el Padre dejó de existir. Tampoco dice
que después de cierto tiempo el Hijo ya no existió más porque llegó a ser el
Espíritu. Esta es una enseñanza errónea, una herejía llamada “modalismo”. La
gente que enseña esto piensa que Dios existe en tres modos o etapas sucesivas:
primero el Padre, luego el Hijo y finalmente el Espíritu.
No podemos aceptar esta enseñanza. Las Escrituras claramente dicen que los Tres
coexisten eternamente. Juan 1:1 dice: “En el principio era el Verbo, y el Verbo
estaba con Dios, y el Verbo era Dios”. El Verbo es el Hijo. El estaba presente desde
la eternidad con Dios el Padre y era Dios mismo. En Juan 17:5 el Señor oró
refiriéndose a la gloria que El había compartido con el Padre antes que el mundo
fuese. Por consiguiente, tanto el Padre como el Hijo son eternos simultáneamente.
El hecho de que el Espíritu también es eterno queda claro en Hebreos 9:14, donde
se le llama “el Espíritu eterno”. Fue este Dios Triuno quien dijo en Génesis 1:26:
“Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”. Los Tres
estaban allí antes de la creación del hombre.

IV. LOS TRES MORAN EL UNO EN EL OTRO


ETERNAMENTE, Y NO SON TRES DIOSES SEPARADOS

El Padre, el Hijo y el Espíritu no sólo coexisten, sino que también moran el Uno en
el Otro. Juan 14 dice claramente que el Hijo está en el Padre y el Padre está en el
Hijo (vs. 10-11). Ver al Hijo es ver al Padre. Cuando el Hijo habla, quien trabaja es
el Padre. Ambos son inseparables. Además, la Biblia dice que el Hijo, después de Su
muerte y resurrección, fue hecho el Espíritu (1 Co. 15:45b). El Hijo, en quien el
Padre está, fue hecho el Espíritu. De modo que el Dios Triuno puede entrar en el
pecador. El Hijo viene a nosotros como el Espíritu; y cuando el Hijo viene, también
viene el Padre. Por una parte son tres; pero por otra, son uno, porque no pueden
separarse.

En la primera lección vimos que el Padre, el Hijo y el Espíritu son un sólo Dios, y
no tres. Sin embargo, en lo profundo de su ser algunos cristianos consideran que el
Padre, el Hijo y el Espíritu son tres Dioses. Algunos incluso lo declaran
abiertamente. Puede ser que otros no se atrevan a decirlo, pero inconscientemente
apoyan este concepto. La enseñanza que afirma que hay tres Dioses se llama
“triteísmo”, y es una gran herejía. En cierta ocasión, un hermano le preguntó a un
predicador cristiano que no creía que el Hijo es el Padre y que el Señor es el
Espíritu: “Hermano, ¿cuántos Dioses son el Padre, el Hijo y el Espíritu?” El
predicador contestó clara y definitivamente que había tres Dioses. Tal declaración
es absolutamente herética. La Biblia revela que Dios es sólo uno. Dios es uno, y a la
vez tres; es tres, y a la vez uno. El Padre, el Hijo y el Espíritu coexisten y moran el
Uno en el Otro eternamente. ¡Aleluya! No somos ni modalistas ni triteístas,
solamente aceptamos la revelación pura de la Biblia. ¡Amén!

Preguntas

1. Cite tres versículos que indiquen que el Padre, el Hijo y el Espíritu son
eternos.
2. ¿Qué es el modalismo? Explique con un diagrama.
3. ¿Qué es el triteísmo? Explique con un diagrama.
4. ¿En qué consiste el hecho de que el Padre, el Hijo y el Espíritu moren el Uno
en el Otro eternamente?
Lección tres

EL HIJO ES LA CORPORIFICACION DEL DIOS TRIUNO

Lectura bíblica

Jn. 1:1; 20:28; Fil. 2:6; Is. 9:6; Jn. 14:9-10;


Mt. 1:18, 20; Jn. 6:46; 2 Co. 3:17; Col. 1:19; 2:9.

Bosquejo

I. El Hijo es Dios
II. El Hijo es el Padre
III. La encarnación del Hijo es por obra del Espíritu Santo
IV. El Hijo viene del Padre y juntamente con El
V. El Hijo es el Espíritu
VI. Toda la plenitud de la Deidad mora en El

Texto

Hasta ahora hemos visto que Dios es uno. Pero este Dios es triuno: el Padre, el Hijo
y el Espíritu; los Tres son Dios, son eternos, coexisten y moran el Uno en el Otro
eternamente. El Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu es Dios. El Padre, el
Hijo y el Espíritu no existen en diferentes tiempos como tres distintos modos o
etapas sucesivas de un Dios. No son tres Dioses separados, sino un Dios Triuno.
¡Qué Dios tan misterioso! Pero aunque El es misterioso, podemos experimentarlo y
disfrutarlo. ¡Aleluya! En esta lección veremos algo más de este misterio, que el Hijo
también es el Dios Triuno.

I. EL HIJO ES DIOS

Juan 1:1 dice: “El Verbo era Dios”. Juan 20:28 narra: “Entonces Tomás respondió y
le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!”. Filipenses 2:6 declara: “El cual, existiendo en
forma de Dios”. Todos estos versículos nos dicen que el Hijo, Jesucristo, es Dios
mismo; algunos piensan que es meramente el Hijo de Dios, descartando que sea
Dios mismo. Pero la Biblia nos revela claramente que si bien El es el Hijo de Dios,
es Dios mismo y no una Persona separada de Dios. El es el propio Dios: era Dios en
el principio, en la eternidad pasada; era Dios mientras vivió en la tierra como
hombre hace dos mil años; es Dios hoy en día, y seguirá siendo Dios por la
eternidad.

II. EL HIJO ES EL PADRE

Otra parte de este misterio es que el Hijo es el Padre. Isaías 9:6 dice: “Hijo nos es
dado ... y se llamará Su nombre Padre eterno”. El mismo Señor Jesús dijo en Juan
14:9-10: “El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre ... Yo estoy en el Padre, y el
Padre está en Mí”.

Aquí la Biblia declara otra vez que Jesús el Hijo es también el Padre. El Padre y el
Hijo son uno. El Hijo también es el Padre. No sabemos cómo el Hijo puede ser
también el Padre, pero esto es lo que la Biblia declara, y nosotros simplemente lo
creemos.

III. LA ENCARNACION DEL HIJO ES POR OBRA DEL


ESPIRITU SANTO

En Mateo 1:18 dice: “María ... se halló que estaba encinta por obra del Espíritu
Santo”; el versículo 20 añade: “Porque lo engendrado en ella, del Espíritu Santo
es”; y en Lucas 1:35 leemos: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti ... por eso también lo
santo que nacerá, será llamado Hijo de Dios”. Estos versículos muestran que el Hijo
nació del Espíritu Santo. Su fuente fue el Espíritu Santo. El Espíritu intervino y
apareció el Hijo. En este sentido, podríamos decir que el Espíritu se hizo el Hijo en
Su encarnación, esto significa que en el ser de Jesús está la esencia misma del Dios
Triuno.

IV. EL HIJO VIENE DEL PADRE Y JUNTAMENTE CON EL

Juan 6:46 declara: “No que alguno haya visto al Padre, sino Aquel que vino de
Dios; éste ha visto al Padre”. La palabra “de” en griego es “para ” que significa “al
lado de”. El sentido aquí es “desde y con”. El Señor no sólo viene de Dios, sino
también con Dios. Aunque procede de Dios, El todavía está con Dios (Jn. 8:16, 29;
16:27). Cuando usted recibe al Hijo, recibe también al Padre, porque el Padre está
con El (1 Jn. 2:23).

V. EL HIJO ES EL ESPIRITU

Además, el Hijo también es el Espíritu. Algunos piensan que el Hijo está separado
del Espíritu y es diferente del Espíritu. Ellos piensan que el Espíritu “representa” al
Hijo. Pero de acuerdo con la Biblia, el Hijo no sólo nació del Espíritu, vivió
conforme al Espíritu, y trabajó y luchó por el Espíritu (Lc. 4:14; Mt. 12:28), sino
que también fue hecho el Espíritu por medio de la crucifixión y la resurrección. En
1 Corintios 15:45 dice que “Fue hecho ... el postrer Adán, Espíritu vivificante”. Aquí
el “postrer Adán” se refiere al Hijo, a Jesús, quien murió para poner fin al linaje de
Adán. El fue hecho el Espíritu vivificante en resurrección. En 2 Corintios 3:17
leemos: “El Señor es el Espíritu”. No queda la menor duda de que el Hijo no es
solamente el Padre, sino también el Espíritu en resurrección.

VI. TODA LA PLENITUD DE LA DEIDAD MORA EN EL

Por medio de todos estos puntos debemos entender claramente que el Hijo es el
Dios Triuno completo. El no es simplemente el segundo de la Trinidad, ni sólo la
tercera parte de la Trinidad. Tampoco es un Dios separado o algo aparte de Dios.
Más bien, El Señor Jesús es el Dios Todopoderoso, el Padre Eterno; El fue
concebido del Espíritu Santo e incluso es el Espíritu; y vino “desde y con” el Padre.
Por eso Colosenses 1:19 dice: “Por cuanto agradó a toda la plenitud habitar en El”, y
2:9 agrega: “Porque en El habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad”.
Cristo es la corporificación del Dios Triuno; toda la plenitud del Dios Triuno mora
en El corporalmente. Por consiguiente, El contiene todo lo que Dios es y expresa a
Dios en todas Sus riquezas. ¡Qué maravillosa Persona es el Hijo!

Preguntas

1. ¿Qué versículo se refiere al Hijo como Dios?


2. ¿En cuál versículo el Hijo es llamado el Padre?
3. ¿Cuál versículo revela que el Hijo es el Espíritu?

Lección cuatro

EL ESPIRITU ES LA CONSUMACION MAXIMA DEL DIOS


TRIUNO

Lectura bíblica

Jn 4:24; 14:26; 15:26; 1 Co. 12:3;


Jn. 1:1, 14; 1 Co. 15:45b.

Bosquejo
I. Dios es Espíritu
II. El Espíritu es enviado por el Padre y el Hijo, y viene “desde y con” el Padre
III. El Espíritu viene en el nombre del Hijo
IV. El Espíritu es la consumación máxima, la expresión final, del Dios Triuno

Texto
Ahora debemos ver que el Espíritu es también el Dios Triuno. El Espíritu no es la
tercera parte de Dios, ni es simplemente cierta clase de poder, ni una paloma; antes
bien, es el propio Dios Triuno. Cuando usted recibe al Espíritu, recibe al Dios
Triuno.

I. DIOS ES ESPIRITU

Juan 4:24 dice que “Dios es Espíritu”. El hecho de que el Dios Triuno sea Espíritu,
alude a la esencia de Dios. Por ejemplo, la esencia de una mesa de madera es
madera, por eso decimos que la mesa es madera. La esencia de Dios es Espíritu, por
eso decimos que Dios es Espíritu. Nunca debemos pensar, como algunos, que sólo
un tercio de Dios es Espíritu. El Dios completo, el Dios Triuno —el Padre, el Hijo y
el Espíritu— es Espíritu.

II. EL ESPIRITU ES ENVIADO POR EL PADRE Y EL HIJO, Y


VIENE “DESDE Y CON” EL PADRE

En Juan 14:26 el Señor (el Hijo) declaró: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a
quien el Padre enviará en Mi nombre, El os enseñará todas las cosas, y os recordará
todo lo que Yo os he dicho”. En Juan 15:26 el Señor añadió: “Pero cuando venga el
Consolador, a quien Yo os enviaré del Padre, el Espíritu de realidad, el cual procede
del Padre, El dará testimonio acerca de Mí”. Primero en 14:26 dice que el Padre
enviará al Espíritu; luego en 15:26 dice que el Hijo mismo enviará al Espíritu.
Entonces, ¿quién envió al Espíritu: el Padre o el Hijo? Debemos afirmar que el
Espíritu fue enviado por ambos, por el Padre y por el Hijo, porque como vimos en
la lección anterior, el Padre y el Hijo son uno. El enviar del Padre es el enviar del
Hijo, y el enviar del Hijo es el enviar del Padre, porque ambos son uno. El Espíritu
Santo no solamente es enviado por el Padre, sino también viene de El y con El.
Hemos aprendido de la lección tres que la palabra griega “de” significa “al lado de”,
y a menudo significa “desde y con”. Cuando el Padre envía al Espíritu, El viene con
el Espíritu. El Espíritu viene del Padre y con el Padre. Cuando el Padre envía al
Espíritu, El viene juntamente con el Espíritu. El Padre es la fuente. El Hijo está en
el Padre y el Padre está en el Hijo. Así que, cuando el Espíritu viene, el Padre y el
Hijo vienen también; es el Dios Triuno completo quien viene.

III. EL ESPIRITU VIENE EN EL NOMBRE DEL HIJO

En Juan 14:26 el Espíritu Santo viene en el nombre del Hijo para ser la realidad de
Su nombre. ¿Qué significa “en Mi nombre”? El nombre es el Hijo mismo; y el
Espíritu es la Persona, el Ser, del Hijo. Cuando invocamos el nombre del Hijo,
obtenemos al Espíritu (1 Co. 12:3). El Hijo vino en el nombre del Padre (Jn. 5:43),
porque el Hijo y el Padre son uno (Jn. 10:30). El Espíritu viene en el nombre del
Hijo porque el Espíritu y el Hijo también son uno (2 Co. 3:17). Este es el Dios
Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu— como el Espíritu que nos alcanza.

En conclusión, el Padre envía al Espíritu y viene juntamente con El. Ya que el


Espíritu viene con el Padre, el Padre viene juntamente con el Espíritu, y el Espíritu
también viene en el nombre del Hijo y como el Hijo. Cuando el Espíritu viene, es el
Hijo quien viene. Por lo tanto, cuando el Espíritu viene, los Tres están presentes.

IV. EL ESPIRITU ES LA CONSUMACION MAXIMA,


LA EXPRESION FINAL, DEL DIOS TRIUNO

Veamos los siguientes versículos. Juan 1:1 dice: “En el principio era el Verbo, y el
Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios”. Juan 1:14 declara: “Y el Verbo se hizo
carne, y fijó tabernáculo entre nosotros”. Isaías profetizó: “Hijo nos es dado ... y se
llamará su nombre ... Padre eterno” (Is. 9:6). El Verbo que era Dios se hizo carne, y
esa carne simplemente se refiere a nuestro Señor Jesucristo; este Jesús también es
el Padre eterno. En 1 Corintios 15:45 se revela que el postrer Adán fue hecho el
Espíritu vivificante. Todos los buenos estudiantes de la Biblia están de acuerdo con
que el postrer Adán fue Cristo en la cruz, quien dio fin al linaje de Adán. Cristo, por
medio de la muerte y resurrección, se hizo el Espíritu dador de vida. ¡Aleluya! Lo
que vemos aquí es que el Hijo, quien estaba con el Padre y quien es el Padre, fue
hecho el Espíritu. El Espíritu es simplemente la consumación máxima, la expresión
final, del Dios Triuno. Cuando recibimos al Espíritu, recibimos al Dios Triuno.
Todo lo que el Padre es, planeó y determinó, junto con todo lo que el Hijo realizó,
obtuvo y logró, se hace ahora real y disponible para nosotros en este Espíritu.

El nombre del Espíritu es “Señor Jesús”, ya que El vino en el nombre del Hijo. De
manera que, cuando invocamos: “Señor Jesús”, ¡obtenemos al Espíritu, quien es el
Dios Triuno! Necesitamos invocarle a diario, desde la mañana hasta la noche,
estemos tristes o alegres. Cuando no sepamos qué hacer, debemos invocarle; y
cuando sepamos exactamente qué hacer, debemos invocarle aún más. Cuando nos
sentimos en el espíritu, debemos invocarle, y cuando nuestros amigos nos inviten a
hacer cosas que no son del Señor, debemos invocarle aun más y en voz audible. El
Espíritu, o sea, el Dios Triuno, vendrá a salvarnos de cualquier situación, incluso de
nosotros mismos. ¡Aleluya! ¡Qué manera de ser rescatados! ¡Alabamos al Señor que
El pasó por un proceso para llegar a ser el Espíritu y nos ha dado Su nombre para
invocarle: “Señor Jesús”! Ahora podemos experimentar la salvación completa del
Dios Triuno de una manera sencilla, diaria y a cada momento. ¡Aleluya!

Preguntas

1. ¿Quién envió al Espíritu? Cite referencias.


2. ¿Por qué cuando invocamos: “¡Señor Jesús!”, viene el Espíritu?
3. Explique a sus compañeros cómo el Dios Triuno completo viene con el
Espíritu.
4. ¿Qué significa decir: “El Señor pasó por un proceso”? Cite referencias.

Lección cinco

EL DIOS TRIUNO EN SUS ASPECTOS ESENCIAL Y


ECONOMICO

Lectura bíblica

Ef. 1:3-13; Jn. 14:17.

Bosquejo

I. El Dios Triuno en Su aspecto esencial


II. El Dios Triuno en Su aspecto económico
III. La economía de Dios consiste en impartirnos Su esencia: Su vida y Su ser
Texto

Nuestro Dios es maravilloso y misterioso. Hemos visto que aunque El es uno, El es


el Padre, el Hijo y el Espíritu. Es uno y a la vez tres; es tres y a la vez uno. Aunque
no podemos entender este gran misterio, sin duda la Biblia revela estos dos
aspectos de Dios, el hecho de que es tres y a la vez uno. Esto ha confundido a
muchos por casi dos mil años. Nuestra mente humana no puede comprender cómo
nuestro Dios puede ser triuno, pero en esta lección veremos por qué El es triuno. El
hecho de que Dios sea triuno no es simplemente una realidad interesante, sino que
¡es revelado para que lo experimentemos y disfrutemos! Para comprender esto
podemos usar dos términos muy significativos: esencial y económico.

I. EL DIOS TRIUNO EN SU ASPECTO ESENCIAL

Dios es uno en Su esencia. Esto significa que en Su vida y Su ser, El es uno, siempre
uno y eternamente uno. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo nunca están separados,
ya que moran el Uno en el Otro. Son distintamente tres, pero jamás separados
como tres, porque en esencia, vida y ser, Dios es sólo uno. El Padre envió al Hijo,
pero también vino en el Hijo. El Padre está en el Hijo y el Hijo está en el Padre. Aún
más, el nombre del Hijo es “Padre”. El Hijo fue concebido del Espíritu, vivió por el
Espíritu y finalmente llegó a ser el Espíritu vivificante. El Hijo jamás partió del
Padre, y el Espíritu es lo que el Hijo llegó a ser. Estos Tres coexisten desde la
eternidad y por la eternidad; moran el Uno en el Otro eternamente, y son uno en
esencia, vida y ser.

II. EL DIOS TRIUNO EN SU ASPECTO ECONOMICO

Si los Tres de la Trinidad son esencialmente uno, tal vez usted se pregunte por qué
la Biblia habla del Padre, el Hijo y el Espíritu. Esto se debe a que Dios tiene una
economía. La economía de Dios se refiere al plan, los arreglos, la obra y las
actividades de Dios. El deseo del corazón de Dios es obtener un grupo de personas
que sean llenas de El a fin de que le expresen en unidad. La manera en que El logra
esto es Su economía. La economía de Dios consiste en forjarse en Sus escogidos y
redimidos como su vida y su todo, con miras a hacer de ellos Sus muchos hijos y
miembros de Su Cuerpo, a fin de que le expresen. Esta expresión es la iglesia. El
Padre, el Hijo y el Espíritu tienen una función distinta con el fin de llevar a cabo
este maravilloso plan.

En Efesios 1:3-13 se muestra claramente la Trinidad en Su aspecto económico.


“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo ... según nos escogió en El
antes de la fundación del mundo ... predestinándonos para filiación por medio de
Jesucristo para Sí mismo, según el beneplácito de Su voluntad ... en quien tenemos
redención por Su sangre, el perdón de los delitos según las riquezas de Su gracia ...
dándonos a conocer el misterio de Su voluntad, según Su beneplácito, el cual se
había propuesto en Sí mismo ... en El asimismo fuimos designados como herencia,
habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas
según el consejo de Su voluntad ... en El también vosotros, habiendo oído la
palabra de la verdad, el evangelio de vuestra salvación, y en El habiendo creído,
fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa”.

¿Se dan cuenta que aquí se mencionan los tres de la Deidad? Si estudiamos estos
versículos detenidamente, descubriremos algo maravilloso del Dios Triuno.

Estos versículos nos dicen que Dios el Padre planeó en la eternidad pasada la
manera en que todo habría de trabajar para producir la iglesia. El escogió y
predestinó a muchas personas para que fueran Sus hijos. Sin embargo, para lograr
esto se requería la obra del Hijo: “en quien tenemos redención por Su sangre, el
perdón de los delitos”. El Señor Jesús llevó a cabo esto al morir en la cruz. Sabemos
que Su muerte lo incluyó todo: en Su muerte crucificó nuestra naturaleza
pecaminosa y aplastó la cabeza de Satanás; además, liberó la vida divina, del
mismo modo que al sembrar un grano de trigo se libera la vida que hay en su
interior. ¡Aleluya por la obra del Hijo! Finalmente, leemos que fuimos “sellados con
el Espíritu Santo”. Esto simplemente significa que podemos aplicar a nuestra vida
por el Espíritu todo lo que el Padre planeó y lo que el Hijo realizó. El Padre es quien
planea, el Hijo es quien lo lleva a cabo y el Espíritu es quien lo aplica. Este es el
Dios Triuno en Su aspecto económico.

III. LA ECONOMIA DE DIOS CONSISTE EN


IMPARTIRNOS SU ESENCIA: SU VIDA Y SU SER

No debemos olvidar que el Padre, el Hijo y el Espíritu son esencialmente uno.


Cuando el Padre planeó, El estaba morando mutuamente con el Hijo y el Espíritu.
Cuando el Hijo vino a realizar dicho plan, El fue concebido del Espíritu Santo. El
Hijo estaba en el Padre y el Padre estaba en el Hijo; incluso el Hijo mismo fue
llamado el Padre. Después de Su muerte y resurrección, el Hijo fue hecho el
Espíritu vivificante. Cuando el Espíritu se imparte en nosotros, nos trae tanto al
Padre como al Hijo. Este Espíritu es simplemente la consumación máxima del Dios
Triuno transmitiéndonos todo lo que el Dios Triuno planeó y realizó. Sin este
Espíritu, el hombre no podría ser objeto de la elección del Padre ni de la redención
del Hijo. El Espíritu es la aplicación. ¡Aleluya! No somos un pueblo con sólo el
conocimiento acerca de Dios o de algunas doctrinas de la Biblia; más bien, por
medio de este Espíritu podemos disfrutar todo lo que el Padre planeó y el Hijo
realizó. Ahora, todo lo que Dios es, todo lo que Cristo es, y todo lo que Cristo
realizó, obtuvo y alcanzó, se hace real a nosotros por el Espíritu. Por eso el Espíritu
es llamado el Espíritu de realidad (Jn. 14:17).

¿Podemos ver ahora por qué Dios tiene que ser triuno? El es esencialmente uno,
pero económicamente tres, a fin de que podamos disfrutarle. La economía de Dios
consiste en impartir todo Su ser en nosotros. Pero si El sólo fuera uno
esencialmente sin ser tres económicamente, no podría llevar a cabo Su propósito.
Por otro lado, si el Padre, el Hijo y el Espíritu fueran tres Dioses y no uno, sólo
podríamos recibir al Espíritu, es decir, uno de los Tres. Si éste fuera el caso,
careceríamos de todas las riquezas del Padre y de todos los logros del Hijo. Pero
alabémosle, ¡El es tres en uno! El Padre planeó, el Hijo realizó y el Espíritu ahora
está listo para transmitirnos al Dios Triuno. Cuando invocamos: “Señor Jesús”, el
Espíritu todo-inclusivo entra en nosotros impartiéndonos la totalidad del Dios
Triuno. Recibimos al Padre, al Hijo y al Espíritu, con todo lo que El es y ha
realizado. Este Espíritu es el paquete todo-inclusivo. ¡Amén!

Preguntas

1. ¿Qué es la economía de Dios?


2. ¿Cuáles son las distintas funciones del Padre, el Hijo y el Espíritu?
3. ¿Qué significa decir que el Padre, el Hijo y el Espíritu son uno
“esencialmente”?

Lección seis

EL MORAR MUTUO DEL DIOS TRIUNO Y SUS CREYENTES

Lectura bíblica

Jn. 17:21; Ef. 4:6; Gá. 2:20; Col. 1:27;


Jn. 14:17; 1 Jn. 2:23; Ro. 8:9-10; Mt. 28:19;
1 Co. 1:30; Ro. 6:3; 1 Co. 12:13.

Bosquejo

I. El Dios Triuno está en nosotros


II. Nosotros estamos en el Dios Triuno
III. Morar mutuamente con el Dios Triuno

Texto

La economía de Dios consiste en que El se imparte en nuestro ser. Ya que el Dios


Triuno es esencialmente uno, el Dios Triuno completo ha entrado en nosotros. No
hemos recibido un tercio de Dios, sino la totalidad del Dios Triuno. Al creer e
invocar Su nombre, el Dios Triuno entra en nosotros y nosotros entramos en El.
Ahora, este Dios Triuno está en nosotros y nosotros estamos en El. ¡Aleluya,
moramos mutuamente con este Dios Triuno! No sólo el Padre, el Hijo y el Espíritu
moran el Uno en el Otro, sino que Sus creyentes también participan de este mutuo
morar. En Juan 17:21 el Señor Jesús oró: “Como Tú, Padre, estás en Mí, y Yo en Ti,
que también ellos estén en Nosotros”.

I. EL DIOS TRIUNO ESTA EN NOSOTROS

Efesios 4:6 nos dice que el Padre está en nosotros: “Un Dios y Padre de todos, el
cual es sobre todos, y por todos, y en todos”. El Hijo, Jesucristo, también está en
nosotros, según lo revela Gálatas 2:20: “mas vive Cristo en mí”, y Colosenses 1:27
dice: “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria”. Antes de Su crucifixión, el Señor
Jesús indicó a Sus discípulos que el Espíritu estaría en ellos: “El Espíritu de
realidad ... estará en vosotros” (Jn. 14:17). Podemos ver claramente en estos
versículos que el Padre, el Hijo y el Espíritu están en nosotros. ¿Pero, cuántos hay
realmente en usted? ¿Moran tres Dioses en usted? No. Sólo mora un Dios en usted.
¿Quién es este único Dios? Es el Dios Triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu. No
tenemos tres Dioses en nosotros; nuestra experiencia confirma que mora un sólo
Dios en nosotros. El Padre está en el Hijo a fin de estar en nosotros, y el Hijo, quien
está en nosotros, es el Espíritu. El Espíritu en nosotros es el Hijo en nosotros, y el
Padre está en el Hijo a fin de estar en nosotros. Por lo tanto, mientras tengamos al
Espíritu, también tenemos al Hijo y al Padre.

En 1 Juan 2:23 dice: “Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que
confiesa al Hijo, tiene también al Padre”. Además, Romanos 8:9-10 revela que el
Espíritu de Cristo en nosotros es Cristo mismo. Por lo tanto, cuando el hombre
tiene al Espíritu, también tiene al Hijo, y cuando el hombre tiene al Hijo, también
tiene al Padre. El Padre está en el Hijo, y el Hijo es el Espíritu que entra en nosotros
para que podamos tener y disfrutar a tal Dios Triuno. En terminología hay tres,
pero en experiencia hay solamente uno. Esto es un verdadero misterio.

II. NOSOTROS ESTAMOS EN EL DIOS TRIUNO

En Mateo 28:19 el Señor mandó a Sus discípulos a bautizar a los nuevos creyentes
en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Cuando fuimos bautizados
después de haber creído en el Señor Jesús, no sólo el Dios Triuno entró en
nosotros, sino también nosotros fuimos puestos en el Dios Triuno, esto es, dentro
de El. El Señor oró en Juan 17:21: “Para que todos sean uno; como Tú, Padre, estás
en Mí, y Yo en Ti, que también ellos estén en Nosotros”. Primera de Juan 2:24 dice:
“También vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre”. Estos versículos
muestran claramente que no sólo el Padre y el Hijo están el Uno en el Otro, sino
que aun nosotros los creyentes participamos de este morar mutuo en el Dios
Triuno.

La Biblia dice específicamente en 1 Corintios 1:30 que estamos en Cristo: “Mas por
El estáis vosotros en Cristo Jesús”. También Romanos 6:3 afirma que cuando
somos bautizados, somos puestos en Cristo Jesús. Además, en 1 Corintios 12:13
dice: “Porque en un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un solo cuerpo ... y a
todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu”; y en 1 Corintios 12:3 leemos:
“Nadie puede decir: ¡Jesús es Señor!, sino en el Espíritu Santo”. Podemos ver que
la Biblia revela que estamos en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Estamos en el
Dios Triuno. Al invocar Su nombre: “Señor Jesús”, recibimos al Dios Triuno y
somos puestos en el Dios Triuno. ¡Aleluya! Esto es tan maravilloso. Dios está en
nosotros y nosotros estamos en Dios. Moramos mutuamente con el Dios Triuno. Ya
no somos aquellos despreciables pecadores destinados al infierno; tampoco somos
cristianos que irán al cielo. ¡No! Hemos sido librados de la muerta eterna, que es la
condenación de Dios, pero mucho más, ahora somos uno con el Dios Triuno. El
vive en nosotros y nosotros en El. ¡Alabado sea el Señor! ¡Aleluya! ¡Amén!
III. MORAR MUTUAMENTE CON EL DIOS TRIUNO

Por consiguiente, cuando usted sea tentado por sus amigos a ir a un lugar
inapropiado como alguna sala de cine, o a participar de cosas malignas, recuerde
que no está solo. ¿Cree usted que a Dios le gustaría ir a tales lugares o practicar
tales cosas? Si usted va, lo obligará a El a ir con usted a dicho lugar. A dondequiera
que usted vaya o cualquier cosa que haga, usted y el Dios Triuno estarán juntos, ya
que moran mutuamente. El nunca lo dejará, ni tampoco usted podrá separarse de
El. En esos momentos de tentación, invoque el nombre del Señor Jesús para tocar
al Dios Triuno en su interior, y luego, huya de esas tentaciones. Cuando esté con
sus amigos puede impartir a Dios en ellos, hablándoles acerca de este maravilloso
Dios Triuno, de Su salvación plena y de su mutuo morar con El. Si usted hace esto,
Satanás no lo podrá tocar, el mundo no podrá influenciarlo, toda la creación estará
sometida a usted y sus amigos sinceramente se lo agradecerán. Entonces Dios
estará feliz en usted. ¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor! ¡Qué relación tan maravillosa
tenemos con nuestro Dios! ¡Podemos morar mutuamente con El!

Preguntas

1. Cite tres versículos que demuestren que el Padre, el Hijo y el Espíritu están
en nosotros.
2. ¿Fue puesto usted en el Dios Triuno? ¿Cuándo?
3. ¿Cómo es posible que moremos mutuamente con el Dios Triuno?
4. Testifique a sus compañeros cómo el Dios Triuno lo ha salvado
recientemente de la tentación del mundo.

Lección siete

EL DIOS TRIUNO SEGUN SE REVELA EN EL ANTIGUO


TESTAMENTO

Lectura bíblica

Gn. 1:1, 26; 11:7; Ex. 3:6; 1 Co. 1:9;


Ef. 1:3-5; Col. 2:9; Ap. 4:5; 1 Co. 10:4;
Jn. 19:34; 7:39; 1 Co. 12:13.

Bosquejo

I. El Dios Triuno revelado en el Antiguo Testamento


II. Dios es triuno en Su relación con el hombre
III. El Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob
IV. El candelero de oro representa al Dios Triuno
V. El Dios Triuno revelado por medio de la roca hendida
Texto

En las seis lecciones anteriores hemos abarcado la verdad básica con respecto al
Dios Triuno. Espero que hayamos recibido alguna revelación y que estemos
experimentando más de El en nuestra vida diaria. En las seis lecciones siguientes
veremos que toda la Biblia nos habla acerca del Dios Triuno. Ciertamente no
podemos abarcar todo lo que la Biblia dice acerca del Dios Triuno, pero
mencionaremos algunos de los puntos más cruciales.

La estructura de toda la Biblia se reduce simplemente al Dios Triuno y Su salvación


completa. Dios es triuno al relacionarse con el hombre, salvarlo e impartirse en él.
Por medio de esta salvación, los hombres se convierten en hijos de Dios y
miembros del Cuerpo de Cristo.

I. EL DIOS TRIUNO REVELADO EN EL ANTIGUO


TESTAMENTO

Debemos darnos cuenta de que antes del nacimiento de Cristo, el Antiguo


Testamento ya hablaba de Dios y de cómo El se relacionaba con Su pueblo
escogido. Si bien el Nuevo Testamento comienza con el nacimiento de Jesús, no por
ello debemos suponer que la revelación del Padre, el Hijo y el Espíritu sea
exclusivamente del relato neotestamentario. De hecho, el Antiguo Testamento está
lleno de pasajes que presentan al Dios Triuno siendo experimentado por el
hombre; pero en cierto modo, esta enseñanza está escondida y presentada
únicamente mediante símbolos. No obstante, lo que a menudo es difícil describir
con palabras, puede comprenderse fácilmente mediante un cuadro descriptivo o un
ejemplo. Lo mismo sucede con el Dios Triuno. Con la ayuda del Nuevo Testamento,
que nos explica los cuadros descriptivos y las figuras del Antiguo, podemos apreciar
cuán excelente y disfrutable es nuestro Dios.

La primera oración en el Antiguo Testamento declara: “En el principio creó Dios


los cielos y la tierra” (Gn.1:1). La palabra hebrea traducida “Dios” es plural en
número, mientras que la forma del verbo “creó” denota un sujeto en singular. Esto
significa que Dios es tres-uno. ¡Desde el primer versículo de la Biblia, está implícito
el que Dios es triuno!

II. DIOS ES TRIUNO EN SU RELACION CON EL HOMBRE

Aunque Dios es uno, muchas veces en el Antiguo Testamento usa el pronombre


plural “Nosotros” para referirse a Sí mismo. En Génesis 1:26 El dice: “Hagamos al
hombre a nuestra imagen”. Este versículo ciertamente indica que Dios es plural,
pues la forma del verbo “hagamos” implica tácitamente el sujeto plural “nosotros”;
sin embargo, la palabra hebrea traducida “imagen” se refiere a una persona
singular. Así pues, “imagen” —que se refiere a una persona en singular— usa el
pronombre plural “nosotros”, lo cual indica que Dios es tres-uno.
Del capítulo 1 de Génesis pasamos al capítulo 3. Después de la caída del hombre,
Dios vuelve a usar el pronombre plural “nosotros” para referirse Sí mismo: “Y dijo
Jehová Dios: he aquí que el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el
mal” (Gn. 3:22).

En Génesis 11 la rebelión del hombre contra Dios llegó al extremo de edificar la


torre de Babel y la ciudad de Babel. Entonces Dios dijo: “Ahora, pues,
descendamos...” (Gn. 11:7). Aquí de nuevo Dios utiliza el pronombre plural para
referirse a Sí mismo.

Por lo tanto podemos ver claramente que, en Su relación con el hombre, Dios usa el
pronombre plural para referirse a Sí mismo: cuando creó al hombre, El usó el
pronombre plural para referirse a Sí mismo; cuando trató con el hombre caído,
volvió a usar el pronombre plural; y cuando vino a lidiar con la rebeldía del
hombre, también lo usó. Esto significa que El se relaciona con el hombre como el
Dios Triuno. En Génesis 1, mientras Dios creaba todas las cosas, El nunca usó el
pronombre plural para referirse a Sí mismo, aunque el sustantivo que se traduce
“Dios” es plural en número. Esto sugiere que en cuanto a Su relación con todas las
otras criaturas, Dios era simplemente Dios, pero en cuanto a Su relación con el
hombre, El siempre se revela como el Dios Triuno.

III. EL DIOS DE ABRAHAM, EL DIOS DE ISAAC Y EL DIOS


DE JACOB

En Exodo 3:6 el Señor dijo a Moisés: “Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham,
Dios de Isaac, y Dios de Jacob”. Este versículo revela el aspecto triple de Dios en la
relación con Su pueblo escogido. Con el Dios de Abraham, el énfasis recae en el
Padre; con el Dios de Isaac, se hace hincapié en el Hijo; y con el Dios de Jacob, se
da importancia al Espíritu. Por lo tanto, mediante las experiencias de Abraham,
Isaac y Jacob podemos entender mejor que Dios es triuno, es decir, vemos al Padre,
al Hijo y al Espíritu.

Primero vemos que Abraham fue llamado a salir de su entorno pagano para
participar de la bendición y el propósito divinos, lo cual revela el llamamiento que
el Padre hace (1 Co. 1:9; Ef. 1:3-5). En segundo lugar vemos en Isaac al hijo
prometido de Abraham, a quien luego se le pidió ofrecerlo a Dios en sacrificio. Esto
revela al Hijo, quien nos fue prometido por Dios, y quien fue ofrecido a Dios
mediante la muerte y resurrección. Por último, en la experiencia de Jacob vemos al
Espíritu. Jacob fue una persona que siempre estuvo bajo la disciplina de Dios; él
siempre hacía lo posible para que las cosas funcionaran a su manera, pero el Señor
siempre arreglaba las circunstancias soberanamente para lograr que Jacob no
confiara en sí mismo, sino en Dios. Esto representa la obra transformadora del
Espíritu. ¡Aleluya por nuestro Dios! El fue quien nos llamó a Su propósito
maravilloso; El es nuestra porción prometida; y es El quien nos está transformando
a Su propia imagen. El es el Padre, el Hijo y el Espíritu: el Dios de Abraham, de
Isaac y de Jacob.
IV. EL CANDELERO DE ORO REPRESENTA AL DIOS
TRIUNO

Exodo 25 describe el candelero de oro en el tabernáculo, lo cual presenta un cuadro


maravilloso del Dios Triuno. Este candelero no debe ser visto superficialmente,
como si fuera un simple artefacto que alumbra en la oscuridad, sino que debemos
considerar cuidadosamente tres aspectos importantes de este símbolo maravilloso,
a saber: el oro, el candelero mismo y las lámparas.

Primero, el candelero fue hecho de un talento de oro puro, que pesa


aproximadamente 45 kilos, cuya forma fue labrada sobre una base y en su extremo
superior tenía siete lámparas. La sustancia o esencia del candelero era oro puro. En
la Biblia, el oro representa la naturaleza de Dios. A diferencia del hierro, el oro no
se oxida ni cambia su estructura química. Esto nos muestra que la naturaleza de
Dios es inmutable, es decir, que nunca cambia. De aquí que el oro representa a Dios
el Padre como la esencia y la fuente.

En segundo lugar, el candelero de oro no era un trozo de oro sin forma, sino que
dicho oro había sido forjado y labrado en la forma de un candelero. Esto significa
que el oro está corporificado en la forma de Dios el Hijo. Toda la plenitud de la
Deidad habita corporalmente en el segundo de la Trinidad (Col. 2:9). Jesucristo
posee la forma e imagen de Dios.

En tercer lugar vemos la expresión del candelero. El candelero tenía la finalidad de


brillar, y tal brillo constituía su expresión. Tal expresión emanaba de las siete
lámparas. La Biblia nos dice que las siete lámparas son los siete Espíritus de Dios
(Ap. 4:5). Por consiguiente, podemos decir que el candelero representa al Dios
Triuno en Su expresión: su substancia es el Padre, su forma es el Hijo y su
expresión es el Espíritu.

Qué cuadro tan maravilloso del Dios Triuno: el oro, la forma y el brillo. Podemos
ver este candelero por toda la Biblia, hasta que finalmente aparece en el último
libro, el Apocalipsis. En la lección doce veremos cómo el candelero en Apocalipsis
nos muestra algo aún más maravilloso acerca de la expresión del Dios Triuno.

V. EL DIOS TRIUNO REVELADO POR MEDIO DE LA ROCA


HENDIDA

La roca hendida mencionada en Exodo 17 es un cuadro que nos muestra que


podemos disfrutar al Dios Triuno. A los hijos de Israel se les agotó el agua para
beber durante su peregrinaje por el desierto. Entonces, el Señor ordenó a Moisés
que golpeara la roca con su vara, a fin de que brotara agua; tan pronto Moisés lo
hizo, el agua brotó y el pueblo pudo saciar su sed.

En 1 Corintios 10:4 dice que: “La roca era Cristo”. Moisés y su vara representan la
autoridad de la ley de Dios. El hecho de que Moisés golpeara la roca muestra que
cuando Cristo murió en la cruz, El fue juzgado por la autoridad de la ley divina.
Ante los ojos de Dios, el Señor Jesús fue sometido a muerte no por los judíos, sino
por la misma ley de Dios. El agua, por ende, representa al Espíritu. De la misma
manera que el agua brotó de la roca herida, el Espíritu brotó del Cristo que fue
herido por el juicio divino (Jn. 19:34). Los israelitas no podían obtener agua a no
ser por la roca hendida; de igual manera nosotros no podemos obtener al Espíritu a
no ser por el Cristo que ha sido juzgado. Juan 7:37-39 revela que el Espíritu estaría
disponible a todo aquel que le bebiera después de que Cristo fuera juzgado en la
cruz por nuestros pecados, una vez que resucitara como el Espíritu vivificante.

¡Alabado sea el Señor por Cristo, nuestra Roca herida! El fue juzgado en favor
nuestro para que pudiéramos disfrutar la vida eterna. Esta vida está ahora en el
Espíritu, y a todos se nos ha dado a beber de este Espíritu (1 Co. 12:13). ¿Alguna vez
ha tenido dificultades? ¿Alguna vez se ha sentido insatisfecho? ¿Alguna vez se ha
quejado? Estas son señales que muestran que estamos “sedientos”. ¡Necesitamos
beber! Nadie puede vivir sin agua. Como cristianos, necesitamos beber de las aguas
vivientes del Espíritu. ¿Se ha dado cuenta de que tiene una Roca en su espíritu?
“¡Oh, Señor Jesús! ¡Oh, Señor Jesús! ¡Tú eres mi roca hendida!” El Señor Espíritu
nos reavivará, nos refrescará y nos hará vivientes.

Espero que por medio de esta lección podamos darnos cuenta de que el Antiguo
Testamento no consiste meramente en historias acerca de los hijos de Israel, sino
que, a la luz del Nuevo Testamento, podamos apreciar cómo estos libros revelan las
riquezas infinitas del Dios Triuno, aun cuando apenas hemos abarcado una
pequeña sección de los cientos de páginas que hay en las Escrituras. Los ejemplos o
cuadros descriptivos presentados en el Antiguo Testamento nos permiten apreciar
y disfrutar al Dios Triuno; cada cuadro ciertamente vale más que mil palabras.

Preguntas

1. Hable con sus compañeros de cómo Exodo 3:6 se refiere al Dios Triuno.
2. Escriba una profecía corta de cien palabras acerca de cómo el candelero
tipifica al Dios Triuno. Dé referencias.
3. ¿Ha bebido usted del agua viva?

Lección ocho

EL DIOS TRIUNO SEGUN SE REVELA EN LOS EVANGELIOS


Y EN HECHOS

Lectura bíblica

Lc. 15:4-32; Hch. 2:21; 9:14; 22:16; 8:16; 19:5.

Bosquejo
I. El amor del Dios Triuno hacia los pecadores
(Lucas 15)
II. El Dios Triuno en el libro de Hechos
A. La práctica de invocar el nombre del Señor
B. La práctica de ser bautizados en el Señor

Texto

El Dios Triuno se revela progresivamente desde Génesis hasta Apocalipsis. Aunque


el Antiguo Testamento muestra muchos aspectos del Dios Triuno, eso no es
suficiente para entenderlo cabalmente, ya que El es presentado de una manera
velada y simbólica. Sin embargo, en el Nuevo Testamento, comenzando con los
cuatro evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, la revelación del Dios Triuno es
más abundante y clara. Mateo 28:19 es el primer libro de la Biblia que menciona
claramente a los tres de la Trinidad en conjunto. Los evangelios son una gran
revelación de la distinción entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; Dios es tres
económicamente a fin de llevar a cabo Su propósito.

Mateo, Marcos y Lucas hablan acerca de la venida de Jesús el Hijo y de Su obra


redentora. El evangelio de Juan profundiza más para mostrarnos que este Jesús es
el Dios Triuno, quien viene para ser nuestra vida esencialmente. El evangelio de
Juan, entre todos los libros de la Biblia, es el que con mayor frecuencia se refiere a
la vida divina y a la relación entre el Padre, el Hijo y el Espíritu. Ya hemos utilizado
muchos versículos de Juan para describir al Dios Triuno y nuestra experiencia de
El; sin embargo, hay un pasaje de Lucas que debemos considerar en esta lección.

I. EL AMOR DEL DIOS TRIUNO HACIA LOS PECADORES


(LUCAS 15)

Lucas 15 revela el amor del Dios Triuno hacia los pecadores. Hay tres parábolas en
este capítulo que, a manera de cuadros maravillosos, describen la salvación que la
Trinidad Divina lleva a cabo. Las tres parábolas se refieren a los tres de la Trinidad
Divina. La primera parábola habla acerca del pastor que sale a buscar una oveja
perdida (vs. 4-7); esto hace referencia al Hijo. La segunda parábola habla acerca de
la mujer que enciende una lámpara para buscar una moneda perdida (vs. 8-10);
esto señala a la persona del Espíritu Santo. La tercera y última parábola habla
acerca del padre amoroso que recibe de regreso a su hijo pródigo o despilfarrador
(vs. 11-32); esto alude al Padre celestial.

La secuencia de estas parábolas no corresponde a la secuencia esencial presentada


en Mateo 28:19, la cual hace referencia a la persona misma del Dios Triuno, sino
que corresponde a nuestra experiencia progresiva de acceso o entrada al Dios
Triuno, como se menciona en Efesios 2:18. En los cuatro evangelios, el Hijo,
caracterizado como el buen Pastor, viene primero a efectuar la redención; éste es el
fundamento de la salvación de Dios. Luego en Hechos el Espíritu interviene para
encontrarnos, lo cual resulta en nuestro arrepentimiento. Y finalmente, regresamos
a Dios el Padre, quien nos espera y nos recibe.

El Hijo como Pastor vino al desierto en busca de la oveja perdida (v. 4). A los ojos
de Dios el mundo entero es un desierto, un lugar árido y desolado donde todos
están perdidos. La manera en que el Hijo nos busca es que muere por nosotros (Jn.
10:15). El Espíritu Santo vino para encontrarnos, tal como la mujer buscó la
moneda perdida en la casa (v. 8). La casa denota nuestra persona, nuestro ser. La
obra “barredora” del Espíritu consiste en alumbrar todo nuestro ser: la mente, la
parte emotiva, la voluntad y la conciencia, de una manera detallada y cuidadosa a
fin de encontrarnos. La lámpara utilizada por la mujer representa la palabra de
Dios (Sal. 119:105, 130). El Espíritu usa la palabra para poner al descubierto
nuestra posición y condición. Este es el significado de ser “hallados”. Después de
ser alumbrados nos arrepentimos, lo cual significa que tomamos la decisión de
volver al Padre. El Padre aguarda nuestro retorno (v. 20) y finalmente nos trae de
regreso a Su casa (v. 25), que es la iglesia.

¡Qué maravilloso es el amor divino expresado en estas parábolas! ¿Alguna vez se ha


considerado usted como una oveja perdida en el desierto? Lea Lucas 15 otra vez
mientras estudia esta lección. Apreciará cuán preciosos somos para el Dios Triuno.

II. EL DIOS TRIUNO EN EL LIBRO DE HECHOS

Los evangelios narran el ministerio del Jesús encarnado mientras estuvo en la


tierra. Posteriormente, Hechos describe la obra del Cristo resucitado y ascendido a
los cielos. Esta obra se lleva a cabo en la tierra por medio de los creyentes, en
quienes El vive. Esto es posible debido a que el Señor se hizo el Espíritu vivificante,
y como tal El puede entrar en ellos. Todo lo que el Señor Jesús obtuvo se imparte y
se aplica en los discípulos a fin de que ellos sean la propagación de Cristo y
establezcan iglesias por todo el mundo. A la vez, el libro de Hechos muestra dos
prácticas mediante las cuales podemos participar del Dios Triuno y disfrutarle, que
son: invocar el nombre del Señor y ser bautizados.

A. La práctica de invocar el nombre del Señor

A pesar de que la práctica de invocar al Señor se menciona frecuentemente en el


Antiguo Testamento, en el Nuevo Testamento se menciona por primera vez en
Hechos 2:21 cuando Pedro predicaba el evangelio. Los primeros cristianos eran
reconocidos porque invocaban el nombre del Señor (Hch. 9:14, 21).
Inmediatamente después de que Saulo de Tarso, quien se convirtiera en Pablo, fue
cautivado por el Señor, Ananías le instó a que fuera bautizado invocando el nombre
del Señor (Hch. 22:16).

Invocar Su nombre es la manera más práctica de disfrutar todo lo que el Dios


Triuno es, tal como amor y luz, y todo lo que El ha realizado y obtenido, tal como el
perdón de pecados, así como el logro de Su ascensión. Todos sabemos que Su
nombre hoy es “Señor Jesús”. Ahora podemos disfrutar ricamente al Dios Triuno
que se procesó en los evangelios, al ejercitar nuestro espíritu e invocar: “¡Señor
Jesús!”

B. La práctica de ser bautizados en el Señor

En Mateo 28:19 el Señor encargó a los discípulos que bautizaran a los creyentes en
el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Pero vemos que más tarde, en el
libro de Hechos, ellos bautizaban en el nombre del Señor Jesús (Hch. 8:16; 19:5).
¿Cometieron ellos un error? Ciertamente no. Más bien, este hecho confirma lo que
hemos dicho anteriormente; esto es, que El Señor Jesús es la corporificación del
Dios Triuno. El es el Dios Triuno. De manera que, ser bautizados en el nombre del
Señor Jesús equivale a ser bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo. Cuando usted fue bautizado en el nombre del Señor Jesús, fue
puesto en la Persona misma del Señor, es decir, en el Dios Triuno. ¡Ya no está más
en usted mismo ni en el mundo, sino en Dios!

Saulo odió la iglesia y persiguió a los creyentes hasta que el Señor lo salvó. Cuando
se bautizó, todo su pasado quedó enterrado y él fue puesto en Cristo. En ese
momento experimentó el lavamiento de sus pecados e invocó el nombre del Señor.
Al invocar al Señor recibió la Persona misma en la cual estaba siendo bautizado.

Quizá usted no se sienta tan malo como Saulo, que encarcelaba a los creyentes.
Pero tal vez a menudo termina discutiendo con los miembros de su familia. En
realidad esto también es pecaminoso ante el Señor. Supongamos que usted tiene un
desacuerdo con su madre. Una hora después, aún se siente perturbado y molesto;
no puede entender por qué ella no ve las cosas de la misma manera que usted.
Mientras más piensa en ello, más se consume por dentro. En ese momento usted se
encuentra en su yo. Tal vez piense que está en lo correcto, pero aun así, se siente
miserable. Así que comienza a invocar en voz suave el nombre del Señor; cuanto
más le invoca, más su ira disminuye. De pronto comprende que ha ofendido a su
madre, y se siente avergonzado por ello. Así que empieza a orar: “Señor, estaba
equivocado, perdóname”. Incluso se disculpa con su madre y experimenta tal
liberación que aun siente que ella es tan amada como el propio Señor.

Esta es nuestra experiencia al invocar y al bautizarnos. En tal situación, ¿podría


usted por sí mismo admitir que estaba equivocado y disculparse? Probablemente
no. Pero mientras más invoca, más del Dios Triuno como Espíritu se añade a usted.
El vino como luz, perdón y amor. Mientras invocaba, el Señor lo iluminó y pudo
darse cuenta de su falta, pero El también vino como perdón y amor. ¡Alabado sea el
Señor! Usted experimentó ser trasladado del yo y de sus sentimientos al Dios
Triuno. Siempre debemos tener presente esto e invocar el nombre del Señor, así
nos daremos cuenta de que ya no estamos en el mundo, en el yo ni en nuestros
pecados. Más bien, somos aquellos que han sido bautizados en el Señor Jesús y que
invocan el amado nombre de nuestro Señor.

Preguntas
1. Explique cómo Lucas 15 nos revela el amor del Dios Triuno hacia el hombre.
2. ¿Qué nos enseña Mateo 28:19, Hechos 8:6 y Hechos 19:5 acerca del Dios
Triuno?

Lección nueve

EL DIOS TRIUNO SEGUN SE REVELA EN LAS EPISTOLAS


(1)

Lectura bíblica

Ro. 8:9-11; 2 Co. 13:14.

Bosquejo
I. El Dios Triuno en Sus creyentes (Romanos 8)
II. El disfrute que tenemos del Dios Triuno (2 Corintios 13:14)

Texto
Las epístolas son cartas escritas a diversas personas por los apóstoles: catorce
fueron escritas por Pablo, dos por Pedro, tres por Juan, una por Jacobo y una por
Judas. El pensamiento central de las epístolas consiste en que Cristo hoy es el
Espíritu vivificante, quien habita en nuestro espíritu. El es nuestra vida y en El se
halla todo lo necesario para la edificación de la iglesia, el Cuerpo de Cristo. Los
apóstoles experimentaron y disfrutaron al Dios Triuno y Su salvación completa. El
Dios Triuno no era una simple doctrina o enseñanza para ellos; más bien, El era su
vida y disfrute en medio de todas sus situaciones diarias. Lo que ellos escribieron
sencillamente surgió de tales experiencias. En esta lección y en la próxima, veremos
que ellos no escribieron acerca de estas cosas con el propósito de que sean
estudiadas como mera teología, sino para revelarnos cómo Dios, en Su maravillosa
y misteriosa Trinidad, se imparte en Su pueblo elegido a fin de que seamos Su
expresión.

I. EL DIOS TRIUNO EN SUS CREYENTES (ROMANOS 8)

Romanos 8 afirma que el Dios Triuno está en nosotros. Los versículos del 9 al 11
reiteran este hecho: “el Espíritu de Dios mora en vosotros”; “pero si Cristo está en
vosotros”; y “Su Espíritu que mora en vosotros”. Estos versículos indican que el
Espíritu de Dios, Cristo y Su Espíritu moran en nosotros. El Espíritu de Dios es
simplemente Dios mismo. Su Espíritu, por supuesto, es el Espíritu Santo. Por lo
tanto, Dios, Cristo y el Espíritu Santo están en nosotros. Sin embargo, ¿cuántas
personas diría usted que moran en su interior? Debe contestar: ¡una! Cuando usted
ora, ¿siente que viven tres Personas dentro de usted? ¡Por supuesto que no! Sólo
ora a un Dios y percibe a una sola Persona en su interior. En terminolgía hay tres,
pero en experiencia solamente hay uno. ¡No existe ninguna confusión dentro de
nosotros! Tenemos al Dios Triuno como el Espíritu que mora en nuestro ser.

II. EL DISFRUTE QUE TENEMOS DEL DIOS TRIUNO


(2 CORINTIOS 13:14)

Debido a que Dios es uno en Su aspecto esencial, sólo sentimos a una Persona en
nosotros; no obstante, debido a Su deseo de entrar en el hombre, Dios es tres en Su
aspecto económico. Aunque tenemos al Dios Triuno en nuestro interior, El ocupa
solamente una pequeña parte de nuestro ser. Pero Su deseo es llenar
completamente nuestro espíritu, alma y cuerpo, y la manera en que logra esto es
impartiéndose en nosotros. Día tras día debemos experimentar a Dios
impartiéndose en nosotros. Por eso en 2 Corintios 13:14 Pablo dice: “La gracia del
Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos
vosotros”. Esta es la manera en que el Dios Triuno se imparte en nuestro ser.

La gracia del Señor es simplemente nuestro disfrute de El. Cuando disfrutamos al


Señor, obtenemos gracia. El amor de Dios es Dios mismo, y el amor es la fuente de
la gracia. La gracia surge del amor y es su misma expresión. La comunión del
Espíritu es el Espíritu mismo. Cuando el Espíritu nos transmite la gracia
juntamente con el amor, disfrutamos la comunión. Sin embargo, la gracia, el amor
y la comunión no son tres asuntos separados, sino tres aspectos de una misma
realidad, del mismo modo que el Señor, Dios y el Espíritu no son tres, sino un sólo
Dios. Cuando experimentamos a uno de Ellos, experimentamos a los tres. El amor
de Dios es la fuente, la gracia del Señor es el cauce, y la comunión del Espíritu
introduce en nosotros esta gracia juntamente con el amor. Dicha transmisión tiene
como meta que experimentemos y disfrutemos al Dios Triuno: el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo.

En 2 Corintios 13:14, Pablo evocó “el amor de Dios”, porque el Padre es la fuente de
nuestra salvación; mencionó “la gracia del Señor”, porque Cristo el Hijo vino para
efectuar la salvación y para traernos el disfrute pleno de Dios; y habló de “la
comunión del Espíritu Santo”, ya que el Espíritu es la transmisión a nosotros de
todo lo que el Padre es y todo lo que Cristo ha logrado. El Dios Triuno completo
trabaja para impartir Su Ser en nosotros. De modo que nuestro espíritu, alma y
cuerpo gradualmente serán saturados de El. ¡Aleluya!

Segunda Corintios 13:14 es una contundente demostración de que Dios es triuno


con miras a que lo experimentemos, y no sólo para la mera enseñanza. Pablo no
dijo: “El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo sea con todos vosotros”. Ciertamente él
mencionó a la Trinidad, pero como gracia, amor y comunión. Esto es muy
disfrutable y es una clara evidencia de que Dios se imparte en nosotros. ¿Pero cómo
podemos experimentar y disfrutar esa impartición? ¿Y cuál debe ser el resultado?
En la iglesia todos son animados a leer la Palabra de Dios, orar e invocar Su
nombre. Esto es absolutamente correcto; pero debemos siempre recordar que Dios
se imparte en nosotros con el propósito de producir Su expresión. El hecho de que
leamos, oremos e invoquemos debe afectar nuestras vidas en el hogar y en la
escuela. El disfrute que tenemos no es sólo para nosotros mismos, sino para que
Dios brote de nosotros y sea expresado.

¿Qué significa que Dios viva y se exprese por medio de nosotros? Consideremos,
por ejemplo, la justicia: Dios es justo. El es absolutamente justo y honesto en todo
lo que hace. ¿Y nosotros? Por naturaleza nosotros ciertamente no somos justos.
Supongamos que usted compra algo en la tienda y que por error el cajero le cobra
menos del precio. La mayoría de los jóvenes no se lo mencionaría al cajero. Por el
contrario, les daría mucho gusto ahorrarse algo de dinero. Pero eso es una
injusticia. Esa es la expresión del diablo. Usted podría argumentar que la tienda
tuvo la culpa o que los precios son muy elevados, pero esas excusas sólo
demuestran cuánto ama usted su dinero y cuán injusto es usted. De hecho,
quedarse con ese dinero es lo mismo que hurtar.

En cambio, si en ese momento usted ora: “Señor, reconozco que debo decir algo,
pero no puedo. Señor Jesús, yo no soy justo pero Tú sí lo eres. Sólo me vuelvo a Ti”.
¿Cree que podría quedarse con ese dinero después de orar de esta manera?
Definitivamente no lo haría, sino que devolvería la cantidad adicional. Esta
experiencia es el Dios Triuno que vive en usted y brota de usted como justicia.
Usted preferiría salir contento de la tienda con el dinero, pero al volverse hacia el
Señor, permite que El se imparta en su ser de tal manera que lo impulse a devolver
el dinero. De este modo usted obtiene más del Dios justo. La gente en el mundo
expresa la injusticia, pero nosotros, por causa de haber experimentado la
impartición de Dios, expresamos a Dios como justicia.

La meta de Dios es obtener un grupo de personas llenas de El para que le expresen.


La iglesia debe tener la expresión más elevada del universo; por tanto, debemos
expresar lo que Dios es. Dios es amor; El ama aun a Sus enemigos. Dios es
perdonador; El perdona incluso los pecados más grandes. Pero nosotros no
podemos amar ni siquiera a nuestro propio hermano o hermana, ni somos capaces
de perdonar el pecado más pequeño. Así que, día a día debemos experimentar y
disfrutar al Dios Triuno. Necesitamos orar e invocar Su nombre y leer las
Escrituras, para que El pueda impartirse más en nosotros a fin de que podamos
expresarle.

El es tan maravilloso y disfrutable. Su meta es hacernos Sus hijos para que seamos
miembros del Cuerpo de Cristo, y así, le expresemos. El puede lograr Su meta si
nosotros lo disfrutamos de tal manera. Es tan sencillo experimentar esto. ¡Aleluya
por la impartición del Dios Triuno! ¡Alabado sea el Señor por la meta de la
salvación completa de Dios!

Preguntas

1. Utilice 2 Corintios 13:14 para escribir una profecía acerca del disfrute que
usted ha experimentado del Dios Triuno.
Lección diez

EL DIOS TRIUNO SEGUN SE REVELA EN LAS EPISTOLAS


(2)

Lectura bíblica

Ef. 2:1-6, 13, 17-18; 1 Co. 15:45b; Ef. 3:14-17.

Bosquejo

III. El tráfico entre el Dios Triuno y el hombre es recíproco (Efesios 2)


IV. El Dios Triuno mora en nosotros (Efesios 3)

Texto
En esta lección veremos los capítulos dos y tres de Efesios. Efesios 2 nos muestra
una circulación maravillosa y recíproca: Dios viene a nosotros y nosotros vamos a
Dios.

III. EL TRAFICO ENTRE EL DIOS TRIUNO


Y EL HOMBRE ES RECIPROCO (EN EFESIOS 2)

El capítulo 2 de Efesios comienza diciendo que caímos en el pecado y la muerte, y


que permanecimos bajo el dominio de estos dos elementos negativos (vs. 1-3) hasta
que, debido a Su gran amor, Dios vino a vivificarnos, a levantarnos de la muerte, a
exaltarnos y a sentarnos en los lugares celestiales. El no hizo esto directamente,
sino por medio de Cristo. Aparte de Cristo no hay posibilidad de que Dios nos
vivifique. Dios nos resucitó y nos sentó en los lugares celestiales en Cristo (vs. 4-6).
Cristo es el medio, el elemento y la esfera en la cual Dios nos vivifica, nos levanta y
nos hace sentar en los cielos. Aparte de Cristo, Dios no tiene forma de efectuar en
nosotros estos tres pasos. Dios los efectuó utilizando a Cristo como medio.

Cristo realizó muchas obras funcionando como canal de Dios. Todo lo que El
realizó se puede sintetizar en un sólo logro: “Su sangre” (v. 13). Esta sangre es la
señal maravillosa de la muerte de Cristo. Después de lograr tanto a través de Su
muerte todo-inclusiva, Cristo vino para predicar el evangelio (v. 17). ¿Cómo pudo
El predicarnos el evangelio después de haber sido crucificado y sepultado? Esto fue
posible porque El resucitó como el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45b). Cuando
Cristo como Espíritu predicó tal evangelio, nosotros lo escuchamos y lo aceptamos.
¿Qué fue lo que recibimos? Al Espíritu vivificante. ¡Aleluya! ¡Lo que el amor de
Dios inició, vino a nosotros por medio de Cristo, el Canal, y nos alcanzó al ser el
Espíritu!
Sin embargo, esta no es la meta final. El Dios Triuno tiene como meta
introducirnos en El mismo. Es por eso que Efesios 2:18 añade: “Porque por medio
de El los unos y los otros tenemos acceso en un mismo Espíritu al Padre”. Estos
versículos muestran que cuando recibimos al Espíritu mediante la predicación,
recibimos al Hijo. Luego, el Espíritu nos lleva de regreso al Padre por medio del
Hijo. ¡Esto es maravilloso! El Padre vino a nosotros a través del Hijo y en el
Espíritu, y ahora el Espíritu nos lleva de regreso al Padre por medio del Hijo. ¡Qué
maravilloso es este tráfico en ambas direcciones! Disfrutamos la impartición triple
de vida de parte del Dios Triuno.

IV. EL DIOS TRIUNO MORA EN NOSOTROS (EFESIOS 3)

Después de Efesios 2 tenemos en el capítulo 3 una oración hecha por el apóstol


Pablo. Efesios 3:14-17 dice: “Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre ... para
que os dé ... el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por Su Espíritu;
para que Cristo haga Su hogar en vuestros corazones por medio de la fe”. Vemos
aquí de nuevo al Dios Triuno: el Padre, Su Espíritu y Cristo. Esta es una oración
maravillosa que nos lleva a experimentar la impartición divina de la Trinidad
Divina. Primero Pablo dobla sus rodillas ante el Padre, apelando así a la fuente
misma. El pidió al Padre que fortaleciera a los creyentes en su hombre interior por
medio de Su Espíritu. Nuestro hombre interior es nuestro espíritu regenerado por
el Espíritu Santo. Nuestro espíritu está mezclado con el Espíritu. ¿Cómo podemos
ser un espíritu con el Señor? Solamente mediante el Señor como Espíritu mezclado
con nuestro espíritu. El Espíritu divino se mezcló con nuestro espíritu humano
para ser un sólo espíritu. ¡Es maravilloso que el Padre nos fortalezca en nuestro
hombre interior por medio del Espíritu!

¿Qué significa ser fortalecidos con poder en el hombre interior por Su Espíritu?
Consideremos nuestra experiencia. Muchas veces nos perturbamos, nos
desconcertamos e incluso nos frustramos. Pareciera que nada marcha bien en la
escuela o en el hogar. Mientras más consideramos nuestra situación, más
estancados nos sentimos y no sabemos qué hacer. Y mientras más le damos vueltas
al asunto, más debilitados y engañados somos. En esos momentos necesitamos
decir: “¡Satanás, apártate de mí! Voy a entrar en mi hombre interior, voy a disfrutar
del Espíritu que fortalece mi espíritu”. Mientras más ore, más fortalecido será, pues
por medio de la oración ejercitará su espíritu, el cual está mezclado con el Espíritu
de Dios; esto fortalece su hombre interior. Usted debe practicar esto a fin de
disfrutar al Dios Triuno.

Pablo continúa diciendo que al ser fortalecidos de esta manera, Cristo el Hijo puede
hacer Su hogar en nuestro corazón. Esto quiere decir que Cristo se establece en
nuestro ser. Nuestro corazón se compone del alma —la mente, la parte emotiva y la
voluntad— más la conciencia, la cual es una parte de nuestro espíritu. Ahora que
somos creyentes, Cristo está en nosotros; pero Su deseo es hacer Su hogar en
nuestro corazón. El no quiere estar limitado sólo a un rincón, sino que anhela vivir
en todas las partes de nuestro ser. En ocasiones nos sentimos débiles en nuestro
espíritu; ésto se debe a que Cristo tiene acceso sólo a una pequeña parte de nuestro
ser. Si El ocupara todas y cada una de las “recámaras” de nuestro corazón, nunca
estaríamos débiles.

Al principio, cuando usted recibió al Señor, El entró a su espíritu. Esto es como si


usted lo hubiese invitado a pasar a su “sala”. Pero es posible que no le haya dado la
libertad para entrar a otras áreas. Por ejemplo, su mente es otra área a la que Cristo
desea entrar. A veces usted tiene pensamientos impropios, y tal vez siente que el
Señor le indica que detenga esos pensamientos y que comience a invocar Su
nombre. Si no le obedece, usted perderá la oportunidad de que El extienda Su
hogar a otras áreas de su corazón. ¿Y qué acerca de sus emociones? En ocasiones
usted ama cierta cosa o a cierta persona más que al Señor mismo, mientras que el
Señor desea que lo ame sólo a El con todo su corazón; no obstante, usted no está
dispuesto a volverse a El. Finalmente, deberá tratar con su voluntad. El Señor
quiere que usted lea la Biblia, pero tal vez muchas veces usted no lo hace. Como
puede ver, en su vida diaria se presentan muchas oportunidades para que el Señor
se extienda a otras áreas de su corazón. En esos momentos, usted necesita ablandar
su corazón y arrepentirse ante el Señor. Si hace esto, será fortalecido por el Espíritu
y experimentará la salvación del Señor en todo su ser, al grado que su mente, parte
emotiva, voluntad y conciencia serán saturadas de Cristo. Esta es la única manera
en que El puede hacer Su hogar en nuestro corazón.

A pesar de que en las lecciones nueve y diez sólo abarcamos varios pasajes de
algunas epístolas, hemos podido apreciar cuán ricos son estos pasajes en cuanto a
experimentar al Dios Triuno. Creemos que al haber dado énfasis a ciertos
versículos relacionados con el Dios Triuno, les hemos ayudado a descubrir por sí
mismos estas riquezas. Esperamos que esto despierte su interés por leer más de las
epístolas, con el fin de disfrutar y experimentar la rica impartición de nuestro
maravilloso Dios.

Preguntas

1. ¿En qué consiste el tráfico recíproco al cual se refiere ésta lección?


2. ¿Está permitiendo que el Espíritu ocupe más de su ser? Testifique algunas
de sus experiencias.
3. Memorice Efesios 3:14-17.

Lección once

EL DIOS TRIUNO SEGUN SE REVELA EN APOCALIPSIS

Lectura bíblica

Ap. 1:1, 4-5, 7; 21:12-13; 22:1; Jn. 7:37-39; Ef. 3:9;


Jn. 1:29; Ef. 1:7; Jn. 3:6.
Bosquejo

I. La gracia y la paz que el Dios Triuno imparte


II. El hablar del Espíritu
III. El Dios Triuno se expresa por medio de la Nueva Jerusalén
A. El Dios Triuno como nuestro acceso
B. El Dios Triuno como nuestra existencia

Texto

En esta lección llegamos al último libro de la Biblia, el Apocalipsis. La Biblia en su


totalidad es la revelación de Dios, y Apocalipsis es la conclusión de toda la Biblia.
Así que, en este libro tenemos la revelación final y completa acerca de Dios. Dios es
triuno, y en Apocalipsis, el libro que contiene la revelación final de todas las cosas,
vemos algo más profundo, elevado, rico y dulce concerniente a nuestro Dios
Triuno.

I. LA GRACIA Y LA PAZ QUE EL DIOS TRIUNO IMPARTE

En el capítulo uno tenemos una salutación maravillosa. En Apocalipsis 1:4 y 5 dice:


“Gracia y paz a vosotros de parte de Aquel que es y que era y que ha de venir, y de
los siete Espíritus que están delante de Su trono; y de Jesucristo, el Testigo fiel, el
Primogénito de entre los muertos, y el Soberano de los reyes de la tierra”. Este
pasaje afirma que recibimos gracia y paz de parte del Dios Triuno. La expresión:
“Aquel que es y que era y que ha de venir” se refiere a Dios el Padre eterno; los
“siete Espíritus que están delante de Su trono” denotan a Dios el Espíritu; y
“Jesucristo”, por supuesto, alude a Dios el Hijo, quien es el Testigo fiel, el
Primogénito de entre los muertos y el Soberano de los reyes de la tierra. La mayoría
de las epístolas principian con una salutación, pero ésta es “la salutación
consumada del Dios Triuno”. Si oramos-leemos este versículo, ciertamente
disfrutaremos la gracia y la paz del Dios Triuno.

II. EL HABLAR DEL ESPIRITU

En los capítulos dos y tres de Apocalipsis vemos que el Señor es el Espíritu. En


estos capítulos se hallan siete epístolas escritas a siete iglesias locales. Al principio
de cada epístola habla el Señor (2:1, 8, 12, 18; 3:1, 7, 14), pero al final de cada
epístola es el Espíritu quien habla (2:7, 11, 17, 29; 3:6, 13, 22). Esto muestra que
siempre que el Señor Jesús habla, es el Espíritu quien habla. Puesto que El Señor es
el Espíritu y el Espíritu es el Señor, el hablar del Señor equivale al hablar del
Espíritu.

¿Ha oído usted alguna vez el hablar del Señor? Tal vez no lo haya oído con sus
oídos físicos, pero El puede hablar a su espíritu, es decir, a sus “oídos espirituales”,
ya que Cristo es el Espíritu que habla. Si usted lee la Palabra de Dios con un
espíritu abierto, el Espíritu le hablará algo de Cristo en su interior. Por ejemplo, en
la epístola a Efeso el Señor dice: “Pero tengo contra ti que has dejado tu primer
amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete...” (Ap. 2:4-5).
Luego, el versículo 7 dice: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las
iglesias”. Al leer estos versículos quizás reconozca que el Señor no es su primer
amor, o sea, su mejor amor. Esto significa que usted ama otras cosas, tal como la
buena ropa, la música o los juegos de computadora, más que al propio Señor. Este
sentir interior es el hablar del Espíritu, es decir, el Señor mismo hablándole. Tal
hablar lo llevará a que se arrepienta y se vuelva al Señor orando de la siguiente
manera: “Oh, Señor, te amo sólo a Ti. No me interesa nada más. Quiero estar
locamente enamorado de Ti. Te amo sobremanera. Tu eres mi mejor amor, mi
primer amor”. Si ora de esta manera, la gracia y la paz del Dios Triuno lo llenarán,
usted disfrutará de la presencia del Señor como gracia, y su corazón estará en paz
con Dios. ¡Aleluya porque El nos ama tanto! ¡El debe ser nuestro primer amor!

III. EL DIOS TRIUNO SE EXPRESA POR MEDIO DE LA


NUEVA JERUSALEN

En los capítulos 21 y 22 de Apocalipsis el Dios Triuno se revela a lo máximo por


medio de la Nueva Jerusalén. Todas las características que Juan describe acerca de
la ciudad santa son símbolos maravillosos que nos muestran al Dios Triuno y Su
economía. A continuación veremos tan sólo dos de estas características.

A. El Dios Triuno como nuestro acceso


En Apocalipsis 21:12 y 13 dice que esta ciudad tiene “un muro grande y alto con
doce puertas ... al oriente tres puertas; al norte tres puertas; al sur tres puertas; al
occidente tres puertas”. Las tres puertas de cada lado indican que el Dios Triuno —
el Padre, el Hijo y el Espíritu— trabaja conjuntamente a fin de introducir al hombre
en la ciudad. Esto se muestra en las tres parábolas de Lucas capítulo 15. En la
lección ocho vimos que para conducir a un pecador a la casa del Padre: se necesita
al Hijo como el Pastor que trae de regreso a la oveja perdida, se necesita al Espíritu
para alumbrar el corazón de las personas a fin de que se arrepientan, y se necesita
al Padre para recibir al hijo pródigo arrepentido que regresa. Por lo tanto, el Dios
Triuno es nuestro acceso a la Nueva Jerusalén.

Cada uno de los cuatro lados de la ciudad tenía tres puertas, y todas las puertas
eran exactamente iguales. Esto indica que el Dios Triuno está disponible al hombre
en los cuatro ángulos de la tierra. Existe una entrada a la ciudad santa tanto para
los que vienen del este, como para los del norte, del sur o del oeste. En la próxima
lección veremos que la Nueva Jerusalén no es una ciudad física, sino que es el Dios
Triuno mezclado con Su pueblo. ¡Qué acceso tan práctico y maravilloso tiene esta
ciudad!

B. El Dios Triuno como nuestra existencia


Apocalipsis 22:1 dice: “Y me mostró un río de agua de vida, resplandeciente como
cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero...”. Este versículo muestra al Dios
Triuno en Su totalidad, pues incluye a Dios, al Cordero y al río, el cual representa al
Espíritu (Jn. 7:38-39). Observe que no existen dos tronos, uno para Dios y otro
para el Cordero. Unicamente hay un trono. Entonces ¿cómo se sientan ambos, Uno
junto al Otro o Uno encima del Otro? Sabemos que Dios está en el Cordero y el
Cordero está en Dios, es decir, que moran el Uno en el Otro; y de este trono fluye
Dios el Espíritu como un río. Cuando el Espíritu llega a nosotros, obtenemos al
Padre y al Hijo.

Esta escena muestra que nuestra existencia se deriva del Dios Triuno. Primero,
Dios el Padre es el Creador (Ef. 3:9). El creó todas las cosas, incluyéndonos a usted
y a mí. Si El no nos hubiera creado, ciertamente no existiríamos; así que debemos
agradecerle por ser el Dios creador. En segundo lugar, el Hijo —el Cordero— es
nuestro Redentor (Jn. 1:29; Ef. 1:7). El derramó Su sangre por nuestros pecados a
fin de redimirnos para Dios. Sin Su redención, estaríamos para siempre en el lago
de fuego, bajo la condenación de Dios. ¡Alabemos a nuestro Cordero-Redentor!
Finalmente, el río de vida representa al Espíritu, quien es nuestro Regenerador (Jn.
3:6). El Espíritu nos regenera al hacernos nacer de Dios. Luego, se imparte
continuamente en nosotros a fin de que crezcamos en Dios y le expresemos. Esto
permite nuestra existencia como hijos de Dios. Debemos valorar grandemente el
hecho de que Dios sea triuno, pues ello permite nuestra existencia tripartita; El es
nuestro Creador, nuestro Redentor y nuestro Regenerador.

Preguntas

1. Ore-lea con sus compañeros Apocalipsis 22:1-2.


2. Explique cómo Apocalipsis 22:1-2 revela al Dios Triuno.

Lección doce

LA CONSUMACION FINAL DE LA IMPARTICION DEL DIOS


TRIUNO

Lectura bíblica

Ap. 1:20; Jn. 15:1, 5, 16; Ap. 1:1; 21:2-3, 9, 22; 4:3;
2 P. 1:4; Ap. 21:18.

Bosquejo

I. Los siete candeleros de oro


II. La vid y los pámpanos
A. El Dios Triuno
B. Los creyentes
C. Los pámpanos que llevan fruto
III. La Nueva Jerusalén
A. Una morada mutua
B. Tener la vida y la naturaleza de Dios
IV. Nuestro destino eterno

Texto

Hemos visto muchos aspectos maravillosos y misteriosos del Dios Triuno. Aunque
no sabemos cómo nuestro Dios es tres y a la vez uno, sí entendemos que El es
triuno con el fin de impartirse en nosotros. En esta última lección acerca del Dios
Triuno veremos la consumación o resultado final de Su impartición en el hombre.
Este rico Dios Triuno está haciendo tanto por nosotros. El se imparte en nuestro
ser para ser nuestra vida y nuestro todo; esto producirá un resultado maravilloso
conforme a Su economía.

I. LOS SIETE CANDELEROS DE ORO

En la lección siete vimos que el candelero de oro en Exodo 25 era un maravilloso


tipo del Dios Triuno. Este candelero aparece también en 1 Reyes 7 y en Zacarías 4.
Cada mención revela más acerca del Dios Triuno y muestra la relación del
candelero con la morada de Dios; pero la última mención del candelero muestra la
consumación. En Apocalipsis 1:12 Juan recibió la visión de los siete candeleros de
oro. Ya que esto era un misterio para él, el Señor le reveló que “los siete candeleros
son las siete iglesias” (1:20). ¡El candelero único que representaba al Dios Triuno
llega a ser los siete candeleros, que son las siete iglesias!

Pero ya que la iglesia se compone de personas, ¿cómo puede el candelero


representar a la vez al Dios Triuno y a la iglesia? Esto es posible porque la iglesia es
la mezcla de Dios con el hombre. Al impartirse Dios en el hombre se producen las
iglesias, los siete candeleros de oro, los cuales están constituidos de la naturaleza
divina. Debido a que Cristo hace Su hogar en el corazón de los creyentes y que el
Espíritu los satura completamente, ellos llegan a ser la expresión plena del Dios
Triuno. Los candeleros son de oro resplandeciente; por lo tanto, cuando la gente ve
la iglesia, ve al Dios Triuno.

II. LA VID Y LOS PAMPANOS

En Juan 15 el Señor Jesús presenta la economía de Dios como una vid. En el


versículo uno El dice: “Yo soy la vid verdadera, y Mi Padre es el labrador”. Y en el
versículo cinco añade: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en
Mí, y Yo en él, éste lleva mucho fruto”.

A. El Dios Triuno

La vid es un cuadro descriptivo del Dios Triuno. El Padre es el Labrador, la Fuente


y el Originador de dicha vid. El la plantó, la cultiva y la alimenta, e incluso El es el
terreno, la luz solar y el aire para esta vid. El Señor dijo: “Yo soy la vid”. Esto
significa que el Hijo es la vid, la corporificación misma del Padre. Todo lo que el
Padre es, tiene y ha logrado, se halla en esta vid. Posteriormente en Juan 15:26 se
revela al Espíritu de realidad, el cual incluye todo lo que el Padre es y posee y lo
hace real a nosotros. El Espíritu es la savia, el “jugo de vida” que fluye en la vid.

Esta gran vid es el organismo del Dios Triuno. Un organismo es una entidad
viviente. Todo lo que el Padre es se encuentra corporificado en este organismo, en
esta vid, la cual representa al Segundo de la Trinidad. Por consiguiente, dentro de
la vid circula el fluir de vida del Espíritu. El Espíritu distribuye las riquezas del
Padre, las cuales sustentan a la vid y sus pámpanos.

B. Los creyentes

En este cuadro descriptivo no vemos solamente al Dios Triuno, ya que nosotros


también formamos parte de esta maravillosa vid. El Señor dice: “Yo soy la vid,
vosotros los pámpanos”. Las ramas o pámpanos de la vid son el cuerpo de la
misma; si usted cortara todas las ramas quedaría sólo el tallo sin cuerpo ni
ramificaciones. De igual manera, la iglesia es el Cuerpo de Cristo. Nosotros somos
los pámpanos de la vid. Vivimos en la vid y el Espíritu fluye por medio de nosotros,
impartiéndonos todas las riquezas del Dios Triuno, lo cual nos permite ser Su
expresión o ramificación. Por consiguiente, somos vitales para El, ya que sin
nosotros Dios no tendría la manera de ser expresado plenamente.

El cuadro que presenta Juan 15 muestra lo que es el Cuerpo de Cristo. El Cuerpo de


Cristo se compone del Dios Triuno mezclado con Sus creyentes, lo cual constituye
un sólo organismo viviente. Por eso decimos que la iglesia no es una organización,
sino un organismo. La intención final del Dios Triuno es mezclarse y forjarse en
nosotros, a fin de que El y nosotros seamos una morada mutua. Esto significa que
Dios habita en nosotros y nosotros en El. ¡Qué maravilloso!

C. Los pámpanos que llevan fruto

Los pámpanos de la vid llevan fruto, siempre y cuando permanezcan unidas a la


vid. Al recibir la impartición del Dios Triuno en nosotros, debemos a la vez
impartirlo en otros a fin de llevarlos como fruto. Esta es nuestra responsabilidad y
gozo (Jn. 15:8, 11, 16). La vid es útil sólo para producir fruto, y cuando la vid es
saludable lleva mucho fruto. A ningún labrador le agrada una vid que no da fruto;
en cambio, el fruto abundante es la gloria de todo labrador. Llevar fruto es nuestra
función y la gloria del Padre.

Ya que disfrutamos a Dios de una manera tan rica, ¿no creen que debemos
contarles a nuestros amigos para que ellos también puedan disfrutarlo? Si no lo
hacemos, ¿cómo podrán ellos creer en El y recibirlo? Cuando le hablamos a otros
acerca de Dios, El se “ramifica”. Debido a que somos Sus pámpanos, al ganar a
nuestros amigos podemos lograr que El se “ramifique”. ¡Qué gran privilegio! No
sólo recibimos a Dios sino también lo propagamos. Laboramos juntamente con El
para lograr que otros se unan a la vid, es decir, para introducirlos al organismo del
Dios Triuno. ¡Aleluya! De esta manera el Padre obtendrá la gloria por medio de
nosotros.

III. LA NUEVA JERUSALEN

La Nueva Jerusalén es la consumación máxima de la impartición del Dios Triuno


en Su pueblo escogido y redimido. Muchos piensan que la Nueva Jerusalén es una
ciudad física, o que es el cielo; pero según Apocalipsis 1:1, la revelación de este libro
se compone de señales y símbolos. En Efesios 5 vemos que la iglesia es la novia de
Cristo, y Apocalipsis 21:2 y 9 dice que la Nueva Jerusalén es la desposada. De modo
que la Nueva Jerusalén no es un lugar físico ni tampoco es el así llamado “cielo”;
más bien, la Nueva Jerusalén es el agrandamiento, consumación, plenitud y
expresión máxima de la iglesia, la mezcla del Dios Triuno y el hombre.

A. Una morada mutua

Apocalipsis 21:3 declara que la Nueva Jerusalén es el tabernáculo de Dios, es decir,


la morada de Dios. Sin embargo, el versículo 22 indica que la ciudad santa es el
templo de Su pueblo. ¿Qué significa esto? Significa que Dios vive en Su pueblo y
que Su pueblo vive en El. La Nueva Jerusalén es la morada mutua de Dios y el
hombre. Después de que Dios se imparte en Su pueblo por muchas generaciones,
El y Su pueblo llegan a ser una morada mutua. ¡Aleluya! ¿Qué prefiere usted, ir al
cielo o morar con Dios y que El more en usted? De hecho, la idea de “ir al cielo para
estar con Dios” es muy inferior comparada con este glorioso morar mutuo. Vivir en
el Dios Triuno y tener al Dios Triuno viviendo en nosotros es la bendición más
grande en el universo.

B. Tener la vida y la naturaleza de Dios

Apocalipsis 21:18 dice: “el material de su muro era de jaspe; pero la ciudad era de
oro puro”. El versículo 11 afirma que la luz de la Nueva Jerusalén “era semejante al
de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal”. El jaspe
es de color verde oscuro, lo cual representa la vida en plenitud. La hierba verde, los
campos verdes y las montañas verdes, todas testifican de las riquezas de la vida.
Cuando el campo está de color amarillento, da la impresión de que no tiene vida. El
muro de la Nueva Jerusalén es un testimonio brillante de las riquezas de la vida de
Dios. Apocalipsis 4:3 dice que Dios mismo tiene la apariencia del jaspe. Debemos
tener presente que la Nueva Jerusalén no es otra cosa que el agrandamiento de la
iglesia. Esto significa que un día el pueblo de Dios tendrá la apariencia misma de
Dios. ¡Alabado sea el Señor que un día expresaremos plenamente las riquezas de la
vida de Dios!

La ciudad, la cual está adentro del muro, es totalmente de oro. Recordemos que el
oro representa la naturaleza de Dios. Esto significa que nosotros, el pueblo de Dios,
seremos totalmente constituidos de la naturaleza divina. Exteriormente la ciudad
es de color verde, lo cual expresa la vida divina; pero interiormente es de oro puro,
lo cual denota que está constituida de la naturaleza de Dios. ¡Este es un cuadro
glorioso! Aquí vemos el resultado final de la impartición del Dios Triuno. Cuanto
más El se imparte en nosotros, más recibimos Su naturaleza divina. Anteriormente
nos dirigíamos hacia el lago de fuego, pero ahora Dios es nuestro destino. En el
pasado estábamos llenos de la naturaleza satánica, pero al final estaremos llenos de
la naturaleza divina. La única manera para ser trasladados de una esfera a otra es
recibir más de la impartición divina. Debemos huir de la corrupción que hay en el
mundo a fin de participar de la naturaleza divina (2 P. 1:4). ¡Oh, Señor Jesús! ¡Qué
glorioso destino! ¡Qué maravillosa consumación!

IV. NUESTRO DESTINO ETERNO

El deseo eterno de Dios es obtener un grupo de personas que estén completamente


mezcladas con El, a fin de que sean Su expresión universal y Su morada mutua. La
Biblia revela que Dios en Su Trinidad trabaja para alcanzar esta meta; primero el
Dios Triuno llega al hombre, y después lo introduce en Sí mismo. En el Antiguo
Testamento Dios ya era triuno, cuando creó al hombre y se relacionó con él. Y en
los evangelios vemos que Dios llegó a ser un hombre en la Persona de Jesucristo. El
Señor Jesús fue el primer hombre mezclado con Dios. Pero Dios deseaba obtener
muchos más hombres como El, así que en Hechos vemos que El como Espíritu se
propagó en miles de creyentes. Las epístolas muestran el desarrollo de estos
creyentes para formar la iglesia, el Cuerpo de Cristo. Y en Apocalipsis vemos el
producto final, la consumación máxima de la impartición del Dios Triuno: la Nueva
Jerusalén. La Nueva Jerusalén es el agrandamiento y la plenitud del candelero, la
iglesia y la vid; es la mezcla consumada de lo humano y lo divino, el morar mutuo
de Dios y el hombre. Este es el cumplimiento de Génesis 1:26; así pues, la Biblia
termina de la misma manera en que comienza. Al principio vemos la imagen de
Dios con miras a Su expresión, y al final vemos una inmensa expresión corporativa,
plena y espléndida. Este es nuestro destino y el cumplimiento del propósito eterno
del Dios Triuno. Esto es lo que el Padre planeó, lo que el Hijo logró y lo que el
Espíritu aplica. ¡Qué plan! ¡Qué logro! ¡Qué aplicación! ¡Alabado sea el Dios
Triuno!

Preguntas

1. ¿Cuál es la relación entre el Dios Triuno y la iglesia?


2. ¿Qué versículos muestran que la iglesia tiene la apariencia de Dios?
Explique.
3. Escriba una profecía acerca de la Nueva Jerusalén como la consumación
máxima del Dios Triuno.
Lección trece

LA PERSONA Y LA OBRA DE CRISTO

Lectura bíblica

Col. 1:17; Is. 9:6; Ro. 9:5; Mt. 4:4a; Hch. 2:22;
1 Ti. 2:5; He. 1:2, 10; Jn. 1:3; Col. 1:15;
Jn. 1:14; He. 2:14.

Bosquejo

I. Cristo es Dios
II. Cristo es hombre
III. Cristo es el Creador
IV. Cristo es una criatura
V. La obra de Cristo

Texto

En las doce lecciones siguientes veremos quién es Cristo y cuál es la obra que El
realizó. A esto es a lo que llamamos la persona y la obra de Cristo. Muchos
cristianos a través de la historia no han entendido claramente este asunto, por lo
cual han caído en diversas herejías y enseñanzas erróneas acerca de la persona y la
obra de Cristo. Cristo es la figura central en la economía de Dios en cuanto al
cumplimiento de Su propósito eterno. Se requiere invertir mucho tiempo para
estudiar esta gran verdad en la Biblia. La Biblia es la base de todo lo que creemos.
Jamás debemos desviarnos de sus enseñanzas. Desde esta lección hasta el final del
libro presentaremos las verdades principales de la revelación pura de la Biblia
acerca de la persona de Cristo y Su obra.

I. CRISTO ES DIOS

La primera verdad crucial acerca de Cristo es que El es Dios, el Dios eterno. No


debemos pensar que, antes de nacer en Belén hace dos mil años, Cristo aún no
existía. Tal vez para usted y para mí Su nacimiento fue Su comienzo, pero la Biblia
afirma que Cristo existía aun antes de todas las cosas (Col. 1:17). Isaías 9:6 declara
que Aquel que nació en el pesebre era el Dios fuerte y el Padre eterno. Juan 1:1 y 14
dicen que en el principio, esto es, en la eternidad pasada, Cristo era el Verbo, y que
el Verbo era Dios. Y Romanos 9:5 dice que El es el “Cristo, quien es Dios sobre
todas las cosas, bendito por los siglos”.
Incluso en el Antiguo Testamento Cristo vino varias veces a Su pueblo en forma de
hombre. En una ocasión El comió con Abraham (Gn. 18:1-33); en otra, luchó con
Jacob (Gn. 32:24-30); e incluso en otra, apareció caminando en medio del horno
de fuego con tres jóvenes de Su pueblo escogido (Dn. 3:23-25). Aunque estos
pasajes no mencionan específicamente el nombre de Cristo, sabemos que hablan de
El, porque El es la expresión de Dios (Jn. 1:18). Dios habita en luz inaccesible y
jamás ha sido visto por nadie (1 Ti. 6:16), pero en Cristo podemos verle. ¡Jacob
incluso luchó con El! Todos estos casos son misteriosos y no podemos explicar
cómo sucedieron. Por eso, en una de Sus apariciones El dijo que Su nombre era
“admirable” (Jue. 13:18, lit.), lo cual indica que Su nombre está más allá de nuestro
entendimiento. Algunas personas confundidas creen que Cristo fue un hombre que
después se convirtió en Dios. Esta es una idea herética; la Biblia no enseña tal cosa.
Por el contrario, las Escrituras afirman que Cristo es Dios, desde la eternidad
pasada hasta la eternidad futura.

II. CRISTO ES HOMBRE

La Biblia también revela que Cristo no es solamente Dios, sino también hombre. En
los evangelios Cristo se llamó a Sí mismo “el Hijo del Hombre”. Cuando Satanás
vino para tentarlo en el desierto, El le contestó que no sólo de pan viviría el hombre
(Mt. 4:4a). En Hechos 2:22 Pedro lo llamó “Jesús nazareno, varón aprobado por
Dios entre vosotros”. En 1 Timoteo 2:5 leemos: “Porque hay un sólo Dios, y un sólo
Mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús hombre”. ¡Aleluya, El es
maravilloso! El es tanto Dios como hombre. En las lecciones anteriores vimos que
Cristo es el Dios completo, el Dios Triuno. Y en las siguientes lecciones veremos
que El también es un hombre genuino. Por eso los cristianos lo hemos llamado el
“Dios-hombre”.

III. CRISTO ES EL CREADOR

Dios es el Creador de todas las cosas (Gn. 1:1; 2:1-3). Ya que Cristo es Dios,
ciertamente también es el Creador. Este hecho se revela claramente en las
Escrituras según lo muestran los siguientes versículos: “Y Tú, oh Señor, en el
principio fundaste la tierra, y los cielos son obra de Tus manos” (He. 1:10). “Todas
las cosas por medio de El llegaron a existir, y sin El nada de cuanto existe ha
llegado a la existencia” (Jn. 1:3). “Por medio del cual son todas las cosas, y nosotros
por medio de El” (1 Co. 8:6). “Porque en El fueron creadas todas las cosas, las que
hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean
señoríos, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de El” (Col.
1:16). “Por quien (el Hijo) asimismo hizo (Dios) el universo” (He. 1:2). Estos
versículos muestran claramente que Cristo es el Creador de todas las cosas; es
decir, que todas las cosas fueron creadas por El, y que por El existen.

IV. CRISTO ES UNA CRIATURA


Los hombres son criaturas (Gn. 1:27; Hch. 17:26). Ya que Cristo es un hombre,
ciertamente también es una criatura. Esto se revela en Colosenses 1:15, donde dice
que el Hijo es “el Primogénito de toda creación”. Este versículo dice en palabras
sencillas que Cristo fue creado, pues declara que El es el Primogénito de la
creación, el Primero de todas las criaturas. También Apocalipsis 3:14 dice que El
fue creado. En este versículo Cristo se llama a Sí mismo “el principio de la creación
de Dios”. El tiene la primacía en la creación ya que es el Primero de todas las
criaturas.

Algunos cristianos niegan que Cristo sea una criatura, basados en que Colosenses
1:15 afirma que El es el Primogénito antes de la creación. Pero eso no es lo que la
Biblia dice. Ciertamente la Biblia declara que Cristo es el Primogénito de toda la
creación. Pongamos un ejemplo: si usted es el estudiante que tiene el primer lugar
en su escuela, clase, grado, aula, no por eso deja de ser parte del estudiantado. De
igual manera, ya que Cristo es parte de la creación, ciertamente El es una criatura.

Cristo es una criatura puesto que se hizo “carne” (Jn. 1:14), es decir, que participó
de “carne y sangre” (He. 2:14), nació como un “niño” (Is. 9:6) y llegó a ser
“hombre” (1 Ti. 2:5). Las expresiones “carne”, “carne y sangre”, “niño” y “hombre”
ciertamente denotan a una criatura. ¿No es verdad que “carne” y “carne y sangre”
son elementos creados? ¿No se refieren “niño” y “hombre” a seres creados? ¡Por
supuesto que sí! Por lo tanto, ya que Cristo se hizo todas estas cosas, ¿cómo
podemos decir que El no es una criatura? Si reconocemos que Cristo es un hombre,
tenemos que admitir que El es una criatura. Si negamos que es una criatura,
estaremos negando que es un hombre.

La gente ha estado equivocada durante siglos, pero la Biblia nunca ha estado


equivocada ni lo estará. Jamás debemos cambiar la Palabra eterna de Dios ni
adaptarla a nuestros conceptos; más bien, debemos alinear nuestros conceptos a la
verdad de la Biblia.

V. LA OBRA DE CRISTO
Es crucial que veamos la persona de Cristo, porque toda Su obra depende de lo que
El es. El hecho de que Cristo pueda ser nuestro Salvador se debe a que El es tan
maravilloso: El es Dios, el Creador, un hombre y una criatura. Debido a que es un
hombre, pudo morir como el Cordero de Dios por nuestros pecados; debido a que
es el Dios eterno, Su obra de redención es eterna en cuanto a tiempo y espacio. En
Su posición de Dios, El puede impartir Su vida divina en nosotros a fin de que
podamos cumplir Su propósito eterno. ¡Aleluya por tal Cristo! ¡Alabémosle por lo
que El es y por la obra que ha realizado!

Preguntas

1. ¿Qué es una herejía?


2. ¿Por qué es herético decir que Cristo era un hombre que después se
convirtió en Dios?
3. ¿Qué versículos muestran que Cristo es el Creador?
4. ¿Qué versículos demuestran que Cristo es Dios?
5. Cite versículos que afirmen que Cristo es una criatura.

Lección catorce

LA ENCARNACION DE CRISTO

Lectura bíblica

Mt. 1:20-23; Lc 1:32, 35; 2:21-24; Mt. 1:1; 9:6;


Ro. 8:3; 2 Co. 5:21; He. 4:15; Col. 2:9; Jn. 1:1, 14.

Bosquejo

I. Como Dios:
A. Cristo es Dios encarnado
B. Cristo es el Hijo de Dios
II. Como hombre:
A. Cristo es un hombre
B. Cristo es el Hijo del Hombre
C. Cristo se hizo carne, pero sin pecado
III. Cristo es la mezcla de Dios con el hombre

Texto

La encarnación fue el primer paso importante que Cristo dio para cumplir el
propósito de Dios. Cuando decimos que Dios se encarnó queremos decir que El se
hizo hombre, es decir, que participó de carne y sangre. Este fue un evento crucial, el
más importante de la historia humana. El Dios Todopoderoso, quien existía desde
la eternidad, vino a ser un humilde hombre en el tiempo. Cristo no hizo esto sólo
para ser nuestro Salvador, sino también para introducir a Dios en el hombre, esto
es, para introducir lo divino en lo humano. Mientras más contemple la encarnación
de Cristo, más se maravillará. ¡Aquel niño nacido en Belén era el Dios de todo el
universo! Comprender adecuadamente la encarnación de Cristo es el primer
requisito crucial para entender la persona y la obra de Cristo.

I. COMO DIOS:
A. Cristo es Dios encarnado

El relato de la concepción y el nacimiento de Cristo en Mateo y Lucas muestra


claramente que El es Dios. Mateo 1:20-23 dice: “Mientras consideraba esto, he aquí
un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas
recibir a María tu mujer, porque lo engendrado en ella, del Espíritu Santo es. Y
dará a luz un hijo, y llamarás Su nombre Jesús, porque El salvará a Su pueblo de
sus pecados. Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por
medio del profeta, cuando dijo: He aquí, una virgen estará encinta y dará a luz un
hijo, y llamarán Su nombre Emanuel (que traducido es: Dios con nosotros)”.

En este pasaje se encuentran tres puntos principales que demuestran claramente


que nuestro Señor Jesús es Dios:

1) El nació mediante la fecundación realizada por el Espíritu Santo. El Espíritu


Santo es Dios mismo. Por lo tanto, ya que Jesús nació por la fecundación del
Espíritu Santo, podemos decir que El es el propio Dios encarnado. El Espíritu
Santo vino a María y como resultado de ello Jesús el Hijo fue engendrado. Dios era
la esencia misma de Jesús. Esto concuerda con Juan 1:1 y 14 donde dice que El es
Dios hecho carne.

2) Dios dispuso que el nombre de aquel niño fuera Jesús. El nombre “Jesús” en
griego equivale a “Josué” en hebreo (Nm. 13:16; He. 4:8), que significa “Jehová el
Salvador”. Esto indica que Jesús es Jehová Dios quien llegó a ser nuestro Salvador.
Por lo tanto, El es Dios mismo. En el Antiguo Testamento El era únicamente
Jehová. Pero ¡alabado sea el Señor que por medio de la encarnación El llegó a ser
Jesús, que significa Jehová nuestro Salvador!

3) Dios no sólo ordenó que Su nombre fuera Jesús, sino que también dispuso que
los hombres lo llamaran “Emanuel”, que significa “Dios con nosotros”. Esto
también muestra que El es Dios. Aquel que se hizo carne y vivió entre los hombres,
es Dios con los hombres.

B. Cristo es el Hijo de Dios

Antes de que Jesús fuera concebido, Dios envió al ángel Gabriel, quien declaró:
“Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo ... lo santo que nacerá, será
llamado Hijo de Dios” (Lc. 1:32, 35). En los Evangelios Jesús es llamado el Hijo de
Dios (Mt. 3:17; 14:33; 16:16; 27:54; Jn. 1:34, 49). Este título muestra que el Señor
es divino y que es igual a Dios (Jn. 5:17-18). Basados en estas declaraciones no debe
quedarnos la menor duda de que Cristo es Dios mismo encarnado.

II. COMO HOMBRE


A. Cristo es un hombre

Otro aspecto de la encarnación del Señor es que ésta se efectuó por medio de una
virgen humana llamada María, lo cual proveyó a Jesús la esencia humana, es decir,
que El era cien por ciento hombre. El era Dios mismo hecho hombre; pero no se
convirtió en hombre repentinamente, sino que permaneció en el vientre de la mujer
como cualquier otro bebé. ¡Imagínese esto! ¡Dios estuvo confinado en el vientre de
una mujer durante nueve meses! Después de esto, nació y fue criado como
cualquier otro niño judío (Lc. 2:21-24). Todo ello se llevó a cabo conforme a la
manera humana usual; esto es una prueba indiscutible de que Dios se hizo hombre.

Lección quince

EL VIVIR HUMANO DE CRISTO

Lectura bíblica

Jn. 1:45; Mt. 13:54-56; 9:10-11; Jn. 4:6-7; 11:33, 35; Lc. 2:51;
Mr. 10:45; Mt. 11:29;
Jn. 6:57; 5:30; Mt. 12:28; 2 Ti. 2:22.

Bosquejo

I. Cristo es un hombre genuino


II. Cristo es un hombre perfecto y cabal
A. Obediente
B. Servicial
C. Sin apariencia de maldad
D. Con la personalidad cabal
III. El expresaba la divinidad por medio de Su humanidad
IV. El vivió por el Padre y por el Espíritu Santo
V. La humanidad apropiada para la vida de iglesia

Texto

Ya vimos que, por medio de la encarnación, el Dios Todopoderoso se hizo hombre.


Jesús era el Dios Triuno manifestado en la carne. Desde Su nacimiento hasta Su
muerte, el Señor vivió en la tierra por aproximadamente treinta y tres años y
medio. La vida del Señor, descrita en los evangelios, muestra que El vivió como un
hombre genuino. Más aún, Su vivir humano fue perfecto. El vivió conforme a la
norma más pura y elevada. En esta lección veremos que la humanidad de Cristo es
el modelo para nuestra vida humana.

I. CRISTO ES UN HOMBRE GENUINO

Previamente vimos cómo la encarnación de Cristo muestra que El era un hombre


genuino. Su niñez y Su vida como adulto también muestran que El era un hombre
verdadero. Al octavo día de Su nacimiento, Jesús, siendo bebé, fue circuncidado, se
le dio un nombre y fue presentado a Dios. La ley judía requería esto de todos los
niños de Israel. Felipe lo vio como “el hijo de José, de Nazaret”, un verdadero
hombre (Jn. 1:45). Sus propios paisanos lo llamaban “este hombre”. Ellos lo
conocían como “el hijo del carpintero”, el cual tenía “madre”, “hermanos” y
“hermanas” (Mt. 13:54-56). Estos hechos demuestran claramente que El era un
hombre como cualquier otro. El comía con los hombres (Mt. 9:10-11; Lc. 7:36; Jn.
12:2). En una ocasión, “cansado del camino” y sediento, le pidió agua para beber a
una mujer (Jn. 4:6-7). Además, en otra ocasión, El “lloró” ante la muerte de Lázaro
al igual que los demás que estaban presentes en aquel momento (Jn. 11:33, 35).
Todos estos hechos muestran que en verdad El era un hombre genuino.

II. CRISTO ERA UN HOMBRE PERFECTO Y CABAL

Por un lado, El era un hombre común, pero por otro, era único. Cada aspecto del
vivir humano de Jesús era absolutamente apropiado y perfecto.

A. Obediente

Lucas dice que cuando Jesús tenía doce años, El sabía cómo atender a la voluntad
de Su Padre celestial y a la vez estar sujeto a Sus padres terrenales. En esa ocasión
El explicó a Sus padres por qué había permanecido en el templo, pero al mismo
tiempo estaba sujeto a ellos. Jesús les dijo: “¿No sabíais que en los asuntos de Mi
Padre me es necesario estar?” (Lc. 2:49). Sin embargo, en el versículo 51 dice que
regresó con ellos y estaba sujeto a ellos. Algunos jóvenes dirán: “¡Yo vivo para el
propósito de Dios!”, pero en la casa son desobedientes a sus padres. Esto no
concuerda con la humanidad fina y equilibrada de Jesús.

B. Servicial

En Marcos 10:45 el Señor dijo: “Porque el Hijo del Hombre no vino para ser
servido, sino para servir”. Muchas personas, principalmente los jóvenes, quieren
que en su casa les sirvan, pero a ellos no les gusta servir. Por ejemplo, no ayudan a
limpiar la casa; no lavan los trastes; no planchan su ropa; ni siquiera hacen su
propia cama; no hacen absolutamente nada. Sólo les gusta comer, dormir y pasear
todo el tiempo. Esa no es la humanidad de Jesús. La humanidad de Jesús se
distingue por servir, no por ser servido. Necesitamos un espíritu dispuesto a servir
diligentemente.

C. Sin apariencia de maldad

Durante Su ministerio El Señor tuvo contacto con muchas clases de personas. Al


hablar con la gente siempre mostró interés en la salvación de ellos; jamás reflejó
una sombra de maldad al relacionarse con las personas. En Juan 3 vemos que
Jesús se entrevistó con un anciano religioso ya entrada la noche. Pero en el capítulo
4, cuando habló con una mujer, lo hizo a plena luz del día, en un lugar público y al
aire libre. El fue muy cuidadoso no sólo para evadir el mal, sino también para evitar
cualquier apariencia de maldad. Era absolutamente íntegro al tratar con personas
del sexo opuesto. En la sociedad actual tal clase de humanidad íntegra es
menospreciada e incluso ridiculizada. Como resultado de esto, muchos jóvenes
caen en la dañina trampa de la inmoralidad.

D. Con la personalidad cabal

La personalidad del Señor era cabal y adecuada. El era manso y humilde de corazón
(Mt. 11:29), no sólo en apariencia sino de corazón. Era tan manso que aun los niños
pequeños podían acercarse a El (Mt. 19:14), y era tan humilde que una mujer
pecadora y despreciable podía acudir a El y llorar a Sus pies (Lc. 7:38-39). Era tan
gentil que Juan, el discípulo joven, tuvo la confianza de recostarse en Su pecho
mientras cenaban (Jn. 13:23). Sin embargo, vemos que en el templo volcó las
mesas de los perversos cambistas (Mt. 21:12-13). También sabía cuándo regocijarse
y cuándo llorar; se regocijaba en la voluntad del Padre (Lc. 10:21), pero lloraba por
la condición del pueblo de Dios (Lc. 19:41). En cualquier tipo de situación Jesús el
hombre actuaba de una manera fina y equilibrada.

III. EL EXPRESABA LA DIVINIDAD POR MEDIO DE SU


HUMANIDAD

Necesitaríamos muchas lecciones para abarcar cada aspecto de la vida de Jesús.


Mientras más leemos acerca de El, más nos atrae Su Persona. ¿Cómo pudo El tener
un vivir humano tan perfecto? Solo por ser un Dios-hombre. El Señor Jesús no sólo
era un buen hombre, sino un hombre lleno de Dios. Su divinidad se expresaba por
medio de Su humanidad. Por eso nos impresiona Su pureza, Su amabilidad y lo
equilibrado de Su humanidad. Su vida no puede ser imitada; si queremos vivir
como Jesús vivió, tenemos que ser llenos de Dios. Ya que el propósito de Dios
consiste en que el hombre lo exprese, El creó a Adán a Su propia imagen con miras
a que éste comiera del árbol de la vida. Si Adán hubiera hecho esto, se habría
mezclado con Dios y hubiera sido capaz de expresarlo.

El evangelio de Lucas narra muchos casos en donde la divinidad del Señor fue
expresada mediante Sus cualidades humanas. En Lucas 7:11-17 vemos que El tuvo
compasión de una madre que lloraba y resucitó a su hijo muerto. El versículo 12
dice: “Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar
a un difunto, hijo único de su madre, la cual era viuda; y había con ella una
considerable multitud de la ciudad”. Esta situación era muy triste y nadie podía
consolar a esta viuda afligida. Primero ella había perdido a su esposo y ahora había
perdido a su único hijo.

Lucas 7:13-15 dice: “Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No


llores. Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo:
Joven, a ti te digo, levántate. Entonces se incorporó el que había muerto, y
comenzó a hablar. Y lo dio a su madre”. Aquí vemos la compasión del Señor
expresada al hablarle a la viuda y al tocar el féretro. ¿A usted le agradaría tocar el
féretro de un muerto? El Señor hizo esto movido por Su compasión humana. Su
divinidad se expresó por medio de Su compasión humana al levantar al joven de
entre los muertos. Aquí vemos que Jesús, el Dios-hombre, poseía la humanidad
más elevada mezclada con Su divinidad.

IV. EL VIVIO POR EL PADRE Y POR EL ESPIRITU SANTO

El Señor Jesús llevó una vida humana totalmente consagrada al Padre (Jn. 6:57).
Aunque El era Dios en la carne, jamás asumió la posición de Dios, sino que vivió
como un hombre consagrado a Dios y guiado por El. En el evangelio de Juan, Jesús
dijo: “No puedo Yo hacer nada por Mí mismo ... no busco Mi propia voluntad, sino
la voluntad del que me envió” (5:30); “Mi enseñanza no es Mía, sino de Aquel que
me envió” (7:16); “Yo no busco Mi gloria” (8:50); “Yo hago siempre lo que le
agrada” (8:29b); y “Yo y el Padre uno somos” (10:30).

El Señor Jesús nunca obró confiando en Sí mismo, sino dependiendo del Espíritu
Santo. El dijo en Mateo 12:28: “Yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios”.
En Lucas vemos que El estaba lleno del Espíritu, que era guiado por el Espíritu y
que se conducía en el poder del Espíritu (4:1; 4:14). En conclusión, vemos que el
vivir humano del Señor se llevó a cabo absolutamente en Dios, por Dios, con Dios y
para Dios.

V. LA HUMANIDAD APROPIADA PARA LA VIDA DE


IGLESIA

Dios desea obtener un grupo de personas que, tal como el Señor Jesús, sean llenas
de Dios y lo expresen. Para lograr esto necesitamos una humanidad apropiada, la
cual hace que la vida de iglesia sea sólida y fuerte. Satanás intenta frustrar el
propósito de Dios atacando la humanidad del hombre. El ataca especialmente a los
jóvenes usando la inmoralidad, las drogas y las enfermedades mentales. Estas cosas
pueden dañar a los jóvenes e inutilizarlos para expresar a Dios. No debemos
ignorar ni subestimar las artimañas del enemigo. Muchos jóvenes han sido
arruinados e incluso han muerto por causa de las drogas y el alcohol.

Sin embargo, ahora el Señor Jesús vive en nosotros. Usted debe haber percibido en
su conciencia al Señor oponiéndose cuando usted peca en lo que hace, en lo que ve,
e incluso en su estilo de vestir. Este mundo está diseñado para incitar la lujuria, lo
cual es una estrategia que Satanás usa para dañar la humanidad. Por lo tanto, al
enfrentarse con el mundo no debe considerarse tan “espiritual”, pensando que es
capaz de resistir cualquier tentación. Antes bien, ¡huya de inmediato! Luego,
busque al Señor con los que de corazón puro le invocan (2 Ti. 2:22).

Debemos tener presente que Satanás es muy sutil, y debemos estar conscientes de
que nuestro descuido y pereza pueden frustrar la obra del Señor en nosotros.
Debemos ser tan sensibles al Señor que podamos percibir Su voz objetando en
nuestro interior cuando arrojamos los calcetines al piso. Es más cómodo dejarlos
allí, pero eso no expresa la humanidad del Dios-hombre, sino a nuestro yo
perezoso. ¿Qué verán nuestros amigos cuando vayan a nuestro cuarto? Aunque les
hablemos frecuentemente acerca del Señor, ellos sólo recordarán nuestro cuarto
desordenado. ¡Cuánto necesitamos la fina humanidad del Señor! Debido a que
somos la iglesia, debemos ser diferentes de esta sociedad degradada, para que así el
Señor se exprese por medio de nuestra humanidad apropiada.

No diga: “Yo no soy Jesús, así que no puedo ser como El. Tal vez cuando crezca seré
mejor”. ¡No! Más bien, ahora mismo, al ver que su condición es muy inferior a la
humanidad de Jesús, usted debe abrirse a El, invocarle y recibir el Espíritu. No
podemos imitar el vivir humano del Señor, pero podemos hacerlo nuestro al
permitirle que habite en nosotros. Hemos dicho anteriormente que todo lo que
Cristo es y ha hecho se halla en el Espíritu vivificante. El Espíritu hoy es el Espíritu
del Jesús humano. En este Espíritu no sólo se halla la divinidad de Jesús sino
también Su humanidad. Esto nos provee la manera de crecer en Cristo. Tal vez no
podamos imitar Su vivir, pero tampoco debemos esperar hasta el futuro para ser
como El. Hoy mismo podemos asirnos de El y expresarlo mediante nuestro vivir.
Lo que necesitamos en la vida de iglesia es Su humanidad fina, elevada y perfecta.
Entonces Dios se expresará por medio de nosotros y obtendrá el testimonio de
Jesús. Si vivimos de tal manera, otros serán impresionados y atraídos a la iglesia.

Preguntas

1. ¿Qué versículos demuestran que Jesús era un hombre genuino?


2. Mencione algunos versículos que comprueben que Jesús era un hombre
perfecto.
3. Cite algunos pasajes que muestren que Jesús vivió por la vida del Padre y
que trabajó por el poder del Espíritu.
4. Explique por qué la humanidad elevada, fina y perfecta de Jesús es nuestra
mayor necesidad en la vida de iglesia.

Lección dieciséis

LA CRUCIFIXION DE CRISTO (1)

Lectura bíblica

Jn. 10:15; He. 12:2; Jn. 1:29; He. 10:10-12; 9:28;


1 Jn. 1:9; Jn. 3:15; He. 2:14; Ro. 8:3;
2 Co. 5:21; He. 4:15.

Bosquejo

I. El Cordero de Dios
II. La serpiente de bronce

Texto

Luego de Su encarnación y tras vivir una excelente vida humana por treinta y tres
años y medio, el Señor Jesús fue crucificado. La crucifixión era la forma más cruel y
vergonzosa de morir en aquellos días. Aún así, no debemos considerar la muerte
del Señor como un evento triste ni trágico; antes bien, Su muerte fue el
acontecimiento más importante y maravilloso que ha sucedido en el universo. De
hecho, la cruz era la meta de la encarnación y el vivir humano de Cristo. Por un
lado, el Señor fue crucificado por el hombre, pero por otro, El fue a la cruz
voluntariamente con miras a cumplir el propósito eterno de Dios (Jn. 10:15; He.
12:2). Fue en la cruz donde el Señor Jesús realizó Su obra redentora a fin de que el
hombre pudiera volver a Dios.

Nuestro concepto generalmente es que Cristo fue crucificado para rescatarnos de


nuestros pecados. Eso ciertamente es maravilloso, pero Su muerte logró mucho
más. A fin de considerar este asunto cabalmente, en las próximas dos lecciones
veremos cinco aspectos del Cristo crucificado. La Biblia nos dice que El murió
como: el Cordero de Dios, la serpiente de bronce, el postrer Adán, el pacificador y el
grano de trigo.

I. EL CORDERO DE DIOS

Según Juan 1:29, cuando Juan el Bautista vio a Jesús, proclamó abiertamente: “¡He
aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!”. Debido a la caída del
hombre, Dios, por causa de Su justicia, debía exigir que el hombre pagara por sus
pecados con su sangre, es decir, con su propia vida. Pero por causa de Su amor,
Dios permitió que en lugar de que el hombre muriera, éste tomara como substituto
un cordero u otro animal del ganado y los sacrificara como ofrenda por sus
pecados. Mediante estas ofrendas la gente fue librada del juicio de Dios.

Los sacrificios del Antiguo Testamento eran tipos o símbolos de Cristo. Dios
requería que los corderos ofrecidos en sacrificio no tuvieran mancha ni defecto (Ex.
12:5). En la lección quince vimos que Cristo no tenía mancha ni defecto alguno. El
vino como el verdadero Cordero de Dios. Anteriormente los israelitas tenían que
ofrecer sacrificios continuamente, pues sus pecados no eran quitados, sino
únicamente cubiertos (He. 10:11). ¡Pero he aquí el Cordero de Dios que quita
nuestros pecados! El Señor Jesús se ofreció a Sí mismo una vez y para siempre (He.
9:28; 10:10, 12) a fin de obtener el perdón de muchos (Mt. 26:28). Debido a que
hemos cometido muchos pecados, Dios exigía el derramamiento de nuestra sangre.
Pero Cristo derramó Su sangre en nuestro lugar. ¡Al creer en el Señor Jesús, somos
completamente perdonados de nuestros pecados y liberados de la pena de muerte
estipulada por Dios!

La intención de Dios es que andemos en santidad; sin embargo, nosotros


continuamos pecando. El pecado frustra nuestra comunión con el Señor, pero la
muerte de Cristo como Cordero de Dios resuelve completamente este problema: “Si
confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados,
y limpiarnos de toda injusticia” (1 Jn. 1:9). Dios es absolutamente justo y por ello —
puesto que Cristo murió por nosotros— si confesamos nuestros pecados, El se ha
comprometido a perdonarnos de inmediato. Después de confesar cabalmente
nuestros pecados, no debemos sentirnos culpables en absoluto. Si seguimos
sintiendo culpa, esto es un engaño del diablo. Debemos decirle: “Diablo, tú eres un
mentiroso; yo he sido limpiado por la sangre del Cordero, así que ¡puedo disfrutar
plenamente al Señor!” Esta es la manera en que obtenemos el beneficio de la
muerte de Cristo como Cordero de Dios.

II. LA SERPIENTE DE BRONCE

Conforme al relato de Génesis 3, Satanás, la serpiente antigua, inyectó su


naturaleza maligna en el hombre cuando Adán comió del árbol prohibido. Nuestra
naturaleza humana fue envenenada con la naturaleza de Satanás; por
consecuencia, llegamos a ser pecaminosos, ya que adquirimos la naturaleza
serpentina en nuestro ser. Esta es la razón por la que muchas veces nos
comportamos como serpientes, de una manera tan negativa. También podemos ver
esta conducta en las personas que viven a nuestro alrededor.

Aconteció una vez en el Antiguo Testamento que, cuando los hijos de Israel pecaron
contra Dios, muchos de ellos fueron mordidos por serpientes y murieron.
Entonces, como ellos clamaron a Moisés, el Señor le mandó que levantara una
serpiente de bronce en un asta, a fin de que todo el que mirara a la serpiente fuera
perdonado y sanado, salvándose así de morir (Nm. 21: 4-9). En Juan 3:14 el Señor
dijo: “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo
del Hombre sea levantado”. Esto quiere decir que cuando el Señor Jesús fue
crucificado, El fue levantado como serpiente de bronce. Es decir, que Cristo murió
para destruir a la serpiente. El Señor murió en la cruz como el Cordero de Dios
para quitar nuestros pecados, pero también murió como la serpiente de bronce
para destruir a la serpiente antigua, que es Satanás, el diablo (He. 2:14).

La serpiente de bronce sólo tenía la semejanza de serpiente, pero no poseía la


naturaleza venenosa. De la misma manera, Cristo sólo tenía la semejanza de la
carne de pecado (Ro. 8:3), pero no tenía el pecado mismo de la carne (2 Co. 5:21;
He. 4:15). Cuando Cristo destruyó a Satanás, también dio fin a la naturaleza
satánica de nuestra carne.

Además, Satanás es el príncipe de este mundo. El mundo es el sistema a nuestro


alrededor que nos distrae de Dios; es el reino de las tinieblas. Cristo no sólo
destruyó a Satanás sino también a su reino maligno, el mundo. Al ser “levantado”
como la serpiente de bronce, Cristo puso fin a Satanás, a nuestra naturaleza
satánica y al mundo.

Esta es la obra consumada de Cristo; sin embargo, todos los días aún nos molesta
nuestra carne pecaminosa y el mundo. El mundo siempre trata de alejarnos del
Señor por medio de la lujuria de nuestra carne. Así que, en nuestra experiencia
diaria debemos aplicar a Cristo como la serpiente de bronce. Gálatas 5:24 dice:
“Pero los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y
concupiscencias”. Y Romanos 8:13 declara que por el Espíritu podemos hacer
morir los hábitos de nuestro cuerpo.

Tomemos como ejemplo el ver televisión. Usted puede darse cuenta de que muchas
cosas que se transmiten por televisión son inmorales e inmundas, y corrompen
nuestra mente. También estará de acuerdo en que ver televisión es una pérdida de
tiempo. No obstante, en ocasiones usted ha experimentado un deseo incontrolable
por verla, aun en contra de la prohibición de sus padres. Este deseo se produce por
la incitación de las pasiones y lujurias de la carne. ¿Cómo podemos ser salvos de
esto? Volviéndonos al Señor, quien es el Espíritu en nuestro espíritu. El Espíritu
contiene todo lo que Cristo ha realizado, incluyendo Su muerte como la serpiente
de bronce. Cuando usted clama a El, el Espíritu viene y aplica en usted la
crucifixión de Cristo, a fin de dar muerte a su carne. Es así como hacemos morir los
hábitos de nuestro cuerpo por el Espíritu, y como terminamos con las lujurias y
pasiones de la carne. Algunas veces puede ser que fracasemos y no podamos
vencer, en tal caso, tenemos el recurso de la sangre de Cristo. Pero no debemos
tomar esta provisión como una excusa para pecar. Más bien, debemos invocar el
precioso nombre del Señor a fin de crucificar la carne. ¡Qué vergüenza para el
diablo! ¡Sus esfuerzos por usar el mundo para atraer nuestra carne sólo causarán
que clamemos más al Señor! ¡Aleluya! ¡Cristo es el Victorioso!

Preguntas

1. ¿Cuál fue la meta de la encarnación y el vivir humano de Cristo?


2. ¿Por qué tuvo que morir Cristo como Cordero de Dios y como serpiente de
bronce?
3. ¿Cómo podemos aplicar a nuestras vidas lo que Cristo ha logrado?

Lección diecisiete

LA CRUCIFIXION DE CRISTO (2)

Lectura bíblica

1 Co. 15:45b; Ro. 6:6; Ef. 2:14-16; Jn. 12:24; Col. 2:14-15.

Bosquejo

III. El postrer Adán


IV. El pacificador
V. El grano de trigo
VI. Una muerte todo-inclusiva
Texto
III. EL POSTRER ADAN

En Primera de Corintios 15:45b dice que Cristo fue el postrer Adán. Cuando Dios
creó a Adán, éste representaba a todo el linaje humano. Dios intentó cumplir Su
propósito eterno por medio del linaje de Adán, pero Adán falló rotundamente, pues
en vez de tomar a Dios dentro de sí, tomó a Satanás, por lo cual condujo a toda la
humanidad a una condición caída. Luego, el hombre comenzó a expresar a Satanás
en lugar de expresar a Dios. Por consiguiente, Dios desechó a este primer hombre
Adán y junto con él a todo su linaje, lo cual nos incluye a todos nosotros. Dios
efectuó esto mediante la muerte de Cristo en la cruz. Cristo fue el postrer Adán;
“postrer” significa último y concluyente, lo cual indica que después de El no hubo
otro Adán. Entonces, Dios inició un nuevo linaje, una nueva raza, de la cual Cristo
es la Cabeza en resurrección.

Adán era la cabeza de la antigua creación; a él se le concedió señorear sobre todas


las cosas creadas. Los cielos y la tierra fueron hechos para que él subsistiera, y
Adán mismo fue creado para contener a Cristo. Sin embargo, Adán fracasó, y con él
cayó toda la creación (Ro. 8:20-22). Sin Cristo, tanto el hombre como los cielos y la
tierra serían vanos y sin propósito. A esta creación caída y vana es a lo que
llamamos la “vieja creación”. Cuando Cristo murió como el postrer Adán, le dio fin
a la vieja creación.

IV. EL PACIFICADOR

Cristo también murió como pacificador. Una de las consecuencias de la caída del
hombre fue que la humanidad se dividió completamente. Dios quería que el
hombre lo expresara en unidad, pero éste se dividió, formando muchas culturas,
naciones y clases sociales. A menudo hay odio y contiendas entre distintos grupos,
tales como los negros y los blancos, los alemanes y los franceses, los ricos y los
pobres, etc. La lista es interminable. Probablemente la mayor separación que existe
se da entre los judíos y los gentiles. Los judíos tienen muchas ordenanzas y
reglamentos que los separan de otros pueblos. Con tantas diferencias, ¿cómo
podríamos ser uno para expresar a Dios? Es imposible. Así que, Efesios 2:14-16
declara que Cristo en la cruz derribó la pared intermedia de separación, abolió
todas las ordenanzas y dio muerte a la enemistad entre las diferentes personas,
razas y naciones, incluso entre usted y su hermano o hermana. Cristo como
pacificador clavó en la cruz todas nuestras diferencias.

En Cristo no hay más judío ni gentil, rico ni pobre, negro ni blanco (Gá. 3:28; Col.
3:11). La cruz acabó con todas estas diferencias. Por lo tanto, si dichas diferencias
aún nos molestan, se debe a que no hemos experimentado cabalmente la
crucifixión de Cristo. La gente habla mucho acerca de poner fin a las guerras y los
prejuicios, pero sin la cruz esto es imposible. Si usted tiene un altercado con
alguien, la mejor manera de dar fin a dicha contienda es que ambas partes mueran.
Esto puede parecerle extraño, pero es la verdad. Sólo cuando ambos tomen la cruz
del Señor habrá completa paz, entonces ¡toda contienda terminará! Cuando Cristo
murió como pacificador, El crucificó al mundo entero, de modo que todos morimos
juntamente con Cristo. Esta es la razón por la que hoy en las iglesias podemos
recibir a personas de toda raza, cultura y clase social. Este es un testimonio glorioso
de lo que el Señor Jesús logró en la cruz; sólo mediante la cruz podemos
experimentar la unidad genuina. Esta unidad se hace real únicamente en el
Espíritu. Por lo tanto, cada vez que tenemos problemas con alguien debemos
volvernos a nuestro espíritu y permitir que la cruz nos dé fin.

V. EL GRANO DE TRIGO

Los primeros cuatro aspectos de la muerte de Cristo se relacionan con problemas,


tales como los pecados y Satanás. Por el lado positivo, Cristo murió como grano de
trigo. En Juan 12:24 Jesús se describió a Sí mismo como un grano de trigo cuando
dijo: “Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere,
lleva mucho fruto”. Cuando se siembra una semilla en la tierra, en cierto sentido la
semilla muere al ser sepultada, pero ¿qué pasa después? ¡La vida brota! y la semilla
lleva fruto, el cual produce más semillas.

La vida de un grano de trigo se encuentra escondida dentro de la cáscara. Cuando


el grano cae en tierra, la cáscara se rompe, y la vida que se halla en su interior es
liberada. De igual manera, la vida divina de Cristo estaba contenida y escondida en
su “cáscara”, es decir, en Su cuerpo. Pero Su muerte en la cruz quebró aquella
cáscara a fin de que Su vida divina fuera liberada. ¡Su vida fue liberada para entrar
en nosotros! Anteriormente El era el único Dios-hombre, pues había un solo grano.
Pero por medio de Su muerte, El liberó Su vida. Cuando creímos y clamamos al
Señor Jesús, El entró en nosotros, y de esta manera llegamos a ser Su
multiplicación, es decir, ¡los muchos granos! Llegamos a ser los muchos Dios-
hombres, iguales a El. Ahora podemos expresar a Dios en nuestra humanidad, tal
como El lo hizo en la Suya. ¡Esto es maravilloso!

VI. UNA MUERTE TODO-INCLUSIVA

La crucifixión del Señor no fue un evento insignificante ni simple. Por el contrario,


Su muerte fue todo-inclusiva. Cuando Cristo murió, llevó a cabo una obra mucho
mayor que la creación misma. Su cruz se convirtió en el centro de todo el universo,
ya que por medio de ella ¡Dios limpió todo lo negativo y liberó Su vida divina!
Aquel que estaba en la cruz no era cualquier hombre. ¡Era el Cristo! quien murió
como el Cordero de Dios para quitar nuestros pecados y liberarnos del juicio
divino. Además, El murió como la serpiente de bronce para aplastar la cabeza de
Satanás, crucificar nuestra naturaleza serpentina y destruir al mundo. También
murió como el postrer Adán para dar fin al linaje de Adán y a la vieja creación.
Asimismo, murió como el pacificador a fin de anular todas las diferencias entre los
hombres y hacer la paz. Finalmente, murió como el grano de trigo para liberar Su
maravillosa vida e impartirla en nuestro ser.

Si nosotros hubiéramos presenciado la crucifixión del Señor observándola con ojos


“espirituales”, habríamos sido testigos de una escena maravillosa. Dios mismo
estaba allí cumpliendo Su propósito eterno, y Satanás con todos los poderes del
infierno se encontraban también allí, luchando por frustrar el plan de Dios. ¡Qué
batalla tan tremenda debió ser ésta! Pero Cristo triunfó, despojando y
avergonzando públicamente a las potestades malignas (Col. 2:14-15). Todo lo
negativo del universo fue clavado en la cruz, y la vida divina fue liberada. ¡Aleluya
por la obra de Cristo en la cruz!

Preguntas

1. Explique el significado y la importancia del hecho que Cristo sea el postrer


Adán.
2. ¿Qué nos revela Efesios 2:14-16 acerca de Cristo como pacificador?
3. ¿Por qué Cristo usó la muerte de un grano de trigo para ejemplificar Su
muerte?

Lección dieciocho

LA MUERTE DE CRISTO COMO DIOS-HOMBRE

Lectura bíblica

Ro. 3:23; 6:23; He. 9:22; 2:14; 4:15; 1 P. 1:19;


He. 9:12; Mt. 27:46; 3:16-17; 1 P. 3:18.

Bosquejo

I. Murió como hombre


A. Adquirió sangre humana
B. Sin pecado
II. Murió como Dios
A. Para obtener la redención eterna
B. Para dar vida eterna
III. Herejías acerca de Cristo
IV. Cristo es Dios esencialmente y posee el Espíritu económicamente

Texto

La caída del hombre creó un gran dilema para Dios. El hombre era el centro del
plan de Dios, ya que fue creado para expresarlo. Sin embargo, por causa del
pecado, la justicia de Dios exigió que el hombre fuera condenado. En esta lección
veremos la solución maravillosa, perfecta y completa de Dios a este dilema. El
Señor Jesús fue la única Persona apta para morir por nosotros y obtener nuestra
redención.

I. MURIO COMO HOMBRE


A. Adquirió sangre humana

Todo hombre ha pecado, y la paga del pecado es muerte (Ro. 3:23; 6:23). Por esta
causa, Dios requirió la sangre del hombre como pago por la transgresión. Hebreos
9:22 dice: “Sin derramamiento de sangre no hay perdón”. Esta es la razón por la
cual el Señor Jesús se hizo hombre. Se exigía la sangre del hombre, así que Dios
mismo tuvo que adquirir tal sangre. Dios no tenía sangre, pero mediante Su
encarnación adquirió sangre y carne (He. 2:14). Al hacerse hombre, Jesús pudo
derramar sangre humana por nuestra causa.

B. Sin pecado

Dios no sólo tuvo que hacerse hombre, sino un hombre sin pecado. Si El hubiese
tenido tan sólo un pecado, no hubiera podido morir por los pecados de toda la
humanidad, porque habría tenido que morir por los Suyos propios. Pero Cristo no
conoció pecado (2 Co. 5:21; He. 4:15). El únicamente adquirió la semejanza de
carne de pecado (Ro. 8:3), pero no tuvo mancha ni defecto alguno (1 P. 1:19). En
esto vemos que Cristo estaba plenamente capacitado para morir por el hombre, ya
que podía derramar sangre humana y así morir por otros, pues en El no había
pecado alguno.

II. MURIO COMO DIOS


A. Para obtener la redención eterna

Sin embargo, si Jesús solamente hubiera sido un hombre sin pecado, aún
tendríamos un grave problema, pues Su muerte sólo sería suficiente para salvar a
un hombre; de hecho, únicamente sería efectiva para pagar por un sólo pecado.
Permítanme explicar esto. Dios exige que el hombre muera por su pecado, incluso
por un solo pecado. Supongamos que en toda su vida usted comete un solo pecado.
Si este fuera el caso, Jesús, como hombre libre de pecado, bien podría morir como
sustituto por ese único pecado. Pero si usted pecara de nuevo, tendría que morir
también por ese segundo pecado. Ahora bien, usted sabe que a lo largo de su vida
ha pecado más de una vez. ¿Cómo podría Jesús, un solo hombre, morir por todos
los pecados de usted y por los de toda la humanidad? ¿Y cómo podría esto operar
en nosotros dos mil años después de Su muerte?

Ya hemos indicado que, aunque Cristo se hizo hombre, aún seguía siendo Dios. El
fue un hombre genuino, pero también era el Dios completo. El hecho de ser Dios le
añadió un elemento eterno a Su sangre redentora. Hebreos 9:14 afirma que el
Señor se ofreció a Sí mismo mediante el Espíritu eterno. El efectuó una redención
eterna a nuestro favor (He. 9:12). Así que, la sangre de Jesús es eficaz para todos
los hombres de todos los tiempos. Dicha sangre es capaz de limpiar todos los
pecados de la humanidad.

B. Para dar vida eterna


No obstante, la redención por sí sola no es la meta final de la obra del Señor, ya que
Su objetivo es impartir en el hombre Su vida divina. Este es el aspecto positivo de la
muerte de Cristo como grano de trigo, del cual hablamos anteriormente. ¿Quién
sino Dios mismo puede dar al hombre la vida divina y eterna? Esta es la segunda
razón por la cual Cristo debía ser Dios, porque sólo Dios es capaz de liberar la vida
divina e impartirla en el hombre.

¡Alabado sea el Señor! El es un Dios-hombre. Ningún otro sería capaz de hacer lo


que El hizo por nosotros. Como hombre libre de pecado, El estaba capacitado para
derramar Su sangre por nosotros. Y como Dios, El logró que Su muerte fuera
eternamente eficaz. De esta manera, efectuó la redención eterna y liberó Su vida
divina, a fin de impartirla en nuestro ser.

III. HEREJIAS ACERCA DE CRISTO

Si entendemos claramente los puntos anteriores, comprenderemos cuán grave


error es decir que Cristo no era un hombre genuino o que El no era Dios. Si
cualquiera de estas proposiciones fuera verdadera, entonces la obra redentora de
Cristo sería totalmente inútil y todos pereceríamos.

Sin embargo, por absurdo que parezca, muchas personas a lo largo de la historia
cristiana han enseñado tales herejías. Aún hoy algunos niegan que Cristo sea un
hombre genuino, aunque reconocen que El es Dios. Si esto fuera así, entonces
Cristo no habría podido derramar sangre humana por los pecados de los hombres.
Por otro lado, hay personas que proponen que Cristo era únicamente hombre, pero
que no era Dios; ellos dicen que El murió meramente como un mártir. Si esto fuera
verdad, Su muerte no sería eternamente eficaz ni podría impartirnos Su vida
divina. Incluso hay quienes opinan que Cristo, ni era Dios ni era hombre, sino que
era un tercer tipo de ser. Esto es tan ridículo como los conceptos antes
mencionados. La Biblia no ofrece ninguna base para apoyar tales herejías. En
conclusión, basado en todo lo que hemos dicho hasta aquí, debemos entender
claramente que el Señor Jesús era completamente Dios y plenamente hombre. El
era el Dios completo y un hombre genuino. Era un Dios-hombre. Por ello, Su
muerte obtuvo la redención a favor de toda la humanidad.

IV. CRISTO ES DIOS ESENCIALMENTE Y POSEE EL


ESPIRITU ECONOMICAMENTE

Las enseñanzas heréticas con respecto a Cristo se originan por un entendimiento


inadecuado del relato bíblico acerca de El. Un versículo que confunde a muchos es
Mateo 27:46, donde dice que el Señor, en el momento de Su muerte en la cruz,
clamó: “Dios Mío, Dios Mío, ¿por qué Me has desamparado?”. Muchos han usado
este versículo erróneamente para decir que Cristo no era Dios, ya que Dios lo
abandonó en la cruz. Es posible que ellos también tomen como base Mateo 3,
donde dice que el Espíritu Santo descendió sobre Jesús en el momento de Su
bautismo. Quizás ellos se pregunten: “Si Jesús era Dios, ¿por qué entonces el
Espíritu Santo vino sobre El?”. Este tipo de preguntas pueden contestarse
apropiadamente con la Biblia misma.

Ya que el Señor fue concebido por obra del Espíritu Santo, El poseía la esencia
divina (véase la lección catorce). Podemos afirmar que El tenía el Espíritu Santo
como Su esencia, como parte integral de Su ser, es decir, que El era Dios
esencialmente. ¿Por qué entonces descendió el Espíritu Santo sobre El en Su
bautismo? Esto fue necesario para que el Señor Jesús pudiera realizar Su obra. Su
bautismo fue el inicio de Sus tres años y medio de ministerio sobre la tierra.
Durante ese tiempo El llevó a cabo muchas obras maravillosas, tales como predicar
y hacer muchos milagros. En los evangelios vemos cómo El sanó enfermos y
paralíticos, alimentó a cinco mil personas con cinco panes y dos pecesillos, echó
fuera demonios de muchas personas y aplacó el viento y el mar tempestuoso,
incluso resucitó algunos muertos. Para realizar todas estas maravillas se requería la
autoridad y el poder del Espíritu Santo. Es a éste aspecto del Espíritu que
llamamos: “el Espíritu económico”, y éste es precisamente el Espíritu que recibió
Jesús en Su bautismo. Desde Su nacimiento El poseía el aspecto esencial del
Espíritu para vida, pero en Su bautismo El recibió el aspecto económico del
Espíritu para poder.

Cuando Jesús fue crucificado, El cargó sobre Sí mismo los pecados de toda la
humanidad. En otras palabras, El se hizo pecado por nosotros (1 P. 2:24; 2 Co.
5:21). El Dios justo aplicó Su juicio sobre Jesús por los pecados de todos los
hombres. En aquel momento, Dios puso sobre Jesús todos los pecados de la
humanidad. Por consiguiente, el Dios Santo tuvo que apartarse de El, es decir, que
el Espíritu económico se apartó de Jesús. Esta es la razón por la que El clamó:
“Dios Mío, Dios Mío, ¿por qué me has desamparado?”

Luego, en 1 Pedro 3:18 vemos que Cristo en la cruz fue “muerto en la carne, pero
vivificado en el Espíritu”. Cuando Jesús fue crucificado por los pecadores, Dios lo
abandonó económicamente, pero de acuerdo con este versículo, Dios experimentó
esencialmente la crucifixión junto con El. Este Dios-hombre ciertamente murió en
Su carne humana, pero fue vivificado en Su Espíritu divino. El tenía la esencia
divina desde Su nacimiento hasta Su muerte. En esencia, Su ser jamás cambió; así
que podemos decir que en esencia el era Dios y hombre.

Esto debe ayudarnos a entender que el Cristo que murió en la cruz era tanto Dios
como hombre. No debe quedar la menor duda de que el Señor Jesús estaba
plenamente capacitado para morir por toda la humanidad. ¡Alabémosle por Su
maravillosa muerte como el Dios-hombre! Pues debido a lo que El logró en la cruz,
hoy somos salvos y estamos siendo salvos. ¡Aleluya!

Preguntas

1. ¿Qué significa que Cristo muriera como hombre y como Dios?


2. Mencione algunas consecuencias de las enseñanzas heréticas que declaran
que Cristo es Dios, pero no hombre; o que Cristo es hombre, pero no Dios.
3. Explique lo que significan las últimas palabras del Señor: “Dios Mío, Dios
Mío, ¿por qué Me has desamparado?”.

Lección diecinueve

LA RESURRECCION DE CRISTO (1)

Lectura bíblica

Jn. 11:25; 1 Co. 15:45b; Ap. 1:17-18; Jn. 10:17-18;


Hch. 2:32; Ro. 4:25; 10:9; He. 7:16; Hch. 2:24;
He. 2:14; Jn. 12:31; 1 Co. 15:54-55.

Bosquejo

I. La persona de Cristo y Su obra vindican y satisfacen a Dios


II. La victoria de la resurrección de Cristo
A. Sobre la muerte y el Hades
B. Sobre Satanás y el mundo

Texto

Cristo murió a fin de efectuar la redención y para limpiar todo lo negativo del
universo. El hizo una obra completa; nada quedó inconcluso. Además, El resucitó
después de Su crucifixión y sepultura, ya que ni la muerte ni la tumba pudieron
retenerlo, pues El mismo es la resurrección (Jn. 11:25). Como tal, Su vida fue capaz
de conquistar y subyugar la muerte. Aún más, Su vida es poderosa para absorber y
eliminar la muerte (1 Co. 15:54): cuanto más muerte encuentra, más viviente llega a
ser. Por tanto, el Señor Jesús dice: “Yo soy ... el Viviente; estuve muerto; mas he
aquí que vivo por los siglos de los siglos. Y tengo las llaves de la muerte y del
Hades” (Ap. 1:17-18).

Este Viviente que se paseó por la muerte era tanto Dios como hombre. Y aún
después de Su resurrección, El sigue siendo Dios y hombre. Su resurrección tiene
un gran significado. En esta lección veremos que la resurrección de Cristo es Su
propia vindicación y victoria.
I. LA PERSONA DE CRISTO Y SU OBRA VINDICAN Y
SATISFACEN A DIOS

Cristo es Dios; El puso Su vida y la tomó otra vez (Jn. 10:17-18). Pero Cristo
también es un hombre; por tanto, Dios lo levantó de entre los muertos (Hch. 2:32;
3:15). El hecho de que Jesucristo —el hombre— fuese levantado, muestra la
aprobación de Dios en cuanto a Su persona y Su obra. Desde Su juventud Jesús
halló gracia para con Dios (Lc. 2:52). Así que Dios vindicó la crucifixión de Cristo al
levantarlo de entre los muertos. Esto quiere decir que todo lo que Cristo hizo fue
aceptado y honrado por Dios el Padre.

En Adán fuimos condenados a muerte, ya que la paga del pecado es muerte (Ro.
6:23). Pero Cristo murió como nuestro substituto, es decir, El pagó el precio por
nuestros pecados. ¿Cómo podemos saber que Dios aceptó el pago que Cristo
efectuó? Su resurrección es el “recibo de pago”, el cual comprueba que Dios aceptó
el pago de Cristo por nuestros pecados. Supongamos que un criminal es
sentenciado a pasar largo tiempo en prisión. ¿Cómo sabemos que ya cumplió su
sentencia? Lo sabemos cuando es puesto en libertad. Del mismo modo, la
resurrección dio fin a la muerte. Después de creer en Cristo ya no somos pecadores
despreciables, sino hombres plenamente justificados y aprobados por Dios de
acuerdo con Su norma de justicia. Además, el Cristo resucitado mora en nosotros a
fin de llevar en nosotros una vida justificada por Dios y aceptable a El. Por lo tanto,
Romanos 4:25 dice que Cristo resucitó para nuestra justificación. De hecho,
nuestra fe en la resurrección de Cristo es el factor primordial de nuestra salvación
(Ro. 10:9).

II. LA VICTORIA DE LA RESURRECCION DE CRISTO

Después de Dios, la muerte es lo más poderoso en el universo; nadie puede evitar la


muerte. Mejor dicho, nadie excepto el Señor Jesús. El es el único que entró en la
muerte y salió vivo, para nunca regresar a ella. El es tanto Dios como la
resurrección (Jn. 1:1; 11:25), ya que posee la vida indestructible (He. 7:16); debido a
que es eterno, la muerte no puede retenerlo. El entró voluntariamente a la muerte,
pero ésta no pudo retenerlo (Hch. 2:24).

A. Sobre la muerte y el Hades

El Señor Jesús permaneció tres días en el imperio de la muerte. Dio un buen paseo
por la muerte y comprobó que ésta no tenía poder para retenerlo. Así que al tercer
día, El simplemente salió de la muerte. Tal vez pudo haber dicho: “Muerte, he
concluido Mi misión; nada puedes hacer conmigo, así que no te tengo ningún
temor. Ha llegado el momento de salir de tu dominio. No tengo ninguna prisa; bien
podría quedarme otro día si quisiera, pero llegó el momento de irme”. El Señor no
temía a la muerte, así que no tenía por qué salir huyendo del sepulcro; más bien,
tranquilamente tomó su tiempo para doblar los lienzos con los que fue sepultado, y
ponerlos en orden (Jn. 20:7). ¡Qué testimonio tan grande de Su victoria sobre la
muerte!

Al resucitar, el Señor Jesús despojó de su autoridad a la muerte y al Hades. Por esta


razón, en Apocalipsis 1:18 dijo: “Y tengo las llaves de la muerte y del Hades”. La
muerte se introdujo por causa de que el hombre cayó en pecado, y desde entonces
opera en la tierra para someter a toda la humanidad. Podríamos decir que la
muerte es semejante a un gran recogedor de basura, y que el Hades es como el
cesto de la basura. Todo lo que el recogedor atrapa es echado en dicho cesto. La
muerte y el Hades hicieron todo lo posible por retener a Cristo bajo su dominio,
pero su esfuerzo fue totalmente en vano. ¡Alabado sea el Señor que ahora la muerte
está sujeta a El, y el Hades está bajo Su control! ¡Aleluya! Cristo tiene las llaves de
la muerte y del Hades.

B. Sobre Satanás y el mundo

La resurrección de Cristo también es un testimonio de Su victoria sobre Satanás y


el mundo, ya que en Su crucifixión Cristo derrotó a Satanás. Hebreos 2:14 dice:
“Para destruir por medio de la muerte al que tiene el imperio de la muerte, esto es,
al diablo”. Asimismo, cuando el Señor les habló a Sus discípulos acerca de Su
inminente crucifixión, El les dijo: “Ahora es el juicio de este mundo; ahora el
príncipe de este mundo será echado fuera” (Jn. 12:31). El no sólo derrotó a Satanás,
sino también acabó con el sistema satánico, es decir, con el mundo. Después de
efectuar esta gran obra en la cruz, Cristo salió triunfante de la muerte y del Hades.
Pero a Satanás y al mundo no les fue tan bien, pues el Señor los derrotó mediante
Su muerte y los dejó en el sepulcro. La resurrección de Cristo es una manifestación
de Su victoria.

¿No le impresiona a usted la resurrección de Cristo? En ella, El venció al enemigo


más poderoso, a saber, la muerte. Puede ser que algunas veces usted se haya
sentido como si estuviera muerto y sepultado, pero considere al Señor Jesús. El
verdaderamente entró en la muerte y el Hades, y salió triunfante. La situación de
usted no puede ser peor que la que el Señor Jesús pasó. Ahora este Cristo viviente
mora en su espíritu. Por tanto, cuando se sienta deprimido y débil, no ore para que
el Señor lo fortalezca. Lo único que tiene que hacer es declarar con denuedo:
“¡Cristo resucitó! El venció la muerte y el Hades. ¡Alabado sea el Señor; El es el
victorioso!” Si ora de tal manera, podrá proclamar como el apóstol Pablo: “Sorbida
es la muerte para victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde, oh muerte,
tu aguijón?” (1 Co. 15:54-55). ¡Alabado sea el Señor! La muerte no pudo retener a
Cristo ni puede retener a los que están en El.

Preguntas

1. ¿Qué significa el hecho de que Dios levantó a Cristo de entre los muertos?
2. Explique por qué Cristo fue levantado para nuestra justificación (Ro. 4:25).
3. Comente el significado de la victoria de Cristo sobre Satanás, la muerte, y el
mundo.
4. ¿Qué versículos comprueban que Cristo resucitó?

Lección veinte

LA RESURRECCION DE CRISTO (2)

Lectura bíblica

Jn. 17:1; Ro. 1:3-4; Jn. 1:18; Hch. 13:33; He. 1:5;
Jn. 7:37-39; 1 Co. 15:45b; 2 Co. 3:17; Jn. 20:17;
1 P. 1:3; Ro. 8:29; He. 2:11; Jn. 12:24;
1 Co. 10:17; Ef. 1:22-23.

Bosquejo

III. La glorificación de la vida divina de Cristo


IV. La designación de la humanidad de Cristo
V. Su transfiguración como Espíritu vivificante
VI. Produce la iglesia

Texto

En la lección anterior vimos dos aspectos de la resurrección de Cristo. El primero


fue que Dios vindicó y aceptó la persona de Cristo y Su obra redentora. Y el
segundo fue que Cristo obtuvo una victoria total sobre la muerte, el Hades, Satanás
y el mundo. Ahora veamos cuatro aspectos más de esta resurrección maravillosa.

III. LA GLORIFICACION DE LA VIDA DIVINA DE CRISTO

Cuando Cristo estuvo en la tierra, El era Dios mismo oculto dentro de un cuerpo
físico. En El moraba Dios, pero exteriormente sólo veíamos Su carne. Los que le
observaban no podían encontrar nada especial en El (Mr. 6:3; Jn. 10:33). Pero por
medio de Su muerte y resurrección, el Dios que estaba oculto en El se liberó y se
manifestó. A esta manifestación es a lo que llamamos la glorificación de Cristo. Por
esta razón El oró antes de Su muerte, diciendo: “Padre, la hora ha llegado; glorifica
a Tu Hijo, para que Tu Hijo te glorifique a Ti” (Jn. 17:1).

Por ejemplo, suponga que tenemos una semilla de cierta flor. Aunque existe mucha
belleza encerrada en la vida de esa semilla, ¿cómo puede manifestarse tal belleza?
Para que esto suceda, la semilla tiene que morir. Si la semilla cae en la tierra,
muere y germina, se manifestará toda su belleza oculta. Esta es su gloria, la
glorificación de la vida en la semilla. De igual manera, Dios estuvo confinado en la
carne del Señor. El Señor tuvo que morir a fin de que el Dios en El pudiera ser
liberado, manifestado y glorificado en resurrección.

Mientras Cristo estuvo en la carne durante treinta y tres años y medio sobre esta
tierra, era semejante a la semilla de una flor. Aunque el Hijo de Dios estaba en El,
nadie podía reconocerlo. Pero un día, al ser sembrado mediante la muerte y crecer
en resurrección, El floreció, es decir, la vida divina que estaba en Su interior fue
completamente manifestada y glorificada.

IV. LA DESIGNACION DE LA HUMANIDAD DE CRISTO

Romanos 1:3 y 4 dicen: “Acerca de Su Hijo, que era del linaje de David según la
carne, que fue designado Hijo de Dios ... por la resurrección de entre los muertos”.
En resurrección, Cristo fue designado el Hijo de Dios en Su humanidad. Antes de
Su encarnación, Cristo, una Persona divina, ya era el Hijo de Dios (Jn. 1:18).
Incluso antes de Su encarnación El era el Hijo de Dios, pues Romanos 8:3 dice:
“Dios, enviando a Su Hijo”. Si Cristo ya era el Hijo de Dios, ¿por qué necesitaba ser
designado como Hijo de Dios por la resurrección? Debido a que en la encarnación
El se vistió de carne, una naturaleza humana, la cual no tenía nada que ver con Su
divinidad. Como Persona divina, aún antes de Su encarnación Cristo era el Hijo de
Dios, pero Su humanidad, la carne de Jesús, la cual nació de María, no era el Hijo
de Dios. Esa parte era solamente humana. Así que, por medio de Su resurrección
Cristo santificó y elevó Su naturaleza humana. En otras palabras, por medio de Su
resurrección El fue designado Hijo de Dios en Su naturaleza humana. En este
sentido la Biblia afirma que El fue engendrado Hijo de Dios por la resurrección
(Hch. 13:33; He. 1:5).

En Su resurrección Cristo todavía es un hombre, y como tal, fue designado “el Hijo
de Dios”. Esto no es un asunto pequeño: la encarnación introdujo a Dios en el
hombre, pero la resurrección introdujo al hombre en Dios. Mediante el proceso de
Cristo, un hombre fue introducido en la Deidad. ¡Sí, ahora hay un hombre en la
Deidad! Cristo con Su naturaleza humana ha sido designado el Hijo de Dios.

V. SU TRANSFIGURACION COMO ESPIRITU VIVIFICANTE

Ahora quisiéramos ver que en Su resurrección Cristo fue hecho el Espíritu


vivificante (1 Co. 15:45b). Aunque el Señor Jesús resucitó con un cuerpo físico, es
decir, con un cuerpo de carne y hueso (Lc. 24:39), también resucitó
espiritualmente. Esto significa que en Su resurrección El fue transfigurado y fue
hecho el Espíritu (Jn. 7:37-39; 1 Co. 15:45; 2 Co. 3:17). No podemos explicar cómo
El puede tener un cuerpo físico y a la vez ser el Espíritu, pero esto es lo que la Biblia
dice. Esta es una verdad crucial en las Escrituras. En la Biblia podemos ver que
Cristo está sentado en el trono en los cielos con un cuerpo físico, y al mismo tiempo
mora en nosotros como Espíritu vivificante. La economía de Dios consiste en que
El se imparta en nosotros; Su muerte nos redimió, pero sin Su resurrección no
podría impartirnos Su vida. No sólo éramos pecadores, sino además estábamos
muertos (Ef. 2:1). Cristo como el Cordero de Dios pudo redimirnos; pero ahora
como el Espíritu vivificante, puede vivificarnos y regenerarnos para hacernos hijos
de Dios. Ahora podemos disfrutar día a día Su rico suministro de vida en nuestro
espíritu. Podemos orar, invocar Su nombre y orar-leer la Palabra. Como resultado
de Su resurrección Cristo ha llegado a ser muy accesible a nosotros. Su resurrección
no es solamente un evento histórico; aún más que eso, dicha resurrección se realizó
para que pudiéramos experimentarlo y disfrutarlo subjetivamente.

VI. PRODUCE LA IGLESIA

La muerte y resurrección de Cristo fueron eventos muy productivos en la economía


de Dios, ya que sirvieron para que El liberara Su vida divina y Se propagara a Sí
mismo en muchas personas, a fin de constituirlos como la iglesia. Según el
evangelio de Juan, antes de Su resurrección el Señor nunca llamó a Sus discípulos
“hermanos”. El término más íntimo que había usado era “amigos”. Pero después de
Su resurrección, Sus “amigos” fueron regenerados y llegaron a ser Sus “hermanos”
(Jn. 20:17; 1 P. 1:3). La tarde del mismo día de Su resurrección, Cristo volvió a Sus
discípulos como Espíritu, y sopló en ellos para llegar a ser Su vida. Por medio de Su
resurrección, El se impartió en Sus discípulos como Espíritu vivificante. Al recibir
Su vida, ellos fueron regenerados y se convirtieron en Sus hermanos. Así que, en Su
resurrección, el Hijo unigénito llegó a ser “el Primogénito entre muchos hermanos”
(Ro. 8:29).

La vida divina del Padre nos ha sido impartida por medio de la resurrección de
Cristo. Por consiguiente, todos hemos llegado a ser hijos de Dios y hermanos de
Cristo. ¡Alabado sea el Señor que Cristo, el Dios-hombre, es nuestro Hermano
mayor! El no se avergüenza de llamarnos hermanos (He. 2:11). ¡Qué maravilloso es
esto! ¿Se da cuenta de quién es usted? ¡Usted es un hermano de Cristo! Este es el
mismo principio que se aplica al grano de trigo en Juan 12:24; en éste versículo se
describe a los muchos hermanos como los granos de trigo, y estos muchos granos
se han mezclado entre sí para formar la iglesia. Por eso 1 Corintios 10:17 dice que
“siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un Cuerpo”. Los muchos
granos se han hecho un solo pan, un solo Cuerpo. Ciertamente este Cuerpo es la
iglesia, el Cuerpo de Cristo (Ef. 1:22-23). La iglesia es la réplica de Cristo y Su
multiplicación.

¡Alabado sea el Señor por Su resurrección! Muchos cristianos hablan de la muerte


de Cristo en la cruz, pero raras veces mencionan Su resurrección. Y cuando lo
hacen, sólo se refieren a que el Señor fue levantado del sepulcro, pues consideran
Su resurrección como un simple evento histórico que sucedió hace dos mil años.
Incluso muchos celebran la resurrección una vez al año. ¡Esto es bastante
superficial! En sólo dos lecciones hemos visto muchos aspectos maravillosos de la
resurrección de Cristo. Debemos estar agradecidos por las riquezas insondables
que en estos días el Señor nos ha mostrado en Su Palabra. Les animo a que
profundicen aún más en estas verdades y que disfruten al Cristo que resucitó y
mora en vuestro interior.

Preguntas

1. Explique cómo fue glorificada la vida divina de Cristo.


2. Si Cristo ya era el Hijo de Dios antes de Su resu- rrección, entonces ¿por qué
Romanos 1:3-4 dice que fue designado Hijo de Dios por la resurrección?
3. Cite dos versículos que digan claramente que Cristo ahora es el Espíritu.
4. ¿Por qué Cristo fue llamado el “unigénito Hijo” en Juan 1:18, pero fue
llamado el “Primogénito” en Romanos 8:29?

Lección veintiuno

LA ASCENSION DE CRISTO

Lectura bíblica

Ef. 4:8; Mr. 16:19; He. 2:9; Fil. 2:9; Hch. 2:36;
Ap. 1:5; Ef. 1:22; Hch. 5:31; Ap. 19:16; Hch. 7:55-56;
Ap. 2:1; 5:6; He. 4:14-15; 7:25.

Bosquejo

I. Fue hecho Señor


II. Fue hecho el Cristo
III. Su investidura como Señor
IV. El ministerio celestial de Cristo
A. Cristo como Gobernante
B. Cristo como Cabeza
C. Cristo como Sumo Sacerdote
V. Nuestra cooperación

Texto

Después de Su resurrección Cristo ascendió a los cielos, a Dios el Padre. Este fue el
último paso de Su proceso. Efesios 4:8 dice que El “subió a lo alto”. Cristo está
ahora en el lugar más alto del universo. Marcos 16:19 dice que el Señor fue
“recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios”. Estar sentado a la
diestra de Dios equivale a estar en el lugar de mayor honor y autoridad. El está allí
coronado de gloria y de honra (He. 2:9). El fue exaltado hasta lo sumo sobre todas
las cosas y recibió un nombre que es sobre todo nombre (Fil. 2:9).

I. FUE HECHO SEÑOR

En Su ascensión, Cristo fue hecho Señor (Hch. 2:36), Soberano de los reyes de la
tierra (Ap. 1:5) y Cabeza sobre todas las cosas (Ef. 1:22). Esto quiere decir que El es
el Soberano del universo, la autoridad suprema en el trono de la administración de
Dios. ¡El es el dueño de todo el universo! Tal vez esto no le impresione tanto porque
usted piensa que, como Cristo es Dios el Creador, El ya era Señor y Gobernante del
universo. Pero debe darse cuenta de que el Cristo que hoy es Señor, no es
simplemente el Señor que creó el universo, sino el Dios que se encarnó para ser
hombre y sigue siendo hombre después de Su resurrección y ascensión. ¡Ahora hay
un hombre en los cielos, quien fue exaltado y establecido como Señor del universo!
Es fácil para nosotros creer que el Dios Creador es el Señor. Pero, ¿puede usted
creer que el hombre Jesús, aquel carpintero humilde, está ahora en el trono como
Señor sobre todo el universo? ¡Aquel hombre insignificante que vino de la
despreciable ciudad de Nazaret fue hecho Cabeza sobre todas las cosas!

II. FUE HECHO EL CRISTO

Hechos 2:36 dice que en Su ascensión, Jesús fue hecho el Cristo. “Cristo” quiere
decir el Ungido de Dios, Aquel que fue designado por Dios para cumplir Su plan
divino. El Padre envió al Hijo para efectuar la obra de redención y todo lo
relacionado con el propósito de Dios. Así que, el Hijo es llamado el Cristo. Pero,
¿acaso El no era el Cristo antes de Su ascensión? Sí lo era, pero no oficialmente. En
Su ascensión, el Señor fue hecho oficialmente el Cristo.

III. SU INVESTIDURA COMO SEÑOR

Una buena forma de entender la ascensión del Señor es definirla como Su


investidura. Cada vez que un nuevo presidente es electo en los Estados Unidos,
debe ser investido como tal. Después de ser elegido por el pueblo, incluso antes de
la inauguración, él ya es el presidente electo, pero oficialmente todavía no lo es. Se
requiere de una designación pública, de una ceremonia de investidura, para que él
oficialmente llegue a ser el presidente. La ascensión de Jesús es exactamente lo
mismo. El ya era el Cristo y el Señor, pero esto no se hizo oficial hasta el día de Su
ascensión. De hecho, ni siquiera era el Salvador oficialmente, hasta el día de Su
ascensión (Hch. 5:31). ¡Alabado sea el Señor por Su ascensión! Aquel humilde
nazareno llamado Jesús es ahora el Rey de reyes y Señor de señores (Ap. 19:16). En
la ceremonia de investidura del presidente de los Estados Unidos, miles de
personas desfilan por Washington, D C. ¡No sabemos cuántos ángeles desfilaron en
los cielos cuando Jesús fue investido oficialmente como el Señor de todo!

IV. EL MINISTERIO CELESTIAL DE CRISTO


El Señor Jesús ciertamente llevó una vida muy fructífera sobre la tierra. Su obra en
la tierra se conoce como Su ministerio terrenal. Por medio de Su encarnación, vivir
humano, muerte y resurrección, el Señor Jesús efectuó la obra de redención. Por
eso muchos versículos de la Biblia dicen que después de Su ascensión, Cristo se
sentó a la diestra del Padre. Ya que Su ministerio terrenal fue un éxito absoluto, El
está ahora sentado descansando a la diestra de Dios.

Sin embargo, este es sólo el aspecto histórico, pues Cristo también tiene que llevar
a cabo una gran obra desde los cielos; ahora El tiene un ministerio celestial.
Cuando Esteban estaba siendo apedreado, él miró hacia el cielo y vio “al Hijo del
Hombre de pie a la diestra de Dios” (Hch. 7:55-56). En Apocalipsis 2:1, Juan vio al
Señor caminando en medio de los siete candeleros de oro. Y en Apocalipsis 5:6, el
mismo Juan vio al Señor como el Cordero, de pie, en medio del trono. ¡No piense
que Cristo está sentado en los cielos sin hacer nada! El está sumamente activo
llevando a cabo Su ministerio celestial. Después de haber sido investido
oficialmente para ejercer Su oficio, El aún tiene que cumplir muchos deberes
importantes. De los varios oficios para los que fue investido en Su ascensión, los
tres más importantes son: gobernar sobre los reyes de la tierra; ser Cabeza sobre
todas las cosas a la iglesia; y ser nuestro gran Sumo Sacerdote.

A. Cristo como Gobernante

Como Gobernante de los reyes de la tierra, Cristo administra, controla y dirige


todos los gobiernos y eventos mundiales. El propósito principal de tal
administración, sin lugar a dudas, es la propagación del evangelio. Cristo
administra a fin de reunir a los elegidos de Dios. Al estudiar la historia del mundo
podemos ver que el curso de los eventos mundiales ha sido planeado divinamente
con miras a la propagación del evangelio. Nuestro calendario, el cual es usado por
todo el mundo, se basa en el nacimiento de Cristo. Incluso los países ateos como
Rusia y China usan este calendario, lo cual implica que ellos se encuentran bajo la
administración de Cristo. De acuerdo con el calendario de Cristo, actualmente
estamos en el año 1985. Esta fecha no se calcula a partir de los césares romanos o
de los zares rusos, sino desde el nacimiento de Cristo. ¡Nuestro Cristo gobierna
sobre toda la tierra con miras a la propagación de Su evangelio!

B. Cristo como Cabeza

Además de ser el Soberano de las naciones, Cristo es también Cabeza de la iglesia.


El fue dado por Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, y como tal, El trabaja para
obtener Sus vasos escogidos. Baste como ejemplo uno de Sus vasos, Saulo de Tarso.
El libro de Hechos nos muestra cuánto hizo el Cristo ascendido para cautivar a
Saulo, ya que este hombre era un vaso crucial que llevaría a cabo el mover de Dios
en la tierra.

No pensemos que el hecho de que el Señor nos salvara fue un asunto pequeño,
porque el Señor Jesús tuvo que ejercer Su señorío para lograrlo. El determinó el
país donde debíamos nacer, así es que no fue casualidad que naciéramos en
determinada ciudad. Al contrario, todo detalle fue decidido por Su administración
soberana. Cada uno de nosotros nació en el país indicado, en la ciudad correcta y
en la familia señalada. Al tiempo exacto El nos condujo a Sí mismo, aunque
hayamos estado en Norte América, China, Europa o en América del Sur. El arregló
que el día de nuestra salvación estuviéramos en el lugar preciso para que nos
arrepintiéramos, creyéramos y fuéramos salvos. Si ese día hubiésemos estado en
una ciudad diferente, en Moscú por ejemplo, la oportunidad de ser salvos y de
ahora estar leyendo esta lección quizás nunca hubiera llegado. ¡Fue bajo el
gobierno del Rey que fuimos salvos!

C. Cristo como Sumo Sacerdote

Hoy el Cristo ascendido nos ministra conforme a nuestra necesidad interior. En el


tiempo del Antiguo Testamento, el Sumo Sacerdote ministraba a Dios a favor del
pueblo. El libro de Hebreos dice que Cristo es nuestro gran Sumo Sacerdote, capaz
de compadecerse de nuestras debilidades (4:14-15). En virtud de que Cristo se hizo
hombre, El está capacitado para conocer cabalmente nuestros problemas y
debilidades; y al mismo tiempo, por haber sido designado según el poder de una
vida indestructible (He. 7:16), El está facultado para cuidar de nosotros en medio
de cualquier circunstancia (He. 7:25).

Ciertamente lo necesitamos a cada momento, porque no sabemos qué situaciones


podemos enfrentar inesperadamente. En ocasiones, los problemas simplemente
vienen a nosotros causándonos gran ansiedad. Antes de ser salvos nuestras
preocupaciones eran interminables. Pero ahora, cuando somos agobiados por
nuestra ansiedad, de inmediato El nos consuela diciendo: “¿Por qué no oras? No
tienes por qué preocuparte”. Esto sucede porque Cristo intercede por nosotros, y
éste es el efecto de Su intercesión. Entonces podemos responderle: “Gracias, Señor
por encargarte de mis preocupaciones. Dejo todas mis inquietudes en Tus manos”.
¡Estas breves palabras hacen desaparecer nuestra ansiedad! Y entonces podemos
disfrutarle. Todo esto se debe a la intercesión sacerdotal de Cristo por nosotros, la
cual es constante. Ciertamente son muchas las ocasiones en que hemos
experimentado a nuestro gran Sumo Sacerdote cuidándonos, consolándonos,
fortaleciéndonos y guiándonos.

V. NUESTRA COOPERACION

Cristo está absolutamente capacitado para llevar a cabo Su oficio y cumplir Su


ministerio celestial. El trabaja día y noche controlando cada evento de la tierra,
desde el hecho de levantar o derribar naciones, hasta designar la maestra de
nuestra clase de español. Todo esto lo hace a fin de cumplir el propósito eterno de
Dios. No obstante, sin nuestra cooperación, es muy poco lo que el Cristo ascendido
puede hacer; si bien El es nuestra Cabeza, nosotros somos Su Cuerpo. En la tierra,
El actúa únicamente por medio de nosotros, Sus miembros. Cristo requiere nuestra
cooperación; este es un asunto sumamente serio.
El Señor desea que todos los hombres sean salvos, pero no los puede salvar a
menos que nosotros les hablemos. Con respecto a este asunto, el Dios
todopoderoso no puede hacer nada a menos que nosotros cooperemos con El. ¡Qué
gran responsabilidad tenemos! Y al mismo tiempo, ¡qué gran privilegio! ¡Podemos
ser aquellos que le permitamos a Dios actuar y moverse en la tierra para cumplir Su
propósito eterno! Somos personas muy importantes en el universo; por
consiguiente, debemos cooperar fielmente con El.

Preguntas

1. ¿Por qué es tan maravilloso el hecho que Jesús fuera hecho Señor y Cabeza
sobre todas las cosas?
2. ¿Por qué decimos que la ascensión de Cristo equivale a Su investidura como
Señor?
3. ¿Cuáles son los tres grandes oficios en los que Cristo fue investido en Su
ascensión? ¿Cómo realiza El estos oficios?
4. Ya que Cristo es el Señor de todo, ¿puede El hacer todo por Sí mismo o
necesita ayuda? ¿Quiénes son Sus ayudantes? ¿Cómo pueden ayudar?

Lección veintidós

CRISTO COMO ESPIRITU EN SUS ASPECTOS ESENCIAL Y


ECONOMICO

Lectura bíblica

Jn. 20:22; Hch. 2:1-4; Ro. 8:10-11; 2 Co. 13:5;


2 Ti. 4:22; Jn. 6:63; Lc. 24:49; Hch. 1:4-5, 8;
Mr. 16:15; 1 Co. 12:13.

Bosquejo

I. Por dentro, el contenido, y por fuera, el equipo necesario


II. El aspecto esencial o interior
A. Cristo en nosotros
B. Cristo es nuestra vida
C. El contenido de la iglesia
III. El aspecto económico o exterior
A. El bautismo del Espíritu Santo
B. La propagación de Cristo
IV. Nuestra experiencia de ambos aspectos del Espíritu

Texto
Cristo pasó por un proceso maravilloso en el que experimentó la encarnación, el
vivir humano, la crucifixión, la resurrección y la ascensión. Cada una de estas
etapas representa un paso adicional en el cumplimiento de la economía de Dios, la
cual tiene como propósito producir la iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, a saber: la
expresión completa y corporativa del Dios Triuno, y la morada mutua de Dios y el
hombre. Como subrayamos en la lección anterior, Cristo como Cabeza en el cielo
requiere que Su Cuerpo en la tierra coordine con El, a fin de llevar a cabo Su
propósito. Sin El nada podemos hacer, pero tampoco El puede hacer nada sin
nuestra cooperación. El asunto crucial en esta coordinación es que ahora Cristo es
el Espíritu. Como tal, El mora en nosotros y nos suministra interiormente, y a la
vez, nos reviste de poder exteriormente para la obra.

I. POR DENTRO, EL CONTENIDO, Y POR FUERA, EL


EQUIPO NECESARIO

Muchos cristianos no saben que Cristo, en el día de Su resurrección, vino y se


impartió en Sus discípulos como el aliento celestial, al soplar en ellos (Jn. 20:22).
Este fue un aspecto básico en la formación de la iglesia. Luego, cincuenta días más
tarde, en el día de Pentecostés, el Cristo ascendido y entronizado se derramó sobre
los discípulos (Hch. 2:1-4). Este fue un segundo aspecto crucial en la formación de
la iglesia. El propósito de Cristo al soplar en Sus discípulos el aliento santo en el día
de Su resurrección fue impartirles Su vida, y la razón por la cual derramó sobre
ellos el Espíritu en el día de Pentecostés fue equiparlos con Su poder. En el día de la
resurrección El vino como el pneuma, una palabra griega que significa “Espíritu”;
esta palabra también puede traducirse “aliento” o “aire”. Luego, en el día de
Pentecostés, El vino como un viento recio. El aliento infunde vida, y el viento
reviste con poder. El Espíritu de vida, el Cristo resucitado, es nuestro contenido de
vida por dentro; y el Espíritu de poder, derramado por el Cristo ascendido, es
nuestro uniforme por fuera. Así que, tenemos el contenido de vida interiormente, y
estamos equipados con poder exteriormente. Lo primero es el aspecto esencial y lo
segundo, el aspecto económico. Estos no son dos Espíritus, sino dos aspectos del
único Espíritu. Debemos entender claramente estos dos aspectos de Cristo como
Espíritu.

II. EL ASPECTO ESENCIAL O INTERIOR


A. Cristo en nosotros

Muchos versículos bíblicos declaran que Cristo está en nosotros (Ro. 8:10; 2 Co.
13:5; Gá. 2:20; Col. 1:27). El puede vivir en nosotros porque es el Espíritu. Por
tanto, hay otros versículos que afirman que el Espíritu mora en nosotros (Jn. 14:17;
Ro. 8:11; 1 Co. 6:19; Gá. 4:6). Cuando Cristo era un hombre sobre la tierra, El no
podía vivir dentro de ningún otro hombre. Pero ahora Cristo es el Espíritu (1 Co.
15:45b; 2 Co. 3:17), y a semejanza del aire en la atmósfera, El puede fácilmente
entrar en nuestro ser. Como Espíritu, el Señor nos regeneró, es decir que nuestro
espíritu nació del Espíritu (Jn. 3:6); esto implica que ahora Cristo mora en nuestro
espíritu (2 Ti. 4:22).

B. Cristo es nuestra vida

Por medio del Espíritu disfrutamos a Cristo como nuestra vida interior; El es el
Espíritu vivificante. En tal Espíritu disfrutamos a Cristo al leer Su Palabra (Jn.
6:63; 2 Ti. 3:16), al invocar Su nombre (1 Co. 12:3) y al orar (Jud. 20). Esto equivale
a comer, beber y respirar a Cristo, lo cual permite que El se infunda en nosotros
como el Espíritu para nuestro vivir. Del mismo modo en que necesitamos el
alimento material, el agua y el aire para sustentar nuestro cuerpo, así necesitamos
tomar a Cristo como el Espíritu para sustentar nuestra vida espiritual. El es nuestro
pan, agua y aire vivientes. Este es el Espíritu de vida que se imparte en nuestro ser
para nuestro vivir esencial.

Aunque el Señor mora en nosotros, no podemos afirmar que todo nuestro ser ha
sido totalmente impregnado y lleno de El. Aún queda en nosotros mucho de
nuestra vieja naturaleza. Por consiguiente, en lugar de expresar al Señor,
expresamos nuestro egoísmo, orgullo, rebelión y muchas otras cosas ajenas a El.
Así que, tenemos la urgente necesidad de que el Espíritu opere en nuestro interior,
santificándonos y transformándonos.

El Espíritu es la consumación máxima del Dios Triuno procesado, y como tal, El es


todo-inclusivo, es decir, que contiene todos los aspectos del proceso que pasó el
Señor. El Espíritu lo incluye todo, pues incluye no sólo el vivir humano perfecto del
Señor, sino también el elemento aniquilador de la cruz y el poder de Su
resurrección. Al disfrutar este Espíritu, nuestro ser es transformado, el vivir de
Cristo se hace nuestro, todos los aspectos negativos son aniquilados, y nuestra vida
llega a ser una vida en resurrección.

C. El contenido de la iglesia

Cuando disfrutamos a Cristo de esta manera, El viene a ser nuestro contenido.


Cristo mismo es el contenido de la iglesia. La iglesia no es un club social ni
simplemente un grupo de personas que se congregan; más bien, es el Cuerpo de
Cristo. Para ser Su Cuerpo debemos estar llenos de Su vida. Supongamos que
alguien fabrica un modelo de plástico que luce exactamente como nuestro cuerpo.
¿Podría decir que eso es su cuerpo? Por supuesto que no. Para que fuera su cuerpo
tendría que contener su propia vida. De igual manera, si hemos de ser el Cuerpo de
Cristo, debemos estar llenos de El como nuestra vida. Esta es la razón por la que
Cristo se hizo el Espíritu, para poder impartirse como vida dentro de nuestro ser.

III. EL ASPECTO ECONOMICO O EXTERIOR


A. El bautismo del Espíritu Santo
Después de que Cristo resucitó, El se apareció ante Sus discípulos y les dio
instrucciones que no se fueran de Jerusalén, sino que esperaran hasta recibir el
bautismo del Espíritu Santo (Hch. 1:4-5). El les dijo: “Pero recibiréis poder, cuando
haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y seréis Mis testigos ... hasta lo último
de la tierra” (Hch. 1:8). De acuerdo con Su palabra, el Espíritu Santo sería
derramado sobre el Cuerpo en el día de Pentecostés. Tal bautismo del Espíritu
Santo no fue un bautismo esencial para impartirles vida, sino un bautismo
económico para revestirlos con poder y autoridad económicamente. Los discípulos
ya estaban llenos del Espíritu como vida, pero necesitaban ser “investidos de poder
desde lo alto” para llevar a cabo la obra (Lc. 24:49). Esta investidura es el
“uniforme celestial” del Espíritu económico.

B. La propagación de Cristo

La autoridad y el poder del Espíritu tenían la finalidad de equipar a los discípulos


para efectuar la obra del Señor. El Señor les había dicho: “Id por todo el mundo y
proclamad el evangelio a toda la creación” (Mr. 16:15), y los comisionó para que
fueran Sus testigos hasta las partes más remotas de la tierra. Cristo entró en
algunas personas en Jerusalén, pero El deseaba entrar en miles y aun en millones
de personas. Esa sería Su multiplicación y extensión, es decir, Su propagación, la
cual tenía como meta producir las iglesias sobre toda la tierra. Los discípulos, al ser
investidos con el Espíritu económico, salieron a predicar el evangelio. ¡En un sólo
día se arrepintieron tres mil personas, y en otro día fueron salvas cinco mil! Esto
fue posible porque el Espíritu era su vida interior y su autoridad exterior. Por esta
razón su obra fue tan prevaleciente.

IV. NUESTRA EXPERIENCIA DE AMBOS


ASPECTOS DEL ESPIRITU

Aun Cristo como hombre experimentó los dos aspectos del Espíritu: El nació del
Espíritu Santo esencialmente, y también fue bautizado con el Espíritu
económicamente, a fin de llevar a cabo Su ministerio y Su obra. Todo creyente en
Cristo debe tener esta experiencia doble. El deseo de Dios consiste en obtener una
expresión universal de Sí Mismo, esto es, un hombre corporativo que sea lleno de
Su vida y naturaleza. Dios ha estipulado que esta expresión sea producida mediante
hombres mortales que cooperen y coordinen con El en la tierra. ¡Qué tarea tan
monumental la nuestra! Sin lugar a dudas hemos sido facultados y equipados
generosamente para este fin; Cristo pasó por un proceso extraordinario con miras a
realizar este propósito.

Ahora podemos disfrutar y experimentar al Espíritu vivificante como nuestra vida y


suministro de vida. Seguramente ya conocemos las muchas maneras en que
podemos participar del Espíritu esencial en nuestro diario vivir. No obstante, para
salir a predicar a Cristo necesitamos el “uniforme celestial”. ¿Cómo podemos
experimentar este aspecto económico del Espíritu? Unicamente por medio de la fe.
El bautismo del Espíritu Santo derramado sobre el Cuerpo en Hechos fue un logro
obtenido de una vez y para siempre. No es necesario que esto se repita. ¡Ya lo
tenemos!. En 1 Corintios 12:13 dice que “en un solo Espíritu fuimos todos
bautizados en un solo Cuerpo”. Ahora, simplemente debemos salir a predicar
confiados en este hecho consumado. Cuando ejercitemos nuestra fe de este modo,
descubriremos que nuestro ministrar prevalece sobre el infierno, sobre Satanás y
sobre todos los demonios. Entonces experimentaremos tal investidura, el
“uniforme” de la autoridad, y nuestra predicación será prevaleciente e impartirá a
Cristo en las personas.

Aquí podemos ver el maravilloso ciclo que es necesario para que se propague el
Cristo resucitado y ascendido. Primero, somos nutridos y llenos de El
esencialmente, y luego nos vestimos con El económicamente. Entonces podemos
ministrarlo a otros para que ellos también lo disfruten como su vida esencial.
Nuestro disfrute esencial del Señor hace posible que llevemos a cabo nuestra labor,
económicamente para extender y propagar al Señor en otros. Pero es necesario que
lo que ministremos a otros, sea aquello con lo que estamos llenos esencialmente.
Ambos aspectos se complementan, es decir, el uno coopera para el cumplimiento
del otro. Nada podemos hacer si carecemos de uno de estos dos aspectos. ¡Alabado
sea el Señor! De esta manera Cristo obtendrá Su Cuerpo sobre la tierra.
Diariamente necesitamos tomar a Cristo como el Espíritu, es decir, como nuestra
propia vida. Así que, debemos llevar a cabo la obra de Dios, la cual consiste en
propagar y multiplicar a Cristo en las personas; ¡tal investidura del Espíritu como
nuestro “uniforme” nos capacita para efectuar esta gran obra!

Preguntas

1. ¿Qué significan los términos esencial y económico?


2. Explique cómo Cristo, siendo el Espíritu, produjo la iglesia con ambos
aspectos, el esencial y el económico.
3. ¿Cuándo fue la primera vez que los discípulos experimentaron los dos
aspectos del Espíritu?
4. ¿Cómo podemos experimentar ambos aspectos del Espíritu?

Lección veintitrés

LA SEGUNDA VENIDA DE CRISTO

Lectura bíblica

Ap. 22:12, 20; Mt. 24:36; Ap. 10:1; 14:4;


Mt. 24:21-22; 2 Co. 5:10; Mt. 25:10;
Ap. 2:26; 1:7; 14:14.

Bosquejo

I. La venida secreta de Cristo


II. El tribunal de Cristo
III. Su venida pública
IV. Una advertencia

Texto

La iglesia ha existido sobre la tierra durante casi dos mil años. Cristo vive ahora
como Espíritu vivificante en millones de creyentes, y a la vez está en los cielos. Ya
que fue dado como Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, El dirige todos los
eventos tanto en el cielo como en la tierra, con miras a la edificación de Su Cuerpo.
Cuando llegue el tiempo determinado, Cristo, quien ahora está en el trono, iniciará
Su regreso a la tierra. Vemos que al final de Apocalipsis El dice: “Sí, vengo pronto”
(22:20). La encarnación del Señor fue Su primera venida, pero este versículo alude
a Su segunda venida. La segunda venida de Cristo iniciará la etapa final de la
economía de Dios, y es una parte muy importante de Su obra.

El tema de la segunda venida de Cristo ha confundido por siglos a los cristianos.


Este asunto es muy complicado, ya que muchos eventos se relacionan con ello. Nos
tomaría muchas lecciones explicar adecuadamente todos los detalles y eventos
relacionados con Su regreso. Sin embargo, sabemos con certeza que hay dos
aspectos principales de la venida del Señor que debemos entender claramente: Su
venida secreta y Su venida pública.

I. LA VENIDA SECRETA DE CRISTO

Nadie sabe el día ni la hora de la venida del Señor, “sino sólo el Padre” (Mt. 24:36).
En el momento preciso Cristo empezará a descender del trono, lo cual será un
descenso oculto y secreto. En Apocalipsis 3:3 y 16:15 dice que Cristo vendrá como
un ladrón, y que por lo tanto, debemos velar. Ningún ladrón viene públicamente ni
anuncia su venida. Apocalipsis 10:1 dice que Cristo vendrá “vestido de una nube”,
lo cual significa que vendrá envuelto o escondido en una nube. Sin embargo, un
poco antes de que El deje el trono, algunos vencedores serán arrebatados, es decir,
llevados a Su trono. Estos vencedores serán los creyentes que en la tierra se hayan
abstenido de la corrupción y la contaminación de las cosas mundanas. Para ellos, el
Señor es su primer y mejor amor. Tales vencedores son llamados “las primicias”
(Ap. 14:4). En cualquier tipo de cosecha siempre hay una parte del fruto que
madura primero; éste es el fruto escogido, las primicias.

El arrebatamiento de las primicias indicará el comienzo de la “gran tribulación”


(Mt. 24:21-22). La gran tribulación será un período de gran sufrimiento y
persecución que durará tres años y medio. Esos días serán más terribles de lo que
podamos imaginar. La mayoría de los cristianos que estén vivos en ese tiempo
tendrán que pasar por toda o parte de esa gran tribulación. Estos serán los
cristianos que no se hayan consagrado plenamente al Señor, ni se hayan apartado
del mundo para ser llenos de Cristo. El gran sufrimiento de ese tiempo ayudará a
estos creyentes a madurar, tal como el sol ardiente ayuda a madurar la cosecha.
Pero el hecho de ser salvos de la gran tribulación, sin pasar por ella, será una gran
recompensa para los vencedores que sean arrebatados. En Apocalipsis 3:10 el
Señor dice: “Por cuanto has guardado la palabra de Mi perseverancia, Yo también
te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre toda la tierra habitada,
para probar a los que moran sobre la tierra”.

II. EL TRIBUNAL DE CRISTO

Antes de que termine la gran tribulación, Cristo habrá descendido a un lugar en el


aire para establecer Su tribunal. Entonces, todos los cristianos vivos que aún
permanezcan sobre la tierra serán arrebatados al aire. Esto es a lo que llamamos la
cosecha. Además, todos los cristianos que hayan muerto serán resucitados para
encontrarse con el Señor también en el aire. En 2 Corintios 5:10 dice que todos
compareceremos ante el tribunal de Cristo para recibir una recompensa o un
castigo por las cosas que hayamos practicado durante nuestra vida.

Los cristianos seremos juzgados en cuanto a dos áreas: nuestra madurez en vida, y
nuestra fidelidad en el servicio (Mt. 25:1-30). Ser maduros en vida significa que el
Cristo que recibimos haya crecido plenamente, impregnando cada parte de nuestra
alma. Esto quiere decir que nuestra mente, amor y voluntad estén llenas de Cristo,
y que nos hayamos negado a nosotros mismos al tomar la cruz y al permitir que
Cristo, como Espíritu vivificante, ocupe todas estas áreas de nuestro ser.

Ser fieles en el servicio significa ser constantes en nuestra labor externa, la cual
incluye predicar el evangelio para que otros sean salvos, servir en la iglesia y
funcionar en las reuniones. Si hemos de ser recompensados al encontrarnos con el
Señor, debemos haber vivido de una manera apropiada y balanceada en estos
aspectos: tanto en nuestra vida esencialmente, como en nuestro servicio
económicamente.

Los creyentes que hayan madurado y sean fieles recibirán una gran recompensa;
ellos participarán en las bodas del Cordero y en la fiesta de las bodas, junto con los
demás vencedores. Cristo será el Novio y ellos serán la novia. Esto se efectuará en
el aire antes de la venida pública de Cristo. “Bienaventurados los que son llamados
a la cena de las bodas del Cordero” (Ap. 19:9). Mateo 25:10 dice: “Vino el novio; y
las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta”. ¡Este
será un tiempo de gran gozo! Tal disfrute continuará durante todo el reino
milenario, en el cual los santos reinarán juntamente con Cristo sobre todas las
naciones (Ap. 2:26; 20:4).

Aquellos que no hayan madurado en vida ni servido fielmente, recibirán un castigo.


Esto no quiere decir que perderán su salvación eterna; sin embargo, serán
disciplinados por mil años. Durante ese tiempo, dichos creyentes madurarán hasta
convertirse en hijos apropiados de Dios (He. 12:5-10). Aunque el resultado será la
madurez, el proceso por el cual pasarán no se llevará a cabo bajo la gracia. La Biblia
describe ese tiempo como las “tinieblas de afuera”; allí será el llanto y el crujir de
dientes, donde sufrirán ruina, serán quemados por el fuego y recibirán muchos
azotes (Mt. 22:13; He. 10:39; 1 Co. 3:15; Lc. 12:45-48).
III. SU VENIDA PUBLICA

Después de celebrarse las bodas de Cristo, El descenderá públicamente de los aires


a la tierra; ya no como un ladrón, sino con poder y gran gloria. En ese tiempo El
podrá ser visto por todas las tribus de la tierra santa (Ap. 1:7; Mt. 24:27, 30). En Su
venida secreta al aire, El estará oculto en una nube, pero en Su venida pública a la
tierra, estará sobre la nube (Ap. 14:14). En Su venida pública Cristo descenderá
juntamente con los santos vencedores, a fin de pelear contra el anticristo y sus
ejércitos, los cuales se reunirán para luchar contra Israel en un lugar del Medio
Oriente llamado Armagedón. Allí el Señor exterminará las fuerzas malignas del
mundo y salvará a Israel. Entonces Satanás será atado, y comenzará el reino
milenario.

IV. UNA ADVERTENCIA

Hoy en día muchos cristianos piensan que cuando el Señor regrese, todos los
creyentes serán instantáneamente arrebatados para vivir “por siempre felices” con
el Señor. Pero esto no es lo que la Biblia enseña. Tales enseñanzas han engañado y
embriagado a los cristianos. Tal como una droga que produce estupor, éstas
enseñanzas han causado que muchos creyentes vivan hoy en una forma superficial
y descuidada. Incluso muchos de ellos se deleitan en los placeres mundanos y
carnales. A la luz de la verdad revelada en la Palabra de Dios, debemos ser
advertidos en contra de esta clase de vida.

Puede ser que tengamos curiosidad por saber todos los detalles de la venida del
Señor. Pero lo más importante de Su segunda venida es que tomemos como
advertencia el principio revelado en la profecía acerca de Su regreso: si queremos
evitar la gran tribulación venidera, tenemos que madurar. Sólo así seremos
recompensados y evitaremos el castigo cuando estemos ante El en el tribunal de
Cristo. Esto requiere que diariamente volvamos nuestro corazón al Señor para
amarle, ser llenos de El y servirle. Cuando seamos tentados por las cosas
mundanas, recordemos este principio. Cuando prefiramos quedarnos en la cama en
lugar de levantarnos más temprano para disfrutar a Cristo en la Palabra,
recordemos este principio. Todos debemos orar: “Señor, ten misericordia de mí
para que sea parte de las primicias y llegue a ser un vencedor”.

En Apocalipsis 22:12 y 20 el Señor Jesús nos advirtió, diciendo: “He aquí Yo vengo
pronto”. Debemos responder amorosamente: “Amén; sí, ven, Señor Jesús”. Nuestro
deseo debe ser amar al Señor a lo máximo. Tenemos que ser sobrios y velar,
esperando fielmente Su segunda venida. ¡Que por Su misericordia logremos
escapar de la hora de prueba venidera, a fin de encontrarnos con El y ser uno de
Sus preciosos vencedores! ¡Amén! ¡Sí! ¡Ven, Señor Jesús!

Preguntas
1. Explique la venida secreta de Cristo y Su venida pública. Cite referencias
bíblicas.
2. ¿Quiénes serán las primicias?
3. ¿Qué debemos hacer a fin de prepararnos para el tribunal de Cristo?

Lección veinticuatro

CRISTO EN LA ETERNIDAD

Lectura bíblica

Ap. 20:11-12, 15; 2 P. 3:10; Ap. 21:1-2; Jn. 1:29;


Sal. 46:4; Ez. 47:5-9; Jn. 7:38; 6:35, 57;
Ap. 2:7; 22:14, 19; 21:9, 22:17

Bosquejo

I. La Nueva Jerusalén en el cielo nuevo y la tierra nueva


A. El Dios redentor
B. El río de agua de vida
C. El árbol de vida
II. El Espíritu y la novia

Texto

Al final del reino milenario Satanás será echado al lago de fuego, donde será
quemado eternamente; además, Cristo se sentará en el gran trono blanco para
juzgar a los incrédulos muertos de todas las eras. En Apocalipsis 20 Juan escribió:
“Y vi un gran trono blanco y a Aquel que estaba sentado en él, de delante del cual
huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos. Y vi a los muertos,
grandes y pequeños, de pie ante el trono; y los libros fueron abiertos, y otro libro
fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas
que estaban escritas en los libros, según sus obras ... Y el que no se halló inscrito en
el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego” (vs. 11-12, 15).
Después de este juicio, el antiguo cielo y la antigua tierra pasarán, e iniciará la
eternidad con un cielo nuevo y una tierra nueva (2 P. 3:10; Ap. 21:1). Para ese
tiempo Cristo ya habrá eliminado todo lo negativo del universo, incluyendo a
Satanás y sus seguidores y al mundo entero. Entonces el propósito de las edades se
cumplirá. Mediante la obra de Cristo, el hombre habrá sido completamente
redimido, transformado, glorificado y edificado como la expresión corporativa del
Dios Triuno. ¡Qué Persona tan maravillosa es nuestro Cristo! ¡Qué magnífica es Su
obra!

I. LA NUEVA JERUSALEN EN EL CIELO NUEVO Y LA


TIERRA NUEVA

En la eternidad futura Cristo nutrirá y suplirá a Su pueblo, así como también los
gobernará. Las cosas viejas habrán pasado; el cielo nuevo y la tierra nueva habrán
sido plenamente establecidos; y la Nueva Jerusalén habrá descendido de Dios,
viniendo desde el cielo. La Nueva Jerusalén ciertamente no es una ciudad física;
más bien, ella representa lo que Dios es para Su pueblo, y muestra cómo Dios y Su
pueblo serán mezclados plenamente como una sola entidad. En el centro de esta
ciudad simbólica se halla el trono de Dios y del Cordero, del cual fluye un río de
agua de vida.

A. El Dios redentor

En la Nueva Jerusalén aún disfrutaremos a Cristo como nuestro Dios redentor.


Esto se revela en Apocalipsis 22:1, donde vemos el trono de Dios y del Cordero.
Solamente hay un trono, porque Dios está en el Cordero y el Cordero está en Dios.
Este Cordero es el Dios redentor. Por causa de la caída del hombre, el Dios creador
se hizo un hombre (Jn. 1:1, 14), y este hombre fue llamado el Cordero de Dios (Jn.
1:29). A fin de quitar los pecados del mundo, el Dios creador llegó a ser el Dios
redentor. ¡Alabado sea el Señor que el Dios redentor nos ha salvado! Estábamos
condenados al lago de fuego eterno; pero ahora, en lugar de eso, alabaremos por la
eternidad al “Dios-Cordero” por habernos salvado. Tendremos un memorial eterno
de Su gran redención. ¡Alabado sea el “Dios-Cordero”!

B. El río de agua de vida

No pensemos que lo único que Dios hará en la eternidad será estar sentado en Su
trono. Debemos entender que de Su trono brota un río de agua de vida, y que por
medio de este río El continuará impartiéndose a nosotros para nuestro disfrute
eterno.

Este río, que es tipificado por los ríos mencionados en Génesis 2:10-14, en Salmos
46:4 y en Ezequiel 47:5-9, representa la abundancia de vida que hay en Su fluir.
Hay un solo río fluyendo en las cuatro direcciones de la ciudad santa, al igual que
los cuatro brazos del único río en Génesis 2:10-14. En nuestra experiencia, este
único río con sus riquezas se convierte en muchos ríos, según lo indica Juan 7:38.
El agua de vida representa a Dios en Cristo como Espíritu, el cual fluye y se imparte
en Su pueblo redimido para ser su vida y su fuente de vida. Esto fue tipificado por
el agua que brotó de la roca hendida (Ex. 17:6; Nm. 20:11), y también por el agua
que salió del costado herido del Señor Jesús (Jn. 19:34). Finalmente, esta agua de
vida llega a ser un río que sale del trono de Dios y del Cordero para suplir y regar a
toda la Nueva Jerusalén. De modo que, la ciudad se llena de la vida divina a fin de
expresar la gloria de la vida de Dios.

C. El árbol de la vida

Apocalipsis 22:2 dice: “Y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida”. El
hecho de que el árbol de la vida crece a ambos lados del río, indica que este árbol es
una vid, la cual se extiende siguiendo el cauce del agua de vida, a fin de que el
pueblo de Dios la tome y la disfrute. Esto cumplirá por la eternidad lo que Dios se
había propuesto desde el principio (Gn. 2:9). Debido a la caída del hombre, el
acceso al árbol de la vida fue cerrado a la humanidad (Gn. 3:22-24); sin em- bargo,
fue reabierto a sus creyentes mediante la redención de Cristo (He. 10:19-20). Hoy
en día, el disfrute que tenemos de Cristo como árbol de la vida es la porción común
de los creyentes (Jn. 6:35, 57). En el reino milenario, sólo los vencedores
disfrutarán a Cristo como el árbol de vida, lo cual será una recompensa particular
para ellos (Ap. 2:7). Finalmente, en el cielo nuevo y la tierra nueva todos los
redimidos disfrutarán a Cristo como el árbol de la vida por la eternidad, lo cual será
su porción eterna (22:14, 19).

El árbol de la vida es Cristo mismo como nuestro suministro de vida. Primero, El


fue el Cordero de Dios para redimirnos (Jn. 1:29), y después, el árbol de la vida
para impartirnos Su vida (Jn. 6:35). Cristo nos redimió con el fin de impartirse en
nosotros y suministrarnos Su vida. De manera que, El no es solamente el Cordero
de Dios, sino también el árbol de la vida.

II. EL ESPIRITU Y LA NOVIA

Apocalipsis 21:9 dice: “Ven acá, yo te mostraré la desposada, la esposa del


Cordero”. ¿Quién es este Cordero? Es Cristo, nuestro Dios-Cordero. El es el Novio
de la desposada (Jn. 3:29). Pero debemos notar que Apocalipsis 22:17 dice: “Y el
Espíritu y la novia dicen: Ven”. No dice el Cordero y la novia, sino “el Espíritu y la
novia”. Estos dos versículos juntos demuestran que Cristo, el Cordero, es
simplemente el Espíritu.

Este Espíritu es la consumación del Dios Triuno completo. El Espíritu como el


Novio es esta totalidad y consumación del Dios Triuno. El es apto para ser el
Esposo y desposar a la esposa, la cual es la consumación de todo el pueblo redimido
y regenerado de Dios. Esta es una pareja universal en la que lo divino se casa con lo
humano.

Aquí vemos dos consumaciones. Lo divino ha pasado por el proceso de la


encarnación, crucifixión, resurrección y la ascensión, y ha llegado a ser el Espíritu,
la totalidad y la consumación del Dios Triuno, a saber, el Novio. Por su parte, lo
humano también ha pasado por un proceso que incluye la redención, regeneración
y la transformación. Este proceso tiene como resultado la consumación del pueblo
de Dios, el cual una vez que ha sido redimido, regenerado y transformado, llega a
ser la novia, la desposada. Ambas consumaciones —la del Dios Triuno y la del
pueblo escogido, redimido y transformado de Dios,— llegan a ser una mediante el
matrimonio universal. El hombre tripartito procesado complementará al Dios
Triuno procesado, llegando a ser Su expresión plena y Su satisfacción eterna.

¡Qué destino tan maravilloso el nuestro! Sin embargo, no necesitamos esperar


hasta la eternidad para disfrutar a Cristo como el Cordero, como el río y como el
árbol de la vida. Sino que, hoy mismo, mientras estamos en el proceso de la
transformación, podemos paladear un anticipo de lo que será nuestro disfrute
eterno. El proceso de Cristo está completo, pero el nuestro aún no lo está. Somos
los hijos de Dios, y estamos siendo transformados y edificados como Su Cuerpo, a
fin de expresar a Cristo por la eternidad. ¡Que podamos avanzar cada día en la
experiencia y disfrute de la persona y la obra de Cristo! ¡Amén! ¡Aleluya!

Preguntas

1. Comente con sus compañeros acerca de los distintos aspectos de la Nueva


Jerusalén, tales como el Dios redentor, el río de la vida, el árbol de la vida,
etc.
2. Escriba una profecía —de diez minutos— acerca de cómo la persona y la obra
de Cristo conducen a pecadores como nosotros a morar mutuamente con el
Dios Triuno, a fin de producir la Nueva Jerusalén.

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