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Lectura bíblica
Bosquejo
Texto
Primero que todo, debemos entender claramente que sólo hay un Dios. Dios es sólo
uno, y no hay otro aparte de El. Nuestro Dios es el único Dios; tanto el Antiguo
como el Nuevo Testamento establecen esto claramente. Isaías 45:5 dice: “Yo soy
Jehová, y ninguno más hay; no hay Dios fuera de mí”. En 1 Corintios 8:4 leemos: “Y
que no hay más que un Dios”. En todo el universo sólo hay un Dios verdadero. El
Dios que tiene un sólo beneplácito, una sóla voluntad, un sólo propósito eterno y
una economía singular, es un sólo Dios. El Dios que nos escogió y nos predestinó es
sólo uno. El Dios que creó los cielos, la tierra y al hombre para Su propósito, es
uno. El Dios que ama al hombre es sólo uno. El Dios que se encarnó para morir por
nosotros a fin de redimirnos, perdonarnos, lavarnos, justificarnos y reconciliarnos
consigo mismo, es uno. El Dios que resucitó para ser nuestra vida, regenerarnos,
santificarnos, transformarnos, conformarnos y glorificarnos, es uno. Nosotros sólo
tenemos un Dios: no dos, ni tres ni muchos, sino solamente uno.
Aunque nuestro Dios es sólo uno, hay algo misterioso acerca de El: que El es tres en
uno, es decir, que es “triuno” (en latín, “tri” significa tres y “uno” significa uno). Es
por eso que le llamamos el “Dios Triuno”. Tal vez se pregunte de dónde proviene
este término, ya que no existe tal número en las matemáticas humanas. En Mateo
28:19 el Señor Jesús dice: “Bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo”. Aquí el Señor habla claramente de los Tres, o sea, del Padre, el
Hijo y el Espíritu; sin embargo, notemos que se refiere a “el nombre” en singular, lo
cual denota una única Persona. Aun podríamos decir que el nombre de nuestro
Dios es “Padre, Hijo y Espíritu Santo”. En versículos como éste podemos ver en la
Biblia que nuestro Dios es uno y a la vez tres, es tres y a la vez uno.
III. EL MISTERIO DE MISTERIOS
En 2 Corintios 3:17 dice que “el Señor es el Espíritu”. Aquí el Señor y el Espíritu son
uno, porque el Señor es el Espíritu. Luego el mismo versículo habla de “el Espíritu
del Señor”; esto indica que son dos. ¿Son el Señor y el Espíritu uno o dos? Esto es
realmente un misterio.
Notemos que en Hebreos 1:8-9 el Hijo es llamado Dios; luego se hace referencia a
Dios como “el Dios Tuyo”: “Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios; por el siglo del
siglo ... por lo cual te ungió Dios, el Dios Tuyo”. ¿Cómo podemos explicar esto?
¿Podemos acaso dirigirnos a Dios diciendo: “Oh, Dios ... te ungió el Dios Tuyo”?
Esto también es un misterio.
Finalmente, en Apocalipsis 1:4, 4:5 y 5:6 leemos que el Espíritu de Dios (Ef. 4:4) es
llamado “los siete Espíritus”. Aquí vemos otro misterio. Queridos hermanos,
tenemos que aprender a simplemente aceptar la Palabra pura.
RESUMEN
Preguntas
1. Cite dos versículos, uno del Antiguo Testamento y uno del Nuevo
Testamento, que digan que sólo hay un Dios.
2. ¿Qué significa el término “Triuno”?
3. ¿Puede encontrar tres versículos en el Nuevo Testamento que se refieran a
los Tres de la Trinidad?
Lección dos
Lectura bíblica
Bosquejo
Texto
En la lección uno vimos que sólo hay un Dios, pero misteriosamente este Dios es
Triuno, o sea, tres en uno, pues es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Pero esto no
quiere decir que el Padre sea un tercio de Dios, el Hijo otro tercio y el Espíritu el
último tercio. ¡No! Más bien, el Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu es Dios.
En 1 Pedro 1:2 dice: “...Dios Padre”, y en Efesios 1:17 dice: “Dios ... el Padre de
gloria”. Estos versículos declaran que el Padre es Dios. Hebreos 1:8 dice: “Mas del
Hijo dice ... oh Dios”, y Juan 1:1 afirma: “el Verbo era Dios”. Estos versículos
revelan claramente que el Hijo es Dios. En Hechos 5:3-4 leemos: “¿Por qué llenó
Satanás tu corazón para que engañases al Espíritu Santo? ... No has mentido a los
hombres, sino a Dios”. Este versículo definitivamente establece que el Espíritu
también es Dios.
Por lo tanto, las Escrituras nos revelan claramente que los tres —el Padre, el Hijo y
el Espíritu— son Dios; sin embargo, esto no significa que sean tres Dioses. Ya
hemos visto que las Escrituras nos dicen clara y definitivamente que sólo hay un
Dios. Aunque son tres —el Padre, el Hijo y el Espíritu— no son tres Dioses sino un
sólo Dios. ¡Esto es un misterio inescrutable! Pero alabamos al Señor, pues según las
Escrituras, ¡podemos recibir y disfrutar a este Ser misterioso!
Los tres —el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo— son eternos. Isaías 9:6 usa el
término “Padre eterno”. La traducción literal de esta frase hebrea es “Padre de
eternidad” o “Padre eterno”. Así que, el Padre es eterno.
El Hijo también es eterno. Hebreos 1:12 dice del Hijo: “Pero Tú eres el mismo, y
Tus años no acabarán”. Hebreos 7:3 dice que El no tiene principio de días ni fin de
vida, lo cual quiere decir que es eterno. Lo que es “eterno” no tiene principio ni fin.
Esta es la razón por la que se usa un círculo para representar al Dios eterno y no
una línea recta. El círculo no tiene principio ni fin.
El Espíritu también es eterno, por eso en Hebreos 9:14 se menciona “el Espíritu
eterno”. Por lo tanto, conforme a la Biblia declaramos que los Tres —el Padre, el
Hijo y el Espíritu— son eternos.
En Mateo 3:16-17 vemos que el Padre, el Hijo y el Espíritu coexisten, es decir, que
existen simultáneamente. En este cuadro maravilloso de la Trinidad divina, Jesús
(el Hijo) subió del agua luego de ser bautizado; al mismo tiempo, el Espíritu
descendió sobre El; y también al mismo tiempo, el Padre habló desde los cielos
concerniente al Hijo.
Más aún, consideremos Juan 14:16-17, que dice: “Y Yo rogaré al Padre, y os dará
otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de realidad”.
En estos dos versículos vemos al Hijo orando al Padre para que envíe el Espíritu.
Por tanto, el Padre, el Hijo y el Espíritu están todos presentes al mismo tiempo.
En Efesios 3:14-17 Pablo dice que él ora al Padre para que nos fortalezca con poder
en el hombre interior por Su Espíritu, para que Cristo haga Su hogar en nuestros
corazones. En este pasaje tenemos al Padre, al Espíritu y a Cristo el Hijo; todos
existen al mismo tiempo. La Biblia no dice que el Padre existió por cierto período, y
que luego el Padre se hizo el Hijo, así que el Padre dejó de existir. Tampoco dice
que después de cierto tiempo el Hijo ya no existió más porque llegó a ser el
Espíritu. Esta es una enseñanza errónea, una herejía llamada “modalismo”. La
gente que enseña esto piensa que Dios existe en tres modos o etapas sucesivas:
primero el Padre, luego el Hijo y finalmente el Espíritu.
No podemos aceptar esta enseñanza. Las Escrituras claramente dicen que los Tres
coexisten eternamente. Juan 1:1 dice: “En el principio era el Verbo, y el Verbo
estaba con Dios, y el Verbo era Dios”. El Verbo es el Hijo. El estaba presente desde
la eternidad con Dios el Padre y era Dios mismo. En Juan 17:5 el Señor oró
refiriéndose a la gloria que El había compartido con el Padre antes que el mundo
fuese. Por consiguiente, tanto el Padre como el Hijo son eternos simultáneamente.
El hecho de que el Espíritu también es eterno queda claro en Hebreos 9:14, donde
se le llama “el Espíritu eterno”. Fue este Dios Triuno quien dijo en Génesis 1:26:
“Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”. Los Tres
estaban allí antes de la creación del hombre.
El Padre, el Hijo y el Espíritu no sólo coexisten, sino que también moran el Uno en
el Otro. Juan 14 dice claramente que el Hijo está en el Padre y el Padre está en el
Hijo (vs. 10-11). Ver al Hijo es ver al Padre. Cuando el Hijo habla, quien trabaja es
el Padre. Ambos son inseparables. Además, la Biblia dice que el Hijo, después de Su
muerte y resurrección, fue hecho el Espíritu (1 Co. 15:45b). El Hijo, en quien el
Padre está, fue hecho el Espíritu. De modo que el Dios Triuno puede entrar en el
pecador. El Hijo viene a nosotros como el Espíritu; y cuando el Hijo viene, también
viene el Padre. Por una parte son tres; pero por otra, son uno, porque no pueden
separarse.
En la primera lección vimos que el Padre, el Hijo y el Espíritu son un sólo Dios, y
no tres. Sin embargo, en lo profundo de su ser algunos cristianos consideran que el
Padre, el Hijo y el Espíritu son tres Dioses. Algunos incluso lo declaran
abiertamente. Puede ser que otros no se atrevan a decirlo, pero inconscientemente
apoyan este concepto. La enseñanza que afirma que hay tres Dioses se llama
“triteísmo”, y es una gran herejía. En cierta ocasión, un hermano le preguntó a un
predicador cristiano que no creía que el Hijo es el Padre y que el Señor es el
Espíritu: “Hermano, ¿cuántos Dioses son el Padre, el Hijo y el Espíritu?” El
predicador contestó clara y definitivamente que había tres Dioses. Tal declaración
es absolutamente herética. La Biblia revela que Dios es sólo uno. Dios es uno, y a la
vez tres; es tres, y a la vez uno. El Padre, el Hijo y el Espíritu coexisten y moran el
Uno en el Otro eternamente. ¡Aleluya! No somos ni modalistas ni triteístas,
solamente aceptamos la revelación pura de la Biblia. ¡Amén!
Preguntas
1. Cite tres versículos que indiquen que el Padre, el Hijo y el Espíritu son
eternos.
2. ¿Qué es el modalismo? Explique con un diagrama.
3. ¿Qué es el triteísmo? Explique con un diagrama.
4. ¿En qué consiste el hecho de que el Padre, el Hijo y el Espíritu moren el Uno
en el Otro eternamente?
Lección tres
Lectura bíblica
Bosquejo
I. El Hijo es Dios
II. El Hijo es el Padre
III. La encarnación del Hijo es por obra del Espíritu Santo
IV. El Hijo viene del Padre y juntamente con El
V. El Hijo es el Espíritu
VI. Toda la plenitud de la Deidad mora en El
Texto
Hasta ahora hemos visto que Dios es uno. Pero este Dios es triuno: el Padre, el Hijo
y el Espíritu; los Tres son Dios, son eternos, coexisten y moran el Uno en el Otro
eternamente. El Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu es Dios. El Padre, el
Hijo y el Espíritu no existen en diferentes tiempos como tres distintos modos o
etapas sucesivas de un Dios. No son tres Dioses separados, sino un Dios Triuno.
¡Qué Dios tan misterioso! Pero aunque El es misterioso, podemos experimentarlo y
disfrutarlo. ¡Aleluya! En esta lección veremos algo más de este misterio, que el Hijo
también es el Dios Triuno.
I. EL HIJO ES DIOS
Juan 1:1 dice: “El Verbo era Dios”. Juan 20:28 narra: “Entonces Tomás respondió y
le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!”. Filipenses 2:6 declara: “El cual, existiendo en
forma de Dios”. Todos estos versículos nos dicen que el Hijo, Jesucristo, es Dios
mismo; algunos piensan que es meramente el Hijo de Dios, descartando que sea
Dios mismo. Pero la Biblia nos revela claramente que si bien El es el Hijo de Dios,
es Dios mismo y no una Persona separada de Dios. El es el propio Dios: era Dios en
el principio, en la eternidad pasada; era Dios mientras vivió en la tierra como
hombre hace dos mil años; es Dios hoy en día, y seguirá siendo Dios por la
eternidad.
Otra parte de este misterio es que el Hijo es el Padre. Isaías 9:6 dice: “Hijo nos es
dado ... y se llamará Su nombre Padre eterno”. El mismo Señor Jesús dijo en Juan
14:9-10: “El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre ... Yo estoy en el Padre, y el
Padre está en Mí”.
Aquí la Biblia declara otra vez que Jesús el Hijo es también el Padre. El Padre y el
Hijo son uno. El Hijo también es el Padre. No sabemos cómo el Hijo puede ser
también el Padre, pero esto es lo que la Biblia declara, y nosotros simplemente lo
creemos.
En Mateo 1:18 dice: “María ... se halló que estaba encinta por obra del Espíritu
Santo”; el versículo 20 añade: “Porque lo engendrado en ella, del Espíritu Santo
es”; y en Lucas 1:35 leemos: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti ... por eso también lo
santo que nacerá, será llamado Hijo de Dios”. Estos versículos muestran que el Hijo
nació del Espíritu Santo. Su fuente fue el Espíritu Santo. El Espíritu intervino y
apareció el Hijo. En este sentido, podríamos decir que el Espíritu se hizo el Hijo en
Su encarnación, esto significa que en el ser de Jesús está la esencia misma del Dios
Triuno.
Juan 6:46 declara: “No que alguno haya visto al Padre, sino Aquel que vino de
Dios; éste ha visto al Padre”. La palabra “de” en griego es “para ” que significa “al
lado de”. El sentido aquí es “desde y con”. El Señor no sólo viene de Dios, sino
también con Dios. Aunque procede de Dios, El todavía está con Dios (Jn. 8:16, 29;
16:27). Cuando usted recibe al Hijo, recibe también al Padre, porque el Padre está
con El (1 Jn. 2:23).
V. EL HIJO ES EL ESPIRITU
Además, el Hijo también es el Espíritu. Algunos piensan que el Hijo está separado
del Espíritu y es diferente del Espíritu. Ellos piensan que el Espíritu “representa” al
Hijo. Pero de acuerdo con la Biblia, el Hijo no sólo nació del Espíritu, vivió
conforme al Espíritu, y trabajó y luchó por el Espíritu (Lc. 4:14; Mt. 12:28), sino
que también fue hecho el Espíritu por medio de la crucifixión y la resurrección. En
1 Corintios 15:45 dice que “Fue hecho ... el postrer Adán, Espíritu vivificante”. Aquí
el “postrer Adán” se refiere al Hijo, a Jesús, quien murió para poner fin al linaje de
Adán. El fue hecho el Espíritu vivificante en resurrección. En 2 Corintios 3:17
leemos: “El Señor es el Espíritu”. No queda la menor duda de que el Hijo no es
solamente el Padre, sino también el Espíritu en resurrección.
Por medio de todos estos puntos debemos entender claramente que el Hijo es el
Dios Triuno completo. El no es simplemente el segundo de la Trinidad, ni sólo la
tercera parte de la Trinidad. Tampoco es un Dios separado o algo aparte de Dios.
Más bien, El Señor Jesús es el Dios Todopoderoso, el Padre Eterno; El fue
concebido del Espíritu Santo e incluso es el Espíritu; y vino “desde y con” el Padre.
Por eso Colosenses 1:19 dice: “Por cuanto agradó a toda la plenitud habitar en El”, y
2:9 agrega: “Porque en El habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad”.
Cristo es la corporificación del Dios Triuno; toda la plenitud del Dios Triuno mora
en El corporalmente. Por consiguiente, El contiene todo lo que Dios es y expresa a
Dios en todas Sus riquezas. ¡Qué maravillosa Persona es el Hijo!
Preguntas
Lección cuatro
Lectura bíblica
Bosquejo
I. Dios es Espíritu
II. El Espíritu es enviado por el Padre y el Hijo, y viene “desde y con” el Padre
III. El Espíritu viene en el nombre del Hijo
IV. El Espíritu es la consumación máxima, la expresión final, del Dios Triuno
Texto
Ahora debemos ver que el Espíritu es también el Dios Triuno. El Espíritu no es la
tercera parte de Dios, ni es simplemente cierta clase de poder, ni una paloma; antes
bien, es el propio Dios Triuno. Cuando usted recibe al Espíritu, recibe al Dios
Triuno.
I. DIOS ES ESPIRITU
Juan 4:24 dice que “Dios es Espíritu”. El hecho de que el Dios Triuno sea Espíritu,
alude a la esencia de Dios. Por ejemplo, la esencia de una mesa de madera es
madera, por eso decimos que la mesa es madera. La esencia de Dios es Espíritu, por
eso decimos que Dios es Espíritu. Nunca debemos pensar, como algunos, que sólo
un tercio de Dios es Espíritu. El Dios completo, el Dios Triuno —el Padre, el Hijo y
el Espíritu— es Espíritu.
En Juan 14:26 el Señor (el Hijo) declaró: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a
quien el Padre enviará en Mi nombre, El os enseñará todas las cosas, y os recordará
todo lo que Yo os he dicho”. En Juan 15:26 el Señor añadió: “Pero cuando venga el
Consolador, a quien Yo os enviaré del Padre, el Espíritu de realidad, el cual procede
del Padre, El dará testimonio acerca de Mí”. Primero en 14:26 dice que el Padre
enviará al Espíritu; luego en 15:26 dice que el Hijo mismo enviará al Espíritu.
Entonces, ¿quién envió al Espíritu: el Padre o el Hijo? Debemos afirmar que el
Espíritu fue enviado por ambos, por el Padre y por el Hijo, porque como vimos en
la lección anterior, el Padre y el Hijo son uno. El enviar del Padre es el enviar del
Hijo, y el enviar del Hijo es el enviar del Padre, porque ambos son uno. El Espíritu
Santo no solamente es enviado por el Padre, sino también viene de El y con El.
Hemos aprendido de la lección tres que la palabra griega “de” significa “al lado de”,
y a menudo significa “desde y con”. Cuando el Padre envía al Espíritu, El viene con
el Espíritu. El Espíritu viene del Padre y con el Padre. Cuando el Padre envía al
Espíritu, El viene juntamente con el Espíritu. El Padre es la fuente. El Hijo está en
el Padre y el Padre está en el Hijo. Así que, cuando el Espíritu viene, el Padre y el
Hijo vienen también; es el Dios Triuno completo quien viene.
En Juan 14:26 el Espíritu Santo viene en el nombre del Hijo para ser la realidad de
Su nombre. ¿Qué significa “en Mi nombre”? El nombre es el Hijo mismo; y el
Espíritu es la Persona, el Ser, del Hijo. Cuando invocamos el nombre del Hijo,
obtenemos al Espíritu (1 Co. 12:3). El Hijo vino en el nombre del Padre (Jn. 5:43),
porque el Hijo y el Padre son uno (Jn. 10:30). El Espíritu viene en el nombre del
Hijo porque el Espíritu y el Hijo también son uno (2 Co. 3:17). Este es el Dios
Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu— como el Espíritu que nos alcanza.
Veamos los siguientes versículos. Juan 1:1 dice: “En el principio era el Verbo, y el
Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios”. Juan 1:14 declara: “Y el Verbo se hizo
carne, y fijó tabernáculo entre nosotros”. Isaías profetizó: “Hijo nos es dado ... y se
llamará su nombre ... Padre eterno” (Is. 9:6). El Verbo que era Dios se hizo carne, y
esa carne simplemente se refiere a nuestro Señor Jesucristo; este Jesús también es
el Padre eterno. En 1 Corintios 15:45 se revela que el postrer Adán fue hecho el
Espíritu vivificante. Todos los buenos estudiantes de la Biblia están de acuerdo con
que el postrer Adán fue Cristo en la cruz, quien dio fin al linaje de Adán. Cristo, por
medio de la muerte y resurrección, se hizo el Espíritu dador de vida. ¡Aleluya! Lo
que vemos aquí es que el Hijo, quien estaba con el Padre y quien es el Padre, fue
hecho el Espíritu. El Espíritu es simplemente la consumación máxima, la expresión
final, del Dios Triuno. Cuando recibimos al Espíritu, recibimos al Dios Triuno.
Todo lo que el Padre es, planeó y determinó, junto con todo lo que el Hijo realizó,
obtuvo y logró, se hace ahora real y disponible para nosotros en este Espíritu.
El nombre del Espíritu es “Señor Jesús”, ya que El vino en el nombre del Hijo. De
manera que, cuando invocamos: “Señor Jesús”, ¡obtenemos al Espíritu, quien es el
Dios Triuno! Necesitamos invocarle a diario, desde la mañana hasta la noche,
estemos tristes o alegres. Cuando no sepamos qué hacer, debemos invocarle; y
cuando sepamos exactamente qué hacer, debemos invocarle aún más. Cuando nos
sentimos en el espíritu, debemos invocarle, y cuando nuestros amigos nos inviten a
hacer cosas que no son del Señor, debemos invocarle aun más y en voz audible. El
Espíritu, o sea, el Dios Triuno, vendrá a salvarnos de cualquier situación, incluso de
nosotros mismos. ¡Aleluya! ¡Qué manera de ser rescatados! ¡Alabamos al Señor que
El pasó por un proceso para llegar a ser el Espíritu y nos ha dado Su nombre para
invocarle: “Señor Jesús”! Ahora podemos experimentar la salvación completa del
Dios Triuno de una manera sencilla, diaria y a cada momento. ¡Aleluya!
Preguntas
Lección cinco
Lectura bíblica
Bosquejo
Dios es uno en Su esencia. Esto significa que en Su vida y Su ser, El es uno, siempre
uno y eternamente uno. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo nunca están separados,
ya que moran el Uno en el Otro. Son distintamente tres, pero jamás separados
como tres, porque en esencia, vida y ser, Dios es sólo uno. El Padre envió al Hijo,
pero también vino en el Hijo. El Padre está en el Hijo y el Hijo está en el Padre. Aún
más, el nombre del Hijo es “Padre”. El Hijo fue concebido del Espíritu, vivió por el
Espíritu y finalmente llegó a ser el Espíritu vivificante. El Hijo jamás partió del
Padre, y el Espíritu es lo que el Hijo llegó a ser. Estos Tres coexisten desde la
eternidad y por la eternidad; moran el Uno en el Otro eternamente, y son uno en
esencia, vida y ser.
Si los Tres de la Trinidad son esencialmente uno, tal vez usted se pregunte por qué
la Biblia habla del Padre, el Hijo y el Espíritu. Esto se debe a que Dios tiene una
economía. La economía de Dios se refiere al plan, los arreglos, la obra y las
actividades de Dios. El deseo del corazón de Dios es obtener un grupo de personas
que sean llenas de El a fin de que le expresen en unidad. La manera en que El logra
esto es Su economía. La economía de Dios consiste en forjarse en Sus escogidos y
redimidos como su vida y su todo, con miras a hacer de ellos Sus muchos hijos y
miembros de Su Cuerpo, a fin de que le expresen. Esta expresión es la iglesia. El
Padre, el Hijo y el Espíritu tienen una función distinta con el fin de llevar a cabo
este maravilloso plan.
¿Se dan cuenta que aquí se mencionan los tres de la Deidad? Si estudiamos estos
versículos detenidamente, descubriremos algo maravilloso del Dios Triuno.
Estos versículos nos dicen que Dios el Padre planeó en la eternidad pasada la
manera en que todo habría de trabajar para producir la iglesia. El escogió y
predestinó a muchas personas para que fueran Sus hijos. Sin embargo, para lograr
esto se requería la obra del Hijo: “en quien tenemos redención por Su sangre, el
perdón de los delitos”. El Señor Jesús llevó a cabo esto al morir en la cruz. Sabemos
que Su muerte lo incluyó todo: en Su muerte crucificó nuestra naturaleza
pecaminosa y aplastó la cabeza de Satanás; además, liberó la vida divina, del
mismo modo que al sembrar un grano de trigo se libera la vida que hay en su
interior. ¡Aleluya por la obra del Hijo! Finalmente, leemos que fuimos “sellados con
el Espíritu Santo”. Esto simplemente significa que podemos aplicar a nuestra vida
por el Espíritu todo lo que el Padre planeó y lo que el Hijo realizó. El Padre es quien
planea, el Hijo es quien lo lleva a cabo y el Espíritu es quien lo aplica. Este es el
Dios Triuno en Su aspecto económico.
¿Podemos ver ahora por qué Dios tiene que ser triuno? El es esencialmente uno,
pero económicamente tres, a fin de que podamos disfrutarle. La economía de Dios
consiste en impartir todo Su ser en nosotros. Pero si El sólo fuera uno
esencialmente sin ser tres económicamente, no podría llevar a cabo Su propósito.
Por otro lado, si el Padre, el Hijo y el Espíritu fueran tres Dioses y no uno, sólo
podríamos recibir al Espíritu, es decir, uno de los Tres. Si éste fuera el caso,
careceríamos de todas las riquezas del Padre y de todos los logros del Hijo. Pero
alabémosle, ¡El es tres en uno! El Padre planeó, el Hijo realizó y el Espíritu ahora
está listo para transmitirnos al Dios Triuno. Cuando invocamos: “Señor Jesús”, el
Espíritu todo-inclusivo entra en nosotros impartiéndonos la totalidad del Dios
Triuno. Recibimos al Padre, al Hijo y al Espíritu, con todo lo que El es y ha
realizado. Este Espíritu es el paquete todo-inclusivo. ¡Amén!
Preguntas
Lección seis
Lectura bíblica
Bosquejo
Texto
Efesios 4:6 nos dice que el Padre está en nosotros: “Un Dios y Padre de todos, el
cual es sobre todos, y por todos, y en todos”. El Hijo, Jesucristo, también está en
nosotros, según lo revela Gálatas 2:20: “mas vive Cristo en mí”, y Colosenses 1:27
dice: “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria”. Antes de Su crucifixión, el Señor
Jesús indicó a Sus discípulos que el Espíritu estaría en ellos: “El Espíritu de
realidad ... estará en vosotros” (Jn. 14:17). Podemos ver claramente en estos
versículos que el Padre, el Hijo y el Espíritu están en nosotros. ¿Pero, cuántos hay
realmente en usted? ¿Moran tres Dioses en usted? No. Sólo mora un Dios en usted.
¿Quién es este único Dios? Es el Dios Triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu. No
tenemos tres Dioses en nosotros; nuestra experiencia confirma que mora un sólo
Dios en nosotros. El Padre está en el Hijo a fin de estar en nosotros, y el Hijo, quien
está en nosotros, es el Espíritu. El Espíritu en nosotros es el Hijo en nosotros, y el
Padre está en el Hijo a fin de estar en nosotros. Por lo tanto, mientras tengamos al
Espíritu, también tenemos al Hijo y al Padre.
En 1 Juan 2:23 dice: “Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que
confiesa al Hijo, tiene también al Padre”. Además, Romanos 8:9-10 revela que el
Espíritu de Cristo en nosotros es Cristo mismo. Por lo tanto, cuando el hombre
tiene al Espíritu, también tiene al Hijo, y cuando el hombre tiene al Hijo, también
tiene al Padre. El Padre está en el Hijo, y el Hijo es el Espíritu que entra en nosotros
para que podamos tener y disfrutar a tal Dios Triuno. En terminología hay tres,
pero en experiencia hay solamente uno. Esto es un verdadero misterio.
En Mateo 28:19 el Señor mandó a Sus discípulos a bautizar a los nuevos creyentes
en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Cuando fuimos bautizados
después de haber creído en el Señor Jesús, no sólo el Dios Triuno entró en
nosotros, sino también nosotros fuimos puestos en el Dios Triuno, esto es, dentro
de El. El Señor oró en Juan 17:21: “Para que todos sean uno; como Tú, Padre, estás
en Mí, y Yo en Ti, que también ellos estén en Nosotros”. Primera de Juan 2:24 dice:
“También vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre”. Estos versículos
muestran claramente que no sólo el Padre y el Hijo están el Uno en el Otro, sino
que aun nosotros los creyentes participamos de este morar mutuo en el Dios
Triuno.
La Biblia dice específicamente en 1 Corintios 1:30 que estamos en Cristo: “Mas por
El estáis vosotros en Cristo Jesús”. También Romanos 6:3 afirma que cuando
somos bautizados, somos puestos en Cristo Jesús. Además, en 1 Corintios 12:13
dice: “Porque en un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un solo cuerpo ... y a
todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu”; y en 1 Corintios 12:3 leemos:
“Nadie puede decir: ¡Jesús es Señor!, sino en el Espíritu Santo”. Podemos ver que
la Biblia revela que estamos en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Estamos en el
Dios Triuno. Al invocar Su nombre: “Señor Jesús”, recibimos al Dios Triuno y
somos puestos en el Dios Triuno. ¡Aleluya! Esto es tan maravilloso. Dios está en
nosotros y nosotros estamos en Dios. Moramos mutuamente con el Dios Triuno. Ya
no somos aquellos despreciables pecadores destinados al infierno; tampoco somos
cristianos que irán al cielo. ¡No! Hemos sido librados de la muerta eterna, que es la
condenación de Dios, pero mucho más, ahora somos uno con el Dios Triuno. El
vive en nosotros y nosotros en El. ¡Alabado sea el Señor! ¡Aleluya! ¡Amén!
III. MORAR MUTUAMENTE CON EL DIOS TRIUNO
Por consiguiente, cuando usted sea tentado por sus amigos a ir a un lugar
inapropiado como alguna sala de cine, o a participar de cosas malignas, recuerde
que no está solo. ¿Cree usted que a Dios le gustaría ir a tales lugares o practicar
tales cosas? Si usted va, lo obligará a El a ir con usted a dicho lugar. A dondequiera
que usted vaya o cualquier cosa que haga, usted y el Dios Triuno estarán juntos, ya
que moran mutuamente. El nunca lo dejará, ni tampoco usted podrá separarse de
El. En esos momentos de tentación, invoque el nombre del Señor Jesús para tocar
al Dios Triuno en su interior, y luego, huya de esas tentaciones. Cuando esté con
sus amigos puede impartir a Dios en ellos, hablándoles acerca de este maravilloso
Dios Triuno, de Su salvación plena y de su mutuo morar con El. Si usted hace esto,
Satanás no lo podrá tocar, el mundo no podrá influenciarlo, toda la creación estará
sometida a usted y sus amigos sinceramente se lo agradecerán. Entonces Dios
estará feliz en usted. ¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor! ¡Qué relación tan maravillosa
tenemos con nuestro Dios! ¡Podemos morar mutuamente con El!
Preguntas
1. Cite tres versículos que demuestren que el Padre, el Hijo y el Espíritu están
en nosotros.
2. ¿Fue puesto usted en el Dios Triuno? ¿Cuándo?
3. ¿Cómo es posible que moremos mutuamente con el Dios Triuno?
4. Testifique a sus compañeros cómo el Dios Triuno lo ha salvado
recientemente de la tentación del mundo.
Lección siete
Lectura bíblica
Bosquejo
En las seis lecciones anteriores hemos abarcado la verdad básica con respecto al
Dios Triuno. Espero que hayamos recibido alguna revelación y que estemos
experimentando más de El en nuestra vida diaria. En las seis lecciones siguientes
veremos que toda la Biblia nos habla acerca del Dios Triuno. Ciertamente no
podemos abarcar todo lo que la Biblia dice acerca del Dios Triuno, pero
mencionaremos algunos de los puntos más cruciales.
Por lo tanto podemos ver claramente que, en Su relación con el hombre, Dios usa el
pronombre plural para referirse a Sí mismo: cuando creó al hombre, El usó el
pronombre plural para referirse a Sí mismo; cuando trató con el hombre caído,
volvió a usar el pronombre plural; y cuando vino a lidiar con la rebeldía del
hombre, también lo usó. Esto significa que El se relaciona con el hombre como el
Dios Triuno. En Génesis 1, mientras Dios creaba todas las cosas, El nunca usó el
pronombre plural para referirse a Sí mismo, aunque el sustantivo que se traduce
“Dios” es plural en número. Esto sugiere que en cuanto a Su relación con todas las
otras criaturas, Dios era simplemente Dios, pero en cuanto a Su relación con el
hombre, El siempre se revela como el Dios Triuno.
En Exodo 3:6 el Señor dijo a Moisés: “Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham,
Dios de Isaac, y Dios de Jacob”. Este versículo revela el aspecto triple de Dios en la
relación con Su pueblo escogido. Con el Dios de Abraham, el énfasis recae en el
Padre; con el Dios de Isaac, se hace hincapié en el Hijo; y con el Dios de Jacob, se
da importancia al Espíritu. Por lo tanto, mediante las experiencias de Abraham,
Isaac y Jacob podemos entender mejor que Dios es triuno, es decir, vemos al Padre,
al Hijo y al Espíritu.
Primero vemos que Abraham fue llamado a salir de su entorno pagano para
participar de la bendición y el propósito divinos, lo cual revela el llamamiento que
el Padre hace (1 Co. 1:9; Ef. 1:3-5). En segundo lugar vemos en Isaac al hijo
prometido de Abraham, a quien luego se le pidió ofrecerlo a Dios en sacrificio. Esto
revela al Hijo, quien nos fue prometido por Dios, y quien fue ofrecido a Dios
mediante la muerte y resurrección. Por último, en la experiencia de Jacob vemos al
Espíritu. Jacob fue una persona que siempre estuvo bajo la disciplina de Dios; él
siempre hacía lo posible para que las cosas funcionaran a su manera, pero el Señor
siempre arreglaba las circunstancias soberanamente para lograr que Jacob no
confiara en sí mismo, sino en Dios. Esto representa la obra transformadora del
Espíritu. ¡Aleluya por nuestro Dios! El fue quien nos llamó a Su propósito
maravilloso; El es nuestra porción prometida; y es El quien nos está transformando
a Su propia imagen. El es el Padre, el Hijo y el Espíritu: el Dios de Abraham, de
Isaac y de Jacob.
IV. EL CANDELERO DE ORO REPRESENTA AL DIOS
TRIUNO
En segundo lugar, el candelero de oro no era un trozo de oro sin forma, sino que
dicho oro había sido forjado y labrado en la forma de un candelero. Esto significa
que el oro está corporificado en la forma de Dios el Hijo. Toda la plenitud de la
Deidad habita corporalmente en el segundo de la Trinidad (Col. 2:9). Jesucristo
posee la forma e imagen de Dios.
Qué cuadro tan maravilloso del Dios Triuno: el oro, la forma y el brillo. Podemos
ver este candelero por toda la Biblia, hasta que finalmente aparece en el último
libro, el Apocalipsis. En la lección doce veremos cómo el candelero en Apocalipsis
nos muestra algo aún más maravilloso acerca de la expresión del Dios Triuno.
En 1 Corintios 10:4 dice que: “La roca era Cristo”. Moisés y su vara representan la
autoridad de la ley de Dios. El hecho de que Moisés golpeara la roca muestra que
cuando Cristo murió en la cruz, El fue juzgado por la autoridad de la ley divina.
Ante los ojos de Dios, el Señor Jesús fue sometido a muerte no por los judíos, sino
por la misma ley de Dios. El agua, por ende, representa al Espíritu. De la misma
manera que el agua brotó de la roca herida, el Espíritu brotó del Cristo que fue
herido por el juicio divino (Jn. 19:34). Los israelitas no podían obtener agua a no
ser por la roca hendida; de igual manera nosotros no podemos obtener al Espíritu a
no ser por el Cristo que ha sido juzgado. Juan 7:37-39 revela que el Espíritu estaría
disponible a todo aquel que le bebiera después de que Cristo fuera juzgado en la
cruz por nuestros pecados, una vez que resucitara como el Espíritu vivificante.
¡Alabado sea el Señor por Cristo, nuestra Roca herida! El fue juzgado en favor
nuestro para que pudiéramos disfrutar la vida eterna. Esta vida está ahora en el
Espíritu, y a todos se nos ha dado a beber de este Espíritu (1 Co. 12:13). ¿Alguna vez
ha tenido dificultades? ¿Alguna vez se ha sentido insatisfecho? ¿Alguna vez se ha
quejado? Estas son señales que muestran que estamos “sedientos”. ¡Necesitamos
beber! Nadie puede vivir sin agua. Como cristianos, necesitamos beber de las aguas
vivientes del Espíritu. ¿Se ha dado cuenta de que tiene una Roca en su espíritu?
“¡Oh, Señor Jesús! ¡Oh, Señor Jesús! ¡Tú eres mi roca hendida!” El Señor Espíritu
nos reavivará, nos refrescará y nos hará vivientes.
Espero que por medio de esta lección podamos darnos cuenta de que el Antiguo
Testamento no consiste meramente en historias acerca de los hijos de Israel, sino
que, a la luz del Nuevo Testamento, podamos apreciar cómo estos libros revelan las
riquezas infinitas del Dios Triuno, aun cuando apenas hemos abarcado una
pequeña sección de los cientos de páginas que hay en las Escrituras. Los ejemplos o
cuadros descriptivos presentados en el Antiguo Testamento nos permiten apreciar
y disfrutar al Dios Triuno; cada cuadro ciertamente vale más que mil palabras.
Preguntas
1. Hable con sus compañeros de cómo Exodo 3:6 se refiere al Dios Triuno.
2. Escriba una profecía corta de cien palabras acerca de cómo el candelero
tipifica al Dios Triuno. Dé referencias.
3. ¿Ha bebido usted del agua viva?
Lección ocho
Lectura bíblica
Bosquejo
I. El amor del Dios Triuno hacia los pecadores
(Lucas 15)
II. El Dios Triuno en el libro de Hechos
A. La práctica de invocar el nombre del Señor
B. La práctica de ser bautizados en el Señor
Texto
Lucas 15 revela el amor del Dios Triuno hacia los pecadores. Hay tres parábolas en
este capítulo que, a manera de cuadros maravillosos, describen la salvación que la
Trinidad Divina lleva a cabo. Las tres parábolas se refieren a los tres de la Trinidad
Divina. La primera parábola habla acerca del pastor que sale a buscar una oveja
perdida (vs. 4-7); esto hace referencia al Hijo. La segunda parábola habla acerca de
la mujer que enciende una lámpara para buscar una moneda perdida (vs. 8-10);
esto señala a la persona del Espíritu Santo. La tercera y última parábola habla
acerca del padre amoroso que recibe de regreso a su hijo pródigo o despilfarrador
(vs. 11-32); esto alude al Padre celestial.
El Hijo como Pastor vino al desierto en busca de la oveja perdida (v. 4). A los ojos
de Dios el mundo entero es un desierto, un lugar árido y desolado donde todos
están perdidos. La manera en que el Hijo nos busca es que muere por nosotros (Jn.
10:15). El Espíritu Santo vino para encontrarnos, tal como la mujer buscó la
moneda perdida en la casa (v. 8). La casa denota nuestra persona, nuestro ser. La
obra “barredora” del Espíritu consiste en alumbrar todo nuestro ser: la mente, la
parte emotiva, la voluntad y la conciencia, de una manera detallada y cuidadosa a
fin de encontrarnos. La lámpara utilizada por la mujer representa la palabra de
Dios (Sal. 119:105, 130). El Espíritu usa la palabra para poner al descubierto
nuestra posición y condición. Este es el significado de ser “hallados”. Después de
ser alumbrados nos arrepentimos, lo cual significa que tomamos la decisión de
volver al Padre. El Padre aguarda nuestro retorno (v. 20) y finalmente nos trae de
regreso a Su casa (v. 25), que es la iglesia.
En Mateo 28:19 el Señor encargó a los discípulos que bautizaran a los creyentes en
el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Pero vemos que más tarde, en el
libro de Hechos, ellos bautizaban en el nombre del Señor Jesús (Hch. 8:16; 19:5).
¿Cometieron ellos un error? Ciertamente no. Más bien, este hecho confirma lo que
hemos dicho anteriormente; esto es, que El Señor Jesús es la corporificación del
Dios Triuno. El es el Dios Triuno. De manera que, ser bautizados en el nombre del
Señor Jesús equivale a ser bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo. Cuando usted fue bautizado en el nombre del Señor Jesús, fue
puesto en la Persona misma del Señor, es decir, en el Dios Triuno. ¡Ya no está más
en usted mismo ni en el mundo, sino en Dios!
Saulo odió la iglesia y persiguió a los creyentes hasta que el Señor lo salvó. Cuando
se bautizó, todo su pasado quedó enterrado y él fue puesto en Cristo. En ese
momento experimentó el lavamiento de sus pecados e invocó el nombre del Señor.
Al invocar al Señor recibió la Persona misma en la cual estaba siendo bautizado.
Quizá usted no se sienta tan malo como Saulo, que encarcelaba a los creyentes.
Pero tal vez a menudo termina discutiendo con los miembros de su familia. En
realidad esto también es pecaminoso ante el Señor. Supongamos que usted tiene un
desacuerdo con su madre. Una hora después, aún se siente perturbado y molesto;
no puede entender por qué ella no ve las cosas de la misma manera que usted.
Mientras más piensa en ello, más se consume por dentro. En ese momento usted se
encuentra en su yo. Tal vez piense que está en lo correcto, pero aun así, se siente
miserable. Así que comienza a invocar en voz suave el nombre del Señor; cuanto
más le invoca, más su ira disminuye. De pronto comprende que ha ofendido a su
madre, y se siente avergonzado por ello. Así que empieza a orar: “Señor, estaba
equivocado, perdóname”. Incluso se disculpa con su madre y experimenta tal
liberación que aun siente que ella es tan amada como el propio Señor.
Preguntas
1. Explique cómo Lucas 15 nos revela el amor del Dios Triuno hacia el hombre.
2. ¿Qué nos enseña Mateo 28:19, Hechos 8:6 y Hechos 19:5 acerca del Dios
Triuno?
Lección nueve
Lectura bíblica
Bosquejo
I. El Dios Triuno en Sus creyentes (Romanos 8)
II. El disfrute que tenemos del Dios Triuno (2 Corintios 13:14)
Texto
Las epístolas son cartas escritas a diversas personas por los apóstoles: catorce
fueron escritas por Pablo, dos por Pedro, tres por Juan, una por Jacobo y una por
Judas. El pensamiento central de las epístolas consiste en que Cristo hoy es el
Espíritu vivificante, quien habita en nuestro espíritu. El es nuestra vida y en El se
halla todo lo necesario para la edificación de la iglesia, el Cuerpo de Cristo. Los
apóstoles experimentaron y disfrutaron al Dios Triuno y Su salvación completa. El
Dios Triuno no era una simple doctrina o enseñanza para ellos; más bien, El era su
vida y disfrute en medio de todas sus situaciones diarias. Lo que ellos escribieron
sencillamente surgió de tales experiencias. En esta lección y en la próxima, veremos
que ellos no escribieron acerca de estas cosas con el propósito de que sean
estudiadas como mera teología, sino para revelarnos cómo Dios, en Su maravillosa
y misteriosa Trinidad, se imparte en Su pueblo elegido a fin de que seamos Su
expresión.
Romanos 8 afirma que el Dios Triuno está en nosotros. Los versículos del 9 al 11
reiteran este hecho: “el Espíritu de Dios mora en vosotros”; “pero si Cristo está en
vosotros”; y “Su Espíritu que mora en vosotros”. Estos versículos indican que el
Espíritu de Dios, Cristo y Su Espíritu moran en nosotros. El Espíritu de Dios es
simplemente Dios mismo. Su Espíritu, por supuesto, es el Espíritu Santo. Por lo
tanto, Dios, Cristo y el Espíritu Santo están en nosotros. Sin embargo, ¿cuántas
personas diría usted que moran en su interior? Debe contestar: ¡una! Cuando usted
ora, ¿siente que viven tres Personas dentro de usted? ¡Por supuesto que no! Sólo
ora a un Dios y percibe a una sola Persona en su interior. En terminolgía hay tres,
pero en experiencia solamente hay uno. ¡No existe ninguna confusión dentro de
nosotros! Tenemos al Dios Triuno como el Espíritu que mora en nuestro ser.
Debido a que Dios es uno en Su aspecto esencial, sólo sentimos a una Persona en
nosotros; no obstante, debido a Su deseo de entrar en el hombre, Dios es tres en Su
aspecto económico. Aunque tenemos al Dios Triuno en nuestro interior, El ocupa
solamente una pequeña parte de nuestro ser. Pero Su deseo es llenar
completamente nuestro espíritu, alma y cuerpo, y la manera en que logra esto es
impartiéndose en nosotros. Día tras día debemos experimentar a Dios
impartiéndose en nosotros. Por eso en 2 Corintios 13:14 Pablo dice: “La gracia del
Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos
vosotros”. Esta es la manera en que el Dios Triuno se imparte en nuestro ser.
En 2 Corintios 13:14, Pablo evocó “el amor de Dios”, porque el Padre es la fuente de
nuestra salvación; mencionó “la gracia del Señor”, porque Cristo el Hijo vino para
efectuar la salvación y para traernos el disfrute pleno de Dios; y habló de “la
comunión del Espíritu Santo”, ya que el Espíritu es la transmisión a nosotros de
todo lo que el Padre es y todo lo que Cristo ha logrado. El Dios Triuno completo
trabaja para impartir Su Ser en nosotros. De modo que nuestro espíritu, alma y
cuerpo gradualmente serán saturados de El. ¡Aleluya!
¿Qué significa que Dios viva y se exprese por medio de nosotros? Consideremos,
por ejemplo, la justicia: Dios es justo. El es absolutamente justo y honesto en todo
lo que hace. ¿Y nosotros? Por naturaleza nosotros ciertamente no somos justos.
Supongamos que usted compra algo en la tienda y que por error el cajero le cobra
menos del precio. La mayoría de los jóvenes no se lo mencionaría al cajero. Por el
contrario, les daría mucho gusto ahorrarse algo de dinero. Pero eso es una
injusticia. Esa es la expresión del diablo. Usted podría argumentar que la tienda
tuvo la culpa o que los precios son muy elevados, pero esas excusas sólo
demuestran cuánto ama usted su dinero y cuán injusto es usted. De hecho,
quedarse con ese dinero es lo mismo que hurtar.
En cambio, si en ese momento usted ora: “Señor, reconozco que debo decir algo,
pero no puedo. Señor Jesús, yo no soy justo pero Tú sí lo eres. Sólo me vuelvo a Ti”.
¿Cree que podría quedarse con ese dinero después de orar de esta manera?
Definitivamente no lo haría, sino que devolvería la cantidad adicional. Esta
experiencia es el Dios Triuno que vive en usted y brota de usted como justicia.
Usted preferiría salir contento de la tienda con el dinero, pero al volverse hacia el
Señor, permite que El se imparta en su ser de tal manera que lo impulse a devolver
el dinero. De este modo usted obtiene más del Dios justo. La gente en el mundo
expresa la injusticia, pero nosotros, por causa de haber experimentado la
impartición de Dios, expresamos a Dios como justicia.
El es tan maravilloso y disfrutable. Su meta es hacernos Sus hijos para que seamos
miembros del Cuerpo de Cristo, y así, le expresemos. El puede lograr Su meta si
nosotros lo disfrutamos de tal manera. Es tan sencillo experimentar esto. ¡Aleluya
por la impartición del Dios Triuno! ¡Alabado sea el Señor por la meta de la
salvación completa de Dios!
Preguntas
1. Utilice 2 Corintios 13:14 para escribir una profecía acerca del disfrute que
usted ha experimentado del Dios Triuno.
Lección diez
Lectura bíblica
Bosquejo
Texto
En esta lección veremos los capítulos dos y tres de Efesios. Efesios 2 nos muestra
una circulación maravillosa y recíproca: Dios viene a nosotros y nosotros vamos a
Dios.
Cristo realizó muchas obras funcionando como canal de Dios. Todo lo que El
realizó se puede sintetizar en un sólo logro: “Su sangre” (v. 13). Esta sangre es la
señal maravillosa de la muerte de Cristo. Después de lograr tanto a través de Su
muerte todo-inclusiva, Cristo vino para predicar el evangelio (v. 17). ¿Cómo pudo
El predicarnos el evangelio después de haber sido crucificado y sepultado? Esto fue
posible porque El resucitó como el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45b). Cuando
Cristo como Espíritu predicó tal evangelio, nosotros lo escuchamos y lo aceptamos.
¿Qué fue lo que recibimos? Al Espíritu vivificante. ¡Aleluya! ¡Lo que el amor de
Dios inició, vino a nosotros por medio de Cristo, el Canal, y nos alcanzó al ser el
Espíritu!
Sin embargo, esta no es la meta final. El Dios Triuno tiene como meta
introducirnos en El mismo. Es por eso que Efesios 2:18 añade: “Porque por medio
de El los unos y los otros tenemos acceso en un mismo Espíritu al Padre”. Estos
versículos muestran que cuando recibimos al Espíritu mediante la predicación,
recibimos al Hijo. Luego, el Espíritu nos lleva de regreso al Padre por medio del
Hijo. ¡Esto es maravilloso! El Padre vino a nosotros a través del Hijo y en el
Espíritu, y ahora el Espíritu nos lleva de regreso al Padre por medio del Hijo. ¡Qué
maravilloso es este tráfico en ambas direcciones! Disfrutamos la impartición triple
de vida de parte del Dios Triuno.
¿Qué significa ser fortalecidos con poder en el hombre interior por Su Espíritu?
Consideremos nuestra experiencia. Muchas veces nos perturbamos, nos
desconcertamos e incluso nos frustramos. Pareciera que nada marcha bien en la
escuela o en el hogar. Mientras más consideramos nuestra situación, más
estancados nos sentimos y no sabemos qué hacer. Y mientras más le damos vueltas
al asunto, más debilitados y engañados somos. En esos momentos necesitamos
decir: “¡Satanás, apártate de mí! Voy a entrar en mi hombre interior, voy a disfrutar
del Espíritu que fortalece mi espíritu”. Mientras más ore, más fortalecido será, pues
por medio de la oración ejercitará su espíritu, el cual está mezclado con el Espíritu
de Dios; esto fortalece su hombre interior. Usted debe practicar esto a fin de
disfrutar al Dios Triuno.
Pablo continúa diciendo que al ser fortalecidos de esta manera, Cristo el Hijo puede
hacer Su hogar en nuestro corazón. Esto quiere decir que Cristo se establece en
nuestro ser. Nuestro corazón se compone del alma —la mente, la parte emotiva y la
voluntad— más la conciencia, la cual es una parte de nuestro espíritu. Ahora que
somos creyentes, Cristo está en nosotros; pero Su deseo es hacer Su hogar en
nuestro corazón. El no quiere estar limitado sólo a un rincón, sino que anhela vivir
en todas las partes de nuestro ser. En ocasiones nos sentimos débiles en nuestro
espíritu; ésto se debe a que Cristo tiene acceso sólo a una pequeña parte de nuestro
ser. Si El ocupara todas y cada una de las “recámaras” de nuestro corazón, nunca
estaríamos débiles.
A pesar de que en las lecciones nueve y diez sólo abarcamos varios pasajes de
algunas epístolas, hemos podido apreciar cuán ricos son estos pasajes en cuanto a
experimentar al Dios Triuno. Creemos que al haber dado énfasis a ciertos
versículos relacionados con el Dios Triuno, les hemos ayudado a descubrir por sí
mismos estas riquezas. Esperamos que esto despierte su interés por leer más de las
epístolas, con el fin de disfrutar y experimentar la rica impartición de nuestro
maravilloso Dios.
Preguntas
Lección once
Lectura bíblica
Texto
¿Ha oído usted alguna vez el hablar del Señor? Tal vez no lo haya oído con sus
oídos físicos, pero El puede hablar a su espíritu, es decir, a sus “oídos espirituales”,
ya que Cristo es el Espíritu que habla. Si usted lee la Palabra de Dios con un
espíritu abierto, el Espíritu le hablará algo de Cristo en su interior. Por ejemplo, en
la epístola a Efeso el Señor dice: “Pero tengo contra ti que has dejado tu primer
amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete...” (Ap. 2:4-5).
Luego, el versículo 7 dice: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las
iglesias”. Al leer estos versículos quizás reconozca que el Señor no es su primer
amor, o sea, su mejor amor. Esto significa que usted ama otras cosas, tal como la
buena ropa, la música o los juegos de computadora, más que al propio Señor. Este
sentir interior es el hablar del Espíritu, es decir, el Señor mismo hablándole. Tal
hablar lo llevará a que se arrepienta y se vuelva al Señor orando de la siguiente
manera: “Oh, Señor, te amo sólo a Ti. No me interesa nada más. Quiero estar
locamente enamorado de Ti. Te amo sobremanera. Tu eres mi mejor amor, mi
primer amor”. Si ora de esta manera, la gracia y la paz del Dios Triuno lo llenarán,
usted disfrutará de la presencia del Señor como gracia, y su corazón estará en paz
con Dios. ¡Aleluya porque El nos ama tanto! ¡El debe ser nuestro primer amor!
Cada uno de los cuatro lados de la ciudad tenía tres puertas, y todas las puertas
eran exactamente iguales. Esto indica que el Dios Triuno está disponible al hombre
en los cuatro ángulos de la tierra. Existe una entrada a la ciudad santa tanto para
los que vienen del este, como para los del norte, del sur o del oeste. En la próxima
lección veremos que la Nueva Jerusalén no es una ciudad física, sino que es el Dios
Triuno mezclado con Su pueblo. ¡Qué acceso tan práctico y maravilloso tiene esta
ciudad!
Esta escena muestra que nuestra existencia se deriva del Dios Triuno. Primero,
Dios el Padre es el Creador (Ef. 3:9). El creó todas las cosas, incluyéndonos a usted
y a mí. Si El no nos hubiera creado, ciertamente no existiríamos; así que debemos
agradecerle por ser el Dios creador. En segundo lugar, el Hijo —el Cordero— es
nuestro Redentor (Jn. 1:29; Ef. 1:7). El derramó Su sangre por nuestros pecados a
fin de redimirnos para Dios. Sin Su redención, estaríamos para siempre en el lago
de fuego, bajo la condenación de Dios. ¡Alabemos a nuestro Cordero-Redentor!
Finalmente, el río de vida representa al Espíritu, quien es nuestro Regenerador (Jn.
3:6). El Espíritu nos regenera al hacernos nacer de Dios. Luego, se imparte
continuamente en nosotros a fin de que crezcamos en Dios y le expresemos. Esto
permite nuestra existencia como hijos de Dios. Debemos valorar grandemente el
hecho de que Dios sea triuno, pues ello permite nuestra existencia tripartita; El es
nuestro Creador, nuestro Redentor y nuestro Regenerador.
Preguntas
Lección doce
Lectura bíblica
Ap. 1:20; Jn. 15:1, 5, 16; Ap. 1:1; 21:2-3, 9, 22; 4:3;
2 P. 1:4; Ap. 21:18.
Bosquejo
Texto
Hemos visto muchos aspectos maravillosos y misteriosos del Dios Triuno. Aunque
no sabemos cómo nuestro Dios es tres y a la vez uno, sí entendemos que El es
triuno con el fin de impartirse en nosotros. En esta última lección acerca del Dios
Triuno veremos la consumación o resultado final de Su impartición en el hombre.
Este rico Dios Triuno está haciendo tanto por nosotros. El se imparte en nuestro
ser para ser nuestra vida y nuestro todo; esto producirá un resultado maravilloso
conforme a Su economía.
A. El Dios Triuno
Esta gran vid es el organismo del Dios Triuno. Un organismo es una entidad
viviente. Todo lo que el Padre es se encuentra corporificado en este organismo, en
esta vid, la cual representa al Segundo de la Trinidad. Por consiguiente, dentro de
la vid circula el fluir de vida del Espíritu. El Espíritu distribuye las riquezas del
Padre, las cuales sustentan a la vid y sus pámpanos.
B. Los creyentes
Ya que disfrutamos a Dios de una manera tan rica, ¿no creen que debemos
contarles a nuestros amigos para que ellos también puedan disfrutarlo? Si no lo
hacemos, ¿cómo podrán ellos creer en El y recibirlo? Cuando le hablamos a otros
acerca de Dios, El se “ramifica”. Debido a que somos Sus pámpanos, al ganar a
nuestros amigos podemos lograr que El se “ramifique”. ¡Qué gran privilegio! No
sólo recibimos a Dios sino también lo propagamos. Laboramos juntamente con El
para lograr que otros se unan a la vid, es decir, para introducirlos al organismo del
Dios Triuno. ¡Aleluya! De esta manera el Padre obtendrá la gloria por medio de
nosotros.
Apocalipsis 21:18 dice: “el material de su muro era de jaspe; pero la ciudad era de
oro puro”. El versículo 11 afirma que la luz de la Nueva Jerusalén “era semejante al
de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal”. El jaspe
es de color verde oscuro, lo cual representa la vida en plenitud. La hierba verde, los
campos verdes y las montañas verdes, todas testifican de las riquezas de la vida.
Cuando el campo está de color amarillento, da la impresión de que no tiene vida. El
muro de la Nueva Jerusalén es un testimonio brillante de las riquezas de la vida de
Dios. Apocalipsis 4:3 dice que Dios mismo tiene la apariencia del jaspe. Debemos
tener presente que la Nueva Jerusalén no es otra cosa que el agrandamiento de la
iglesia. Esto significa que un día el pueblo de Dios tendrá la apariencia misma de
Dios. ¡Alabado sea el Señor que un día expresaremos plenamente las riquezas de la
vida de Dios!
La ciudad, la cual está adentro del muro, es totalmente de oro. Recordemos que el
oro representa la naturaleza de Dios. Esto significa que nosotros, el pueblo de Dios,
seremos totalmente constituidos de la naturaleza divina. Exteriormente la ciudad
es de color verde, lo cual expresa la vida divina; pero interiormente es de oro puro,
lo cual denota que está constituida de la naturaleza de Dios. ¡Este es un cuadro
glorioso! Aquí vemos el resultado final de la impartición del Dios Triuno. Cuanto
más El se imparte en nosotros, más recibimos Su naturaleza divina. Anteriormente
nos dirigíamos hacia el lago de fuego, pero ahora Dios es nuestro destino. En el
pasado estábamos llenos de la naturaleza satánica, pero al final estaremos llenos de
la naturaleza divina. La única manera para ser trasladados de una esfera a otra es
recibir más de la impartición divina. Debemos huir de la corrupción que hay en el
mundo a fin de participar de la naturaleza divina (2 P. 1:4). ¡Oh, Señor Jesús! ¡Qué
glorioso destino! ¡Qué maravillosa consumación!
Preguntas
Lectura bíblica
Col. 1:17; Is. 9:6; Ro. 9:5; Mt. 4:4a; Hch. 2:22;
1 Ti. 2:5; He. 1:2, 10; Jn. 1:3; Col. 1:15;
Jn. 1:14; He. 2:14.
Bosquejo
I. Cristo es Dios
II. Cristo es hombre
III. Cristo es el Creador
IV. Cristo es una criatura
V. La obra de Cristo
Texto
En las doce lecciones siguientes veremos quién es Cristo y cuál es la obra que El
realizó. A esto es a lo que llamamos la persona y la obra de Cristo. Muchos
cristianos a través de la historia no han entendido claramente este asunto, por lo
cual han caído en diversas herejías y enseñanzas erróneas acerca de la persona y la
obra de Cristo. Cristo es la figura central en la economía de Dios en cuanto al
cumplimiento de Su propósito eterno. Se requiere invertir mucho tiempo para
estudiar esta gran verdad en la Biblia. La Biblia es la base de todo lo que creemos.
Jamás debemos desviarnos de sus enseñanzas. Desde esta lección hasta el final del
libro presentaremos las verdades principales de la revelación pura de la Biblia
acerca de la persona de Cristo y Su obra.
I. CRISTO ES DIOS
La Biblia también revela que Cristo no es solamente Dios, sino también hombre. En
los evangelios Cristo se llamó a Sí mismo “el Hijo del Hombre”. Cuando Satanás
vino para tentarlo en el desierto, El le contestó que no sólo de pan viviría el hombre
(Mt. 4:4a). En Hechos 2:22 Pedro lo llamó “Jesús nazareno, varón aprobado por
Dios entre vosotros”. En 1 Timoteo 2:5 leemos: “Porque hay un sólo Dios, y un sólo
Mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús hombre”. ¡Aleluya, El es
maravilloso! El es tanto Dios como hombre. En las lecciones anteriores vimos que
Cristo es el Dios completo, el Dios Triuno. Y en las siguientes lecciones veremos
que El también es un hombre genuino. Por eso los cristianos lo hemos llamado el
“Dios-hombre”.
Dios es el Creador de todas las cosas (Gn. 1:1; 2:1-3). Ya que Cristo es Dios,
ciertamente también es el Creador. Este hecho se revela claramente en las
Escrituras según lo muestran los siguientes versículos: “Y Tú, oh Señor, en el
principio fundaste la tierra, y los cielos son obra de Tus manos” (He. 1:10). “Todas
las cosas por medio de El llegaron a existir, y sin El nada de cuanto existe ha
llegado a la existencia” (Jn. 1:3). “Por medio del cual son todas las cosas, y nosotros
por medio de El” (1 Co. 8:6). “Porque en El fueron creadas todas las cosas, las que
hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean
señoríos, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de El” (Col.
1:16). “Por quien (el Hijo) asimismo hizo (Dios) el universo” (He. 1:2). Estos
versículos muestran claramente que Cristo es el Creador de todas las cosas; es
decir, que todas las cosas fueron creadas por El, y que por El existen.
Algunos cristianos niegan que Cristo sea una criatura, basados en que Colosenses
1:15 afirma que El es el Primogénito antes de la creación. Pero eso no es lo que la
Biblia dice. Ciertamente la Biblia declara que Cristo es el Primogénito de toda la
creación. Pongamos un ejemplo: si usted es el estudiante que tiene el primer lugar
en su escuela, clase, grado, aula, no por eso deja de ser parte del estudiantado. De
igual manera, ya que Cristo es parte de la creación, ciertamente El es una criatura.
Cristo es una criatura puesto que se hizo “carne” (Jn. 1:14), es decir, que participó
de “carne y sangre” (He. 2:14), nació como un “niño” (Is. 9:6) y llegó a ser
“hombre” (1 Ti. 2:5). Las expresiones “carne”, “carne y sangre”, “niño” y “hombre”
ciertamente denotan a una criatura. ¿No es verdad que “carne” y “carne y sangre”
son elementos creados? ¿No se refieren “niño” y “hombre” a seres creados? ¡Por
supuesto que sí! Por lo tanto, ya que Cristo se hizo todas estas cosas, ¿cómo
podemos decir que El no es una criatura? Si reconocemos que Cristo es un hombre,
tenemos que admitir que El es una criatura. Si negamos que es una criatura,
estaremos negando que es un hombre.
V. LA OBRA DE CRISTO
Es crucial que veamos la persona de Cristo, porque toda Su obra depende de lo que
El es. El hecho de que Cristo pueda ser nuestro Salvador se debe a que El es tan
maravilloso: El es Dios, el Creador, un hombre y una criatura. Debido a que es un
hombre, pudo morir como el Cordero de Dios por nuestros pecados; debido a que
es el Dios eterno, Su obra de redención es eterna en cuanto a tiempo y espacio. En
Su posición de Dios, El puede impartir Su vida divina en nosotros a fin de que
podamos cumplir Su propósito eterno. ¡Aleluya por tal Cristo! ¡Alabémosle por lo
que El es y por la obra que ha realizado!
Preguntas
Lección catorce
LA ENCARNACION DE CRISTO
Lectura bíblica
Bosquejo
I. Como Dios:
A. Cristo es Dios encarnado
B. Cristo es el Hijo de Dios
II. Como hombre:
A. Cristo es un hombre
B. Cristo es el Hijo del Hombre
C. Cristo se hizo carne, pero sin pecado
III. Cristo es la mezcla de Dios con el hombre
Texto
La encarnación fue el primer paso importante que Cristo dio para cumplir el
propósito de Dios. Cuando decimos que Dios se encarnó queremos decir que El se
hizo hombre, es decir, que participó de carne y sangre. Este fue un evento crucial, el
más importante de la historia humana. El Dios Todopoderoso, quien existía desde
la eternidad, vino a ser un humilde hombre en el tiempo. Cristo no hizo esto sólo
para ser nuestro Salvador, sino también para introducir a Dios en el hombre, esto
es, para introducir lo divino en lo humano. Mientras más contemple la encarnación
de Cristo, más se maravillará. ¡Aquel niño nacido en Belén era el Dios de todo el
universo! Comprender adecuadamente la encarnación de Cristo es el primer
requisito crucial para entender la persona y la obra de Cristo.
I. COMO DIOS:
A. Cristo es Dios encarnado
2) Dios dispuso que el nombre de aquel niño fuera Jesús. El nombre “Jesús” en
griego equivale a “Josué” en hebreo (Nm. 13:16; He. 4:8), que significa “Jehová el
Salvador”. Esto indica que Jesús es Jehová Dios quien llegó a ser nuestro Salvador.
Por lo tanto, El es Dios mismo. En el Antiguo Testamento El era únicamente
Jehová. Pero ¡alabado sea el Señor que por medio de la encarnación El llegó a ser
Jesús, que significa Jehová nuestro Salvador!
3) Dios no sólo ordenó que Su nombre fuera Jesús, sino que también dispuso que
los hombres lo llamaran “Emanuel”, que significa “Dios con nosotros”. Esto
también muestra que El es Dios. Aquel que se hizo carne y vivió entre los hombres,
es Dios con los hombres.
Antes de que Jesús fuera concebido, Dios envió al ángel Gabriel, quien declaró:
“Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo ... lo santo que nacerá, será
llamado Hijo de Dios” (Lc. 1:32, 35). En los Evangelios Jesús es llamado el Hijo de
Dios (Mt. 3:17; 14:33; 16:16; 27:54; Jn. 1:34, 49). Este título muestra que el Señor
es divino y que es igual a Dios (Jn. 5:17-18). Basados en estas declaraciones no debe
quedarnos la menor duda de que Cristo es Dios mismo encarnado.
Otro aspecto de la encarnación del Señor es que ésta se efectuó por medio de una
virgen humana llamada María, lo cual proveyó a Jesús la esencia humana, es decir,
que El era cien por ciento hombre. El era Dios mismo hecho hombre; pero no se
convirtió en hombre repentinamente, sino que permaneció en el vientre de la mujer
como cualquier otro bebé. ¡Imagínese esto! ¡Dios estuvo confinado en el vientre de
una mujer durante nueve meses! Después de esto, nació y fue criado como
cualquier otro niño judío (Lc. 2:21-24). Todo ello se llevó a cabo conforme a la
manera humana usual; esto es una prueba indiscutible de que Dios se hizo hombre.
Lección quince
Lectura bíblica
Jn. 1:45; Mt. 13:54-56; 9:10-11; Jn. 4:6-7; 11:33, 35; Lc. 2:51;
Mr. 10:45; Mt. 11:29;
Jn. 6:57; 5:30; Mt. 12:28; 2 Ti. 2:22.
Bosquejo
Texto
Por un lado, El era un hombre común, pero por otro, era único. Cada aspecto del
vivir humano de Jesús era absolutamente apropiado y perfecto.
A. Obediente
Lucas dice que cuando Jesús tenía doce años, El sabía cómo atender a la voluntad
de Su Padre celestial y a la vez estar sujeto a Sus padres terrenales. En esa ocasión
El explicó a Sus padres por qué había permanecido en el templo, pero al mismo
tiempo estaba sujeto a ellos. Jesús les dijo: “¿No sabíais que en los asuntos de Mi
Padre me es necesario estar?” (Lc. 2:49). Sin embargo, en el versículo 51 dice que
regresó con ellos y estaba sujeto a ellos. Algunos jóvenes dirán: “¡Yo vivo para el
propósito de Dios!”, pero en la casa son desobedientes a sus padres. Esto no
concuerda con la humanidad fina y equilibrada de Jesús.
B. Servicial
En Marcos 10:45 el Señor dijo: “Porque el Hijo del Hombre no vino para ser
servido, sino para servir”. Muchas personas, principalmente los jóvenes, quieren
que en su casa les sirvan, pero a ellos no les gusta servir. Por ejemplo, no ayudan a
limpiar la casa; no lavan los trastes; no planchan su ropa; ni siquiera hacen su
propia cama; no hacen absolutamente nada. Sólo les gusta comer, dormir y pasear
todo el tiempo. Esa no es la humanidad de Jesús. La humanidad de Jesús se
distingue por servir, no por ser servido. Necesitamos un espíritu dispuesto a servir
diligentemente.
La personalidad del Señor era cabal y adecuada. El era manso y humilde de corazón
(Mt. 11:29), no sólo en apariencia sino de corazón. Era tan manso que aun los niños
pequeños podían acercarse a El (Mt. 19:14), y era tan humilde que una mujer
pecadora y despreciable podía acudir a El y llorar a Sus pies (Lc. 7:38-39). Era tan
gentil que Juan, el discípulo joven, tuvo la confianza de recostarse en Su pecho
mientras cenaban (Jn. 13:23). Sin embargo, vemos que en el templo volcó las
mesas de los perversos cambistas (Mt. 21:12-13). También sabía cuándo regocijarse
y cuándo llorar; se regocijaba en la voluntad del Padre (Lc. 10:21), pero lloraba por
la condición del pueblo de Dios (Lc. 19:41). En cualquier tipo de situación Jesús el
hombre actuaba de una manera fina y equilibrada.
El evangelio de Lucas narra muchos casos en donde la divinidad del Señor fue
expresada mediante Sus cualidades humanas. En Lucas 7:11-17 vemos que El tuvo
compasión de una madre que lloraba y resucitó a su hijo muerto. El versículo 12
dice: “Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar
a un difunto, hijo único de su madre, la cual era viuda; y había con ella una
considerable multitud de la ciudad”. Esta situación era muy triste y nadie podía
consolar a esta viuda afligida. Primero ella había perdido a su esposo y ahora había
perdido a su único hijo.
El Señor Jesús llevó una vida humana totalmente consagrada al Padre (Jn. 6:57).
Aunque El era Dios en la carne, jamás asumió la posición de Dios, sino que vivió
como un hombre consagrado a Dios y guiado por El. En el evangelio de Juan, Jesús
dijo: “No puedo Yo hacer nada por Mí mismo ... no busco Mi propia voluntad, sino
la voluntad del que me envió” (5:30); “Mi enseñanza no es Mía, sino de Aquel que
me envió” (7:16); “Yo no busco Mi gloria” (8:50); “Yo hago siempre lo que le
agrada” (8:29b); y “Yo y el Padre uno somos” (10:30).
El Señor Jesús nunca obró confiando en Sí mismo, sino dependiendo del Espíritu
Santo. El dijo en Mateo 12:28: “Yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios”.
En Lucas vemos que El estaba lleno del Espíritu, que era guiado por el Espíritu y
que se conducía en el poder del Espíritu (4:1; 4:14). En conclusión, vemos que el
vivir humano del Señor se llevó a cabo absolutamente en Dios, por Dios, con Dios y
para Dios.
Dios desea obtener un grupo de personas que, tal como el Señor Jesús, sean llenas
de Dios y lo expresen. Para lograr esto necesitamos una humanidad apropiada, la
cual hace que la vida de iglesia sea sólida y fuerte. Satanás intenta frustrar el
propósito de Dios atacando la humanidad del hombre. El ataca especialmente a los
jóvenes usando la inmoralidad, las drogas y las enfermedades mentales. Estas cosas
pueden dañar a los jóvenes e inutilizarlos para expresar a Dios. No debemos
ignorar ni subestimar las artimañas del enemigo. Muchos jóvenes han sido
arruinados e incluso han muerto por causa de las drogas y el alcohol.
Sin embargo, ahora el Señor Jesús vive en nosotros. Usted debe haber percibido en
su conciencia al Señor oponiéndose cuando usted peca en lo que hace, en lo que ve,
e incluso en su estilo de vestir. Este mundo está diseñado para incitar la lujuria, lo
cual es una estrategia que Satanás usa para dañar la humanidad. Por lo tanto, al
enfrentarse con el mundo no debe considerarse tan “espiritual”, pensando que es
capaz de resistir cualquier tentación. Antes bien, ¡huya de inmediato! Luego,
busque al Señor con los que de corazón puro le invocan (2 Ti. 2:22).
Debemos tener presente que Satanás es muy sutil, y debemos estar conscientes de
que nuestro descuido y pereza pueden frustrar la obra del Señor en nosotros.
Debemos ser tan sensibles al Señor que podamos percibir Su voz objetando en
nuestro interior cuando arrojamos los calcetines al piso. Es más cómodo dejarlos
allí, pero eso no expresa la humanidad del Dios-hombre, sino a nuestro yo
perezoso. ¿Qué verán nuestros amigos cuando vayan a nuestro cuarto? Aunque les
hablemos frecuentemente acerca del Señor, ellos sólo recordarán nuestro cuarto
desordenado. ¡Cuánto necesitamos la fina humanidad del Señor! Debido a que
somos la iglesia, debemos ser diferentes de esta sociedad degradada, para que así el
Señor se exprese por medio de nuestra humanidad apropiada.
No diga: “Yo no soy Jesús, así que no puedo ser como El. Tal vez cuando crezca seré
mejor”. ¡No! Más bien, ahora mismo, al ver que su condición es muy inferior a la
humanidad de Jesús, usted debe abrirse a El, invocarle y recibir el Espíritu. No
podemos imitar el vivir humano del Señor, pero podemos hacerlo nuestro al
permitirle que habite en nosotros. Hemos dicho anteriormente que todo lo que
Cristo es y ha hecho se halla en el Espíritu vivificante. El Espíritu hoy es el Espíritu
del Jesús humano. En este Espíritu no sólo se halla la divinidad de Jesús sino
también Su humanidad. Esto nos provee la manera de crecer en Cristo. Tal vez no
podamos imitar Su vivir, pero tampoco debemos esperar hasta el futuro para ser
como El. Hoy mismo podemos asirnos de El y expresarlo mediante nuestro vivir.
Lo que necesitamos en la vida de iglesia es Su humanidad fina, elevada y perfecta.
Entonces Dios se expresará por medio de nosotros y obtendrá el testimonio de
Jesús. Si vivimos de tal manera, otros serán impresionados y atraídos a la iglesia.
Preguntas
Lección dieciséis
Lectura bíblica
Bosquejo
I. El Cordero de Dios
II. La serpiente de bronce
Texto
Luego de Su encarnación y tras vivir una excelente vida humana por treinta y tres
años y medio, el Señor Jesús fue crucificado. La crucifixión era la forma más cruel y
vergonzosa de morir en aquellos días. Aún así, no debemos considerar la muerte
del Señor como un evento triste ni trágico; antes bien, Su muerte fue el
acontecimiento más importante y maravilloso que ha sucedido en el universo. De
hecho, la cruz era la meta de la encarnación y el vivir humano de Cristo. Por un
lado, el Señor fue crucificado por el hombre, pero por otro, El fue a la cruz
voluntariamente con miras a cumplir el propósito eterno de Dios (Jn. 10:15; He.
12:2). Fue en la cruz donde el Señor Jesús realizó Su obra redentora a fin de que el
hombre pudiera volver a Dios.
I. EL CORDERO DE DIOS
Según Juan 1:29, cuando Juan el Bautista vio a Jesús, proclamó abiertamente: “¡He
aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!”. Debido a la caída del
hombre, Dios, por causa de Su justicia, debía exigir que el hombre pagara por sus
pecados con su sangre, es decir, con su propia vida. Pero por causa de Su amor,
Dios permitió que en lugar de que el hombre muriera, éste tomara como substituto
un cordero u otro animal del ganado y los sacrificara como ofrenda por sus
pecados. Mediante estas ofrendas la gente fue librada del juicio de Dios.
Los sacrificios del Antiguo Testamento eran tipos o símbolos de Cristo. Dios
requería que los corderos ofrecidos en sacrificio no tuvieran mancha ni defecto (Ex.
12:5). En la lección quince vimos que Cristo no tenía mancha ni defecto alguno. El
vino como el verdadero Cordero de Dios. Anteriormente los israelitas tenían que
ofrecer sacrificios continuamente, pues sus pecados no eran quitados, sino
únicamente cubiertos (He. 10:11). ¡Pero he aquí el Cordero de Dios que quita
nuestros pecados! El Señor Jesús se ofreció a Sí mismo una vez y para siempre (He.
9:28; 10:10, 12) a fin de obtener el perdón de muchos (Mt. 26:28). Debido a que
hemos cometido muchos pecados, Dios exigía el derramamiento de nuestra sangre.
Pero Cristo derramó Su sangre en nuestro lugar. ¡Al creer en el Señor Jesús, somos
completamente perdonados de nuestros pecados y liberados de la pena de muerte
estipulada por Dios!
Aconteció una vez en el Antiguo Testamento que, cuando los hijos de Israel pecaron
contra Dios, muchos de ellos fueron mordidos por serpientes y murieron.
Entonces, como ellos clamaron a Moisés, el Señor le mandó que levantara una
serpiente de bronce en un asta, a fin de que todo el que mirara a la serpiente fuera
perdonado y sanado, salvándose así de morir (Nm. 21: 4-9). En Juan 3:14 el Señor
dijo: “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo
del Hombre sea levantado”. Esto quiere decir que cuando el Señor Jesús fue
crucificado, El fue levantado como serpiente de bronce. Es decir, que Cristo murió
para destruir a la serpiente. El Señor murió en la cruz como el Cordero de Dios
para quitar nuestros pecados, pero también murió como la serpiente de bronce
para destruir a la serpiente antigua, que es Satanás, el diablo (He. 2:14).
Esta es la obra consumada de Cristo; sin embargo, todos los días aún nos molesta
nuestra carne pecaminosa y el mundo. El mundo siempre trata de alejarnos del
Señor por medio de la lujuria de nuestra carne. Así que, en nuestra experiencia
diaria debemos aplicar a Cristo como la serpiente de bronce. Gálatas 5:24 dice:
“Pero los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y
concupiscencias”. Y Romanos 8:13 declara que por el Espíritu podemos hacer
morir los hábitos de nuestro cuerpo.
Tomemos como ejemplo el ver televisión. Usted puede darse cuenta de que muchas
cosas que se transmiten por televisión son inmorales e inmundas, y corrompen
nuestra mente. También estará de acuerdo en que ver televisión es una pérdida de
tiempo. No obstante, en ocasiones usted ha experimentado un deseo incontrolable
por verla, aun en contra de la prohibición de sus padres. Este deseo se produce por
la incitación de las pasiones y lujurias de la carne. ¿Cómo podemos ser salvos de
esto? Volviéndonos al Señor, quien es el Espíritu en nuestro espíritu. El Espíritu
contiene todo lo que Cristo ha realizado, incluyendo Su muerte como la serpiente
de bronce. Cuando usted clama a El, el Espíritu viene y aplica en usted la
crucifixión de Cristo, a fin de dar muerte a su carne. Es así como hacemos morir los
hábitos de nuestro cuerpo por el Espíritu, y como terminamos con las lujurias y
pasiones de la carne. Algunas veces puede ser que fracasemos y no podamos
vencer, en tal caso, tenemos el recurso de la sangre de Cristo. Pero no debemos
tomar esta provisión como una excusa para pecar. Más bien, debemos invocar el
precioso nombre del Señor a fin de crucificar la carne. ¡Qué vergüenza para el
diablo! ¡Sus esfuerzos por usar el mundo para atraer nuestra carne sólo causarán
que clamemos más al Señor! ¡Aleluya! ¡Cristo es el Victorioso!
Preguntas
Lección diecisiete
Lectura bíblica
1 Co. 15:45b; Ro. 6:6; Ef. 2:14-16; Jn. 12:24; Col. 2:14-15.
Bosquejo
En Primera de Corintios 15:45b dice que Cristo fue el postrer Adán. Cuando Dios
creó a Adán, éste representaba a todo el linaje humano. Dios intentó cumplir Su
propósito eterno por medio del linaje de Adán, pero Adán falló rotundamente, pues
en vez de tomar a Dios dentro de sí, tomó a Satanás, por lo cual condujo a toda la
humanidad a una condición caída. Luego, el hombre comenzó a expresar a Satanás
en lugar de expresar a Dios. Por consiguiente, Dios desechó a este primer hombre
Adán y junto con él a todo su linaje, lo cual nos incluye a todos nosotros. Dios
efectuó esto mediante la muerte de Cristo en la cruz. Cristo fue el postrer Adán;
“postrer” significa último y concluyente, lo cual indica que después de El no hubo
otro Adán. Entonces, Dios inició un nuevo linaje, una nueva raza, de la cual Cristo
es la Cabeza en resurrección.
IV. EL PACIFICADOR
Cristo también murió como pacificador. Una de las consecuencias de la caída del
hombre fue que la humanidad se dividió completamente. Dios quería que el
hombre lo expresara en unidad, pero éste se dividió, formando muchas culturas,
naciones y clases sociales. A menudo hay odio y contiendas entre distintos grupos,
tales como los negros y los blancos, los alemanes y los franceses, los ricos y los
pobres, etc. La lista es interminable. Probablemente la mayor separación que existe
se da entre los judíos y los gentiles. Los judíos tienen muchas ordenanzas y
reglamentos que los separan de otros pueblos. Con tantas diferencias, ¿cómo
podríamos ser uno para expresar a Dios? Es imposible. Así que, Efesios 2:14-16
declara que Cristo en la cruz derribó la pared intermedia de separación, abolió
todas las ordenanzas y dio muerte a la enemistad entre las diferentes personas,
razas y naciones, incluso entre usted y su hermano o hermana. Cristo como
pacificador clavó en la cruz todas nuestras diferencias.
En Cristo no hay más judío ni gentil, rico ni pobre, negro ni blanco (Gá. 3:28; Col.
3:11). La cruz acabó con todas estas diferencias. Por lo tanto, si dichas diferencias
aún nos molestan, se debe a que no hemos experimentado cabalmente la
crucifixión de Cristo. La gente habla mucho acerca de poner fin a las guerras y los
prejuicios, pero sin la cruz esto es imposible. Si usted tiene un altercado con
alguien, la mejor manera de dar fin a dicha contienda es que ambas partes mueran.
Esto puede parecerle extraño, pero es la verdad. Sólo cuando ambos tomen la cruz
del Señor habrá completa paz, entonces ¡toda contienda terminará! Cuando Cristo
murió como pacificador, El crucificó al mundo entero, de modo que todos morimos
juntamente con Cristo. Esta es la razón por la que hoy en las iglesias podemos
recibir a personas de toda raza, cultura y clase social. Este es un testimonio glorioso
de lo que el Señor Jesús logró en la cruz; sólo mediante la cruz podemos
experimentar la unidad genuina. Esta unidad se hace real únicamente en el
Espíritu. Por lo tanto, cada vez que tenemos problemas con alguien debemos
volvernos a nuestro espíritu y permitir que la cruz nos dé fin.
V. EL GRANO DE TRIGO
Preguntas
Lección dieciocho
Lectura bíblica
Bosquejo
Texto
La caída del hombre creó un gran dilema para Dios. El hombre era el centro del
plan de Dios, ya que fue creado para expresarlo. Sin embargo, por causa del
pecado, la justicia de Dios exigió que el hombre fuera condenado. En esta lección
veremos la solución maravillosa, perfecta y completa de Dios a este dilema. El
Señor Jesús fue la única Persona apta para morir por nosotros y obtener nuestra
redención.
Todo hombre ha pecado, y la paga del pecado es muerte (Ro. 3:23; 6:23). Por esta
causa, Dios requirió la sangre del hombre como pago por la transgresión. Hebreos
9:22 dice: “Sin derramamiento de sangre no hay perdón”. Esta es la razón por la
cual el Señor Jesús se hizo hombre. Se exigía la sangre del hombre, así que Dios
mismo tuvo que adquirir tal sangre. Dios no tenía sangre, pero mediante Su
encarnación adquirió sangre y carne (He. 2:14). Al hacerse hombre, Jesús pudo
derramar sangre humana por nuestra causa.
B. Sin pecado
Dios no sólo tuvo que hacerse hombre, sino un hombre sin pecado. Si El hubiese
tenido tan sólo un pecado, no hubiera podido morir por los pecados de toda la
humanidad, porque habría tenido que morir por los Suyos propios. Pero Cristo no
conoció pecado (2 Co. 5:21; He. 4:15). El únicamente adquirió la semejanza de
carne de pecado (Ro. 8:3), pero no tuvo mancha ni defecto alguno (1 P. 1:19). En
esto vemos que Cristo estaba plenamente capacitado para morir por el hombre, ya
que podía derramar sangre humana y así morir por otros, pues en El no había
pecado alguno.
Sin embargo, si Jesús solamente hubiera sido un hombre sin pecado, aún
tendríamos un grave problema, pues Su muerte sólo sería suficiente para salvar a
un hombre; de hecho, únicamente sería efectiva para pagar por un sólo pecado.
Permítanme explicar esto. Dios exige que el hombre muera por su pecado, incluso
por un solo pecado. Supongamos que en toda su vida usted comete un solo pecado.
Si este fuera el caso, Jesús, como hombre libre de pecado, bien podría morir como
sustituto por ese único pecado. Pero si usted pecara de nuevo, tendría que morir
también por ese segundo pecado. Ahora bien, usted sabe que a lo largo de su vida
ha pecado más de una vez. ¿Cómo podría Jesús, un solo hombre, morir por todos
los pecados de usted y por los de toda la humanidad? ¿Y cómo podría esto operar
en nosotros dos mil años después de Su muerte?
Ya hemos indicado que, aunque Cristo se hizo hombre, aún seguía siendo Dios. El
fue un hombre genuino, pero también era el Dios completo. El hecho de ser Dios le
añadió un elemento eterno a Su sangre redentora. Hebreos 9:14 afirma que el
Señor se ofreció a Sí mismo mediante el Espíritu eterno. El efectuó una redención
eterna a nuestro favor (He. 9:12). Así que, la sangre de Jesús es eficaz para todos
los hombres de todos los tiempos. Dicha sangre es capaz de limpiar todos los
pecados de la humanidad.
Sin embargo, por absurdo que parezca, muchas personas a lo largo de la historia
cristiana han enseñado tales herejías. Aún hoy algunos niegan que Cristo sea un
hombre genuino, aunque reconocen que El es Dios. Si esto fuera así, entonces
Cristo no habría podido derramar sangre humana por los pecados de los hombres.
Por otro lado, hay personas que proponen que Cristo era únicamente hombre, pero
que no era Dios; ellos dicen que El murió meramente como un mártir. Si esto fuera
verdad, Su muerte no sería eternamente eficaz ni podría impartirnos Su vida
divina. Incluso hay quienes opinan que Cristo, ni era Dios ni era hombre, sino que
era un tercer tipo de ser. Esto es tan ridículo como los conceptos antes
mencionados. La Biblia no ofrece ninguna base para apoyar tales herejías. En
conclusión, basado en todo lo que hemos dicho hasta aquí, debemos entender
claramente que el Señor Jesús era completamente Dios y plenamente hombre. El
era el Dios completo y un hombre genuino. Era un Dios-hombre. Por ello, Su
muerte obtuvo la redención a favor de toda la humanidad.
Ya que el Señor fue concebido por obra del Espíritu Santo, El poseía la esencia
divina (véase la lección catorce). Podemos afirmar que El tenía el Espíritu Santo
como Su esencia, como parte integral de Su ser, es decir, que El era Dios
esencialmente. ¿Por qué entonces descendió el Espíritu Santo sobre El en Su
bautismo? Esto fue necesario para que el Señor Jesús pudiera realizar Su obra. Su
bautismo fue el inicio de Sus tres años y medio de ministerio sobre la tierra.
Durante ese tiempo El llevó a cabo muchas obras maravillosas, tales como predicar
y hacer muchos milagros. En los evangelios vemos cómo El sanó enfermos y
paralíticos, alimentó a cinco mil personas con cinco panes y dos pecesillos, echó
fuera demonios de muchas personas y aplacó el viento y el mar tempestuoso,
incluso resucitó algunos muertos. Para realizar todas estas maravillas se requería la
autoridad y el poder del Espíritu Santo. Es a éste aspecto del Espíritu que
llamamos: “el Espíritu económico”, y éste es precisamente el Espíritu que recibió
Jesús en Su bautismo. Desde Su nacimiento El poseía el aspecto esencial del
Espíritu para vida, pero en Su bautismo El recibió el aspecto económico del
Espíritu para poder.
Cuando Jesús fue crucificado, El cargó sobre Sí mismo los pecados de toda la
humanidad. En otras palabras, El se hizo pecado por nosotros (1 P. 2:24; 2 Co.
5:21). El Dios justo aplicó Su juicio sobre Jesús por los pecados de todos los
hombres. En aquel momento, Dios puso sobre Jesús todos los pecados de la
humanidad. Por consiguiente, el Dios Santo tuvo que apartarse de El, es decir, que
el Espíritu económico se apartó de Jesús. Esta es la razón por la que El clamó:
“Dios Mío, Dios Mío, ¿por qué me has desamparado?”
Luego, en 1 Pedro 3:18 vemos que Cristo en la cruz fue “muerto en la carne, pero
vivificado en el Espíritu”. Cuando Jesús fue crucificado por los pecadores, Dios lo
abandonó económicamente, pero de acuerdo con este versículo, Dios experimentó
esencialmente la crucifixión junto con El. Este Dios-hombre ciertamente murió en
Su carne humana, pero fue vivificado en Su Espíritu divino. El tenía la esencia
divina desde Su nacimiento hasta Su muerte. En esencia, Su ser jamás cambió; así
que podemos decir que en esencia el era Dios y hombre.
Esto debe ayudarnos a entender que el Cristo que murió en la cruz era tanto Dios
como hombre. No debe quedar la menor duda de que el Señor Jesús estaba
plenamente capacitado para morir por toda la humanidad. ¡Alabémosle por Su
maravillosa muerte como el Dios-hombre! Pues debido a lo que El logró en la cruz,
hoy somos salvos y estamos siendo salvos. ¡Aleluya!
Preguntas
Lección diecinueve
Lectura bíblica
Bosquejo
Texto
Cristo murió a fin de efectuar la redención y para limpiar todo lo negativo del
universo. El hizo una obra completa; nada quedó inconcluso. Además, El resucitó
después de Su crucifixión y sepultura, ya que ni la muerte ni la tumba pudieron
retenerlo, pues El mismo es la resurrección (Jn. 11:25). Como tal, Su vida fue capaz
de conquistar y subyugar la muerte. Aún más, Su vida es poderosa para absorber y
eliminar la muerte (1 Co. 15:54): cuanto más muerte encuentra, más viviente llega a
ser. Por tanto, el Señor Jesús dice: “Yo soy ... el Viviente; estuve muerto; mas he
aquí que vivo por los siglos de los siglos. Y tengo las llaves de la muerte y del
Hades” (Ap. 1:17-18).
Este Viviente que se paseó por la muerte era tanto Dios como hombre. Y aún
después de Su resurrección, El sigue siendo Dios y hombre. Su resurrección tiene
un gran significado. En esta lección veremos que la resurrección de Cristo es Su
propia vindicación y victoria.
I. LA PERSONA DE CRISTO Y SU OBRA VINDICAN Y
SATISFACEN A DIOS
Cristo es Dios; El puso Su vida y la tomó otra vez (Jn. 10:17-18). Pero Cristo
también es un hombre; por tanto, Dios lo levantó de entre los muertos (Hch. 2:32;
3:15). El hecho de que Jesucristo —el hombre— fuese levantado, muestra la
aprobación de Dios en cuanto a Su persona y Su obra. Desde Su juventud Jesús
halló gracia para con Dios (Lc. 2:52). Así que Dios vindicó la crucifixión de Cristo al
levantarlo de entre los muertos. Esto quiere decir que todo lo que Cristo hizo fue
aceptado y honrado por Dios el Padre.
En Adán fuimos condenados a muerte, ya que la paga del pecado es muerte (Ro.
6:23). Pero Cristo murió como nuestro substituto, es decir, El pagó el precio por
nuestros pecados. ¿Cómo podemos saber que Dios aceptó el pago que Cristo
efectuó? Su resurrección es el “recibo de pago”, el cual comprueba que Dios aceptó
el pago de Cristo por nuestros pecados. Supongamos que un criminal es
sentenciado a pasar largo tiempo en prisión. ¿Cómo sabemos que ya cumplió su
sentencia? Lo sabemos cuando es puesto en libertad. Del mismo modo, la
resurrección dio fin a la muerte. Después de creer en Cristo ya no somos pecadores
despreciables, sino hombres plenamente justificados y aprobados por Dios de
acuerdo con Su norma de justicia. Además, el Cristo resucitado mora en nosotros a
fin de llevar en nosotros una vida justificada por Dios y aceptable a El. Por lo tanto,
Romanos 4:25 dice que Cristo resucitó para nuestra justificación. De hecho,
nuestra fe en la resurrección de Cristo es el factor primordial de nuestra salvación
(Ro. 10:9).
El Señor Jesús permaneció tres días en el imperio de la muerte. Dio un buen paseo
por la muerte y comprobó que ésta no tenía poder para retenerlo. Así que al tercer
día, El simplemente salió de la muerte. Tal vez pudo haber dicho: “Muerte, he
concluido Mi misión; nada puedes hacer conmigo, así que no te tengo ningún
temor. Ha llegado el momento de salir de tu dominio. No tengo ninguna prisa; bien
podría quedarme otro día si quisiera, pero llegó el momento de irme”. El Señor no
temía a la muerte, así que no tenía por qué salir huyendo del sepulcro; más bien,
tranquilamente tomó su tiempo para doblar los lienzos con los que fue sepultado, y
ponerlos en orden (Jn. 20:7). ¡Qué testimonio tan grande de Su victoria sobre la
muerte!
Preguntas
1. ¿Qué significa el hecho de que Dios levantó a Cristo de entre los muertos?
2. Explique por qué Cristo fue levantado para nuestra justificación (Ro. 4:25).
3. Comente el significado de la victoria de Cristo sobre Satanás, la muerte, y el
mundo.
4. ¿Qué versículos comprueban que Cristo resucitó?
Lección veinte
Lectura bíblica
Jn. 17:1; Ro. 1:3-4; Jn. 1:18; Hch. 13:33; He. 1:5;
Jn. 7:37-39; 1 Co. 15:45b; 2 Co. 3:17; Jn. 20:17;
1 P. 1:3; Ro. 8:29; He. 2:11; Jn. 12:24;
1 Co. 10:17; Ef. 1:22-23.
Bosquejo
Texto
Cuando Cristo estuvo en la tierra, El era Dios mismo oculto dentro de un cuerpo
físico. En El moraba Dios, pero exteriormente sólo veíamos Su carne. Los que le
observaban no podían encontrar nada especial en El (Mr. 6:3; Jn. 10:33). Pero por
medio de Su muerte y resurrección, el Dios que estaba oculto en El se liberó y se
manifestó. A esta manifestación es a lo que llamamos la glorificación de Cristo. Por
esta razón El oró antes de Su muerte, diciendo: “Padre, la hora ha llegado; glorifica
a Tu Hijo, para que Tu Hijo te glorifique a Ti” (Jn. 17:1).
Por ejemplo, suponga que tenemos una semilla de cierta flor. Aunque existe mucha
belleza encerrada en la vida de esa semilla, ¿cómo puede manifestarse tal belleza?
Para que esto suceda, la semilla tiene que morir. Si la semilla cae en la tierra,
muere y germina, se manifestará toda su belleza oculta. Esta es su gloria, la
glorificación de la vida en la semilla. De igual manera, Dios estuvo confinado en la
carne del Señor. El Señor tuvo que morir a fin de que el Dios en El pudiera ser
liberado, manifestado y glorificado en resurrección.
Mientras Cristo estuvo en la carne durante treinta y tres años y medio sobre esta
tierra, era semejante a la semilla de una flor. Aunque el Hijo de Dios estaba en El,
nadie podía reconocerlo. Pero un día, al ser sembrado mediante la muerte y crecer
en resurrección, El floreció, es decir, la vida divina que estaba en Su interior fue
completamente manifestada y glorificada.
Romanos 1:3 y 4 dicen: “Acerca de Su Hijo, que era del linaje de David según la
carne, que fue designado Hijo de Dios ... por la resurrección de entre los muertos”.
En resurrección, Cristo fue designado el Hijo de Dios en Su humanidad. Antes de
Su encarnación, Cristo, una Persona divina, ya era el Hijo de Dios (Jn. 1:18).
Incluso antes de Su encarnación El era el Hijo de Dios, pues Romanos 8:3 dice:
“Dios, enviando a Su Hijo”. Si Cristo ya era el Hijo de Dios, ¿por qué necesitaba ser
designado como Hijo de Dios por la resurrección? Debido a que en la encarnación
El se vistió de carne, una naturaleza humana, la cual no tenía nada que ver con Su
divinidad. Como Persona divina, aún antes de Su encarnación Cristo era el Hijo de
Dios, pero Su humanidad, la carne de Jesús, la cual nació de María, no era el Hijo
de Dios. Esa parte era solamente humana. Así que, por medio de Su resurrección
Cristo santificó y elevó Su naturaleza humana. En otras palabras, por medio de Su
resurrección El fue designado Hijo de Dios en Su naturaleza humana. En este
sentido la Biblia afirma que El fue engendrado Hijo de Dios por la resurrección
(Hch. 13:33; He. 1:5).
En Su resurrección Cristo todavía es un hombre, y como tal, fue designado “el Hijo
de Dios”. Esto no es un asunto pequeño: la encarnación introdujo a Dios en el
hombre, pero la resurrección introdujo al hombre en Dios. Mediante el proceso de
Cristo, un hombre fue introducido en la Deidad. ¡Sí, ahora hay un hombre en la
Deidad! Cristo con Su naturaleza humana ha sido designado el Hijo de Dios.
La vida divina del Padre nos ha sido impartida por medio de la resurrección de
Cristo. Por consiguiente, todos hemos llegado a ser hijos de Dios y hermanos de
Cristo. ¡Alabado sea el Señor que Cristo, el Dios-hombre, es nuestro Hermano
mayor! El no se avergüenza de llamarnos hermanos (He. 2:11). ¡Qué maravilloso es
esto! ¿Se da cuenta de quién es usted? ¡Usted es un hermano de Cristo! Este es el
mismo principio que se aplica al grano de trigo en Juan 12:24; en éste versículo se
describe a los muchos hermanos como los granos de trigo, y estos muchos granos
se han mezclado entre sí para formar la iglesia. Por eso 1 Corintios 10:17 dice que
“siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un Cuerpo”. Los muchos
granos se han hecho un solo pan, un solo Cuerpo. Ciertamente este Cuerpo es la
iglesia, el Cuerpo de Cristo (Ef. 1:22-23). La iglesia es la réplica de Cristo y Su
multiplicación.
Preguntas
Lección veintiuno
LA ASCENSION DE CRISTO
Lectura bíblica
Ef. 4:8; Mr. 16:19; He. 2:9; Fil. 2:9; Hch. 2:36;
Ap. 1:5; Ef. 1:22; Hch. 5:31; Ap. 19:16; Hch. 7:55-56;
Ap. 2:1; 5:6; He. 4:14-15; 7:25.
Bosquejo
Texto
Después de Su resurrección Cristo ascendió a los cielos, a Dios el Padre. Este fue el
último paso de Su proceso. Efesios 4:8 dice que El “subió a lo alto”. Cristo está
ahora en el lugar más alto del universo. Marcos 16:19 dice que el Señor fue
“recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios”. Estar sentado a la
diestra de Dios equivale a estar en el lugar de mayor honor y autoridad. El está allí
coronado de gloria y de honra (He. 2:9). El fue exaltado hasta lo sumo sobre todas
las cosas y recibió un nombre que es sobre todo nombre (Fil. 2:9).
En Su ascensión, Cristo fue hecho Señor (Hch. 2:36), Soberano de los reyes de la
tierra (Ap. 1:5) y Cabeza sobre todas las cosas (Ef. 1:22). Esto quiere decir que El es
el Soberano del universo, la autoridad suprema en el trono de la administración de
Dios. ¡El es el dueño de todo el universo! Tal vez esto no le impresione tanto porque
usted piensa que, como Cristo es Dios el Creador, El ya era Señor y Gobernante del
universo. Pero debe darse cuenta de que el Cristo que hoy es Señor, no es
simplemente el Señor que creó el universo, sino el Dios que se encarnó para ser
hombre y sigue siendo hombre después de Su resurrección y ascensión. ¡Ahora hay
un hombre en los cielos, quien fue exaltado y establecido como Señor del universo!
Es fácil para nosotros creer que el Dios Creador es el Señor. Pero, ¿puede usted
creer que el hombre Jesús, aquel carpintero humilde, está ahora en el trono como
Señor sobre todo el universo? ¡Aquel hombre insignificante que vino de la
despreciable ciudad de Nazaret fue hecho Cabeza sobre todas las cosas!
Hechos 2:36 dice que en Su ascensión, Jesús fue hecho el Cristo. “Cristo” quiere
decir el Ungido de Dios, Aquel que fue designado por Dios para cumplir Su plan
divino. El Padre envió al Hijo para efectuar la obra de redención y todo lo
relacionado con el propósito de Dios. Así que, el Hijo es llamado el Cristo. Pero,
¿acaso El no era el Cristo antes de Su ascensión? Sí lo era, pero no oficialmente. En
Su ascensión, el Señor fue hecho oficialmente el Cristo.
Sin embargo, este es sólo el aspecto histórico, pues Cristo también tiene que llevar
a cabo una gran obra desde los cielos; ahora El tiene un ministerio celestial.
Cuando Esteban estaba siendo apedreado, él miró hacia el cielo y vio “al Hijo del
Hombre de pie a la diestra de Dios” (Hch. 7:55-56). En Apocalipsis 2:1, Juan vio al
Señor caminando en medio de los siete candeleros de oro. Y en Apocalipsis 5:6, el
mismo Juan vio al Señor como el Cordero, de pie, en medio del trono. ¡No piense
que Cristo está sentado en los cielos sin hacer nada! El está sumamente activo
llevando a cabo Su ministerio celestial. Después de haber sido investido
oficialmente para ejercer Su oficio, El aún tiene que cumplir muchos deberes
importantes. De los varios oficios para los que fue investido en Su ascensión, los
tres más importantes son: gobernar sobre los reyes de la tierra; ser Cabeza sobre
todas las cosas a la iglesia; y ser nuestro gran Sumo Sacerdote.
No pensemos que el hecho de que el Señor nos salvara fue un asunto pequeño,
porque el Señor Jesús tuvo que ejercer Su señorío para lograrlo. El determinó el
país donde debíamos nacer, así es que no fue casualidad que naciéramos en
determinada ciudad. Al contrario, todo detalle fue decidido por Su administración
soberana. Cada uno de nosotros nació en el país indicado, en la ciudad correcta y
en la familia señalada. Al tiempo exacto El nos condujo a Sí mismo, aunque
hayamos estado en Norte América, China, Europa o en América del Sur. El arregló
que el día de nuestra salvación estuviéramos en el lugar preciso para que nos
arrepintiéramos, creyéramos y fuéramos salvos. Si ese día hubiésemos estado en
una ciudad diferente, en Moscú por ejemplo, la oportunidad de ser salvos y de
ahora estar leyendo esta lección quizás nunca hubiera llegado. ¡Fue bajo el
gobierno del Rey que fuimos salvos!
V. NUESTRA COOPERACION
Preguntas
1. ¿Por qué es tan maravilloso el hecho que Jesús fuera hecho Señor y Cabeza
sobre todas las cosas?
2. ¿Por qué decimos que la ascensión de Cristo equivale a Su investidura como
Señor?
3. ¿Cuáles son los tres grandes oficios en los que Cristo fue investido en Su
ascensión? ¿Cómo realiza El estos oficios?
4. Ya que Cristo es el Señor de todo, ¿puede El hacer todo por Sí mismo o
necesita ayuda? ¿Quiénes son Sus ayudantes? ¿Cómo pueden ayudar?
Lección veintidós
Lectura bíblica
Bosquejo
Texto
Cristo pasó por un proceso maravilloso en el que experimentó la encarnación, el
vivir humano, la crucifixión, la resurrección y la ascensión. Cada una de estas
etapas representa un paso adicional en el cumplimiento de la economía de Dios, la
cual tiene como propósito producir la iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, a saber: la
expresión completa y corporativa del Dios Triuno, y la morada mutua de Dios y el
hombre. Como subrayamos en la lección anterior, Cristo como Cabeza en el cielo
requiere que Su Cuerpo en la tierra coordine con El, a fin de llevar a cabo Su
propósito. Sin El nada podemos hacer, pero tampoco El puede hacer nada sin
nuestra cooperación. El asunto crucial en esta coordinación es que ahora Cristo es
el Espíritu. Como tal, El mora en nosotros y nos suministra interiormente, y a la
vez, nos reviste de poder exteriormente para la obra.
Muchos versículos bíblicos declaran que Cristo está en nosotros (Ro. 8:10; 2 Co.
13:5; Gá. 2:20; Col. 1:27). El puede vivir en nosotros porque es el Espíritu. Por
tanto, hay otros versículos que afirman que el Espíritu mora en nosotros (Jn. 14:17;
Ro. 8:11; 1 Co. 6:19; Gá. 4:6). Cuando Cristo era un hombre sobre la tierra, El no
podía vivir dentro de ningún otro hombre. Pero ahora Cristo es el Espíritu (1 Co.
15:45b; 2 Co. 3:17), y a semejanza del aire en la atmósfera, El puede fácilmente
entrar en nuestro ser. Como Espíritu, el Señor nos regeneró, es decir que nuestro
espíritu nació del Espíritu (Jn. 3:6); esto implica que ahora Cristo mora en nuestro
espíritu (2 Ti. 4:22).
Por medio del Espíritu disfrutamos a Cristo como nuestra vida interior; El es el
Espíritu vivificante. En tal Espíritu disfrutamos a Cristo al leer Su Palabra (Jn.
6:63; 2 Ti. 3:16), al invocar Su nombre (1 Co. 12:3) y al orar (Jud. 20). Esto equivale
a comer, beber y respirar a Cristo, lo cual permite que El se infunda en nosotros
como el Espíritu para nuestro vivir. Del mismo modo en que necesitamos el
alimento material, el agua y el aire para sustentar nuestro cuerpo, así necesitamos
tomar a Cristo como el Espíritu para sustentar nuestra vida espiritual. El es nuestro
pan, agua y aire vivientes. Este es el Espíritu de vida que se imparte en nuestro ser
para nuestro vivir esencial.
Aunque el Señor mora en nosotros, no podemos afirmar que todo nuestro ser ha
sido totalmente impregnado y lleno de El. Aún queda en nosotros mucho de
nuestra vieja naturaleza. Por consiguiente, en lugar de expresar al Señor,
expresamos nuestro egoísmo, orgullo, rebelión y muchas otras cosas ajenas a El.
Así que, tenemos la urgente necesidad de que el Espíritu opere en nuestro interior,
santificándonos y transformándonos.
C. El contenido de la iglesia
B. La propagación de Cristo
Aun Cristo como hombre experimentó los dos aspectos del Espíritu: El nació del
Espíritu Santo esencialmente, y también fue bautizado con el Espíritu
económicamente, a fin de llevar a cabo Su ministerio y Su obra. Todo creyente en
Cristo debe tener esta experiencia doble. El deseo de Dios consiste en obtener una
expresión universal de Sí Mismo, esto es, un hombre corporativo que sea lleno de
Su vida y naturaleza. Dios ha estipulado que esta expresión sea producida mediante
hombres mortales que cooperen y coordinen con El en la tierra. ¡Qué tarea tan
monumental la nuestra! Sin lugar a dudas hemos sido facultados y equipados
generosamente para este fin; Cristo pasó por un proceso extraordinario con miras a
realizar este propósito.
Aquí podemos ver el maravilloso ciclo que es necesario para que se propague el
Cristo resucitado y ascendido. Primero, somos nutridos y llenos de El
esencialmente, y luego nos vestimos con El económicamente. Entonces podemos
ministrarlo a otros para que ellos también lo disfruten como su vida esencial.
Nuestro disfrute esencial del Señor hace posible que llevemos a cabo nuestra labor,
económicamente para extender y propagar al Señor en otros. Pero es necesario que
lo que ministremos a otros, sea aquello con lo que estamos llenos esencialmente.
Ambos aspectos se complementan, es decir, el uno coopera para el cumplimiento
del otro. Nada podemos hacer si carecemos de uno de estos dos aspectos. ¡Alabado
sea el Señor! De esta manera Cristo obtendrá Su Cuerpo sobre la tierra.
Diariamente necesitamos tomar a Cristo como el Espíritu, es decir, como nuestra
propia vida. Así que, debemos llevar a cabo la obra de Dios, la cual consiste en
propagar y multiplicar a Cristo en las personas; ¡tal investidura del Espíritu como
nuestro “uniforme” nos capacita para efectuar esta gran obra!
Preguntas
Lección veintitrés
Lectura bíblica
Bosquejo
Texto
La iglesia ha existido sobre la tierra durante casi dos mil años. Cristo vive ahora
como Espíritu vivificante en millones de creyentes, y a la vez está en los cielos. Ya
que fue dado como Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, El dirige todos los
eventos tanto en el cielo como en la tierra, con miras a la edificación de Su Cuerpo.
Cuando llegue el tiempo determinado, Cristo, quien ahora está en el trono, iniciará
Su regreso a la tierra. Vemos que al final de Apocalipsis El dice: “Sí, vengo pronto”
(22:20). La encarnación del Señor fue Su primera venida, pero este versículo alude
a Su segunda venida. La segunda venida de Cristo iniciará la etapa final de la
economía de Dios, y es una parte muy importante de Su obra.
Nadie sabe el día ni la hora de la venida del Señor, “sino sólo el Padre” (Mt. 24:36).
En el momento preciso Cristo empezará a descender del trono, lo cual será un
descenso oculto y secreto. En Apocalipsis 3:3 y 16:15 dice que Cristo vendrá como
un ladrón, y que por lo tanto, debemos velar. Ningún ladrón viene públicamente ni
anuncia su venida. Apocalipsis 10:1 dice que Cristo vendrá “vestido de una nube”,
lo cual significa que vendrá envuelto o escondido en una nube. Sin embargo, un
poco antes de que El deje el trono, algunos vencedores serán arrebatados, es decir,
llevados a Su trono. Estos vencedores serán los creyentes que en la tierra se hayan
abstenido de la corrupción y la contaminación de las cosas mundanas. Para ellos, el
Señor es su primer y mejor amor. Tales vencedores son llamados “las primicias”
(Ap. 14:4). En cualquier tipo de cosecha siempre hay una parte del fruto que
madura primero; éste es el fruto escogido, las primicias.
Los cristianos seremos juzgados en cuanto a dos áreas: nuestra madurez en vida, y
nuestra fidelidad en el servicio (Mt. 25:1-30). Ser maduros en vida significa que el
Cristo que recibimos haya crecido plenamente, impregnando cada parte de nuestra
alma. Esto quiere decir que nuestra mente, amor y voluntad estén llenas de Cristo,
y que nos hayamos negado a nosotros mismos al tomar la cruz y al permitir que
Cristo, como Espíritu vivificante, ocupe todas estas áreas de nuestro ser.
Ser fieles en el servicio significa ser constantes en nuestra labor externa, la cual
incluye predicar el evangelio para que otros sean salvos, servir en la iglesia y
funcionar en las reuniones. Si hemos de ser recompensados al encontrarnos con el
Señor, debemos haber vivido de una manera apropiada y balanceada en estos
aspectos: tanto en nuestra vida esencialmente, como en nuestro servicio
económicamente.
Los creyentes que hayan madurado y sean fieles recibirán una gran recompensa;
ellos participarán en las bodas del Cordero y en la fiesta de las bodas, junto con los
demás vencedores. Cristo será el Novio y ellos serán la novia. Esto se efectuará en
el aire antes de la venida pública de Cristo. “Bienaventurados los que son llamados
a la cena de las bodas del Cordero” (Ap. 19:9). Mateo 25:10 dice: “Vino el novio; y
las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta”. ¡Este
será un tiempo de gran gozo! Tal disfrute continuará durante todo el reino
milenario, en el cual los santos reinarán juntamente con Cristo sobre todas las
naciones (Ap. 2:26; 20:4).
Hoy en día muchos cristianos piensan que cuando el Señor regrese, todos los
creyentes serán instantáneamente arrebatados para vivir “por siempre felices” con
el Señor. Pero esto no es lo que la Biblia enseña. Tales enseñanzas han engañado y
embriagado a los cristianos. Tal como una droga que produce estupor, éstas
enseñanzas han causado que muchos creyentes vivan hoy en una forma superficial
y descuidada. Incluso muchos de ellos se deleitan en los placeres mundanos y
carnales. A la luz de la verdad revelada en la Palabra de Dios, debemos ser
advertidos en contra de esta clase de vida.
Puede ser que tengamos curiosidad por saber todos los detalles de la venida del
Señor. Pero lo más importante de Su segunda venida es que tomemos como
advertencia el principio revelado en la profecía acerca de Su regreso: si queremos
evitar la gran tribulación venidera, tenemos que madurar. Sólo así seremos
recompensados y evitaremos el castigo cuando estemos ante El en el tribunal de
Cristo. Esto requiere que diariamente volvamos nuestro corazón al Señor para
amarle, ser llenos de El y servirle. Cuando seamos tentados por las cosas
mundanas, recordemos este principio. Cuando prefiramos quedarnos en la cama en
lugar de levantarnos más temprano para disfrutar a Cristo en la Palabra,
recordemos este principio. Todos debemos orar: “Señor, ten misericordia de mí
para que sea parte de las primicias y llegue a ser un vencedor”.
En Apocalipsis 22:12 y 20 el Señor Jesús nos advirtió, diciendo: “He aquí Yo vengo
pronto”. Debemos responder amorosamente: “Amén; sí, ven, Señor Jesús”. Nuestro
deseo debe ser amar al Señor a lo máximo. Tenemos que ser sobrios y velar,
esperando fielmente Su segunda venida. ¡Que por Su misericordia logremos
escapar de la hora de prueba venidera, a fin de encontrarnos con El y ser uno de
Sus preciosos vencedores! ¡Amén! ¡Sí! ¡Ven, Señor Jesús!
Preguntas
1. Explique la venida secreta de Cristo y Su venida pública. Cite referencias
bíblicas.
2. ¿Quiénes serán las primicias?
3. ¿Qué debemos hacer a fin de prepararnos para el tribunal de Cristo?
Lección veinticuatro
CRISTO EN LA ETERNIDAD
Lectura bíblica
Bosquejo
Texto
Al final del reino milenario Satanás será echado al lago de fuego, donde será
quemado eternamente; además, Cristo se sentará en el gran trono blanco para
juzgar a los incrédulos muertos de todas las eras. En Apocalipsis 20 Juan escribió:
“Y vi un gran trono blanco y a Aquel que estaba sentado en él, de delante del cual
huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos. Y vi a los muertos,
grandes y pequeños, de pie ante el trono; y los libros fueron abiertos, y otro libro
fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas
que estaban escritas en los libros, según sus obras ... Y el que no se halló inscrito en
el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego” (vs. 11-12, 15).
Después de este juicio, el antiguo cielo y la antigua tierra pasarán, e iniciará la
eternidad con un cielo nuevo y una tierra nueva (2 P. 3:10; Ap. 21:1). Para ese
tiempo Cristo ya habrá eliminado todo lo negativo del universo, incluyendo a
Satanás y sus seguidores y al mundo entero. Entonces el propósito de las edades se
cumplirá. Mediante la obra de Cristo, el hombre habrá sido completamente
redimido, transformado, glorificado y edificado como la expresión corporativa del
Dios Triuno. ¡Qué Persona tan maravillosa es nuestro Cristo! ¡Qué magnífica es Su
obra!
En la eternidad futura Cristo nutrirá y suplirá a Su pueblo, así como también los
gobernará. Las cosas viejas habrán pasado; el cielo nuevo y la tierra nueva habrán
sido plenamente establecidos; y la Nueva Jerusalén habrá descendido de Dios,
viniendo desde el cielo. La Nueva Jerusalén ciertamente no es una ciudad física;
más bien, ella representa lo que Dios es para Su pueblo, y muestra cómo Dios y Su
pueblo serán mezclados plenamente como una sola entidad. En el centro de esta
ciudad simbólica se halla el trono de Dios y del Cordero, del cual fluye un río de
agua de vida.
A. El Dios redentor
No pensemos que lo único que Dios hará en la eternidad será estar sentado en Su
trono. Debemos entender que de Su trono brota un río de agua de vida, y que por
medio de este río El continuará impartiéndose a nosotros para nuestro disfrute
eterno.
Este río, que es tipificado por los ríos mencionados en Génesis 2:10-14, en Salmos
46:4 y en Ezequiel 47:5-9, representa la abundancia de vida que hay en Su fluir.
Hay un solo río fluyendo en las cuatro direcciones de la ciudad santa, al igual que
los cuatro brazos del único río en Génesis 2:10-14. En nuestra experiencia, este
único río con sus riquezas se convierte en muchos ríos, según lo indica Juan 7:38.
El agua de vida representa a Dios en Cristo como Espíritu, el cual fluye y se imparte
en Su pueblo redimido para ser su vida y su fuente de vida. Esto fue tipificado por
el agua que brotó de la roca hendida (Ex. 17:6; Nm. 20:11), y también por el agua
que salió del costado herido del Señor Jesús (Jn. 19:34). Finalmente, esta agua de
vida llega a ser un río que sale del trono de Dios y del Cordero para suplir y regar a
toda la Nueva Jerusalén. De modo que, la ciudad se llena de la vida divina a fin de
expresar la gloria de la vida de Dios.
C. El árbol de la vida
Apocalipsis 22:2 dice: “Y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida”. El
hecho de que el árbol de la vida crece a ambos lados del río, indica que este árbol es
una vid, la cual se extiende siguiendo el cauce del agua de vida, a fin de que el
pueblo de Dios la tome y la disfrute. Esto cumplirá por la eternidad lo que Dios se
había propuesto desde el principio (Gn. 2:9). Debido a la caída del hombre, el
acceso al árbol de la vida fue cerrado a la humanidad (Gn. 3:22-24); sin em- bargo,
fue reabierto a sus creyentes mediante la redención de Cristo (He. 10:19-20). Hoy
en día, el disfrute que tenemos de Cristo como árbol de la vida es la porción común
de los creyentes (Jn. 6:35, 57). En el reino milenario, sólo los vencedores
disfrutarán a Cristo como el árbol de vida, lo cual será una recompensa particular
para ellos (Ap. 2:7). Finalmente, en el cielo nuevo y la tierra nueva todos los
redimidos disfrutarán a Cristo como el árbol de la vida por la eternidad, lo cual será
su porción eterna (22:14, 19).
Preguntas