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Latifundio

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A pesar de su gran extensión y su enorme producción de dátiles, el Palmeral de


Elche no debería considerarse como un latifundio, ya que su propiedad está muy
subdividida y ocupada por agricultores directos. Además, el monocultivo
predominante, en este caso, el de palmeras datileras, aunque es una característica
de la mayoría de los latifundios, no lo es en este caso, sino que ha ido creciendo
por agregación de las parcelas que hacen uso de las características ecológicas del
sitio: clima muy seco y alimentación freática de las raíces de los árboles, que
ocupan la llanura final de la cuenca del río Vinalopó, en la provincia de Alicante,
España.
Latifundio (del latín latifundĭum)1 es una explotación agraria de grandes
dimensiones. La extensión necesaria para considerar una explotación latifundista
depende del contexto: en Europa un latifundio puede tener algunos cientos de
hectáreas. En América Latina puede superar fácilmente las 10 mil.

En términos de propiedad, es equivalente a una gran propiedad agraria; aunque no


necesariamente propiedad y explotación coinciden: una explotación puede
constituirse con varias propiedades de propietarios distintos (por arrendamiento,
cooperativa u otro tipo de cesión o asociación) y una propiedad puede estar
dividida en varias fincas o parcelas, así como ser explotada por diferentes
empresarios agrícolas, tanto de forma directa (por el propietario, aunque dado el
tamaño necesariamente habrá de hacerlo mediante mano de obra asalariada
-jornaleros-) o indirecta (por arrendatarios).

En el uso habitual del término en la época contemporánea, muy cargado de rasgos


peyorativos, se entiende a los latifundios como caracterizados por un uso
ineficiente de los recursos disponibles, aunque ello no siempre resulta así, ya que
también existen (en América Latina, por ejemplo), explotaciones de gran tamaño que
constituyen modelos de eficiencia productiva. Es necesario señalar que no siempre
los conceptos de explotación y propiedad van de la mano: una explotación de gran
tamaño puede consistir de diversas propiedades de diferentes dueños (ya sea por
cooperativa, arrendamiento u otra clase de asociación o cesión) por lo que no se
podría considerar como un verdadero latifundio.

Aparte de la extensión, existen otros elementos característicos de lo que se conoce


como latifundismo: bajos rendimientos unitarios, utilización de la tierra por
debajo de su nivel de máxima explotación, baja capitalización, bajo nivel
tecnológico, mano de obra empleada en condiciones precarias y, en consecuencia, con
bajo nivel de vida. El latifundismo ha sido tradicionalmente una fuente de
inestabilidad social, excepto en las áreas de nuevo desarrollo (agricultura
pionera) donde escasea la mano de obra. Para solucionar los problemas originados
por los latifundios, se han probado diversas fórmulas, dependientes del tipo de
gobierno en el que se encontraban: desde el cambio de estructura de la propiedad
(reforma agraria), con expropiaciones incluidas, hasta la modernización de la
explotación (agricultura de mercado).

Los latifundios se formaron por causas históricas, especialmente coincidiendo con


conquistas militares y colonizaciones (en la formación del Imperio de la antigua
Roma, en las invasiones germánicas, en la Reconquista española, en la colonización
europea de América de los siglos XVI-XVIII, etc.) o con cambios políticos y socio-
económicos (en la feudalización de Europa oriental de los siglos XIV al XVIII, en
los enclosures británicos de los siglos XVIII y XIX, en la desamortización española
del siglo XIX, en la colectivización de la propiedad en la Unión Soviética etc.).

Las características físicas del terreno (llanuras, valles, montañas) también


tuvieron mucha importancia en el desarrollo o en la limitación del latifundismo.
Como resulta obvio, el latifundismo se adapta mejor a las zonas de llanura que a
las de montaña, donde históricamente siempre ha predominado el minifundismo por las
propias dificultades que presenta el relieve.

Índice
1 Latifundios en la antigua Roma
2 La Edad Media y el feudalismo
3 La Edad Moderna
4 La Edad Contemporánea
5 Relación entre latifundismo y grado de desarrollo
6 Aspectos socioeconómicos y políticos
7 Notas
8 Véase también
9 Enlaces externos
Latifundios en la antigua Roma
Las grandes propiedades agrícolas y el cultivo a gran escala alcanzaron notable
desarrollo durante la República romana. Se cree que el desarrollo del cultivo a
gran escala se debió a la generalización del cultivo del trigo en sustitución de
otros cereales, como la espelta. El trigo era mayoritariamente importado de
Sicilia, primero, y posteriormente, de África y Egipto. También se expandió
notablemente el uso masivo de esclavos, que en vano se procuraba restringir por
modificaciones legislativas, como la ley del 367 a. C. que obligaba a tener un
número similar de asalariados libres y de esclavos.

Las reformas de los Gracos habían repartido 80.000 pequeñas parcelas, entre los
proletarii ("los que crían hijos", término aplicado a los pobres sin tierra), que
se habían multiplicado en Italia. En tiempos de Sila se repartieron aún más, unas
120.000, muchas de ellas para sustituir a los muertos en las guerras. Pero los
repartos apenas se extendieron más allá de Italia. A pesar de todo, la pequeña
propiedad fue progresivamente absorbida. En provincias, los propietarios locales
ricos crecían a costa de los pequeños campesinos, quienes, abrumados por las cargas
(especialmente por las continuas levas militares), debían abandonar sus tierras o
venderlas a bajo precio. Los publicani y otros inversores en tierras (mercaderes,
negociantes...), se convertían en grandes propietarios. La legislación también
intentó intervenir la extensión de los latifundios fuera de Italia: para garantizar
el monopolio de los vinos y aceites procedentes de los latifundios italianos de la
clase senatorial romana, se prohibió el cultivo de la vid y el olivo más allá de
los Alpes, y también la importación de vinos de otras zonas del Mediterráneo
(Grecia), obligando a los latifundios de las provincias a dedicarse a la ganadería,
menos rentable; mientras las pequeñas propiedades que no se dedicaban a la
ganadería, al no poder cultivar la vid y el olivo, sólo servían para una
agricultura de subsistencia.

La Edad Media y el feudalismo


Durante la Edad Media se introdujo un nuevo sistema social y agropecuario. Los
señores feudales dominaban la propiedad de la tierra mientras que los siervos de la
gleba tenían pequeñas parcelas que usaban en un tipo de agricultura de
subsistencia, a cambio de la protección militar. Surgen así, poblados fortificados
o ciudades acrópolis en torno a castillos, para facilitar la defensa. En el primer
caso, la población, aunque básicamente tuviera un medio de vida basado en la
agricultura y/o ganadería, estaba completamente rodeada por una muralla, que
generalmente estaba abierta por puertas a los cuatro puntos cardinales (por
ejemplo, Madrigal de las Altas Torres). En el segundo lugar, se ubicaba un castillo
bien fortificado en un cerro y las viviendas del pueblo se ubicaban al pie del
mismo como sucede en Almansa.

La Edad Moderna
El sistema feudal continuó durante varios siglos, aunque tomando diversas formas
durante la aparición de los Estados nacionales y, sobre todo con la formación de
los imperios coloniales europeos, que se expandieron sobre extensos territorios del
continente americano. Así, el imperio español en Hispanoamérica fue repartiendo las
tierras y sus habitantes indígenas entre los conquistadores a través de las
instituciones conocidas como Repartimientos y Encomiendas. En el caso de los
cultivos de plantación y los hatos ganaderos, surgieron los primeros latifundios
agrarios en la América Latina, sustituyendo gradualmente la mano de obra indígena
por esclavos de origen africano, principalmente procedentes de los países del Golfo
de Guinea. Los cultivos de plantación, las grandes haciendas y los extensos hatos
pecuarios fueron la base de un activo comercio entre América y Europa, que se
consolidó en el siglo XVIII y, sobre todo en el XIX, ya iniciándose la Edad
Contemporánea mediante las enormes transformaciones que ocurrieron en el mundo con
la Ilustración, la Independencia de los Estados Unidos, la Revolución Francesa, La
Independencia de los países iberoamericanos, la Revolución Industrial (que dio
origen a una verdadera revolución agrícola), el éxodo rural por la emigración de
campesinos hacia las grandes ciudades, el desarrollo de las comunicaciones y
transporte (ferrocarril y barcos de vapor) y el extraordinario desarrollo del
comercio que todos esos hechos produjeron.

La Edad Contemporánea

Sembradío de soja en la Pampa de Argentina.


Después de la Independencia de los países hispanoamericanos, del Brasil y de otras
regiones, los grandes latifundios coloniales continuaron en manos de una oligarquía
terrateniente, aumentando la extensión de las explotaciones al desarrollarse la
navegación transoceánica y el comercio internacional, con lo que las necesidades de
alimentos y materias primas crecieron considerablemente a escala mundial. En la
segunda mitad del siglo XIX, comienzan a liberarse los esclavos en muchos países de
todo el mundo y la mano de obra formada por los esclavos vino a ser sustituida por
peones, siendo el peonaje un sistema similar a la servidumbre feudal de la Edad
Media cambiando la protección militar por un pago en dinero o en especie.

Relación entre latifundismo y grado de desarrollo

Campos de maíz de gran tamaño constituyen el cultivo desarrollado más


extensivamente en la región estadounidense denominada, muy apropiadamente, Corn
Belt la cual ha venido diversificándose recientemente para incluir otros cultivos,
como otros cereales y leguminosas como la soya o soja.
Los latifundios son parcelas de grandes extensiones y ya que su tamaño es de
dimensiones enormes, permiten un cultivo mucho más productivo lo que a su vez
produce un mayor rendimiento de los recursos económicos. Todas estas ventajas
resumirían la mayor cantidad de producción y la reducción de los precios de los
productos resultantes, más baratos en el mercado, lo que produce en definitiva un
desarrollo económico. En otras palabras, por la superioridad técnica de la gran
producción,2 el latifundio debería permitir la producción a gran escala y a bajos
precios, de materias primas para la alimentación y la agroindustria. Sin embargo,
en varios países la gran propiedad de la tierra no ha conducido al desarrollo de la
agricultura, debido a que se producen procesos de acaparamiento, con fines de
especulación con el precio de la tierra.

Keynes consideraba que puede presentarse el fenómeno de una preferencia por la


acumulación de tierra, por la existencia de una especie de prima por la tenencia de
tierra, cuyo efecto para retardar el desarrollo económico puede ser semejante al de
una alta "preferencia por la liquidez".3 Para Marx, la concentración de la
propiedad de la tierra en manos de los grandes terratenientes les permite sustraer
de la producción grandes áreas, con el objetivo de elevar su renta, de manera que
la gran propiedad territorial se levanta como un obstáculo para la inversión
sostenida de capital en la agricultura,4 que causa, además, un bajo nivel de los
salarios.5
Por otra parte, históricamente se han registrado casos de desarrollo rápido de la
agricultura a partir de la pequeña propiedad. Vietnam empobrecido por la guerra,
pero sin latifundio, con fincas que no superan las 6 hectáreas6 pasó de ser un
importador en 1981, a ser el segundo exportador mundial de arroz, y además llegó a
ser en 2012 el segundo productor y primer exportador mundial de café,7 siendo
además segundo exportador de nuez de marañón y, un gran productor de ñame, té y
carne de aves.8910 En Colombia, varias investigaciones han encontrado que la
agricultura campesina puede alcanzar y en algunos casos sobrepasar la eficiencia de
grandes explotaciones,11 concluyendo que, independientemente del tamaño de la
escala de su unidad productiva, los agricultores pueden ser eficientes cuando
acceden a los recursos y el entorno lo permite.12 En 2013, en Ucrania, una
investigación estableció que frecuentemente las grandes fincas no son las más
rentables.13 Es necesario tener en cuenta además, que las condiciones técnicas de
cada cultivo determinan que es necesario tener en cuenta las especificidades de
cada caso, por lo que la gran explotación no es necesariamente la mejor.2

Aspectos socioeconómicos y políticos

Estatua de Ricaurte en San Mateo, en la Hacienda Bolívar, dedicada a la caña de


azúcar hasta la segunda mitad del siglo XX, cuando fue gradualmente cambiada por el
cultivo de bananas (plátanos y cambures), como puede verse en la imagen.
En la crítica del latifundismo predominan dos enfoques: el socioeconómico y el
político.

La crítica que se le ha hecho al latifundismo a lo largo de la historia desde el


punto de vista social es la rigidez de los aspectos que marcan la producción
latifundista en lo que respecta a los medios de producción (capital y trabajo). Por
ejemplo, una gran plantación de caña de azúcar tiene que ser una empresa de mucho
capital con muy poca mano de obra por unidad de superficie porque si queremos
subdividirlas en pequeñas parcelas para darle trabajo a muchos más campesinos el
resultado es, inevitablemente, el fracaso a no ser, evidentemente, que se cambie el
cultivo de la caña de azúcar por otros cultivos más rentables como los plátanos,
mangos, naranjas u otros. Estas ideas están desarrolladas en el libro de Ester
Boserup14 quien señala que con el aumento de la población y de la producción
agrícola, la concentración de la población en centros urbanos resulta prácticamente
inevitable. Así, Boserup señala que el cambio tecnológico de la agricultura se
produce al llegar a un punto crítico la tasa de densidad demográfica con lo cual,
no solo aumenta la concentración demográfica en las ciudades, sino que se modifica
también la situación en el campo con el desarrollo técnico, el aumento de la
producción y, sobre todo, la diversificación de la economía, con el inicio y
crecimiento de empresas industriales y de servicios. La diferencia entre las dos
opciones marca un proceso de cambio a nivel mundial que se ha venido produciendo en
los pasados 100 a 150 años: la disminución de la población campesina por el éxodo
rural obliga a los agricultores que quedan a adquirir más tierras (las de los
emigrantes) que tendrán que trabajar con el empleo de una mayor cantidad de
máquinas (aumento del capital) y sobre todo, también lo obligan a un cambio en los
tipos de cultivo que les permitan una mayor productividad y rendimiento por
hectárea.
La crítica del latifundismo que se ha venido haciendo desde el punto de vista
político se opone radicalmente a lo que se ha señalado en el punto anterior. Así,
la idea de una política anti-latifundista se ha venido expresando en las
constituciones de algunos países latinoamericanos, como sucede en Ecuador con la
Constitución de 1998, la cual señala en su artículo 267 que se proscribirá el
acaparamiento de la tierra y el latifundio (15) o en la Constitución venezolana
donde se señala expresamente que el régimen latifundista es contrario al interés
social.16 Ello sería una idea positiva y efectiva si hubiera ido acompañada de un
cambio de la tecnología, nuevos tipos de cultivo, preparación de la población
trabajadora para adaptarse a los nuevos sistemas agrícolas y, sobre todo, de la
mejora de la infraestructura del medio rural (electricidad, vialidad, dotación de
servicios, etc.), que es deber de cualquier estado moderno. Evidentemente, este
proceso no se ha cumplido en Venezuela, lo que ha llevado a un grave deterioro de
la producción y productividad agropecuarias. El mismo trabajo de Ester Boserup o el
de Luelmo (17) servirían para ampliar estas ideas.
La crítica jurídica del latifundismo ha tenido consecuencias prácticas, en la
medida en que varios países han incorporado en sus constituciones el concepto de
función social de la propiedad,18 que obliga a los grandes propietarios a
preocuparse por el adecuado aprovechamiento de sus predios para bien de la
sociedad, de manera que su objetivo principal no sea la especulación con los
precios de la tierra, sino que contribuyan con el desarrollo económico y con el
bienestar social y cultural de la población, que eleven los salarios reales de los
trabajadores y mejoren sus condiciones de vida y que respeten el medio ambiente y
los ecosistemas.19
Notas
Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española (2014).
«latifundio». Diccionario de la lengua española (23.ª edición). Madrid: Espasa.
ISBN 978-84-670-4189-7.
Kautsky, Karl (1899) La Cuestión Agraria. París: Ruedo Ibérico, 1970.
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Marx, Karl (1894) El Capital III: 702-707. México. Fondo de Cultura Económica, 2ª
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Marx, Karl op. cit. p. 586.
Nova González, Armando (2011) “La agricultura en Vietnam y el nuevo modelo
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FAO (2012) “Vietnam destrona a Brasil como el primer exportador mundial de café”.
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Boserup, Ester. Los determinantes del desarrollo en la agricultura. Madrid:
Tecnos, 1967.
Constitución de Ecuador de 1998, artículo 267
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Luelmo, Julio. Historia de la agricultura en Europa y América. Madrid: Ediciones
Istmo, 1975.
Pasquale, María Florencia (2014). «La función social de la propiedad en la obra de
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Orrutea, Rogério Moreira (1998) Da Propriedade e sua Função Social no Direito
Constitucional Moderno. 1ª ed., Londrina: UEL.
Véase también
Tierra arable
Caciquismo (España)
Cleptocracia
Manzana (unidad de superficie)
Hectárea
Integración parcelaria
Minifundio
Pequeña propiedad
Hacienda
Encomienda
Cortijo
Terrateniente
Tierra
Tierra (economía)
Plantación
Propiedad
Propiedad de la tierra
Estructura económica
Geografía rural
Paisaje agrario
Enlaces externos
Antonio García, Las Estructuras Latifundistas en América Latina, Bogotá: Instituto
Interamericano de Ciencias Agrícolas, 1969.
Luelmo, Julio. Historia de la agricultura en Europa y América. Madrid: Ediciones
Istmo, 1975.
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