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EL RASGO GARANTISTA EN LOS PROCESOS PENALES

La Garantía es considerada como una institución de Derecho Público, que tiene por
finalidad proteger al individuo de los poderes como puede ser la sociedad o el Estado,
haciendo efectivo el goce de los derechos subjetivos. Esta protección de los derechos
subjetivos tiene su correlato en las garantías constitucionales, que no son sino los
derechos o libertades fundamentales que parten del reconocimiento de la dignidad del
hombre constitucionalizados, inalienables e imprescriptibles, que pueden ser
contrapuestos frente a la intervención del Estado y sus poderes públicos, aún contra la
sociedad y otro individuo.
Al respecto, conforme sostiene Ferrajoli (2016): “´garantismo´ y ´derecho penal mínimo
´ son, en efecto, términos sinónimos que designan un modelo teórico y normativo de
derecho penal capaz de minimizar la violencia de la intervención punitiva –tanto en la
previsión legal de los delitos como en su comprobación judicial– sometiéndola a
estrictos límites impuestos para tutelar los derechos de la persona” (p.12). La tutela de
los derechos de la persona implica no solo dotarle de una serie de instrumentos jurídicos
capaces de impedir el abuso del poder, sino también mecanismos y recursos eficientes
para su defensa. En ese propósito Ferrajoli (2016) afirma: “Por lo que respecta al delito,
estos límites son las garantías penales sustanciales: desde el principio de estricta
legalidad o taxatividad de los hechos punibles, a los de su lesividad, materialidad y
culpabilidad. Por lo que respecta al proceso, se corresponden con las garantías
procesales y orgánicas: la contradictoriedad, la paridad entre acusación y defensa, la
estricta separación entre acusación y juez, la presunción de inocencia, la carga
acusatoria de la prueba, la oralidad y la publicidad del juicio, la independencia interna y
externa de la magistratura y el principio del juez natural. Las garantías penales se
orientan a minimizar los delitos, es decir, a reducir al máximo lo que el poder legislativo
puede castigar, las garantías procesales se orientan a minimizar el poder judicial, es
decir, a reducir al máximo sus márgenes de arbitrio” (p.12).
Ferrajoli considera como garantía a toda obligación correspondiente a un derecho
subjetivo, entendiendo por «derecho subjetivo» toda expectativa jurídica positiva (de
prestaciones) o negativa (de no lesiones). Afirma Ferrajoli (2007): Son, por tanto,
garantías, respectivamente positivas y negativas, las obligaciones de prestación y las
prohibiciones de lesión correspondientes a esas particulares expectativas que son los
derechos subjetivos, sean patrimoniales o fundamentales. Pero también son garantías las
obligaciones correspondientes a las particulares expectativas de reparación, mediante
sanción (para los actos ilícitos) o anulación (para los actos no válidos), que se generan
con la violación de los derechos subjetivos.
Es posible afirmar que el proceso penal tiene como misión ejercer una tutela capaz de
minimizar la violencia y de maximizar la libertad, así como crear un sistema de vínculos
impuestos a la potestad punitiva del Estado en garantía de los derechos de los
ciudadanos, o sea, una auténtica e indiscutible representación garantista del proceso
penal; entendido así, el proceso penal se dirige siempre a alcanzar un adecuado
equilibrio entre eficacia y garantía.
BIBLIOGRAFIA
Ferrajoli, L. (2016). Garantismo penal: La fuente del sistema acusatorio. Colección de
lecturas jurídicas. México, primera edición: impreso en talleres de estampa artes
gráficas S.A.
Ferrajoli, L. (2007). Garantías. Aula virtual de Derecho Procesal Penal de la Facultad
de Derecho de la Universidad Nacional de Mar de Plata, noviembre 18.
Recuperado de https://procesalpenal.wordpress.com/2007/11/18/garantiasarticulo-de-
luigi-ferrajoli/.

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