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coexistencia y conflictos
minorías religiosas en la península ibérica
durante la edad media
Granada
2015
Colección Historia
5. Una reciente puesta al día sobre estos asuntos en MASUD, M. K., MESSICK,
B. y POWERS, D. S. (eds.): Islamic Legal Interpretation. Muftis and iheir Fatwas,
Londres, 1996.
16 alejandro garcía sanjuán
La línea pragmática
yubah al-maqam fi dar al-harb fi qiyad ahl al-kufr), matiza esta primera
afirmación con varios casos en los que habitar o entrar en el dar al-harb
no supone la pérdida de la cualidad de persona íntegra ( ‛adala): cuando
se reside por obligación (dararan),por motivos piadosos, como el deseo
de llevar a los infieles al ‘camino recto’ (al-hidaya) o apartarlos de una
determinada aberración (dalala), o para liberar prisioneros (fakkak al-
asir). Respecto a quien entra en territorio infiel voluntariamente para
comerciar, señala que existen divergencias en la escuela málikí sobre
la recusación de su testimonio (ijtalafa al-madhhab fi radd shahadat
al-dajil ijtiyaran li-tiyara) frente a la opinión resueltamente contraria
manifestada por al-Wansharisi16. Eso sí, defiende como regla general el
principio de inocencia: si respecto a una persona se tiene certeza de su
‛adala pero hay dudas respecto al motivo de su residencia en territorio
infiel, debe optarse por excusarlo. Por otra parte, señala que el hecho
de que un cadí justo sea nombrado por un infiel, bien por necesidad
o a petición de los súbditos (li-talab min al-ra‛iyya), no cuestiona su
autoridad (hukm) ni el carácter imperativo de sus sentencias (ahkam),
‘pues es como si lo hubiese nombrado un príncipe musulmán’ (kama
law walla-hu sultan muslim). Como señala A. L. Udovitch, esta fetua
legitima toda la vida institucional musulmana en la Sicilia cristiana17 y
yo añadiría que, aunque de manera implícita, apoya el derecho de los
musulmanes sicilianos a permanecer en su tierra, pues al alegar como
eximente de emigración la obligatoriedad (idtirar), lo hace sin especi-
ficar si se trata de obligación por parte de las autoridades cristianas o
por necesidad física o económica.
Similar es el caso de la opinión emitida en la primera mitad del siglo
XV por el muftí ‛Abd Allah al-‛Abdusi de Fez (m. 849/1445)18, según
16. Sobre el tema de las relaciones comerciales existe otro interesante texto en
AL-WANSHARISI, al-Mi‛yar, VI, 306 y 317-319; traducción parcial en LAGARDÉRE,
V.: Histoire et Société. Analyse du Mi‛yar d’al-Wansharisi, Madrid, 1995, 128-129, n° 68.
17. UDOVITCH, A. L.: ‘Can Muslims Live Under Infidel Rule? A Tale of Two
Fatwas’, Princeton Papers in Near Eastern Studies, 2 (1993), 83-104 (cita en la página 84).
18. Esta fetua está incluida en al-Mi‛yar al-yadid, de AL-WAZZANI, III, 20-21
y MERCIER, P. tradujo un resumen al francés en IBN HUDHAYL: La parure des
cavaliers et l’insigne des preux, París, 1924, II, 60-61.
coexistencia y conflictos entre minorías 21
19. Existen tres copias: una en árabe, publicada y traducida al inglés por
HARVEY, L. P.: ‘Crypto-Islam in sixteenth century Spain’, Actas del I Congreso de
Estudios Islámicos (Córdoba, 1962), Madrid, 1964, 163-178 y dos en aljamiado,
publicadas por LONGAS, P.: La vida religiosa de los moriscos, Madrid, 1915, 305-307
y CANTINEAU, J.: ‘Lettre du moufti d'Oran aux musulmans d'Andalousie’, Journal
Asiatique, CCX (enero-marzo 1927), 1-17. Asimismo fue estudiada por SABBAGH,
L. en ‘La religión des morisques’.
22 alejandro garcía sanjuán
Conclusiones
Introducción
1246-7 mayo 1247), sin tan siquiera mencionar que se produjo mediante
un pacto. De esta forma, sólo tres autores aluden al mismo, aunque, como
he dicho, apenas ofrecen información sobre su contenido y significado: Ibn
al-Jatib alude a él como al-silm al-kabir (‘el gran pacto’), fechándolo en el
643 (29 mayo 1245-18 mayo 1246) e indicando que supuso la entrega
de Jaén; por su parte, al-Maqqari hace una referencia en relación a los
comienzos de Ibn al-Ahmar y no menciona la entrega de Jaén, por lo que
tal vez no esté hablando del mismo pacto. Únicamente Ibn ‛Idhari ofrece
una información algo más completa sobre el mismo, al que se refiere como
silm y sulh y fecha en el año 643; respecto a sus cláusulas, señala que fue
establecido por una duración de veinte años y supuso la entrega de Jaén
y de las fortalezas (husun y ma‛aqil) de su jurisdicción; en cuanto a la
población jiennense, afirma que todo musulmán con uso de razón (‛aqil)
abandonó la ciudad, mientras que otros se quedaron con los cristianos
en condición de mudéjares (mudayyanin). Más adelante señala que en el
año 662 (4 noviembre 1263-23 octubre 1264), Ibn al-Ahmar acudió a
Sevilla para renovar el pacto, tal y como se había acordado en el 6438.
Como puede comprobarse, salvo por lo que se refiere a la entrega
de Jaén, la información procedente de ambos tipos de fuentes (árabes
y castellanas) no coincide, sino que más bien presenta un carácter
complementario, en el sentido de que aluden a aspectos distintos: pago
de parias y obligación de acudir a cortes, por un lado, y entrega de
fortalezas y destino de la población local por otro.
Principales consecuencias
8. IBN ABI ZAR‛, Rawd al-qirtas, 277 y II, 529 trad.; IBN AL-JATIB, al-
Ihata, II, 95 y 99; trad. P. DE GAYANGOS, The History of the Mohammedan Dynasties
in Spain, II, 344; y al-Lamha al-badriyya, trad. J. Mª. CASCIARO, Historia de los
reyes de la Alhambra, 36 y 42; AL-MAQQARI, Nafh, I, 448 y II, 341 trad. e IBN
IDHARI, al-Bayan al-mugrib, 367 y 430 y II, 162 trad.
coexistencia y conflictos entre minorías 29
Sin duda otra de las principales consecuencias del pacto fue la par-
ticipación de Ibn al-Ahmar junto a las tropas castellanas en diversas
acciones militares. Pocos meses después del pacto de Jaén, en septiembre
del mismo año 1246, Ibn al-Ahmar se unió en Carmona a Fernando
III y participó como su vasallo con 500 caballeros en la conquista
de Alcalá de Guadaíra, dando cumplimiento al deber de auxilium:
los habitantes de Alcalá prefirieron entregarse a su correligionario,
quien transmitió el control del castillo a ‘su sennor’ el rey Fernando.
A continuación, junto al infante Enrique y el maestre de Calatrava
fue enviado por el rey a devastar los campos de Jerez10. Satisfecho de
su actuación, Fernando III ordenó entonces al nazarí que retornase a
Granada, ‘et el rey moro se torno, segunt le fue mandado, muy pagado
otrosy de su sennor’11.
Más tarde, entre las huestes que desde Carmona llevaron a cabo
la conquista de la zona de Sevilla se cita a la de Granada12 pero a lo
largo de las numerosas páginas que la Primera crónica general dedica
al relato del asedio de Sevilla no hay ninguna mención explícita a la
participación de los granadinos13. En cuanto a las fuentes árabes, son
también muy parcas al hablar de la participación de Ibn al-Ahmar en
la conquista de Sevilla: Ibn al-Jatib e Ibn ‛Idhari no lo mencionan,
al-Maqqari alude de forma furtiva a su presencia junto a Fernando
III en el asedio, mientras que Ibn Jaldun, algo más expresivo, señala
que los sevillanos padecieron el dolor de ver a Ibn al-Ahmar junto al
rey cristiano, ayudándolo a sitiar la ciudad 14.
Por un lado, Ibn ‛Idhari afirma expresamente que Sevilla (así como
Jerez y Niebla), no quiso entrar en el pacto firmado por Ibn al-Ahmar
12. ‘Et cuando el rey a Carmona llego, la hueste auia çinco dias que llegara y;
mas desque el rey fue llegado, todo fue estroydo: huertas et vinnas et panes, quanto
fuera de las puertas ouo. Alli se le fue llegando al rey muy grant gente de conceios
quel venian de parte de Leon; de Coria, de Granada et de Montanches, de Medelin,
de Cançres, et de otros muchos logares’, Primera crónica general, 749, nº 1075.
13. Primera crónica general, 750-767, nº 1076 a 1124.
14. IBN ‛IDHARI, al-Bayan al-mugrib, 380 y 384 y II, 187-188 trad.; AL-
MAQQARI, Nafh, I, 448 y II, 341 trad. e IBN JALDUN, Kitab al-‛ibar, trad. M.
DE SLANE, Histoire des berbères, II, 322.
15. Cf. la reconstrucción de los hechos que a continuación se exponen realizada
por I. DE LAS CAGIGAS, Sevilla almohade y últimos años de su vida musulmana,
Madrid, 1951, 23-27.
coexistencia y conflictos entre minorías 31
16. IBN ‛IDHARI, al-Bayan al-mugrib, 367 y 430; II, 162-163 y 285 trad.
17. Sobre este concepto, cf. Encyclopedie de l’Islam, Leiden (en adelante E.I.2),
IV, 1128-1130, s.v. al-khassa wa-l-‛amma (M. A. J. BEG). El papel de la amma en
las épocas califal y taifa ha sido analizado por Ahmad AL-TAHIRĪ, ‛Ammat Quruba
fi asr al-jilafa, Rabat, 1989 y Dirasat wa-mabahith fi tarij al-Andalus: asray al-jilafa
wa-l-tawa’if, Casablanca, 1993, 9-17, 21-33 y 111-124.
18. Sobre este concepto, cf. E.I.2, I, 1146-1147 (E. TYAN).
19. IBN JALDUN, Kitab al-‛ibar, trad. M. DE SLANE, Histoire des berbères, II,
320; IBN ABI ZAR‛, Rawd al-qirtas, 275 y II, 527 trad. e IBN ‛IDHARI, al-Bayan
al-mugrib, 296 y 303; Crónica latina de los reyes de Castilla, ed. y trad. L. CHARLO
BREA, Cádiz, 1984, 76-77.
Abu-l-Hasan al-Nubahi realiza una mención indirecta a la presencia de Ibn Hud en
Sevilla hacia el año 630, al biografiar al cadí Muhammad b. al-Hasan b. Muhammad
b. al-Hasan al-Nubahi: éste accedió al cadiazgo de Málaga en el 626 (30 noviembre
1228-19 noviembre 1229) y permaneció en el cargo alrededor de cuatro años, es
decir, hasta el 630, al cabo de los cuales la gente de Málaga lo agravió e injurió,
acusándolo de rebelarse contra el emir Ibn Hud. Salió de Málaga al encuentro de Ibn
Hud, en dirección a Sevilla, para informarlo de esos hechos y pedirle que lo depusiera
del cadiazgo, pero en el camino se encontró con Abu ‛Abd Allah al-Ramimi, visir
de Ibn Hud, quien lo devolvió a Málaga y después lo llevó a Granada, donde fue
encarcelado. Cf. AL-NUBAHI, Tarij qudat al-Andalus, ed. E. Lévi-Provençal, El Cairo,
1947, 112-113. Esta información es confirmada por Ibn ‛Askar, apud J. VALLVÉ,
‘Una fuente importante de la historia de al-Andalus’, 261.
32 alejandro garcía sanjuán
Según Ibn Abi Zar‛, Ibn Hud pactó con los cristianos (al-‛aduww) a
cambio de unas parias de mil dinares diarios, probablemente para poder
dedicarse a recuperar Sevilla: el enfrentamiento entre ambos bandos (Ibn
Hud contra al-Bayi e Ibn al-Ahmar) habría tenido lugar en el 631 (7
octubre 1233-25 septiembre 1234). Ibn ‛Idhari fecha el pacto de Ibn
Hud con los cristianos en el 630 y en el 631 su derrota ante Ibn al-
Ahmar. Ibn Jaldun no menciona el pacto con los cristianos, sino que
afirma que Ibn Hud asedió la ciudad, ante lo que al-Bayi buscó la ayuda
de Ibn al-Ahmar y ambos lo derrotaron. La Crónica latina señala que
en el verano de 1235 Ibn Hud acordó la paz con Alvar Pérez hasta
mayo del año siguiente a cambio de unas parias de 430.000 maravedíes.
Finalmente, en su biografía de Ibn Hud, Ibn al-Jatib afirma que Ibn
al-Ahmar derrotó al emir murciano dos veces, primero en las afueras
de Sevilla y luego en Elvira, ambas en el año 63420.
Tras la derrota de Ibn Hud, Ibn al-Ahmar logró apoderarse de Sevi-
lla, aunque efímeramente. De nuevo las crónicas árabes difieren en sus
respectivos relatos, primero respecto a la fecha en que el nazarí logró
el control de la ciudad, oscilando entre el 629 (Ibn al-Jatib), el 631
(Ibn Abi Zar‛ e Ibn Jaldun) o el 632 (Ibn ‛Idhari y al-Maqqari). En
cuanto a la forma en que se produjo la ocupación, hay también varias
versiones: Ibn ‛Idhari habla de una hila o estratagema; al-Maqqarī,
en cambio, menciona un sulh o pacto por el que al-Bayi se uniría en
matrimonioa la hija de Ibn al-Ahmar e Ibn Jaldun señala que Ibn al-
Ahmar mandó a su pariente Ibn Ashqilula a apoderarse del campo de
al-Bayi quien, tras su regreso a la ciudad, había hecho erigir sus tiendas
en una zona extramuros. No obstante, hay coincidencia respecto a dos
aspectos: a) tras la entrada de Ibn al-Ahmar, al-Bayi (y su visir Abu
Bakr b. Sahib al-Radd, según Ibn Jaldun) fueron muertos a traición
(Ibn ‛Idhari y al-Maqqari) y seguidamente Ibn al-Ahmar ocupó la
alcazaba (Ibn ‛Idhari); b) la ciudad sólo estuvo un mes en su poder,
al cabo del cual hubo de abandonarla, expulsado por la población
20. IBN ABI ZAR‛, Rawd al-qirtas, 275 y II, 527 trad.; IBN ‛IDHARI, al-Bayan
al-mugrib, 303 y 309 - II, 17 y 36 trad.; IBN JALDUN, Kitab al-‛ibar, trad. M.
DE SLANE, Histoire des berbères, II, 320; IBN AL-JATIB, al-Ihata, II, 130; Crónica
latina de los reyes de Castilla, 90.
coexistencia y conflictos entre minorías 33
21. IBN ABI ZAR‛, Rawd al-qirtas, 276 y II, 527 trad.; IBN JALDUN, Kitab
al-‛ibar, trad. M. DE SLANE, Histoire des berbères, II, 320; IBN ‛IDHARI, al-Bayan
al-mugrib, 330-331 y II, 83 trad.; AL-MAQQARI, Nafh al-tib, I, 216 y 448; II, 328
y 340 trad. e IBN AL-JATIB, al-Ihata, II, 94 y 130, trad. P. DE GAYANGOS, The
History of the Mohammedan Dynasties in Spain, II, 343.
22. Crónica de Alfonso XI, ed. C. ROSELL, Crónicas de los reyes de Castilla,
Madrid, 1953, Tomo I, 205.
23. Cf. M. ACIÉN ALMANSA, Entre el feudalismo y el islam, Jaén, 1997, 2ª
ed., XV.
34 alejandro garcía sanjuán
28. Fernando III es designado en las crónicas árabes como al-tagiya (‘el tirano’);
sobre este concepto, cf. B. LEWIS, El lenguaje político del Islam, Madrid, 1990, 163-
164.
29. Cf. trad. E. GARCÍA GÓMEZ, El siglo XI en primera persona, Madrid,
1980, 225 y 228-229.
30. Sobre este asunto, cf. B. LEWIS, El lenguaje político del Islam, 173-180 y
A. GARCÍA SANJUÁN, ‘Del dar al-Islam al dar al-harb: la cuestión mudéjar y la
legalidad islámica’, Actas del I Congreso de Historia de Carmona. Edad Media, Sevilla,
1998, 177-187.
36 alejandro garcía sanjuán
31. Cf. a este respecto. B. LEWIS, El lenguaje político del Islam, 61, 155 y
157-159.
32. Cf. trad. E. GARCÍA GÓMEZ, El siglo XI en primera persona, 207-208.
33. Cf. trad. E. GARCÍA GÓMEZ, El siglo XI en primera persona, 222 y 227-
228.
coexistencia y conflictos entre minorías 37
34. IBN AL-JATIB, al-Ihata, II, 92-93 y al-Lamha al-badriyya, trad. J. Mª.
CASCIARO, Historia de los reyes de la Alhambra, 25; AL-MAQQARI, Nafh al-tib, I,
447 y II, 339 trad.
35. IBN AL-JATIB, al-Ihata, II, 94 y al-Lamha al-badriyya, trad. J. Mª.
CASCIARO, Historia de los reyes de la Alhambra, 36.
36. Sobre este concepto, cf. E.I.2, II, 952-953 (L. GARDET).
37. Cf. a este respecto B. LEWIS, El lenguaje político del Islam, 122, 155-156,
160-161 y 167-171; M. FIERRO, ‘La legitimidad del poder en el Islam’, Awraq, XV
(1994), 157, 159 y 160.
38. Cf. sobre el mismo J. GARCÍA ANTÓN et alii, De la Murcia musulmana a
la Murcia cristiana (VIII-XIII), Tomo III de la Historia general de la región murciana,
Murcia, 1980, 248-251 y 296-298.
38 alejandro garcía sanjuán
Introducción
zonas del territorio islámico, dado que su presencia era tolerada bajo
el estatuto jurídico de la ‘protección’ (dhimma) del Estado musulmán.
La cuestión que me propongo abordar se refiere a la legalidad del
consumo por parte de los musulmanes de los alimentos procedentes
de judíos y cristianos, en la que hay que distinguir varios aspectos en
función de diversas circunstancias, tales como el tipo de alimentos de
que se trate o, siendo carne, la forma en que se haya procedido al
sacrificio de los animales.
El punto de partida en cualquier cuestión jurídica dentro del derecho
musulmán es el Corán, que se auto-define como ‘guía para los piadosos’
(hudà li-l-muttaqin) (Corán: II, 2) y se completa con la sunna profética.
Para llegar a convertirse en normativa legal aplicable en la práctica, esta
base textual requiere de precisiones y especificaciones que son el objeto
de la actuación de los alfaquíes. En la elaboración del presente trabajo
me he basado en un corpus documental de carácter eminentemente
jurídico, en el que hay que distinguir tres tipos de obras. En primer
lugar y dado que se trata de una cuestión que, en gran medida, se
deriva de la interpretación de los preceptos coránicos, he manejado los
comentarios del texto sagrado islámico realizados por el cadí sevillano
Abu Bakr b. al-‛Arabi (468-543 H/1076-1148) y el cordobés Muhammad
b. Ahmad al-Ansari al-Qurtubi3, en los que se realiza una interpretación
del significado y aplicación jurídica de sus aleyas.
A ello habría que añadir los tratados jurídicos de naturaleza teórica,
caso de los manuales de derecho, como la célebre Risala de Ibn Abi
Zayd (s. X)4 o la no menos conocida Bidaya del cordobés Ibn Rushd
‘el nieto’, nuestro Averroes (520-590 H/1126-1198), quien de una
forma sistemática y con su habitual minuciosidad y claridad expositiva
desarrolla los elementos básicos que conforman la casuística relacionada
con el sacrificio de animales realizado por los protegidos y las diver-
gencias de opinión existentes entre los juristas respecto a la licitud de
su consumo por parte de los musulmanes5. Un carácter muy similar a
10. A lo largo del trabajo citaré siempre la traducción del texto coránico de J.
Cortés, Barcelona, 1992, 4ª ed.
44 alejandro garcía sanjuán
11. El árabe dispone del término dhabiha (pl. dhaba’ih) para definir tanto el
acto del sacrificio como al animal sacrificado y la carne de dicho animal, cf. E.I.2,
II, 219-220, s.v. dhabiha (g.-h. bousquet).
12. al-qurtubi, al-Yami‛, III, 2074 y 2074-2075.
46 alejandro garcía sanjuán
13. ibn abi zayd, Risala, 50; trad. j. riosalido, Compendio, 104.
14. ibn al-‛arabi, Ahkam al-Qur’an, II, 32.
coexistencia y conflictos entre minorías 47
15. Asbag b. al-Farach (m. 225 H/839-840), malikí egipcio, discípulo de Ibn
Wahb, Ibn al-Qasim y Ashhab, cf. al-dhahabi, Tadhkirat al-huffaz, Beirut, 1998, 3
vols., II, 34-35; ibn farhun, al-Dibach al-mudhhab, ed. m. al-ahmadi abu-l-nur,
El Cairo, 1974, 2 vols., I, 299-301.
16. al-sha‛bi, Al-Ahkam, ed. s. haloui, Beirut, 1992, 305, nº 592.
17. al-wansharisi, al-Mi‛yar, II, 18-19; trad. e. amar, ‘La pierre de touche’,
1908, 165-168. La traducción de AMAR presenta ciertas diferencias respecto al texto
árabe, por lo que es probable que en este caso la versión de esta fetua en la edición
litográfica del Mi‛yar (realizada en Fez a finales del siglo XIX) sea algo distinta a la
de la edición moderna, utilizada en este trabajo.
48 alejandro garcía sanjuán
18. ibn qayyim, Ahkam, ed. 1983, I, 244-245; ed. 1997, I, 502-505.
19. Cf. m. marín, ‘Nómina de sabios de al-Andalus (93-350/711-961)’ en m.
marín (ed.), Estudios Onomástico-Biográficos Andalusíes I, Madrid, 1988, nº 861.
20. e. lévi-provençal, Trois traités, 94; trad. r. arié, ‘Traduction’, 206.
21. e. lévi-provençal, ‘Un document’, 239; e. garcía gómez y e. lévi-
provençal, Sevilla, nº 157.
coexistencia y conflictos entre minorías 49
22. al-wansharisi, al-Mi‛yar, VI, 68; e. amar, ‘La pierre de touche’, 1909, 30;
v. lagardère, Histoire et société, 138-139, nº 110.
50 alejandro garcía sanjuán
23. ibn abi zayd, Risala, 50; trad. j. riosalido, Compendio, 104; ibn al-‛arabi,
Ahkam al-Qur’an, II, 32; al-qurtubi, al-Yami‛, III, 2074.
24. averroes, Bidaya, I, 682; trad. nyazee: The Distinguished, I, 546. Hadiz
que sólo transmite malik, al-Muwatta’, ed. m. fu’ad ‛abd al-baqi, El Cairo, 1993,
2ª ed., I, 233, nº 42.
25. ibn al-‛arabi, Ahkam al-Qur’an, II, 32.
26. Sobre esta cuestión, cf. m. cook, ‘Magian cheese: an archaic problem in
Islamic Law’, Bulletin of the School of Oriental and African Studies, 47 (1984), 449-458;
j. aguadé, ‘¿Hubo quesos normandos en al-Andalus? Nota a un pasaje de la Histoire
de l’Espagne musulmane de E. Lévi-Provençal’, Al-Qantara, VII (1986), 471-473.
coexistencia y conflictos entre minorías 51
Tanto al-Qurtubi como Ibn ‛Abd al-Ra’uf, quien la toma del célebre
jurista cordobés Ibn Habib, mencionan la prohibición de su consumo,
justificada por el empleo en su fabricación de un producto designado
como infaha (pl. anafih)27. La naturaleza de este producto es definida
por los lexicógrafos árabes medievales. El más famoso de ellos, Ibn
Manzur, señala que infaha designa las tripas del camello o el cabrito
cuando no se comen. Asimismo, dicho autor recoge una cita del cé-
lebre lexicógrafo murciano Ibn Sidah (398-458 H/1007-1066), quien
define la infaha del cabrito (yadi) como ‘cosa amarilla que se extrae
del estómago y, tras macerar en un trozo de lana empapado de leche,
se espesa como el queso’28.
Al margen de las consideraciones relativas a los mayus y a pesar del
predominio de la tendencia permisiva entre los alfaquíes a la hora de
admitir el consumo de los animales sacrificados por la gente del Libro,
no es completa la unanimidad sobre este aspecto, contra lo que se ha
apuntado29. Es preciso tener en cuenta la existencia de determinados
casos puntuales que, en opinión de algunos alfaquíes, hacían ilícito
dicho consumo. La más sistemática y ordenada exposición de dicha
casuística la encontramos en la Bidaya de Averroes, quien dedica el
quinto y último apartado del capítulo sobre dhaba’ih a la licitud del
sacrificio en función de la persona encargada de realizarlo. Averroes
indica que, mientras existe unanimidad en la prohibición sobre el
consumo de la dhabiha de los politeístas (mushrikin), en cambio hay
divergencias de opinión respecto a la de la gente del Libro, cuyo sa-
crificio se equipara al de otras nueve categorías de individuos sobre
las que, asimismo, existen tales discrepancias entre los juristas: mayus,
sabeos, mujeres, jóvenes, dementes, ebrios, los que no realizan la
oración, ladrones y usurpadores. Así pues, aunque los ulemas acep-
34. al-wansharisi, al-Mi‛yar, II, 9-10; trad. e. amar, ‘La pierre de touche’,
1908, 158-160
coexistencia y conflictos entre minorías 55
35. ibn qayyim, Ahkam, ed. 1983, I, 248-249; ed. 1997, I, 514-515.
36. ibn qayyim, Ahkam, ed. 1983, I, 247; ed, 1997, I, 512.
56 alejandro garcía sanjuán
Sobre este último punto, que es el que nos interesa, Ibn Rushd se
muestra contrario, señalando que dicha carne es ilícita (haram) para los
musulmanes. Aunque reconoce que algunos discípulos de Malik la auto-
rizaban, entre ellos Ashhab41, Ibn Wahb42 y ‛Ali b. Ziyad, al igual que
Sahnun43, mientras otros, como el andalusí Ibn Habib, la rechazaban,
argumento que el propio alfaquí cordobés considera superior en base a
dos argumentos. Primero, en base al hadiz que reza: ‘lo lícito está claro
y lo ilícito también y entre ambos hay cosas ambiguas; quien evita caer
en las ambigüedades, pone a salvo su fe y su honor’. Segundo, porque
respecto a la caza hay ciertas normas, de manera que si la realizada por
el musulmán que no las respeta es reprobable, con más razón lo será
la efectuada por un protegido. A continuación se refiere a la cuestión
del sacrificio, señalando que quienes autorizan el consumo de la caza
de la gente de las Escrituras no exigen como requisito la invocación del
nombre de Dios (tasmiya), o que contraviene Corán: VI, 121, aunque
reconoce la existencia de divergencias de opinión sobre este aspecto 44.
Asimismo disponemos sobre este tema de la fetua emitida por el
alfaquí tunecino Ibn ‛Aqqab, anteriormente comentada. En ella auto-
riza el consumo de animales sacrificados por los protegidos, aunque a
título de excepción y en virtud del hadiz en el que Mahoma aparece
comiendo el cordero que le dio la judía. En cambio, considera que este
caso no es aplicable al consumo de carne de caza, que considera ilícito,
en base al ‘precepto jurídico la imposibilidad’ de aplicar el principio de
analogía tomando como referencia un caso excepcional (imtina‛ al-qiyas
‛alà-l-rajs)45.
41. Ashhab b. ‛Abd al-‛Aziz (m. 204 H/819), jurista egipcio, cabeza de la escuela
malikí tras la muerte de Ibn al-Qasim, cf. ibn farhun, al-Dibach al-mudhhab, I,
307-308.
42. ‛Abd Allah b. Wahb (m. 197 H/812), jurista egipcio, discípulo de Malik,
cf. al-dhahabi, Tadhkirat al-huffaz, I, 222-223.
43. ‛Abd al-Salam b. Sa‛id b. Habib al-Tanuji (m. 240 H/854), conocido como
Sahnun, celebérrimo alfaquí ifriqí, discípulo de Ibn al-Qasim, cf. ibn farhun, al-
Dibach al-mudhhab, II, 30-40; E.I.2, VIII, 843-845 (m. talbi).
44. ibn rushd, Fatawà, ed. al-Mujtar b. al-tahir al-talili, Beirut, 1987, 3
vols., I, 561-567; Ídem, Masa’il Abu-l-Walid b. Rushd, ed. m. al-habib al-tachkani,
Casablanca, 1992, 2 vols., I, 493-498.
45. al-wansharisi, al-Mi‛yar, II, 19.
58 alejandro garcía sanjuán
46. ‛Abd al-Rahman b. al-Qasim (m. 191 H/806), discípulo de Malik, jefe
de la escuela malikí en Egipto, cf. al-dhahabi, Tadhkirat al-huffaz, I, 260-261; ibn
farhun, al-Dibach al-mudhhab, I, 465-469.
47. Debe tratarse de ‛Abd Allah b. ‛Abd al-Hakam (m. 214 H/829), malikí
egipcio, miembro de una célebre familia de juristas, cf. E.I.2, III, 696 (f. rosenthal).
coexistencia y conflictos entre minorías 59
51. ibn al-‛arabi, Ahkam al-Qur’an, II, 225; ibn qayyim, Ahkam, ed. 1983, I,
256; ed. 1997, I, 529. Por lo tanto, la traducción de esta expresión como ‘ungulados’,
que propone J. Cortés, resulta incompleta.
52. ibn al-‛arabi, Ahkam al-Qur’an, II, 226.
coexistencia y conflictos entre minorías 61
60. Singular tharb, término que ibn manzur, Lisan al-‛arab, I, 234, define como
‘grasa fina que recubre la tripa y el intestino’ (shahm raqiq yagshà al-karish wa-l-am‛a’).
r. arié, ‘Traduction’, lo vierte como ‘saindoux’ (?).
61. e. lévi-provençal, Trois traités, 94; r. arié, ‘Traduction’, 207.
62. ibn qayyim, Ahkam, ed. 1983, I, 259; ed. 1997, I, 533.
63. al-bujari, Sahih, ed. m. ali al-qutb y h. al-bujari, Beirut, 1999, 5 vols.,
II, 971, nº 3153; trad. o. houdas y w. marçais, Les traditions islamiques, París,
1903-1914, 4 vols., II, 406.
64. ibn qayyim, Ahkam, ed. 1983, I, 259; ed. 1997, I, 533; averroes, Bidaya,
I, 594.
coexistencia y conflictos entre minorías 63
que una judía regaló a Mahoma una oveja (sha) que este comió, sin
rechazar la grasa de su vientre ni de ninguna otra parte 65.
El tercer conjunto de argumentos esgrimidos por los autores que
consideran lícito el consumo de shahm radica en la pura lógica. En
primer lugar, porque es imposible que se admita el sacrificio respecto a
la grasa de ciertas partes de la oveja y no de otras. Asimismo, esgrimen
la existencia de tradiciones en las que numerosos compañeros (sahaba)
del Profeta y algunos seguidores (tabi‛un) autorizaban el consumo de
animales sacrificados por los del Libro sin hacer ninguna excepción
respecto a los considerados ilícitos por ellos 66.
Estos argumentos esgrimidos por los alfaquíes favorables a la licitud
del consumo de shahm son puntualmente rebatidos por los que se
oponen a tales alimentos. El punto de partida del razonamiento de
estos juristas es que, aunque Dios autorizó a los musulmanes el con-
sumo de los alimentos de la gente del Libro en Corán: V, 5, ello no
incluye las grasas que les están prohibidas, pues no forman parte de sus
alimentos (al-shuhum al-muharrama ‛alay-him laysat min ta‛ami-him).
A este respecto, dos de los argumentos defendidos por estos alfaquíes
son los ya mencionados con anterioridad, que Ibn Qayyim vuelve a
desarrollar de nuevo: primero, la intención del que sacrifica como
requisito de la licitud del sacrificio y, segundo, la plena vigencia de la
prohibición impuesta por Dios en Corán: VI, 146, salvo para aquellos
que siguieron la ley islámica (al-tahrim baqin lam yunsaj illa ‛amman
iltazama al-shari‛a al-islamiyya). A ello se añade un tercer testimonio
jurídico, extraído de la sunna y consistente en el hadiz que dice: ‘Dios
maldiga a los judíos, a quienes, habiéndoseles declarado ilícita la grasa,
la disuelven y la venden’67.
Junto a estos argumentos que sustentan su opinión, estos alfaquíes
niegan la validez de los argumentos empleados por los que autorizan
65. ibn qayyim, Ahkam, ed. 1983, I, 259; ed. 1997, I, 534. Hadiz transmitido
por Abu Dawud y Ahmad b. Hanbal, cf. Mawsu‛at al-hadith al-sharif, ed. CD-ROM,
nº 3910 y 2648 respectivamente.
66. ibn qayyim, Ahkam, ed. 1983, I, 259-260; ed. 1997, I, 534-536.
67. al-bujari, Sahih, II, 1075, nº 3460; trad. o. houdas y w. marçais, Les
traditions islamiques, II, 521-522; ibn qayyim, Ahkam, ed. 1983, 260-261; ed. 1997,
I, 537-538.
64 alejandro garcía sanjuán
68. ibn qayyim, Ahkam, ed. 1983, I, 263-264; ed. 1997, I, 543-544.
coexistencia y conflictos entre minorías 65
este respecto Ibn Qayyim ilustra su opinión con dos ejemplos, uno
el de la hija de leche (bint al-rada‛), la cual es equiparada a las hijas
naturales en cuanto a la prohibición de contraer matrimonio con ella
por motivos de consanguinidad (fi-l-hurma wa-l-mahrama), pero no
así respecto a la herencia y la manutención; de manera similar, la hija
ilegítima (bint al-zinà) es como cualquiera otra respecto a la prohibi-
ción del matrimonio, pero no en cuanto a la herencia. Así pues, en
base a dichos ejemplos, estos alfaquíes no consideran imposible que
una misma oveja sea sacrificada de forma válida respecto a su carne y
la grasa lícita y al contrario respecto a la grasa ilícita 69.
Junto al shahm, la segunda categoría de productos alimentarios re-
lacionados con los judíos se refiere a los que ellos se prohibieron a sí
mismos a través de su normativa jurídica. En relación a esta cuestión,
la jurisprudencia islámica alude al tarif, término sobre el que la única
definición que he encontrado es la que ofrece Ibn Qayyim, quien señala
que se refiere a la carne adherida al pulmón (ma dhabbahu wa-jaraya
lasiq al-ri’a wa-yusammuna-hu al-tarif)70. El propio Ibn Qayyim afirma
que la mayoría de los juristas no considera ilícito su consumo y que
tal es la opinión correcta (al-yumhur la yuharrimuna-hu wa-huwa al-
sawab qat‛an). El motivo radica en la justificación de la prohibición,
que no procede de la Tora, sino de la jurisprudencia judía, lo cual no
es preceptivo para los musulmanes, a diferencia de lo relativo a la grasa,
estipulado en Corán: VI, 146. Asimismo, Ibn Qayyim añade que los
discípulos de Malik prohíben su consumo, aunque, en su opinión, ello
es incorrecto, pues tal opinión no es atribuible a su maestro (hadha
laysa bi-mansus ‛an Malik)71.
La única fetua que he podido consultar sobre la cuestión de la
licitud del consumo del tarif, emitida por el jurista cordobés Ibn
69. ibn qayyim, Ahkam, ed. 1983, I, 264-265; ed. 1997, I, 544-545; averroes,
Bidaya, I, 681; trad. nyazee, The Distinguished, I, 545, también alude a la cuestión
del degüello por partes (tataba‛‛ud al-tadhkiya), aunque sin profundizar en el asunto
y limitándose a señalar que quienes creen válido considerar el sacrificio en función
de las distintas partes del animal prohíben el consumo de shahm, mientras que los
juristas que no contemplan dicha posibilidad estiman lícito su consumo.
70. ibn qayyim, Ahkam, ed. 1983, I, 248; ed. 1997, I, 514.
71. ibn qayyim, Ahkam, ed. 1983, I, 267-269; ed. 1997, I, 550.
66 alejandro garcía sanjuán
80. ibn qayyim, Ahkam, I, ed. 1983, I, 250 y 253; ed. 1997, I, 516-517 y 526;
al-qurtubi, al-Yami‛, III, 2073.
81. averroes, Bidaya, I, 680-681; trad. nyazee, The Distinguished, I, 544.
82. ibn qayyim, Ahkam, ed. 1983, I, 253-254; ed. 1997, I, 526.
83. ibn qayyim, Ahkam, ed. 1983, I, 254-256; ed. 1997, I, 527-529.
70 alejandro garcía sanjuán
84. Di: ‘Mi Señor prohíbe sólo las deshonestidades, tanto las públicas como
las ocultas, el pecado, la opresión injusta, que asociéis a Dios algo a lo que Él no ha
conferido autoridad y que digáis contra Dios lo que no sabéis’.
85. Di: ‘Mi azalá, mis prácticas de piedad, mi vida y mi muerte pertenecen a
Dios, Señor del universo. No tiene asociado. Se me ha ordenado esto y soy el primero
en someterse a Él’.
coexistencia y conflictos entre minorías 71
Textos
Aleyas coránicas
Corán, V, 3
Te preguntan qué les está permitido. Di: ‘Os están permitidas las
cosas buenas. Podéis comer de lo que os cojan los animales de presa
que habéis adiestrado para la caza, tal como Dios os ha enseñado. Y
mencionad el nombre de Dios sobre ello. ¡Y temed a Dios!’. Dios es
rápido en ajustar cuentas.
74 alejandro garcía sanjuán
Corán: V, 4
Ibn Habib señaló que no hay mal en que tengan una carnicería en
lugar aparte, pero debe prohibírseles que vendan a los musulmanes;
aunque el musulmán que les compre no verá anulada la venta, será
tenido por una mala persona.
Según al-Wadiha, Mutarrif e Ibn al-Mayishun opinaban que si la
carne que el musulmán les compra es de la que ellos no comen, como
el tarif y otros productos similares, la venta debe anularse, y también
si se trata de grasa (shahm). Dijo Dios todopoderoso: ‘A los judíos
les prohibimos toda bestia ungulada y la grasa de ganado bovino y
ganado menor’91. Ello se refiere a la grasa pura, como el thurub, la
grasa de los riñones, la que está pegada al estómago y otras similares.
Dijo Dios todopoderoso: ‘excepto la que tengan en los lomos o en
las entrañas o la mezclada con los huesos’ 92, de manera que esta grasa
está incluida en la excepción. No nos es lícito consumir ni comprar
los distintos tipos de grasa que les han sido prohibidas, mientras que
resulta reprobable consumir y comprar las carnes (dhaba’ih) que no les
han sido declaradas ilícitas en la Revelación, sino que han sido ellos
a través de su propia jurisprudencia los que lo han decretado así, por
ejemplo el tarif y productos similares, porque ellos no las comen. Esa
es la opinión de Malik y algunos de sus discípulos.
Dice en al-Wadiha: los animales sacrificados por los cristianos para
sus iglesias, en nombre del Mesías, de la cruz o por motivo similar
quedan incluidos en lo que dijo Dios todopoderoso: ‘y todo animal
sobre el que se haya invocado un nombre diferente del de Dios’93,
por lo que su consumo es reprobable para los musulmanes, aunque
no ilícito, ya que Dios todopoderoso nos declaró lícita la carne de los
animales que sacrifican (dhaba’ih), pues Él sabe lo que piensan y dicen al
sacrificarlos. Es preferible no consumir los animales que sacrifican para
sus fiestas y extravíos, porque ello sería como glorificar su idolatría, y
por eso Malik y sus discípulos insisten en considerarlo reprobable. Se
preguntó a Malik sobre los alimentos (ta‛am) que preparan con ocasión
de los funerales y los reparten como limosna, a lo que respondió: ‘el
96. Corán: V, 95. El texto árabe coránico emplea el mismo verbo de ‘comer’ al
referirse a la usura: ‘No comáis los alimentos que proceden de la usura’, por lo que
la comparación es lógica y queda clara, mientras que la traducción, al referirse sólo
a la usura, introduce un elemento de ambigüedad.
97. Corán: VI, 121.
98. Corán: III, 130.
coexistencia y conflictos entre minorías 79
99. Nombre de un paraje cercano a La Meca donde tuvo lugar el célebre pacto
entre Mahoma y los Qurayšíes.
100. Corán: V, 95.
80 alejandro garcía sanjuán
102. Corán: V, 3.
82 alejandro garcía sanjuán
como también se les permite a ellos vuestro alimento’ 103. Sin embargo,
discrepan respecto a los detalles.
Hay acuerdo en que, si no son cristianos de los Banu Taglib, ni
apostatas, han sacrificado los animales para ellos mismos, se sabe que
han mencionado el nombre de Dios todopoderoso en el momento del
sacrificio y el animal sacrificado no es de los que les está prohibido por
la Tora, ni tampoco de los que ellos se prohíben a sí mismos, entonces
los animales así sacrificados son lícitos, excepto su grasa (shahm).
Discrepan en el caso de darse las circunstancias contrarias, es de-
cir, si hacen el sacrificio para un musulmán que les ha autorizado a
ello, si son cristianos de los Banu Taglib o apóstatas, si se ignora si
han mencionado el nombre de Dios todopoderoso o la intención del
sacrificio, si se sabe que han mencionado un nombre distinto al de
Dios todopoderoso en lo que sacrifican para sus templos y fiestas, si
el animal es de los que están prohibidos en la Tora, como dijo Dios
todopoderoso: ‘A los judíos les prohibimos toda bestia ungulada’ 104,
o es un animal que se han prohibido ellos a sí mismos, como los
animales que los judíos consideran impuros porque así los creó Dios.
Asimismo discrepan acerca de la grasa (shahm).
103. Corán: V, 5.
104. Corán: VI, 146.
coexistencia y conflictos entre minorías 83
dos aleyas que tratan sobre este asunto. Así, puede considerarse que
el sentido de ‘se os permite el alimento de quienes han recibido la
Escritura’105 restringe el de ‘aquello sobre lo que se haya invocado un
nombre diferente del de Dios’106, o por el contrario puede entenderse
que el sentido de ‘aquello sobre lo que se haya invocado un nombre
diferente del de Dios’ limita el de ‘se os permite el alimento de quie-
nes han recibido la Escritura’, pues cada una de ambas aleyas puede
considerarse una excepción de la otra. De esta manera, quienes consi-
deran que ‘aquello sobre lo que se haya invocado un nombre diferente
del de Dios’ restringe la aplicación de ‘se os permite el alimento de
quienes han recibido la Escritura’ consideran ilícito el consumo de los
animales sacrificados para sus templos y fiestas, mientras que quienes
opinan lo contrario lo consideran lícito.
Cuando el animal sacrificado por los del Libro es uno de los que les
están prohibidos
Si se trata de un animal que les está prohibido unos autorizan su
consumo y otros lo prohíben. Se dice que es distinto si la prohibición
procede de la Tora o la han establecido ellos mismos, en el sentido
de que se considera lícito el consumo de lo declarado ilícito por ellos
mismos e ilícito cuando se trata de una prohibición establecida por
Dios. También se dice que es reprobable pero no debe prohibirse. Las
cuatro opiniones se dan dentro de la escuela malikí: Ibn al-Qasim lo
prohíbe, Ibn Wahb e Ibn ‛Abd al-Hakam lo autorizan y Ašhab es
partidario de la comentada diferenciación.
La base de la divergencia radica en la contradicción entre el sentido
general de la aleya y la estipulación de la intención como requisito en
el sacrificio, es decir la creencia en la licitud del sacrificio mediante
el degüello. Quienes opinan que ello constituye un requisito consi-
deran ilícitos los animales así sacrificados, porque ellos no creen que
el degüello los convierta en lícitos. En cambio, quienes no creen que
ello constituya un requisito, agarrándose al sentido general de la aleya,
opinan que los animales así sacrificados son lícitos.
105. Corán: V, 5.
106. Corán: II, 173 y XVI, 115.
coexistencia y conflictos entre minorías 85
109. Corán: V, 5.
88 alejandro garcía sanjuán
111. Para los musulmanes, segunda festividad canónica del año islámico, por
detrás de la fiesta grande, la del sacrificio (‛id al-adhhà). El ‛id al-fitr o fiesta de la
ruptura del ayuno marca el final del ramadán.
90 alejandro garcía sanjuán
112. Corán: LX, 1. La aleya completa es: ‘¡Creyentes! ¡No toméis como amigos a
los enemigos Míos y vuestros, dándoles muestras de afecto, siendo así que no creen en
la Verdad venida a vosotros! Expulsan al enviado y os expulsan a vosotros porque creéis
en Dios vuestro Señor. Si salís para luchar por Mi causa y por deseo de agradarme,
¿les tendréis un afecto secreto? Yo sé bien lo que ocultáis y lo que manifestáis. Quien
de vosotros obra así, se extravía del camino recto’.
coexistencia y conflictos entre minorías 91
Introducción
1. Cf. FANJUL, S.: Al-Andalus contra España. La forja del mito, Madrid, 2001, 2ª
ed. ídem: “El mito de las tres culturas”, Revista de Occidente, nº 224 (enero 2000), 9-30.
94 alejandro garcía sanjuán
2. FATTAL, A.: Le statut légal des non musulmans en pays d’Islam, Beirut, 1958,
18-60.
96 alejandro garcía sanjuán
33. DOZY, R. P.: Historia de los musulmanes de España, Madrid, 1982, 4 vols.,
IV, 203-204.
34. LOMAX, D. W.: La Reconquista, 34.
106 alejandro garcía sanjuán
38. HUICI MIRANDA, A.: Al-Hulal al-mawsiyya, Tetuán, 1951, 108-115; ídem:
Ibn Idari: al-Bayan al-mugrib. Nuevos fragmentos almorávides y almohades, Valencia,
1963, 160-169.
39. Cf. LAGARDÈRE, V.: “Communautés mozarabes et pouvoir almoravide
en 519 H/1125 en Andalus”, Studia Islamica, 67 (1988), 99-119 y SERRANO, D.:
“Dos fetuas sobre la expulsión de mozárabes al Magreb en 1126”, Anaquel de Estudios
Árabes, 2 (1991), 163-182.
40. Crónica del emperador Alfonso VII, trad. M. PÉREZ GONZÁLEZ, León,
1997, 98 y 109.
41. JIMÉNEZ DE RADA: Historia de los hechos de España, 163.
coexistencia y conflictos entre minorías 109
Conclusión
Introducción
4. Fenómeno analizado por Maíllo Salgado, F., ‘Los judíos en las fuentes
andalusíes y magrebíes: los visires’, Studia Historica. Historia Medieval, 23 (2005),
221-249.
5. Lewis, B., Los judíos del Islam, Madrid, 2002, 65-66 y 66-67.
114 alejandro garcía sanjuán
74; trad. Lévi-Provençal, E. y García Gómez, E., El siglo XI, 110, afirma que los
hijos de los Banu-l-Qarawi eran visires del príncipe Buluggin b. Badis. Asimismo,
Ibn Sa‛id al-Magribi, apud al-Maqqqari, Nafh al-tib, ed. I. ‛Abbas, Beirut, 1988, 8
vols., I, 216, indica que el título de visir se aplicaba a todos los cortesanos; cf. Pérès,
H., Esplendor, 89-90; Wasserstein, D., The Rise, 214.
9. Formulación según la cual lo andalusí se asimila, en exclusiva, a los
musulmanes, y constituye una interesante referencia para la caracterización de las
identidades colectivas en al-Andalus.
10. ‛Abd Allah, Tibyan, 68; trad. Lévi-Provençal, E. y García Gómez, E., El siglo
XI, 101. Sobre esta cuestión, cf. Dozy, R. P., Historia, IV, 38-39; Pérès, H., Esplendor,
273; Wasserstein, D., The Rise, 214-215; Fierro, M. ‘La religión’, en Viguera, Mª. J.
(coord), Los reinos de taifas. Al-Andalus en el siglo XI, Madrid, 1994, 462; Hammam,
M., ‘Les minorités ethniques dans les cours royales de l’Occident musulman au Moyen-
Âge. Le cas du royaume des Sanhaja de Grenade au XIe siècle’, Hespéris-Tamuda,
XXXVII (1999), 51.
11. Frente a lo que proclama Wasserstein, D., The Rise, 214, para el cual el
empleo de los judíos era una forma de prevenir el riesgo de que la población andalusí
fuese una amenaza para los beréberes.
12. Ávila, Mª L., ‘Al-Yuryani e Ibn ‛Abbas, víctimas de Badis’, en Fierro, M.
(ed), De muerte violenta. Política, religión y violencia en al-Andalus, Madrid, 2004,
137-166, aborda el estudio de esta conjura.
coexistencia y conflictos entre minorías 117
13. Ibn ‛Idhari, Bayan, III 264; trad. Maíllo, F., La caída del califato de Córdoba
y los Reyes de Taifas (al-Bayan al-Mugrib), Salamanca, 1993, 220. Reproduce el texto
Ibn al-Jatib, al-Ihata fi ajbar Garnata, ed. ‛Abd Allah ‛Inan, El Cairo, 19,73-78 4
vols., I, 434 y 438.
14. Ibn Bassam, al-Dhajira fi mahasin ahl al-yazira, ed. Ihsan ‛Abbas, Beirut,
2000, 4 vols., I, 582 y 583; trad. Brann, R., Power in the Portrayal, 103 y 107.
15. ‛Abd Allah, Tibyan, 72; trad. Lévi-Provençal, E. y García Gómez, E., El
siglo XI, 107.
16. ‛Abd Allah, Tibyan, 72-73; trad. Lévi-Provençal, E. y García Gómez, E., El
siglo XI, 108.
17. ‛Abd Allah, Tibyan, 67; trad. Lévi-Provençal, E. y García Gómez, E., El
siglo XI, 101.
118 alejandro garcía sanjuán
18. ‛Abd Allah, Tibyan, 76; trad. Lévi-Provençal, E. y García Gómez, E., El
siglo XI, 114.
19. Ibn Bassam, al-Dhajira, I, 583; trad. Brann, R., Power in the Portrayal, 107.
20. ‛Abd Allah, Tibyan, 80; trad. Lévi-Provençal, E. y García Gómez, E., El
siglo XI, 121.
21. ‛Abd Allah, Tibyan, 83-84 y 85; trad. Lévi-Provençal, E. y García Gómez,
E., El siglo XI, 128-129 y 131.
coexistencia y conflictos entre minorías 119
El trasfondo ideológico
23. ‛Abd Allah, Tibyan, 75; trad. Lévi-Provençal, E. y García Gómez, E., El
siglo XI, 113.
24. ‛Abd Allah, Tibyan, 86; trad. Lévi-Provençal, E. y García Gómez, E., El
siglo XI, 132.
25. ‛Abd Allah, Tibyan, 79 y 86; trad. Lévi-Provençal, E. y García Gómez, E.,
El siglo XI, 120 y 131-132.
coexistencia y conflictos entre minorías 121
26. Rasa’il Ibn Hazm al-Andalusi, ed. I. Abbas, Beirut, 1987, 20 ed., 4 vols.,
III, 42-43; trad. del párrafo Brann, R., ‘Textualizing’, 127; ‘Representaciones’, 93-94
y Power in the Portrayal, 80.
27. Asín Palacios, M., ‘Un códice inexplorado de Ibn Hazm’, Al-Andalus, II
(1934), 38, 40 y 43.
122 alejandro garcía sanjuán
28. Ibn ‛Idhari, Bayan, III, 265; trad. Maíllo, F., La caída, 221.
29. ‛Abd Allah, Tibyan, 68; trad. Lévi-Provençal, E. y García Gómez, E., El siglo XI,
101.
30. El concepto de tiranía aplicado a la función política de los visires judíos
también lo utiliza el emir ‛Abd Allah, Tibyan, 67; trad. Lévi-Provençal, E. y García
Gómez, E., El siglo XI, 101, cuando, aludiendo al predominio de los recaudadores
judíos en Granada, señala que Badis colocó a su frente al visir judío, con lo cual
‘encontró una persona que expoliase a los expoliadores’ (fa-yalqà zalim min-hum ilà
zalama). La explícita justificación del pogromo en base a la tiranía del visir judío se
opone a la doctrina de la sumisión a la tiranía, según la cual un gobierno tiránico es
preferible a la anarquía. Cf. Lewis, B., El lenguaje político del Islam, Madrid, 1990,
122 y 168-173. En este caso, sin embargo, no se trata de fitna, pues no hay violencia
entre musulmanes, sino contra los judíos.
31. Ibn Bassam, al-Dhajira, I, 585; trad. Brann, R., Power in the Portrayal, 116,
siendo dhull el concepto que habitualmente define la posición de inferioridad que los
coexistencia y conflictos entre minorías 123
judío iba ganando poder, el soberano se alejaba cada vez más de las
tareas de gobierno, cayendo en la indolencia y la dejadez política,
actitud que se inicia a partir del asesinato de Buluggin y, sobre todo,
de la toma de Málaga, cuando Badis ‘renunció a más actividad, se
consagró al ocio con que suelen deleitarse los reyes, y delegó su au-
toridad en el visir y en los restantes funcionarios’ 35. Las menciones
a la indolencia del soberano Zirí son frecuentes, como, al parecer,
lo era su estado de embriaguez 36, hecho del que Ibn Bassam culpa
al visir judío, quien, en sus últimos días, lo ocultó de la gente y
lo recluyó entre jarras y copas 37. De esta forma, cuando ‛Abd Allah
describe cómo Ibn Nagrela colocó a personas de confianza en las
principales fortalezas del reino para facilitar la entrada en Granada
de Ibn Sumadih de Almería en los momentos previos al desencade-
namiento del pogromo, ‘al-Muzaffar no tenía la menor noticia, por
estar dedicado al vino y a la ociosidad’ 38.
Sin embargo, a pesar de constatar que Badis fue el autor del en-
cumbramiento de Yusuf y su total unión con él hasta el momento
de su asesinato, y pese a ser consciente de su manifiesta indolencia
y dejadez política, no hay en toda su narración ningún reproche al
comportamiento de su abuelo ni, menos aún, atribución de respon-
sabilidad en los hechos, cargando todas las tintas en la iniquidad del
‘puerco’ judío. Así, por ejemplo, tras la toma de Málaga, ‛Abd Allah
apunta el desarrollo de una etapa de signo positivo, ‘en que no se oyó
hablar de guerras ni se vio surgir el menor disturbio, estuvo sosegada
la situación, se sucedieron los acontecimientos felices, y se llenaron
las arcas del tesoro’. Sin embargo, una serie de factores provocaron
35. ‛Abd Allah, Tibyan, 78; trad. Lévi-Provençal, E. y García Gómez, E., El
siglo XI, 118. Ibn Jaqan apud Munk, S., ‘Notice’, 215, incide en la misma idea (ilà
an wakala amru-hu ilà ahad al-yahud wa-istakfa-hu wa-yarà fi midan al-ihmal hattà
istawfa-hu). La toma de Málaga acaeció en el año 448 H/1056-1057, según Ibn Askar,
apud Ibn al-Jatib, Ihata, I, 435.
36. ‛Abd Allah, Tibyan, 79; trad. Lévi-Provençal, E. y García Gómez, E., El
siglo XI, 119.
37. Ibn Bassam, al-Dhajira, I, 584.
38. ‛Abd Allah, Tibyan, 85; trad. Lévi-Provençal, E. y García Gómez, E., El
siglo XI, 131; Ibn Bassam, al-Dhajira, I, 584; Ibn al-Jatib, Ihata, I, 440.
coexistencia y conflictos entre minorías 125
39. ‛Abd Allah, Tibyan, 77; trad. Lévi-Provençal, E. y García Gómez, E., El
siglo XI, 115.
40. Según Ibn al-Jatib, apud Dozy, R., Recherches sur l’Histoire et la litterature de
l’Espagne pendat le Moyen Age, Leiden, 1860, 20 ed., 2 vols., I, 295 (trad.) y LV-LVI
126 alejandro garcía sanjuán
(árabe), el visir judío lo calumnió ante Badis, quien decidió expulsarlo de Granada.
Este texto de Ibn al-Jatib procede del resumen de la Ihata titulada Markaz al-Ihata
bi-udaba’ Garnata, obra de un autor egipcio. Cf. García Gómez, E., Un alfaquí
español. Abu Ishaq de Elvira, Madrid-Granada, 1944, 29 y Lewis, B. ‘An Ode Against
the Jews’, en Lewis, B., Islam in History: Ideas, Men and Events in the Middle East,
Londres, 1973, 158-159, quien apunta, a partir de su propia poesía, que Abu Ishaq
culpa a sus colegas alfaquíes de su marcha de Granada.
41. Ibn al-Jatib, A‛mal, 265; Ibn Sa‛id, al-Mugrib fi hulà-l-Magrib, ed. Shawqi
Dayf, El Cairo, 2 vols., II, 133; al-Maqqari, Nafh, IV, 322.
42. Ed. y trad. parciales Munk, S. ‘Notice’, 218-220; ed. y trad. Dozy, R.,
Recherches, I, 292-305 y LV-LXII; trad. Dozy, R. P., Historia, IV, 99-101; ed. Monroe, J.
T., Hispano-Arabic Poetry, Los Ángeles, 1974, 207-213; trad. parcial Pérès, H., Esplendor,
277; trad. parcial Perlmann, M., ‘Eleventh-Century Andalusian Authors on the Jews
of Granada’, Proceedings of the American Academy for Jewish Research, 18 (1948-1949),
285-287; ed. García Gómez, E., Un alfaquí, 149-153, con ciertas variaciones respecto
a la de Dozy; trad. a partir de la de Dozy, Gonzalo Maeso, D., Garnata al-Yahud.
Granada en la historia del judaísmo español, Granada, 1963 (reed. 1990), 69-72; trad.
Lewis, B., ‘An Ode’, 159‑161; trad. parcial, ídem, Los judíos del Islam, 57-58; trad.
Maíllo Salgado, F., ‘Los judíos’, 239-241. Para Idris, H. R., ‘Les Zirides d’Espagne’,
Al-Andalus, (1966), 79-80, el poema debe ser anterior al asesinato de Buluggin b. Badis,
ya que de ser posterior a este hecho no habría dejado de mencionarlo.
43. Dozy, R., Recherches, I, 299: ‘n’épargnez pas davantage ses parents et ses
alliés’; Dozy, R. P., Historia, IV, 101 ‘no perdones tampoco a sus parientes y amigos’;
Gonzalo Maeso, D., Garnata, ‘no perdones a sus parientes y allegados’; Maíllo Salgado,
F., ‘Los judíos’, 241: ‘y no perdones a su gente’, Pérès, H., Esplendor, 277, ‘¡no salvéis
sus parientes y aliados!’; Perlmann, M., ‘Eleventh-Century’, 287: ‘the family should
not be spared either’; idéntico sentido en Ashtor, E., The Jews, II, 187 y Lewis, B.,
‘An Ode’, 161: ‘do not spare his people’ y añade: ‘it is upon the Jews as such that
he invokes the vengeance and punishment of the outraged Muslims’.
coexistencia y conflictos entre minorías 127
44. El empleo del futuro enérgico ligero (nun al-tawkid) enfatiza la idea de
exención de responsabilidad que el poeta trata de expresar.
45. García Gómez, E., Un alfaquí, 39; Lewis, B., ‘An Ode’, 163.
128 alejandro garcía sanjuán
46. Apud Dozy, R., Recherches, I, 296 (trad.) y LVI (árabe); trad. García Gómez,
E., Un alfaquí, 34. A mi juicio, este pasaje podría referirse de forma explícita a la
casida antijudía y no, en general, a la poesía de Abu Ishaq.
47. Ibn al-Jatib, Ihata, I, 440.
48. Apud Dozy, R., Recherches, I, 295 y 301 (trad.), LVI y LXII (árabe).
49. Para Dozy, R. P., Historia, IV, 101, el poema causó una ‘sensación profunda’
en los beréberes Sanhaya, quienes dieron muerte a Ibn Nagrela; García Gómez, E.,
Un alfaquí, 30 y 38, manifiesta un juicio ambivalente y, en parte, contradictorio;
Perlmann, M., ‘Eleventh-Century’, 285, lo considera ‘contributory factor’; Idris, R.
H., ‘Les Zirides’, 80, no lo estima causa determinante del mismo; Lewis, B., ‘An
Ode’, 163, Wasserstein, D., The Rise, 206 y 208, lo tilda de ‘antisemita’, aunque
no ve claro si inspiró la masacre, al igual que Fierro, M., ‘La religión’, 463, para
quien, en cambio, sí es innegable que, en parte, el pogromo fue la reacción de la
población contra el visir judío. Recientemente, Alfonso, E., ‛Abd al-Karim al-Magili.
Un paralelo magrebí a los acontecimientos de 1066 en Granada’, en Sáenz-Badillos,
A. y Targarona, J. (eds.), Jewish Studies at the Turn of the Twentieth Century, Leiden,
1999, 370-378, ha establecido una comparación entre el poema de Abu Ishaq y el
del alfaquí magrebí al-Magili (s. XV), analizando el papel de la poesía como medio
de incitación a la violencia.
coexistencia y conflictos entre minorías 129
50. De Santiago Simón, E., ‘Unos versos satíricos de al-Sumaysir contra Badis
b. Habus de Granada’, Miscelánea de Estudios Árabes y Hebraicos, XXIV (1975), 115-
118.
51. Ibn Bassam, Al-Dhajira, II, 418; trad. Pérès, H., Esplendor, 275-276.
130 alejandro garcía sanjuán
alguna, aunque Wasserstein, D., ‘Samuel Ibn Naghrila’, 110, nota nº 3, tenía anunciada
una versión inglesa. Distintas valoraciones por autores como García Gómez, E.,
‘Polémica’, 3-4; Perlmann, M., ‘Polemics’, 109; Lewis, B., Los judíos del Islam, 103 y
104.
57. La argumentación religiosa de la Refutación fue resumida y analizada por
García Gómez, E., ‘Polémica’, 7-17 y Powers, D. S., ‘Reading/Misreading One Another’s
Scriptures: Ibn Hazm’s refutation of Ibn Nagrella al-Yahudi’, Brinner, W. M. y Ricks,
S. D. (eds.), Studies in Islamic and Judaic Traditions, Atlanta, 1986, 111-118.
58. Turki A. M., ‘L’engagement politique et la théorie du califat d’Ibn Hazm’,
Théologiens et juristes de l’Espagne musulmane. Aspects polémiques, París, 1982, 80-81;
Wassertein, D., The Rise, 200 y 205, nota nº 38; Brann, R., ‘Textualizing’, 124;
‘Representaciones’, 91 y 92 y Power in the Portrayal, 76.
59. Ibn Hazm, Rasa’il, III, 67; trad. parcial García Gómez, E., ‘Polémica’,
23-24; Perlmann, M., ‘Eleventh-Century’, 283; Schirmann, ‘Samuel Hannagid’, 111-
112; Brann, R., ‘Textualizing’, 126; ‘Representaciones’, 93 y Power in the Portrayal,
78-79.
132 alejandro garcía sanjuán
60. Arnaldez, R. ‘Controverse d’Ibn Hazm contre Ibn Nagrila le juif ’, Revue
de l’Occident Musulmane et de la Méditerranée, XIII (1973), 48. Misma opinión de
Fierro, M., ‘La religión’, 465.
61. M. Asín, ‘Un códice’, 13 y de otros autores, como E. García Gómez,
‘Polémica’, 1-6; M. Perlmann, ‘Eleventh-Century’. Con posterioridad, I. Abbas postuló
su identificación con el segundo Ibn Nagrela, cf. Ibn Hazm, Rasa’il, III, 18-19. Sin
especificar de forma explícita a cuál de los dos se refiere, Ibn Bassam, al-Dhajira, I,
583, atribuye de manera implícita al segundo Ibn Nagrela la composición de un libro
en el que rebatía al alfaquí Ibn Hazm. Asimismo, a final de la cita de la casida de
Abu Ishaq, Ibn al-Jatib, apud Dozy, R., Recherches, I, 301 (trad.) y LXII (árabe), señala
que ‘el maldito’ tuvo la osadía de ridiculizar ciertos versículos coránicos y de declarar
en público que los dogmas islámicos son absurdos, señalando poseer una copia, hecha
coexistencia y conflictos entre minorías 133
anónimo judío, cuando afirma que ‘los argumentos que expone denotan lo
limitado de sus conocimientos y su escasa capacidad de comprensión, de lo
cual ya tuve oportunidad de percatarme tiempo atrás’62. Dado que el propio
Ibn Hazm afirma en al-Fisal haber debatido verbalmente con Ibn Nagrela
en el año 404 H/101363, se supone que dicho pasaje de la Refutación cons-
tituiría una alusión a ese debate. Asimismo, otras dos fuentes posteriores
atribuyen a Ibn Nagrela escritos ofensivos hacia el Islam64.
Otro argumento, aunque indirecto, que podría vincular al anóni-
mo judío con Samuel b. Nagrela sería la propia agresividad verbal
desplegada por Ibn Hazm, que incluye fuertes insultos y descalifica-
ciones, de forma que, si ya en al-Fisal denota desprecio y antipatía
por los judíos y el judaísmo, en este caso dicha actitud es mucho
más explícita y rotunda 65. Al igual que hemos visto respecto a los
casos del emir ‛Abd Allah y del propio Abu Ishaq, varios autores han
incidido en la existencia de un componente personal en esta agresiva
actitud, ya que, en contraste con su fracasada carrera, el polígrafo
cordobés alude a su anónimo interlocutor en términos que denotan
su riqueza material y su preeminencia política66. Pero, si bien la
identificación del anónimo autor judío refutado por Ibn Hazm con
uno de los dos visires Banu Nagrela constituiría otro argumento en
68. Ibn Bassam, Al-Dhajira, I, 579-582; trad. parcial de la casida Dozy, R.,
Historia, IV, 40; Pérès, H., Esplendor, 274; Brann, R., ‘Representaciones’, 82 y 83-84,
85 y Power in the Portrayal, 93-94, 95-96, 99-100 y 103, traduce fragmentos de la
epístola, de la casida y de las críticas de Ibn Bassam.
69. Al-Maqqari, Nafh, III, 387; ed. y trad. Munk, S., ‘Notice’, 220-222; trad.
Pérès, H., Esplendor, 276.
136 alejandro garcía sanjuán
73. ‛Abd Allah, Tibyan, 184; trad. Lévi-Provençal, E. y García Gómez, E., El
siglo XI, 315. Como apunta Fierro, M., ‘La religión’, 463, esta peyorativa acuñación
astrológica nos remite a un antijudaísmo no vinculado a condiciones circunstanciales,
es decir, a su eventual presencia en puestos de máxima dignidad política.
74. ‛Abd Allah, Tibyan, 67-68; trad. Lévi-Provençal, E. y García Gómez, E., El
siglo XI, 100.
75. ‛Abd Allah, Tibyan, 67, 68, 69 y 72; trad. Lévi-Provençal, E. y García
Gómez, E., El siglo XI, 100, 101, 103 y106-108.
138 alejandro garcía sanjuán
76. ‛Abd Allah, Tibyan, 72, 77, 80 y 83; trad. Lévi-Provençal, E. y García Gómez,
E., El siglo XI, 107, 115, 122 y 128. Las fuentes hebreas subrayan la soberbia de
Yusuf, caso de Abraham ibn Daud, Libro de la tradición (Sefer ha-Qabbalah), trad. L.
Ferré, Barcelona, 1990, 93, quien asimismo lo compara negativamente con su padre.
coexistencia y conflictos entre minorías 139
77. En cambio, Ibn Bassam, al-Dhajira, I, 583; trad. Brann, R., Power in the
Portrayal, 103, alude al rechazo de los judíos al gobierno tiránico de Ibn Nagrela.
78. ‛Abd Allah, Tibyan, 78; trad. Lévi-Provençal, E. y García Gómez, E., El
siglo XI, 118.
79. ‛Abd Allah, Tibyan, 81; trad. Lévi-Provençal, E. y García Gómez, E., El
siglo XI, 122.
140 alejandro garcía sanjuán
nuevo, el relato del emir ‛Abd Allah, tanto por su mayor proximidad
cronológica a los hechos como por su conocimiento personal de la
corte Zirí, lo que se refleja en la superior amplitud de su exposición
de los hechos. El emir pone de manifiesto cómo, ante la dejadez e
indolencia del soberano Badis, la corte se convierte en un hervidero
de intrigas, conjuras y delaciones en el que el papel protagonista recae
sobre el visir judío, al que el emir señala como culpable de todos los
males que aquejaban al reino y, sobre todo, del asesinato de su padre.
Las fuentes árabes son ampliamente unánimes a la hora de atribuir
el asesinato de Buluggin a Ibn Nagrela y coinciden en los detalles de
los hechos. Su muerte se explica como consecuencia de su creciente
enemistad con el visir judío, azuzada por los Banu-l-Qarawi, que de-
seaban librarse de él. A pesar de su mutua enemistad, que sin duda no
debía ser explícita entre ellos, Buluggin acostumbraba a acudir a casa
de Ibn Nagrela para beber, siendo envenenado con una copa de vino
y muriendo al cabo de dos días80. Como de costumbre, ‛Abd Allah
no da fecha alguna respecto a este episodio, que Ibn ‛Idhari sitúa en
el año 457 H (13.12.1064 / 2.12.1065)81. Las fuentes narran que Ibn
Nagrela se las arregló para hacer recaer las culpas sobre los Banu-l-
Qarawi, que fueron desterrados y sus bienes confiscados, mientras que
otros personajes del entorno de Buluggin resultaron ajusticiados. Con
ello habría logrado, incluso, acrecentar su poder 82.
Respecto a mi propósito, que es el análisis del estallido del pogromo,
resulta irrelevante si, en realidad, Ibn Nagrela fue o no el autor del
asesinato, pues en relación a esos hechos lo que importa es que las
fuentes árabes así lo consideran, con una única excepción 83. El propio
80. ‛Abd Allah, Tibyan, 74; trad. Lévi-Provençal, E. y García Gómez, E., El
siglo XI, 111; Ibn ‛Idhari, Bayan, III, 265; trad. Maíllo Salgado, F., La caída, 221;
Ibn al-Jatib, Ihata, I, 434; Ibn al-Jatib, A‛mal, 231.
81. Ibn ‛Idhari, Bayan, III, 262; trad. Maíllo Salgado, F., La caída, 218.
82. ‛Abd Allah, Tibyan, 75; trad. Lévi-Provençal, E. y García Gómez, E., El
siglo XI, 113-114; Ibn al-Jatib, A‛mal, 231.
83. Al-Nubahi, al-Marqaba al-ulya, ed. E. Lévi-Provençal, El Cairo, 1948, 92,
plantea una situación completamente distinta respecto a la muerte de Buluggin, quien
habría fallecido por causas naturales (min waya asaba-hu) en Málaga, ciudad de la
que era gobernador, en el año 456 H (25.12.1063 / 12.12.1064).
coexistencia y conflictos entre minorías 141
86. ‛Abd Allah, Tibyan, 86; trad. Lévi-Provençal, E. y García Gómez, E., El
siglo XI, 132-133. Lo cual contrasta con la afirmación de Ibn Jaldun, ‛Ibar, IV, 192,
según el cual Badis ‘lo rechazó y lo mató’ (nakaba-hu wa-qatala-hu), algo que Idris,
H. R., ‘Les Zirides’, 89, nota nº 78, considera inverosímil.
87. Ibn Sa‛id, Mugrib, II, 114; trad. Brann, R., Power in the Portrayal, 114, el
cual confunde a los dos visires judíos al afirmar que Ismail b. Yusuf fue nombrado
visir por Badis y que murió en el pogromo, señalando que su hijo Yusuf era pequeño
cuando mataron a su padre.
88. Abraham ibn Daud, Libro de la tradición, 93, atribuye su asesinato a la
envidia de los beréberes.
89. ‛Abd Allah, Tibyan, 67; trad. Lévi-Provençal, E. y García Gómez, E., El
siglo XI, 99.
coexistencia y conflictos entre minorías 143
90. ‛Abd Allah, Tibyan, 68; trad. Lévi-Provençal, E. y García Gómez, E., El siglo
XI, 101. La huida de Yaddayr fuera de Granada no significó el final de los problemas
para Badis, ya que los Sinhaya seguían conspirando con él, hecho del que el propio
Badis llegó a tener conocimiento al interceptar la correspondencia entre ellos, que
comprometía a más de doscientas personas, aunque, aconsejado por Ibn Nagrela, se
abstuvo de tomar represalias.
91. ‛Abd Allah, Tibyan, 145; trad. Lévi-Provençal, E. y García Gómez, E., El
siglo XI, 241.
92. ‛Abd Allah, Tibyan, 86 y 88; trad. Lévi-Provençal, E. y García Gómez, E.,
El siglo XI, 133 y 136.
144 alejandro garcía sanjuán
93. ‛Abd Allah, Tibyan, 86; trad. Lévi-Provençal, E. y García Gómez, E., El
siglo XI, 132, da el sábado 10 de safar, si bien no menciona el año, siendo la única
fecha precisa que aparece en todo su relato. Ibn ‛Idhari, Bayan, III, 231, 266 y 275;
trad. Maíllo Salgado, F., La caída, 193, 221 y 229, da el año 459 H, aunque en una
de las ocasiones señala el 440 H. Misma fecha da Ibn al-Jatib, Ihata, I, 440 y apud
Dozy, R., Recherches, I, 295 (trad.) y LVI (árabe), apunta el sábado11 de safar de
459 H, si bien tal día corresponde al domingo 1 de enero de 1068, si bien Ibn al-
Jatib, A‛mal, 233 apunta el año 469 H o el 460 H. En cuanto a las fuentes hebreas,
coinciden con ‛Abd Allah en el día, sábado 9 tébet, dando fechas distintas según los
diversos cómputos anuales: Abraham ibn Daud, Libro de la tradición, 93, año 4827;
Moshe ibn Ezra, Kitab al-muhadara, II, 73, año 827; Munk, S., ‘Notice’, 210.
coexistencia y conflictos entre minorías 145
94. ‛Abd Allah, Tibyan, 86; trad. Lévi-Provençal, E. y García Gómez, E., El
siglo XI, 133.
95. ‛Abd Allah, Tibyan, 85 y 86; trad. Lévi-Provençal, E. y García Gómez, E.,
El siglo XI, 131 y 132; Ibn ‛Idhari, Bayan, III, 266; trad. Maíllo Salgado, F., La caída,
221; Ibn al-Jatib, A‛mal, 233; IG, I, 434; IS, II, 114-115; trad. Brann, R., Power in
the Portrayal, 113-114 y Maíllo Salgado, F., ‘Los judíos’, 248, quien añade que fue
crucificado en el río Genil.
96. ‛Abd Allah, Tibyan, 86; trad. Lévi-Provençal, E. y García Gómez, E., El
siglo XI, 132; BM, 266 y 275; trad. Maíllo Salgado, F., La caída, 221 y 229.
146 alejandro garcía sanjuán
97. Shelomoh ibn Verga, La vara de Yehudah (Sefer shebet Yehudah), trad. Mª.
J. Cano, Barcelona, 1991, 49, afirma que Granada fue una de las ciudades donde se
asentaron los judíos tras la diáspora.
98. Lévi-Provençal, E., La Péninsule Ibérique au Moyen-Âge d’après le Kitab ar-
Rawd al-Mitar, Leiden, 1938, 30 (trad.) y 23 (árabe).
99. ‛Abd Allah, Tibyan, 68 y 79; trad. Lévi-Provençal, E. y García Gómez,
E., El siglo XI, 101 y 120. La frase alude a Corán VIII, 26, donde se menciona la
protección otorgada por Dios a los musulmanes cuando emigraron de La Meca a
Medina. Asimismo, Corán XXVIII, 5 utiliza la expresión mustad‛afun fi-l-ard, aunque
en alusión a los israelitas. Debo a la amabilidad de M. Fierro esta precisión. De ser
cierta la atribución de la frase al visir judío, podría explicarse como manifestación de
una actitud ‘políticamente correcta’, en virtud de la cual, al tiempo que demuestra su
conocimiento del texto sagrado de los musulmanes, expresa su respeto hacia el Islam.
100. Según Ashtor, E., The Jews, II, 137 y 140, la población judía de Granada
ascendía a 5.000 habitantes, los cuales habitaban una auténtica ciudad dentro del
recinto amurallado. Para Wasserstein, D. J., ‘Jewish Elites in al-Andalus’, en Frank,
D. (ed.), The Jews of Medieval Islam, Leiden, 1995, 108, a pesar de la atracción que
hubiera podido ejercer sobre los judíos la preeminencia de los Banu Nagrela, los
judíos formaban una muy pequeña proporción de la población granadina. En cambio,
Brann, R., ‘Textualizing’, 132, nota nº 71; ‘Representaciones’, 96, nota nº 71 y Power
in the Portrayal, 87, nota nº 123, opina que los judíos constituían un segmento
muy significativo, e incluso, tal vez, predominante, de dicha población. Asimismo,
Hammam, M., ‘Les minorités’, 51-52, parece asumir la idea de que los judíos eran
el sector preponderante.
coexistencia y conflictos entre minorías 147
101. ‛Abd Allah, Tibyan, 86; trad. Lévi-Provençal, E. y García Gómez, E., El
siglo XI, 132; Moshe ibn Ezra, Kitab al-muhadara wal-mudhakara, ed. y trad. M.
Abumalham, Madrid, 1985-1986, 2 vols., II, 73; Abraham ibn Daud, Libro de la
tradición, 93; Shelomoh ibn Verga, La vara de Yehudah, 27.
102. Bayan, apud Ibn al-Jatib, Ihata, I, 440; Ibn al-Jatib, A‛mal, 233.
103. Ibn ‛Idhari, Bayan, III, 266; trad. Maíllo, F., La caída, 193, 221 y 229;
Ibn Bassam, al-Dhajira, I, 585; Ibn al-Jatib, apud Dozy, R., Recherches, I, 295 (trad.)
y LVI (árabe), citando a al-Salimi.
104. Abraham ibn Daud, Libro de la tradición, 94 y 95.
105. Ashtor, E., The Jews, II, 193
148 alejandro garcía sanjuán
Conclusiones
Introducción
tales como Ibn Abi Zar‛, Ibn Jaldun e Ibn ‛Idhari. Estas crónicas se
centran, principalmente, en los asuntos internos, es decir, norteafrica-
nos, relativos a las dinastías almohade y benimerín, mientras que los
asuntos de al-Andalus ocupan en ellas un lugar secundario. De esta
manera, ninguna de ellas suministra datos precisos sobre el levanta-
miento de los mudéjares, cuestión a la que, en realidad, ni si quiera
aluden, mencionando, en el mejor de los casos, los otros aspectos
que conforman el conjunto de sucesos al que antes aludía, es decir, la
guerra entre Muhammad I y Alfonso X, la llegada de los contingentes
benimerines en apoyo del nazarí y la rebelión de los Banu Escallola.
bien este segundo elemento puede fácilmente incluirse entre los deberes
de todo vasallo respecto a su señor, en cambio, la obligación del pago
anual de una cantidad en metálico queda fuera de los parámetros de
la relación habitual entre un señor y su vasallo, lo que nos sitúa ante
una relación vasallática bastante sui generis y nos remite, más bien, a
la política tradicional de los reyes cristianos respecto a los musulmanes
desde el siglo XI, consistente en sangrarlos económicamente cuando
no podían hacerse con el control directo de sus territorios.
No obstante, los datos disponibles indican que el soberano nazarí se
comportó en la práctica como vasallo de Fernando III, a quien prestó
los dos deberes esenciales incluidos en este tipo de relación. Primero
el auxilium, ayudando al rey militarmente en varias campañas de con-
quista sobre territorio musulmán. La primera vez fue poco después del
pacto, el mismo año de 1246, cuando, en nombre del rey, obtuvo la
rendición de Alcalá de Guadaíra7. Justo a continuación, el nazarí fue
enviado junto al maestre de Calatrava y al infante don Enrique a atacar
la zona de Jerez8. Asimismo, Ibn al-Ahmar ayudó a Fernando III en
la toma de Sevilla, resentido contra la ciudad que no había aceptado
su autoridad años atrás9. Muhammad I también cumplió con el deber
de consilium, acudiendo a asesorar al rey en cortes y apareciendo como
confirmante de los privilegios alfonsíes desde el acceso al trono del rey
Sabio (agosto de 1252)10.
Otros textos, en cambio, nos plantean la relación existente entre
ambos soberanos bajo la forma de un simple pacto, con carácter tem-
poral y basado en la tregua y el pago de parias. La propia Crónica de
Alfonso X emplea en varias ocasiones expresiones que así lo ponen de
manifiesto, por ejemplo cuando afirma que, en 1252, al inicio de su
reinado, el rey castellano firmó “las posturas e avenençias que el rey
vez, que cada parte entendía dicha relación de una manera peculiar,
o que la ambigüedad era su verdadera naturaleza. Sea de ello lo que
fuere y siendo realistas, a mi juicio los aspectos formales del vínculo
entre ambos soberanos no resultan determinantes, sino meramente se-
cundarios, dado que los hechos conocidos demuestran que, al margen
de matizaciones sobre la naturaleza exacta de la relación que los unía,
o de la forma peculiar en que cada uno la entendía, no cabe duda de
que los intereses políticos de cada parte eran contrapuestos entre sí, ya
que ambas aspiraban a un mismo objetivo, el dominio del territorio.
En este sentido, carece de relevancia plantearse si la relación consistía
en un pacto de vasallaje o en una simple tregua, o si cada una de las
partes lo entendía de una manera distinta. En todo caso, este aspecto
tendrá interés para verificar la forma en que cada parte justificó su
postura en relación a los hechos acaecidos. Sin embargo, por lo que
se refiere a la explicación de las causas del estallido de la guerra re-
sulta un aspecto irrelevante, pues, tanto del lado cristiano como del
musulmán, este tipo de relaciones eran, en realidad, “contra-natura” y
obedecían a razones de puro oportunismo y necesidad, sin que existiese
en el ánimo de sus protagonistas un verdadero sentido de alianza o
cooperación política, que de otro lado era por completo inviable en
el contexto de la época, debido, entre otras cosas, a la ideología de
la reconquista, que implicaba el irrenunciable proyecto de acabar con
la presencia de los musulmanes en la península, considerada como
ilegítima. Siguiendo los postulados defendidos por F. García Fitz, creo
que estos pactos estipulados por los reyes cristianos con soberanos
musulmanes responden a la utilización de “estrategias de disolución”,
es decir, de medios políticos que tratan de lograr el mismo fin que la
guerra, la aniquilación de al-Andalus14.
15. A. GARCÍA SANJUÁN, “La conquista de Niebla por Alfonso X”, Historia.
Instituciones. Documentos, 27 (2000), 89-111. En virtud de las circunstancias que la
rodearon M. GONZÁLEZ JIMÉNEZ, “Andalucía en tiempos de Alfonso X. Estudio
histórico”, LXXI, tilda la conquista de Niebla de “dramática e injustificada”.
16. A. MALPICA, “Historia Medieval de Andalucía cristiana: algunas reflexiones
y una propuesta de trabajo”, en F. MAÍLLO SALGADO, España. Al-Andalus. Sefarad:
síntesis y nuevas perspectivas, Salamanca, 1990, 2ª ed., 72.
coexistencia y conflictos entre minorías 159
A pesar del crédito de que goza Ibn ‛Idhari, el más importante cro-
nista para el conocimiento de la evolución de al-Andalus en la segunda
mitad del siglo XIII, su testimonio no ha sido muy estimado por los
especialistas, la mayor parte de los cuales no lo han tenido en cuenta.
Sólo J. F. O’Callaghan parece otorgarle credibilidad, aunque cuestio-
na su autenticidad como causa inmediata del estallido de la guerra,
postulando que “Ibn al-Ahmar pudo de forma deliberada escoger un
motivo de ofensa, sabiendo que pronto estaría en guerra con Castilla”20.
Puede que fuera así, aunque, como comentaba con anterioridad, no
ha faltado quien sugiera que la revuelta mudéjar pudo ser provocada
por el propio Alfonso X con el fin de proceder a la expulsión total
o masiva de la población musulmana y, desde este punto de vista, el
incidente bien podría explicarse desde el punto de vista de los intereses
del propio rey castellano.
El alcance de la rebelión
Conclusiones
Introducción
ello las tropas más sólidas (aqwam min gayri-him)4. El aserto de Ibn
Jaldun parece confirmarse al analizar las informaciones concernientes
a la actuación de los mercenarios cristianos al servicio de las dinastías
magrebíes, que permiten comprobar la estrecha relación existente entre
su debilidad política y la necesidad del recurso a dichas milicias.
La confianza de los soberanos magrebíes en la superioridad militar
de los cristianos es la que explica el segundo factor que determinó la
abundante presencia de tales milicias en el Norte de África, de índole
fiscal. Si bien es una fuente castellana y tardía la que alude a esta
función fiscal como factor de reclutamiento, sin embargo sabemos
que el mismo opera desde el comienzo de su actuación en el Magreb,
pues fue una de las que les atribuyó el emir almorávide ‛Ali b. Yusuf,
según indican las propias fuentes árabes que lo mencionan como el
primero en servirse de los soldados cristianos. Es Pedro Barrantes,
cronista oficial de la casa de Niebla, quien señala la importancia de
esta tarea recaudadora al trazar la biografía de su héroe, Alfonso Pérez
de Guzmán, conocido como Guzmán el Bueno, señalando cómo dicha
función podía llegar a ser enormemente lucrativa para los cristianos
pues, si era preciso llegar al empleo de la fuerza para proceder al cobro
de los impuestos, la tasa percibida ascendía al doble de lo estipulado,
quedándose el jefe de la milicia cristiana con la mitad correspondiente
y entregando la otra mitad al soberano5.
4. IBN JALDUN, al-Muqaddima, ed. Beirut, 1992, libro III, cap. 37; trad. V.
MONTEIL, Discours sur l’histoire universelle (al-Muqaddima), Beirut, 1967-1968, 3
vols., II, 562; trad. J. FERES, Introducción a la historia universal (Al-Muqaddimah),
México, 1997, 2ª ed., 497. La forma de combatir de los cristianos no suscita muchos
comentarios entre los cronistas árabes. En relación a una acción protagonizada hacia
632 H/1234-1235 por el caíd Gonzalo, IBN ‛IDHARI, al-Bayan al-mugrib (qism
al-muwahhidin), Casablanca-Beirut, 1985, 319-320; trad. A. HUICI, Al-Bayan al-
mugrib fi ijtisar ajbar muluk al-Andalus wa al-Magrib por Ibn ‛Idhari al-Marrakushi.
Los almohades (Colección de crónicas árabes de la reconquista. Volumen II), Tetuán,
1953-1954, 2 vols., II, 57-58, pone de manifiesto su falta de juicio al combatir
(‛adam al-ra’y fi harbi-him), lo que nos remite a un estilo impetuoso, basado en la
carga arrolladora de la caballería, a la que alude poco después en otro pasaje de su
relato (hamla sadiqa).
5. P. BARRANTES MALDONADO, Ilustraciones de la Casa de Niebla, ed. F.
DEVÍS, Cádiz, 1998, cap. V, 33.
coexistencia y conflictos entre minorías 177
6. IBN ABI ZAR‛, Rawd al-qirtas, ed. Rabat, 1972, 250-251; trad. A. HUICI,
Valencia, 1964, 2ª ed., 2 vols., II, 485-486; IBN JALDUN, Kitab al-‛ibar, Beirut,
1992, 7 vols., VI, 300; trad. DE SLANE, Histoire des berbères, París, 1925-1956 (reed.
1999), 4 vols., II, 235; IBN ‛IDHARI, al-Bayan al-mugrib (qism al-muwahhidin), 284;
trad. A. HUICI, I, 313-314, quien cuantifica el contingente en quinientos caballeros;
IBN AL-JATIB, al-Ihata fi ajbar Garnata, El Cairo, 1973-1977, 4 vols., I, 411. A.
HUICI, Historia política del Imperio almohade, Tetuán, 1956-1957 (reed. Granada,
2000), 2 vols., II, 471-472, cuestionó la autenticidad del citado acuerdo, señalando
que dichos contingentes estarían formados por caballeros desnaturados. En su apoyo
cabe citar el silencio de las crónicas cristianas y las demás árabes.
7. IBN ‛IDHARI, al-Bayan al-mugrib (qism al-muwahhidin), 399; trad. A.
HUICI, II, 218.
8. IBN ‛IDHARI, al-Bayan al-mugrib (qism al-muwahhidin), 298; trad. A.
HUICI, I, 338; IBN AL-JATIB, al-Ihata, I, 417; IBN ABI ZAR‛, Rawd al-qirtas,
254; trad. A. HUICI, II, 493, afirma que uno de los que recibió el juramento de
fidelidad (bay‛a) en su nombre fue Marqasil (Far Qasil, según Huici), caíd de los
cristianos, quien formaba, junto a dos caudillos beréberes, “las columnas del ejército
de al-Ma’mñn” (‛umdat ‛askar al-Ma’mun).
178 alejandro garcía sanjuán
15. IBN JALDUN, Kitab al-‛ibar, VII, 97; trad. DE SLANE, Histoire des
berbères, III, 349.
16. IBN ABI ZAR‛, al-Dhajira, 74; ídem, Rawd al-qirtas, 294; trad. A. HUICI,
II, 559-560, que sólo menciona a Shadid. Sobre estos hechos, cf. A. HUICI, Historia
política, II, 543-544.
17. IBN ABI ZAR‛, Rawd al-qirtas, 255; trad. A. HUICI, II, 495.
18. IBN ‛IDHARI, al-Bayan al-mugrib (qism al-muwahhidin), 332-333; trad. A.
HUICI, II, 89-90. Sobre estos hechos, cf. A. HUICI, Historia política, II, 505-506.
19. IBN ‛IDHARI, al-Bayan al-mugrib (qism al-muwahhidin), 412-414; trad. A.
HUICI, II, 251-253. Sobre estos hechos, cf. A. HUICI, Historia política, II, 552-553.
coexistencia y conflictos entre minorías 181
26. Crónica latina, 58; RODRIGO JIMÉNEZ DE RADA, Historia de los hechos
de España, trad. J. FERNÁNDEZ VALVERDE, Madrid, 1989, VIIII, viiii, 21.
27. Crónica de Alfonso X, ed. M. GONZÁLEZ JIMÉNEZ, Murcia, 1999, 22-25.
28. Crónica de Sancho IV, ed. C. ROSELL, Madrid, 1953, cap. XI, 88-89; P.
BARRANTES MALDONADO, Ilustraciones, cap. XX, 76 y cap. XXIV, 85-87.
184 alejandro garcía sanjuán
El factor religioso
asunto que nos ocupa, existe un bien conocido hadiz en base al cual
se estipula la prohibición de que los no creyentes combatan en favor
de los musulmanes. En vísperas del encuentro de Badr, un hombre
pidió a Mahoma marchar junto a él, pero, ante su respuesta negativa a
la pregunta de si creía en Dios y su Profeta, éste le indicó: “no deseo
la ayuda de ningún politeísta”35. No obstante, el propio Mahoma se
sirvió de judíos e incluso de politeístas en algunas de sus campañas 36.
A pesar de que se trata de un hadiz muy célebre, ampliamente di-
fundido y citado en fuentes de diverso tipo, sobre todo jurídicas, como
argumento contrario al recurso a fuerzas militares no musulmanas37, ciertos
juristas musulmanes autorizan en determinados casos dicha práctica.
Así lo indica la opinión de Abu Yusuf (113-182 H/731-798), discípulo
del propio Abu Hanifa, quien autoriza de manera implícita esta actitud
cuando afirma que no es lícito el amán otorgado al enemigo por los
protegidos (ahl al-dhimma) utilizados por los musulmanes en la guerra38.
Más explícito es el testimonio del célebre teórico al-Mawardi (m. 450
H/1058) en su tratado sobre las normas de gobierno, concretamente en
el segundo apartado del quinto capítulo, dedicado a la guerra contra
los herejes (ahl al-bagy), a quienes define como aquellos musulmanes
42. IBN ABI ZAR‛, Rawd al-qirtas, 253; trad. A. HUICI, II, 491, quien
no alude al sentido del término, mientras que el anónimo editor del texto apunta
otros significados que no remiten a los cristianos. Sobre los farfanes, cf. F. MAÍLLO
SALGADO, Los arabismos del castellano en la Baja Edad Media, Salamanca, 1998,
3ª ed., 320-321; ídem, “Precisiones para la historia de un grupo étnico-religioso: los
farfanes”, Al-Qantara, IV (1983), 265-281.
43. IBN JALDUN, Kitab al-‛ibar, VI, 300; trad. DE SLANE, Histoire des berbères,
II, 235. En realidad, el origen de la iglesia parece ser anterior, cf. P. DE CENIVAL,
“L’église chrétienne de Marrakech au XIIIe siècle”, Hesperis, 7 (1927), 69‑83.
44. IBN ‛IDHARI, al-Bayan al-mugrib (qism al-muwahhidin), 298; trad. A.
HUICI, I, 338; IBN ABI ZAR‛, Rawd al-qirtas, 253; trad. A. HUICI, II, 491.
45. IBN ‛IDHARI, al-Bayan al-mugrib (qism al-muwahhidin), 315y 360; trad.
A. HUICI, II, 47 y 148. Por su parte, RODRIGO JIMÉNEZ DE RADA, Historia
de los hechos de España, IX, 9, afirma que los cristianos vivían en un barrio propio,
llamado Elvira.
46. J. LE GOFF, La civilización del Occidente medieval, Barcelona, 1999, 124.
190 alejandro garcía sanjuán
Conclusión
La participación de contingentes militares cristianos en apoyo de las
dinastías magrebíes es un fenómeno ampliamente atestiguado a partir
del siglo XII y durante todo el siglo XIII, siendo los almohades quienes,
al parecer, manifestaron una mayor dependencia de estos contingentes,
especialmente a partir del inicio de la crisis política de la dinastía.
Las informaciones disponibles se refieren en la mayor parte de los casos
a las actuaciones y hechos protagonizados por tales milicias, mientras
que, en cambio, son mucho menos prolijas a la hora de caracterizar
los motivos que movían a ambas partes a este colaboracionismo, así
como, sobre todo, respecto a las justificaciones teóricas e ideológicas
con que se justificaba el mismo.
Es evidente que por parte de los musulmanes existe un reconoci-
miento, explícito en Ibn Jaldun, de la superioridad de los cristianos a
la hora de combatir, superioridad que, en principio, pudo ser empleada
como simple ventaja pero que, a la larga, fue degenerando en una
cierta dependencia, evidente en el caso de los almohades durante el
siglo XIII, cuando las milicias cristianas se convierten en uno de los
principales sostenes de la dinastía, manifiesta en su privanza respecto
a los califas y que les otorgaba una influencia política.
En cuanto a los cristianos, es problemático el origen de esta actividad
en el Magreb, que podría vincularse al fenómeno de las deportaciones de
mozárabes efectuadas por los almorávides a comienzos del siglo XII o bien
a la captura de prisioneros en sus enfrentamientos con los cristianos en la
misma península ibérica. Sea de ello lo que fuera, ya a partir del siglo XIII
se constata plenamente que la presencia de caballeros cristianos al servicio
de los soberanos almohades obedece a otros parámetros, derivados de las
propias disensiones entre nobleza y monarquía en los reinos peninsulares,
que da lugar al fenómeno de los nobles desnaturados, así como al mero afán
de enriquecimiento y obtención de prestigio y fama, como ejemplifica el
caso de Guzmán el Bueno ya en época benimerín.
El fin de las comunidades cristianas
de al-Andalus (siglos XI-XII):
factores de una evolución
Introducción
Factores externos
2. De Epalza, 1992.
coexistencia y conflictos entre minorías 195
23. Ed. De Mas Latrie, 1866, II, 10-11; cf. Lourido y otros, 1993, 77-78.
24. Fierro, 1997, 524.
202 alejandro garcía sanjuán
los cristianos sabiendo que las van a usar para producir vino, considera
que, aunque es algo reprobable (makruh), no debe prohibirse (tahrim)29.
En otra consulta, relativa a un cristiano de Marrakech converso al islam
del que se sospecha que sigue practicando el cristianismo, Ibn Rushd
responde que no debe ser condenado a muerte salvo que exista una
prueba irrefutable (bayyina ‛adila) al respecto30.
No menos singulares resultan otros textos legales que, hasta ahora,
apenas han sido integrados en la discusión sobre la situación de los
cristianos durante la época almorávide. En efecto, el estricto legalismo
característico de los soberanos de dicha dinastía fue aplicado a los
deportados en 1126 al Norte de África, a los cuales se les reconoció
el derecho a vender sus bienes e incluso a enviar agentes que, una vez
establecidos en las ciudades magrebíes donde se instalaron, se encar-
garan de liquidar las propiedades que no habían podido vender antes
de partir de la Península. Más aún, al parecer siguieron conservando
su estatuto legal de dhimmíes, según se desprende de una fetua, más
bien un fragmento de la misma, del citado Ibn al-Hachch, el cual
responde a la demanda de los cristianos de erigir iglesias en los lugares
en los que han sido asentados. En su dictamen, el alfaquí comienza
recordando que esos cristianos poseen el rango de mu ‛ahidin, es decir,
de sujetos legalmente reconocidos por el Estado islámico, con el que
mantienen un pacto (‛ahd) en vigor. Ello implica que, a pesar de haber
sido deportados, no fueron privados de su estatuto jurídico y que se
mantuvieron sus derechos. Así lo indica el propio contenido de la fetua
en la que Ibn al-Hachch, tras recordar su condición jurídica, señala
la necesidad de mantener vigente el pacto estipulado en su momento
con ellos (thubuta-hum ‛alà ma salafa la-hum min al-‛ahd wa-l-‛aqd
min al-dhimma). Por lo tanto, considera lícito que cada grupo pueda
construir un lugar de culto allí donde sea establecido, aunque se les
29. Ibn Rushd, Fatawà, III, 1281-1282; al-Wansharisi, Mi‛yar, VI, 69 y 202;
trad. Amar, 1909, 31; trad. Lagardère, 1986a, 210; ídem, 1986b, 160; ídem, 1995,
179, nº 304. En otra fetua, el propio Ibn Rushd, Fatawà, II, 973-976, nº 279, analiza
la casuística relativa a la venta de vino por un cristiano a un musulmán.
30. Ibn Rushd, Fatawà, III, 1462-1464; al-Wansharisi, Mi‛yar, II, 349-350; trad.
Lagardère, 1986a, 209-210; ídem, 1986b, 156; ídem, 1988, 113-114; ídem, 1995,
65, nº 245.
204 alejandro garcía sanjuán
31. Al-Wansharisi, Mi‛yar, II, 215, 218 y 241; trad. Amar, 1908, 245-246; trad.
Lagardère, 1995, 66, nº 251.
coexistencia y conflictos entre minorías 205
40. Simonet, 1983, III, 669-670; Rivera Recio, 1973, 205; Molénat, 1999, 103.
41. Simonet, 1983, III, 654; De las Cagigas, 1947-1948, II, 454 y 458.
42. Balaguer, 1951, 89 y edición del documento en páginas 135-138. No está
claro que ambos Paternos sean el mismo personaje. Para Simonet, 1983, III, 664, el
Paterno obispo de Zaragoza sería el previamente nombrado como abad de San Juan
de la Peña por Sancho III el Mayor, según un documento del monasterio navarro de
Leire, fechado el 21.10.1022 que, sin embargo, es considerado falso por la mayoría
de los investigadores, cf. Orcástegui y Sarasa, 2000, 37 y 182-184, con traducción
del documento.
43. Historia Compostellana, I, 113.
44. Ed. Muñoz y Romero, 1847, 560-561; Gonzálvez, 1998, 62.
208 alejandro garcía sanjuán
45. García Gómez y Menéndez Pidal, 1947; opinión contraria en De las Cagigas,
1947-1948, II, 461.
46. Peñarroja, 1993, 267 y edición del doc. en 325-327.
47. Frente a lo sostenido por Wasserstein, 2002, 510.
48. Simonet, 1983, IV, 767-68; Molénat, 2004, 21; Lapiedra, 2006, 113-116.
49. De Expugnatione Lyxbonensi, 114-115 y 176-177.
50. Frente a la postura de Ricard y Dufourcq, que negaban la posibilidad de
un obispo en Lisboa en ese momento, la historiografía actual se muestra proclive a
admitir su presencia, cf. Molénat, 1997, 392; Picard, 1983, 84; ídem, 2000, 266-268;
ídem, 2001, 90.
coexistencia y conflictos entre minorías 209
51. Simonet, 1983, II, 477-480; Christys, 1998; Lara Olmo, 1999.
52. Al-‛Udhrî, Tarsi‛, 6-8; trad. Molina, 1972, 64-68.
53. Simonet, 1983, III, 657.
54. Simonet, 1983, III, 657-658; De las Cagigas, 1947-1948, II, 437-438;
García Sanjuán, 2004a.
55. Simonet, 1983, III, 662-663; Lacarra, 1978, 87.
56. Simonet, 1983, II, 257-258. Molénat, 1997, 403-404; 2004, 22, entiende
las dificultades para localizar el cuerpo de S. Vicente como síntoma del declive de las
210 alejandro garcía sanjuán
comunidades cristianas en la zona del Algarve. Sin embargo, esas mismas dificultades
son las que narran las fuentes relativas al traslado de los restos de Isidoro de Sevilla
a León, estando bien atestiguada la presencia cristiana en la capital hispalense en ese
momento. Así pues, frente a lo que sostiene el citado investigador francés, más bien
creo que ello revela la ocultación de las reliquias por la comunidad para evitar su
traslado.
57. García Moreno, 1999, 320-322, incide en la importancia del culto a los santos
y las reliquias en la conformación de la identidad hispano-goda de las comunidades
cristianas.
58. Paz y Meliá, 1931, 266-268; Gil, 1998, 98.
59. De Expugnatione Lyxbonensi, 94-95; cf. Molénat, 1997, 393.
coexistencia y conflictos entre minorías 211
Factores internos
67. De Epalza, 1985-86, 175-176; ídem, 1994, 397-398; ídem, 1997, 116-120.
214 alejandro garcía sanjuán
68. Barceló, 1984, 125-133; Guichard, 1985, 22-23; Lagardère, 1988, 102-103
y 116-117.
69. Molénat, 1992, 102; ídem, 1997, 390; ídem, 2000, 101-106.
70. De Epalza, 1993, 79.
71. Orlandis, 1976, 160-161; García Moreno, 1989, 352-353.
72. De Epalza, 1997, 121.
73. Por ejemplo, el nombramiento de un musulmán, el conocido literato Ibn
Zaydun, como responsable de los dhimmíes cordobeses en la época taifa. Ibn al-Abbar,
I‛tab al-kuttab, 212-213; Simonet, 1983, III, 649; De las Cagigas, 1947-1948, II, 465.
coexistencia y conflictos entre minorías 215
74. Dozy y De Goeje 1866, 180 (árabe) y 218 (trad.); trad. Dubler, 1988, 119.
75. El estudio clásico sobre Ossonoba es el de J. D. Garcia Domínguez, 1972.
216 alejandro garcía sanjuán
81. De Epalza, 1985-86, 176; ídem, 1992, 42-43; ídem, 1994, 396-397; ídem,
1997, 117-119.
82. Díaz y Díaz, 1976, 91-92.
83. De Mañaricúa, 1966, 90; Orlandis, 1977, 238-240; García Moreno, 1989,
353-354 y 360.
84. Orlandis, 1976, 139-149.
85. Véanse las aproximaciones de Linaje Conde, 1973 y Yelo Templado, 1993,
este basado casi exclusivamente en las fuentes emanadas por los mártires cordobeses
del s. IX.
coexistencia y conflictos entre minorías 219
92. Simonet, 1983, III, 654; De las Cagigas, 1947-1948, II, 456. Frente a lo
que sostiene Hernández, 2000, 53.
93. Wasserstein, 1985, 226-227; Burman, 1994, 26 y 28-29.
94. Lévi-Provençal; Burman, 1994, 13.
95. Burman, 1994, 16.
96. Burman, 1994, 17.
97. Simonet, 1983, IV, 756-757; Gonzálvez Ruiz, 1998, 79; Gil, 1998, 99.
222 alejandro garcía sanjuán
La ‘intolerancia’ andalusí
103. Simonet, 1983, IV, 735-737; Peñarroja, 1993, 282; Guichard, 2002, 114.
104. Dozy, 1878, I, 433-434.
105. Simonet, 1983, III, 648 y IV, 733.
224 alejandro garcía sanjuán
Fuentes árabes
110. Sobre Ibn ‛Abdun, F. Gabrielli, Encyclopédie de l’Islam, Leiden, III, 702-703.
111. Chalmeta, 1990, 69.
226 alejandro garcía sanjuán
Fuentes latinas
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coexistencia y conflictos entre minorías 231
Introducción
Normativa general
16. Ibn Sahl, Diwan al-ahkam al-kubrà, ed. R. al-Nu‛aymi, Riad, 1997, II,
948-951; ed. M. ‛Abd al-Wahhab Jallaf, Watha’iq fi ahkam qada’ ahl al-dhimma fi
l-Andalus, El Cairo, 1980, 60-65. Texto analizado por Mazzoli-Guintard, C., ‘Espacios
de convivencia en las ciudades de al-Andalus’, en Espiritualidad y convivencia en al-
Andalus, Huelva, 2006, 86-87; idem, ‘Vivre la différence, vivre dans l’indifférence?
La coexistence pacifique entre communautés religieuses dans la Cordoue des X-XIe
siècles’, en Audisio, G. y Pugnière, F. (eds.), Vivre dans la différence hier et aujourd’hui.
Actes du colloque, Nîmes, 24-25 novembre 2006, Aviñón, 2007, 103-104.
17. El sentido de qal‛a en este contexto no resulta claro. Su significado habitual
es el de ‘fortaleza’, de donde se derivan los topónimos formados por ‘alcalá’, numerosos
en varias provincias españolas. Como es sabido, uno de los requisitos legales del hubs
es la completa propiedad del donante sobre el bien donado, no habiendo constancia de
la existencia en al-Andalus de fortalezas o castillos poseídos a título privado, máxime
siendo el donante un judío. Carballeira afirma que qal‛a designaría aquí una propiedad
situada en un lugar elevado y fortificado; cfr. Legados píos y fundaciones familiares,
266. La versión de este texto en al-Wansharisi (véase nota siguiente) trae en su lugar
‛aqar, es decir, ‘inmueble’.
240 alejandro garcía sanjuán
lícito sólo aquello que es legal para los musulmanes (la yayuzu la-hum
fi ahbasi-him allati yahbisuna-ha ‛alà wachh al-taqrib illa ma yayuzu
li-l-muslimin fi ahbasi-him). Por otra parte, menciona Al-Nawadir de
Ibn Abi Zayd al-Qayrawani (m. 386/996), donde se estipula que la
venta de legados píos, sean fundados por musulmanes o por la ‘gente
del Libro’, debe considerarse nula y cualquier edificación erigida en
ellos, derribada. Finalmente, Ibn Sahl concluye mencionando que la
cuestión le fue planteada de nuevo tiempo después, en ramadán de
484/17 de octubre-15 de noviembre de 1091, siendo en esta segunda
ocasión su respuesta idéntica a la primera 18.
Respecto a los ahbas de las iglesias cristianas, cabe comenzar indi-
cando que la información disponible no ha sido objeto de análisis en
la bibliografía relativa a los mozárabes, tanto por lo que se refiere a
la clásica19 como a la más reciente20, mientras que, en cambio, sí se
contempla en los estudios sobre legados píos mencionados con ante-
rioridad, por lo que debe considerarse como un aspecto relativamente
novedoso, que sería deseable insertar en la evolución de dichas comu-
nidades cristianas de al-Andalus.
Aparte de la información de los textos jurídicos, en los que, como es
sabido, no suele haber una concreción específica de referencias espacio-
temporales, la única iglesia de la que consta la posesión de tal clase de
bienes es la conocida como ‘iglesia de los cuervos’ (kanisat al-gurab),
sita en el extremo meridional del sudoeste peninsular, cerca del cabo
de San Vicente. En un célebre texto al-Idrisi pondera la antigüedad
e importancia de este templo y revela algunas de sus características,
entre ellas la riqueza de los bienes adscritos a la iglesia en forma de
habices repartidos, afirma, por todo el territorio del Occidente (wa-
18. Ibn Sahl, Diwan, ed. al-Nu‛aymi, II, 1119-1120 (en nota); ed. Jallaf,
Watha’iq, 68-69; al-Wansharisi, Mi‛yar, VII, 59-60. Véase la traducción de este texto
en Amar, É., ‘La pierre de touche des Fétwas. Consultations juridiques des Faqihs du
Maghreb’, Archives Marocaines, XIII (1909), 367-370; Lagardère, V., Histoire et société
en Occident musulman au Moyen Âge. Analyse du Mi‛yar d’al-Wansharisi, Madrid, 1995,
268, nº 199.
19. Simonet, F. J., Historia de los mozárabes de España, Madrid, 1983, 4 vols.
20. Aillet, C., Les mozarabes. Christianisme, Islamisation et Arabisation en Péninsule
Ibérique (IXe-XIIe siècle), Madrid, 2010.
coexistencia y conflictos entre minorías 241
El interés del texto para el tema que nos ocupa se acrecienta si to-
mamos en consideración la posibilidad de que se trate de un testimonio
de primera mano, producto de la propia experiencia personal del célebre
geógrafo. Aunque se desconocen casi todos los aspectos cronológicos de
su biografía22, él mismo afirma haber visitado el Occidente andalusí,
aludiendo a su presencia en Lisboa, donde menciona la explotación de
arenas auríferas en invierno, fenómeno que califica de ‘maravilla’ y que
21. Al-Idrisi, Nuzhat al-mushtaq fi jtiraq al-afaq, El Cairo, 1994, II, 544; ed.
y trad. R. Dozy y J.M. de Goeje, Description de l’Afrique et de l’Espagne par Edrîsî,
Leiden, 1866, 180-181 y 218-219. Véase también la traducción de este fragmento
en Dubler, C., ‘Al-Andalus en la geografía de al-Idrisi’, Studi Magrebini, XX (1988),
119; Jaubert, P.A., Idrîsî. La première géographie d’Occident, presentación, notas, índices
y bibliografía por H. Bresc y A. Nef, París, 1999, 263. Asimismo, cfr. al respecto
Picard, C., ‘Les mozarabes dans l’Occident ibérique (VIIIe-XIIe siècles)’, Revue des
Études Islamiques, 51 (1983), 84.
22. Frente a la hipótesis tradicional de su origen ceutí, más recientemente A.
Amara y A. Nef proponen, basándose en al-Safadi, un origen siciliano o calabrés del
geógrafo; cfr. ‘Al-Idrisi et les Hammudides de Sicilie. Nouvelles données biographiques
sur l’auteur du Livre de Roger’, Arabica, XLVIII (2001), 121-127.
242 alejandro garcía sanjuán
23. Al-Idrisi, Nuzhat al-mushtaq, II, 547; ed. y trad. Dozy y De Goeje, Description
de l’Afrique et de l’Espagne, 184 y 223. Véase también la traducción de este pasaje
en Dubler, ‘Al-Andalus en la geografía de al-Idrisi’, 121; Jaubert, Idrîsî. La première
géographie d’Occident, 267.
24. Oman, G., ‘Al-Idrisi’, EI2, III, s.v.; Bresc y Nef, ‘Présentation’, en Jaubert,
Idrîsî. La première géographie d’Occident, 17-18.
25. Según la nueva interpretación del pasaje correspondiente efectuada por Bresc
y Nef, ‘Présentation’, en Jaubert, Idrîsî. La première géographie d’Occident, 15.
26. Dubler, C., ‘Idrisiana Hispánica, I. Probables itinerarios de Idrisi por al-
Andalus’, Al-Andalus, XXX (1965), 97-99.
27. Frente a lo que sugiere Picard, C., ‘Les mozarabes dans l’Occident ibérique’,
84; idem, ‘Quelques remarques sur la propriété du sol dans le Gharb al-Andalus
pendant la période musulmane’, Révue des Études Islamiques, LX (1996), 482.
28. Picard, C., ‘Les chrétiens mozarabes: encadrement religieux et déclin.
L’exemple du Gharb al-Andalus’, en Bresc, H. y Veauvy, C. (eds.), Mutations d’identités
en Méditerranée. Moyen Âge et époque contemporaine, París, 2002, 105-106; idem, Le
Portugal musulman (VIIIe-XIIIe siècle). L’Occident d’al-Andalus sous domination islamique,
París, 2000, 285-287; idem, ‘Quelques remarques sur la propriété du sol’, 481.
coexistencia y conflictos entre minorías 243
38. Jiménez de Rada, R., Historia de los hechos de España, trad. J. Fernández
Valverde, Madrid, 1989, III, 22.
39. Corriente, F., ‘Tres mitos contemporáneos frente a la realidad de Alandalús:
romanticismo filoárabe, cultura mozárabe y cultura sefardí’, en Feria García, M.C. y
Fernández Parrilla, G. (eds.), Orientalismo, exotismo y traducción, Cuenca, 2000, 39-48.
246 alejandro garcía sanjuán
40. Apud Fernández Félix, A., Cuestiones legales del Islam Temprano: la ‛Utbiyya
y el proceso de formación de la sociedad islámica andalusí, Madrid, 2003, 485, citando
Al-Bayan wa-l-tahsil de Ibn Rushd.
248 alejandro garcía sanjuán
41. Apud Fernández Félix, Cuestiones legales del Islam Temprano, 484, citando
Al-Bayan wa-l-tahsil de Ibn Rushd.
42. Véanse sus referencias biográficas en Ibn Bashkuwal, Kitab al-sila, ed. F.
Codera, 1882-83, 2 vols., nº 130; ‛Iyad, Tartib al-madarik, Rabat, s/f-1983, 8 vols.,
coexistencia y conflictos entre minorías 249
VIII, 135-136. Cfr. también Ávila, M.L. y Marín, M., ‘Nómina de sabios de al-Andalus
(430-520/1038-1126)’, en Marín, M. y Felipe, H. de (eds.), Estudios Onomástico-
Biográficos de al-Andalus. VII, Madrid, 1995, nº 291.
43. Al-Wansharisi, Mi‛yar, VII, 65. Véase la traducción de este texto jurídico
en Amar, ‘La pierre de touche des Fétwas’, 321-323.
44. Sahnun, Mudawwana, ed. ‛A. al-Yazzar y ‛A. al-Manshawi, El Cairo, 2005,
6 vols., II, 142.
45. De los llamados ‘siete libros’, las principales compilaciones canónicas sunníes,
sólo lo cita Muslim, Sahih, XXX, 51, nº 4083. ed electrónica http://www.al-eman.
com. Acceso 7-9-2010. Véase la traducción del mencionado hadiz en al-Mundhiri,
Z.A.-A., The Translation of the Meanings of Summarized Sahih Muslim, I, Riad, 2000,
575.
250 alejandro garcía sanjuán
46. Hay otra versión de esta parte del texto en al-Sha‛bi, al-Ahkam, ed. al-S.
al-Halwi, Beirut, 1992, 154, nº 197-198. Parece que en este caso al-Wansharisi mezcló
textos distintos, porque esta segunda parte es una fetua diferente, aunque también
relativa a la donación efectuada por un judío, bajo el encabezamiento siguiente: su’ila
‛an yahudi habbasa hubsan thumma biya, fa-qama walad al-muhabbis li-yufsaj al-bay‛. La
autoría de esta fetua no está clara, pudiendo atribuirse a Ibn al-Makwi (m. 401/1010)
o a Muhammad b. Mugith al-Tulaytuli (m. 459/1067).
47. Sobre este jurista, véase Cano Ávila, P., ‘Ibn Dinar, ‛Isà’, en Lirola
Delgado, J. y Puerta Vílchez, J. M. (dirs.), Biblioteca de al-Andalus, III, Almería,
2004, s.v.
48. Mi interpretación de esta frase coincide con la que propone Carballeira,
Legados píos y fundaciones familiares, 192. Por su parte, A. Carmona (‘Bienes habices
en al-Andalus’, Al-Qantara, XXV (2004), 258), quien no menciona la versión de
al-Sha‛bi, traduce idha kanu yu’adduna ma ‛alay-him min al-yizya por ‘si fuera para
pagar la yizya a que están obligados’, lo que, a mi juicio, lo conduce a una errónea
interpretación de la opinión de Ibn al-Qasim.
coexistencia y conflictos entre minorías 251
50. Ibn Sahl, Diwan, ed. R. al-Nu‛aymi, II, 1117-1119; ed. Jallaf, Watha’iq,
26-28 y 65-68; al-Wansharisi, Mi‛yar, VII, 438-439. Véase la traducción de esta fetua
en Amar, ‘La pierre de touche des Fétwas’, 384-387; Lagardère, Histoire et société,
262, nº 178.
coexistencia y conflictos entre minorías 253
57. Ibn Jafaya, Diwan, ed. S. Gazi, Alejandría, 1960, 366, nº 305. Véase la
traducción de los versos en Pérès, H., Esplendor de al-Andalus. La poesía andaluza
en árabe clásico en el siglo XI: sus aspectos generales, sus principales temas y su valor
documental, Madrid, 1983, 445.
58. Véanse referencias biográficas sobre este personaje en al-Dabbi, Bugya, nº
362; Ibn Farhun, Dibach, 41; Ibn Bashkuwal, Sila, nº 177; Ibn al-Jatib, al-Ihata fi
ajbar Garnata, ed. M. ‛A. ‛Inan, El Cairo, 1973-78, 4 vols., I, 169-171.
256 alejandro garcía sanjuán
60. Al-Wansharisi, Mi‛yar, VIII, 59. Véase la traducción de esta primera cuestión
en Serrano Ruano, ‘Dos fetuas sobre la expulsión’, 177.
258 alejandro garcía sanjuán
Conclusión
Presentación............................................................................ 7